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EL ARTE DE LA POESÍA ÉPICA

LOS AEDOS
“Tengo la cabeza llena de historias en ebullición,
deseando salir y ser contadas. Entiéndanlo, soy un aedo. Vivo
de historias muertas que cobran vida gracias a mí. Y a veces,
las siento aquí dentro, martilleando mi cabeza, pidiendo a
gritos ser contadas para que otros las conozcan y así pasar a
formar parte de vuestras cabezas y de vuestro interior. Y así,
el día menos pensado, se sorprenderán contándole esas
historias a alguien al calor del fuego o en una cena. De ese modo, esas historias serán
eternas y nunca morirán. Todos, cada uno de nosotros tenemos un fin en esta vida, una
única misión de la que nos encargan los dioses. Unos son coraje; otros iniciativa; otros,
descubrimiento. Mi misión es ser memoria, alma viva de
historias muertas.
¿Saben? Los otros tiempos han sido muy difíciles
para nosotros. Llegábamos a una fiesta y comenzábamos
nuestras historias. Si al público le gustaba, nos daban de comer
y alojamiento para esa noche; si se aburría, nos echaban a
patadas y se reían de nosotros…
Es curioso éste nuestro oficio, el del aedo. Vamos
a cenas a las que no somos invitados, hablamos idiomas que no
conocemos y contamos historias que tan solo sabemos de
memoria…”
El Aedo
Jesús Torres

Quizá Homero fue uno de esos aedos ciegos que recorrían la tierra griega
ganándose el sustento gracias a su oficio: recitar extensísimas tiradas de versos que
narraban las hazañas y aventuras de los dioses y de los grandes héroes que habían
participado en acontecimientos como los de la guerra de Troya.
Así nos describe el oficio Homero en la Odisea (VIII, 469-ss)

“Tal diciendo marchóse a ocupar un sillón junto al rey, cuyos hombres partían el
manjar y mezclaban el vino. Al cantor siempre fiel, a Demódoco, honrado por el pueblo,
acercó de la mano un heraldo y lo sentó en medio del banquete, apoyándolo en la alta
columna; y Odiseo, rico en ingenio, cortando un pedazo de lomo, se lo entregó al heraldo:
“Lleva, heraldo –dijo- esta carne a Demódoco, y que coma a placer: quiero honrarle
aunque esté yo afligido, porque los aedos merecen la honra y el mayor respeto de parte de
cualquier ser humano que pise la tierra, que a ellos su cantares la Musa enseñó por amor de
su raza”

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Así habló, la tomó el heraldo, la puso en los dedos del egregio Demódoco y éste se
alegró en su alma.
A los ricos manjares dispuestos lanzaron sus manos y, una vez que tuvieron saciados
su sed y apetito, se dirigió a Demódoco Ulises, el rico en ingenios:
“¡Oh Demódoco! Te tengo en más que a ningún otro hombre, ya te haya enseñado la
Musa nacida de Zeus o ya Apolo, pues cantas tan bien lo ocurrido a los dánaos, sus trabajos,
sus penas, su largo afanar, cual si te hubieras encontrado allí o escuchado a un testigo. Mas,
¡ea!, cambia ya de canción y celebra el ardid del caballo de madera, que Epeo fabricó con la
ayuda de Atenea y que Ulises divino llevó con engaño a la ciudadela, tras llenarlo de hombres
que luego asolaron Troya. Si refieres
aquello del modo que fue, yo al momento
ante todos habré de afirmar que algún dios
favorable te ha otorgado la gracia del canto
divino.”
Así dijo y el aedo, movido por el
dios, modulaba su canto desde el punto en
que aquellos argivos, después de dar
fuego a las tiendas se hicieron al mar en
las sólidas naves.
Escondidos en la entraña del
caballo, los otros se agrupaban en torno a
Odiseo ya en medio de Troya. Los teucros,
por sí mismos, lo habían arrastrado hasta
la acrópolis y, erguido en medio, discutían
a su pie, en confuso alboroto.
Se escuchaban allí tres sentencias: romper con el bronce implacable la hueca madera,
llevarlo arrastrando a la cima y dejarlo caer por las rocas, guardarlo como ofrenda preciosa a
los dioses. Y esta fue la que luego se habría de cumplir, pues conforme al destino la ciudad
debería perecer una vez que albergase al caballo de tablas ingente en que estaban los
dánaos más astutos tramando matanza y ruina para los teucros.”
ACTIVIDADES
1. A partir de los textos explica en qué consistía el oficio de aedo, dónde se
desempeñaba, qué características tenían…
2. Compara en ambos textos cómo trataban a los aedos, qué consideración
social tenían y por qué.
3. Resume el texto de la Odisea que
se desarrolla en el país de los feacios a
donde ha llegado Odiseo en su vuelta a
Ítaca.

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EL ARTE DE LA POESÍA ÉPICA II

LA ODISEA
ἄνδρα μοι ἔννεπε, μοῦζα, πολύηροπον, ὅς μάλα πολλὰ
πλάγτθη, ἐπεὶ Τροίης ἱερὸν πηολίεθρον ἐπερζεν
πολλῶν δ᾽ ἀνθρώπφν ἴδεν ἄζηεα καὶ νόον ἔγνφ,
πολλὰ δ᾽ ὅ γ᾽ ἐν πόνηῳ πάθεν ἄλγεα ὃν καηὰ Θσμόν,
ἀρνίμενος ἥν ηε υστὴν καὶ νόζηον ἑηαίρφν.

ἀλλ᾽ οὐδ᾽ ὣς ἑηάροσς ἐρρύζαηο, ἱέμενος περ.


αὐηῶν γὰρ ζθεηέρηζιν ἀηαζθαλίηζιν ὄλονηο,
νήπιοι, οἵ καηὰ βοῦς Yπερίονος῾Ἡελίοιο
ἤζθιον. Αὐηὰρ ὁ ηοῖζιν ἀθείλεηο νόζηιμον ἦμαρ.
Τῶν ἁμόθεν γε, θεά, θύγαηερ Διός, εἰπὲ καὶ ἡμῖν.

“Canta, musa, al hábil varón que en su largo


extravío, tras haber arrasado la ciudadela sagrada de
Troya, conoció las ciudades y el genio de innumerables gentes. Muchos males pasó por
las rutas marinas luchando por si mismo y su vida y la vuelta al hogar de sus hombres,
pero a éstos no pudo salvarlos con todo su empeño, que en las propias locuras hallaron
la muerte. ¡Insensatos! Devoraron las vacas del Sol Hiperión e, irritada la deidad, los
privó de la luz del regreso. Cuéntanoslo a nosotros desde donde quieras” (Odisea I, 1-10)

Las Musas son hijas de Mnemósine (diosa de la memoria) y de Zeus. Son nueve hermanas, pues Zeus
pasó nueve noches de amor con Mnemósine. Cada una tenía asignada una disciplina artística o del
pensamiento: Calíope: poesía épica; Clío: la historia; Polimnia: la pantomima; Euterpe: la flauta;
Erato: la lírica coral; Terpsícore: la poesía ligera y la danza; Melpómene: la tragedia; Talía: la comedia y
Urania: la astronomía. Forman parte del séquito de Apolo, que es dios de las artes.

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Zeus, al principio de la Odisea, por petición de Atenea, decide que es hora de que Odiseo
vuelva a Ítaca. Por esta razón envía a Hermes hasta Ogigia, la isla en la que estaba
retenido por la ninfa Calipso. Ésta, entristecida se ve obligada a dejarlo marchar:

“¡Infeliz!, no me llores ya más, no consumas tu vida de ese modo: estoy pronta a dejarte partir.
Anda, corta con el hacha de bronce unos largos maderos, ensambla una balsa espaciosa que pueda
conducirte a través del océano brumoso; yo dentro cargaré con el agua manjares y vino rojizo que te
sacien el gusto y el hambre te quiten, vestidos te pondré y enviaré por detrás una brisa ligera para que
llegues sin daño a tu patria si así lo quisieran los dioses que habitan los anchos espacios del cielo, en
pensar superiores a mí y en cumplir lo pensado”
Pero Odiseo, el héroe paciente, quedó estremecido al oír su propuesta y le dijo en palabras
aladas:
“Otras cosas meditas tú, diosa, que no mi regreso, pues me mandas que cruce el abismo del
mar espantable en una balsa, el mar que apenas si salvan los veloces y firmes bajeles que corren
ufanos con las brisas de Zeus. No entraré sin tu gusto en la balsa si no das tu promesa, ¡oh divina!,
con gran juramento de que no has de tramar una nueva desgracia en mi daño.”
Así habló, se sonrió Calipso, la diosa entre diosas, le tomó con cariño la mano y le dijo en
respuesta: “Astuto eres tú de verdad y no vano de mente según vas meditando las cosas que dices.
Testigos de ello son la tierra y el cielo que arriba nos cubre y la Estigia y las aguas que vierte, el más
grande y terrible juramento que
pueden hacer las felices deidades, de
que no he de tramar una nueva
desgracia en tu daño, que, antes bien,
para ti pienso y quiero lo mismo que
habría de querer para mí si en tu
propia aflicción me encontrara…”
…Cuando hubieron
saciado el placer de comida y bebida,
el silencio Calipso rompió, la divina
entre diosas:
¡Oh Laertíada, retoño de Zeus,
Odiseo, astuto! ¿De verdad tienes
prisa en partir al país de tus padres y
volver a tu hogar? Marcha pues, pese
a todo en buena hora, mas si ver en tu
mente pudieses los males que antes
de encontrarte en la patria te hará
soportar el destino, seguirías a mi lado
guardando conmigo estas casas,
inmortal para siempre, con mucho que esté deseando ver de nuevo a la esposa en que piensas un día
tras otro. Comparada con ella, de cierto, inferior no me hallo ni en presencia, ni en cuerpo, que nunca
mujeres mortales en belleza ni en talla igualarse han podido a las diosas.”
Contestando, a su vez, dijo Odiseo, el rico en astucias:
“No lo lleves a mal, diosa augusta, que yo bien conozco cuán por bajo de ti la discreta
Penélope queda a la vista en belleza y noble estatura. Mi esposa es mujer mortal, mientras tú ni
envejeces ni mueres. Mas con todo yo quiero, y es deseo de todos mis días, el llegar a mi casa y
gozar de la luz del regreso. Si algún dios me acosara de nuevo en las olas vinosas, lo sabré soportar;
sufridora es el alma que llevo en mi entraña; mil penas y esfuerzos dejé ya arrostrados en la guerra y
el mar.”
Odisea V, 160-225

ACTIVIDADES:
1.- Describe el aspecto y el carácter de Odiseo y de Calipso y justifícalo señalando las palabras o
fragmentos que aparecen en el texto.
2.- ¿Por qué Odiseo renuncia a la inmortalidad y decide regresar a su casa?

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EL ARTE DE LA POESÍA ÉPICA III

Las aventuras de Odiseo


Etimología- ᾿Ετυμολογία
La palabra épica procede del griego ἔπος que significa palabra, canción, poesía. Esta
palabra en plural ἔπη, designaba la poesía épica.
El nombre del aedo procede del griego ἀοιδός. De la misma raíz es el sustantivo
ἀοιδή, canto, poesía, de donde viene el español oda.
Odiseo es el nombre griego del protagonista de la segunda obra de Homero, la
Odisea, donde se narran las incontables aventuras del héroe en su vuelta a Ítaca tras la
guerra de Troya. El nombre de Ulises, nombre latino del mismo héroe, procede de una
variante griega de la palabra Ὀδυζζευς, Οὐλίξης , procedente de otro dialecto
griego.En español utilizamos la palabra odisea para referirnos a algo que nos ha costado
mucho lograr: “ha sido una odisea llegar hasta aquí”.

Después de partir de Ogigia, Odiseo debe enfrentarse de


nuevo a Poseidón en el mar, quien provoca una tormenta
que hace que naufrague su balsa. Pero consigue llegar a la
costa del país de los feacios, donde la princesa Nausícaa le
auxilia y le indica cómo llegar al palacio de su padre, el rey
Alcínoo, quien le acoge cumpliendo así con el sagrado
deber de hospitalidad, que todos los hombres debían
cumplir, pues si no serían castigados por los dioses.
Odiseo, tras escuchar el canto del aedo Demódoco, que
siguiendo sus propias indicaciones recitó el episodio del
Caballo de Troya, se emociona terriblemente y el rey
Alcínoo le pregunta qué le pasa. Odiseo, revela quién es
realmente y comienza a narrar todas sus aventuras hasta
llegar a Feacia, desde que salió de Troya con sus
compañeros.

“Lo primero, quiero deciros mi nombre, para que lo sepáis, y en adelante, después que me haya
librado del día cruel, sea yo vuestro huésped, a pesar de vivir en una casa que está muy lejos.
Soy Odiseo Laertíada, tan conocido de los hombres
por mis astucias de todas clases, y mi gloria llega
hasta el cielo. Habito en Ítaca, que se ve a distancia;
en ella está el monte Nérito, frondoso y espléndido, y
en contorno hay muchas islas cercanas entre si,
como Duliquio, Same y la selvosa Zacinto. Itaca no se
eleva mucho sobre el mar; está situada la más remota
hacia el occidente, es áspera, pero buena criadora de
jóvenes, y yo no puedo hallar cosa alguna que sea
más dulce que mi patria…”
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El país de los cícones
“…Habiendo partido de Ilión, me llevó el viento al país de los cícones, a Ismaro: entré a saco en
la ciudad, maté a sus hombres y, tomando las mujeres y las abundantes riquezas, nos los
repartimos para que nadie se fuera sin su parte del botín. Exhorté a mi gente a que nos
retiráramos con pie ligero, y los muy simples no se dejaron persuadir…Los cícones llamaron a
otros vecinos suyos, los cuales eran más en número y más fuertes…Vinieron por la mañana
tantos cuantas son las hojas y las flores que en primavera nacen, y ya se nos presentó a
nosotros, el funesto destino que nos había ordenado Zeus a fin de que padeciéramos multitud de
males… Mientras duró la mañana y fuese aumentando la luz del sagrado día, pudimos resisitir,
mas cuando el sol se encaminó al ocaso, los cícones derrotaron a los aqueos, poniéndolos en
fuga. Perecieron seis compañeros, de hermosas grebas, de cada embarcación, y los restantes
nos liberamos de la muerte y del destino… Zeus, que amontona las nubes, suscitó contra los
barcos el viento Bóreas, y una tempestad deshecha cubrió de nubes la tierra y el ponto y la
noche cayó del cielo…”
El país de los lotófagos
“…Dañosos vientos me llevaron nueve días por el ponto, abundante en peces, y al décimo
arribamos a la tierra de los lotófagos, que se alimentan con un florido manjar… envié a algunos
compañeros para que averiguaran qué hombres comían el pan en aquella tierra. Se fueron
pronto y encontraron a los lotófagos, que no tramaron ciertamente la perdición de nuestros
amigos, pero les dieron a comer loto, y cuantos probaron este fruto, dulce como la miel, ya no
querían llevar noticias ni volverse; antes deseaban permanecer con los lotófagos, comiendo loto,
sin acordarse de volver a la patria. Mas yo los llevé por fuerza a las cóncavas naves, y, aunque
lloraban, los arrastré e hice atar debajo de los bancos…”

La isla de los cíclopes


“… Desde allí continuamos la navegación con ánimo afligido, y llegamos a las tierras de los
cíclopes soberbios y sin ley, quienes confiados en los dioses inmortales, no plantan árboles, ni
labran los campos, sino que todo les nace sin semilla y sin arada, y se lo hace crecer la lluvia
enviada por Zeus…Ordené a mis fieles compañeros que se
quedaran a guardar la nave, escogí a los doce mejores y
juntos echamos a andar, con un pellejo de cabra lleno de
negro y dulce vino…y además viandas en un zurrón, pues ya
desde el primer instante se figuró mi ánimo generoso que se
nos presentaría un hombre dotado de extraordinaria fuerza,
salvaje e ignorante de la justicia y de las leyes…”
“…Pronto llegamos a la gruta, mas no dimos con él, porque
estaba apacentando las pingües ovejas…Allí moraba un
varón gigantesco, solitario que entendía de apacentar
rebaños lejos de los demás hombres, sin tratarse con nadie.
Era un monstruo horrible que no se asemejaba a los
hombres que viven de pan. Encendimos el fuego, ofrecimos
un sacrificio a los dioses, tomamos algunos quesos, comimos y le aguardamos, hasta que volvió
con el ganado…

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Después cerró la puerta con una enorme roca que llevó a pulso y que no hubiesen podido mover
del suelo veintidós carros de cuatro ruedas…Encendió el fuego, y al vernos nos hizo estas
preguntas…
„¡Forasteros! ¿quiénes sois? ¿De dónde llegasteis navegando por húmedos caminos? ¿Venís
por algún negocio o andáis por el mar a la ventura, como los piratas que divagan, exponiendo su
vida y produciendo daño a los hombres de extrañas tierras?‟ „Somos aqueos‟, respondí, „a
quienes extraviaron, al salir de Troya, vientos de todas clases que nos llevan por el gran abismo
del mar… y venimos a pedirte si quisieras presentarnos los dones de la hospitalidad o hacernos
algún regalo, como es costumbre entre los huéspedes‟. A su vez respondió Polifemo: „Eres un
simple o vienes de lejanas tierras cuando me exhortas a temer a los dioses, que los cíclopes no
se cuidan de Zeus, que lleva la égida. Pero dime, en qué sitio, al venir dejaste la bien construida
embarcación.‟ Sin embargo su intención no me pasó inadvertida a mí, y de nuevo hablé con
engañosas palabras: „Poseidón, que sacude la tierra, rompió mi nave llevándonos a un
promontorio y estrellándola contra las rocas, en los confines de vuestra tierra...‟
El cíclope con ánimo cruel cogió a dos compañeros, los arrojó a tierra, y se los comió como
un montaraz león. Nosotros contemplábamos aquel horrible espectáculo con lágrimas en los
ojos.
…Cuando se descubrió la Aurora de rosáceos dedos, el cíclope encendió el fuego, ordeñó las
gordas ovejas y echó mano de dos de los míos, y con ellos se aparejó el almuerzo. Sacó de la
cueva los pingües ganados, removiendo con facilidad la enorme roca y volviéndola a colocar. Yo
me quedé meditando siniestros ardides. Echada en el suelo había una gran clava de olivo verde.
Me acerqué a ella y corté una estaca como de una braza, que di a los compañeros mandándoles
que la puliesen. A continuación afilé uno de sus lados, la endurecí pasándola por el ardiente
fuego, y la oculté debajo del abundante estiércol esparcido por la gruta. Cuando llegó el cíclope
agarró a otros dos de mis amigos y con ellos se aparejó la cena. Entonces me acerqué al cíclope
y, teniendo en la mano una copa de negro vino, le hablé de esta manera:
„Toma, cíclope, bebe vino, ya que comiste carne humana a bien de que sepas qué bebida se
guardaba en nuestra nave‟ Así le dije. Tomó el vino y se lo bebió. Le gustó tanto el dulce licor
que me pidió más: „Dame de buen grado más vino y hazme saber tu nombre para que te ofrezca
un don hospitalario con el que te alegres‟ Volví a servirle
el negro vino: tres veces se lo presenté y tres veces
bebió incautamente, y cuando los vapores del vino
envolvieron la mente del cíclope, le dije con suaves
palabras:
„Cíclope, mi nombre es Nadie, y Nadie me llaman mi
madre, mi padre y mis compañeros todos.‟ Así hablé, y
enseguida me respondió: „A Nadie me lo comeré el
último, después de sus compañeros, y a todos los demás
antes que a él: tal será el don hospitalario que le ofrezca.‟
Dijo, se tiró atrás y cayó de espalda. Metí la estaca
debajo del abundante rescoldo, y animé con mis palabras
a todos los compañeros. Me rodearon mis compañeros y
una deidad nos infundió gran audacia. Tomando la
estaca de olivo, la hincaron en el ojo del cíclope, y yo,
alzándome, la hacía girar por arriba. Dio el cíclope un
fuerte y horrendo gemido, se arrancó la estaca, la arrojó
furioso lejos de si y se puso a llamar a los cíclopes que habitaban a su alrededor. Al oír sus
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voces acudieron muchos y se pararon junto a la cueva y le preguntaron: „¿Por qué tan enojado,
¡Polifemo!, gritas de semejante modo en la divina noche, despertándonos a todos? ¿Acaso
algún hombre se lleva tus ovejas mal de tu grado? ¿O, por ventura, te matan con engaño o con
fuerza?‟ Y le respondió desde la cueva el robusto Polifemo: „¡Oh amigos! “Nadie” me mata con
engaño, no con fuerza.‟ Y ellos le contestaron con estas aladas palabras: „Pues si nadie te hace
fuerza, ya que estás tú solo, no es posible evitar la enfermedad que te envía en gran Zeus, pero
ruega a tu padres, el soberano Poseidón‟. Apenas acabaron de hablar, se fueron y yo me reí en
mi corazón de cómo mi nombre y mi excelente ardid les había engañado. El cíclope, gimiendo
anduvo a tientas, quitó el peñasco de la puerta y se sentó en la entrada, tendiendo los brazos
por si lograba echar mano a alguien que saliera con las ovejas: ¡tan mentecato esperaba que yo
fuese! Mas yo meditaba cómo pudiera acabar mejor aquel lance… Había unos carneros bien
alimentados, hermosos, grandes, de espesa y oscura lana y, sin desplegar los labios los até de
tres en tres, y así el del centro llevaba a un hombre y los otros dos llevaban a cada varón…
Cuando se descubrió la Aurora de rosáceos dedos, los machos salieron presurosos a pacer.
Su amo palpaba el lomo a todas las reses que estaban de pie, y el simple no advirtió que mis
compañeros iban atados debajo de los animales. El último en tomar el camino de la puerta fue
mi carnero, cargado de su lana y de mí mismo, que pensaba muchas cosas…
Cuando estuvimos algo apartados de la cueva y del corral, me solté del carnero y desaté a
mis amigos. Cogimos aquellas gordas reses y dando muchos rodeos llegamos por fin a la nave.
Embarcamos y cuando estuvimos lo suficientemente lejos como para que se dejara oír a un
hombre que grita, hablé al Cíclope con estas palabras: „¡Cíclope! No debías emplear tu gran
fuerza para comer a los amigos de un varón indefenso. Las consecuencias de tus malas
acciones habrían de alcanzarte…y si alguno de los hombres mortales te pregunta la causa de tu
vergonzosa ceguera, dile que quien te privó del ojo fue Odiseo, el asolador de ciudades, hijo de
Laertes, que tiene su casa en Ítaca.‟ Y Polifemo invocó a su padre Poseidón y le pidió que
Odiseo no pudiera llegar jamás a su palacio, y en caso de que llegara, que esto se produjera
tarde y después de haber perdido a todos sus compañeros.

La tierra de Eolo
Cuando el sol se puso y sobrevino la oscuridad, nos
acostamos en la orilla del mar, pero apenas se descubrió la hija
de la mañana, la Aurora de rosáceos dedos, ordené a mis
compañeros que subieran a la nave y desataran las amarra.
Llegamos a la isla de Eolia, donde moraba Eolo, querido por
los inmortales dioses. Eolo me trató como a un amigo por
espacio de un mes y me hizo preguntas sobre muchas cosas,
de todo lo cual le informé debidamente. Cuando quise partir y
le rogué que me despidiera, no se negó y preparó mi viaje. Me
dio entonces, encerrados en un cuero los soplos de los
mugidores vientos. Y ató dicho pellejo en la cóncava nave con
un reluciente hilo de plata, de manera que no saliese ni el
menor soplo…Navegamos sin parar por espacio de nueve días
con sus noches, y el décimo, me sentí fatigado y me rindió el
dulce sueño. Los compañeros se figuraban que dentro del odre
había oro y plata. Así pues lo desataron y se escaparon con gran ímpetu todos los vientos. La
nave llegó a la isla de Eolia pero Eolo nos echó, no dejándonos desembarcar.

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Los lestrigones
Luego seguimos adelante, con el corazón angustiado. Navegamos seis días sin interrupción y
al séptimo llegamos a la isla de Lestrigonia, donde el paso del día y de las noches se produce
muy aprisa…Envié a algunos compañeros para que averiguaran qué clase de hombres comían
el pan en aquella comarca…Llegaron al palacio del
rey. Éste cogió a uno de ellos y con su cuerpo se
hizo la cena. Los otros huyeron perseguidos por los
lestrigones que parecían gigantes, y desde las
peñas arrojaban pedruscos muy pesados. Mientras
mataban a mis compañeros saqué la aguda espada
y corté las amarras de mi bajel de azulada proa.
Desde allí seguimos adelante, escapando de la
muerte…
La morada de Circe
…Llegamos a la isla de Eea, donde moraba Circe, la
de lindas trenzas, deidad poderosa…Envié a algunos compañeros para que me informasen…Lo
echamos a suertes y el magnánimo Euríloco partió con veintidós compañeros que lloraban, y
nos dejaron a nosotros. Llegaron al palacio y todos, excepto Polites, pasaron cuando se lo pidió
Circe. Cuando los tuvo dentro les ofreció una comida en la que
había echado drogas perniciosas, para que los míos olvidaran la
tierra patria. Se la dio, bebieron y los tocó con una varita y los
encerró en pocilgas. Y tenían la cabeza, la voz, las cerdas el
cuerpo como puercos, pero sus mentes quedaron tan enteras como
antes.
Euríloco volvió sin dilación para contarnos la aciaga suerte que les
había cabido a mis compañeros…Me alejé de la nave y del mar. Y
cuando estaba a punto de llegar al gran palacio de Circe, me salió
al encuentro el mismísimo Hermes, el de la áurea vara, y me dijo:
„quiero preservarte de todo mal, quiero salvarte: toma este
excelente remedio, que apartará de tu cabeza el día cruel, y ve a la
morada de Circe, cuyos malos intentos he de referirte
íntegramente. Te preparará una mixtura y te echará drogas en el
interior, mas con todo eso no podrá encantarte porque lo impedirá
el excelente remedio que vas a recibir. Te diré ahora lo que ocurrirá
después. Cuando Circe te hiriese con su larguísima vara, tira de la
aguda espada y acométela como si desearas matarla. Entonces,
cobrándote algún temor, te invitará a que yazgas con ella: tú no te
niegues a participar del lecho de la diosa, para que libre a tus
amigos y te acoja benignamente, pero hazle prestar el solemne
juramento de los bienaventurados dioses de que no maquinará contra ti ningún otro funesto
daño: no sea que, cuando te desnudes las armas, te prive de tu valor y de tu fuerza.‟ Cuando
terminó de hablar el dios me entregó el remedio, arrancando de la tierra una planta cuya
naturaleza me enseñó, y Hermes se fue al vasto Olimpo. Llegué al palacio de Circe y todo
ocurrió como me había dicho el dios mensajero…Circe me dijo: „¿Por qué Odiseo, permaneces
así, como un mudo, y consumes tu ánimo, sin tocar la comida ni la bebida? Sospechas que haya
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algún engaño, y has de desechar todo temor, pues ya te presté solemne juramento.‟ Y yo le
repuse diciendo: „¿Qué hombre que fuese razonable osaría a probar la comida y la bebida antes
de liberar a los compañeros y contemplarlos con sus propios ojos? Si me invitas a comer y a
beber, suelta a mis fieles compañeros para que con mis ojos pueda verlos.‟ Así hablé, Circe salió
del palacio con la vara en la mano, abrió las puertas
de la pocilga y les untó con una nueva droga, y
volvieron a su forma humana.
…Más adelante Circe me dijo: „¡Laertíada, del linaje
de Zeus! ¡Odiseo, fecundo en ardides! No os
quedéis por más tiempo en esta casa, pero antes de
todo debéis emprender un viaje a la morada de
Hades y de la veneranda Perséfone, para consultar
el alma del tebano Tiresias, adivino diego, cuya
mente se conserva íntegra. A él tan solo, después
de muerto, le dio Perséfone inteligencia y saber,
pues los demás revolotean como sombras.‟ Circe
nos dio las indicaciones necesarias para emprender
dicho viaje. Y siguiéndolas llegamos allí donde
Tiresias hizo sus predicciones, para revelarnos
cómo volver al hogar.
De regreso en el palacio de Circe, ésta nos explicó los peligros que deberíamos afrontar en
nuestra vuelta al hogar: „Llegarás primero a las sirenas que encantan a cuantos hombres van a
su encuentro. Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, no vuelve a ver a su
esposa y a sus hijos, sino que el hechizan con el sonoro canto. Pasa de largo y tapa las orejas
de tus compañeros con cera blanda, a fin de que ninguno las oiga; pero si tú desearas oírlas haz
que te aten en la velera embarcación de pies y manos arrimado al mástil, y así podrás deleitarte
escuchando a las sirenas.
Después de que tus compañeros hayan conseguido llevaros más allá de las sirenas, no te
indicaré con precisión cuál de los dos caminos te interesa recorrer, considéralo en tu ánimo,
pues voy a decir lo que hay a ambas partes. A un lado se alzan peñas prominentes, contra las
que rugen inmensas olas: las llaman las Erráticas…Ninguna embarcación pudo escapar, pues
las olas del mar y las tempestades se llevan las tablas del barco y los cuerpos de los hombres.
Tan solo logró dobla aquellas rocas una nave surcadora del ponto: la Argo, por todos celebrada,
al volver del país de Eetes, y también a esta habría estrellado el oleaje, si Hera, no la hubiese
hecho pasar junto a ellas por su afecto a Jasón. Al otro lado hay dos escollos. El uno alcanza el
anchuroso cielo con su pico agudo. En medio se encuentra una cueva en la que habita Escila,
que es un monstruo al que nadie
se alegrará de ver. El otro escollo
es más bajo, y lo verás cerca del
otro. Tiene una frondosa higuera y
al pie la divinal Caribdis sobre la
turbia agua. Tres veces al día la
echa fuera y otras tantas vuelve a
sorberla. No te encuentres allí
cuando la sorba, sino que acércate
al escollo de Escila, ya haz que tu
nave pase rápidamente….
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Llegará más tarde a Trinacria, donde pacen las muchas vacas y pingües ovejas del Sol. Si a
estas dejaran indemnes, ocupándote solo en preparar tu regreso, aún podrías volver a Ítaca,
pero si les causaras daño, desde ahora te anuncio la perdición de la nave y la de tus amigos.
Aunque tú te salvaras, llegarías tarde y mal a la patria, después de perder a todos tus
compañeros.‟
Todo lo que me predijeron Circe, y Tiresias se convirtió en realidad. Llegué naufragando a la
isla de Ogigia donde me acogió durante siete años la divina Calipso y de allí he llegado a la
tierra de los feacios, hospitalaria sin igual.”

Una vez de vuelta en Ítaca, Odiseo, con la ayuda de Atenea, toma aspecto de anciano
mendigo, de modo que nadie lo reconoce. Solo se da a conocer ante Eumeo, el criado
que cuida de los cerdos y que vive lejos de la ciudad, y ante su hijo Telémaco, quien en la
primera parte de la obra ha ido a buscar noticias de su padre a Pilos y a Esparta, ayudado
también por la diosa Atenea.
Odiseo se halla ante la desastrosa situación de su reino: los nobles de la isla
constantemente agobian a su esposa Penélope pidiéndole que elija a uno de ellos como
esposo, ante la interminable ausencia de Odiseo, y agotando el patrimonio de su reino
con incontables banquetes.

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Ella se resiste inventando
diferentes ardides, pero ha llegado
el momento en que debe elegir y
convoca una prueba. Quien la
supere será el nuevo rey. La prueba
consiste en tensar el arco de Odiseo
y hacer pasar una flecha a través de
los aros de doce hachas colocadas
en línea. Hasta el momento esta
prueba solo la había podido realizar
Odiseo.
El día de la prueba se encontraban en el palacio todos los pretendientes. Todos, en
vano, intentaron tensar el arco, y ni siquiera esto consiguieron. Entonces Odiseo pidió
participar. Todos se burlaron, pero Penélope le permitió hacer la prueba. Ante la mirada
atónita de los nobles, el supuesto
mendigo consiguió realizar la
prueba con éxito. Entonces se
dieron cuenta de que Odiseo había
vuelto y de que se iba a vengar.
Siguiendo el plan que había
trazado con antelación quedaron
encerrados dentro del palacio,
donde Odiseo con la ayuda de
Telémaco y de Eumeo llevó a cabo
la venganza. Mató a todos los pretendientes y después, a las criadas que habían
traicionado la confianza de su esposa, les ordenó que limpiaran todo, para después
ejecutarlas.
De este modo recuperó el trono, pero aún no tenía la confianza de Penélope, quien le
pidió una nueva prueba de que realmente era Odiseo. Existía entre ellos un secreto que
nadie más conocía y Penélope le pidió que se lo dijera. Así lo hizo Odiseo: su cama estaba
construida sobre un árbol que existía en el lugar donde construyeron su casa y que no
habían cortado. De este modo, después de veinte años, Penélope pudo estar segura de
que Odiseo había vuelto
ACTIVIDADES
1. Investiga cuál fue el ardid que había inventado Penélope para evitar elegir esposo.
2. Relata brevemente la aventura de Telémaco cuando fue a buscar información sobre
Odiseo.

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