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Elías Pino Iturrieta

El Universal / Mayo 15, 2010.

Reescribir la Historia

En cada época se analiza el pasado de manera diversa.

Cuando editó su Resumen de la Historia de Venezuela en 1841, Rafael María


Baralt, intelectual eminente, consideró que los asuntos de la paz no
merecían espacio en sus volúmenes, ni en ninguna investigación sobre el
pasado. Hoy sus colegas de la posteridad no piensan lo mismo. Desde la
esquina oficialista ahora destacan en sus propuestas de modificación de la
historiografía, dos historiadores -Pedro Calzadilla y Luis Pellicer- que la
escribieron hace diez años de una manera parecida a la que hoy rechazan
sin misericordia. Nada o casi nada de lo que publicaron entonces se
relaciona con lo que sostienen en la actualidad, según se puede comprobar
con un vistazo de sus aportes. De los ejemplos se constata una realidad
indiscutible: en cada época se analiza el pasado de manera diversa,
partiendo de un entendimiento sujeto a las conminaciones de cada
posteridad.

Pero las necesidades que cada posteridad tiene de mirar el pasado desde su
perspectiva no conducen a elaboraciones caprichosas, ni a exámenes
arbitrarios. En cada posteridad se estableció un oficio de escribir la Historia,
que evolucionó hasta convertirse en un saber específico. Lo que fue al
principio un trabajo individual, o una actividad vinculada a los poderes
políticos y religiosos, o el ejercicio de un elenco de sujetos notables y
encumbrados, se transformó en una disciplina que con el tiempo adquirió la
calidad de ciencia social. Abandonó los gabinetes exclusivos para
establecerse en las aulas de las universidades, buscó y encontró lo que los
antecesores se negaban a descubrir, o sobre cuya trascendencia abrigaban
dudas; afinó el ojo en la lectura de las fuentes y, por fin, se dotó de teorías y
métodos adecuados para el ejercicio de una función primordial para la
sociedad.
Ha sido de tal consistencia la evolución del oficio de investigar Historia, que
de él mismo manan las tendencias de su saber y la necesidad de su
metamorfosis. Hoy los libros de Historia tratan materias que no abordaron
antes, en atención a una necesidad de quienes ejercen el oficio en sentido
profesional.

Hoy se ofrecen maneras diversas de comprender el pasado, gracias a los


desarrollos teóricos que han conmovido los cimientos de la especialidad. Los
historiadores reconocen, dentro del ámbito de su actividad y sin salirse de
ella, el magisterio de autores más capacitados a quienes leen con interés y
cuyas investigaciones pueden sugerir rutas inéditas. De allí la formación de
escuelas y tendencias gracias a las cuales el saber histórico adquiere un
dinamismo sobre el cual se han escrito bibliotecas enteras.

De allí la promoción de mudanzas legítimas en la parcela de la Historiografía,


de lecturas heterogéneas, pero necesariamente profesionales, en torno a las
cuales no existe alternativa de polémica.

Por desdicha, las resistencias en torno al saber historiográfico han sido


persistentes. Provienen, en esencia, de los regímenes autoritarios o tiránicos.
Ellos también se han interesado en la reescritura de la Historia, para
exclusiva y excluyente atención de las necesidades de su hegemonía. En los
escandalosos casos de la Alemania nazi, de la Unión Soviética, de la China
comunista y de la actual Cuba sobran las evidencias de una manipulación
que no sólo incluye la distorsión grosera de los documentos sino también la
"creación" de épocas completas con el propósito de presentarlas como
prólogo de una gestión política, o para excluir a los protagonistas
"inconvenientes" e inflar el papel de quienes tienen la bendición de la
autoridad. Aquí se advierte también la intención de encontrar significados
novedosos en los antecedentes sociales, pero desde una perversa atalaya.
Quienes manejan así el tema tratan de justificar la inicua orientación con la
existencia de intenciones inconfesables en el trabajo de aquellos que lo
hacen según las pautas y las circunstancias de su oficio. Se atreven a
denunciar, por ejemplo, que en sus libros y en sus cátedras se oculta la
intención de apoyar el imperialismo, y pecados por el estilo. O aseguran
cómo, ahora sí, gracias a sus conductas libres de sospecha, gracias a su
inmaculada intimidad con las causas del pueblo, resplandecerá la verdad
histórica. El tema tiene más tela que no se puede cortar en una pequeña
sastrería sabatina, pero puede bastar para que barruntemos cómo, en lo que
concierne a las cercanías, desde los tiempos de Baralt anda la historiografía
en un trabajo de sucesivos nacimientos. Algunos con la ayuda de
inclementes fórceps.

eliaspinoitu@hotmail.com

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