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Se podría decir que en la década de los 60 era mucho más fácil engañar a la
sociedad que hoy en día. Los medios de comunicación estaban muy controlados.
Internet apenas estaba naciendo.
Pero las pruebas irrefutables acaban saliendo a la luz y pueden ser examinadas
con las más modernas técnicas, y el poder de Internet para difundir
informaciones pese a que no «interesen» a los gobiernos ha cambiado eso.
Desde hace años, sitios como The Faked Apollo Landings han publicado fotos
que desafían las explicaciones convencionales sobre que fueron tomadas en la
Luna por los astronautas del Apolo 11. Además de los problemas para explicar
cómo las sombras tienen esas formas extrañas y por qué la película fotográfica
parece claramente manipulada.
De todos los argumentos, a veces hay que buscar el más simple: ¿Alguien cree
realmente que con la tecnología de finales de los 60, con
ordenadores con menos potencia que una calculadora, con
astronautas que llevaban cuadernos y lápices para hacer los cálculos
se podían enviar hombres a la luna y devolverlos seguros a la Tierra?
Alguien comentó el otro día que ciertamente habría sido muy caro para la NASA
tener que lanzar realmente un cohete Apolo desde el Kennedy Space Center de
Cabo Cañaveral, con miles de espectadores (al fin y al cabo, testigos) delante.
Pero lo cierto es que, ¿alguien vio a esos espectadores realmente? El acceso a
“El famoso viaje a la luna, nace de la impotencia tecnológica existente en los
Estados Unidos en la década de los 60´s”
esos eventos están siempre muy limitado. Era fácil dejar fuera a quienes fueran
«molestos» para que no vieran nada. Las imágenes tradicionales de la zona de
lanzamiento sólo muestran la clásica tribuna de invitados (políticos y otras
personalidades) pero muy poco público. Apenas hubo «testigos» reales del
lanzamiento. Hay quien cree vez ni siquiera se llegó a lanzar realmente el
cohete, sino que solo se hizo la «parodia» para las cámaras.
Pero toda noticia deprimente tiene su lado bueno. La Luna todavía sigue ahí, sin
conquistar. Y ahora sí tenemos la tecnología para llegar. El clásico reto para la
humanidad sigue presente.