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Enseguida entabl con l una conversacin fluida, casi interesante y cre que, por fin,
lograra compartir tiempo con alguien con cierta erudicin. Eduardo era decano de la
Universidad de San Telmo y me cont que su hermana publicaba con xito libros de
poesa , gnero que no era ni redituable ni siquiera, valorado. Y aun as, publicaba.
Logr que me invitara a su casa y asist a la cita con gran expectativa. La curiosidad por
su hermana me resultaba atroz y adems quera impresionar a mi nuevo amigo.
Nos encontramos en el parque con matices coloniales, justo enfrente de su casona.
Comenz hablando de la revolucin cientfica tan estrechamente ligada al Renacimiento
y yo consegu
estrategias nemotcnicas- dije algo que haba odo sobre la transicin de Tolomeo hasta
Quien? Pero Eduardo, no estaba escuchndome. En el preciso momento de
introducir la llave, se detuvo y frunci el ceo. Un sudor nervioso le empapaba el cuello
de la impecable camisa.
-Debo advertirle algo, Rodolfo. Mi hermana, Elena, es una mujer excepcional, pero
desde hace un tiempo y seguramente resultado de algn trauma no resuelto, ha
adquirido un hbito ligeramente extrao, como un acto reflejo, involuntario.
Como no saba que decir, no dije nada, pero not mi frente humedecida. Estaba ansioso
por saber de qu se trataba todo aquello.
-No debe temer por nada, Eduardo. Yo estoy aqu para compartir momentos literarios,
un buen momento con usted. La revolucin de las esferas, por ejemplo, interesante
teora de
-Como le deca, Rodolfo, antes de entrar quiero confesarle que mi hermana suele
tocarse los pechos cuando habla de algo que le apasiona. Por ejemplo, la literatura.
Eduardo con la voz velada, reflexivamente medido, continu.
En un momento todo fue redondo. Sus pechos, mis muslos, el mundo, la oquedad de la
boca en mi asombro, los ojos inflamados, mi cabeza, la mujer, la gota de sudor.
La revolucin de las esferas Coprnico! Coprnico! Coprnico!
Y ya no pude ms y me arroj sobre ella.