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Reconfigurar la mirada sobre los discursos

de la arquitectura mexicana

Dra. Yolanda Bojórquez Martínez


Mayo de 2010

Introducción
Analizar la arquitectura y el urbanismo mexicano ha sido trabajo de muchos
especialistas: historiadores, sociólogos, arquitectos, ingenieros, críticos de arte,
antropólogos, etcétera. Se pueden encontrar estudios desde estas disciplinas, con
sus enfoques, métodos y teorías, para ofrecer explicaciones sobre la producción del
hábitat de los mexicanos en diferentes periodos y contextos geográfico- históricos.
Hasta ahora, los estudios realizados a los discursos arquitectónicos mexicanos
consideran la Arquitectura inserta en un contexto histórico, con condicionantes
diversas que inciden en ella: pero considerar a los discursos arquitectónicos como
parte de un sistema estructural que se relaciona, se impacta, se condiciona y se
modifica a través de su producción, ya sea práctica (construcciones) o textual
(documentos escritos) aporta una nueva mirada que busca salirse de las posiciones
usuales desde las que se ha estudiado a la producción arquitectónica para elaborar
un análisis más integral, más comprehensivo de los múltiples factores que se
entretejen en relaciones no siempre armónicas, incluso de lucha y antagonismos,
con elementos instituidos y estrategias instituyentes, que van abriendo los caminos,
proponiendo y definiendo las prácticas sociales que a su vez influyen en las
estructuras del sistema. Lo que aquí se propone es una visión postestructuralista
para el análisis de los discursos de la arquitectura mexicana.

En esta estructura, el objetivo consiste en la búsqueda de las formaciones


discursivas y epistemológicas1 que estén contenidas en ellos, sus relaciones, sus
regularidades, los cuales son constituyentes de la episteme2 de la época. El discurso
conceptualizado de esta manera, desde las ciencias sociales, a partir de los estudios
de Michel Foucault, constituyen las bases teóricas para el análisis de las prácticas
discursivas de la arquitectura mexicana.

1
Concepto propuesto por Foucault: para su definición, ver más adelante, pág. 13
2
Michel Foucault también desarrolla este concepto: para su definición, ver más adelante, págs. 5 y 10

1
Con el reconocimiento de los códigos del sistema discursivo de la episteme,
es posible hacer una reinterpretación de las funciones de los discursos
arquitectónicos al interior de la estructura de saberes de tales periodos históricos,
para comprender sus productos, sus cambios, sus conflictos y sus respuestas desde
y hacia la sociedad que los produjo. El estudio de la arquitectura como una práctica
social discursivisada al interior de un sistema estructural dinámico, en constante
movimiento, con tensiones y conflictos que revelan una matriz cultural con una
concepción del mundo propia, otorga una mirada desplazada de los lugares
acostumbrados de análisis para buscar una re-interpretación de los discursos
arquitectónicos del pasado, y con esto modificar la visión sobre los discursos
arquitectónicos contemporáneos.

Desde esta mirada, a continuación se presenta una discusión acerca de la


concepción discursiva de la arquitectura mexicana, un panorama sobre las re-
configuraciones que está presentando el ámbito de los saberes. Basadas en esta
plataforma, se desarrollan las nociones centrales para el análisis, y la conclusión
con una propuesta metodológica para el estudio de la arquitectura mexicana como
discursos.

Los discursos de la arquitectura mexicana


La arquitectura puede definirse como un hecho cultural, una producción social, por
tanto, un documento comunicador de una representación que se hace del mundo
una comunidad, en un momento histórico: y como la historia no es estática, sino
dinámica, en un hábitat construido podremos encontrar documentos (edificios,
construcciones) de diversos momentos históricos a través de los cuales se narra la
evolución de esa sociedad.

Los discursos de la arquitectura mexicana son sistemas lingüísticos de


complejidad organizada3 que se relacionan con otras prácticas discursivas, las
cuales condicionan y modifican su funcionamiento como integrantes de la episteme
de un periodo determinado y un espacio definido.

3
IBÁÑEZ, Jesús (1994): El regreso del sujeto. La investigación social de segundo orden. Capítulo I:
“Las paradojas de la investigación social: una tarea necesaria e imposible”. España, Siglo XXI, p. 24

2
La Arquitectura, vista desde la Comunicación, es definida por Jenks como el
uso de significantes formales (materiales y espacios cerrados) para articular
significados (estilos de vida, valores, funciones), haciendo uso de ciertos medios
(estructurales, económicos, técnicos y mecánicos).4 Bajo esta concepción, el
discurso arquitectónico se presenta bajo dos modalidades: en la praxis, con los
edificios como documentos expresivos, con signos, símbolos y códigos físicos, y el
discurso escrito, la conceptualización que originó la construcción, o el fundamento y
descripción de la obra arquitectónica.

Cuando este documento escrito se origina desde las características sociales


más relevantes de la comunidad, que expresa los ideales, valores y significados
importantes, que responde congruentemente a las necesidades físicas, psicológicas
e ideológicas de la sociedad que la genera, es reconocida como la Teoría de la
arquitectura, en la que se reúnen los conceptos abstractos que fundamentan la
producción del hábitat humano en un espacio – tiempo específico. Entre mayor
fuerza tenga esta Teoría (discurso de la arquitectura), mayor será su difusión en
diversos lugares y por un tiempo más prolongado, tanto en discurso escrito como en
discurso de la producción de obras.

Conceptualizar a la teoría como un “cuerpo de conceptos básicos acerca de la


Arquitectura” es la definición que da Enrique Yánez.5 Son el conjunto de propuestas,
conceptos probados en el ejercicio profesional de la Arquitectura y que bajo el
consenso de la comunidad (los arquitectos) se transforman en principios teóricos
que fundamentan la práctica de la construcción del hábitat humano. Los discursos
teóricos de la arquitectura están conformados por los fundamentos, las bases
conceptuales de la práctica y de la formación de los arquitectos. Esta teoría está
presente en los discursos de académicos y profesionistas que con sus reflexiones
acerca de la praxis arquitectónica, de sus principios básicos, responden a las
condiciones de los momentos históricos en que se inserta su participación.

4
JENKS, Charles (1981): El lenguaje de la arquitectura posmoderna, Gustavo Gili, Barcelona,
España, p. 79.
5
YÁÑEZ, Enrique (1996): Arquitectura, teoría, diseño, contexto, Limusa, México

3
Con la aplicación de los principios de la Lingüística a la Teoría de la
Arquitectura, Joao Rodolfo Stroeter6 define a la teoría arquitectónica como un
“metalenguaje”, y correlativamente, Kate Nesbitt la define de la siguiente manera:
“Dentro de la disciplina de arquitectura, la teoría es un discurso que describe la
práctica y la producción de arquitectura e identifica sus desafíos.” 7 Esta idea del
lenguaje también es suscrita por Rafael López Rangel, para quien la teoría de la
arquitectura constituye una “organización formal estético-técnica, social-histórica,
que a su vez juega un papel en la producción y en las formas ideológicas, por medio
de las especificidades de su lenguaje.” 8

Después de revisar las diversas definiciones de estos autores, se puede decir


que la Teoría de la Arquitectura es el discurso (hablado o escrito) que describe,
explica, discute, evalúa los principios de la práctica arquitectónica con un enfoque
histórico-sociológico y en un contexto cultural determinado. A partir de esta
concepción discursiva de la arquitectura, es posible considerar la aplicación del
análisis del discurso (desde el marco teórico propuesto por Michel Foucault) que
plantea una postura estructural, una visión integral y sistémica, y que ayuda a
conformar un objeto de estudio complejo, el cual requiere, además, de un ejercicio
de reflexividad por parte del investigador.

Reconfiguraciones
En este momento de crisis de los saberes, en que los campos disciplinares están
cuestionados, los movimientos y cambios que implican las reconfiguraciones, los
desplazamientos, descentramientos que impactan desde niveles epistemológicos y
metodológicos hasta las dimensiones más específicas como las nociones y
categorías, han emergido una serie de factores o elementos que transforman tanto
la manera de aprender como la de generar conocimientos. Entre estas nuevas
condiciones, la noción del pensamiento complejo de Edgar Morin 9 proclama una

6
STROETER Joao Rodolfo (1994): Teorías sobre Arquitectura, Trillas, México
7
NESBITT, Kate (1996): Theorizing a New Agenda for Architecture: an Anthology of Architectural
Theory. Princeton Architectural Press, New York, U.S.A., p. 16
8
LÓPEZ RANGEL, Rafael (1977): Contribución a la Visión Crítica de la Arquitectura, Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla, Departamento de Investigaciones Arquitectónicas y Urbanísticas,
Puebla, México, p. 17
9
MORIN, Edgar (2000): Introducción al pensamiento complejo. Barcelona, Gedisa, pp. 135-164

4
nueva visión sobre el mundo, que requiere diferentes maneras de acercarse a
observarlo y estudiarlo para su comprensión.

Este requerimiento de “nuevas maneras” no sólo afecta a los objetos de


estudio, o a las situaciones contextuales, o a las compartimentaciones del
conocimiento humano: también exige del investigador, del académico, del estudioso
de cualquier disciplina, el reconocimiento del sujeto como participante en esta
producción de sentido sobre los diversos aspectos del mundo actual. Esta presencia
del sujeto en la objetivación del mundo y sus procesos, requiere de un
reconocimiento de las condiciones referenciales, identitarias, del investigador ante el
fenómeno estudiado. A este ejercicio de reconocimiento se le ha denominado como
Reflexividad10, y cumple principalmente con dos funciones: para el sujeto
investigador, el reconocimiento de su propia postura, posición ante el objeto de
estudio, desde su formación, sus intereses, sus convicciones: también la reflexividad
le exige la identificación y ruptura con las prenociones y supuestos que sesgan su
mirada para desplazarla del terreno de lo obvio, de lo conocido, hacia un punto de
extrañamiento, de novedad, de curiosidad. De esta manera, es posible integrar en
los conocimientos generados por el investigador su presencia, desde dónde dice,
por qué lo dice, cómo lo dice.

La noción de Complejidad
El análisis de cualquier actividad humana requiere de una mirada transdisciplinar
que permita estudiar de manera compleja estas experiencias. La asunción de que
todo conocimiento acerca del mundo se realiza a través de las personas, y de que
estas personas tienen en su estructura mental la presencia de tradiciones, rituales,
creencias, miedos, afectos que influyen en la producción de sentido sobre sus
experiencias, implica que la comprensión de este mundo es siempre multifacética y
cultural, esto es, compleja11.

10
Concepto desarrollado por diferentes autores como: IBÁÑEZ, Jesús (1994): El regreso del sujeto.
La investigación social de segundo orden. Capítulo I: “Las paradojas de la investigación social: una
tarea necesaria e imposible”, BOURDIEU, Pierre y Loïc WACQUANT (1995): La práctica de la
antropología reflexiva. Respuestas. Por una antropología reflexiva, y MORIN, Edgar (2000):
Introducción al pensamiento complejo.
11
MORIN, Edgar (2000): Introducción al pensamiento complejo. Barcelona, Gedisa, pp. 135-164

5
En esta misma línea de ideas, Beck propone la construcción de un objeto de
estudio complejo12, que pueda ser analizado desde diferentes perspectivas que van
más allá de un estudio inter o multidisciplinario. Esta complejización del objeto de
estudio es un proceso, el objeto se va construyendo de manera compleja al ser
analizado desde diferentes ámbitos en los que se localiza y se puede observar, para
conocer su comportamiento, la función que desempeña en diferentes estructuras
(económica, política, cultural) además de analizar las relaciones entre éstas, sus
tensiones, constricciones e influencias.

Episteme
A la distancia que establece el tiempo, es posible observar el pasado con una
mirada integradora para construir un panorama general que permita el análisis de los
diferentes discursos desarrollados en un espacio definido territorialmente y un
tiempo determinado entre dos momentos de inflexión o cambio en las relaciones de
estos discursos.

Sujeto y objeto son efectos del orden simbólico, que cambian con el tiempo y
es regulado por los valores enarbolados en un periodo determinado 13. El cambio de
estos valores produce cambios en las estructuras que condicionan los
comportamientos humanos, las actividades de las sociedades. Estas estructuras
conforman un sistema dinámico, relacional, que ante cualquier alteración en alguna
estructura, las demás también reciben algún efecto de esta modificación.

Este sistema es definido por Foucault, como “el conjunto de las relaciones
que pueden unir, en una época determinada, las prácticas discursivas que dan lugar
a unas figuras epistemológicas, a unas ciencias, eventualmente a unos sistemas
formalizados”.14 En otras palabras, este concepto refiere una plataforma de saberes,
el conjunto de conocimientos que domina una sociedad con los cuales construye
una visión del mundo y que sirve de escenario para su producción cultural. El orden
de las cosas, los saberes, cuando varían, cambian la episteme del tiempo, se da una
inflexión, una transformación que genera una base epistemológica nueva para el

12
BECK, Ulrich (2004): Poder y contra-poder en la era global. Barcelona. Paidós.

13
IBÁÑEZ, Jesús (1994): El regreso del sujeto. La investigación social de segundo orden. Capítulo I:
“Las paradojas de la investigación social: una tarea necesaria e imposible”. España, Siglo XXI, p. 16
14
FOUCAULT, Michel: La arqueología del saber, Siglo XXI, México, 1982, p. 323

6
conjunto de saberes de ese momento, de ese espacio-tiempo específico. La historia
se compone de un conjunto de saberes contemporáneos15, saberes de diferentes
tipos que se relacionan entre sí en un tiempo determinado, y que se expresan a
través de diferentes discursos en ese momento histórico. De esta manera, los
saberes varían de episteme en episteme.

El sujeto y la reflexividad
En las sociedades hay estructura, la que se entiende como las relaciones entre
elementos reflexivos (sujetos): hay sistema, lo cual comprende las relaciones entre
las relaciones, y además hay jerarquía entre estos elementos16. Los elementos
reflexivos de la sociedad son los individuos, que a través del lenguaje nombran las
cosas, y que crean discursos y códigos que funcionan para ciertas épocas. De esta
manera, el sujeto investigador está integrado en su investigación como sujeto-en-
proceso, a través de la reflexividad. Esta reflexividad significa que lo objetivo se
refleja y se refracta en lo subjetivo.

La sociología, sostiene Ibáñez, surge en el momento en que las sociedades


se hacen conscientes de sí mismas, en un intento por reconocer las leyes racionales
de la organización social. La relación entre ciencia y sociedad produce una
sociología compleja que ayuda a conocer y comprender las interretroacciones que
se ejercen al interior de esta relación.17 El trabajo del sociólogo es observar y
comprender a la sociedad. Morin también sugiere la reintegración del observador en
su observación, ya que conocer es hacer una traducción de las realidades del
mundo exterior, de tal manera que el sujeto se convierte en co-productor del objeto
que conoce. De esta manera, la objetividad científica es producida por el sujeto. Por
lo tanto, la objetividad concierne a la subjetividad.

Por su parte, Bourdieu presenta como un requerimiento indispensable la


vigilancia epistemológica18, para fungir como un participante objetivo en los
acercamientos al fenómeno social estudiado. La objetivación participante, sugerida

15
El sentido de contemporaneidad es manejado aquí como conceptos usados en el mismo tiempo,
sea cual fuere el periodo histórico analizado.
16
IBÁÑEZ, Jesús (1994): El regreso del sujeto. La investigación social de segundo orden. Capítulo I:
“Las paradojas de la investigación social: una tarea necesaria e imposible”. España, Siglo XXI, p. 5
17
MORIN, Edgar (2000): Introducción al pensamiento complejo. Barcelona, Gedisa, p. 157
18
BOURDIEU, Pierre y Loïc WACQUANT (1995): La práctica de la antropología reflexiva.
Respuestas. Por una antropología reflexiva. México: Grijalbo,

7
por Bourdieu, resulta en un ejercicio sumamente difícil, ya que exige del investigador
“la ruptura de las adherencias y las adhesiones más profundas y más inconscientes:
justamente aquéllas que, muchas veces, constituyen el ‘interés’ del propio objeto
estudiado para aquél que lo estudia…” En este sentido, el reconocimiento de la
postura propia en la estructura interna del campo, y ante los diferentes discursos que
conviven en conflicto, esto es, la subjetividad propia del investigador, debe
explicitarse en un ejercicio de reflexividad que es parte constitutiva del enfoque o la
visión que se tiene al abordar el objeto de estudio. Haciendo eco de Bourdieu,
Renato Ortiz recomienda que la ruptura con el sentido común es fundamental para el
razonamiento científico19. La reflexividad de los propios esquemas, nociones y
actitudes ante los discursos teóricos permitirá tener conciencia de la ubicación
personal del investigador para buscar el distanciamiento necesario en el análisis y la
re-interpretación de la información para ser capaz de observar e identificar los
movimientos estructurales y estratégicos del campo y sus agentes.

Lenguaje, discurso
El mundo puede ser leído como un texto: para Ianni, la modernidad y su relato son
considerados como los constructores del conocimiento científico20. En la narrativa
histórica, social y científica que describe los descubrimientos, las conquistas y los
encuentros, se ve el empeño por comprender a los otros, sus diferentes visiones del
mundo y sus transformaciones.

Es en el ámbito de los discursos donde se articulan significativamente las


formas del universo. Ahí es donde se nombra al mundo, ahí es donde se concibe y
se realiza la apropiación subjetiva del mundo. La multiplicidad de lenguajes revela la
multiplicidad de visiones del mundo, la gran variedad de sistemas semióticos de
comprensiones sobre el mundo. El lenguaje participa activamente en la constitución
de la gente, las cosas, las ideas. Se revela como condición y producto de formas de
sociabilidad y de los juegos de las fuerzas sociales, constituyéndose como un
componente esencial de las configuraciones histórico-sociales de la vida, del trabajo
y de la cultura. En el ámbito de la modernidad, el lenguaje desempeña un papel

19
ORTIZ Renato (2002): Taquigrafiando lo social. Siglo XXI. Buenos Aires
20
IANNI, Octavio (2000): Enigmas de la modernidad-mundo. México. Siglo XXI.

8
especial. Confiere nombres, califica, cuantifica, enfatiza, incluye, interpreta,
reproduce y traduce el significado de las realidades.

El lenguaje constituye un sistema de reconocimiento, pues la totalidad de


nuestros pensamientos está en términos discursivos y nuestros pensamientos son
los que nombran al mundo. Ibáñez señala que el universo está dividido en dos
partes, una es quien observa, y otra es lo que se observa. El investigador social
busca ciertas categorizaciones, criterios y modos que permitan asir a l os discursos
para analizar sus relaciones, sus productores, sus auditorios y el impacto que tienen
entre sí y sobre los sujetos.

En las interacciones del lenguaje, el discurso se conceptúa también como


práctica social de los integrantes de un grupo. Esta práctica social se inserta dentro
de un contexto sociocultural, por lo que el discurso se ve afectado por factores
culturales, económicos, políticos, ideológicos, ya sea utilizado al hablar o en los
escritos generados desde esta sociedad. Para Lupicinio Iñiguez, el discurso es “un
conjunto de prácticas lingüísticas que mantienen y promueven ciertas relaciones
sociales”21. Siguiendo esta idea, el discurso estructura ciertas prácticas sociales,
como pueden ser las referidas a patrones de conducta, sistemas de relaciones
humanas, regularidades que gobiernan la conducta social o como reglas colectivas
que estructuran el comportamiento de un grupo. Esta multiplicidad de sistemas nos
da una imagen de redes: los discursos que circulan y las relaciones que se realizan
entre ellos, conforman una estructura compleja.

Una discusión teórica y conceptual sobre el análisis de los discursos


El análisis estructural que se propone para los discursos arquitectónicos mexicanos,
los cuales forman parte de las prácticas discursivas que estructuran el sistema de
saberes de un espacio-tiempo determinado, requiere de fijar eventos (momentos de
inflexión, coyunturas históricas) que marquen (determinen) el periodo de interés. La
historia de México es, por lo tanto, un aspecto de mucho peso en este estudio, pues
a partir de esta visión se construirán los segmentos espacio-temporales a analizar
en un tejido de datos que permita el análisis de las prácticas discursivas y su
reinterpretación.

21
IÑIGUEZ Rueda, Lupicinio (2003): Análisis de discurso: manual para las ciencias sociales,
Barcelona, España, Universidad Abierta de Cataluña, p. 99

9
La propuesta de analizar los discursos arquitectónicos mexicanos inscritos en
periodos determinados responde a una postura metodológica cualitativa para
interpretar las prácticas sociales de los sujetos posicionados en contextos
históricamente ubicados, cuyo discurso nombra el mundo objetivo y construye
sentido a través de procesos complejos de negociación, ya que sus contextos les
otorgan posiciones desiguales desde donde ejercer su práctica discursiva con otros
elementos22. Para el análisis social, la práctica discursiva de los sujetos socialmente
constituidos e históricamente ubicados, es importante en tanto actualización de
matrices culturales, establece Rossana Reguillo, ya que en sus prácticas discursivas
estos sujetos construyen sentido (objeto de estudio de los métodos cualitativos), y a
través de estas construcciones manifiestan condicionantes de etnia y género,
educación, visión del mundo, concepciones políticas y religiosas, etcétera, lo que da
cuenta de una formación cultural contextualizada.

Esta matriz cultural se puede equiparar al concepto que Michel Foucault


denomina episteme, al cual define como el conjunto de saberes que caracteriza un
periodo histórico, y que forman la plataforma para la generación de diferentes
productos culturales.
“Por episteme se entiende… el conjunto de las relaciones que pueden unir, en una
época determinada, las prácticas discursivas que dan lugar a unas figuras
23
epistemológicas, a unas ciencias, eventualmente a unos sistemas formalizados”

A lo largo de las historias y de las sociedades, han surgido varias epistemes.


En su libro Las palabras y las cosas (1971), Foucault describe tres epistemes que se
han sucedido en la historia occidental. En la primera, “las palabras tenían la misma
realidad que aquello que significaban” la cual predominó hasta la época
renacentista. Desde el punto de vista económico, esta episteme significó que el
medio de cambio debía tener él mismo un valor equivalente al de las mercancías. El
pensamiento se mueve dentro del ámbito de la semejanza, la similitud. El signo
representa la realidad.

22
REGUILLO, Rossana: “Anclajes y mediaciones del sentido. Lo subjetivo y el orden del discurso: un
debate cualitativo”, en Revista Universidad de Guadalajara, núm. 17 invierno del 99-00, Universidad
de Guadalajara, México, pp. 50-55.
23
FOUCAULT, Michel: La arqueología del saber, Siglo XXI, México, 1982, p. 323

10
En la segunda episteme que Foucault ubica en los siglos XVIII y XIX, hubo un
cambio en la concepción de los discursos: éstos rompieron sus vínculos con las
cosas, dejaron las ideas de la similitud para pasar a la comparación. La generación
de conocimientos se realiza bajo la operación de las comparaciones de la medida y
del orden.24

A partir del siglo XIX el saber comenzó a buscar la estructura oculta de lo


real. En el plano económico, ya no fue el dinero el que medía el valor de un bien
sino el trabajo necesario para producirlo. La episteme moderna estalla para
dispersarse y crear las tres regiones epistemológicas que constituyen el total del
conocimiento humano: las ciencias matemáticas y físicas, la dimensión de las
ciencias del lenguaje y de la vida, de la producción y la riqueza: y la tercera
25
comprende la reflexión filosófica. Los individuos piensan, conocen y valoran
dentro de los esquemas de la episteme vigente en el tiempo en que les toca vivir.
Sus prácticas discursivas pueden parecer libres, pero se hallan fuertemente
condicionadas por las estructuras epistémicas.

Las transformaciones en el ámbito del saber modifican la episteme. Por


ejemplo, en el siglo XIX por primera vez el hombre fue concebido como objeto de
estudio por algunas ciencias, lo que originó un cambio paradigmático en la manera
de ver el mundo y en la generación de conocimientos. Esto trajo como consecuencia
una reconfiguración en las estructuras profundas de los saberes, lo cual conformó
una nueva episteme.26

En el análisis del discurso desde esta perspectiva, no se trata de estudiar


solamente el conjunto de saberes de una época, sino las relaciones que se
descubren entre las ciencias, en un momento histórico determinado, a partir del
análisis de las regularidades discursivas. El análisis de las formaciones discursivas y
del saber en sus relaciones con las figuras epistemológicas y las ciencias, es lo que
se ha llamado el “análisis arqueológico de la episteme”. En este sentido, la episteme
es una noción estructural, que comporta relaciones, pero también rupturas,
discontinuidades. El análisis de este tipo aplicado a un campo discursivo lo que
busca es captar los enunciados dentro de los limites de su presentificación, de su

24
FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México, 1971, pp. 59
25
Ibídem, 337
26
Ibídem, 334-335

11
acontecer. Encontrar las relaciones, regularidades y rupturas en varios discursos,
para descubrir el código que los genera.

En un ejercicio interdisciplinar27, en que se aplica una metodología sociológica


a la arquitectura conceptualizada como discurso, es posible aplicar el tercer tipo de
análisis histórico recomendado por Foucault, que corresponde a la historia
arqueológica. En este análisis, la norma no está referida a la cientificidad de los
saberes base, sino las prácticas discursivas que dan lugar a algún tipo de saber. Lo
que se hace en este análisis es “perfilar la historia de las ciencias a partir de una
descripción de las prácticas discursivas: de definir cómo, según qué regularidad y
gracias a qué modificaciones ha podido dar lugar a los procesos de
epistemologización, alcanzar las normas de la cientificidad y, quizá, llegar hasta el
umbral de la formalización”. Lo que se quiere encontrar es el “juego de las
diferencias, de las relaciones, de las desviaciones, de los desfases, de las
independencias, de las autonomías, y la manera en que se articulan las unas sobre
las otras sus historicidades propias.” 28

El orden de las cosas que conocemos no lo tienen de por sí, sino que ese
orden responde a una mirada, a un lenguaje. La plataforma que resulta del orden
sobre la que se construyen las teorías no se constituye en las cosas mismas, sino
que es construida por las prácticas discursivas que conforman la historia de un
momento cultural. De esta manera, los discursos deben tratarse (para su análisis)
como conjuntos de acontecimientos discursivos, los cuales son considerados según
series homogéneas29. Bajo esta concepción, la historia no es una sucesión de
hechos, de causa y efecto que siguen un camino hacia una meta. La historia está
compuesta de los campos epistemológicos desarrollados en las culturas en un
periodo determinado de tiempo y que abarcan un cierto espacio. Cada episteme
genera un tipo de hombre. La historia no es una línea continua en busca del
progreso: Foucault se opone totalmente a esta concepción. La historia se compone
de un conjunto de saberes contemporáneos, saberes de diferentes tipos que se
relacionan entre sí en un tiempo determinado, y que se expresan a través de

27
En el sentido que propone Martín Barbero, en su obra “Transdisciplinariedad: notas para un mapa
de sus encrucijadas cognitivas y sus conflictos culturales”, Ponencia en Congreso Internacional
“Nuevos Paradigmas Transdisciplinarios en las Ciencias Humanas”. Universidad Nacional. Bogotá,
2003, como el traslado epistemológico de métodos de una disciplina a otra.
28
FOUCAULT, Michel: La arqueología del saber, Siglo XXI, México, 1982, p. 322
29
FOUCAULT, Michel, El orden del discurso, TusQuets, Barcelona, 2002, p. 57

12
diferentes discursos en ese momento histórico. De esta manera, los saberes varían
de episteme en episteme. El orden de las cosas, los saberes, cuando varían,
cambian la episteme del tiempo, se da una inflexión, una transformación que genera
una base epistemológica nueva para el conjunto de saberes de ese momento, de
ese espacio-tiempo específico.

El discurso es más que un fenómeno de expresión, de traducción verbal de


una síntesis efectuada por otra parte: es más bien un campo de regularidad para
diversas posiciones de subjetividad. También se puede concebir al discurso como un
conjunto de los enunciados que dependen de un mismo sistema de formación, esto
es, que están en relación con un dominio de objetos.30

La experiencia de lenguaje inscrita en un determinado orden de cosas es lo


que se denomina episteme. El saber de una cultura se articula en el discurso. Este
saber está constituido por un conjunto de elementos formados a partir de una
práctica discursiva y que posteriormente se constituyen en un discurso científico que
se especifica por su forma y su rigor (aunque no se constituyan propiamente en una
ciencia). El saber también es el lugar que ocupa un sujeto para hablar sobre los
objetos de que trata su discurso.

Esta noción de discurso no es la manifestación del conocimiento o saber de


un sujeto, más bien es un conjunto donde pueden determinarse la dispersión del
sujeto y su discontinuidad consigo mismo. La dispersión discursiva se refiere a los
“diversos estatutos, ámbitos, a las diversas posiciones que puede ocupar o recibir
cuando pronuncia un discurso. A la discontinuidad de los planos desde los que habla
(el sujeto)”.31 Estos diferentes planos también es reconocida por Reguillo, para quien
los sujetos emiten sus discursos desde su propia posición en la estructura, a través
de un despliegue de estrategias denominadas narrativas y en las cuales “los actores
articulan instituciones, valores, creencias, objetos, en un tiempo y en un espacio, a
través de unos códigos y de unos soportes materiales”.32

30
FOUCAULT, Michel, El orden del discurso, TusQuets, Barcelona, 2002, p. 181
31
FOUCAULT, Michel, idem, p. 90
32
REGUILLO, Rossana: “Anclajes y mediaciones del sentido. Lo subjetivo y el orden del discurso: un
debate cualitativo”, en Revista Universidad de Guadalajara, núm. 17 invierno del 99-00, Universidad
de Guadalajara, México, p. 10

13
La práctica discursiva es un conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre
determinadas en el tiempo y el espacio que han definido en una época dada, y para
un área social, económica, geográfica o lingüística dada, las condiciones de ejercicio
de la función enunciativa. Las formaciones discursivas son las que resultan de la
agrupación, la relación de diversos enunciados que se refieren a un objeto. Se
podría constituir, así, una arquitectura conceptual de la gramática. Se pueden
descubrir los encadenamientos de inferencia o los sistemas de dispersión (esto es,
que entre los objetos, tipos de enunciación, conceptos o temas que abordan, se
pueda definir una regularidad) y dar cuenta de las formas unitarias en que se
constituyen.33

Una formación discursiva plantea el principio de articulación entre una serie


de acontecimientos discursivos y otras series de acontecimientos, de
transformaciones, de mutaciones y de procesos, en un esquema de correspondencia
entre varias series temporales. Definir en su individualidad singular un sistema de
formación es, pues, caracterizar un discurso o un grupo de enunciados por la
regularidad de una práctica.

Conclusión: una propuesta metodológica para el estudio de los discursos


arquitectónicos
Analizar los discursos de la arquitectura mexicana requiere la compilación de una
cantidad de información dispersa acerca de los discursos teóricos de la arquitectura:
quiénes son sus productores principales, las publicaciones que existen de ellos, los
contextos históricos en los que se han desarrollado, así como los efectos e impactos
que han concretado de diversas maneras, como pueden ser sus obras edificadas,
participaciones en revistas o análisis críticos de edificios.

Los productos seleccionados de estos discursos de la historia de la


arquitectura mexicana se analizan con el método arqueológico propuesto por Michel
Foucault. A través de este método podemos conocer los códigos de la episteme de
la época estudiada, por medio del análisis de contenido de los discursos y del
lenguaje. Se buscan las formaciones discursivas y epistemológicas que estén
contenidas en ellos, sus relaciones, sus regularidades, los cuales son constituyentes
de la episteme de la época. El discurso conceptualizado de esta manera, desde las

33
FOUCAULT, Michel, El orden del discurso, TusQuets, Barcelona, 2002, pp. 50-62

14
ciencias sociales, constituyen las bases teóricas para el análisis de las prácticas
discursivas de la arquitectura mexicana.

Con el reconocimiento de los códigos del sistema discursivo de la episteme,


es posible hacer una reinterpretación de las funciones de los discursos
arquitectónicos al interior de la estructura de saberes de los periodos históricos
seleccionados, para comprender sus productos, sus cambios, sus conflictos y sus
respuestas desde y hacia la sociedad que los produjo. El estudio de la arquitectura
como una práctica social discursivisada al interior de un sistema estructural
dinámico, en constante movimiento, con tensiones y conflictos, revelan, desde las
prácticas discursivas de los sujetos, una matriz cultural con una concepción del
mundo propia.

El establecimiento de la Arquitectura en un status disciplinar, permite


estructurar su campo de conocimientos con la lógica de otras disciplinas similares
(antropología, sociología, urbanismo) lo que facilita su interrelación con éstas para
estudios tanto multi como interdisciplinares34, según propone Martín Barbero, o en el
caso de investigaciones arquitectónicas, la formulación de sus conceptos teóricos, la
comprensión de sus metodologías, la coherencia y congruencia de sus análisis y la
evaluación, con el fin de fomentar el diálogo de sus resultados con otras ramas del
conocimiento de su mismo campo o de campos diferentes. Así, se puede conformar
la estructura desde los principios filosóficos y los paradigmas de pensamiento hasta
las teorías que la fundamentan, las metodologías para su estudio y aplicación, y la
generación de nuevos conocimientos que enriquecen el campo mismo. La discusión
presentada en este documento aporta a esta interdisciplinariedad de la arquitectura,
con la finalidad de desplazar las posturas tradicionales (tanto epistemológicas como
metodológicas) de los estudios sobre la arquitectura mexicana, para proponer una
reconfiguración en la mirada que observa, analiza y comprende desde posiciones
alternas que permiten obtener explicaciones novedosas y conocimientos más
amplios e integrados desde esta concepción estructural de las prácticas culturales
de la sociedad.

34
En el sentido en que lo define Jesús Martín Barbero en “Transdisciplinariedad: notas para un mapa
de sus encrucijadas cognitivas y sus conflictos culturales”, 2003, en que señala lo multidisciplinar
como las diferentes visiones disciplinarias acerca de un objeto, y lo interdisciplinar como el traslado
epistemológico de métodos de una disciplina a otra.

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