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EL SECRETO DE PABLO

PRESENTACION TIENES ENTRE MANOS, lector amigo, un libro que te cautivará. Escrit
o con estilo ágil es sobre todo fruto del amor y la admiración que el autor, Jos
é H. Prado Flores, ha sentido siempre por Pablo, el atleta de Cristo Jesús. Pabl
o de Tarso es, en efecto, el hombre de las mil facetas: a la vez judío, griego y
romano; fariseo y cristiano; contemplativo y hombre de acción; evangelizador y
maestro; escritor audaz y teólogo profundo; incansable en el andar y encadenado
a la inactividad de una cárcel; acompañado de muchos y finalmente desamparado de
todos . Pero ¿cuál será la razón última de su vida y la explicación de su exist
encia? Es sin duda alguna ¡CRISTO JESUS, EL SEÑOR!, que se le apareció en el cam
ino de Damasco. Frases impactantes y lapidarias, esparcidas a lo largo de sus Ep
ístolas, podrían ser como definiciones de su vida. A los filipenses les confía e
l secreto: "Para mí el vivir es Cristo, y morir, una ganancia" (Flp 1,21). Y a l
os gálatas les revela esta confidencia: "La vida que vivo al presente en la carn
e, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí"
(Gal 2,20). Pero el conocimiento de quién es Jesús, llevó a Pablo a cambiar rad
icalmente su concepto de Dios: El Dios-YHWH (de su religión judía quedó totalmen
te transformado en "el Padre de nuestro Señor Jesu-Cristo" y en "nuestro Padre";
cercano y generoso, a quien podemos llamar filialmente ¡Abbá!, al impulso del E
spíritu Santo, que la testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (
Rom 8,15-16). Qué intimidad tan grande con Dios se percibe cuando el Apóstol esc
ribe a los filipenses: "Doy gracias a MI DIOS cada vez que me acuerdo de vosotro
s" (Flp 1,3). Y ¿qué decir de la relación con el Espíritu Santo? Pablo no sólo c
omprendió que el Espíritu de Dios era quien guiaba sus pasos, preparaba sus cami
nos y lo impulsaba hasta los confines de la tierra, sino que intuyó ser él mismo
un portador del Espíritu; o mejor todavía, un "santuario" en el que habita el E
spíritu de Dios: "¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dio
s habita en vosotros? O ¿no sabéis que vuestro cuerpo es
santuario del Espíritu Santo que está en vosotros? O ¿no sabéis que vuestro cuer
po es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y que no os pertenecéis
?" (1Cor 3,16; 6,19). Fueron pues, el amor ardiente a Cristo Jesús, la misericor
dia de nuestro Padre Dios y el fuego devorador del Espíritu, los que lanzaron a
Pablo a su incansable carrera evangelizadora. Así lo expone a los corintios: "Pr
edicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber
que me incumbe. Y ¡ay de mí si no proclamara el Evangelio!... Ahora bien, ¿cuál
es mi recompensa? Predicar el Evangelio gratuitamente, renunciando al derecho qu
e me confiere el Evangelio" (1Cor 9,16-18). Esta convicción impulsó al Apóstol p
ara correr por todo el mundo llevando de mil maneras la Buena Nueva de Jesús a t
odos los pueblos, "desde Jerusalén y en todas direcciones hasta el Ilírico", y p
robablemente después hasta las apartadas regiones de la península ibérica (Cf. R
om 15,19.24). Además, el apóstol Pablo heredó de Jesús el ejemplo de una entrega
absoluta y total de la propia vida, sin cálculos ni restricciones, en aras del
amor al prójimo. Por eso escribe a los cristianos de Corinto con acentos de supr
ema donación personal: "Por mi parte, muy gustosamente me gastaré y me desgastar
é totalmente por vosotros. Amándoos más, ¿seré yo menos amado?" (2Cor 12,15). Un
a de las notas más características del Apóstol es la riqueza de sus intuiciones
teológicas. En nuestra época actual, a partir del Concilio Vaticano II, la teolo
gía de la Iglesia se ha renovado profundamente y han sido los textos paulinos lo
s que han proporcionado una luz esclarecedora sobre el tema. Baste recordar aque
l pasaje central: "Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, par
a santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la Palabra
, y presentársela resplandeciente a sí mismo, sin que tenga mancha ni arruga, ni
cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada" (Ef 5,25-27). Querido lector: L
o que has leído no son sino unas cuantas pautas que quieren introducirte y anima
rte a correr juntamente con Pablo en esta pista que se llama "el Secreto de Pabl
o". Toma el libro en tus manos y léelo. Los doce capítulos que lo integran posee
n un dinamismo tal, que te sentirás atraído a seguir muy de cerca las huellas de
l Apóstol de los gentiles en una doble dirección: primero para tener un encuentr
o nuevo y gozoso con Jesús resucitado -tu camino personal de Damasco- y luego pa
ra arder en ideales de
proclamar la Buena Nueva de Jesús por todas partes, al impulso del Espíritu Sant
o.
Salvador Carrillo Alday, M.Sp.S. 29 de junio de 1995. Festividad de los Apóstole
s Pedro y Pablo. INTRODUCCION Por mucho tiempo me pregunté dónde radicaba el sec
reto del éxito apostólico de Pablo de Tarso. Pero entre más contemplaba su figur
a para desentrañar la clave, más se agigantaba su imagen, sin alcanzar a vislumb
rar respuesta satisfactoria. Mi sorpresa crecía al considerar que si partimos de
que Pablo se convirtió hacia el año 36 y murió en el 67, y a esto hay que resta
rle los tres años de noviciado en Arabia y los cinco de su destierro forzoso en
Tarso, quedan solamente 23 años de ministerio. Pero si de acuerdo al testimonio
autorizado de San Clemente calculamos sus siete prisiones, tuvo solamente unos 1
5 años de vida activa. Si todavía consideramos el tiempo que invirtió en recorre
r 15,000 kilómetros, con los frecuentes naufragios y asaltos, aparte del tiempo
de convalecencia después de sus lapidaciones y las ocho veces en que fue azotado
, no entendía cómo pudo influir tan definitivamente en la historia y delinear el
derrotero del cristianismo en tan poco tiempo. Así, mi pregunta, por carecer de
respuesta, se fue convirtiendo en admiración por Pablo, aceptando que la vida y
la obra del Apóstol eran como navegar en un inmenso mar, donde mis anclas no al
canzaban a tocar fondo para siquiera medir su profundidad. Me merecía tanto resp
eto, que jamás pensé romper las amarras para osar internarme en ese horizonte si
n fronteras. Pero... ...comenzaba el crudo invierno en Polonia en 1992 cuando la
Koinonía Giovanni Battista impartíamos un curso de formación de evangelizadores
en la ciudad de Wroclaw. Imprevistamente tuve que ofrecer una síntesis de la Es
cuela de Evangelización. Sin más de 15 minutos para preparar el tema, decidí tom
ar el perfil de la carrera de Pablo en el estadio, como vehículo del
mensaje que me proponía comunicar. Al elaborar el esquema y sobre todo al expone
r el tema, cada sorpresa superaba a la anterior, pues fue como si de las páginas
de sus escritos emergiera la figura del atleta que armonizaba su vida con su me
nsaje, respondiendo al mismo tiempo a la pregunta tantas veces formulada. La car
rera de Pablo, con su punto de partida, su meta y su estrategia, armaban el romp
ecabezas, para revelar su secreto. Su carrera había iniciado aquel mediodía en l
as afueras de Damasco, cuando fue alcanzado por Cristo Jesús. Su encuentro con e
l resucitado cambió la dirección de su destino. Inmediatamente después se presen
taron los entrenadores que lo formaron y su entrenamiento que lo capacitó para c
umplir la difícil misión que se le había confiado. Apareció con toda claridad su
itinerario con sus diferentes etapas: comienza con una larga carrera de 'marató
n' llevando el 'Evangelio de la gracia' por todas partes y de mil maneras, pero
bien pronto se transforma en una 'carrera de obstáculos' por la infinidad de pro
blemas de todo tipo que tiene que enfrentar. Al ampliar su visión se da cuenta q
ue la Palabra no puede depender de nadie. Entonces emprende una 'carrera de rele
vos' donde él forma y capacita a quienes han de continuar con la antorcha encend
ida, para que la luz del único Evangelio llegue hasta los confines de la tierra.
Cuando, fatigado, sabe que pronto terminará su tarea, entonces descubre que lo
más importante no es correr por todos los areópagos, sino hacer correr la Palabr
a de Dios. En la recta final acelera el paso en 'una carrera contra reloj' capac
itando a los formadores de apóstoles, creando así una reacción en cadena cuyos e
fectos no se erosionan con el tiempo. En su última Carta y en el capítulo final
de ésta, deja a su discípulo Timoteo su testamento pastoral con el secreto de su
fecundidad: "Tú, hijo mío..., cuanto me has oído en presencia de muchos testigo
s, confíalo a hombres fieles, capaces a su vez de enseñar a otros" (2Tim 2,2). A
l llegar a la meta recibe la corona incorruptible de los vencedores, reconociend
o que no se debe tanto a su esfuerzo, sino a la misericordia de Dios. Y en el co
razón de todo, como motivación suprema de su apostolado, la figura de Jesús Mesí
as que le hace exclamar: "Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entreg
ó por mí; y ya no vivo yo, sino que es Cristo
quien vive en mí". De esta forma resalta que el grande no es Pablo de Tarso sino
el Jesús de Pablo. La sistematización de aquella intuición en Polonia es lo que
ahora ofrezco: mi respuesta a la pregunta por qué Pablo tuvo tanto éxito apostó
lico en tan poco tiempo de ministerio efectivo. Ciertamente las prisiones, desti
erros, frecuentes viajes y tiempo de predicación son diferentes notas del mismo
acorde musical. Es más, estas contingencias fueron el caldo de cultivo que favor
eció una cosecha abundante. Hasta su misma muerte es una ganancia. Estas páginas
muestran el itinerario pastoral de Pablo en la imagen que él mismo ha escogido
para describir su vocación, su vida, su ministerio y hasta su misma muerte: la c
arrera del estadio. Que la Palabra de Dios siga corriendo y sea glorificada, par
a que en este mundo se manifieste la gloria de Dios en la faz de Cristo, que ins
taura su Reino de justicia, gozo y paz en el Espíritu Santo. Junto a la tumba de
Pablo en Roma. 3 de diciembre de 1995.
I INICIA LA CARRERA
La carrera no comienza en el momento que se escucha el disparo de salida. Antes
ha existido una larga preparación. Así sucedió en el caso de Saúl de Tarso. 1. L
a materia prima del atleta Dios no sólo escogió este vaso de barro para llevar u
n gran tesoro, sino que El mismo lo preparó de antemano.
Saúl de Tarso es una de las personalidades que tipifican al ser humano de todos
los tiempos y culturas, pues en él confluyen los más variados factores para cons
tituir un hombre. Su vida se entreteje con los mismos hilos de cada historia: éx
itos y fracasos, soledad y comunidad, dentro de las coordenadas del tiempo y del
espacio. A. Hombre cosmopolita Soy de Tarso, ciudad no insignificante: Hech 21,
39. Nació en la capital de la provincia romana de Cilicia, cuyos hijos obtenían
por derecho la ciudadanía romana (Hech 22,25-28). La urbe estaba situada al pie
de la orgullosa cordillera del Tauro, con sus cumbres nevadas y picos escarpados
. Rico centro comercial con permanente tráfico internacional de pueblos de lengu
as extrañas y costumbres extravagantes. Saúl sabía que detrás de esa imponente c
adena de montañas vivían pueblos bárbaros, sin esperanza y sin Dios. Tarso, con
Alejandría y Atenas, formaban el triángulo de la cultura antigua, y cada una apo
rtaba un aspecto especial al bagaje universal de la ciencia, la literatura o la
filosofía. Las 'Puertas Cilicianas' eran el cruce de la vía imperial de dos mund
os: el oriental y el occidental. Saúl estaba en ese puente de culturas y poseía
tanto la mentalidad deductiva y conceptual grecorromana de occidente, como la ri
queza de la tradición semítica. Saúl hablaba, pensaba y escribía en griego, así
como en arameo palestinense, además del hebreo en el que leía las Santas Escritu
ras. Conocía la filosofía y literatura clásicas, y llegó a ser un experto en la
geografía, la navegación y el deporte. Su amplia cultura esculpió en su alma un
mundo sin fronteras que contrastaba con los estrechos límites de su religión jud
ía. B. Formación religiosa Saúl es sólo entendido bajo el prisma de la fe que in
volucra su vida entera, sus tradiciones y creencias. Se trata del núcleo en torn
o al cual se organiza toda su existencia. a. Hebreo, hijo de hebreos
(Soy) hebreo, hijo de hebreos, de la tribu de Benjamín: Flp 3,5. Llevaba en sus
venas el legítimo orgullo de ser israelita, depositario de la Promesa, la Alianz
a y la santa Legislación; las tres grandes columnas de la religión de los hijos
de Jacob. Presumía pertenecer a la tribu de Benjamín, el hijo menor de Jacob, cu
ya familia era identificada por ser guerrera y valerosa (Jue 3,15ss; 5,14; 20,46
), pero con obstinación para reconocer sus errores (Jue 19-20). b. Celoso farise
o He vivido como fariseo, conforme a la secta más estricta de nuestra religión:
Hech 26,4. Hijo de familia farisea estuvo marcado por la piedad Fue circuncidado
al octavo día (Flp 3,5) como lo indicaba la legislación judía y basaba su orgul
lo en esta operación quirúrgica que lo integraba al pueblo elegido de Dios (Gn 1
7,10-11). A los cinco años ya conocía de memoria el Gran Hallel (Sal 136) y el S
hemá (Dt 6,4-13). A los ocho recitaba los Salmos por sí mismo. A partir de su Ba
r mitzbá a los trece años en el que se constituía 'hijo del precepto,' su rito d
e oración incluía orar con su cabeza cubierta con el talit los tefilim enrollado
s en sus manos y un manto de amplias filacterías para recitar las 18 bendiciones
. Conocía los trece artículos del credo de Israel. Comía sólo los alimentos kosh
er que garantizaran la pureza y evitaran la contaminación. Sello del verdadero f
ariseo era su fe en la resurrección de los muertos y el respeto a los padres . L
a casa paterna era un santuario del Altísimo, consagrado por la santidad de vida
, la práctica de la virtud y el cumplimiento de todos los deberes. El tzitzit (c
intas deshiladas que cuelgan de la cintura) indicaba que se trataba de un piados
o israelita que cumplía los mandamientos divinos estipulados en la legislación y
las tradiciones. Asistía puntualmente a la sinagoga y guardaba con rigor el des
canso sabático. Pagaba el diezmo y ayunaba de acuerdo a las ordenanzas de la Ley
. En fin, tenía puesta su confianza en la Alianza del Sinaí que era el camino s
eguro para obtener la salvación.
c. Discípulo de Gamaliel (Fui) instruido a los pies de Gamaliel en la exacta obs
ervancia de la Ley de nuestros padres: Hech 22,3. Iniciando apenas la juventud,
fue conducido por su padre a Jerusalén, ciudad coronada por la deslumbrante bell
eza del templo herodiano, con su impecable armonía, el reluciente mármol y las g
randes piedras ensambladas en la construcción. Dos grandes centros de teología c
ompetían en la capital teocrática de Israel: la línea dura de la escuela de Sham
ai, que se apegaba fanáticamente a la letra, y la más flexible y conciliadora, e
ncabezada por Hillel. Rabí Gamaliel, nieto de Hillel, heredó la autoridad de su
abuelo, pero la incrementó con el reconocimiento de todo el pueblo, por su prude
ncia y buen juicio (Cf. Hech 5,34). Unicamente selectos jóvenes ingresaban a su
escuela de formación, para capacitarse en el conocimiento y cumplimiento de la v
oluntad divina, de acuerdo a las tradiciones y sabiduría de sus antepasados. El
discipulado era un sistema de disciplina que pocos soportaban. No cualquiera era
admitido a tan selecto grupo; únicamente los que habían pasado por un meticulos
o propedéutico, no sólo teórico sino avalado también por su conducta intachable
y el celo por la religión de sus ancestros. Saúl fue uno de estos afortunados qu
e participó en la escuela de Rabí Gamaliel y pasó largos momentos a sus pies, in
vestigando las Escrituras, descifrando los enigmas de los profetas y tratando de
develar el misterio del futuro Mesías que liberaría a Israel. Profunda huella d
ejaría este famoso rabino en la mente y el corazón de Saúl. El orgulloso hijo de
Benjamín no fue un alumno común y corriente, sino que aventajaba a muchos de su
s correligionarios (Gal 1,14), superándolos en la estricta observancia de los má
s mínimos preceptos de la legislación judaica. C. Profesión: tejedor de tiendas
En el taller paterno aprendió el paciente oficio de tejer tiendas de campaña con
la caprichosa piel de las cabras (Hech 18,1-3). Desde pequeño tenía como norma
no comer si no había trabajado.
Se supo valer por sí mismo y con sus propias manos se ganó la vida y hasta conoc
ió buenos amigos que tenían la misma profesión: Aquila y su esposa Priscila. Con
ellos probablemente confeccionó un abrigo al que le cobró especial afecto hasta
el final de su vida (2Tim 4,13). Su nada fácil tarea de acomodar y entretejer l
as burdas telas, se identifica con su misión: procurar la unidad del cuerpo de C
risto. Su pasión será siempre buscar los hilos para unir en una sola fe y un sol
o Espíritu, los diferentes carismas y ministerios. 2. Guerra a muerte El fariseo
de Tarso de Cilicia era hombre de una sola pieza, sin términos medios ni conces
iones. Su fe, oro macizo sin aleación y exento de cualquier sincretismo, valía m
ás que su vida. Por ella era capaz de morir, sin ella no podía vivir. Un día lle
ga a sus oídos los ecos de la herejía difundida por los nazarenos que se atrevía
n a negar que la salvación se obtuviera por el cumplimiento de la santa Ley del
Sinaí, y suponían que era fruto de la sangre de un tal Jesús, ajusticiado en las
afueras de la ciudad de Jerusalén. Si como ellos afirmaban, con Cefas y Juan a
la cabeza, "no había otro Nombre dado a los hombres para ser salvados" (Hech 4,1
2), entonces el Templo, la Ley y el Culto habían perdido su sentido. Además, ese
carpintero de Galilea se hacía pasar por Hijo de Dios, herejía jamás concebida
por los peores apóstatas de la historia. A. Declaración de guerra Entonces decla
ró la guerra a Jesús: El mismo describe la radicalidad de su postura cuando afir
ma delante del tribuno de la cohorte romana: yo perseguí a muerte a este camino:
Hech 22,4. Cuando el atleta de Cristo usa esta expresión tiene en cuenta a los
gladiadores del estadio romano, que luchaban a muerte. La batalla terminaba hast
a que uno mataba a su contrincante. Alguno tenía que morir. Cuando Saúl se enfra
sca en esta lucha sabe que tendrá que exponer su vida, si no gana, tendrá que mo
rir...
Saúl tomó la espada de la Palabra revelada, y esgrimiendo argumentos irrefutable
s, descalificaba totalmente al galileo muerto en la cruz: Maldito todo el que es
tá colgado de un madero: Dt 21,23, Gal 3,13. Esta era su arma y su justificación
para acabar con esta plaga que había contaminado a doctos escribas y hasta no p
ocos sacerdotes (Hech 6,7). Su seguridad se basaba en la verdad de la Palabra de
Dios. Como sus discursos no lograban detener este virus que inoculaba al judaís
mo, decidió tomar la vía de la persecución. Se autonombró inquisidor oficial y e
mpuñó el sable de la violencia para encadenar y apresar a los seguidores de El C
amino, como se llamaba la incipiente secta de los seguidores del maestro de la G
alilea de los gentiles. Una de sus aficiones predilectas era torturar a los disc
ípulos hasta hacerlos blasfemar contra su Cristo al que llamaban Jesús (Hech 26,
11). Un día en el Sanedrín jerosolimitano los escribas discutían agriamente cont
ra un ex-discípulo de Gamaliel y compañero de Saúl, que había traicionado su rel
igión y su fe para pasarse al bando enemigo. Se llamaba Esteban. Poseía una sabi
duría que nadie podía resistir, y guardaba un lugar especial en la jerarquía de
la secta de los nazarenos. Con la lógica de la verdad y textos bíblicos, el jove
n seguidor de El Camino aseguraba que "el Altísimo no habitaba en casas hechas p
or mano de hombres" (Hech 7,48). Esto significaba negar su presencia en el Santo
Templo de Jerusalén e implicaba su ausencia cuando se le ofrecían los sacrifici
os y holocaustos. Esteban, con autoridad soberana dejó el camino de la discusión
para adentrarse en la palestra de la acusación: "duros de corazón, igual que su
s padres, ustedes siempre resisten al Espíritu Santo". Sin temor, los calificó t
anto de traidores y asesinos, como de infieles a la Lev (Hech 7,52-53). Al oír e
sto, sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él: Hec
h 7,54. El diagnóstico del discípulo era demasiado difícil de digerir por los pi
adosos judíos. Por eso presentaron un mecanismo de defensa: enojarse. Pero, Este
ban en vez de moderar su lenguaje, levantando los ojos al cielo aseguró:
Veo la gloria de Dios y al Hijo del hombre de pie a la derecha de su trono: Hech
7,55. Lo más sublime que un piadoso israelita podía anhelar, era contemplar la
gloria de Dios. Moisés lo solicitó en la cumbre del monte Horeb, pero le fue neg
ado. La gloria de Dios es su manifestación poderosa que salva. Es el esplendor d
e la esencia divina que el hombre no puede encerrar en su entendimiento. Esteban
veía lo que el mismo legislador de Israel no había podido obtener. Además afirm
aba que a la diestra del poder divino estaba Jesús de pie. "Ese Nazareno," como
despectivamente lo llamaban las autoridades de la capital (Hech 6,14), considera
do un blasfemo por el supremo Sanedrín de Israel, había sido glorificado. Dios,
haciendo justicia, le había otorgado un puesto de honor a su derecha. De esta fo
rma, Dios condenaba al tribunal que había juzgado a Jesús. Entonces, irritando f
uertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una contra él: Hech 7
,57. No querían escuchar. No les convenía. Entonces lo sacaron a empujones del s
acro recinto hasta echarlo fuera de las murallas de la ciudad santa e hicieron c
aer un diluvio de piedras sobre el mártir, que valientemente pagaba el precio de
su fe (Hech 22,20; 26,10; Gal 1,23; 1Cor 15,9). Los testigos pusieron sus vesti
dos a los pies de un joven llamado Saúl: Hech 7,58. El joven Saúl sostenía los m
antos de quienes lapidaban a Esteban. Agustín de Hipona sugiere que al detener l
os vestidos de todos los verdugos, Saúl tiraba las piedras de cada uno de ellos.
Este ferviente fariseo colaboraba para que se ejecutara la pena capital sobre e
l primer mártir cristiano. Con razón el texto sagrado afirma: Saúl aprobaba su m
uerte: Hech 8,1. Esteban muere de la misma forma que su maestro, perdonando y en
tregando su espíritu en las manos de Dios. Aquel maestro de Galilea se reproducí
a en sus discípulos. Así, Jesús resultaba más peligroso muerto que vivo. Por tan
to, no bastaba extirpar la vid de agrios frutos, sino que había que arrancar tod
os aquellos sarmientos que amenazaban extenderse por el mundo entero. Era un asu
nto de vida o muerte. Por tanto Saúl decide perseguir vorazmente a los seguidore
s de El Camino.
B. La guerra total Ese mismo día se desató una gran persecución contra la Iglesi
a de Jerusalén: Hech 8,1. Con la muerte de Esteban, el Cuerpo de Cristo estaba h
erido. Saúl entonces decide ir hasta el fondo y acabar de una vez por todas con
su enemigo: Entretanto Saúl hacía estragos en la Iglesia; entraba en las casas,
se llevaba por la fuerza a hombres y mujeres, y los metía en la cárcel: Hech 8,3
. Como se trataba de una guerra a muerte, Saúl "contribuía con su voto cuando se
condenaba a muerte" a los seguidores de Jesús (Hech 26,10). En la guerra a muer
te hay que inmovilizar primero al enemigo para luego atestar el golpe mortal. Po
r eso es muy lógico el relato de Lucas que describe las intenciones de Saúl Resp
iraba muerte y amenazas contra los discípulos del Señor: Hech 9,1. Su aliento es
taba compuesto de dos movimientos: inspiraba amenazas y expiraba muerte. Para li
quidar al enemigo tenía que cerrar todas las puertas para que no escapara: Frecu
entemente recorría todas las sinagogas, y a fuerza de castigos les obligaba a bl
asfemar, y rebosando furor contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades ext
ranjeras: Hech 26,11. Inquisidor implacable tenía a sus órdenes espías y soldado
s. Realizaba cateos a domicilio y secuestraba a sus víctimas a media noche, los
conducía a sótanos donde a base de torturas y coacciones no sólo les arrancaba b
lasfemias contra su Cristo, sino que el mismo se gozaba en maldecir al Galileo (
1Tim 1,13). No se trataba de un mercenario o perseguidor ordinario Lo hacía enca
rnizadamente, sobresaliendo en celo a todos sus correligionarios. A galope tendi
do buscaba cualquier vestigio de los nazarenos para acabar con ellos. Su cruel f
ama traspasó las fronteras de Judea y Galilea hasta alcanzar
la capital de los arameos, donde ya se sabía "todo el mal que causaba a los sant
os de Jerusalén" (Hech 9,13). Se creía tan justo y mejor que los demás, que se v
olvía intransigente con todo mundo. No toleraba que alguien fuera diferente. Saú
l no aceptaba que los discípulos del Galileo afirmaran que la salvación no depen
día del cumplimiento de la Ley. Consentir con esta herejía, era cortar las alas
a la religión de sus antepasados. ¿Qué caso tenía entonces la Elección y la Alia
nza del Sinaí cuando Dios reveló su voluntad al Pueblo de sus preferencias? No e
ra cuestión accidental, sino de una plaga que atentaba contra las raíces de su f
e. La vida de Saúl tenía un sentido: acabar con la nefasta secta de los nazareno
s. Incluso arriesgaba su vida con este solo objetivo. II ALCANZADO POR CRISTO Co
n el único propósito de acabar definitivamente con la peligrosa plaga, se da a l
a caza de "los seguidores de El Camino" (Hech 9,1-2). Tomando todas las precauci
ones se reviste de la autoridad religiosa del Sumo Sacerdote para apresar y trae
r atados a quienes sigan las enseñanzas de El Nazareno. Abanderando el estandart
e de la ortodoxia, salió de Jerusalén por la puerta norte, donde no lejos se enc
ontraba el sepulcro de Esteban, cuya sangre estimulaba a Saúl para perseguir con
más furia a quienes confesaban con su boca que Jesús era el Señor. Su meta era
llegar a la ciudad de Damasco a 250 kilómetros de distancia. Se necesitaban ocho
jornadas de caravana por la meseta pedregosa de Judea, transitando luego por lo
s campos de Samaria. Paso obligado era reposar un poco junto al pozo que el patr
iarca Jacob había dado a sus hijos y ganados, pero donde también un día el Maest
ro de Galilea había prometido el agua viva que salta hasta la vida eterna. No oc
ultó su rabia al contemplar aquellas dos montañas de maldición y bendición: el E
bal y el Garizim, donde los heréticos samaritanos afirmaban que se debía adorar
al Dios verdadero. Cruzó la planicie de Gelboé, donde mil años antes su homónimo
el rey Saúl, también benjaminita como él, perdió la batalla y la vida junto con
su
hijo Jonatán. ¡Qué trágica vida la del efímero rey de Israel! Cuando salió a bus
car las burras que se le habían perdido, encontró un reino. Pero cuando quiso de
fenderlo, perdió la vida. La historia le dio dos reveses inesperados en un corto
espacio de tiempo. Por la cabeza de este sabio conocedor de la historia de Isra
el, debió haber pasado la idea de que todo es transitorio y la agenda se muda cu
ando menos se espera. Contempló las cumbres nevadas del Hermón, y después de per
egrinar por el desierto de Gadara descubrió el verde oasis de la llanura de Dama
sco, bautizada por las frescas aguas de los ríos Badara y Farfar, de los cuales
se enorgullecían con sobrada razón sus habitantes. Cuando ya estaba por cruzar l
a frontera formada por el collar de granados, palmeras y mirtos, sucedió lo inau
dito. 1. Las siete columnas de Damasco La capital aramea era famosa en la antigü
edad por su gran avenida central de dos kilómetros de largo y 39 metros de ancho
, así como por sus pórticos de sólidas columnas. Nos centraremos en los siete pu
ntos más importantes del acontecimiento carismático de Saúl y lo llamaremos "las
siete columnas de Damasco", para presentar los elementos claves del momento def
initivo de la guerra a muerte que Saúl había declarado a Jesús. A. De repente En
una guerra, como en cualquier combate, el ataque por sorpresa es clave. Si se l
ogra sorprender al enemigo en el lugar y momento dónde menos lo espera, se le pu
ede atestar un golpe definitivo. El embajador del Sanedrín de Jerusalén había el
aborado una agenda muy apretada, que le impedía perder el tiempo o distraerse en
otros asuntos. Había planificado cuidadosamente cada minuto de su breve estanci
a en la capital del legendario imperio arameo. En el momento en que toda su aten
ción estaba centrada en su ataque y su defensa era descuidada, fue sorprendido:
Cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente le rodeo una luz venida del cielo:
Hech 9,3.
Cuándo y dónde menos lo pensaba, su programa se hace añicos. Dios acostumbra act
uar de improviso, cuando nadie lo espera y rompe los moldes preestablecidos. "De
repente suceden los acontecimientos más importantes en la Historia de la Salvac
ión: el llamado de Abram en Harán, no lejos de Damasco, o el de Moisés 'más allá
del desierto'. "De repente" se encuentra la perla preciosa o regresa el Hijo de
l hombre en medio de la noche, como el relámpago o ladrón, que jamás avisan su v
isita. "De repente" también vino el ruido del cielo el día de Pentecostés. Cuand
o se encontraba en territorio pagano, es decir el lugar más impropio para que Di
os se manifestara, Saúl fue atacado de improviso. Además, no estaba en oración,
ni había ayunado, ni menos ofrecido algún sacrificio. Años más tarde él mismo di
rá: "Dios tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de l
o que nosotros podemos pedir o pensar" (Ef 3,20). B. Luz intensa al mediodía Saú
l cuenta su inolvidable experiencia: Yendo de camino, estando ya cerca de Damasc
o, hacia el medio día, me envolvió una gran luz venida del cielo, más fuerte que
la luz del sol: Hech 22,6; 26,13. La referencia "al mediodía", no es un simple
dato cronológico, sino que representa el momento en que brillaba más la luz de l
a verdad en la vida espiritual de Saúl. Cuando más seguro estaba de transitar po
r el camino luminoso de la verdad, aparece un nuevo capítulo que él jamás había
imaginado. Además, la luz 'viene del cielo', para dar a entender que la iniciati
va la toma el Todopoderoso. No es la criatura la que alcanza a Dios, sino el Señ
or quien sale al encuentro del hombre (Flp 3,12). Más tarde él mismo argumentará
en tono apologético: "Yo no recibí el Evangelio, por mediación de hombre alguno
, sino por revelación de Jesu-Cristo" (Gal 1,12). C. Cayó por tierra En pleno ca
mpo de batalla, el Señor le asestó el primer golpe, que fue definitivo. El mismo
Saúl cuenta las consecuencias:
Caí al suelo: Hech 22,7. Fue tan fuerte y sorpresivo el impacto, que Saúl perdió
el equilibrio y cayó a tierra. Ni siquiera sabía lo que había sucedido. General
mente los predicadores afirman que Saúl cayó del caballo, aunque el texto no pre
cise cuál era su vehículo de transportación. Lo esencial está implícito en la es
cena: El fariseo ya no puede sostenerse en ninguno de los apoyos del pasado. Sus
soportes humanos así como sus seguridades caen en las movedizas arenas del desi
erto. Para construir un nuevo Pablo, es necesario que el viejo Saúl se erosione.
Con razón los pintores muestran esta realidad con un hombre que ya no lleva las
riendas de su existencia ni es capaz de dirigir su vida de acuerdo a su esquema
y agenda. Todo el diálogo se realizará mientras Saúl yace en el suelo, desprovi
sto de la propia justicia que proviene de sus buenas obras. Mientras el hombre c
abalgue en sus seguridades y lleve las riendas de su destino, no se puede entrar
en una relación de tú a tú con el designio divino. El ser humano tiene que ubic
arse en su esfera de criatura para poder dialogar con Dios. Sólo desde el barro
del que fuimos hechos, tomamos nuestra exacta perspectiva. No hay otro invernade
ro donde fecunde el conocimiento del Dios verdadero, sino postrado en la frágil
arcilla de los límites. Moisés tuvo también que desprenderse de sus sandalias pa
ra acercarse al misterio de la zarza ardiente que no se consumía. D. El diálogo
en lengua hebrea De pronto Saúl escucha una voz en su propia lengua. Es suave y
fuerte a la vez. Se parece a la palabra de los profetas. La Palabra misma le hab
la: Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? Hech 9,4. 'Duro te es dar coces contra el
aguijón. Es inútil que te resistas. Ya he puesto mi mano sobre ti y no te me pu
edes escapar. Soy más fuerte que tú y corro más aprisa que tú. Te tengo cercado.
Es mejor que depongas las armas y te des por vencido, porque te he llamado desd
e el seno materno para consagrarte maestro de mi pueblo y luz de las naciones. H
as corrido demasiado, Saúl, pero por fin te he dado alcance... Ya estás derrotad
o'.
El perseguidor, en la total ignorancia, quiere saber contra quién está luchando.
Debe medir las fuerzas de su contrincante para decidir si vale la pena pelear,
o debe rendirse y entregar incondicionalmente su vida. Por eso pregunta: ¿Quién
eres, Señor?: Hech 9,5. Saúl no reconoce al que lo ha llamado por su nombre y le
ha hablado en su propia lengua. Necesita una identificación completa y pide las
credenciales de quien está frente a él. La Palabra le responde: Yo soy Jesús, a
quien tú persigues: Hech 9,5. 'El nacido de mujer, nacido bajo la Ley, que muri
ó ignominiosamente en un madero, locura para los gentiles y escándalo para los j
udíos, pero que se ha transformado en fuerza y sabiduría de Dios. Yo soy de cond
ición divina, pero no he retenido ávidamente el ser igual a Dios, antes bien, me
anonadé y me hice obediente hasta la muerte y muerte de cruz, pero Dios me glor
ificó. Ese Nombre, Saúl, que tantas veces tú has maldecido, esta sobre todo nomb
re. Ante mí se dobla toda rodilla en el cielo y en la tierra'. 'Yo soy ese que p
or haber sido crucificado fue considerado un maldito de Dios. Pero yo me hice ma
ldición para cargar la maldición de los hombres. Es más, sin tener pecado me hic
e pecado para que el pecado muriera en la cruz'. 'Yo soy la imagen visible del D
ios invisible del Sinaí, el primogénito de toda la creación, la cabeza del cuerp
o. Ya no son necesarios los sacrificios del templo, porque ahora por mi sangre s
e obtiene la redención. Yo soy el nuevo propiciatorio y por mi muerte en la cruz
fueron perdonados los pecados, incluyendo los tuyos, Saúl'. 'Por mí han sido el
egidos todos los hombres para ser hijos adoptivos, y el que crea en su corazón q
ue yo soy el Señor y confiese con su boca que he sido resucitado de entre los mu
ertos, será salvo'. Cuando la presencia de El Resucitado conmovía las cimientos
de la fe de sus antepasados, aquella voz se dirigió personalmente a él y le conf
esó: 'Yo soy Jesús, que te amé y me entregué por ti, Saúl'.
Jesús le aclara: 'por haber sido derrotado en la lucha contra mí, tenías que mor
ir, Saúl. Pero yo ya morí por ti en la cruz, para que tú vivas. Te he amado tant
o que me entregué a la muerte en vez de ti. Pero he resucitado y de ahora en ade
lante soy yo el que viviré en ti'. El encuentro con Jesús cabeza implicaba tambi
én un encuentro con todo su cuerpo: 'Existe un binomio indisoluble entre los mío
s y yo mismo. Formamos un solo cuerpo con variedad de funciones, pero vinculados
por un mismo Espíritu. Yo soy a quien tú persigues. Todo lo que haces al más pe
queño de los míos, lo haces a mí mismo, pues en mí todo el cuerpo recibe trabazó
n y cohesión. Mis discípulos no sólo me pertenecen, sino que también son parte m
ía. Yo vivo en ellos y ellos en mí, Saúl'. El discípulo de Gamaliel comprende la
unión entre Jesús cabeza y todo el cuerpo. Será heraldo de esta verdad, columna
vertebral de su teología. Saúl creía que Jesús estaba muerto y resulta que está
vivo. El crucificado ha resucitado. Pero lo que no pudo resistir fue saber que
había sido amado a tal punto, que uno había dado su vida por él. Entonces depone
todas las armas. E. Rendición total: ¿Qué he de hacer, Señor? Saúl reconoce su
derrota y firma su rendición incondicional. Había luchado tantas veces y por tan
to tiempo contra los seguidores de El Camino, que una vez alcanzado por Cristo J
esús estampa su firma de capitulación en una pregunta: ¿Qué he de hacer, Señor?:
Hech 22,10. Como héroe había defendido su fortaleza. Las murallas con sus almen
as habían sucumbido en la batalla, pero una vez vencido, se rinde y pone a dispo
sición del que 'lo tiró del caballo'. El que todo lo sabía, el celoso fariseo qu
e se jactaba de conocer y cumplir la voluntad divina, ahora acepta que no sabe n
ada y que debe iniciar nuevamente su carrera, partiendo de cero. "Nada se puede
contra la verdad" (2Cor 13,8), podría ser su mejor comentario de todo este comba
te. La plenitud de los tiempos daba una diferente perspectiva a las promesas de
salvación y al mesianismo. En vez de las aseveraciones
dogmáticas del pasado, ahora sólo tiene preguntas y dudas: ¿Cuál es el sentido d
el templo con sus sacrificios? ¿Es válida todavía la legislación del Sinaí? ¿El
Dios de Israel es también el Dios de los griegos y pueblos bárbaros? F. Ciego No
veía nada: Hech 9,8. El fenómeno superaba los estrechos límites de sus concepci
ones mentales. La dosis de revelación fue tan abundante, que no pudo soportar ta
n gran luminosidad. De un solo golpe vio al Resucitado y alrededor de su pasión
y resurrección, se reorganizó su vida entera. Su fe había siempre rotado alreded
or de la Ley y la Antigua Alianza. Pero de pronto había aparecido un nuevo polo
de atracción mucho más poderoso, que lo obligaba a crear un sistema que no girab
a en torno de la Promesa, sino del cumplimiento de las profecías del Antiguo Tes
tamento. La Promesa y la Descendencia se identificaban con Jesús. El misterioso
Siervo de YHWH presentado por Isaías, era El Nazareno. Saúl mismo explica que el
exceso de luz también produce ceguera. Yo no veía a causa del resplandor de aqu
ella luz: Hech 22,11. Así como cuando uno se encuentra con el sol de frente, es
necesario cerrar los ojos, así Saúl tenía que filtrar en el tiempo lo que acabab
a de experimentar. Estaba tan encandilado por la luz inaccesible del camino de D
amasco, que no podía ver. La ceguera de Saúl es el síntoma normal de aquel que h
a sido iluminado por la luz de la verdad de Dios mismo. Ya no considera las cosa
s y el mundo como antes. Ha perdido la seguridad de sus dogmas y paradigmas. Par
a Saúl fue tan impactante el hecho, que años después todavía recuerda que fue "c
onducido de la mano por sus compañeros" (Hech 22,11). Aquel que comandaba la car
avana por el misterioso desierto, ahora debía ser llevado de la mano por otros q
ue le hicieran el favor de guiarlo. El autosuficiente fariseo que gozaba de la c
onfianza de las más altas autoridades religiosas, había perdido la brújula de su
vida. G. Misión gloriosa pero difícil
Saúl había preguntado por su nuevo destino. Jesús le respondió: Levántate y vete
a Damasco. Allí se te dirá todo lo que está establecido que hagas: Hech 22,10.
Se le ordena ingresar en Damasco. O sea, hacer lo mismo que él tenía planeado, p
ero de manera diferente. Saúl está aprendiendo que no basta realizar lo que Dios
quiere, sino que es preciso cambiar las motivaciones. Debe entrar a la misma ci
udad, pero con otra actitud a la que originalmente traía en su corazón. Jesús no
le descubre el itinerario completo. Simplemente el nuevo destino de su existenc
ia. Hubiera sido un exceso de revelación que no estaba capacitado para resistir.
Es mejor seguir el lento proceso donde el tiempo madura y profundiza la experie
ncia. La fórmula "se te dirá" es clásica para expresar 'Dios te va a revelar'. E
l Señor pudo haberle diseñado directamente cada paso de su vocación y misión, pe
ro prefiere el camino más largo de la mediación humana. Es un discípulo, Ananías
, quien debe completar el mensaje del Señor: Este es para mí un instrumento de e
lección que cargue mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel:
Hech 9,15. Este discípulo de Damasco tiene el encargo de buscarlo para llenarlo
del Espíritu Santo e insertarlo en la muerte y resurrección de Jesús mediante e
l bautismo. Gracias a Ananías caen las escamas de la ignorancia y Saúl vislumbra
un nuevo horizonte en su existencia. En su defensa frente al rey Agripa, declar
a que en Damasco fue nombrado "servidor y testigo" de lo que se le manifestó (He
ch 26,16). Damasco cambió la dirección de la vida de este ferviente fariseo. Ser
ás su testigo delante de todos los hombres de todo lo que has visto y oído: Hech
22,15. Ahora se le encomienda una misión sin reservas. El Cardenal Martini es m
uy enfático cuando afirma: "A quien se había equivocado en todo, se le confía to
do" (Martini). Su misión se expresa de una forma que debería estar reservada exc
lusivamente para Jesús: "Te he puesto como 'luz de los gentiles' para que lleves
la salvación hasta el fin de la tierra" (Hech 13,47). Su misión es gloriosa: "E
s para mí un instrumento de elección". Sin embargo
su trabajo no es nada fácil: "cargar" el Nombre de Jesús (Hech 9,15). El verbo c
argar' da a entender soportar un fuerte peso, que a veces hasta llega a ser inso
portable (Hech 15,10). La carrera será fatigosa y requerirá un esfuerzo permanen
te. Saúl, alcanzado y vencido por Jesús, pasó tres días sin ver, comer ni beber,
para simbolizar la muerte del gladiador derrotado en el estadio. Tiene que espe
rar al Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos (portado por
Ananías), le dé vida a su cuerpo mortal (Rom 8,11). 2. Punto de apoyo: Empuñado
por Cristo En su guerra a muerte contra la herejía de los nazarenos defendió ten
azmente su territorio. Pero fue sitiado y capturado de la forma más sorpresiva:
Fui yo mismo empuñado por Cristo: Flp 3,12. Aunque la versión española de la Bib
lia de Jerusalén traduce "alcanzado por Cristo", prefiero en este caso la versió
n de P. Luzi "empuñado por Cristo". Con la fuerza que se toma una espada, así Je
sús apresó a Saúl entre sus manos para no soltarlo más. Si al Apóstol de los gen
tiles se le representa casi siempre con la espada de la Palabra en la mano, es t
ambién cierto que Saúl mismo es una espada en las manos de Cristo Jesús. Sin pre
vio aviso y 'de repente' Jesús resucitado le salió al encuentro para cambiar el
derrotero de su vida. Momento tan inesperado como dramático. El perseguidor era
perseguido y alcanzado por quien jamás lo dejaría. Si todo atleta precisa un fir
me apoyo para iniciar la carrera, el punto de partida del Apóstol se basa en su
encuentro personal con Jesús resucitado. Fue una experiencia tan indeleble que s
e convirtió en su motor y su fuerza para soportar la carrera de obstáculos, pris
iones, enfermedades, naufragios, hambres, y lo más difícil, la traición de los f
alsos hermanos o cuando sus propios amigos niegan conocerlo en circunstancias co
mprometedoras (2Cor 6,9; 2Tim 4,16).... el Apóstol sabía que había sido empuñado
por Cristo. Damasco es tan definitivo que, cuando alguien cuestione su autorida
d apostólica, responderá con un argumento que nadie le pueda rebatir:
¿Acaso yo no he visto al Señor Jesús?: 1Cor 9,1. Si hay quienes duden de su capa
cidad para anunciar a Jesús por no pertenecer al grupo de los Doce, ni menos a l
os "superapóstoles" (2Cor 12,11), sus detractores deben saber que un día su cred
encial apostólica fue sellada en territorio arameo. Sin Damasco no hay misión, p
ues de otra forma la predicación, en vez de ser un testimonio, se convierte en p
ropaganda o repetición de lo que simplemente se tiene en la cabeza, pero sin el
fuego de la experiencia que descongela las frías ideas del entendimiento. Al fin
al de su vida, preso por Cristo, hace el recuento de su historia y sobresale el
recuerdo, todavía fresco y lleno de emotividad, de aquel día en que Dios lo sorp
rendió tomándolo entre sus manos como una espada que jamás soltaría: Yo, que fui
un perseguidor blasfemo e insolente, encontré misericordia y fui considerado di
gno de confianza al colocarme en el ministerio, porque obré por ignorancia en mi
infidelidad: 1Tim 12-13. 3. Señal de salida El atleta no comienza a correr cuan
do quiere. Es necesario escuchar el disparo de salida. El llamado y el envío ind
ican el inicio de toda carrera apostólica. A. El llamado 'El llamado' explícito
para ser auténtico evangelizador es como el disparo de salida de toda carrera. S
aúl nunca decidió ni se imaginó ser un apóstol de Cristo Jesús. Al contrario. Si
n mérito previo, fue separado desde el seno materno (Gal 1,15). El escuchó la vo
z de Jesús que lo llamó dos veces por su nombre en la lengua de sus antepasados.
Tiene la certeza de haber sido escogido gratuitamente para esta misión. En el m
omento que arrecien los combates y aparezcan las sombras en el horizonte, la luz
de aquel mediodía de Damasco siempre será más poderosa para diluir todo nubarró
n. Cuando naufrague, lo traicionen los suyos, en la soledad de la cárcel o en me
dio de las persecuciones, aquella voz lo mantendrá firme en su vocación.
B. El envío ¿Cómo predicarán si no son enviados?: Rom 10,15. El apóstol es el en
viado por excelencia. 'Enviado' implica que existe otro que envía, el cual por s
upuesto, tiene más autoridad que él, pero también lo reviste de su misma fuerza,
convirtiéndolo en su embajador (2Cor 5,20). La misión de Pablo proviene directa
mente de Dios, sin mediación de hombre alguno (Gal 1,1), aunque más tarde deba s
er confirmado por la comunidad de Antioquía (Hech 13,1-3) y por los Apóstoles de
Jerusalén (Gal 2,79). Cuando posteriormente afirme que nadie puede predicar sin
ser enviado, lo aplica en primer lugar a sí mismo. No podría exigir a otros alg
o que él mismo no hubiera cumplido. Como toda vocación profética, no depende de
la propia iniciativa sino de un llamado de Dios a cumplir una tarea, que la mayo
ría de las veces será ingrata y difícil. 4. Nuevo calendario Al llegar la plenit
ud de los tiempos y al aceptarla Saúl, todo lo viejo pasa. Sus antiguos esquemas
se evaporan, como el agua en el árido desierto. La religión de sus padres tenía
necesidad de una radical revisión a la luz de Damasco. En la capital pagana de
los arameos reinicia el calendario de su existencia. Por eso cuando posteriormen
te se refiera a "tres años después" o "catorce años después" (Gal 1,18), estará
tomando como punto de referencia, su experiencia de Damasco. "Antes de este acon
tecimiento que partió en dos aguas su vida, todo era distinto. Después todo será
diferente", comenta el Cardenal Martini. O como afirma J. Jeremías: "La clave p
ara entender a Pablo se llama Damasco". Por eso, en el himno de su vida, cada ac
ontecimiento debe ser leído en la clave de lo que le sucedió en el camino de Dam
asco. 5. Conclusión Su vida tiene dos partes: "Sin Cristo" y "En Cristo". Notemo
s que no es 'Sin' Cristo y 'con' Cristo, sino algo mucho más profundo y definiti
vo: 'En' Cristo'. Pablo no sólo vive con Jesús, sino en él.
III CINCO CAMBIOS Y UNA CONVERSION Cuando Jesús alcanzó a Saulo en su carrera, s
e inició una continua metamorfosis en la mente y el corazón del hijo de Benjamín
. Las columnas de su fe se erosionaron frente a las murallas de Damasco. Había q
ue releer otra vez las Escrituras a la luz del resplandor venido del cielo para
ubicar los nuevos horizontes que aparecían en la historia del fariseo de Tarso.
La plenitud de los tiempos organizaba los ingredientes de su fe de forma diferen
te, pero cambiaba su corazón de manera radical. 1. Cinco cambios Cinco cambios f
ueron los engranes del nuevo sistema religioso del antiguo perseguidor de los cr
istianos. A. De la Ley a la Gracia Frente a la experiencia de haber sido alcanza
do gratuitamente por el amor de Dios, la primera base que comienza a tambalearse
es la de la santa legislación del Sinaí. De acuerdo a la mentalidad judía, la s
alvación partía del siguiente principio: Moisés escribe acerca de la justicia qu
e nace de la Ley: Quien la cumpla, vivirá por ella: Rom 10,5. La interpretación
era más o menos la siguiente: Dios hizo una Alianza con su pueblo y le otorgó la
Ley para que, cumpliéndola, obtuviera todas las bendiciones terrenales y celest
iales Por tanto, quien se presentaba ante Dios con las manos llenas de buenas ob
ras, merecía la visa para internarse en las moradas celestiales junto con los pa
triarcas y justos del pueblo de Dios. Pero quien no había cumplido la voluntad d
ivina, sería privado por siempre de la felicidad. La Ley era considerada como la
balanza en la cual sería pesada la
conducta de cada uno, para así decidir su suerte eterna. Todo dependía del hombr
e y su esfuerzo personal. La Ley, que había sido dada como signo de elección, se
fue complicando más y más hasta sumar 613 artículos, algunos de los cuales se s
ubdividían tanto que el resultado era una cadena interminable de minucias, que c
onstituían un peso intolerable que nadie podía soportar (Hech 15,10). Saulo, rev
isando su vida de celoso fariseo, constata que la Ley no ha sido capaz de cambia
r el corazón de los hombres; antes bien, les ha dado el conocimiento del pecado.
"Yo no sabría que la concupiscencia es mala si la Ley no me dijera: 'no te des
a la concupiscencia" (Rom 7,7). La Ley sólo indicaba la obligación, pero en vez
de favorecer su cumplimiento, provocaba la transgresión (Rom 4,15; 7,7-11). "El
pecado", confiesa Saulo, "tomando ocasión por medio del precepto, suscitó en mí
todo género de concupiscencias". En cuanto se prohibe no robar o no adulterar, s
e despierta la ponzoña del pecado con toda clase de apetitos contrarios a la leg
islación. Por tanto, en vez de ayudar a mantenerse en la rectitud, invitaba a la
violación del precepto. Por eso concluye con cierto pesimismo: "La fuerza del p
ecado es la Ley" (1Cor 15,56), pues "yo no hubiera conocido el pecado sin la Ley
" (Rom 7,7-13), ya que "donde no hay Ley no hay transgresión" (Rom 4,15). Es más
, la Ley era una tenaza que aprisionaba al hombre por ambos lados: Si alguno cre
ía cumplirla, podía sentirse ufano delante de Dios y superior con respecto de lo
s hombres. Pero si fallaba, se condenaba a sí mismo. De esta forma se encontraba
atrapado en dos caminos que lo llevaban al mismo despeñadero. Los que viven en
las obras de la Ley, incurren en maldición: Gal 3,10. Aquello que antes era para
Saulo motivo de orgullo, se convierte en causa de maldición y muerte, pues cuan
do el hombre intenta ser su propio salvador, "la letra (Ley) mata' (2Cor 3,6). E
n vez de salvarlo, lo expone bajo la cólera de Dios, ya que no cumple la Ley que
al fin lo juzga. ¿Era pues mala la Ley? No, pero su vigencia era temporal, pues
debía terminar cuando llegara la plenitud de los tiempos. Se trataba simplement
e de un pedagogo para llevarnos a Cristo (Gal 3,24). Por tanto, cuando Dios envi
ó a su Hijo nacido de mujer para rescatar a todos los que estaban bajo la Ley (G
al 4,4-5), ésta perdió su valor.
b. La Gracia Si el hombre no se salva cumpliendo la Ley, entonces ¿cómo se salva
? El gran descubrimiento de Saulo radica en comprender que la salvación es gratu
ita. Esto no lo logró por una idea o verdad infusa que entrara en su entendimien
to, sino mediante una experiencia que cambió toda su teología: Continúo mi carre
ra... habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús: Flp 3,12. Corría persig
uiendo a Jesús, pero antes de lograrlo, fue alcanzado por él en el camino de Dam
asco. Lo que era imposible para el justo fariseo con su esfuerzo personal, lo hi
zo Jesús por él y en él. Por tanto, Saulo entiende que "no se trata de correr, s
ino de que Dios tenga misericordia" (Rom 9,16). Así, Saulo constata que la salva
ción es gracia = gratuidad, y no depende de los méritos del hombre. Las puertas
del paraíso están selladas y nadie puede regresar allá por sí mismo, ni es capaz
tampoco de construir una torre que llegue hasta el cielo. El camino es al revés
: Dios ha enviado a su Hijo Unico a este mundo, especialmente a los pecadores, p
ara que donde abunde el pecado sobreabunde su amor misericordioso. Esta acción d
el amor gratuito e incondicional de Dios está incluida en el concepto paulino de
gracia. "En Damasco toma conciencia de la omnipotencia de la gracia" (J. Jeremí
as). El Cardenal Martini comenta el hecho: "(De parte de Pablo) no hubo esfuerzo
, meditación, ejercicios espirituales, largas oraciones ni ayunos. Todo le fue d
ado, para que fuera signo del Dios misericordioso para todos los pueblos, ya que
su iniciativa precede siempre a nuestra búsqueda". Así adquiere plusvalía su pa
labra cuando afirma: Por gracia hemos sido salvados... por su bondad para con no
sotros en Cristo Jesús, pues hemos sido salvados por la gracia mediante la fe: E
f 2,58. c. Oposición o disyuntiva Si (la salvación) es por la gracia, entonces y
a no lo es por las obras; de otro modo la gracia ya no seria gracia: Rom 11,6.
El argumento es muy lógico: si la salvación es gratuita, no puede ser debido a l
os méritos humanos; pero si de alguna forma dependiera del hombre, entonces tamp
oco se podría decir que fuera gratuita. Gracia y obras se excluyen mutuamente. E
l Evangelio es precisamente Buena Noticia, porque anuncia la gratuidad de la sal
vación. Si la salvación costara algo, aunque fuera poco, tal vez se le podría ll
amar "oferta o barata", pero no gratuidad, y por lo tanto no merecería el título
de Buena Nueva. Si los que cumplen la Ley son herederos, entonces la fe no tien
e sentido, y la Promesa queda abolida... Por eso depende de la fe, para ser favo
r gratuito, a fin de que la Promesa quede asegurada para toda la posteridad: Rom
4,14-16. Además, si el hombre lograra salvarse por sí mismo, cumpliendo las obr
as de la Ley, no tendría ningún valor la fe en la resurrección de Cristo y su sa
ngre no aprovecharía para nada (Gal 2,31). Por el contrario, al ser salvado el h
ombre por la fe en Jesús, la Ley pierde cualquier valor salvífico. Saulo, como t
odo hombre, ha de tomar una decisión exclusiva y excluyente: Cristo Jesús o la L
ey: Si prefiere la Ley, va a llegar al cielo con las manos llenas de buenas obra
s. Pero sería su justicia personal, y así no necesitaría que nadie muriera por é
l, porque él mismo sería su propio salvador. Si escoge la gracia, entonces no po
drá gloriarse en sus buenas obras. En otras palabras, debe elegir entre seguir s
iendo discípulo del legislador del Sinaí o ser siervo de Jesús de Nazareth. Si s
e ancla en el Sinaí no tiene derecho a ser ciudadano de la Nueva Jerusalén. Se t
rata de dos sistemas antagónicos que se oponen diametralmente. Aceptar uno impli
ca necesariamente rechazar el otro. El régimen de la Ley lleva a la condenación.
El régimen de la gracia a la salvación. No se puede estar casado con ambos. Tie
ne que optar: la Ley o Cristo resucitado. O continúa por la estrecha vía de "no
hagas, no toques, no comas" (Col 2,22), o se decide por el camino de la gracia y
considera en nada la propia justicia que proviene de las obras (Flp 3,9). Saulo
estaba casado con la Ley. Vivía con ella, la amaba y le servía. Comía y dormía
con ella, y todo el día estaba atento a sus indicaciones y deseos. Siempre trató
de darle gusto y procuró generar hijos sometidos al régimen del Sinaí. Pero par
a desposarse con Cristo Jesús, se divorcia de la
Ley y rompe con la que fue el amor de su juventud. Como él por sí mismo es incap
az de merecer ni menos de obtener la salvación, deja la empinada pendiente del S
inaí y se aventura en un camino virgen que se sustenta sólo en una Promesa hecha
por Dios. d. Prueba de que la Ley no salva: nadie la puede cumplir La Ley no sa
lva, reitera Saulo a quienes tienen su confianza puesta en ella, por la simple r
azón de que nadie puede cumplirla toda. Este fue tanto el mensaje que él escuchó
personalmente de Esteban (Hech 7,54), como también la conclusión del Concilio d
e Jerusalén donde él estuvo presente (Hech 15,10). Posteriormente él mismo lo re
pite a los que trataban de imponer la Ley a los demás (Rom 4,9.31) y de manera m
uy clara lo enfatiza en su discurso a los judíos de Antioquía de Pisidia (Hech 1
3,38). La transgresión a un precepto se considera como violación de toda la Ley.
Intentar salvarse por medio del cumplimiento de la interminable cadena de prece
ptos de la Ley, sería como barrer todas las hojas de los árboles de un parque en
sentido contrario a como sopla un gran viento. Por eso el Apóstol es enfático c
uando concluye de manera absoluta: Que la ley no justifica a nadie ante Dios, es
cosa evidente, pues el justo vivirá por la fe: Gal 3,11. e. Conclusión El Apóst
ol ha comprendido que hay un solo Evangelio y declara anatema a quien proclame a
lgún otro mensaje de salvación que no sea a través de Jesu-Cristo (Gal 1,6-7). S
u Evangelio se va a centrar precisamente en el don gratuito de la salvación (Ef
2,4-9; Hech 20,24). Con la muerte y resurrección de Jesús, único mediador entre
Dios y los hombres (1Tim 2,5), es innecesario y hasta contrario cualquier otro m
edio que prometa el perdón de los pecados. De esta forma advierte a los que inte
ntan la salvación por medio de la Ley: Si por la Ley se obtuviera la justificaci
ón, entonces Cristo hubiera muerto en vano: Gal 2,21. Ha cambiado su imagen de D
ios: El Señor no está detrás de una caja registradora, haciendo sumas y restas p
ara pagar a cada uno según sus obras,
sino que es un Padre rico en amor y misericordia que cumple la promesa de otorga
r al hombre su herencia de forma libre y gratuita. No se trata pues de un Dios d
eudor, que deba retribuir las buenas obras, sino de un Dios dador y generoso, qu
e regala el don de la salvación. Por eso concluye, ya no con un argumento doctri
nal, sino con un hecho: Habiendo recibido nuestra justificación por la fe, estam
os en paz can Dios: Rom 5,1. B. De la Circuncisión a la Fe a. La Circuncisión Di
os dio un mandato a su siervo Abraham para su descendencia: Todos los varones se
rán circuncidados: Gn 17,10. La circuncisión se consideraba el sacramento de ini
ciación, por medio del cual se participaba del pueblo elegido y todas sus promes
as. Era el signo de la Alianza de Dios con los suyos y garantizaba las bendicion
es mesiánicas. Se trataba de la condición necesaria para poder celebrar la Pascu
a, ser parte del pueblo de la Alianza y tener la posibilidad de entrar en la Tie
rra Prometida. Era tan importante este rito, que sobrepasaba al riguroso descans
o sabático (Jn 7,23). Los circuncisos se creían superiores a los incircuncisos,
a quienes automáticamente clasificaban como pecadores, por carecer de este signo
que identificaba a los hijos de Abraham, Isaac y Jacob (Rom 3,1-2; Gal 2,15). S
aulo de Tarso, ferviente fariseo, fincaba su orgullo en la carne al presumir que
fue circuncidado al octavo día de nacido, de acuerdo a la más firme tradición d
e sus ancestros (Flp 3,4). Sin embargo, siguiendo la visión de los profetas refo
rmistas, relativiza el signo, subrayando que lo más importante es la circuncisió
n del corazón (Rom 2,28-29; 3,19). Más tarde dará otro paso adelante, declarando
que los verdaderos circuncisos son los que dan culto según el Espíritu de Dios
(Flp 3,3). El fariseo convertido reacciona contra la tentación de absolutizar lo
s signos. La elección, el templo y hasta la serpiente de bronce llegaron a supla
ntar la relación con Dios. Por eso el Apóstol no acepta que la circuncisión comp
ita con la supremacía del único Pontífice entre Dios y los
hombres. La revelación anterior no era sino sombra de las realidades futuras que
se iniciaron con la Pascua de Jesús. b. La fe: Creerle a Dios y su único plan d
e salvación La relación con Dios no se sostiene por medio de signos externos, si
no a través de la fe. La fe no radica principalmente en creer en algo, sino cree
r en Alguien. Es la relación con una persona, basada en la confianza. Es 'un act
o por el cual el hombre se entrega a Dios, como la única fuente de salvación'. P
or eso Pablo afirma: "Sé en quién he puesto mi confianza" (2Tim 1,12). Esta fe p
arte de una promesa hecha por Dios, que es digno de crédito porque siempre es fi
el. Para Pablo, la fe es seguridad y confianza que nace cuando se acoge la predi
cación de los testigos del Evangelio, se cree en la Buena Nueva de la Promesa co
nfesando a Jesús como Señor (Rom 10,9) y se es sellado con el Espíritu Santo (Ef
1,13) en el bautismo (Rom 6,4). Para el Apóstol, la fe conlleva a vivir de acue
rdo a lo que se cree. Es decir, implica ser congruente con la vocación a la sant
idad. El salvado manifiesta su fe proclamando a Jesús como el único Salvador y S
eñor de todo su ser. Esto presupone pasar del mundo de las tinieblas a la luz ad
mirable, dejar los ídolos falsos y volverse al Dios verdadero (Col 1,12 13; 1Tes
1,9). En fin, se trata de un morir al pecado y vivir para Dios en Cristo Jesús
(Rom 6,10-11), pues de otra forma esa fe se reduciría a simple ideología. La Epí
stola a los Romanos es el tratado paulino más completo sobre la justificación. N
o únicamente es genial en su contenido teológico, sino también en su esquema ped
agógico. En los cinco primeros capítulos prueba que la justificación es sólo por
medio de Jesu-Cristo, sin las obras de la Ley. Pero a partir del capítulo ocho,
manifiesta cómo vive una persona que ha aceptado la salvación. Estas dos partes
se enlazan con el capítulo seis, que trata del bautismo como medio de inserción
en la muerte y resurrección de Cristo Jesús, y el capítulo siete que nos declar
a muertos a la Ley para ser posesión de Dios. c . Disyuntiva
El Apóstol es enfático e intransigente en este aspecto, no concediendo punto de
negociación a quienes tratan de conciliar el sistema de la circuncisión con la v
ida nueva en Cristo Jesús. El que se circuncida queda obligado a observar todas
las prácticas legales, que de hecho no puede cumplir, cayendo así en condenación
(Gal 3,2; 5,10; 6,13). Por otro lado, si sólo hay un Evangelio, es decir un med
io de salvación, la circuncisión no salva. Por tanto, quienes tienen su confianz
a en ella han roto con Cristo. Soy yo, Pablo, quien se lo dice: Si se dejan circ
uncidar, Cristo no les aprovecha para nada: Gal 5,2. La circuncisión no sólo es
relativizada, sino hasta ridiculizada por Pablo cuando se refirió a este sacrame
nto como una mutilación: "Ojalá se castraran los que los perturban" (Gal 5,12) d
ijo a los que intentaban someter bajo la circuncisión a los convertidos al crist
ianismo. d. Prueba: Abraham justificado por la fe, antes de la circuncisión Cuan
do Dios hizo la promesa a Abraham, el patriarca respondió con un intrépido acto
de fe y confianza en Aquel que lo llamaba. (Y) la fe le fue acreditada a Abraham
como justificación: Rom 4,9 = Gen 15,6. La circuncisión vino después como sello
de la justicia que proviene de la fe. Por tanto concluye lógicamente: si la fe
justificó a Abraham, no lo justificó la circuncisión. Así, los hijos de Abraham
son los hijos que se parecen a él en su fe, no en la circuncisión (Rom 4,9-12; G
al 3,6-29). Ahora bien, si la circuncisión no salva, entonces ¿cuál es el medio
de salvación? Gracias a su experiencia en Damasco, Saulo concluyó rápidamente qu
e el único que salva es Jesús, muerto y resucitado (Rom 4,2425). El mismo fue sa
lvado cuando escuchó la Palabra en su propia lengua. Esta Palabra engendró la fe
con la cual creyó en el que le hablaba y le entregó toda su vida, confiando en
él Pero tenía que probar su postura con un texto inspirado. Escudriñando la Escr
itura descubre el gran principio bíblico
El justo vivirá por la fe: Hab 2,4. De esta forma concluye sin ambigüedades: Som
os hijos de Dios por la fe en Jesu-Cristo: Gal 3,26. e. Conclusión Los que creen
en Jesús han roto con el sistema de la Ley. En Cristo no necesitan de el signo
exterior de la circuncisión, pues les basta la fe. Dios salva en Jesús mediante
la fe (Hech 15,11; Gal 2,15), es decir la justicia gratuita de Dios la hacemos n
uestra mediante la fe (Gal 2,16; Rom 3,22; 5,2). C. Del Israel de la carne al Is
rael de Dios a. Israel, pueblo elegido por Dios No hizo cosa semejante con ningu
na otra nación: Sal 147,20. Los israelitas tenían clara conciencia de ser un lin
aje especial. Si la elección los distinguía, la Alianza con su Dios los hacía ún
icos en la tierra. Sabían que por la descendencia de Abraham serían benditas tod
as las naciones (Gn 12,3) A nadie entregó su Ley ni lo llamó "mi pueblo". Eran u
na nación consagrada y propiedad particular de su Dios (Ex 19,3-8) y por eso se
mantenían separados o diferentes a los otros pueblos (Esd 9,1-2; 10,11; Neh 9,2)
. Para la mentalidad judaica, los no-judíos vivían lejos de las promesas, sin es
peranza y sin Dios, excluidos de la ciudadanía de Israel y eran extraños a las a
lianzas (Ef 2,12). Existía un desprecio hacia los extranjeros porque no pertenec
ían al pueblo elegido. Pablo reconoce que las siete bendiciones pertenecen a los
israelitas: "la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el cu
lto, las promesas y los patriarcas" (Rom 9,4-5). El, por su parte, tenía fincado
su orgullo en sus prerrogativas raciales. Presumía ser de la estirpe de Israel,
el pueblo llamado a ser luz de los pueblos (Is 42,6; 49,6). No era un prosélito
que hubiera sido admitido al pueblo de Abraham, sino que por sus venas corría l
a sangre de Isaac, Jacob y Benjamín.
b. El Pueblo de Dios: el plan universal de salvación Al celoso hijo de Abraham l
e es revelado que Dios quiere que todos los hombres se salven formando un nuevo
pueblo: Ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya q
ue todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si pertenecen a Cristo, son descende
ncia de Abraham: Gal 3,28-29. Hay un nuevo Israel, al que Pablo llama Israel de
Dios (Gal 6,16), al cual pertenecen tanto judíos como gentiles, hombres y mujere
s, sabios e ignorantes que creen en Jesús. Ha caído el muro que separaba a los p
ueblos y Dios ha formado un solo pueblo (Ef 2,14). Por tanto, ya no cuenta la ca
rne, sino la fe que actúa por la caridad. No son hijos de Abraham los descendien
tes de la sangre, sino los que obedecen la Palabra de Dios (Gal 3,6). c. Disyunt
iva Saulo de Tarso tiene que optar entre seguir presumiendo largas genealogías s
egún la carne, o en el don de la fe que lo integra al nuevo pueblo de Dios. d. P
rueba: Los dos hijos de Abraham Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro
de la libre: Gal 4,22. Con la clásica erudición de un especialista de la hermen
éutica, demuestra su tesis con un argumento bíblico que nadie puede contradecir:
Abraham tuvo dos hijos: Ismael, que nació del esfuerzo personal de los hombres
y que personifica la Ley, fue hijo de la esclava Agar y vino a ser esclavo tambi
én. El otro, Isaac, nació de la Promesa y fue el heredero de las bendiciones. No
bastaba por tanto tener por padre al Patriarca de Israel, sino nacer de la Prom
esa de Dios. Por eso concluye: No todos los descendientes de Israel son Israel:
Rom 9,6. El drama consiste en que no todos los hijos del padre de la fe son hijo
s de la Promesa. Se puede ser descendiente de Abraham y vivir bajo el yugo de la
esclavitud. El peor insulto para un descendiente de Abraham era llamarle "hijo
de la esclava": Tú eres descendiente de nuestro padre
Abraham, pero no heredarás las bendiciones, pues eres hijo de Agar, la esclava,
y estás destinado a ser esclavo. Por eso el paladín de la libertad reacciona con
fuerza cuando declara: "Nosotros no somos hijos de la esclava, sino de la libre
" (Gal 4,3). Las promesas fueron dirigidas a Abraham y a su descendencia No dice
: 'y a los descendientes', como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descende
ncia, es decir, a Cristo: Gal 3,16. Saulo sabe que la Promesa fue hecha a la des
cendencia de Abraham, que es una; y no a los descendientes. Esta descendencia es
Cristo Jesús. Por tanto en él, y sólo en él, se tiene acceso a dicha Promesa. e
. Conclusión El fariseo de Tarso vivió una experiencia semejante a la de Abraham
, cuando no lejos de Harán, en pleno territorio pagano, Dios salió al encuentro
de este Israelita que pensaba que sólo en la tierra de sus antepasados podría ma
nifestarse Dios. Saulo entiende que el Señor no se limita a las estrechas fronte
ras de una nación, ni menos a los cuatro muros de un templo. En región pagana fu
e insertado en la muerte y resurrección de Cristo Jesús, por el bautismo de Anan
ías. No bastaba ser hijo de Abraham según la carne, porque Dios tiene un pueblo
disperso por todo el mundo, que son los que nacen de su Promesa y no de la sangr
e o la carne. Todos son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús: Gal 3,26. Hay u
n solo pueblo elegido, el Israel de Dios, al cual pertenecen los que creen en Je
su-Cristo. No son hijos de Dios los hijos según la carne, sino los hijos de la P
romesa: Rom 9,8. Saulo ha cambiado. Su gloria se basa ahora en el don de la fe q
ue lo hace miembro del verdadero Israel de Dios (Gal 3,25-29). Al transformarse
en discípulo de Jesús no dejó de ser hebreo, sino que alcanzó la plenitud de los
hijos del Patriarca.
Su pasaporte certifica que es ciudadano de los cielos (Flp 3,20) y conciudadano
de los santos (Ef 2,19). Aunque como todo israelita no se puede olvidar de Jerus
alén, sabe que su patria definitiva esta allá arriba (Gal 4,26). D. De perseguid
or insolente a Apóstol incansable a. Perseguidor Su celo farisaico le exigió tom
ar medidas concretas, como él mismo lo cuenta: (Yo) perseguía encarnizadamente a
la Iglesia de Dios y la devastaba, sobrepasando en el Judaísmo a muchos de mis
compatriotas contemporáneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis
padres: Gal 1,13-14. No podía soportar que los seguidores de El Camino extendier
an su doctrina perniciosa, que atentaba contra la pureza de la religión de Israe
l. Su arma predilecta y que mejor sabía utilizar eran los argumentos escrituríst
icos, entre los que sobresalía: "Maldito todo el que está colgado de un madero"
(Dt 21,23). En su fanatismo por acabar con esta peste, hasta ignoró a su célebre
maestro Gamaliel el cual aconsejaba dejar en paz a los discípulos, pues si se t
ratara de una idea humana caería por sí misma; pero si fuera obra divina, nada n
i nadie prevalecería sobre ella (Hech 5,35-39). Para Saulo no había tregua. Tení
a que acabar con ella, pues la cizaña no tiene permiso de crecer junto al trigo.
b. Apóstol Mas, Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su
gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los ge
ntiles: Gal 1,15-16. Pero un día se ilumina la vida de este fanático fariseo. En
el camino de Damasco aparece el resplandor de la verdad del Evangelio y se rind
e incondicionalmente, reconociendo cuán insondables son los designios e inescrut
ables los caminos de Dios (Rom 11,33). Sin embargo, no es posible permanecer ind
iferente. No basta simplemente dejar de perseguir a los cristianos. No es sufici
ente ser parte de
ellos. Es necesario convertirse en un heraldo y testigo de lo que ha visto. Aque
l que era el más fiero azote de la fe, ahora es su defensor y expositor. Doy gra
cias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me
consideró digno de confianza al colocarme en el ministerio, a mi que antes fui
un blasfemo y perseguidor insolente: 1Tim 1,12-13. No es cuestión de detenerse e
n su carrera de perseguidor, sino de correr en sentido contrario. Su vida ha de
tener otra pasión por la cual luchar y sufrir: anunciar el Evangelio de la graci
a (Hech 20,24). En cuanto conoce la verdad, comienza a proclamarla a los cuatro
vientos. Siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el evangeli
o de Dios: Rom 1,1. Esta conciencia de apóstol lo hace sortear mil peligros y ve
ncer toda dificultad. Sabe que Dios ha tenido confianza en él. A pesar de haber
sido un abortivo (1 Cor 15,8), se le ha confiado el ministerio del apostolado. c
. Disyuntiva. Aceptar la nueva misión implicaba renunciar a su antigua postura t
eológica. Tendría que pagar el precio de pasar de perseguidor a perseguido, siem
pre amenazado y en constantes peligros de muerte. d. Prueba ¿No soy yo libre? ¿N
o soy yo apóstol? ¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro? ¿No son ustedes
mi obra en el Señor? Si para otros no soy apóstol, para ustedes sí que lo soy. U
stedes son el sello de mi apostolado: 1Cor 9,1-2. Cuando alguien dude de la aute
nticidad de su apostolado, el embajador de Cristo se remite a las pruebas. En pr
imer lugar, él ha visto al Señor Jesús. En segundo, las comunidades fundadas por
él mismo son el sello que garantiza su ministerio. No se trata de argumentos, s
ino de hechos. e. Conclusión ¡Ay de mí si no evangelizara!: 1Cor 9,16.
J. Jeremías interpreta la actitud de Pablo de la siguiente forma: "el ministerio
es un necesidad que me incumbe. O mejor: Dios me obliga". A Pablo se le ha conf
iado una misión ineludible, que él mismo acepta. E. De Fariseo intachable a Peca
dor perdonado a. Fariseo irreprensible En cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto al
celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable:
Flp 3,5-6. Saulo se aferraba a cada uno de los 613 preceptos de la Ley judía. S
u problema no era que fuera riguroso en la observancia de la Ley, sino que se co
nsideraba con derecho a la salvación por sus propios méritos. Trataba de salvars
e por el largo e interminable camino del cumplimiento de obras de justicia que n
unca acaban de liberar al hombre. Ser fariseo, pues, se había convertido en sinó
nimo de un hombre que se hace salvación para sí mismo y que por el acatamiento d
e la Ley se estimaba perfecto delante de Dios y de los hombres. Saulo, como el f
ariseo del Evangelio, se creía capaz de negociar con Dios, y así obtener los mej
ores intereses de su inversión de buenas obras. Podía exigir la recompensa a sus
esfuerzos, porque había obtenido los méritos suficientes para aprobar. Nadie, n
i siquiera Dios, podía achacarle falta alguna a la Ley ni a la moral prescrita e
n las frías lozas de piedra. b. Pecador perdonado Cuando iba en esta dirección e
n su carrera, fue alcanzado por Jesús, el Galileo, y la luz de Damasco tiró a ti
erra todos sus méritos. Por eso recibe el bautismo para el perdón de los pecados
. Una de las señales inequívocas de un auténtico encuentro con El Justo, es que
la persona experimenta el amor y santidad de Dios. Frente a esta maravilla descu
bre al mismo tiempo su pecado y la necesidad que tiene de ser perdonado. El Espí
ritu de Cristo resucitado convence (no acusa) de pecado, para acercarse al trono
de la gracia y recibir el auxilio oportuno. Más tarde no sólo admite que es un
pecador más sino el más grande de todos:
Es cierta y digna de ser aceptada por todos esta afirmación: Cristo Jesús vino a
l mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo: 1Tim 1,15. El pe
cado que aterra a Pablo es haber blasfemado contra el Ungido de Dios, oponiéndos
e así al plan divino. Su pecado más grave: intentar salvarse por su propia justi
cia, cumpliendo los mandamientos de la Ley. Sin embargo, da un salto de cualidad
, afirmando: Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia: Rom 5,20. Por lo tant
o ya no pesa ninguna condenación para él, como para ninguno de los que están en
Cristo Jesús (Rom 8,1). c. Disyuntiva El riguroso fariseo sólo tiene esta opción
: o seguir confiando en sus buenas obras y méritos personales, o aceptar su peca
do y abandonarse en el perdón misericordioso de Dios. d. Prueba Tanto judíos com
o paganos están todos bajo el pecado, como dice la Escritura: No hay quien sea j
usto, ni siquiera uno solo: Rom 3,10. El discípulo de Gamaliel será muy enfático
: "Todos pecaron" (Rom 3,23). Aun los que se la dan de justos delante de los hom
bres, no cumplen la Ley (Rom 2,17-24). e. Conclusión Desde la prisión, él mismo
resume este punto, avalándolo con sus cadenas: Lo que antes era para mí una gana
ncia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y aun más, juzgo que todo es
pérdida ante la sublimidad del
conocimiento de mi Señor Jesús, por quien perdí todas las cosas y las tengo por
estiércol para ganar a Cristo: Flp 3,7-8. 2. Una conversión: de siervo a hijo As
í que ya no eres esclavo sino hijo: Gal 4,7. Hemos visto cambios en algunos aspe
ctos del pensamiento y el sistema religioso de Saulo. Sin embargo la conversión
es mucho más profunda y abarca a toda la persona. Se pueden dar mutaciones o pro
gresos en la teología o cristología, sin que necesariamente se presente una conv
ersión. La transformación de Saulo no fue cuando renovó sus concepciones doctrin
ales, sino cuando se transformó su vida. En este sentido se habla de conversión.
Sin embargo, no se trata de una conversión de pecador a justo, ya que Saulo, co
mo ferviente fariseo, cumplía meticulosamente las prescripciones de la Ley. La c
onversión fue mucho más profunda: su paso de siervo obediente, a hijo con derech
o a la herencia. Veamos en qué consistió específicamente: A. siervo Un siervo es
tá obligado a observar los mandamientos de su amo. En segundo lugar, el siervo s
iempre teme un castigo por no haber satisfecho los deseos de su amo, a quien no
considera una persona, sino una autoridad que le impone arbitrariamente su volun
tad. Y al término de la jornada, no se sienta a la mesa familiar, sino que se vi
ste el delantal para servir. B. Hijo En cambio, el hijo no tiene miedo a su padr
e sino que lo llama Abbá. Su meta no se reduce a cumplir su voluntad. Un hijo y
un esclavo pueden laborar en el mismo campo, pero el primero lo realiza con una
actitud muy diferente al segundo. Lo más importante no es lo que hace, sino cómo
lo realiza. No basta cumplir los mandamientos, sino saber que se es hijo amado
del dueño del campo. Además, terminado el diario trabajo, se sienta a la mesa co
n su padre. Por último, lo que distingue fundamentalmente a un hijo de un esclav
o que trabajan en la misma viña, es que el primero sabe que tiene derecho a la h
erencia de su padre y esto lo transforma radicalmente. C. Disyuntiva
Saulo de Tarso, como todo hombre, tiene que escoger: o seguir intentando cumplir
la voluntad de Dios porque está obligado a realizarla, o vivir como hijo amado
de su padre, con derecho a la herencia. D. Prueba No recibieron un espíritu de e
sclavitud para recaer en el temor: Rom 8,15. La prueba de que somos hijos es que
Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de SU Hijo que clama: Abbá-Pap
á: Gal 4,6. Si somos hijos, también somos herederos; herederos de Dios y cohered
eros en Cristo Jesús: Rom 8,17. Por estar 'en Cristo' somos coherederos de todo
lo que le corresponde al mismo Hijo primogénito: El Espíritu Santo de la Promesa
. La verdadera conversión de Saulo fue cuando dejó de vivir como esclavo que sól
o obedece los mandatos de su amo. No bastaba cumplir la voluntad de Dios, sino h
acerlo seguro de la herencia de su padre. 3. Conclusión Si el cambio de Saulo fu
e progresivo, su conversión fue radical. Armar un nuevo sistema doctrinal le lle
vó mucho tiempo a la luz de la Escrituras. Sin embargo, comenzar a vivir como hi
jo, fue definitivo. Así se entiende qué significa ser nueva criatura: aquel que
se puede dirigir a Dios como Abbá, Papá. IV EL ENTRENAMIENTO DEL ATLETA Golpeo m
i cuerpo y lo esclavizo; no sea que habiendo proclamado a los demás, resulte yo
mismo descalificado: 1Cor 9,27. El camino del atleta, como el de todo apóstol, e
stá sembrado de aplausos y persecuciones, gloria e ignominia, calumnias y buena
fama (2Cor 6,8). Por eso necesita una férrea disciplina para lograr el dominio p
ropio
(Hech 24,25; Gal 5,23) y no desmoronarse ante las adversidades ni marearse por e
l incienso del éxito. El atleta no compite sin haberse capacitado conscientement
e. Diferentes aspectos comprende esta preparación, que tiene como meta disciplin
arlo, tanto física como mentalmente. Sin esta disciplina no sólo se naufraga, si
no que se convierte en un gran peligro para la obra de Dios. Así como el acero s
e templa a elevadas temperaturas, el apóstol se forja con la entereza frente a l
as pruebas. Si no pasa por este horno de purificación jamás podrá obtener el dom
inio propio para llegar hasta el final de la carrera. El maestro de la fe se ref
iere a esta fuerza como una armadura que todo soldado de Cristo debe llevar siem
pre (Ef 6,14-18). Con el yelmo de la salvación se protegen los pensamientos de s
u cabeza y con la coraza de la justicia se defienden los deseos del corazón. El
cinturón de la verdad le fortalece en la lucha contra la mentira. Los pies calza
dos lo mantienen presto para dar testimonio. El escudo representa la fe que lo i
nmuniza, y la espada de la Palabra lo capacita para el combate. Naturalmente no
se trata de algo externo, sino de una forma de vida que mantiene al atleta con l
a disciplina de un soldado. 1. Campo de práctica: desierto de Arabia La experien
cia de Damasco fue tan fuerte y la transformación tan radical, que conmovió los
cimientos de su fe y desestabilizó la columna vertebral de su vida. Necesitaba u
na pausa para asimilar y ubicar cada elemento dentro de una nueva perspectiva. A
l punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, sin subir a Jerusalén d
onde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia: Gal 1,16-17. El trabajo apo
stólico, como toda gran misión, está precedido de una profunda intimidad consigo
mismo, donde se encuentra de manera sutil pero real, la presencia misma de Dios
. Antes de hablar de Dios, lo escuchó en la soledad del desierto. Sólo en este a
mbiente de aridez se forja el verdadero apóstol de Jesús. Por eso, la primera et
apa de la vida de Saulo se desarrolla en la estéril región del imperio de los na
bateos. Antes de emprender su carrera apostólica, invierte tres años de noviciad
o, amalgamando y sintonizando la
Palabra de Dios con su experiencia y sus conocimientos bíblicos. Mientras alguno
s valores antiguos cobran una plusvalía, otros se ubican en su verdadera perspec
tiva y unos más se desvanecen. 2. Preparación física y sistema alimentario En la
preparación física sobresale la atención que se debe prestar a la alimentación.
Todo atleta observa un régimen alimentario apropiado, porque de éste depende en
gran parte su condición física. Implica comer algunas cosas, así como privarse
de otras que le hacen daño . Si la fuerza de un atleta estriba en su sistema ali
mentario, la fuente de energía de un apóstol es la oración (Ef 6,17-18; Col 4,2-
3), que lo conecta con el poder salvífico. Si está lleno del Poder de lo Alto, p
uede ser mejor instrumento para instaurar el Reino de justicia, gozo y paz en el
Espíritu Santo. Oración y apostolado constituyen un binomio indisoluble. Preten
der evangelizar sin una sólida vida de oración, es exponerse al frente de una ba
talla que no es contra la carne ni la sangre, sino contra las potestades y domin
aciones del mundo tenebroso. Sin embargo, no se trata sólo de la oración como ta
l, sino del modo de realizarla. Como todo piadoso fariseo, Saulo oraba tres vece
s al día. Pero después de Damasco no se centra en cuánto ora, sino en cómo ora.
Su plegaria tiene tres características. a. Oración de confianza El espíritu de h
ijos adoptivos nos hace exclamar: ¡Abbá, Papá: Rom 8,15. Por la mediación de Jes
u-Cristo en el Espíritu Santo, se dirige a Dios como Padre. Se trata de un cambi
o radical en la relación con Dios, ya que el Espíritu le otorga la confianza de
un hijo para con su papá (Gal 4,6). b. Oración en el Espíritu "No sabemos orar c
omo conviene, pero el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad e intercede p
or nosotros con gemidos inefables," para comunicarnos con Dios (Rom 8,26). Sólo
el Espíritu divino que sondea lo íntimo de Dios (1Cor 2,10) nos hace entrar en c
ontacto profundo y personal con Dios.
c. La agonía de la oración Les suplico que luchen conmigo en sus oraciones...: R
om 15,30. Por experiencia mística, el que ha sido arrebatado hasta el tercer cie
lo, se refiere a su oración como una lucha, o mejor como una agonía. Siempre que
la criatura se coloque delante del Creador, la pequeñez delante de la Grandeza,
el encuentro será desproporcional. Tomás de Aquino reafirma que la oración es u
na "lucha del hombre contra Dios". Pablo adquirió una nueva forma de orar que no
s impulsa a preguntarnos si sólo hacemos oración o tenemos un nuevo estilo de en
trar en contacto con Dios. Lo más importante no es el tiempo de oración, sino la
calidad de la comunicación con un papá amoroso. Sin embargo, es necesario admit
ir que existe una ecuación directamente proporcional entre el tiempo que le dedi
que a la oración y las veces que se logre ese contacto con Dios. Los grandes aco
ntecimientos y revelaciones de Pablo suceden mientras ora: Ananías encontró aque
l feroz león que amenazaba acabar con los cristianos, orando (Hech 9,11). Mientr
as oraba en Corinto, con un espíritu tímido y tembloroso, Dios lo conforta dicié
ndole que no tenga miedo (Hech 18,9-11). En oración tuvo la visión del macedonio
que amplió las fronteras de su ministerio (Hech 16,9-10). En Filipos es liberad
o de las cadenas de la cárcel, gracias a la oración de alabanza (Hech 16,25-40).
Sus cartas están salpicadas de alabanzas e himnos de glorificación a Dios. De u
na manera especial sobresale la Epístola a los Romanos. Por esta razón Pablo rec
omienda a los suyos: "Sean perseverantes en la oración" (Rom 12,12), "oren const
antemente" (1Tes 5,16-18), "de manera especial con la acción de gracias" (Col 4,
2). s. Privación: Pecado Los atletas se privan de todo: 1Cor 9,25. Si el deporti
sta se nutre muy cuidadosamente, de la misma forma ha de renunciar a aquellos al
imentos que lo perjudican. El apóstol, por su parte, debe abstenerse del pecado,
para poder correr con ligereza.
Sacudamos todo peso del pecado que nos asedia y corramos con fortaleza la prueba
...: Heb 12,1. El peor enemigo del evangelizador es su pecado. Así como su pecad
o llorado y perdonado puede servir de gran testimonio para todos los demás, algu
na situación de pecado permanente es capaz de desprestigiar su ministerio. Un gr
an pecado se asemejaría a intentar correr cargando una piedra de 100 kilos. Un p
ecado permanente sería como caminar toda la vida con una piedra en el zapato. C.
Cuidado físico Pablo es consciente de que su cuerpo ha de estar suficientemente
preparado y apto para cumplir la misión que le compete. Por eso afirma: Golpeo
mi cuerpo y lo esclavizo: 1Cor 9,27. No se trata de una simple mortificación par
a acallar los gritos de las pasiones, porque resulta contraproducente (Col 2,23)
, sino de someter su cuerpo bajo la misión que le ha sido encomendada, ya que ta
mbién el cuerpo debe colaborar en esta empresa. El cuerpo, que se inclina al pec
ado (Rom 7,21-25), es vulnerable a las concupiscencias de la carne, por lo que s
e precisa mantenerlo bajo el control del Espíritu, con disciplina y esfuerzo (Co
l 3,5). Un ministro de la cruz de Cristo no puede concederse todos los gustos ni
vivir bajo la ley del menor esfuerzo; al contrario, ha de estar siempre al serv
icio de los valores supremos. No vive para el cuerpo, sino que el cuerpo es del
Señor y el Señor es para el cuerpo (1Cor 6,13). El cuerpo del hijo de Benjamín,
aunque era débil por naturaleza (2Cor 10,10) y a veces sufría enfermedades (Gal
4,13), estaba capacitado para soportar largos viajes, azotes, cárceles, varios d
ías sin comer y noches sin dormir (2Cor 11,23-27), porque se había ejercitado en
el combate. Sabía resistir todo tipo de dificultad y no se acobardaba ante nada
ni ante nadie. 3. Preparación psicológica: mentalidad de vencedor No basta la p
reparación física. Es mucho más importante la disciplina mental. Si un atleta no
se ha preparado psicológicamente para las adversidades y contingencias de la ca
rrera, no podrá jamás alcanzar la meta.
El apóstol a su vez ha renovado su mente y "discierne la voluntad de Dios: lo bu
eno, lo mejor y lo perfecto" (Rom 12,2). En todo salimos más que vencedores...:
Rom 8,37. A pesar de los sufrimientos y fracasos, sabe que es "más que vencedor"
(Rom 8,37) que participa del desfile triunfal de Cristo Jesús (2Cor 2,14) y que
nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (R
om 8,38-39). El lema y el grito de guerra de este soldado de Cristo, frente a cu
alquier adversidad o dificultad era el siguiente: Todo lo puedo en Aquel que me
conforta: Flp 4,13. Vencer los problemas no es la única forma de triunfar. La fe
nos asegura que Dios escribe derecho en renglones torcidos. Por eso Pablo decla
ra: Todo concurre para bien de los que aman a Dios: Rom 8,28. La mentalidad de v
encedor es una de las características de los triunfadores. 4. Conclusión Es nece
sario prepararse en todos los sentidos para la misión. Es tan grande e important
e que nos exige capacitarnos en cada aspecto de la vida humana: el físico, el cu
ltural, la madurez psicológica y la dimensión pastoral y espiritual.
V CUATRO ENTRENADORES DE PABLO Para prepararse para la carrera, Pablo de Tarso t
uvo cuatro entrenadores que lo esculpieron como atleta. 1. Rabí Gamaliel Yo soy
judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad, instruido a los
pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley de nuestros padres: Hech 22,
3.
Uno de los cinceles que más contribuyó para conformar el espíritu y la mente de
Saulo fue Rabí Gamaliel, el cual gozaba de gran reputación en el pueblo de Israe
l. (Hech 5,34). Era nieto del célebre Hillel y en su escuela de discipulado se f
orjó el alma del joven Saulo de Tarso estudiando, meditando y orando con los san
tos Manuscritos. El gran aporte de Rabí Gamaliel para con el fariseo de Tarso fu
e el profundo conocimiento de las Escrituras. Saulo cita el Antiguo Testamento m
ás de doscientas veces en sus Epístolas. No puede hablar, ni menos enseñar o pre
dicar, sin hacer alusión a la Ley, los Escritos y los Profetas. Atrás de cada me
nción de la Escritura, aparece la impronta del rabino judío con quien gastó tant
o tiempo descifrando los enigmas de los profetas y los consejos de los sabios de
Israel. Rabí Gamaliel dejó una huella indeleble en el alma del leal fariseo. Su
amor y respeto por la Torah, los Nebiím y los Ketubim fue tan decisiva que se e
scribió de él: "Con la muerte de Gamaliel vino a menos la veneración por las Esc
rituras". Sin el aporte de este rabino, Saulo no hubiera pasado de ser un aficio
nado al atletismo apostólico. Su maestro dio forma escriturística a su pensamien
to; pero lo más importante, le infundió respeto y amor a los Santos Pergaminos.
Para Pablo fue tan importante la Sagrada Escritura, que su última voluntad antes
de morir fue pedirle a Timoteo que se apresurara en traerle los Manuscritos que
contenían la Palabra de Dios (2Tim 4,13). 2. El discípulo Ananías Había en Dama
sco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: 'Ananías'. El
respondió: 'Aquí estoy, Señor': Hech 9,10. "Ananías era un hombre piadoso según
la Ley, bien acreditado por todos los judíos" (Hech 22,12), que el noventa y nue
ve por ciento de las veces que Dios le llamaba, contestaba: "Aquí estoy, Señor".
Por desgracia había un punto en el que se resistía, pues poseía una base de dat
os actualizada que había procesado adecuadamente para llegar a una conclusión co
nfiable. Consciente de que el azote de los cristianos se acercaba a Damasco, rog
aba a Dios para que interviniera de forma milagrosa y aniquilara a la terrible a
menaza. En ese preciso momento tuvo una visión del Señor que le llamaba por su n
ombre: "Ananías". El respondió como de costumbre: "Aquí estoy, Señor." 'Puedes p
edirme lo que quieras...'.
Se trataba de una tarea muy delicada: Levántate y vete a la calle Recta, y pregu
nta en casa de Judas por uno de Tarso, llamado Saulo...: Hech 9,11. Se le pedía,
precisamente, ese uno por ciento que todavía no estaba dispuesto a ceder. Por e
so, antes de que el Señor terminara de indicarle su plan, el discípulo lo interr
umpió, pues estaba al tanto de cada dato que circulaba entre los santos cristian
os con respecto al susodicho Saulo de Tarso. Entonces, con síntesis de reportero
, resume el problema en una cápsula informativa: "Señor, he oído hablar a muchos
de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén...
". 'Puedes solicitarme lo que quieras, Señor; pero conozco perfectamente al tipo
y no me es sujeto de crédito. Imagínate que hasta acá han llegado las noticias
de todas sus fechorías en Judea... eso que me estás indicando no es ni oportuno
ni lógico'. Ananías actualiza al Señor con los últimos reportajes recién llegado
s. Con lujo de detalles se refiere a la muerte de Esteban, las amenazas y blasfe
mias, las cartas de autorización y cómo de un momento a otro el león rugiente in
vadiría la ciudad para apresar a los seguidores de 'El Camino'. Sin embargo, ign
oraba lo acontecido en el último minuto, que también tenía sesenta segundos, y q
ue Dios podía sorprender en cualquier instante, pues acostumbra actuar "de repen
te". "Vete", le ordena simplemente el Señor. 'No tengo tiempo para informarte cu
anto acaba de suceder en las afueras de la ciudad'. Para Ananías fue más difícil
entregar el uno por ciento que le faltaba, que el 99%. A pesar de sus resistenc
ias se encaminó para cumplir la encomienda. Tardó en encontrar la calle principa
l de la ciudad y respiró hondo antes de entrar a la casa del famoso Judas. En cu
anto descubrió al temido perseguidor, se colocó a su espalda, y antes de saludar
lo le aclaró que no estaba allí por propia iniciativa, sino por expresa orden de
l Señor: "Saulo, me ha enviado a ti el Señor Jesús" (Hech 9,27). Con reservas le
impuso las manos desde lo más lejos posible y con voz temblorosa le ordenó: "re
cobra la vista y sé lleno del Espíritu Santo". Luego lo bautizó e inmediatamente
se retiró.
Tres aspectos resumen la misión de Ananías con Saulo: • Recobrar la vista: Es el
instrumento para que aquel hombre sumido en las tinieblas de la ignorancia del
plan de Dios recuperara la vista. Por tanto no se reduce sólo a la curación de l
a ceguera física, sino que hace caer el velo que pesaba sobre el entendimiento d
e Saulo, para que reconociera a Jesús como el Mesías anunciado por los profetas.
Aquel que estaba ciego, ahora tiene la misión de conducir a la luz a los que vi
ven en sombras de muerte. • Ser lleno del Espíritu. El fariseo de Tarso recibió
el Don de los dones a través de este discípulo del Señor. De no haber obedecido
esta orden, Saulo no habría recibido el Espíritu de filiación y la fuerza para p
redicar con poder el Nombre de Jesús hasta los confines de la tierra. A partir d
e ese momento el Espíritu será su fuerza, su inspiración y el motor de su aposto
lado. • Ser bautizado. Ananías fue el instrumento para insertar a Saulo en el mi
sterio de la muerte y resurrección de Cristo Jesús. La experiencia carismática d
el camino de Damasco debía ser sellada con el sacramento del bautismo. El encuen
tro personal con Jesús resucitado era confirmado por la comunidad cristiana, rep
resentada por Ananías, que admitía a Saulo de manera formal al grupo de los que
se habrían de salvar y que integraban la comunidad de Jesús: la Iglesia. Fue tan
profundo este momento que cuando en el futuro Pablo trate el tema del bautismo
de alguna manera estará reflejando su experiencia personal en la casa de Judas,
por el ministerio de Ananías. Nadie ha contribuido tanto en tan poco tiempo como
este fiel discípulo del Señor, cuando entregó lo único que no estaba dispuesto
a conceder. Tal vez con ese uno por ciento cooperó más en la historia de la salv
ación, que con el noventa y nueve que ya antes había ofrecido. Si Ananías no hub
iera puesto en manos de Dios lo único que se reservaba, hoy día no existiría el
Apóstol de los gentiles. 3. Su amigo José Bernabé
El tercer entrenador de Saulo fue su fiel amigo José, apodado Bernabé (hijo de l
a exhortación), levita originario de la isla de Chipre, que poseía una mentalida
d abierta y conciliadora. Bernabé sobresalió por ser el primero en todo. Nadie s
abe quién fue el segundo hombre que plantó su huella en el Continente Americano
hace 500 años. Las estatuas y reconocimiento son sólo para Cristóbal Colón. Hace
r las cosas que otro ha realizado antes, no tiene tanto valor. A quien se debe a
dmirar es al primero que se atreve a intentarlo. Bernabé pertenece a esta clase
de hombres que se arriesgan a incursionar por caminos vírgenes. A. Primero en en
tregar sus bienes a los Apóstoles La comunidad de los discípulos de Jesús vivía
sentenciada a muerte. Después de decomisarles los bienes, los azotaban y despedí
an de sus trabajos. Se les apresaba y condenaba a muerte sin justo juicio. No ha
bía mucho porvenir para ellos. Ser cristiano en esas circunstancias era sinónimo
de pertenecer a una especie en peligro de extinción. Su economía era precaria.
Aunque condividían sus pocas pertenencias, no había mucho qué compartir. Ni cuen
tas en el banco, ni menos inversiones fijas a largo plazo a nombre de la comunid
ad, pues nadie tenía asegurado el mañana. (Bernabé) tenía un campo. Lo vendió y
trajo el dinero a los pies de los apóstoles: Hech 4,37. En esas circunstancias,
José Bernabé creyó hasta las últimas consecuencias e hizo lo inaudito contra tod
a lógica humana. Vendió su campo, el único y lo único que tenía, y entregó la to
talidad del dinero a los apóstoles... Humanamente hablando, era demasiado atrevi
do. Podría parecer más sensata la actitud de Ananías y Safira, de guardar la mit
ad del importe para cualquier emergencia o para asegurar la ancianidad que se av
ecinaba (Hech 5,1-11). Pero la fe de Bernabé no era a medias. Si ya había expues
to su vida al creer en el Crucificado, no había por qué no arriesgar las cosas m
ateriales. Acapulco presume con suficientes méritos de ser una de las bahías más
hermosas del mundo. En un despeñadero llamado La Quebrada, saltan al vacío intr
épidos clavadistas desde una altura de más de 60 metros, calculando coincidir su
caída con la crecida de la marea, para no quedar estampados en las rocas. Cient
os de personas se congregan día y noche para
admirar a quienes desafían la muerte con exactitud cronométrica. Sin embargo nin
guno de ellos merece reconocimiento como el primero que descubrió la técnica y s
e atrevió a intentar el riesgoso salto. A lo largo de los siglos existe una list
a interminable de monjes y ascetas que se han lanzado al vacío de la pobreza, re
nunciando a la seguridad de los bienes materiales, pero todos ellos lo han hecho
después de Bernabé el levita, que se atrevió a tirarse en las manos providentes
de Dios y de la comunidad. B. Primero en creer en la conversión de Saulo Cuando
el aguerrido fariseo se convirtió, inmediatamente comenzó a evangelizar. Los vo
lcanes explotan sin pedir permiso y causan cambios imprevistos. Con la misma dec
isión con que antes había perseguido a los discípulos del Galileo, ahora anuncia
a Jesús como el Hijo de Dios, provocando gran desconcierto. "¿No es éste el que
perseguía a la Iglesia de Dios?" (Hech 9,21). Pero Saulo, en vez de apocarse, "
se crecía" y con nuevo ardor proclamaba que Jesús era el Cristo anunciado por lo
s profetas (Hech 9,22). Esto suscitó un gran resentimiento de sus antiguos corre
ligionarios, que decidieron matarlo. Como sabe que su vida está al servicio del
Evangelio, quiere preservarla para la misión que se le ha confiado y escapa por
la noche descolgándose en una cesta por la muralla de la ciudad. Con la pena de
muerte sobre su cabeza y buscando un poco de paz y sosiego, decide subir a Jerus
alén, donde se encuentran los testigos más autorizados de Jesús, y sin duda los
más radicales en la cuestión del amor radical a Dios y los hermanos. Necesita pr
otección y amparo en estas difíciles circunstancias. Sin embargo, la decepción f
ue traumática, pues la comunidad que lo debía acoger, le dio la espalda. Saulo i
ntentaba juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, no creyendo qu
e fuese discípulo: Hech 9,26. Saulo procuraba y trataba de integrarse a la santa
Iglesia. Todo fue en vano. Los santos discípulos sospechan que se trataba de un
espía, y se corrió la voz de que se había infiltrado en las filas de la comunid
ad para conocer nombres, direcciones y escondites de cada discípulo. Por eso, en
cuanto se
presentaba en una asamblea, ésta se disolvía. Nadie lo recibía en su casa. Todos
lo evitaban, le negaban el saludo y lo dejaron solo. Se encuentra en una cueva
cada vez más estrecha y sin salida. La comunidad cristiana no lo admite, ni la s
inagoga lo puede volver a aceptar, pues ha recibido el bautismo cristiano. La sa
nta Iglesia de Dios rechaza la visa de entrada a su territorio, y vive en la más
incomprensible soledad. Lucas describe la situación de una manera terrible: "to
dos le tenían miedo". Esta fue la primera gran crisis de Saulo, que en sus noche
s de insomnio se preguntaría: '¿Estos son los santos cristianos? ¿Dónde está el
amor de su Maestro? ¿Vale la pena ser uno de ellos? ¿No será mejor marchar por m
i lado?' Lo único que lo sostiene es el resplandor de aquella luz intensa del ca
mino de Damasco, la cual no ofrece todas las respuestas, pero sí brinda la sufic
iente motivación para seguir adelante, a pesar de que las puertas se cierren y l
os caminos se tornen estrechos. Apenas estaba viviendo su luna de miel en Damasc
o, tuvo que entrar al doloroso horno de purificación, donde las llamas acrisolan
las motivaciones, y se vive la más aguda pobreza, pues se derrumban las segurid
ades humanas y se desvanecen los sueños. Cuando nadie confiaba en él y todos le
daban la espalda, sólo una mano se le tendió. Bernabé fue el primero y único que
creyó en la autenticidad de Saulo. Lo visitaba, hablaba en privado con él por l
a noche y lo animaba, asegurándole que un día sonaría la hora del apostolado. Só
lo estaba vinculado al Cuerpo de Cristo por una juntura que lo conectaba con la
savia de vida: su fiel amigo José Bernabé. Entonces Bernabé lo tomó y le present
ó a los apóstoles y les contó cómo había visto al Señor en el camino y que le ha
bía hablado y cómo había predicado con valentía en Damasco en el nombre de Jesús
: Hech 9,27. El chipriota entonces, a pesar de la resistencia de Saulo, convoca
a una asamblea extraordinaria, presidida por los apóstoles, y presenta a Saulo j
unto a él. Como el neoconvertido porta el estigma de la duda y no es sujeto de c
rédito, entonces Bernabé se transforma en su interlocutor. Arriesgando su presti
gio y con el peligro de ser destituido del candelero donde la comunidad lo vener
a, habla en favor del antiguo fariseo perseguidor. Compromete su autoridad en pr
o de su amigo y mete la mano al fuego por Saulo.
La defensa de Bernabé se basa en dos evidencias que presenta como criterio indub
itable de verdad. Primero, realmente se le apareció el Señor Jesús en el camino
de Damasco. No fue un espejismo motivado por el calor del desierto. Segundo, el
antiguo perseguidor ha comenzado a predicar, arriesgando hasta su propia vida. P
or tanto, concluye, no se trata de un engaño ni de una estrategia traicionera. Q
uien ha expuesto su vida por algo, ha probado con creces el valor por el cual es
tá dispuesto a morir. La Palabra no relata si Bernabé convenció a la asamblea. M
ás bien parece que no. Pero quien ciertamente estaba seguro que contaba con un v
erdadero amigo, fue Saulo de Tarso. Para Saulo fue suficiente que alguien creyer
a en él. Basta sentir la aceptación y la confianza sin límites de una persona pa
ra compensar las dudas y soportar el rechazo de todos los demás. La certeza de u
n amor incondicional es el pilar que sostiene la estructura de una personalidad
que no se erosiona con los vientos de la persecución, las tormentas de la calumn
ia o el rechazo de una multitud anónima. Así, se le abre una pequeña aunque tran
sitoria oportunidad para predicar en la ciudad de David. Pero su pasado de fervi
ente fariseo le cobra altos intereses. Sus antiguos correligionarios se sentían
muy ofendidos porque el capitán de su equipo los había traicionado, cambiándose
al bando contrario. Así pues, se desató una persecución no sólo contra Saulo (co
mo en Damasco), sino contra todos los discípulos de Jesús. La actitud agresiva y
a veces imprudente de Saulo acrecentaba el conflicto, pues la oposición, en vez
de amainarlo lo hacía crecerse y luchar más implacablemente contra la adversida
d. Era un círculo vicioso y mortal. Saulo desafiaba a los judíos, los cuales ata
caban con más brío, a lo cual Saulo respondía con más vigor. De esta forma se pr
eveía el desencadenamiento de la guerra total. Su conversión, en vez de aplacar
la persecución, incrementaba la crisis. Hasta entonces se toleraba a los nazaren
os, pero abanderados por el aguerrido fariseo de Tarso, eran un peligroso fuego
que solamente se podría extinguir con otro fuego. Entonces, en conciliábulo secr
eto y con mucha oración de por medio, "los hermanos" resolvieron alejar a Saulo
como medida de distensión. Así se calmarían los ánimos y las aguas volverían a s
u cauce normal. Era mejor sacrificar a uno, que vivir en dificultades todos. Apr
ovechando la coyuntura de que los judíos querían matarlo, la comunidad presentó
el pretexto de protegerlo, no dentro de sus alas, sino enviándolo lo más lejos p
osible. Sin preguntarle lo que él quería, decidieron por él y lo separaron de la
comunidad, ofreciéndole un viaje con todos los gastos pagados... pero su boleto
no incluía el regreso. Debía retornar a Tarso de Cilicia... y cuando se le neces
itara o hubiera un puesto vacante en la comunidad, lo mandarían llamar... Lucas
es muy expresivo cuando describe que "le hicieron marchar a Tarso" (Hech 9,30),
dando a entender que Saulo no tenía alternativa. Forzado por la resolución ecles
ial, aceptó lo ineludible. Es más, para asegurarse de que embarcaría, lo acompañ
aron hasta el puerto de Cesarea. En cuanto el buque desapareció en el horizonte
con el problema a bordo, el mismo autor que había narrado la expansión de la per
secución, apunta con fina ironía: ...entonces las Iglesias gozaban de paz en tod
a Judea, Galilea y Samaria: Hech 9,31. Ya se podía respirar a fondo sin tener el
alma colgada de un hilo. Ya no había motivos de taquicardias ni de segregar adr
enalina, pues la causa del conflicto se había esfumado. Saulo es rechazado por e
l cuerpo de Cristo, avalado por las autoridades de Jerusalén. Ninguna figura pue
de expresar mejor esta tragedia que cuando él mismo reconoce con tristeza: "soy
un aborto" que no puede ser mantenido dentro del cuerpo y se le priva de la prot
ección y la comunión de los demás (1Cor 15,8-9). Tiempo atrás él mismo había tom
ado la decisión de retirase al desierto. Pero el destierro es algo muy diferente
. Alejado por la misma comunidad debe pasar unos cinco años en la soledad y el s
ilencio, al abrigo del taller paterno. Mientras cose una piel con la otra, se pr
egunta porqué lo han arrancado del tejido del cuerpo de Cristo y vive como un ab
ortivo que no ha sido tolerado por los otros miembros... Sólo le quedaba un recu
erdo que el tiempo y el espacio amenazaban diluir: aquel levita de Chipre que cr
eyó incondicionalmente en él. C. Primero en descubrir el Saulo evangelizador El
Evangelio traspasó las reducidas fronteras de Judea y la Palabra se expandió por
Fenicia, Chipre y Antioquía. Pero la Buena Nueva sólo era proclamada a los judí
os, hasta que algunos chipriotas y cirenenses rompieron la barrera racial y anun
ciaban a Jesús también a los paganos, los cuales lo recibieron con gozo y gran n
úmero abrazó la fe (Hech 11,19-21).
En cuanto se enteró la Iglesia madre de Jerusalén de este salto profético, se pr
eocuparon por encontrar un puente de contacto que no traicionara la esencia del
mensaje evangélico. Seleccionaron a José Bernabé, no sólo porque en su persona s
e unían la cultura de la diáspora con el judío de corazón, sino porque "era un h
ombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe" (Hech 11,24). Además no tenía camp
o que cuidar: era libre de posiciones y de posesiones. (Bernabé) partió para Tar
so en busca de Saulo, y en cuanto lo encontró, le llevó a Antioquía: Hech 11,25-
26. Inmediatamente deja la capital, pero antes de llegar a su destino sube hasta
las faldas de la cordillera del Tauro para buscar en la calle de los artesanos,
la casa de un experimentado tejedor de tiendas de campaña. Allí encuentra a su
amigo, aquel por el que un día había metido las manos al fuego. Bernabé venía co
n un solo propósito: invitar a Saulo a cooperar en la dirección y organización d
e la Iglesia de Antioquía. El chipriota estaba seguro que atrás de ese carácter
impulsivo se escondía un diamante en bruto que había que pulir. Cree en el que n
adie cree. Ese Saulo que provoca tantos problemas y suscita tantas envidias, es
un vaso de elección y será luz de los gentiles. Había sonado la hora de Saulo. S
e atreve a ser mal interpretado porque se asocia a uno que estuvo bajo la sospec
ha, sin comprobársele sus fallas. Llamar a Saulo para trabajar en la comunidad s
uponía un gran riesgo. Si Saulo fallaba, los bonos de Bernabé perderían muchos p
untos en la jerarquía de la Iglesia. Con este gesto profético, Bernabé mostraba
con claridad y con caridad su desacuerdo con quienes tiempo atrás habían expulsa
do al tejedor de tiendas de la Tienda de la comunidad. Hoy día todos los cristia
nos reconocen la autoridad del Apóstol de los gentiles. Grandes catedrales (Lond
res) y hasta populosas ciudades (Sao Paulo), llevan su nombre. Su estatua, a la
par de la de Pedro, custodia la entrada al Vaticano. Pero el primero, y hasta en
tonces único que creyó en él, fue su amigo José Bernabé. Estuvieron juntos duran
te un año entero: Hech 11,26.
Un año pasa Saulo bajo el martillo y el cincel de Bernabé, que lo impulsa, lo an
ima y lo corrige para que su predicación no sólo manifieste la verdad, sino que
sea capaz de convertir. Poco tiempo después el Espíritu seleccionó a estos dos b
uenos amigos para una carrera de fondo: Mientras estaban celebrando el culto del
Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: "Separadme ya a Bernabé y a Saulo par
a la obra a la que los he llamado:" Hech 13,2. El jefe del equipo era el experim
entado Bernabé, cuya madurez y prudencia constituían una garantía. Junto con él
iba un joven fogoso y gozoso, que era una dinamita que podría construir o destru
ir toda la obra. Nunca dos personalidades tan dispares se conjuntaron para un so
lo objetivo. Si la amistad más hermosa del Antiguo Testamento es la de David de
Judá con Jonatán, el benjaminita, en el Nuevo Testamento la amistad más preciosa
es la de Bernabé el chipriota con Saulo de la tribu de Benjamín. Como detalle e
locuente sobresale la escena de aquel valiente predicador lapidado en Iconio, qu
e es dejado en el suelo, creyéndolo ya muerto, pero su amigo Bernabé lo levanta
y lo lleva a la ciudad para curar sus heridas (Hech 14,19-20). Sus vidas se entr
elazaron en Jerusalén, trabajaron juntos en Antioquía y unidos traspasaron front
eras con una sola obsesión: hacer conocer, amar y seguir a Jesús de Nazareth. A
nadie le debe tanto Saulo como a su amigo Bernabé. 4. El Espíritu Santo Todos lo
s que son guiados por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios: Rom 8,14. El
verdadero entrenador y guía del apóstol es el mismo Espíritu Santo. (Saulo y Sil
as) atravesaron Frigia y la región de Galacia, habiéndoles el Espíritu Santo pro
hibido predicar en la provincia de Asia. Después de Misia, llegaron a Bitinia, p
ero el Espíritu no se lo consintió: Hech 16,6-7. Sin el Espíritu Santo no se da
la misión (Hech 13,2-3). El es el protagonista de la evangelización y de la inst
auración del Reino de Dios. El
Apóstol no hubiera cruzado la frontera de Europa si el Espíritu no se lo hubiera
revelado (Hech 16,9-10). El Espíritu también lo previene de los futuros problem
as y lo fortalece para la prueba. El Espíritu Santo en cada ciudad me avisa que
me están esperando cadenas y tribulaciones: Hech 20,22-23. Fue este mismo entren
ador el que lo seleccionó para una tarea especial (Hech 13,2), y lo capacitó con
señales y prodigios (Rom 15,19) para el ministerio del Espíritu (2Cor 3,8) y pr
edicar el Evangelio, no sólo con poder, sino con Espíritu Santo (1Tes 1,5). Es e
l Espíritu quien realiza la obra maravillosa de plasmar la imagen de Jesús en la
vida del apóstol (2Cor 3,18). Un entrenador no sólo ayuda en el aspecto físico,
sino ante todo fortalece, acompaña y apoya al atleta. Por eso, el Espíritu de C
risto anima al incansable predicador cuando ya ha llegado al límite de sus fuerz
as en Corinto: No tengas miedo, sigue hablando y no calles; porque yo estoy cont
igo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal, pues tengo yo un pueblo n
umeroso en ésta ciudad: Hech 18,9-10. 5 . Conclusión Pablo no fue un autodidacta
ni un hongo solitario, sino miembro de un cuerpo que necesitaba de los demás. A
sí como en el cuerpo el ojo precisa del pie y el pie de la mano, así el maestro
de los gentiles requirió de otros miembros del cuerpo de Cristo para cumplir su
misión de Apóstol de los gentiles. Atrás de este título tan glorioso están todos
aquellos que colaboraron para formarlo, capacitarlo y apoyarlo en su misión. Si
n estas ayudas jamás se hubiera esculpido la figura de este gigante de la Iglesi
a. VI REGLAMENTO DE LA CARRERA El atleta no recibe la corona si no ha competido
de acuerdo al reglamento: 2Tim 2,5.
La misión apostólica no se realiza por iniciativa o gusto individual. Existe un
reglamento que es preciso observar, pues de otro modo se expone a ser descalific
ado de la carrera. No se trata de normas arbitrarias. Al contrario, se favorece
el respeto y la lealtad, para evitar que alguno saque ventajas indebidas. Desafo
rtunadamente en el campo del apostolado existen quienes se sirven del Evangelio
o se apropian de él. Hay otros que lo predican buscando beneficios personales (F
lp 1,15-17). Si alguien lo hace así, es excluido de la carrera de manera automát
ica. Veamos sus tres leyes más importantes: KErygma, KArisma y KOmunidad (KEKAKO
). 1. Anunciar el único Evangelio y ser evangelio (KErygma) A. Unico Evangelio o
ser anatema Si alguno les anuncia un Evangelio distinto al que han recibido, ¡s
ea anatema!: Gal 1,19. Pablo establece muy claro que no se puede anunciar otro E
vangelio que el que él mismo ha recibido: Cristo murió por nuestros pecados (1Co
r 15,3), la salvación es gratuita (Hech 20,24) y no hay más que un solo mediador
entre Dios y los hombres (1Tim 2,5). La Buena Noticia es la persona de Cristo J
esús. Este Evangelio es único y ni siquiera un ángel venido del cielo tiene auto
ridad para cambiarlo. Quien se atreviera a adulterarlo, es reo de lo peor de tod
as las maldiciones: el anatema (Gal 1, 8-9). Sin embargo no se puede caer en una
visión reductiva del Evangelio, considerándolo únicamente como un contenido. Se
trata de una acción: Instaurar el Reino de Dios en este mundo, haciendo que tod
o tenga a Cristo por cabeza (Ef 1,10). En palabras de Pablo VI sería 'instaurar
la civilización del amor', donde la justicia y la libertad, la paz y el desarrol
lo integral de la persona y los pueblos sean para bien de la comunidad humana. B
. Ser buena noticia Ustedes saben cómo me comporté siempre entre ustedes... sirv
iendo al Señor con toda humildad y lágrimas. Yo de nadie codicié oro, plata o ve
stidos: Hech 20,18-19.33.
Para ser evangelizador no basta proclamar un mensaje ni sólo testificar la muert
e y resurrección de Cristo Jesús. Se necesita al mismo tiempo ser testigo con la
propia vida: creer lo que se predica y vivir lo que se cree. De otra forma se c
orre el terrible riesgo de haber proclamado a otros y ser uno mismo descalificad
o antes de llegar a la meta (1Cor 9,27). Si el evangelizador no es él mismo un e
vangelio, una buena noticia para el mundo, su mensaje pierde credibilidad. Si no
vive lo que proclama, nadie va a creer lo que dice. Pablo se atreve a decir: "s
ean mis imitadores, como yo soy de Cristo" (1Cor 11,1); pues "la gracia de Dios
no ha sido estéril en mí" (1Cor 15,10), de tal manera que "ya no vivo yo, sino q
ue es Cristo quien vive en mí" (Gal 2,20). 2. Con el poder del Espíritu (KArisma
) La transformación de los corazones (Hech 16,14), así como la instauración de l
a nueva creación, son obra creadora de Dios, mediante el anuncio de la Palabra q
ue tiene poder para edificar el Reino de Dios. Por eso, desde su primer escrito
Pablo muestra a los tesalonicenses su método para evangelizar: Les fue anunciado
nuestro evangelio no sólo con palabras, sino con signos y la plena persuasión d
el Espíritu Santo: 1Tes 1,5. Esta acción del Espíritu se muestra en la parresía
y la dynamis: A. Parresía: fuerza para predicar (Pablo) predicaba con fuerza en
el nombre del Señor: Hech 9,28. La parresía es la capacidad de convicción del Es
píritu que hace que el evangelizador predique con seguridad, valentía y libertad
, basado en el poder intrínseco que tiene la Palabra. Así predicaba Pablo y así
se refiere también en sus cartas. B. Dynamis: poder para actuar La 'dynamis', es
el poder salvífico de Dios.
No me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo
el que cree: Rom 1,16. Los signos de poder no son facultativos sino imperativos,
pues muestran a Jesús vivo, salvando y liberando a su pueblo. Prodigios y milag
ros, curaciones y liberación, son tan trascendentes que identifican a un verdade
ro apóstol (2Cor 12,12). Los carismas están encuadrados dentro de un marco evang
elizador. Así la Palabra adquiere toda su fuerza. Pablo era un carismático que h
ablaba en lenguas, curaba paralíticos y resucitaba muertos. Tenía palabra de cie
ncia y el don de la fe. Hasta sus pañuelos curaban enfermos (Hech 9,12). De mane
ra especial sobresalía el carisma que identifica al líder: el discernimiento par
a descubrir el designio de Dios a los demás (Hech 20,27). El marco de todos sus
carismas era la misión evangelizadora. Fuera de este contexto se malentienden y
deforman. Sin embargo, no sólo tenía carismas. También ejercitaba ciertos minist
erios: era profeta y maestro (Hech 13,1) y de manera especial el ministerio que
él colocaba al frente de todos: ser Apóstol (1Cor 12,28). 3. Comunión del Padre
con el Hijo en el Espíritu Santo (KOmunidad) La gracia del Señor Jesu-Cristo, el
amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes: 2Cor 13,1
3. Por comunión se entiende el amor y la unión que existen entre el Padre y el H
ijo en el Espíritu Santo, que se proyecta en el cuerpo de Cristo, que es la comu
nidad cristiana. La comunión que proviene de Dios, se refleja en que los creyent
es tienen un solo corazón y una sola alma (Hech 4,32). Un solo Señor, una sola f
e, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos que está sobre todos, por tod
os y en todos (Ef 4,5-6), y son animados por un único y mismo Espíritu (1Cor 12,
13). La comunión tiene dos direcciones: A. Comunión con Cefas Pablo fue llamado
al apostolado de forma anormal y tuvo que sufrir este estigma toda su vida. Desd
e un principio fue rechazado y echado fuera
de la Tienda de la comunidad. Pero una vez reintegrado a Antioquía, y sobre todo
iniciando sus viajes apostólicos, había que encontrar la fórmula de que su apos
tolado contribuyera a la unidad de la Iglesia y no a la creación de una estructu
ra al margen de la definida por su Fundador. No era fácil solucionar este proble
ma, pues al mismo tiempo los apóstoles desconfiaban del antiguo perseguidor, arg
umentando que si cualquiera que afirmara que tenía visiones y revelaciones se au
toconstituía en apóstol, se crearía un gran desconcierto entre las Iglesias. Hab
ía que proceder con prudencia sin dejar de ser permeables al Espíritu. Pablo ent
onces, como buen tejedor de tiendas, toma la decisión de buscar los hilos que pu
edan unir y no rasgar el cuerpo de Cristo. Si Jesús ha destruido el muro de sepa
ración de los pueblos, Pablo no puede constituir un obstáculo que amenace la uni
dad apostólica. Emprende un viaje especial de quince días a Jerusalén para visit
ar a Cefas (Gal 1,18). Tal vez esto no fue suficiente, porque después debe regre
sar otra vez con la cúpula de la comunidad: Después de catorce años subí nuevame
nte a Jerusalén y les expuse el Evangelio que proclamo entre los gentiles para s
aber si corría o había corrido en vano: Gal 2,1-2. A pesar de que tuvo su encuen
tro personal con Jesús (Hech 9,3-9) y recibió una misión celestial para ser "luz
de los gentiles" (Hech 13,47); no obstante que hasta se atreve a corregir a Cef
as en Antioquía (Gal 2,11), que viaja por todo el mundo (2Cor 11,26), hace milag
ros (2Cor 12,12) y resucita muertos (Hech 20,7-12); no importa que haya sido arr
ebatado hasta el tercer cielo (2Cor 12,2) y goce de revelaciones especiales (2Co
r 12,1), o que lleve en su cuerpo las señales de Cristo (Gal 6,7) y hasta escrib
a cartas inspiradas por el Espíritu Santo. Aunque haya gastado su vida anunciand
o a Jesús, fatigándose más que nadie (1Cor 15,10)... a pesar de todo eso, sube a
Jerusalén para presentar su examen frente a un cuerpo de sinodales que no estab
an mejor preparados culturalmente que él, para que se le indique si está o no en
el camino correcto; si sigue adelante o debe dar marcha atrás... Tal vez Pedro
no era tan inteligente ni culto como él. Además, su equipo era mucho mejor prepa
rado que el de Cefas... Sin embargo, reconoce y acepta que se trata del orden es
tablecido por el mismo Jesús, y que rechazar a los Apóstoles sería sinónimo de "
haber corrido en vano" (Gal 2,2). En vez de iniciar un camino independiente o ab
andonar la comunidad
cristiana va humildemente con los superapóstoles de Jerusalén. Es muy significat
ivo que Pablo reconoce el papel de Pedro al llamarlo 'Cefas,' la roca que Jesús
ha elegido para edificar su Iglesia. Santiago, Cefas y Juan nos tendieron la man
o en señal de comunión a mí y a Bernabé: Gal 2,9. Darse la mano significa que se
ponen al servicio uno del otro, cada uno con su carisma y ministerio para el bi
en de toda la Iglesia. El resultado fue la comunión:
B. Comunidad con los suyos Pablo nació como un abortivo a la vida nueva y sufrió
en carne propia lo difícil que era vivir separado del cuerpo. Cinco años de des
tierro dejaron una honda cicatriz. Pero una vez iniciado el retorno gracias a su
amigo Bernabé, se integró a la comunidad de Antioquía, de donde salía y a donde
regresaba siempre. Pero cuando su ministerio se volvió itinerante, su comunidad
se transformó también. Entre sus más fieles hermanos sobresalen Timoteo, Tito,
Lucas y Silas. Esta comunidad es signo de que el Reino ha llegado, pues se muest
ra de manera tangible el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Esp
íritu Santo. Apóstol independiente es contradicción de términos. 4 . Conclusión
La carrera del apostolado tiene un reglamento tan sencillo como riguroso. Si no
se cumple, se es descalificado (1Cor 9,27) y jamás se llega a la meta ni se reci
be el galardón. Sin embargo, lo peor no es ser eliminado: Quien no compite de ac
uerdo a las reglas del juego se convierte en enemigo del Evangelio (Rom 11,28).
VII PERFIL DEL ATLETA Ya hemos visto la infraestructura y condiciones de la carr
era. Ahora entra en escena el actor principal: el atleta, el cual tiene un perfi
l muy definido.
Pablo, atleta de Jesu-Cristo, invita a los suyos: Sean mis imitadores, como yo s
oy de Cristo: 1Cor 11,1. Se coloca como modelo para ser imitado, notando clarame
nte que en último término es a Cristo a quien se debe reproducir. Hoy día, cuand
o se subraya tanto la irrepetibilidad de la persona, podría parecer demasiado at
revido proponer un modelo como pauta para los demás. Sin embargo allí radica pre
cisamente el mensaje paulino: cada uno tiene que ser él mismo, con su propia ide
ntidad, porque Cristo Jesús es EL hombre por excelencia. Una cosa yo sé: olvido
lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta
para alcanzar el premio: Flp 3,13-14. No se trata sólo de correr, sino de tener
y alcanzar una meta. Para conseguir el galardón de los vencedores el Apóstol nos
trasmite su primer secreto: correr siempre hacia adelante, sin resucitar el pas
ado, ni vivir anclado por situaciones pretéritas. Pablo ha entendido que Jesús n
o vino a reconstruir el pasado, sino a hacernos criaturas nuevas (2Cor 5,17). Po
r eso afirma sin titubeos: Sin importar el punto a donde hayamos llegado, sigamo
s adelante: Flp 3,16. El perfil de todo triunfador goza de ciertas característic
as. Todos los grandes hombres que han logrado éxitos importantes en algún campo
de la vida humana, poseen el mismo denominador común: saben quiénes son, lo que
quieren y para qué lo pretenden; han alcanzado la sabiduría para encontrar cómo
realizarlo, y nada los detiene en su empeño. Un apóstol, como todo atleta o líde
r, también necesita cinco elementos en su carrera: una identidad definida, una v
isión global del plan de Dios, establecer el objetivo a alcanzar, además de una
motivación para hacer las cosas y la perseverancia en las dificultades y los fra
casos. Saulo de Tarso llena este molde, y es por eso que se atreve a proponerse
como un modelo para todo aquel que quiera llegar a la meta de la carrera. 1. Ide
ntidad
El primer requisito para lograr éxito en la vida radica en estar identificado co
n uno mismo. Si no se clarifica el perfil de la personalidad no se podrá constru
ir sólidamente la vida, ni menos cumplir la misión apostólica. La verdadera sabi
duría se afianza en la esencia de la persona. Pablo elabora el álbum fotográfico
de su identidad con las 19 ocasiones en que habla de su ser: Parte de sus raíce
s sociales y religiosas: Ha nacido en una ciudad ilustre y famosa, pero su princ
ipal orgullo se finca en su derecho a ser considerado descendiente de Abraham, a
demás de pertenecer por herencia a la familia farisea. Reconoce sus límites acep
tando que es de carne, vendido al poder del pecado, aunque la gracia de Dios no
ha sido estéril en él; al contrario, ha sobreabundado. De manera especial afirma
ser un verdadero apóstol. Aunque por una parte se considera indigno del nombre
(por haber perseguido a la Iglesia), por otra reconoce que ha hecho honor al min
isterio (por haber trabajado más que todos). De ninguna forma se coloca por deba
jo de los 'superapóstoles'. No se trata de una vanagloria, pues al final admite:
"Cuando soy más débil, es cuando soy más fuerte". Ha sido transportado al terce
r cielo, pero al mismo tiempo es el más grande de todos los pecadores. Sabe que
recibió una vocación especial: separado desde el seno materno para el Evangelio
(Gal 1,15); para proclamarlo (1Cor 1,17) gratuitamente (2Cor 11,7) a los gentile
s (Gal 1,16), a los pobres (Gal 2,10) y donde antes no hubiera sido anunciado (R
om 15,20). Es consciente de sus cualidades y carismas, como la inteligencia priv
ilegiada (2Cor 6,6; 8,7; 11,6), pero al mismo tiempo acepta que su presencia fís
ica deja mucho que desear frente a los modelos del fisiculturismo griego (2Cor 1
0,10). En fin, resume su vida integrando dos aspectos: Por la gracia de Dios, so
y lo que soy: Rom 15,10. Cuando se atenta contra su identidad con el arma de la
adulación o el menosprecio, Pablo siempre se mantiene en el punto de equilibrio
de su esencia:
• En el año 58 en Cesarea marítima, el abogado Tértulo señalando a Pablo despect
ivamente, asegura al Procurador Félix: "Hemos encontrado esta peste de hombre".
La peste era la peor epidemia de la antigüedad, que devastaba pueblos enteros y
contra la cual no había defensa. Era una especie de SIDA para nosotros. El Apóst
ol fue considerado el SIDA de la sociedad. Pero inmediatamente después, el mismo
abogado halaga a Pablo, afirmando que es "el jefe principal de la secta de los
nazarenos" (Hech 24,5). En realidad Pablo no era ni peste ni el jefe principal.
• En Malta, cuando lo muerde una serpiente venenosa, los nativos sospechan que P
ablo sea un asesino, prófugo de la justicia y que de un momento a otro caerá mue
rto por el veneno del áspid. Sin embargo, al no suceder esto, cambian completame
nte de parecer y afirman que es un dios (Hech 28,3-6). Pablo sabía que no era un
a cosa ni la otra. • En Iconio los jefes lo ultrajan y maldicen, pero escapa del
diluvio de piedras de la multitud enardecida y llega a Licaonia con Bernabé (He
ch 14,5-6). Después de la curación del paralítico, la gente comenzó a gritar que
los mismos dioses habían bajado a la tierra. Hasta el sacerdote trajo toros y g
uirnaldas para ofrecerles un sacrificio. Pablo no soporta que lo confundan con n
ingún dios, y rechaza abiertamente tal consideración, rasgándose las vestiduras
en señal de total desacuerdo, pues no quiere usurpar un lugar que no le correspo
nde (Hech 14,5-15). Pablo sabe quién es, pero lo más importante y saludable radi
ca en que está contento con su ser cuando confiesa: He aprendido a estar content
o en las circunstancias en que soy: Flp 4,11 Sin esta aceptación de sí mismo, ja
más se podrá establecer una vida sana. Con este mismo objetivo en mente recomien
da no estimarse en más de lo que conviene para no frustrarse (Rom 12,3), pero ta
mpoco permite ser menospreciado por nadie para no acomplejarse (Tit 2,15). En es
te equilibrio estriba una personalidad madura. 2. Visión del plan de Dios Pablo
tiene autoridad para trasmitir la voluntad de Dios a los demás, porque él antes
la ha conocido:
Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verd
ad: 1Tim 2,4. El Apóstol actuará siempre de acuerdo a este principio que traspas
a cualquier frontera racial, temporal y geográfica. La visión porta a la acción
y viceversa. Pablo no comprendió todo desde un principio con claridad meridiana,
ni tampoco comenzó haciendo las cosas de manera perfecta. Damasco lo llevó inme
diatamente al apostolado, pero éste a su vez le fue ensanchando la perspectiva p
ara que su trabajo fuera cada vez más fecundo. A medida que evangelizaba, se aho
ndaba su experiencia y se ampliaban los horizontes de su vida. Pablo de Tarso es
uno de estos genios que descubrió que el plan de Dios no tenía fronteras. Ademá
s, fue capaz de comunicarlo a otros y contagiarlos con su mismo entusiasmo para
que ellos colaboraran en la instauración del Reino de Dios: ...les anuncié todo
el designio de Dios: Hech 20,27. 3. Un solo objetivo: Un sol con cinco resplando
res Lo que constituye a un hombre como forjador de la historia es que tiene un o
bjetivo claro y hacia allá enfoca todas sus baterías. Sin esta dimensión se está
siempre a merced de los cambiantes vientos de doctrinas y novedades. Cuando el
atleta logra la concentración perfecta, se encuentra en la antesala del éxito. E
l problema de la cultura occidental es que somos muy dispersos en nuestros inter
eses y por eso existe tanta mediocridad. No nos hemos especializado en algo que
nos identifique en el concierto de la historia. Queremos tocar todos los instrum
entos de la sinfónica en vez de sobresalir en uno de ellos, para dejar una huell
a de nuestro paso por este mundo. El pato sabe nadar, caminar y volar, pero no s
upera la mediocridad en ninguna de las tres. Jamás volará con la soberanía del á
guila o la majestuosidad del cóndor. Su torpe caminar contrasta con la elegancia
de la gacela o la velocidad del leopardo. Tampoco nada con la gracia del delfín
. A muchos les gusta ser patos, tocando todos los instrumentos de la orquesta, p
ero siendo incapaces de aparecer como solistas en un concierto.
La visión permite tener siempre el objetivo a la vista, sin desviarse ni a derec
ha ni a izquierda. Un equilibrista que pasa por la cuerda floja, no mira dónde p
isa porque puede caer. Tiene que fijar su vista en el final del recorrido. La vi
sión nos centra en los valores que buscamos. Por eso el autor de la Epístola a l
os Hebreos nos revela el secreto para llegar a la meta: Corramos con fortaleza..
. manteniendo fijos los ojos en Jesús: Hb 12,12. A veinte años de su conversión
(año 57-58) Pablo había definido perfectamente la dirección de su vida en una fr
ase lapidaria que no admite lugar a dudas: Cristo no me envió a bautizar, sino a
evangelizar: 1Cor 1,1 7. Es tan determinante que se transforma en el imperativo
categórico de Pablo. Tanto, que lo hace exclamar: ¡Ay de mi si no evangelizara!
: 1Cor 9,16. Podríamos imaginar el Mensaje paulino como un sol con cinco resplan
dores que emanan del único núcleo. A. El núcleo: Evangelio de la gracia Si coloc
amos una lupa a la experiencia de Pablo nos daremos cuenta que está concentrado
en el Evangelio de Jesús al cual se atreve a llamar "mi Evangelio" (Rom 2,16; 16
,25) o "nuestro Evangelio" (1Tes 1,5), porque lo ha asimilado y se ha identifica
do con su misión. El centro de su actividad es anunciar a Jesús y la Buena Nueva
(Hech 17,18; Gal 1,16; Hech 14,7). El mismo hace un resumen de toda su activida
d apostólica cuando confiesa a los líderes de Efeso: ... el ministerio que he re
cibido del Señor Jesús (es) dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios: H
ech 20,24. El soldado Diomedón, después de la batalla de Maratón corrió 42.2 kil
ómetros sin descansar para sólo gritar ;Nikos, nikos! (Victoria, victoria) y cae
r muerto en la plaza central de Atenas. Quinientos cincuenta años después Pablo
también corre por todas partes gritando la Buena Noticia: ¡Jaris, jaris! (Gratis
, gratis). Recorre pueblos, aldeas y grandes capitales,
entra en las sinagogas y en las plazas para comunicar la Buena Nueva tanto a jud
íos como a griegos, en público y en las casas, de que la salvación de Dios es gr
atuita. Y una vez que termina su carrera anunciando la victoria de Cristo sobre
el pecado, muere como testigo de lo que ha predicado. La columna vertebral del m
ensaje paulino alrededor del cual se organiza cada elemento de su teología es qu
e Dios ofrece gratuitamente la salvación a todos los hombres, de manera especial
a los pecadores; por eso lo llama: 'el Evangelio de la gracia'. B. Cinco respla
ndores El núcleo de Mensaje de Pablo es el Evangelio de la gracia, pero este núc
leo tiene cinco resplandores que emanan de él. Son las diferentes formas como el
Apóstol se refiere al mismo y único Evangelio: • Evangelio de la salvación (Ef
1,13): El Anuncio mismo contiene la fuerza de Dios para producir la salvación de
todo el que cree (Rom 1,16). Es la Buena Noticia de que ya fuimos salvados grac
ias a la muerte y resurrección de Jesús. • Evangelio de la paz (Ef 6,15): Vivíam
os enemistados con Dios por el pecado y condenados a la muerte eterna. Pero ya e
stamos en paz con Dios. Gracias a la sangre de Cristo Jesús ha sido cancelada la
nota de cargo que existía contra nosotros (Col 2,14) y ya no le debemos nada a
Dios. Cristo es nuestra paz (Ef 2,14). • Evangelio de Dios (Rom 1,1), o de la gl
oria de Dios (1Tim 1,11), o de la gloria de Cristo (2Cor 4,4): Dios toma la inic
iativa para comunicar la Buena Noticia de que ha llegado la plenitud de los tiem
pos en que se manifestará su victoria sobre la Ley, el pecado y la muerte. La gl
oria de Dios es su manifestación salvífica. Por tanto el Evangelio de la gloria
es cuando el hombre es liberado del mal y por ello el Nombre de Dios es glorific
ado. La glorificación del Nombre de Jesús, Nombre que está sobre todo nombre, se
da por su obediencia hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2, 8). • Evangelio d
e la incircuncisión (Gal 2,7): Es la Buena Noticia de que no se precisa la circu
ncisión ni pasar por todo el sistema legal del judaísmo para ser cristianos comp
letos y pertenecer al pueblo de Dios.
• Evangelio de la Promesa (Hech 13,32): La salvación no se compra ni se merece,
sino que es el cumplimiento de un pacto que Dios hizo con sus amigos, empeñando
su Palabra fiel. El Evangelio de Pablo es uno, no hay otro, pero tiene diferente
s matices que ayudan a tener una visión más integral de lo que significa 'el Eva
ngelio de la gracia'. 4. La motivación: Cristo es mi vida Para realizar cualquie
r cosa trascendente hay que tener una motivación para ello. Algunos le llaman mí
stica o espiritualidad. Se trata de valores que dan energía y dirección a la acc
ión. A veces se expresa en un slogan o se muestra en un logotipo. Lo cierto es q
ue cuanto más explícita sea esta mística, será más motivadora. Así como cada paí
s tiene su bandera donde los colores y emblemas sintetizan el espíritu, la histo
ria y los ideales de ese pueblo, Pablo también corre con una bandera que ha sint
etizado en un slogan: Cristo es mi vida: Flp 1,21. La persona de Jesús de Nazare
th ha seducido a Pablo de tal manera que abarca todo su ser, con sus esperanzas
y anhelos, su corazón, entendimiento y voluntad. El pasado y el futuro del Apóst
ol giran en torno a Jesús. Su existencia tiene como eje de rotación este sol de
justicia que es el Cristo de Dios. Es su único punto de atracción y lo que da se
ntido a toda su vida, incluso sus sufrimientos. Pablo de Tarso está fascinado po
r la figura mesiánica de Jesús de Nazareth que se le apareció en el camino de Da
masco. Está totalmente enamorado de ese con quien había entrado en una lucha a m
uerte. Sin embargo, el Jesús que ha seducido a Pablo es el Jesús de la cruz y po
r eso exclama de manera absoluta: "Ya no quiero saber otra cosa que a Cristo y C
risto crucificado" (1Cor 2,2), que es "escándalo para los judíos y locura para l
os gentiles, pero para los que creen es sabiduría de Dios y fuerza de Dios" (1Co
r 1,23-24). Por eso no se gloriará en ninguna otra cosa "sino en la cruz de Jesu
-Cristo" (Gal 6,14). Lo que ha fascinado a Pablo es que existe una persona (¡y q
ué persona!) que se ha entregado a la muerte por él, o mejor dicho en lugar suyo
:
Me amó y se entregó por mi: Gal 2,20. No puede resistir tan grande amor, y respo
nde sin reservas ni condiciones. Años atrás había declarado una guerra a muerte,
en la que el perdedor tenía que morir. Cuando el orgulloso fariseo yacía en tie
rra, vencido, recibió la revelación de que Jesús ya había muerto en la cruz en v
ez de él, para que él viviera. Por eso declara: Ya no vivo yo, sino que es Crist
o quien vive en mí: Gal 2,20. Pablo de Tarso ha fundido su vida con la de Jesús
de Nazareth. Para expresar qué significa esta nueva realidad Pablo inventa, como
todo enamorado, un nuevo lenguaje. Por eso crea palabras que antes no existían
en griego, de manera especial sobresalen aquellas con el prefijo 'con' ('syn' en
griego). La vida 'en Cristo' significa que co-sufrimos (Rom 8,17) y somos cocru
cificados con él (Gal 2,19). Participamos de su pascua, co-muertos (2Tim 2,11) y
co-sepultados (Rom 6,4) con él, pero también gracias a su victoria sobre la mue
rte hemos sido co-resucitados (Ef 2,6) y co-sentados en el cielo (Ef 2,6). En él
somos co-glorificados (Rom 8,17) y co-vivificados (Col 2,13). La vida se resume
en estar co-plantados en él (Rom 6,5), es decir coviviendo (2Tim 2,11) con él c
omo co-herederos (Rom 8,17). En esta misma línea recomienda a los romanos "reves
tirse de Cristo Jesús" (Rom 13,14). A los filipenses les ruega insistentemente "
tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo" (Flp 2,5). A los corintios "ser e
l perfume de Cristo" (2Cor 2,15) y a los efesios les propone "crecer hasta la es
tatura de Cristo" (Ef 4,13). Resume su pensamiento a los colosenses cuando concl
uye: "Que Cristo sea todo en todos" (Col 3,11). 5. Perseverancia Una cualidad es
encial de todo deportista es la capacidad de resistencia, tanto en los tediosos
entrenamientos como a la hora misma de la competencia. No le está permitido clau
dicar o tirar la toalla a la mitad del combate. Quien no cumpla con este requisi
to no puede siquiera pensar en ser atleta, pues la tenacidad es para el atleta c
omo el agua para el pez. La perseverancia es la colegiatura que se debe pagar pa
ra lograr el galardón de los triunfadores. La inconsistencia, hija de la ley del
menor esfuerzo, es una de las plagas más peligrosas en nuestra sociedad hedonis
ta.
Vivimos la época en que todo es automático. Basta oprimir un botón para abrir pu
ertas, enviar mensajes al otro lado del mundo y comandar una computadora. Pero l
a vida es diferente, pues lleva un lento proceso que exige paciencia y constanci
a. Pablo es perseverante en su trabajo. No se desvía ni a izquierda ni a derecha
, pues tiene un valor absoluto que está por encima de las dificultades y obstácu
los: Lo que importa es que termine mi carrera: Hech 20,24. Por eso concluye: Sig
amos adelante, sin importar el punto a donde hayamos llegado: Flp 3,16. Nada lo
detiene para lograr sus objetivos, como cuando organiza la colecta en favor de l
a comunidad de Jerusalén, a pesar de que pudiera ser mal interpretado o rechazad
o (1Cor 16,1-4). Sube a Jerusalén, aun sabiendo que su vida correrá peligro (Hec
h 21,11-13). 6. Conclusión Pablo, atleta de Cristo, cumple los cinco requisitos
del perfil de los vencedores: sabe quién es y para qué ha venido a este mundo. T
iene un solo objetivo en su carrera (proclamar el Evangelio de la gracia) y pose
e tanto la visión orgánica de la realidad como una bandera que lo anima. Además,
paga el precio de la perseverancia. VIII KERYGMA DE PABLO El Evangelio de Pablo
no es otro que el único Evangelio de Nuestro Señor Jesu-Cristo. Pablo lo conoci
ó por medio de tres fuentes que se complementan, y cada una tiene valor en sí mi
sma. 1. Tres fuentes de información A . Sagradas Escrituras
La Escritura, aprendida a los pies de Gamaliel y meditada en la sinagoga, fue la
tierra fértil donde Dios sembró el Mensaje de salvación. El conocimiento bíblic
o y de la historia de la salvación fueron factores decisivos para conocer el pla
n salvífico. (El misterio de Dios) mantenido en secreto durante siglos eternos,
ha sido manifestado al presente por las Escrituras que lo predicen: Rom 16,2526.
B. Revelación directa de parte de Dios El Evangelio anunciado por mi no es cosa
de hombres, pues yo no lo recibí de hombre alguno sino por revelación de Jesu-C
risto: Gal 1,11-12. La sola Escritura no basta. Sin el Espíritu Santo, sería let
ra que mata (Tomás de Aquino). En Damasco y después en varias formas, Dios le re
vela el misterio salvífico en Jesús de Nazareth, hijo de Dios: Aquel que me sepa
ró desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí
a su Hijo: Gal 1,15. C. Tradición Apostólica Yo les trasmití en primer lugar lo
que a mi vez recibí...: 1Cor 15,3. Pablo fue instruido por el discípulo Ananías
, y el apóstol Bernabé. La Revelación y su conocimiento bíblico se cotejaron y e
nriquecieron aquellos 15 días que pasó con Cefas en Jerusalén (Gal 1,18). Otros
muchos contribuyeron también en alimentar su conocimiento del Depósito de la fe
(1Cor 11,2). 2. Seis temas concatenados Con estos tres ingredientes, Pablo formu
la su kerygma (Anuncio), que contiene seis puntos básicos: A. El amor de Dios
Para Pablo, la economía de la salvación parte del amor de Dios. Por eso afirma:
Dios nuestro Padre nos ha amado y nos ha dado gratuitamente una consolación eter
na y una esperanza dichosa: 2Tes 2,16. Dios nos ama 'en el amado', es decir, con
el mismo amor que ama a su Hijo Unico, Jesús. "El hombre es la única criatura q
ue Dios ha amado por sí misma," pues ha sido hecha a imagen y semejanza suya. Su
amor con el que nos amó en el Amado: Ef 1,6. La salvación, parte del amor de Di
os que quiere que todos los hombres se salven: Dios, rico en amor, por el grande
amor con que nos amó, estando nosotros muertos a causa de nuestros pecados...:
Ef 2,4-5. Su amor excede cualquier idea que nos pudiéramos formar de él. Dios mi
smo prueba su amor, pues cuando todavía éramos pecadores, Cristo Jesús murió en
favor nuestro (Rom 5,8). Se ha sellado ya una nueva alianza de amor, que es inco
nmovible y ya nada ni nadie puede separarnos del amor de Dios manifestado en Cri
sto Jesús. Ni la misma muerte, ni criatura terrena o celestial. B. El pecado del
hombre Como contraste al amor de Dios, Pablo encuentra un elemento que describe
con crudeza, cargando la tinta en los colores oscuros: Tanto gentiles como judí
os, todos pecaron (Rom 1-2). Por tanto, no hay quien sea justo, ni uno solo (Rom
3,10). Y si por el delito de uno solo murieron todos (Rom 5,15), por lo tanto t
odos están muertos y privados de la gloria de Dios (Rom 3,23), pues el salario d
el pecado es la muerte (Rom 6,23). Sin embargo, el peor castigo del pecado consi
ste en "ser abandonados por Dios". Es tan dramático, que lo repite tres veces en
su carta a los Romanos (1,24.26.28). Esto significa ser dejados a los propios r
ecursos, sin la ayuda ni protección divinas en la lucha contra el mal, el pecado
y la muerte.
Pablo mismo atravesó por el oscuro túnel del pecado. J. Jeremías describe: "En D
amasco toma conciencia de la espantosa naturaleza del pecado. Ya tenía noción de
la santidad de Dios, sin embargo no aceptaba su pecado porque se consideraba ir
reprochable con respecto a la Ley. Pero se estrella con el hecho de haber blasfe
mado nada menos que contra el Mesías". Ha luchado contra el plan divino e intent
ado destruir la Iglesia de Dios, como se lo había prevenido su sabio maestro Gam
aliel. Esto lo lleva a la terrible experiencia de descubrir y confesarse como el
más grande pecador que haya existido. Todos pecaron y están privados de la glor
ia de Dios: Rom 3,23. Aunque el panorama es oscuro, pues tanto gentiles como jud
íos están sin excusa bajo la cólera de Dios (Rom 1,18-3-20), allí resplandece un
faro de luz que indica el camino. Atrás de la desgracia universal había un inso
ndable designio de Dios que "encerró a todos los hombres en la rebeldía para usa
r con todos ellos de misericordia" (Rom 11,32). C. La propuesta de la salvación
a. Falsos caminos de salvación El hombre buscaba "como a tientas" retornar al pa
raíso perdido (Hech 17,27). Lo intentó primeramente por medio del cumplimiento d
e los mandamientos de la Ley, pero ninguno puede justificarse ante Dios por sus
propias obras, por la simple razón de que nadie puede cumplir toda la Ley. El qu
e falta a un precepto, viola toda al Ley; por eso, la Ley no justifica a ninguno
(Rom 3,20). Además, si por la Ley se obtuviera la justificación, entonces no ha
bría necesidad de ningún salvador y Cristo Jesús hubiera muerto en vano (Gal 2,2
1). Así, todos los que buscan la justicia en la Ley, han roto con Cristo (Gal 5,
4). El argumento de Pablo era muy sencillo: si el hombre fuera capaz de salvarse
por sí mismo, entonces no necesitaría de Cristo Jesús. Aceptar otra fórmula de
salvación humana implicaba renunciar a la solución que Dios había ofrecido a tra
vés de su Hijo Unico. Por eso, a los que buscan la salvación por sus propios med
ios, Cristo no les aprovecha para nada.
Pero lo que era imposible para la Ley y la circuncisión o cualquier otro medio d
e salvación, Dios lo hizo posible enviando a su Hijo a los pecadores para salvar
los gratuitamente. b. El único mediador: Jesu-Cristo El gran anuncio es que "Dio
s quiere que todos los hombres se salven", (1Tim 2,4) y ha dispuesto un plan a t
ravés de su Hijo Jesu-Cristo para que por su sangre se alcance la redención y el
perdón de los pecados. Sin embargo deja bien establecido que no existen varios
medios de salvación para que el hombre elija de acuerdo a su gusto o preferencia
. Pablo es muy enfático cuando aclara: Hay un solo mediador entre Dios y los hom
bres: Jesu-Cristo: 1Tim 2,5. La Buena Noticia consiste en anunciar que esta salv
ación es gratuita, pues parte de la Promesa hecha por Dios y no depende de las o
bras de la Ley: La total justificación que no pudieron obtener por la Ley de Moi
sés, se consigue por la fe a través de Jesu-Cristo: Hech 13,39. La disyuntiva co
nsiste en que si es gratis, no es por las obras: Si (la salvación) es gratis, ya
no lo es por las obras; de otra forma no sería gratuita: Rom 11,6. Si fuera por
la obras o por los méritos humanos no sería gratuita; y como es gratuita, el ho
mbre no tiene de qué gloriarse, al menos delante de Dios (Ef 2,9; Rom 4,2). c. C
ómo se realiza la salvación Por la fidelidad y misericordia de Dios La salvación
es ante todo el cumplimiento de una Promesa divina. Dios tomó la iniciativa de
salvar al hombre. Para ello se comprometió bajo juramento con Abraham (Heb 6,13)
, de otorgarle un descendiente, Cristo, (Gal 3,16). Más tarde reiteró su pacto a
David (Hech 13,23). Por tanto, Dios estaba obligado a cumplir su palabra.
Llegada la plenitud de los tiempos, Dios, fiel a su palabra, "según su Promesa,
suscita un salvador, a Jesús" (Hech 13,23) y por medio de su resurrección "se cu
mple en nosotros la Promesa hecha a los padres" (Hech 13,33). Así, por la fe en
Jesu-Cristo, los salvados somos hijos y herederos (Gal 3,28-29) al recibir el do
n gratuito del Espíritu de la Promesa que es el mismo Espíritu Santo (Gal 3,14;
Ef 1,13). Dios estaba comprometido consigo mismo, y por fidelidad a su Palabra l
leva a cabo la salvación de todo el hombre y de todos los hombres. La salvación,
pues, no es otra cosa que el cumplimiento de la Promesa de Dios. Sin embargo, n
o se trata de un fatalismo, sino que es fruto del amor divino. Al amor incondici
onal de Dios en el Antiguo Testamento (hésed), se le llama 'gracia' en el Nuevo
Testamento. Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, esta
ndo muertos a causa de nuestros delitos, nos perdonó en Cristo Jesús. Con él nos
resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús: Ef 2,4-6. Su amor mis
ericordioso y compasivo de Padre activa la salvación de todos los hombres. Por g
racia han sido salvados mediante la fe, y esto no depende de las obras, sino que
es un don de Dios: Ef 2,8. Por la Pascua de Jesús Llegada la plenitud de los ti
empos, Dios envió a su Hijo nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a
todos los que estaban bajo el yugo de la Ley: Gal 4,4-5. Así como el pueblo de
Israel fue liberado de la esclavitud aquella noche de pascua en que Dios visitó
a su pueblo, a través de la nueva pascua se realiza la total liberación de la hu
manidad. Esta pascua se identifica con la persona de Jesús de Nazareth. El es nu
estra pascua (1Cor 5,7). Jesús Nuestro Señor fue entregado por nuestros pecados
y fue resucitado para nuestra justificación: Rom 4,25. - Mediante su muerte
El padre Salvador Carrillo afirma que el texto central que explica la salvación
es el siguiente: Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios s
e ha manifestado... justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que
creen... -Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios- pero son justifi
cados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jes
ús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre..
.. Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la l
ey: Rom 3,21-28. El mismo padre Salvador Carrillo lo comenta magistralmente: "Ah
ora" se trata del presente mesiánico y escatológico. "Independientemente de la L
ey", significa al margen de la ley, sin necesidad de la Ley. La voz pasiva "son
justificados" insiste en el aspecto pasivo (por parte del hombre) de la salvació
n. Las expresiones "gratuitamente" y "por su gracia" enfatizan la gratuidad de l
a salvación. No se trata de una recompensa a los méritos humanos, sino que todo
es un don del favor y benevolencia divina. Siendo así, Pablo elimina el concepto
de ganar u obtener la justificación. Al contrario, es la justicia la que nos po
see a nosotros: "nos hemos hecho esclavos de la justicia" (Rom 6,18). Es tan sub
lime este pasaje, que Lutero estuvo enamorado de él y se convirtió en su bandera
y escudo. Jesu-Cristo, nuestro propiciatorio (Rom 3,25), ha sido inmolado, como
pascua nuestra (1Cor 5,7). El propiciatorio (ilasteryon) era la cubierta de oro
sobre la que se ofrecía el sacrificio de expiación por los pecados. Se le llama
ba así porque gracias a lo que en él sucedía, el hombre se hacía propicio a Dios
, al perdonársele toda su culpa. Jesús mismo se convierte en nuestro propiciator
io, pues lo que en él sucede, garantiza el perdón de los pecados. Como consecuen
cia, Pablo asegura que ya ninguna condenación pesa para los que están en Cristo
Jesús (Rom 8,1), porque la nota de cargo que había en nuestra contra ha sido can
celada en la cruz de Cristo Jesús (Col 2,14), ya que Cristo nuestra Pascua ha si
do inmolado y por su sangre hemos sido no sólo "lavados", sino también "santific
ados y justificados en el Nombre del Señor Jesu-Cristo y en el Espíritu de nuest
ro Dios" (1Cor 6,11). Aquel que no conoció pecado, Dios lo hizo pecado por nosot
ros (2Cor 5,21) y él mismo se hizo maldición por nosotros (Gal 3,13) para rescat
arnos de la maldición de la Ley. De una forma misteriosa, se identifica con el
pecado, para que al morir en la cruz muera también el pecado que lleva sobre sus
espaldas... Por eso, Pablo expresará en una frase bien cincelada, el núcleo de
nuestra fe: Murió por nuestros pecados: 1Cor 15,3. No sólo muere por nosotros si
no en vez de nosotros y por cada uno en particular: Murió y se entregó por mi: G
al 2,20. Se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,8). Si por la
desobediencia del primer Adán murieron todos, "con cuánta más razón" por la obe
diencia de uno solo, por la gracia de un solo hombre, somos constituidos justos
y recibimos el don de la salvación por su sangre. - Mediante su resurrección Sin
embargo, no todo termina en la cruz o en la tumba del Calvario. La Pascua de Cr
isto forma para Pablo un binomio indivisible. Y si su muerte fue tan gloriosa, d
e igual forma lo será su resurrección. En primer lugar, apunta la diferencia de
la resurrección de Jesús: Resucitó de entre los muertos para nunca más volver a
la corrupción: Hech 13,34. Para Pablo la resurrección es el principio de la nuev
a creación; tanto, que llega a decir: Si Cristo no resucitó, vana es nuestra pre
dicación y vana nuestra fe... y somos los más desgraciados de todos los hombres:
1Cor 15,14.19. Es el nuevo Adán, Espíritu viviente: 1Cor 15,45. Gracias a la vi
ctoria de Cristo sobre la muerte podemos exclamar: ¿Dónde está, oh muerte, tu vi
ctoria?: 1Cor 15,55. Ya nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios manifes
tado en Cristo Jesús: Rom 8,38-39.
La obra de la salvación es eminentemente la obra del amor misericordioso de Dios
, que salva gratuitamente al hombre. Este concepto no es protestante ni una idea
de Lutero. Es el Evangelio de Pablo, que si alguien se atreviera a atenuar, car
garía con las consecuencias de ser anatema, separado de Cristo: "Si alguien anun
cia un Evangelio distinto al que les hemos predicado, ¡sea anatema!" (Gal 1,9).
D. Fe y conversión Dios propone al hombre el don gratuito de la salvación, pero
el hombre lo acepta y lo hace suyo por la fe y la conversión, por medio de las c
uales se hace presente y operante el don de la salvación. a. La respuesta humana
a la propuesta divina La respuesta del hombre al don gratuito es creerle a Dios
y convertirse de los falsos ídolos, que suplantan el papel de Dios. Por eso, Pa
blo siempre predicaba dos cosas: Que se convirtieran a Dios y que creyeran en el
Señor Jesús: Hech 20,21 . Dios salva a través de Jesu-Cristo, pero nosotros hac
emos nuestra esa salvación mediante la fe. El justo vivirá por la fe: Rom 1,17.
Este es el gran principio paulino. La salvación se realiza gracias a la sangre d
e Jesu-Cristo y se hace nuestra mediante la fe, la cual no es tanto creer en alg
o, sino en Alguien: Dios y su enviado Cristo Jesús. Así, en Cristo ni la incircu
ncisión ni la circuncisión tienen valor, sino sólo la fe que actúa por la carida
d: Gal 5,6. Somos hijos de Dios por la fe en Jesu-Cristo: Gal 3,26. Pablo logró
establecer de manera magistral este principio, cuando el carcelero de Filipos le
hizo la pregunta más importante de la vida humana: "¿Qué debo hacer para ser sa
lvado?" El prisionero del Evangelio respondió: Cree en el Señor Jesús y te salva
rás tú y toda tu casa: Hech 16,31.
En otra ocasión, de forma más reflexiva, escribió la siguiente fórmula, calibran
do cada detalle de lo que a nosotros corresponde frente al don gratuito de la sa
lvación obtenida por la muerte y resurrección de Cristo Jesús: Si confiesas con
tu boca que Jesús es Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre
los muertos, serás salvo. Con la boca se confiesa para conseguir la salvación y
con el corazón se cree para conseguir la justicia: Rom 10,9-10. Naturalmente no
se refiere a una receta, sino a la vivencia de la fe tanto en lo más interior de
l hombre (simbolizado por el corazón) como en lo más exterior (representado por
las palabras de la boca). En su discurso en Antioquía desafía a los judíos de la
sinagoga: La total justificación que no pudieron obtener mediante la Ley de Moi
sés, la obtiene por él, todo el que cree: Hech 13,38-39. "El kerygma, excluyendo
cualquier otra vía de salvación, muestra que la salvación sólo puede ser alcanz
ada por la fe en Jesucristo". El único salvador es Jesús. La fe es el medio para
apropiarnos la salvación ganada por Jesús hace dos mil años. Pero la conexión p
or la cual nos apropiamos los frutos de la muerte y resurrección de Cristo Jesús
y nos injertamos en él, es el bautismo para revestirnos de Cristo (Gal 3,27; Co
l 2,12). Fuimos sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual
que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre,
así también nosotros vivamos una vida nueva: Rom 6,4. Así pues, Dios en su prov
idencia y misericordia ofrece al hombre este sacramento que lo injerta en la pas
cua redentora de Cristo Jesús. ¿Cómo conciliar entonces la gratuidad de la salva
ción con la fe? Pablo no se complica y resume: Han sido salvados en Jesús, por l
a gracia, mediante la fe: Ef 2,8. Pero no sólo la fe, porque entonces se convert
iría en "la obra buena" del hombre. (Lutero, que luchaba tanto contra el mérito
salvífico de las buenas obras cayó, como frecuentemente acontece, precisamente e
n lo que tanto
criticaba). En este sentido es más preciso el comentario de Bultmann sobre la fe
: "brota de la escucha de la Palabra y no es una obra, sino una manera de vivir"
. No sólo por la gracia, porque el hombre necesita aceptar el don de la salvació
n. La fe se expresa por la caridad o no es fe (Gal 5,6). Por eso Pablo, después
que ha expresado el misterio maravilloso de nuestra salvación gratuita gracias a
la muerte y resurrección de Cristo Jesús en los primeros cinco capítulos de la
Carta a los Romanos, muestra en la segunda parte de la misma Epístola cómo vive
una persona que verdaderamente ha sido salvada por Cristo Jesús. La ecuación pod
ría ser así: gracia + fe = salvación + obras que manifiestan la salvación. b. Ef
ectos de la salvación: Inocentes, hijos, herederos • Inocentes: En el juicio en
que estábamos a punto de pagar con la muerte por nuestro pecado, Jesús muere por
(en vez de) nosotros, y al resucitar nos resucita con él. Entonces Dios Padre d
ictó sentencia al hombre acusado por su pecado y merecedor de la muerte: ¡gracia
s a que fue comprado por la sangre de su Hijo, el hombre fue declarado inocente!
Ninguna condenación pesa ya para los que están en Cristo Jesús, porque (Jesús)
canceló la nota de cargo que había contra nosotros: Rom 8,1; Col 2,14. • Hijos:
Además, gracias al Espíritu de filiación, fuimos declarados hijos. Participamos
del Espíritu de filiación de Jesús y con toda razón nos podemos llamar hijos de
Dios, pues lo somos (Rom 8,14). La prueba de que somos hijos es que Dios ha envi
ado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: Abbá-Papá. Así que ya
no eres esclavo, sino hijo: Gal 4,6-7. • Herederos: Al ser hijos, automáticamen
te fuimos declarados herederos de todas la bendiciones mesiánicas. Si somos hijo
s, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo: Rom 8,17.
Como hijos teníamos derecho a la herencia, la cual se dividía entre el primogén
ito y todos los demás hijos. Al primogénito le correspondían dos terceras partes
de la hacienda, y el resto se repartía entre los demás
hermanos, quedando excluidas las mujeres. Siendo así, la herencia del Reino le c
oncierne en primer lugar a Jesu-Cristo "el primogénito entre muchos hermanos" (R
om 8,29), y el resto se distribuiría entre los otros hijos, tocándole por consig
uiente una parte muy pequeña a cada uno. Sin embargo, no sucede así, pues no sól
o somos herederos de Dios sino 'co-herederos de Cristo Jesús'; es decir, nos cor
responde la herencia del primogénito. Además, esto no está reservado a los hombr
es solamente, pues en Cristo Jesús no hay hombre ni mujer, sino que todos somos
uno en Cristo Jesús (Gal 3,28). El Espíritu Santo de la Promesa es prenda de nue
stra herencia: Ef 1,13-14. La herencia no es algo, sino Alguien, el mismo Espíri
tu Santo, "que nos marcó con su sello" (2Cor 1,22). c. La vida en el Espíritu: c
ómo vive un salvado Si el justo vive por la fe, entonces se deben manifestar las
siguientes características en su vida: • Muerto al pecado, pero vivo para Dios
en Cristo Jesús (Rom 6,11). Libre del pecado, dando la espalda a los ídolos que
suplantan a Dios. • De manera digna del Evangelio de Cristo (Flp 1,27), revestid
o del Señor Jesús (Rom 13,14). Más aún, un día poder llegar a decir: "Ya no vivo
yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2,20). • Con actitud de "más que
vencedor", gracias al amor de Dios (Rom 8,37), con la esperanza de que todo es p
osible con la fuerza de Cristo (Flp 4,13). Por tanto, siempre alegre en el Señor
(Flp 4,4), ya que todo concurre para bien de los que aman a Dios (Rom 8,28). •
Como nueva criatura (2Cor 5,17). Todo lo viejo ha pasado y por tanto su vida com
o su muerte le pertenece al Señor (Rom 14,8). Vive libre del peso de cualquier c
ondenación sobre su conciencia, porque ya está en paz con Dios (Rom 8,1). • Cami
na en el Espíritu, sin ser deudor de la carne sino viviendo la salvación en la e
speranza (Rom 8,12.24).
• Con la libertad de hijos de Dios, pues para ser libres nos libertó Cristo (Gal
5,1.6). Por tanto, la última norma de comportamiento es la voz de su propia con
ciencia (Rom 14,5), pero sin tomar de pretexto la gloriosa libertad de hijo de D
ios para satisfacer la carne (Gal 5,13) ni para caer en el libertinaje, ya que l
as obras de la carne son contrarias a las obras del Espíritu (Gal 5,17). • Pero
esto es imposible vivirlo de forma aislada o individual. Tiene que ser en la uni
dad del Espíritu, en un Cuerpo y en un solo Espíritu, con una fe y un bautismo;
un Dios y un Señor; revestidos del amor y de la paz que son el vínculo de toda p
erfección (Ef 4,5-6; Col 3,14). Estos signos muestran la autenticidad de la fe.
Sin ellos la fe se reduciría a una ideología o fórmula mágica. E. El Espíritu Sa
nto, sello de garantía A quienes han creído en la Palabra de salvación, Dios los
sella con el Espíritu Santo de la Promesa (Ef 1,13), que no es otra cosa que el
amor de Dios derramado en nuestros corazones (Rom 5,5). No se trata de un espír
itu de esclavos para recaer en el temor, sino un Espíritu de filiación para pron
unciar cuatro palabras, pero sobre todo para vivir su contenido: • Abbá - Papá:
Hemos recibido un Espíritu de hijos que nos permite dirigirnos a Dios como nuest
ro papá (Rom 8,15). "La prueba de que son hijos, es que Dios ha enviado el Espír
itu de su Hijo que clama: ¡Abbá!" (Gal 4,6), para ser libres de todo temor. • Ky
rios - Señor: Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sin el Espíritu de Dios (1Co
r 12,3). El mismo Espíritu nos capacita a proclamar a Jesús como el Señor de cie
lo y tierra, y sobre todo a vivir bajo su señorío. • Soma - Cuerpo: El Espíritu
nos lleva también a reconocer que formamos un solo cuerpo en Cristo Jesús, siend
o miembros los unos de los otros (Rom 12,5). Gracias al Espíritu de Cristo resuc
itado vivimos la unidad del cuerpo, donde existen diversos carismas y ministerio
s, pero unidos por un solo y único Espíritu. • Maranatha - Ven, Señor: El Espíri
tu nos conduce a esperar y preparar el glorioso retorno de nuestro Señor Jesu-Cr
isto (1Cor 16,22). Con la vista fija en las cosas del cielo (Col 3,2) trabajamos
por la instauración del
Reino de Dios en la tierra, mientras oramos para que Jesús retorne otra vez, lle
no del poder de Dios, para consumar la obra de la salvación. Es tan determinante
el papel del Espíritu que hace presente la salvación de Cristo, que Pablo concl
uye: El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece: Rom 8,9. F. La comu
nidad donde se vive la salvación El Espíritu siempre nos lleva a reproducir entr
e nosotros la unidad de la Trinidad: La gracia del Señor Jesu-Cristo, el amor de
Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes: 2Cor 13,13. La s
alvación no se reduce a un boleto para entrar en un paraíso lejano, sino una com
unión con la vida de Dios que implica vivir en este mundo el Reino de Dios que e
s un Reino de justicia, gozo y paz en el Espíritu Santo (Rom 14,27). Somos el cu
erpo de Cristo (1Cor 12,27), edificado sobre el cimiento de los apóstoles y prof
etas (Ef 2,20), con un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y
Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos (Ef 4,5-6). La comun
idad cristiana es el ambiente donde vivimos y mostramos al mundo que el amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, con variedad
de dones y ministerios, "para edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que llegu
emos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al es
tado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo" (Ef 4,12-13). 3
. Conclusión El kerygma de Pablo es la base y fundamento de la Nueva Vida en Cri
sto Jesús. Es tan sencillo que parece simplista. Pablo no se avergüenza: No me a
vergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que
cree: Rom 1,16.
Los elementos de este kerygma están diseminados a lo largo de sus escritos, pero
encontramos una síntesis en su discurso en Antioquía de Pisidia (Hech 13,16-41)
.
IX ITINERARIO CON ESTRATEGIA Yo no corro como quien no tiene meta: 1Cor 9,26. El
atleta planifica por anticipado cada etapa de su carrera para administrar sus f
uerzas a lo largo del trayecto. Antes de iniciar cualquier competencia, define e
l objetivo y la estrategia para lograr el triunfo. Sin este requisito previo se
conlleva el riesgo de fracasar. Si se agotan las energías y no queda reserva par
a la recta final, es inútil haberse gastado tanto. Hay corredores de autos que f
uerzan tanto la máquina que queman los motores. Planearon mal la estrategia. Lo
que importa es que termine mi carrera: Hech 20,24. Pablo era muy consciente de q
ue no sólo había que comenzar bien la carrera (Gal 5,7), sino ser el primero en
llegar a la meta para recibir el premio. Por eso aconsejó a los suyos no sólo co
rrer, sino "de tal manera que consigan el galardón" (1Cor 9,24). Esto significa
que existe una fórmula con la cual se vence en la competencia. Se llama estrateg
ia. Pablo corre de acuerdo a un programa que había meditado y estudiado, con el
fin de ganar el premio. Su experiencia, e incluso sus fracasos, le fueron enseña
ndo la mejor forma de colaborar en el plan de salvación. Un buen planteamiento d
e los principios de acción, contribuye para obtener la victoria, tanto en un cam
po de batalla como en un estadio. Por ejemplo, antes de iniciar un partido de fú
tbol soccer, se plantea una táctica para ubicar a cada uno en su puesto, función
y relación con los demás. De no ser así, se perdería el encuentro. Toda estrate
gia está basada en este principio: no se trata de correr más que el balón, sino
de hacer correr el balón para que entre en la zona de anotación. Así también, un
buen
evangelizador no es el que corre y se fatiga por todo el campo de Dios llevando
el Mensaje, sino aquel que ha logrado concebir una estratagema para que la Palab
ra sea la que corra hasta los confines de la tierra (2Tes 3,1; Rom 10,18) . Pabl
o tuvo cuatro etapas sucesivas y progresivas en su carrera: 1. Maratón: Evangeli
zaba sin descanso La carrera de Maratón expresa perfectamente el largo e incansa
ble trabajo apostólico del atleta de Cristo. Cuando Pablo presenta su apología a
nte los corintios, sobresale el hecho de sus frecuentes viajes predicando la Pal
abra de Dios (Hech 13,2;15,40;18,18): ¿Son ministros de Cristo? Digo una locura,
yo más que ellos. Más en trabajos..... viajes frecuentes..... : 2Cor 11,22ss. A
. Cuándo En cuanto el perseguidor de los cristianos tuvo su encuentro con Cristo
vivo, "al punto" comenzó a anunciar a Jesús en las sinagogas (Hech 9,20), pues
el amor de Cristo lo apremiaba (2Cor 5,14). Al recibir el Espíritu Santo y ser b
autizado, 'inmediatamente' inició a evangelizar en Damasco exponiendo su vida (2
Cor 11,32). Su cabeza tenía un precio y las puertas de la ciudad eran guardadas
día y noche para que no escapase, pero él huyó en una cesta por el muro de la ci
udad. No porque su vida fuera más importante que proclamar el Evangelio, sino po
rque era necesario conservarla para poder llevar el Mensaje. Quiere vivir para e
vangelizar. El signo de que alguien ha sido evangelizado, es que 'en seguida' co
mienza a dar testimonio de su experiencia de salvación. No puede dejar de hablar
de lo que ha visto y oído (Hech 4,20). El recién evangelizado evangeliza de día
y de noche (Hech 20,31), a tiempo y destiempo (2Tim 4,2). En ese primer momento
de su apostolado, su vida se asemejaba a un maratón sin descanso, cuya meta era
llevar la noticia de la victoria de Cristo Jesús sobre el ejército de la injust
icia y el pecado. Pablo pretendía que todo el mundo conociera la inescrutable ri
queza de la gracia salvífica.
B. Cómo Usa diversas formas para comunicar el Mensaje: Habla a multitudes (Hech
14,11) y a los individuos en particular (Hech 13,6-7). Escribe cartas o envía de
legados especiales (Ef 6,22; Col 1,7) y hasta efectúa visitas personales. Usa la
lengua de sus interlocutores (Hech 21,40) y aprovecha los signos de los tiempos
(Hech 17,22). Pero de manera especial ora por los evangelizados, acordándose de
cada uno de ellos en sus oraciones (Rom 16,1-16; 1Cor 1,4). C. Dónde Pablo siem
pre buscaba una puerta, aunque fuera pequeña, para anunciar la Buena Nueva. En c
uanto encontraba una oportunidad la aprovechaba, como sucedió en el areópago ate
niense cuando descubrió el altar al Dios desconocido. De forma análoga podemos u
bicar otros 'areópagos' donde también evangeliza: un barco (Hech 27,21ss), la si
nagoga (Hech 13,14) o la plaza (Hech 17,17) le sirven de púlpito para presentar
la Buena Nueva de que Dios quiere que todos los hombres se salven. De una manera
especial proclama la Palabra en las ocho grandes capitales: La capital de los a
rameos: Damasco (Hech 9,27); la capital religiosa: Jerusalén (Hech 15,2; 20,22);
la capital comercial: Antioquía (Hech 14,26); la capital cultural: Atenas (Hech
17,15); la capital del pecado: Corinto (Hech 18,1); la capital de la estética:
Efeso (Hech 19); la capital política: Roma (Hech 23,11) y la capital de los conf
ines de la tierra: Tarsis (Rom 15,24). D. A quiénes Lleva la antorcha de la Pala
bra a judíos y gentiles (Hech 20,21), reyes y príncipes (Hech 26,19-23). En hoga
res, (Hech 18,7-8; 20,20) o cuarteles militares (Hech 21,34), el Sanedrín (Hech
22,30-23,10) o delante del procurador Félix (Hech 24,10-21); en la casa del Césa
r (Flp 4,22) o delante el rey Agripa (Hech 26,1-29) proclama la salvación univer
sal y gratuita de Dios. Anuncia la Palabra a un carcelero (Hech 16,29-34), a los
hombres (Hech 19,1-7) y las mujeres (Hech 16,13). Su opción preferencial fueron
siempre los pobres (Gal 2,10). Los únicos ausentes en la evangelización de Pabl
o fueron los niños.
Su maratón tiene como característica cruzar fronteras que otros no han traspasad
o (Rom 15,20; 2Cor 10,16). Se ha calculado que recorrió más de 15,000 kilómetros
sea por las vías imperiales o cruzando el 'mare nostrum'. Pablo no sólo evangel
izaba. Tenía mente evangelizadora, que es aquella que no pierde oportunidad para
encontrar y proclamar un mensaje evangélico en toda ocasión. 2. Carrera de Obst
áculos: problemas permanentes Pero bien pronto el Maratón de Pablo se convirtió
en una Carrera de Obstáculos por los miles de problemas que tuvo que enfrentar e
n cada paso. El signo que identifica al verdadero apóstol de Jesús de Nazareth n
o es su elocuencia o sabiduría, sino el haber padecido por el Evangelio. Pablo o
stenta esta credencial: Las características del apóstol se vieron cumplidas entr
e ustedes: paciencia perfecta en los sufrimientos...: 2Cor 12,12. Veremos ahora
tanto los sufrimientos del apóstol como la forma cómo se sufre por el Evangelio.
A . Los sufrimientos del apóstol Para ser apóstol se tiene que perder algo por
el Evangelio: tiempo, dinero, salud, prestigio y todo tipo de comodidades. Pablo
relata los obstáculos que tuvo que enfrentar: • Ataques personales: lo injuriar
on, maldijeron y blasfemaron (2Cor 12,10; Hech 13,45). "Se le acusó de tratar de
dominar, de ser ambicioso e inconstante en sus planes (2Cor 1,15ss)". Alejandro
el herrero le hizo mucho mal (2Tim 4,14). Una herida muy honda fue perder a su
mejor amigo Bernabé, por causa de Juan Marcos (Hech 15,39-40). • Problemas por s
u predicación: Sus hermanos que confiaban en la circuncisión lo atacaban con tal
rabia que hasta los llamaba 'perros' (Flp 3,2). En Efeso combatió 'contra las b
estias' (1Cor 15,32) y en el año 62 fue 'liberado de la boca del león' (2Tim 4,1
7), para darnos a entender un poco lo que pudo haber vivido. Constantes enfrenta
mientos con los judíos en casi todas partes (2Cor 11,26), con excepción de Roma,
donde lo escuchan con
respeto (Hech 28,22). También fue atacado y espiado por los judeocristianos (Hec
h 15,1) y hasta por las autoridades apostólicas que no creían en su conversión (
Hech 9,26-30). Tuvo serias dificultades con los falsos apóstoles (2Cor 11,13). S
ufrió la ignominia y la calumnia (2Cor 6,8). La predicación de la cruz fue la cr
uz de su predicación (Gal 5,11). • Problemas civiles en Filipos de Macedonia, do
nde se le considera revoltoso (Hech 16,20), que tiene en jaque a todo el mundo p
orque atenta contra los decretos del emperador, afirmando que hay otro rey (Hech
17,7). • Crisis psicológicas: Tribulaciones con temor, miedo y timidez (2Cor 7,
5; 1Cor 2,3). Llegó a creer que los problemas ya lo sobrepasaban y hasta hubo mo
mentos en que perdió la esperanza (2Cor 1,8-9). Experimentó la angustia (2Cor 12
,10) y la ignominia del crucificado (1Cor 1, 18-20). Un día, mientras se defendí
a en el tribunal, Festo lo interrumpió para gritarle: "¡Pablo, estás loco!" (Hec
h 26,24). • Ataques físicos: Apedreado y azotado en diversas ocasiones (Hech 16,
22; 2Cor 11,24-25). • Fracasos pastorales: Sobresale el gran descalabro de Atena
s (Hech 17,32). Figelo, Hormógenes y Demas lo abandonaron (2Tim 1,15; 4,10). • S
e cuestionan su vocación apostólica: Su ministerio, aunque ampliamente conocido,
fue seriamente cuestionado y hasta desconocido. Se dudó de su autenticidad y se
le catalogó como impostor que no tenía autoridad para llamarse Apóstol (2Cor 6,
8-9). • En sus frecuentes viajes afrontó adversidades climatológicas: frío con d
esnudez, tempestades, tres naufragios. El cansancio inherente y los asaltos de l
adrones, las crecientes de los ríos, peligros en ciudades y en despoblado, hambr
e y sed (2Cor 11,25-29) . • Peligros de muerte cada día y cada hora (1Cor 15,30-
31; 2Cor 11,23). En Damasco (Hech 9,23). Complot para asesinarlo en Jerusalén (H
ech 21,27). Luego en su traslado a Cesarea (Hech 25,2-3), o cuando la multitud e
nardecida de Jerusalén pide al tribuno: "¡Quita a ese hombre de la tierra! ¡No e
s justo que viva'" (Hech 22,22).
• Gran tristeza y dolor incesante en el corazón por sus hermanos Judíos, que no
aceptan a Jesús como Mesías (Rom 9,1-3). • El aguijón en la carne (2Cor 12,7), q
ue no se especifica, para que se pueda identificar con la carencia o debilidad m
ás grande que tengamos cada uno de nosotros. • Mayor problema: La preocupación p
rincipal del Apóstol no era nada de lo que hemos enumerado sino el "cuidar las I
glesias de Dios" (2Cor 11,28). Velar por su unidad, formación y crecimiento hast
a la estatura de Cristo (Ef 4,13). • Peor sufrimiento: Sin embargo, lo que más l
e hizo sufrir fue la traición de los falsos hermanos (Gal 2,4; 2Cor 11,26). Aque
llos con los que comió y celebró la Fracción del Pan, los que él seleccionó y ap
oyó pero que luego le ponen zancadilla por la espalda, que lo espían para limita
r su libertad (Gal 2,4) o sacar de contexto sus frases, para después acusarlo co
n viles calumnias (Rom 3,8; 5,20; Gal 3,22). B. La paciencia: ciencia para saber
sufrir La vida de Pablo es una constante Carrera de Obstáculos. En él se reúne
esta primera condición de un apóstol: sufrir por el Evangelio. Sin embargo el do
lor en sí mismo no garantiza la autenticidad del apostolado, sino la forma como
se enfrenta. Por tanto la ecuación no es: padezco, por tanto soy apóstol. La cla
ve radica en la forma cómo se conlleva. Cuando habla de la "paciencia en el sufr
imiento" (2Cor 6,4; Rom 5,3), nada tiene que ver con la pasiva resignación ante
las circunstancias imponderables de la vida, sino que se refiere a 'la ciencia d
e saber sufrir'. Pablo nos comparte su secreto para aprender a sufrir ubicándono
s en tres ciudades. • Damasco: El precio de una gran misión. Toda vocación cuest
a. A Pablo se le anunció desde Damasco que debía cargar un peso enorme (Hech 9,1
5-16). Por tanto, nada lo sorprende, al contrario, espera que se cumpla la prome
sa del Señor. Cuando se sufre sabiendo que se está pagando el precio de una magn
a misión, cambia totalmente la perspectiva.
• Filipos: El poder de la alabanza comunitaria. Encarcelado con su compañero Sil
as en el más oscuro y profundo calabozo de la ciudad, encadenados de pies y mano
s, habiendo sido azotados injustamente, cantan himnos y salmos de alabanza a med
ia noche. El poder de la alabanza, o mejor dicho la alabanza comunitaria, fue el
detonador que provocó un terremoto que rompió las cadenas y se abrieron todas l
as puertas de la prisión (Hech 16,25-28). Sufrir cantando salmos de alabanza en
comunidad, no sólo cambia la forma de sufrir, sino que desata el poder salvífico
, ya que Dios se hace presente en la alabanza de su pueblo (Sal 22,4). • Nueva J
erusalén: Dimensión de eternidad. La visión escatológica. Descubre que los sufri
mientos del tiempo presente son incomparables con la gloria que se va a manifest
ar después (Rom 8,18). No hay palabra más reconfortante para un marinero que cua
ndo después de muchos días de fieras tempestades y constantes amenazas de muerte
, escucha desde el mástil principal del barco el esperado grito: ¡tierra a la vi
sta! En ese momento desaparece el cansancio y se esfuman los recuerdos de los pe
ligros sorteados. La exclamación de Pablo en cada dificultad era: ¡¡¡cielo a la
vista!!! Estoy cerca de conseguir la corona de la justicia y nada se parangona c
on el pesado caudal de gloria que me espera... (2Cor 4,17). Es curioso que "la c
arta de la alegría" (carta a filipenses) la escribió desde la cárcel de Efeso, e
n medio de las bestias, porque tenía dimensión de eternidad (Flp 1,20). Esta per
spectiva es como el faro que indica a los navegantes que están a punto de alcanz
ar el puerto final. 3. Carrera de relevos: equipo de apóstoles En una ocasión un
a enfermedad impidió a Pablo evangelizar la ciudad de Bitinia (Hech 16,7). En el
lecho del dolor tuvo oportunidad de meditar que la difusión de la Buena Noticia
no podía depender de su precaria salud, tiempo o persona, sino que debía correr
independientemente. Así pues, la solitaria carrera de Pablo se convirtió en una
carrera de estafeta, para entregar el Mensaje a otros para que a su vez ellos l
o retrasmitieran. Integró un equipo de ayudantes y los capacitó para continuar l
a carrera. Por ejemplo, Epafras llevó la luz del Evangelio a Colosas (Col 1,7).
Otros tuvieron misiones especiales, como Tíquico en Efeso (Ef 6,21), Erasto en C
orinto (2Tim 4,20), Timoteo en Tesalónica (1Tes 3,1-3) y Tito en
Dalmacia (2Tim 4,10) y Creta (Tit 1,5). Es muy significativo observar que el her
aldo del Evangelio reconoce que pudo predicar la Palabra en Efeso, porque Apolo
lo relevó en Corinto (Hech 19,1). Por otro lado, algunos de su equipo colaboraro
n para escribir por lo menos ocho de sus trece Epístolas. Tal vez sin estos ayud
antes, no existirían todas estas cartas que le atribuimos al apóstol Pablo. A. v
isión: el evangelizador forma evangelizadores Pablo había entendido una verdad f
undamental: evangelizador no es el que evangeliza, sino el que forma evangelizad
ores. Como él no alcanzaba a llevar la antorcha de la luz de Cristo a todas part
es, formó a otros para que el Mensaje se difundiera hasta los confines de la tie
rra. Comunicó esta visión para que ellos hicieran lo mismo. Evangelizar no se re
duce a una actividad, es fruto de una visión. La piedra de toque que identifica
un apóstol es su capacidad de formar a otros que a su vez capaciten a otros. B.
Opción preferencial: formar equipo La opción preferencial de Pablo, como la de J
esús, fue capacitar el equipo de apóstoles de la Palabra que habrían de continua
r la misión de extender la Buena Nueva por el mundo. Esto implica que este traba
jo está por encima de cualquier otro. Pablo, que comenzó siendo parte del grupo
evangelizador de Bernabé, ahora integra su propio equipo: • Silas también llamad
o Silvano, con quien escribe varias de sus cartas (1Tes 1,1; 2Tes 1,1) compañero
infatigable en sus viajes y sufrimientos (Hech 15,22; 15,32; 16,25; 17,14; 18,5
). • Aquila y Priscila, matrimonio originario del Ponto, que consagró su vida a
la proclamación de la Buena Nueva y hasta expuso su vida por él, guarda un lugar
muy especial en el corazón del Apóstol hasta el final (Hech 18,2.18.26; Rom 16,
3; 1Cor 16,19; 2Tim 4,19). • Aristarco, macedonio de Tesalónica, compañero de tr
ibulaciones y prisión, junto con Jesús, llamado Justo, consuelo durante su cauti
verio en Roma, son los únicos judíos que colaboraban con él en el Reino (Flm 24;
Col 4,10-11).
• Demas, el cual se distrajo con los oropeles del mundo y abandonó la carrera (2
Tim 4,10). Pablo está dando un salto de altura. Ha establecido la prioridad en s
u vida. Como ha percibido que no puede seguir corriendo solo, se dedica a formar
el equipo de atletas que continúen su carrera. Su opción preferencial ya no ser
á evangelizar, sino formar evangelizadores. Invierte su tiempo con sus más cerca
nos colaboradores, a quienes les va compartiendo los secretos y experiencias del
fascinante mundo del apostolado. Les enseña y repite que el mejor de todos los
evangelizadores no es superior a todo el equipo junto. La opción implica renunci
as. Después de la predicción en Listra, nunca más lo encontramos dirigiéndose a
muchedumbres. Sólo mediante esta inversión se puede sembrar a futuro, para que l
a semilla de la Palabra crezca y se difunda por todas partes (Hech 14,11-18). Su
equipo de colaboradores estaba integrado por unos 72 elementos. Supo conjuntar
personas con diversos dones y carismas, pero unidos por una misión. Su propio mi
nisterio era factor de unión de este equipo. ¿Qué estrategia tenía el Apóstol pa
ra atraer a gente que fuera capaz de dejar su país, cultura y lengua para desafi
ar peligros, pobreza y prisiones? ¿Cuál fue el secreto de Pablo para que tanto j
óvenes como adultos se pusieran la camiseta de evangelizador, y hasta arriesgara
n la vida por él? La respuesta podría ir en la siguiente dirección: • El mismo l
es trasmitió el Evangelio y fue el instrumento para comunicarles la Nueva Vida e
n Cristo Jesús. Por esta razón ellos estaban en deuda con el Apóstol (Flm 19). •
Los motivaba y testificaba, repitiéndoles las palabras del Señor Jesús: "Hay má
s alegría en dar que en recibir" (Hech 20,35). • Les confiaba misiones especiale
s. Tenía confianza en que el poder de la Palabra que actuaba en él, sería igualm
ente efectivo en otros y a través de ellos (Hech 20,32). • Oraba por los suyos d
e día y de noche (2Tim 1,3). • Les escribía cartas personales (1-2Tim, Tit y Flm
).
C. Programa de formación: doce imágenes Su programa de formación estaba basado d
e manera principal en el campo práctico de la evangelización, pues a evangelizar
sólo se aprende evangelizando. Su objetivo era ante todo formar la mente evange
lizadora de sus colaboradores, cuyo corazón palpitara con celo por la evangeliza
ción, pasión por evangelizar y obsesión por el Evangelio. Definió el perfil de u
n apóstol con doce profesiones o funciones: • Un padre y madre, que por el Evang
elio engendra hijos en Cristo Jesús (1Cor 4,15; Flp 2,22), con el sufrimiento de
quien da a luz (Gal 4,19; 1Tes 2,11) y protege con cariño a sus hijos (1Tes 2,7
). • Un pastor que cuida la integridad del rebaño y previene de los peligros fut
uros (Hech 20,28; 1Cor 9,7; Ef 4,11). • Un embajador que goza de todo poder y au
toridad para representar y actuar en el nombre de Jesús (2Cor 5,20; Ef 6,20). •
Un labrador que trabaja en tierra santa que pertenece a Dios (2Tim 2,6). • Un so
ldado que no se enreda en otros negocios porque sólo tiene un interés en la vida
y es capaz de soportar toda fatiga (2Tim 2,3-4). • Un atleta que compite de acu
erdo al reglamento establecido (2Tim 2,5). • Un siervo o ministro que está sujet
o a la autoridad, con el fin de servir con humildad (1Cor 5,3; 9,19). • Un colab
orador de Dios que trabaja en el mismo campo (1Cor 3,9). • Un testigo que ha ten
ido experiencia personal de la resurrección de Cristo Jesús (Gal 1,12), y por lo
tanto no es eco de los reportes de sus corresponsales (Hech 13,31; 22,15; 26,16
). • Un maestro (Ef 4,11; 1Tim 2,7; 2Tim 1,11), que lleva la luz de la verdad (G
al 2,5) y enseña con su propia vida (Flp 3,17).
• Un arquitecto que establece los cimientos del edificio de la fe y planifica la
estructura (1Cor 3,10). • Un heraldo que proclama buenas noticias (1Tim 2,7; 2T
im 1,11). Subraya que si tienen la gloria de ser considerados cooperadores de Di
os (2Cor 6,1) o ministros de la Nueva Alianza (2Cor 3,6), cuyos nombres están es
critos en el libro de la vida (Flp 4,3), no deben olvidar que son simples servid
ores de Cristo (1Cor 4,1) y de los hombres (1Cor 3,9), y que Dios es el único ca
paz de producir el crecimiento de la vida (1Cor 3,6). La meta de su programa no
era capacitarlos pragmáticamente, como a quien se le enseña a operar una máquina
en una fábrica, sino que ellos adquirieran mente evangelizadora y corazón apost
ólico. D. Método: Equipo de evangelizadores Pablo tenía un grupo con el que comp
artía todo. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra al Apóstol viaja
ndo en equipo. Incluso en la cárcel estaban juntos (Hech 27,2; Col 4,10). Confia
ba en sus colaboradores y los aconsejaba en cada paso, hasta que los encomendaba
a Dios y a la Palabra de su gracia (Hech 20,32). 4. Carrera contra reloj: Forma
r formadores Pablo sabía que estaba en una carrera contra reloj en la que urgía
aprovechar al máximo cada segundo. Pero sobre todo, consciente que se encontraba
en la recta final, debía capitalizar al máximo su esfuerzo, acelerando el paso
para ganar la competencia. A. Calidad sobre cantidad Así, para capitalizar sus f
uerzas seleccionó un círculo más reducido de colaboradores: los que tendrían la
responsabilidad de producir apóstoles y evangelizadores. Entre estos, sobresalie
ron: • Marcos (Col 4,10), que fue el primero en consignar la Buena Nueva del Rei
no, mostrando que Jesús es el Evangelio, y al mismo tiempo el más
grande evangelizador, que proclamó una Palabra sin igual, acompañada de prodigio
s y milagros. • Lucas, el médico querido (Col 4,14) y compañero inseparable, que
elaboró el mejor manual del evangelizador que alguien pudiera concebir: el libr
o de los Hechos de los Apóstoles. También puso en orden los testimonios de Jesús
en su Evangelio para dar solidez a las enseñanzas recibidas. En los momentos má
s difíciles, Lucas es su único compañero. Pablo reconoce la fidelidad de este cr
istiano: "Lucas es el único que está conmigo" (2Tim 4,11). • El autor de la Epís
tola a los Hebreos, que de alguna manera hereda la visión del Apóstol sobre Jesú
s, sumo y eterno sacerdote. B. Hizo escuela y comunidad apostólica Por escuela n
o se debe entender un local, sino el ambiente donde se vive como Cuerpo de Crist
o, unidos por un solo Espíritu, poniendo al servicio de los demás los propios ca
rismas y ministerios para la edificación del cuerpo de Cristo (Ef 4,10-13). Pabl
o hizo escuela porque dedicó a su gente clave más tiempo que a nadie. Pensaba en
ellos día y noche (2Tim 1,3). Les escribía cartas personales (sin mediación de
secretario) y les delegaba misiones especiales para que crecieran en la responsa
bilidad y la experiencia pastoral. En este grupo más íntimo se encontraban Timot
eo, a quien llama "hijo amado" (1Cor 4,17) y Tito, a quien declara "verdadero hi
jo" (Tit 1,4), porque se había logrado formar una auténtica familia entre ellos.
Ya no eran 'sus' discípulos, ni 'sus' colaboradores, sino colaboradores de Dios
en el Evangelio (1Tes 3,2) y hermanos suyos (2Cor 1,1; 12,18). Pablo no se cons
ideraba el superior que solamente enseñaba y dirigía. También él necesitaba ayud
a y fortaleza de los demás: Tito, por ejemplo, lo confortó con su presencia en M
acedonia, donde estaba lleno de pruebas, desasosiego y temores (2Cor 7,5-7). Jus
to, por su parte, fue un consuelo invaluable durante la primera cautividad roman
a (Col 4,11). En otras ocasiones difíciles, Pablo manda llamar a sus compañeros
para que vengan a donde él está (Hech 17,15), así como también a veces se queja
de la ausencia de otros (2Tim 4,10). En una comunidad todos necesitan de todos.
La comunidad de Pablo era apostólica y la labor apostólica se realizaba en comun
idad. El mismo había pertenecido a la de Antioquía, por cuyas venas corría la pa
sión por anunciar la Palabra más allá de cualquier frontera (Rom 15,20). En la ú
ltima etapa de su carrera lo esencial no era sólo evangelizar, sino evangelizar
en comunidad: Llegué a Tróada para predicar el Evangelio de Cristo, y aun cuando
se me había abierto una puerta en el Señor, mi espíritu no tuvo punto de reposo
, pues no encontré a mi hermano Tito, y despidiéndome de ellos salí para Macedon
ia: 2Cor 2,12-13. Pablo oraba y ayunaba para que se le abrieran las puertas y po
der anunciar el Nombre y las promesas de Jesús. En cuanto veía una posibilidad,
la aprovechaba inmediatamente. Así, un día llega a Tróada donde no se le present
a una oportunidad ordinaria, sino una muy especial. Se trata de 'una puerta en e
l Señor'. Sin embargo, al no encontrar allí a Tito, pierde tanto la paz que aban
dona la ciudad para ir a buscar a este miembro del Cuerpo que le era tan necesar
io. Para Pablo lo más importante no era evangelizar sino evangelizar en comunida
d. 5. Conclusión La carrera de Pablo no es un pasatiempo. Representa su vida y s
u ministerio. Incluso de esta carrera depende su eternidad. Tiene un objetivo bi
en preciso: ganar el premio a cualquier precio. Para ello planifica cuidadosamen
te una estrategia con varias etapas sucesivas. Comienza corriendo por todo el mu
ndo, superando una larga cadena de obstáculos, hasta integrar un equipo de apóst
oles. Sin embargo, su opción preferencial no se reduce a producir evangelizadore
s, sino formar formadores y para ello su escuela se transforma en una comunidad
apostólica. Su plan pastoral es fruto de una visión, pero ésa a su vez se va amp
liando y profundizando en la medida que ejercita su ministerio. Se trata de una
retroalimentación entre visión-acción.
X
TESTAMENTO DE PABLO Al final de su vida, Pablo resume su historia como su minist
erio y nos ofrece un álbum con tres fotografías. 1. Autorretrato de Pablo El mom
ento de mi partida es inminente. Ya voy plegando las velas. He peleado la batall
a y corrido la buena carrera, he conservado la fe. Estoy llegando a la meta: 2Ti
m 4,6. Pablo usa tres imágenes que dan diferentes matices de lo que vive en la c
árcel mamertina: el marinero, el pugilista y el atleta. A. Pablo marinero Ya voy
plegando las velas: 2Tim 4,6. Los marineros expertos han desarrollado un sexto
sentido para presentir la cercanía de la tierra. Cuenta San Lucas que después de
aquella terrible tormenta de catorce días a la deriva, sin saber dónde se encon
traban, "los marineros presintieron que la tierra estaba ya cerca" (Hech 27,27)
. Pablo navegó tantas veces, que ya sabía cuando se aproximaba el puerto. Entonc
es subía al puente del barco con la certeza de que de un momento a otro aparecer
ía en el horizonte aquella tierra tanto tiempo esperada. Lo mismo le sucedió en
el viaje de su vida. En Efeso había corrido grave peligro su vida. Tres veces ha
bía naufragado. Una vez sorprendido por un potente huracán llamado Euroaquilón.
Fue apedreado y dejado medio muerto en Listra. una víbora venenosa lo mordió en
Malta, pero nunca pensó que se trataba del desenlace final. En todas aquellas oc
asiones el Señor lo protegió. Ahora es diferente. Los nubarrones de tormenta le
hacen presentir que está llegando al fin del viaje y no podía volver la vista at
rás. Pablo, en vez de resistirse o rebelarse contra el designio divino, acepta e
l plan de Dios y vivirá lo que muchas veces había predicado: Mi vida es Cristo y
la muerte es una ganancia: Flp 1,21.
Como buque que ha desafiado tempestades y ha vencido tormentas, se aproxima a re
posar en el puerto de resguardo. Pliega la vela artimón (Cf Hech 27,40), porque
la simple inercia le hará tocar tierra firme. Ya no más velas extendidas, ni vie
ntos, ni borrascas pues sopla el cálido sciroco que viene de Africa. Ya había na
vegado por el 'mare nostrum' y las vías imperiales le eran familiares. Capitales
y pequeñas aldeas, caminos y sinagogas, los ríos y aun las cárceles habían sido
sus púlpitos desde los cuales anunciaba la Buena Nueva de la salvación. Pero ll
egaba el tiempo de plegar sus velas... B. Pablo pugilista He peleado un buen com
bate: 2Tim 4,7. Pablo había descrito su vida como una pelea en la que se necesit
aba la precisión del golpe para vencer (1Cor 9,26-27). Sin embargo, ya sonó la c
ampana que pone fin al combate. La batalla ha sido permanente. Lleva en su carne
las señales de la pasión de Cristo y sus espaldas están surcadas por las cicatr
ices de los azotes. A veces la lucha fue tan descomunal que fue derribado en tie
rra silenciado en calabozos, pero siempre se levantó para proclamar la victoria
de Cristo Jesús sobre el pecado y la muerte. Ya no más austeros entrenamientos.
La lucha ha sido difícil, pero todo lo que comienza acaba. Debe guardar las arma
s defensivas y ofensivas. Ya no más esfuerzos ni duros sacrificios. Los adversar
ios fueron muchos y los obstáculos frecuentes. Se acabaron los golpes bajos de l
os falsos hermanos que lo habían traicionado. Ya han desaparecido los enemigos q
ue en cada sinagoga lo atacaban. Sólo espera la decisión del justo Juez. Ya no d
epende de sus fuerzas y capacidades, sino sólo de la misericordia de ese Dios ri
co en amor que lo amó, estando muerto a causa de la Ley y lo resucitó y le dio n
ueva vida en Cristo Jesús. El está seguro en quien ha depositado su confianza y
sabe que ha salido más que vencedor, gracias a Aquel que lo encontró en el camin
o de Damasco. C. Pablo atleta
He llegado a la meta: 2Tim 4,7. La carrera llega a su término. Aquella aventura
que comenzó en las afueras de Damasco toca su punto final. 'He gastado todas mis
energías en un largo Maratón llevando la Buena Nueva donde nadie había llegado
todavía. Superé la Carrera de Obstáculos. Ya entregué la estafeta a otros para q
ue corra y se difunda el Mensaje de Dios, que quiere que todos los hombres se sa
lven y lleguen al conocimiento de la verdad'. Sólo le queda cruzar la meta y rec
ibir la corona incorruptible, no debido a sus propios méritos, pues ha entendido
perfectamente que no se trata de correr sino de que Dios tenga misericordia (Ro
m 9,16). Ya escucha los primeros acordes de las fanfarrias que celebran su triun
fo. Vislumbra el galardón, que en esta carrera no está reservado sólo para quien
es lleguen en primer lugar sino para todos los que con amor hayan preparado la v
enida gloriosa del juez de vivos y muertos.
2. El secreto de Pablo: 2Tim 2,2 Pablo está llegando a la meta de su carrera. Ya
terminó el tiempo del combate y pliega las velas, pues todo está consumado. Sin
embargo, no quiere llevarse a la tumba el secreto de su éxito pastoral y le esc
ribe una carta a su fiel discípulo Timoteo. Después de una vida tejida con éxito
s y fracasos, avalada por pruebas y persecuciones, aun arriesgando la propia exi
stencia, comparte la esencia de su visión apostólica en una pequeña frase: Tú, p
ues, hijo mío,... cuanto me has oído en presencia de muchos testigos, confíalo a
hombres fieles, que sean capaces a su vez de enseñar a otros: 2Tim 2,2. Hay tre
s elementos implicados en este secreto: A. Seleccionar la materia prima: sólo ho
mbres fieles Recomienda a su querido discípulo Timoteo: 'no te des indiscriminad
amente a todos; busca y encuentra a aquellos que están constituidos con un mater
ial explosivo para que se expandan más allá de sus propios límites'.
Cuando Miguel Angel Buonarotti (1475-1564), preclaro artista del Renacimiento, s
e proponía esculpir una estatua, primero la concebía en su mente. Enseguida se e
ncaminaba a las regiones de Carrara para hallar la piedra adecuada. A veces dura
ba días, e incluso semanas hasta que localizaba aquel mármol que pudiera ser tra
nsformado en una obra de arte. El genio de Florencia sabía que no bastaban el ma
rtillo y el cincel en sus manos, si no contaba con la materia prima adecuada. Pa
blo le recomienda encarecidamente a su discípulo que seleccione muy bien a quien
es va a trasmitir el Mensaje. Deben ser "hombres fieles", es decir, de fe, que c
rean en el poder de la Palabra y la eficacia del Evangelio, que tengan a Jesús c
omo su Señor y Salvador y hayan perseverado en las pruebas y se encaminen a la s
antidad. También implica que sean dignos de confianza y que a la vez confíen en
Timoteo. B. Comunicar temas repetibles Pablo recomienda cuidadosamente: 'Timoteo
, lo que yo te dije a ti, comunícalo a otros que lo retrasmitan más adelante'. A
quí no sólo encontramos el secreto de la reacción en cadena, sino que revela tam
bién el contenido del mensaje: enseñar lo que otros a su vez puedan comunicar. H
ay mensajes tan densos y difíciles, que el mismo predicador no los puede compart
ir sin leerlos. Hay doctrinas tan difíciles de comprender, que es indispensable
consignarlas por escrito en un catecismo. Por eso Pablo ofrece a su discípulo el
concentrado de su experiencia: Timoteo, trasmite mensajes con tal sencillez y c
laridad, que otros puedan repetirlos inmediatamente sin necesidad de una larga p
reparación intelectual y doctrinal. C. Factor exponencial Pablo trasmitía lo que
a su vez había recibido (1Cor 15,3). Eso mismo se lo comunica a Timoteo para qu
e él lo confíe a quienes sean capaces de entregarlo a otros más. Se trata de una
cascada de cinco generaciones: (1) los que formaron a Pablo, (2) Pablo mismo, (
3) Timoteo, (4) los elegidos por Timoteo y (5) finalmente los enseñados por esto
s últimos. Cuando se comienza a jugar ajedrez, se tiene exclusiva atención en la
jugada que se realiza, midiendo sólo las consecuencias inmediatas. Los
buenos jugadores pueden planear hasta tres o cuatro pasos antes, con las posible
s variantes que crecen exponencialmente. Los verdaderos campeones son capaces de
prever hasta siete jugadas. De igual forma, un líder con visión ve mucho más al
lá que los demás. Lo que distingue a un hombre inteligente de uno sabio, es que
el primero sabe diagnosticar las situaciones del presente, mientras que el segun
do penetra los secretos del futuro. Pablo pertenece a esta selecta raza de quien
es poseen una visión integral de la realidad y se ubican en ella. La cifra más g
rande que se puede escribir con sólo tres dígitos depende cómo se presente; suma
ndo, multiplicando o con una fórmula exponencial. Así 999 es tan inimaginable qu
e se necesitan más de 3874 kilómetros para escribir el resultado. En el campo de
la evangelización no basta sumar ni multiplicar: hay que trabajar con el factor
exponencial. Pablo es uno de esos genios cuya visión no tiene límites temporale
s ni geográficos. Por eso, influye y forja la historia. Tiene mira telescópica y
mente exponencial. Ha sabido sembrar en la conciencia de los suyos que así como
un evangelizador no es aquel que sólo evangeliza, sino el que forma evangelizad
ores, un apóstol es aquel que forma formadores de apóstoles. El ya no recorría t
odos los areópagos ni entraba en cada villa y sinagoga para anunciar a Jesús. Su
papel se limitaba a trasmitir la visión y a mantener la dirección y el ritmo. 3
. El grito de Pablo entrenador Que corra la Palabra del Señor y siga adquiriendo
gloria: 2Tes 3,1. Pablo, como buen estratega, poseía una fórmula que trasmitió
a su equipo de apóstoles: ¡¡¡Que corra la Palabra de Dios!!! No corran tanto ust
edes. Dejen correr la Palabra. Sería una locura portar la luz con antorchas cuan
do ésta se desplaza a 300,000 kilómetros por segundo, dando más de siete vueltas
a la tierra. El evangelizador no necesita ir por todo el mundo, sino encender l
a luz de la Palabra que corre por sí misma. 4. Conclusión Hemos llegado a conoce
r el secreto de Pablo: apóstol no es el que corre, sino el que hace correr la Pa
labra. La estrategia para lograrlo es formar a otros, o mejor aún, formar formad
ores de apóstoles.
XI MAS ALLA DE LA META
En las carreras del estadio todos corren, pero uno solo recibe el premio. Corran
de manera que lo consigan: 2Cor 9,24. Toda carrera termina cuando el triunfador
cruza la meta y recibe la corona de la victoria. Por eso, al final de su vida,
Pablo escribe: He llegado a la meta... y sólo me aguarda la corona de la justici
a que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez. 2Tim 4,7-8. 1. La crisis d
e Pablo Debajo del Capitolio romano se encontraba la cárcel mamertina. Al inicio
de la vía de los foros imperiales, había una prisión hundida en la tierra donde
el prisionero que allí entraba sabía que sólo habría una y única salida: el día
de su ejecución. Enfrente de los orgullosos arcos que conmemoraban las conquist
as del invencible ejército del Augusto Soberano, se ubicaba la cárcel de suprema
seguridad que albergaba los prisioneros de la peor calaña. Entre éstos se disti
nguía un hombre taciturno. Era Pablo de Tarso, conocido como uno de los dirigent
es de la más peligrosa secta que hubiese conocido el mundo civilizado. Sentado,
casi postrado sobre las húmedas piedras, parecía un atleta cansado después de ha
ber superado una larga carrera de obstáculos. Su frente estaba surcada por las a
rrugas de la sabiduría y aparentaba más edad de la que en realidad tenía. Mientr
as pasaban las largas horas en la prisión y contemplaba sus gruesas cadenas, pen
saba una y otra vez: "La Palabra de Dios no está encadenada" (2Tim 2,9). 'Dios q
uiere que todos los hombres se salven, y esto no puede depender de nada ni de na
die. Aunque yo me encuentre en cadenas por el Evangelio, la luz de la verdad tie
ne fuerza expansiva en sí misma'. A. Todos me han abandonado y desamparado
Aquel hombre que había fundado tantas comunidades, que escribió páginas sublimes
sobre el Cuerpo de Cristo y que tenía un equipo de 72 colaboradores... ahora es
tá solo. Dejado de unos, olvidado de otros y hasta traicionado por no pocos, esc
ribe las dos frases más tristes de todos sus escritos: Todos me han abandonado:
2Tim 1,15. ¡Qué terrible soledad! La soledad no consiste en no tener a nadie, si
no en la ausencia de los seres amados, y este vacío cala hasta lo más profundo d
el corazón. Pablo no se queja de los naufragios ni los azotes. No protesta por l
as cárceles ni las envidias. Sólo una cosa no puede soportar: la indiferencia de
los suyos. Unos se avergonzaron de sus cadenas, mientras que otros no quisieron
correr el riesgo de ser considerados cómplices de este reo merecedor de la pena
capital. En mi primera defensa nadie me asistió, antes bien todos me desamparar
on: 2Tim 4,16. El desamparo no es lo mismo que el abandono. Se trata de quienes
en otras ocasiones le brindaron su apoyo, pero que en esta situación crítica se
lo han retirado. Es más doloroso. Se ha quedado completamente solo, percibiendo
la profunda soledad que conduce a la individualidad de la persona. Este horno de
purificación forja la historia de cada uno y templa la irrepetibilidad de la pe
rsona. El misterio de la individualidad fecunda mejor en el invernadero del dolo
r. B. Túnel con dos luces El gran Pablo que animó a los débiles y levantó a los
caídos, se sumerge en la noche del desconsuelo. Sin embargo, él bien sabe que no
se encuentra encerrado en una cueva, sino de tránsito por un túnel. La cueva no
tiene salida. Entre más se avanza, más se hunde en las entrañas de la tierra y
se aleja la única salida. El túnel es diferente. Se camina siempre en la esperan
za de la luz. El hombre de fe sabe que aunque se compliquen los problemas, el la
berinto tiene una salida. El túnel de Pablo tiene dos luces. La primera, aquel r
esplandor de Damasco. La otra, la esperanza que pronto verá cara a cara, disipad
a la penumbra de la fe, a quien dio la vida por él.
Cuando ya se presiente la cercanía de la muerte, todas las cosas toman su lugar.
Permanece lo esencial y se diluye lo accidental. Las cosas transitorias se deja
n de lado y se queda sólo con lo trascendental. Ya no importan las apariencias.
Los valores supremos prevalecen sobre el vaivén de los vanos honores del mundo y
los éxitos mundanos. Frente al horizonte de la eternidad el ser humano experime
nta su pequeñez y limitación. 2. Tres encargos urgentes Cuando ya se consume en
la cárcel porque ha gastado todas sus energías evangelizando, Pablo toma una plu
ma vieja y, en un pedazo de pergamino, escribe su última carta, que es como "su
testamento espiritual", donde recapitula lo esencial de su larga carrera. El Pab
lo fuerte, autosuficiente, atleta incansable y gladiador de mil batallas, se con
fiesa débil y necesitado. Aquel corazón herido por tantas traiciones, que como m
ecanismo de defensa se había revestido de una coraza que lo hacía aparentar inse
nsible, áspero y huraño, se desnuda delante de sí mismo y reconoce sus necesidad
es humanas. Encadenado en la prisión mamertina, abandonado por todos y desampara
do por sus amigos, escribe una carta urgente a su discípulo Timoteo, rogándole e
insistiéndole que adelante su viaje. Date prisa en venir antes del invierno: 2T
im 4,21. Te voy a pedir tres cosas: A. Mi abrigo Pablo no es un hombre insensibl
e. Aquel rostro austero que había resistido lapidaciones y naufragios, se ha sua
vizado. Las arrugas no reflejan amargura. Son como las suaves dunas de arena del
desierto de Siria, que muestran la sabiduría del anciano que ha logrado sinteti
zar el misterio de su existencia. No tiene vergüenza de mostrar sus carencias y
necesidades, como la de un simple abrigo. Cuando vengas, tráeme el abrigo que de
jé en Tróada, en casa de Carpo: 2Tim 4,12.
A pocas cosas llama suyas. Sin embargo, ahora se refiere a ese abrigo como su pr
opiedad. Pablo está viejo y siente más el frío. Se acerca el crudo invierno, con
la humedad que penetra hasta los huesos. Las frías losas de la prisión mamertin
a jamás son visitadas por el calor del sol. Sin embargo, tal vez más que un abri
go material, Pablo necesitaba el calor de la amistad de Aquila y Priscila, tambi
én tejedores de tiendas. Ese abrigo elaborado con tanto cuidado, era símbolo de
su amistad, pero al mismo tiempo su tejido le recordaba su misión: trabajar por
la unidad del cuerpo de Cristo, que se realiza por medio de junturas y ligamento
s (Col 2,19). No pide un abrigo nuevo sino el suyo, compañero de tantos viajes y
cobertor de tantos inviernos. No quiere otro, sino aquel que ha sido testigo de
predicaciones y conversiones, milagros y prodigios. Se ha encariñado de ese vie
jo abrigo que le amortiguó tantas lapidaciones. Tiene que ser el que dejó en Tró
ada, en la casa de su amigo Carpo, cuando de improviso lo aprehendieron y no tuv
o tiempo de recoger sus cosas más personales. Había estado acostumbrado a vivir
en la escasez. Sufrió carencia de vestidos en muchas ocasiones, pero al final, t
iene necesidad de un simple abrigo. B. Toma y trae contigo a Juan Marcos En el s
ilencio y tedio de las horas de la cárcel, donde el tiempo parece detenido, Pabl
o recorre en su memoria cada uno de los episodios fundamentales de su vida. De m
anera especial sobresale la relación con su amigo Bernabé. Por su memoria se ago
lpan aquellas escenas del inicio del ministerio. Movidos por el Espíritu habían
cruzado las fronteras del judaísmo para anunciar el Evangelio a los paganos. Jua
n Marcos los acompañaba entonces. Pero frente al reto de la cordillera del Tauro
, con sus picos escarpados, las amenazas de ladrones y los peligros constantes,
prefirió abandonarlos en Panfilia y regresar a Jerusalén con su madre María. Mes
es más tarde los dos amigos regresaron contando todas las maravillas realizadas,
la conversión de las gentes, los milagros y cómo el Señor los había librado de
todos los peligros. Marcos los escuchaba con vergüenza.
Después de algunos días Pablo tomó la iniciativa para el segundo viaje misionero
y le dijo a Bernabé: Volvamos a ver cómo les va a los hermanos en todas aquella
s ciudades en que anunciamos la Palabra del Señor: Hech 15,36. En los preparativ
os del viaje, "Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos" (
Hech 15,38). Pero Pablo no podía olvidar que había abandonado la obra evangeliza
dora a mitad del camino. "Se produjo entonces una tirantez entre ellos..." pues
Bernabé era del parecer que convenía dar una segunda oportunidad al joven Marcos
. Pablo, en cambio, se oponía argumentando que ya la había tenido. Bernabé trata
ba, como siempre, de ser conciliador. El carácter de Pablo era intransigente: Ma
rcos había puesto la mano en el arado y había vuelto la vista atrás; por tanto,
no era digno de formar parte del equipo misionero, cuya principal característica
era enfrentar las pruebas con entereza. El discípulo de Chipre, que un día habí
a ido hasta Tarso a rescatar al que todos rechazaban, no estaba dispuesto a perd
er a Juan Marcos. Pablo por su parte subrayaba que Marcos era un inepto y lo pro
baba con el incidente de Panfilia. El viejo Bernabé insistía en que una falla no
puede determinar la vida de una persona, pero Pablo defendía la postura de que
el Evangelio exige seriedad y responsabilidad. Pablo fue tan drástico, que puso
un ultimátum a Bernabé: 'Si quieres que Marcos evangelice, vete con él; pero no
cuentes conmigo, yo buscaré un hombre valiente y decidido que no tema las dificu
ltades ni se asuste ante los problemas'. El apóstol de los gentiles no aceptó a
Marcos y lo rechazó delante de toda la comunidad. Ambos estaban seguros que repr
esentaban el espíritu evangélico, por lo que "acabaron por separarse el uno del
otro" (Hech 15,39). Marcos, con la mirada baja y el corazón herido, se embarcó c
on Bernabé a la pequeña isla de Chipre. Por su parte Pablo eligió por compañero
al valiente Silas y partió en dirección contraria. Marcos iba triste. Por su cul
pa se había roto aquella maravillosa amistad y poderosa mancuerna apostólica. Pa
blo, delante de toda la asamblea, lo había despreciado, juzgándolo indigno de po
rtar la Palabra de Dios. Enfrente de todos, le había dicho en la cara que era in
capaz de servir al Evangelio. Desde entonces arrastraría una negra sombra en su
'currículum
vitae': haber sido rechazado por Pablo. No por cualquiera, sino por el apóstol d
el discernimiento, que conocía todas las vías de la evangelización. Una herida e
s tanto más profunda cuanto más admiramos a quien nos ha lastimado. Marcos se se
ntía despreciado por el apóstol de los gentiles; por tanto, su herida no era fác
il de cicatrizar. A pesar de que Pedro lo adoptó posteriormente como su secretar
io personal y escribió el primer recuento del "Evangelio de Jesu-Cristo" (Mc 1,1
), y su obra era alabada en todas partes, no obstante de que gozaba de reconocim
iento en muchas iglesias que no conocían a Pablo, arrastraba una vergüenza que n
adie podía borrar: El apóstol de los gentiles lo expulsó de su equipo de trabajo
. En las comunidades se le reconocía y valoraba. Sin embargo, siempre se le poní
a un 'pero'. Por más que trataba de olvidarlo, le perseguía como fantasma aterra
dor la imagen de Pablo. Ningún otro podía servir de bálsamo para sanar esta llag
a. Ni la sombra de Pedro que curaba a tantos enfermos (Hech 5,15) era capaz de s
anar la herida de Marcos. El único que podía curar este recuerdo doloroso era el
mismo que lo había causado... Pablo está a punto de entregar su vida como ofren
da de sacrificio y pronto terminará su carrera por este mundo. Entonces decide a
rreglar sus cuentas antes de llegar delante de Aquel que Perdonó todos los pecad
os y blasfemias contra el Mesías. Pablo tiene una cuenta pendiente con Marcos y
quiere morir en paz con todos. No puede llegar a la presencia de Dios con una de
uda personal. Entonces suplica a Timoteo: Toma a Marcos y tráelo contigo: 2Tim 4
,11. Usa dos verbos juntos para subrayar la importancia de su pedido: "toma y tr
ae"; que significa, primero 'tómalo, agárralo, no lo sueltes'; y luego, 'tráelo
contigo'. No se trata sólo de traerlo, sino cautivarlo como los soldados lo agar
raron a él por la noche para conducirlo a Antipátrida (Hech 23,31). 'Aprisiónalo
' como preso estoy yo. No puedes venir si no lo traes contigo, porque para mí es
cuestión de vida o muerte... necesito reconciliarme con él. Aquel experto tejed
or de tiendas sabe que ha desgarrado un miembro del cuerpo de Cristo y debe reme
ndar la fisura con el hilo de la
reconciliación. Quiere, sin explicaciones, mirarle a los ojos y estrecharlo en l
os brazos, pero sobre todo declararle: (Eres) muy útil para el ministerio: 2Tim
4,11. Pablo, que había afirmado dogmáticamente que Marcos jamás sería capaz de s
ervir en la viña del Señor, ahora reconoce que Juan Marcos es tan valioso como i
nsustituible. El formador de apóstoles, que había propagado por todas partes que
Marcos era cobarde, ahora tiene que usar un superlativo para afirmar todo lo co
ntrario: 'Marcos, tú eres muy útil para el Evangelio.... Reconozco que te juzgué
y te etiqueté, pensando que no tenías remedio. Perdóname. Me equivoqué. Yo, Pab
lo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, que escribí tantas cartas i
nspiradas por el Espíritu, hablé en la carne cuando te herí en lo más profundo..
. Estuve a punto de hacer naufragar uno de los ministerios más proféticos de la
Iglesia. Hoy reconozco mi error y te pido perdón'. Se dice que la página más bel
la de Pablo, y tal vez de toda la literatura universal, es el capítulo 13 de la
primera epístola a los corintios, donde afirma: El amor es comprensivo, el amor
es servicial. El amor no tiene envidia, el amor no busca el mal. No se irrita. T
odo lo excusa, todo lo cree. Todo lo espera, todo lo soporta. El amor no acaba n
unca: 1Cor 13,4-8. Sin embargo el capítulo más hermoso de la vida de Pablo no lo
escribió con tinta, sino con su propia vida, cuando prisionero, imposibilitado
para buscar a su hermano, pide a Timoteo que traiga a Juan Marcos para reconcili
arse con él y lavar la herida, para que no infecte al Cuerpo de Cristo. C. Espec
ialmente los Pergaminos En especial, los Pergaminos: 2Tim 4,13. Entre todos los
encargos existe uno que es solicitado de forma particular: los santos Pergaminos
que contienen la Palabra de Dios. Desde la más temprana edad Pablo había aprend
ido las Santas Escrituras. En su juventud, a los pies del famoso Rabino Gamaliel
, había descubierto los designios divinos encerrados en los Profetas. En su
apostolado siempre se apoyó en la Palabra de Dios. Sus cartas estaban preñadas d
e textos veterotestamentarios. La Epístola a los Romanos es un tejido de pasajes
del Antiguo Testamento. Pablo tenía la Palabra de Dios en su memoria y en su co
razón, pero eso no le bastaba. El que ha vivido permanentemente con la Santa Esc
ritura entre sus manos, quería morir iluminado por esa lámpara. Se cree que Pabl
o sufría de la vista y hay serios fundamentos para suponerlo (Cf Gal 4,15). Quie
ro pensar que tal vez era debido a aquellas largas vigilias que pasó leyendo los
Manuscritos. ¡Cuántas velas se consumieron frente a La Ley, Los Escritos y Los
Profetas! Sus ojos ciertamente se desgastaron de tanto leer los santos Manuscrit
os. Pablo dice: 'Yo no puedo morir sin la Palabra de Dios en mis manos... y por
favor, Timoteo, date prisa, porque me urge. No vayas a llegar después del invier
no, porque esas palabras son una lámpara para mis pasos, luz y calor en la mazmo
rra de la cárcel. Lo único que da sentido a estas cadenas y esta soledad es desc
ubrir el plan de Dios. .. Timoteo, necesito los Manuscritos que narran las marav
illas de ese Dios, que del seno de las tinieblas hizo brillar la luz. Quiero rep
asar los relatos de la elección de Israel, que no fue por ser el más grande de l
os pueblos, sino por guardar el juramento hecho a sus amigos. Voy a posar mis oj
os sobre la prueba de que no nos salvamos por nuestras obras, ya que Abraham fue
justificado por la fe, antes de la circuncisión y 430 años antes de que se dier
a la Ley del Sinaí. En la imagen dramática de Ismael, nacido de la esclava; e Is
aac, nacido de la Promesa, voy a reiterar que no son nuestros esfuerzos humanos
los que llevan adelante el plan de salvación, sino la fidelidad de Dios a su Pro
mesa. Llevado de la mano de los relatos de la Torah, entraré con mi pueblo en la
historia de su larga cautividad en Egipto y su maravillosa liberación y cruzaré
el Mar Rojo, que era imagen de nuestro bautismo. Guiado por la Palabra voy a re
correr por última vez el itinerario por el desierto con aquella Roca misteriosa,
que seguía a los israelitas para darles de beber un agua viva. Me detendré espe
cialmente en el Monte Sinaí en el que Dios se unió a su pueblo con la fórmula: '
Yo seré tu Dios, tú serás mi pueblo. No tendrás otro Dios fuera de mí, porque Yo
, tu Dios, soy un Dios celoso y no hay otro'.
A la luz de Damasco ahora puedo entender mejor el pasaje de Moisés frente a la z
arza ardiente que no se consume. Meditaré aquellos pasajes de mi homónimo, el re
y Saúl, que un día perdió las burras de su padre y por pura gracia de Dios se en
contró con el profeta Samuel, y así fue ungido como primer rey de Israel. Sin em
bargo, qué trágico fin el suyo: perece por su propia espada en los campos de Gel
boé junto con su hijo Jonatán. Necesito repasar la historia de David, hijo de Je
ssé y pastor de Belén, sobre el que se ha posado el Espíritu del Señor y a quien
se le prometió que un descendiente suyo se sentaría eternamente en el trono de
Israel. El rey poeta que, acompañado de su arpa, cantaba: 'Dijo el Señor a mi Se
ñor, siéntate a mi diestra. Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy'. Con su mú
sica cantaré desde el valle tenebroso de mi prisión: 'El Señor es mi pastor, nad
a me falta. Por prados de fresca hierba me hace reposar y a las aguas del descan
so me conduce y conforta mi alma'. Sentiré un gran dolor en mi corazón al contem
plar en Oseas el tiernísimo amor de Dios que es traicionado por su pueblo: 'Con
cuerdas humanas lo atraía y era para ellos como quien alza un niño contra su mej
illa'. Sin embargo el mismo profeta dibuja la infidelidad de su pueblo: 'cuanto
más lo llamaba, más se alejaban de mí'. Lloraré con aquella página de Ezequiel d
onde se narra la prostitución de mi pueblo. Aprovechándose de los dones de su es
poso, se fue con sus amantes, y puso su confianza en ellos, ídolos mudos que tie
nen ojos y no ven, oídos y no oyen, y rompieron así la Alianza con su marido fie
l. Tú sabes, querido hijo mío, que desearía yo mismo ser anatema, separado etern
amente de Cristo, con tal de que mis hermanos judíos aceptaran a Jesús como el M
esías libertador. Por eso quiero leer aquel pasaje donde Dios, a través del prof
eta de la interiorización promete una nueva alianza: 'Vienen días, oráculo de YH
WH, en que yo pactaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva alia
nza: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré y Yo seré s
u Dios y ellos serán mi pueblo... y de sus pecados ya no me acordaré'. Timoteo,
de muchas y variadas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por medio
de los profetas, que vislumbraron la plenitud de los tiempos y delinearon el pe
rfil del Mesías que habría de nacer en una no pequeña ciudad de Judá. Ellos escr
ibieron que sería pastor y rey, como
David su padre. Quiero ver escritos en hebreo sus dos grandes títulos: "Immanu-E
l" (Dios con nosotros) y "YHWH sidquenu" (Dios es nuestra salvación). De manera
particular voy a releer la promesa del Señor: 'Yo estaré contigo'. Obedeceré al
profeta que dice: 'Lanza gritos de júbilo, hija de Sión; alégrate v exulta de to
do corazón, hija de Jerusalén'. Entonces repetiré: 'Me gozaré en la fidelidad de
l Viñador de Israel'. Voy a leer, hasta que mis ojos se apaguen, al profeta Isaí
as que, personificando al Mesías, profesa: 'El Espíritu de Dios está sobre mí po
rque me ha ungido y me ha enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres, la lib
eración a los oprimidos, dar vista a los ciegos, la libertad a los presos y anun
ciar el año de la gracia del Señor'. Con Amós, pasando por Sofonías, meditaré en
'El día del Señor'; día grande y terrible para unos, como lo describe Nahúm, pe
ro para todos será la gran oportunidad para instaurar la justicia y la verdad en
este mundo. Ansío releer una vez más la profecía del pastor de Técoa, que ya se
ha cumplido: 'Vienen días, oráculo de YHWH en que yo mandaré hambre a la tierra
, mas no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la Palabra de YHWH'. Voy a go
zar la página de Joel, donde Dios prometió la efusión del Espíritu sobre toda ca
rne: 'Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, los ancianos tendrán sueños
y los jóvenes verán visiones', sabiendo por experiencia propia que el amor de Di
os ya ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha s
ido dado. Luego voy a repasar las exigencias de Dios a través del profeta Miquéa
s: 'Se te ha declarado, oh hombre, lo que es justo: practica la justicia, ama la
misericordia y camina humildemente con tu Dios'. Y también aquel otro resumen q
ue hace el profeta Isaías: 'justicia y alabanza'. Meditaré a Zacarías, el profet
a reformador que promueve la reconstrucción del templo, cuando habla del Mesías
que visita la ciudad de David montado en un burro. Timoteo, cuando me traigas lo
s Manuscritos, no me voy a detener tanto en el espejo de las prescripciones cult
urales y los sacrificios sobre el kepporá-propiciatorio, porque ha llegado el ti
empo del nuevo propiciatorio: Jesús resucitado que se ha convertido en nuestro i
lasteryon. Penetrando en
aquella pascua con panes ázimos en Egipto, quiero descubrir que Cristo Jesús nue
stra Pascua ha sido inmolado. Quiero releer de forma diferente el terrible texto
del Deuteronomio que fue mi bandera en el judaísmo: 'Maldito todo el que está c
olgado de un madero', porque a la luz de los Cánticos del Siervo de YHWH he desc
ubierto que 'eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los q
ue él soportaba. El soportó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemo
s sido curados', clavando así en la cruz la nota de condenación que había contra
nosotros. Quiero doblar mis rodillas ante ese Siervo Sufriente que se hizo obed
iente hasta la muerte y muerte de cruz; cruz que es escándalo para los judíos y
locura para los gentiles, pero que se ha transformado ya en fuerza de Dios y sab
iduría de Dios. Con mis compatriotas exiliados en Babilonia voy a repetir desde
Roma: 'Que se pegue mi lengua al paladar si me olvido de ti, Jerusalén. Que se p
aralice mi mano derecha si no me acuerdo de ti, oh Sión'. No puedo perder la opo
rtunidad de leer otra vez a Jonás, el profeta misionero, con quien tanto me iden
tifico: Enviado a predicar a los gentiles pecadores, y gracias a su mensaje de c
onversión se salvaron los ninivitas, con su niños y ganados. Después de que tant
as veces mi identidad apostólica fue puesta en entredicho, quiero repetir la res
puesta de Amós al Sacerdote Amasías cuando le cuestionó su misión profética: 'Yo
no era profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor. Pero el Señor me llamó de
detrás del rebaño y me dijo: ve y profetiza a mi pueblo. Ruge el león, Amasías,
¿quién no va a temer? Habla el Señor, quién no va a profetizar?' Apoyado en la v
erdad de la Escritura, voy a reafirmar mi vocación profética: 'Te he llamado a s
er luz de las gentes y llevar mi salvación hasta los confines de la tierra. Prof
eta de las naciones yo te he constituido'. Aquí, con mis pies encadenados por el
Evangelio, quiero repetir: 'Qué alegres son sobre los montes los pies del mensa
jero que anuncia las buenas nuevas'. Y al fin haré mías las palabras de Jeremías
: 'Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir, y me venciste porque eras más fuerte
que yo'.
Una vez más necesito que la fuerza de la Palabra que es viva y eficaz me repita:
'No temas, yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre, tú eres mío. Si pas
as por las aguas, yo estoy contigo; si pasas por los ríos, no te anegarán; si pa
sas por el fuego, no te quemará; ni la llama prenderá en ti'. Necesito leer por
última vez aquella inolvidable página de Habacuc, en quien un día, por revelació
n directa de Dios, sin mediación de hombre alguno, me fue revelado que 'El justo
vivirá por la fe' y que por tanto el hombre no se salva por las obras de la Ley
, sino por la fe mediante la gracia. Timoteo, te insisto, tráeme por favor mis M
anuscritos, porque no puedo morir sin ellos, como tampoco pude vivir sin ellos,
para que cuando mis ojos se cierren, estén iluminados por el resplandor de la lá
mpara de la Palabra de Dios. En estos momentos en que mi amado mete la mano por
la cerradura de mi puerta, pues ya viene a mi encuentro, quiero tener delante de
mis ojos el Cantar de los Cantares. Mi último texto que quiero leer pausadament
e y sin prisa: el credo de Israel, recitado en la lengua de mis antepasados que
es la misma lengua que escuché en las afueras de Damasco: 'Shemá, Israel, Adonay
Elohenu, Adonay ehad. Bjabtá Adonay, Eloheha bjol lebajá, bjol nafshejá bjol me
odeja: Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios, es Dios Uno. Amarás al Señor tu D
ios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas'. Entre las tr
es cosas que Pablo solicita, subraya "de manera especial" los Manuscritos. Quier
e decir que es lo más importante. Timoteo, se puede olvidar de cualquier cosa, m
enos de los Manuscritos. Si algo tiene que perder o dejar, que sea lo demás, men
os los Manuscritos... Es un superlativo, para dar a entender que se trata del ma
yor y más importante de los encargos. Prefiere pasar el ingrato frío sin su abri
go, pero no puede vivir sin la luz de la Palabra de los Profetas. Es tan urgente
tener los Manuscritos en sus manos y la Palabra en su corazón, que Pablo le rue
ga a Timoteo venir antes del invierno. Ya no es momento de predicar esa Palabra
de vida eterna. Ahora es tiempo otra vez de llenarse y alimentarse con el pan de
la Palabra, Palabra que es viva y eficaz y que penetra hasta las profundidades
del alma y del espíritu.
Cuando el ambiente se oscurece y todas las puertas se cierran, cuando se está en
el peor de todos los calabozos, cuando no queda otra salida sino la muerte, sól
o una luz ilumina y da sentido a lo más absurdo: la Palabra de Dios. Una experie
ncia en Francia En 1993 predicaba un retiro en el Centro Ecuménico de Gagniers,
Francia. Como acostumbro hacerlo en todas mis exposiciones, me quité mi reloj de
pulsera para tenerlo a la vista y estar midiendo el tiempo de mi tema y así no
excederme. Al terminar y regresar a mi lugar, me di cuenta que no traía mi reloj
y supuse haberlo dejado en el ambón. Lo fui a buscar pero no lo encontré. El an
imador preguntó si alguien lo había recogido. No hubo respuesta. Al día siguient
e necesitaba mi reloj para el tema. El director, tan molesto como apenado, recla
mó a todo mundo el haber sustraído un objeto ajeno, con el agravante que era pro
piedad del predicador extranjero. En un silencio sordo, con un malestar en el am
biente, subí al estrado para exponer mi siguiente conferencia. Tomé mi Biblia qu
e tenía un forro con cierre, para protegerla del constante uso. Delante de toda
la asamblea abrí el cierre y cayó sobre la mesa el famoso reloj extraviado. Como
todo mundo se dio cuenta que había aparecido el reloj, no tuve sino que pedir p
erdón por el error involuntario y expliqué que yo mismo lo había dejado en la Bi
blia. Una joven que estaba sentada en la primera fila del auditorio me gritó des
de su lugar: "Pépé, il faut chercher d'abord dans la Bible: Pepe, hay que buscar
primero en la Biblia". Si yo hubiera abierto antes mi Biblia, se hubieran evita
do todos los problemas. Eso me sirvió de oportunidad para decirle a la gente: Si
se extravía algo en la vida, hay que buscar primero en la Biblia. Si se pierde
la esperanza o la fe, la alegría y la paz, hay que buscar primero en la Biblia.
Si se pierde la unión familiar o se es vilmente calumniado, hay que buscar prime
ro en la Biblia. Siempre, siempre hay que buscar primero en la Biblia. La Biblia
no nos narra el día en que Pablo divisó las siluetas de Marcos y Timoteo frente
a la reja de la cárcel. Nada nos cuenta de lo que se dijeron o hicieron. Tal ve
z es una omisión intencional para que nosotros reconstruyamos la escena. 3. La c
orona incorruptible
Pablo, presintiendo que el momento definitivo ya está cerca y el desenlace es in
minente, afirma: Estoy a punto de ser derramado en libación: 2Tim 4,6. Pablo se
entrega como sacrificio voluntario. Al mismo, tiempo, como sacerdote y víctima,
se ofrece a Dios. Su carrera de obstáculos, coronada por su martirio es una obla
ción sacrificial que Pablo une a Cristo mediante la fe. Su vida porta el sello d
e los sacrificios. Su sangre, como la de Jesús, lleva el suave aroma de los holo
caustos que se ofrendan totalmente a Dios. Me aguarda la corona de justicia... q
ue me dará el justo Juez: 2Tim 4,8. Al final de la carrera del estadio, el vence
dor recibe como galardón una guirnalda de olivo. Pablo sabe que está cruzando la
meta y ya se vislumbra en el pódium de los vencedores que son premiados, pero e
n este caso no con una corona que se marchita, sino con una corona incorruptible
: Los atletas se privan de todo por una simple corona corruptible. Nosotros en c
ambio por una incorruptible: 1Cor 9,25. Mirando hacia el oriente, donde se encue
ntran las playas sin fronteras, ve venir al justo Juez, coronado de gloria y pod
er, que porta una corona en sus manos. Sabe que de un momento a otro va a compar
tir la herencia del Reino. Por la gracia de Dios ha podido llegar a la meta y qu
e en Cristo Jesús es más que vencedor. De ahora en adelante participará del triu
nfo de Cristo Jesús que ha vencido a la muerte. Además este premio no es exclusi
vo para Pablo, sino que se adjudica también a todos los que hayan esperado con a
mor su Manifestación: 2Tim 4,8. Todos cuantos hayan preparado el retorno del gra
n Dios y salvador nuestro, Jesu-Cristo, obtienen el mismo galardón. 4. 'Tre font
ane'
En un momento llega una cuadriga de soldados, con espada y escudo, yelmo y coraz
a, con cinturón de cuero y calzados los pies para la batalla. El primero presume
los emblemas del imperio. Sacan al prisionero taciturno que lleva unos Rollos e
n sus manos y lo conducen hasta el otro lado del río Tíber. Cuenta la tradición
que en una de las villas fuera de la ciudad, un verdugo desenvainó la filosa esp
ada y atestó un solo golpe, certero y mortal, en el cuello del hombre cuya vida
fue cambiada en las afueras de Damasco. Y añade la leyenda que, cuando la espada
cortó la existencia del Apóstol de los gentiles, su cabeza rebotó tres veces po
r el suelo haciendo brotar tres fuentes de agua. De allí que hasta el día de hoy
se conozca el lugar como 'Tre fontane', las tres fuentes. Tal vez la tradición
haya superado la historia, pero lo cierto es que la vida como la muerte de Pablo
han sido una corriente de agua que vivifica a quienes no sólo leen sus Epístola
s, sino que leen su vida a la sombra de la cruz de Cristo Jesús que fue la gran
obsesión de Pablo. 5. Conclusión Treinta años atrás, en las afueras de Jerusalén
, Saulo de Tarso había declarado la guerra a Jesús de Nazareth, a quien consider
aba un maldito por haber sido crucificado. Inició así una frenética carrera para
alcanzarlo, pero de manera sorpresiva, fue él alcanzado y tirado del caballo de
un solo golpe, en las afueras de Damasco. Como todo vencido, tenía que pagar el
precio de los perdedores: entregar su vida en las manos de quien lo había derro
tado. A partir de entonces, consagró su existencia a una nueva carrera: dar a co
nocer la salvación gratuita de Dios en el Nombre que está sobre todo nombre. Lo
hizo, no de mala gana ni forzado, sino motivado por el inmenso amor de quien pri
mero había dado su vida por él y había muerto en lugar suyo en el madero. En las
afueras de Roma, el antiguo perseguidor de Cristo ofrece el holocausto total, d
erramando su sangre por quien lo sedujo repentinamente aquel medio día. Ahora se
volverán a encontrar, cara a cara, disipada la penumbra de la fe, y juntos rein
arán por toda la eternidad. Como epitafio sólo podemos repetir una frase del mis
mo Pablo:
La muerte es para mí una ganancia:
Flp 1,21. XII 365 SLOGANS DE PABLO
Un slogan es una sentencia corta y fácil de memorizar que encierra un mensaje co
mpleto. También puede expresar un criterio o un programa de vida. Pablo, como Je
sús, ha usado este método pedagógico para trasmitir un mensaje imperecedero. Ent
re más elementos como los siguientes reúna un slogan, será más efectivo: 1. Cort
o: No se trata de un discurso largo. Como cuando se esculpe una piedra para extr
aer una estatua, se deben eliminar todos los elementos secundarios para que pued
a sobresalir el mensaje central. - El justo vivirá por la fe. - Ay de mí si no e
vangelizara. No se puede decir más, con menos palabras. Cualquier intento de cla
rificación de este mensaje no haría sino empañar su transparencia. Se ha dicho l
o que se tenía y quería decir. 2. Idea completa: Presenta un concepto integral q
ue no deja lugar a dudas: Es tan claro que no necesita ni explicación ni interpr
etación. - La raíz de todos los males es el afán del dinero. - La Palabra de Dio
s no está encadenada. - Que nadie te menosprecie. 3. Musical: Como los proverbio
s o refranes, la musicalidad de los acentos y la rima de las palabras, favorecen
la expresión y la memorización. - El que está en Cristo, nueva criatura es.
- Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. La frase: 'Mayor felicidad hay en d
ar que en recibir', se puede musicalizar: 'Hay más alegría en dar que en recibir
'. 4. Memorizable: El slogan es para memorizar y luego para repetir, sea durante
la homilía, la evangelización y el acompañamiento espiritual. - Todo lo puedo e
n Aquel que me conforta. 5. Dinámico: Expresa una progresión: - Todas las cosas
son vuestras, vosotros de Cristo y Cristo es de Dios. Lleva a la acción o presen
ta programa de vida: - Vivan como hijos de la luz: - Examínenlo todo y quédense
con lo bueno. 6. Contrastes o juegos de palabras: Muchos slogans contrastan elem
entos opuestos (luz-tinieblas, bien-mal, vida-muerte, fe-obras, etc): - La letra
mata, pero el Espíritu da vida. También se juega con las palabras: - Donde abun
dó el pecado, sobreabundó la gracia. - Todo es lícito, pero no todo es convenien
te.
A continuación presentamos 365 slogans de Pablo. Uno para cada día del año. Si s
e memorizan, se tendrá un bagaje invaluable para la oración, la evangelización y
el acompañamiento pastoral. Para no ser subjetivos en la selección, hemos consu
ltado las citas de Pablo que se hacen en los principales documentos de la Iglesi
a. ROMANOS Pablo, siervo de Jesu-Cristo, apóstol por vocación, escogido para el
Evangelio de Dios: 1,1. Me debo a los griegos y a los bárbaros, a los sabios y a
los ignorantes: 1,14. El Evangelio es fuerza de Dios para la salvación de todo
el que cree: 1,16. El justo vivirá por la fe: 1,17. La bondad de Dios te impulsa
a la conversión: 2,4. Tanto judíos como griegos, todos están bajo el pecado: 3,
9. No hay quien sea justo, ni uno solo: 3,10. Nadie será justificado ante Dios p
or las obras de la Ley: 3,20. Todos pecaron y están privados de la gloria de Dio
s: 3,23. Dios exhibió (a Jesús) como instrumento de propiciación por su propia s
angre: 3,25. El hombre es justificado por la fe y no por las obras: 3,28. (Jesús
) fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación: 4,
25. Habiendo recibido nuestra justificación por la fe, estamos en paz con Dios:
5,1. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu San
to que nos ha sido dado: 5,5. Si por el delito de uno solo reinó la muerte, con
cuanta más razón por uno solo reinará la vida: 5,17. Donde abundó el pecado, sob
reabundó la gracia: 5,20. Si hemos muerto con Cristo, viviremos con él: 6,8. Con
sidérense muertos al pecado pero vivos para Dios en Cristo Jesús: 6,11.
El salario del pecado es la muerte: 6,23. El don gratuito de Dios es vida eterna
en Cristo Jesús: 6,23. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero: 7
,19. Pobre de mí, ¿quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?: 7,
24. Ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús: 8,1. La Ley
del Espíritu te liberó de la Ley del pecado y de la muerte: 8,2. El que no tien
e el Espíritu de Cristo, no le pertenece: 8,9. No somos deudores de la carne par
a vivir según la carne: 8,12. Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios
son hijos de Dios: 8,14. Hemos recibido un espíritu de hijos que nos hace exclam
ar: "¡Abbá, Papá!": 8,15. No han recibido un espíritu de esclavos para recaer en
el temor: 8,15. Si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y co
herederos de Cristo: 8,17. Los sufrimientos del tiempo presente son incomparable
s con la gloria que se ha de manifestar: 8,18. Nuestra salvación es objeto de es
peranza: 8,24. Una esperanza que se ve, no es esperanza: 8,24. No sabemos orar c
omo conviene, pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables: 8,2
6. Todo concurre para bien de los que aman a Dios: 8,28. Si Dios está por nosotr
os, ¿quién contra nosotros?: 8,31. ¿Quién nos separará del amor de Cristo?: 8,35
. En todo salimos más que vencedores, gracias a Aquél que nos amó: 8,37. Nada po
drá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús: 8,39. No son hijos
de Dios los hijos según la carne, sino los hijos de la promesa: 9,8. Seré miseri
cordioso con quien lo sea; me apiadaré de quien me apiade: 9,15. No se trata de
querer o correr, sino de que Dios tenga misericordia: 9,16. (Dios) usa de miseri
cordia con quien quiere: 9,18. ¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? 9,20.
El que crea en él, no será confundido: 9,33. Si confiesas con tu boca que Jesús
es Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, será
s salvo: 10,9.
Con el corazón se cree para conseguir la justicia: 10,10. Con la boca se confies
a para conseguir la salvación: 10,10. Todo el que invoque el nombre del Señor, s
e salvará: 10,13. La fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabr
a de Cristo: 10,17. Si (la salvación) es por gracia, ya no lo es por las obras:
11,6. El endurecimiento parcial de Israel durará hasta que entre la totalidad de
los gentiles: 11,25. Los dones y la vocación de Dios son irrevocables: 11,29. D
ios encerró a todos los hombres en la rebeldía, para usar con todos ellos de mis
ericordia: 11,32. ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus camino
s!: 11,33. De él, por él y para él, son todas las cosas: 11,35. Ofrezcan sus cue
rpos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: 12,1. Transfórmense median
te la renovación de su mente: 12,2. Vence al mal con el bien: 12,21. Con nadie t
engan otra deuda que la del mutuo amor: 13,8. La caridad es la Ley en su plenitu
d: 13,10. La salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe: 13
,11. Revístanse del Señor Jesu-Cristo: 13,14. Aténgase cada cual a su propia con
ciencia: 14,5. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor mo
rimos: 14,8. Ya vivamos, ya muramos, del Señor somos: 14,8. El Reino de Dios es
justicia, gozo y paz en el Espíritu Santo: 14,17. Todo lo que no procede de la f
e, es pecado: 14,23. 1 CORINTIOS No me envió Cristo a bautizar sino a predicar e
l Evangelio: 1,17. Dios quiso salvar a los creyentes mediante la necedad de la p
redicación: 1,21. La cruz (es) escándalo para los judíos y locura para los genti
les: 1,23. Cristo crucificado, es fuerza de Dios y sabiduría de Dios: 1,23-24. L
a necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres: 1,25. La debilida
d divina es más fuerte que la fuerza de los hombres: 1,25. El que se gloríe, glo
ríese en el Señor: 1,31.
No quiero saber otra cosa que a Jesu-Cristo, y a Jesu-Cristo crucificado: 2,2. N
i el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios preparó
para los que le aman: 2,9. Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de
Dios: 2,11. El hombre natural no capta las cosas del Espíritu de Dios: 2,14. El
hombre espiritual lo juzga todo: 2,15. Son santuario de Dios y el Espíritu de Di
os habita en ustedes: 3,16. Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios lo des
truirá a él: 3,17. La sabiduría del mundo es necedad a los ojos de Dios: 3,19. T
odas la cosas son vuestras; vosotros de Cristo y Cristo de Dios: 3,2223. Lo que
se le exige a un administrador es que sea fiel: 4,2. ¿Qué tienes que no lo hayas
recibido, y si lo has recibido de qué te glorías? 4,7. El Reino de Dios no está
en la palabrería, sino en el poder: 4,20. Purifíquense de la vieja levadura par
a ser masa nueva: 5,7. Cristo nuestra pascua ha sido inmolado: 5,7. Huid de la f
ornicación: 6,18. ¡Han sido bien comprados!: 6,20. La apariencia de este mundo p
asa: 7, 31. Cada uno tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera y ot
ros de otra: 7,7. La ciencia hincha, pero el amor edifica: 8,1. Los que predican
el Evangelio, vivan del Evangelio: 9,14. ¡Ay de mí si no evangelizara!: 9,16. M
e he hecho todo para todos, para salvarlos a todos: 9,22. Fiel es Dios, que no p
ermitirá que sean tentados sobre sus fuerzas: 10,13. No pueden beber el cáliz de
Dios y el cáliz de los demonios: 10,21. Todo es lícito, mas no todo edifica: 10
,23. Todo es lícito, mas no todo es conveniente: 10,23. Ya sea que comáis, ya se
a que bebáis, hacedlo todo para la gloria de Dios: 10,31. Sed mis imitadores, co
mo yo lo soy de Cristo: 11,1. La cabeza de todo hombre es Cristo. La cabeza de l
a mujer es el hombre. La cabeza de Cristo es Dios: 11,3. Cada vez que comemos es
te pan y bebemos este cáliz anunciamos la muerte del Señor hasta que venga: 11,2
6.
El que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación: 1
1,29. Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sin el Espíritu de Dios: 12,3. Hay d
iversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo: 12,4. En un mismo Espíritu
hemos sido bautizados para formar un solo cuerpo: 12,13. Ustedes son el cuerpo d
e Cristo: 12,27. Aspiren a los dones superiores: 12,31. Si no tengo amor, nada s
oy: 13,2. El amor es paciente, es servicial: 13,4. El amor no es envidioso, no e
s jactancioso ni se engríe: 13,4. El amor se alegra con la verdad: 13,6. El amor
todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta: 13,7. El amor no
toma en cuenta el mal: 13,5. El amor no acaba nunca: 13,8. Ahora subsisten la f
e, la esperanza y la caridad, pero la mayor de todas es la caridad: 13,13. Sean
niños en malicia, pero hombres maduros en el juicio: 14,20. Que todo sea para ed
ificación: 14,26. Los espíritus de los profetas están sometidos a los profetas:
14,32. Dios no es un Dios de confusión, sino de paz: 14,33. Cristo murió por nue
stros pecados, fue sepultado y fue resucitado según las Escrituras: 15,3. Por la
gracia de Dios soy lo que soy: 15,10. La gracia de Dios no ha sido estéril en m
í: 15,10. Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana nuestra fe:
15,14. Que Dios sea todo en todo: 15,28. Así como hemos revestido la imagen del
hombre terreno, así revestiremos también la imagen del (hombre) celeste: 15,49.
¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?: 15,55.
El aguijón de la muerte es el pecado: 15, 56. La fuerza del pecado es la Ley: 1
5,56. Dios nos da la victoria por nuestro Señor Jesu-Cristo: 15,57. Nuestro trab
ajo en el Señor no es en vano: 15,58. Manténganse firmes en la fe: 16,13. Hagan
todo por amor: 16,14. El que no ame al Señor, ¡sea anatema! 16,22.
Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos: 15,32. 2 C
ORINTIOS No pongamos la confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita
a los muertos: 1,9. Todas las promesas hechas por Dios tienen su sí en Cristo Je
sús: 1,20. Dios nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu: 1,22. Ust
edes son una carta de Cristo redactada por nuestro ministerio: 3,3. La letra mat
a, pero el Espíritu da vida: 3,6. Donde está el Espíritu del Señor allí está la
libertad: 3,17. Llevamos este tesoro en vasos de barro: 4,7. Creí, por eso hablé
: 4,13. Quien resucitó al Señor Jesús, nos resucitará con Jesús: 4,14. La leve t
ribulación de un momento nos produce un pesado caudal de gloria eterna: 4,17. Di
os nos ha dado en arras el Espíritu: 5,5. El amor de Cristo nos apremia: 5,14. V
ivan para Aquel que murió y resucitó (por ustedes): 5,15 El que está en Cristo e
s nueva criatura: 5,17. Las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son
eternas: 5,18. Somos embajadores de Cristo: 5,20. A quien no conoció pecado, (D
ios) lo hizo pecado por nosotros: 5,21. (Vivimos) como quienes nada tienen, aunq
ue todo lo poseemos: 6,10. Somos santuarios de Dios vivo: 6,16. La tristeza segú
n Dios produce firme arrepentimiento para la salvación: 7,10. La (tristeza) del
mundo produce muerte: 7,10. Me alegro de poder confiar totalmente en ustedes: 7,
16. Jesu-Cristo, siendo rico se hizo pobre, a fin de enriquecernos con su pobrez
a: 8,9. El que mucho recogió, no tuvo más; y el que poco recogió no tuvo de meno
s: 8,15. El que siembra con mezquindad, cosechará mezquindad: 9,6. El que siembr
a en abundancia, cosechará en abundancia: 9,6. Dios ama al que da con alegría: 9
,7. Poderoso es Dios para colmarlos de toda gracia: 9,8. Aunque vivimos en la ca
rne, no combatimos según la carne: 10,3. Celoso estoy de ustedes con celo de Dio
s: 11,2.
Satanás se disfraza de ángel de luz: 11,14. Si hay que gloriarse, en mi flaqueza
me gloriaré: 11,30. Mi gracia te basta: 12,9. Cuando soy más débil es cuando so
y más fuerte: 12,10. Me gastaré y me desgastaré totalmente por vuestras almas: 1
2,15. Nada podemos contra la verdad, sino sólo a favor de la verdad: 13,8. La gr
acia del Señor Jesu-Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo est
én con todos ustedes: 13,13. GALATAS Aunque un ángel del cielo les anunciara un
Evangelio distinto al que les hemos anunciado, ¡sea anatema!: 1,8. Si tratara de
agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo: 1,10. Anunciar a Jesu-Cris
to: 1,16. El que antes nos perseguía, ahora anuncia la Buena Nueva de la fe: 1,2
3. Si tú siendo judío vives como gentil, ¿cómo obligas a los gentiles a judaizar
? 2,14. El hombre no se justifica por las obras, sino por la fe en Cristo Jesús:
2,16. Por las obras de la Ley nadie será justificado: 2,16d. Con Cristo estoy c
rucificado: 2,19. Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí: 2,20. Si p
or la Ley se obtuviera la justificación, entonces Cristo hubiera muerto en vano:
2,21. Todos los que viven en las obras de la Ley incurren en maldición: 3,10. L
a Ley no justifica a nadie, pues el justo vivirá por la fe: 3,11. La Ley no proc
ede de la fe: 3,12. Cristo nos rescató de la maldición de la Ley, haciéndose él
mismo maldición por nosotros: 3,13. Por la fe recibimos el Espíritu de la Promes
a: 3,14. La Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de que la Promesa fuera
otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesu-Cristo: 3,22. Todos somos hijos
de Dios por la fe en Cristo Jesús: 3,26. Todos los bautizados en Cristo hemos s
ido revestidos de Cristo: 3,27. Todos son uno en Cristo: 3,28. Dios envió a su H
ijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo l
a Ley: 4,4.
La prueba de que son hijos, es que Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo que cl
ama: ¡Abbá!: 4,6. Ahora que han conocido a Dios, o mejor, que El los ha conocido
: 4,9. Háganse como yo, pues yo me hice como ustedes: 4,12. Hijos míos por los q
ue sufro dolores de parto hasta ver a Cristo formado en ustedes: 4,19. Ustedes s
on hijos de la Promesa: 4,28. No somos hijos de la esclava, sino de la libre: 4,
31. Para ser libres los libertó Cristo: 5,1. Todos los que buscan la justicia en
la Ley, han roto con Cristo: 5,4. La fe actúa por la caridad 5,6. ¡Ojalá se mut
ilaran los que los perturban!: 5,12. Han sido llamados a la libertad: 5,13. No t
omen la libertad como pretexto para la carne: 5,13. Sírvanse por amor los unos a
los otros: 5,13. Toda la Ley alcanza su plenitud en este solo precepto: amarás
a tu prójimo como a ti mismo: 5,14. Si viven según el Espíritu, no den satisfacc
ión a las apetencias de la carne: 5,16. La carne tiene apetencias contrarias al
Espíritu, y el Espíritu contrarias a la carne: 5,17. Si son conducidos por el Es
píritu, no están bajo la Ley: 5,18. El fruto del Espíritu es amor: 5,22. Quienes
son de Cristo, han crucificado la carne con sus pasiones: 5,24. Si vivimos segú
n el Espíritu, obremos según el Espíritu: 5,25. Si alguno se imagina ser algo, s
e engaña a sí mismo: 6,3. El discípulo haga partícipe en toda suerte de bienes a
l que le instruye en la Palabra: 6,6. No se engañen, de Dios nadie se burla: 6,7
. Lo que uno siembre, eso cosechará: 6,7. El que siembra en su carne, de la carn
e cosechará corrupción: 6,8. El que siembra en el Espíritu, cosechará vida etern
a: 6,8. Hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe
: 6,10. Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor JesuCris
to: 6,14. Por la cruz, el mundo es un crucificado para mí, y yo un crucificado p
ara el mundo: 6,14. Que nadie me moleste, pues llevo las señales de Cristo 6,17.
EFESIOS Dios nos ha elegido en Cristo para ser santos e inmaculados en su presen
cia, en el amor: 1,4. Que todo tenga a Cristo por Cabeza: 1,10. Hemos sido sella
dos con el Espíritu Santo de la Promesa: 1,13. Dios, rico en misericordia, por e
l grande amor con que nos amó, estando (nosotros) muertos a causa de nuestros de
litos, nos vivificó juntamente con Cristo: 2,4-5. Por gracia hemos sido salvados
: 2,5. Con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús: 2,6.
Han sido salvados por la gracia mediante la fe: 2,8. Los que en otro tiempo est
aban lejos, han llegado a estar cerca por la sangre de Cristo: 2,13. El es nuest
ra paz: 2,14. Paz a ustedes que estaban lejos y paz a los que estaban cerca: 2,1
7. En (Jesús) tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu: 2,18. (Ustedes están
) edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas: 2,20. El amor de Cri
sto excede a todo conocimiento: 3,19. (Dios) tiene poder para realizar todas las
cosas incomparablemente mejor de lo que podamos pedir o pensar: 3,20. (Vivan) d
e una manera digna de la vocación a la que han sido llamados: 4,1. Un solo Señor
, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre t
odos, por todos y en todos: 4,5-6. El mismo dio a unos ser apóstoles; a otros, p
rofetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros: 4,11. Crezcamos
en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo: 4,15. (Revestíos) del Hombre Nuev
o, creado según Dios: 4,24. No se ponga el sol mientras estén airados: 4,26. No
entristezcan el Espíritu Santo de Dios: 4,30. Vivan como hijos de la luz: 5,8. E
xaminen lo que agrada al Señor: 5,10. No se embriaguen con vino: 5,18. Llénense
del Espíritu: 5,18. Las mujeres (amen) a sus maridos como al Señor: 5,22. Marido
s, amen a sus mujeres como Cristo amó a su Iglesia: 5,25. Que cada uno ame a su
mujer como a sí mismo: 5,33. Fortalézcanse en el Señor y en la fuerza de su pode
r: 6,10.
Revístanse de las armas de Dios: 6,11. Nuestra lucha no es contra la carne y la
sangre, sino contra los Principados y Potestades: 6,12. FILIPENSES Para mí la vi
da es Cristo y la muerte una ganancia: 1,21. Lleven una vida digna del Evangelio
de Cristo: 1,27. Manténganse firmes en un mismo espíritu y luchen acordes por l
a fe del Evangelio: 1,27. Sean todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mis
mo espíritu, unos mismos sentimientos: 2,2. Tengan los mismos sentimientos que t
uvo Cristo: 2,5. (Jesús) se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muer
te y muerte de cruz: 2,8. Al Nombre de Jesús se doble toda rodilla: 2,10. Toda l
engua confiese que Jesús es Señor para la gloria del Padre: 2,11. Dios es quien
obra el querer y el obrar, como bien le parece: 2,13. Háganlo todo sin murmuraci
ones ni discusiones: 2,14. Todos buscan sus propios intereses y no los de Cristo
Jesús: 2,21. Los verdaderos circuncidados son los que dan culto según el Espíri
tu de Dios: 3,3. Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa
de Cristo: 3,7. Todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de mi Señor
JesuCristo: 3,8. Continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo
mismo alcanzado por Cristo Jesús: 3,12. Estén siempre alegres en el Señor; se l
o repito, estén alegres: 4,4. La paz de Dios, que supera todo conocimiento, cust
odiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús: 4,7. Tengan en cuenta t
odo lo verdadero, noble, justo, puro y amable: 4,8. Todo lo puedo en Aquél que m
e conforta: 4,13. Mi Dios proveerá a todas sus necesidades con magnificencia: 4,
19. COLOSENSES Me alegro por los padecimientos que soporto por ustedes: 1,24. Co
mpleto en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo: 1,24. Cristo es l
a esperanza de la gloria: 1,27.
En el misterio de Dios están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y la cien
cia: 2,3. En él (Jesús) reside toda la plenitud de la divinidad: 2,9. Sepultados
con él en el bautismo, con él también han resucitado: 2,12. (Nos) vivificó junt
amente con él y nos perdonó todos nuestros delitos: 2,13. Canceló la nota de car
go que había contra nosotros clavándola en la cruz: 2,14. La realidad es el cuer
po de Cristo: 2,17. Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, d
onde está Cristo: 3,1. Aspiren a las cosas de arriba, no a las de la tierra: 3,2
. Despójense del hombre viejo: Revístanse del hombre nuevo: 3,9. Por encima de t
odo, revístanse de amor, vínculo de toda perfección: 3,14. Que la paz de Cristo
presida sus corazones: 3,15. Que la Palabra de Cristo habite en ustedes con toda
su riqueza: 3,16. Todo lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor: 3,17. 1 TE
SALONICENSES Les prediqué el Evangelio no sólo con palabras, sino con poder, y c
on Espíritu Santo con plena persuasión: 1,5. Ustedes son nuestra gloria y nuestr
o gozo: 2,20. Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación: 4,2. No nos ll
amó Dios a la impureza, sino a la santidad: 4,7. Dios no nos ha destinado para l
a cólera, sino para la salvación: 5,9. Oren constantemente: 5,17. No extingan el
Espíritu: 5,19. Examínenlo todo y quédense con lo bueno: 5,21. Fiel es el que l
os llama, y es él quien lo hará: 5,24. No buscamos agradar a los hombres, sino a
Dios que examina los corazones: 2,4.
TESALONICENSES Dios los ha escogido para la salvación: 2,13. Han sido llamados p
ara conseguir la gloria de Dios: 2,14. Que se difunda (corra) la Palabra del Señ
or: 3,1.
La fe no es de todos: 3,2. El Señor es fiel: 3,3. El Señor los afianzará y los l
ibrará del Maligno: 3,3. En el amor de Dios y la tenacidad de Cristo: 3,5. Si al
guno no quiere trabajar, que tampoco coma: 3,10. No se cansen de hacer el bien:
3,13. TIMOTEO El es nuestra esperanza: 1,1. La gracia de Nuestro Señor Jesu-Cris
to sobreabundó en mí: 1,14. Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores;
el primero soy yo: 1,15. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen
al conocimiento pleno de la verdad: 2,4. Hay un solo Dios, y un solo mediador, J
esu-Cristo: 2,5. Si luchamos y nos fatigamos es porque tenemos puesta la esperan
za en Dios vivo: 4,10. Que nadie menosprecie tu juventud: 4,12. No descuides el
carisma que hay en ti: 4,14. El obrero tiene derecho a su salario: 5,18. Nada he
mos traído al mundo y nada podremos llevarnos de él: 6,7. La raíz de todos los m
ales es el afán del dinero: 6,10. Combate el buen combate de la fe: 6,12.
2 TIMOTEO Reaviva la gracia de Dios que está en ti: 1,6. No nos dio el Señor un
espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y templanza: 1,7. Yo sé bien
en quien tengo puesta mi confianza: 1,12. Tú, hijo mío, cuanto me has oído, conf
íalo a hombres fieles capaces a su vez de enseñar a otros: 2,2. Acuérdate de Jes
u-Cristo resucitado de entre los muertos: 2,8. La Palabra de Dios no está encade
nada: 2,9. Si somos infieles, él permanece fiel: 2,13. Apártense del pecado todo
s los que pronuncian el Nombre del Señor: 2,19. El Señor conoce a los que son su
yos: 2,19.
Soporta las fatigas como buen soldado de Cristo: 2,3. Todos los que quieran vivi
r en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones: 3,12. Los seductores serán seductores
y seducidos: 3,13. Las Sagradas Escrituras pueden darte la sabiduría que lleva
a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús: 3,15. La Sagrada Escritura está i
nspirada por Dios: 3,16. La Sagrada Escritura es útil para enseñar, argüir y cor
regir: 3,16. Proclama la Palabra a tiempo y a destiempo: 4,2. El Señor me librar
á de toda obra mala: 4,18. Todos me han abandonado: 4,16. A El la gloria por los
siglos de los siglos: Amén: 4,18. TITO Dios no miente: 1,2. Para los limpios to
do es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio: 1,15. Hay
quien profesa conocer al Señor, pero con sus obras le niega: 1,16. Enseña lo que
es conforme a la sana doctrina: 2,1. Se ha manifestado la gracia salvadora de D
ios a todos los hombres: 2,11. El gran Dios y Salvador nuestro, Jesu-Cristo: 2,1
3. Que nadie te desprecie: 2,15. HECHOS DE LOS APOSTOLES La total justificación
se obtiene por la fe en Jesús: 13,39. Es necesario que pasemos muchas tribulacio
nes para entrar en el Reino de Dios: 14,22. Ten fe en el Señor Jesús y te salvar
ás tú y tu casa: 16,31. Yo les anuncio a Jesús: 17,3. En él vivimos, nos movemos
y existimos: 17,28. ¿Recibieron el Espíritu Santo cuando abrazaron la fe?: 19,2
. Conviértanse a Dios y crean en el Señor Jesús: 20,21. Dar testimonio del Evang
elio de la gracia del Señor: 20,24. No me acobardé de anunciarles todo el design
io de Dios: 20,27. Tengan cuidado de la grey en medio de la cual el Señor los pu
so como vigilantes: 20,28. La Palabra de Dios tiene poder para construir el edif
icio: 20,32.
Mayor felicidad hay en dar que en recibir: 20,35. Estoy dispuesto a morir por el
nombre del Señor Jesús: 21,13. ¿Qué debo hacer, Señor? 22,10. Por la esperanza
de Israel, llevo yo estas cadenas: 28,20. La salvación de Dios ha sido enviada a
los gentiles: 28,28.

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