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MUNDO
DEMONIO
Y
FAUSTO
TRAGICOMEDIA FANTÁSTICA
EN
TRES ACTOS
NUEVE JORNADAS
ENTREGA 3
ACTO III
(MUNDO Y APARTE)
Bosque del centro de Alemania. Tendido en tierra, Fausto duerme. Cerca de él,
Mefisto, sentado sobre un tronco caído, está tallando con un cuchillo un trozo de
madera. A su lado, Homúnculus, observa sus movimientos con interés.
Fausto camina por el bosque, acompañado por el Búho, que revolotea de rama en
rama. Entre las altas hayas, se filtra la luz de la Luna llena.
Fausto sigue al Búho hasta la espesura del bosque, y ahí permanecen al acecho. Un
grupo de hombres, vestidos y armados a la usanza del siglo XVIII, entra en el claro
del bosque; con sus lanzas y redes logran reducir al lobo, y se lo llevan, tirando
varios hombres de distintas cuerdas.
FAUSTO.- ¿Qué piensan hacer con él?
BÚHO.- Mi visión no alcanza al futuro.
FAUSTO.- ¿Saben que también es hombre?
BÚHO.- Ni a las cosas ausentes o pasadas.
FAUSTO.- Sigámosles.
BÚHO.- No me parece buena idea. Pero, en fin, yo no arriesgo nada.
Castillo del Barón Vollterr. En una sala rococó, el Barón, la Baronesa y Fausto.
De pronto, se abre la puerta del fondo y entra una muchacha, casi arrastrando por
la mano a un joven; ella, con el rostro encendido por la agitación del baile; él, más
circunspecto, pero con el brillo de alguna copa de vino en los ojos. Ella se dirige a
su acompañante.
BARÓN.- Un muchacho notable, un gran talento, sin duda. Lástima que su linaje…
Perdón, estaba pensando en voz alta. Decíais que esta noche, en un claro del bosque
iluminado por la Luna llena habéis visto…
FAUSTO.- Un lobo.
BARÓN.- ¡Sois un tramposo, doctor Fausto! Habéis jugado sucio conmigo, vos o
quien sea que haya ideado esto. Me habéis retratado como un racionalista cerril,
como un cabeza-cuadrada esclavo de sus esquemas y ciego ante la realidad de la
vida. Claro…muy fácil…En una historia donde los demonios se disfrazan y los búhos
hablan ¿qué tiene de raro que los hombres se transformen en lobos? En el mundo real
quisiera veros yo, no en esta fantasía creada a capricho, sino en la sociedad de seres
de carne y hueso, donde no hay diablos acróbatas ni búhos parlanchines. Nos vemos
ahí y me enseñáis unos cuantos hombres-lobos ¿os parece? ¿No me respondéis,
tramposo? Habéis hecho trampa conmigo, doctor Fausto, vos o quien sea que haya
ideado esto. ¡Tramposoooos!…
Descienden. El Águila deja a Fausto ante las puertas de la ciudad y luego alza el
vuelo y desaparece en el cielo pintado de azul. Se acerca un carruaje y se detiene
junto a Fausto.
Fausto sale de la alcoba acompañado-arrastrado por las dos mujeres. Por unas
amplias escaleras descienden los tres a la planta, donde, en el hueco mismo de la
escalera, hay una gran puerta de hierro cerrada, flanqueada por dos antorcheras
con sus antorchas apagadas. A una señal, un criado se acerca, enciende las dos
antorchas y entrega una a Amalia y la otra a la Condesa. Amalia abre la puerta;
descienden los tres por una escalera estrecha; llegan a una sala vacía; a la luz de las
antorchas, que las mujeres depositan en sendas antorcheras de ambos lados de la
pared de enfrente, ésta aparece espléndidamente decorada con un fresco de la época
y estilo de los de Pompeya. Fausto, flanqueado por las dos mujeres, contempla la
pintura como extasiado.
FAUSTO.- ¿Tú?
MEFISTO.- ¿Yo?…Bueno, digamos que yo…pero según y cómo.
FAUSTO.- ¿Qué significa esta farsa? ¿Qué clase de juego es éste? ¿Es sólo una
estúpida burla, o tiene algún sentido?
MEFISTO.- Enhorabuena. Por primera vez, pareces realmente indignado; por primera
vez, me recuerdas un ser humano. Se comprende. Hasta ahora no has sido más que un
espectador; hacías cosas, sí, enterrabas a los muertos, levantabas ejércitos, indagabas
en la noche, pero tú siempre estabas un poco al margen. Mi magia te servía para
moverte por el teatro del mundo sin que tu preciosa persona se viese directamente
afectada, hasta del maleficio del Emperador saliste indemne, ¿recuerdas? Ahora es
diferente, ahora ya no eres el fantasmal actor-espectador, ahora eres el sujeto, la
víctima de los acontecimientos, y eso, una persona tan exquisita como tú no lo puede
soportar… Y todo lo que se te ocurre es acusarme a mí, a mí que siempre he sido tu
seguro servidor.
FAUSTO.- Me gustaría saber en qué me has servido.
MEFISTO.- En todo lo que te ha apetecido, hasta en el menor de tus caprichos. Yo te
libré de Marga, personajillo insufrible que te pesaba como una losa; yo hice que
midieses tus fuerzas con las del Emperador, y al mismo tiempo te evité la visión del
desenlace para no herir tu fina sensibilidad; yo te he acompañado y guiado como
Búho…
FAUSTO.- ¿Cómo Búho?
MEFISTO.- Sí, y como Águila.
FAUSTO.- ¡Farsante!…Con que… el Búho que había sido hombre, y el Águila que
no sabía geografía…
MEFISTO.- Compréndeme, tenía que construir los personajes…
FAUSTO.- Espera, espera un momento …Si no lo entiendo mal lo que pretendes
decir es que, en todo este tiempo, me he estado moviendo por sucesivos escenarios de
ficción que tú mismo ibas montando.
MEFISTO.- Apruebo lo primero; lo segundo es más complicado. Sí, es verdad que te
has estado moviendo por escenarios de ficción, en cuanto a si los he montado yo…
luego lo tratamos.
FAUSTO.- No puedo creerte, no puedo creerte. Tú me engañas, quizá ahora, o
también antes, o lo más seguro que siempre. Pretendes engañarme, pero no, no
lograrás que comulgue con cosa tan absurda. Admito que, con tu magia, puedas
conseguir efectos sorprendentes, pero lo real es siempre lo real, y es real que he
estado con Filemón y Baucis…
MEFISTO.- Personajes reales donde los haya, sí señor…
FAUSTO.- Y es real que he tratado con el Emperador y que he levantado un ejército
para derribar el Imperio…
MEFISTO.- No se lo cuentes a un psiquiatra…
FAUSTO.- Y es real que he estado en el castillo del Barón, indagando sobre el
hombre-lobo…
MEFISTO.- Y de paso conociendo a tu autor más famoso, ¡bella coincidencia!
FAUSTO.- Y es real que aquí en Nápoles he conocido…
MEFISTO.- ¿Has conocido…? ¿A quién has conocido aquí en Nápoles?…
suponiendo que este aquí sea Nápoles…
FAUSTO.- A…
MEFISTO.- Dime, no te interrumpas. ¿Cuánta realidad tenía Don Fernando? ¿cuánta
realidad las dos mujeres? ¿O eran sólo una? ¿O era sólo la Diosa? ¿O era,
finalmente…?
FAUSTO.- ¡Tú!
MEFISTO.- Sí, yo. Pero no sólo la Diosa y las dos mujeres, y no sólo el Búho y el
Águila, sino también todas y cada uno de las personas con quienes te has cruzado en
tu camino.
FAUSTO.- No puedo creerlo, no puedo entenderlo, no puedo aceptarlo. Si fuese
cierto…sería terrible. Sería…la destrucción total de la realidad, y esto es algo que de
ningún modo puedo aceptar,
MEFISTO.- ¿Quién habla de destruir la realidad? Nadie puede destruir la realidad. Se
trata de descubrir dónde está.
FAUSTO.- No me dirás que en ti…
MEFISTO.- No, por favor. Yo soy tan fantasmal como el resto de los personajes.
FAUSTO.- ¿Entonces?
MEFISTO.- Entonces, aprende a mirar. Aprende a mirar con propiedad, quiero decir,
sabiendo que una cosa es el ojo, otra la mirada y otra el supuesto objeto. Si miras así,
reconocerás que sólo puedes captar las presuntas imágenes de las supuestas cosas, no
las cosas en sí mismas; si miras así, descubrirás que el ser humano no tiene
instrumentos para captar la cosa en si, suponiendo que eso exista, y por lo tanto que
todo lo que se forma en tu mente no está en otra parte más que en tu mente. Y ahora,
mírame bien. ¿Qué ves?
FAUSTO.- Al Mefisto de siempre.
MEFISTO.- Mírame bien. ¿Qué ves?
FAUSTO.- A…Mefisto.
MEFISTO.- Mírame bien. ¿qué ves?
FAUSTO.- ¿Yo?
FAUSTO.- Sí, yo.
FAUSTO.- ¿Todo ha salido de mi misma alma?
FAUSTO.- Todo sale de la misma alma.
FAUSTO.- Sí, todo sale de la misma alma. Y sin embargo hay algo en mí que se
resiste a aceptarlo. El mismo espectáculo del mundo, múltiple, variado y cuyos
elementos se enfrentan entre sí, parece negar esa unidad total. Delante de mí he
tenido a personas que parecían moverse por motivos propios, muy ajenos a los míos:
Marga, Filemón, Woody Allen, el Emperador, Spartacus y los otros líderes, el
Barón… y a veces me han sorprendido con respuestas que yo nunca hubiera
imaginado. ¿Cómo es posible que también eso haya salido de mí mismo?
FAUSTO.- Piénsalo bien. ¿No te encuentras en los sueños con personas que parecen
movidas por motivos propios? ¿No te sorprenden a veces con respuestas que crees
que tú serías incapaz de imaginar? Y sin embargo, ¿quién es el único autor de tus
sueños?
FAUSTO.- Yo, sí, yo…Pero entonces, ¡qué terrible soledad! Estoy solo en todo el
Universo, perdido en los espacios infinitos.
FAUSTO.- No, míralo bien. Yo soy los espacios infinitos. Sí, siéntelo bien desde el
fondo velado de ti mismo…¡Qué plenitud! ¡Cuánta riqueza, cuánta abundancia,
cuánta libertad, cuánto poder, cuánto gozo! El principio y el fin se intercambian, el yo
y el tú se confunden, el tiempo y la eternidad se abrazan. Solo hay una realidad, que a
la vez es interior y es exterior. Lo exterior contiene a mi interior; mi interior contiene
a lo exterior: éste es el círculo perfecto de la Divinidad.
Mientras el Lector busca su billete, por la megafonía del tren suenan las angélicas
voces del
CORO MÍSTICO.-
Por aéreas visiones transportado,
penosamente de la noche asciendes.
Las fuerzas primigenias incesantes
edifican el mundo que concibe
tu ser desconocido. El universo
gira al ritmo de tu razón extrema.
Alfa y Omega de la escena eterna,
serás el Dios que en el principio has sido.
FINIS