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Fernando R. Funes-Monzote
La impresión de este libro ha sido financiada por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la
Cooperación (COSUDE).
Edición y corrección: Claudia Álvarez Delgado y Reinier PérezHernández
Diseño de cubierta: Amaury Rivera Rodríguez
Ilustraciones: Reinaldo Funes Monzote
© Fernando R. Funes‐Monzote, 2009
© Estación Experimental “Indio Hatuey”, Universidad de Matanzas, 2009
ISBN 978‐959‐7138‐02‐0
Estación Experimental “Indio Hatuey”
Central España Republicana, Perico,
Matanzas, Cuba
Teléfonos: +53‐45‐377307 / +53‐45‐377482
www.ihatuey.cu
A mis padres, por haberme transmitido la pasión por
la investigación científica y el compromiso de crear
un futuro mejor para Cuba.
A mis hijos, la principal motivación para luchar por
ese ideal.
Índice
Prefacio / XIII
I. El contexto actual de la agricultura cubana / 1
1.1 El modelo convencional / 2
1.2 El modelo emergente / 5
1.3 Dependencia de importaciones / 7
1.4 Oportunidad histórica / 8
II. Transición hacia la agricultura sostenible /11
2.1 Condiciones geográficas y biofísicas / 13
2.2 Breve historia de la agricultura cubana / 15
2.3 Escenario posterior al triunfo de la Revolución / 16
Reformas agrarias / 16
El modelo agrícola convencional / 17
Consecuencias y colapso / 18
2.4 Cambios en las estructuras productivas agrarias / 21
2.5 Contribución de los agricultores pequeños / 23
2.6 Agricultura urbana y seguridad alimentaria / 25
Fundación, estructura y objetivos / 25
Arroz popular: ejemplo de subprograma exitoso / 27
Éxitos recientes y futuro / 28
2.7 La estrategia de sustitución de insumos / 29
Alternativas para el manejo ecológico del suelo / 30
Control biológico / 31
Tracción animal / 31
Policultivos y rotación de cultivos / 32
2.8 Más allá de la estrategia de sustitución de insumos / 33
2.9 Sistemas integrados de producción: un enfoque hacia la sostenibilidad / 33
Cambios en la estructura de uso de la tierra / 33
2.10 Lecciones de la transición hacia la agricultura sostenible en Cuba / 36
III. Metodología para la transición / 39
3.1 Definiciones necesarias / 39
3.2 ECOFAS: Una propuesta metodológica / 42
Etapa 1: Experimental / 44
Etapa 2: Escalonamiento / 47
Etapa 3: Aplicación / 49
IV. Conversión de sistemas ganaderos especializados en sistemas
integrados / 51
4.1 Metodología experimental / 53
Diseño de prototipos / 54
4.2 Evaluación de indicadores agroecológicos y financieros / 57
4.2.1 Biodiversidad / 57
4.2.2 Productividad / 61
4.2.3 Uso de energía / 62
Fuerza de trabajo / 62
Insumos energéticos / 64
Eficiencia energética / 65
4.3 Resultados financieros / 66
4.4 Fertilidad del suelo / 68
4.5 Consideraciones finales / 70
V. Identificación de alternativas para el sector ganadero / 71
5.1 Metodología experimental / 74
Selección de fincas / 75
Tipologías / 76
Criterios de clasificación / 76
Hipótesis / 77
5.2 Comportamiento de los indicadores agroecológicos / 77
Tipo de finca / 77
Años de conversión / 80
Proporción de cultivos / 80
Área de la finca / 81
5.3 Resultados e interpretación del análisis multivariado / 82
Agrodiversidad / 86
Productividad / 88
Eficiencia energética / 90
Reciclaje de nutrientes / 91
5.4 Conclusiones / 92
VI. Validación de estrategias integradas sostenibles para condiciones
locales / 95
6.1 Fase de aplicación de ECOFAS / 97
Selección y descripción de las fincas / 98
Diagnóstico participativo e identificación de puntos críticos / 100
6.2 Diagramación y caracterización de prototipos / 100
Fincas integradas / 102
Finca ganadera especializada / 108
6.3 Análisis de sistemas, monitoreo de indicadores y evaluación / 110
Agrodiversidad / 110
Productividad y eficiencia / 111
Fuerza de trabajo / 112
Economía / 112
6.4 Identificación de estrategias sostenibles para condiciones locales / 117
Agrodiversidad del sistema agrícola / 117
Productividad de la finca y eficiencia energética / 118
Balance y reciclaje de nutrientes / 118
Factibilidad económica / 118
Empoderamiento y toma de decisiones / 119
6.5 Consideraciones finales / 119
VII. El potencial de la agroecología para la producción de alimentos / 121
7.1 Diseño de prototipos de sistemas integrados de producción / 124
7.2 Hacia la descentralización y la autosuficiencia alimentaria / 125
7.3 Comentarios finales / 127
APÉNDICES
1. Conversión hacia sistemas integrados / 133
1.1 Colecta de datos / 133
1.2 Análisis del suelo / 133
1.3 Análisis económico / 134
1.4 Análisis de los datos / 136
2. Identificación de alternativas / 137
2.1 Procedimiento de muestreo y método de cálculo de los indicadores
agroecológicos / 138
2.2 Análisis estadístico / 138
3. Validación de estrategias integradas / 143
3.1 Caracterización de San Antonio de los Baños / 143
3.2 Diagnóstico participativo e identificación de puntos críticos / 144
3.3 Mapeo de los bio‐recursos e infraestructura y caracterización de la finca / 144
3.4 Monitoreo de indicadores / 144
3.5 Análisis de suelos / 145
3.6 Análisis agroecológico y económico / 145
3.7 Identificación de alternativas para mejorar los sistemas agrícolas / 146
3.8 Caracterización de los suelos en las fincas estudiadas / 146
4. Eficiencia energética / 157
Bibliografía / 163
Prefacio
La diversificación, la descentralización y el movimiento hacia la autosuficien‐
cia alimentaria son tendencias principales dentro de la agricultura cubana.
Cuba ha sido el único país en transitar de un modelo agrícola convencional,
basado en altos insumos y fuertemente subsidiado, a otro alternativo, de bajos
insumos y uso intensivo de los recursos naturales disponibles. El hecho de
haber experimentado un cambio tan dramático en la intensidad de la producción
agropecuaria, ha sido una oportunidad única, en tanto ha servido como punto de
partida para diseñar una agricultura sostenible a escala nacional. Sin embargo,
puede afirmarse que esta situación aún no se ha aprovechado debidamente.
Los avances logrados en los últimos quince años deben traducirse en políticas
sistemáticas y consistentes que aseguren una producción factible y sostenible.
La singular posición del sector agrícola cubano, tanto a nivel nacional
como internacional, ofrece un contexto en el cual estos resultados, obtenidos
de la investigación en sistemas agroecológicos, son relevantes. El cambio
climático, los inestables precios del petróleo y de los alimentos en los merca‐
dos internacionales, la toma de conciencia sobre la necesidad de sustituir ali‐
mentos importados, así como las recientes decisiones del gobierno de cultivar
todas las tierras improductivas, abren un amplio espectro de posibilidades
para adoptar tecnologías alternativas.
Actualmente son tres los grupos sociales involucrados en la aplicación
de las estrategias agroecológicas en la agricultura cubana: a) los «nuevos»
XIII
productores (urbanos y rurales), que surgieron durante los primeros años de
la crisis de los noventa; b) los pequeños agricultores y sus familias, que here‐
daron la tierra y preservan un importante conocimiento tradicional en el ma‐
nejo de sistemas de producción diversificados y localmente adaptados; y c) un
número creciente de miembros de las UBPC, unidades de producción con una
estructura cooperativa, que laboran en tierras estatales otorgadas en usufructo.
Sin embargo, todavía falta una acción que articule toda la experiencia acumu‐
lada y el potencial humano existente.
En este libro se examina brevemente la historia de la agricultura cubana
y se enfatiza en las consecuencias que ocasionó al medio natural y a la eco‐
nomía la aplicación de sistemas altamente intensivos y convencionales en
épocas recientes. También se describen los avances y retrocesos de la transi‐
ción hacia un modelo agroecológico de bajos insumos externos, que emergió
en respuesta a la mayor crisis económica enfrentada por la Isla en los últimos
cincuenta años. Además, se proporcionan resultados científicos que retan la
creencia convencional de que solo es posible obtener alta productividad y
rentabilidad a través de métodos industriales que demandan un uso intensivo
de maquinaria, insumos químicos y energía.
Con el propósito de facilitar la lectura de esta obra, se sugiere tomar en
cuenta los siguientes elementos:
• El capítulo I está dedicado a introducir la problemática actual de la
agricultura cubana y analiza brevemente las principales oportunida‐
des para el desarrollo de un modelo agroecológico.
• Al lector no familiarizado con la transición de la agricultura cubana
desde inicios de los años noventa hasta la actualidad, consultar el capí‐
tulo II le permitirá conocer algunas facetas de este proceso. Se recorre
la historia de la agricultura cubana, haciendo énfasis en los efectos de
los sistemas altamente intensivos y convencionales empleados en el
período 1960‐1990.
• Seguidamente, el capítulo III presenta algunas definiciones que susten‐
tan la concepción metodológica empleada para el estudio de la conver‐
sión de sistemas especializados en integrados agroecológicos. Este
capítulo pretende mostrar de forma didáctica la manera en que fue di‐
rigido el trabajo de investigación y análisis de los sistemas productivos
mediante el Marco Ecológico para la Evaluación de la Sostenibilidad
(ECOFAS, según las siglas de ECOlogical Framework for the Assesment
of Sustainability).
XIV
• Por su parte, el capítulo III es el vínculo con los tres capítulos subsi‐
guientes, que examinan el proceso de conversión e identificación de al‐
ternativas y estrategias integradas sostenibles (capítulos IV al VI).
Para los lectores interesados en profundizar acerca de los resultados
científicos que sustentan las hipótesis planteadas, esta sección puede
resultar atractiva.
• Es común que se le demande a la investigación un mayor protagonis‐
mo en demostrar la factibilidad de la alternativa agroecológica. En es‐
tos tres capítulos el lector podrá encontrar argumentos comprobados
científicamente, que muestran el alto potencial de los sistemas agroe‐
cológicos para producir alimentos en Cuba. Precisamente este es el
título del último capítulo, que a modo de conclusión discute las alter‐
nativas existentes y propone pautas a tener en cuenta en el camino
hacia la descentralización y la autosuficiencia alimentaria.
• Finalmente, la sección de apéndices está concebida de modo que se
pueda hacer una lectura cruzada desde algunos capítulos, a fin de co‐
nocer con mayor detalle los métodos empleados en el estudio. Asi‐
mismo, ofrece datos numéricos que confirman la validez de los
resultados, los cuales pueden servir no sólo como referencia para nue‐
vos estudios sino también como base para tomar decisiones políticas
conscientes.
Ninguna obra humana es el resultado aislado del esfuerzo de una sola
persona. Durante mi vida como científico, y mucho antes, recibí el apoyo de las
instituciones cubanas por las que he transitado, que me brindaron oportuni‐
dades y me transmitieron conocimientos y valores para llegar a ser un profe‐
sional comprometido con el presente y el futuro de Cuba. Me refiero a la
Universidad Agraria de La Habana, en cuyas aulas obtuve mi formación como
ingeniero agrónomo, el Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes del
Ministerio de la Agricultura y la Estación Experimental «Indio Hatuey» de la
Universidad de Matanzas, Ministerio de Educación Superior.
El presente volumen, traducido y adaptado de mi tesis de doctorado
«Farming like we’re here to stay. The mixed farming alternative for Cuba»,
defendida en la Universidad de Wageningen, Holanda, es un esfuerzo por
hacer llegar al público cubano y de habla hispana, los resultados de este estu‐
dio. Este es también el resultado de diez años de trabajo investigativo iniciado
en 1995 en el que participaron numerosos científicos y técnicos de varias ins‐
tituciones, así como agricultores vinculados a la Red de Agroecología del
XV
Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes. Varios investigadores apor‐
taron valiosos conocimientos e ideas; algunos de ellos son coautores de artícu‐
los ya publicados o en preparación que han sido adaptados para esta obra. Me
refiero al Dr. Herman van Keulen (Plant Sciences Department), el Dr. Egbert
Lantinga, (Biological Production Sistems Group) y el Dr. Cajo ter Braak (Bio‐
metris, Plant Research Internacional), los tres de la Universidad de Wagenin‐
gen. Por la parte cubana, el Dr. Jesús Eladio Sánchez (Instituto de Cibernética,
Matemática y Física de la Universidad de La Habana), el Dr. Alberto Hernández
(Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas), el Ing. Aurelio Álvarez (Instituto de
Investigaciones de Pastos y Forrajes) y el MSc. Rasiel Bello (Instituto de Inves‐
tigaciones Porcinas). Mi más sincero agradecimiento a otros colegas y amigos,
quienes contribuyeron en mayor o menor medida en este largo camino.
Gracias también a la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación
(COSUDE), cuya generosa contribución permitió la impresión del material. Doy
fe de mi profundo respeto a todos los agricultores, técnicos, extensionistas y
dirigentes que hicieron posible este estudio. Mi gratitud para Williams Calderón
por las innumerables horas solucionando los problemas informáticos, a Amaury
Rivera por el diseño de cubierta y a Manuel Gahona por su apoyo y amistad du‐
rante todos estos años. A Reinier, amigo y editor que puso su talento y dedica‐
ción en pro de la calidad de este material. Un agradecimiento muy especial a
Renán por su permanente contribución en la retaguardia; y al resto de mi fami‐
lia por el apoyo incondicional en todo momento.
Por último quiero agradecer a Claudia, mi esposa, un pilar fundamental en
mi vida. Ella ha sido siempre un componente imprescindible en mis logros
científicos y personales; es la persona que sufrió y celebró cada paso de este
proceso con la misma intensidad que yo.
Este es también un homenaje póstumo a mi madre, Marta Monzote
Fernández, iniciadora de los estudios agroecológicos en Cuba, convencida y
firme luchadora por una agricultura en armonía con la naturaleza y el ser
humano. Ella, desde su doble papel de madre y tutora profesional, me entregó
la fuerza necesaria para hacer realidad este proyecto.
FERNANDO R. FUNES-MONZOTE
XVI
I. El contexto actual
de la agricultura cubana
La agricultura cubana se encuentra inmersa en un proceso de cambio profun‐
do e inevitable. Las principales razones que han impulsado este cambio han
sido de índole económica, como resultado de la escasez de capital e insumos
externos para continuar desarrollándose según el paradigma de la revolución
verde. Es decir, no han estado fundamentalmente dirigidas a la conservación del
medioambiente o a emplear tecnologías sostenibles basadas en planteamientos
científicos, sino que han sido fomentadas por la necesidad de producir alimen‐
tos a partir de los recursos naturales, materiales y humanos disponibles.
Diversos estudios agronómicos, económicos y sociales han demostrado
que existen grandes oportunidades para el desarrollo a mayor escala de siste‐
mas agrícolas sostenibles que combinan la factibilidad técnica, la viabilidad
económica, la sustentabilidad ecológica y la aceptación social (Funes et al.,
2001; Ríos, 2004; Wright, 2005). También es cierto que se necesitan estrategias
políticas más concretas con el fin de incentivar aquellas formas de producción
que combinen estos elementos y así contribuir de manera sustancial al sector
agrario cubano.
Aún resulta insuficiente la cantidad, calidad y variedad de alimentos produ‐
cidos para satisfacer la demanda nacional de un país como Cuba, que tiene el im‐
perativo de reducir las importaciones. Se hace necesario además producir estos
alimentos con alta eficiencia y mínima utilización de insumos externos. A
estos problemas se suman las dificultades con las cadenas productivas y los
1
mecanismos de comercialización. Una parte considerable de los alimentos
que se producen se desperdicia debido a los aún deficientes mecanismos de
transportación, conservación, procesamiento y almacenamiento. En sentido gene‐
ral, hay una falta de coherencia entre los modelos agrícolas diversificados, descen‐
tralizados y autosuficientes, y la infraestructura de apoyo disponible a diferentes
escalas.
A pesar de que agricultores, investigadores, extensionistas y dirigentes
innovadores han puesto en práctica numerosas alternativas sostenibles, estas
aún no han contribuido de manera apreciable al desarrollo del sector. En este
capítulo introduciremos algunos aspectos de esta problemática, que más ade‐
lante será analizada con mayor detalle, sin la pretensión de abarcar en toda su
extensión un universo tan complejo. La intención es ofrecer puntos de vista y
opiniones que podrían allanar el camino para tomar decisiones políticas conscien‐
tes relacionadas con la aplicación práctica de los conceptos agroecológicos en
Cuba.
1.1 El modelo convencional
Entre 1960 y 1990 la agricultura cubana empleaba tecnologías intensivas,
especializadas y dependientes de altos insumos externos. El modelo industrial
permitió aumentar la productividad de la tierra y del trabajo; sin embargo,
resultó ineficiente —en términos biológicos y económicos— y nocivo al me‐
dioambiente. La propia dependencia externa, la artificialización de los proce‐
sos productivos —a través de tecnologías costosas basadas en subsidios—, así
como la débil conexión entre los factores biofísicos, organizativos y socioeconó‐
micos, le confirieron al modelo una alta vulnerabilidad.
En la figura 1 se muestran los cuatro aspectos fundamentales del progreso
técnico en el sector agrícola cubano mediante la implementación de sistemas de
altos insumos. Durante la década de 1980, la intensidad del uso de fertilizantes
(A) alcanzó niveles comparables con los de países europeos. A comienzos de los
años setenta la densidad de tractores llegó a ser aproximadamente de 1 por
cada 50 hectáreas, similar a la de los países más desarrollados (B). Obsérvese
que en 1960 la situación en Cuba ya resultaba favorable en comparación con la
región de Centroamérica y el Caribe, y la ayuda de los países socialistas permitió
triplicar en una década la densidad de tractores. La intensidad de la fuerza de
trabajo descendió a casi la mitad entre 1960 y 1975, para llegar, a finales de los
ochenta, a valores solo ligeramente inferiores a los europeos, es decir, alrededor
2
250 A 0 B
50
200 100
150
150
200
250
100
(ha/tractor)
(kg/ha/año)
300
50 350
400
C 15 D
0.8
0.7
12
0.6
0.5 9
0.4
6
0.3
(trabajadores/ha)
0.2 3
0.1
Tierra bajo riego (% área agrícola)
Figura 1. Evolución tecnológica del sector agrícola cubano antes y después del colapso de 1990
0.8
0.7
0.6
0.5
0.4
0.3
0.2
0.1
(Fuente: FAO, 2006). La intensidad
0 del uso de fertilizantes se calculó como la cantidad de fertilizante
nitrogenado (N), fosfórico (P2O5) y potásico (K2O) por hectárea de tierra agrícola por año.
3
de 5 hectáreas por trabajador (C). Asimismo, la proporción de tierras irrigadas
para la agricultura se duplicó entre 1960 y 1985, siendo más del doble que en los
Estados Unidos, América Central, el Caribe y Europa (D).
Puede afirmarse que el modelo convencional alcanzó incrementos sustan‐
ciales en cuanto a la cantidad de tierras empleadas y a la productividad de la fuer‐
za de trabajo, pero a un costo proporcional en insumos adquiridos a precios
subsidiados. A cambio, Cuba exportaba a los países socialistas de Europa mate‐
rias primas y productos agrícolas a precios preferenciales. En un inicio esta
situación podría resultar favorable para la agricultura cubana, con un acceso
casi ilimitado a tecnología, recursos financieros y energía en forma de subsi‐
dios. Sin embargo, se ha podido comprobar que este modelo creó una enorme
dependencia con serias consecuencias en términos de inseguridad alimenta‐
ria, que se manifestó dramáticamente a inicios de la crisis de los noventa,
cuando se puso en evidencia la fragilidad del modelo (figura 2).
Incluso, el empleo de tecnologías costosas y de altos insumos no alcanzó las
expectativas y tuvo impactos ambientales negativos reportados por el Ministerio
de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) en 1997. Entre los fundamen‐
tales se mencionan: reducción de la biodiversidad, contaminación de las aguas
4
subterráneas, erosión de los suelos y deforestación. La aplicación de este mode‐
lo agrícola también derivó en serias consecuencias socioeconómicas, como la
migración a gran escala de la población rural hacia las ciudades, que ocasionó la
pérdida de muchos agricultores experimentados y, con ellos, sus conocimientos
y tradiciones. A pesar de la alta calidad de la infraestructura instalada y de los
crecientes niveles de capital, fertilizantes y concentrados disponibles, desde
mediados de los años ochenta la productividad de la tierra había comenzado a
declinar (Nova, 2006), fenómeno que fue objeto de discusión durante la formu‐
lación de un Programa Alimentario Nacional (ANPP, 1991; Monzote et al., 2001).
1.2 El modelo emergente
La diversificación, la descentralización y la búsqueda de la autosuficiencia
alimentaria han sido los factores que caracterizan al sector agrícola cubano de
los últimos quince años (figura 3). Estos se expresaron con mayor claridad a
inicios de los años noventa, como consecuencia de la crisis económica asocia‐
da al colapso de la Unión Soviética y los países socialistas de Europa.
MONOCULTIVO DIVERSIFICACIÓN
• Incremento de la diversidad y heterogeneidad de la agricultura
CENTRALIZACIÓN DESCENTRALIZACIÓN
• Cambios en la tenencia de la tierra (cooperativización y usufructo)
• Decrece tenencia estatal de la tierra: de 80% en 1990 a 20% en 2008
• Reducción del tamaño del sistema productivo
5
campesinos tradicionales a pequeña escala y los «nuevos» productores que
cultivan la tierra en áreas urbanas y periurbanas, han desarrollado innovacio‐
nes tecnológicas para adaptar sus sistemas agrícolas a los limitados insumos
externos disponibles, con fuerte énfasis en la protección ambiental y la agro‐
diversidad (Murphy, 1999; Cruz y Sánchez, 2001).
Varias combinaciones de la tecnología resultante han sido adaptadas
por un amplio grupo de campesinos comprometidos que contó con el apoyo
de instituciones científicas del Estado y organizaciones no gubernamentales
(Rosset y Benjamin, 1994; Sinclair y Thompson, 2001; Funes et al., 2001). La
gestión de los recursos naturales bajo principios agroecológicos y formas par‐
ticipativas, se presenta como una metodología efectiva para convertir la agri‐
cultura cubana de un modelo vertical, dirigido a la exportación, centralizado y
de altos insumos externos, a uno más horizontal, orientado al mercado local,
descentralizado y de bajos insumos.
En este contexto, los sistemas diversificados e integrados de producción
agrícola‐ganadera ofrecen soluciones a muchos de los problemas propios de
los sistemas especializados (Funes‐Monzote, 2008). Los beneficios provienen
del uso más intensivo de los recursos naturales disponibles a nivel de sistema,
a través de interacciones más complejas y variadas. La intensificación sosteni‐
ble, mediante el mejor uso de los recursos, tanto de la producción agrícola
como animal, permite la autosuficiencia alimentaria familiar y local.
La obtención de alimentos y otros productos comercializables por vías
agroecológicas, no solo contribuye a generar ingresos a partir de un uso racio‐
nal de los recursos disponibles, sino que también tiene un enfoque de protec‐
ción y servicio ambiental al conservar el suelo y la biodiversidad, además de
contribuir a aumentar la cubierta forestal.
Las fincas pequeñas y medianas, altamente diversificadas, heterogéneas
y complejas, han demostrado que pueden alcanzar niveles de eficiencia pro‐
ductiva y de recursos más elevados que los sistemas especializados de agricul‐
tura y ganadería a mayor escala. En el año 2006 se reconoció oficialmente que
los pequeños campesinos, con la mitad de la tierra en uso agrícola (25% del
total), eran responsables del 65% de la producción global agropecuaria
(Pagés, 2006a). En la ganadería vacuna, con alrededor del 13% de las áreas de
pastos (unas 300 mil hectáreas), el sector campesino cooperativo poseía el
43.5% del rebaño nacional (González et al., 2004; ONE, 2007) y en marzo de
2008 esta cifra ya era del 55% (ONE, 2008). En el año 2009, después del proce‐
so de entrega de tierras en usufructo —al que luego nos referiremos con mayor
detalle—, el sector campesino ya produce el 96% del tabaco, el 70% de la carne
6
de cerdo, el 60% de las viandas y hortalizas y el 59% de la leche de vaca.
Además, posee el 90% del ganado menor y el 62% de la masa vacuna (González,
2009a).
Actualmente se reconoce que más del 80% de las tierras en uso se ma‐
nejan en un esquema cooperativo, donde los productores toman la mayoría de
las decisiones de forma descentralizada, lo cual ha tenido un efecto notable en
el incremento de la productividad.
Tal vez el éxito de los pequeños agricultores resida en los continuos
procesos de innovación y adaptación que desarrollan, al generar soluciones a
los problemas que surgen en el día a día (Ríos, 2004). En este sentido, es im‐
portante facilitar y documentar estos programas, así como implementar inves‐
tigaciones conjuntas en busca de estrategias de gestión adecuadas. Una
apertura mayor de la economía agraria pudiera estimular la implementación
de estrategias locales a una escala superior. También resulta necesario incor‐
porar metodologías de investigación y aplicar el conocimiento científico dentro
de un marco más integrador. De ahí que los científicos deban participar y
aprender de los procesos dinámicos y multifuncionales para los cuales la cien‐
cia clásica no posee todas las respuestas. Este libro documenta la manera en
que el conocimiento local disponible «funciona» desde el punto de vista científico.
1.3 Dependencia de importaciones
De acuerdo con datos oficiales, la economía cubana creció a un ritmo prome‐
dio anual del 10% en el período 2005‐2007. Esto fue posible a pesar de las
adversas condiciones climáticas, como la peor sequía en cien años y tres hura‐
canes que causaron pérdidas estimadas en 3.6 mil millones de USD (alrededor
del 7.9% del producto interno bruto en 2005) (CEPAL, 2006). En la estación
lluviosa de 2007 se reportaron las mayores precipitaciones registradas en la
historia del país y la producción agrícola resultó gravemente afectada. Pese a
que en el año 2008 Cuba recibió el impacto de los huracanes Ike y Gustav, con
pérdidas calculadas en 10 mil millones de USD, la economía creció. Estos datos
muestran la limitada contribución de la agricultura en la economía nacional.
La presencia del sector agrícola a pequeña y mediana escala, que sufrió menos
daños y pudo recuperarse con mayor rapidez, de cierta forma amortiguó el
impacto (Funes‐Monzote, 2007).
En los últimos años, los principales impulsores del crecimiento econó‐
mico cubano han sido el sector turístico, con un incremento aproximado de
7
0.2 mil millones de USD en 1994 a 2 mil millones de USD en 2004 (Quintana et
al., 2005), y el capital social —médicos, maestros, entrenadores deportivos y
técnicos—. Así, en 2005 el 70% del producto interno bruto correspondió al
sector de los servicios (IPS, 2006). Los economistas interpretaron esto como
un indicador del paso de una economía basada en la producción, a una basada
en los servicios. También han contribuido a la recuperación económica la
alianza política y comercial con Venezuela, el logro de un 50% de autosufi‐
ciencia energética, los acuerdos bilaterales con China y Brasil, así como la di‐
versificación de los mercados importadores y exportadores. Pero ¿qué implica
todo esto para la agricultura?
A pesar de los reconocidos avances logrados por la agricultura sosteni‐
ble de bajos insumos, su impacto en la economía agraria cubana sigue siendo
limitado. Aún se importa cerca del 50% de los alimentos para satisfacer la
demanda nacional —en el período 1997‐2007 crecieron sostenidamente de
0.7 a 1.5 mil millones de USD, en proporción al incremento de la capacidad de
compra del país—. Ahora bien, la inestabilidad en los mercados agroalimenta‐
rios internacionales entre 2007 y 2008, así como la creciente dependencia de
las importaciones, amenazaron la soberanía nacional. Esta situación condujo a
declaraciones oficiales que destacaron la necesidad impostergable de priori‐
zar la producción de alimentos con los recursos disponibles, estrategia que
convierte a la agricultura sostenible en política de Estado en aras de alcanzar
la seguridad alimentaria en un período de crecimiento económico (Castro,
2008).
No obstante los incuestionables avances de la agricultura sostenible en
Cuba, así como la disponibilidad de pruebas suficientes sobre la efectividad de
las alternativas agroecológicas (Funes et al., 2001), aún estos sistemas no
cuentan con el apoyo suficiente que les permita expresar su potencial para
lograr la seguridad alimentaria. El contexto actual requiere que se analicen las
mejores alternativas para, de manera gradual y sostenida, destinar parte de
los fondos dedicados a la importación de alimentos a sistemas productivos
que realmente logren un uso eficiente de estos recursos.
1.4 Oportunidad histórica
Cuba tiene la oportunidad histórica de implementar un modelo agroecológico
a escala nacional. La experiencia acumulada en el sector agrícola a pequeña y
mediana escala durante los últimos quince años es un valioso punto de partida
8
para definir políticas nacionales en aras de alcanzar esa meta. El país cuenta
con suficiente tierra para satisfacer las necesidades alimentarias de sus once
millones de habitantes. A pesar de la erosión de los suelos, la deforestación y
los efectos negativos sobre la biodiversidad antes mencionados, las condicio‐
nes del país son aún excepcionalmente favorables para la agricultura. Cerca de
seis millones de hectáreas de tierra en áreas llanas y otro millón en áreas con
pendientes ligeras, están aptas para el cultivo. En el año 2008, más de la mitad
de esta tierra permanecía sin cultivar, y en la mayor parte del área restante la
productividad de la fuerza de trabajo y de la tierra, así como la eficiencia en el
uso de los recursos, eran sumamente bajas. Según un estudio, de las más de
tres millones de hectáreas que no se cultivaban —alrededor de la mitad de los
suelos agrícolas—, un millón 691 mil hectáreas que pertenecían al Estado fue‐
ron declaradas ociosas (González, 2009b).
Esta situación motivó el Decreto‐Ley 259, que regula la entrega de tierras
ociosas en usufructo a aquellas personas que desean cultivarlas. Como resul‐
tado de su aplicación, a principios de julio de 2009 alrededor del 40% de estas
tierras —casi 700 mil hectáreas— fueron entregadas a personas que las solicita‐
ron (González, 2009c). La información, publicada en el periódico Trabajadores,
indica que de un total de 110 mil 463 solicitudes, hasta junio de 2009 se apro‐
baron entregas a 78 mil 113 personas naturales y jurídicas, con la máxima
prioridad estatal. Alrededor de 65 mil nuevos productores agrícolas benefi‐
ciados por este programa ya están asociados a Cooperativas de Créditos y Ser‐
vicios (CCS) y siguen como modelo los métodos y prácticas desarrollados
tradicionalmente por el sector campesino.
En resumen, durante los últimos cincuenta años la agricultura cubana ha
experimentado dos modelos extremos en intensidad para la producción de
alimentos. El primero, caracterizado por un enfoque intensivo de altos insumos;
el segundo, a partir de 1990, orientado a la agroecología y basado en bajos
insumos. El sector agrícola cubano ha sido el único del mundo en sufrir una
disminución tan dramática en intensidad y escala que lo ubica en una etapa
post‐industrial. No obstante, ello ha servido como excepcional punto de partida
para que emerja un modelo consistente de agricultura sostenible a escala na‐
cional, capaz de contribuir en gran medida a la autosuficiencia alimentaria. Es
el momento de apostar por una agricultura con futuro.
9
II. Transición hacia
la agricultura sostenible
La experiencia cubana es el mayor intento en la historia de la
humanidad de convertir la agricultura convencional en orgánica o
semiorgánica. Debemos seguir de cerca tanto sus éxitos como sus
errores para aprender de ellos.
PETER ROSSET y MEDEA BENJAMIN:
The Greening of the Revolution, 1994
La historia de Cuba está caracterizada por una larga tradición agroexporta‐
dora, de monocultivos y de extracción indiscriminada de recursos naturales
(Le Riverend, 1970; Moreno Fraginals, 1978; Marrero, 1974‐1984). Estos mo‐
delos agrícolas de corte colonial, practicados durante cuatro siglos, generaron
una alta dependencia de insumos importados y a su vez provocaron la degra‐
dación de los suelos, la disminución de la biodiversidad y la reducción drástica
de la cubierta forestal (CITMA, 1997; Funes Monzote, 2008).
Sin embargo, durante los últimos quince años el desarrollo agrícola ha
sido reorientado (Rosset y Benjamin, 1994; Funes et al., 2001; Wright, 2005).
Hoy, la producción agrícola cubana se preocupa, como nunca antes, por la auto‐
suficiencia alimentaria y la protección ambiental. En 1993 tuvo lugar un pro‐
ceso de descentralización masivo que traspasó más del 40% de las tierras
estatales a formas cooperativas de producción. En 1994 fue instituido el Pro‐
grama Nacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo —la versión cubana de
la Agenda 21 de la Organización de Naciones Unidas—, y dos años después fue
aprobada la Estrategia Ambiental Nacional (Urquiza y Gutiérrez, 2003). En
1997, la «Ley de Medio Ambiente» se convirtió en política de Estado (Gaceta
Oficial, 1997). A pesar de que la protección ambiental no se practica con todo
el rigor que se debiera, la ayuda gubernamental para preservar el medio ha
contribuido a que la agricultura cubana transite sobre bases más sostenibles.
11
Desde sus inicios, la Revolución Cubana tuvo el propósito de resolver los
principales problemas de la agricultura: la propiedad nacional y foránea
(sobre todo estadounidense) de grandes extensiones de tierra (latifundios) y
la falta de diversificación (Anónimo, 1960; Valdés, 2003). A pesar de estas
intenciones, la rápida industrialización de la agricultura, basada en métodos
convencionales, tendió a concentrar como nunca antes la tierra en grandes
empresas estatales. Si bien el modelo estatal aumentó los niveles de produc‐
ción y la calidad de vida en el medio rural, terminó creando consecuencias
económicas, ecológicas y sociales negativas que no pueden ignorarse.
La excesiva aplicación de insumos agroquímicos importados, la imple‐
mentación de sistemas de producción de monocultivo y a gran escala, la con‐
centración de los agricultores en las ciudades y pueblos rurales, así como la
dependencia de pocas exportaciones, hicieron vulnerable el modelo agrícola
convencional establecido en todo el país. Esta vulnerabilidad fue más evidente
a inicios de los años noventa, con la desintegración del bloque socialista europeo
y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), cuando desapareció
la mayoría de los insumos con precios preferenciales, tanto materiales como
financieros. La agricultura cubana, junto con otras ramas de la economía, entró
en la mayor crisis de la historia reciente. Esta situación originó condiciones
excepcionales para la construcción de un modelo agrícola alternativo y mucho
más sostenible a escala nacional.
La transformación ocurrida en el campo cubano durante la última déca‐
da del siglo XX e inicios del XXI es un ejemplo de conversión a gran escala: de un
modelo altamente especializado, convencional, industrializado y dependiente
de insumos externos, a uno basado en los principios agroecológicos y de la
agricultura orgánica (Altieri, 1993; Rosset y Benjamin, 1994; Funes et al.,
2001). Numerosos estudios atribuyen el éxito de esta conversión a la forma de
organización social empleada y al desarrollo de tecnologías ambientalmente
apropiadas (Deere, 1997; Pérez Rojas et al., 1999; Sinclair y Thompson, 2001;
Funes et al., 2001; Wright, 2005).
A diferencia de los movimientos aislados de agricultura sostenible
desarrollados en otros países, Cuba ha protagonizado un movimiento masivo
y de amplia participación popular, donde la producción agraria se consideraba
clave para la seguridad alimentaria de la población. En sus etapas más tem‐
pranas, la transformación del sistema agrícola consistió básicamente en la
sustitución de insumos químicos por biológicos y en el empleo más eficiente
de los recursos disponibles. Mediante estas estrategias, se han alcanzado nu‐
merosos objetivos de la agricultura sostenible. La persistente carencia de
12
insumos externos y la implementación de sistemas de producción diversifica‐
dos han favorecido la proliferación de prácticas agroecológicas innovadoras
en todo el país.
2.1 Condiciones geográficas y biofísicas
Cuba es la mayor de las islas del Caribe, con un área total de 110 860 km2. El
país está dominado por extensas planicies, que ocupan alrededor del 80% de
su superficie, y tres sistemas montañosos principales y bien definidos: uno en
el occidente; otro al centro y otro en el oriente.
De acuerdo con el sistema de clasificación reconocido por la Organiza‐
ción para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el clima de Cuba es tropical
de sabana (Aw). Excepto en algunas áreas específicas, toda la isla tiene la in‐
fluencia del océano Atlántico. Cerca del Trópico de Cáncer y de la Corriente del
Golfo, recibe los efectos destructivos de las tormentas tropicales y de los hura‐
canes (con vientos de 150 a 200 km/h y más), así como severas sequías que
afectan directamente la actividad agrícola y la infraestructura en general. El
clima se caracteriza por una estación lluviosa, con altas temperaturas y fuertes
precipitaciones entre mayo y octubre (70% de la lluvia total anual), y una es‐
tación seca, de noviembre a abril, con pocas precipitaciones y temperaturas
más frescas (tabla 1).
A pesar de que La Habana es el principal centro económico, cada una de
las catorce provincias del país es importante desde el punto de vista agrícola,
cultural y económico. La densidad de población es más alta en Cuba (102 habi‐
tantes/km2) que en México (50), América Central (68) y América del Sur (17),
pero más baja que en el promedio de la región del Caribe (139) (FAO, 2006).
Lo que es aún más importante: Cuba tiene un alto porcentaje de tierra cultiva‐
ble, de manera que se cuenta con una hectárea apta para la agricultura en lla‐
nuras para alimentar a menos de dos personas por año.
13
Mientras que solo el 34% del área total de América Latina es considera‐
da apta para uso agrícola, en Cuba es casi el doble (aproximadamente el 60%).
Sin embargo, la despoblación de las áreas rurales alcanza dimensiones simila‐
res a la de muchos países industrializados. De acuerdo con el último censo
nacional, en la actualidad menos del 25% de la población vive en asentamien‐
tos rurales, solo el 11% trabaja en el sector agrícola y probablemente menos
del 6% se vincula directamente con estas actividades (ONE, 2004; Calzadilla,
2005).
Los suelos de Cuba son heterogéneos. La fertilidad del área cultivable to‐
tal, de acuerdo con los nutrientes disponibles, se clasifica como: 15% alta,
24% media, 45% baja y 14% pobre (CITMA, 1998). Según esta fuente, los sue‐
los cubanos son predominantemente Oxisoles y Ultisoles (68%) y en las áreas
restantes son Inceptisoles y Vertisoles. El escaso contenido de materia orgánica,
la baja fertilidad, la erosión y el pobre drenaje se consideran los factores limi‐
tantes de los suelos agrícolas (tabla 2). A pesar de ello, Cuba posee un medio‐
ambiente natural excepcional para la agricultura. Debido a sus condiciones y a la
diversidad de plantas y animales empleados para propósitos agrícolas, es posi‐
ble desarrollar la agricultura y la ganadería al aire libre durante todo el año.
Por otra parte, la amplia infraestructura de carreteras y caminos con acceso al
mar, la existencia de grandes reservas de agua embalsada para la irrigación, el
extenso sistema de electrificación rural, así como la elevada inversión en facili‐
dades agrícolas y la amplia red de instituciones científicas, son precondiciones
valiosas para incrementar la producción agrícola en Cuba.
Tabla 2. Principales factores limitantes de los suelos cubanos
14
2.2 Breve historia de la agricultura cubana
Se estima que a la llegada de los europeos, entre el 60 y el 90% de Cuba estaba
cubierta por bosques (Risco, 1995). En un inicio, los conquistadores congrega‐
ron a los indígenas en las llamadas vecindades o reservas, en las cuales la ma‐
yoría de los habitantes continuó empleando métodos agrícolas tradicionales.1
Como colonizadores, los españoles se convirtieron en terratenientes, emplean‐
do sistemas básicamente integrados denominados estancias, con una alta pro‐
porción de cultivos (Le Riverend, 1970). La transición de la agricultura
indígena a la nueva forma implantada por los españoles puede considerarse el
primer paso en el proceso de conversión hacia prácticas agrícolas europeas.
A principios del siglo XVII, la agricultura comercial experimentó un desa‐
rrollo más rápido con la llegada de la producción azucarera y tabacalera a las
estancias (Le Riverend, 1992; Marrero, 1974‐1984; Funes Monzote, 2008). La
Revolución Haitiana de 1791 dio a Cuba la apertura que necesitaba para co‐
menzar a competir con las colonias francesas como el principal productor y
exportador de azúcar del mundo. El consecuente establecimiento de plantas
procesadoras de azúcar en el campo cubano condujo a la transformación radi‐
cal de la estructura agrícola y al salto definitivo de la economía colonial cubana.
Las grandes extensiones de tierra dedicadas a la ganadería, intercaladas
con bosques y pastos, fueron subdivididas en propiedades más pequeñas. El
aumento de la producción y especialización en azúcar de caña acentuó el
impacto social y ambiental que ha acompañado a esta industria desde sus
inicios. Las tempranas críticas al sistema se basaron en el daño a los recur‐
sos naturales, específicamente la destrucción de los bosques y el abandono
de tierras «cansadas» e improductivas (Sagra, 1831; Reynoso, 1963).
La concentración y la centralización de la producción azucarera conti‐
nuaron durante el siglo XX. Luego de que Cuba alcanzó la independencia de
España en 1898, el capital norteamericano estableció grandes latifundios
azucareros en el oriente del país, que hasta ese momento había sido el área
menos explotada con fines agrícolas. Durante las primeras dos décadas del
siglo XX la siembra de caña de azúcar produjo la más intensa deforestación
en la historia de Cuba. Alrededor de 1925, la mayor parte de las llanuras
cubanas estaba plantada de caña. Las propiedades más extensas, que ocupaban
1
El sistema agrícola más comúnmente empleado por indígenas cubanos era el de los camellones,
que consistían en montículos de tierra y materia orgánica donde plantaban la semilla o la yema de
la planta en cuestión. Estas comunidades precolombinas aplicaban el sistema de tumba y quema
para establecer cultivos a pequeña escala, especialmente de yuca y maíz.
15
el 70% de la tierra agrícola, se dedicaban básicamente a la ganadería y el
azúcar. Poco más del 1% de los propietarios poseían el 50% de las tierras,
mientras el 71% tenía solo el 11% (Valdés, 2003).
Sin embargo, los latifundios agrícolas eran ineficientes para la produc‐
ción de alimentos, y muchas de estas grandes fincas (cerca del 40%) fueron
gradualmente abandonadas. Mientras, el sector campesino, que practicaba
una agricultura diversificada con estrategias integradas tradicionales, tenía un
considerable impacto en la economía agraria. De acuerdo con el censo agrícola
de 1946, casi el 90% de las fincas eran diversificadas. Con un tamaño entre 5 y
75 hectáreas, una producción integrada y mejor eficiencia organizativa, gene‐
raban alrededor del 50% de la producción agrícola total del país con solo el
25% del área cultivable en uso (CAN, 1951).
A pesar de la existencia de muchas pequeñas fincas diversificadas, la
estructura de tenencia y el modelo económico exportador contribuyeron a la
creación de un sector agrícola que se especializó en unos pocos cultivos. El
campo cubano se caracterizaba por la dependencia económica y política de
los Estados Unidos, la escasez de alimentos de subsistencia, la inequidad social
y una alta tasa de desempleo durante el «tiempo muerto» (meses durante los
cuales no se procesaba azúcar). Esta inestable situación influyó considera‐
blemente en el triunfo de la Revolución Cubana de 1959, de carácter agrario,
popular y antiimperialista.
2.3 Escenario posterior al triunfo de la Revolución
Reformas agrarias
El gobierno revolucionario adoptó dos leyes de Reforma Agraria que otorgaron
la propiedad de la tierra a los campesinos que la trabajaban, lo que redujo con‐
siderablemente el tamaño de las fincas. La primera, firmada en mayo de 1959,
limitó la tenencia de tierra a alrededor de 400 hectáreas. Luego, en 1963, la se‐
gunda ley estableció un máximo de 67 hectáreas con el objetivo de eliminar la
clase social terrateniente y la explotación de los campesinos (Anónimo, 1960;
Valdés, 2003). En la primera etapa, el 40% de la tierra cultivable fue expropiada
a compañías y grandes propietarios privados. En la segunda etapa, otro 30% de
la tierra pasó a manos del Estado (Valdés, 2003).
En ese momento había cuatro objetivos priorizados para la transforma‐
ción de la agricultura: 1) satisfacer las necesidades crecientes de la población,
2) generar divisas convertibles con la exportación de los productos, 3) obtener
16
materias primas para la industria de procesamiento de alimentos y 4) erradicar
la pobreza del campo (Anónimo, 1960). Se desarrollaron varios enfoques educa‐
tivos, culturales y económicos, incluyendo las campañas de alfabetización, el
desarrollo de comunidades rurales para brindar servicios sociales y de salud a
los campesinos, la construcción de miles de kilómetros de nuevas carreteras y la
electrificación de las áreas rurales (Anónimo, 1987).
El modelo agrícola convencional
A pesar de que el gobierno expresó oficialmente su propósito de diversificar la
agricultura, en la práctica imperó el monocultivo a gran escala. Los compromi‐
sos de exportar materias primas como azúcar, cítricos, café, tabaco y otros al
Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) del bloque de países socialistas,
forzaron a Cuba a cumplir planes quinquenales con altos costos ambientales.
De ahí que la dependencia de alimentos procesados importados de Europa del
Este alcanzara niveles sin precedentes (Espinosa, 1992).
La aplicación de los conceptos de la revolución verde fue posible gracias
a las fuertes relaciones con la URSS y los países socialistas de Europa. Como
política nacional, Cuba adoptó la tendencia mundial de sustituir capital por
fuerza de trabajo y así aumentar la productividad. Este método se caracterizó
por la mecanización y el manejo agroquímico de los procesos agrícolas a gran
escala, con una alta aplicación de insumos externos en monocultivos. La adop‐
ción del modelo industrializado de agricultura, junto con el incremento de las
importaciones de alimentos, permitió elevar el consumo energético per cápita
de 10.7 MJ/día a 11.9 MJ/día. El consumo proteico per cápita también au‐
mentó en el mismo período: de 66.4 g/día a 76.5 g/día. A pesar de este progre‐
so, las tasas de consumo per cápita fueron insuficientes para las necesidades
nutricionales, calculadas en 12.4 MJ/día de energía y 86.3 g/día de proteína
(Pérez Marín y Muñoz, 1991).
Durante los años ochenta, el 87% del comercio exterior se desarrolló
con los países socialistas de Europa a precios favorables, y solo el 13% con
otras naciones a precios del mercado mundial (Lage, 1992). En 1988, Cuba
envío el 81.7% de todas sus exportaciones al bloque socialista, mientras el
83.8% de sus importaciones totales provinieron de esos países (Pérez Marín y
Muñoz, 1991). El acuerdo con el CAME permitía a Cuba vender sus productos
en el mercado socialista a altos precios, mientras las importaciones se realiza‐
ban a bajos costos.
La dependencia de unos pocos productos de exportación fue alta, y la tierra
dedicada a cumplir estos propósitos era considerable. Tres de los principales
17
cultivos de exportación —azúcar, tabaco y cítricos— cubrían el 50% de la
tierra agrícola. La importación en grandes cantidades de petróleo, maquinaria
y diversas materias primas resultaba favorable para Cuba en términos econó‐
micos, pero no para su autosuficiencia alimentaria. Bajo estas condiciones, el
país importaba el 57% de sus requerimientos de proteína y más del 50% de la
energía, aceites comestibles, productos lácteos y carnes (PNAN, 1994). Tam‐
bién se importaban fertilizantes, herbicidas y concentrados para alimentar el
ganado y sostener una producción agropecuaria altamente subsidiada.
Ya en la década de 1970, las instituciones de investigación cubanas co‐
menzaron a estudiar los conceptos de disminución y sustitución de insumos
externos. Las políticas y la investigación comenzaron a prestar atención a las
implicaciones económicas de la sustitución de materias primas locales por
importadas. Sin embargo, a finales de los años ochenta, la agricultura cubana
continuaba caracterizándose por una alta concentración de la tierra en manos
del Estado (80% del área total pertenecía al sector estatal), altos niveles de
mecanización (un tractor por cada 125 hectáreas de tierra agrícola), especiali‐
zación agrícola y alto uso de insumos (1.3 millones de toneladas de fertilizantes,
80 millones de USD en pesticidas, 1.6 millones de toneladas de concentrados
para la alimentación animal y 13 millones de toneladas de petróleo por año)
(Lage, 1992).
Consecuencias y colapso
La continua aplicación de este modelo agrícola acarreó severas consecuencias
económicas, ecológicas y sociales. Entre las más importantes se encuentran la
salinización (un millón de hectáreas afectadas), la erosión del suelo de mode‐
rada a severa, la compactación del suelo con su consiguiente infertilidad, la
pérdida de biodiversidad y la deforestación de la tierra agrícola (CITMA,
1997). Entre 1956 y 1989 se produjo un acelerado éxodo hacia áreas urbanas,
lo que provocó una disminución de la población rural de 56 a 28%, y a menos de
20% a mediados de los años noventa (Funes et al., 2001).
Como resultado de este conjunto de factores, a finales de la década de
1980 los rendimientos agrícolas y ganaderos comenzaron a decrecer y, en
consecuencia, también disminuyó la eficiencia económica (Pérez Marín y
Muñoz, 1991). El modelo agrícola convencional, que había sido aplicado más o
menos por espacio de veinticinco años, demandaba mayores cantidades de
insumos químicos y de capital para mantener estables sus rendimientos. La
depresión de la producción agrícola provocó la escasez en los mercados.
18
Para aliviar esta situación y cubrir la demanda interna, se inició un Pro‐
grama Alimentario con la intención de recuperar la infraestructura y el volu‐
men de la producción (ANPP, 1991). Originalmente, este programa se basó en
el enfoque convencional de altos insumos, pues podía contar con abundantes
recursos traídos del exterior. Incluso cuando la desintegración del socialismo
en Europa del Este y la URSS derivó en la pérdida de estos insumos, el gobierno
decidió «continuar desarrollando el Programa Alimentario a pesar de lo difíci‐
les que puedan ser las condiciones que debamos enfrentar» (ANPP, 1991). Por
supuesto, sin la ayuda esperada, sería necesario ajustar seriamente la tecno‐
logía y la estructura de producción.
El inesperado derrumbe de los países socialistas europeos y de la
URSS, puso en evidencia las contradicciones y vulnerabilidades del modelo
agrícola que Cuba había desarrollado. La Isla perdió sus principales merca‐
dos y las garantías que estos países le habían proporcionado en el pasado. La
capacidad de compra en el extranjero se redujo drásticamente de 8 100 mi‐
llones de USD en 1989 a 1 700 millones en 1993, una disminución de casi el
80%. En ese año se destinaron 750 millones de USD a la compra de combus‐
tible para la economía nacional y 440 millones a alimentos básicos (Lage,
1992; PNAN, 1994).
Aunque la agricultura a pequeña y mediana escala mostró mayor resi‐
liencia a la crisis, en 1989 este sector representaba solo el 12% del área de la
tierra agrícola total. Las restantes áreas cultivables, que se manejaban con
métodos de altos insumos, industrializados y a gran escala, colapsaron dramá‐
ticamente. Uno de los primeros efectos fue la deficiencia calórica, la conse‐
cuente pérdida de peso extendida entre la población y la aparición de muchas
enfermedades como resultado del bajo consumo de ciertos nutrientes (OPS,
2002; Arnaud et al., 2001) (tabla 3). Sin embargo, las consecuencias de la crisis
en la seguridad alimentaria habrían sido mucho más dramáticas sin el sistema
de racionamiento gubernamental, que aseguró el acceso equitativo a los ali‐
mentos y evitó una hambruna (Rosset y Benjamin, 1994; PNAN, 1994; Wright,
2005).
A pesar de las dificultades económicas, durante este período el gobierno
continuó reforzando los programas sociales. Muestra de ello fue la reducción,
casi a la mitad, de la mortalidad infantil en el primer año de vida: de 11.1 por
cada mil nacidos vivos en 1989 a 6.4 al cierre de 1999 (Granma, 2000). A prin‐
cipios de los años noventa fue necesario tomar severas acciones económicas
para mantener las garantías sociales principales mientras se intentaba recons‐
truir la economía cubana.
19
Tabla 3. Comparación de niveles nutricionales per cápita por día en 1987 y 1993
Porcentaje de satisfacción
Necesidades de necesidades reconocidas
Nutriente
nutricionales*
1987 1993
20
la falta de recursos financieros y materiales para promover estas soluciones, y
la limitada fuerza de trabajo en el campo.
2.4 Cambios en las estructuras productivas agrarias
En general, se tomaron medidas técnicas y organizativas para reducir el impacto
de la crisis en la agricultura. La descentralización y reducción en escala de las
grandes empresas estatales era una necesidad debido a su ineficiencia. En 1993
el gobierno creó las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC). Esta
fue una medida eficaz que otorgó derechos de usufructo (uso gratuito de la
tierra durante un tiempo «indefinido») a los campesinos que habían trabajado
en las empresas agropecuarias estatales. La distribución de la tierra brindó
oportunidades a las personas interesadas en regresar al campo. En lo adelante,
se crearon diez formas distintas de organización en la agricultura cubana, que
coexistieron en tres sectores: el estatal, el no estatal y el mixto (tabla 4).
Estos cambios en la estructura agraria del país se caracterizaron por la
transferencia de la tierra estatal a otros sectores. En enero de 1995 se habían
concedido los derechos de usufructo del 58% de la tierra cultivable que con‐
trolaba el Estado a inicios de 1990 (constituía, en ese momento, el 83% del
total).
Tabla 4. Organización de la agricultura cubana
Fincas estatales.
Granjas Estatales de Nuevo Tipo (GENT).
Fincas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR),
Sector estatal incluyendo fincas del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT) y
del Ministerio del Interior (MININT).
Fincas de autoabastecimiento en centros de trabajo e insti-
tuciones públicas.
Producción Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC).
colectiva Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA).
Sector
no estatal Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS).
Producción
individual Campesinos individuales, en usufructo.
Campesinos individuales, propiedad privada.
Sector mixto Joint ventures entre capital estatal y extranjero.
Fuente: Martin, 2001.
21
Los cambios en la estructura de tenencia de la tierra y de las formas or‐
ganizativas empleadas, han sido denominados por los estudiosos del tema
como «la tercera reforma agraria» (Valdés Paz, 2005). Un análisis cronológico
del porcentaje del área agrícola nacional muestra que las UBPC predomina‐
ron rápidamente (tabla 5). Durante un período de cinco años, se incorporaron
a estas unidades unos ciento cincuenta mil trabajadores (Pérez Rojas et al.,
1999). Si se comparan con las empresas estatales, las UBPC son una forma de
producción más descentralizada (Villegas, 1999). El sector campesino también
aumentó el área de tierra en el proceso de redistribución, un reconocimiento a
su capacidad de gestión y papel creciente en la producción de alimentos.
Con la creación de las UBPC, el Estado buscó mejorar la gestión de la pro‐
ducción y ahorrar sus escasos recursos. El tamaño de las grandes empresas de
cultivos varios se redujo diez veces, mientras que el de las empresas ganaderas
disminuyó veinte veces como promedio, alcanzando una extensión similar a la de
las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) que habían existido durante
más de veinte años con razonables niveles de producción y eficiencia (tabla 6).
22
La estrategia de dividir la tierra en parcelas menores dentro de las UBPC
se basó en la mayor factibilidad de la producción a pequeña escala. Pero,
incluso con estas reducciones, el tamaño promedio de las UBPC era todavía
grande para la mayoría de las actividades agrícolas, y la falta de recursos hizo
que muchas de ellas fueran difíciles de administrar. Esta situación condujo a
un proceso aún no concluido de cambios en las estructuras agrarias. Como
empresas agrícolas gestionadas por los propios cooperativistas, las UBPC faci‐
litaron un mejor manejo de los recursos naturales y la toma de decisiones.
La menor escala de las UBPC, junto con su mayor diversificación y uso
más racional de insumos, maquinaria e infraestructura, posibilitó incrementos
en la productividad, lo que ayudó a mitigar las pérdidas en insumos externos y
capital. Sin embargo, durante más de diez años el modelo de las UBPC estuvo
lejos de alcanzar sus beneficios potenciales, puesto que reprodujo muchos
métodos organizativos empleados en las empresas estatales (Pérez Rojas y
Echevarría, 2000). La falta de un sentido de pertenencia, la persistente depen‐
dencia de insumos externos y la limitada toma de decisiones, afectaron su fun‐
cionamiento (Granma, 1997).
En resumen, aunque en su esencia las UBPC formaron parte de una es‐
tructura que operó bajo la dirección de las empresas estatales, esta forma de
producción en sus estatutos y mecanismos favorece la transición a la descen‐
tralización y tiende a imitar los valores, la eficiencia y el potencial de la pro‐
ducción campesina tradicional. Ejemplo de ello es la efectiva profundización
en los principios y la aplicación del cooperativismo en Cuba (López Labrada,
2007). Quince años después de su creación, se manifiesta un fortalecimiento
del papel de las UBPC en la sociedad y una mayor efectividad en su gestión.
Pueden encontrarse casos exitosos en todas las actividades agrícolas, tanto en
áreas urbanas como rurales. Cada una de ellas sigue modelos integrales, en los
que se conjugan objetivos productivos, económicos y sociales en una concep‐
ción dirigida a la diversificación, la autosuficiencia alimentaria y el mejora‐
miento de las condiciones de vida de los cooperativistas.
2.5 Contribución de los agricultores pequeños
En Cuba, las formas privadas de producción agrícola, desarrolladas por cam‐
pesinos, principalmente a pequeña y mediana escala, pueden llevarse a cabo
de manera individual o en grupos bajo dos tipos de cooperativa: CPA y CCS. El
primer tipo está compuesto por productores que entregaron sus tierras a la
23
cooperativa, por lo que se transforman en propiedad social. El segundo está
integrado por campesinos que forman una cooperativa en la que mantienen la
propiedad de la tierra y de los equipos sobre una base individual, compran
insumos al Estado, y reciben créditos y servicios (Álvarez, 2001). Ambos tipos
de productores tienen compromisos de ventas al Estado de acuerdo con su
potencial productivo. Además, cosechan alimentos y crían animales para auto‐
abastecerse. También pueden vender los productos agrícolas en el mercado
local a través de un representante de la cooperativa.
Si se comparan con las fincas estatales o las UBPC, los campesinos priva‐
dos tienen mayor experiencia y tradición, y no sorprende que sus sistemas agrí‐
colas hayan demostrado ser más resilientes al enfrentar la crisis. Mientras las
empresas agrícolas estatales sufrieron rápidamente el impacto de la falta de
insumos y financiamiento, el sector campesino fue capaz de amortiguar la esca‐
sez de recursos materiales. A fines de los años ochenta el sector privado ocupa‐
ba el 18% de la tierra cultivable del país, pero diez años más tarde contaba con
el 25% del área agrícola y participaba significativamente en la producción, tanto
para el consumo interno como para la exportación.
El porcentaje relativamente alto de contribución de la producción campe‐
sina a las ventas totales en el sector agrícola nacional durante los años de crisis
(tabla 7), demuestra su alta eficiencia en el uso de la tierra. También muestra la
capacidad de los métodos de producción y organización de los pequeños agri‐
cultores para contribuir al balance alimentario nacional. En 1996 el 70.7% del
total de las ventas agrícolas directas a la población fueron realizadas por cam‐
pesinos individuales o cooperativos (Martin, 2001).
% de ventas % de ventas
Producto al Estado Producto al Estado
Arroz 17 Granos 74
Café 55 Leche 32
Caña de azúcar 18 Maíz 64
Carne de cerdo 43 Miel 55
Cítricos 10 Pescado 53
Cacao 61 Raíces, tubérculos y vegetales 43
Frutas 59 Tabaco 85
Fuente: Lugo Fonte, 2000.
24
Aunque la producción ganadera a nivel nacional ha estado deprimida
por la escasez de alimento importado y las adversas condiciones climáticas
—prolongadas sequías, huracanes y otros eventos naturales—, los campesinos
han desarrollado una gran capacidad de adaptación. Los agricultores pequeños
se convirtieron en un modelo para la reestructuración de la agricultura cubana
(Álvarez, 2001).
El campesinado ha sido un eslabón importante en la preservación de los
cultivos tradicionales y del ganado mejor adaptado a las condiciones agro‐
climáticas, factores indispensables para el mejoramiento genético y la agricul‐
tura sostenible desde una perspectiva local (Ríos, 2004; Wright, 2005). La
Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), a través de su Movi‐
miento Agroecológico Campesino a Campesino (MACAC), ha sistematizado la
experiencia agrícola tradicional y ha reforzado los principios sostenibles en la
agricultura cubana. En el año 2004, este movimiento estaba presente en 155
de los 169 municipios del país, y articulaba a unos tres mil facilitadores y a
más de nueve mil promotores (Perera, 2004). En un esfuerzo paralelo, en esa
fecha más de cuatro mil productores se habían involucrado en el Programa de
Innovación Agrícola Local del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA),
basado en procesos participativos de base (Ríos, 2004).
El reciente programa de entrega de tierras ociosas en usufructo, respal‐
dado por el Decreto‐Ley 259, ha legitimado el importante papel del sector
campesino, al integrar los nuevos agricultores a la estructura de las CCS. Ac‐
tualmente la ANAP ya agrupa casi 400 mil miembros y contribuye como
ningún otro sector en la producción de alimentos (González 2009a).
2.6 Agricultura urbana y seguridad alimentaria
Fundación, estructura y objetivos
La agricultura urbana ha sido una iniciativa útil para la promoción de la auto‐
suficiencia alimentaria. Esta forma de agricultura estaba casi olvidada en Cuba
cuando los alimentos eran accesibles, pero se convirtió en una estrategia im‐
portante al ser la primera reacción de la población para contrarrestar la esca‐
sez de alimentos (Murphy, 1999; Companioni et al., 2001). Al cultivar dentro y
alrededor de las ciudades, era posible emplear recursos locales sin necesidad
de pagar por la transportación de insumos y productos (Cruz y Sánchez,
2001). En los inicios de la crisis, la población se organizó para cultivar solares
libres, traspatios y azoteas en las ciudades. Incluso era común la crianza de
25
animales dentro de las viviendas y así asegurar el suministro de proteína a la
familia. Surgida como una producción de subsistencia, a mediados de los años
noventa la agricultura urbana se había transformado en una práctica que tam‐
bién incluyó las actividades comerciales y llegó a contribuir significativamente
a la seguridad alimentaria del país.
Mientras la agricultura urbana fue extendiéndose, ganó organización y
comenzó a recibir el apoyo gubernamental. En 1995 ya existían 1 613 orga‐
nopónicos (pequeñas parcelas de tierra abandonada en las ciudades y en las
que se cultivan vegetales frescos en canteros fertilizados con materia orgáni‐
ca), 429 huertos intensivos y 26 604 huertos comunitarios. En 1997 se creó una
red de empresas municipales e instituciones estatales (el Grupo Nacional de
Agricultura Urbana) para organizar a las personas ya involucradas en el movi‐
miento.
El movimiento en la provincia Ciudad de La Habana cuenta con una red
de 179 organopónicos (122 ha), 418 huertos intensivos (607 ha), 7 848 parce‐
las (2 203 ha) y 34 970 patios (642 ha). Al cierre de 2008, solo en la capital se
reportaron producciones por encima de las 100 mil toneladas de hortalizas y
condimentos frescos. Si consideramos otras producciones agrícolas, el volu‐
men alcanza más de 200 mil toneladas, una contribución apreciable a la segu‐
ridad alimentaria (tabla 8).
Espacialmente, la agricultura urbana cubre un radio de 10 km desde el
centro de la cabecera provincial, de 5 km a partir de las capitales municipales,
de 2 km alrededor de las poblaciones de más de diez mil residentes, y la pro‐
26
ducción local de los asentamientos menores de mil personas. Desde sus inicios,
el gobierno ha desempeñado un papel importante en la promoción y apoyo de
este movimiento masivo hacia la seguridad alimentaria. El General de Ejército
y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Raúl Castro, ha sido
personalmente un sistemático impulsor de la agricultura urbana (González
Novo, Castellanos y Price, 2009). El objetivo principal del movimiento cubano
de agricultura urbana es alcanzar un consumo diario de 300 gramos de vege‐
tales por persona, cantidad recomendada por la ONU/FAO, y un adecuado
surtido de fuentes de proteína animal. De acuerdo con Companioni et al. (2001),
otros principios básicos de este movimiento son:
• Distribución uniforme por todo el país.
• Correspondencia entre producción planificada y el número de habi‐
tantes de cada lugar.
• Interrelación cultivo‐animal con máxima utilización de las posibili‐
dades para el incremento de ambas.
• Uso intensivo de materia orgánica y controles biológicos para pre‐
servar la fertilidad de los suelos y sustratos.
• Utilizar cada área disponible para producir alimentos de forma in‐
tensiva con el fin de obtener altos rendimientos de los cultivos y
animales.
• Integración multidisciplinaria e intensa y aplicación de la ciencia y la
técnica.
• Máxima utilización de todo el potencial existente para producir ali‐
mentos, fundamentalmente la fuerza laboral y el uso de residuos o
subproductos para la producción vegetal y animal.
El programa de agricultura urbana está compuesto por veintiocho sub‐
programas —cada uno relacionado con un tipo o aspecto de la producción
agrícola o ganadera— que constituyen su base organizativa y administrativa
(GNAU, 2004).
Arroz popular: ejemplo de un subprograma exitoso
Fundamental en la dieta cubana, el consumo per cápita de arroz excede los 44 kg
anuales o los 265 g por día (Socorro et al., 2001). La producción de arroz en
Cuba se desarrolló durante muchos años en grandes granjas estatales y tam‐
bién fue uno de los cultivos priorizados por el Estado. Entonces parecía «irre‐
futable» que para alcanzar la autosuficiencia de este cereal era necesario
27
recurrir a métodos convencionales de altos insumos (León, 1996). Sin embargo,
incluso durante los años ochenta, cuando los insumos estaban disponibles, no
pudo cubrirse la demanda nacional y fue necesario importar el 40% del arroz
consumido. La producción con altos insumos de este cereal demostró ser in‐
sostenible al comenzar la crisis de los años noventa. El nuevo programa de
«arroz popular» mostró que la agricultura autogestionada y de bajos insumos
podría tener un impacto positivo en la autosuficiencia alimentaria nacional
(García, 2003).
La producción «popular» de arroz fue en sus orígenes, como la agricul‐
tura urbana en general, un movimiento para el autoabastecimiento. Este cereal
comenzó a cultivarse en áreas abandonadas, en pequeñas parcelas entre los
campos de caña de azúcar, en las cunetas de las carreteras, etc. El movimiento
creció rápidamente y logró niveles imprevistos de producción y eficiencia. En
1997, mientras la Unión de Empresas del Arroz estuvo muy afectada, con una
producción de 150 000 t, el movimiento de arroz «popular» logró 140 600 t e
involucró a 73 500 agricultores pequeños que obtuvieron, como promedio
nacional, 2.8 t/ha sin el empleo de costosos insumos (Granma, 1998). Este
rendimiento resultó muy favorable, comparado con el de la producción de
arroz convencional durante los años ochenta, que logró un rendimiento nacio‐
nal promedio de entre 2 y 3 toneladas por hectárea (ANPP, 1991). En 2001 el
arroz popular representó más del 50% de la producción total nacional (García,
2003); en el año 2008, el 75% (Labrada, 2009).
Éxitos recientes y futuro
En el año 2000 la agricultura urbana produjo más de 1.6 millones de toneladas
de vegetales y empleó a 201 000 trabajadores (Granma, 2001). Dos años des‐
pués, 326 000 personas se unieron al programa de producción agrícola urbana
(Granma, 2003), mientras que en 2006 la producción llegó a 4.2 millones de
toneladas y dio empleo a 300 000 personas (Pagés, 2006b) (figura 4). La pro‐
ducción reportada de 20 kg/m2 lograda por la agricultura urbana excedió los
300 g de vegetales por persona al día, cifras que han sido cuestionadas, debido
a que la demanda aún no está totalmente cubierta.
El movimiento de la agricultura urbana también contribuyó al estable‐
cimiento de una red de 1 270 puntos de venta de productos agrícolas en las
ciudades y 932 mercados agrícolas (Granma, 2003). Los productos distribui‐
dos mediante esta red aportan significativamente a la seguridad alimentaria,
aunque los precios todavía son altos en relación con la capacidad de compra
promedio de la población.
28
.
4500 25
4000
20
3500
3000
15
2500
2000
10
1500
1000
5
500
0 0
94 95 96 97 98 99 00 05 06
Año
31
El empleo sistemático de la tracción animal en áreas agrícolas requirió
una integración de tierra para los pastos y la producción del alimento animal,
es decir, el uso mixto. Muchas fincas ganaderas que se habían especializado en
la producción de leche o carne comenzaron a usar bueyes para transportar los
forrajes y cultivar el suelo donde crecerían las cosechas para la subsistencia y
el mercado. Las empresas especializadas en cultivos y las granjas ganaderas
tuvieron que adaptar sus diseños a las nuevas condiciones. De igual manera,
no pocas cooperativas, que antes se habían dedicado al cultivo especializado de
papa, boniato, vegetales, etc., crearon «módulos pecuarios» usando ganado de
doble propósito, para la producción de leche y carne con destino al autoabas‐
tecimiento de los cooperativistas.
Policultivos y rotación de cultivos
La rotación de cultivos y los policultivos se desarrollaron en aras de estimular
la fertilidad natural del suelo, controlar las plagas, restaurar la capacidad pro‐
ductiva y obtener mayor Uso Equivalente de la Tierra (UET). 2 La aplicación de
estas alternativas —a menudo practicadas por los campesinos tradicionales—
demostró ser esencial para alcanzar altos niveles de producción y se expandió
por todo el país, especialmente en el sector cooperativo (Wright, 2005). Tanto
los resultados de investigación como los datos reales de la producción demos‐
traron que los policultivos y la rotación de cultivos podían aumentar los ren‐
dimientos en la mayoría de los cultivos económicamente importantes (Casanova
et al., 2001).
Por ejemplo, experimentos realizados confirmaron el aumento en los
rendimientos de caña de azúcar (84.4 a 90.6 t/ha) en rotación con soya que a
su vez tuvo una producción añadida de 1.7 t/ha (Leyva y Pohlan, 1995). El
policultivo de yuca y frijol bajo diferentes sistemas de manejo de cultivos al‐
canzó mayores UET cuando se comparó con la yuca y el frijol en monocultivo
(Mojena y Bertolí, 1995). El policultivo de abonos verdes y maíz en rotación
con papa también incrementó la producción del tubérculo (Crespo et al., 1997).
Todas estas combinaciones de policultivo hicieron más eficiente el uso de la
tierra, así como el control de plagas.
2 El Uso Equivalente de la Tierra se calcula utilizando la formula UET=Σ(Rpi/Rmi), donde Rpi es
el rendimiento de cada cultivo en el policultivo y Rmi es el rendimiento de cada cultivo en mo‐
nocultivo. Para cada cultivo (i) se calcula un índice con el que se determina el UET parcial de
cada uno, luego los UET parciales se suman y su resultado da el UET total para el policultivo
(Gliessman, 2006).
32
2.8 Más allá de la estrategia de sustitución de insumos
Los ejemplos anteriores de estrategias de sustitución de insumos reconocen
los positivos resultados de estos enfoques para la autosuficiencia alimentaria
y el medioambiente. Este modelo de sustitución de insumos prevaleció en
Cuba durante los años de la crisis y se considera el primer intento de convertir
un sistema convencional a escala nacional (Rosset y Benjamin, 1994). Sin em‐
bargo, estos enfoques necesitan evolucionar si se desea alcanzar un nivel supe‐
rior de sostenibilidad agrícola. Muchos campesinos emplearían agroquímicos
si estos estuvieran disponibles, a pesar de que reconocen sus efectos negativos
en la salud (Wright, 2005).
El modelo alternativo cubano necesita ser reforzado con un enfoque
más poderoso, tanto sistémico como ecológico. La sostenibilidad a largo plazo
solo puede alcanzarse con cambios profundos; o sea, considerando los sistemas
agrícolas alternativos como verdaderamente regenerativos, y no solo como
una manera de sustituir insumos. La integración de cultivos y ganadería dentro
de los sistemas de producción diversificados para crear sistemas integrados
de producción es una de estas alternativas (Monzote et al., 2002).
2.9 Sistemas integrados de producción: un enfoque
hacia la sostenibilidad
La estrategia nacional de sustitución de insumos estableció la infraestructura
y el conocimiento básico acerca de los sistemas de gestión agrícola sosteni‐
bles. Sin embargo, es necesario reconocer sus lagunas tecnológicas para así
alcanzar un enfoque más integrado y ecológico. Los sistemas de monocultivo
que aún prevalecen en la agricultura, la dependencia de insumos externos y la
falta de integración en los agroecosistemas son algunas de estas lagunas.
Cambios en la estructura de uso de la tierra
Los patrones de uso de la tierra presentes en la agricultura cubana son de es‐
pecial relevancia para la conversión hacia un modelo agroecológico a escala
nacional. Desde 1993 han tenido lugar importantes cambios estructurales en
el sector agrícola, que buscan crear las precondiciones necesarias para aplicar
una estrategia nacional de sistemas integrados.
En primer lugar, tenemos la descentralización de las empresas estatales
y la promoción del cooperativismo para mantener a las personas vinculadas a
33
la tierra. En ese intento han sido claves la entrega de tierras en usufructo, la
reducción de la escala de producción y la diversificación.
En segundo lugar, la desactivación durante los últimos años de 110
centrales azucareros de los 155 existentes, por lo que la mitad de las más de
1.4 millones de hectáreas antes dedicadas al monocultivo de caña de azúcar
está disponible para otros propósitos agrícolas. El Ministerio del Azúcar (MINAZ)
inició en 2002 un programa de reestructuración (Tarea «Álvaro Reynoso») a
fin de recuperar las tierras que antes pertenecían a los centrales azucareros
(Rosales del Toro, 2002).
En tercer lugar, hasta el año 2008, alrededor del 40% de las dos millo‐
nes de hectáreas cubiertas por pastos (cerca de 900 000) estaban invadidas
por marabú y aroma, dos especies de leguminosas leñosas arbustivas y espi‐
nosas de rápido crecimiento.3 Estas plantas son difíciles de desbrozar a mano
y hacerlo con maquinaria encarece mucho más su control. Las causas principa‐
les de esta desmedida invasión son el abandono de los suelos agrícolas y el uso
inapropiado de la tierra. Donde las condiciones lo permitan, la incorporación de
estrategias integradas de producción puede ser una práctica de control efecti‐
va de estas malezas. Cálculos realizados por García Trujillo (1996) mostraban
que los suelos ganaderos tenían el potencial —incluso a niveles muy bajos de
producción— de satisfacer los requerimientos de proteína animal de la pobla‐
ción cubana, así como contribuir considerablemente a las necesidades de
energía.
Las condiciones ecológicas, económicas y sociales actuales favorecen la
conversión a sistemas integrados agroecológicos en el sector ganadero (Mon‐
zote y Funes‐Monzote, 1997). Debido a la disponibilidad de animales, infraes‐
tructura y pastizales, puede haber resultados positivos inmediatos al convertir
las unidades ganaderas en sistemas agrícolas y ganaderos fertilizados con
estiércol (García Trujillo y Monzote, 1995; Funes‐Monzote y Monzote, 2001;
2002). En la producción agrícola comercial especializada, la rotación con el
componente animal podría favorecer el mejor uso de recursos, tales como
residuos agrícolas y subproductos del procesamiento de alimentos.
Aunque los agricultores tradicionales han practicado comúnmente la in‐
tegración de cultivos y animales a pequeña escala, se necesitan enfoques inno‐
vadores que permitan estudiar, implementar y diseminar los sistemas agrícolas
integrados a una escala mayor con diferentes niveles de complejidad. Además,
3 Datos recientes dan cuenta de que se ha iniciado un proceso de liberación de áreas infestadas.
De las 689 697 hectáreas entregadas en usufructo hasta julio de 2009, el 67% estaba cubierto
de marabú, de las que 187 632 fueron desbrozadas (González, 2009b).
34
es preciso poner en práctica estrategias que venzan las mayores limitaciones
para el desarrollo de sistemas integrados de producción. Entre ellas se inclu‐
yen la alta necesidad de fuerza de trabajo en su etapa de establecimiento, la
falta de capital para su implementación, y la prioridad que aún se otorga a la
agricultura convencional y a su infraestructura especializada. También es ne‐
cesario conocer en mayor detalle cómo funcionan los sistemas integrados, así
como diseminar conocimientos para diseñar las mejores combinaciones.
La conversión hacia sistemas integrados ganadería‐agricultura puede
realizarse a diferentes escalas en tiempo y espacio (figura 5). A escala regional
y/o nacional, su implementación requerirá más capital e insumos que a me‐
diana o pequeña escala. Por ejemplo, la transportación a larga distancia de
estiércol animal es difícil y costosa por su alto contenido de agua, y la maqui‐
naria apropiada dificulta el establecimiento de diseños de policultivos en
grandes áreas. El incremento en la escala generalmente conduce a la disminu‐
ción de la eficiencia productiva debido al uso intensivo de combustibles fósiles
y la disminución del control del sistema productivo, la heterogeneidad de los
suelos, entre otros factores.
En contraste, es común que a escalas inferiores —a nivel cooperativo o de
finca—, se maximice la eficiencia en el uso de los recursos, debido a que se facili‐
tan las interrelaciones, como los ciclos internos de nutrientes, energía, materia‐
les y fuerza de trabajo, mientras que aumenta el control del sistema. Sin
embargo, a cualquier escala, el comprometimiento, las prioridades, demandas
y capacidades físicas e intelectuales de los agricultores para desarrollar estas
alternativas son factores clave en la implementación exitosa del modelo inte‐
grado de producción.
En resumen, mucha información científica y práctica demuestra las venta‐
jas del modelo integrado; sin embargo, debe prestarse más atención al desarrollo
A B
Tiempo
Time Tiempo
Time
Figura 5. Dos estrategias espacio-temporales para la conversión de sistemas agrícolas
especializados en sistemas integrados ganadería-agricultura. La intensidad del color gris
indica el grado en que se logra la integración. A) Parte de la finca es convertida y el área se
incrementa con el tiempo. B) La finca en su totalidad entra en un proceso de conversión que
consiste en la progresiva implementación de prácticas y tecnologías que tienden a integrar
ganadería y agricultura.
35
de adaptaciones a las condiciones locales. En la literatura se encuentra a me‐
nudo una descripción física de los sistemas agrícolas y la cuantificación de sus
flujos ecológicos, pero es raro hallar enfoques más integrados que conjuguen
la dimensión agroecológica, económica y social. La aplicación de enfoques
agroecológicos a través del modelo integrado ganadería‐agricultura, puede
contribuir a la sostenibilidad de la agricultura cubana y resolver muchos de
los problemas que aún predominan en los sistemas especializados relativos a
los efectos ambientales adversos, la productividad y la eficiencia. Sus ventajas
tecnológicas y prácticas han sido confirmadas científicamente, y la estructura
económica y social actual del sector agrícola favorece este proceso.
2.10 Lecciones de la transición hacia la agricultura sostenible en Cuba
La historia reciente de la agricultura cubana demuestra que las reformas agra‐
rias solo serán efectivas a largo plazo si se adaptan a las nuevas situaciones
políticas y perspectivas ecológicas. Por tanto, una de las más relevantes lec‐
ciones de la conversión a escala nacional hacia la agricultura sostenible en
Cuba en los años noventa fue la necesidad de cambiar el sistema de producción
de alimentos prevaleciente, de forma tal que la conservación de los recursos na‐
turales y los factores socioeconómicos y políticos tuvieran la misma importan‐
cia. Esta combinación fue tempranamente reflejada en el Plan Nacional de
Acción para la Nutrición (PNAN, 1994).
La eliminación del latifundio en 1959 no erradicó los problemas intrín‐
secos del sistema agrícola cubano. La reforma agraria otorgó buena parte de la
tierra a quienes la trabajaban y redujo el tamaño de las fincas, lo que se tra‐
dujo en impactos sociales positivos; sin embargo, la falta de un enfoque
ecológico, la concentración de tierras en extensos monocultivos y la depen‐
dencia externa, reforzaron un desarrollo agrícola inadecuado que ha sido ca‐
racterístico en la historia de Cuba. A pesar de que sus intenciones fueron
alcanzar un sistema socialmente justo, la nueva agricultura estatal, como la de
los latifundios, originó serios problemas ambientales y socioeconómicos que
deben ser resueltos.
La enorme crisis económica, ecológica y social desatada a inicios de los
noventa fue el resultado, en primer lugar, del alto nivel de dependencia que
llegó a tener Cuba de sus relaciones con Europa del Este y la URSS. Muchos
estudios demuestran la profundidad de la crisis, y casi todos concuerdan en
que habría sido peor de no haber existido la voluntad de una planificación
36
centralizada y una estructura social equitativa. La ayuda gubernamental, junto
con su impulso a la innovación, el alto nivel educacional de la población y el
intercambio de recursos y conocimientos entre las personas, permitió la crea‐
ción de un movimiento agrícola sostenible y su implementación a nivel nacional.
No obstante, en la agricultura cubana aún se necesitan acciones que
transformen su estado actual. En realidad, le hacen falta cambios más profun‐
dos. A pesar de que la innovación ha estado presente en todas las ramas de la
agricultura y las instituciones científicas han experimentado con tecnologías
ambientalmente amigables a gran escala, estos esfuerzos se han concentrado
en la sustitución de insumos y se mantiene un desfasaje entre los aspectos
biofísicos y socioeconómicos del desarrollo agrícola. Si esta nueva etapa de la
agricultura cubana, caracterizada por el surgimiento de diversas prácticas
agroecológicas en todo el país, progresara más, debe reconocerse que ni el
modelo convencional ni el de sustitución de insumos serán lo suficientemente
versátiles como para cubrir las demandas tecnológicas y las características
socioeconómicas de la agricultura heterogénea y dinámica con que contamos
hoy. El enfoque integrado, basado en perspectivas agroecológicas y métodos
participativos de diseminación, puede ayudar a alcanzar una fase superior en la
transformación de la agricultura cubana en su camino hacia la sostenibilidad.
37
III. Metodología
para la transición
3.1 Definiciones necesarias
Debido a las características multifacéticas y dinámicas de los sistemas agrodi‐
versos, tanto en las condiciones «favorables» como en las «desfavorables» de
la Cuba actual, es necesario un análisis amplio de la sostenibilidad. De acuerdo
con Pretty, «la sostenibilidad es un término complejo y contextual, por lo que
resulta imposible elaborar definiciones precisas y absolutas» (Pretty, 1995).
Este autor plantea que en cualquier análisis de sostenibilidad resulta impor‐
tante aclarar primero qué es lo que está siendo sostenido, por cuánto tiempo,
para beneficio de quién y a qué costo, sobre qué área y según cuáles criterios
será medida. Para evaluar el posible papel de la agroecología en el desarrollo
sostenible de la agricultura cubana (sobre qué área), se comparó el comporta‐
miento de los sistemas especializados e integrados tanto en estaciones expe‐
rimentales como en estudios de caso a escala regional y nacional.
La adopción y la adaptación del proceso de conversión agroecológica
tienen lugar durante un «período de tiempo variable». Continuamente se emplean
nuevos enfoques y prácticas, en respuesta al dinamismo del contexto y los
objetivos de los agricultores (por cuánto tiempo). Para ganar tiempo y ahorrar
recursos, las prácticas agrodiversas a pequeña y mediana escala procuran
optimizar la gestión de sus componentes, como es el caso del reciclaje de
39
nutrientes y energía, y la producción de servicios ambientales. De esta manera
se sientan las bases para una agricultura más duradera y autosuficiente.
La reconversión de los sistemas agrícolas y la reducción de sus escalas
requieren inversiones que adapten las infraestructuras; por ejemplo, construir
viviendas y mejorar las facilidades de transporte. También es preciso crear
incentivos para nuevos proyectos agrícolas, o sea, suministrar créditos que
permitan la compra de insumos y garantizar la estabilidad en los precios de
los productos (a qué costo). Tales inversiones deben mejorar las oportunida‐
des de incrementar la productividad de la tierra y la calidad de vida de la po‐
blación rural, con el consiguiente impacto socioeconómico. Las estrategias de
conversión agroecológica deben diseñarse con todos los actores relevantes y
ser motivadas por el propósito de resolver los puntos críticos locales que limitan
la sostenibilidad. La solución de tales problemas tendría el propósito primor‐
dial de beneficiar a los agricultores en particular, y a la sociedad en general,
mientras se preservan los recursos naturales (para beneficio de quién).
Bajo una concepción integradora, los sistemas agroecológicos combinan
los aportes del conocimiento especializado con la producción agrícola y pe‐
cuaria en un nuevo nivel de complejidad que está determinado por la agrobio‐
diversidad, bajo un programa de manejo más holístico. La agroecología, como
«ciencia para la agricultura sostenible» (Altieri, 1987), ofrece los principios
ecológicos que permiten estudiar, diseñar y manejar los agroecosistemas, com‐
binando la producción y la conservación de los recursos naturales. Además,
propone una acción participativa e inclusiva, culturalmente sensible, socialmen‐
te justa y económicamente viable. Las líneas estratégicas más diseminadas en
Cuba para integrar los conceptos de manejo especializado en agroecosistemas
holísticos son la diversificación genética y tecnológica, la integración ganadería‐
agricultura y la autosuficiencia alimentaria de animales y seres humanos. Estas
tres concepciones, combinadas en los sistemas DIA (diversificados, integrados
y autosuficientes), guían la adaptación de los sistemas de producción a nivel
local y en situaciones cambiantes.
La concepción de sistemas DIA, cuyos inicios datan de 1994, fue desarrolla‐
da y probada a diferentes escalas y niveles de análisis (Monzote et al., 1999).
Siete equipos de investigación de varias provincias participaron en las tres
etapas del proyecto, denominado «Diseños para la integración ganadería‐
agricultura a pequeña y mediana escala», coordinado por el Instituto de Inves‐
tigaciones de Pastos y Forrajes del Ministerio de la Agricultura y financiado
por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA). Cada uno
de los componentes de los sistemas DIA tiene características específicas, pero
40
todos poseen varios principios básicos en común: 1) incrementar la biodiver‐
sidad del sistema, 2) hacer énfasis en la conservación y manejo de la fertilidad
del suelo, 3) usar al máximo la energía renovable y optimizar los procesos de
reciclaje de la energía, 4) aumentar la eficiencia en el uso de los recursos natu‐
rales locales y 5) mantener altos niveles de resiliencia (figura 6).
Sistema especializado Sistema DIA
La diversificación se refiere al proceso de combinar diferentes especies
de cultivos, animales y árboles, lo cual favorece el desarrollo de la diversidad
en otros organismos, como la biota del suelo, asociada con la descomposición
de materia orgánica, la aparición de mayores poblaciones de insectos, y la mi‐
crofauna y mesofauna relacionada con el control biológico. Además, durante el
año se producen variados productos de interés comercial. Es característico en
los sistemas DIA que durante la selección de especies y razas se tengan en
cuenta la adaptación a condiciones de estrés, las demandas del mercado local,
así como las aspiraciones y preferencias de los productores.
La integración se relaciona con el fortalecimiento de los vínculos entre
los diversos componentes biofísicos. El sistema, una vez que está completa‐
mente integrado, opera y reacciona como un todo, y alcanza su potencial
cuando las interacciones entre sus componentes son óptimas. La integración
de cultivos, ganado y árboles brinda oportunidades para la multifuncionalidad
del sistema, y esto se logra aplicando principios agroecológicos (figura 7).
La autosuficiencia alimentaria tiene que ver con el alcance del sistema,
es decir, hasta qué punto puede satisfacer sus propias demandas sin recurrir a
41
Producción Producción
agrícola pecuaria
Subsistema de rotación de Producción
cultivos (granos, horta- bovina
lizas, viandas) y pastos
Familia y sus
relaciones sociales, Producción
Subsistema forestal de trabajo, consumo cunícula
y manejo de la finca
Mano
de obra
(frutales, madera, árboles
forrajeros y cercas vivas)
Producción
porcina
Insumos Subsistema
Biogás
Estanque
de
producción
para peces Producción
de huevos
Lombricultura
de abonos
Ceba de pollos
Compost
42
Paso 1 'T1 '
Selección de f incas
comerciales y definición
1. Selección de fincas experimentales y comerciales de puntos crít icos
ETAPA 2 – Escalonamiento 2. Selección de indicadores
(Evidencia para decisores) 3. Colecta de datos (encuestas) Paso 1 'T2 '
4. Comparación del comportamiento de indicadores
5. Clasificación de fincas utilizando análisis multivariado
Paso 6
6. Tipología de fincas Análisis integrado y Paso 2
formulación de alternat ivas M apeo de los bio-recursos
para el mejoramient o de los y la inf raest ruct ura de la
1. Definición del problema sist emas de producción f inca
2. Selección de indicadores
ETAPA 1 – Experimental
3. Diseño de fincas experimentales
(Investigación en fincas)
4. Implementación P ro tago nistas
5. Monitoreo del comportamiento de indicadores
6. Evaluación de los indicadores Paso 5
Paso 3
Evaluación del
Caract erización del
comport amiento de los
sist ema de producción y
indicadores
1. Selección de fincas comerciales y definición de puntos críticos selección de indicadores
2. Diagramas de infraestructura y bio-recursos
ETAPA 3 – Aplicación 3. Caracterización del sistema y selección de indicadores
(Identificacion de estrategias 4. Monitoreo de indicadores para la colecta de datos
locales) 5. Evaluación del comportamiento de indicadores Paso 4
6. Análisis integrado y formulación de alternativas para el mejoramiento M onit oreo de
de los sistemas de producción indicadores para la
colect a de datos
A B (ETAPA 3)
Figura 8. Representación esquemática de ECOFAS para convertir sistemas de producción especializados en integrados (A) y el
ciclo operativo de la etapa 3 (B), a fin de identificar estrategias integradas para el desarrollo de sistemas de producción locales.
43
ECOFAS se compone de tres etapas en las que se evalúan, monitorean,
comparan, analizan y diseñan estrategias de manejo agroecológico. Cada etapa se
relaciona con un nivel jerárquico diferente. La primera consiste en la evaluación
experimental del proceso de conversión. En la segunda etapa se analizan las va‐
riables agroecológicas y los indicadores de sostenibilidad en un conjunto mayor
de sistemas. Esta fase, en la que se comprueban los resultados alcanzados en la
anterior, aporta un marco de referencia para los decisores. En la tercera etapa se
utilizan métodos participativos de investigación y acción con el fin de diagnosticar
y caracterizar los sistemas, además de monitorear sus progresos en el alcance de
múltiples objetivos mediante indicadores agroecológicos, económicos y sociales.
Ahora bien, ¿cuál es el propósito final de ECOFAS? No solo identificar estrategias
locales que mitiguen las limitaciones (puntos críticos), sino también definir
alternativas apropiadas cuya finalidad sea lograr los objetivos de una produc‐
ción agrícola sostenible. A continuación se describe brevemente la forma en que
opera cada una de sus etapas y se remite a los capítulos IV, V y VI, donde se
ofrecen las bases científicas que muestran la aplicación de esta metodología.
1. Definición del problema
2. Selección de indicadores
ETAPA 1 – Experimental
3. Diseño de fincas experimentales
(Investigación en fincas)
4. Implementación
5. Monitoreo del comportamiento de indicadores
6. Evaluación de los indicadores
1.1 Definición del problema. Es posible definir los puntos críticos para el análisis a
cualquier nivel de agregación. Puede diseñarse un experimento de sistemas
agroecológicos con el objetivo de solucionar un problema específico de una
parcela, finca, localidad o región, u otros más globales. Estos problemas pue‐
den estar vinculados a factores de índole sociopolítica, cultural, económico‐
financiera, ecológico‐ambiental o energética. Los puntos críticos serán la guía,
el principio y el fin al cual se dirigirán los esfuerzos de diseño del sistema
productivo (ver capítulo IV, epígrafe 4.2 y capítulo VI, epígrafe 6.2).
1.2 Selección de indicadores. Cada punto crítico identificado debe corresponderse
con un indicador de desempeño. Generalmente, los indicadores se seleccio‐
nan a partir de puntos críticos u objetivos específicos, pero es posible elegir
uno que responda a varios problemas o designar varios indicadores para un
44
punto crítico determinado. Los indicadores, particulares o generales, depen‐
derán del alcance del proyecto de investigación o desarrollo. Un ejemplo de
indicador a diferentes escalas de impacto es la eficiencia energética de la pro‐
ducción de alimentos. Su incremento en una finca puede a su vez elevar la efi‐
ciencia a nivel de cooperativa o localidad, incluso de la nación. Una baja
eficiencia energética, como punto crítico del sistema, puede guardar relación
con varios indicadores productivos, con la eficiencia en el uso de insumos
energéticos, con el empleo racional de los recursos naturales o con la especie
animal o vegetal de que se trate (ver capítulo IV, epígrafe 4.2; capítulo V, epí‐
grafe 5.1 y capítulo VI, epígrafe 6.2).
1.3 Diseño de fincas experimentales. El diseño experimental debe coincidir con los
objetivos de estudio y desarrollo tecnológico. Cada diseño de finca puede res‐
ponder a distintos propósitos. Por este motivo, el diseño particular de cada
sistema de producción adquiere tanta relevancia. En este caso, la experimen‐
tación puede basarse en prototipos, que no tendrían que ser replicados al
constituir patrones de referencia. Es posible realizar investigaciones de dife‐
rentes proporciones de integración ganadería‐agricultura a través de prototi‐
pos (o patrones) bajo distintos diseños diversificados (figura 9) (ver capítulo
IV, epígrafe 4.1; capítulo V, epígrafe 5.1 y capítulo VI, epígrafe 6.3).
B1 B2
A1 A2 A1 A2
A1 A1
A1 A3 A2 A2
A1 A3
B1
A1 A1 A2 A1
B2
E1
A3 A1 E1 E1
E1
A1
A1 A1 E1 E1 E1
A1 A1 A1 E2 E1 E2
100% ganadería 75% ganadería : 25% agricultura 50% ganadería : 50% agricultura
Proporciones de integración ganadería:agricultura respecto al área total de la finca
A1 Áreas de pastoreo B1 Caña para forraje
A2 Asociaciones B2 King grass
A3 Sistema silvopastoril E1 Subsistema de cultivos
E2 Huerto diversificado
45
1.4 Implementación. Una vez definidos los puntos críticos, seleccionados los
indicadores a evaluar y elegido el diseño experimental que se debe seguir,
comienza la etapa de puesta en marcha del proyecto. Implementar un pro‐
yecto de experimentación y desarrollo tecnológico requiere de constantes
ajustes e innovación, sobre todo si esperamos que el resultado sea adapta‐
ble y resiliente. En el estudio de agroecosistemas diversos, integrados y
autosuficientes, aún existen barreras fundamentales, como la imposibili‐
dad de capturar de forma precisa todas las interacciones en juego. Para este
fin, es necesario identificar cuáles son los indicadores a nivel de sistema
que mejor reflejan su comportamiento como un todo, de acuerdo con las
hipótesis planteadas. La determinación de los límites del sistema y los
subsistemas en análisis, sus características e interacciones, ofrece un am‐
plio rango de posibilidades de evaluación durante la puesta en práctica del
estudio (ver capítulo IV, epígrafe 4.2).
1.5 Monitoreo del comportamiento de indicadores. El comportamiento del sis‐
tema puede ser monitoreado de diferentes maneras. Las labores rutinarias
de pesaje, conteo del número de especies de plantas y animales, segui‐
miento de factores relacionados con actividades productivas, fenómenos
climáticos, descripción de incidencias, entre otros, proporcionan numero‐
sos elementos para el análisis. De la confiabilidad que esperamos de los
datos finales depende el rigor con que se realiza el monitoreo. Esto se re‐
laciona también con el nivel de aplicación que deseamos y la repercusión
que puede tener el estudio a escala social. Por ejemplo, en el caso de la de‐
terminación de las características de los suelos, muchas veces simples ob‐
servaciones o pruebas de campo son suficientes para determinar la
estructura del suelo, su contenido de materia orgánica, la estabilidad de
los agregados, el nivel de humedad u otras propiedades físicas. Sin embargo,
si deseamos un resultado que sea extrapolable a condiciones similares,
debemos aplicar métodos de muestreo y análisis de laboratorio, o descrip‐
ciones analíticas siguiendo metodologías científicas que ofrezcan mayor
exactitud. Los análisis económicos deben considerar las relaciones mone‐
tarias propias de cada sistema y las características intrínsecas de las rela‐
ciones monetario‐mercantiles para cada situación específica. La variabilidad
en los precios de los productos e insumos, las épocas de cosecha, el valor
agregado de las producciones o servicios, el poder adquisitivo, entre otros
factores, pueden distorsionar los resultados obtenidos (ver capítulo IV,
epígrafe 4.3).
46
1.6 Evaluación de los indicadores. El análisis y la evaluación de los resultados
experimentales tienen un amplio rango de aplicación, que va desde los análisis
comparativos simples hasta los complejos, que dependen de paquetes es‐
tadísticos. Por ejemplo, la evaluación de la intensidad de la fuerza de trabajo
sobre un sistema agrícola es un indicador relativamente sencillo de evaluar.
Para este caso, se necesitaría el número de horas por día dedicadas al trabajo
agrícola y dividirlas por el número de hectáreas. Otros índices de productivi‐
dad de la fuerza de trabajo pueden incluir la labor específica que se realiza y
el volumen de la producción global (ver capítulo IV, epígrafes 4.2 al 4.4; capí‐
tulo V, epígrafe 5.2 y 5.3; y capítulo VI, epígrafe 6.4).
2.1 Selección de fincas. Esta puede ser una tarea muy sencilla o muy compleja, en
función del rigor que se le quiera dar al estudio o implementación. Son
muchos los factores que deben tenerse en cuenta para elegir las fincas. El cri‐
terio de los actores locales es muy útil. Sin embargo, este paso debería partir
de una información previa que permita identificar posibles tipologías de fin‐
cas con características conocidas. Para esto, también resulta importante defi‐
nir restricciones y límites dentro de los cuales se desarrollará el estudio y la
representatividad o singularidad como objeto de análisis. La identificación de
tipologías podría ser la manera más efectiva de agrupar un conjunto de sis‐
temas según los parámetros e indicadores a evaluar. Para poder agrupar tipos
de fincas similares, se necesitará realizar una amplia cantidad de observacio‐
nes cualitativas y cuantitativas que permitan categorizarlas (ver capítulo V,
epígrafe 5.1 y capítulo VI, epígrafe 6.2).
2.2 Selección de indicadores. Seleccionar indicadores puede ser una tarea más
compleja si deseamos que estos reflejen la variabilidad de los sistemas en es‐
tudio. Para ello es muy útil indagar en las posibles relaciones entre los indica‐
dores y las variables determinadas. En algunos casos puede existir auto‐
correlación, particularmente cuando hay asociaciones obvias que no son el
47
resultado de algún fenómeno biológico o tecnológico. En estudios de agroeco‐
sistemas bajo condiciones comerciales, se encuentra con mucha frecuencia alta
diversidad y heterogeneidad de factores que varían constantemente en fun‐
ción de las condiciones socioeconómicas y biofísicas. El uso de métodos mul‐
tivariados para la selección de indicadores de desempeño y factores de
análisis puede ayudarnos a obtener conclusiones más integrales (ver capítulo
IV, epígrafe 4.2; capítulo V, epígrafe 5.3 y apéndice 2.2).
2.3 Colecta de datos. Existen muchos métodos para recopilar información en con‐
diciones de campo, así como una amplia literatura que detalla las característi‐
cas particulares de cada uno. Estos van desde los métodos de diagnóstico
rápido y entrevistas semiestructuradas hasta aquellos que son más minucio‐
sos, con encuestas estructuradas e indicadores de comportamiento preesta‐
blecidos. En estudios de sistemas más específicos o a más largo plazo, pueden
aprovecharse las técnicas analíticas con la asistencia de equipos de medición
o metodologías de estudio más complejas. ECOFAS propone combinar varios
métodos: los cualitativos, los cuantitativos, los de diagnóstico rápido y los de‐
tallados. Además, varias escalas de distribución geográfica: desde una finca
experimental, bajo condiciones controladas, hasta un grupo de fincas prese‐
leccionadas lo largo de todo el país. El costo económico de este tipo de estu‐
dios, que involucra un amplio personal científico‐técnico y que se extiende en
el tiempo, puede ser alto y los recursos no estar disponibles. También se re‐
quiere de un considerable esfuerzo organizativo para lograr los objetivos (ver
capítulo IV, epígrafe 4.1 y capítulo V, epígrafe 5.1).
2.4 Comparación del comportamiento de indicadores. A fin de lograr efectividad
cuando se compara el comportamiento de los indicadores de desempeño, es
necesario realizar operaciones matemáticas que permitan su normalización
(apéndice 2.2). Sin embargo, comparar sistemas de producción no es una
tarea fácil, sobre todo porque, en condiciones comerciales heterogéneas y
dinámicas, ningún sistema es igual a otro. En estos casos, lo más recomenda‐
ble es comparar el comportamiento de los indicadores entre sí, tomando co‐
mo unidad experimental fincas que corresponden por sus características a
tipologías comunes (ver capítulo V, epígrafe 5.2).
2.5 Clasificación de fincas utilizando análisis multivariado. Los análisis multi‐
variados tienen el poder de combinar múltiples factores en estudio. El em‐
pleo de análisis de componentes principales permite conocer cuál es la
48
importancia relativa de cada indicador en función de la variabilidad del
sistema. Un manejo apropiado de estos métodos ofrece el tan buscado
efecto múltiple de los factores en juego dentro de los sistemas diversifica‐
dos. Mediante una correcta utilización de los análisis multivariados, es po‐
sible saber el desempeño de cada indicador o variable ante las demás y en
qué medida cada una explica la relación (ver capítulo V, epígrafe 5.3).
2.6 Tipologías de fincas. Finalmente, es posible precisar los tipos de fincas (o
sistemas de producción) teniendo en cuenta sus características sobre la
base de información espacio‐temporal confiable. Estas características,
descritas a nivel de sistema y de sus interacciones internas y con el entor‐
no, constituyen un análisis integral que puede ser extrapolable. Al contar
con tipologías de fincas, pueden hacerse censos que permitan tomar mejo‐
res decisiones políticas a partir de criterios científicos (ver capítulo V, epí‐
grafe 5.3).
La etapa 3 constituye la integración y aplicación de las metodologías de análisis de
las dos fases anteriores. Cada uno de los pasos a seguir debe ser adaptado según
las características y condiciones del sistema objeto de estudio. El objetivo final de
esta etapa es identificar estrategias agroecológicas locales y lograr un entendi‐
miento detallado de las mejores alternativas en términos de: 1) diseño de recursos
y procesos, 2) manejo de la producción animal y de cultivos, y 3) adaptabilidad a
las condiciones bioclimáticas y socioeconómicas imperantes.
La identificación de estas estrategias se traduce en formular alternativas
viables para mejorar los sistemas de producción agrícola en la finca, cooperativa o
región. En el proceso continuo de diseño, evaluación y reformulación de las va‐
riantes más apropiadas, estas alternativas deben ser aplicadas y adaptadas de
forma cíclica; y su efectividad, monitoreada sistemáticamente (ver capítulo VI).
49
IV. Conversión de sistemas
ganaderos especializados
en sistemas integrados*
Entre 1960 y 1990 la ganadería cubana estuvo basada en sistemas especiali‐
zados de altos insumos que aplicaban tecnología de avanzada para producir
leche y carne mediante sistemas intensivos e industriales. Las estrategias de
desarrollo concentraban la atención en tres aspectos fundamentales: genética,
infraestructura y alimentación animal (Pérez, 1999). Como resultado, la pro‐
ducción lechera llegó a alcanzar unos mil millones de litros por año (ANPP,
1991). Sin embargo, esta era todavía insuficiente e ineficiente, tanto desde el
punto de vista financiero como energético (Monzote et al., 2002). Se estima
que en los años ochenta, en el pico de la producción ganadera industrial, el
balance entre la energía producida (en forma de leche y carne) y la invertida
(insumos) era de 0.17, es decir, solo una sexta parte de la energía consumida
por los sistemas productivos se convertía en productos agrícolas (Funes‐
Monzote, 1998). Los principales insumos energéticos eran fertilizantes y pestici‐
das (40%), seguidos por melaza y otros productos derivados de la industria
azucarera (25%), concentrados (20%), combustible (14%) y mano de obra (1%).
* Una versión en inglés de este capítulo fue publicada en F ERNANDO R. FUNES‐MONZOTE, MARTA
MONZOTE, EGBERT A. LANTINGA Y HERMAN VAN KEULEN: «Conversion of specialised Dairy Farming
Systems into sustainable Mixed Farming Systems in Cuba», International Journal of Environ
ment, Development and Sustainability, No. 11, 2009b, pp. 765‐783. Open access, DOI: 10.1007/
s10668‐008‐9142‐7.
51
Los cuantiosos recursos empleados en infraestructura,4 los costos de importa‐
ción de ganado, los sistemas de riego y otros componentes energéticos de la
ganadería industrial, no fueron considerados dentro de este cálculo.
El modelo de producción ganadero de altos insumos se sostenía desde el
punto de vista financiero y material gracias a los favorables términos del co‐
mercio con los países socialistas europeos, en particular con la URSS. Por otra
parte, los sistemas intensivos de producción ganadera, en combinación con el
monocultivo a gran escala, no solo condujeron a una extensa deforestación,
sino también provocaron la erosión de los suelos y la pérdida de biodiversidad
(CITMA, 1997). Estos son algunos de los factores que generalmente se obvian
en los análisis económicos o energéticos, pero que deberían considerarse dentro
de un enfoque más integral de la producción agrícola y pecuaria.
El reconocimiento de la ineficiencia financiera y energética de los siste‐
mas especializados convencionales y sus negativos impactos ambientales,
combinado con la creciente escasez de capital y de insumos, forzó el desarrollo
de nuevos enfoques en la producción animal. Esta situación se convirtió tam‐
bién en un reto para los investigadores, al buscar sistemas productivos de
leche y carne más eficientes y sostenibles (Monzote et al., 2002). Se probaron
diversas tecnologías, entre ellas el uso de leguminosas puras en bancos de
proteínas o en asociaciones gramíneas‐leguminosas, los sistemas silvopastori‐
les, los biofertilizantes y la selección de especies de pastos adaptadas a dife‐
rentes regiones, entre otras. La limitante fundamental para la adopción de
estas tecnologías radicó en su aplicación de forma aislada y, en la mayoría
de los casos, en la falta de una perspectiva integradora. Un enfoque de siste‐
mas para el desarrollo de modelos de producción ganadera más productivos y
sostenibles, basados en los principios de la integración ganadería‐agricultura,
surge como una propuesta promisoria ante la nueva situación.
La existencia de especies altamente productivas (aquellas que realizan
el sendero fotosintético C4), la alta diversidad de especies apropiadas para la
agricultura y la posibilidad de cultivar durante todo el año, confieren a países
tropicales como Cuba un alto potencial para producir biomasa y desarrollar
sistemas integrados. Estas ventajas naturales, aprovechadas mediante el uso
de cultivos ricos en energía y proteína, así como la inclusión de árboles legu‐
minosos multipropósito, permiten diseñar sistemas agrícolas con un potencial
insospechado. La aplicación de estas variantes ha estado localizada básica‐
4 Más de tres mil instalaciones ganaderas fueron construidas a un costo promedio unitario de
dos millones de dólares.
52
mente en áreas menos favorecidas —desde el punto de vista socioeconómico y
ambiental—, donde la falta de insumos externos obligó a los productores a
adoptar sistemas integrados para lograr el sustento con limitados recursos
naturales disponibles (Altieri, 2002; Pretty et al., 2003; Van Keulen, 2005). Sin
embargo, los sistemas integrados también han sido desarrollados en condi‐
ciones más favorables, con sistemas orientados al mercado, principalmente
bajo la presión de condiciones socioeconómicas, la sensibilidad hacia los asun‐
tos ambientales y las demandas de los consumidores (Lantinga et al., 2004;
Van Keulen y Schiere, 2004).
A pesar del éxito de muchos sistemas diversificados de bajos insumos,
convertir las grandes fincas de monocultivo en sistemas integrados a pequeña
y mediana escala es todavía un gran reto para Cuba. Las mayores limitaciones
han sido la baja densidad de población en áreas rurales, la falta de capital y de
insumos, así como la ausencia de infraestructura apropiada para la producción
ganadera a pequeña escala. Además, y quizás por la escasez de información y
la resistencia al cambio, aún resulta difícil convencer a los dirigentes sobre la
necesidad de los sistemas integrados, no solo como una «alternativa», sino
como una estrategia avanzada para el desarrollo futuro del sector ganadero.
De ahí que aún se necesiten estudios a largo plazo con los que se pueda ganar
conocimiento sobre el desempeño de los sistemas integrados, así como evaluar
diferentes combinaciones ganadería‐agricultura en un marco espacio‐temporal
que permita mostrar claramente sus ventajas.
Con el fin de apoyar esa estrategia, el estudio que se describe en este
capítulo se diseñó como la primera fase de un proyecto más amplio a nivel na‐
cional. Su propósito consistió en evaluar la conversión de sistemas ganaderos
especializados de bajos insumos en sistemas integrados ganadería‐agricultura.
Para lograr este objetivo, se supervisó la dinámica de quince indicadores
agroecológicos y financieros durante un período de seis años. La meta final fue
identificar estrategias para el diseño de sistemas integrados, como base para
la producción ganadera sostenible en Cuba.
4.1 Metodología experimental
El estudio se llevó a cabo entre 1995 y 2000 en el Instituto de Investigaciones
de Pastos y Forrajes, ubicado al oeste de La Habana, sobre suelos Ferralítico
Rojo típico éutrico (Hernández et al., 1999). La precipitación anual en el lugar
del experimento oscila entre 1 300 y 1 500 mm, de los cuales aproximadamente
53
el 70% cae entre mayo y octubre (estación lluviosa). La temperatura promedio
es de 26.9°C en la estación lluviosa y de 23.3°C en la seca. La humedad relativa
fluctúa entre 82 y 85%, y alcanza los valores más altos durante la época de
mayores precipitaciones.
Diseño de prototipos
Se establecieron dos fincas integradas prototipo, cada una de una hectárea, en
áreas de pastos de una finca ganadera especializada de quince hectáreas que
había sido gestionada durante unos cinco años con altos insumos externos —es
decir, fertilizantes, concentrados, alimentos, maquinaria— y bajos niveles de
productividad (rendimientos de aproximadamente 1.5 t de leche/ha/año).
Para los propósitos de este estudio, los datos colectados durante el último año
de funcionamiento de esta finca, que representa una unidad ganadera típica
del país, se consideraron año cero de conversión. En las dos fincas integradas,
el 25% (C25) y el 50% (C50) del área total, respectivamente, se destinó a cul‐
tivos. En las figuras 10a y 10b se describen los diseños de las fincas integradas
y las prácticas de manejo. Los subsistemas ganaderos incluyeron los pastos
puros (A1) y las asociaciones gramínea‐leguminosa (A2), tanto en C25 como en
C50. En C25 se estableció, además, un subsistema silvopastoril (A3).
Las leguminosas en A2 fueron establecidas a 25 cm de distancia en el
área de pastos original con cultivo mínimo; mientras que el sistema silvopas‐
toril se estableció con árboles de leguminosas en A3. El campo A1 en C50 fue
resembrado con king grass, después de eliminar con el arado los pastos origi‐
nales y sembrar cercas vivas de leucaena. Las áreas forrajeras en los subsis‐
temas ganaderos (B1 y B2) de C25 y en los subsistemas de cultivos (E1 y E2) de
ambas fincas se establecieron arando después de levantar el pastizal con pas‐
toreo intensivo. Se utilizó ganado Siboney, una raza cruzada 5/8 Holstein‐
Friesian y 3/8 de Cebú cubano.
Durante el estudio, en la finca C25 se mantuvieron una o dos vacas, de‐
pendiendo de la disponibilidad de pasto, y solo una en C50. Los terneros naci‐
dos se criaron durante cuatro meses en un sistema de amamantamiento
restringido y luego fueron vendidos. La leche consumida por los terneros no
se incluyó en los datos de la producción, solo el peso vivo al ser vendidos. Los
tratamientos veterinarios estuvieron basados en métodos convencionales.
Además, se implementaron prácticas naturales, como el uso de hongos ento‐
mopatógenos Verticillium lecanii (Rijo, 1996), y la vacuna Gavac para el con‐
trol de garrapatas en el ganado (Boue et al., 1999).
54
Tipo de finca C25
Área (ha) 1 A1 A1 B2 A1 A1
Carga animal 1.8
(UGM/ha)* (2.5)
D C
E2 E1 E1 E1 B1 A3 A2
Figura 10a. Prototipo de finca integrada con 25% de cultivos (C25). En el esquema las áreas
sombreadas representan el subsistema de cultivos y las áreas en blanco, el ganadero.
* UGM: unidad animal de 450 kg de peso vivo; entre paréntesis se representa el valor de UGM por hectárea
ganadera.
** Fracción del Área Total de la finca.
*** Uso de fertilizantes producidos en la finca (ej., compost y humus de lombriz). Árboles frutales sembrados
entre los campos. Residuos de cosecha colectados para la alimentación animal. Uso de animales para la
preparación y cultivo del suelo.
55
Tipo de finca C50
Área (ha) 1
E1 E1 E1 A2 A2 A2
Carga animal 1
(UGM/ha)* (2)
D C
E2 E1 E1 A1 A2 A2
Tipo de uso
Referencia FAT** Características de manejo
del suelo
A1 Pastos puros 10% Pastoreo diferido. Postes vivos de leucaena,
king grass.
Subsistema
Figura 10b. Prototipo de finca integrada con 50% de cultivos (C50). En el esquema las áreas
sombreadas representan el subsistema de cultivos y las áreas en blanco, el ganadero.
* UGM: unidad animal de 450 kg de peso vivo; entre paréntesis, el valor de UGM por hectárea ganadera.
** Fracción del Área Total de la finca.
*** Uso de fertilizantes producidos en la finca (compost y humus de lombriz). Árboles frutales sembrados
entre los campos. Residuos de cosecha colectados para la alimentación animal. Uso de animales para la
preparación y cultivo del suelo.
El estiércol colectado (aproximadamente 10 kg/vaca/día) y toda la bio‐
masa disponible, como los residuos de cosecha, alimento animal rechazado,
malas hierbas y algunas leguminosas frescas, se usaron para mulch y compost.
Para el compostaje se siguieron los métodos estático o aeróbico y el vermi‐
compost, con lombriz roja californiana a partir de métodos descritos por Ramón
Cuevas et al. (1987). El control de la calidad del compost incluyó análisis quími‐
cos y mediciones de temperatura de manera periódica.
56
4.2 Evaluación de indicadores agroecológicos y financieros
Durante seis años se supervisaron quince indicadores agroecológicos y finan‐
cieros (tabla 9). Los criterios de selección fueron: 1) puntos críticos para el
desarrollo sostenible de la producción ganadera (De Wit et al., 1995), es decir,
aspectos relevantes que pueden limitar el desempeño de los sistemas ganade‐
ros; 2) principales problemas ambientales identificados en la Estrategia Na‐
cional Ambiental cubana (CITMA, 1997); y 3) resultados y valoraciones previas
de Monzote y colaboradores (1999) en el proyecto nacional de investigación
0800058 CITMA «Desarrollo de diseños para la integración ganadería‐agricultura
a pequeña y mediana escala».
Todos esos indicadores se calcularon sobre una base anual para pe‐
ríodos que acababan el 31 de octubre, coincidiendo con el fin de la estación
lluviosa. Se calculó la productividad del sistema (rendimientos por producto,
es decir, frutas, cosechas, productos animales, producción de energía y proteí‐
na por hectárea, número de personas que pueden ser alimentadas) y se reali‐
zaron balances energéticos con el sistema computarizado ENERGÍA (apéndice 4),
desarrollado para los propósitos de este estudio (Sosa y Funes‐Monzote, 1998).
4.2.1 Biodiversidad
Los indicadores de biodiversidad seleccionados abarcan tres aspectos: riqueza
de especies, diversidad de la producción y diversidad de árboles. Ellos se rela‐
cionan estrechamente con dos de los mayores problemas ambientales aso‐
ciados a los modelos de monocultivo agrícola que el Estado cubano ha identifi‐
cado: la pérdida de biodiversidad y la deforestación.
Las fincas convertidas se caracterizaron por la presencia de un gran
número de plantas y especies animales, aproximadamente seis veces las con‐
tabilizadas al principio del estudio (tabla 10). En el diseño de las fincas inte‐
gradas se introdujeron granos, raíces y tubérculos, vegetales, árboles y nuevas
especies de pastos y forrajes. Esto permitió adaptar la ración animal durante
el año, en concordancia con las características de la estación climática, sobre
todo la lluvia, y las fluctuaciones asociadas a la producción de pastos, uno de
los principales problemas de los sistemas tropicales de producción ganadera
(Funes, 1979).
El índice de Margalef, que mide la riqueza de especies al combinar el
número de especies en el sistema con el número de individuos, alcanzó valores
de 9.1 y 10.4 en las fincas convertidas, gracias a la gran cantidad de especies
presentes (44 y 52, respectivamente). En el año cero, con solo ocho especies de
57
Tabla 9. Indicadores agroecológicos y financieros
4. Comportamiento financiero
Valor neto de la producción Miles CUC Valor neto de la producción = valor de la produc-
/ha/año** ción total – impuesto a las ventas (5%) – pérdidas
post-cosecha (5%) – precio en la finca.***
Margen bruto Margen bruto = valor neto de la producción –
Costos totales de producción (costos fijos +
costos variables).
Relación beneficio/costo Beneficio/costo = valor neto de la producción /
costos totales de producción (costos fijos +
costos variables).
5. Uso de nutrientes
Uso de fertilizantes orgánicos t/ha/año Cantidad de compost aplicado a las áreas de
cultivo.
* Para el cálculo de los índices de Shannon y Margalef, consúltese Gliessman (2001).
** 1 CUC (Peso Cubano Convertible); 1 CUC = 24 CUP (Peso Cubano).
*** Se consideró que los precios al por mayor eran 70% del precio minorista. Las fluctuaciones de los
precios de los productos y las dificultades para obtener precios mayoristas confiables, hizo necesaria
tal estimación.
58
Tabla 10. Comportamiento de los indicadores agroecológicos y de productividad en la producción especializada (año base) y para
las dos fincas integradas (C25 y C50) promediados en un período de seis años
Sistema de producción
Indicadores Unidades
Año base C25 desv. est. C50 desv. est.
Riqueza de especies Índice de Margalef* 1.6(8)** 10.4 (52) 0.55 9.1(44) 1.59
Diversidad de la producción Índice de Shannon* 0.2 (2) 1.7 (23) 0.37 2.0 (17) 0.17
Índice de diversidad de árboles Índice de Shannon* 0 (0) 1.7 (204) 0.06 1.5 (131) 0.10
Rendimiento de leche t/ha/año 1.8 2.4 0.95 2.0 0.50
Rendimiento de leche por área forrajera t/ha/año 1.8 3.1 1.25 4.0 0.99
Salidas energéticas GJ/ha/año 7.2 16.4 2.63 27.1 5.89
Salidas proteicas kg/ha/año 91.0 133.5 36.94 191.3 42.90
Total de insumos energéticos GJ/ha/año 1.9 3.9 1.50 5.7 1.17
Intensidad de la fuerza de trabajo hr/ha/día 3.1 2.0 0.93 2.8 0.59
Costo energético de la producción de
MJ/kg 34.1 14.8 4.98 14.9 2.06
proteína
Eficiencia energética GJ salidas/GJ entradas 2.3 9.6 3.43 9.8 2.10
Uso de fertilizantes orgánicos Miles CUC/ha/año - 5.3 1.59 5.0 1.98
* Para el cálculo de los índices de Shannon y Margalef, consúltese Gliessman (2001). Desv. est.: desviación estándar de la media.
** Entre paréntesis se encuentran los números absolutos promedio de especies, productos y árboles.
59
pastos, el valor fue de 1.6. Este índice proporciona una medida más significati‐
va de la diversidad a nivel de la finca que el simple cálculo del número total de
especies. La gran cantidad de plantas y especies animales se asoció con la alta
diversidad de producción (17 y 23 productos, respectivamente), comparado
con solo dos productos (leche y carne) antes de la conversión.
Ambas fincas se caracterizaron por un elevado número de árboles por
hectárea (131 y 204, respectivamente) que fueron fuente de forraje para los
animales y sirvieron como cercas vivas y frutales. Los árboles son un compo‐
nente importante en los sistemas integrados tropicales. Investigaciones
desarrolladas en Cuba y América Central (Benavides, 1998; Hernández et al.,
2001) han reportado incrementos en la producción de leche y carne, así como
mejoras en el bienestar animal en los sistemas ganaderos tras la introducción
de árboles, sobre todo de leucaena y otras especies leguminosas. De hecho,
nuestros resultados indican que los árboles, como componentes importantes
en la diversificación de los sistemas integrados, tuvieron un efecto positivo en
la productividad del sistema en lo que se refiere al rendimiento de leche,
energía y proteína. Las raíces profundas de los árboles «bombean» los nu‐
trientes del subsuelo y contribuyen sustancialmente al reciclaje hacia las ca‐
pas superficiales (Breman y Kessler, 1995).
Los indicadores de diversidad de producción y diversidad de árboles
aparecen representados en el índice de Shannon, que combina el número de
productos o de especies de árboles (diversidad) con el rendimiento por pro‐
ducto, o el número de individuos por especies (abundancia). Los valores del
índice de Shannon tienden a ser mayores cuando la distribución de especies e
individuos es más equitativa, y para los ecosistemas naturales relativamente
diversos puede ser entre 3 y 4 (Gliessman, 2001). En las fincas integradas eva‐
luadas se alcanzaron elevados índices de diversidad de producción (1.7‐2.0) y
diversidad de árboles (1.5‐1.7), en comparación con el año cero, cuando la
diversidad de producción fue de 0.2 y no existían árboles. Estos valores fueron
considerablemente superiores (hasta 0.48) que los calculados para agroeco‐
sistemas hipotéticos diversificados, con dos o tres especies y alta uniformidad.
Para el análisis de la diversidad del agroecosistema, la aplicación de los
índices de Shannon y Margalef —originalmente desarrollados para evaluar
ecosistemas naturales— podría mejorar la percepción sobre la forma en que
la diversidad de cultivos y animales contribuye al incremento de la producti‐
vidad, la eficacia y los indicadores financieros de los sistemas integrados. El
aumento en la diversidad de plantas también influyó en otros aspectos de la
diversificación. En las dos fincas integradas se identificaron quince enemigos
60
naturales que controlan las plagas potenciales (Pérez‐Olaya, 1998). Los culti‐
vos perennes, como el caso de los pastos, la gliricidia y la leucaena, actuaron
como hospederos alternativos para los enemigos naturales de las plagas agrí‐
colas. Estas observaciones concuerdan con las de Vandermeer et al. (1998) y
Altieri (1999), en cuanto a que la diversificación estimula la aparición de ene‐
migos naturales que controlan las plagas y de esta forma contribuyen a la sos‐
tenibilidad de los sistemas agrícolas. Incluso, estudios realizados en las fincas
experimentales mostraron que la biodiversidad de la fauna del suelo y la acti‐
vidad de la biota del suelo (ciempiés y lombrices de tierra) aumentaron tras la
conversión a sistemas integrados (Rodríguez, 1998).
4.2.2 Productividad
La productividad es probablemente el indicador más usado en los análisis del
rendimiento agrícola. En este estudio se emplearon cuatro indicadores para
evaluar la productividad de la finca: a) producción de leche por unidad de área
de la finca, b) producción de leche por unidad de área de forraje, c) salidas
energéticas y d) salidas proteicas.
Resultó inesperado que el rendimiento de leche por unidad de área de la
finca fuera ligeramente superior que antes de la conversión, teniendo en cuen‐
ta que entre el 25 y el 50% del área total se destinó a cultivos y, por lo tanto,
no se utilizó para producir alimento animal. Este aumento se debió a la intro‐
ducción de varias innovaciones en las fincas integradas; por ejemplo, el cultivo
de forrajes perennes de alto rendimiento, las asociaciones gramínea‐leguminosa
y de árboles leguminosos, y el empleo de residuos de cosechas como alimento
animal. Esto dio como resultado más y mejor alimento animal a lo largo del
año y proporcionó un alto rendimiento de leche por unidad de área forrajera
después de la conversión.
Debido a que el gobierno cubano ha definido que la tarea social del sec‐
tor ganadero es «producir leche para los grupos sociales más vulnerables de la
población, como niños, ancianos y personas enfermas», el incremento produc‐
tivo es una prioridad política. Sin embargo, las limitaciones biofísicas y so‐
cioeconómicas han reducido la producción lechera total en Cuba a alrededor
de un tercio de la alcanzada en los años ochenta (González et al., 2004). Ac‐
tualmente, el rendimiento promedio anual en las unidades ganaderas especia‐
lizadas no excede de 1 t de leche por hectárea de tierra cultivable (MINAG,
2006). Algunas investigaciones han mostrado que en la ganadería comercial,
basada en el empleo de pastos y niveles medios de concentrados, bajo un
«manejo excelente», es posible producir hasta 3 t/ha (García Trujillo, 1983).
61
En el año cero de este estudio, el sistema especializado original produjo 1.8 t/ha,
mientras en las fincas integradas se alcanzaron rendimientos de leche anuales
por unidad de área forrajera entre 3.1 y 4 t/ha.
En cuanto a la producción total —expresada en energía y proteína, los
dos componentes principales de la nutrición humana—, en las fincas integradas
se superaron los rendimientos ganaderos obtenidos al inicio del estudio y se
incorporaron las producciones agrícolas. En la finca C50 se obtuvieron las
mayores producciones de energía (27.1 GJ/ha/año) y proteína (191.3 kg/ha/año),
asociadas a la alta producción agrícola «adicional». La productividad también
se expresa en relación con el número de personas que el sistema puede ali‐
mentar a través de su producción energética y proteica durante un año. Estos
indicadores son muy útiles para conocer hasta qué punto el sistema tiene un
impacto real en la alimentación de la población.
Al promediar el período de seis años, en la finca C25 la energía produci‐
da fue suficiente para alimentar adecuadamente a cuatro personas; y con la
proteína, hasta cinco. En C50 esas cifras fueron de seis y ocho, respectivamen‐
te. Estos resultados son dos veces más altos que los reportados en la literatura
para sistemas ganaderos especializados de mediana intensidad (Spedding,
1988; Beets, 1990) y por lo menos cuatro veces superiores a los alcanzados en
la actualidad por los sistemas ganaderos predominantes en Cuba.
4.2.3 Uso de energía
Fuerza de trabajo
La productividad de la fuerza de trabajo humana es un indicador esencial para
evaluar el desempeño de las fincas ganaderas integradas, debido a la escasez
de este «recurso» en las áreas rurales. Aunque se implementaron planes in‐
tensivos para la mano de obra, en la práctica esta disminuyó gradualmente en
la finca C25, mientras que en la C50 mostró un comportamiento parabólico
con un máximo en el tercer año (figura 11a). Paralelamente, la producción se
mantuvo y, por consiguiente, la productividad de la fuerza de trabajo aumentó.
La mayor demanda de fuerza de trabajo en ambas fincas durante los
primeros años puede atribuirse al mayor número de actividades agrícolas que
es preciso realizar durante la etapa de establecimiento, tales como sembrar
leguminosas en áreas de pastoreo, convertir áreas de pastoreo en tierra culti‐
vable, cercar, plantar árboles, establecer sistemas de rotación de cultivos, con‐
trolar las plagas, etc. Durante los seis años la fuerza de trabajo total fue
inferior en C25 que en C50, por ser mayor el área agrícola de esta última.
62
8 4.0
7 3.5
6 3.0
horas/ha/día
GJ/ha/año
5 2.5
4 2.0
3 1.5
2 1.0
1 0.5
0 0.0
1 2 3 4 5 6 1 2 3 4 5 6
Año
Año
16 45
14 40
12 35
salidas/entradas
30
GJ/ha/año
10
25
8
20
6 15
4 10
2 5
0 0
1 2 3 4 5 6 1 2 3 4 5 6
Año Año
c) Eficiencia energética d) Salidas energéticas
Figura 11. Dinámica de la intensidad de fuerza de trabajo humana (a), total de insumos energéti-
cos (b), eficiencia energética (c) y salidas energéticas (d) en fincas integradas con 25% y 50%
de área agrícola, luego de la conversión de un sistema ganadero basado en pastos. Líneas
discontinuas: C25. Líneas continuas: C50.
Los resultados son relevantes para los tres segmentos principales de la
producción ganadera cubana actual:
1) El creciente sector de pequeños productores a quienes el Estado ha
conferido tierras en usufructo, y que utilizan rigurosamente los recursos
disponibles con métodos intensivos en fuerza de trabajo.
2) El sector de los agricultores pequeños, que cultivan tierra privada y
producen individualmente u organizados en Cooperativas de Créditos y
Servicios (CCS) y en Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) a
niveles aceptables de productividad, pero en la mayoría de los casos con
bajas proporciones de integración ganadería‐agricultura.
63
3) Las UBPC, creadas a partir de 1993 bajo la Ley 142, que reguló la sub‐
división en unidades más pequeñas de las áreas ganaderas estatales, lo
que ha sido favorable para implementar sistemas productivos diversifi‐
cados y un modelo de finca familiar.
En total, estos tres segmentos abarcan aproximadamente 4.2 millones
de hectáreas de tierra agrícola. Sin embargo, según estimados de la ONE, el
área de tierra ociosa es de alrededor de 3 millones de hectáreas, es decir, la
mitad del área agrícola (ONE, 2007), de las cuales la mayor parte pertenece a
UBPC y empresas estatales.
Existe un debate nacional acerca de cuáles serían las estrategias más re‐
comendables para el uso de estas vastas extensiones de tierra. Las experien‐
cias de este estudio indican que es necesario promover estrategias de
desarrollo de fincas integradas, diversificadas y autosuficientes, tanto a pe‐
queña y mediana como a gran escala. Bajo estas condiciones, no tiene mucha
importancia si se emplean métodos intensivos o extensivos, lo esencial es que
las estrategias sean ambientalmente apropiadas y se utilicen recursos locales.
En todos los escenarios pueden aplicarse numerosas prácticas de manejo de
probada efectividad y con bajos insumos externos, baja intensidad de fuerza
de trabajo y alta eficiencia. Sin embargo, continúa siendo una meta simplificar
las actividades de manejo, considerando que la disponibilidad de mano de
obra es aún una limitación primaria, debido al envejecimiento de la población
y al éxodo hacia áreas urbanas.
Insumos energéticos
El aumento de la eficiencia en el uso de los insumos se identificó como
un objetivo importante en el manejo de las fincas integradas prototipo. El re‐
ducido tamaño de las dos fincas experimentales permitió usar tracción animal
y fuerza de trabajo intensiva, en sustitución de las operaciones mecanizadas.
La fuerza de trabajo humana fue la mayor entrada energética en ambas fincas,
que fueron diseñadas como sistemas de manejo intensivo, mientras los otros
componentes (petróleo y alimento animal) representaron alrededor del 20%
del total (figura 12).
En la finca C25, los insumos energéticos disminuyeron de forma lineal
con el tiempo transcurrido desde el establecimiento del sistema integrado. Por
su parte, la C50 tuvo un comportamiento parabólico con un máximo en el tercer
año, en paralelo con la fuerza de trabajo (figura 11b). En la finca C25, donde se
dedica un área menor a la producción agrícola, estos resultados fueron menores.
64
4.0
Trabajo humano
3.5 Trabajo animal
Petróleo y alimentos
3.0 Total de insumos energéticos
2.5
GJ/ha/año
2.0
1.5
1.0
0.5
0.0
Figura 12. Uso promedio de los insumos energéticos en fincas integradas con 25% y 50%
de área agrícola en un período de seis años luego de la conversión de un sistema ganadero
especializado. Las barras de error indican la desviación estándar de la media.
Alcanzar altos niveles de producción con la menor cantidad posible de insu‐
mos (Hilhorst et al., 2001) sería una ventaja bajo las condiciones de escasez de
suministros que prevalecen en Cuba. Este es un argumento fuerte a favor de
los sistemas integrados, incluso cuando la situación económica mejore.
Eficiencia energética
La alta eficiencia energética lograda por las fincas integradas fue el principal
resultado luego de transformar parte del área de pastizales en tierra cultiva‐
ble, lo que incrementó las salidas energéticas totales, mientras los insumos
energéticos se redujeron (apéndice 2, tabla 2.4). La eficiencia energética mues‐
tra una tendencia al crecimiento con el tiempo después de la conversión en
ambas fincas, fenómeno que se asocia a la disminución gradual de insumos,
principalmente en forma de trabajo humano, en tanto el rendimiento energé‐
tico se mantuvo estable (figura 12).
En términos energéticos, la proteína se produjo de forma más eficiente
en los sistemas integrados (menores costos energéticos de la producción pro‐
teica) que en el sistema especializado. Aunque la eficiencia energética en los
sistemas de producción agropecuarios tiene bases biológicas diferentes
(Spedding, 1988; Stout, 1990), nuestros resultados indican que empleando
sistemas integrados puede obtenerse mayor producción de proteína animal
65
por área de forraje. Este tipo de análisis de la eficiencia energética a nivel de
finca está en línea con los estudios de Pimentel (2004) y Giampietro et al.
(1994), quienes han realizado investigaciones en los flujos energéticos de la
producción de alimentos. Sin embargo, los análisis de conversión de energía
no deben ser considerados como una alternativa a los análisis financieros, sino
como un complemento para cubrir mejor las complejas interrelaciones entre
las finanzas y el ambiente en que operan los sistemas alimentarios (Giampietro
et al., 1994).
En países donde abundan los combustibles fósiles o donde se subsidia el
empleo de altos insumos energéticos, los sistemas intensivos en el uso de la
energía no enfrentan muchas limitaciones técnicas, sino otras de índole finan‐
ciera o ambiental. Sin embargo, para países como Cuba, donde escasean ese
tipo de combustible y el capital, la eficiencia energética constituye un tema
crítico para la seguridad alimentaria nacional (Funes‐Monzote y Monzote,
2001). Los altos precios del petróleo en el mercado internacional y los pro‐
blemas ambientales —calentamiento global asociado a las emisiones de CO2,
contaminación del agua y el aire—, están guiando a la sociedad a exigir un uso
más responsable y racional de las fuentes de energía no renovable. Por lo ge‐
neral se considera que la alta dependencia de combustibles fósiles es un indi‐
cador de baja sostenibilidad. Las alternativas energéticas renovables, como el
biogás, la energía eólica y la solar, la biomasa y los biocombustibles, poseen
aplicaciones potenciales para el desarrollo de sistemas agrícolas autosuficien‐
tes desde el punto de vista energético (Pimentel et al., 2002).
4.3 Resultados financieros
Las dos fincas integradas lograron mayores beneficios netos y mejor relación
beneficio/costo que la finca especializada (tabla 11). Este es el resultado de la
incorporación de cultivos, la alta productividad por unidad de área de la finca,
y los precios superiores de los productos agrícolas en comparación con los
ganaderos (apéndice 1, tabla 1.2). El incremento de los ingresos de la finca con
la venta de productos agrícolas en aquellas regiones donde es posible cultivar,
podría ser una estrategia conveniente para apoyar la ganadería.
El valor total de la producción fue mayor en los dos sistemas integrados
que en el sistema ganadero especializado al inicio del estudio, pero los costos
totales también fueron superiores, lo que se asocia a los costos de la mano de
obra necesaria en las actividades agrícolas. Para mantener o incrementar la
66
Tabla 11. Comportamiento de los indicadores financieros en la producción especializada (año
base) y para las dos fincas integradas (C25 y C50) promediados en un período de seis años
5 El precio de la leche es actualmente casi tres veces mayor, es decir, fluctúa entre 2.3 y 2.5
CUP/litro, lo cual ha incidido en un mayor acopio por parte de la industria. Sin embargo, aún a
los precios actuales, los sistemas integrados siguen desempeñando un papel importante, no
solamente en cuanto a la producción de otros renglones que benefician el balance financiero del
sistema, sino también en términos de reciclaje de nutrientes y diversificación de estrategias de
alimentación del ganado durante el año.
67
de las fincas ganaderas. Por lo tanto, cualquier estrategia, para ser sostenible,
debe ser capaz de producir leche con el mínimo daño ambiental y a bajos cos‐
tos en insumos externos. Pero si los cambios económicos o políticos conduje‐
ran al incremento del precio de la leche y la carne, otras metas, relacionadas
con la protección ambiental y el desarrollo rural sustentable, serán suficien‐
temente importantes como para mantener los sistemas integrados en la futura
agenda agrícola de Cuba.
Las fincas de las UBPC están priorizando cada vez más la diversificación
con el objetivo de alcanzar la autosuficiencia —alimentando a obreros y sus
familias a bajos costos y vendiendo los posibles excedentes en los mercados
locales o externos para mejorar su sostenibilidad financiera—, lo que hace aún
más relevante estos resultados. Otras actividades emergentes que bien podrían
combinarse con los sistemas integrados diversificados, como el agroturismo, la
conservación de la naturaleza y la educación ambiental, son opciones atracti‐
vas que requieren mayor consideración.
Sin embargo, según se ha indicado antes, urgen cambios estructurales e
incentivos económicos que estimulen el regreso de las personas a las áreas
rurales y hagan un uso más económico de la tierra disponible. Estos resulta‐
dos muestran que no debe desestimarse la importancia del impacto financiero
de adoptar sistemas integrados para promover cambios en la agricultura.
4.4 Fertilidad del suelo
La fertilidad del suelo al inicio del estudio se calificó de media. De acuerdo con
estudios cubanos (DNSF, 1982), el contenido de materia orgánica fue bajo y el
pH de moderado a ligeramente ácido. Los niveles de fósforo disponible y de
potasio intercambiable resultaron medios, mientras la suma de cationes inter‐
cambiables equivalió a una saturación baja y alcanzó la mitad de los valores
«típicos» para este tipo de suelo (alrededor de 20).
Después de la conversión a sistemas integrados, los contenidos de mate‐
ria orgánica tendieron a aumentar. Aunque en algunas áreas tal incremento
fue estadísticamente significativo, estos datos deben interpretarse con cautela.
En el método analítico para el cálculo de la materia orgánica, desarrollado por
Walkley y Black, se ha asumido que se oxida el 77% del carbono orgánico y
que la materia orgánica contiene 58% de carbono. Considerando que estos son
valores promedio que pueden variar mucho en dependencia del tipo de suelo y
de las prácticas de manejo, respectivamente, resultaría difícil atribuir los cam‐
68
bios en la materia orgánica a las adaptaciones de manejo. Por tanto, estos resul‐
tados requieren observaciones a más largo plazo.
El pH del suelo tuvo un leve incremento y permaneció de moderado a li‐
geramente ácido, excepto en las áreas de cultivos y en el huerto diversificado,
donde aumentó de manera significativa. El fósforo disponible disminuyó a
bajo en los pastizales puros y en el sistema silvopastoril; se mantuvo medio en
las asociaciones gramíneas‐leguminosas así como en las áreas de king grass; y
llegó a alto en la parcela de caña y de cultivos. Sin embargo, las diferencias no
fueron estadísticamente significativas. El potasio intercambiable varió muy
poco, excepto en la caña de azúcar y en el king grass, donde descendió. La su‐
ma de cationes intercambiables apenas fluctuó, y se mantuvo baja para todos
los tipos de uso de la tierra (apéndice 1, tabla 1.1).
La aplicación de compost y vermicompost producidos en la finca a dosis
anuales entre 4 y 6 t/ha en el subsistema agrícola, y otras prácticas de recupe‐
ración de los suelos, como la siembra de leguminosas y árboles, y el mulch,
podrían mantener o incluso incrementar ligeramente la materia orgánica
(Ridder y Van Keulen, 1990). Sin embargo, tendrían que añadirse alrededor de
40 t de biomasa por hectárea anualmente durante los primeros cinco años con
el fin de aumentar la materia orgánica en 1%. Puede afirmarse que estas can‐
tidades no fueron incorporadas a los sistemas integrados, confirmando las
incertidumbres asociadas con el método de Walkley y Black.
La ligera disminución en fósforo disponible en el subsistema agrícola
puede atribuirse a la continua exportación de este elemento a través de las
ventas de leche y carne, y al estiércol colectado en los establos (aproximada‐
mente 3.6 t anuales). En Cuba se han reportado incrementos de materia orgá‐
nica, pH y fósforo disponible en un sistema silvopastoril (Crespo y Rodríguez,
2000). Por lo tanto, no existe razón alguna para esperar el agotamiento de
fósforo en este subsistema. Sin embargo, estudios realizados en Australia y
Nueva Zelanda han mostrado efectos de acidificación como resultado de la
fijación biológica de nitrógeno de las leguminosas, lo que a su vez redujo la
disponibilidad de algunos nutrientes, como el fósforo (Ledgard y Steele, 1992).
Al parecer, en el subsistema de king grass el potasio está agotándose y necesi‐
ta ser restaurado. Este proceso fue documentado hace casi veinte años por
Herrera (1990) y debería ser una meta de cualquier sistema integrado mante‐
ner un estatus favorable de potasio en áreas forrajeras de alto rendimiento.
Del análisis de estos datos se deriva que, como resultado de la exportación
de nutrientes de la finca en forma de productos, y su redistribución mediante
transferencias orgánicas, los nutrientes se acumulan en las áreas de cultivos,
69
mientras que en algunas otras (particularmente en los pastizales) son «extraí‐
dos» (Archard y Banoin, 2003). Esto es especialmente cierto para el fósforo y
el potasio. La información sobre la dinámica del carbono quedó inconclusa,
debido a las dudas existentes sobre la calidad de los datos analíticos. Sin em‐
bargo, la acumulación parece tener lugar en los subsistemas de cultivo, sobre
todo en las cosechas anuales y en la caña de azúcar. Una solución a este pro‐
blema podría ser la rotación a mediano plazo (5‐7 años) de los cultivos y los
subsistemas ganaderos. Por tanto, es preciso continuar investigando para de‐
terminar los efectos a largo plazo de las rotaciones y, en general, del manejo
agroecológico sobre la fertilidad del suelo a nivel de sistema.
4.5 Consideraciones finales
Este estudio mostró que el uso más intensivo de los recursos naturales dispo‐
nibles a nivel de finca, mediante sistemas integrados, contribuye a la autosufi‐
ciencia alimentaria, a la obtención eficiente de productos comercializables y al
incremento de los ingresos familiares sin degradar la base de recursos que los
sostiene. A pesar de la pequeña escala de este experimento, su impacto poten‐
cial es grande. Más de dos millones de hectáreas de tierra en Cuba se usan en
sistemas especializados de producción de leche o carne, manejados en esencia
bajo los mismos principios usados antes de 1990; mientras el ambiente insti‐
tucional, en cuanto a infraestructura y disponibilidad de insumos, ha cambiado
drásticamente. Los planes ganaderos actuales tienen lugar a pequeña y mediana
escala en fincas familiares, en las cuales podrían aplicarse estos resultados.
La falta de capital para mantener los sistemas convencionales de altos
insumos, la necesidad de aumentar el nivel de autosuficiencia alimentaria
nacional y de limitar los impactos ambientales negativos, no son problemas
exclusivos de Cuba, sino también de otros países en desarrollo y desarrollados.
70
V. Identificación
de alternativas
para el sector ganadero*
A nivel mundial, en los últimos cincuenta años se han alcanzado incrementos
considerables en los rendimientos de la producción especializada convencional,
tanto en los cultivos como en la ganadería. No obstante, sus efectos negativos
sobre la ecología y el medioambiente han sido ampliamente documentados
(Grigg, 1993; Matson et al., 1997). Para sostener estos incrementos, ha sido
necesario emplear mayores niveles de insumos químicos, de maquinaria y de
energía fósil (Rosset, 1999; Tilman et al., 2002). Esto implica que los sistemas
agrícolas altamente especializados se caractericen por una dependencia cada
vez mayor de la energía externa y, por ende, una baja eficiencia energética
(Pimentel, 2004).
Menos dependientes de insumos externos, los sistemas integrados agri‐
cultura‐ganadería constituyen una alternativa prometedora para el uso más
sostenible de los nutrientes, del agua, de la energía y de otros recursos natura‐
les (NRC, 1989; Van Keulen et al., 1998). Mientras los sistemas especializados
convencionales cuentan con recursos que provienen fundamentalmente del
exterior en forma de insumos —muy similares a los sistemas mecánicos—, los
* Una versión en inglés de este capítulo fue publicada en F ERNANDO R. FUNES‐MONZOTE, MARTA
MONZOTE, EGBERT A. LANTINGA, CAJO J.F. TER BRAAK, JESÚS E. SÁNCHEZ Y HERMAN VAN KEULEN: «Agro‐
Ecological Indicators (AEIs) for Dairy and Mixed Farming Systems Classification: Identifying
Alternatives for the Cuban Livestock Sector», Journal of Sustainable Agriculture, Vol. 33, No. 4,
2009a, pp. 435‐460. DOI: 10.1080/10440040902835118.
71
sistemas diversificados e integrados hacen mayor énfasis en la óptima utilización
de los recursos locales disponibles (Uphoff, 2002; Pretty et al., 2006) (figura 13).
La heterogeneidad y la diversidad caracterizan a los sistemas integra‐
dos, los cuales se han desarrollado especialmente en las áreas menos favore‐
cidas (marginales), como respuesta a limitaciones climáticas, socioeconómicas
y financieras (Ruben y Pender, 2004; Van Keulen, 2005). Sin embargo, la in‐
terpretación científica, el análisis y la valoración de sus interacciones dinámi‐
cas, variables y específicas, revelan, por una parte, numerosas incertidumbres
y, por otra, un gran desarrollo potencial (Van Keulen y Schiere, 2004). De ahí
que sea necesario implementar metodologías capaces de combinar el conoci‐
miento especializado existente, y gestionarlo transversalmente entre diversas
disciplinas con el objeto de lidiar con las complejidades predominantes en la
agricultura de los países en vías de desarrollo (Funes‐Monzote et al., 2002;
López‐Ridaura et al., 2005; Herrero et al., 2007).
En Cuba la diversificación agrícola fue reconocida como un camino al‐
ternativo desde inicios de los años noventa, tras el colapso del sector. Sin em‐
bargo, solo los pequeños productores privados, capaces de tomar decisiones
de forma descentralizada, adoptaron estas prácticas a una escala significativa.
Estos productores, que ocupaban una proporción relativamente pequeña del
Sistemas mecánicos
Conversión
Maquinarias Productos
Insumos Transformación
controlados
Sistemas naturales
Interacciones
Otras entradas
Entorno productivo
Proceso y socioeconómico
Productos
Insumos
Interacciones
Otras entradas
72
área agrícola disponible, lograron sustanciales aumentos en la productividad
de la tierra y de la mano de obra mediante modelos integrados ganadería‐
agricultura. Tales sistemas se caracterizan por el uso eficiente del suelo, el
manejo cuidadoso de los recursos naturales disponibles en la localidad y la
baja dependencia de insumos externos. Sin embargo, aún no han podido
desarrollar todo su potencial debido a la falta de capital y a la escasa infraes‐
tructura productiva, de procesamiento de alimentos e inconsistencias en los
canales de comercialización (González, 2009d).
Actualmente existen grandes oportunidades para adoptar tecnologías
agrícolas integradas a nivel nacional, pues desde que comenzó la crisis la Asam‐
blea Nacional del Poder Popular reconoció la ineficiencia del modelo industrial
centralizado y convencional (ANPP, 1991). Por otra parte, sus negativos impac‐
tos ambientales, documentados oportunamente por el CITMA, y el progresivo
deterioro de la infraestructura de monocultivo, reforzaron los argumentos a
favor de una agricultura sostenible a menor escala. Estas revelaciones, junto a
la reducida capacidad de producir alimentos por métodos convencionales,
hacen que la aplicación de enfoques agroecológicos deje de verse como una
alternativa y se convierta en una necesidad. En la búsqueda de soluciones a los
problemas característicos de los sistemas agrícolas especializados de bajos
insumos —baja productividad, poco empleo de los recursos naturales dispo‐
nibles, escaso nivel de diversificación y pobres incentivos económicos—, pro‐
ductores e investigadores han realizado considerables esfuerzos conjuntos. No
obstante, la mayoría de los proyectos agroecológicos exitosos han tenido un
alcance limitado, por falta de una política que los articule, financie y promueva
sistemáticamente desde el nivel local hasta el nacional.
Este estudio es la continuación de investigaciones conducidas bajo con‐
diciones controladas y en fincas experimentales a pequeña escala (ver capítulo IV).
Así se demostró el potencial de los sistemas integrados ganadería‐agricultura
para alcanzar objetivos ecológicos, productivos y financieros que impulsen la
agricultura cubana. Los resultados de las fincas prototipo descritos en el capí‐
tulo anterior, se analizaron mediante doce indicadores agroecológicos que
representan atributos del manejo sostenible de los recursos naturales. Al ge‐
neralizar el análisis de los resultados alcanzados en fincas experimentales
prototipo, se evaluó si estos pudieran ser extrapolables a condiciones comer‐
ciales y a un mayor número de fincas en todo el país. Además, la investigación
procuró ganar claridad sobre el papel subyacente de cada indicador elegido,
en interacción con cuatro variables que caracterizan el sistema integrado: tipo
de finca, años de conversión, proporción de cultivos y tamaño de la finca.
73
Dichas variables se encuentran en estrecha relación con cuatro de los
problemas fundamentales que enfrenta el desarrollo de los sistemas agroe‐
cológicos. Todavía existe una ardiente discusión en torno a los modelos más
sostenibles de producción agropecuaria (tipo de finca). También se especula
mucho sobre los costos de la transición agroecológica y cuánto tiempo debería
transcurrir para hacer factibles estos sistemas (años de conversión). Por otro
lado, se implementan diferentes diseños de diversificación, pero se conoce poco
acerca de cuáles son las proporciones de integración agrícola‐ganadera más
apropiadas según cada caso (proporción de cultivos). Y por último, todavía no
se ha llegado a un consenso en cuanto a la escala y su repercusión en la ecología,
la economía y el uso óptimo de los recursos naturales (tamaño de la finca).
Esta investigación consideró la agrodiversidad como base para el uso
eficiente de los recursos naturales. Con este fin, deben tenerse en cuenta tres
componentes básicos: disponibilidad, captura y conversión. Además, se esta‐
blecen relaciones directas para determinar cuál es el impacto de la biodiversi‐
dad como factor clave en el incremento de la eficiencia y la productividad de
los sistemas agrícolas. Un sistema biodiverso no es necesariamente más pro‐
ductivo o más eficiente que uno de monocultivo. La ventaja de un sistema ba‐
sado en la diversidad reside fundamentalmente en que su diseño permite una
integración armónica y funcional entre sus componentes. En ocasiones existen
recursos que son poco o deficientemente utilizados, por ejemplo, la energía
solar, el agua o los nutrientes. Por lo general, esto ocurre debido al descono‐
cimiento de las combinaciones apropiadas ganadería‐agricultura y de los sis‐
temas de rotación más adecuados que permitan su captura. Una vez que los
recursos disponibles son capturados de forma eficiente, el sistema debe estar
diseñado para que, además de convertir la energía en biomasa (alimento
humano), cumpla otras funciones, como mejorar el suelo o alimentar a los
animales. De esta forma se logrará una integración entre los factores biofísicos
y de manejo que permitirá una producción sustentable (figura 14).
5.1 Metodología experimental
La investigación tuvo lugar en cinco provincias de tradición ganadera, que re‐
presentan las principales zonas agroecológicas de Cuba. Estos sitios se localizan
en el occidente, centro y oriente del país. En las provincias orientales las con‐
diciones climáticas son menos favorables para la agricultura, con períodos
más prolongados de sequía, temperaturas más altas y menor acumulado de
74
La agrodiversidad Uso eficiente de recursos naturales
Figura 14. Tres componentes fundamentales para el uso eficiente de los recursos naturales:
disponibilidad, captura y conversión.
precipitaciones anuales (ver apéndice 2, tabla 2.1). No obstante, todas las fincas
se localizaron en áreas apropiadas para las actividades agrícolas, a altitudes
entre 20 y 100 metros sobre el nivel del mar.
Selección de las fincas
Para la selección de las fincas, fueron consultados miembros de los equipos
locales de investigación que participaron en este estudio, y se tuvieron en
cuenta cuatro criterios: 1) debían manejarse en un régimen de bajos insumos
externos; 2) la muestra debía incluir fincas ganaderas especializadas y fincas
integradas de diferentes dimensiones, en diversas etapas de conversión y con
distintas proporciones agricultura‐ganadería; 3) los productores debían estar
dispuestos a colaborar con el estudio; y 4) el diseño de las fincas debía ser
representativo de la localidad.
En total se seleccionaron noventa y tres fincas que en su mayoría ya es‐
taban involucradas en proyectos de desarrollo conducidos por el Instituto de
Investigaciones de Pastos y Forrajes del Ministerio de la Agricultura (ver sus
características en el apéndice 2, tabla 2.2). Ello facilitó el monitoreo del proceso
desde el punto de vista financiero y práctico, pues existía una relación previa
de trabajo entre productores e investigadores.
75
Tipologías
Las noventa y tres fincas seleccionadas se clasificaron en tres tipos:
Sistemas integrados experimentales: Localizados en estaciones de investi‐
gación pertenecientes a la red agroecológica del IIPF, bajo condiciones
«controladas», diseñados y manejados por investigadores y técnicos. Re‐
lativamente aislados por las condiciones socioeconómicas imperantes,
sirvieron como prototipos experimentales y demostrativos para la inte‐
gración ganadería‐agricultura. Fueron convertidos a partir de áreas de
pastizales, y se caracterizan por diseños que hacen un uso agrodiverso e
intensivo de los recursos internos.
Sistemas integrados comerciales: Orientados al mercado o al autoabaste‐
cimiento, son típicamente de pequeña o mediana extensión, con propie‐
dad privada o cooperativa de la tierra. Integran cultivos y ganadería con
altos niveles de diversidad, tecnologías innovadoras, conocimiento tradi‐
cional, así como reciclaje intensivo de nutrientes y energía.
Sistemas especializados ganaderos: En general, estos sistemas se caracte‐
rizan por la baja utilización de los recursos naturales locales y producen
principalmente leche o carne. En algunos casos se mantienen áreas para
el autoabastecimiento. Todas las fincas de este tipo pertenecían a Unida‐
des Básicas de Producción Cooperativa a falta de ejemplos disponibles
en otras formas de producción.
Criterios de clasificación
Para la selección de los criterios de clasificación se tomaron como referencia
los resultados obtenidos en fincas experimentales en una fase previa de esta
investigación (ver capítulo IV). En esa etapa, los valores de los indicadores
agroecológicos de los dos prototipos de fincas integradas monitoreadas, varia‐
ron durante la conversión a sistemas integrados. Por lo tanto, se seleccionó el
período desde que comenzó la conversión (años de conversión) como el primer
criterio de clasificación. También se hallaron diferencias entre las dos fincas
convertidas, que destinaron, respectivamente, 25 y 50% de su superficie a
cultivos varios y árboles; por lo tanto, la proporción del área total de la finca
destinada a estas actividades (proporción de cultivos) fue otro criterio de clasi‐
ficación. Finalmente, como en el desarrollo de los sistemas agrícolas las eco‐
76
nomías de escala desempeñan un papel importante, también se tuvo en cuenta
el área de la finca. De ahí que para los propósitos de este estudio, cada tipo de
finca se combinó con las tres variables antes citadas (apéndice 2, tabla 2.3).
Hipótesis
A partir de investigaciones anteriores en fincas a pequeña escala, los resulta‐
dos de este estudio podrían revelar la posibilidad de incrementar la producti‐
vidad y la eficiencia energética si se convierten los sistemas ganaderos
especializados de bajos insumos en sistemas integrados ganadería‐agricultura.
Sin embargo, ¿cuáles serían las principales razones para esta mejoría en el
desempeño y cuáles son las medidas necesarias para una conversión exitosa?
Con el objetivo de contestar estas preguntas, nos enfocamos primero en
los resultados de los análisis estadísticos univariados de las cuatro variables
(tipo de finca, años de conversión, proporción de cultivos y tamaño de la finca) y
en los doce indicadores agroecológicos seleccionados (apéndice 2, tablas 2.4a
y 2.4b). Estos resultados se discutirán con relación a cuatro criterios: 1) agro‐
diversidad, 2) productividad, 3) uso de la energía y 4) reciclaje de nutrientes.
5.2 Comportamiento de los indicadores agroecológicos
La clasificación de los sistemas agrícolas sobre la base de las cuatro variables
en estudio (años de conversión, proporción de cultivos, área de la finca y tipo de
finca) mostró fuertes asociaciones entre ellas. De hecho, las características de
las fincas integradas se solaparon con aquellas de pequeña y mediana escala, y
con las que tenían mayores proporciones de cultivos. Las fincas integradas, de
una biodiversidad significativamente mayor, fueron también más productivas,
más eficientes desde el punto de vista energético y mostraron mejor manejo
de nutrientes que las especializadas, de pobres resultados en los indicadores
agroecológicos seleccionados. A continuación se describe el resultado estadís‐
tico de la comparación entre el comportamiento de los indicadores agroecoló‐
gicos, según cada una de las variables. Para un análisis más profundo de estos
resultados, remítase al apéndice 2, tablas 2.4a y 2.4b.
Tipo de finca
La multifuncionalidad y la biodiversidad son los dos rasgos primarios de los
sistemas integrados, pues en ellos los valores de los tres indicadores de biodi‐
77
versidad fueron más altos, aunque con algunas diferencias entre aquellos bajo
condiciones experimentales y comerciales. Por ejemplo, la riqueza de especies
en los sistemas integrados experimentales excedió la de los comerciales, mien‐
tras la diversidad de la producción y la diversidad de árboles fueron ligeramente
más altas en los últimos (figura 15).
También pudo comprobarse que los indicadores productivos (rendi
miento de leche, rendimiento de leche por unidad de área forrajera, rendimiento
de energía y rendimiento de proteína) fueron significativamente superiores en
las fincas integradas. La productividad de algunas fincas especializadas fue
muy baja, evidente señal de abandono; mientras que algunas integradas logra‐
ron niveles sorprendentemente altos, muestra de un elevado esfuerzo produc‐
tivo. En conjunto, el mayor rendimiento de leche, tanto por unidad de área de
la finca (1.5 t/ha/año) como por unidad de área de forraje (2.4 t/ha/año), se
alcanzó en condiciones experimentales: entre dos y tres veces superior que en
los sistemas especializados ganaderos (figura 16A).
Las fincas integradas fueron de cuatro a seis veces más productivas en
términos energéticos que las especializadas y de tres a cuatro veces en cuanto
a la producción de proteína (figura 16B). A su vez, en las integradas experimen‐
tales y en las especializadas se registró el menor uso de insumos energéticos,
10
Riqueza de especies
9 Diversidad de la producción
Índices de Shannon o Margalef
8 Diversidad de árboles
7
6
5
4
3
2
1
0
SIE (n=33) SIC (n=25) SEG (n=35)
Figura 15. Comparación de los indicadores de biodiversidad por tipo de sistema: sistema
integrado experimental (SIE), integrado comercial (SIC) y especializado ganadero (SEG).
78
A 3 Rendimiento de leche
(área total)
2.5 Rendimiento de leche
(área forrajera)
2
t/ha/año
1.5
0.5
0
SIE (n=33) SIC (n=25) SEG (n=35)
B 20 150
Salidas energéticas
18 130
Salidas proteicas
16
110
14
90
kg/ha/año
12
GJ/ha/año
10 70
8 50
6
30
4
2 10
0 -10
SIE (n=33) SIC (n=25) SEG (n=35)
Figura 16. Indicadores de productividad, rendimiento de leche por área total y por área
forrajera (A), así como salidas energéticas y de proteína (B) que caracterizan a los sistemas
integrados experimentales (SIE), integrados comerciales (SIC) y especializados ganaderos (SEG).
mientras que las integradas comerciales requirieron mayores entradas ener‐
géticas. La fuerza de trabajo humana empleada en las actividades agrícolas,
que contabilizó el 53% de los insumos energéticos totales en fincas integradas
bajo condiciones experimentales, fue equivalente a 1.38 GJ/ha/año, más del
doble que en las integradas comerciales (0.61 GJ/ha/año) y casi cinco veces
79
más que en las especializadas (0.30 GJ/ha/año). La eficiencia energética re‐
sultó más alta en las fincas integradas experimentales, seguidas por las co‐
merciales y finalmente por las especializadas. Paralelamente, el costo de la
energía por unidad de producción de proteína en los dos primeros tipos de
finca fue casi un quinto, y un tercio que en las especializadas. Los dos tipos de
fincas integradas aplicaron dosis mucho más altas de fertilizantes orgánicos
por unidad de área (3.5 a 3.8 t/ha) que en monocultivo (0.4 t/ha) (apéndice 2,
tabla 2.4a).
Años de conversión
Existieron diferencias en los indicadores asociados al tiempo transcurrido
desde el inicio de la conversión. Este proceso incluyó medidas de diversifica‐
ción, como evidencia la mayor riqueza de especies y diversidad de la producción
en las fincas convertidas. Las fincas integradas con tres o más años de estable‐
cimiento alcanzaron rendimientos lecheros por unidad total de área y por uni‐
dad de área de forraje mucho más altos que los logrados en las fincas con
períodos más cortos desde la conversión o en las fincas ganaderas basadas
exclusivamente en pastos y forrajes. La intensidad de la fuerza de trabajo para
todas las fincas convertidas fue similar, y significativamente inferior en las no
convertidas. Un aspecto de interés es que la entrada total de energía no difirió
entre las tres tipologías, sin embargo, tendió a disminuir durante la conversión.
Esto incidió directamente en que las fincas convertidas por tres años o más,
tuvieran menores costos energéticos de la producción de proteína y valores de
eficiencia energética mayores que las de 1‐2 años o no convertidas (figura 17).
Proporción de cultivos
La mayor proporción de tierra dedicada a cultivos estuvo asociada a valores
más altos en los índices de agrodiversidad: riqueza de especies, diversidad de
producción y diversidad de árboles. Además, condujo al incremento de la pro‐
ductividad y la eficiencia energética, mientras que el uso de insumos energéti‐
cos fue similar. Contrario a lo que podría esperarse, una mayor proporción
dedicada a cultivos, en detrimento de la producción de forrajes, significó me‐
joras en la producción de leche y en el rendimiento de energía y proteína por
unidad de área.
Las fincas que dedicaron entre el 45 y el 75% de sus tierras a cultivos,
lograron valores mucho más altos de productividad en cuanto a producción de
leche por unidad de área de forraje (3.6 t/ha/año) con una elevada eficiencia
80
140 Costo energético de la 7
producción de proteína
120 6
Eficiencia energética
100 5
salidas/entradas
80 4
MJ/kg
60 3
40 2
20 1
0 0
≥ 3 años 1-2 años no convertidas
n=28 n=30 n=35
energética (figura 18). También fueron superiores los rendimientos de energía
(21.3 GJ/ha/año) y de proteína (141.5 kg/ha/año) (apéndice 2, tabla 2.4b).
Aquellas con mayor proporción de cultivos demandaron una intensidad de
fuerza de trabajo humana tres veces superior a las de proporción media, que a
su vez emplearon el doble que las fincas con menos cultivos. Esta variable se
asoció a costos energéticos inferiores para la producción de proteína, mayor
eficiencia energética y mayores dosis de fertilizantes orgánicos.
Área de la finca
Las fincas más pequeñas (menores de 10 hectáreas) fueron más diversificadas,
productivas, eficientes, y usaron mayores cantidades de fertilizantes orgánicos
que las fincas medianas y grandes. Y esto fue posible con aproximadamente
los mismos niveles de insumos, aunque necesitaron mayor intensidad de fuerza
de trabajo humana. Mientras los indicadores riqueza de especies, diversidad de
producción y diversidad de árboles resultaron similares entre las fincas media‐
nas y grandes, fueron más altos en las menores.
Las fincas pequeñas y medianas no difirieron en cuanto al rendimiento
lechero por unidad de área total; pero las pequeñas, con altas proporciones de
cultivos, alcanzaron mejores rendimientos de leche por unidad de área forra‐
jera (2.4 t/ha/año) que las medianas (1.5) y las grandes (0.6). Las más pequeñas
81
4 Leche por área total 7
3,5 Leche por área forrajera 6
3 Eficiencia energética 5
salidas/entradas
2,5
4
t/ha/año
2
3
1,5
1 2
0,5 1
0 0
>45-75% >3-45% ≤3%
n=11 n=50 n=32
Figura 18. Producción lechera y eficiencia energética para tres proporciones de integración
de cultivos en áreas ganaderas.
lograron salidas energéticas tres veces superiores que las medianas y ocho
veces más que las grandes (apéndice 2, tabla 2.4b). En cuanto al rendimiento
de proteína por unidad de área, ocurrió algo similar. La intensidad de la fuerza
de trabajo humana aumentó proporcionalmente con la reducción del tamaño de
la finca, sin embargo, estas lograron una eficiencia energética mucho más alta y
menor costo energético de la producción de proteína que las fincas medianas y
grandes (figura 19). Por último, la cantidad de fertilizantes orgánicos por uni‐
dad de área que se aplicó en las fincas pequeñas fue de cuatro a seis veces su‐
perior a la empleada en fincas medianas y grandes.
5.3 Resultados e interpretación del análisis multivariado
Las cuatro variables en estudio (tipo de finca, años de conversión, proporción de
cultivos y tamaño de la finca) explicaron el 74% de la variabilidad de los siste‐
mas agrícolas evaluados. El primer componente contabilizó 88% de la varianza;
el segundo, 8; y el tercero, 2%. Es decir, con dos es suficiente para explicar el 96%
de las interacciones. Una figura bidimensional (el biplot) visualiza satisfacto‐
riamente estas relaciones (figura 20A).
Al primer componente (eje 1) le corresponde la mayor variación y se
denominó «eficiencia biológica», ya que está en correlación positiva con los tres
indicadores de eficiencia energética (eficiencia energética, EE; costo energético
82
Costo energético de la
140 4
producción de proteína
Intensidad de la f uerza
120 3,5
de trabajo
3
100
salidas/entradas
2,5
80
MJ/kg
2
60
1,5
40
1
20 0,5
0 0
≤ 10 ha >10-50 ha >50-150 ha
n=39 n=26 n=28
Figura 19. Relación entre el tamaño de la finca y los indicadores costo energético de la
producción de proteína e intensidad de la fuerza de trabajo.
de la producción de proteína, CEP; y salidas energéticas, SE); el reciclaje de nu‐
trientes (uso de fertilizantes orgánicos, UFO) y la diversidad de la producción,
DP. El segundo componente (eje 2) fue denominado «manejo de recursos na‐
turales», pues se correlaciona positivamente con los tres componentes de di‐
versidad y reciclaje de nutrientes, y negativamente con la intensidad de fuerza
de trabajo, IFT. Las cuatro variables y los doce indicadores agroecológicos
están interconectados y varían simultáneamente. Por ejemplo, la figura 20A
muestra que los indicadores eficiencia energética y costo energético de la pro
ducción de proteína están muy correlacionados (negativa o positivamente) con
el tamaño de la finca, los años de conversión y la proporción de cultivos. Al pa‐
recer, la diversidad de árboles, el uso de fertilizantes orgánicos y la diversidad
de la producción son los factores que menos influyeron en el aumento de la
productividad y la eficiencia energética. Como se aprecia, la ubicación en posi‐
ciones opuestas en el gráfico también representa que estos indicadores se
correlacionan de manera inversa a las salidas energéticas.
Debido a la complejidad y a la naturaleza multifactorial de los sistemas
integrados ganadería‐agricultura, se necesitan métodos de investigación inno‐
83
eje 2 (8%)
eje 2 (8%)
2 UFO 2
A DA B
DP Sistemas
especializados
ganaderos (SEG) Sistemas integrados
Tamaño de ♦ ■
♦ ♦♦ comerciales (SIC)
la finca CEP RE ♦ ■■■■ ■ ■
■■
Años de ♦♦ ■ ●
■SIC conversión ♦ ♦ ♦
♦♦ ♦
♦♦ ♦ ● ■■
■ ●
■ ■●
■ ■ ■ ■ eje 1 (88%)
♦ ♦ ■ ●● ●
♦ ♦♦♦ ■ ■■ ● ●●●
-2 ● 2
-2 2
♦♦♦ ●●●● ● ●●●●● ●
●
SEG SIEEE Proporción ■ ●
de cultivos ♦ Sistemas integrados
RLF ♦
SE ♦♦
♦ experimentales (SIE)
IET ♦
RL
SP
-2
IFT -2
vadores para interpretar sus resultados con un enfoque holístico. En particular,
el examen de los datos para este propósito requiere nuevas herramientas es‐
tadísticas (Tanaka et al., 2008). Los resultados muestran que es posible probar
hipótesis multifactoriales utilizando análisis de redundancia como un método
apropiado para analizar y representar múltiples interacciones. Los biplots
permitieron identificar y demostrar el impacto de las complejas interacciones
entre los indicadores medidos y las variables en estudio. Además, al combinar
los resultados de las asociaciones lineales entre dos factores con la perspecti‐
va visual del análisis de redundancia, se pudo explicar el comportamiento de
los sistemas agropecuarios de manera más abarcadora. Esta combinación de
métodos univariados y multivariados posibilitó la interpretación y el análisis
integrador, a la vez que resultó ser una herramienta poderosa para estudiar
los ambientes agrodiversos evaluados en este estudio.
84
Los métodos multivariados han sido aplicados en varios campos de in‐
vestigación agrícola, desde los estudios microbiológicos y comunidades de
plantas (Schacht et al., 2000) hasta los de evaluación de sistemas (Ottaviani et
al., 2003) y los regionales (Baudry y Thenail, 2004). También se han combina‐
do estadísticas univariadas y multivariadas con el objetivo de probar hipótesis
(predictivos) e interpretar datos (descriptivos) (Reberg‐Horton et al., 2006).
Sin embargo, hasta donde sabemos, estos métodos no han sido empleados en
el análisis de los sistemas agropecuarios bajo un enfoque holístico e integrado.
Al evaluar el desempeño de los indicadores agroecológicos en relación
con cada variable seleccionada —tipo de la finca, años de conversión, proporción
de cultivos y área de la finca—, los resultados indican que las estrategias agro‐
diversas de manejo de las fincas integradas, tanto experimentales como comer‐
ciales, influyen positivamente en la productividad (apéndice 2, tablas 2.4a y 2.4b).
Esta asociación se observa en la figura 20A por las altas correlaciones cruza‐
das entre las variables años de conversión y proporción de cultivos con los indi‐
cadores de diversidad como riqueza de especies y diversidad de producción, por
una parte, y por otra, rendimientos de la producción de leche, salidas de energía,
eficiencia energética y salidas de proteína.
Entretanto, la variable tamaño de la finca y el indicador costo energético
de la producción de proteína estuvieron fuerte e inversamente correlacionados
con los otros indicadores. Este resultado muestra la pertinencia de desarrollar
sistemas integrados a pequeña y mediana escala con el propósito de producir
fuentes de alimentos proteicos de manera eficiente (hasta alrededor de 50 ha).
Por consiguiente, hay que evaluar los factores relacionados con el tamaño de
la finca para lograr tal objetivo y adoptar diseños de sistemas factibles, acor‐
des con las condiciones del lugar.
Sobre la base de los resultados del análisis multivariado y la discusión
de las secciones anteriores, podemos concluir que los sistemas integrados son
una opción atractiva para el desarrollo de la agricultura cubana. La combina‐
ción de estrategias diversificadas, una reducción de la escala y del tiempo de
establecimiento, así como una mayor interacción de los componentes a nivel
de sistema, tiende a incrementar la productividad y la eficiencia energética de
los sistemas productivos. Por último, la figura 20B muestra claramente las simi‐
litudes entre ambos tipos de fincas integradas con relación al desempeño de
los doce indicadores agroecológicos evaluados y su divergencia con respecto a
las fincas ganaderas especializadas. Ello confirma la hipótesis planteada al
inicio de este estudio y la pertinencia de generalizar los resultados obtenidos en
pequeñas fincas experimentales a mayor escala y bajo condiciones comerciales.
85
Agrodiversidad
La Convención de Diversidad Biológica distingue tres niveles de agrodiversi‐
dad: 1) diversidad varietal y genética, 2) diversidad de especies de cultivos y
animales y 3) diversidad de los sistemas agrícolas o de los agroecosistemas
(UNEP, 1992). Sin embargo, otros autores, como Brookfield y Padoch (1994),
consideran la agrodiversidad como «las diferentes maneras en que los produc‐
tores utilizan la diversidad natural del medio ambiente para la producción,
incluyendo no solo su opción de cultivo, sino también su manejo del suelo, el
agua y la biota en su conjunto». Cinco años más tarde, Brookfield y Stocking
plantearon la necesidad de diferenciar la agrodiversidad de la agrobiodiversi‐
dad, y consideraron a la segunda como parte de la primera. Lógicamente, las
condiciones agrodiversas y heterogéneas propias de las áreas menos favorecidas
de los países tropicales, la diversificación de actividades y la variabilidad gené‐
tica, en su conjunto, desempeñan un papel importante para aliviar sus limita‐
ciones biofísicas y socioeconómicas (Ruben y Pender, 2004; Van Keulen, 2005).
Con relación a la agrodiversidad, este estudio se concentró en el análisis
del agroecosistema desde el punto de vista de la seguridad alimentaria (pro‐
ductividad de la tierra y la fuerza de trabajo), la conservación del medio am‐
biente y el uso óptimo de los recursos disponibles. Un objetivo primordial fue
evaluar hasta qué punto una mayor agrodiversidad —en cuanto a cultivos,
ganadería y especies de árboles, como parte de los sistemas agrícolas integrados
y multifuncionales—, contribuye a alcanzar estos propósitos (figura 21).
Las fincas integradas se diferenciaron de las especializadas por tener una
mayor agrobiodiversidad, es decir, más recursos genéticos disponibles —como
se refleja en los indicadores riqueza de especies, diversidad de producción y
diversidad de árboles— y, por consiguiente, mayor variación espacio‐temporal.
En estos sistemas que operan en condiciones de bajos insumos y elevada in‐
certidumbre, una mayor diversidad contribuye decisivamente a reducir el
riesgo e incrementar la productividad (Vandermeer et al., 1998; Altieri, 1999).
De hecho, el nivel de regulación interna de los agroecosistemas depende mucho
del grado de diversidad de plantas y animales, y además, esa agrodiversidad
es el resultado de la interacción entre el ambiente, los recursos genéticos y el
manejo, lo que modifica su funcionamiento y permite mayor adaptabilidad a
situaciones extremas (Almekinders et al., 1995).
Tales variaciones forman parte del principio ecológico que plantea que las
complementariedades en los sistemas integrados promueven la abundancia de
especies y el uso de recursos internos y, por consiguiente, la sostenibilidad
agroecosistémica (Altieri, 2002; Kenmore, 2003; Van Keulen, 2005). La mayor
86
Bajos insumos Altos insumos externos,
externos, altas tasas de agricultura industrial en
Alta reciclaje e integración monocultivos
Productividad
ganadería-agricultura
Alta Baja
Eficiencia
Bajos insumos Sistemas especializados
externos, sistemas con bajos insumos
Baja
Alta Baja
eficiencia en el uso de los recursos genéticos disponibles localmente también
puede influir de forma positiva en la productividad, y permite la intensifica‐
ción sostenible del agroecosistema (Tilman et al., 2001). Evidentemente, los
sistemas especializados industriales, con menor agrodiversidad, tienen muchas
dificultades para lidiar con condiciones de bajos insumos y variaciones en el
clima, así como con las fluctuaciones en los mercados. Los sistemas agrícolas
con poca diversidad tienen también menos posibilidades de usar los recursos
locales y, por lo tanto, son más dependientes de los insumos externos, lo que
contribuye a su vulnerabilidad en caso de estrés socioeconómico.
Las fuentes para la biodiversificación de las fincas integradas fueron
múltiples. Los productores obtuvieron variedades tradicionales de especies de
plantas y animales de sus vecinos, y también tuvieron acceso a nuevo material
genético desarrollado en instituciones de investigación. Durante los últimos
años, en Cuba se han impulsado con éxito sistemas locales de innovación, en
los cuales los productores seleccionan su propia reserva de diversidad genéti‐
ca, ajustándose a las características de sus sistemas de cultivo, condiciones
biofísicas y expectativas socioeconómicas (Ríos, 2004). En busca de la seguridad
alimentaria y la generación de ingresos, en las fincas integradas se dedicó una
87
proporción del área disponible a la producción de cultivos para el autoabasteci‐
miento, la comercialización y la implementación de medidas conservacionistas.
Para decidir la proporción que se destinaría a cultivos, productores e
investigadores tuvieron en cuenta factores como disponibilidad de tierra,
proporción de insumos, balance de alimento animal, características del suelo,
productividad de forrajes y disponibilidad de residuos de cosecha. Las limita‐
ciones y oportunidades del mercado, los contratos de venta con el Estado, así
como otros factores socioeconómicos, también desempeñaron un papel deci‐
sivo a la hora de convertir fincas especializadas en empresas agrodiversas y
multifuncionales. Por ejemplo, los huertos diversificados contribuyen sustan‐
cialmente al consumo familiar. La alta agrodiversidad también requirió deci‐
siones más dinámicas y condujo a una mejor asignación de alimentos y fuerza
de trabajo, en tanto contribuyó al uso óptimo de los recursos durante el año
agrícola (Schiere et al., 2002; Tittonell et al., 2007b).
Las especies que realizan el sendero fotosintético C 4 tienen la ventaja de
aprovechar la elevada intensidad luminosa y las altas temperaturas que carac‐
terizan a los ambientes tropicales (Ehleringer et al. 1997, ´t Mannetje, 2003).
La incorporación de especies forrajeras de alta productividad, como la caña de
azúcar, el king grass, el zacate Guatemala y la hierba guinea, garantizan la alta
producción de biomasa en las fincas integradas. Su uso estratégico fue una
herramienta poderosa para la intensificación sostenible. Además, las legumi‐
nosas, arbustos, árboles y abonos verdes se utilizan con gran efectividad para
mejorar la fertilidad del suelo (Lal, 2005) y elevar la calidad del alimento animal.
Combinar especies de alta producción de biomasa con leguminosas en diver‐
sos lugares condujo a una mayor disponibilidad de nitrógeno, estimuló la for‐
mación de humus y el secuestro de carbono (Power et al. 2001; Christopher y
Lal, 2007). Los árboles, introducidos para varios propósitos (sombra, cerca y
alimento), desempeñaron un papel importante en el reciclaje de nutrientes, ya
que actuaron como una «bomba de nutrientes» desde las capas más profundas
del suelo (Breman y Kessler, 1995), aunque sus producciones y servicios am‐
bientales solo se lograron a mediano plazo, es decir, a partir del tercer año de
establecimiento (Monzote et al., 1999).
Productividad
Se denomina productividad a la capacidad que tienen los componentes del
sistema (cultivos, animales y árboles) de capturar y convertir los recursos
naturales disponibles (energía, agua, nutrientes y diversidad genética) en bio‐
masa de plantas y animales. Los indicadores de productividad —rendimiento
88
de leche por unidad de área de la finca, rendimiento lechero por unidad de área
de forraje y salidas de proteína y energía por unidad de área total— alcanzaron
mayores valores en los sistemas integrados que en los especializados (apén‐
dice 2, tablas 2.4a y 2.4b), bajo similar disponibilidad de recursos externos.
La producción lechera por unidad de área de la finca resultó superior
tras la conversión a sistemas integrados, a pesar de que entre 25 y 36% de las
tierras fueron destinadas a cultivos (apéndice 2, tabla 2.3), lo que confirmó los
resultados de las investigaciones en fincas experimentales a pequeña escala.
La agrodiversidad temporal (años de conversión) y la espacial (diseño de la
finca) resultaron los principales factores para alcanzar mayor productividad
de la tierra. El incremento en las salidas de energía y proteína por unidad de
área de la finca no fue significativamente diferente entre fincas convertidas
durante 1‐2 años y las convertidas por mucho más tiempo. Ello demuestra la
casi inmediata respuesta productiva de los sistemas agrícolas a la diversifica‐
ción. Esto puede atribuirse, por una parte, a la alta fertilidad base del suelo en
áreas previamente dedicadas a pastos en beneficio de los cultivos establecidos
y, por otra, al mayor uso de los recursos internos y las diferencias inherentes a
la eficiencia en la conversión de la energía solar en productos agrícolas y ga‐
naderos (Trenbath, 1986; Spedding, 1998).
La alta fertilidad «inicial» del suelo es resultado de al menos dos facto‐
res: 1) las características originales y la ausencia de cultivos, es decir, baja
extracción de nutrientes y 2) el reciclaje de estiércol animal, hojas y raíces
superficiales durante un prolongado período de tiempo. Sin embargo, inme‐
diatamente después de establecer la rotación de cultivos, deben implementarse
medidas de conservación del suelo que eviten una rápida erosión, con la
pérdida asociada de características favorables (Lal, 2005). La inclusión de
leguminosas en la rotación aumenta la disponibilidad de nitrógeno, según
Carpenter‐Boggs et al. (2000).
En investigaciones realizadas hace casi una década, se comprobó que la
mineralización de nitrógeno neta fue más alta en las parcelas que nunca reci‐
bieron fertilizante nitrogenado, pero que fueron sembradas con legu‐minosas,
que en las parcelas con un historial de fertilización química. Ya está bien com‐
probado, incluso en investigaciones realizadas durante más de cien años en la
Estación Experimental de Rothamsted en Inglaterra, que las aplica‐ciones re‐
gulares de estiércol animal y de compost tienen efectos positivos en la fertili‐
dad del suelo, promueven la mineralización de nitrógeno y aumentan el
volumen de materia orgánica. Este mecanismo surte efectos positivos en la
retención de agua, y trae aparejado el crecimiento de la raíz, la captura de
89
nutrientes y el incremento de la productividad de los cultivos (Pimentel et al.,
2005; Richter et al., 2007).
En nuestro estudio, los rendimientos lecheros fueron significativamente
superiores por unidad de área de la finca y por unidad de área forrajera, lo
cual muestra claramente que los recursos internos y externos se utilizaron con
más intensidad en las fincas integradas que en las especializadas. La alta efi‐
ciencia en la conversión no solo evidencia la productividad de la tierra en lo
que se refiere a la energía y la proteína de los alimentos, sino que también
permite disponer de mayor cantidad y mejor calidad de alimento animal a lo
largo del año. En los sistemas especializados ganaderos, basados únicamente
en pastizales y con fuertes fluctuaciones estacionales en la tasa de crecimiento,
la producción animal durante la estación seca fue muy baja.
El sobrepastoreo fue otro factor clave que limitó la productividad en
las fincas ganaderas especializadas. Sus áreas de pastizales, dominadas por
especies nativas de baja productividad, fueron fuertemente invadidas (40‐50%)
por malezas arbustivas espinosas y de rápido crecimiento, como el marabú y
el aroma. La retención de animales envejecidos y poco productivos en las
fincas especializadas también impactó negativamente en los rendimientos
lecheros.
Aunque el rendimiento lechero por unidad de área total fue similar entre
las fincas medianas y pequeñas, todos los indicadores de productividad ten‐
dieron a incrementarse con la reducción del tamaño. Los valores más altos de
productividad que se alcanzaron en las fincas menores de 10 hectáreas indican el
uso intensivo y la localización más eficiente de los recursos naturales a esta
escala. Por otra parte, los valores inferiores de productividad, propios de las
grandes fincas especializadas, revelan el pobre manejo del sistema y el uso
extensivo de los recursos naturales, lo que a su vez constituye una oportunidad
para la transición.
Eficiencia energética
El incremento de la eficiencia energética en la producción agropecuaria debe
ser una prioridad en las condiciones de bajos insumos que caracterizan a la
economía cubana (Funes‐Monzote y Monzote, 2001; Monzote et al., 2002).
Este estudio muestra que los sistemas integrados logran una eficiencia ener‐
gética mucho mayor y con menor costo energético para la producción de pro‐
teína que los sistemas ganaderos especializados. El uso intensivo de los recur‐
sos internos en los sistemas integrados y las diferencias inherentes a la
eficiencia en la conversión entre productos agrícolas y ganaderos, mejoraron
90
la eficiencia energética de los sistemas ganaderos, algo similar a lo ocurrido
con los indicadores de productividad.
El empleo de residuos de cosecha para la alimentación animal, así como
el uso intensivo de abonos en áreas de cultivos y forrajes, fueron dos prácticas
comunes en las fincas integradas que derivaron en un uso eficiente de los in‐
sumos energéticos. Pero además, el empleo más intensivo de los terrenos de la
finca en la rotación de cultivos a lo largo del año, adaptándolos a las variacio‐
nes temporales, también contribuyó a la mayor eficiencia energética. Solo en
el primer año de conversión, los insumos energéticos fueron diferentes entre
las fincas integradas comerciales y experimentales (apéndice 2, tabla 2.4a). Ello
se debe a una mayor utilización de combustible durante el período de estable‐
cimiento de las fincas comerciales, que eran alrededor de diez veces mayores
en tamaño. El significativo incremento de la eficiencia energética en las fincas
convertidas, se alcanzó con una disminución proporcional en la fuerza de trabajo.
Reciclaje de nutrientes
La optimización del uso de estiércol animal es un objetivo importante en la
gestión de nutrientes en los sistemas integrados ganadería‐agricultura, espe‐
cialmente cuando no se dispone de otras fuentes de fertilizantes (Rufino et al.,
2007; Tittonell et al., 2007). Además, si el estiércol es procesado como vermi‐
compost, su calidad mejora sustancialmente, lo cual permite aplicar menores
dosis en el campo. El uso de abonos orgánicos en las fincas integradas fue casi
diez veces superior que en las ganaderas especializadas. Aparte del estiércol
vacuno durante el pastoreo, las aplicaciones anuales de estiércol fueron muy
bajas (0.3 t/ha) en las fincas especializadas. Según comunicación personal de
Antonio Salinas (Cooperativa «26 de Julio», Bacuranao, La Habana), en condi‐
ciones comerciales es posible colectar aproximadamente 5.5 t/ha/año de es‐
tiércol con una carga animal 1 UGM/ha. Mientras la aplicación de estiércol en
las fincas integradas es una práctica común, en las ganaderas especializadas
pareció algo problemático.
Entre los factores responsables de este deficiente empleo de un recurso
tan valioso, se encuentran la supuesta falta de fuerza de trabajo para realizar
todas las actividades de la finca, los pobres incentivos económicos, la ausencia
de una respuesta inmediata a las aplicaciones de estiércol sobre el mejora‐
miento del suelo y la productividad agrícola, la determinación de otras priori‐
dades en el manejo de la finca y el escaso conocimiento sobre el cuidado del
suelo. En ocasiones se aplicó el estiércol colectado en las fincas especializadas
91
al área de king grass o caña de azúcar después de cortada, pero la práctica más
común fue almacenarlo en pilas, quedando susceptible a pérdidas con la lluvia,
y a lavarse hacia las áreas cercanas a las naves. La demanda de algunas fincas
urbanas y de agricultores de avanzada que recogen sistemáticamente el es‐
tiércol acumulado en las vaquerías y otras unidades pecuarias, ha impedido
que este recurso se desperdicie. Por una parte, esta es una solución al problema
ambiental que ocasiona la acumulación de estiércol, pero por otra, contribuye
al deterioro de los suelos ganaderos por la exportación de nutrientes y materia
orgánica.
La aplicación de estiércol animal en las fincas integradas, principalmente
en variantes orgánicas (abono y humus de lombriz), fue de 3 a 5 t/ha/año,
principalmente en las áreas forrajeras. Solo a través de estas alternativas pu‐
dieron reciclarse 49‐73 kg nitrógeno/ha/año, 35‐52 kg de fósforo y 56‐83 kg
de potasio. Otras prácticas que promueven el reciclaje de nutrientes son el
empleo de abonos verdes, la incorporación de residuos de cosecha, y el uso de
árboles y otras plantas que exploran mayor área del suelo con su sistema radi‐
cular (Tilman et al., 2002; Sánchez et al., 2004).
Por lo general, en las fincas integradas los residuos de cosecha fueron
utilizados primero como alimento animal, y la biomasa rechazada se apro‐
vechó como mulch o se incorporó al suelo después de ser compostada. El uso
de fertilizantes orgánicos fue significativamente superior en las fincas con
mayores proporciones de agricultura (apéndice 2, tabla 2.4a). El empleo de
cultivos en las fincas ganaderas fue en sí mismo un incentivo para utilizar
todo el estiércol disponible y así devolver los nutrientes al suelo, debido a la
necesidad de mantener un estatus nutritivo adecuado. En las fincas más pe‐
queñas se aplicaron mayores cantidades de fertilizantes orgánicos, lo que es‐
tuvo asociado con el manejo más factible de cantidades pequeñas de estiércol
y otros residuos sin necesidad de maquinaria y combustibles fósiles.
5.4 Conclusiones
Cualquier cambio tecnológico en la agricultura a nivel de finca debe estar
acompañado por adaptaciones en la economía general a una mayor escala
(municipal, provincial o nacional). Estos cambios deben basarse en decisiones
conscientes y concertadas entre agricultores, académicos, investigadores y
dirigentes. Bajo las actuales condiciones de Cuba y de acuerdo con los resultados
de esta investigación, las estrategias agroecológicas de integración ganadería‐
92
agricultura contribuirán a incrementar la productividad de la tierra, la autosu‐
ficiencia alimentaria, el ingreso familiar y la protección del medio ambiente,
más que la agricultura especializada convencional.
La reducción del tamaño de la finca, junto al aumento en la integración
ganadería‐agricultura, fueron medidas efectivas, tanto en fincas experimentales
como comerciales, para elevar la eficiencia energética y el manejo de nutrientes,
sin aumentar la dependencia del sistema de los insumos externos. El período
necesario para la conversión exitosa a fincas integradas fue relativamente corto
(alrededor de dos años), lo que hace posible el proceso de transición en cuanto
al manejo y rentabilidad en términos financieros.
El uso de métodos de análisis multivariados resultó clave para obtener
nuevas perspectivas sobre las variables que influyen en el desempeño de los
indicadores agroecológicos seleccionados. Al probar nuestras hipótesis e in‐
terpretar los resultados de una forma integrada, el empleo de gráficos biplot
basados en el análisis de redundancia confirmó la factibilidad de obtener efec‐
tos similares en fincas comerciales a los antes alcanzados en las experimentales
prototipo. Estos resultados indican el potencial agroecológico de los sistemas
integrados a pequeña y mediana escala para el presente y futuro de la agricul‐
tura cubana.
93
VI. Validación de estrategias
integradas sostenibles
para condiciones locales
En respuesta a los cambios producidos en años recientes y a los retos actuales,
agricultores y técnicos, apoyados por instituciones de investigación, aplican
enfoques innovadores que desarrollen sistemas agrícolas sostenibles y adap‐
tados a las condiciones locales (Funes‐Monzote, 2004; Ríos, 2006; ACTAF, 2006;
Iglesias et al., 2007). Los sistemas agrícolas se caracterizan cada vez más por la
agrodiversidad y la heterogeneidad, y tienden a ser manejados descentraliza‐
damente por agricultores con expectativas y tradiciones diferentes (diversi‐
dad cultural) y con variadas opiniones sobre el desarrollo agrícola (diversidad
política). Sin embargo, sigue siendo una incógnita cómo desarrollar de una
manera eficaz y viable métodos sostenibles que tengan una perspectiva parti‐
cipativa. También es necesario identificar cuáles son los mejores «arreglos»
espaciales (diseño) y temporales (estrategias) para cada caso particular, sobre
la base de nuevos criterios y paradigmas, como la eficiencia biológica, la
energética y la de uso de estratégico de recursos externos e internos.
Numerosos estudios han indicado que cuando se combina el conoci‐
miento local con la investigación científica, se desarrolla un gran potencial
para la innovación y el desarrollo sustentable (Reijntjes, 1992; Pretty, 1995;
Sumberg y Okali, 1997; Chambers et al., 1998; Uphoff, 2002; Sumberg et al.,
2003). No obstante, en un contexto heterogéneo resulta tan importante identi‐
ficar las prácticas agrícolas locales sostenibles como las que no lo son (Lefroy
et al., 2000; Holt‐Giménez, 2002).
95
En la mayor parte del mundo en vías de desarrollo, los agricultores pe‐
queños tienen que ganarse la vida en circunstancias marginales y con pocos
recursos financieros. Generalmente trabajan en tierras poco productivas, de
baja fertilidad natural, donde existen fuertes limitaciones para el uso de los
recursos naturales y con poco acceso a la irrigación, la energía y la tecnología
(Ruben y Pender, 2004; Van Keulen, 2005; Devendra, 2007; Tittonell, 2008).
Sin embargo, los agricultores pequeños son más numerosos y, aunque ocupan
generalmente un área menor de tierra en comparación con las grandes exten‐
siones de monocultivo, contribuyen en mayor proporción y con más eficiencia
a la seguridad alimentaria local y global.
Durante casi dos décadas, productores e investigadores han sido prota‐
gonistas de la introducción y aplicación exitosa en Cuba de los sistemas de
bajos insumos externos (Funes et al., 2001). En particular, el potencial de los
sistemas integrados para lograr una productividad relativamente alta y un uso
eficiente de la energía con bajos niveles de insumos externos, fue identificado
desde inicios de los años noventa (Muñoz et al., 1993; García Trujillo y Monzo‐
te, 1995; Monzote et al., 1999). Los ejemplos que sostienen esa afirmación son
muchos como para ser mencionados aquí. Sin embargo, a pesar de todas estas
experiencias exitosas, los sistemas integrados han enfrentado —y siguen
enfrentando— muchas limitaciones tecnológicas y socioeconómicas que deben
resolverse para alcanzar su potencial. Entre las principales limitaciones tec‐
nológicas se encuentran: 1) falta de información detallada sobre el funciona‐
miento interno de los sistemas integrados, 2) poco conocimiento sobre el
papel de la agrodiversidad funcional, y 3) la ausencia de pautas específicas del
contexto y las «mejores prácticas» para su diseño. Las restricciones socioeconó‐
micas van desde la resistencia de los productores a convertir sus fincas, hasta
la falta de incentivos y capacitación apropiados para establecer sistemas inte‐
grados. Otra limitación importante es la falta de una estructura adaptada a los
nuevos paradigmas agrarios y una acción sistemática que permita llevar a cabo
y adaptar el conocimiento existente a la nueva realidad socioeconómica.
Tecnológicamente, la integración agricultura‐ganadería ofrece muchas
maneras de lidiar con los desafíos ambientales y socioeconómicos que enfrenta
la agricultura. Los sistemas integrados han sido asociados a objetivos como la
autosuficiencia alimentaria, el uso óptimo de la tierra, la multifuncionalidad, la
optimización de los flujos de nutrientes y energía, y la agrodiversidad (Altieri,
2002; Schiere et al., 2002; Pimentel et al., 2005). Además, tienden a diversifi‐
car las fuentes de ingresos de los agricultores, contribuyen a la seguridad
alimentaria y empoderan a los campesinos pobres que viven en condiciones
96
marginales (Sumberg, 1998; Pretty et al., 2003; Devendra, 2007; Herrero et al.,
2007). A pesar de ello, los modelos industriales, altamente ineficientes en el
uso de la energía y degradadores del medioambiente, continúan preponde‐
rando en el mundo.
En este capítulo se presentan los resultados de un estudio de caso realiza‐
do durante cuatro años (2000‐2004) en el municipio habanero de San Antonio de
los Baños. Su objetivo fundamental fue validar los resultados obtenidos en los
estudios anteriores descritos en los capítulos IV y V. Como tercera fase (apli‐
cación) y final de ECOFAS (capítulo III), se identificaron estrategias locales
para guiar el proceso de conversión hacia el uso más integrado y sostenible de
los recursos naturales en la agricultura.
6.1 Fase de aplicación de ECOFAS
El estudio, que persiguió identificar alternativas locales para mejorar los sis‐
temas agrícolas, se desarrolló durante un período de cuatro años (2000‐2004),
y consistió en la aplicación de seis pasos de forma cíclica (figura 22). Cada
ciclo comienza con la identificación de puntos críticos (prácticas insostenibles
y principales limitaciones), la definición de objetivos (prácticas sostenibles)
para la agricultura en la región, así como la selección y diagnóstico de las fin‐
cas que fueron empleadas como referencia para la investigación (paso 1). Como
parte de un diagnóstico más detallado, se construyeron mapas de bio‐recursos y
de infraestructura de tales fincas (paso 2).
A fin de completar el diagnóstico, se caracterizaron las fincas y se selec‐
cionaron los indicadores específicos a partir de los puntos críticos identifica‐
dos (paso 3). En el paso 4 se monitorearon los indicadores y se recogió
información durante períodos anuales, para valorar su desempeño individual
(paso 5). Finalmente, se llevó a cabo un análisis integrado y se formularon
recomendaciones de mejoras en los sistemas agrícolas mediante un proceso
participativo (paso 6). Un nuevo ciclo se inició con la redefinición de puntos
críticos y objetivos en un ciclo continuo de identificación y solución de pro‐
blemas.
La aplicación de ECOFAS (capítulo III) se basó en métodos de investiga‐
ción en fincas (Pretty et al., 1995; Checkland y Holwell, 1998), empleados dentro
de un proceso que garantiza la participación conjunta de investigadores y ac‐
tores locales. Reconocer las habilidades y el conocimiento tradicional de los agri‐
cultores, su capacidad para el análisis del agroecosistema, la innovación, el
97
Paso 1 'T1 '
Selección de f incas
comerciales y definición
de punt os crí ticos
Paso 1 'T2 '
Paso 6
Análisis int egrado y Paso 2
f ormulación de alternativas M apeo de los bio-recursos
Paso 5
Paso 3
Evaluación del
comport amiento de los
Caract erización del
sist ema de producción y
indicadores
selección de indicadores
Paso 4
M onit oreo de
indicadores para la
colecta de dat os
Figura 22. Evaluación, reflexión, análisis y diseño del ciclo de mejoramiento de los sistemas
agrícolas. Adaptado de: Vereijken, 1999; Van Ittersum et al., 2004; López-Ridaura et al., 2005.
diseño, la planificación y la definición de estrategias, fueron relevantes para el
estudio. Este principio parte de una noción muy reconocida: el intercambio de ideas
entre agricultores e investigadores genera soluciones a muchos problemas que no
será factible resolver con los paradigmas de la ciencia clásica dominante durante
los últimos años (Conway, 1985; Chambers et al., 1998; Sumberg et al., 2003).
Selección y descripción de las fincas
La información histórica fue un criterio importante en la selección y estudio
de las fincas en San Antonio de los Baños, pues muchas de las prácticas agríco‐
las utilizadas en el pasado podrían ser útiles para resolver problemas actuales
de los sistemas agrícolas, como sugirieron Van Keulen y Schiere (2004) en su
trabajo «Crop‐livestock Systems: Old Wine in New Bottles?» (Sistemas inte‐
grados agricultura‐ganadería: ¿Vino viejo en botellas nuevas?). De hecho, la
98
evolución histórica de esta localidad —que a diferencia de otras regiones del
país, no tuvo grandes latifundios— y el renacer de muchas prácticas agrícolas
tradicionales con la crisis de los noventa, fueron las principales razones para
su selección como región de estudio.
Otra razón fue la presencia de un rebaño ganadero grande, mantenido en
un área de pastos relativamente pequeña, lo que indicaba el uso intensivo de
residuos de cosecha y otras prácticas no convencionales para la alimentación
animal. Los datos de la carga animal por hectárea de tierra de pastos permanen‐
tes —8.7 UGM/ha—, revelan que la mayoría de los residuos de cosecha y los
campos en barbecho son utilizados sistemáticamente para alimentar al ganado.
Las fincas seleccionadas dentro de la región eran representativas y con‐
trastantes, según el criterio empírico de los actores locales, en cuanto a sus
características de manejo, nivel de productividad y estrategias de uso de los
recursos naturales. Los extensionistas y los representantes del sector ganadero
a nivel municipal seleccionaron varias fincas y propusieron varios agricultores
para participar en el estudio. Finalmente fueron tres fincas las seleccionadas:
una ganadera especializada «Vaquería 10» (33.7 ha) y dos integradas: «Remedio»
(9.4 ha) y «La Sarita» (47 ha). Las fincas integradas, pertenecientes a la CCS
«Vicente Pérez Noa», habían sido manejadas durante al menos setenta años
con métodos agrícolas tradicionales. La especializada, de la UBPC «Factor Ro‐
jo», era una lechería típica de la región. Las tres se gestionaron como sistemas
de bajos insumos externos, pero representan diferentes formas de organiza‐
ción de la producción y tenían sus diseños y características propias.
Los sistemas de producción difirieron en cuanto a su tamaño, forma de
tenencia de la tierra, manejo, agrodiversidad, intensidad de la fuerza de trabajo e
infraestructura. Los administradores de las fincas estuvieron de acuerdo en parti‐
cipar en el estudio y fueron innovadores activos, abiertos a discutir alternati‐
vas y proporcionar la información libremente. Aunque otros actores locales
también participaron en el estudio, las fuentes principales de información
fueron los administradores y las familias en las fincas seleccionadas. Para cla‐
sificar los sistemas productivos, se adoptó la tipología desarrollada en el estudio
a nivel nacional (capítulo V).
La finca «Remedio» clasificó como una finca integrada de pequeña escala y
con una proporción media de área dedicada al cultivo; «La Sarita» fue clasificada
como integrada, de mediana escala y proporción media de cultivos; y la «Va‐
quería 10», como ganadera especializada, a mediana escala. La figura 23
muestra el diseño de las tres fincas e incluye el uso de la tierra a nivel del sub‐
sistema un año antes de iniciar el estudio y al momento del diagnóstico.
99
h
g
a
f
e
a b b d
d
j
Sistema de
producción
b a c
c e
i
g f d
h e f
c
Integración «Remedio» (9.4 ha) «La Sarita» (47 ha) «Vaquería 10» (33.7 ha)
ganadería:agricultura* 73:27 65:35 100:0
Anterior** Diagnóstico Anterior Diagnóstico Anterior Diagnóstico
a C C C G F F
bc C
C
C
G
G
C
G
G
G
G
G
G
Uso de la tierra
d
Subsistema/
C C G G G G
e G F G C A A
f C F G C G G
gh G
F
F
C
G
C
C
G
-
-
-
-
i - - C G - -
j - - C G - -
k - - F F - -
Figura 23. Descripción general del uso de la tierra en los tres sistemas agrícolas estudiados.
* La proporción ganadería-agricultura se define como el porcentaje de tierra directamente usada para
cada subsistema.
** 2-4 años antes de comenzar el estudio. Las áreas coloreadas en los esquemas de las fincas representan
la tierra dedicada a cultivos. El suelo de cada subsistema, identificado por una letra (a, b, c… k), fue sujeto a
análisis físico-químico (0-20 cm). C: cultivo arable; F: forraje; G: pasto; A: árboles.
Diagnóstico participativo e identificación de puntos críticos
Como primer paso en el ciclo de evaluación y diseño (figura 22), el diagnóstico
a nivel de finca y regional se enfocó en la identificación de puntos críticos, es
decir, los problemas explícitos de insostenibilidad en los sistemas ganaderos
para su conversión a sistemas integrados (tabla 12). También se consideraron
importantes los problemas ambientales identificados por el Ministerio de
Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente a nivel nacional (CITMA, 1997).
6.2 Diagramación y caracterización de prototipos
El diagnóstico a escala de finca incluyó una caracterización detallada de cada
una. El uso de métodos de diagramación permitió comprender mejor la estruc‐
tura holística de los sistemas agrícolas como un requisito previo para analizar
su desempeño de forma participativa (Giampietro y Pastore, 2001) y como base
100
Tabla 12. Puntos críticos identificados por actores locales y objetivos para implementar sistemas
integrados de producción en San Antonio de los Baños a escala de finca (EF) y regional (ER)
Dimensión/
Punto crítico Objetivo EF ER
atributo
Pocas fuentes de forraje. Diversificar las fuentes forrajeras Intro- x
Biodiversidad
tos. tos.
Auto
Viabilidad
101
Falta de interés de los Hacer económicamente atractiva la x
Aceptabilidad campesinos en las activi- producción ganadera.
dades ganaderas.
Limitadas capacidades de Promover la innovación entre los cam- x x
innovación. pesinos.
Pérdida de tradiciones Revitalizar el conocimiento tradicional. x x
agrícolas.
Deficientes servicios Mejorar las facilidades en las viviendas. x
domésticos.
Pobres condiciones de Mejorar las condiciones laborales y los x x
Equidad
trabajo. salarios.
SOCIALES
las UBPC.**
Falta de trabajadores Organizar actividades de extensión y x
experimentados. entrenamiento entre los productores.
Dificultades en la recogida Estimular el empoderamiento de los x x
y comercialización de los productores y las asociaciones de pro-
productos, y deficientes ductores.
servicios veterinarios.
* Las fincas ganaderas especializadas usualmente exportan estiércol a fincas de tabaco, huertos
urbanos y otras fincas, lo que conduce a la extracción de materia orgánica y de nutrientes del suelo.
** En las UBPC, la junta de asociados de la cooperativa toma las decisiones relativas al proceso pro-
ductivo de forma colectiva, pero esta se limita a temas en los que la empresa tiene más protagonismo.
para definir estrategias agroecológicas (Conway, 1998). En concordancia con
Lightfoot et al. (1994) y Dalsgaard y Official (1997), los diagramas de bio‐
recursos e infraestructura deben elaborarse de acuerdo con los objetivos que
persigue el estudio.
Fincas integradas
Además de las especies de pastos y forrajes, de árboles frutales, maderables y
cercas vivas, excepto la vegetación espontánea y la fauna silvestre, se identifi‐
caron 38 especies en «Remedio» y 49 en «La Sarita». A pesar de las similitudes
en cuanto a biodiversidad y componentes, tamaño de la finca e intensidad de
la producción, las fincas integradas se clasificaron en dos prototipos diferen‐
tes. En ambas, parte de la producción se comercializó a través de los canales
correspondientes, mientras que la restante fue empleada para el consumo
familiar y la distribución a los trabajadores externos.
Los arreglos multifuncionales de agrodiversidad produjeron beneficios
agroecológicos y económicos. Mientras el ganado y otras especies animales
102
garantizaron un ingreso diario a través de la leche, la carne o la producción de
huevos, también desempeñaron un papel simultáneo en el reciclaje de nutrien‐
tes y energía al consumir residuos de cosecha no aptos para humanos, así como
producir estiércol y servir para la tracción. Las prácticas agrícolas empleadas
derivaron en un uso equivalente de la tierra más alto en policultivo, que lo
esperado en monocultivo, según los resultados promedio de la localidad. Otros
beneficios de la agrodiversidad fueron el control de plagas, la protección contra
la erosión del suelo y la generación de ingresos extra que ayudaron a «finan‐
ciar» la producción de leche y carne.
Además, los árboles, dispersos en las fincas, así como los cultivos y la
producción animal, produjeron cantidades considerables de frutas y forrajes,
además de ofrecer otros servicios ambientales —por ejemplo, refugio para
aves, sombra y reciclaje de nutrientes—. Los árboles también están relaciona‐
dos con preocupaciones globales, como la retención de carbono y la eficacia
energética. Experimentos recientes en Cuba (Sánchez, 2007) en sistemas agro‐
forestales con asociaciones de leucaena y guinea por un período de más de
diez años, han mostrado un incremento de la materia orgánica entre 3.3% y
4.1% en una profundidad del suelo de 0‐20 cm. Esto fue atribuido principal‐
mente a la incorporación de hojas y estiércol al suelo durante el pastoreo con
cargas entre 1.5 a 2.0 UGM/ha. Investigaciones anteriores habían demostrado
que la hierba guinea, tolerante a la sombra, en asociación con leucaena en sis‐
temas silvopastoriles, produjo mayor volumen de biomasa y de mayor calidad
que en cultivo puro (Alonso, 2003). Además, los árboles de leucaena pueden
fijar de 200 a 600 kg/ha/año de nitrógeno atmosférico, lo que permite intensi‐
ficar la producción ganadera.
Estrategias de alimentación animal: La carga ganadera global en «Re‐
medio» (2.4 UGM/ha) y «La Sarita» (1.7 UGM/ha) fue alta en comparación
con los rangos típicos de agroecosistemas tropicales. A pesar de la limitada
área dedicada a pastos y forrajes, que fue de 73 y 65% del área total, respec‐
tivamente, las cargas fueron de 3.2 UGM/ha para la finca «Remedio» y 2.6
para «La Sarita», sin incluir las otras especies animales (figuras 24 y 25). En
ambas fincas, alrededor del 75% del alimento total consumido por los ani‐
males se produjo internamente o en la localidad, en tanto se adquirieron
pequeñas cantidades de concentrados para alimentar a los terneros, a los
animales de alta producción y monogástricos. Las especies de pastos más
importantes fueron: paspalum, bermuda, guinea y pasto estrella; y las legu‐
minosas: glicine, dolichos y canavalia.
103
Las raciones estuvieron basadas en la combinación de forraje de corte de
alto rendimiento, como la caña de azúcar, el king grass y el zacate Guatemala;
con subproductos de cosecha como maloja de maíz y sorgo, tallos y hojas de
yuca, frijol y maní, y hojas de boniato, cuya disponibilidad y calidad variaron a lo
largo del año. Esta constituyó una dieta diversa y adecuada para los animales.
Estrategias complementarias como el uso de pastizales en tierras comunales y
la importación de alimentos de otras fuentes locales —melazas, derivados de la
industria de procesamiento de cítricos y, en ocasiones, residuos de productores
vecinos— facilitaron un esquema flexible de alimentación animal a lo largo del
año, incluso durante la estación seca. La especialización en la producción ani‐
mal, el manejo de los pastos y de los sistemas agrícolas, así como el uso de
subproductos de cosecha, contribuyeron a los resultados de las fincas.
Fuerza de trabajo: La compleja estructura productiva y las dinámicas in‐
teracciones en las fincas integradas derivaron en un gran número de actividades.
Entre las más importantes está alimentar a los animales, sembrar, desyerbar,
recolectar estiércol, arar, cercar, cosechar, ordeñar las vacas y reparar las
máquinas. Se necesitaron además guardias para proteger animales y sembra‐
dos. La actividad que consumió mayor fuerza de trabajo fue la alimentación
animal, que ocupó aproximadamente el 20% del tiempo total. Se contrató
fuerza de trabajo externa con el objetivo de cortar forraje, pastorear y arar la
tierra, en cooperación con miembros de la familia. La planificación laboral se
basó fundamentalmente en decisiones a corto plazo, como respuesta a las de‐
mandas de la finca. Las mujeres participaron activamente en algunas labores,
como alimentar a los animales menores (cerdos, conejos y gallinas), cosechar y
preparar comida para la familia y los obreros contratados. Ellas también se
responsabilizaron con el cuidado de los niños y de la casa.
Una limitación importante fue la escasa disponibilidad de fuerza de tra‐
bajo calificada, con habilidades, por ejemplo, para arar con bueyes. En general,
la contratación de fuerza de trabajo no fue una tarea fácil. En la finca «La Sari‐
ta», de mayor tamaño, se contrataron más obreros para tareas eventuales y de
manera permanente. Un día típico de trabajo fue de ocho horas para un pago
de veinte a treinta pesos cubanos, cantidad superior a los quince pesos diarios
que cobra un funcionario administrativo en la ciudad. Además de este pago,
los trabajadores permanentes recibieron otros beneficios, como leche, raíces y
tubérculos, vegetales, granos e incluso carne.
Fuentes de insumos y su uso estratégico: El uso estratégico de los escasos
recursos fue parte de la continua innovación y de los procesos de solución de
problemas. Las dos fincas integradas recibieron cantidades limitadas de insumos
104
Infraestructura
Pastoreo comunal en areas de pastos naturales Casas de familia (1, 2, 3); nave para el almacenamiento de
Cultivos (1.5 ha)
(3 ha) / bermuda común y paspalum. semillas y la producción, garage (4); taller de reparaciones
Policultivos: maíz/maní; maíz/frijoles
0.8 t maíz, 20 t maloja de maíz (5, 6, 7), parqueo de maquinaria (8); procesamiento de
1 t maní, 0.7 t frijoles, 5.0 t residuos de frijoles y forrajes y subproductos de cosecha, moledora, bomba de
maní. Los animales pastan en los campos de King grass, Zacate King grass agua para el consumo familiar e irrigación y otras
barbecho. Dspués de dos años bajo cultivo estos rotan Guatemala (0.1 ha) máquinas (9); nave de ordeño (10), corrales de cerdos
(0.25 ha)
Vereda Nueva
a pastos durante dos años. (0.2 ha) (11), jaulas de conejos (12), establo de cabras y carneros
(13).
Caña de azúcar (1 ha)
El campo es demolido cada tres-cuatro años y
Produccion animal (t)* Producción de frutas (t)*
rotado a otra área para evitar plagas y Casa de vecino
200 kg maíz,
enfermedades y para mantener los rendimientos Leche de vaca 15.000 Mango 2.500
Varias especies
1.2 t de boniato.
Cultivos (0.3 ha)
Plátano fruta
en cerca de 80 t/ha Leche de cabra 1.825 Mamey 0.600
Carne de res 3.150 Naranja 0.400
Parcela de plátano
6
Cerdo 2.150 Guayaba 0.160
Cultivos Cultivos Cultivos 10 8 7 Carnero 0.650 Limón 0.160
(0.3 ha) (0.25 ha) (0.25 ha) Corraleta (0.3 ha) 9 Conejo 0.440 Chirimolla 0.120
Rebaño bovino. Gallinas 0.050 Café 0.050
0.4 t frijoles 2.0 t malanga 0.3 t cebolla Distribución de 11 2 4 1
Huevos (unidad) 1650
0.4 t maíz 0.5 t tomates 0.4 t pimiento forrajes. Árboles frutales
1.5 t yuca 1.2 t calabaza Tratamiento Corral 5 distribuidos alrededor
Entrada de la finca
veterinario. 3
11 animales de los campos
Colecta de estiércol menores
tres veces al año. (0.15 ha)
Rebaño animal Rebaño vacuno
13
11
12
Vacunos (22.8 UGM) 41 Vacas 11
Pastizales naturales (1.5 ha) manejados con pastoreo Cerdos 12 Novillas 8
dirigido. Terneros y añojos, cabras y carneros Carneros 17 Añojas 5
Rotación con cultivos en intervalos de uno o dos años Cabras 19 Terneras 6
Gallinas 41 Bueyes 2
San Antonio de los Baños
105
106
Cultivos (2 ha) Infrastructura
Guinea Guinea
9.1 t yuca Casa de familia (1, 2); naves para semillas,
2.0 t maíz Paspalum Paspalum (5 ha)
(4 ha) producciones y taller de reparación (3, 5);
1.8 t frijoles
parqueo de maquinaria (4); nave de ordeño,
establo para los caballos, moledora de forraje,
Corraleta Arboleda (mango, Guinea Cuartón para procesamiento de subproductos (6); corrales
(1 ha) Rebaño mamey aguacate, (2 ha) los bueyes
Guinea para terneros (7); bomba de agua (8).
bovino guayava) (2.5 ha) (1 ha)
Pasto estrella Recolección
(3 ha) de estiércol Producción animal (t)* Producción de frutas (t)*
2
4 Leche de vaca 50.760 Mango 2.000
1 5 Guinea
Pasto estrella (2.1 ha) 7 Carne de res 5.818 Aguacate 2.000
Paspalum (4 ha)
6 Cerdo 0.909 Guayaba 0.800
3
4 Carnero 0.455 Anón 0.400
Caña de azúcar Huevos (unidad) 1300 Guanábana 0.400
50 t/año forraje
Paspalum 8 Café 0.100
(0.8 ha)
Pasto estrella
Hierba bermuda
(2.6 ha) Rebaño animal Rebaño bovino
Plantación de cítricos
(6 ha) 5.7 t Frijoles 1.5 t Gallinas 50 Bueyes 4
Maíz Caballos 4 Toros 8
perteneciente a la empresa
3t Añojos 11
Terneros 18
Figura 25. Diagrama de bio-recursos y de infraestructura de la finca «La Sarita» (47 ha).
* Producción anual de animales y cultivos. Los rendimientos de productos ganaderos corresponden al área total de la finca.
** UGM: unidad de ganado mayor (400 kg) de peso vivo. Las flechas blancas indican la dirección de la rotación ganado-cultivos dentro de un ciclo
completo de aproximadamente doce años.
a través de vías formales de distribución, como las cooperativas de crédito y
servicios. Otros materiales e insumos necesarios —piezas de repuesto, herra‐
mientas, fertilizantes, petróleo, medicamentos veterinarios, bolsas, sogas, cer‐
cas, cajas, pomos, entre otros— se adquirieron principalmente en el mercado
informal, pues no estaban disponibles o resultaban muy difíciles de encontrar
por la ausencia o la ineficacia de los canales formales. La escasez de estos ma‐
teriales creo difíciles condiciones que limitaron la eficiencia del trabajo y el
desarrollo de otras actividades, como el procesamiento de alimentos, o bien
obligó a que se buscaran alternativas que desviaron a los agricultores de las
tareas principales.
Maquinaria y condiciones de infraestructura: Aunque la infraestructura y
los equipos estaban obsoletos, las fincas integradas poseían un juego completo
de maquinaria e instrumentos con los cuales preparar la tierra y poner a fun‐
cionar la finca: un tractor con remolques, carretas de caballo, artefactos eléc‐
tricos para bombear agua y almacenes donde conservar productos e insumos
(figuras 24 y 25). Ambas fincas contaban con instalaciones para el manejo
animal —establos rústicos, cepos para proporcionar tratamiento veterinario y
vender animales, corrales de animales menores—, aunque algunas en estado
deficiente y hechas con materiales diversos. Además, poseían sistemas de rie‐
go por aspersión, arado, chapeadora y troceadora de forraje. La finca «Reme‐
dio» tenía otros equipos, como un molino de arroz y una destusadora de maíz.
El reciclaje de piezas de repuesto y los talleres de reparación en las fincas
apoyaron el funcionamiento de la maquinaria. Un elemento importante de la
infraestructura en las fincas integradas fueron los cercados, que a pesar de las
atenciones que recibían, se encontraban muy deteriorados. De ahí que a me‐
nudo los animales escaparan y dañaran las cosechas.
Interacción animalescultivos: Los agricultores no se conformaron con
rotaciones de cultivos prefijadas, sino que adaptaron sus diseños a las condi‐
ciones climáticas, a las demandas del mercado y a la disponibilidad de insumos.
El esquema agroecológico de «La Sarita» consistió en doce campos que habían
sido utilizados en rotación de cultivos (durante unos tres años) y pastoreo
(alrededor de cinco) (figura 25). Se aplicaron altas dosis de estiércol orgánico
en los cultivos y en las áreas forrajeras después de la segunda cosecha. Debido
a que la finca «Remedio» cubre un área menor e incluye un mayor número de
subsistemas (figura 24), la rotación y el uso de la tierra fueron más dinámicos;
y las decisiones, aún más complejas.
Manejo de nutrientes: Las fincas integradas aplicaron prácticas similares
de manejo de nutrientes. El ganado vacuno, ovino, caprino y equino depositó
107
la mayor cantidad de orina y estiércol durante el pastoreo. Además, todo el
estiércol recolectado en los establos y en los corrales de animales menores
se apiló por espacio de tres meses con el fin de aplicarlo en los campos de
forrajes y en los cultivos antes de las lluvias. El alimento animal importado
—residuos de los centros de procesamiento de cítrico, residuos de cosechas
de otras fincas, alimentos concentrados y subproductos de la industria azu‐
carera como melazas y bagazo enriquecido—, fueron apreciadas fuentes
externas de nutrientes. Estos insumos, junto con el reciclaje de nutrientes a
través de animales, plantas y árboles, parecieron suficientes para compensar
su considerable exportación en forma de productos. Los estudios del suelo
confirmaron adecuadas características físico‐químicas y alta disponibilidad
de nutrientes (apéndice 3.8). Este aspecto resulta de suma importancia, si
tenemos en cuenta que en términos de nutrientes la sostenibilidad ha sido
una de las mayores críticas a los sistemas agroecológicos.
Finca ganadera especializada
La «Vaquería 10» estuvo manejada en un sistema de pastoreo rotacional para
producir leche. El deterioro de los pastos, los problemas con la salud animal y
la baja productividad de la finca fueron los principales puntos críticos identifi‐
cados. Una arboleda de aguacate y mango, que existía antes del establecimiento
de la finca hace unos treinta años, en el lugar donde se ubicaba la vivienda de
sus dueños anteriores, no solo se ha convertido en un monte productivo, sino
también en un reservorio de diversidad y en un refugio para el ganado en las
horas más calientes del día (figura 26).
Al ser la producción de leche la actividad económica principal de la
«Vaquería 10», las mejores vacas de otras unidades de la cooperativa se lleva‐
ban a esta finca, mientras que los terneros se vendían a los cuatro meses de
nacidos. Como típica finca ganadera especializada, consistía en un área de pas‐
tizales con una mezcla de pastos naturales y cultivados, tales como paspalum,
pitilla, pasto estrella y hierba guinea, y tres hectáreas de king grass manejado
en un sistema de corte y acarreo. La caña de azúcar, empleada como alimento
animal en la estación seca, se cultivaba fuera de la finca, en otros campos de la
cooperativa. Como consecuencia de la falta de fuerza de trabajo, las áreas forra‐
jeras recibían poca atención y a menudo no se utilizaban por su pobre calidad. Sin
otra fuente de alimento que estos pastos y forrajes de bajo rendimiento y con
una carga animal de 2.5 UGM/ha, la finca dependía altamente de la importa‐
ción de alimentos, en especial durante períodos de seca.
108
King grass King grass
Paspalum
Entrada a la finca
(1 ha) (2 ha)
Hierba bermuda
(0.5 ha)
6 7
Hierba Pasto
bermuda estrella 5 4 3 2 1 Paspalum
(2 ha) (2 ha) Hierba bermuda
(3 ha)
8
Paspalum
Hierba bermuda
(3 ha)
Hierba bermuda (1 ha)
Pasto estrella
Hierba bermuda
Paspalum
(1 ha)
(2 ha)
Guinea, (1 ha)
(2 ha)
Hierba bermuda
Paspalum
(2 ha)
Hierba bermuda
Paspalum
Paspalum
Hierba bermuda Pasto estrella
(2.5 ha)
(1.5 ha)
Paspalum
Hierba bermuda
Instalaciones de
(1.5 ha)
la cooperativa
San Antonio de los Baños Güira de Melena
Infrastructura Rebaño bovino Producción animal (t)
Leche de vaca 29.59
Casa de familia y naves (1); nave de Vacas 72
ordeño mecanizado (2); naves de Novillas 4 Carne de res 1.26
sombra para terneros (3); naves de
sombra para las vacas (4, 5); tanque
Tereras
Bueyes
14
3
elevado de agua (15 m sobre el suelo) Terneros 2
(6); cuartón para los bueyes (7); baño Total (83.3 UGM)* 95
garrapaticida (8).
Con vacas de ocho años como promedio y 3.5 lactancias —lo que represen‐
ta una baja eficiencia reproductiva—, el rebaño ganadero, predominantemente
Siboney cubano, estaba envejecido y descuidado. La «Vaquería 10» se diseñó
109
originalmente para un rebaño de 120 vacas en ordeño. La costosa infraestruc‐
tura de concreto incluía establos ganaderos, una lechería con sistema de ordeño
mecánico de ocho posiciones, un depósito elevado de agua, almacenes para
insumos y un baño garrapaticida. A cargo del manejo de la finca había cuatro
trabajadores; de ellos, uno como administrador y otro como guardia nocturno.
Los otros dos se ocupaban de todas las operaciones de la finca. Los bajos sala‐
rios y la falta de motivación asociada a ello, provocaron poca estabilidad de la
fuerza de trabajo, de manera que muchas de las tareas no se cumplían satisfac‐
toriamente, contribuyendo al deterioro de la lechería.
Aunque estos problemas se atribuyeron principalmente a la falta de re‐
cursos y a la deficiente capacitación del personal, también se relacionaron con
la poca autonomía para tomar decisiones, la baja rentabilidad y las dificulta‐
des asociadas a la inoperancia de la organización a nivel cooperativo. Y por
más que los productores desearan mejorar la situación, les resultaba difícil
alcanzar los objetivos bajo una estructura tan rígida y en condiciones tan pre‐
carias. Una valoración integrada, incluyendo aspectos agroecológicos, finan‐
cieros y socioeconómicos, podría servir en este caso para resolver los cuellos
de botella en los sistemas ganaderos especializados. Esto posibilitaría una
base para el diseño y la aplicación consecuente de «buenas prácticas» que
permitan desarrollar sistemas ganaderos sostenibles.
6.3 Análisis de sistemas, monitoreo de indicadores y evaluación
Agrodiversidad
El diagnóstico, las presentaciones en talleres y las interacciones con agricultores
y decisores evidenciaron que la alta agrodiversidad fue muy ventajosa para los
productores en una situación de escasez de recursos externos. Sin embargo,
estas ventajas en la «calidad del sistema», como la conservación ambiental y la
regulación biológica, no pudieron cuantificarse explícitamente. En cambio, sí pudo
comprobarse que la alta agrodiversidad y la mayor funcionalidad de sus compo‐
nentes —interacciones ganadería‐agricultura— estuvieron asociadas a rendi‐
mientos superiores, a una elevada autosuficiencia alimentaria y a una mayor
producción de biomasa destinada al alimento animal. Los valores promedio
más altos de agrodiversidad alcanzados durante cuatro años en las fincas in‐
tegradas, coincidieron con una mayor productividad de la tierra y de la fuerza
de trabajo, con una mayor eficiencia energética, así como con mejores resultados
económicos (figura 27).
110
La irregular disponibilidad de pastos y forrajes con variedad y calidad du‐
rante el año, como resultado de las fluctuaciones en el clima, limita enormemen‐
te la producción ganadera en países tropicales como Cuba (Funes, 1979). En
este sentido, las estrategias que los agricultores han aplicado con más éxito son
las que combinan diferentes fuentes de recursos alimentarios, a partir de espe‐
cies y variedades adaptadas a condiciones locales. Los resultados de este estudio
confirman el potencial que tienen los sistemas integrados ganadería‐agricultura
para enfrentar las limitaciones productivas de las regiones tropicales.
Productividad y eficiencia
Generalmente, la productividad y la eficiencia de los sistemas agrícolas se
expresan en términos monetario‐mercantiles. Sin embargo, estas valoraciones
económicas no logran captar otras dimensiones relevantes en la producción
agropecuaria. El contenido de nutrientes (proteínas) o de energía ilustra con
mucha efectividad el beneficio social de la agricultura, es decir, la cantidad de
personas que pueden ser alimentadas por superficie de tierra dedicada a la
producción de alimentos. La productividad de la finca, en términos de salida
energética y proteica por unidad de área, y la eficiencia en la conversión de insu‐
mos energéticos —los dos componentes básicos de la nutrición humana—, son
medidas que reflejan esta dimensión de la sostenibilidad agrícola.
Todos los indicadores de productividad y eficiencia, incluyendo la pro‐
ducción de energía y de proteína por unidad de área, fueron más altos en la
finca «Remedio», a pesar de necesitar más intensidad de fuerza de trabajo y
mayor consumo energético por unidad de área (figura 27a). Incluso, el costo
energético de la producción de proteína (40 MJ/kg) constituyó el más bajo,
con una eficiencia energética de 2 GJ salida/GJ entrada, similar a «La Sarita». A
pesar de que no era nuestro objetivo analizar las tendencias temporales de los
indicadores agroecológicos, el desempeño de la «Vaquería 10» mejoró durante
los cuatro años evaluados (tabla 13a).
En la vaquería se realizaron pequeños cambios de manejo, como la se‐
lección negativa de los animales envejecidos e improductivos y la reestructu‐
ración del rebaño en grupos. Al ajustar la carga, se comenzó a utilizar de forma
más eficiente los recursos alimentarios disponibles. Durante los primeros dos
años de estudio (2000‐2002), el rendimiento lechero se duplicó con su conse‐
cuente impacto en el incremento de las salidas de energía y proteína. Sin em‐
bargo, por decisión del Ministerio de la Agricultura, la finca comenzó a
recibir, de forma subsidiada, alimento animal concentrado. Esta simple decisión
permitió que se duplicara la entrada de energía en el cuarto año, y como conse‐
111
cuencia influyó en la reducción de la eficiencia energética. A su vez, desestimuló
los esfuerzos que se realizaban en pro de la autosuficiencia en la alimentación
animal, y, finalmente, no experimentó el incremento productivo esperado.
Para producir un kilogramo de proteína, en la finca especializada se em‐
plearon 160 MJ. Esta cifra es, incluso, muy superior al costo energético de la
producción de proteína en los sistemas ganaderos especializados de los años
ochenta (alrededor de 100 MJ/kg). En 1998, Funes‐Monzote reportó la baja
eficiencia energética de estos sistemas industriales (casi 6 MJ invertidos por
MJ producido). Estudios hechos en los Estados Unidos muestran que en ese
país se llega a emplear hasta 14 unidades energéticas por cada unidad produ‐
cida en forma de leche, y unas 40 para los sistemas de producción de carne
(Pimentel, 2004). Combinar los análisis de productividad y eficiencia energética
ofrece un valor añadido a la evaluación del desarrollo sostenible, que no debe
subestimarse, particularmente en estos momentos de crisis energética mundial.
Fuerza de trabajo
La intensidad de la fuerza de trabajo fue, por mucho, superior en la finca
«Remedio» (integrada a pequeña escala), seguida por la «Vaquería 10» (especiali‐
zada a mediana escala) y «La Sarita» (integrada a mediana escala) (figura 27a).
Por lo tanto, la intensidad de la fuerza de trabajo no solo se diferencia entre
los sistemas integrados y los especializados, sino que la escala es igualmente
determinante. Este indicador también se relaciona con los de productividad,
puesto que en las fincas integradas sus valores fueron proporcionales. Se de‐
mostró que una mayor productividad y eficiencia energética no solo se deriva
del aumento de mano de obra, sino también de la habilidad para controlar los
recursos clave, definida por Sumberg et al. (2003) como «la precisión del siste‐
ma agrícola». Los trabajadores contratados recibieron mejor salario en las fin‐
cas integradas que en las especializadas, por lo que en las primeras el trabajo
resultó más atractivo económicamente, aunque «más complejo y difícil». Tam‐
bién tuvieron otros beneficios, encontraron su labor interesante y estimulante, y
participaron en la toma de decisiones.
Economía
En general, los indicadores económicos fueron más favorables en las fincas inte‐
gradas, excepto los costos totales de producción, que fueron inferiores en la
«Vaquería 10» (figura 27b) por los reducidos gastos en salarios y el precio
subsidiado de los insumos (tabla 13b). Como resultado de una producción más
112
Tabla 13a Indicadores agroecológicos de acuerdo con el tipo de finca (2000-2004), San Antonio de los Baños
INDICADORES AGROECOLÓGICOS
Riqueza de especies Índice de Margalef 6.3 6.3 6.6 6.8 0.24 7.4 7.5 7.5 6.3 0.59 2.5 2.5 2.8 3.1 0.29
Diversidad de la producción Índice de Shannon 2.5 2.2 2.5 2.6 0.17 2.4 2.3 2.2 1.9 0.22 0.3 0.3 0.3 0.3 0.03
Índice de reforestación Índice de Shannon 1.8 1.9 1.8 1.8 0.09 1.6 1.7 1.6 1.8 0.06 1.5 1.4 1.3 1.2 0.14
Rendimiento lechero Mg/ha/año 1.8 1.9 1.7 1.3 0.26 1.1 1.7 1.1 1.3 0.28 0.9 1.1 1.4 2.1 0.53
Rendimiento lechero por área de forrajera Mg/ha/año 2.4 2.5 2.3 1.7 0.36 1.7 2.7 1.7 2 0.47 0.9 1.1 1.4 2.1 0.53
Salidas energéticas GJ/ha/año 23.5 19 23.5 25.2 2.66 10.3 14.9 11 13.2 2.10 2.9 3.4 4.3 6.7 1.69
Salida de proteína kg/ha/año 290 210 292 301 42.44 89 128 90 107 18.30 36 41 52 80 19.67
Salidas energéticas totales GJ/ha/año 11.0 11.2 10.9 10.1 0.48 7.2 5.6 5.6 10.1 2.12 7.1 6.9 4.6 13.5 3.82
Intensidad de la fuerza de trabajo hr/ha/día 2.6 2.6 3.4 3.2 0.41 1.1 1.2 1.1 1.1 0.05 1.2 1.4 1.3 1.3 0.08
Costo energético de la producción de proteína MJ/kg 38 53 37 34 8.50 81 43 62 94 22.29 198 168 89 168 46.69
Eficiencia energética salidas/entradas 2.1 1.7 2.1 2.5 0.33 1.4 2.7 2 1.3 0.65 0.4 0.5 0.9 0.5 0.22
Uso de ferilizantes orgánicos Mg/ha 5.2 4.4 4.8 3.7 0.64 1.9 3.1 2.5 1.3 0.77 0 0 0 0 0.00
113
114
Tabla 13b. Indicadores económicos de acuerdo con el tipo de finca en un período de cuatro años, San Antonio de los Baños
INDICADORES ECONOMICOS
Valor de la producción total 25.8 14.8 25.3 30.8 6.73 6.4 9.7 8.5 7.5 1.41 1 1.2 1.8 2.5 0.68
Valor de la producción agrícola 6.7 5.9 6.5 7.3 0.58 3.5 5.5 4.9 3.9 0.91 0.1 0.1 0.1 0.3 0.10
Valor de la producción ganadera 19.1 8.9 18.8 23.5 6.17 2.9 4.3 3.6 3.6 0.57 1 1.1 1.7 2.2 0.56
Valor neto de la producción 16.3 9.5 16 19.1 4.06 4.3 6.6 5.6 5 0.97 0.9 1.1 1.6 2.3 0.62
Costos totales de la producción 5.1 4.8 5.9 5.9 0.56 1.7 1.7 1.7 1.9 0.10 0.9 0.8 1 1.2 0.17
Margen bruto de ganancia 11.1 4.8 10.1 13.2 3.57 2.6 4.8 3.9 3.1 0.96 0.04 0.3 0.6 1.1 0.46
m ile s C U P */h a /a ñ o
Relación beneficio/costo 3.2 2 2.7 3.2 0.57 2.5 3.8 3.2 2.7 0.58 1 1.3 1.6 2 0.43
* CUP= Pesos Cubanos (24 CUP = 1CUC), CUC= Pesos Cubanos Convertibles. Desv. est.: desviación estándar de la media.
Riqueza de especies
100
Materia orgánica del suelo Diversidad de productos
75
Uso de fertilizantes orgánicos Índice de diversidad de árboles
50
25
Eficiencia energética Rendimiento de leche (área total)
0
Mejor Mejor
Indicador agroecológico Unidad Indicador agroecológico Unidad
valor* valor*
Riqueza de especies Índice de Margalef** 7.5 Intensidad de la fuerza de trabajo hr/ha/día 1.1
Diversidad de la producción Índice de Shannon** 2.4 Total de insumos energéticos GJ/ha/año 6.1
Índice de diversidad de árboles Índice de Shannon** 1.8 Costo energético de la producción de proteína MJ/kg 40.0
Rendimiento de leche t/ha/año 1.7 Eficiencia energética GJ salidas/GJ entradas 2.1
Rendimiento de leche por área forrajera t/ha/año 2.2 Uso de fertilizantes orgánicos t/ha/año 4.5
Salidas energéticas GJ/ha/año 22.8 Material orgánica del suelo % 5.8
Salidas proteicas kg/ha/año 273.0
Figura 27a. Resultados de los indicadores agroecológicos en las tres fincas participantes del estudio de caso.
* Los mejores valores (100%) alcanzados por cualquiera de las tres fincas, promediados en el período de cuatro años.
** Para el cálculo de los procedimientos de los índices de Shannon y Margalef, ver Gliessman (2001).
115
Valor total de la
producción
100
75 Valor de la producción
Relación beneficio/costo
50
agrícola
25
0
Margen bruto de Valor de la producción
ganancias ganadera
Indicador financiero
Mejor valor**
(en miles de CUP/ha/año)*
Valor total de la producción 24.17
Valor de la producción agrícola 6.59
Valor de la producción ganadera 17.58
Valor neto de la producción 15.23
Costos totales de la producción 0.98
Margen bruto de ganancia 9.79
Relación beneficio/costo 3.04
Figura 27b. Resultados de los indicadores económicos en las tres fincas participantes del
estudio de caso.
***Los mejores valores (100%) alcanzados por cualquiera de las tres fincas, promediados en cuatro años.
1 CUC (Peso Cubano Convertible) = 24 CUP (Pesos Cubanos).
diversificada, de una mayor intensidad de la fuerza de trabajo y de un uso más
intensivo de los recursos naturales, la finca «Remedio» alcanzó en términos
monetarios una alta productividad de la tierra y de la fuerza de trabajo. No
obstante, «La Sarita», con un área cinco veces mayor, mostró una relación be‐
neficio/costo ligeramente superior por efecto de las economías de escala.
Estudios anteriores muestran que los resultados económicos favora‐
bles de las fincas integradas estuvieron mayormente influenciados por el
alto precio de los productos agrícolas (ver capítulos IV y V). Sin embargo, en
«Remedio» el valor de la producción animal (17.6 miles de CUP/ha/año)
superó el de los cultivos (6.6 miles de CUP/ha/año), lo que se atribuyó fun‐
116
damentalmente a los ingresos por la venta de carne de cerdo. El cambio del
propósito productivo a una actividad más rentable —como por ejemplo, carne
de cerdo en lugar de leche— podría ser una solución en una economía de
libre mercado, pero no en una planificada como la cubana, donde los ganade‐
ros tienen el compromiso social de entregar leche a la industria. En caso de
que fuera factible un cambio de propósito en lugares donde la ganadería no
demuestre recuperación, este implicaría un elevado costo—infraestructura,
insumos, knowhow técnico— que no resultaría económico, ni lógico. Sin
embargo, incluir la producción de carne de cerdo dentro del diseño de un
sistema integrado y diversificar las actividades, como es el caso de la finca
«Remedio», podría mejorar sustancialmente la situación económica y pro‐
ductiva de la ganadería vacuna.
6.4 Identificación de estrategias sostenibles para condiciones locales
A fin de identificar las estrategias agrícolas más convenientes para las condi‐
ciones locales de San Antonio de los Baños, se consideró la contribución de
todos los actores participantes en el estudio. Para lograr el éxito, las estrategias
definidas tendrán que ser traducidas en políticas a nivel municipal y nacional.
Estas fueron agrupadas en cinco áreas principales de impacto: 1) agrodiversi‐
dad del sistema agrícola, 2) productividad de la finca y eficiencia energética,
3) reciclaje y balance de nutrientes, 4) factibilidad económica, y 5) empodera‐
miento y toma de decisiones. En cada una de ellas es preciso establecer pro‐
gramas de monitoreo y análisis periódico de sus indicadores.
Agrodiversidad del sistema agrícola
• Brindar acceso a diversas especies de cultivos, árboles y forrajes, y a
las tecnologías integradas ganadería‐agricultura.
• Incorporar otras especies de animales que puedan ser manejadas y que
generen beneficios adicionales al sistema, como pollos, cerdos y cabras.
• Ajustar la proporción animal para cubrir al menos el 75% de sus re‐
querimientos nutricionales con productos de la misma finca.
• Asignar entre el 10 y el 15% del área de las fincas ganaderas especiali‐
zadas a la siembra de cereales, granos, vegetales, raíces y tubérculos.
Extender el área de cultivos hasta donde sea posible, sin afectar la
producción lechera.
• Establecer cercas vivas y árboles frutales.
117
• Establecer diversas fuentes de alimento —pastos puros, asociaciones
gramínea‐leguminosa, árboles forrajeros— y usar residuos de cosecha
para cubrir las fluctuaciones estacionales en la disponibilidad y calidad
de los alimentos.
Productividad de la finca y eficiencia energética
• Implementar diseños integrados multifuncionales.
• Establecer sistemas de policultivo para incrementar la proporción de
tierra equivalente.
• Utilizar la eficiencia energética como indicador de factibilidad en las
producciones agrícolas.
• Disminuir el empleo de petróleo, fertilizantes y otras fuentes de energía
no renovables.
• Instalar máquinas cortadoras de forraje y molinos de granos con el obje‐
tivo de que eleven la digestibilidad del alimento fibroso y produzcan
alimentos adecuados para animales menores.
Balance y reciclaje de nutrientes
• Establecer un sistema de rotación de cultivos, pues así los niveles de
materia orgánica se mantienen altos.
• Aplicar una estrategia eficiente de manejo de nutrientes basada en su
reciclaje sistemático.
• Introducir especies de leguminosas (anuales y perennes) que garanticen
la fijación de nitrógeno atmosférico.
• Eliminar la exportación de estiércol y evitar reducir la fertilidad del suelo.
• Compostar el estiércol y todos los residuos orgánicos disponibles.
• Utilizar especies de abonos verdes dentro de sistemas de policultivo.
Factibilidad económica
• Priorizar el uso de los recursos naturales disponibles localmente y mi‐
nimizar los insumos externos.
• Emplear tecnologías de bajo riesgo y promover la agricultura familiar
proporcionando créditos en función de las estrategias definidas.
• Diversificar la producción de la finca para aumentar los ingresos y así
incrementar la diversidad y la calidad de los productos comercializables.
• Desarrollar actividades que generen ingresos aparte de la producción
agropecuaria.
118
• Organizar la infraestructura necesaria a nivel municipal para vender
insumos directamente a los productores.
• Elevar el valor agregado de los alimentos mediante su almacenamiento,
transformación y embalaje.
• Ajustar la demanda y la disponibilidad de fuerza de trabajo tanto como
sea posible.
• Desarrollar y adaptar maquinarias y equipos a las condiciones de cul‐
tivo diversificado a pequeña escala.
Empoderamiento y toma de decisiones
• Fortalecer la interacción entre todos los decisores para promover el
conocimiento tradicional y científico sobre la integración ganadería‐
agricultura (escuelas de agricultores).
• Involucrar a las instituciones de investigación en proyectos para el di‐
seño y desarrollo de sistemas agrícolas sustentables.
• Fomentar la innovación para diversificar los sistemas (promover las
«buenas prácticas» adaptadas a la agricultura a pequeña escala).
• Mejorar el bienestar de los campesinos e incrementar sus ingresos con
el subsidio de algunas actividades agrícolas.
• Proteger el conocimiento autóctono, en riesgo de perderse.
• Mejorar la capacidad de toma de decisiones de los productores.
Estas estrategias deben implementarse con un enfoque que se adapte a los
recursos disponibles, donde la gestión de la finca busque satisfacer las necesi‐
dades en cada fase de conversión y se ajuste a los indicadores predeterminados.
6.5 Consideraciones finales
Los resultados de este estudio muestran que en el contexto cubano los recur‐
sos locales pueden manejarse de manera eficiente y obtener rendimientos
razonablemente altos con bajos insumos externos. Además, el estudio confirmó
que el contenido de materia orgánica es elevado en los suelos que han estado
durante mucho tiempo cubiertos por pastos, lo que ofrece un excelente punto
de partida para desarrollar sistemas integrados.
Se comprobó también que es posible realizar un cultivo intensivo en fin‐
cas integradas por largos períodos sin afectar el suelo. Incluir el componente
119
animal, combinado con el manejo adecuado de estiércol y la siembra de pastos,
contribuye a mejorar la materia orgánica y reducir el déficit de nutrientes en
las tierras agrícolas. Pero es necesario continuar realizando investigaciones
aplicadas y a largo plazo sobre los sistemas integrados ganadería‐agricultura
en distintas combinaciones espacio‐temporales para identificar las alternati‐
vas tecnológicas más apropiadas en diferentes ambientes agroecológicos y
socioeconómicos. Algunas estrategias y tecnologías desarrolladas por agricul‐
tores innovadores de una región, podrían servir como modelo para identificar
soluciones apropiadas en otras regiones, a escala local o nacional.
Si no hay cambios en las políticas agrícolas, no se podrá descentralizar la
toma de decisiones en la agricultura —desde las grandes cooperativas hasta
las fincas familiares a pequeña escala—, diversificar los sistemas productivos
y mejorar la autosuficiencia alimentaria. Aunque el gobierno ha incrementado
recientemente sus esfuerzos en promover estos objetivos, grandes barreras
conceptuales y metodológicas impiden todavía la transición tecnológica,
financiera y socioeconómica necesaria del sector. En tal contexto, la metodo‐
logía desarrollada en este estudio podría servir como modelo de apoyo para
introducir sistemas agrícolas más sostenibles.
Cuatro principios básicos deben guiar este proceso: 1) tomar decisiones
a nivel local, con un alto grado de autonomía, 2) establecer la agrodiversidad
con el fin de elevar los ingresos y reducir la dependencia de insumos externos,
3) lograr la autosuficiencia alimentaria, garantizando el uso eficiente de los
recursos naturales, y 4) mejorar las condiciones de vida rural como el impacto
principal de la transformación. La adopción de estos cuatro principios a escala
local debe impactar positivamente a nivel nacional. Sin embargo, muchas de
las prácticas recomendadas para extender los sistemas integrados a pequeña y
mediana escala deben adoptarse de forma escalonada, puesto que la población
dedicada a la producción de alimentos es de apenas el 7% (Varela Pérez, 2009), la
infraestructura agropecuaria está deteriorada y los insumos y el capital escasean.
Se necesitará paciencia y dedicación, amén de una buena cantidad de
tiempo, esfuerzo y voluntad, para establecer sistemas integrados ganadería‐
agricultura de manera más profusa a través de todo el país. Finalmente, es
preciso rediseñar la infraestructura que hoy día soporta la agricultura conven‐
cional y definir estrategias claras que promuevan el desarrollo consistente del
sector. Estas estrategias deberían perseguir objetivos que, más allá de entre‐
gar tierras e incrementar la productividad, tengan en cuenta criterios econó‐
micos, energéticos y ambientales, en concordancia con las aspiraciones de
mayor cantidad, calidad y diversidad de alimentos que demanda la población.
120
VII. El potencial
de la agroecología
para la producción
de alimentos
Cuba podría albergar espléndidamente una población tres veces
mayor […] Los mercados deberían estar abarrotados de productos;
las despensas de las casas deberían estar llenas; todos los brazos
podrían estar produciendo laboriosamente.
FIDEL CASTRO: La historia me absolverá, 1953
Sin dudas, satisfacer la demanda de alimentos de la población cubana en can‐
tidad, variedad y calidad es una tarea compleja que no será resuelta de la noche
a la mañana. Máxime, si además del mero incremento productivo, se persiguen
otros objetivos, como preservar el medioambiente, establecer una economía
sustentable y lograr una distribución social equitativa. Para ello será preciso
tener en cuenta enfoques más integrales e interdisciplinarios que demandan
la acción concertada de todos los sectores de la sociedad.
El modelo agroexportador y de monocultivo prevaleciente en Cuba du‐
rante cuatro siglos explotó y deterioró las mejores tierras. También quitó a los
agricultores la capacidad de producir alimentos para cubrir la demanda na‐
cional en beneficio de los productos de exportación. Cuba, como otros países
colonizados, ha sido productora de materias primas para abastecer las indus‐
trias del primer mundo, hecho que impidió el desarrollo tecnológico.
Si tomáramos como referencia los resultados científicos descritos en los
capítulos anteriores, no habría dudas de que es posible alimentar a la población
cubana actual (unos 11 millones de habitantes) por vías agroecológicas. Este
propósito podría lograrse a través del uso eficiente y la preservación de los
recursos naturales, el aprovechamiento de los efectos sinérgicos que confiere
la integración ganadería‐agricultura, así como la articulación de procesos de
121
participación e innovación agropecuaria local. En la práctica, ya es una ver‐
dad irrebatible que esto puede lograrse. Las experiencias llevadas a cabo sis‐
temáticamente por miles de productores a pequeña y mediana escala
diseminados a lo largo de todo el país, muestran el inmenso potencial existente.
No obstante los éxitos reconocidos de la transición hacia la agricultura
sostenible en Cuba, su impacto real en la autosuficiencia alimentaria y el ba‐
lance nacional de distribución de alimentos aún es limitado (Funes et al.,
2001; Rosset y Benjamin, 1994; y Wright, 2005). Sin dejar de reconocer los
avances en la implementación de tecnologías de bajos insumos, incluyendo
sus logros socioeconómicos, la agricultura sostenible cubana aún está lejos de
alcanzar su verdadero impacto productivo. De hecho, el país actualmente im‐
porta alrededor del 50% de los alimentos y solo está en uso la mitad de la tierra
apta para la producción agrícola. Por lo tanto, la dependencia de fuentes
externas de alimentos es alta y la seguridad alimentaria se halla permanente‐
mente amenazada.
En respuesta a tal situación, la diversificación, la descentralización y la
constante búsqueda de la autosuficiencia alimentaria son tendencias funda‐
mentales de la agricultura cubana. Durante los últimos dos años (2008‐2009),
estas tendencias han sido impulsadas por el Estado con medidas políticas con‐
cretas. Sin embargo, es necesario fortalecerlas a través de sus instituciones
científicas, así como de las organizaciones políticas y de masas, con el fin de
garantizar que el sector agrícola contribuya significativamente a satisfacer la
demanda de alimentos y al logro de una economía viable y sustentable.
La economía cubana creció a un promedio del 10% anual en el período
2004‐2007, pero esta recuperación se convirtió en un pretexto para regresar a
prácticas agrícolas intensivas e industrializadas que pusieron en riesgo la sos‐
tenibilidad del sector y la conservación de los recursos. Si en determinado
momento los cambios en la agricultura cubana estuvieron motivados por la
imperiosa necesidad de sustituir insumos, actualmente deberían guiarse por
políticas más conscientes y científicamente sustentadas para el desarrollo de
una agricultura que combine objetivos productivos y conservacionistas.
Gliessman (2001, 2006) describe tres niveles o estrategias en el proceso
de conversión de agroecosistemas convencionales a agroecológicos sostenibles.
En el nivel 1 los productores procuran aumentar la eficiencia de las prácticas
convencionales; y en el nivel 2, sustituir los insumos convencionales con prácti‐
cas alternativas. En este segundo nivel, los sistemas de sustitución de insumos
suelen enfrentar problemas similares a los que ocurren en los convencionales,
por ejemplo, el uso de monocultivos. Estos problemas persistirán hasta que se
122
realicen cambios en el diseño espacial y temporal del agroecosistema y se esta‐
blezca, en el nivel 3, un nuevo conjunto de procesos ecológicos (figura 28). La
conversión de los sistemas agrícolas ha sido ampliamente analizada por Altieri
(1987), quien atribuye a los patrones de monocultivo la responsabilidad princi‐
pal de los desordenes ecológicos en la agricultura convencional.
La inestabilidad de los precios del petróleo y de los alimentos en el mer‐
cado mundial durante los últimos años, refuerza la necesidad de reorientar la
agricultura, de manera que no se importen alimentos que pueden ser producidos
en el país (Castro, 2008; MINAG, 2008). En tal escenario, los sistemas integra‐
dos de producción pueden contribuir decisivamente al rediseño del modelo
agrícola sostenible cubano.
Desde inicios de los años noventa se han desarrollado varias iniciativas
a través de todo el país que involucran a productores, investigadores y deciso‐
res en el diseño e implementación de estos sistemas (Monzote et al., 1999).
Para lograr mayor sostenibilidad en las prácticas agrícolas y un mejor uso de
los recursos disponibles, ha sido necesario identificar nuevas estrategias de
desarrollo rural, adaptar tecnologías promisorias a condiciones locales e inte‐
grar el conocimiento tradicional y el científico.
La reciente política nacional, que identifica al sector agrícola como es‐
tratégico y priorizado para el futuro del país (Castro, 2008), no solo favorece
la diversificación de los sistemas y la descentralización de las decisiones, tam‐
bién presta especial atención a la autosuficiencia alimentaria. A partir de la
puesta en práctica del Decreto‐Ley 259, que establece las regulaciones para la
entrega de tierras en usufructo, el Ministerio de la Agricultura anunció el des‐
mantelamiento de más de cien «empresas estatales ineficientes» y respaldó la
creación de dos mil seiscientas pequeñas fincas urbanas y periurbanas. Bajo
123
estas nuevas regulaciones, las decisiones sobre el uso de los recursos, así como
las estrategias para la producción y comercialización de alimentos, deberán
ser tomadas a nivel municipal, mientras el gobierno y las empresas estatales
apoyarán a los agricultores suministrando los insumos y servicios necesarios
(MINAG, 2008).
7.1 Diseño de prototipos de sistemas integrados de producción
Los sistemas integrados y diversificados que combinan cultivos, ganado y
árboles, ofrecen considerables oportunidades para la intensificación sosteni‐
ble de los agroecosistemas y la eficiencia en el uso de los recursos (Pretty et
al., 2006; Giller et al., 2006; Herrero et al., 2007). Por lo general, han sido im‐
plementados en lugares donde las presiones externas y la carencia de tierra e
insumos obliga a los productores en áreas menos favorecidas (marginales) a
adoptar estrategias basadas en un uso más racional de los recursos naturales
(Altieri, 2002; Pretty et al., 2003; Ruben y Pender, 2004; Van Keulen, 2005). La
integración ganadería‐agricultura podría convertirse en una opción clave para
enfrentar las urgentes limitaciones ambientales, económicas y sociales actua‐
les del desarrollo agrícola sostenible.
La contaminación del agua y del aire, la extensa deforestación y la
pérdida de los nutrientes del suelo a través de la erosión, son algunos de los
retos ambientales asociados a los efectos para vencer el hambre en los países en
desarrollo. En este sentido, el mayor desafío de la investigación agrícola es de‐
mostrar que la intensificación de los agroecosistemas y la conservación de la
naturaleza no son mutuamente excluyentes (Funes‐Monzote et al., 2009c). El
aumento de la agrodiversidad podría proporcionar importantes servicios am‐
bientales (Vandermeer et al., 1998; Tilman et al., 2001) y al mismo tiempo
aumentar la productividad de los sistemas (Tilman et al., 2002).
Las investigaciones que se documentan en este libro tuvieron en cuenta
la metodología de diseño de prototipos para hacer operativas las ventajas tec‐
nológicas y ambientales de los sistemas integrados (Vereijken, 1997; 1999).
Esta metodología permitió analizar el comportamiento de los sistemas espe‐
cializados ganaderos y los sistemas integrados e identificar estrategias agríco‐
las factibles, adaptadas a condiciones biofísicas y socioeconómicas específicas.
Un antecedente de estos estudios es el proyecto «Sustainable Agriculture,
Networking and Extension» (SANE), del Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo (PNUD). Desarrollado desde el año 1995 en Cuba por el Grupo
124
Gestor de la Asociación Cubana de Agricultura Orgánica (ACAO), este proyecto
combinó varias innovaciones agroecológicas en fincas prototipos —los llamados
«faros agroecológicos»— que sirvieran como ejemplo para la transición de la
agricultura cubana hacia prácticas más sostenibles (Treto et al., 1997; Altieri
et al., 1998).
7.2 Hacia la descentralización y la autosuficiencia alimentaria
La seguridad y la autosuficiencia alimentarias son probablemente las priori‐
dades más importantes del gobierno cubano en la actualidad. Al evaluar estos
dos objetivos, se utilizó como indicador la proporción de requerimientos de
energía y proteína (los dos componentes fundamentales de la dieta humana)
que pueden alcanzarse con la producción local de alimentos. Sin pasar por alto
la importancia del mandato social que tienen los sistemas especializados de
producción de leche, el establecimiento de los sistemas integrados ha demos‐
trado ser una estrategia poderosa para aumentar la producción con el mejora‐
miento del reciclaje de nutrientes y la intensificación sostenible. Las diferencias
en la eficiencia de conversión de la energía solar en productos agrícolas y ga‐
naderos repercuten en las variaciones observadas en la productividad entre
sistemas de producción especializados e integrados en cuanto a energía y pro‐
teína (apéndice 2, tabla 2.4).
La reducción de los impactos ambientales negativos en la agricultura es
otra meta que deben considerar los decisores a todos los niveles. Desde mediados
de los ochenta se ha manifestado en todo el mundo un especial interés en diseñar
sistemas agrícolas más respetuosos del medioambiente (NRC, 1989; Van Keulen
et al., 1998; Nell, 1998; Ottaviani y Pastore, 2003). Además, existe una creciente
preocupación por la búsqueda de soluciones integradas a los problemas que en‐
frenta la producción de alimentos a pequeña escala, particularmente en los am‐
bientes menos favorables, heterogéneos y dinámicos, que contribuyen de manera
sustancial a la seguridad alimentaria de millones de personas en países sub‐
desarrollados (Tittonell et al., 2006; 2007a). Esto resulta incluso más urgente en
áreas donde la presión de la creciente población conduce a la escasez de recursos
y las prácticas agrícolas inapropiadas se han combinado con políticas erróneas,
como sucedió en Kenya (Tittonell, 2008).
En comparación con otros países, las condiciones de Cuba son relativa‐
mente favorables para el desarrollo del modelo agroecológico debido a la
abundancia de tierras, la baja densidad poblacional, la experiencia adquirida
125
en una agricultura de bajos insumos externos, las tecnologías desarrolladas
durante los últimos quince años, los altos niveles de educación y salud de la
población, así como la organización social. Si los sistemas integrados presen‐
tados en este estudio fueran adoptados gradualmente sobre 3 millones de
hectáreas —la mitad de la tierra cultivada en Cuba—, sería posible satisfacer
todas las necesidades alimentarias de la población cubana en un período de
tres años (tabla 14). Si se tiene en cuenta que ya en el año 2006, los pequeños
productores, con cerca del 25% de la tierra agrícola del país —la mitad de
toda la superficie cultivada—, producían el 65% de los alimentos, es posible
percatarse de las amplias reservas existentes.
126
El proceso de redistribución de la tierra probablemente conduzca a varia‐
ciones en el tamaño de las fincas hasta alcanzar de 20 a 50 hectáreas, en depen‐
dencia del tipo de producción, el nivel de intensificación en el uso de insumos
externos o recursos internos, la disponibilidad de fuerza de trabajo, la proximi‐
dad a los mercados, la densidad de población y las características biofísicas
(suelo, precipitaciones, temperatura, variación estacional, etc.). Los productores
a pequeña escala, con niveles razonablemente altos de productividad de la tie‐
rra y eficiencia en el uso de los recursos, necesitarían ser monitoreados y certifi‐
cados para garantizar que alcancen los objetivos del programa. Esta transición
requerirá un fuerte compromiso político y una considerable inversión de capital
en investigación y desarrollo de tecnologías integradas, para lo cual será fun‐
damental comunicar y promover experiencias exitosas.
La globalización de la economía mundial acentúa la necesidad de compe‐
titividad en los mercados internacionales, impulsores del crecimiento (Lipton,
2005). El empleo de prototipos (Vereijken, 1999) puede desempeñar un papel
importante en el diseño de sistemas integrados, primero a corto plazo, como
un paso hacia la satisfacción de las necesidades alimentarias de la población, y
posteriormente, asegurar la reinserción de Cuba en los mercados de exporta‐
ción de alimentos. Adoptar sistemas integrados a escala nacional podría hacer
más sostenible y resiliente a la agricultura cubana. Se ha reconocido que la agri‐
cultura diversificada ha amortiguado el impacto de eventos climáticos extremos
(huracanes y sequías), conflictos y crisis internacionales, que pueden afectar a
otros sectores más vulnerables como el turismo y la extracción de níquel.
Los sistemas de producción diversificados a pequeña escala y la aten‐
ción a los temas ambientales pueden servir como un punto de partida para la
transición hacia la agricultura orgánica y la agroecología. Generar productos
agrícolas de valor añadido no solo permitirá a los pequeños agricultores
comercializar sus productos en el creciente sector turístico, sino también expor‐
tarlos al exterior. La conservación de la naturaleza y el apoyo a las pequeñas
fincas familiares pueden crear condiciones para el agroturismo y otras activi‐
dades complementarias que generarían fondos de inversión a fin de mejorar la
infraestructura y el nivel de vida de la población rural.
7.3 Comentarios finales
La intensificación sostenible de los agroecosistemas a través de la integración
ganadería‐agricultura, se considera una tecnología promisoria. Blackburn (1998)
127
menciona tres factores fundamentales a favor de los sistemas integrados:
1) conservan la fertilidad del suelo a través del reciclaje de nutrientes y la
introducción de rotaciones, que incluyen diversidad de cultivos, árboles y le‐
guminosas forrajeras; 2) mantienen la biodiversidad del suelo, disminuyen su
erosión, conservan el agua y proporcionan hábitat para la vida silvestre; y
3) hacen uso óptimo de los residuos de cultivos. Si los residuos de cosecha son
incorporados directamente al suelo, actúan como trampas de nitrógeno y se
desperdicia su potencial para la alimentación animal. Sin embargo, son pocos
los estudios que analizan estas interacciones desde el punto de vista socioe‐
conómico y político.
Los sistemas agrícolas intensivos y dependientes de energía externa
pueden verse seriamente afectados por los recientes cambios en el sector
energético, junto al agotamiento de las fuentes de combustible fósil (Leng,
2002; Leng y Preston, 2003). Esta situación amenaza la sostenibilidad ambiental,
económica y social de los sistemas convencionales especializados, altamente
ineficientes (Pimentel, 1997; 2004), y refuerza la necesidad de alternativas
basadas en el uso más racional de los recursos naturales. Otro gran reto futuro
es incrementar el conocimiento de las interacciones que ocurren en los ecosis‐
temas y los factores abióticos en la dinámica de los agroecosistemas diversifi‐
cados. En este libro se han explorado distintas facetas de la agrodiversidad y
su influencia en el comportamiento de las fincas integradas. No obstante, es nece‐
sario continuar investigando, de modo que se puedan cuantificar estas relaciones.
Se considera que la baja densidad de población en el campo puede limi‐
tar el desarrollo de los sistemas integrados, relativamente intensivos en fuerza
de trabajo. Sin embargo, la repoblación de las áreas rurales en Cuba es una
meta posible, si las actividades agrícolas se hacen más atractivas y rentables,
y, además, si se incentivan otros servicios, como el agroturismo y la protección
ambiental. Rehabilitar grandes áreas de tierra que han sido deforestadas, ero‐
sionadas o cubiertas por especies invasoras como el marabú y el aroma, re‐
quieren abundante fuerza de trabajo y un sistemático apoyo a través de
proyectos de desarrollo. Es por ello que las investigaciones en sistemas diversi‐
ficados, integrados y autosuficientes deben procurar alta eficiencia energética,
adaptación a una variable disponibilidad de fuerza de trabajo, así como ade‐
cuados niveles de productividad y aceptabilidad social.
Aún existe un conocimiento limitado sobre la dinámica de las complejas
interrelaciones en los sistemas de producción diversificada a pequeña escala y
de bajos insumos en ambientes ecológicos, económicos y sociales heterogéneos
y diversos. Por este motivo, deberían iniciarse estudios interdisciplinarios, con
128
enfoques participativos e impulsados por la demanda, en estrecha interacción
con los actores locales. En la práctica, esto significa que los investigadores
deben incorporarse a los equipos interdisciplinarios que generen nuevas vi‐
siones para diseñar e implementar sistemas innovadores.
Futuras investigaciones deberían enfocarse en la identificación de pro‐
totipos más dinámicos, participativos y multifuncionales. Estas podrían con‐
tribuir sustancialmente a una mayor interacción entre las perspectivas de los
agricultores y la de los investigadores, en busca de las «mejores prácticas»
para resolver puntos críticos específicos a escala local. Finalmente, el análisis
debe considerar estos elementos técnicos en concordancia con los objetivos
de los agricultores y sus familias, además de las demandas del mercado, aspec‐
tos financieros y sociales, como condiciones indispensables para establecer
sistemas agrícolas sostenibles.
129
Apéndices
1. Conversión hacia sistemas
integrados
1.1 Colecta de datos
Para los cálculos de productividad, los productos agrícolas y ganaderos se
pesaron diariamente. Para los de biodiversidad, se contabilizó una vez por año
el número de especies e individuos de plantas y animales. Fue monitoreada
sistemáticamente la fuerza de trabajo empleada en las actividades productivas,
y se supervisaron todos los aspectos del manejo de la finca. Los fertilizantes
orgánicos —compost y humus de lombriz— se pesaron antes de ser aplicados.
Toda esta información se asentó rigurosamente en libretas de notas durante
los seis años de estudio. Técnicos e investigadores llevaron el control de los
datos y los resultados parciales fueron discutidos en reuniones mensuales a
través de métodos participativos. Las condiciones experimentales permitieron
controlar adecuadamente la información obtenida.
1.2 Análisis del suelo
Los análisis del suelo se realizaron según Paneque et al. (2002): el pH del suelo
(H2O) por potenciometría en una suspensión de tierra‐agua (1:2.5); el fósforo
disponible por el método de Oniani; las bases intercambiables (K+, Ca2+, Mg2+ y
Na+) por el método de acetato de amonio; y la materia orgánica por el de Walkley
y Black. En este último las muestras de suelo se analizan mediante una oxida‐
ción ácida; por consiguiente, se emplean factores de conversión para obtener
el total de carbono orgánico y, posteriormente, la materia orgánica. Por lo ge‐
neral se usa un factor de 77% para convertir carbono fácilmente oxidable en
carbono orgánico total (59‐94%; Allison, 1960) y se asume que la materia
orgánica contiene 58% de carbono (30‐62%; Houba et al., 1997). Para la in‐
terpretación de las características de fertilidad del suelo, se usó la clasificación
del manual elaborado por el Ministerio de la Agricultura (DNSF, 1982).
133
Tabla 1.1. Estado de la fertilidad inicial del suelo en el año base y cinco años después de la
conversión, capa del suelo 0-20 cm (entre paréntesis, valores medios con errores estándares)
* Para cada tipo de uso de la tierra se tomaron al menos cinco muestras, y una submuestra (alrededor
de 2 kg) se sometió a análisis químico. SCI: suma de cationes intercambiables; MO: materia orgánica.
** Estado de la fertilidad del suelo antes de la conversión.
*** Estado de la fertilidad del suelo cinco años después de la conversión.
Promedios con letras diferentes en superíndices difieren significativamente entre los componentes del
sistema de producción (Tukey-HSD; P<0.05).
1.3 Análisis económico
El costo total de la producción se calculó considerando los gastos en salario,
compra de animales, cuidado veterinario, equipamiento, materiales, energía y
semillas. El valor total de la producción para los productos ganaderos y agríco‐
las se derivó de los precios topados del mercado minorista, establecidos por el
Ministerio de la Agricultura (MINAG, 2003; tabla 1.2). Los precios no incluidos
en esta relación se consideraron a la mitad de los del mercado de oferta y de‐
manda. Debido a la constante fluctuación de los precios y a las dificultades en
obtener precios fiables de las ventas al por mayor, fue necesario hacer estas
estimaciones. En los cálculos se tuvo en cuenta un 5% de pérdidas post‐
cosecha y otro 5% de los impuestos sobre las ventas. Para los productos gana‐
deros (leche y carne) se utilizaron los precios de venta en la finca: 1.00
CUP/litro para la leche y 2.05 CUP/kg para la carne.
134
Tabla 1.2. Precios del mercado utilizados en los análisis económicos
135
1.4 Análisis de los datos
Los indicadores agroecológicos y financieros fueron representados usando
análisis de series temporales de los promedios para el período estudiado (seis
años), con sus respectivas desviaciones normales. Los datos del análisis de
suelos se evaluaron con pruebas de comparación múltiple ANOVA, mediante
HSD‐Tukey (Tukey, 1977). Para los análisis estadísticos, se utilizó el paquete
estadístico SPSS (SPSS, 1999).
136
2. Identificación de alternativas
Tabla 2.2. Clasificación de las fincas monitoreadas (n=93), basada en los cuatro criterios
seleccionados
No. de No. de No. de
Criterio de selección Clase 1 Clase 2 Clase 3
fincas fincas fincas
Tipo de finca SIE 33 SIC 25 SEG 35
Años de conversión 3 o más 28 1o2 30 no convertida 35
137
Tabla 2.3. Media geométrica de las variables AC, PC y AF de acuerdo con la variable tipo de
finca (n=93) y su desviación estándar geométrica común (desv. est.)
2.1 Procedimiento de muestreo y método de cálculo de los indicadores
agroecológicos
El análisis factorial mostró que ni la región ni las condiciones agroecológicas
—tipo de suelo y condiciones climáticas— fueron determinantes para la clasi‐
ficación de los sistemas; por lo tanto, no se consideraron en este estudio. Los
indicadores financieros también fueron excluidos debido a las fluctuaciones
de precio de los insumos y productos, y a la baja confiabilidad en los registros
financieros.
Los datos básicos fueron recogidos utilizando un cuestionario estructu‐
rado en un período de un año (2002), durante el cual cada finca fue visitada
varias veces. Investigadores, administradores y productores completaron de
conjunto los formularios en visitas de campo, lo que permitió fomentar la con‐
fianza mutua y el interés por el estudio. A su vez, los investigadores ampliaron
sus conocimientos sobre el manejo de los sistemas agrícolas y aseguraron la
confiabilidad de la información.
Cuatro criterios analíticos que representan atributos del manejo soste‐
nible de los recursos naturales —agrodiversidad, productividad, uso de la
energía y manejo de nutrientes— derivaron en doce indicadores agroecológi‐
cos evaluados en la etapa investigativa anterior (capítulo IV).
2.2 Análisis estadístico
La finca fue la unidad experimental para el análisis. Los datos originales de los
indicadores agroecológicos fueron transformados por log10 (x) para obtener una
distribución más normal. Los valores que resultaron cero se reemplazaron por
138
la mitad del valor mínimo diferente a cero para cada clase de variable. Los
datos transformados fueron sujetos a análisis de varianza (Tukey‐HSD), como
prueba de comparación múltiple con α=0.05. El análisis factorial permitió
identificar las variables útiles para la clasificación de las fincas.
Se comparó el comportamiento de los indicadores agroecológicos dentro
de cada clase y las cuatro variables predictivas definidas: tipo de finca, años de
conversión, proporción de cultivos y área de la finca (ver tablas 2.4a y 2.4b). La
desviación normal geométrica —también llamada desviación normal multiplica‐
tiva— fue usada para obtener un rango aproximado de 95% de valores dentro de
los tipos (Limpert et al., 2001). Para visualizar las diferencias entre las fincas y
los sistemas agrícolas, los indicadores agroecológicos fueron sometidos a aná‐
lisis de componentes principales y relacionados con las cuatro variables pre‐
dictivas por regresión de rangos reducidos. Para tal fin, se utilizaron los
valores cuantitativos de las variables, salvo los de tipo de finca.
La regresión de rangos reducidos (Davies y Tso, 1982; Ter Braak, 1994;
Ter Braak y Looman, 1994), también llamada análisis de redundancia, puede
verse como una combinación del análisis de componentes principales y la re‐
gresión múltiple. Comparada con el análisis de componentes principales, sus
componentes maximizan la varianza explicada por las cuatro variables predicti‐
vas. Los resultados fueron presentados gráficamente como un biplot (Gabriel,
1982; Ter Braak y Looman, 1994), que muestra mejor: 1) la media de los indi‐
cadores agroecológicos con respecto al tipo de finca; 2) las correlaciones de
estos indicadores con años de conversión, proporción de cultivos y área de la
finca; y 3) la distancia euclideana entre las fincas y los tipos de finca. Los valo‐
res de las fincas ploteados son combinaciones lineales de los indicadores para
mostrar mejor las características de las fincas (Ter Braak, 1994).
Se realizaron pruebas de comparación múltiple empleando SPSS para
Windows (SPSS, 1999). La regresión de rangos reducidos se efectuó a través
de Canoco para Windows 4.5 (Ter Braak y Šmilauer, 2002).
139
140
Tabla 2.4a. Media geométrica de los indicadores agroecológicos de acuerdo con tipo de finca y años de conversión (N=93) y su
desviación estándar geométrica común (desv. est.)
SIE: sistemas integrados experimentales. SCI: sistemas integrados comerciales. SEG: sistemas especializados ganaderos. Las medias geométricas
con distintas letras en superíndice difieren significativamente (P<0.01) entre los sistemas (Tukey-HSD). Un intervalo de tolerancia de aproximadamen-
2
te 95% entre los tipos de indicadores es [media geométrica / (desviación geométrica estándar) , media geométrica x (desviación geométrica están-
2
dar) ]. Para los procedimientos de cálculo de los índices de Shannon y Margalef, consúltese Gliessman (2001). desv. est.: desviación estándar de la
media.
Tabla 2.4b. Media geométrica de los indicadores agroecológicos de acuerdo con proporción de cultivos y tamaño de la finca (N=93)
y su desviación estándar geométrica común (desv. est.)
Las medias geométricas con distintas letras en superíndice difieren significativamente (P<0.01) entre los sistemas (Tukey-HSD). Un intervalo de tole-
2
rancia de aproximadamente 95% entre los tipos de indicadores es [media geométrica / (desviación geométrica estándar) , media geométrica x (desvia-
2
ción geométrica estándar) ]. Para los procedimientos de cálculo de los índices de Shannon y Margalef, consúltese Gliessman (2001). desv. est.:
desviación estándar de la media.
141
3. Validación de estrategias
integradas
3.1 Caracterización de San Antonio de los Baños
Típicamente, los suelos de San Antonio de los Baños son entre ligeramente áci‐
dos y ácidos, la materia orgánica (MO) oscila entre 1 y 3%, y a menudo están
compactados debido al uso intensivo de maquinaria pesada. El clima es tropical
de sabana (Köppen, 1907) con una temperatura media anual de 25.2 °C y varía
entre 20 y 30 °C. La humedad relativa es de aproximadamente 78%. Del prome‐
dio anual de precipitaciones (1 872 mm), el 84% cae durante la estación lluviosa
(de mayo a octubre) (tabla 3.1) (MINAG, 2005).
Tabla 3.1. Variables climáticas seleccionadas del municipio San Antonio de los Baños (2002-
2005)
Temp. Temp. Temp. Humedad relativa, Precipitaciones,
Mes
media, °C máxima, °C mínima, °C % mm
Enero 20.9 26.0 15.9 76.8 46.9
Febrero 22.5 27.6 17.6 76.5 65.2
Marzo 24.0 29.2 19.3 76.0 56.4
Abril 24.7 30.1 19.2 73.0 59.3
Mayo 27.1 31.7 22.0 75.8 157.2
Junio 27.4 31.7 22.8 80.0 328.3
Julio 27.9 32.6 22.8 78.5 276.1
Agosto 28.1 32.8 22.5 78.3 334.9
Septiembre 27.3 31.8 22.6 81.8 302.4
Octubre 26.4 30.8 21.7 80.5 175.8
Noviembre 24.5 28.8 19.5 78.8 29.6
Diciembre 22.1 26.5 17.2 77.5 40.2
Total o promedio 25.2 30.0 20.2 77.8 1 872.2
Fuente: Estación Meteorológica, Instituto de Investigaciones del Tabaco del MINAG, Bauta, La Habana.
143
3.2 Diagnóstico participativo e identificación de puntos críticos
Se emplearon diferentes elementos de los enfoques participativos de investiga‐
ción: diagnóstico rural rápido, métodos de investigación funcionales e interacti‐
vos y diagnóstico rural participativo, entre otros (McCracken et al., 1988;
Chambers, 1994; Pretty et al., 1995; Bellon, 2001). Esta combinación otorgó ver‐
satilidad a la fase de diagnóstico. Se emplearon varias herramientas, como recorri‐
dos de campo, discusiones informales, talleres participativos, conversaciones y
entrevistas semiestructuradas con los administradores de las fincas y miembros
de las familias, revisiones de archivos de contabilidad, así como mediciones di‐
rectas en el campo.
3.3 Mapeo de los biorecursos e infraestructura y caracterización de la finca
Los diagramas de bio‐recursos e infraestructura de la finca, adaptados de Light‐
foot et al. (1994; 1998) y de Dalsgaard y Official (1997), fueron elaborados con el
propósito de simplificar información compleja y permitir una apreciación global
de los recursos naturales y físicos disponibles en cada finca. Ellos sirvieron como
referencia para el análisis de puntos críticos a nivel de finca (Conway, 1985;
McCracken et al., 1988). Los diagramas, creados junto con los administradores
de las fincas, cubren los niveles de sistema, subsistema y componentes biofísicos.
Ellos proporcionan información sobre el tamaño del campo, infraestructura del
sistema agrícola y sus límites, componentes de agrodiversidad y niveles de pro‐
ducción. Toda la información compilada en los diagramas procuró mejorar la
comunicación entre los investigadores y los demás actores involucrados en el
estudio.
La caracterización de los sistemas agrícolas se basó en la información obte‐
nida durante el diagnóstico participativo, incluyendo talleres, días de campo,
construcción de escenarios y diagramas de bio‐recursos y de infraestructura de
la finca. La caracterización incluyó aspectos agroecológicos, económicos y socia‐
les del desarrollo de los sistemas, con el objetivo de lograr un adecuado análisis
de sistema (Checkland, 1999).
3.4 Monitoreo de indicadores
En este estudio se adoptaron los indicadores probados en los capítulos IV y V, en
correspondencia con la mayoría de los puntos críticos identificados. Sin
embargo, también fueron definidos otros indicadores dirigidos a objetivos
específicos. Las visitas mensuales a las fincas, los recorridos de campo para la
144
elaboración de transectos, las entrevistas semiestructuradas, las descripciones
de las rutinas diarias y perfiles de actividad, fueron los principales métodos
empleados para supervisar y recoger los datos. El equipo de investigación y los
administradores de las fincas en estudio realizaron análisis anuales conjuntos de
los resultados. Se recolectaron los datos necesarios para los cálculos de balance
energético, y estimaciones de los administradores de las entradas de energía en
las actividades productivas —fuerza de trabajo humana, trabajo animal, petróleo,
alimentos— y salidas energéticas en forma de productos agrícolas. Los balances
energéticos se calcularon mediante el sistema computarizado ENERGÍA (Sosa y
Funes‐Monzote, 1998).
3.5 Análisis de suelos
Los análisis de suelos se hicieron en el laboratorio del Instituto Nacional de Cien‐
cias Agrícolas, San José de Las Lajas. La capa arable (0‐20 cm) de cada finca se
evaluó al nivel de subsistema (figura 23, página 100). Los volúmenes de nutrien‐
tes se determinaron mediante la Metodología para la Cartografía Detallada y la
Evaluación Integral de Suelos (Hernández et al., 1995). Al menos cinco muestras
individuales, tomadas al azar, fueron homogeneizadas. De estas últimas, se tomó
una submuestra para el análisis químico, de acuerdo con Paneque et al. (2002),
como en el apéndice 1, epígrafe 1.2. Los volúmenes de carbono se calcularon asu‐
miendo un contenido de este elemento de 0.58 kg/kg de materia orgánica y multi‐
plicando la densidad aparente por el espesor del horizonte correspondiente.
La distribución del tamaño de las partículas del suelo se determinó por el
método de Bouyoucos (modificado), usando el pirofosfato de sodio para eliminar
los microagregados y el hidróxido de sodio como dispersante. El volumen de
microagregados fue determinado por el mismo método, sin el dispersante. La
distribución del tamaño de las partículas y el contenido de microagregados se
utilizaron para calcular el factor de dispersión de cada muestra. A fin de inter‐
pretar las características de fertilidad del suelo, se empleó la clasificación del
manual para la interpretación de suelos del Ministerio de la Agricultura de Cuba
(DNSF, 1982). Para la clasificación del suelo y descripciones de perfil, se adopta‐
ron las metodologías cubanas propuestas por Hernández et al. (1995, 1999) y las
de WRB (2006).
3.6 Análisis agroecológico y económico
Al término de cada año se analizaron los indicadores agroecológicos, económicos
y sociales. Los resultados promediados del período 2000‐2004 se representaron
145
en gráficos de radar o «ameba» (Ten Brink et al., 1991), lo que facilitó la interac‐
ción con los productores para definir objetivos y estrategias en aras de mejorar
los sistemas agrícolas. Los valores óptimos designados para cada indicador
agroecológico se tomaron de los mejores sistemas agrícolas, en asociación con
puntos críticos específicos según objetivos agroecológicos explícitos. Estos
métodos están en concordancia con los de Vereijken (1997), para los prototipos
de sistemas integrados ecológicos, y los de Bockstaller et al. (1997) y López‐
Ridaura (2005), para valorar la sostenibilidad del sistema. Como sugiere este
último autor, los datos fueron estandarizados, expresando los valores como por‐
centajes del mejor valor para cada indicador. Los indicadores socio‐económicos
fueron evaluados en una escala de 1 a 5, con 1 como muy bajo y 5, muy alto.
Para el análisis económico, se empleó el método desarrollado en el capítu‐
lo IV. También se examinaron las potenciales limitaciones y oportunidades que
existen en la esfera política para adoptar sistemas integrados de producción. La
información de las entrevistas semiestructuradas anuales y las conversaciones
informales una vez al mes con los productores, permitió captar las interacciones
espacio‐temporales entre los factores agroecológicos, económicos y sociales.
3.7 Identificación de alternativas para mejorar los sistemas agrícolas
Se analizó la información reunida en el proceso de investigación participativa
como base para el diseño de alternativas encaminadas a mejorar los sistemas
agrícolas locales. Fueron identificadas las estrategias de «mejores prácticas» en
los sistemas integrados a partir de tres fuentes principales de información: 1) los
puntos críticos identificados para la producción ganadera en la región; 2) las
características de las fincas resumidas en los diagramas de bio‐recursos e infra‐
estructura; y 3) los resultados de la evaluación y análisis del desempeño de los
sistemas expresados a través de los indicadores agroecológicos, económicos y
sociales. El desempeño agroecológico de las fincas en estudio se combinó con los
datos históricos y los aspectos sociopolíticos en el contexto de agricultura cuba‐
na actual en cinco áreas principales de impacto, tal como sugiere la metodología
ECOFAS: 1) agrodiversidad del sistema agrícola, 2) productividad de la finca y
eficiencia energética, 3) balance y reciclaje de nutrientes, 4) factibilidad econó‐
mica y 5) empoderamiento y toma de decisiones.
3.8 Caracterización de los suelos en las fincas estudiadas
La topografía de las tres fincas en estudio es plana, con suaves pendientes de 1
a 2%. El material común es roca caliza dura del Mioceno. Al evaluar las carac‐
146
terísticas del suelo de las fincas, se identificaron áreas no perturbadas o bien con‐
servadas para que pudieran servir como referencia de las condiciones «origina‐
les». Los suelos de pastizales de la finca ganadera especializada («Vaquería 10»),
no perturbados durante aproximadamente veinte años, mostraron una estructu‐
ra mejor y valores más favorables para los indicadores de fertilidad del suelo
(tablas 3.2, 3.3 y 3.6).
En la finca «Remedio», donde se ha practicado durante alrededor de se‐
tenta años un sistema intensivo integrado ganadería‐agricultura, se hizo un estu‐
dio del perfil de suelo. Los resultados del estudio contribuyen a entender mejor
la dinámica de la materia orgánica en el suelo y las características físico‐
químicas (tabla 3.4) en las diferentes capas (tabla 3.5), cuando se maneja la ferti‐
lidad del suelo con bajos insumos externos, apoyados en diversas estrategias
complementarias para optimizar el reciclaje de nutrientes a nivel del sistema
productivo.
La falta de diferenciación en cuanto a contenidos de nutrientes entre los
tipos de uso del suelo en las fincas integradas podría ser el resultado de la rota‐
ción a largo plazo de cultivos y forrajes, que influye en que las condiciones edáfi‐
cas converjan. Esto no sucede en la finca especializada, cuyas características
definidas de uso de la tierra (pasto, forraje y arboleda) mostraron modelos «lógi‐
cos». En esta sección se analizan modelos que pueden reflejar, a nivel de finca, el
efecto de un determinado uso de la tierra y/o un cultivo o práctica ganadera en
específico.
«Remedio»
El suelo predominante en esta finca fue clasificado como Fersialítico Rojo mólico
con carbonatos, de acuerdo con la nueva versión del sistema de clasificación
genética de los suelos de Cuba (Hernández et al., 1999), en correspondencia con
la subunidad Haplic Cambisols (humic, eutric, clayic, rhodic), según la clasifica‐
ción de World Reference Base (WRB, 2006).
La textura del suelo en el horizonte A es predominantemente arcillosa. Los
pequeños granos de carbonato de calcio se forman por el fraccionamiento de la
roca madre (tabla 3.2). Hay una fuerte formación de microagregados, especial‐
mente en el fragmento de arena gruesa —agregados de segundo orden—, como
resultado de la aplicación por largo tiempo de materia orgánica y el cultivo perma‐
nente sin roturación intensa. Ello condujo a un bajo factor de dispersión (tabla 3.3),
en parte responsable de la excelente estructura del suelo en los primeros 20 cm.
El pH del suelo es alto debido a la presencia de carbonatos (éutrico). La suma de
cationes intercambiables es alta en estos suelos arcillosos, con valores entre 30 y
147
Tabla 3.2. Descripciones del perfiles de suelos «típicos» en las tres fincas de acuerdo con la
clasificación cubana (Hernández et al., 1999) y la de WRB (WRB, 2006)
Hori- Profundidad
Finca Descripción
zonte (cm)
Agr 0-24 Color 5 YR 3/4 pardo rojizo oscuro, con peds de color 2.5 YR 2.5/2 rojo
muy opaco, 3-5% gravas de caliza dura, arcilloso, bloques angulares 5-7
cm, compactado. Pocos poros medianos, fresco, poco poroso, media
cantidad de raíces finas. Reacción débil al oído de HCl, transición neta.
Color 10R 4/8 rojo, bloques sub-angulares de 5 cm, compactado, tiene
«Remedio»
B11 24-50
gravitas de color oscuro y algunos peds. Poros ligeramente grandes y
medianos, ligeramente húmedo, pocas raíces finas, algunos canales
internos de color oscuro. Sin reacción al HCl, transición neta.
B12pd 50-67 Color 10R 4/8 rojo, arcilloso, no se aprecia la estructura, sin reacción al HCl,
transición neta. Más del 50% es piedra caliza dura. No se muestreó.
B2 67-85 Color 10R 4/6 rojo, arcilloso, bloques angulares pequeños de 1-3 cm,
friable, poroso, poros medianos y finos, más húmedo, sin raíces. Sin
reacción al HCl.
Clasificación de los suelos: Cuba: Fersialítico Rojo mólico con carbonatos; WRB: Haplic Cambi-
sol (humic, eutric, clayic, rhodic).
A11 0-10 Color 2.5YR 4/4 pardo rojizo, arcilloso, bloques sub-angulares de 5 cm
que pasa a nuciforme granular, ligeramente compactado, poroso,
seco, con gravas y piedras de caliza, pedazos de raíces y hormigas.
«Vaquería 10»
Las descripciones de los perfiles fueron realizadas por el Dr. Alberto Hernández, del Instituto Nacional de
Ciencias Agrícolas de Cuba (INCA).
148
Tabla 3.3. Distribución del tamaño de las partículas (%) de un perfil «típico» de suelo para las
tres fincas en estudio
149
36 cmol(+)/kg. Las proporciones de cationes [Ca2+/Mg2+; K+/Mg2+ y Ca2+/(Mg2++K+)]
son favorables, excepto en el campo cultivos (h), donde Mg2+ es ligeramente bajo.
Estos resultados están en correspondencia con las características del perfil del
suelo (tabla 3.4).
El carbono almacenado en los primeros 50 cm fue de 89 t/ha y de 26 t/ha
adicionales en la capa 50‐100 cm (tabla 3.5). El volumen de materia orgánica fue
superior al 5% en todos los subsistemas, excepto en cultivos (d), que resultó
medio (4.8%), valor que puede considerarse alto para estos suelos (tabla 3.6), y
la muestra analizada de otro campo de cultivos (a) (4.2%; tabla 3.4), que aparen‐
temente no era representativa (tabla 3.6). Estos valores sugieren una reducción
de 30‐40% en comparación con lo esperado bajo condiciones naturales
(Hernández et al., 2006), y representan pérdidas mínimas de carbono luego de
un cultivo tan intensivo. Según el criterio de Lal et al. (2007), el rango estimado
de pérdidas de carbono en agroecosistemas bajo diferentes niveles de intensifi‐
cación, respecto a su condición original, fluctúa entre el 30 y el 75%, lo cual ubica a
los suelos de la finca «Remedio» en los límites más bajos de este nivel de degradación.
Mientras la estructura física del suelo se deteriora como resultado de la
mineralización de la materia orgánica, que conduce a la destrucción de micro‐
agregados, el factor de dispersión aumenta (tabla 3.3). Según la hipótesis de Ma‐
risol Morales y Alberto Hernández (comunicación personal), la arcilla dispersa
en estos suelos puede seguir tres sendas: transporte lateral, transporte vertical o
llenar los poros de los agregados en la parte superior del horizonte B, creando
un piso de arado. Esto último conduce a la formación de agregados de mayor
tamaño y, por lo tanto, a valores superiores del factor de dispersión. Según
Hernández y Morell (2005), este factor debe ser menor de 20. Solo en el campo a,
luego del cultivo intensivo sin rotación con pastos durante muchos años, fue
superior a 20 (tabla 3.7).
Altos volúmenes de materia orgánica del suelo y, por consiguiente, altos
niveles de carbono, como en la finca «Remedio», son difíciles de encontrar en la
llanura Habana‐Matanzas, debido a que estas tierras han sido continuamente cul‐
tivadas con café, caña de azúcar y tabaco desde principios del siglo XX (Crawley,
1916). Otros factores que limitan actualmente la productividad de estos suelos
son: el crecimiento restringido de las raíces debido a la compactación de los sue‐
los por el uso de maquinaria pesada; la quema de residuos de cosecha, con la
exposición asociada de la tierra a las elevadas temperaturas prevalecientes, y la
erosión provocada por las fuertes lluvias del verano. Un contenido de materia
orgánica inferior a 1% y piso de arado son características típicas de las tierras en
esta región (Hernández y Morell, 2005; Hernández et al., 2006). El alto contenido
150
de materia orgánica en la finca «Remedio» se atribuye al uso continuo de es‐
tiércol animal, la incorporación de residuos de cosecha al suelo y la rotación de
forrajes de alto rendimiento (20 y 30 t MS/ha/año), como la caña de azúcar, el
king grass y la hierba Guatemala, que a través de la hojarasca incorporan gran‐
des contenidos de carbono. Por consiguiente, a pesar del alto nivel de intensifica‐
ción de su uso, podemos afirmar que la favorable estructura física del suelo se ha
conservado en estas tierras, como resultado de un diseño agroecológico que per‐
mite reciclar con eficiencia los nutrientes, lo cual le confiere al agroecosistema una
alta estabilidad y sostenibilidad (tablas 3.2 y 3.7).
En todos los subsistemas, el volumen de fósforo disponible es alto, con los
mayores valores en los campos de cultivos (b) y forraje (e). Se registraron altos
niveles de potasio intercambiable en los campos de cultivos (a, b, d) y pastos (c),
y valores medios en los de forraje (e, f, g) y cultivos (h). En general, las carac‐
terísticas físico‐químicas de los suelos en la finca «Remedio» se calificaron de
excelentes, a pesar de su uso intensivo y la considerable exportación de nutrientes
a través de la leche, la carne y los productos agrícolas durante un largo período.
«La Sarita»
El suelo predominante en esta finca se clasificó como Ferralítico rojo lixiviado
típico, éutrico, según Hernández et al. (1999), y se corresponde con un Ferralitic
Nitisol (eutric, clayic, rhodic), de acuerdo con la clasificación de World Reference
Base (WRB, 2006). Los subsistemas de pastizales (h, i, j) fueron ligeramente áci‐
dos, mientras el pH de los demás subsistemas estuvo cerca de neutro. La acidifi‐
cación es típica en suelos ferralíticos formados de esquistos en las áreas de
fuertes lluvias de la parte occidental de la Isla, específicamente en La Palma y
Viñales, regiones de Pinar del Río.
Por otra parte, como indica DNRE (1999), la acidificación se agrava por el
cultivo continuo de pastos, la constante extracción de biomasa a través de los
cultivos o la producción de heno. Sin embargo, los suelos de esta finca, formados
de caliza dura, se caracterizan por una suma de cationes intercambiables más
alta, lo que los hace menos susceptibles a este factor de degradación de los suelos.
Los valores de la suma de cationes intercambiables en esta finca son la mi‐
tad de los de «Remedio», probablemente por las características de los suelos
Ferralíticos Nitisoles, pero también por su menor contenido de materia orgánica.
En los subsistemas con el pH más alto, los cationes intercambiables fueron algo
superiores (18.9 cmol(+)/kg) que en aquellos con el pH más bajo (16.4 cmol(+)/kg)
(tabla 3.6). El calcio domina el complejo de intercambio (9.7‐16.9 cmol(+)/kg),
seguido por magnesio (4.2‐5.6 cmol (+) /kg). El sodio intercambiable es muy
151
Tabla 3.6. Características de la fertilidad del suelo (0-20 cm) para los diferentes terrenos de las
tres fincas en estudio
Finca sub- K
+
Ca2+ Mg2+ Na+ SCI*
pH MO P SST
sistema
(H2O) (%) (ppm) cmol(+)/kg (ppm)
(terreno)
«Remedio»
a 8.2 5.6 11.6 1.30 27.0 6.8 0.13 35.23 661
b 8.2 5.1 34.5 1.13 27.0 6.5 0.08 35.71 569
c 8.2 6.3 12.3 1.08 29.2 5.2 0.17 35.65 620
d 8.2 4.8 15.2 1.00 26.7 4.1 0.11 31.91 535
e 8.2 6.1 41.6 0.76 26.4 5.6 0.06 32.82 661
f 7.9 5.6 8.1 0.51 26.0 4.9 0.11 31.52 603
g 8.2 5.9 8.1 0.51 24.3 5.5 0.08 30.39 603
h 8.2 5.4 10.2 0.51 27.2 3.4 0.08 31.19 566
«La Sarita»
a 6.7 4.4 3.6 0.62 13.6 4.4 0.04 18.66 235
b 7.5 3.4 26.5 0.29 15.2 5.2 0.06 20.75 328
c 6.5 2.4 14.3 0.51 14.3 4.3 0.06 19.17 235
d 6.8 2.7 9.2 0.23 16.9 5.6 0.06 22.79 235
e 6.6 3.5 8.8 0.18 14.8 4.2 0.06 19.24 235
f 7.4 3.5 5.3 0.06 14.6 4.8 0.11 19.57 281
g 6.8 3.4 7.9 0.43 11.5 4.2 0.06 16.19 281
h 6.2 3.3 2.6 0.25 13.0 4.8 0.04 18.09 235
i 6.0 4.8 1.8 0.77 11.2 4.6 0.06 16.63 235
j 6.0 4.2 1.7 0.47 9.7 4.2 0.06 14.43 235
k 7.5 3.9 13.6 0.70 10.4 4.2 0.04 15.34 375
«Vaquería 10»
a 7.3 5.6 3.6 0.31 26.0 7.0 0.09 33.4 405
b 7.9 6.1 6.8 1.02 32.0 4.0 0.09 36.1 506
c 7.8 5.6 5.3 0.59 31.5 7.5 0.09 39.7 456
d 7.3 5.9 16.5 0.82 24.0 5.5 0.06 30.4 557
e 7.4 6.8 8.6 1.03 33.5 5.5 0.09 40.1 456
f 6.5 4.8 1.3 0.22 23.5 6.5 0.09 30.3 183
152
Tabla 3.7. Distribución del tamaño de las partículas de suelo, tipo de textura y factor de dispersión
(0-20 cm), finca «Remedio»
Arena Arena Arena Arena Arcilla, Clase de
Subsistema FD*
gruesa, % fina, % gruesa, % fina, % % textura
Arcilla
a 33.4 (69.0)** 19 (14) 5 (5) 8 (3) 34.6 (8.0) plástica 23.1
bajo (< 0.1 cmol(+)/kg) y el potasio intercambiable es bajo, variando de 0.06 a
0.77 cmol(+)/kg, con los menores valores en los subsistemas cultivos (e, f) y pas‐
tos (b, d, h) y los más altos (0.43‐0.77 cmol(+)/kg) en pastos (a, c, i, j) y cultivos
recientemente rotados de pastizales (g). El potasio intercambiable fue general‐
mente más bajo en los suelos con mayor intensidad de producción agrícola. La
proporción de (Ca2+/Mg2+) es adecuada, es decir, de 2/1 a 6/1, aunque en el me‐
nor rango, asociada a niveles relativamente bajos de calcio. La proporción
K+/Mg2+ es baja (< 0.1) en la mayoría de los subsistemas, pero adecuada (0.1‐0.6)
en pastos (a, c, j) y forrajes (k). La proporción Ca2+/(Mg2++K+) es apropiada (2‐6),
pero en menor rango (entre 2 y 3), y en el subsistema j es muy baja (< 2). Los
valores del total de sales solubles inferiores a 375 ppm no indican salinización.
La materia orgánica es de 3.4% como promedio, y varía entre 2.4 y 4.8%
(tabla 3.6). En los subsistemas c y d (pastos) la materia orgánica es baja (2.4 y
2.7), mientras que en los subsistemas de pastos (a, i, j) es superior (> 4.0%), des‐
pués de rotar con cultivos en los que se aplicaron con regularidad altas dosis de
estiércol fresco (más de 20 t/ha/año). De manera similar, el elevado valor
(3.9%) de materia orgánica en el área k (caña de azúcar) también fue atribuido a
la alta aplicación de estiércol y la reincorporación de hojas muertas al suelo. Los
valores de fósforo disponible son medios en los subsistemas pastos (d), cultivos
153
(e, g), bajos en pastos (a) y cultivos (f), muy bajos en pastos (h, i, j) y altos en los
demás. El mayor contenido de fósforo disponible se registró en pastos (b) (26.6
ppm de P), área previamente dedicada a flores y cultivos que recibió elevadas
dosis de fertilizantes durante alrededor de cuatro años. En general, en la finca
«La Sarita» las bases intercambiables y los nutrientes en el suelo son inferiores a
los de «Remedio», lo que probablemente se asocie a las características inheren‐
tes del suelo y a la menor proporción de estiércol aplicado.
«Vaquería 10»
Al igual que en «Remedio», el suelo predominante de esta finca se clasificó como
Fersialítico Rojo con carbonatos, de acuerdo con la nueva versión de la clasifica‐
ción genética cubana de suelos (Hernández et al., 1999), que corresponde con
Haplic Cambisol (humic, eutric, clayic, rhodic) en la clasificación de World Refe‐
rence Base (WRB, 2006). En general, el pH del suelo fue ligeramente alcalino,
excepto en el subsistema de pastos (f), donde fue ligeramente ácido. Los valores
de la suma de cationes intercambiables variaron entre 30.3 y 40.1 cmol(+)/kg, de
forma similar a los de la finca «Remedio» (tablas 3.2 y 3.6).
El catión intercambiable dominante fue Ca2+, con valores entre 23.5 y 33.5
cmol(+)/kg, seguido por Mg2+ (4.0–7.0 cmol(+)/kg). El potasio intercambiable fue
bajo en los subsistemas de forrajes (a) y pastos (f), medio en c y d (pastos) y alto
en b (pastos) y e (arboledas). La proporción de cationes intercambiables fue ade‐
cuada para Ca2+/Mg2+, Ca2+/(Mg2+ + K+) y K+/Mg2+, excepto para K+/Mg2+ en los
subsistemas a (forrajes), c y f (pastos), debido a los bajos contenidos de potasio.
El contenido de fósforo disponible varía. Comienza siendo muy bajo en f, que es
un cuartón lejano, empastado de paspalum y bermuda, y pastoreado con poca
frecuencia; bajo en a (forrajes) y c (pastos), con alta extracción de nutrientes,
medio en b y e (campos intermedios); y alto en d, el área de pastos cercana a los
establos, que recibe el lixiviado del derrame de agua y estiércol de la limpieza.
Este comportamiento coincide con los patrones encontrados por Tittonell
(2008) en sus estudios sobre la fertilidad del suelo en agroecosistemas tropica‐
les de Kenia.
Los valores de materia orgánica fueron mayores que 4% en todos los sub‐
sistemas, siendo más altos (6.75%) en el e (tabla 3.6). Los altos contenidos de
materia orgánica en b y d (pastos), localizados cerca de los establos, se deben a la
escorrentía a esas áreas. Los niveles inferiores en el subsistema de pastos f, loca‐
lizado lejos de los establos, pueden asociarse a una menor frecuencia de pasto‐
reo. Estos volúmenes de materia orgánica equivalen a las reservas de carbono
orgánico en la capa de 0‐20 cm, que oscila entre 58 y 78 t/ha.
154
Los altos volúmenes de materia orgánica en la «Vaquería 10», su eleva‐
da fertilidad natural y excelente estructura, pueden atribuirse a varios facto‐
res: 1) las características del suelo original —lo que fue confirmado por el
análisis de la muestra de referencia en el subsistema arboleda (e) «no per‐
turbado» (tabla 3.5)—; 2) la deposición durante veinte años de hojas y raíces de
estos pastos perennes; y 3) las bajas exportaciones de nutrientes en los produc‐
tos. Las favorables condiciones del suelo en los sistemas de pastos no perturba‐
dos durante un largo plazo, también han sido identificadas por García Trujillo y
Monzote (1995) y Monzote et al. (1999) en sus estudios sobre el establecimiento
de sistemas de cultivos integrados bajo diversas condiciones en el país.
155
4. Eficiencia energética
La energía está disponible para los agroecosistemas a partir de dos fuentes
fundamentales: la energía ecológica y la energía cultural (Gliessman, 2001). La
ecológica es aquella que proviene directamente del sol e interviene en la pro‐
ducción de biomasa a través de los organismos fotosintéticos. La cultural es la
que suministran los seres humanos a fin de optimizar la producción de bioma‐
sa en los agroecosistemas. A su vez, se identifican dos fuentes de energía cul‐
tural: la biológica y la industrial. La primera es de origen animal o humano
—trabajo animal o humano, estiércol o la energía de la biomasa—, mientras
que la segunda proviene de fuentes no biológicas, como electricidad, gasolina,
petróleo, gas natural, fertilizantes y maquinaria. La clave de los agroecosiste‐
mas radica en cómo utilizar mejor la energía cultural para transformar con más
eficiencia la energía ecológica en biomasa (figura 4.1). La energía proveniente
del sol es la savia de los agroecosistemas y fluye constantemente en una sola
dirección (figura 4.2).
Biológica Industrial
Energía cultural Energía cultural
proveniente de fuente proveniente de fuentes
animal, vegetal o humana. no biológicas.
157
Almacenada en las estructuras
Captura y de las moléculas orgánicas de la
Energía conversión Energía biomasa
solar Organismos potencial (Alimentos para humanos y
fotosintéticos animales, fibras, y combustible).
Propósito de la
producción agrícola Pérdidas
Respiración, crecimiento,
movimiento, reproducción
Tabla 4.1. Equivalencia energética utilizada para calcular los gastos en insumos directos e
indirectos
158
Tabla 4.2. Consumo de energía y proteína por día recomendado para la población cubana
Tabla 4.3. Productos de origen animal y su contenido en energía y proteína (parte consumible)
159
Tabla 4.4. Lista de productos vegetales y su contenido de proteína y energía (parte consu-
mible) utilizado para los cálculos de producción de energía y proteína
Proteína, Energía, Rechazo,
Producto vegetal Nombre científico g/100 g MJ/kg %*
Aguacate Persea americana 2.2 5.0 33
Ají rojo Capsicum annuum 1.0 1.3 18
Ají verde Capsicum annuum 0.9 0.8 18
Ajo Allium sativum 6.4 6.2 13
Ajo puerro Allium porrum 1.5 2.6 56
Ajonjolí Sesamum indicum 17.7 24.0 -
Anón Annona squamosa 2.1 3.9 45
Arroz Oriza sativa 6.6 15.1 -
Berenjena Solanum malongena 1.0 1.0 19
Boniato Ipomoea batatas 1.6 3.6 28
Calabaza Cucurbita spp. 1.0 1.1 30
Cebolla (bulbo) Allium cepa 1.1 1.7 10
Cebollino Allium schoenoprassum 1.8 1.4 4
Chirimoya Annona cherimola 1.7 3.1 21
Coco Cocos nucifera 3.3 14.8 48
Col Brassica oleracea 1.3 1.0 20
Cowpea Vigna unguiculata 23.5 14.1 -
Espinaca Spinacia oleracea 2.9 1.0 28
Frijol blanco Phaseolus vulgaris 23.4 13.9 -
Frijol lima Phaseolus lunatus 21.5 14.1 -
Frijol mantequilla Phaseolus vulgaris 22.0 14.4 -
Frijol mungo o chino Vigna mungo 25.2 14.3 -
Frijol negro Phaseolus vulgaris 21.3 14.2 -
Gandul Cajanus cajan 7.2 5.7 52
Garbanzo Cicer arietinum 19.3 15.3 -
Girasol (semilla seca) Helianthus annuus 20.8 24.5 -
Guanábana Annona muricata 1.0 2.8 45
Guayaba Psidium guajava 2.6 2.9 -
Haba Vicia faba 26.1 14.3 -
Habichuela Phaseolus vulgaris 1.8 1.3 12
Lechuga Lactuca sativa 1.4 0.6 36
Limón Citrus limon 1.1 1.2 47
Maíz (grano seco) Zea mays 9.4 15.3 -
Maíz (grano tierno) Zea mays 3.2 3.6 -
160
Malanga Colocasia esculenta 1.5 4.7 14
Mamey Pouteria sapota 1.7 3.6 35
Mango Mangifera indica 0.5 2.7 31
Maní Arachis hypogaea 25.8 23.7 -
Maracuyá Passiflora edulis 2.2 4.1 48
Melón Citrullus lanatus 0.6 1.3 48
Millo Panicum miliaceum 11.0 15.8 -
Naranja Citrus sinensis 0.9 2.0 27
Ñame Dioscorea spp. 1.5 4.9 14
Papa Solanum tuberosum 2.6 2.4 -
Papaya Carica papaya 0.6 1.6 33
Pepino Cucumis sativus 0.7 0.7 3
Piña Ananas comosus 0.5 2.1 49
Plátano fruta Musa spp. 1.1 3.7 36
Plátano vianda Musa spp. 1.3 5.1 35
Quimbombó Abelmoschus esculentus 2.0 1.3 14
Rábano Raphanus sativus 0.7 0.7 10
Remolacha Beta vulgaris 1.8 0.8 8
Soya (grano seco) Glycine max 36.5 18.7 -
Soya (grano verde) Glycine max 13.0 6.1 -
Tomate (maduro) Lycopersicon esculentum 0.9 0.8 9
Tomate (verde) Lycopersicon esculentum 1.2 1.0 9
Toronja Citrus paradisi 0.6 1.3 50
Yuca Manihot esculenta 1.4 6.7 20
Zanahoria Daucus carota 0.9 1.7 11
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Agricultura con futuro. La alternativa agroecológica
para Cuba, se terminó de imprimir en el mes de
octubre de 2009 en los talleres de Palcograf,
Palacio de Convenciones, La Habana, Cuba.
La edición consta de 1000 ejemplares.