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Igualdad y solidaridad en el comunismo.

La solidaridad, la equidad y la justicia, no son meras palabras que quedan bien en el discurso
de algún político, sino valores que brotan de la naturaleza del hombre. Su fundamento está en la
dignidad humana, que procede de la imagen que Dios, ha impreso en el hombre por el simple
hecho de ser criatura. La palabra dignitas del latín, tiene como equivalente en griego, la palabra
axioma, que significa verdad indudable que no necesita demostración. Es decir, que en cada ser
humano, hay un vestigio de su creador, que le da un valor absoluto, que no puede ser atropellado.
Hay algo Divino en el hombre, aunque recortado en los límites que le da su naturaleza.
La plenitud de esta dignidad, que se ha desplegado en el ámbito humano, hace que todos
seamos diferentes. La naturaleza humana, se ha expresado en millones de individuos con sus
peculiares características. Esto hace que en el mundo haya blancos y negros, altos y bajos,
gordos y flacos, ricos y pobres. Somos todos distintos y no hay posibilidad de igualarnos por
decreto. Por ello, la única igualdad o equidad posible, que puede darse en la sociedad es la
igualdad ante la ley. No hay posibilidad alguna de ser todos blancos, ricos, bellos y flacos.
Debemos aceptar las diferencias y aprender a valorar las capacidades o virtudes que poseemos.
Hay muchos problemas sociales, que parten de no aceptarnos tal cual somos.
El marxismo nace como fruto de la izquierda hegeliana. En Hegel todo era genérico, es decir
que no había individuos, sino que todo se desplegaba en el devenir de lo absoluto. No había
personas consistentes, sino el desplegarse de un espíritu absoluto en la historia. No hay creación,
no hay dignidad, ni seres particulares que tengan algo recibido de su Creador. El ser particular es
un momento del despliegue del absoluto, que queda absorbido en esa totalidad. Hay como una
cierta fobia a lo individual, pues todo debe ser común. El término fobia, significa fuga, es decir
que hay un odio a la consistencia personal e intimidad. El individuo es como una gota de agua en
un océano, donde cada gota no puede tener muchas formas y diferencias, para quedar absorbida
en ese absoluto. Ante esta fuga, el hombre pierde su centro, eliminando toda posibilidad de
conocimiento personal, de justicia, de amor o solidaridad. Hay como un cómico espectáculo de
vaciarse de contenido1, una desesperada búsqueda de eliminar nuestra identidad, para diluirse en
la totalidad. Es así que nuestra presidenta, tal como muchos políticos lo hacen, puede decir lo
siguiente: “No voy a defeccionar en esta lucha, que no es la mía, es la de todos los argentinos por
un país mejor”2. Al igual que sucede con los héroes hegelianos, ha entendido que debe diluirse,
en esa totalidad que se llama, el ser argentino.

1
Hegel, Fenomenología del espíritu, Editorial Roces, página 432.
2
Discurso en la inauguración de la escuela “Éxodo Jujeño” en la provincia de Jujuy.
Marx sigue esa línea, en donde lo propio y lo individual son una contradicción. El individuo
es un momento del todo y debe estar al servicio del estado proletario. La existencia de un ser
particular es contradictorio. Todo debe ser común y colocado al servicio de la sociedad. El
hombre es un ser que produce y lo único real son la relaciones sociales de producción. Todo lo
demás, la cultura, la política, o el amor, dependen de esas relaciones. Todo lo real es social y en
especial económico. No hay consistencia en los seres humanos, sino que su valor está dado por
lo que producen. Por ello, es una contradicción hablar de dignidad humana, solidaridad o
justicia, en un sistema donde el individuo no tiene solidez y es absorbido por el todo. Es
contradictorio hablar de valores, en un sistema donde todos somos asimilados por un ser
genérico. La única solución posible está en diluirse en el todo, a lo que Gentile llama “il dolce
naufragare”. De allí se deriva su odio hacia las diferencias sociales y a la propiedad privada;
pues lo que es odiado es el individuo y su dignidad. Por ello, para el comunismo, todos debemos
tener lo mismo y ser iguales en nuestro patrimonio. Hay como una furia del desaparecer3 en
donde el individuo debe diluirse en un paraíso inmanente. Por lo tanto, todo es devenir y cambio,
en donde nada se toma en serio.
El nuevo Estado, consistiría en el proletariado organizado como clase dominante. “Los
trabajadores sólo necesitan del Estado para aplastar la resistencia de los explotadores, y este
aplastamiento sólo puede dirigirlo… el proletariado, como la única clase consecuentemente
revolucionaria, la única clase capaz de unir a todos los trabajadores y explotados en la lucha
contra la burguesía, por la completa eliminación de esta… El derrocamiento de la dominación de
la burguesía sólo puede llevarlo a cabo el proletariado”4.
La lucha de clases, se manifestó a lo largo de toda la historia humana. Para Marx, esta es el
motor de la historia, que permite acelerar los procesos sociales. Desde una perspectiva marxista,
la revolución siempre es violenta e implica la lucha de una clase contra otra. Aquella clase que
triunfe en este enfrentamiento, será la que marcará las condiciones del período histórico que le
corresponda. Tal es el caso de la burguesía, que era la clase dominante, en le época en que este
pensador vivió.
El odio visceral hacia la burguesía fomentaba la lucha de clases, como partera del nuevo
mundo. “Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en
dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado… La burguesía

3
Hegel, op cit. página 346.
4
Lenin, El Estado y la revolución, Ágora, Buenos Aires, 2000, pp. 20-21.
no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también a los hombres
que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios”5.
El marxismo suponía que la lucha de clases quedaría abolida, una vez que la dictadura del
proletariado tomara el poder. Esa dictadura no era más que el tránsito hacia la abolición de las
clases sociales. Era el inicio de la construcción de una sociedad sin clases. Por lo tanto, la
revolución es una operación de los proletarios, que deben destruir el aparato administrativo y
estatal. Es un movimiento que permite instaurar una dictadura conformada por los obreros
armados.
Como primer acto de esta sociedad comunista, se buscará distribuir los medios de consumo,
proporcionalmente a la cantidad de trabajo que cada uno entrega a la sociedad. Y en segundo
lugar, se establecerá la igualdad social en donde se distribuirá según la máxima “de cada uno
según sus capacidades a cada uno según sus necesidades”. Una vez alcanzada esta sociedad
comunista, el Estado se extinguirá por sí solo.
Lamentablemente estas revoluciones de tipo marxista tienen una lógica violenta, que fomenta
el odio y el resentimiento. Siempre han surgido como consecuencia de la lucha de un grupo
contra otro. Hasta ahora, cada revolución que ha surgido, ha generado el odio de un grupo de
individuos contra otro y ha terminado beneficiando a unos pocos. Pues una vez, que los
proletarios llegan al poder, se transforman en una clase explotadora que sigue ahogando a al
sociedad. El paraíso marxista no se ha sido instalado aún, pues la corrupción está en el corazón
humano y no puede ser eliminada por decreto. La única posibilidad de establecer esa sociedad
más justa es estableciendo una democracia, que fomente el desarrollo individual y coloque
límites a la omnipotencia del poderoso gobernante.
Si la única ley que rige nuestra historia, se basa en una permanente lucha de clases o grupos
sociales, no vemos ninguna posibilidad de lograr un cambio social. Si la violencia, el odio y el
resentimiento, son los únicos medios para solucionar las diferencias, estamos perdidos. Si sólo se
busca anular a los individuos, para darle el poder a un estado totalitario y omnipotente, no hay
solución posible. Esperemos que podamos salir de esta dialéctica del terror, que sólo busca
anular a los individuos.
Horacio Hernández.

http://horaciohernandez.blogspot.com

5
Marx y Engels, Manifiesto del partido comunista, Anteo, Buenos Aires, 1985, pp. 35-43.

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