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sino solo Dios puede perdonar los pecados? (Mc 2, 7). Cuando
Nuestro Seor pregunt a los Apstoles: Quin dice la gente
que es el hijo del hombre? (Mt 16, 13), ellos le respondieron que
algunos lo consideraban como Elas, otros le tomaban por Juan
Bautista, etc. Entonces replic el Seor: Y vosotros, quin decs
que soy yo? Mirad: les separ del resto de los hombres. As lo
hace notar san Jernimo, y dice: Jess separa a los Apstoles
de los dems; stos eran simples fieles, en cambio los Apstoles
eran sus ministros, sus representantes. Cuando el sacerdote
absuelve, dice: Yo te absuelvo.... Cuando consagra, dice: Esto
es mi cuerpo.... El sacerdote ya no es l. Nuestro Seor se ha
incorporado en l. Vosotros veis al sacerdote y debis decir: Es
nuestro Seor bajo la forma de tal o cual sacerdote. El
sacerdote tiene, pues, una autoridad regia, anglica, divina. Los
escritos de los Santos Padres estn rebosantes de textos
relativos a la dignidad del sacerdote. Cuando veis pasar junto a
vosotros a un sacerdote, pensad estas cosas. A los ojos de la fe
son otro Cristo, merecedores, por lo mismo, de sumo respeto y
veneracin.Por desgracia el mundo no aprecia la dignidad
sacerdotal, y hasta en algunas comunidades no se la estima
suficientemente. Es preciso, al menos, que nosotros la
conozcamos a fondo, de otro modo no podremos estimarla
convenientemente. Quien no estima en los dems la propia
dignidad, no sabr tampoco estimarla en s mismo. Dice san
Ambrosio que es sumamente conveniente que la dignidad del
sacerdote la reconozcamos primero nosotros para poder
conservarla en nosotros.
Entre los sacerdotes no todos son santos, los hay por desgracia
que son tibios. Si desdichadamente un sacerdote perdiera la
cabeza, la celebracin de la misa vale lo mismo, as como la
absolucin. Respetemos, pues, el carcter sacerdotal, aunque no
vaya acompaado de todo el cortejo de virtudes que debiera
acompaarle. Sepamos distinguir las miserias humanas de lo que
es el carcter y de la dignidad sacerdotales. Nadie puede eliminar
el carcter sacerdotal. Este carcter ser su gloria en el paraso o
su mayor condena en el infierno. El emperador Constantino deca:
Si veis pecar a un sacerdote, en vez de correr a divulgar su falta,