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DIÁLOGOS POR LA REFORMA UNIVERSITARIA Nº 7

¿Verdad O VERDADES?
Una apuesta por la diversidad de pensamiento

FERNANDO ANDRÉS MORAN


WILSON JOSUÉ SEGURA

Estudiantes de Economía

PASTO, ABRIL DE 2010


PRESENTACIÓN
Dice Mario Mendoza que quien lee y escribe está más preparado que quien no
lo hace para entender los códigos de una sociedad que, como la democrática,
se sustenta en el reconocimiento y el respeto de los “otros”, esto en la medida
en que, en alas de estos dos ejercicios, se ve obligado a trascender la fácil
comodidad del “yo” y a ser, en reemplazo y ayudado por la fantasía, una
multiplicidad colorida y festiva de seres alternativos.

Las dos acciones mencionadas exigen cierto alejamiento del mundo. Es cierto
que poco nace sin el concurso de la soledad, sin un encuentro deliberado con
nosotros mismos. Sin embargo, la impresión de que algunas de las personas
que más asiduamente leen y escriben son seres huraños y hasta antipáticos es
en buena parte equivocada. El lector y el escritor han logrado compenetrarse
con su entorno en un grado más profundo que la mayoría y quizá, por
incomprensión, muchos crean percibir equivocadamente una cierta extrañeza
entre aquellos y su mundo circundante.

Ahora bien, una comunidad para avanzar hacia el ideal de la Democracia


requiere de personas que no teman a los retos o desafíos que los actos de leer
y de escribir suponen. Una sociedad difícilmente puede llegar a ser
democrática si se priva o huye del placer y del trabajo inherentes a estos dos
ejercicios. El folleto que tienen en sus manos es, entonces, un acto muy
modesto pero importante por avanzar en este sentido. Es también una
invitación implícita a que los demás miembros de la comunidad universitaria
repliquen nuestro ejemplo y que participen con entusiasmo de las discusiones
de la Reforma Profunda. Es falaz creer en la posibilidad de un cambio
pertinente y real en la forma de entender nuestra universidad, si éste no se
basa en el debate argumentado y siempre respetuoso de nuestras ideas.

Basados en el principio de que la peor ofensa que podemos hacer a un escritor


o a un grupo de escritores no es la objeción con argumentos sino la aceptación
irreflexiva de sus planteamientos, elaboramos este texto, tan solo en parte,
como una especie de réplica fundamentada a las ideas perniciosas que
algunos grupos estudiantiles de la Universidad están difundiendo. Decimos
perniciosas en la medida que niegan la diversidad de pensamientos y porque
defienden esperpentos tales como el desarrollo económico y los esquemas
disciplinares del saber, cosas que para nosotros son indefendibles y porque
implícitamente también proponen, además de la ya mentada terrible posibilidad
de una verdad única y absoluta, la renuncia de la Universidad a cualquier
proceso de sueño de futuro centrado en la idea de Región y a la posibilidad de
encuentro con los saberes ancestrales porque como “talanqueras espirituales”,
misticismos ingenuos (incluyen aquí la Complejidad) o “taras ideológicas” que
son, “retrasan el desarrollo del país”.
Queremos hacer una alusión especial a la Organización Colombiana de
Estudiantes, por ser los textos últimamente difundidos por ella, a saber “Verdad
Absoluta y Verdad Relativa” y “Universidad para el Desarrollo” los que más
conocemos. El cuestionamiento principal a esta organización estudiantil es que
tienen una serie de dogmas ya instaurados en sus cerebros, no nacidos de
ellos, ni puestos en tela de juicio, sino preestablecidos para su acción. Es decir,
que llevan en su seno el ideario de un Partido, que creen debe ser la verdad
revelada para todos, incluida la Universidad, y por lo mismo, piensan que
tienen el secreto de cómo gobernar, sin preocuparse por ahondar en los
problemas sociales y sin estar dispuestos a aceptar tampoco cualquier cosa
que contradiga su ideario. Su propuesta de “liberación popular” se presta para
muchas contradicciones. Tenemos dudas de si en verdad defienden el
Materialismo Histórico por convicción o simplemente porque les conviene para
sus propósitos políticos que se están viendo amenazados por la Reforma
Universitaria, que en cierta medida les anula el discurso. Sólo así se puede
entender su apego bastante marcado a la social-democracia burguesa y el
hecho de que también defiendan ciertos elementos, muy discutibles, del
discurso positivista.

Lo cierto es que la apuesta nuestra, como bien lo señala el título de nuestro


escrito, va en sentido contrario y es porque en la Universidad de Nariño quepan
formas de entender el mundo que han estado mucho tiempo olvidadas por el
pensamiento oficialista y, en esta medida, por entender que no hay una sola
manera de aproximarse a los diferentes problemas epistemológicos e
históricos- sociales que el mundo de hoy nos plantea. La apuesta consiste en
dejar en claro que en la Universidad pueden convivir cosmovisiones distintas y
que ella misma debe ser un camino abierto para la búsqueda de un modo
distinto de sociedad, que nazca desde el mismo pueblo, y que esté basado en
un pensamiento propio, creado desde nosotros, para nosotros y para todos
aquellos que quieran ver en el modo de vida de nuestra nueva región una
oportunidad de transformación de sus propias sociedades.

Ahora bien, es fácil entender nuestra actitud de respeto hacia formas


alternativas de ver el mundo como una derivación de los trillados y bastante
interesados conceptos liberales de “tolerancia”, “inclusión” y “respeto por la
diferencia”. Hablamos así de estos conceptos porque ellos son caballitos de
batalla en virtud de los cuales el Capital está difundiendo su perversa ética de
que todo está permitido y de que todo tiene que verse con una complaciente
pasividad. Pensamos, y esto para nada contradice nuestra tesis central de la
diversidad de pensamientos, que esta misma diversidad que nosotros aquí
estamos defendiendo y que la tolerancia y que los procesos sociales inclusivos
tienen sus límites, necesariamente deben de tenerlos. Son intolerables para
nosotros, por ejemplo, las ideologías racistas que buscan la aniquilación del
otro, aún muy difundidas por estar patrocinadas por las grandes corporaciones
internacionales, y también ciertos grupos religiosos recalcitrantes que predican
una actitud resignada y “comprensiva” frente a los actuales problemas del
mundo, también auspiciados por el gran Capital, con toda seguridad. Así las
cosas, nuestra defensa de la inclusión, si es que la palabra cabe, no debe
entenderse como una actitud apática, desentendida o diplomática frente a
todas las ideas y sus programas prácticos, que es lo que hoy tanto se difunde y
aplica con el supuesto de que en ello consiste la democracia. Nuestra postura,
por el contrario, representa una toma consciente de posición y, en este sentido,
busca o propende especialmente por la revalorización, la reivindicación, si se
quiere, de cosmovisiones largo tiempo olvidadas por Occidente o que siendo
asimiladas por la modernidad, creemos, no han sido entendidas de la mejor
manera. Nos referimos aquí a la tradición crítica del mismo pensamiento
europeo que incluye entre otros a Marx, Freud, Kant, Pascal, los utopistas del
renacimiento, Georgescu-Roegen, entre otros; a la antigua tradición
grecorromana, en buena medida tergiversada en sus elementos fundamentales
debido a la irrupción del cristianismo y, lo que es más importante, al
pensamiento crítico latinoamericano, en especial en su vertiente ambientalista y
al pensamiento ancestral indígena y afroamericano que, aunque lejos de ser un
todo unificado, debe recibir una atención muchísimo mayor por parte de una
Universidad que se precia de ser pacífica-andina y amazónica.

Puesto que la discusión es en buena medida epistemológica, la primera parte


del texto tratará este asunto con relativo detalle, aunque la razón principal para
tocar este tema de primero sea que la epistemología es el fundamento de todo
acto investigativo por cuanto responde por el método para acercarse al mundo
y conocerlo. En un primer momento se hace un recuento de los distintos
métodos de conocimiento que han existido a lo largo de la historia para luego
pasar a plantear, brevemente también, nuestra propia posición metodológica.

Los siguientes acápites tratarán, en el orden aquí señalado, sobre el carácter


histórico de la verdad; la no universalidad del Materialismo Histórico como
método de saber; sobre las ideas de Desarrollo y de Disciplina, sobre Medio
Ambiente y finalmente sobre Identidad, Región y Autonomía, todo ello,
enmarcándolo, porque se puede perder de vista, dentro del proceso de
Reforma Profunda que adelanta nuestra universidad. La ordenación temática
puede parecer arbitraria, pero tiene un sentido. Inicia con temas abstractos y
abarcadores y finaliza con los asuntos más próximos a nosotros, en concreto
con el tema de la Región.

Es pretencioso creer que un par de estudiantes de Economía podamos decir


cosas interesantes y novedosas sobre estas cuestiones tan espinosas. Pero
como dijo alguna vez Saramago, si no dijéramos las palabras todas, incluso,
absurdamente, nunca diríamos las necesarias.

BREVE GENEALOGÍA DE LOS MÉTODOS


Bien podrían reconocerse sólo dos métodos de conocimiento en la historia del
pensamiento occidental que han dado vida a todos los demás. Los dos no son
realmente irreconciliables, aunque hay que saberlos usar al tiempo. Platón, a
nuestro modo de ver, ha sido quien mejor lo ha hecho y en nuestro tiempo
acaso Deleuze y Edgar Morin. Estos dos métodos o formas de conocer el
mundo o de entenderlo, nacieron al tiempo y en el mismo lugar casi, cinco
siglos antes de Cristo en Grecia. El primero es la Lógica Formal, identitaria o
“clásica”; de ella son hijos, entre otros, por muy enemigos que parezcan, el
Aristotelismo o Escolasticismo (que hace énfasis en la deducción) y la Ciencia
Moderna o Método Científico (que enfatiza en la inducción), pero también la
Hermenéutica, la Fenomenología y el Criticismo Kantiano y, sobre todo, el
Positivismo, visión radical que busca entronizar la Ciencia en todos los
espacios del conocimiento, que hoy es el sustento epistemológico de la
derecha mundial, y que sin embargo se ha empezado a cuestionar desde
diferentes escenarios académicos de primera categoría alrededor del mundo.
Ya se duda con suficiente poder argumentativo de que el conocimiento
derivado de este paradigma sea efectivamente universal, neutral e irreversible
en el tiempo como sus muchos defensores afirman todavía.

Ahora bien, el venerable método de la lógica tradicional, del que se deriva el


positivismo, fue fundado por Parménides, según tres principios:

El primero de ellos, o principio de identidad, formulado con la forma A es A,


que afirma la imposibilidad de que lo mismo exista y no exista al mismo tiempo
y dentro de la misma relación. El principio de contradicción (es decir de no
contradicción) que afirma la imposibilidad de que un mismo atributo pertenezca
y no pertenezca a un mismo sujeto, al mismo tiempo y dentro de la misma
relación: A no puede ser a la vez B y no-B; y el principio del tercio excluso que
afirma, sobre la base de que toda proposición dotada de significación es
verdadera o falsa, que entre dos proposiciones contradictorias sólo una puede
ser mantenida como verdadera: A es o B o no-B. (Morin, 1999: 178)

El segundo es la Dialéctica, fundada por Heráclito y que tras estar oculto


durante más de veinte siglos, renació hace poco en las figuras de Hegel y de
Marx. En palabras de Georgescu-Roegen …los hegelianos de todas las
corrientes mantienen que el conocimiento se alcanza sólo con la ayuda de
nociones dialécticas […], esto es, nociones en las que el principio “A es no A”
es pertinente siempre. (Georgescu-Roegen, 1996: 98) Es este principio
revolucionario es que se expresa cuando Heráclito nos invita a unir lo que es
completo con lo que no lo es, lo concordante con lo discordante, lo que está en
armonía y lo que está en desacuerdo. (Morin, 1993: 20). De esta matriz son
hijos ciertos aspectos de la filosofía platónica, como ya se dijo la filosofía de
Hegel, el marxismo en buena parte de sus manifestaciones, e incluso la
Escuela de Frankfurt y el Pensamiento Complejo.
Creemos, siguiendo con el tema de los métodos, que es necesario diferenciar
entre lo que es “método de conocimiento” y el cuerpo de “teorías” o “leyes” que
de aquel se derivan. Es diferente discutir sobre los descubrimientos de Newton
que sobre el Método Científico que las posibilitó. Por lo general las discusiones
epistemológicas deberían centrarse en el método, en la medida en que éste
tiene mayor vida histórica que las teorías o leyes que se han derivado de él, las
cuales, en no pocos casos pueden incluso ser distintas o hasta contrarias. Para
ilustrar lo último baste el siguiente ejemplo: las leyes de Newton ya han sido
rebasadas hoy en ciertos aspectos, es claro hoy que no son absolutas en el
espacio, a niveles subatómicos o macro-cósmicos dejan de funcionar. Esta
superación de la física clásica, materializada en la Flecha del Tiempo de
Prigogine, la Relatividad einsteiniana y el Principio de Incertidumbre de
Heisenberg entre otros, se dio en virtud del mismo Método Científico que la
engendró. Decimos esto porque es bastante fácil caer en esta confusión y
estropear de esta manera las discusiones epistemológicas. Se echa de ver,
esta confusión, por ejemplo, en el texto “Verdad Absoluta y Verdad Relativa”,
suscrito por la OCE.

Ahora bien, es normal que en este punto se nos pregunte cuál es nuestra
posición dentro de este árbol de los métodos. Aunque el tema excede un poco
los propósitos de este escrito, creemos conveniente hacerlo. La renuencia a
tomar posiciones firmes, tan en boga hoy, porque supuestamente la firmeza de
pensamiento constituye además de una forma de credo o de radicalismo, un
irrespeto también de los puntos de vista de los demás, es la más
antidemocrática de las actitudes. El error no está en la firmeza con que
defendamos nuestras convicciones, sino en la resistencia que tengamos para
cambiarlas una vez descubramos que el argumento del otro es superior a los
nuestros. Aunque haya ciertas divergencias entre los autores, ellas no nos
impiden coincidir en que la Complejidad puede ser hoy el método de
conocimiento más deseable, esto por varios motivos. El primero de ellos es,
pese a estar encorsetado en un discurso netamente racional, que reclama con
mucha vehemencia un lugar para la no-razón en los procesos investigativos.
También porque supone la más animosa crítica a la disciplinariedad; porque
insiste como ningún otro método en la problemática ambiental, acaso el más
urgente problema que hoy afronta nuestro planeta y, finalmente, porque es
consciente de su carácter histórico y cambiante, es decir, porque por definición
es un método abierto a las críticas razonadas y en constante proceso de
construcción. No quisimos dar una definición técnica aquí. Simplemente
señalamos los aspectos más atractivos e importantes de este método en
nuestras propias palabras.
EL CARÁCTER HISTÓRICO DE LA VERDAD Y LA NEUTRALIDAD DE LOS
SABERES

Es erróneo creer, como los escépticos, en la exclamación, aunque seductora y


bella, de Barba-Jacob según la cual Todo inquirir fracasa en el vacío […] toda
pregunta/vuelve a nosotros trémula y fallida […] Hermano mío, en el impulso
errante/nunca sabremos nada, esto es, en que no es posible establecer
ninguna verdad sobre el mundo que nos rodea. Las verdades existen pero no
son absolutas sino históricas, esto es, tienen su tiempo. Durante su tiempo la
verdad es mayoritariamente aceptada y cumple una función social relevante.
Sucedió así con la doctrina católica durante el Medievo, con la ilustración
durante el siglo XIX, etc. Decía Pascal que no hay idea más poderosa que a la
que le ha llegado su tiempo. También es cierto que no hay idea más peligrosa
que la que, insistiendo en su universalidad, en su calidad de absoluta, busca
prolongarse más allá de él. Por lo general deviene en crímenes y violencia. El
catolicismo se hizo inquisición; el iluminismo, la excesiva fe en la razón
instrumental, campo de concentración.

El carácter histórico de la verdad, en últimas su carácter interesado e


ideológico nos lleva a plantear de inmediato el asunto de la posición ética que
los investigadores deben asumir frente a determinadas formas del discurso.

Wallerstein en el capítulo VIII de su libro La decadencia del poder


estadounidense, titulado Los intelectuales: la neutralidad valorativa en
cuestión, nos muestra las dos maneras básicas como el científico social
moderno ha luchado contra la represión de su expresión individual, aunque su
reflexión se puede extender a todas las ciencias.

La primera y más común de ellas ha sido separando la esfera de la verdad: la


ciencia, de la esfera de los valores: la política; actitud que el autor llama
neutralidad valorativa. Cuando ciertas organizaciones estudiantiles afirman que
“el papel principal de la educación superior es la producción de conocimiento
científico de alta calidad como aporte insustituible para el desarrollo y el
progreso de la sociedad, mientras que la formación de los universitarios en
valores como la solidaridad y la honestidad, es más bien el fruto de su
experiencia social y personal a lo largo de la vida, incluyendo el aprendizaje en
sus primeros años infantiles”, y cuando dice también que “pensar que un
estudiante se hace una buena persona o un buen ciudadano, solidario y
demócrata, en su paso por la universidad es una quimera; no porque la
universidad no coadyuve en este tipo de formación, sino porque va más allá de
sus posibilidades objetivas”, se está plegando a la posición de la neutralidad
valorativa. Decir que la formación en valores, esto es la formación política, es
cosa aparte de la formación académica, es afirmar la neutralidad de la ciencia.
Esta aparente neutralidad dice Wallerstein es un bonito cuento de hadas, pero
quien haya frecuentado por algún tiempo instituciones universitarias o de
investigación y siga creyéndolo es un ingenuo consciente o inconscientemente.
(Wallerstein, 2002: 169) Y es que es claro que muchos estudiantes eligen sus
carreras atendiendo a presiones económicas o sociales; que las carreras se
ofrecen y las materias se dictan según criterios políticos, superiores a la
voluntad de quienes las eligen o reciben etc. Decir que el estudiante no debe
recibir formación política o en valores, que es lo mismo, dentro de la
universidad es grave por un lado y contradictorio, por otro. Grave porque la
neutralidad valorativa, esto es, científicos sin criterios políticos, es un concepto
solo necesario para el funcionamiento del sistema capitalista, en la medida que
limita a los intelectuales, grupo revoltoso, difícil y pseudointeligente.
(Wallerstein, 2002: 169) y porque deslegitima, además, a la academia como
formador de valores y de criterios, una responsabilidad que, bien que mal, tiene
desde la antigua Grecia. Ahora bien, otorgar esta función a la muy etérea e
impredecible “universidad de la vida”, diciendo que “la mejor forma de aprender
valores humanos y ciudadanos (ya mencionamos la solidaridad y la
honestidad), es en medio de una vida social que sea permeada y atravesada
por el ejercicio real y permanente de dichos valores,” es casi irrisorio.
Decíamos además que la afirmación de la neutralidad valorativa por parte de
ciertos grupos estudiantiles es contradictoria porque por fortuna ellas
continuamente con sus actos están desmintiendo tal posición y porque su
razón de ser, para bien o para mal, está y ha estado siempre en la defensa del
carácter ético o político de la universidad, que todo hay que decirlo.

La segunda actitud que refiere Wallerstein en su obra, es la que, como sea, con
su praxis, ya dijimos, es reivindicada por algunos grupos estudiantiles de la
universidad. Como es lógico, rechaza la neutralidad valorativa y plantea, en
contraposición, al científico comprometido. Esta actitud debe limitarse porque
también comporta sus riesgos, en alguna medida justifica las presiones y las
persecuciones de los científicos “no comprometidos” por parte del
establishment. Así ocurrió con Galileo en el siglo XVII, con algunos biólogos
soviéticos durante el estalinismo y con tantos otros durante el macartismo en
los Estados Unidos. A pesar de todo y por cuanto no podemos negarnos como
sujetos políticos, creemos que esta última es la más honesta de las dos
actitudes mencionadas.

EL MATERIALISMO HISTÓRICO NO ES LA ÚNICA VERDAD

Del anterior acápite se deduce que no se pueden aceptar leyes generales para
todas las sociedades, es decir, que no hay una realidad histórica, política,
social, o económica, única y general para todos los pueblos. La Organización
Colombiana de Estudiantes OCE, en un texto bastante abstruso, ha difundido
recientemente la idea de que existe una Verdad Absoluta y que tal verdad
viene, al menos en el campo de las ciencias sociales, de utilizar el método del
Materialismo Histórico, en una versión del mismo muy discutible conocida como
la Teoría del Reflejo, que, a decir del profesor Julián Sabogal, docente del
programa de Economía, es propia del estalinismo. Las definiciones del
documento [titulado “Verdad Absoluta y Verdad Relativa] se parecen bastante
a las de los manuales que los soviéticos produjeron con el nombre de
Materialismo Dialéctico, que es algo así como la lectura estalinista de Marx,
dice a propósito. (cfr. Carta abierta sobre “VERDAD ABSOLUTA Y VERDAD
RELATIVA”) Es cierto que el Materialismo Histórico, en la versión clásica
planteada por Marx es un método válido hasta cierto punto para la comprensión
del mundo y de nosotros mismos, pero no el único. La versión estalinista, por
su parte, debe ser tomada con mucha más reserva en la medida en que se
impuso a costa de sangre, fuego y trabajos forzados, por cuanto fue el
fundamento ideológico de una cruenta dictadura. ¿Pero qué dice exactamente
el materialismo dialéctico, esto es, la lectura estalinista de Marx? Dice Pessoa,
con poca verdad, que sabio es aquel que se contenta con el espectáculo del
mundo. Pues es precisamente esta clase de “sabiduría”, resignada e
inmovilizadora, la que enseña el Materialismo Dialéctico al postular el
conocimiento como una actividad objetiva a ultranza, al negar cualquier
participación activa del sujeto en el proceso cognitivo, al hacer del sujeto un
reflector pasivo de una realidad “objetiva” que le viene de fuera. Marx había
señalado ya que esta posición, aparecida mucho antes de Stalin por cierto, no
comprende la importancia de la actuación "revolucionaria", "practico-critica".
(Cita tomada de Carta abierta sobre “VERDAD ABSOLUTA Y VERDAD
RELATIVA”) El sujeto se niega al punto de anularse como motivador del
cambio social, como ser revolucionario, el sujeto debe contentarse con el
espectáculo del mundo, y vaya qué espectáculo. Difundir un pensamiento así y
aspirar a que sea el paradigma de la Universidad es abusivo, excluyente y
perjudicial para quienes piensan de manera distinta, las personas que llevan
ese tipo de visión de mundo serían muy peligrosas si obtuviesen el poder ya
que pueden llegar a eliminar a los utópicos, a los idealistas, indígenas, afros,
cristianos, místicos, budistas, en fin, a cualquiera que se atreva a negar o a
cuestionar que lo que ellos dicen es “la verdad”.

EL DESARROLLO

La idea de Desarrollo que nos han vendido los países del Centro es una
“ilusión”, una especie de espejo en el que se deben reflejar nuestros pueblos o
de gradas por las que debemos “ascender” para llegar a ser como ellos. ¡Qué
embuste! Esta forma de ver el mundo supone que todas las sociedades a
través de la historia atraviesan por las mismas condiciones, que no existen
particularidades culturales entre ellas, cuando la verdad es que salta a la vista
que los pueblos latinoamericanos tenemos condiciones históricas distintas de
los europeos o asiáticos o que incluso, como afirma García Nossa, dentro de
los mismos países desarrollados han habido procesos históricos distintos de
industrialización. ¿Debemos dejarnos llevar por la corriente que representa los
espejos del Desarrollo o debemos buscar alternativas nuevas y propias para
encontrar nuestro rumbo próximo?
Colombia vive una tragedia social inmensa, desde hace cinco siglos cuando
menos. Sin embargo, no saldrá de ella si pretende ser como los países que hoy
se llaman “desarrollados”. En este punto cabe distinguir el acto de
“desarrollarse” que es tan viejo como el Capitalismo, de la idea de
“desarrollarse”, mucho más reciente. La idea encubre al acto, trata de darle un
cariz filantrópico. La acción de desarrollarse que ineludiblemente requiere,
dentro de los límites del Capitalismo, el sometimiento de unas naciones por
otras y el deterioro del medio ambiente a niveles si se quiere irreversibles, se
vende, a partir de 1948, año de su elaboración como discurso por parte del
gobierno de los Estados Unidos, como un acto neutral, inofensivo y hasta
natural, que todas las naciones podrán, tarde que temprano, realizar. El
concepto, la idea de “desarrollo” es tan camaleónica, tiene tal facilidad para
transformarse en lo que uno quiere: derechos humanos, activismo de género,
salud, educación, defensa de las minorías, etc; y además es tal su
omnipresencia, estamos tan sumergidos en él, que es difícil advertir sus fallas y
enormes peligros y los intereses que oculta, que no es sencillo resistirle. Ya
decía Rist que la idea de “desarrollo” tiene una inmensa capacidad de
seducción (Rist, 2002: 13) Sin embargo, este hecho no nos puede servir de
disculpa y mucho menos a ciertos grupos estudiantiles de la universidad que al
tiempo que escriben un texto titulado “Universidad para el Desarrollo” se
autoproclaman adalides de la lucha antiimperialista.

LAS DISCIPLINAS

Uno de los soportes del Capitalismo industrial y post-industrial es la existencia


de un conocimiento dividido en especialidades. La productividad del trabajo
aumenta cuando hay especialización. Pero que le sirva a las industrias no
necesariamente significa que le sirva al ser humano y a la naturaleza, antes al
contrario. René Thom, connotado matemático francés, afirma que el progreso
científico en los años recientes es una ilusión de la opinión pública.
Textualmente dice que incluso en la vida de cada día encontramos efectos del
estancamiento [científico]. Pensemos, por ejemplo, en la utilización de la
energía fósil. Ha hecho posibles muchos progresos: mejora las
comunicaciones, el transporte es más rápido, etc., sin embargo, las reservas
se agotarán un día u otro. La crisis del petróleo es un síntoma preocupante.
¿Cómo se reemplazarán, dentro de no mucho tiempo, las fuentes energéticas
tradicionales? (Thom, 2000: 54-55) Y continúa sus demoledoras afirmaciones:
en el terreno del bienestar no creo que la ciencia haya dado los frutos
esperados en los últimos tiempos. La esperanza de prolongar la vida, por
ejemplo, no se ha satisfecho en estos últimos años, ni siquiera en los países
desarrollados. La medicina sigue mostrándose prácticamente impotente ante
enfermedades degenerativas (55); este autor llega incluso a decir que la
insistencia de algunos científicos en publicitar sus resultados como grandes
descubrimientos, es solo una estrategia de los mismos para que ciertas
instituciones los sigan subvencionando. Puede ser una manera bastante
drástica de ver las cosas. Sin embargo, decir, como lo hacen ciertas
organizaciones estudiantiles, que “la comunidad científica hace rato ha
desarrollado las sustancias y los procedimientos capaces de curar muchas
enfermedades, pero es la realidad política y económica de la globalización la
que no permite que lleguen a las manos de las personas”, aunque es cierto, no
es toda la verdad.

Ahora bien, no estamos diciendo que se retire el poco apoyo financiero a las
instituciones investigativas y generadoras de conocimiento que hay en el país.
Lo que hacemos, mejor, es una invitación a los científicos de todas las ramas a
pensar si precisamente esta forma de conocer, basada en las disciplinas es la
más conveniente para todos. De nuestra parte, creemos, modestamente, que
no. Como Braudel, pensamos que la Economía, en sí, es evidente que no
existe (Braudel, 1986: 10), porque sencillamente tampoco existe su objeto de
estudio, un hombre netamente movido por el egoísmo. Igual reflexión es
posible con muchas otras ramas del saber: el hombre no es aisladamente
psicológico, biológico, químico, físico, artístico, político. Es todo esto y a la vez
mucho más y mucho menos. Decía Morin que toda organización, y el ser
humano lo es, posee emergencias y constreñimientos, pierde y gana
cualidades como consecuencia de su forma de organizarse. Lo humano en
términos biológicos: su inteligencia, su capacidad para transformar el entorno; y
en términos culturales: el lenguaje, el discurso, las artes, la religión, los oficios,
son fruto de una superposición azarosa pero bellísima de emergencias y
constreñimientos, es decir, de cualidades ganadas y perdidas, debido a su
forma especial de organización y que no se explican por la suma o resta
aritmética de sus partes integrantes. Es, por tanto, equivocado pensar,
siguiendo el razonamiento disciplinar, que estudiar por separado al “ser
humano social” y al “ser humano biológico” equivale a estudiarlo todo en su
conjunto. Las disciplinas no pueden dar cuenta de las emergencias ni de los
constreñimientos que rodean a cada fenómeno y por tanto, en últimas, no
pueden dar respuesta a buena parte de los interrogantes del mundo de hoy.

Si uno intenta unir en matrimonio la Historia y la Geografía, o la Historia y la


Economía, pierde su tiempo. Uno debe hacer todo al mismo tiempo […] Yo
estoy a favor de la promiscuidad generalizada […]. Lo que debe prevalecer es
la inmoralidad: mezclemos todas las ciencias, incluso las tradicionales, la
filosofía, la filología, etc., que no están tan muertas como creemos dice Braudel
a propósito de la interdisciplinariedad (citado en Walerstein, 2005 : 57). La
apuesta es arriesgada pero no debe intimidarnos. Una de las formas de
caminar hacia una nueva sociedad, de romper, así sea mínimamente, el
andamiaje de la sociedad capitalista, actualmente soportado en los dictámenes
ilógicos de una aparente libertad de mercado, es superando la tradicional
manera disciplinar de abordar el saber. ¿Por qué cerrar la puerta a los
Currículos Flexibles aduciendo que los estudiantes, siguiendo la ley del menor
esfuerzo, preferirán siempre las materias más fáciles; por qué decirle no a esta
posibilidad grandiosa de reunificar el conocimiento?

EL MEDIO AMBIENTE

La preocupación por el Medio Ambiente no es “tara ideológica” como lo


quieren hacer ver algunos, sino una realidad concreta y urgente, el límite mayor
e insalvable que ha encontrado el proceso de acumulación del Capital en todo
el mundo. La cuestión ambiental tiene, para nosotros, dos caras, relacionadas
entre sí.

La primera está relacionada con el espacio. Sabido es que el Capital sortea sus
crisis, que casi siempre consisten en un exceso del mismo, ubicándose en
lugares relativamente vírgenes de su influencia. Sin embargo, la globalización
ha expandido el Capital a todos los rincones del planeta y cada vez será más
difícil que los capitalistas eludan sus crisis mediante una sencilla reubicación
geográfica, como se hacía con bastante regularidad hasta hace poco.

La segunda tiene que ver con los efectos que la producción capitalista, basada
en el principio de un crecimiento ilimitado, ad infinitum, tiene sobre los
materiales que directamente utiliza, esto es sobre las materias primas y
también sobre aquellos elementos que no son usados de manera directa pero
que se ven afectados por su mecanismo. El efecto claro, al ser dichos recursos
limitados, es que los mismos tenderán a escasear y a volverse más costosos.
Si se tratara solamente de materiales privativos de la producción industrial esto
sólo se vería reflejado en una menor posibilidad de acumulación de Capital por
parte de los propietarios, como ocurre con los combustibles fósiles. La cuestión
es que también están involucrados elementos cruciales para el sostenimiento
de la vida en el planeta. El caso más grave de todos es el del agua, no sólo
porque en sí ya es preocupante, sino porque de ella depende en buena medida
la producción de ciertos otros alimentos, si no la mayoría.

Es imposible sostener, entonces, que el problema del cambio climático se debe


a condiciones intrínsecas de la naturaleza. Está más que comprobado que son
las condiciones de producción del sistema imperante y su “avance tecno-
científico” desenfrenado a favor de las lógicas propias del Capital, lo que lo
provocan. Es más, era esto precisamente lo que se quería resaltar, en la última
cumbre sobre el clima en Copenhague en diciembre del 2009, con la consigna
de los grupos ambientalistas alternativos: NO CAMBIEMOS EL CLIMA,
CAMBIEMOS EL SISTEMA.

IDENTIDAD, REGIÓN Y AUTONOMÍA

Dice William Ospina que la principal tarea que un conglomerado social debe
acometer es responder a la pregunta por su identidad, pues si no es claro lo
que es, menos lo será su derrotero a seguir. Cabe decir que esta pregunta
nunca se responderá a satisfacción, se rehace y transforma siempre con el
paso del tiempo. Colombia todavía no ha emprendido esta labor, ha pospuesto
demasiado tiempo la reflexión sobre su destino, la definición de su proyecto
nacional, la decisión sobre el lugar que quiere ocupar en el ámbito mundial.
(Ospina, 1997: 5) La pregunta que actualmente ciertas personas se están
haciendo en la Universidad de Nariño en torno al concepto de Región, apunta a
completar esta labor inconclusa señalada por Ospina, apunta a saber qué
somos y por lo tanto tiene enorme validez, más cuando es Colombia un país
tan diverso, un país que es a la vez tantos países, como dijera Aurelio Arturo.
Seguir pensando que nuestra identidad puede estar definida bajo los esquemas
del Estado nacional burgués, que debe ceñirse a la actual división político-
administrativa y a los cánones legales de nuestra endeble democracia
republicana, demuestra cortedad de miras. Algo nos hace intuir que somos más
que estas definiciones acartonadas. La pregunta por la Región sólo es un
reclamo a seguir indagando en esta sutil sensación de que somos algo más
que las frías conceptualizaciones de “los otros”. Porque cada sociedad debe
tener autonomía para decidir su camino, que no es un camino que está
determinado totalmente sino construyéndose a cada paso con fundamento en
sus circunstancias histórico-político-sociales. Los pueblos necesitan definirse,
porque definición es liberación; pero la liberación no puede provenir de los
caudillos, ni de los grupos parlamentarios solamente, sino y sobre todo de la
acción colectiva de insurgencia de los pueblos, desde ellos y para ellos. Toda
comunidad tiene el derecho y la obligación de ser más justa, más equitativa,
tiene el derecho a indignarse porque algunos de sus miembros se están
muriendo de hambre y porque sus bosques y sus ríos están siendo
contaminados. Toda comunidad debe tener la libertad para elegir que ni el
dinero, ni la acumulación, ni el poder per se son lo primordial para reconocerse
y entenderse y la autonomía para decidir los parámetros fundamentales de su
bienvivir, para decidir críticamente qué acepta y qué no de los diferentes
pensamientos existentes en el mundo.

Valga la mención de Arturo y de Ospina en este acápite para reivindicar la


infinita labor de los poetas y de los artistas todos en este empeño por saber
quiénes somos. No hay mejores que ellos para develar porciones desconocidas
de nuestra alma colectiva. Shakespeare, Cervantes o Camões fueron
determinantes en la conformación de las nacionalidades inglesa, española y
portuguesa respectivamente, más incluso que sus contemporáneos dedicados
a la política. Los artistas, de perfil bajo por lo general, tienen encomendada la
alta tarea de develar a los pueblos su propio carácter. En la pregunta que hoy
la universidad se hace acerca de la Región, los artistas, entonces, tienen
mucho que decir.
UNAS PALABRAS FINALES

Queremos terminar este texto invitando a toda la comunidad universitaria a que


piense y escriba sobre estas cuestiones cruciales para nuestra universidad.
Reforma que no se sustente en el debate argumentado de ideas no es tal.

Suscribimos también la frase de Cortázar según la cual la escritura es una de


las posibilidades de la felicidad humana. Nos hemos sentido bastante felices
escribiendo estas líneas.

BIBLIOGRAFÍA

BRAUDEL, FERNAND (1986) La dinámica del capitalismo. Fondo de Cultura


Económica. México D.F
GEORGESCU-ROEGEN, Nicholas (1996) La ley de la entropía y el proceso
económico. Fundación Argentaria. Visor Distribuciones. España

MORIN, Edgar (1993). El método 1. La naturaleza de la naturaleza. Cátedra.

MORIN, Edgar (1999). El método 4. Las ideas. Cátedra, 5ta edición.

OSPINA, William (1997). El proyecto nacional y la franja amarilla. Norma,


Bogotá.

RIST, Gilbert (2002). El desarrollo: historia de una creencia occidental. Madrid:


Los libros de la Catarata.

THOM, René (2000). Parábolas y catástrofes. Entrevista sobre matemática,


ciencia y filosofía a cargo de Giulio Giorello y Simona Morini. Noviembre de
2000. Barcelona. 3 edición.

WALLERSTEIN, Immanuel (2002). La decadencia del poder estadounidense.


Era. México D.F

WALLERSTEIN, Immanuel (2005). Las incertidumbres del saber. Editorial


Gedisa s.a. Barcelona.

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