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“Hoy es difícil imaginar la fuerza

seductora que emanaba del fascismo”


“He crecido entre ruinas de edificios y de personas”

“El paso por las SS se me traspapeló en la memoria”

Una charla con Günter Grass ante la aparición de sus


controvertidas memorias en “Pelando la cebolla”

RAMIRO VILLAPADIERNA
LÜBECK. “Tardas cinco años en escribir un libro”, dice, “crees que
es tuyo y en cuanto sale ya es menos tuyo y más del lector, del que
sabemos muy poco”. Así de desposeído habla Günter Grass de la
desbordada polémica por su –ya penúltima- obra “Pelando la cebolla”
(Alfaguara) y a la que, él que puede, ha respondido ya y en verso en
“Agosto tonto” (o Augusto el tonto). Ha reconocido haber creído de
muchacho “hasta el último día en la victoria final” de Hitler, pero “el
hecho de haber estado unos meses en las SS se me había traspapelado
en la memoria”. En su báltica Lübeck, Grass dibuja, cocina (“la
cuestión alimenticia para mí es muy importante”), cultiva distintas
artes “para no caer en la rutina” pero ataca una época de arte
“superfluo”. Reconoce la temprana influencia del “Simplicissimus”,
“quien sería impensable sin Cervantes” y “del barroco que vino de
España”, pero tampoco “sería el escritor que soy sin Döblin” y se dice
reconocido aún hoy a “la suerte de unos buenos profesores”.
¿Porqué tan tarde, Vd que tan pronto confesó su fascinación
nazi en “El tambor de hojalata”?
El “Tambor” fue un carpetazo con la niñez y además pasé a ser
un escritor público. No volví a pensar en ella hasta mucho después,
veía claro que iba a escribir sobre ello, pero no encontraba en qué
forma, tampoco tenía edad para una autobiografía. Ahora lo he hecho
y sobre la controvesia no quiero hablar: todos saltaron por ese par de
paginas.
Grass en las SS, ¿no es el eje real del libro?
Claro que fue importante, pero no es el punto central sino que
la guerra acabó con mi niñez y vinieron situaciones en que te planteas
ahora cómo creíste en todo aquello. Pero es que las organizaciones
nazis para jóvenes eran fascinantes, admito que hasta el final creí en la
victoria final. Hoy resulta irracional, habiendo tantos factores en
contra.
- Había visto muertos y desapariciones y leyó el “Frente” de
Remarque ¿nada melló su entrega?
Recuerdo sólo sentir miedo, todo el rato, desconfiaba de los
adultos, salvo de un cabo experimentado que me ayudó. Me había
marcado la lectura de “Simplicisimus” porque es historia de
supervivencia y su autor entra y sale de personajes. Es una de las
parabolas bonitas del escribir. Creo que “Sin novedad en el frente” es
el mejor libro sobre la guerra, pero a veces tardan años en calarte. Se
añade el ser hijo de refugiados, el no tener casi nada contigo, a parte de
la memoria o lo que el recuerdo te deja ver de ella y llamo ir pelando
la cebolla.
- ¿Cómo le ha ido en la pela?
La memoria tiende a embellecer las cosas, a armonizar un caos
de trozos de recuerdos y, para ordenarlos, empieza a falsificar
peligrosamente los recuerdos.
- Es expresiva la alegoría de la doliente monda de la cebolla,
pero no se lo siente a Vd llorar.
Es pena pues le aseguro que ha sido doloroso. Pero no he
llorado, no es lo mismo pelar que cortar cebollas, además un escritor
tampoco se debe estrictamente a sus palabras.
¿Fue realmente fascinante el fascismo?
Para los de después es difícil imaginar la fuerza seductora que
emanaba del fascismo, de sus organizaciones juveniles, en Alemania,
en Italia, supongo que en España, lo que supuso por mi parte una
entrega ciega. Ahora me ha venido indagar cómo se pudo llegar a eso.
Un tío muy querido de la familia fue fusilado y no se volvió a hablar
de él, pero las preguntas han permanecido; como cuando un
compañero Testigo de Jehová despareció, no preguntamos nada. Es
esto lo que me reprocho o el que hasta el último día creí como muchos
en la victoria final.
- Se culpa de callar y no preguntar, ni siquiera a su madre.
Así es. No la volví a ver durante más de dos años y, cuando la
encontré, era una persona rota. Mi madre no fue capaz de hablar
conmigo sobre lo que paso cuando entraron los rusos, tras su muerte
supe por mi hermana que la violaron muchas veces. Les pedía que la
tomaran a ella y no a la niña de 14 años. Fue traumática, no solo para
mi madre, que no pudo volver a hablar de ello, tambien para mi
hermana. Por eso no sólo los edificios estaban destrozados sino las
existencias.
- ¿Pesa el silencio?
No solo es un peso, es que entraña unas consecuencias y creo
que he aprendido mi lección. Es la razón por la que, como autor, no
me bastó sólo escribir libros, necesité comprometerme políticamente.
- ¿Hay quien no sabe de culpas?
Muchos no sienten o no saben articularlas. Sí, los autores
somos privilegiados, podemos expresarlas por nosotros y por otros.
Otra cosa es la avalancha de autobiografias ‘antifascistas’: con tantos,
no sé cómo Hitler llegó al poder.
- Su reproche va más a su medio y a su tiempo, incluso a “ese
niño” en tercera persona.
Cada cual maniobra desde una situación. Con posterioridad,
habría deseado tener padres más críticos con el sistema, como en otras
familias. Yo no tuve una así. No quiero responsabilizar a mis padres,
así eran las cosas. Lo que me reprocho son las preguntas omitidas.
Y siempre reitero que, quien aparece en tercera persona, fui yo.
-¿Es privilegio de escritor contar su pasado como si fuera el de
otro?
No sé si le pasa cuando mira atrás y ve a una persona algo
extraña. No busco distanciarme, es un recurso que busca ser justo entre
lo que soy y lo que fue aquel chaval. Intento acercarme a conversar
con ese chico, al que tampoco le es cómodo hablar, pero yo le obligo.
- Pretexta que “todos estuvimos”, pero no en las temidas SS.
Ahí empieza la deformación. Yo cuento que fui voluntario al
arma submarina, lo que es igual de tonto, pero digo que desde 1943 mi
curso fue en su mayor parte reclutado por las Waffen-SS.
- Ahora se dice perseguido.
No son críticas literarias sino ataques a mi posición como
escritor de izquiedas, para hacerme callar. Creían llegado el tiempo de
ajustarme las cuentas.
¿Es injusta la propia medicina?
Cuando en tiempo de Adenauer he criticado que su secretario
de Estado, Globke, había sido escrito los comentarios a la ley racial, o
contra el canciller Kiesinger, se trataba de nazis, Kiesinger entró en el
partido siendo adulto, en 1933, no sólo habían conocido la república
de Weimar sino que hasta contribuyeron a su fin. No se puede
comparar con mi generacion. Yo tenía 6 años cuando llegó Hitler.
- ¿Le va el papel de “Präzeptor Germaniae”?
Si me he tomado la libertad de criticar es porque la naciente
democracia alemana estuvo hipotecada por gente que había seguido
edificando sus carreras desde el Nacional-Socialismo.
- Hay jóvenes que dicen estar hartos de estas batallitas del
abuelo.
Para los jóvenes también es interesante saber cómo fueron esos
tiempos y cómo se comporta uno en esas situaciones, hablando con sus
mayores. Creo que el libro ha cumplido la función de soltar la lengua.
Aquí como en España, las nuevas generaciones tienen derecho a saber
lo que paso, de los dos lados. Y eso siempre será doloroso. España
también es un país que conlleva su pasado; si partes de éste no han
salido aún a colación, eso siempre se convierte en una carga.
- Siempre ha apoyado al SPD ¿y ahora bajo canciller
democristiana?
Una gran coalición es una concentración de poder, que está por
debajo de las posibilidades de ambos. Merkel ganó mi respeto al
terciar frente a ese presidente regional que elogió a un predecesor que
había sido un juez con los nazis. Pero hoy todos los parlamentos y
gobiernos sufren a los ‘lobbies’ pero una gran coalición puede
resistirse mejor y, el caso de la reforma sanitaria, no ha sido así. Hoy
creo que los ‘lobbies’ son el gran peligro de una democracia. No
extraña que cada vez menos gente vaya a votar.
FIN

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