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Con lo cual result que Espaa, ya entendida como nacin -con sus zurcidos,
sus errores y sus goteras que llegan hasta hoy, incluida la apropiacin
ideolgica y fraudulenta de esa interesante etapa por el franquismo-, fue el
primer Estado moderno que se cre en Europa, casi un siglo por delante de los
otros. Una Europa a la que no tardaran los peligrosos espaoles en tener bien
agarrada por los huevos (permtanme la delicada perfrasis), y cuyos estados
se formaron, en buena parte, para defenderse de ellos. Pero eso vino ms
tarde. Al principio, Isabel y Fernando se dedicaron a romperle el espinazo a los
nobles que iban a su rollo, demolindoles castillos y dndoles lea hasta en el
dene. En Castilla la cosa funcion, y aquellos zampabollos y mangantes mal
acostumbrados quedaron obedientes y tranquilos como malvas. En el reino de
Aragn la cosa fue distinta, pues los privilegios medievales, fueros y toda esa
murga tenan mucho arraigo; aparte que el reino era un complicado tira y afloja
entre aragoneses, catalanes, mallorquines y valencianos. Todo eso dej
enquistados insolidaridades y problemas de los que todava hoy, quinientos
aos despus de ser Espaa, pagamos bien caro el pato. En cualquier caso, lo
que surgi de aquello no fue todava un estado centralista en el sentido
moderno, sino un equilibrio de poderes territoriales casi federal, mantenido por
los Reyes Catlicos con mucho sentido comn y certeza del mutuo inters en
que las cosas funcionaran. Lo del Estado unitario vino despus, cuando los
Trastmara -la familia de la que procedan Isabel y Fernando, que eran primosfueron relevados en el trono espaol por los Habsburgo, y sos nos metieron
en el jardn del centralismo imposible, las guerras europeas, el derroche de la
plata americana y el no hay arroz para tanto pollo. En cualquier caso, durante
los 125 aos que incluiran el fascinante siglo XVI que estaba en puertas,
transcurridos desde los Reyes Catlicos a Felipe II, iba a cuajar lo que para
bien y para mal hoy conocemos como Espaa. De ese perodo provienen
buena parte de nuestras luces y sombras: nuestras glorias y nuestras miserias.
Sin conocer lo mucho y decisivo que en esos aos cruciales ocurri, es
imposible comprender, y comprendernos. [Continuar].