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XIV
Los sellos internacionales se han visto obligados a buscar nuevos modelos de negocios,
entre los cuales, la venta de discos a través de la red, que una vez bajados, pueden
ser copiados en CD, pendrive o disco duro externo, ha generado un fuerte cambio en la
forma de distribución de estos productos, mientras que, dadas las posibilidades de
autoedición, gracias a los avances en la producción de equipos digitales de grabación y
edición y sus cada vez más bajos precios, abren las puertas a la desintermediación de
los sellos en la creación de música popular o mayor. El 2007, un conocido grupo
musical de rock decidió lanzar por primera vez un single autoeditado a través de la
Internet, ofreciéndolo gratuitamente o mediante donaciones voluntarias. El grupo
vendió varias decenas de miles de unidades a un valor promedio de US$ 6, US$ 4
menos de lo que costaría un CD intermediado y distribuido físicamente por los sellos.
También tiene efectos en las conductas de consumo de las nuevas generaciones, las
que, cada vez más ampliamente parecen despreciar el estilo ostentoso inercial de las
cortes europeas, para iniciarse en modos de vida menos ampulosos, casi neo-
románticos, cercanos a la naturaleza, simples y acotados a sus intereses particulares o
tribales, donde resignifican los anteriores conceptos de felicidad, paz y ocio productivo.
Esta reinterpretación emergente crea visiones del mundo que se reputan realidades y
que operan en las actitudes, conductas y modos de relacionarse de las personas,
tendiendo a su estabilización cuando el modo de producción madura. El
convencimiento social de que el conocimiento es lo que vale, más que el dinero, las
máquinas o la tierra; la experiencia, más que el ímpetu, extracción social o
ascendencia; la creatividad y exclusividad, más que la reproducción masiva, implica un
cambio cultural sustantivo en la dirección de una mayor profundización democrática e
igualación social y libertad.
Las crisis internacionales, empero, tienden a traer consigo cambios en las estructuras
de poder político y geopolítico, hecho que, en su momento, puede desencadenar
enfrentamientos bélicos por el dominio del mundo, una vez que el conocimiento
acumulado permite tecnologías de destrucción que otorgan confianza a los poderes en
que pueden derrotar estratégicamente a sus competidores. Es de esperar que en el
actual estado de las ciencias, los hombres en el poder logren coordinar modelos y
culturas diversas mediante una mejor y mayor comprensión de las intenciones y
deseos del otro y eviten el uso de la fuerza como resolución de sus controversias. Ésta
capacidad de coordinación, por lo demás, será en los próximos años una competencia
exigible a todo liderazgo, sea político, económico o social.
En efecto, desde el punto de vista del poder en las organizaciones, Sakaiya recuerda
que en la sociedad industrial, “lo que más importaba era la capacidad de gestión
burocrática. En la futura Sociedad del Conocimiento, lo que más importará será la
capacidad para avizorar nuevos horizontes y estar bien plantado en tierra: demostrar
“manejo de mercado”1. Como hemos visto, una mejor capacidad prospectiva es el
resultado de una buena gestión racional de la información y el lenguaje, entendido
como una calificada administración de los “objetos mentales” que lo conforman, con
arreglo a las equilibrios dinámicos de los poderes en lucha por el dominio del entorno.
El conocimiento de los “mercados”, en tanto, requiere saber sobre los volubles deseos
y preferencias de las personas que los componen y de sus especiales modos culturales
de definirlos, factores respecto de los cuales también es indispensable una alta
cualificación en los usos de la información y lenguaje, único mecanismo a través del
cual es posible ingresar en el interior de los sistemas-sujetos que componen las
comunidades de creencias para poder entenderlos.
Por Marx sabemos que el capitalismo crea sus propios gérmenes de auto-destrucción.
El proceso de creación-destrucción y nueva creación está en la esencia del espíritu del
capitalismo. Pero si este espíritu no toma en cuenta el humanismo, no será fiable. Los
“ismos”, por lo general, tienen no son integradores. En este aspecto el ser humano
requiere participación, no exclusión.
Tras la crisis que afecta al globo desde mediados del 2008, el desempleo según la OIT
podría alcanzar a una 239 millones de personas y la crisis no se revertirá hasta que el
empleo de signos de vida. Pero la reversión del problema pasa por crear un gran
consenso mundial. La tendencia de la economía ha sido ha reducir los puestos de
trabajo. Las líneas de montaje taylorianas, son cada vez más sólo nostalgia. Una
fábrica en la que trabajaban 400 personas hoy requiere 8 especialistas y 200 robot. En
pocos años no requerirá ni un solo empleado, sólo el control telemático y las visitas
ocasionales del técnico para reparar y mantener a los robots.
Los puestos de trabajo están desapareciendo en todo el mundo lo que anticipa una
lenta recuperación. Hasta China enfrenta el problema del reemplazo del trabajo
humano por la automatización. En un reciente informe sobre pérdidas de puestos de
trabajo atribuidas a la tecnología entre 1995-2004, Brasil encabeza la lista con un
20%, seguido de Japón por un 16% y China con un 15%. Estados Unidos tiene el 11%.
Jeremy Rifkin fue el promotor de las 35 horas laborales, que en algunos países de
Europa partió el 2000. Pero las reducción de horas de trabajo no fue una buena idea
en esta área, porque no implicó un incremento notable del empleo, aunque si en
productividad: los trabajadores terminaron por hacer en 35 horas lo mismo que hacían
en 40. De allí que toda propuesta que mire hacia el siglo XXI, debería incluir el acceso
a la educación y a la cultura en todos sus ámbitos. Habrá que promover la creación de
un mundo nuevo que valore el trabajo y la creatividad de todos.
Hasta ahora las tendencias a tal entropía social han sido enfrentadas mediante la
fuerza del poder en todas sus formas, los que, una vez victoriosos y ultraconcentrados,
tienden a colapsar sobre sí mismos, junto a sus definiciones y significaciones,
iniciándose un nuevo proceso de reordenamiento semántico con arreglo a los poderes
emergentes. El surgimiento del paradigma relativista de comienzos del siglo XX en la
ciencia y la posterior masificación de la Internet, la Web y las NTIC en los albores de la
Sociedad del Conocimiento, dan cuenta del término de otro ciclo y la emergencia de
nuevos centros de poder que darán significación a los escenarios creativos del futuro.