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Cátedra de Epistemología e Historia de la Teoría Arqueológica. Apuntes 2004.

Is It Evolution Yet? A Critique of Evolutionary Archaeology


by James Boone and Eric Smith
In: Current Anthropology, Volume 39: 141-157 Supplement, June 1998
Artículo original traducido y resumido por: Arql. Sara López Campeny

¿ES AÚN EVOLUCIÓN?


Una crítica a la Arqueología Evolucionista

Por James L. Boone y Eric A. Smith

Introducción

Durante las últimas dos décadas, han aparecido en la literatura un número de afirmaciones
programáticas que abogan por la aplicación de la teoría Darwiniana a los fenómenos arqueológicos.
De acuerdo con uno de los programas, el cambio cultural como es visto en el registro arqueológico,
puede ser mejor explicado en términos de la acción directa de la selección natural y otros procesos
darwinianos en la variación hereditaria de artefactos y conductas. Nos referiremos a este programa de
investigación como Arqueología Evolutiva y a sus practicantes como arqueólogos evolutivos o
seleccionistas. Estos proponen un sistema de explicación en el cual la selección natural, la deriva y
posiblemente otras fuerzas evolucionistas explican los cambios en las frecuencias artefactuales, sin ninguna
responsabilidad de la acción humana, la toma de decisión o la reconstrucción conductual.
La introducción en la arqueología y la etnografía de un cuerpo de teoría conocido como Ecología
Conductual o Evolutiva ha sido contemporánea a este desarrollo. La Ecología Evolucionista explica el
cambio cultural y conductual (141) como formas de una adaptación fenotípica a las condiciones sociales y
ecológicas variables, partiendo del supuesto que la selección natural ha diseñado organismos para responder
a las condiciones locales en formas de incremento de eficacia. Los ecólogos evolucionistas formulan y
prueban modelos formales.
Estos dos programas parecen haberse visto cada uno al otro como irrelevantes, mutuamente
excluyentes o aún antagónicos. Nosotros argumentamos que el conflicto primario entre los dos enfoques se
centra en las diferencias fundamentales en la manera en que ven el rol de la variación fenotípica y, en
particular, la variación conductual en el proceso evolutivo. A partir de estas diferencias fluyen una serie de
consecuencias en el plano explicativo, la aplicación empírica y las conclusiones teóricas. El objetivo de este
artículo es delinear estas diferencias y evaluar la utilidad relativa de cada enfoque para la explicación de los
fenómenos arqueológicos. Argumentamos que en muchos casos los procesos que los arqueólogos evolutivos
llaman “selección” no es selección en absoluto, sino adaptación fenotípica a la variación medioambiental.

¿Qué es evolucionar? Replicadores y Fenotipos

En la moderna teoría sintética darwiniana, sólo la selección natural produce evolución creativa,
direccional (no aleatoria) y acumulativa. La selección natural requiere sólo tres condiciones: variación,
herencia (transmisión) y eficacia diferencial. Este proceso evolutivo sería de la siguiente manera: 1) la
variación genética es continuamente producida por mutación y combinación; 2) esta variación interactúa con
los factores ambientales externos para formar fenotipos; 3) los fenotipos y genotipos asociados tienen éxito
diferencial en la supervivencia y reproducción; 4) la descendencia hereda (algunos de) los genes y así tiende
a desarrollar fenotipos asociados a los de sus padres; 5) la proliferación de genotipos más exitosos da como
resultado el incremento transgeneracional de fenotipos que están mejor adaptados a las condiciones locales.
Al adoptar el marco darwiniano, los arqueólogos evolutivos simplemente han sustituido variación
fenotípica por genética, argumentando que la evolución por selección natural se aplica a cualquier población
de entidades caracterizada por variación hereditaria y éxito diferencial en la replicación de sus variantes.
Argumentan que, debido a que los artefactos son un componente del fenotipo humano, los cambios en las
frecuencias de los artefactos a través del tiempo pueden ser explicados por los mismos principios usados en
biología evolutiva, es decir, la acción de la selección natural sobre la variación fenotípica (142).
Desde este punto de vista, las fuerzas o procesos que producen la variación fenotípica no son
importantes para el análisis del cambio evolutivo. La producción de nueva variación fenotípica –incluyendo
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nuevas formas de conducta o artefactos- es vista como conceptualmente análoga al proceso por el cual
nuevas variantes surgen en el código genético: mutación no dirigida y recombinación.
Esta aproximación a la evolución por medio de la selección natural produce algunos supuestos muy
problemáticos. El requerimiento de la heredabilidad no especifica que la herencia sea genética, esta podría
en principio ser cultural. Pero la selección efectivamente requiere que haya replicadores: unidades de
variación heredables. Los replicadores deben tener ciertas cualidades causalmente significativas: longevidad
(deben sobrevivir por muchas generaciones), fecundidad (producen copias de sí mismos) y fidelidad de
copiado (son replicados con una exactitud cercana a la perfección). Los genes y los memes o genes culturales
(información codificada simbólicamente o neurológicamente, que es transmitida vía aprendizaje social) son
los dos replicadores más comúnmente identificados.
La particular naturaleza de la herencia -el hecho crucial de que los individuos (fenotipos o
“vehículos” como los designó Darwin) no pueden replicarse a sí mismos sino que desaparecen en cada
generación, tiene profundas implicancias para la teoría evolutiva. Esto significa que, generalmente, la
selección diseñará individuos que se comporten de tal modo que conduzcan a la máxima representación de
los replicadores en futuras generaciones.
La mecánica de la herencia y sus consecuencias críticas para la forma que toman los procesos
evolutivos, ha sido virtualmente ignorada en la literatura arqueológica evolutiva.
Al hacer de los artefactos la unidad evolutiva sujeta a variación y selección, los arqueólogos
evolutivos: o han ignorado la distinción entre replicador/fenotipo y todas sus implicancias, o bien
propusieron que los artefactos en sí mismos son replicadores; ambas posiciones son altamente
problemáticas.
En biología, los fenotipos son definidos como el resultado observable de la interacción entre los
genotipos y el medio ambiente: esencialmente todos los rasgos de un organismo excepto sus genes. Los
teóricos de la A.E. han argumentado que los artefactos son “las partes duras (o materiales) del segmento
conductual de los fenotipos”. Recientemente, algunos arqueólogos evolutivos han empleado la noción de
Dawkins de “fenotipo extendido” como una justificación para visualizar a los artefactos como rasgos
fenotípicos.
Pero, si la conducta y sus productos (artefactos) son fenotipos -una posición con la que coincidimos-
entonces, en orden de aplicarles los análisis darwinianos, debemos determinar qué replicadores están
asociados a ellos. Más fundamentalmente, los análisis darwinianos deben examinar las formas en las cuales
los rasgos fenotípicos afectan el éxito reproductivo de sus replicadores asociados. La selección puede actuar
sobre la variación fenotípica (por ejemplo diseño de artefactos y su frecuencia) solo en la medida en que esta
sea heredable –esto es, correlacionada con replicadores transmitidos desde los padres (143) a los
descendientes. El programa A.E. asume esta correlación sin mayor examen y a menudo sin articulación de
los supuestos.

La Ecología Evolutiva adopta una visión de la variación fenotípica diferente y conceptualmente más
compleja, pero más realista. Esta sostiene que los organismos (incluyendo los humanos) han sido diseñados
por medio de la selección para hacer ajustes adaptativos extensivos de sus fenotipos. Este proceso de
variación fenotípica adaptativa involucra la interacción entre mecanismos cognitivos evolucionados genética
o culturalmente y las condiciones medioambientales variables. El medioambiente juega un rol causal en la
producción de variación fenotípica y no simplemente uno selectivo después del hecho. En términos
coloquiales, la posición ecológica evolutiva no es más que un alegato de que los organismos tienen
habilidades para resolver los problemas en diversos niveles (fisiológico, morfológico, conductual) y escalas
(corto plazo, evolución, tiempo de vida).
Una tendencia del fenotipo o capacidad para responder diferencialmente a la variación de las
condiciones medioambientales es llamada plasticidad fenotípica (o labilidad). La plasticidad fenotípica de un
replicador dado durante una variedad de condiciones medioambientales es llamado norma de reacción. En
esta perspectiva, la variación fenotípica que resulta de la interacción del genotipo con el ambiente no
constituye en sí mi misma cambio evolutivo, aún cuando la capacidad de un organismo para la plasticidad
fenotípica adaptativa es un rasgo evolutivo, modelado por la selección natural. Si la norma de reacción del
fenotipo es muy amplia, el potencial para la variación sincrónica o el cambio diacrónico en el fenotipo, sin
ningún cambio evolutivo per se (es decir: sin cambios en la frecuencia de los rasgos hereditarios) es
correspondientemente grande.
La plasticidad conductual permite a los organismos adaptarse a los cambios en las condiciones
ambientales más rápidamente que lo que ellos podrían a través del proceso de la selección que actúa sobre la
variación genética.
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La Ecología evolutiva generalmente analiza la variación fenotípica en términos de estrategias


adaptativas –esto es, como una serie de respuestas conductuales de incremento de la eficacia a diferentes
estados del medioambiente (asumiendo que estos estados han sido recurrentes en la historia evolutiva del
linaje de los organismos y que las respuestas caen dentro de esta norma de reacción). Esta forma de
respuesta fenotípica es así construida para basarse en un conjunto de “reglas de decisión” evolutivas,
mecanismos cognitivos evolucionados genéticamente, que guían el desarrollo, aprendizaje, resolución de
problemas y respuesta a los estímulos. Por lo tanto, en esta perspectiva, la variación conductual en sí misma
no es el producto directo de la selección natural. Más bien, la selección entra en la explicación sólo
indirectamente, como el proceso que diseñó al organismo (o de hecho a sus ancestros) para responder
facultativamente y adaptativamente a condiciones particulares del ambiente.
La mayoría de los escritores de ambas aproximaciones parecen estar de acuerdo sobre la importancia
teórica de la transmisión cultural para una comprensión evolutiva del cambio histórico. Al mismo tiempo las
dos aproximaciones divergen en su tratamiento de los rasgos fenotípicos. La Arqueología Evolutiva trata a
estos (especialmente a los artefactos) tanto como vehículos (fenotípicos) y como replicadores (directamente
sujetos a la selección natural). En contraste, la Ecología Evolutiva supone que la transmisión de variantes
culturales es fuertemente influenciada por predisposiciones cognitivas evolucionadas previamente o reglas
de decisión.

¿Selección o Adaptación Fenotípica? Dos ejemplos a partir del registro arqueológico

Los ecólogos evolutivos y los arqueólogos evolutivos parecen estar de acuerdo en que la selección
natural es (144) el mecanismo explicativo primario en evolución científica.
Los arqueólogos evolutivos han tendido a considerar todo cambio fenotípico direccional a través del
tiempo como el resultado de la selección natural que actúa directamente sobre la variación cultural. Algunos
sugieren que la selección opera vía diferencias reproductivas entre los individuos que utilizan ciertos
artefactos variables para interactuar con el medioambiente. Otros argumentan que es el éxito replicativo de
los rasgos fenotípicos (conducta o artefactos) lo que importa, sea o no que este esté vinculado con el éxito
reproductivo.
En contraste, la Ecología Evolutiva argumenta que la selección que actúa sobre la variación
hereditaria es uno de varios procesos por los cuales ocurren cambios en la frecuencia de las variantes
fenotípicas a lo largo del tiempo.
No se puede suponer que, en consecuencia, la variación resultante y el cambio direccional que
observamos arqueológicamente haya resultado a partir de la selección natural actuando sobre la variación
trasmitida culturalmente; resultado de estrategias conductuales facultativas que son en sí mismas el
producto de procesos evolutivos tempranos que se remontan cientos de millones de años. Entonces, si
deseamos explicar la variación en el registro arqueológico (o cualquier otra manifestación de la conducta
humana), tenemos al menos dos alternativas: podemos atribuir esta variación a la acción de la selección
natural en la variación cultural azarosa adaptativamente (el programa de la arqueología evolutiva) o
podemos atribuirlo a la variación fenotípica adaptativa (el programa de la ecología evolutiva).
En suma, analizar la variación sincrónica o el cambio diacrónico requiere que consideremos dos
procesos causales distintos, uno evolucionista y el otro fenotípico.
Los ecólogos evolutivos tienden a focalizar en una respuesta fenotípica estratégica y asume que el
rasgo bajo estudio ha sido diseñado por la selección natural para tener suficiente plasticidad fenotípica para
seguir la variación medioambiental óptimamente. En consecuencia, no equiparan a la variación fenotípica
con el cambio evolutivo, en vez de eso, lo atribuyen a las capacidades evolucionadas por variación
adaptativa (conductual, fisiológica, etc.). El paradigma de la arqueología evolutiva, en contraste, minimiza
el rol de la adaptación fenotípica vía la toma de decisión y adscribe el cambio adaptativo a la acción de la
selección natural sobre la variación fenotípica heredada culturalmente (145).
A continuación se mencionan dos ejemplos arqueológicos que son explicados a partir de la primera
postura (E.E): 1) La emergencia de la recolección de amplio espectro en el Arcaico y 2) Los trineos en el
subártico (146). En ambos ejemplos, el postulado ecológico evolutivo es que habilidades cognitivas
evolutivas permiten a los recolectores sopesar los costos económicos y los beneficios de diversas tácticas y
estrategias y seleccionar la táctica o estrategia que otorga el más alto retorno de energía bajo las
circunstancias consideradas.

La discriminación entre cambio fenotípico y cambio evolutivo:


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La toma de decisión adaptativa durante una escala de tiempo corta puede producir resultados
(incluyendo efectos de eficacia) que son equivalentes al efecto de la selección natural que actúa durante
largas escalas temporales. Esto es, en gran medida, debido a que las capacidades de la adaptación fenotípica
son en sí mismas el producto de la selección natural pasada (147).
La selección natural da como resultado cambios en la frecuencia de los rasgos a través del tiempo, al
favorecer algunas variantes y eliminar otras; la base de este proceso de eliminación es el éxito diferencial de
los replicadores, generalmente vía la supervivencia y fertilidad diferencial. Esto significa que la rapidez con
la cual la selección puede actuar está significativamente limitada por el lapso generacional del organismo en
cuestión. La fuerza de la selección depende de 1) la cantidad de variación ya existente en la población y 2) el
grado de eficacia diferencial que los rasgos variantes confieren a los individuos portadores. En contraste, la
rapidez con la cual ocurre la repuesta fenotípica a los cambios medioambientales es dependiente no de la
cantidad de variación que ya existe en una población, sino de la rapidez con la cual el cambio ambiental está
ocurriendo.

¿Es la variación conductual análoga a la mutación?

El concepto de variación no dirigida:

Uno de los principios de la Arqueología Evolutiva es la idea de que la variación conductual y la


innovación son no dirigidas o independientes con respecto a la selección. Este enfoque rechaza cualquier
paradigma explicativo que incluya la toma de decisiones una respuesta adaptativa.
En la teoría genética de la evolución por selección natural, el proceso de mutación es generalmente
reconocido como no dirigido o azaroso. Significa que la posibilidad de que una mutación específica ocurra
no está afectada por la utilidad que la mutación tendría, donde el término útil se refiere a los efectos en la
supervivencia y reproducción del organismo. La producción de mutaciones es no dirigida con respecto a la
ventaja selectiva actual. El tema central es que si la generación de variación conductual es independiente de
las presiones selectivas (por ejemplo, no correlacionada con beneficios adaptativos), (148) en consecuencia es
conceptualmente análoga a la mutación. Nosotros argumentamos que no es así.

El futuro es ahora:

Al argumentar que las innovaciones culturales o conductuales son “no dirigidas” con respecto a las
presiones selectivas, algunos arqueólogos evolutivos han expandido el concepto de variación adaptativa
azarosa o no dirigida, para aplicarla tanto a condiciones selectivas actuales como futuras. La innovación
humana es adaptativamente azarosa porque no anticipa las condiciones selectivas futuras.
Nosotros hemos argumentado antes que lo que es verdad para la variación genética no es
necesariamente verdad para la variación conductual o cultural (149).
Sólo si la velocidad de cambio medioambiental excede la capacidad para la adaptación fenotípica o
los cambios son demasiado sutiles como para ser detectados, debemos asumir que la innovación no es
adaptativa.
Una crítica relacionada con la posición arqueológica evolutiva concierne a su fracaso para reconocer
que los humanos tienen mecanismos cognitivos especializados evolutivamente y altamente desarrollados,
para proyectar la experiencia pasada en el futuro y formular conductas que anticipen las futuras
contingencias medioambientales.
De acuerdo con la ecología evolutiva, las causas de una estrategia conductual tienen que ser
localizadas en la interacción entre el desarrollo de un organismo, las capacidades para resolver problemas y
sus condiciones ambientales actuales.
Según la arqueología evolutiva, debido a que la gente no puede prever condiciones selectivas
futuras, la selección natural determina finalmente la evolución cultural, haciendo caso omiso de los ajustes
estratégicos a corto plazo que la gente puede, conciente o inconscientemente, hacer en las condiciones
presentes. Debido a que los organismos no pueden prever las condiciones selectivas cambiantes en el futuro,
sus respuestas fenotípicas son adaptativamente impotentes.
Debido a que la Ecología evolutiva supone que la selección ha diseñado organismos que sean
capaces de resolver la mayor parte de los problemas adaptativos, este supuesto predice que la gente (y otros
muchos organismos) serán altamente capaces de responder a las condiciones selectivas cambiantes con
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nuevas estrategias adaptativas. Una solución a un problema adaptativo puede conducir a la emergencia de
nuevos problemas (150).
Por supuesto, todas las estrategias conductuales desarrolladas en el presente tienen algún efecto en
las condiciones futuras del medioambiente. Tales efectos, llamados comúnmente “consecuencias no
intencionales” pueden constituir “consecuencias no selectivas”.
Explicar consecuencias no intencionales o no selectivas, nos parece que es primariamente un
problema histórico, y no evolutivo. Con esto queremos decir que no todo cambio con consecuencias
materiales observables (tales como podría presentar el registro arqueológico) es un cambio evolutivo.
Las consecuencias no intencionales y no selectivas toman la forma de efectos medioambientales.
Algunos efectos medioambientales son causados por la acción humana, mientras que otros, tales como el
cambio climático exógeno, no lo son. Lo que es importante es que el medioambiente en sí mismo no es
heredable (un replicador) en ningún sentido darwiniano. En consecuencia, el cambio medioambiental, ya sea
exógeno o antrópico, no es un proceso evolutivo. Argumentamos que la historia humana puede ser
ciertamente explicada, al menos en parte, en términos de procesos evolutivos, pero cambio evolutivo y
cambio histórico no son la misma cosa.

Intenciones y Causas:

Una tercera vía en la que el “seleccionismo” de la Arqueología Evolutiva y el “adaptacionismo” de


la Ecología Evolutiva puede parecer que divergen concierne al rol causal de la intencionalidad. Mientras que
el análisis y la teoría ecológica evolutiva a menudo se refieren a “decisiones”, “estrategias” y “propósitos”,
un elemento clave programático de la arqueología evolutiva es negar la relevancia explicativa de los
propósitos e intenciones para el análisis evolutivo.
Los ecólogos conductuales no ven a las variantes del comportamiento, estrategias o decisiones como
equivalentes a las intenciones (151).
Muchos teóricos de la arqueología evolutiva parecen reconocer sólo dos posibilidades: o que las
intenciones lo explican todo o que ellas juegan sólo el rol mínimo de apoyo a generar variación no dirigida.
Lo que tales pronunciamientos descuidan es la diferencia crítica entre las intenciones propuestas
como la causa radical de algunos fenómenos y ubicarlos como vínculos intermedios dentro de una vía
causal. La Arqueología Evolutiva rechaza la primera posición. Por el contrario, sostenemos que la
explicación evolutiva de la historia humana y el cambio conductual generalmente necesita incluir las
intenciones o su equivalente en la vía causal debido a que a menudo proveen el vínculo entre la selección
natural y las regularidades conductuales.
La Ecología Evolutiva propone que los humanos tienen capacidades destacadas para adaptar sus
fenotipos al medio ambiente, a través del aprendizaje y el cálculo racional. Los dos enfoques concuerdan en
que tenemos la capacidad evolutiva para la transmisión cultural de los fenotipos así adquiridos a la siguiente
generación.

La formulación de la pregunta sin sentido: ¿Cómo podemos explicar el cambio?

Podemos preguntar por qué, por ejemplo, un recolector enfrentado con una serie de opciones puede
decidir invertir más tiempo o energía en la propagación de alimentos vegetales (optar por la agricultura).
Desde la perspectiva de la Arqueología Evolutiva, la única oportunidad que permanece para
explicar, es reunir (componer o integrar) argumentos post hoc plausibles acerca de por qué una variante dada
fue seleccionada a favor o en contra. Este procedimiento parece al mismo tiempo susceptible de cargas de
circularidad. “Tal y tal fue seleccionado debido a que fue adaptativo y este es el motivo” (152).
En contraste, la estrategia de investigación ecológica evolutiva es hipotética deductiva, al usar
modelos explicativos para desarrollar predicciones contrastables, para entonces buscar evidencias que se
refieran a estas predicciones. Una vez que aceptemos que la innovación conductual no es adaptativamente
azarosa, los modelos de optimización pueden ser usados para producir hipótesis, observando cuales factores
medioambientales están produciendo la variación. Y, desde que estas hipótesis típicamente incorporan ideas
específicas acerca de las variables medioambientales relevantes, limitantes y actuales, pueden ser testeadas
empíricamente (153).
Las dos aproximaciones pueden ser complementarias y no competitivas, pero su
complementariedad requiere un reconocimiento de que las decisiones y las acciones son fundamentales para
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la adaptación (fenotípica) humana, no simplemente generadores de variación azarosa sobre la cual la


selección actuará.

Qué vemos y qué conocemos: ¿Pueden los arqueólogos estudiar la conducta?

Los arqueólogos evolutivos rechazan, para la arqueología, un análisis centrado en la conducta. La


postura es que la arqueología debería centrarse en los cambios de frecuencia de los artefactos a lo largo del
tiempo, porque este es el único fenómeno que es empíricamente observable en el registro arqueológico. Esto
suena como una forma de empirismo radical, el dogma de que la ciencia solo puede considerar los
fenómenos directamente observables.
La literatura arqueológica evolutiva revela que, virtualmente, los únicos casos en los que los cambios
en las frecuencias de los artefactos per se actualmente proveen de interés empírico, son los estudios de
variación estilística. De todos modos, los arqueólogos evolutivos también están claramente interesados en
temáticas más amplias. Estas incluyen el origen de la domesticación o la agregación poblacional, etc.
Todos estos tópicos involucran amplias series de conductas variables con las cuales los artefactos
sólo están indirectamente asociados. No observamos empíricamente la domesticación comenzando a
desarrollarse en el registro arqueológico, más bien, observamos artefactos y ecofactos que inferimos están
asociados con la conducta de domesticación.
Lo que observamos son correlatos arqueológicos –vínculos materiales- de estos diversos
comportamientos. El llamado de Dunnell, para los arqueólogos, a abandonar la reconstrucción conductual se
ha transformado en un imperante “clarinada” (como una especie de voz de mando o un axioma
fundamental) en arqueología evolutiva (154).
La reconstrucción conductual en alguna medida es esencial para entender gran parte del registro
arqueológico. En particular, rechazamos la postura de que la ausencia de conducta per se en el registro
arqueológico haga de la conducta un objeto inapropiado para la explicación arqueológica. También
rechazamos que debido a que la conducta varía no podemos usarla para explicar el pasado. Que la conducta
cambie no hace a las explicaciones conductuales incontrastables.
Uno no tiene que adoptar una postura de “ley y orden” sobre la conducta, a fin de proponer
regularidades entre la conducta y el registro arqueológico. En efecto, el marco arqueológico evolutivo sólo
cobra sentido si existen regularidades entre los factores ambientales y el cambio arqueológico, regularidades
que operan vía selección, deriva y otros mecanismos evolutivos. La ecología evolutiva agrega el supuesto
que las regularidades también están ejemplificadas vía adaptación fenotípica, incluyendo la conducta y las
respuestas tecnológicas. Esto también determina que muchas regularidades conductuales (reglas de
decisión) sean predecibles debido a que han sido diseñadas por la selección natural en el pasado.
Insistimos que las explicaciones evolutivas del registro arqueológico deben, implícita o
explícitamente, delinear la causalidad a través de la conducta.
Existen problemas en el programa arqueológico evolutivo. Esto es particularmente claro en la forma
en que los seleccionistas han intentado operacionalizar el concepto de selección en el análisis del cambio
arqueológico. Debido a que la selección es un proceso dinámico, mientras que el registro arqueológico es
esencialmente estático, no podemos actualmente observar la selección que ocurrió en el registro, más de lo
que podemos observar la conducta (155).

Conclusión

Virtualmente, todos los animales y plantas han evolucionado al menos alguna capacidad para
ajustarse fenotípicamente a las condiciones ambientales variables. En consecuencia, muchos cambios
ambientales producirán un cambio en el fenotipo medio observado en una población, sin ningún cambio
selectivo o evolutivo. En los seres humanos, la capacidad para resolver problemas y para adaptarse
fenotípicamente a un amplio rango de condiciones medioambientales, está altamente desarrollada. El
correlato material de estos procesos produce un registro arqueológico observable de cambio adaptativo.
Los arqueólogos evolutivos, niegan consistentemente que la naturaleza de la conducta para resolver
problemas tenga algún rol que jugar en la explicación de los cambios fenotípicos a lo largo del tiempo. En
cambio, los ecólogos evolutivos argumenten que la variabilidad conductual (incluida la innovación) está al
menos parcialmente guiada por los costos y beneficios percibidos, relacionados con la variación ambiental.
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Creemos que todas las partes pueden coincidir en que la variación, a lo largo del tiempo y el espacio,
en la frecuencia de los artefactos y en los patrones espaciales, debe últimamente ser producida por la
variabilidad conductual (en conjunción con otros factores tafonómicos y no conductuales). Sin embargo, el
cambo conductual dirigido y adaptativo no necesita ser directamente el resultado de procesos evolutivos
tales como la selección natural. No obstante, la capacidad para responder conductualmente y, muy a
menudo, verdaderamente en forma adaptativa, es una capacidad evolucionada. Este es el principio
fundamental de la ecología evolutiva.
El grado de independencia de la evolución cultural a partir de la evolución genética es aún un tema
no resuelto.
Aunque la teoría de la selección natural provee de un poderoso mecanismo explicativo, este llega a
ser aún más poderoso aún cuando se vincula con otros conceptos, incluyendo aquellos que proceden de las
ciencias sociales.
Una de los principales implicancias de la distinción entre la E.E. y la A.E. (programa aquí criticado)
concierne a la relación entre la evidencia arqueológica –variación temporal y espacial de la ocurrencia de
artefactos, ecofactos rasgos y sitios- y los procesos de cambio evolutivo. Los arqueólogos evolutivos ven la
variación temporal en la frecuencia de estas entidades arqueológicas como cambio evolutivo per se. En
contraste, la Ecología Evolutiva es una teoría acerca de la conducta, no acerca del registro arqueológico en sí
mismo. En consecuencia, prevemos un programa activo, continuado de investigación y análisis que se ocupe
de la relación entre la conducta pasada y la formación del registro arqueológico en la tradición de la Teoría
de Rango Medio de Binford, la Arqueología Conductual de Schiffer y la Etnoarqueología (156).
Nos sentimos confiados de concluir que no sólo es posible estudiar la conducta y la adaptación
ecológica en el registro arqueológico, sino que verdaderamente debemos hacerlo, si esperamos darle un
sentido evolutivo (157).

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