Sei sulla pagina 1di 7

   EL  BLUES  DEL  PING-­PONG

Análisis  de  un  drama  político  ¿desolador?


El blues del ping-­pong
Análisis de un drama político ¿desolador?

Por José Carlos Nazario

´Hay que salir a luchar. Hay que


volver a encontrar todas las cosas
divinas, defender el lugarµ

Fito Páez

Varios hacedores de opinión han llamado la atención sobre la llegada


del bipartidismo o lo que en realpolitik vendría a ser lo mismo: el bi-­
aliancismo. Algunos se valen de la aparente hegemonía interna con
que Miguel Vargas Maldonado logró posicionarse en su partido. Otros
aluden a su legitimación por parte de Leonel Fernández a través de un
pacto político que, aunque con algunas secuelas perdurables, culminó
en la reforma constitucional. Varios factores pueden ser observados
para analizar el acontecer político. Uno de ellos, sin hacer
abstracciones que lleven a confusión de realidades, es el estudio
comparado. De este nos valemos para sondear una actualidad
indescifrable, pero sobre la que podemos hacer algunos
acercamientos.

Eduardo Jorge Prats cita en su último artículo La fantasía del partido


hegemónico, las cifras abordadas por el economista e historiador
Bernardo Vega en su trabajo sobre la última encuesta de la Penn,
Schoen & Berland. En estas el PLD se proyecta con un 55% de la
intención de voto en contraste con el 38% del PRD. El acercamiento de
Vega hace una predicción arriesgada que Jorge Prats se propone
destruir, desde un análisis interesante, con su defensa de la
ELSRODULGDG SROtWLFD ´(O IXWXUR GHO VLVWHPD GH SDUWLGRV GRPLQLFDQRV
lamentablemente para nuestra débil democracia, a partir de este 16
GH PD\R QRV KXHOH D 35,µ 9HJD %HUQDUGR ´+R\µ  GH DEULO GH
2010).

Para Eduardo Jorge, la conclusión del economista es apresurada y


propone observar la evolución electoral que, según dice, demuestra
que el votante se ha mostrado fiel a dos grandes coaliciones
encabezadas por el PLD y el PRD. Esta afirmación a todas luces
parece cierta. Para muestra están los torneos electorales
transcurridos desde 1998 hasta la fecha. Ahora bien, donde no
coincidimos con el constitucionalista es en su intento de mostrar que
la cohesión de estas fuerzas políticas se debe, entre otras razones, a la
suscripción de "plataformas programáticas tendentes a cohesionar
una agenda común de los candidatos de las alianzas". Pues, a todas
luces, no existe un interés en otorgar una inyección de contenido a las
ofertas partidarias. Por lo que el plano programático-­discursivo,
durante todo el período señalado ha carecido de un relato que supere
el clientelismo político.

Si bien es cierto que tanto los cánones legislativos1, aspectos


sociológicos y netamente políticos2, alimentan el bipartidismo, no lo es
menos que existen condiciones que lo limitarían. Es el caso de la
escasa diferenciación identitaria que existe en ambos partidos o
alianzas. Así como la falta de una mecánica de construcción de
consenso a lo interno de una de estas fuerzas. Es decir, la constante
falencia a la hora de encontrar legitimidad por parte del liderazgo de
Vargas y su equipo, en los mandos medios del PRD. De igual manera
resalta el interés del ex presidente Hipólito Mejía y sectores afectos
por obtener mayor poder interno. Búsqueda que se ha visto manifiesta
en el actual torneo, en el cual las miras del partido opositor parecen
estar puestas más en las luchas internas que en lograr escaños
congresuales.

En el pasado, tanto PLD como PRD fueron abanderados de las luchas


de sectores sociales medios y bajos, con vocación liberal3, en
contraposición con el conservadurismo balaguerista. Tras su paso por
el poder ambos partidos fueron desplazándose hacia el centro, tanto
por necesidad de atraer sectores moderados como por el interés de
obtener cierta legitimidad ante los poderes fácticos y económicos. Hoy,
con la desarticulación reformista y el acercamiento a la figura de
Leonel Fernández, quien públicamente ha asumido el modelo
balaguerista como referente, vemos una oposición que busca
acercarse a tal retórica moderada y emular el pacto conservador del
oficialismo. Este giro ha generado una homogenización del accionar y
el discurso de ambos partidos, que se limita, en el más halagüeño de
los escenarios, a la crítica personal y anecdótica del bando contrario.
Estos rasgos contradicen una condición necesaria para la existencia
de un sistema bipartidista: la claridad de dos polos definidos, con
pretensiones y ofertas programáticas encontradas, diferenciadas y en
competencia.

No obstante esta realidad es factible apelar, en el análisis, a la escasa


calidad política del electorado y la referida (por Fernández) falta de
conceptualización en los distintos sectores sociales de nuestro país.
Esto, acompañado de un 22% de analfabetismo y de los índices de
exclusión social y desempleo, se constituye en una cantera para la
consolidación del clientelismo rentista como herramienta política de
dominación.

1
El tope del porcentaje electoral y otros factores surgidos a raíz de la nueva Constitución.
2
Absorción del reformismo a partir de la desaparición de Joaquín Balaguer por PLD y PRD, incidencia
del voto útil ±votantes apuestan a ofertas con posibilidad de triunfo, no permitiendo la viabilidad a
otras alternativas-, por el menos malo, entre otros.
3
En el sentido político de la acepción.
Por los tiempos de Concho Primo.
De bandos a partidos, de partidos a bandos.

En nuestro país contamos con antecedentes del bipartidismo en el


curso de la historia. Tal es el caso de los bandos azul y rojo de la
Segunda República. Tanto el Partido Liberal (azul), como el Partido
Conservador (Rojo) ocuparon durante un tiempo determinado los
puestos de poder y compartieron el escenario de las luchas por este.
Un rasgo notable de esta dinámica fue la constitución del bando
verde, liderado por Ignacio María González. Este bando, también
denominado partido burocrático, se caracterizaba por pactar
indistintamente con unos y otros.

Es conocido por todos que el dominio de estos polos termina en 1886.


Finaliza con la abjuración de Ulises Hereaux, ¨Lilís¨, que, tras agotar
un período en consonancia con su escuela política, regresa con planes
de hacerse con el poder omnímodo, atrayéndose al bando
conservador. Con este segundo gobierno de Lilís se liquida el régimen
liberal, que había sido caracterizado por el respeto de la libertad de
prensa y la afirmación de la alternabilidad en el poder.

Como vemos, tras el establecimiento del bipartidismo, se abre paso un


proceso de hegemonía política de un sector, tradicionalmente liberal,
trocado en representante de los sectores conservadores.

El caso de los Bolos y Coludos es parecido. Ambas denominaciones


son extraídas de las aficiones deportivas predominantes en la época.
El Partido Nacional (horacistas, coludos) se enfrentaba al Partido
Liberal (bolos), cuyo referente principal para los años 20´s del siglo
pasado era Desiderio Arias. Luego se produce el surgimiento de una
tercera fuerza minoritaria (Partido Progresista, Velásquez) que hace
oposición y negocia espacios políticos con las demás, ejerciendo su
"derecho al chantaje".

En 1926 se produce la unión entre bolos y coludos, los primeros


pasan a respaldar el gobierno de Horacio Vásquez. En 1927 se ve
consumada la prolongación del período presidencial de Horacio
Vásquez. Su enfermedad y las especulaciones a partir de esta abren
paso a una crisis política que desemboca en 31 años de poder
hegemónico de quien fuera Jefe de la Guardia Nacional hasta
entonces. Así, el bipartidismo sucumbe dando paso a la dictadura
trujillista.

El enfoque histórico nos permite vislumbrar escenarios proyectivos. La


realidad actual, guardando las distancias de espacio y tiempo, no
dista mucho de los hechos relatados. Sería interesante, para nuestros
objetivos, filtrar las dinámicas políticas pasadas por el prisma crítico
para llegar a conclusiones analíticas.
Allende los mares
Mirada comparada del bipartidismo

Pero para explorar las posibilidades referidas (bipartidismo o partido


hegemónico) o la potabilidad de una alternativa a estas, se nos hace
útil referir ejemplos históricos de otros países. El bipartidismo nace en
los albores de la revolución francesa ante la constitución de dos
bandos encontrados (Girondinos y Jacobinos), conservadores y
liberales. Los primeros empeñados en el interés de conservar los
privilegios de la nobleza, los segundos en busca de equiparar los
derechos a la burguesía y, en sus fases más radicales, en la inclusión
social de sectores obreros y campesinos. Es posible señalar, como una
de las condiciones que hicieron posible esta dinámica, la
preeminencia parlamentaria. Es decir, la posibilidad de dirimir
conflictos a través de un Congreso deliberativo en el que los sectores
internos de ambos poderes tuvieran cabida y hubiera espacio para la
disidencia (esta acotación se hace válida ante la realidad de un
Congreso Nacional disminuido en sus facultades de fiscalización y
evaluación, así como de su importancia relegada a la hora de impulsar
y definir marcos de acción en políticas públicas). Este es el caso
francés de inicios de la república (1789). También es el de Gran
Bretaña (Laboristas-­Tories) y España (PSOE-­PP), donde el poder
deliberativo tiene primacía al ser, ambas, monarquías parlamentarias.

Otro proceso a observar es el norteamericano. En el mismo vemos,


desde los inicios, la instauración de un sistema bipartidista. En 1792,
Thomas Jefferson funda el Partido Demócrata-­Republicano en
oposición a la política fiscal del presidente George Washington (Partido
Federalista, 1792-­1816). Pasado el tiempo, con el inicio del debate
sobre un tema tan importante en la historia norteamericana como la
esclavitud, el sistema político entra en ruptura y se funda el Partido
Demócrata, que enfrentaría la postura abolicionista del Republicano.

Como podemos ver hoy, en ambos partidos se han producido los


mismos desplazamientos señalados en los casos en estudio4. Siendo
una realidad, que hoy el partido relacionado con los temas de
conquistas sociales es el que entonces buscaba conservar el status
quo. No obstante esto, con la desaparición del Partido Federalista, la
política norteamericana se divide en dos polos opuestos que buscarán
redefinirse con el tiempo, llegando, en las dos primeras décadas del
siglo XX a entrar en franco desgaste. Este desgaste logró varios
desprendimientos e incluso intentos de sustitución. Sin embargo, la
fortaleza y arraigo en la sociedad de ambos partidos impidió que la
conformación de sistema variara. Las fugas que hasta entonces eran
de carácter político se convirtieron en acciones sociales de
organización, dando paso a movimientos extra e intra-­partidos que
buscaban reivindicaciones en el plano social. Entre estos casos es

4
Desplazamiento ideológico del PLD y PRD (Ver 5to. Párrafo).
citable el movimiento por el sufragio femenino, las luchas por los
derechos laborales y de los jubilados. Esta expresión de articulación
social se constituyó en una fortaleza para el sistema de partidos, que
en lugar de ser sustituido por nuevas fuerzas, asentó sus posiciones y
pasó, entonces, a ser un receptor de las demandas de estas nuevas
organizaciones de base a través del lobby, los movimientos sindicales
y luchas sociales para presionar el poder. Este cambio obligó a ambos
partidos a diferenciarse y reubicar su identidad en relación con las
presiones sociales recibidas.

Conclusiones
Del bipartidismo a la construcción social

Hasta aquí, podríamos decir que hemos descrito una realidad


desoladora. Un panorama que a todas luces parece ser un río con
desembocadura en el mar autoritario. Un blues social en el que dos
jugadores golpean la pelota de un lado a otro hasta sacarla de la
mesa. El recorrido histórico, con ejemplos claros y repetidos, nos
narra una conducta tendente a la descomposición y reubicación en
marcos dictatoriales. Esto, sumado a las condiciones sociales que
favorecen la profundización de los problemas y la crisis de
representatividad. Agregando, igualmente, la imposibilidad material
(al menos en el corto plazo) de construir una alternativa que llene el
vacío generado por el alejamiento de las que antaño fueran las
principales fuerzas liberal-­progresistas.

Sin embargo, para muchos (incluyéndonos) no es probable que se


materialice, tomando en cuenta la geopolítica, un régimen
abiertamente de fuerza a la usanza del siglo pasado. Por el contrario,
el modelo pseudo-­democrático llevado adelante hasta hoy terminaría
asentándose y re-­produciendo mecanismos de control y represión
atenuados con una apertura a la prensa. Así mismo se habría de
continuar con la neutralización de las luchas sociales mediante la
lógica de "pagar o pegar" y prohijando las ejecuciones extrajudiciales
que hasta ahora se han dado a través de organismos policiales.

Sin embargo, nada más desolador que el estado de desarticulación


existente en la sociedad actual. Realidad esta que constituye un tema
para otro estudio, pero que sin duda sería el principal catalizador de
un proceso que impida profundizar las condiciones descritas. Los
sectores que hasta hoy, como bien señala Eduardo Jorge Prats, se
han constituido en una tercera fuerza (la del descontento ²expresado
en apatía o indignación-­) tienen a su alcance tres vías:

1. La construcción de una alternativa política que (ajena a


pretensiones presidencialistas) en el largo plazo logre reactivar y
representar los sectores alejados de los partidos tradicionales
tras el desplazamiento hacia la derecha de los mismos. Esto es,
llenar el vacío del ala liberal-­progresista en nuestro país.
2. Participar activamente en la renovación de una de las fuerzas
partidarias que permita rearticularla y conectarla con sus
esencias filosófico-­políticas. Esto se haría más factible en la
menos articulada y compacta de las fuerzas: el PRD.

3. Construir, en el mediano y largo plazo, procesos de


organización social y ciudadana que permitan la creación de
redes de trabajo social y voluntario, así como la habilitación de
espacios de fiscalización, control, diseño y estimulación de
políticas públicas (ver caso norteamericano).

Estas tres salidas encontrarían limitaciones serias en la composición


social y política. Requerirían de la formación de un nuevo capital
humano que haga posible uno de estos mecanismos: el segundo. O
dos escenarios combinados: el primero y el tercero ó el segundo y el
tercero. En cualquiera de los casos se hace necesaria la constitución
del tercer punto como fuerza motora, catalizadora y de contención,
ante la falta de organización de los sectores medios y bajos, en
contraste con el fuerte ordenamiento, capacidad técnica y de presión
de los oligopolios económicos y los poderes fácticos conservadores.

El autor es escritor, abogado y asesor en comunicación pública.

Potrebbero piacerti anche