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Lenguaje y Poder en la Sociedad del Conocimiento

XIV

La nueva posición del trabajador del conocimiento –más parecida a la independencia


del luthier medioeval- está relativizando las concepciones de propiedad de la era
industrial, pues su verdadera significación va quedando reducida a la producción física,
constatable y contable de los adminículos NTIC que hacen posible la distribución y
transmisión del servicio, entretención o conocimiento que el especialista haya creado,
mientras su idea, una vez manifestada, queda expuesta al uso indiscriminado y no
recompensado monetariamente por parte de la sociedad, lo que obliga al surgimiento
de nuevos modelos de negocios.

En este sentido, las NTIC han facilitado enormemente en trabajo de músicos,


especialmente en el área de la transcripción de sus obras, así como en la generación
de nuevos colores y cromáticas producidas mediante la electrónica. En el mercado se
ofrecen metrónomos digitales y gran variedad de softwares que posibilitan la escritura
automática de los textos musicales que se van reproduciendo instantáneamente, una
vez pulsados en los instrumentos conectados a dichos programas, en un correcto
lenguaje musical escrito, tanto en términos melódicos, como armónicos y de tempo.

Asimismo, han surgido una variedad de usos de las tecnologías de la información y


comunicaciones, las que le han dado un atributo diferenciador, tanto en su sonoridad
como en su coloratura. La digitalización de los sonidos analógicos ha permitido la
producción en masa de instrumentos que imitan a la perfección los mejores timbres de
las más prestigiadas casas productoras analógicas de aquellos, entre los cuales el
piano y sus continuadores, el teclado electrónico o el sintetizador, han ocupado un
puesto preponderante, al punto de que en la actualidad buena parte de los hogares
cuentan con instrumentos que, además, posibilitan la programación de otros en
paralelo, transformando al artefacto digital en una verdadera orquesta que puede ser
operada por una sola persona.

La digitalización en el área de los equipos de sonido, como los reproductores de CD,


DVD, radios, MP3 y MP4, entre muchos otros, ha suscitado una revolución mundial en
el consumo de la música popular y mayor, luego que a partir del “walkman”,
adminículo aún analógico y que posibilitaba escuchar música de modo nómade en
cassettes de banda electromagnética, el mercado se inundara de aparatos
reproductores de bajo costo que han hecho más llevadera la vida a millones de
personas que han continuado con la tradición, mediante el uso de reproductores
digitales de enormes memorias y que permiten la autoprogramación no sólo auditiva,
sino audiovisual de miles de canciones u obras de música mayor que pueden ver y oír
de camino a casa en las congestiones vehiculares de las grandes ciudades. Propuestas
similares surgen en el área de la literatura (libros “hablados”), la plástica y el cine.

Programas como Napster, que ofrecían “bajar” música gratuitamente en la Internet,


tuvieron su propio enfrentamiento con los poderes establecidos y las duras leyes de
propiedad intelectual, cuando posibilitaron que música digitalizada y subida en los
distintos ordenadores de los millones de nodos de la red mundial, pudiera compartirse
gracias a su software, que permitía copiar, desde un ordenador a otro, dicha música
almacenada y presentada en bases de datos de acceso público. Aunque Napster
argumentó que no se trataba de copias, sino de “préstamos” entre usuarios, la lucha
judicial se trabó igual, aunque no tuvo vencedores ni vencidos, sino un acuerdo con los
grandes sellos distribuidores, lo que permite ahora utilizar el programa, aunque
mediante un sistema de pago y uso de bases de datos de las propias firmas.

Los sellos internacionales se han visto obligados a buscar nuevos modelos de negocios,
entre los cuales, la venta de discos a través de la red, que una vez bajados, pueden
ser copiados en CD, pendrive o disco duro externo, ha generado un fuerte cambio en la
forma de distribución de estos productos, mientras que, dadas las posibilidades de
autoedición, gracias a los avances en la producción de equipos digitales de grabación y
edición y sus cada vez más bajos precios, abren las puertas a la desintermediación de
los sellos en la creación de música popular o mayor. El 2007, un conocido grupo
musical de rock decidió lanzar por primera vez un single autoeditado a través de la
Internet, ofreciéndolo gratuitamente o mediante donaciones voluntarias. El grupo
vendió varias decenas de miles de unidades a un valor promedio de US$ 6, US$ 4
menos de lo que costaría un CD intermediado y distribuido físicamente por los sellos.

En el periodismo, las NTIC posibilitaron el surgimiento de nuevos medios de prensa a


bajos costos, tanto analógicos, como luego digitales, en la Web, que han suscitado un
violento cambio en esta industria, basada en la venta de publicidad, arrastrando a los
medios tradicionales hacia versiones on line y a una competencia entre “grandes” y
“chicos”, sin normas, así como a un aumento de la participación ciudadana en la
generación de información social (periodismo ciudadano), cuyas consecuencias en la
gestión editorial será sustantiva en los próximos años.

Estos hechos de realidad tienden a trasladar el sentimiento empático desde la


industrial valoración por la abundancia y masividad, hacia una apreciación por lo
exclusivo, lo único. Esta mirada, a su turno, tiene repercusiones en los nuevos modos
de producción posibilitados por las NTIC, pues softwares aplicados a máquinas
industriales permiten insertar cambios a los productos en línea, en pequeñas
cantidades, personalizando cada vez más la producción.

También tiene efectos en las conductas de consumo de las nuevas generaciones, las
que, cada vez más ampliamente parecen despreciar el estilo ostentoso inercial de las
cortes europeas, para iniciarse en modos de vida menos ampulosos, casi neo-
románticos, cercanos a la naturaleza, simples y acotados a sus intereses particulares o
tribales, donde resignifican los anteriores conceptos de felicidad, paz y ocio productivo.

Esta reinterpretación emergente crea visiones del mundo que se reputan realidades y
que operan en las actitudes, conductas y modos de relacionarse de las personas,
tendiendo a su estabilización cuando el modo de producción madura. El
convencimiento social de que el conocimiento es lo que vale, más que el dinero, las
máquinas o la tierra; la experiencia, más que el ímpetu, extracción social o
ascendencia; la creatividad y exclusividad, más que la reproducción masiva, implica un
cambio cultural sustantivo en la dirección de una mayor profundización democrática e
igualación social y libertad.

Estas tendencias trasladarán las diferencias, hasta ahora medidas en la capacidad


económica de las personas (Grupo Socioeconómico, GSE de publicistas y especialistas
en marketing), a otras en la que el mejor manejo de información cada vez a menor
costo, la creatividad e innovación, las estéticas y estilos (marketing cultural) serán los
índices de evaluación para una posición social más o menos relevante. Por lo demás, el
aumento de los ingresos que impulsa el crecimiento económico, trae aparejado, casi
siempre, alzas en los niveles de exigencia estética, lo que incrementa el valor del arte
y las ciencias.

Las crisis internacionales, empero, tienden a traer consigo cambios en las estructuras
de poder político y geopolítico, hecho que, en su momento, puede desencadenar
enfrentamientos bélicos por el dominio del mundo, una vez que el conocimiento
acumulado permite tecnologías de destrucción que otorgan confianza a los poderes en
que pueden derrotar estratégicamente a sus competidores. Es de esperar que en el
actual estado de las ciencias, los hombres en el poder logren coordinar modelos y
culturas diversas mediante una mejor y mayor comprensión de las intenciones y
deseos del otro y eviten el uso de la fuerza como resolución de sus controversias. Ésta
capacidad de coordinación, por lo demás, será en los próximos años una competencia
exigible a todo liderazgo, sea político, económico o social.

En efecto, desde el punto de vista del poder en las organizaciones, Sakaiya recuerda
que en la sociedad industrial, “lo que más importaba era la capacidad de gestión
burocrática. En la futura Sociedad del Conocimiento, lo que más importará será la
capacidad para avizorar nuevos horizontes y estar bien plantado en tierra: demostrar
“manejo de mercado”1. Como hemos visto, una mejor capacidad prospectiva es el
resultado de una buena gestión racional de la información y el lenguaje, entendido
como una calificada administración de los “objetos mentales” que lo conforman, con
arreglo a las equilibrios dinámicos de los poderes en lucha por el dominio del entorno.

El conocimiento de los “mercados”, en tanto, requiere saber sobre los volubles deseos
y preferencias de las personas que los componen y de sus especiales modos culturales
de definirlos, factores respecto de los cuales también es indispensable una alta
cualificación en los usos de la información y lenguaje, único mecanismo a través del
cual es posible ingresar en el interior de los sistemas-sujetos que componen las
comunidades de creencias para poder entenderlos.

En los próximos años, estas competencias requeridas para sobrevivir en la nueva


sociedad serán cruciales ante el gigantesco avance de la información y medios de
comunicación telemáticos, así como por los bruscos cambios y ajustes organizacionales
que se observarán en un dinámico juego económico de creación-destrucción de
empresas del conocimiento que surgirán, desarrollarán y morirán en periodos mucho
más cortos que las actuales.

En 1995 el economista estadounidense Jeremy Rifkin publicó su obra “The End of


Work: The decline of the global labor force, and the dawn of the post-market era”, una
propuesta que propone un debate sobre lo que está ocurriendo en el mercado del
1 Idem
trabajo y cómo las nuevas tecnologías amenazan con provocar un desempleo sin
precedentes en la historia del mundo. En idéntica línea la autora francesa Vivianne
Forestier alertó sobre el tema en su polémico libro “El Horror Econòmico”.

Por Marx sabemos que el capitalismo crea sus propios gérmenes de auto-destrucción.
El proceso de creación-destrucción y nueva creación está en la esencia del espíritu del
capitalismo. Pero si este espíritu no toma en cuenta el humanismo, no será fiable. Los
“ismos”, por lo general, tienen no son integradores. En este aspecto el ser humano
requiere participación, no exclusión.

Tras la crisis que afecta al globo desde mediados del 2008, el desempleo según la OIT
podría alcanzar a una 239 millones de personas y la crisis no se revertirá hasta que el
empleo de signos de vida. Pero la reversión del problema pasa por crear un gran
consenso mundial. La tendencia de la economía ha sido ha reducir los puestos de
trabajo. Las líneas de montaje taylorianas, son cada vez más sólo nostalgia. Una
fábrica en la que trabajaban 400 personas hoy requiere 8 especialistas y 200 robot. En
pocos años no requerirá ni un solo empleado, sólo el control telemático y las visitas
ocasionales del técnico para reparar y mantener a los robots.

Los puestos de trabajo están desapareciendo en todo el mundo lo que anticipa una
lenta recuperación. Hasta China enfrenta el problema del reemplazo del trabajo
humano por la automatización. En un reciente informe sobre pérdidas de puestos de
trabajo atribuidas a la tecnología entre 1995-2004, Brasil encabeza la lista con un
20%, seguido de Japón por un 16% y China con un 15%. Estados Unidos tiene el 11%.

Jeremy Rifkin fue el promotor de las 35 horas laborales, que en algunos países de
Europa partió el 2000. Pero las reducción de horas de trabajo no fue una buena idea
en esta área, porque no implicó un incremento notable del empleo, aunque si en
productividad: los trabajadores terminaron por hacer en 35 horas lo mismo que hacían
en 40. De allí que toda propuesta que mire hacia el siglo XXI, debería incluir el acceso
a la educación y a la cultura en todos sus ámbitos. Habrá que promover la creación de
un mundo nuevo que valore el trabajo y la creatividad de todos.

En la emergente Sociedad, será a través de un conocimiento experto del lenguaje, del


poder y sus mecanismos, que las personas podrán participar más concientemente de
las nuevas posibilidades y, al mismo tiempo, visualizar más eficazmente su posición en
el aparato social y sus perspectivas de desarrollo propio, despejando su mirada
mediante el único instrumento disponible para reconocer y reconocerse entre el
enorme fárrago de símbolos, significantes y significados, paradigmas, emociones,
deseos e imágenes conceptuales; connotaciones, denotaciones e intenciones expresas
o implícitas que conforman el actuar en el mundo de millones de individuos con sus
propias miradas y objetivos y que amenazan siempre con desates entrópicos violentos,
regreso a un “estado de naturaleza” y desmoronamiento de las estructuras concebidas
por los poderes de turno.

Hasta ahora las tendencias a tal entropía social han sido enfrentadas mediante la
fuerza del poder en todas sus formas, los que, una vez victoriosos y ultraconcentrados,
tienden a colapsar sobre sí mismos, junto a sus definiciones y significaciones,
iniciándose un nuevo proceso de reordenamiento semántico con arreglo a los poderes
emergentes. El surgimiento del paradigma relativista de comienzos del siglo XX en la
ciencia y la posterior masificación de la Internet, la Web y las NTIC en los albores de la
Sociedad del Conocimiento, dan cuenta del término de otro ciclo y la emergencia de
nuevos centros de poder que darán significación a los escenarios creativos del futuro.

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