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ALAMAR
aquí.
-Podemos intentarlo.
intentaremos.
Ernest Hemingway
Atlanta
Diez minutos, contra tres, hubiera sido la ruina. Con todo, tendrían que haberme
reventado para quitarme la sonrisa. Tendrían que haberme explotado la cabeza a patadas
para que dejara de decirles que ella existía y no era un cuento de borracho.
Ramón Rivera se pasó la mano por el mentón y, con un gesto de dolor, congeló el
movimiento. Desde muy adentro, le afloró una sonrisa tranquila que desde hacía
muchos años le había desaparecido. Entrecerró los ojos y se acercó al espejo para verse
mejor. El puñetazo, aunque desviado en el último momento, le había arrancado las gafas
y, ahora, tenía en lo alto del tabique nasal una pequeña brecha. -Estos de ahora no saben
respetar ni beber con dignidad. Por eso, cuando se pasan, hay que pararle los cascos -se
dijo.
Volvió a mirarse en el espejo y pensó en ella con la misma intensidad que lo llevaba
haciendo desde que la vio flanquear la puerta del control de equipajes. Intentó sonreír de
-Lo normal ha dejado de ser norma –rezongó e intentó cambiarle el rumbo a los
pensamientos-. Todo está patas arriba. Veremos en cuánto tasan las roturas del bar.
El bar se llamaba Los Aros y era de su hermano. El ambiente del lugar en nada se
parecía a los que había frecuentado en Madrid, en París o en cualquiera de las ciudades
en donde llegaba, como un lobo solitario, cuando cualquier guerra estaba a punto de
En los días que pasó en Norcross, Ramón Rivera no sólo había hecho excelentes fotos,
sino que también se había echado en el bolsillo el cariño de las chicas que trabajaban en
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el bar y el de muchos de los integrantes de las pandillas. Con uno de los guardaespaldas
Fue un tiempo en donde Ramón Rivera, como un griot, le había contado a las chicas
historias de sus noches en París y en donde ellas, entre el vaho del alcohol, le habían
pedido que las llevara cuando se fuera de vuelta. También aquellos días le habían
Aunque habían crecido separados y no eran muy dados a demostrar con espavientos los
lazos que los unían, se llevaban bien. Desde pequeño, Ramón había querido parecérsele.
Cuando su hermano partió de Cuba, en 1961, él tenía nueve años y siempre se quedó
con la imagen de verlo, al jugar baloncesto, elevarse y arrebatarle los rebotes a quien
tuviera por delante. Ramón admiraba ahora la capacidad y el olfato de su hermano para
los negocios y, más que todo, la manera en que, pese a estar podrido en dinero, sabía
respetar a los demás, sin importarle raza o condición social. También le gustaba la
forma en que sabía defender lo suyo. Cualquiera de los chicos de las maras hubiera dado
lo que fuera porque El Cubano lo dejase resolver algunas de las broncas habituales de
Los Aros. Muchos de los clientes que allí carenaban no eran rosita y El Cubano, en
persona, era quien intentaba calmarlos cuando el alcohol empezaba a sacarlos de madre.
<<¿Por qué no me quedé en Miami y desde allí la despedí? -pensó después de haber
enterado de esta bronca y, entre tanto cubaneo, quizás, el dolor hubiese sido menos>>.
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que hacía siempre al llegar al bar. Buscaba aferrarse a un lugar en donde antes se
hubiese sentido bien. Le hubiera sido fácil recordar otros sitios. El café La Palma, de
Malasaña, en otros tiempos, había sido un buen refugio, al igual que aquel otro de La
Plaza de Santa Ana, pero se contuvo y le retorció el cuello a los deseos de evocar
cualquier otro lugar en donde no hubiese estado con ella. Se emperraba en meterse de
nuevo en Los Aros porque allí, siempre la había pasado bien hasta la noche de la
bronca.
<<No quiero más alcohol ni más mierda -pensó resuelto-. Y si me metí en esto, me
beberé con gusto, hasta joderme, cada minuto que pasamos juntos. Siempre estuve
lúcido. A ella, todavía, le queda aprender que la sobriedad es lo único que nos sirve para
luego poder perder el juicio reinventando lo vivido. Pero en eso también me excedo.
¿Cuántas cosas viví sin vivir pensando que, borracho o colocado, las sentiría con más
intensidad? ¿Cuántas veces me justifiqué diciendo que, si las olvidaba, las repetiría de
nuevo? Lo principal, ahora, es que ella está en mí y que, aunque me duela, tengo la
ventaja de darle marcha atrás al casete cuántas veces me pida que le recuerde lo que no
fue capaz de vivir. La única verdad es que, si está vida me deja y ella quiere, terminaré a
su lado>>.
Recordó la última foto que le había hecho a la chica en el mostrador de la American Air
Darse cuenta de que hablaba solo de nuevo, como ocurría a diario antes de que ella
Como si quisiera aflojar los labios, se palpo el mentón. Titubeó. Demoró en echarle
Primero, fue incomodidad y, luego, al mirarse frente a frente, el mismo odio sordo que,
en los últimos años, se había apoderado de su mirada en los momentos de verse todas
prometiéndole a Carmen que intentaría deshacerse del odio con que se había ido
acostumbrando a convivir.
<<Esta vez será distinto. Si lo hago, será con ella. Si no hubiese venido, todo hubiera
sido igual que otras veces. Esta vez, no habrá cara o cruz. Me basta con su cara, con su
rostro, con sus mejillas que acaricié mientras ella dormía después de haberse corrido
hasta el delirio. El rostro por donde vi bajar las lágrimas después que hicimos el amor
antes de irse>>.
follar, coger o singar. En otras circunstancias, estaría riendo al recordar cómo ella se
carcajeaba al oírlo pronunciar las palabras que, tras veinte años en España, formaban
parte de su vocabulario habitual. Los bloomer eran ya bragas y la pinga, polla; el bollo,
coño y venirse, correrse olímpica y generosamente cada vez que el cuerpo les pidiera
musiquita.
-Es más cubana que muchas nacidas en la Isla –afirmó sin venir mucho a cuento con
Carmen le había devuelto cadencias, tempos, susurros y palabras que solo las cubanas
sabían darles el gustirrinín que llevan. Le resultaba extraño cómo Cuba se le había
<<¡Manda pinga, después de tanto camino, venir a llorar un adiós a una cantina! ¡Le
ronca haber descojonado a unos tipos porque dijeron que tías así solo existían en las
-Pero, ¿por qué, los muy idiotas, tuvieron que decirme que mentía? No pude soportarlo.
Fue gracioso mientras dijeron que me dejara de chingadas y siguiera cantando. ¿Cómo
no se fijaron que los brother de la mara hacían silencio y que las dos chicas lloraban
diciendo que el reencuentro sería más dulce? Yo nunca había visto a una puta gringa
llorar a moco tendido ante una historia de amor y Jenny lo estaba haciendo y era
español chapurreado que muy pronto volvería a tenerla. Nunca pensé que una botella de
Había roto el ritual de la afeitada y comprendió en esos momentos que nada anterior a
pasados. Había perdido su casa, su familia, los perros, las amantes, los libros y hasta el
país, pero nunca la costumbre de afeitarse. Siempre, al hacerlo, había pensado que con
-A cada cerdo le llega su San Martín –admitió, apelando al cinismo de siempre-. Voy a
pelearla. Me pasó por la pinga que suene a bolero y lo que piense el resto. Me da tres
cojones que puedan decir que ando con una izquierdoza. Sé quién soy y a estas alturas
me paso por el forro la política. Si el Viejo lo hizo en Adiós a las armas, ¿por qué yo no
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puedo hacerlo? Si ella piensa que puede llevarme de nuevo al rebaño también está
El resto de la semana, Ramón Rivera asumió que el trabajo sería su mejor terapia.
<<Hace diez o cinco años, a estas alturas, ya hubiera encontrado otra musa>> -enfatizó
herida estaba ahí y seguiría como una de las tantas cicatrices que tenía en el cuerpo.
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Rugido
Eran más de las once de la noche. Arrimado a la barra del bar, mientras tomo una
cerveza, veo como aquellos hombres pagan por bailar con las chicas. Me inspiran
lástima. Parecen hasta felices. A veces, se encaprichan con una y la acaparan. Están
muy solos.
Salgo de Los Aros. Son casi las doce y quiero caminar. En la Singleton y la Jimmy
Carter me encontré con ella. Me miró y la miré. Sonrió y le sonreí. Era una rubita peso
hablarle en señas, pero vi un carro estacionado cerca con dos personas dentro y me
echo andar mirando el suelo, no fuera a pisar una mierda de perro. ¿Qué perro? Si ni
perros ve uno por la calle. Alucino. Pienso en los consejos. Nunca hagas caso si una tipa
te pide fuego en una esquina. Puede ser una agente encubierta. ¿Aquella lo sería? Y, si
decides jugártela, tienes que preguntarle: “¿oye, nena, eres o no eres policía?”.
Solamente si te dice que no, puedes arriesgarte a preguntarle cuánto es la tarifa. Menos
cualquiera de los rancheritos que estaban en el bar, si queremos aliviarnos, puede que
nos inflen. Nunca se te ocurra beber en la calle a pico de botella o en el interior del
botella, la pinga, los cojones, todo, todo dentro de un cartucho. Me cuentan que una
pareja, en el cuarto de su casa, se chupaban. Un vecino, los vio con sus prismáticos, y
dónde estás, lo mejor es trancarse en el baño y hacerse una pajita. Eso, y no pensar, o
propuse no maquillar.
<<¿Me pregunto por qué no ha sido capaz de contar todo lo que hemos vivido? ¿Cómo,
siendo tan lanzada para muchas cosas, no lo ha hecho? Moví todas mis fichas y ahora
debo esperar que sea ella la que juegue. ¿Por qué no dejo todo en manos del tiempo? Su
indefinición en aspectos que para mi son capitales, me lacera. Lo mejor será dosificar
las fuerzas para cuando ella se decida. ¿Será así por naturaleza o porque siempre le ha
caído lo que quiere de manera fácil? ¿Actúa de esa forma porque sabe que el otro
Era domingo y después de revisar que las cámaras estaban a punto y que las baterías
tenían la carga suficiente, Ramón Rivera, comenzó a seleccionar las fotos de Carmen
que habían superado la primera criba. Más que disfrutar contemplando su trabajo, se
surgido entre ambos. Gozaba con el hecho de saber que fue capaz de imaginar la
mayoría de aquellas fotos antes de hacerlas y, sobre todo, al comprobar que todavía
tenía dominio sobre la luz y las sombras. Gozaba, sin ser tacaño, de su sentido de la
-Para algo tienen que servir los años disparando con una Zenit rusa y con rollos orwo
Mientras que, en las primeras guerras que asistió, sus colegas americanos y europeos
tiraban fotos en ráfagas, él tuvo que conformarse con tirar una a una. Cuando aquellos
buscaban un primer plano, siempre a prudencial distancia del peligro, Ramón debía
rifarse el pellejo y meterse en la refriega para lograr lo mismo. Fue así que le nació el
Luego vendría el vicio de jugar por jugar con el peligro. Sentirse en desventaja en
los momentos de calma, para retratarse a su lado siempre con la esperanza de que él
cayera en el próximo tiroteo y ellas tener, a bajo precio, una historia que contar.
-Si aquellos cabrones hubieran sabido las de veces que me meé en los pantalones. Si
para que el orine no se viera. Si supieran que hay noches en que, todavía, al menor
a quienes les había regalado rollos de películas donde la guerra era de verdad para que
la publicasen bajo sus nombres, cuando supieron que ya no trabajaba para la prensa
oficial cubana, se habían limitado a decirle que la situación estaba mala y desaparecían
<<Que Dios me perdone, pero no puedo perdonarlos. Nunca olvidaré cómo tuve que
vender uno a uno mis equipos. Nunca sabrán cuánto morí al no tener mi cámara>>.
La punzada de odio que le producía todo aquello era algo que todavía no podía digerir y
hizo en el tren.
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Ver en la pantalla el close up en donde ella aparecía asomada entre el tronco de dos
árboles, le puso la carne de gallina. La tiró con 4 de abertura y a una velocidad que
permitió difuminar todo el fondo para que toda la atención recayese en el rostro y en la
mano.
-Esta foto tiene futuro –comentó con seguridad y tras contemplarla un rato, otros
<<¿Por qué, a su llegada, se me escapó el brillito falso de temor que creí descubrirle en
la mirada? ¿Era teatro lo que hacía al sentirse que la situación se le iba de las manos?
Me la suda si fingía. Me la enfría si después, en algún momento, me dio gato por liebre.
Me resbala que, con el pretexto de la timidez, al regreso, se callara entre los suyos lo
nuestro. Estoy más allá del bien y el mal y ésa es una de mis cartas a la hora de que
Estaba desbocado después de la última conversación por teléfono y no podía evitar que
-Lo que debe importarme es que con más de cincuenta tacos la hice trepar por las
paredes. Podrán quererla acojonar diciendo que tengo más edad que cualquiera de los
culichichis con los cuales ha salido, pero tendrían que preguntarle si la hice o no pedir
agua por señas. Tendrían que preguntarle muchas cosas y si ella quiere, que tenga
Después de la andanada, hizo un alto y se propuso serenarse, pero siguió con lo mismo:
-Al final, si le falta vida y todo queda aquí, que se joda. Hice excelentes fotos. La mimé
Detuvo el cursor en la foto en donde ella, con el lago Lanier a la espalda, había quedado
cámara en la mano se sabía único y era, en momentos de dudas, donde único se sentía a
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gusto. Aún sentía en la mano, en los dedos y en los ojos, el placer que experimentó al
-Estaba en estado de gracia. Nunca nadie había entrado en mi cámara, en mis ojos y en
mi corazón con tanto desparpajo. Con tanta fuerza, pasión, inocencia, perversión y
locura como Carmen. Tenía en la memoria el archivo de todas las mujeres a las que
había depravado con la cámara sacándole todos los demonios que llevaban escondidos.
habían sido siempre una clave en la obra de Ramón Rivera. En Carmen, todo afloraba
en estado puro. Aquella chica en la que nunca de pequeña se fijo, ahora, con un cuerpo
ya hecho, se le manifestaba como la Lolita que Nabokov nunca pudo deslumbrar. Era el
ángel con sexo que siempre soñó encontrar, la diabla que despachaba ron en los jardines
del infierno y, sobre todo, la Carmen que debe haberle rotos los esquemas de Bizet y
que convirtió a Don José en un guiñapo. Nunca un nombre había sido llevado con tanta
casta y trapío.
-Carmen, Carmen –fue lo único que logró decir al pasarse la mano por el rostro-. Me
jodió. Entró por ahí y no hay remedio. El aceptar el hecho le hizo recordar una
sensación que hacía mucho creía haber perdido. Era algo solo comparable a lo vivido
cuando, con trece años, eyaculó por vez primera dentro de la trapecista del circo y se
escapó de su casa. Como entonces, podía volar y todo el espacio se reducía al cuerpo de
una mujer que lo aprisionaba dentro. Le daba lo mismo que ahora no viera debajo una
malla protectora que lo salvara en caso de caída. Con Carmen había despegado en un
viaje sin retorno que solo podría concluir en un pueblo llamado Ciego Montero o en
-Manda güevo, pensar que la tuve muerta de gusto entre mis brazos. Nunca imaginé que
disfrazarla de Alicia y crearle un país de maravilla. Nunca, ni por asomo, nadie me tatuó
llevarme a ello? ¿Qué poder tiene esta mujer para poder romperme los esquemas de esta
forma? Mis locuras siempre han sido otras. ¿En qué momento comenzaron a quemarme
sus palabras? Aquel e-mail, en donde me confesó que sentía celos al verme enredado
con algunas mujeres que frecuentaba su casa sin que nunca me fijase en ella, fue el
pistoletazo de arrancada. Lo quemé. Lo borré de mi memoria una y otra vez. Fue como
un virus que logré aislar hasta la tarde en que, enredados los dos, comenzó de nuevo a
contarme todo lo que ya me había escrito y que, mientras puedo me niego a recordar.
Podré ser para ella la catapulta que la coloque, sin que ella pueda controlarlo, en un
viaje a lo desconocido, pero ella también tiene ese poder sobre mí y eso, en parte, es el
encanto de esta relación. Debería agradecerle a la vida que me haga este regalo.
-Ojalá te des cuenta que acabas de entrar en una nueva etapa de tu vida. Ojala
comprendas que no se puede estar a bien con Dios y con el diablo al mismo tiempo. Me
encantaría que fueses más consecuente contigo misma y supieras que las personas son
por mantener a alguien a tu lado y no herirlo, terminas haciéndolo una bola de mierda?
regalado la bailaora.
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-Unas que se pasan y otras que no llegan -comentó mirando los ojos de ella en la foto
que estaba en la pantalla y volvió a apretar el play para escuchar la guajira del ballet:
-¿Cuántas veces escuché esto? ¿Cuántas veces aquella otra chica, después de la función,
se quedó rendida sobre mi pecho? ¿Cuántas veces, con la música a todo trapo, bailó solo
<<Soy un cabrón -se recriminó-. Recuerdo a la bailaora porque es una forma de atenuar
el dolor y la incertidumbre que me crea Carmen. Bien sé que con ella es distinto. Me
pantalla la foto que lo llevó a la perdición. Sintió fuego y más que fuego, un retumbar en
los sentidos. Fue como enfocar de nuevo el rostro de Carmen. Todo comenzó a darle
vueltas y el suelo desapareció debajo de sus pies. Odiaba y quería aquella foto porque,
con ella, había transgredido la más sagrada de sus normas. Después que sintió aquel
saberse cazado, recordaba haber dejado la cámara. Saltó sobre ella y le comió los labios,
donde la sangre pugnaba por brotar, en lluvia bendita, divina, etérea y animal. Después
fue encajarse en ella, abrirla con una rabia y unos deseos que estaban por encima de
todo lo que podía imaginar. Fue penetrarla hasta el quejido, explorarla, tocarla por
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dentro como si fuese la guitarra más canalla. Fue entrar en sus entrañas y quedarse
acurrucado allí y sentir que lo volvían a parir hermoso, pleno y libre. Fue verla sangrar y
pintarse el rostro con aquella sangre; ponerse aquella mascara de guerra y pelear cuerpo
a cuerpo hasta sentir que el corazón era el tambor mayor de la conga de su barrio.
<<Me aniquiló aquella foto, pero le arranqué al tiempo un pedazo de vida. Mi sexo,
Brinqué por encima de todo y, al tiempo que la penetraba, llevándola al límite del
orgasmo, comencé a apretarle el cuello despacito, vibrando con los latidos de su sangre
pum, pum, pum. Entraba en ella, presionando hacia arriba y, justo en el momento en que
sentí que comenzaba a estallar, hice más presión. Aflojé de golpe las manos. La sentí
tensarse como un arco. Disfruté y me bebí las contracciones de sus músculos. Toqué el
cielo con aquella marea suya que me acunó el sexo y no dejaba de brotar. La cabalgué
como si en ello me fuese la vida. Inmisericorde, la puncé como solo puede hacerse
cuando el odio y el amor se convierten en lo mismo. “Ay, mi amor, ay, mi amor, ay, mi
amor”-la escuché quejarse, casi inconsciente. “¡Mi amor, mi amor, ni pinga!” –se me
escapó al imaginar que así también debía haberle dicho a los otros pringaos. La rabia
remordimiento. Solo, al ver que los labios comenzaban a ponérsele morados, aparté las
manos y, tras una inhalación profunda, inicié un boca a boca que acompañé con
puedo más” –pidió y se abandonó por completo. Sus contracciones fueron tan suaves
qué estaban más allá de todo. “Ayyy” -dijo solamente y me alegró que no completara el
resto de la frase. Entonces, con una tranquilidad que no era mía, le eché mano a la
Volvió a llenar el vaso de vino, paladeó un nuevo trago y con la misma devoción con
-¿No crees que se te ha ido un poco la mano? -se preguntó y se adivinó, en el rostro y
en los ojos, la expresión de estar de vuelta de todo-. No. Hay mujeres con las cuales, si
te ablandas, pierdes. No puedes dejar que se les apague la pasión y la magia porque
empiezan a tratarte como un gato. Ella está a las puertas de un salto diferente a todos los
El vino lo había relajado por completo y como el trabajo había salido bien, podía darse
<<Cuando se suelte, puede que la pasemos mucho mejor que ahora. Y no hay dudas que
lo de ahora fue bueno. Hay misterios en donde no cabe la mentira. La piel y el calor
nunca mienten y mis manos jamás se han equivocado al recorrer un cuerpo. Si hubiese
llegado a sentir que su piel fingía, aquellos días hubieran terminado antes de tiempo. En
Había superado el trauma de haber echado por la borda todos sus códigos con Carmen y
-¿Cómo logró que actuase así? ¿Qué resortes pudo tocarme? –se preguntó.
Admitía que, en más de treinta años de profesión, aquella mujer había sido la única en
llevarlo al marasmo. El hecho le reveló claves que ahora se negaba a mencionar. Con
<<El problema está en saber si se acaba de abrir otro. No tengo mucho tiempo para
Hasta la llegada de Carmen siempre había creado una barrera superior a cualquier
deseo. Siempre había podido mantenerse al margen de la belleza. Se jactaba de que, con
-Carmen, ¿cómo pudo ocurrírsete que pusiera al rojo vivo el dragón de mi cadena y te lo
-Manipula. Lo suyo es arte. Juega y siempre manipula. Quema y marca sin quemar.
<<Mentía, señor, siempre mentía –repitió para sus adentros un parlamento de la película
verdad>>.
Y ahí quedó, rendido, soñando, hasta que vino a despertarlo el timbre que anunciaba que
ella estaba en línea. Abrió los ojos y leyó el correo que Carmen le enviaba con la casa
llena de gente.
Mi amor, a veces eres más mi amor que otras. Creo que las cosas dependen más de los
estados de ánimo que de otras certezas. Si te crees que me tomé unos tragos, puede ser
verdad y si por eso me siento más enamorada, y con más ganas de estar contigo, mejor.
Estoy esperando una fiesta que ha de llegar y quiero, antes, fugarme contigo. Me
acuerdo del lugarcito aquel donde tu amigo Larry cantaba What a wonderful World y
estar contigo en un lugar donde se cante y se baile de verdad. Que no sea de papel,
como aquella noche en casa de Libi. Algo como carnaval, mi amor; que el sol queme,
la gente levante la voz y que el sudor me bañe y tú lo palpes y rías como te hace falta
reír. Que sea en la tierra y no en un hotel; bajo el cielo, en el mar caliente. No quiero
Como único tienes derecho a morir es bajo un cielo que hable, sienta y entienda
español y que no huela a gasolina ni a silencio. ¿No te diste cuenta que yo no podía ser
si me faltaban los lugares que conozco y que presientes? Quiero vivirlo contigo, no ser
flor de un extraño jardín donde reinan las formas. ¡Cuánto daría por tenerte ahora,
entreverando tu sangre con la mía, llevándote elegante y salvaje; que pudiéramos reír
como lo hicimos!
¿Qué pasó con tu locura cuando, después de orinar a la orilla del camino, para que
retrataras mis agüitas de oro, me senté en tus piernas? ¿Por qué, si no había ni un
alma alrededor, miraste hacía todos los lados y, a la carrera, me quitaste de encima
tuyo diciendo que por eso podíamos meternos en problemas? ¿Te acuerdas como, al
regreso, no paramos de reírnos y lo que hiciste para limpiar “tu honor?”. Quiero
hacer pactos y contaminarlo todo con nuestros arrebatos, pero allí no está el mundo en
donde quiero que eso ocurra. Será un lugar que solo podremos inventarnos. Quizás
Llévame a donde te conocí. Llega de nuevo a mi casa y toca el timbre. Entra en ella y
en mí, hasta el fondo. Rebusca en todos los rincones y encuentra a la que entonces fui y
frótala sobre la que soy ahora y no dejes de decirme nunca en la mañana: “buenos
días, princesa”. Ahora siéntame en tus piernas y cuéntame tus historias, cuéntame
nuestra propia historia, la que podemos escribir juntos y no me hables del día después.
imagen donde ella aparecía sentada en un balance-. ¿Hasta dónde también me has
mentido como a los otros, princesa? ¿Lo has hecho conmigo? ¿Qué has dicho cuando
hablas de mí?
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Rugido
Llueve. Siempre llueve y hace frío. Es un frío peor que el de España. Allá, me arropaba,
abría la ventana y veía a la gente pasar bajo el balcón. Aunque eran más estrechas las
calles, eran más calles. Aquí, son avenidas. La gente cuando va en coche es otra cosa.
Les falta la voz. Nadie se detiene. Todos van con prisa por llegar a no sé dónde.
son gorditos, gordos, muy gordos. Pienso en Madrid y en las estatuas de Botero. Tienen
el mismo rostro que los que veo aquí. Sólo les falta la bandera. Aquellas esculturas
llegaron junto con la invasión de las hamburguesas. ¿Será Botero un agente encubierto
las banderas. Las banderas son enormes. No tienen pudor de exhibirse en donde quiera.
Ayer vi una gigante a la entrada de un sex shop. Entré. Había bragas y calzoncillos para
patriotas con los motivos de la bandera. Debí irme para no soltar la carcajada. Es la
quinta esencia del morbo. ¿Cómo será un oficial CIA con un condón con barras y
pensando en ti mientras marco teléfonos a ver si alguien quiere comprar casas. Hoy
amanecí brillante. “La casa de sus sueños, en nuestras manos, ha dejado de ser una
Me llaman del periódico dicen que me pagarán por horas. Me aclaran que el trato aquí
sin entender. Todos en la redacción somos latinos. Traigo mis diccionarios. Pese a ser
un periódico en español, todos los teclados están en inglés. Pierdo mucho tiempo, pero
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aun así, la suerte me hace un guiño. Quieren contratarme como plantilla fija. Voy a la
oficina de personal.
Enseño mi pasaporte español y palidecen. Mi visa es de turismo, con ella puedo estar
tres meses en el país, pero no puedo trabajar. Como cubano, para quedarme no hay
problema pero, al entrar como español, debo esperar un año y un día para acogerme a la
El reto. La invitación es casi a la fuerza para que tenga que apostar. Consulto el I ching
porque con los santos y los orichas resulta imposible comunicarse. Parece que, con
tanta pedidora de la gente de la isla, las líneas están sobrecargadas. Dice mi hexagrama
que es ventajoso cruzar las grandes aguas. Consulto Internet, rastreo. Me suda la
mollera.
disfruto como nunca antes. Me animo. Voy a uno de los grandes almacenes. Elijo dos
trajes, dos camisas y un ordenador portátil. Con eso me echaré América en los bolsillos.
Canto. ¿Todo o nada? Por fin, podré competir de tú a tú con la tecnología. Por el
comemierda, pienso. Debí haber comprado también una cámara y un par de zapatos para
recorrer las calles del triunfo. Llego a mi casa. El olor a nuevo del ordenador me enerva
la sangre. Es la misma sensación que cuando huelo libros, tinta fresca o respiro el aroma
de los lápices, libretas y block aún por estrenar. Me preguntan si me saqué la lotería.
Respondo que para eso están las tarjetas de crédito y que pagaré todo al tun tun. Veo
rostros preocupados. Le repito que sé que voy a triunfar y para borrar cualquier
manchita de duda, les aclaro que en mi tarjeta aparezco solo yo y que en caso de que mi
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triunfo demorara un poquito, lo cual sería una probabilidad entre millones, se limitaran a
decir que yo no vivía allí, lo cual era cierto. Además, les expliqué, que en la quinta línea
del I ching estaba muy claro que era muy ventajoso tomar un poco de dinero de quienes
tenían mucho a costa del sudor de sus vasallos. Perfecto. La tienda donde compré mi
ordenador era famosa por llevar a sus empleados a patadas por el culo y buchitos de
agua.
La mañana del retorno me trajeé porque la clase es la clase aunque yo viajara en clase
económica comprada por Internet. Por ahí debe andar una foto en donde aparezco en el
aeropuerto, elegante y rodeado por mi gente. Esa foto será histórica. La veteranía es un
olvidaba de hacerme una fotíco para recordar un día que uno había estado allí. Entonces,
pensaba que siempre habría una nueva posibilidad de regresar a esos lugares.
Monto en el avión. Nada de vinitos en excesos. Con la percha que llevo puesta no me da
la gana que sepan que estoy como Vito Manue que no sabe inglé. Estoy alegre. Tengo
que estarlo.
Dejo de pensar cuando la aeromoza me trae el papelito que debo llenar. Embarajo y solo
escribo el nombre. Voy al baño y aprovecho para guardar el pasaporte español en una
bolsa que llevo sujeta a la cintura por debajo de ropa. Allí están también las copias en
Miami
Era diciembre. Ramón Rivera miró por la ventanilla y comprendió que, en breve, el
<<Sí Dido dijo que vendría, aquí estará>> -enfatizó para sus adentros y se dio una trago
largo de añejo Bacardí que traía en la petaca. Al paladearlo entrecerró los ojos y se vio
de nuevo con diez años de edad, junto a su amigo, encaramado en la rama más alta del
tenían el control de los que pasaba en toda la manzana. Todas las tardes, era el mismo
ritual. A las cuatro y media, subían y tras echarle un vistazo a las intimidades de los
patios del vecindario, encendían el radio transistor para escuchar las aventuras de
Sandokan. La magia que ejercían aquellas voces sobre los dos chicos los hacía
-Nuestra amistad fue la mejor del barrio. Una bronca con uno, era un problema con los
dos. Éramos la pareja de amigos más dispareja en muchas cuadras a la redonda. Dido
siempre fue pausado y juicioso. Yo, por el contrario, era el impulso, la locura y el
nervio.
ambos y le pareció verse de nuevo caminando con Dido por la calle principal del pueblo
en dirección al cine. La película se llamaba Vivir por vivir y su música, con los años, se
convirtió para Rivera en el tema que lo devolvía al mundo de los vivos tras haber
<<Donde único no me sonó por dentro aquella música fue en Nicaragua. Allí, eran otras
las canciones. ¡Ay, Nicaragua, nicaragüita! Allí estuve a gusto. ¿Qué será de María
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Ivette, del Negro y de Capeto? Sería lindo regresar a Managua con Carmen. Ese podría
Antes de que el avión tocara tierra, se empeñó en ordenar en su interior los últimos
instantes en que dejó de ver a su amigo. Todo lo que pasó aquella noche podía
<<Al acabar la película, en la misma puerta del cine, me sentí que era Ives Montand.
Saqué del bolsillo un cigarro, lo encendí de medio lado en la boca y le dije: “Tigre, seré
periodista”. Aquello me salió tan bien que, a partir de ahí, hasta yo mismo me creí que
lo sería>>.
Un año antes, Dido me había contado en secreto que pensaba abandonar el país y me
-Tú bien sabes que por mí, iría –recordaba Ramón haber respondido-. Es mi padre. Dijo
que de aquí nadie se iba. Tú verás que vamos a volver encontrarnos y siempre seremos
los mismos.
Aquella noche, al llegar a la esquina donde estaba la herrería del Gallego, se sentaron en
el quicio de la acera.
-Pero si eso pasó hace cuatro años, compadre –se defendió Ramón.
-Sí, ¿Y qué tiene que ver? Cuando lo cuentas es como si volviera a pasar.
-¿Y eso de qué vale? –lo interrumpió Ramón. Entonces, recordó cómo Dido le puso la
-Si tú no hubieras hecho ese viaje, ahora yo tendría miedo de hacer el mío. Aunque te
-Los kilómetros que hiciste es lo de menos –argumentó Dido y sus palabras se quedaron
para siempre en Ramón-. Cuando saliste, estabas dispuesto a ir hasta el fin del mundo y
Y, entonces, sin entender del todo lo que su amigo decía, le volvió a contar la historia de
cómo, a los once años, enamorado hasta los tuétanos de la trapecista de un circo de
barrio, decidió irse tras ella. Aquel suceso acabó por hermanarlos. Fue la primera mujer
que ambos, desde lo más alto de las ramas del tamarindo, vieron desnuda mientras se
bañaba en una ducha improvisada, al otro lado del patio de Ramón. Tras el revuelo de la
fuga, Dido fue el único en saber que la mujer conmovida ante el desespero y la
vehemencia con que la miraba su amigo, una noche, al bajar del trapecio, lo metió en su
-Eso, chacal, ni un hombre hecho y derecho hubiera sido capaz de hacerlo- recordaba
Después, casi a las doce, se levantaron del quicio y Dido se quitó una chaqueta color
. -La llevaré donde vaya –aseguró Ramón y desabrochándose la camisa sacó del pecho
Los pasajeros comenzaron a bajar del avión y con paso rápido, como impulsados por
una fuerza contagiosa, se metieron en un pasillo metálico que los condujo a la sala
donde chequeaban los pasaportes. Pese a ser una rutina que Rivera conocía a la
preguntó cuánto parecido tendría su amigo con las fotos que, meses antes, le había
enviado y más que eso, qué quedaría del niño que había sido.
27
Se sentía incómodo al darse cuenta que todos los lugares por donde había pasado le eran
ajenos y de que aquí podría ser distinto porque iba a encontrarse, dentro de muy poco,
usando una energía mayor que la requerida. La brusquedad del movimiento le hizo
y buscó con la mirada la puerta de salida. Echó a andar pero no pudo. Algo le pesaba.
Miró con el rabo del ojo antes de detenerse y descubrió a su amigo tirando de la
-¡Chacal, estás igualito, brother! –le escuchó decir con una voz que en nada se parecía a
la que recordaba. Los sonidos tenían calor cubano, pero la cadencia era más suave y sin
Se abrazaron sin los palmoteos en la espalda típicos en la gente de la isla. Ramón, pese a
conocer y practicar los códigos machistas, hizo lo que hacía de pequeño, en el campo,
gesto reservado para los allegados de verdad: el abuelo, los tíos o su padre.
Ramón-. ¿Viste, brother, se me cayó la teja? Por eso, todas las mañanas me paso la
navaja.
-Estoy haciendo un pos grado de santo. A mi edad, lo mejor es estar a sopita y buen
vino.
-Aquí viene la crema y nata de la política cubana –le explicó Dido en voz baja-. Aquí se
Ramón apenas pudo aguantar la risa. La frase era lo de menos. Lo que verdaderamente
le alegraba era descubrir que su amigo conservaba todavía aquella manera muy suya de
Ramón se sorprendió al sentir que, por momentos, era como si el tiempo no hubiese
pasado. Volvió a verse junto al tronco del frondoso tamarindo de su patio y continuó
con el juramento de amistad que ambos siempre pronunciaban antes de enfrentar a los
Ramón, sin transición, engurruñó el entrecejo y, con la mirada, buscó los ojos de su
amigo.
-Yo incumplí.
Ramón se dio un trago corto de cerveza y, con rabia contenida, se pasó la servilleta por
-Sé que no cumplí. Nunca fui a ver a tu padre cuando estuvo preso.
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-Pero crecí y él seguía preso –remachó Ramón-.Tú no estabas, y mi deber era ir.
Tras un breve silencio, Dido, con voz pausada pero firme, intentó cerrar el tema:
Lo que menos necesitaba Ramón Rivera era que su amigo le diera la razón. Estaba
preparado para todo. Se sentía un poco hijo de puta y, al mismo tiempo, le molestaba
tener que estar dando explicaciones. Llevaba años imaginando cómo sería ese momento.
Sabía que, tarde o temprano, los que se fueron antes y quienes lo hicieron después,
tendrían que verse las caras. Después de muchos, años había llegado a la conclusión de
que su hermano y su mejor amigo merecían una explicación y ahora quería darla. Era
-Hayas estado donde hayas estado, sé que nunca le has hecho una mierda a nadie.
Tuviste que quedarte. Creciste allí, pero sé que eres de los que jugó limpio. Así que
-No se trata de haber jugado limpio o sucio, se trata de haber jugado – repostó Ramón.
-Si no fuiste a ver al viejo o si más nunca escribiste, eso no tiene importancia para mí.
¿Quién soy yo para juzgarte? Bastante tienes ya con haberte condenado tú mismo
muchas veces.
A Ramón no le sorprendían tanto las palabras de su amigo, sino el hecho de sentirse mal
consigo mismo y se escuchó diciendo en voz alta las preguntas con que tantas veces se
-¿Por qué nunca tuve la valentía, los cojones y la honradez de reconocer que, de este
lado del charco, tenía gente a quien quería? ¿Por qué nunca me opuse a la orientación de
que un militante no podía cartearse con los amigos y la familia? ¿Acaso no habían dicho
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que hacer el socialismo era una elección de hombres libres? ¿Qué fue lo que pasó para
que yo dejara de cartearme contigo y con mi hermano? ¿Por qué lo hice? Ahí, comencé
a cagarla.
-La última noticia tuya fue que estabas becado y que habías ganado unas medallas en los
Juegos Escolares. Después, muchos años después, cuando vino Nenita, la del barrio, le
pregunté por ti y me dijo que andabas por La Habana y que eras tremendo ñangara. Yo,
-Y me hice ñangara, Sandokan. Comunista. De los que se creyeron el cuento que había
Por cierto, - dijo Dido cambiando de tema- quiero presentarte a Carlos Días. Vino en el
último barco que salió de Cuba cuando lo del Mariel. Vivió en un pueblo que se llama
Ocala y lo que cuenta de allí, le pone a cualquiera los pelos de punta. Ningún cubano le
ha sacado el jugo al sur de los Estados Unidos como él. Tremendo escritor.
-¿Te acuerdas de los dulces de leche que hacia tu tía? –indagó Dido.
-De ellos y de la leche merengada que nos preparaba tu vieja. Aquel olor a canela me
quedó para siempre. Nadie queda a salvo de la nostalgia de los olores y los sabores –
recalcó Ramón.
Cuando salieron del Versalles, el tiempo parecía no haber pasado entre ellos,
-Por lo pronto, llegar y darme una ducha. Perdí la costumbre del calor y mira como
Rugido
Miami. Bajamos por el túnel que nos lleva al interior del aeropuerto. Estoy preparado.
journalist. Soy periodista. I have work in USA. Tengo trabajo. I`m a good man”.
Lo último se me fue y no lo traduje porque me molestó. ¿Qué cojones tenía que andar
-Soy cubano y vengo a quedarme. Aquí tiene mis documentos –terminé diciendo.
Casi tenía un pie dentro cuando, por el otro lado, aparece una señora de voluminosas
controlado.
-Desde hace unos cuantos años esto es territorio norteamericano –responde sin detener
la marcha-. ¿Echaste el pasaporte español en el inodoro del avión? ¿Cuánto vale ahora
comprar uno?
Demoro en responder. Había imaginado mucho más corre corre. No puedo creer que la
llegada de uno de los corresponsales de guerra más vinculados con el régimen cubano
sea así. Aquí tiene que haber gato encerrado. No puedo bajar la guardia. Estoy
obsesionado con lo de la Ley de los pies secos y mojados y, entonces, veo a una
trampa y apuro el paso. Que para eso uno ha visto y ha leído mucho acerca de los que
hacen los policías cuando quieren joderte. ¿Cómo actuar en caso de que, pese a estar en
territorio de Estados Unidos, me diga que no puedo quedarme porque tenía los pies
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mojados? Lo pienso y aprieto el paso para salir de la zona. Este pasillo me parece un
campo minado.
-Calma, calma –pide la mujer- Explícame bien, ¿te dejaron allá salir sin pasaporte?
-Pues con lo que nos hizo el Zapatero ese en Irak, será mejor que seas más cubano. ¿No
crees?
-Ancha es Castilla, señora. Allá, como aquí, hay quienes están a favor y quienes están
en contra.
Mi ángel de la guardia me sopla las palabras al oído. Mi instinto está tan afinado que
-Soy de Camagüey, pero vivía en La Habana –respondo. Seguimos hasta el final del
pasillo, hasta las dependencias de la policía y allí me deja. Entrega mis documentos y se
despide de mí.
Esto, por los rostros, es una babel silenciosa. A mi lado hay un chico mexicano. Está
El mexicano me sonríe.
Son las tres de la mañana. Me llevan a otro salón y me registran las maletas. Quieren las
botellas de vino. Discutimos. Dicen que no puedo entrar a Krome con ellas, toda la
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cualquier momento.
-Pero, hombre –dice el capitán de policía-. Estas medio deportado y te pones a discutir
-No tienen arreglo –ríe el capitán y acaba metiendo las botellas en la maleta.
muchos le ponen una manilla plástica en la muñeca y les dan uniformes. Nadie sonríe.
Como a las cinco horas, se aparece un hombre, trae una libretita debajo del brazo, y se
Destino Especial.
-Ya no existe esa unidad –comenta y me explica dónde estaba y quién la comandaba y
en qué zona operó su gente en Angola y en los asesores de ella que fueron a Nicaragua.
-Dentro de poco, usted saldrá de aquí. Le harán un chequeo médico y, luego, lo llevaran
a una organización de la iglesia para que regularice su estatus. Bienvenido a los Estados
Unidos de América.
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¿Seducido?
Llegó tan achispado al apartamento 30 de 1400 y Pennsylvania que, al entrar, soltó las
valijas en la sala y no atinó a poner el aire acondicionado. Los años alejado del trópico
le pasaban factura. Cayó en la cama como un fardo y, sudando a mares, tuvo que volver
a levantarse.
-Así no hay quien rayos duerma –protestó y se metió en la ducha. Pensó en su casa de
Comenzó a secarse y se alegró del encuentro con Dido y de estar tan cerca de la isla. La
-Mañana, me conectaré a Internet –dijo mucho más relajado-. Carmen debe haber
Mientras se peinaba se echó a reír, a recordar una de las frases usadas en la película
Carmen de Saura: “las mujeres son como los gatos, vienen cuando no se les espera y no
Desde hacía alrededor de un año, Carmen se había ido convirtiendo en algo tan diario
-Veremos qué dirá cuando se entere que estoy aquí –dijo divertido.
Por fin, con el futuro económico asegurado, desde hacía un año, había decidido dejar la
agencia de noticias y, hastiado de todo, se había refugiado en Internet para hablar con la
menor cantidad posible de personas. Carmen, era el centro de su relación con el mundo.
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cartas al descubierto y eso fascinó tanto a Ramón Rivera que, dejando su paranoia a un
cubanos que, después de conocer por dentro los engranajes del régimen habían puesto
distancia de por medio, lo primero que sintió fue desconfianza. Era un mecanismo al
que casi nadie podía escapar porque estaban marcados con el signo de la sospecha que
comenzó a extender sus resplandores. Primero, por sospecha y luego por el puro gusto
-Sea lo que sea, es un puente y los puentes sirven hasta para el enemigo cuando huye.
Ya habrá tiempo para ocuparme de ella y ver hasta dónde es capaz de seguir con este
juego.
La primera noche en South Beach, fiel a su costumbre de salir a la calle cuando llegaba
a una ciudad, Ramón subió por Pennsylvania Avenue hasta Española Way. Era una calle
recorrerla con ella y, algún día, lo haré” –se prometió. Al llegar a Washington Avenue,
doblo a la derecha y se encaminó hasta Lincoln Road en donde, a esa hora, aún
muchas de las camareras pensó que si cerraba los ojos bien podría decir que estaba en la
-Sí Carmen las oyera, se moriría de risa –se dijo-. Pobrecita, piensa que aquí sólo hay
cubanos.
Luego, llevado por el olor del mar, bajó hasta la playa. El oleaje era manso y Ramón se
quitó los zapatos y comenzó a caminar por la arena. Buscó con la mirada la línea del
horizonte y sintió envidia de Jesús. Le hubiera gustado poder andar sobre las aguas y de
Quedó como en blanco y respiró con calma, disfrutando la sensación de volver a sentir
aire del Caribe llenando sus pulmones. Con lentitud se subió las patas de los pantalones
y dejó que las aguas le lamieran los pies. Sintió la boca reseca y se asustó. Miró a su
alrededor y comprobó que estaba solo. No era miedo, sino emoción. Era la primera vez
que, en sosiego, estaba tan cerca de la Isla y enmudeció hasta sentir que se atragantaba
de tanto silencio. Retrocedió sin darle la espalda al mar y, solo cuando salió de la arena,
-Una colada –pidió al llegar a uno de los negocios en donde vendían comida cubana y se
mordió los deseos de reír al escuchar a uno de los loquitos que pululan por la zona
Esa noche se acostó con el deseo de soñar que, al galope sobre las aguas, llegaba hasta
la playa de los rusos en Alamar, pero los sueños son también como los gatos y tuvo que
Al otro día, el sol que se filtraba por la cortina de la ventana lo obligó a levantarse. Tras
concesionario logro conseguir a buen precio un Mazda MPV blanco de segunda mano.
El nuevo mensaje de Carmen era más provocador que todos los que había recibido hasta
extranjera y becaria en Cuba y cómo te sientes a caballo entre los dos países.
-¿Qué coño busca esta mujer? -se preguntó un tanto molesto y abrió unos mail enviados
Boudrillard
“Todo es seducción, solo seducción… en realidad solo está muerto el que ya no quiere
Ramón recordaba las respuestas evasivas de Carmen cuando él intentó hablar con
seriedad acerca del tema y la pinchó para que fundamentara por qué le decía que, en
“Lo que quiero no es amarte, quererte, ni siquiera gustarte: es seducirte –lo que no
significa que me ames o me gustes, sino que seas seducido. En el juego de la seductora,
también hay una especie de crueldad mental hacia sí misma. Cualquier sicología
mujer, ni objeto; ni sujeto de deseo; queda sin rostro, sin atractivo –ahí reside su única
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pasión. La seducción es soberana, es el único ritual que eclipsa a todos los demás, pero
“El hombre, acostumbrado siempre a buscarle cinco patas al gato, cuando recibió los
fragmentos, durante días, se preguntó, por qué ella se empeñaba en mostrar sus cartas.
Se acordaba claramente que, esa noche, después de haberse tomado a palo seco casi
media botella de ron, se había puesto pesado al preguntarle insistentemente por teléfono
por qué ella se sentía con tanto poderío. No pudo evitar la risa al recordar como, en
medio de la borrachera, intentó que Carmen le explicara qué quería decir al subrayarle
uno de los fragmentos. El asunto tenía demasiada enjundia para haber sido abordado
“En la seducción la mujer no tiene cuerpo propio, ni deseo propio. La mujer no cree en
ellos, juega. Sin cuerpo propio se vuelve apariencia pura, construcción artificial donde
se adhiere el deseo del otro. Toda seducción consiste en dejar creer al otro que es y
sigue siendo el sujeto del deseo, sin caer ella misma en la trampa. También puede
encanto de la seducción pasa a través del atractivo del sexo. Pero, precisamente lo
-Lo que me molesta no es que piense así o actué de esa manera, sino que me lo advierta
y al hacerlo, intente seducirme –dijo Ramón Rivera e imaginó lo tentador que podía ser
encontrarse por fin con Carmen-. De tan atrevida, es hasta graciosa. Si hasta intenta
será una invitación al juego? Ella no sabe que soy un jugador. ¿Es un desafío?
“¿Qué ocurre con la figura del seductor? El también se transfigura para introducir el
desconcierto, pero esta transfiguración adopta la fórmula del cálculo, y el adorno cede
Una mujer como ella no provocaría si no estaba segura de tener la victoria de su lado.
<< ¿Por qué me ha escogido a mí que le llevo quince años de diferencia? –se preguntó-
¿Hará lo mismo con hombres de su misma edad? ¿Lo habrá hecho con otros mayores?
¿Y, si lo ha hecho, por qué ha sido? ¿Será de verdad una agentona de la seguridad
cubana? ¿Por qué conmigo, si no estoy en nada? ¿Seré el trampolín para llegar a
algunos de mis amigos? Y, si fuera así, ¿por qué no oculta su manera de pensar? ¿No
carcajada.
<<Joder, ni con tantos años fuera uno puede acabarse de quitar la paranoia de estar
viendo agentes y segurozos en todos los lados. ¿Qué me puede importar a mí que lo sea
o no lo sea? Si se ocupan de gente como yo, arreglados están. Si fuera verdad, sería una
evidencia palpable de que ya han perdido la brújula. Me daría hasta morbo acostarme
con ella y, cuando la tuviera a punto de caramelo, ponerle el himno de los Estados
Le gustó saber que ahora podía bromear con un tema que durante mucho tiempo lo llevó
a crear una barrera infranqueable con todo lo que venía de la isla. Había sido igual que
la primera que lo privó de comunicarse con los familiares y amigos que tenía entonces
<<No, fue peor -se rectificó, porque afuera nadie me prohíbe nada. Es sólo mi temor, el
Carmen, tenga razón cuando dice que el odio me enturbio el verbo y las imágenes. Lo
dejó claro con mis textos de Angola. Todos sus señalamientos eran acertados. ¿Por qué,
posible que sea hasta mejor dedicarme sólo a la fotografía y dejar de escribir hasta estar
menos caliente. Hay mucho en ella que no trago todavía, pero debo reconocer que tiene
buen ojo>>.
Acostado en el sofá, con la cabeza apoyada en una almohada, continuó leyendo los mail
con los cuales había comenzado a interesarse por Carmen. Fueron llegando poco a poco
y, a medida que pasaban los días, los fueron envolviendo a ambos en un aura de
cercanía que, sin tener espacios definidos, comenzó a crear un lugar que, según la
evocación, podía convertirse en parque, cuarto, cama, libros, canciones, pinturas, calles
puertas insospechadas. Sin embargo, desde que Carmen hizo acto de presencia la
primeros mensajes
Ramón, he leído un artículo tuyo aparecido en una de esas páginas contra Cuba y me
llamó la atención que fueras el mismo que, cuando trajeron a los cubanos muertos en
Angola, escribió que las campanas doblaban por ellos. Tenía varias crónicas tuyas
pero siento que les sobra cálculo y les falta garra y humanidad. ¿Qué ha pasado entre
quien escribía allá y el que, desde hace unos años, escribe afuera? Fotos sí he visto
violencia de la guerra o las situaciones extremas. ¿Dónde te sientes más a tus anchas?
Por otra parte, desde hace algunos años vengo interesándome en el tema del mito y la
Dime qué tanto te acuerdas de los días en que viviste en mi casa. Para mí, entonces,
con trece años de edad, tu presencia fue una mezcla extraña. Recuerdo que, por una
de un padre. Por otra, lo viví con cierta curiosidad luego de haber escuchado hablar de
ti a algunas amigas de mi madre con las cuales anduviste. Ahora me da hasta risa el
cuento de una de ellas, pero en aquel entonces, me asustó. Decía que, cuando estabas
en tu punto, te daba por tirar de sus cabellos. Me llama la atención que me digas que te
acuerdas de unos suecos rojos que yo usaba. Nadie había vuelto a nombrarlos. Resulta
Ramón quedó como lelo al ver el edificio del Miami Herald y el paisaje de la bahía a un
lado y otro de la carretera. Respiró hondo como si quisiera tragarse todo el aroma del
que durante tanto tiempo le había faltado. Las luces, el agua y los barcos le crearon una
Respiraba a pulmón lleno y le parecía que le habían inyectado sangre de mono y jiribilla
en el cuerpo.
-Vamos a Biscayne –propuso Dido y buscaron la otra carretera-. El otro día, me dejaste
demás que le estaba pasando, lo llevó a contar de manera festiva algo que, durante años,
-Lo que más me jodió fue ver cuando los segurosos, los policías de paisano,
-Chacal, en todas partes los policías llevan pistola –admitió Dido sin malicia.
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-No, no me refiero al hecho de que llevaran pistola, sino a la prepotencia con que la
Los años de ausencia en la Isla y el vivir en otra realidad, hicieron que Dido buscara
-¿Qué prepotencia puede haber en que alguien tenga una pistola? No soy policía pero, si
Como por asalto, la duda se apoderó de Ramón y fue como si toda la alegría se le
el momento más inoportuno y ante la única persona con quien no quería tener ningún
tipo de sospecha. El cambio fue brutal y se molestó ante el hecho de no poder controlar
sus instintos. “¿Pregunta porqué no entiende, porque vive en otra realidad o porque
quiere verme entre la espada y la pared?” -se macheteó por dentro y el cuestionamiento
lo hizo sentir el ser más miserable del mundo. La sospecha, siempre la mezquina, la
purulenta, la hija de puta sospecha de la cual nunca se había podido curar pese a llevar
tantos años fuera del lugar en donde la había incubado. Se sintió indefenso al pensar en
lo que pasaría si su mejor amigo llegara a saber lo podrido que estaba por dentro. Apretó
-En Cuba, no es como aquí –dijo-. Ellos son quienes únicos pueden tener armas. Es un
-Pero tú me dijiste, una vez por Internet, que tenías una pistola –replicó Dido con
desenfado.
su amigo le estuviese insinuando que él también estaba entre los elegidos que podían
tener armas. Intentaba poner un muro de contención a las dudas y no podía controlar
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que éstas se filtraran, lo horadaran todo y, luego, irrumpieran como una avalancha
-Ves como no te acuerdas, brother –dijo Dido-. Los años te están borrando el disco
duro.
preguntas. Estaba convencido de que en las palabras de Dido no había ni podía haber
segundas intenciones. Lo sabía. Era de las únicas cosas de las que podía estar seguro y,
-¿Cómo no voy a tener tiempo para ti, si llevo años esperando este encuentro?
Nunca, como hasta esa noche, Ramón Rivera había sido tan consciente de hasta dónde
propuesto mantenerla a raya con tanta fiereza. Se había habituado a vivir con ellas desde
los tres últimos años en que había vivido en Cuba y, desde entonces, de una forma u
otra, aquel síndrome le había ido dejando lamparones en toda su existencia. Cuando
único se sentía un poco en paz era cuando se metía a retratar los horrores de una guerra
porque, entonces, era el instinto lo primario y el cabo que lo ataba a la vida. Pero, desde
hacía ya varios años no se metía en ninguna y, después que ocurrió lo de Sarajevo, había
dejado de interesarse por el asunto. Entonces, no fue dudar o sospechar de las personas,
sino de sí mismo y hasta de su honradez para con los pocos códigos que creía mantener
a salvo. <<Pase lo que pase, diga lo que diga y piense yo lo que piense, de quien único
las otras, se mecían mansas. El viento, a esa hora de la noche, suavizaba el calor que
-Me has herido de muerte, campeón. ¿Sabes que, muchas veces en sueños, vi este
mismo lugar?
-¿Es que en Europa no hay marinas así? –preguntó Dido para achisparlo y, luego, le
quizás más, pero ése no es el asunto. Lo que pasa es que para uno es distinto,
Dido hizo un movimiento afirmativo con la cabeza y citó, de memoria, un fragmento del
Viejo y el mar:
-A veces, en los viejos tiempos, solía venir también a La Terraza –dijo y matizó-. Era
¿Conoces La Terraza?
-Mira, –dijo Ramón- durante años fui todas las noches. Allí, en los ochenta hice varios
reportajes para rescatar la memoria del Viejo. Habían convertido aquello en una piloto.
-¿Una qué?
-Una piloto, en Cuba, es un sitio donde venden cerveza a granel. Siempre estaban hasta
los topes y, en cualquier momento, podía armarse una bronca. La peste a orine lo
colocó fotos de la filmación del Viejo y el mar en las paredes. Muchas tardes, me senté
con Gregorio, el patrón del Pilar, en la misma mesa donde le gustaba sentarse al Viejo.
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-Sabes que leí algo que publicaste, en España, donde un tal Blacaman contaba que la
aguja con la que Fidel ganó el torneo Hemingway se la había pescado él ¿En el tiempo
-¿Por qué?
Ramón respiró hondo y dominando lo que sentía por dentro, se lanzó a fondo.
-Quiero que sepas, porque contigo lo quiero todo muy claro, que no escribí muchas
cosas que sabía y que escribí otras que me contaron y que las di como hechas, sin
-Creía en quien me las dijo –afirmó Ramón con resolución, sin querer detenerse a
-Sí –afirmó Ramón al tiempo que descabezaba una gamba-. Sí, mi hermano.
Dido ladeó la cabeza y Ramón se le quedó mirando cómo si quisiera encontrar algo en
-Con esta profesión, tenia que haber dudado de todo y, durante años, no lo hice. Fui
incapaz de investigar. Primero, porque creí. Luego, por comodidad y más tarde, cuando
empecé a abrir los ojos, por orgullo y cobardía. Por no tener que reconocer que me
había equivocado y que era uno más de los que ladraba en la jauría.
-Fui yo quien te dijo que quería conversar y que supieras cuatro cosas –le recordó
Ramón.
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-Pero yo necesito contarte –replicó Ramón y, como sentía que algo le quemaba en la
garganta, se bebió hasta el fondo la cerveza-. A lo último, fue la locura. Es muy jodido
descubrir que te autocensuras. Ya no era necesario que me dijeran esto sí y aquello, no.
Me sentí podrido por dentro. Comencé a dudar de todo y de todos y eso me secó. Y lo
triste es que no he podido curarme. Fíjate si soy hijo de puta que, hace un rato, dudé
contabas algo de Cojímar. ¿No te das cuenta que hoy es la primera vez en nuestras vidas
que bebemos juntos? Suelta todos los fantasmas, pero no dejes que vengan a joder este
momento.
Ramón asintió y buscó en su interior las fuerzas que las dudas le habían saqueado.
Ramón se empeñaba en tener presente el hecho de que era la primera vez que bebían
juntos y se animó.
-Con mi amigo Rauli, como no podíamos tener un yate, nos inventamos uno en mi casa.
-No, ¿para qué? Salíamos del puerto de la locura y siempre regresábamos a la ensenada
del tedio.
-Aquello era aguardiente Coronilla y desespero. Allí estaba la flor y nata de la jodedera.
Solo dejábamos entrar en parejas o chicas solas, porque los tipos siempre la cagaban.
Eran gentes con imaginación. De hecho, quien quisiera embarcarse tenía que crear una
situación, una historia que los demás iban aumentando con las locuras que empezaban a
imaginar.
-Largos, cada hora equivalía a una semana a bordo. Imagínate, desde las nueve o las
señales, una sirena que cuando la sonábamos despertaba a la gente del edificio. No sé
quién se apareció con un ancla y Marcelita, la uruguaya, trajo una grabadora y cintas
con efectos de tormentas, olas y cuanto sonido te pudieras imaginar. Aquella chiquita
era del carajo. Tenía que ajustarse al guión de lo que se contaba, pero siempre le gustaba
salirse con la suya. A veces, desataba tormentas de improvisto o daba la alarma que
había fuego a bordo y se armaba la de Dios. Te imaginas que, una vez, navegábamos
con mar en calma y tú escuchabas las olas chas, chas, chas, mansitas chocando contra la
proa y, de pronto, porque me negué a que siguiera tomando aguardiente coronilla por
temor a que se pusiera pedo, se encabronó y le dio por poner el himno nacional y todo el
-Esa vez, sí se aparecieron y Marcelita cuando iban subiendo alzó el himno nacional a
todo trapo y nos dijo: “Esto lo resuelvo a mi manera, todo el mundo a ponerse la ropa y
-Nada, cogió un periódico Granma y lo puso con dos chinchetas en la puerta del cuarto
y los mandó a pasar. “Qué bien, compañeros que hayan venido, porque aunque todos en
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este edificio son gente revolucionaria, hay algunos que no entienden. Ven, fíjense.
Hemos convertido el cuarto en una replica del yate Granma porque estamos preparando
una velada cultural en conmemoración del 2 de diciembre, el día que desembarcaron los
Armadas Revolucionarias”.
-Los tipos sabían que estaban en casa de un periodista traqueteaó y que muchos de los
que estaban allí habían peleado en Angola y eran militantes. “A ver, compañeros,
suenen la sirena del barco como está escrito en el programa” –ordenó Marce. Rauli en
persona metió el bocinazo y ella, radiante, les explicó: “Entonces, acá, el compañerito,
herida a los compañeros” y, Rauli, ni corto ni perezoso, mostró su cicatriz. Era verdad
que se había hecho talco una pierna en un paracaídas. Los dejó cruzaó y, para colmo, los
comprometió. “Ya ustedes ven, mientras todo el mundo se divierte, ustedes cuidando el
merecen un trago, compañeros” y casi les metió debajo de las narices los vasos con
“¿ustedes creen que sea un delito que, mientras que otros duermen, nosotros estemos
-El policía de mayor edad tenía los ojos vidriosos. Nunca supimos si fue por la emoción
de ver como las nuevas generaciones preservaban las tradiciones combativas o por el
casi medio vaso de aguardiente que acababa de tomarse. “Sigan en lo que están y no se
preocupen. La juventud tiene que ser alegre, pero profunda”. Cuando se fueron,
seguimos la fiesta por tres días y hasta juntamos el 2 de diciembre con el 4, que era
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Santa Bárbara. El Marasmo navegó en un mar de leche, ron y musiquita hasta que pasó
-Una vez, Marce y Rauli se pusieron de acuerdo y, en medio de una travesía, declararon
tormenta y, sin aviso, empezaron a tirar cubos llenos de agua y, para colmo, dio la
coincidencia que la chivatona del edificio pasaba por debajo de una ventana y salió
En otra ocasión, una pintora amiga nuestra y su novio dijeron que iríamos a Mallorca
para ver el lugar donde Chopín había estado con George Sand. Todo muy bien,
cojonudo. Se escuchaba la polonesa y los nocturnos. El lío fue cuando, a la hora de que
todos debíamos subir de nuevo en El Marasmo, la pintora dijo que ella se quedaba, y el
novio que no, y ella que sí. Y, como estábamos pedos todos, se armó la discusión. “¡Ni
muerta regreso!” -gritó y se tiró por el balcón como si fuera al agua. Acabó con una
pierna fracturada.
-¡No, no me jodas, chacal! ¿No me vengas a decir que aquello era solo con ron, cerveza
y aguardiente?
-Te lo juro. Si yo, en ese tiempo, era tan bolchevique que no sabía lo que era un canuto.
Los episodios del Marasmo hicieron que Dido casi llorase de la risa.
-Casi un año.
-Ya te dije, pasó lo que siempre pasaba –respondió Ramón y se fue como apagando.
-Tigre, si te quedas sin cuerda ahora, te juro que me lanzo al agua y digo que tú me
-¿Quieres de verdad que te lo cuente? –dijo Ramón y lo miró por encima de las gafas.
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-El Marasmo tenía tripulación fija, flotante e invitados. Una noche, Rauli se apareció
con una tipa que estaba como un tren. En las primeras travesías parecía media penosa.
Pero, de buenas a primeras, se soltó. Incluso, más de una vez, tuvimos que pararle los
cascos porque empezó a hacer chistes y cuentos contra el gobierno y nosotros, pese a ser
unos jodedores, con esas cosas no nos gustaba bromear. Pues quien te dice que alguien,
de buenas a primeras, puso una cinta en donde sonaba una sirena de la policía y Rauli,
sin pensarlo, para seguir la rima y animar el asunto, haciendo una bocina con las manos,
gritó: “¡Registro a bordo! ¡Qué nadie se mueva!”. Y lo primero que vio fue la cartera de
su chica. La cogió y cuando la fue a abrir, la muchacha, como una fiera, intentó
impedírselo. El show estaba garantizado. Allí estaban los hermanos Fundora y como si
fueran los ayudantes del policía de aduana, la cogieron entre los dos por los brazos. Ella
pataleaba e intentaba zafarse y todos nosotros nos partíamos de risa por lo bien que
“¿Y esto?” -preguntó Rauli con la mano dentro del bolso y la cara muy seria.
Ella forcejeaba con más fuerza y nosotros, a coro, empezamos a gritar: “¡contrabando,
boquiabiertos al ver que Rauli sacaba del interior del bolso una pistola de las usadas por
-Los hermanos Fundora la soltaron como si fuera una patata caliente y ella, se abalanzó
sobre Rauli, le quitó el arma, la metió en el bolso y salió dando un portazo. Nos
quedamos no de piedra, sino de mierda. El único que se repuso fue Rauli que salió
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que me quedé con tus bloomer de recuerdo y que no eran verde olivo!”.
-Jodido, ¿verdad? –comentó Dido-. Pero ¿para que iban a infiltrar a alguien entre
-Más que jodido –respondió Ramón e intentó una sonrisa-. Recuerdo que empezamos a
desarmar El Marasmo. Cada quien, al salir, se llevó algo para tirarlo en el tanque de la
basura. Iban en silencio. Rauli fue el último y me preguntó si quería que se quedara.
“No. De todas formas hemos navegado más que el resto” -comenté. Estaba triste Rauli,
Entré al cuarto y encontré a Marcelita, llorando. Tenía, entre las manos, la tablilla de
madera donde estaba escrito el nombre del barco. Se abrazó de mí y dijo: “yo seré tu
Marasmo. Iremos lejos”. Tenía las tetas al aire y nos pusimos a templar a la deriva.
-¿Navegaron mucho?
-Hasta el otro día –respondió Rivera-. Se quedó con la tablilla. Luego, el padre se la
El semblante de Ramón cambió por completo y el verde de sus ojos cobró vida:
Apuntes y Diarios
Nací aquí en Montevideo hace treinta y tantos años y de aquel tiempo sólo recuerdo el
patio de la abuela con caracoles. Mi abuela tenía el mismo pelo blanco que ahora y yo la
peinaba. Aparte de eso, me quedaron pocas cosas: la bicicleta roja que me dejaron los
Reyes a cambio de pasto y agua para los camellos, historias que luego me parecieron de
otra vida.
Dice mi abuela que, una vez, los milicos estuvieron varios días en casa, esperando a
mamá y ya hasta jugaban con nosotras. Ella negaba cualquier cosa que ellos buscaran y,
una mañana, aburridos, me piden que les cante una canción. A esas alturas, ya eran casi
de la familia. “Abuela, ¿cuál les cantó?” La que quieras, dice que me contesto.
Entonces, empecé: “A la huella, la huella de la victoria, sólo Los Tupamaros nos darán
gloria” Fue un silencio mortal y la abuela casi se infarta. No sé cómo terminó aquello.
madre.
Con mamá nos encontramos en Chile. Le faltaba un diente, no lo olvido. Había un río
oscuro. Corrimos por la calle de su mano. Los tanques y los pececitos rojos de la fuente
Toda mi vida aviones que van y vienen. Llegar por aire, partir por aire. Aire que separa
mundos. Volar.
Entonces, Cuba fue mi casa. Nunca sentí nostalgia y como cantó una generación “no
tuve Superman, tuve Elpídio Valdés y mi televisor fue ruso. No tuve Santa Claus, ni
El mejor momento era volver. Cuando las ruedas del avión tocaban tierra, me envolvía
amelcochado. Siempre quería volver. Allí estaba mi escuela, mi niñez, mi primer novio
cuerpo que vive. Que no posa, que se menea. El granizado y el bejuco de boniato en el
surco. Matías Pérez, el que voló. Silvio, la rabia, los mambíses y el congrí, la lata de luz
brillante y la latica de Taoro. Los balseros, Santa Bárbara, Changó y los que tocan
fotuto en Remedios. Los pajusos y la pañoleta. Los que fueron a Angola. El hijo que se
me escapó con agua y sangre entre las piernas, el legrado en el Hospital Naval sin
anestesia, el placer y el tremendo amor con que volví a engendrar otros hijos. Las rastras
llenas de orientales, sacos de malanga, peste a grajo y hermanadas risas por la carretera
central con el sol partiéndonos la cabeza, comiendo caña. Las lágrimas negras, las
creo. Te contaré lo que me pides, todo lo que me preguntes, quiero que lo sepas todo.
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Rugido
Cuando te odias de verdad, con el tiempo, en vez de quedarte cicatriz, lo que sientes es
Acababa de llegar a España y estaba en la calle, sin trabajo y sin dinero. Tenía hambre,
frío y sobre todo, miedo. El miedo puede convertirte en nadie. Una mañana, se me
Aquella Nikon FM2 era mi séptimo sentido. Llevábamos juntos más de diez años.
Juntos comulgamos con la vida y con la muerte. Nunca me falló. Pero la amenaza del
Fue como cercenarme de cuajo un ojo, lo más lúcido de mi memoria, el latir más fiel del
jabón y me bañé. Pude afeitarme y con la esperanza de espantarme el asco que sentía
Hubiera sido mejor tirarme delante de un coche o saltar desde cualquier azotea para
acabar de una vez. Pero fue mucho peor al pensar que, como otras veces, el arte lamería
mis heridas.
Esa noche, Charín haría Giselle con el Ballet Nacional de Cuba. Intenté dejar de pensar.
Sabía que, cuando ella subiera al escenario, la vida volvería a latir y la magia, gira que
Su rostro o bañado de sudor en los días previos en que estrenara El lago de los cisnes.
Primeros planos a sus zapatillas con las puntas rotas. Sus piernas poderosas bendecidas
por Ochún. La sala de su casa, invadida de girasoles después que terminó el estreno.
Salte a España: cuando sale a escena los aplausos no me dejan pensar. Ella sola, padre y
madre, procrea el encanto. Y, como siempre, son los mismos deseos de haberla podido
mansa de querer acariciarle las alas del tutú para comprobar que no es inmaterial. Ganas
deseo de querer volar para, desde arriba, hacer las fotos que nadie le había hecho.
Me conocía de sobra cada paso de Giselle. De pronto, aquella noche, en el Albeniz algo
Me llevé la cámara al rostro, enfoque con el zoom. Apreté el disparador. Enfoqué sus
rodillas. Volví a disparar. Lo hice muchas veces. Pero no hubo clic. No tenía mi cámara.
El ojo veía sin mirar. La memoria intentaba guardar la imagen que no había. Todo en mí
No pude soportarlo. Me fui. Caminaba sin saber a dónde ir. No quería regresar al hostal.
más saliva, continué escupiéndome por dentro. Al otro día, apareció en los diarios que
había sido su última actuación con el Ballet Nacional y que dejaba Cuba. Perdí el
momento.
Ahora estoy en la esquina de la ventisiete y la once del SW, Charín esta sentada de
perfil, atenta a lo que hacen sus alumnas. Ya no baila, pero sigue siendo vuelo.
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La enfoco con la cámara digital que todavía no he acabado de pagar. Intento apretar el
Primer caballo
Intentó, como ya había hecho en otras ocasiones, rememorar los días en que vivió en
casa de Carmen. Entonces, se llevaba bien con la madre de la chica y ésta, le brindó uno
de los cuartos de su casa mientras llegaba el sorteo de los apartamentos que él, junto a
Le llamó la atención que, por primera vez, recordaba aquel pasaje de su vida sin
amargura.
-A ver si la niñata esta me está lavando el cerebro –se dijo con ironía.
<<Pensar que estaba en lo mejor de mi carrera como periodista cuando decidí, al ver
Habana. Día a día, trabajaba diez horas levantando unos edificios de apartamentos más
feos que el hambre con la esperanza de que, luego de dos o tres años de trabajo, si tenía
suerte, me asignaran uno. A la micro no solo iban periodistas, sino también médicos,
ingenieros, empleados públicos y trabajadores de todos los sectores. Hora tras hora,
había que dar lo mejor de si porque la competencia era feroz y, generalmente, los
apartamentos que sorteaban siempre eran menos que los aspirantes. Las micro-brigadas
también sirvieron para que, si un trabajador cometía alguna falta en su centro laboral,
fuera a expiarla allí o para que se foguearan quienes no habían tenido la posibilidad, por
quienes los hacían, tuviesen la profesión que tuviesen, seguían cobrando el mismo
cobraba como tal y perdía años de especialización, mientras desempeñaba como albañil
debido para que éstos hicieran lo que sabían hacer con profesionalidad.
<<Coño, si hasta Ceaucescu supo hacerlo mejor, pensé muchas veces. En Rumania se
construyeron edificios como churros y los necesitados se limitaban a pagar los pisos por
mensualidades de acuerdo a sus ganancias sin que nadie tuviese que abandonar su
Como siempre, Ramón Rivera saltaba de uno a otro pensamiento. Era algo que no sabía
clasificar como cualidad o defecto y a lo que se había tenido que acostumbrar. Apuró
<<Aquí el tabaco sabe distinto que en Europa -pensó y lo asaltó la idea de que a lo
le buscaban parecido a todo lo que habían dejado en Cuba-. Es muy raro saberme tan
cerca de la isla. No debo perder nunca la noción de que, aunque estoy casi pegado, no
estoy en ella. Si eso sucediera estaría adulterando el espacio y, por añadidura, todo lo
demás>>.
Volvió a los mensajes y se concentró en uno de los primeros que hubo de enviarle a
Carmen.
61
evocaciones. Hermoso es saber que te has vuelto una mujer plena que, no sé por qué, se
queda otra cosa que admirarte. Quizás sea porque, al tener siempre que ir de un lado
para otro, debo andar ligero. Así no tengo que pagarle a la memoria por el exceso de
equipaje. Me cuentas de tus enamoramientos y no puedo hacer otra cosa que reír con
cierta complicidad. Por lo que cuentas, infiero que sabes conjugar la entrega y que
buscas llegar más allá del deslumbre que otro cuerpo pueda regalarte. Se me hace que
hasta los mismos silencios, están por encima de las fronteras de la edad y los
aunque dijeras tío sabías que mi presencia allí era efímera. ¿Por qué viviendo luego en
el mismo barrio, nunca más nos vimos? Disculpa si rompo un ensueño, pero la
sinceridad siempre ha sido uno de mis mayores defectos. Y ya dentro del juego, te reto
implícita. Ésos no tuyos que, al desvestirse, son sí y los sí que, al maquillarse, son no, le
dan a todo esto una resonancia que me incitan al vuelo. Puesto a recordar, creo haber
parque Lenin y al descender del caballo en que paseaste, te prendiste de mis hombros.
Y ahora, jajaja, me dices que eres caballo en el horóscopo chino. Ahora que, por fin,
modelo.
Me invitas a conocernos más allá de mis Rugidos políticos, pues venga. Aquí estoy.
Estoy en el Valles, cerca de Barcelona, en la granja de una amiga que cría caballos de
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raza. Entre ellos pienso encontrar al Caballo de Fuego de Carlos Enríquez, así como a
los nietos de los potros en donde los guajiros raptaron a las mulatas e iban en busca
del cuerpo de Eva, convertida en montaña, luego de salir del baño. No sé por qué me
extraño al sentirme tan a gusto hablando contigo. Vivo orgulloso de mi edad, de lo que
he vivido y he bebido. Sin nada que esperar y aburrido de casi todo que no sea
fotografiable, recibo tus mensajes como flechazos de alguien que, lejos, intenta, no sé
por qué, penetrar en mi horizonte. Qué siento por Cuba, me preguntas. Pues nada en
especial. El mundo es mucho más que una isla en donde mis padres me trajeron a la
vida. Cuba es como el recuerdo de una mujer con la que uno ha terminado y no
precisamente porque quiso. Si rompiste no puedes seguir con ella clavada en el deseo.
Si ya no está, pues no existe. Europa es una puta vieja que sabe tantos trucos que sus
reacomodó en el pequeño sofá y releyó un pequeño texto que como caído del cielo, ella
“Me es imposible engañarte, sin embargo me gustaría. Quiero decir que no puedo ser
absolutamente leal, no está dentro de lo que soy capaz… Pero ríe, me encanta verte
Leyó, sin poder aguantar la risa, los fragmentos en donde Carmen, medio en broma le
preguntaba a qué se debía su afición por retratar caballos y si no le producía más placer
fotografiar mujeres.
Me gusta retratarlos a los dos por toda la energía que emana de ellos cuando están en
A esas alturas de la relación ya ambos habían descubierto que les encantaba los temas
que lindaban lo prohibido. Ya no era un secreto para ambos, sino una clave el abordar
situaciones que a ella, por momentos, la llevaban a pensar que él podía ser un depravado
Ramón, como respuesta, hubo de mandarle una serie de fotos suyas, en donde
abundaban las más variadas especies animales en los momentos del apareamiento.
Todas habían sido realizadas buscando algún parecido humano “¡Vaya con la niña! –
dijo al recordarlo Ramón y se echó a reír-. Está muy jodida si piensa que voy a picar ese
anzuelo suyo”.
<<Me he salvado de picar ese anzuelo, pero debo reconocer que he mordido otros y que
sabe pescar. Buena que la armó cuando me dijo que ella en el horóscopo chino era
Ante la incredulidad del hombre, Carmen se las había ingeniado para enviarle una foto
del dragón y éste, luego de agradecerle, con su falta de tacto habitual en lo referente a la
profesionalidad, le sugirió que, para la próxima, enfocara más el lente y que se buscara
regalo unos textos de Cioran donde éste se refería a ese gusto desastroso por la
de crear. Ramón, para pincharla, le escribió que a veces prefería el relincho porque uno
de los problemas del rumano-francés era que toda la energía y la fuerza las gastaba en
letras y en palabras.
mandado a Carmen, recordó algo que había ocurrido cuando tenía seis años:
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Era una tarde de domingo y visitaba con su padre la feria que, en diciembre, venía al
pantalones cortos por encima de la cintura, como si así quisiera demostrar que sabía
llevarlos. Lo miró por encima de las gafas y fue al grano-. Estos siempre hacen lo
La frase, aireada por el padre entre los mayores de la familia, se repitió muchas veces
aquellas navidades.
Fue entonces que uno de los primos más grandes, herido en su orgullo, soltó delante de
todos:
Los mayores al escucharlo clavaron la vista en Ramón a la espera de una de las suyas y
-Si el abuelo me regala el potrillo que te dio y que no te atreves a tocar, ahora mismo lo
monto al pelo.
Los hombres, ante la reacción del chiquillo, se incorporaron de la mesa como tocados
por un resorte al tiempo que algunas de las mujeres pedían que impidieran la prueba
-Que aprenda que el hombre es esclavo de sus palabras –sentenció el abuelo y muy
tieso, seguido por el resto por sus seis hijos varones, se arrimó a la cerca y le ordenó a
El chico entró al corral, dio unos pasos y al ver como el potro resoplaba nervioso, se
detuvo.
cerca. Antes de que llegase arriba, el potro movió las orejas hacia atrás y comenzó a
patear el suelo. El chico volvió la vista atrás y se encontró con la risa de varios de los
El potro al sentir el peso del muchacho se revolvió inquieto y comenzó a tirar coses que
-Que se baje –protestó nervioso el chico- Este loco lo ha puesto nervioso. Deja que se
calme.
La risa del abuelo y la del resto de los tíos sacó de las casillas al padre del chico y, con
ademán violento, subió los travesaños y, levantando a su hijo en peso, lo hizo saltar al
corral.
Ramón, con su mano izquierda, apretaba las crines y, con la derecha, acariciaba el
cuello del animal, al tiempo que, con la cabeza pegada a una oreja, comenzó a
El animal, al ver la puerta abierta, demoró instante en salir y luego, con el muchacho
El padre del otro chico y miró a su hijo con dureza y dijo en voz alta:
-Será loco, pero tiene bien puesto lo que a los cuerdos le falta.
-A ver si vas a acomplejar al muchacho –lo reprendió el padre de Ramón-. ¿No ves que
son cosas de críos? A lo mejor, ser más precavido que éste le ahorrará problemas el día
de mañana.
-¡Dale, Loco que ya tienes caballo! –gritó uno de los primos mayores e hizo un ademán
Ramón, se aferró a su cuello y, al ver que Tití y otro de los tíos venían en su ayuda,
comenzó a gritar:
Fue lo último que dijo antes de ser lanzado por los aires.
<<Fueron mis primeras gafas rotas -concluyó y se acarició las que llevaba puestas.
Rugido
-Ven, mi cielo, escribe tus datos en esta planilla -dice la chica por la ventanilla. Miro a
confianceo que muchas veces, en Cuba, me irritaba-. “¿Muchas horas de vuelo? ¿Estas
Coloco el brazo y me aflojo. Mete la aguja. Veo salir mi sangre al mismo tiempo que
Ven, cielo. Tome, mi vieja. Tranquilo, mi viejito. ¿Cómo andas, cariño? Hola, mi amor.
-Dentro de tres días, ven a buscar los resultados. Y descansa, mi vida, que tienes mucho
cansancio en esos ojitos. ¿Tú sabrás venir solo? Fíjate bien, estamos en la 8 y la 27 SW.
Digo que sí con la cabeza, pero no estoy. Ahora es el Vedado, la parada de las 216, la
como le escucho a Amaury Gutiérrez a todo volumen en un carro que pasa con una
Las discusiones con Carmen le hicieron preguntarse si la incomprensión entre los dos
era el resultado de una falta de expresión más diáfana entre ambos o de incapacidad del
otro para descifrar las señas que se le estaban dando. Le daba gusto saber que la había
molestado y era una manera de reaccionar a los señalamientos que ella, muchas veces,
le hacía tras una lectura apresurada de algunos de los escritos o comentarios que él le
enviaba.
Le resultaba extraño y hasta llamativo que, mientras releía algunos de los mensajes de
ella, le vinieran también al recuerdo imágenes de París. Pero lo que más le agradó de
toda aquella situación fue advertir que las preguntas de Carmen acerca de Carlos
Enríquez y los equinos lo invitaban a pasar por algunos lugares del pasado que desde
recuerdo de las muchas modelos y mujeres que bautizó con el nombre de Eva. Todas
salían del baño y, en cada una de ella, buscó apresar el susto aparente que la original
llevaba en la mirada. Recordaba haber provocado a algunas con la palabra para que, en
los ojos, prendiera el fuego de la complicidad. “Pudor con fuego” -les pedía para que así
el espectador cayera en la trampa de querer poseer las transparencias-. Tiene que ser una
inocencia y un candor que oculten la fuerza que llevas dentro. ¡Una inocencia que
andaluzas. Todas las fotos habían sido en blanco y negro. Buscaba, en el volumen de los
querer volatizarse. Algo parecido quiso encontrar entre las bailaoras. Eran cuerpos
música, pareció abismarse entre nalgas y senos que, en concordancia con las manos, los
ojos, los cuellos y los cabellos, lo sumieron en el goce supremo de sentirse heredero de
Ahora, en Miami, mientras ponía a punto sus cámaras, Ramón, sintió un escozor en la
<<¿Le contaré a Carmen que tuve que ver con su muerte o buscará otro tipo de
testimonio? –dudó Ramón y comenzó a enojarse-. ¿Por qué, coño, si estaba herido, tuvo
¡Fueron tres horas, herida con herida y sangre con sangre, caminando en medio de la
selva!>>.
El Loco Rivera rememoraba toda la pesadilla que siguió después y, con visible enojo,
dejó los mails de Carmen sobre la mesita de mármol y se sirvió un trago largo de ron
-Comemierda, venir a regalarse –refunfuñó usando la misma frase de Pablo cuando él,
Se tocó la cicatriz que tenía en la espalda y se preguntó cuál sería la reacción de Carmen
al verla, si es que una vez lograban encontrarse. Tenía esa y varias más. “Son tus
tatuajes de la guerra” -le había dicho Nadia en Paris al ver el costurón de la espalda.
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“Tienes más costuras que el pantalón de un gigante” -le soltó una vez la bailaora y lo
amenazo con abrirlas y meterse dentro para que de esa forma no pudiera olvidarla.
Pensaba en Pablo y era consciente de que encaraba aquellos fragmentos del pasado sin
<<Hay ciudades que siempre tienen trampas y La Habana es una de ellas>> -se dijo y
volvió a verse en el interior del avión donde regresaban de Angola los soldados que
llevaban años sin volver a Cuba. Entonces, se contuvo. No quería que el resentimiento
empañara la historia de Pablo. Salió al balcón y no pudo evitar la risa al ver al loquito
esquina.
dije, oye respeta, porque tú sabes que los cubanos somos la candela.
<<¿La candela? ¿la candela? –repitió con sorna Ramón- ¡Tiene guasa! Eso mismo decía
Volvió al aeropuerto de La Habana. Bajaban del avión. Pablo iba delante. Vestía
uniforme de camuflaje y en el pecho brillaban todas las medallas al valor que otorgaban
las fuerzas armadas cubanas a los combatientes internacionalistas. A unos veinte metros
estaba la banda de música y los funcionarios del gobierno que, por decreto, tenían que ir
-Míralos con las guayaberitas. Huelen a perfume. Los buitres, los capitanes araña –
comentó Rivera al oído de Pablo y éste lo miró se soslayo y asintió con la cabeza
recordando que ya, en otras ocasiones, le había referido la falsedad de los recibimientos.
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-Cállate, no me rompas la alegría de la llegada. Bastante tengo con tener que saludarlos
homenajear a su amigo con una foto en el momento en que pisara tierra cubana.
Encuadró la figura y hasta logro captar el resplandor que producían algunas de las
oficial en contraste con la sonrisa y las banderitas que agitaban el resto de los
combatientes.
No hubo tiempo para la tercera toma. Ramón Rivera vio salir detrás de la escalerilla del
ambulancia. -¡Es una equivocación! –escuchó decir al Capitán y luego perdió el hilo de
arrebatársela. Horas más tarde, después que le decomisaron el rollo, fue puesto en
libertad con la advertencia que si contaba algo, como primer teniente de la reserva, sería
Tres meses después de aquellos hechos, y tras tocar todas las puertas, Ramón fue
Al Capitán de Armas, por sus meritos militares, se le había asignado una habitación
individual en el sanatorio Los Cocos. Las visitas eran muy controladas, pero aún así
visitarlo.
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-Gracias, hermano -le dijo Pablo al terminar la visita-. Perdona de antemano el mal rato,
Horas después se escuchó el disparo. Fue un tiro limpio, en la boca, con el mágnum
<<Tendré que hablarle también de ello>> –concluyó y frente al ordenador, terminó por
decidirse:
Rugido
-Pues uno más no importa –ataco cuando mis amigos me invitan a comer.
Por la noche me reúno con El Chino Crespo que trabaja en el Canal 41 y le digo:
gentleman. En Cuba la pasamos bomba. Soto le echa mano al teléfono y llama a cuanta
gente conoce para ver si tienen algo para mí. Me propone llevarme a su espacio
Protagonistas.
Llevo quince días esperando. No tengo dinero y decido emboscar a la cartera en los
buzones del condominio. Ella usa un casco blanco. A la legua da el cante que es latina.
-Por favor, es que estoy esperando unos papeles. ¿Puede decirme si hay algo para mí en
el buzón veintinueve?
Sentí que me tiraba en ráfagas. Me advierte que la zona en donde estoy parado
de espacio.
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-Vale, vale, perdone usted, señora cartera – me excuso y cruzo entonces, desde el lado
El Chino Crespo comparte su comida del Canal conmigo. A veces, ceno en casa de
Dido. Careno en casa de Chichi. Otras, voy donde Dopíco o acepto la invitación de
programa en el aire, me pasé con la cerveza. Me los quité dormido, cayeron al suelo y,
me propuso unos implantes. ¡Si vieras lo lindos que son! Duros, blanquitos, parejos. Al
verlos casi me dieron taquicardias. Ya los puse entre las tres primeras prioridades, en mi
-Píenselo –me aconsejó-. Los que salen en televisión tienen que tener buena dentadura
para que no le pase como a Castro cuando habla. Me pareció un golpe bajo. Salí del
consultorio con la cabeza como un bombo. Por cada nota en el Herald me pagan
sesenta. Doscientos cuarenta dólares al mes. Me han prometido ciento cincuenta por
cada pieza en el canal. Si hago tres a la semana, serían, al mes, mil seiscientos. Mil
quedarán setecientos al comprar algunas tarjetas de teléfono. Tendré que fumar un poco
menos. Tengo todavía tres meses con seguro médico. Si me aprieto, en tres meses,
Pienso en lo que me dijo el dentista y hasta siento compasión por Fidel Castro. Quizás la
impotencia es lo único que puede ser superior a tal desgracia. No importa si te asquea o
te molesta lo que digo. Ahora ya sabes por qué no me río abiertamente. Quisiera, pero
algo me lo impide. Son los de abajo y apenas puedo comer con ellos. Es peor que un
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clavo en un zapato. Me acuerdo que, en Cuba, yo tuve unos dientes tan buenos que, una
pleno sarampión, lleno de orgullo, no tuve otra respuesta que extender una sonrisa de
superioridad, dejando que la dentadura brillara con el sol, le dije: “¡Cielo, esto es otro de
Vive en Collins y yo llevo años imaginando cómo será el mar de este lado. Estoy
enfermo de mar. Sé que triunfaré y entonces la mar será mía y por las tardes, cuando ya
puedo dar mucho. No duermo. Son las siete de la mañana y tengo listos varios
-Dime, chacal.
batalla.
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Apuntes y Diarios
Me cuentas que tu experiencia como becado fue traumática. Afirmas que las escuelas en
el campo fueron una estrategia del Estado para atomizar a la familia. Especulas diciendo
libertinaje.
Repites las mismas frases que usan la gente de Miami. Siempre vas contra una persona.
Ningún hombre es responsable de todo lo que sucede en un país, hay toda una
maquinaria compuesta, a su vez, por seres humanos. ¿Dónde dejas los intereses
personales, las pasiones, las virtudes, las miserias y los instintos de esas personas?
Hace poco, en Internet, leí un artículo tuyo sobre la educación en Cuba. Acusas. Atacas
y en vez de argumentos: odio, rencor y pataleta. Así, nada es creíble. La manera cómo te
expresabas tenía mucho que ver con los editoriales del periódico Granma.
Quiero que sepas que, al igual que mis hermanas, me eduqué en Cuba. Casi siempre
entonces, si te pones en pose literaria, te recuerdo que tenia dieciséis o diecisiete años.
y en la parte final de los surcos hay una turbina que suelta un chorro muy fuerte. Todas
nos metemos con ropa en el agua y la corriente nos arrastra. Como no hay tíos de campo
ni varones, nos quitamos las blusas para que se nos sequen. Nos ponemos los pañuelos
La directora está del carajo. Tuvieron que botar a cuatro de la escuela. A Nodal y a
frente.
Hoy estábamos hablando en el surco y salió el tema de que los extranjeros la mayoría no
iban al campo y se quedaban en el Pre de la calle, que venían aquí a Cuba y les daban un
apartamento sin trabajar, que si tenían carro y que se pasaban la vida criticando. Yo les
dije una pila de cosas. Pero siguieron diciendo que nosotros salíamos de nuestros países,
nos olvidábamos y nos dábamos a la buena vida. Se lo conté a mami, y me dijo que les
dijera que, en primera, ella trabajó mucho tiempo en la construcción, que lo menos que
podía hacer Cuba era darnos un lugar para vivir, porque si Suecia y otros países
capitalistas lo hacían con los refugiados políticos, cómo Cuba no lo iba a hacer. Y que si
lo conté a Madel y a Nesti y me dijeron que no les haga caso, que lo dicen de
envidiosas.
26 de Junio.
Hoy es el acto de fin de curso. Saqué cien puntos en Marxismo. Estoy enamorada de
Nesty, pero me gusta Eloy. Tremenda gritería en el albergue, porque había un mojón en
una ducha, y todas las niñas dando discursos encima de las banquetas. Fui a ver, y
cuando me acerco y miro era una cáscara de aguacate. Son tremendas porque ayer todas
8 de septiembre.
78
Comenzaron las clases, a los militantes los llevaron a ver la película de Tortoló, dicen
días a Nicaragua. Estoy viendo a Pablito cantar en la tele. Es horrible el calor y los
fuerte, me dio una alegría. Con la lluvia y el viento se ha ido la luz y a dormir que me
23 de septiembre.
Eloy dice que está loco por mí. Me invita a salir. Yo quiero, pero no me atrevo. No se
oscurecer, la directora se paró en la escalera y nos llamaba, tremenda gritería que formó
Me dijo que le diera un beso y se lo di. ¡Qué nervios, qué cosa me dio! Me regaló un
hongo y me dijo que si quería salir el viernes. Cuando llegamos había una reunión para
preparar las cosas por si invaden. Qué aburrimiento. Hablaron de hacer trincheras y
refugios. Empezarán las prácticas, si suena una alarma hay que salir corriendo y tener
una reserva de agua y que de nosotros, irán al ejercito de reserva, los que están en las
6 de octubre.
donde. No obstante a eso, la escuela se limpió todos los días. Cada uno resolvía su lata
de agua como podía. Los varones, con tremenda recholata, nos traían las latas al baño y
79
se formaban tremendos relajos cuando subían. La directora siente como un triunfo haber
mantenido a seiscientos alumnos una semana y sin agua y como si nada pasara.
13 de octubre.
Fuimos a la escalinata de la Universidad. ¡Qué mar de gente! Llegaban por todas partes.
El escenario estaba en la parte que está la estatua de Mella. La gente fue llegando hasta
repletar todo, los muros cercanos, los árboles, las azoteas de los edificios. Fue algo
hermoso. Primero, cantó Silvio, todo el mundo cantaba, gritaba, encendían antorchas,
aplaudían con las manos en alto. Cuando apagaban las luces, se encendían lucecitas y
parecían estrellitas y canciones. Pablito cantó Amo esta isla, coreada por todos.
¡Impresionante!
Cuando se acabó, nos tiramos de una gran altura y caímos sobre una rama seca, nos
arañamos todas y nos lastimamos las manos, pero corrimos hacia la parada de la 216.
15 octubre 84
Madel es tremenda. Se sabía las pruebas antes de hacerlas y no me las dijo. Se las roban
por la noche, creo y las hacen antes de entrar. Voy al almacén a buscar mi ropa de
campo, cogí un pantalón talla veinte, carmelita oscuro, que me queda anchísimo y me lo
pondré con cinto y lo haré bombacho. Cuando terminamos de trabajar, cortando cangre
de yuca, nos fuimos a jugar pelota. ¡Qué gozadera! El Cuco, le cogió el carro con
caballo a un tío de campo y lo montó por toda la pista de atletismo, rapidísimo. “¡Somos
los griegos!” -gritaba. Enseguida quisimos montarnos. Pero iba tan rápido que nos dio
miedo y nos tiramos, yo caí bien, pero Odalis cayó acostada. Llovió. Nos bañamos en el
sabía qué hacer y le tiraban a ella también. Al fin, nos dejaron salir y corriendo salimos
del comedor al patio, a la noche llenita de estrellas, lindiiiiiiisimo. Nos dijo el profe de
parpadean, ya que tienen luz propia. Dicen los varones que ellos descubrieron la
25de octubre.
Ayer, Luben, en el campo, me regalo una flor, que se robó de un jardín. Era grande y
como de terciopelo, roja oscura. La tía de campo me llamó y me dijo que esas flores
tenían brujería y que, después tendría que casarme con quien me la regaló.
Por la noche, hablé con Blanca lo que paso con las pruebas. Ella dijo que no hiciera más
eso. Le expliqué que no quisiera, pero es que aún no tengo la conciencia como para que
parecía que tenía que decirlo en la reunión del comité de base. Dijo que no podía, que
ella me quería mucho a mí, a Carlos y que todos estaban en eso. Le dije que no pensara
en la amistad, que pensara en su deber como militante, que me perdonara esta vez, pero
no la próxima. Lo que más me duele es que los militantes son los primeros que lo hacen.
Apagón por diez minutos. Aviones y ruido por todo el municipio. Simulacro de alarma
aérea. Cuando se acabó, las niñas empezamos a jugar. Después de la inspección, Ivón
gritaba: “¡Alarma aérea!” y todas nos tirábamos escaleras abajo, con tremendo relajo y
bulto, corriendo por delante del televisor, gritando “¡Alarma aérea, alarma aérea!”. Ellos
decían, bueno suelten al arma y a singar, que ahí vienen los americanos.
81
Viernes.
Me terminé de leer Soia y Shura, qué triste. Una, encariñándose con ellos desde que
nacen y, luego, llega la guerra y los matan los alemanes. Cómo lloré en el turno de física
con ese libro. Aunque me parece que es la madre quien lo escribió. Tiene que haber
exagerado un poquito.
Todos los días, a las dos y treinta, antes de ir para el campo, en el espacio Gente de
nuestra América pasan, por la radio, una novela del abuelo: Fronteras al Viento.
Recuerdo la última vez que lo vi coger el trillo por detrás del edificio y nosotras
Sábado.
Cuando llegué a casa había carta de Papá. Decía que iba a empezar los trámites para
irnos para Suecia, Nos iríamos en tres meses más o menos. No quiero pensar en eso. Es
horrible, no quisiera irme nunca. Yo nunca voy a volver a sentirme como ahora, en otro
lado no puedo ser feliz. ¿Por qué tengo que irme, si no quiero?
82
Ten cuidao
Acostumbrado a los antros de Madrid y a los bares de las ciudades en guerra donde
había carenado muchas veces, Ramón Rivera sintió que necesitaba tomarle el pulso a la
noche de Miami. Se bañó, se vistió y perfumado, como en los viejos tiempos, decidió
La primera parada fue en el Hoy como Ayer. Escuchó un rato a Malena Burke y con los
encuentro con Gades en Madrid. En los tiempos de Cuba, Rivera lo había acompañado
por toda la Isla cuando trajo el espectáculo de Carmen y tenía una amplia colección de
fotos suyas. Cuando se encontraron en Madrid, las cosas habían sido diferentes.
-Tenías un nombre, te leían, confiaban en ti. ¿Por qué tuviste que quedarte? –le había
reprochado el bailarín.
Entonces, el hombre, que después de muerto pidió que depositaran sus cenizas en el
-Tú, desde hace mucho, militas en ellas. Ser de izquierda como tú es una excelente
inversión. Vives once meses lo mejor del socialismo europeo y luego pasas un mes en
83
La Habana, en una casa de protocolo, pidiéndoles a los cubanos que sigan resistiendo de
rojo.
<<Te quedas, Antonio, bailando la farruca con que detenías el aire. Libre de ti mismo,
como te vi por el visor -enfatizó para sus adentros Ramón- Quedarás contándome, igual
que aquella noche en La Bodeguita del Medio, cómo fue la muerte de Carmen Amaya y
quedo con tu baile. También a mí se me ha ido la mano con mucha gente buena en estos
años>>.
Y, al darse cuenta que recordaba aquella amarga discusión sin el rencor de otras veces y
Cuando el guitarrista arrancó por Do mayor con una cantiña, Ramón respiró hondo
como si quisiera volver a sentir el aroma de la Bahía de Cádiz. Entonces, sonó el celular
y salió hasta el portal del tablao y se echo a reír al escuchar la letra de la canción que
estaban tocando.
-¿De mí? ¿A qué dicen que soy la más bonita? –bromeo ella, desde Montevideo.
-Pues a lo mejor yo también te quería desde chiquita –lo provocó Carmen en tono
-Sí.
tropezar con la gente que, de pie, rompía en aplausos. Se sirvió de la botella sin levantar
adaptación a bulería de una copla de Rafael de León que, como le gustaba decir a
Con la mirada clavada en el vaso de vino, Ramón, todavía pensaba en lo que Carmen
Levantó la vista y, por primera vez, tuvo ojos para centrarse en el espectáculo. El juego
<<¡Dios! ¡No puede ser!>> -dijo para sí lleno de asombro y le clavó la mirada.
Le hubiera gustado que aquello que estaba viviendo fuese un juego que, por asociación
conocía esa forma de expresar la música de aquella mujer y sintió que las manos le
perfectos. Alternaba la atención entre los ojos de la mujer y el dominio que ésta tenía
sobre los contratiempos y la fuerza contenida con que dominaba la velocidad de los
pasos.
Ramón comenzó a dar palmas. Su sonido estaba cargado con tanta energía que la
bailaora lo buscó con la mirada. Fue un instante en donde los tiempos, en presente de la
mismo había sucedido quince años atrás, cuando él la enseñó a seducir el lente de su
Terminó la música y la mujer se soltó el cabello y marcando el ritmo con las manos, le
Ramón, comenzó a acompañarla a palo seco. Ella, por un instante, quedó como de
marcar sobre la mesa el primer tiempo y luego los otros dos, abriendo los dedos,
Poco a poco los golpes de punta y tacón dados por la bailaora comenzaron a adornar los
sonidos que salían de la mesa. Las manos de la mujer, remontaron altura al tiempo que,
su cintura, comenzó a cimbrar. El público, a medida que ella, con la mirada clavada en
Ramón, lo retó con un zapateado casi electrizante, comenzó a dar palmas. Ella se dejó
llevar, y Ramón, al verla girar y contraer el abdomen con violencia, comprendió que
Los aplausos fueron atronadores y la artista, todavía en éxtasis, hizo una reverencia y
-¿Por qué has venido? –atinó a decir ella cuando se encontraron frente a frente, todavía
-El mago, aunque sólo saqué conejos, siempre es mago –afirmó la mujer.
-Ese tipo de público no debe interesarte –argumentó ella-. No es lo que saques del
noche en que me llevaste al Hurón Azul y como entramos sin permiso y como me
hiciste fotos acostada sobre aquel camino de botellas de ron que se había tomado el
si digo que cuando salí de Cuba me llevé todas las fotos que me hiciste y los recortes de
periódicos donde hablabas de mí y que todo eso se ha salvado después de haber pasado
-Eran buenas fotos y los recortes siempre te servirán para el currículo –comentó Ramón
-Te advierto que todo ha cambiado –dijo ella de manera apresurada-. Tengo marido y
dos hijos.
puerta del camerino para dejarla pasar, al tiempo que buscaba atrapar con el olfato la
mezcla de perfume y sudor que bien le conocía. La siguió y, sin mediar palabra, cerró la
-Pueden vernos.
-No con la puerta cerrada –señaló y, tomándola por el brazo, la hizo girar hasta que
-Esto no puede ser –advirtió ella y se estremeció con el calor que despedían las manos
del hombre.
-Te me entregaste cuando bailabas. Todavía sé cómo te brillan los ojos cuando te corres.
-¿Sentías que estaba bailando sólo para ti? ¿De verdad sentías que mi baile era tuyo?
-Sí. Hay cosas que, con una vez que sean, son para siempre.
-Cuando tenías dieciocho, y descubriste que podías hacerlo, también dijiste lo mismo.
-¿Por qué has tenido que aparecer ahora? Preguntó como lamentándose. Entiéndelo, no
puede ser.
-Tú sabes que, entre nosotros, siempre puede ser, pero, si quieres, me voy.
-Fui a España. Aprendí que bailar no es hacer gimnasia. Me acordé mucho de ti. En mi
-¿No recuerdas quién me bautizó así? ¿Te acuerdas de la noche después de mi primera
-Te dije que de todo –recalcó ella y el ayer le encendió la mirada-. A veces, todo pasa
muy despacito y te veo esperándome en la esquina del teatro. Una vez, ya aquí, volví a
verme en la ruta ciento treinta y dos, muy de mañana y en todas las paradas aquel
escrito de Inma te amaré en París que durante meses ni el sol ni los aguaceros pudieron
borrar. Cuando llegué a Sevilla y entré a La Carbonería, te sentí igual que en aquellas
posadas en donde teníamos que entrar con litros de agua en la mochila para poder
lavarnos luego.
-Más de quince.
-¿Extrañas aquello?
89
- Mucho.
aquí.
-Te contradices –dijo y comenzó a manipular las palabras-. Tú dijiste que los espacios
se hacían.
Eran casi la una de la madrugada cuando salieron del tablao y la calle 8 estaba desierta
Llegaron a donde ella tenía el coche y en el momento en que Inma fue a ocupar el
-Aquí, no. Esto no es La Habana –se defendió la mujer y lo agarró por los cabellos-. Si
-Sígueme.
Media hora después, dejaron los coches en el aparcamiento del Café Nostalgia, y, en
-¿Por qué no me retuviste? –quiso saber ella, después que hicieron el amor.
mujer, al tiempo que ella lo abrazó y comenzó a acariciarle los costurones de la cicatriz
-Ya lo has creado. Podemos, al menos, ser amigos. ¿Tienes un teléfono dónde poder
llamarte?
-Por primera, vez estoy disfrutando mi soledad. No quiero alterarte –dijo Ramón.
-Eso debías haberlo pensado hace un rato –respondió y lo apretó con fuerza-. En el
-Se ve –contestó la mujer con sorna y le apretó el sexo. Después, consultó el reloj y le
respectivos vehículos.
-Quiero que me veas bailar, pero en el teatro. Estoy en una compañía. En quince días
tendremos un estreno.
-¿Tienes fotógrafo?
-Serás bienvenido. ¿Prefieres todavía asistir a los ensayos para saber de qué va el
asunto?
Ella, le dio la dirección y Ramón, como siempre hacía, le besó los ojos.
-No hace falta –dijo Inma que conocía esta superstición del hombre-. De todas formas,
muchas veces, cuando los abro, te veo frente a mí. Escucha ¿Te gusta todavía la
Habanera de Carmen?
que faltaba:
Cuando la vio partir, Ramón enrumbó en dirección a su casa y al ver las calles desiertas,
pensó con añoranza que, a esa hora, en Madrid o en La Madrila de Cáceres, la noche
entraba en su apogeo.
<<¿Tendré algún correo nuevo? >> -dijo para sí al llegar a casa y se conectó a Internet.
-Cuidado, chacal, te estás enamorando ¡No te jode! –protestó frente al ordenador y abrió
su cuenta de correo. Tenía dos mensajes y no pudo ocultar la risa al leer el primero que
Ay, pero no me enamores… Cuando empiezo algo no paro hasta que devore todo, hasta
que acabe y no quede nada de mí ni del otro. Estamos muy lejos y la pantalla de un
Parece, por la manera en que te expresas que tus armas también son las mías. Dices
la distancia, envuelve.
Para demostrarte que no temo, te informo que llego a la sede de la mafia dentro de
realidad. Secuelas que deja dicha profesión y ¿Corresponsales: Los grandes cínicos o
los últimos ingenuos? Dime si conoces un hotel cercano a ti donde pueda alojarme.
92
Fiel a no ligar el trabajo con la vida privada, Rivera, al responder, prefirió centrarse en
el segundo mail.
hará. Tomo nota de tus intereses de trabajo. ¿De cuántos días dispones? Por esa fecha,
estaré realizando un ensayo fotográfico acerca del flamenco y quiero precisar para
supongo que tus jefes de La Habana no te hayan dado tanto dinero. Si lo han hecho, me
sentiré muy importante. Como reciprocidad, te invito a que traigas tus diarios y
temor. Soy un mafioso de categoría y siempre me daría más placer seducir a una nieta
En el sur
--Pero, ¿quién se creerá que es para ser tan alardoso? –replicó Carmen Rojas al leer el
mensaje de Ramón Rivera. Su tono, entre divertido y molesto, dejaba entrever que le
Hace unos meses, cuando me enviaste donde tu amigo José Bárbaro a Barcelona, fui y
aquí estoy, sana y salva, pesé a los ataques de su novia quien, por cierto, te tiene en un
interesante conocer cómo se mueve in situ la persona que uno intenta conocer. Me
molestó bastante que llamaras a mi amigo El Filósofo Mongol, no tenías por qué
hacerlo. Y con relación a mi llegada, iré con LAN Chile y ya te precisaré la fecha. No
creo que en La Habana se acuerden mucho de ti. Tanto que criticas y parece que allí,
todos padecen del mismo síndrome. Con respecto a lo que dices al final habría que ver
<<Creo que me pasé, pero ya está dicho –pensó Carmen al mandar el mensaje-. Que se
A los treinta y ocho años de edad, Carmen Rojas era de ese tipo de mujeres que por
donde quiera que pasara le gustaba dejar huellas. Era voluntariosa y dulce al mismo
tiempo y cuando se proponía algo, era capaz de serpentear entre millones de mentiras y
Había nacido en el año del caballo y los espejos para ella eran como un imán. La pasión,
cuando llegaba a enamorarse, podía consumirla sin que perdiera la sonrisa y el candor y
sus relaciones de pareja siempre habían estado marcadas por un dramatismo casi
94
convertía en cárcel.
Carmen amaba su profesión porque, entre otras satisfacciones, le permitía viajar y meter
las narices en los sitios más insospechados. Con su metro sesenta y cinco de estatura
exhibía una esbeltez provocadora. Vivía orgullosa de sus piernas y, cuando podía, no
dudaba en exhibirlas. Tanto por físico como por temperamento evidenciaba que por sus
venas corría sangre italiana y vasca. Había nacido en Uruguay, pero los largos años
Desde que Carmen comenzó a comunicarse con Ramón Rivera su instinto comenzó a
enviarle señales de alerta. Aunque muchas veces se lo había propuesto, hasta la fecha, le
Luego, por otras mujeres, supo que Ramón era capaz de enamorar hasta a un palo de
escoba si lo veía vestido de mujer y que sus ojos entraban en anarquía cuando alguna
Por aquel tiempo, Alamar, fue uno de los lugares destinados por el gobierno de Cuba
un sabor único en la geografía habanera en donde las cuecas, las milongas y los tangos
se amelcocharon con el son. En las peñas culturales donde aquellos exiliados buscaban
preservar su identidad, la cerveza se hizo a un lado para abrirle un hueco al vino tinto; el
ron, al pisco y las empanadas y los chinchulines a las croquetas de Averigua, un invento
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producto de la improvisación que sabía a todo menos a carne de pollo o cualquier otro
tipo de ave.
-Cuando mis amigas de la escuela y mis vecinas tenían novios, sabían besar y hacer más
de cuatro cosas, yo seguía siendo una niña –recordaba haberle dicho por teléfono a
Ramón.
A medida que se iba reencontrando más con el hombre que sólo era una voz y unas
asiento y con una sonrisa comprensiva y un tanto tierna, se acordó de cuando Ramón le
dijo que todo era un invento para robar su atención. Estuvieron tres días sin hablarse y
Entonces, ella, de sopetón, hizo un inventario que les abrió a ambos la primera puerta de
Tenías un libro de Ray Bradbury, el Vuelo nocturno de Saint Exupery, una Biblia vieja
que nunca me atrevía a hojear y El viejo y el mar de Hemingway todo manoseado y con
las páginas subrayadas. Al principio, me gustó porque era el más finito de todos.
Debajo de la mesa había una bolsa con cámaras fotográficas y al lado una maleta. Un
día, al abrirla descubrí dentro de ella un condón. Me llamó la atención porque la cajita
traía pintada una mariposa. Me asusté ante el temor de que viniera alguien y me
Olía rico y, debajo del colchón habías colocados dos bolsitas. Una tenia hojas de
Cuando quedaba sola en casa, invadía tu espacio y me enrollaba con los olores que
dejabas. Cerraba la puerta y la ventana, cerraba los ojos y era, según lo que tocara,
como ir formando arco iris o tejiendo mantas con los aromas hasta lograr extrañas
camisa que te ponías los sábados, cuando te ibas por ahí, me provocaba como unas
ganas de llorar y, al mismo tiempo, un frío que daba sed y me encendía las mejillas.
Era algo extraño y nuevo encajado en la boca del estómago que me ponía tensa. Un
olor duro, como de cobre recalentado mezclado con aroma de ron. A veces, lo olía
apretaba lo que todavía no eran mis pechos de hoy. El olor a hombre, mezclado con
ron, tiene como una tiesura diferente. Es como una llave que abre los deseos. Sé de lo
que hablo cuando escribo de ese aroma sudoroso del ron, luego lo he sentido en otros
Lo que desató el primer aguacero de mis ganas fue la mezcla, el desborde que me
mi primer celo al juntarse con el tuyo, se fecundaba y procreaba el aroma que me hizo
entrar en comunión contigo. Pero lo mío era algo mucho más sensual que sexual y
espero que entiendas y no te suceda como a la mayoría que confunde los términos.
No, Ramón Rivera, tú serás el mago pero la primera magia, aun antes de que existiera
lluvia que cae del cielo será siempre menos misteriosa que la que brota de adentro.
Dios podrá hacer llover desde arriba, pero sólo el ser humano es capaz de provocar la
lluvia, los truenos y las tormentas que brotan del alma. Yo, porque mi olor formaba
Tú, nunca, entonces, me miraste y luego, te perdiste. Fuiste una firma y una foto en los
diarios, el premiado por las crónicas de guerra, el que jaloneaba por el pelo a las
amigas de mi madre cuando te acostabas con ellas y, luego, un silencio casi diluido
hasta el día que te leí renegando de todo lo que una vez amaste. ¿A cuál creer?
Lamento mucho no haber satisfecho tus deseos de entonces y puedes estar segura de
que, aunque hubiera descubierto tus braguitas sobre mis almohadas o a ti desnuda,
nada hubiese ocurrido. Parece que, desde pequeño, aprendí en el campo que los frutos
sexo es arte, aunque siempre no haya sido así. Una obra artística puede adelantarse a
creación. Para eso están las vanguardias y, generalmente, lo que queda valido de ellas
Hubiera sido mejor si hubieses leído Al otro lado del río y entre los árboles.
demasiado las camisas de mis sábados ya casi sin rones y pachangas que perturben
Cuba. No me escribo ni hablo con nadie de allí ni, tampoco, acostumbro al cubaneo.
No quiero tener pasado. Me basta con algunos recuerdos que tengo que llevar. Borro
España me han aceptado como algunas mujeres, pasadas de trago y abiertas por el
aguarda a la presa.
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Perdona que no te llame de noche como me invitas a que lo haga. Pero, como dicen en
mi barrio, al perro macho lo capan una sola vez y como detrás de cualquier
mejor que, una vez, siendo muy joven y recién llegado a La Habana una mujer que no
sé por qué en algo a ti se me parece, me pedía que todas las noches le hablara por
teléfono. Me acostumbré tanto a ello que si no lo hacía, casi me asfixiaba. Decía que mi
De veinticuatro horas del día, hablar con ella una, era la vida. Al cabo del tiempo, me
dijo que a una hora fija comenzaba a presionarla. Entonces, me llamaba ella a mí
cuando más le convenía y evitaba así que la buscara a la hora que antes parecía feliz.
Me recomí la cabeza, trepé por las paredes. Llegué a pensar que lo hacía porque había
encontrado a alguien con quien llenar, en su cama, esos horarios. Su voz, de pronto,
indomable, dulce e imprevisible. Desde entonces, jamás, aunque sus olas me inviten, he
acostumbrara a llamarte, podría ser distinto y, al final del partido, me quitaría el mal
sabor de boca. Pero ante la duda – y tómalo a broma- y llevando el nombre que llevas,
no me atrevo.
Leo y releo tus mensajes. Descifrar tus claves se me antoja un reto. Tu e-mail donde me
provocó desvelo a mi enano de las dudas. Este extraño ser, que me persigue desde que
después que sabías que comía de tu mano, no fue un ajuste de cuentas con el fantasma
del hombre que, por razones obvias, no pudo estar a tu lado para verte crecer. Dudé en
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meterme en un terreno tan escabroso, pero el enano me hizo ver, al releer conmigo tus
mensajes que tus relaciones con hombres mayores siempre terminan quedando ellos
aire. De personas que te hacían vibrar pasan a ser cartas y fotos. ¿Que sientes al
leerlas? ¿Son tus trofeos? Espero que nunca se te ocurra hacerme lo mismo. Dime, por
favor, hasta dónde este enano aguafiestas puede estar equivocado. No me excuso por
prerrogativas que tú cuando preguntas hasta dónde pueden tener razón al decir que
hay algo turbio en mí y que soy un sinvergüenza. Tienes mucho talento y corazón para
escribir. Latido, diría yo. Deberías aprovecharlo mejor y novelar esos diarios.
-¿Pero cómo puedes hablar con tanta seguridad y ser tan irónico? –le hubiera dicho- Te
abro mi mundo, te resucito en mi pasado y me sales con esa ridiculez de que podía
<<Es como fuego pero también lluvia y tormenta>> -y le pareció extraño que, en
medio del cielo gris de Montevideo y de un airecito frío que recordaba que el invierno
ya estaba arañando las ventanas, el hombre que decía no querer nada con Cuba, la
metiera de golpe en la Isla-. Debería decirle a ese cabrón que, por los años y lo vivido,
juega con ventaja, pero no. No quiero hacerlo. Aceptar eso, sería darle la razón a
quienes ya me advirtieron que no era trigo limpio. Quiero darle tiempo a que se suelte
más y se le salga lo bueno y lo malo que lleva dentro. Esta distancia me pone a salvo. A
lo mejor, estoy delante de un degenerado que, porque sabe que lo es, pone tierra de por
medio. Sin embargo, pese a su frialdad, hay cierto juego en sus palabras. Cita a
Quizás sea verdad que lo hermoso en este juego es que ambos conocemos las
trampas>>.
100
Carmen Rojas, consciente de que todo aquello la alteraba, apagó el ordenador. Se atavió
con un vestido abierto a los lados, se calzó un par de botas altas y llamó por teléfono a
Por último, frente al espejo se puso un tono de rimel que le hacía los ojos más grandes.
Las palabras de Ramón Rivera, como un trueno sordo, volvieron a resonar en su interior
<<Solo quise que me conociera más y con ello, abrirle mis puertas, pero parece que no
Entonces, salió a la calle y el aire, frió del sur, la obligó a subirse el cuello del abrigo.
Le sentaba muy bien la boina que le cubría, en la frente, el nacimiento del cabello en
donde, para su contrariedad, iba aflorando alguna que otra cana. Para Carmen, que iba
descubriendo día a día las sutilezas del hombre, el hecho de que éste, pese a su rechazo
hacía los artistas que apoyaban desde Europa al gobierno de La Habana, le enviara junto
a los CD de Querencia de Mayte Martín y Por Los espejos del agua de Ginesa Ortega,
mascara de dureza, improperios y rencores contra su pasado, todavía podía haber algo
que, tarde o temprano, lo llevaría a pensar en la isla de manera menos distante. Aquel
apego del hombre al flamenco y a los chansoneur franceses como Serge Reggiani le
provocaba algo de celos. Había aceptado desde hacía mucho su necesidad de absorber a
los amigos y amigas de sus novios y eso le permitió, a la larga, crearse un círculo de
relaciones amplio en donde se sentía como pez en el agua. Pese a que no dudaba en
decirles a sus amigas de Montevideo que Rivera no era más que una pieza de estudio,
Carmen, en su interior, no pudo evitar sentirse molesta al saber que muchos de aquellos
101
CD que Rivera le había enviado tenían que ver con mujeres que, de una forma u otra, él
quería y admiraba.
“¿Qué puede importarme que haya retratado a ésas bailando para su cámara? ¿Qué me
importa que me diga que la escritora que le dio a Reggiani es su hermana y que la
En eso pensaba cuando, al llegar a la esquina de Silvestre Blanco y Brito del Pino, lo vio
lana. Carmen sintió que los ojos del hombre buscaban los suyos y, como en ocasiones
anteriores, se hizo la que no lo había visto. Al pasar por su lado, una mirada dura buscó
morderle la piel y ella, con miedo, tragó en seco. Más que la presencia fue la sordidez
de sus manos y, pese a ser tan atea, abrió los dedos y con la mano izquierda aferró la
medalla de la Caridad del Cobre y con la otra, un pañuelo blanco donde aparecía
Miró de soslayo y vio que el hombre venía detrás. Un frío incómodo se le clavó en la
volvió a mirar hacia atrás y al ver que la seguía con las manos escondidas en los
bolsillos de la chaqueta, le dio por pensar que allí ocultaba una navaja. La calle se
transformó de pronto en uno de esos túneles de las pesadillas en donde nadie, por
Llegó a la intercepción de Oscar Gestido y luego de mirar para todas partes, torció a la
derecha y decidió regresar por la calle Vargas. A medianía de cuadra, la falta de aire la
hizo aminorar el paso y aguzó el oído. Tenía la impresión de que el taconeo de sus botas
102
podía delatarla y sigilosa, al estar de nuevo en Charrúa, miró en todas direcciones. Echó
taxi. Tras darle la dirección al chofer, Carmen se asomó por la ventanilla y al no ver
aparecer la figura del hombre, reclinó la cabeza en el asiento del auto y entrecerró los
ojos.
Cuando llegó a la fiesta de Bárbara intentó sosegarse y se sirvió un trago como requería
la ocasión. Apenas, sin hablar con nadie, intentó que el agradable calor que bajaba por
su garganta le arrancara el susto. Saludó a todos y salió al balcón. Dejó que el aire le
revolviera el cabello y volvió a beber con la mirada clavada en la noche. Después, más
reflejaba el presente. Una frase que había leído hacía poco relampagueó en su memoria
Apuntes y diarios
Esta noche leí el capitulo del Marasmo, también yo salí una vez de Cuba rumbo a
Europa.
Son aproximadamente las 8.30 a.m. Estoy en el cementerio, detrás de un árbol, donde
nadie me ve. Mis hermanas salieron en la mañana temprano para la escuela. No pude ir
porque se me perdió la tarjeta de transporte de todo el mes. Tengo frío, pero no puedo ir
a ningún lado. En casa no puedo quedarme porque está papi. No quiero que se entere.
Además, tengo deseos de estar sola. El cementerio es hermoso, bien verde y con todo
tipo de flores. Hay como túneles de árboles. Paseo. Sigo teniendo frío. Parece que el sol
hoy no va a salir.
19 de agosto.
En la escuela hay muchos latinos, griegos, árabes, turcos. Nosotras fuimos vestidas
normales y casi todas las chiquitas iban de minifalda y zapatos de taco. Como nuestros
nombres no aparecían en las listas, nos fuimos al centro. Las chicas todas se pusieron a
robar cosas: pintalabios, aretes y hasta pares de zapatos. Luego nos quedamos en la
escalera que está frente al Cultur Huset. Me pinté todo el pelo con un sprite dorado.
Cuánto daría por estar en Cuba, aunque sea en un doble sexto turno de matemáticas del
profesor Manzano. Aquí es tan aburrido. Cómo se han de estar divirtiendo toda esta
Todas pintadas. Comen poquito, cruzan las piernas. Es horrible. Quiero estar en Cuba,
en ropa de campo, despatarrada en el pasto y mirando el cielo, corriendo por los pasillos
parece súper bruta y sólo se preocupa por estar linda y creo que le caemos mal. Son
Me llegaron hoy, como todos los martes, cartas de Cuba. Mami nos mandó de Uruguay
No importa. Mira lo que descubrí en un libro de Osvaldo Sánchez que se llama Matar al
último venado.
Cantemos…
23 de agosto
Hoy fuimos a casa de Patricia. La pasamos bastante bien. Nos mostró fotos de sus
hermanos. Juan se puso a cantar con la guitarra. No canta bien, pero bueno. Lo peor fue
al final. Patricia me dijo que quería mostrarme un poema suyo y empezó a leer: “Puedo
escribir los versos más tristes esta noche”… Me dio tanta vergüenza. Pero no dije nada.
Qué ganas tengo de estar en la casa de Alamar y olvidarme de todo esto. Pensar que fue
perra Osita. Meterme en una fiesta con el piquete de amigos. Conversar cosas
importantes con José Alberto. ¿Por qué no me quedé en Cuba? Qué lástima cuando,
entonces, pase el tiempo y sea una vieja y lo que viví en Cuba sea un mínimo pedacito
de mi vida.
chiquito para el Líbano porque no le dieron la residencia y el, pobrecito, no tiene a nadie
26 de noviembre
106
Ayer, como a la una de la tarde, nos reunimos algunos de la escuela y fui hasta la
Invandra Minister para hacer una demostración. Nos pusimos a gritar que no queríamos
que mandaran a William para el Líbano. El punk ese de pelo rojo, que siempre anda en
short en pleno invierno, se paró sobre una tarima y dijo una pila de cosas. Saltábamos y
nos juntábamos bien para no tener frío. Cantamos We are the World y Denle una
Pensar que terminó el año y yo estoy sola aquí. ¿Esto puede ser verdad? Terminé el año
como nunca, llorando, extrañando más de lo que se puede a mami. Con miedo. Con frío.
Nunca pensé que algún día yo no iba a ser feliz. Era algo desconocido. Afuera, hoy, los
a él, que intenta borrarlo de un plumazo o trata de diluirlo en una realidad que si bien lo
tolera, nunca acabará por aceptarlo. Un latino en Europa, siempre será un latino, un
contrario, será el sudaca, el tipo que habla con acento, el bullanguero o el blanco de la
sospecha cuando suceda algo. Aunque estoy hablando de mí, tengo que decirlo. Quizás
sea por la discusión que sostuvimos o tal vez, por su insistencia para que reviva mis días
de Cuba.
Nunca, a nadie, le había abierto tanto mi pasado. Me hablo y, al hacerlo, intuyo que
también le estoy contando a él. Y es extraño porque, al invadirme, siento que me abre y
No puedo explicarme cómo, si entra como un huracán y salta de un lado para otro, sin
apenas dejar acomodarme, puede darme tanta paz y sentirme tan a gusto.
A veces, siento tan expuesto mi pasado que me da temor a que desaparezca una noche y,
al despertar, sólo me quede el presente. No quiero perder del todo lo que ha estado.
Puede que sea porque en los lugares donde se borra el pasado sólo queda la nostalgia o
porque sin pasado, al presente le resulta difícil sustentarse y, entonces, viene el caos y
Son la doce del día. Intento que el café me quite la resaca de la fiesta y todo se
sueño corría. No era aquí, sino en Cuba. Iba con mi amiga Marisol, solas las dos,
muertas de pánico, a la entrada de Alamar, por una carretera oscura y desolada. ¿Qué se
pierde de verdad cuando uno cercena algo del pasado? ¿Desaparecen los hechos o las
personas que lo ayudaron a conformar? ¿Y de uno, al no estar los hechos y las personas,
desaparecieran ambos, algo de mí desaparecería también? ¿Es cuidado del otro o de uno
Abro los correos y ahora no puedo escaparme aunque quisiera del pasado.
Pasa por alto que mi curiosidad no es premeditada y la suya, sí. Ahora veo por qué su
a las drogas. Tanto que habla de España y parece no saberlo. Pues como pasó allí
después de Franco. Me choca que para unas cosas sea muy agudo y abierto y para otras,
Hace poco, me invitó a que buscara determinadas fechas en mis diarios. Dijo que le
gustaría que estableciéramos puntos en común en las fechas para saber qué hacíamos
ambos y cómo habíamos visto y vivido un mismo hecho. Insiste a cada momento en
recordarme que entre nosotros hay quince años de diferencia. Lo restriega y no logro
descifrar si lo hace para poner tierra de por medio entre nosotros o si busca incitarme a
la aventura.
La gente tiene tantos recovecos que, a lo mejor, es sólo un mecanismo de defensa para
por Internet es una pistola con demencia. ¿Pensará acaso que mentía cuando le dije que
para mí sus cincuenta y dos años no eran importantes? Propuso como juego recontarme
Al principio, resultaba tentador, pero ahora me produce cierto vértigo. Dice que juego
con ventaja porque tengo el tiempo encajonado entre letras. Es, me dice, como jugar a la
gallina ciega cuando se habla de una ciudad en la que nunca se ha estado. El desafío es
lo que le llama la atención. Es muy atrevido al decir que me concede la ventaja. Creo
que la ventaja es suya porque, al no tener nada escrito, podría hacerme trampas y al
entonces.
Pudiera también intentar una segunda trampa para dejarme encandilada. Ya le dije, una
vez, que el ingenuo goza de todo lo necesario para consagrarse al amor. Tal vez, busque
darme por la vena del gusto. Aunque, lo dudo. Es muy cubano para hacer algo así. Su
nunca me deja indiferente. Se vuelve distante cuando le digo que quisiera irme a Cuba
porque allí está el único lugar en donde me siento segura al caminar y en donde siempre
vuelvo a gusto.
me acelera demasiado y todo se me junta. Menos mal que este trabajo me permite estar
en casa. Si me pasara como a Bárbara que a esta hora ya debe estar en su oficina
escuchando los problemas de la gente, sin Internet y con una bruja de encargada, no sé
qué haría.
Este hombre es el exceso con piernas. Me atiborra de mensajes y sin darme tiempo de
adentrarme en un tema, ya salta para otro. ¿Habrá sido siempre así? Veremos cómo
dieron que a las diez de la mañana ya estábamos en La Rambla haciendo dedo. Éramos
seis.
En el recital se habla a gritos y casi sin palabras. Escucharse es lo que menos importa.
boca, en el grito colectivo con que se vitorea o rechifla algo que dice el vocalista del
grupo y en la forma que se pasa el porro de mano en mano, en la comunión que crea el
uso del mismo tipo de vestimenta, en las botas, en los pantalones pegados al cuerpo, en
la adrenalina y las feromonas que despiden los cuerpos y, sobre todo, en el hecho de
saberse parte de una Tribu que, en Montevideo, después de muchos años, intenta
hacerse un espacio. Están los que crecieron aquí y algunos que llegamos luego de
Sudo. Salto y río como el resto. Busco acomodarme y sin embargo, hay algo dentro de
mí que me hace sentir diferente y me saca de paso. Quisiera estar del todo y como me
resulta imposible, busco meterme más en lo que vivo y me rodea. Dudo ir a los lugares
en donde tenga que encontrarme con extraños. Sucede que no sé cómo voy a
comportarme. Cuando eso ocurre puedo quedarme horas sin decir palabras. Por eso,
allí, sin despegarme de mi grupo, prefería escuchar y entonarme con el mejunje que
estábamos tomando.
Cayó la tarde y el hambre producida por los porros comenzó a pincharnos. Un olor a
bar. Nos dieron seis refuerzos de jamón, morcillas y dos pedazos de asado acabados de
dio la cara y salimos de allí como perro que tumbó la lata. Si bien era cierto que no
111
teníamos dinero, también lo era que jugábamos a ser pobres. Llegó la noche y nos
Pese a tiritar de frío, Carmen, se dio una ducha y, tras servirse una taza de café a la
textos enviados por Ramón y luego de encender un cigarrillo, darle una larga calada, se
centró en el texto.
-No, no me da la gana que siga recontándome las cosas de esta manera –protestó y, en
“Quisiera que hablara desde adentro. Necesito sangre, linfa, corazón, temblores. Más
que acción y diálogo, quiero sentimiento, el pensar, el latido del pulso a la intemperie.
Pero, no. Se queda haciendo malabares desde afuera. Le abrí la puerta y se ha quedado
en el portal. Lo que cuenta parece una postal para turistas. Usa el adjetivo como adorno,
como si éste fuese un arete de metal que se lleva en la oreja. Brilla y refulge y aunque
está donde se oye, no escucha las voces de la noche ni las que brotan de adentro. A estas
incita a saltar constantemente. Quiere verme en vuelo. Goza con verme dudar antes de
lanzarme a sus espacios. “En lo más alto del vuelo” -dijo un día- “es donde único la
Carmen dio una calada larga y se entretuvo un momento en la hebra fina y azul de humo
<<Debería abrir la ventana porque esto huele mal con el cigarro>> -pensó. Hubiera
querido levantarse y abrir la ventana y que el aire frío invadiera la habitación, pero
prefirió quedarse frente al ordenador con la colcha rosada a modo de chal cubriéndole la
espalda. Luchaba por apartar la resaca y hacía esfuerzos por saber qué era lo que le
molestaba tanto al leer la versión que Ramón se atrevía a hacer con su diario.
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<<La intimidad siempre es el último ropaje -pensó Carmen-. Sin ella, nos volvemos
como si sus actos formaran parte de un ritual y en otras, tan vertiginoso que produce
mareo. Quiere hacerme estallar. Es una forma de presión para que le vaya a la contraria
y rectifique, con las mías, sus palabras. Quiere escuchar cómo veo el pasado con los
ojos de hoy. No quiere darse cuenta que lo que pasó aquel enero fue lo que ocurrió, no
lo que ocurre. ¿Por qué le atraen las partes de mi diario que para mí tienen menos
importancia? Puedo, si deseo, dejar que manipule mi presente porque eso es seducción,
pero no contarme mi pasado desde afuera. Ramón dice trepar por las paredes cuando le
digo que escribir es tirarse de la entraña al infinito y no al revés. Que si lo hizo, al contar
mi lluvia entre su almohada, también con lo demás podrá lograrlo. “Volveré sobre el
tema”, me dice con frialdad y eso no me vale. Acepté su invitación. Le abrí la caja de
la mano, se limpió el rostro. Cuba, muchos años después, seguía siendo su país.
<<Y mira en lo que ha venido a parar este jueguito –pensó, diluyendo la emoción y
tirándolo un poco a broma-. Ahora resulta que me carteo con un renegado que, para
Apretó el botón del mouse y al ver que el mensaje llegó al destinatario se echó a reír.
Nos fuimos diecisiete de campismo. Bajamos del tren, caminamos un rato buscando un
lugar donde acampar hasta que llegamos a una parte de la playa que no conocíamos.
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Al poco rato, los guardafronteras nos dijeron que allí no podíamos quedarnos y
entonces encontramos un sitio mucho más bonito, pero no teníamos suficiente comida
ni dinero. Había tremenda división porque hicimos espaguetis con agua del mar y sin
colar y se nos olvidó guardarle a Luís Ernesto y Rubén que habían ido a cazar una
gallina. Se enojaron e hicieron campamento aparte. Los dos eran buenísimos conmigo
y siempre compartían lo que tuvieran. A veces, discutíamos por la manera que tengo de
decir las cosas. Al llegar la noche me fui a dormir con ellos, fuera de la carpa, por
ponerme de su parte. Quedé en el medio y nos tapamos los tres con una frazada.
Por la madrugada, Luís Ernesto me puso la mano entre las piernas, suavecito y me
empezó a tocar. Estaba detrás de mí. Me dio pánico y, al mismo tiempo, me encantó.
estuviera Rubén porque así no podía hacerme nada más ni despertarme. Nos dormimos
los tres con tremendo cariño. Al despertar me apuré en escribirlo en el diario y por la
Cuando llegué a casa mami nos dijo que por esos días saldría una lista con los
país y en ningún otro lugar voy a sentirme como aquí. Por favor, no quiero irme.
Fue un período muy extraño que todavía, aunque superado, sigo encontrándole claves
y nuevas resonancias. Un país no es de uno por haber nacido en él. Tú mismo has dicho
que, por momentos, hay tanta lejanía que no te sientes cubano. Yo, aunque nací en
Montevideo, a lo mejor ocupo el lugar que tú dejaste. Aunque pienso que no haría falta
porque sé que allí tengo el mío. No estoy de mal humor, simplemente, me molesta que
Regresé a Uruguay no porque quise y dejé Cuba no por mi propia voluntad. Podrá
Puedo entender que te moleste que se confunda la igualdad con el igualitarismo. Hay
muchas cosas que puedo entender, pero de lo que me doy cuenta es que, en el fondo,
Me preguntas cómo vi las drogas a mi llegada a Uruguay, pues a lo mejor como las
¿Dónde y cómo consumiste tu primera raya? Creo que los dos lo descubrimos fuera de
Cuba
Aunque te diga que no quiero olvidarme de nada que tenga que ver con mi pasado,
debo confesarte que lo vivido a mi llegada a Uruguay, por no aportarme nada capital,
apenas tiene valor y si vive es porque está en mis diarios. Aunque durante un tiempito
formé parte de ese mundo, siempre me sentí con un pie afuera y con la fuerza de poder
abandonarlo, como sucedió en efecto. Hay muchas cosas que viví antes y después que
me han marcado mucho más. ¿Querías el testimonio de entonces? Pues ahí va.
21 de enero 1987
Por la tarde nos fuimos a buscar hongos, los tomamos en té. Lo de los hongos fue
nuevo y extraño. Me tomé como dos vasos y, poco a poco fui sintiéndome distinta y con
unas alucinaciones fantásticas. No hacía más que cerrar los ojos y parecían miles de
que vivía todo aquello pero a la vez, pasaba días leyendo a Herman Hess y a Henry
Ejido conversando con Raúl, que se reía de mis pelos y mis ropas negras. Hablábamos
que me gustaba. Algunas mañanas de domingo, sin dormir y con los restos de la noche
Tierra. Raúl, a veces, preguntaba insistentemente, como preguntas tú. De aquel tiempo,
que no tengo interés en recordar, a él, lo salvo, fue tremendamente paternal y era lo
18 de abril. 1988
Me fui al Comité del Frente Amplio para ir al acto. Me sentí furiosa desde el principio
ya que me encajaron una pancarta que decía: “Ser joven es ser Frenteamplista”. Me
Tocaron unos grupos que me parecieron muy malos y ridículos: Avacast y El Puticlub,
hacen ridiculeces, las letras son una cagada… “reina blanca, tú, todo lo puedes”…y se
19 de abril
No siempre abril es el mes más cruel. Una noche llegué al Bar Trigo, entonces era un
sitio mugroso y acogedor que frecuentaba la gente de Bellas Artes. Estaba con María y
un grupo que empezó a beber y me puse a charlar con una pareja que debía sobrepasar
116
los setenta. Dejé al grupo y me senté con ellos. El se llama Caco y la mujer, Mercedes.
Ella me contó que fue una de las primeras mujeres que se sentó en la barra de un bar
en Montevideo. Hicimos amistad y sin darnos cuenta, nos encontró el día. Después de
esa noche, siempre que me veían, me llamaban y me invitaban a su mesa. Con ellos me
gustaba hablar.
22 de abril
me da un papelito que leo en la calle: “¿Por qué? ¿por qué te mentís a vos misma? Te
importan muchas cosas. Tal vez, te importen mucho y por eso las querés ignorar.
Recoge de cada día estos pedazos lívidos y verás que, a la larga, te darán un fruto con
¿Has encontrado por Europa muchos viejos así? ¿Has venido a retratar bailarinas de
Carmen.
117
Rugido
Europa me trató como tratan algunas mujeres que te dejan dormir en su cama pero
Atrás quedaban dos años en Rumania, en donde el frío me caló el alma y los huesos y
muchos en España. Al principio, creí que allí era el lugar idóneo. Hablaban mi idioma,
un poco de su sangre corría por mis venas y tenía colegas dentro de mi profesión y
varios amigos. Los primeros, se comportaron miserables y rácanos, pero los amigos
nunca me fallaron y los nuevos que fui haciendo, tampoco. Me sentí español. Allí quise
quemé. Jamás pude trabajar de periodista y los trabajos que encontraba siempre me
dejaban a dos velas. En esos años fui profesor de liceo, cocinero, guardaespaldas,
Jugaba a la ruleta rusa por dinero y, en Sarajevo, cuando bajé al infierno, el diablo no
Pulgarcita en El Bahamas
La llamada de Dido, avisándole que lo esperaba con Carlos Díaz Barrios en El Bahamas
contacto con diferentes barrios de una ciudad a la que intentaba descifrarle las claves.
cierta parte de Miramar y, las Islas, con los yates en los atracaderos, le evocaban el sur
<<La nostalgia crea parecidos -pensaba Ramón mientras conducía el Mazda. Para
cabeza. Sin embargo, para Rivera, sí. Era su forma de conservar algo que, cuando lo
perdió todo, comenzó a sentir como suyo-. Lo que pasó, jamás volverá a ocurrirme. Lo
borré todo y en ese espacio, me crecieron enanos. Es cierto que la luz era distinta y que
los tonos de los azules eran diferentes, que allí no hay palmas reales y que el frío, corta
como un cuchillo pero, llega el momento en que uno descubre otros encantos.
en sus calles se respiraba el cubaneo. El instinto le decía que La Pequeña Habana, Little
Haití y el Oberthow tenían mucha tela que cortar para alguien que quisiera aventurarse
<<Es una lástima que la mayoría de los políticos y empresarios cubiches ignoren el
lugar en donde sus padres y ellos mismos comenzaron. Si tuvieran dos dedos de frente
Hialeah era el otro lugar que se había propuesto explorar con el lente desde que, en su
visita al Rincón de San Lázaro, había observado que allí, en estado puro, estaba lo mejor
y lo peor que los cubanos habían logrado preservar. Recordaba su visita a casa de Benny
y aquella fiesta de quince donde se percató que lo que se veía en la isla, ahora envuelto
en papeles de brillitos y con frases en inglés, seguía siendo lo mismo o mucho más
kitch. Le daba gracia recordar cómo el Benny, había encontrado en Hialeah el remedio
Hialeah. Vete a Coral Cables y verás más kitch que aquí. ¿No te das cuentas que, con
más dinero, el mal gusto brilla más?” -le había advertido fingiendo enojo.
-Hialeah, la ciudad que progresa –repitió Ramón Rivera con el mismo tono de guasa con
que había provocado a su amigo Benny y comenzó a bajar por la calle 9 buscando la 27.
Circulaba por la 8. Esta calle había sido en la imaginación de Rivera, desde Europa,
Bucarest. La pensó llena de gente y con más animación, pero la realidad le demostró
que, pese a la presencia cubana, Miami no escapaba al tipo de ciudades de los Estados
Unidos en donde si, de golpe, desaparecieran los automóviles, se podría entrar montado
-La 8 es el rostro de la nostalgia acabada de levantar –le había advertido María la noche
juicio. El hecho de saber que la Ocho era algo entrañable para varias generaciones de
Además, aquella, tampoco, era su ciudad y sintió algo muy extraño al pensar en la
manera en que los viejos que hoy muchos tildaban de trogloditas y cascarrabias, se
adueñaron de una ciudad ajena y con uñas y dientes, renombraron lo que una vez había
sido.
La tranquilidad de Miami le había servido a para entrar en contacto con la obra del
hombre que conocería dentro de uno instantes. Todavía le resonaba el fragmento de Las
El libro le robó tanto el sueño que, con la cámara al cuello, salió hasta la Collins, con la
esperanza de encontrarse con el hotel donde los ángeles estaban con las alas desplegadas
en cada habitación. Entró a muchos bares con el deseo de toparse con la muchacha de
las tetas al aire y la sonrisa sin vida. Y en cada lugar, una y otra vez, aquello de que
Subió por Washington Avenue y casi le dieron taquicardias al ver a un viejo que llevaba
dijera en inglés, porque, de todas formas, sabría que le estaban diciendo algo que él
mismo había querido escuchar algunas veces. “La poesía es un culo. Un culo grande,
pero siempre un culo.” Pero se quedó con los deseos porque el viejo no era un fantasma
sino un homeless que le dijo en cubano que se fuera a retratar a su madre y cerró el
poeta es un hombre que ha robado un poco de belleza de la cena de Dios y pensó que
121
sería una buena coincidencia de que la mesa estuviera cubierta con un mantel verde
porque es allí donde los jugadores ponen el corazón para ver como le crecen las alas.
Había leído varios libros de Díaz Barrios de un tirón. Una a una, le había esnifado las
algo parecido, pero en otro tono, a lo que sintió al leer Boarding Home de Guillermo
Rosales
-Ojala el tipo no sea uno de esos plastas que no pueden dejar de hablar de si –dijo y se
Después de la presentación de rigor, Dido le explicó a Rivera que iban a comer las
-Eres la leche –le dijo Ramón a su amigo al percatarse del buen ambiente que había en
el lugar-. Por un lado me parece que estoy en el sur de España y, por otro, en dos
que es en Cojimar.
Carlos, mirando por encima de sus gafas, centró la atención en una rubia con ojos de
gata en celo que acababa de llegar y le hizo una seña a los dos para que se fijaran en
ella-. Es un colirio.
Dido y Ramón la contemplaron con disimulo y se dieron cuenta que la chica se sentía a
gusto.
-¿Hace mucho que estuviste por España? –le preguntó Ramón a Carlos.
-En el 94, cuando gané el premio. Fue un viaje redondo. Cuando me saque la lotería me
-¿Pero tú también eres aficionado a los números como éste? – se interesó Dido y señaló
-Es más terapia que vicio –dijo Ramón-. Cuando estás como loco porque no tienes un
centavo, te gastas un euro, un dólar o lo que sea en lotería y, durante una semana,
sueñas. Pagas todas las deudas. Ves los escaparates de las tiendas con comida y sientes
menos ansiedad por comer. Ves las tías buenorras y te creces porque sabes que pronto
frío te parte el pecho, hasta puedes relajarte y echar un sueñito. Si eres creyente, resulta
mejor, porque ya no le suplicas con tanta vehemencia a los santos, sino que dialogas y
les dices que no te quedarás con todo el dinero y que piensas repartirlo entre la familia y
los socios. Incluso, puedes sentirte hasta bueno porque le das su regalito a la gente que,
ni para hacerte un café y fumarte un cigarrito. Cuentas los días. Ves como el sorteo de
-No, pero dile qué pasa cuando llega el sorteo y no cogiste nada –lo sonsacó Dido.
-En un primer momento, te rejode. Y, si esa semana has pasado mucha hambre, puedes
que explotes y te cagues en todo. Pero luego, recapacitas, sobre todo si nadie esa
semana se llevó el premio gordo, y te dices. “¿Te das cuenta por que no te ganaste nada?
Es que la vida y Dios te aman y están acumulando un bote mayor para ti solito”. Todo
eso por un dólar a la semana. Son cuatro al mes. Mucho más barato que caer en manos
de un psiquiatra que te atiborre de pastillas que te vuelven más tonto de lo que estabas.
Ningún ansiolítico cuesta cuatro dólares al mes. Saquen la cuenta y además, siempre,
-Coño -se animó Carlos-. A lo mejor tienes razón. ¿Te imaginan que me saqué la lotería
y chicas como esa que está ahí, me persigan y yo, muy serio, consultando la agenda y
diciéndole: “hoy no, cariño, prueba la semana que viene y a lo mejor tienes suerte?”.
123
-Pero ¿de qué te quejas tú? –protestó Dido-. Estás como éste. Si siempre traen una al
-Todos pueden, lo que pasa es que has perdido la forma con eso de la monogamia y los
Reían como si El Bahamas fuese de ellos. Cuando llegaron las frituras de malanga
-Aprendí a hacer paellas en la huerta valenciana, chaval. Con un valenciano que cuando
le hice una paella a la cubana me dijo: “de sabor, perfecta, pero del resto… ustedes
saben hacer paellas como los madrileños o los de Alicante”. Pasé dos meses allí Y las
vendieron paellas. Se llamaba Valencia y hubo noches en donde tuve que preparar
veinte y treinta. Y, para colmo, soportar que los nuevos ricos, que en su puta vida nunca
habían visto una gamba, me dijeran: “¡Ufff, con ese bigote parece un ratoncito!”.
-Y luego nos quejamos –dijo Carlos sin poder contener la carcajada- ¡Se imaginan que
Entonces, la rubia de los ojos de gata miró a los tres amigos y se sumó con su risa al
comentario.
-Es rápido con los coles –le advirtió Ramón y siguió a Carlos con la mirada.
-Fue del carajo. Imagínate París. Carlos Enríquez y Félix Pita que era su socio de cuarto,
andaban por la calle en son de guerra. Estaban en pleno corazón de Pigalle. Eran como
“¡Pero mira quién está ahí, La Pulgarcita del Espacio!”. Durante más de un año y
del público ávido de emociones fuertes, el bar músete donde actuaba aquel diminuto ser
-¿De dónde la conocía Carlos Enríquez? –preguntó Díaz Barrios con verdadera
curiosidad.
-Estaba fascinado con ella –respondió Ramón-. Le enloquecía de ella, más que el salto
en sí la expresión de su rostro cuando iba en el aire. Decía que nunca vio tanta serenidad
reventada sino también dejar inservible y mal herido a su partenaire. Carlos siempre
quiso pintar el instante en que las carnes del hombre y la mujer, luego de saltar
Pulgarcita, al caer, ponía una expresión de angustia, miedo y dolor que hacía estremecer
al más duro. Por unos instantes, todo en ella parecía como desencajado. Hacía un
movimiento de cuello como si fuese una muñeca rota y, de pronto, tras un aullido del
senegalés, ella parecía despertar y, agarrada a sus rodillas, sacaba lo que tenía adentro
125
casi hasta la punta y, luego de hacer una ele con el cuerpo, descendía plácida e
y Bate de Oro se unieron como dúo la conmoción fue tal en París que Henry Miller
asistió a la premier acompañado de June. Hay hasta quien dice que fue él quien le puso
Bate de Oro al gigante senegalés que, hasta la fecha, sólo se dedicaba a partir galletas
con su macana.
-No lo dudo –asintió Carlos muy serio-. Pero cuenta, sigue. Vuelve a lo de Carlos
Enríquez.
Ramón, dueño de la situación, comió dos bocados, se limpió los labios con la servilleta
brazos. Le estaba agradecida porque, una vez, delante de todo el mundo, la prefirió a
ella como modelo y no a una de las bailarinas del Molino Rojo. El cuadro, lleno de
“Estoy inspirado esta noche y sí me dejas pintarte, te coloco hasta alas y te situó a
ambos lado de Nuestra Señora de Notre Dame” –le propuso Carlos. Pulgarcita se
despidió del senegalés y tras comprar una botella de ron Saint James, cuando salió del
local, saltó a la grupa de Carlos. “Así quiero que me pintes, montada en uno de tus
caballos” -dijo y Carlos le prometió que sí. Hacía un frío que pelaba esa noche en París
y el pintor agradeció sentir el calor que despedía aquella mujer cubriéndole la espalda.
-Coño, tú, qué linda escena. Me gustaría pintar algo así –dijo Carlos.
-Pues, pon un anuncio en el periódico y busca a una modelo de bolsillo –sugirió Dido.
-¿También pintas? –quiso saber Ramón a sabiendas de que el hilo del relato no se le iría
de la manos.
-Lo hace tan bien que le he dicho que podría dedicarse a falsificar. Tendrás que ver la
copia que hizo de La fiure de Carlos Enríquez y cómo se le cuela a lo que hacía Ponce
de León en sus últimos días. Fíjate que coloqué un cuadro en mi casa y uno que dice ser
pusieron la radio a todo lo que daba. Pulgarcita al escuchar las notas del Manisero, muy
momento” gritaba Pulgarcita que, llena de calentura por el Saint James, comenzó a
quitarse la ropa. La blusa para Félix; la saya para Carlos y así hasta que el pintor
-Que aquello era París y no Miami –se adelantó Carlos-. ¿Quiénes tú crees que vivían
allí? Ahí todo el mundo era gente buena y del comercio, como tú dices.
-Así mismo hacía Félix Pita con el mango de dos pinceles sobre un orinal que había en
la habitación. Redoblaba, como hacen los anunciantes de los circos cuando se acerca un
La enana, entonces, se elevó y en el culmen del salto, abrió los bracitos como alas y se
precipitó sobre el cuerpo de Carlos. Como los muslos del pintor no tenían la fuerza del
negro, por poco la estrella y cae despatarrada. “¿Viste mi expresión, era de ángel?”
“Tendrás que repetirlo porque sólo tuve tiempo de fijarme en tus alitas” y cogió a la
artista por el talle y, sentándosela arriba, le dijo que saltara con ella adentro porque de
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cerquita podría verla mejor y ahí mismo empezó la brincadera de una cama a otra. El
Ramón Rivera estaba a punto de decirle que había sido un lapsos mentis justo en el
mesa.
-Gabriela, –dijo muy serio el escritor y le acercó una silla- éstos son mis amigos. Te
invitamos a que tomes el café con nosotros. Ramón está contando como La Universal
Pulgarcita inspiró al más demoníaco de los pintores cubanos a que hiciera Vuelo hasta
el fondo del alma, un cuadro que sólo unos pocos hemos podido ver porque su dueño,
un psicoanalista argentino que vive en Paris, no quiere dejarlo subastar en Sotebys hasta
tanto no descubra los traumas que obligaban a la artista a jugar, noche a noche, con la
muerte.
-No te imaginas hasta qué punto –dijo Carlos muy circunspecto-. Suicida hasta el fondo
senegalés. Acá, mi amigo, que es un mago del lente, fue el único que pudo lograr
a la boca sus respectivos vasos de cerveza. El hecho de que Carlos Díaz metiera a
Ramón en una historia que debió haber ocurrido en los años 30 fue el comienzo de la
noche en donde la chica con los ojos de gata, ya ligada con Carlos, los sorprendió a
todos diciendo que a ella le hubiera gustado estar en el pellejo de Pulgarcita y superar
-Ahora sí se juntó el hambre con la necesidad –comentó Dido y tras excusarse diciendo
que al otro día tenía un partido de golf, partió raudo y veloz para su casa.
Más tarde y ya enredados en el peligro de una botella de ron Barbacourt que Ramón
tenía debajo del asiento del Mazda, se fueron a la playa y los tres rieron de lo lindo.
Gabriela, encuera, entraba y salía del agua. Ramón, los dejó hacer y algo de aquel
acento le recordó la voz de Carmen. Se rió como en sueños y Gabriela, al verlo, pensó
que lo hacía a causa de sus palabras y sentándose a horcajadas sobre Carlos, empezó a
provocarlo: “Décile, nene, que las gatas somos mucho mejores porque saltamos sobre
un tejado caliente”.
-Y yo también –dijo Ramón disimulando una mala leche que comenzó a crecerle.
-Tengo hambre –volvió a decir Carlos-. ¿Te atreves a hacer una paella?
-¿Hay con qué? –se interesó Ramón y volvió a dirigirse a Gabriela-. ¿Fuiste a un
-Como ahora –respondió Gabriela-. Lo que fue no cuenta. Ahora sólo es el ahora.
-Tengo romero, pero nos falta más ron –dijo Carlos-. Iremos a comprarlo.
Se abastecieron de ron en uno de esos centro comerciales non stop y recalaron en casa
vez, había cogido un pedo similar al de Gabriela comenzó a trocear los pedazos de
129
conejo con una rabia sorda que le molestaba sentir. Mientras las carnes se impregnaban
con el sabor del sofrito, fue a la sala y al encontrar un CD de Los Beatles y le dio play.
La voz de Lennon le hizo saltar en el tiempo y volvió a tener catorce años. Aunque no
sabía inglés, se las había ingeniado para saber la traducción de la mayoría de las
canciones de Los Beatles. Aquella letra le gustaba porque decía algo que a él le hubiera
momento sólo tienes que llamarme y ahí estaré. Hubiera sido lindo haberle dicho que si
necesitaba amar a alguien que le mirara a los ojos y que allí estaría para hacerla sentir
bien. Le echó el agua al sofrito y a las carnes y le dieron deseos de haber bailado con
ella entonces para decirle al oído que, si alguna vez, se sentía triste o afligida, él podía
comenzó con su vístete de putica, corazón, vuélveme loco. La vio todavía a medio
vestir, con la arena en el pelo y repitió su frase de “ahora solo es el ahora”. Puso la
hornilla a fuego lento y para defenderse se trató de ridículo por pensar en alguien que, a
Ramón Rivera, concentrado en la música, bebió con la parsimonia con que debe beber
un solitario.
<<Tengo un día por delante para ver si la llamo o será ella quien lo hace y, luego, a la
mierda. Todo a la mierda. Tengo mucho ayer y para ella, como dice ésta, a lo mejor, el
-Huele a gloria esa paella –comentó Gabriela y, junto a Carlos, se acercó a gozar del
Ramón sonrió de dientes para afuera y pese a no querer seguir con aquella idea fija,
pensó en silencio:
<<No, a esta hora no podría estar en ninguna playa porque se cagaría de frío. Que se
-Nunca mejor que ahora, mi hermano. Es la primera paella que hago en Miami.
131
Rugido
Los números me encandilan. Me persiguen. Son como una lucecita que, cuando esto y
más chungo, me encienden la esperanza. Son mi día sepan, el proxac que controla mis
impulsos y calman desesperos. En matemáticas nunca he dado pie con bola, pero los
números me fascinan. Cuando leí lo que Gastón Baquero escribió sobre ellos, me sentí
más cubano que otras veces... Papá siempre compraba terminales que acababan en 9,
porque ese número significaba lengua y elefante. La lengua sirve para hablar y si uno
repite al comprarlo muchas veces suerte, trabajo y salud, más temprano que tarde,
aparecerá el elefante cargado con todo lo que uno ha repetido. No sé qué pasó con el
elefante de mi padre. Que recuerde, solo le llegó salud y trabajo. Todos los sábados yo
esperaba al elefante. Quién sabe en cuál encrucijada perdió el camino que iba hasta
sacó la Lotería. Por si acaso, desde niño, me aprendí qué significaba cada número en la
charada. Me acostaba, cerraba los ojos con fuerza, pero yo nunca soñaba. Cuando crecí,
ya en Cuba no existía Lotería. ¿Para qué si ya nos habíamos sacado el premio gordo? En
España fue distinto. Los números volvieron a saltar dentro de mí. Mi cabeza se convirtió
en un bombo.
Estaba en Calella. Era noviembre de 1994 y aposté a la Lotería Primitiva. Jugué seis
números. Demoré una semana en decidirme por ellos. Por primera vez hice lo que hago
hasta ahora. Anoté en una libreta –que desde entonces guardo y ya casi está llena- todas
mis deudas. Escribí los nombres de todos a quienes les pensaba dar su tierrita y mientras
repetía en mi interior los seis dichosos números, miraba al mar por la ventanilla del tren
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y me sentía liviano. La cantidad de dinero acumulada para ese sorteo era de 1 948 445
937 millones de pesetas. El más grande de la historia. Repetía los números como si
con alegría que de mi entrecejo habían desaparecido las arrugas. “Me quedaré en
Barcelona, junto al mar que no es como el de Cuba, pero también es agua -me decía-. Y
tendré una mesa grande con catorce taburetes en donde, los sábados, podrán venir todos
los amigos que estuvieran tan jodidos como yo antes de haber tenido suerte. Y siempre,
a mi izquierda, dejaré sitió para una mujer hermosa. Tendré una hamaca, como en Cuba,
y cuando todos se vayan, me pondré a escribir sin el temor de no saber dónde dormir
mañana”.
La noche del sorteo me puse mi camisa blanca de poeta y me asomé al balcón. Tenía en
la mano un vaso con vino cariñena. Lo bebía lentamente, saboreando. Lo acariciaba con
el interior de mi boca, lo mimaba. Sentía en la lengua esa tibia sensación que te dejan
ciertas mujeres al besarte. Beber aquel vino, y dejar que el aire salitrado y frío del
Como era mi última noche de pobreza, en vez de estar pendiente al resultado del sorteo,
me pareció más adecuado volver a revisar la lista, no fuese a ser que hubiera dejado a
alguien fuera, y me pregunté cuáles libros deseaba de veras poseer. Imaginé todos los
nunca había ido y los tenía en el deseo. Recordé los nombres de algunas chicas que
siempre me dieron más de lo que pude darles. Dientes nuevos, dientes para siempre,
porque es de buen augurio, para conservar el alma, leer poesía antes de hacerse
escribían los resultados del sorteo. Pedí un café y lentamente, con el rostro limpio de
emoción, comencé a beberlo mientras leía los diarios. Necesitaba lucidez para luego
poder recordar por siempre aquel momento. “¡Cómo está el patio desde que somos
descubierto. “Desde que amaneció los camiones de Antena 3 y toda la radio andan
dando vueltas. Ojala que el ganador venga a celebrarlo aquí. ¿No habrás sido tú,
verdad?” -preguntó malicioso. “Quién juega por obligación, pierde por necesidad” -le
Levanté el periódico, y casi me tape el rostro, fingiendo que leía. Lo vi alejarse con el
rabillo del ojo y, al darme cuenta que no habría mucha calma en aquel sitio, miré por
La sangre se me heló en las venas y afiancé los pies en el suelo. “Agua, por favor” -le
pedí. “¡Estás como transpuesto! ¿Te pasa algo?”. Bebí y puse el vaso para que me diera
más. Miró para todos los lados y me habló bajito. No me gustó el brillo de sus ojos
“¡Vaya suerte que tienen algunos, tío! ¡Llegas y, a los dos días, te forras! ¡Ay, que ver,
Maribel!”. El oficio del hombre primó sobre su envidia encubierta. “¡Una botella de
cava, hombre! ¡Va, por la casa!” –propuso. “No” –dije y lo frené en seco con la mirada-.
que no se diga. ¡Mira lo emocionaó que estás! Si quieres, te paso al reservaó para no dar
Pobre tipo. Lo fulminé con la mirada. A duras penas me incorporé del asiento. Metí la
premiados- 1, 6, 21, 29, 33, 43 y complementario 42” Y, mientras él leía, yo repetía los
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míos: “2, 7, 22, 30, 34, 44”. “¡Eso es más difícil que acertar! Si alguien me lo contara,
no lo creería. Tienes mala suerte” -comentó y, aunque estaba serio, creí ver burla en sus
ojos. Sus palabras me dolieron como si me hubiera machucado los huevos. “Pues no
salió la voz. “Si quieres te compro el boleto por el doble. Nunca había visto nada
Luego, me enteré que el premiado había sido un africano jornalero que desapareció de la
zona como por arte de magia. Cuando llegué a donde dormía, cerré puertas y ventanas.
premio más que yo. El mío llegaría cuando, de verdad, me hiciera falta. Me dormí
apretando los ojos por si llegaba un sueño. Siempre habrá seis números esperando por
mí. Tendrá que ser un premio más gordo que aquel porque en mi libreta aparecen más
deudas que entonces y tengo más gentes también con quien compartirlo. Lo mío no es
mala suerte, te repito. Aquella vez, ni perdí ni gane porque obtuve el reintegro. Suerte
he tenido también en otras cosas. Ahora, hasta tengo una mujer para contarle mi
historia. Desde hace mucho tengo números fijos y eso acerca mi victoria. Juego siempre
el 9 por fidelidad a mi padre, el 12, porque es bueno que aparezca una mujer alegre para
quitarme el frío. Apuesto al 17, porque San Lázaro es siempre milagroso. Apunto el 21,
para que la serpiente, llena de dinero, se muerda la cola y forme el círculo mágico.
Escribo el 25, porque anuncia casa nueva y el 42, porque es país lejano y Cuba siempre
Su primera paella en Miami y el volver a escuchar a Los Beatles le sirvió como telón de
fondo para montarse una película en donde el pasado, lavado por las lluvias del tiempo,
se le aparecía, por primera vez, sin los resquemores que tanto daño le habían hecho.
chicas y chicos que al bailar sentían los primeros temblores del deseo compartido. <<Se
me va la olla. Podría haber sido cualquier otra menos ella la que bailaba conmigo en esa
fiesta. Un sonido Beatles no se puede mezclar con la estridencia de Sex Pistols >>
-pensaba intentando poner tiempo y tierra de por medio a su ensoñación de verse con
Dejó que Los Beatles volvieran a sonar en su interior y que the fool on the hill le creara
una sensación de sentirse lejos de todo y de todos. La música era como un pasaporte que
dio recelo escuchar cómo Carmen entraba en su pasado como dueña y señora, ahora le
producía complacencia recordarla al decir: “tenías que haber sido el primero y hacerme
porque, entre otras sensaciones, lo hacían caer en un agradable sopor que lo apartaban
hasta su adolescencia y lograr que Carmen pudiese hacer lo mismo, le causó un estado
de euforia que le hizo comprar toda la colección de música del cuarteto que nunca se
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había atrevido a tener para no sentirse un nostálgico. Ahora, le daba igual porque, en el
arena y colocó sobre las piernas la carpeta en donde guardaba muchos de los mensajes
ella le enviaba. Aunque llevaba un CD portátil y tenía los audífonos puestos prefería
Carmen>> -pensaba.
empujaba a abrir una misteriosa puerta. “No la abras nunca -lo alertó Carmen por
teléfono- porque, al otro lado hay un abismo en donde el tiempo y las visiones se
entremezclan. Quien la cruce, se juega la cordura y puede confundir lo que una vez tuvo
Pese a sentirse aguijoneado por la curiosidad, más de una vez, Ramón se aguantó la
<<No, Carmen, no entraré por ahora. Pude estar, pero no estuve y creo que ha sido hasta
mejor. Les dejo a los otros la gloria de haberse inmolado en las fiebres de tus sábados.
Les regalo tu temblor en el primer engaño. Les cedo el honor de haberte escuchado la
primera mentira y de haberte poseído de rebote. Es más, hasta me gusta que te hayan
resabiado y que te hayan querido y que te amaran con locura. Me gusta, ¿por qué no?
que te escribiesen canciones y poemas. Que te hayan celado y que hasta justifiques al
que te ha bajado cuatro ostias. Si entro en el pasado, será en el mío y si quieres te llevo
quedo con En mi vida con Lennon y McCartney mientras leo tus diarios>>.
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¿No te das cuenta que todo ha cambiado y nada es como tú lo dejaste? Todos esos
sitios tuvieron su momento. Yo los dejo en su lugar. Mis amantes y mis amigos están
donde quedaron y solo perviven los que cruzan por mi lado. ¿Qué busca al guardar
estos diarios? ¿Qué sentirá cuando ha vuelto con alguien con quien, en su momento,
todo se agotó? -se preguntó Rivera con curiosidad y fastidio.¿Vuelve a atrás por el
placer de saber que todavía será aceptada porque puede convertir lo que fue en Y, de
nuevo, quiso escuchar en su interior a Los Beatles y, violentando sus años, llegar a los
regadío. Bajo el agua, los pechos de Carmen son como corzos sacados del Cantar de los
Cantares. Hay campos de fresas y llueve miel, como un anticipo de lo que pasará el día
del milagro.
Ramón presiente que se han acabado las amantes porque todas serán Carmen en sus
infinitas y nunca repetidas dimensiones. Había abierto la puerta que Carmen le había
lleno en el pasado y alteraba los tiempos hasta que convergían los días en un espacio
De pronto, todo lo que era se esfumó y la magia se hizo añicos al irrumpir un grupo,
vociferante, cubano y tropical que, al ritmo que salía de una voluminosa grabadora que
traía al hombro un tipo, cantaban a voz de cuello que a ella le gustaba la gasolina.
Miró a los recién llegados. Eran tres parejas. Uno de los hombres, con barriga cervecera,
debería andar por los cuarenta y los otros dos, menos. Las mujeres eran mucho más
jóvenes y lucían trajes de baño de dos piezas. En un santiamén habían armados las sillas
y una mesa. A Ramón le llamó la atención el hecho de que, a medida en que iban
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bebiendo, subían el volumen de la grabadora y hablaban más alto como si quisieran que
<< ¿Por qué siempre damos la nota?>> –se dijo de mal humor y enfiló para la casa.
139
era.
<<Hice bien con hacerle la broma>> -se dijo y sintió que el sexo le vibraba.
Rivera había aceptado con naturalidad su cuerpo. Desde joven había aprendido a llevar
Los años y su manera de vivir, le habían ido conformando el cuerpo y ahora, después de
los cincuenta y tres, de lo único que podía estar complacido era de cómo todavía
funcionaban sus reflejos ante el peligro. En los últimos años, una amargura sin remedio
aparente le había borrado la sonrisa de antaño y por eso disfrutaba, luego de la aparición
De tanto apretar los dientes ante los encontronazos de la vida, los músculos de su
rostro una expresión de gato arrabalero y desconfiado que sólo se suavizaba cuando,
entre amigos y achispado por el ron, le daba por hacer historias. Entonces, algo de felino
La fuerza de Ramón Rivera no estaba en sus músculos, sino en el Chi que lograba
-¡Mira que decirme alardoso! –dijo bajo la ducha, mientras se enjabonaba el sexo
sublevado-. ¡Atrevida!
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Los juegos eróticos con Carmen, con los meses, habían ido subiendo de tono y mientras
el agua corría por su cuerpo reía y disfrutaba de la risa como si de nuevo se estuviese
acostumbrando a ella.
-¿Será verdad que los viejos cuando se enamoran pierden la vergüenza? -dijo en voz
baja y de pronto, cortó en seco el comentario-. Lo de viejo, vale, ¿pero quién cojones
Ramón le comentaba que a determinada edad un corresponsal era como el Gringo Viejo
de Carlos Fuentes en medio de los tiros. Agobiado por el calor, le dijo que iba a buscar
una cerveza y como estaba en cueros, al levantarse, ella pudo verle el instrumento en
contó por el teléfono que nunca imaginó tanta falta de pudor y atrevimiento. “Más que
desparpajo o exhibicionismo – le confesó- lo que sentí fue gracia. Era tan extraño y no
venía a cuento. ¿Cómo pudiste ser tan atrevido? Y, para colmo, no había ostentación. Al
principio, me pregunté si estarías loco, pero luego, más tranquila, llegué a la conclusión
de que tu gesto, más que un acto de provocación y de candor, era una manera muy tuya
exhibicionista, hubiera sido mostrarte en plena excitación, pero, no. Si me dio hasta
ternura verte tan normal, con aquel culito flaco, advirtiéndome: “esto es lo que hay”.
Lo del culo flaco se convirtió, desde entonces, para Ramón en un mecanismo de defensa
que le provocaba reír cuando algo no iba por buen camino. El resto, no. Lo demás lo
llevó a pensar que, pese a la aparente naturalidad con que Carmen era capaz de afrontar
los hechos, había una agudeza de pensamiento y unos deseos de descifrar claves que
No creo -le había escrito la mujer días después -que una gente tan calculadora como tú
actúe de esa forma. Pese a la espontaneidad que pudiste tener, había un mensaje que
estabas dándome a entender que si podías hacerlo era porque, en el fondo, te sentías
sentirse más seguro.<<Viejo y enamorado ¿podrá ser cierto que yo mismo me lo crea?
¿Y si estoy enamorado o creo estarlo qué puede importarme? –Se dijo al ver su dureza-.
Se colocó las gafas y levantó la tapa de la taza del inodoro. La reafirmación que otros
hombres después de los cuarenta buscaban en los gimnasios y salones de belleza para
asegurarse de que todavía podían dar la hora, Ramón la encontraba en el simple ritual de
verse con su arma en pie de guerra y en poder orinar con fuerza, como marcando un
territorio y luego, al terminar, apretando los esfínteres para ver que no manchaba con
-Salud, salud y fuerza en el canut –dijo en catalán- ¡Así que viejo y enamorado, Ramon
Rivera! Más que viejo, idiota. ¡Te dejas llevar por cuatro fotos, las hojitas de un diario y
Aunque el tono de los reproches pretendía ser ligero, Ramón no podía disimular la
distancia. La duda que siempre le había jodido los momentos más hermosos de su vida,
nadie. No creo ni en mí. Solo joden al que cree. Debo estar contento que, de nuevo,
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alguien me haga sonreír. Eso ya es mucho. ¿Por qué no agradecer que hayamos vivido
una comunión que otros, viéndose todos los días, no son capaces de tener? ¿Por qué
dudar cuando dice que la llevo a donde nunca nadie la ha llevado? ¿Por qué dudar
cuando dice que mis palabras la penetran? ¿Por qué no creerla si dice que mi voz le
desata los deseos? ¿Por qué dudar de su temor cuando la invite a que nos viéramos por
la cámara? ¿Por qué no creer una puñetera vez en alguien? ¿Por qué puedo mosquearme
Si acepto esas dudas, sí debo reconocer que estoy para el arrastre. Nunca me ha
importado lo que haga o deja de hacer nadie cuando no estoy presente. ¿A qué viene
tanto lío? ¿Cuántas mujeres hay para encapricharme con una que ni conozco todavía?
<< ¿Qué no quiere ataduras dice? ¿Qué no quiere que la controlen? Si quien ha soñado
-La voy a joder. Le daré donde le duele y versionaré su diario con tanta ternura que la
embargo, cometió el error de comenzar por el último correo enviado por la chica. Pero,
algo que me parece puede serte interesante. Es una película que en los años 70 levantó
Hay un diálogo que a lo mejor guarda relación entre tu visión por los caballos y la
Hay varias frases que me parecen interesantes y que a lo mejor te inspiran con la
cámara. En una ella dice: “Amor, como yo lo concibo: bestial. No quiero refinamientos
de ninguna especie. Quiero Machos, así con mayúsculas. Quiero vida. Hombres
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potentes, viriles, como los padrillos que hacen gozar a sus yeguas con el solo aporte de
Hay escenas que, a lo mejor, te interesarían por la fuerza que desprenden. Es un canto
a la carne y lo prohibido, sobre todo en la época en que fue hecha la película Hay una
larga escena erótica en donde ella se masturba al aire libre, mientras se sobreponen
Si puedes localízala, a lo mejor te inspiras y vuelves sobre el tema equino con una
visión más salvaje y acorde con los tiempos que corren. Nada es nuevo bajo el sol,
pero, tal vez, con tu talento pudieras lograr subvertir la regla y hacer algo más
Leyó y releyó el texto. Era una provocación muy diferente de la primera en donde lo
retaba a encontrar una manera humana y llena de poesía. Aquí, por el contrario, lo que
podía parecer burdo no era más que el empaque de una broma en donde, al final, se
filtraba una pincelada de celo que en ella, dándosela siempre de tan segura, hubiera sido
-Es extraño –se dijo Ramón al releer el texto-. Creo haberle comentado sólo una vez lo
Ramón Rivera se sentó al ordenador y por vez primera intentó plasmar con palabras lo
Carmen:
complicidad y hasta comprensión que parecen tener ante la actuación del hombre. Así
144
Me dejo provocar y te confieso que, aunque soy dragón, cuando siento que el instinto
vibra en mí, descubro galopes en mis venas. Siento que estos animales son un homenaje
a la energía. No sé si alguna vez en mis fotos he logrado plasmar esa fuerza pura y
perfecto en donde bulle esa potencia fálica que muchos quisiéramos tener o saber
reflejar en una obra de arte porque, al hacerlo, añoramos lo mismo que los pintores de
las cavernas y soñamos heredar un poco de esa potencialidad mágica que hemos
intentado reflejar.
Cuando logro captar un galope, sueño con poder lograr que las cuatro patas queden en
Tengo cientos de fotos de potros y yeguas en celo. En ellas, la seducción adquiere una
pureza inigualable. Es un grito del instinto que, pese a semejar un acto reflejo, es,
tan ingenua como la de un potro con su hembra y si no nos luce ingenua es por envidia.
nuestros actos. Tanta es nuestra inseguridad que necesitamos complicarlo todo para
hacerlo más creíble. Maquillamos lo natural, lo sofisticamos con el pretexto de que así
Retrato caballos porque son la esencia del ritual que busca imitar siempre el hombre
Un ronín en Sarajevo
Ahora todo parecía estar bien. A diferencia de todos sus desafíos anteriores, ya no
tendría que preocuparse por obtener ninguna recompensa ni tampoco por demostrar o
demostrarse nada. Era el arte del reto por el reto y la apuesta por la apuesta al borde de
la autodestrucción. Aunque no llegaba a tenerlo claro del todo, intuía que Carmen, por
Un cielo con límites es la derrota de todo vuelo. El gozo de volar no lo crea la seguridad
de conocerse la ruta ni la fuerza de las alas, sino el desafío por perforar el infinito. Con
Carmen no me importa llegar ni que me siga ni tampoco que, alguna vez, me sea fiel al
decir que volará conmigo. Lo hermoso, lo enceguecedor y lo excitante es que sepa que
el cielo no le alcanzará para llegar a donde le enseñé que podría llegar y que reviente en
Releía los fragmentos de los diarios de Carmen y afiebrado por una extraña lucidez, le
-Si ella me ha escogido para su última aventura, yo la he escogido para mi último vuelo.
Nadie muere dos veces y yo hace mucho, debo estar muerto. Necesito probar que estoy
vivo y como único puedo saberlo es si, al retarla, la propia muerte quiere seducirme.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, escribió Pavesse. “Vendrá la muerte y tendrá tus
ojos” -repitió Ramón, disfrutando la sonoridad del verso y le gustó que el sonido casi le
asustara.
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derrota del ojo y del tacto, la aguafiestas que apagaba la luz en lo mejor del jolgorio.
Todo eso y mucho más podrá ser la muerte, pero nunca los ojos de Carmen.
<<No –pensó como queriendo convertir la suposición en evidencia-. No tendrá sus ojos
porque los ojos de la muerte contemplan los finales y los de ella, sólo reflejan los
momentos. La muerte te posee, pero nunca te deja en la estacada. Con Carmen nunca se
sabe. >>.
El hecho de haber roto con quienes sabía podían hacerlo entrar de nuevo en razones le
hizo sentir cierto bienestar. Fue algo parecido a lo que sintió al abandonar Sarajevo y
Desde entonces, habían pasado varios años, tiempo durante el cual a Ramón Rivera se le
asco que le quitaba hasta las ganas de morirse. Fue una etapa en donde le parecía que
cualquiera podría descubrir en su rostro todo lo que fue capaz de hacer en los días
perdigonzazo, hizo estallar la pantalla del televisor cuando, un tal Solana, salió hablando
de que habían, por fin, logrado atajar la muerte. Cualquier presidente europeo lo hacía
escupir. Ramón Rivera sabía de sobra en qué podía convertirse un ser humano cuando la
Alejado del periodismo desde su salida de Cuba y sin encontrar a nadie que quisiera
con ventaja en relación al resto de sus colegas que, aparte del peligro que corrían al
estar en una zona de conflicto, tenían que luchar contra la presión de su propio ego y
148
encontrar la diferencia existente entre lo que veían, lo que les contaban y lo que sus
Como testigo y parte, los meses pasados en aquel infierno le sirvieron para constatar
cuánto de circo y leyenda de barrio tenían los cuentos de quienes luego, en Madrid o en
cualquier otra parte del mundo, le hacían apología a una Tribu a la que nunca
pertenecieron. Las pocas veces en que Ramón, ya instalado en el barrio, visitó a algunos
de sus colegas y medios paisanos españoles en el Holliday Inn sólo le sirvieron para
reforzar su tesis de que, a la mayoría de las televisiones europeas, la masacre que allí se
estaba cometiendo les importaba un rábano al igual que la suerte de sus propios
empleados. Eso, sin hablar de los políticos y de muchas de las llamadas organizaciones
una feria. Ramón era tajante y crudo con las luminarias que, desde Sarajevo, como
Había llegado a la conclusión de que, mientras más viejo era un país y más cultura
pregonaba tener, más hijos de putas eran sus políticos a la hora de un conflicto. En
carroñeando con el dolor ajeno y cagándose en los muertos y en la objetividad que tanto
conciencia por haber sido parte del parte periodismo oficialista cubano, había llegado a
la conclusión que las diferencias entre el periódico Granma y las grande cadenas que se
-Que se jodan que se infarten y les peguen los cuernos por carneros, que los
francotiradores los hagan cagarse de miedo –le comentó muchas veces Ramón a Miguel,
un colega que los tenía bien puestos y andaba en una motocicleta por las calles de
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Sarajevo. “¿Cómo estás, noi?” -lo saludaba Ramón al encontrarlo y Miguel, con su aire
estaban, aquel chaval había sido uno de sus mejores amigos y, al recordarlo, evocó la
cuando un morterazo, a pocas cuadras de su casa, acabó con la vida de un gran número
Todo eso había sucedido después de llevar casi un mes en Sarajevo y Ramón, ahora, lo
que quería era revivir la manera en que había llegado hasta allí. Sin nada mejor que
Ocna Mures, había recalado en casa de Emilio, un poeta, que, al casarse con una
-¿Quién nos iba a decir que llegaríamos a la tierra de Drácula? –le preguntó a modo de
saludo Emilio al recibirlo y los dos se fundieron en un abrazo. Fueron días de juerga en
donde Ramón no pudo ocultar su asombro al ver cómo alguien tan mundano estaba
-Los escribo y cuando logro reunir veintiséis, compro una botella de vino y los quemo –
le confesó el poeta con una cara de felicidad que lo dejó pasmado-. Es mi manera de
Como el suegro del poeta era veterinario y una personalidad querida en el pueblo,
Emilio era invitado a cuanta fiesta celebraban los vecinos. Fue en una de ellas en donde
-Ustedes harán buenas migas –les advirtió Emilio al presentarlos-. Ahí los dejo, debo ir
Dragan era hijo de padre rumano y madre judía sefardí. Había estudiado pintura y
español en la Universidad de Alba Iulia y se podía decir que, a sus pocos años, era un
Las horas que duró la fiesta les sirvieron a ambos para darse cuenta que eran tal para
cual y que, todavía, había mucha carretera que recorrer en este mundo.
-Ahora, preparo un viaje a Sarajevo. Tengo familia en Sarajevo –le contó Dragan-.
-Me hacía porque acabo de contratarlo –respondió Dragan y lo señaló con el dedo-.No
-Es un negocio redondo. Ayudo a la gente. Gano buen dinero. Me cago en la madre de
los serbios, de los musulmanes y de los croatas y, para colmo, me siento vivo. Y de las
Su decisión de irse a Sarajevo de manera tan precipitada dejó a Emilio el poeta, con tres
palmos de narices, pero aún así, al despedir a Ramón, le dio para el camino dos litros de
-Con Ceaucescu, esto era una mierda –le contaba Dragan mientras conducía-. Ahora
sigue siendo la misma mierda pero más apestosa porque tienes que tragarte que, los
comunistas de ayer, sean los nuevos ricos de hoy. Si todavía dijeran seguimos siendo
comunistas y robamos bastante para tener lo que hoy tenemos, lo aceptaría. Lo que me
Con Dragan, aunque éste tenía el signo de dólar grabado en cada uno de sus actos, era
-La ventaja con los nuevos ricos –contaba- es que, a la mayoría, puedes encajarle una
El camión de Dragan era un bazar en donde uno podía encontrar lo que se le antojara y
al mismo tiempo, cargado con bidones de bencina y bombonas de butano, era el símbolo
de la muerte sobre ruedas. A los treinta años de edad, Dragan hablaba de manera fluida
rumano, inglés y español. Se defendía con el húngaro y también con el serbio croata.
-Soy el Marco Polo transilvano –le decía a Ramón-. Me conozco todos los pasos de la
Tenía don de gente. Sus facultades naturales para meterse por el hueco de una aguja y
sus cojones, a la hora de enfrentar los peligros, habían sido la piedra de toque para que
fuera propietario de otros dos camiones, un bar y una tienda de abarrotes en donde se
podía encontrar desde una hoz hasta un condón perfumado con esencia de almizcle. Sin
-Quisiera dedicarme a pintar o tener una galería en una ciudad en donde corriera el
-Con lo que sabes, tus contactos y lo que ya tienes, podrías aventurarte –lo animó
Ramón.
-No, pienso como un joven que nació en un pueblo viejo –respondió Dragan
isla, además joven, sólo piensas en el presente. Para mí, lo que haga hoy, será para
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asegurarme el mañana. En cinco años más, tal vez, pueda dedicarme al arte y dejar este
güisqui, cigarrillos y dinero, Dragan se había convertido para los rumanos que
custodiaban el puesto fronterizo de Oradea en una especie de Papa Noel al cual, tanto a
admitir que la gente de aquí tiene algo que a nosotros los rumanos nos falta o hemos
-Llámalo como quieras, pero a Rumania lo único que podría salvarla sería el regreso de
Vlad Tepes.
- A la mierda la política y los políticos –terminaba diciendo casi siempre Dragan cuando
no tenía una respuesta clara-. Buenos negocios, buenos amigos, muchas mujeres y
distinta. Olvídate de cómo era en Nicaragua, en Cuba o hasta en la propia África. Aquí,
se mezcla el tiempo con los ritmos de oriente y occidente. Es igual que la muerte.
despellejan vivo, los mismos que te han despellejado, rezan por tu alma y hasta comida
le brindan a tu memoria.
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-Es una puta con barba y sotana. Me pasa igual con la mayoría de los popes. Los únicos
que se salvan son tu amigo Vasile y dos o tres más. Ese Vasile parece estar hecho de
otra madera.
Dragan tenía razón. Vasile era un pope tan fuera de serie que hasta logró bautizar a
Ramón por el rito ortodoxo. Las anécdotas de aquel bautizo habían sido tan sonadas
que, al rememorarlas, los dos amigos casi siempre estallaban en sonoras carcajadas.
Sucedía casi siempre cuando, azuzado por Dragan y con una botella de palinka de por
Ramón, tomó la decisión de bautizarse en Nicaragua, bajo una balacera donde la gente
caía como moscas y él, cagado de miedo y sin nada más a que aferrarse, le prometió a
toda la corte celestial que, si lo ayudaban a salir vivo y cuerdo de allí, iba a bautizarse.
-Me pasó lo mismo que a un personaje de Hemingway, con la diferencia que yo siempre
-¿Y por qué tuviste que esperar llegar a Rumania? –repetía siempre Dragan como si
fuese un guión.
-En Cuba no lo hice porque, como tú aquí con los popes, siempre temía que los curas
-Cuéntame de nuevo cómo fue la confesión con Vasile –pedía siempre Dragan.
Y Ramón, si estaba inspirado, hasta se arrodillaba y todo para darle vidilla al asunto.
-Me puso aquel delantal negro por encima. Me tapó la cabeza y me empezó a interrogar.
llenándome de valor, me quité aquello de encima y fui al grano: “Mire usted, padre,
Era la parte del cuento en donde, estuviesen en donde estuviesen, siempre aprovechaban
-Vamos a brindar por casi todo –dijo Dragan, mientras viajaban a Sarajevo y detuvo el
camión en uno de los club de alterne situados a la entrada de Budapest-. Por casi todo
Brindaron de manera larga y copiosa en aquel lugar en donde Dragan parecía un pachá.
-Se llama Elena y es griega –dijo Dragan y le presentó a una chica que encaraba su
-Me llamo Zorba –se presentó Ramón y, de un salto, subió a la barra del bar y comenzó
a bailar un enfebrecido zirtaki. Elena, Dragan y el resto de las chicas, llevaban las
consonantes explosivas:
Pulapulapula, pulapula,pula, pa. Pulapula, pulapula, pulapula, pula pa… pulapula, pula
Dragan y las chicas que entendían el rumano, se tronchaban de la risa y las otras,
envueltas por la energía que irradiaba Ramón, no necesitaban saber que pula en rumano
-La locura a caballo fue aquello –recordaba ahora Ramón Rivera en Miami a punto de lo
Rugido
Salud, Dragan. Estés donde estés que los negocios y las chicas te florezcan. Y quiero
Fue el 9 de enero del 93. El viento ululaba fiero entre lo que había quedado de el maizal,
los tallos renegridos y raquíticos, se movían a su antojo. Calado hasta los huesos por la
fría lluvia, abrí los ojos, espantado vi que llevaba casi un día tirado allí. Se me acabaron
las municiones y eche a correr. Es todo lo que recuerdo. Tengo fiebre. Estoy delirando.
Conozco este mar. Ese es el faro de Cojimar, y aquellas son las luces de Alamar, pero
huele a pólvora. Entonces, la mujer emergió de las aguas vestida de azul, tenía rostro
-Se llamará Amina, como su madre –grité, pero mi voz chocó con el resplandor y se
transformó en murmullo.
Un golpe de ola me mojó el rostro, sentí que las gotas eran amargas. Aunque no podía
escuchar con claridad, una música lejana me acarició por dentro y de nuevo fue la paz
Vi el mar chocando contra un muro de concreto y supe que ese aire solo soplaba en
-Todo existe y seguirá existiendo, pero el odio y el temor no te dejan ver ni tocar lo que
deseas.
Llegó a la playa y tras quitarse las chancletas de goma, se acercó al agua y al dejar que
las olas le acariciaran los pies, intentó identificar el muro junto al mar que vio aquella
<<No existe ese lugar. Nunca ha existido>> -pensó casi resignado y le habló al mar:
-Bórrame el cansancio de todos los caminos. Refréscame el andar para lo que tengo
delante –dijo en voz baja y se halló a gusto al advertir que sus palabras le brotaban
planas, carentes de emoción-. Ojala tuviera fe y pudiera hablarle al agua como si aquí
reinará Yemayá.
Permaneció un rato como en blanco y, después, se cuestionó por qué, si no tenía fe,
Tampoco vengo a eso. Lo que importa es que estoy porque siempre pago lo que debo.
No imploro ni rezo. Quien reza es porque espera y yo no espero nada. Si alguna vez lo
hiciera, solamente sería para saber hasta dónde llega la insensibilidad y sordera de los
dioses. Intentar seducir a los dioses con la oración no vale la pena porque nunca podrás
Se remangó los pantalones hasta las rodillas y se adentró en las aguas. Soltó las flores
unos cuatro dedos debajo del ombligo. Cerró los ojos y apretó los esfínteres, aflojó la
mandíbula y al liberar el aire que tenía en los pulmones, visualizó que estaba
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expulsando por la boca una carga de aire oscura y densa. Volvió a tomar aire y, al
exhalarlo, sintió lo mismo. A la quinta repetición, todo le dio vueltas y visualizó un azul
brillante que comenzó a recorrerlo. Eran espirales que subían por sus pies y, al llegar al
-Oh, mío Yemayá, oh mío –se le escapó de adentro y ello le bastó para entrever un
Quedó a la espera, pero la impaciencia lo bloqueó. Ramón apretó los dientes y los
-Yo he cumplido –concluyó y, por unos instantes, centró la atención en ver como la
Retrocedió y más repuesto, se sentó sobre la bolsa de plástico y con lentitud vertió un
-Dragan, dute pista mati –maldijo, recordándole la madre en rumano-. ¿Por qué tentaste
la suerte y quisiste regresar? Sabías que los musulmanes eran tan hijos de putas como
los mismos serbios. Que te den por el culo. Si vieras el mujerío que hay en la Collins.
Aquí, hubieras hecho todos los negocios. Aquí, te hubiera esperado yo, hijo de puta. ¿A
aquella otra que bebió en Sarajevo en mayo del 92, un mes después que comenzara el
cerco que, para vergüenza del mundo civilizado, duró 1395 días.
159
Quiero quedarme
Dragan y Ramón habían llegado a Sarajevo un 1ro de mayo, pocas horas antes de que la
artillería serbia completara el cerco. La llegada del aquel camión cargado de mercancías
hasta los topes quedaría en la memoria de los habitantes de Barcarsija como casi una
hazaña.
resguardo.
-El papel nunca será oro –recordaba Ramón haberle escuchado cuando algunos vecinos
-Me protestan a mí después que he recorrido medio mundo –protestaba-. Si Tito viviera,
La casa donde vivía la familia de Dragan quedaba en la calle Cemerlina, casi llegando a
Logavina y era una edificación sólida que evidenciaba que sus propietarios tenían un
Oro. Verás cómo se alegra cuando le hables en español. Estos, aunque fueron sacados a
patadas de allá, todavía sienten nostalgia por el idioma –dijo y tocó a la puerta.
-Pues sí que tienes razón con eso de que hablan castellano antiguo –le comentó Ramón a
Dragan cuando la tía entró en la cocina a prepararles café y ellos comenzaron a meter en
Hasta el comienzo del cerco, la tía de Dragan se había dedicado a dar clases de piano en
historia.
-Uno de los tantos matrimonios mixtos en nuestro barrio –le explicó la tía de Dragan a
Ramón-. Sin embargo, se tuvo que ir a Rumania porque los serbios quisieron matarlo.
La conversación quedó interrumpida cuando Dragan, linterna en mano, salió del sótano
-Hay provisiones como para cuatro meses –dijo orgulloso y le explicó a Ramón-. Allá
abajo, aparte de comida, tengo una buena colección de pintura que pienso llevarme al
regreso.
-Si quieren bañarse aprovechen ahora que todavía hay agua –les indicó la tía-. A cada
-Le pasara lo mismo que al abuelo cuando Hitler –dijo burlón Dragos-. “Mañana,
mañana llegan los americanos” -decía, mientras los rusos y los alemanes saqueaban el
país.
-¡Menos cuentos y a bañarse! –apuró la tía-. Supongo que traigan un hambre de lobos.
-Tú primero que eres la visita –le indicó Dragan a Ramón y después, se dirigió a su tía-.
-A eso de las 9 –respondió la tía desde la cocina-. No te imaginas lo que sufro hasta que
Cayó la noche y como no había electricidad, se alumbraron con una vela. Afuera, de vez
-Usted puede que esté acostumbrado a otro tipo de guerra –le aclaró la señora- pero está
Poco antes de que dieran las diez, escucharon un ruido en la cerradura de la puerta
-¡Gracias a Dios! –dijo la tía y salió como una flecha a recibir a la recién llegada- ¡Vino
Ramón sentado en una butaca ubicada en una esquina de la amplia habitación vio,
Ella, entonces, se acomodó el pañuelo que su primo con la euforia casi le había quitado
La chica apretó los labios para evitar la risa y buscó con la mirada el rostro del visitante.
Ramón, al no tener claro hasta donde llegaba la tradición musulmana de aquella familia,
se puso de pie y con las manos pegadas al cuerpo, hizo una leve inclinación de cabeza.
-Serut muina –se limitó a decir en rumano en un tono de voz suave y hondo que siempre
-¡Que no tiene lepra! Puedes darle la mano –dijo Dragan gozando ante la turbación de
-Su padre nunca fue partidario de que lo llevara –explicó la señora-. Pero ella dice que
en el hospital y en la calle prefiere llevarlo para estar más a tono y que la gente sepa
cuál es su origen.
bandera rumana.
-Si, y el escudo del Dinamo de Bucarest y una calcomanía de Drácula –intervino Amina
-¿A que cuando ríe parece un sol? –le preguntó Dragan a Ramón-. Ves que no mentí
-Vale ya, tío –protestó Amina entre complacida y enojada, empeñándose en darle a la
-¿Ves? Eso fue lo que aprendió a decir cuando fue a España –dijo Dragan y cuando la
chica entró a la cocina para ayudar a su madre a preparar la cena, en un tono más serio,
Ramón escuchaba a su amigo y sin poder evitarlo, cuando la vio colocando una fuente
-¿Qué pasa? ¿Nunca has visto a una mujer con una trenza tan larga? –lo provocó
Dragan.
-Menos cachondeo, ¿no? –dijo Ramón fingiendo enojo y pensando que así debían tener
-A ver, ¿dónde está el cubano que llevas dentro? ¿A que no te atreves a contarnos la
Ramón, al ver que no había moros en la costa, le respondió con una corte de mangas al
-La historia para después de la cena –terció Dragan y dándole un golpecito cariñoso en
-Cabrón –se limitó a decir Ramón en el mismo tono y los dos rieron.
Cuando las dos mujeres ocuparon sus respectivos asientos, Dragan, con la provocación
-Dios es uno –respondió la tía-. Como estamos judíos, musulmanes y ortodoxos a partes
-¿A la africana con esta comida balcánica y carpática? Eres una caja de sorpresa –
Amina, para sorpresa de Ramón, también entró al trapo y buscó con la mirada los ojos
de Ramón
164
-¿Un cubano español bendiciendo una mesa en africano? ¡Eso solo puede pasar en
Sarajevo!
El choque con aquellos ojos verdes bajo el resplandor de las velas provocó en Ramón
Afuera, no muy lejos, se escucharon varias explosiones y Ramón intentó recordar una
oración a Elegguá.
<<Primero muerto que desprestigiao -pensó. Sabía que en ella se rogaba para que se
OLUFONÁ KOLONA
ARAYE KAMARIKÁN…
Mientras soltaba en ráfagas las palabras entreabrió una rendija entre los parpados y
sintió una reverberación en lo más hondo de su ser al ver el perfil de Amina y la trenza
<<Soy un hijo de puta al jugar con la confianza de esta gente, pero por solo darle gusto
Y para quedar bien con todos, al terminar, se persignó por la derecha como los
ortodoxos; por la izquierda, como los católicos y, por último, colocó su mano derecha
<<Tienen más hambre que un habanero –pensó Ramón al ver a las dos mujeres- pero
De pronto, Amina reavivó una conversación que media hora antes había iniciado con
Dragan.
-Mamá tiene que irse con ustedes. Papá la espera y, aquí, en horas, acabarán de cerrar el
-Dije llevarla –afirmó Amina con firmeza-. Usted sabe que, aunque quisiera, no puedo.
Esos niños dependen de nosotros. Somos unos pocos para atender a tantas personas.
-Dependen de que a los serbios no les ocurra caerles a morterazos –intervino Dragan-.
-Tienen que sacarla de aquí. Tiene que irse. Ya lo hemos hablado –dijo Amina con
resolución y se levantó de la mesa-. Usted sabe que una mujer tiene que estar donde su
hombre.
-Tal vez tenga razón -comentó Dragan y se dirigió a la tía-. ¿Quién cuidará de Amina y
de la casa?
-Por favor, hijo –dijo la tía con fastidio-. Solo me importa ella.
166
-Pues, ella se quedará. Lo ha dicho muy claro y usted, en el fondo, debe de entenderla-
comentó Dragan-. Me preocupa usted, ella y todo lo que pase aquí, pero, si quiere que
le sea sincero, también me molesta perder todo lo que, a riesgo de mi vida, he ido
-¿Y su marido, allá solo y enfermo no cuenta? –preguntó Dragan-. Amina sabe cuidarse
-Pensé que sólo te interesaba lo que tienes en el sótano –comentó Amina desde el cuarto
un tanto tensa.
-Lo sé –dijo Amina- pero me molestó que hablaras de cosas materiales cuando se habla
de vida o muerte.
-Entiendo –contestó Dragan- pero no sé mentir. Digo las cosas como las siento. Primero
la familia y la gente ante que las cosas materiales. Lo sé y lo asumo, pero ello no quita
que piense en esas cosas materiales. Ésas son también el resumen y la historia de
importen los seres humanos, soy un comerciante. No hablo de comida ni de oro. Puedes
pensar que, en el fondo, tampoco me interesen esas obras de arte, sino el dinero que
puedo sacarle y quizás hasta tengas un poco de razón, pero eso no quita lo otro.
-No tienes por qué ponerte así –dijo Amina-. Yo también dije lo que pensaba. Ahora lo
-Pues si nos vamos, tendrá que ser ahora mismo. Si nos amanece aquí, será más que
imposible
Cuando las mujeres entraron a preparar el equipaje, Dragan le pidió a Ramón que lo
acompañara al sótano.
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-Alumbra –dijo y le pasó la linterna-. Esto no voy a dejarlo. Son pinturas del siglo XV.
Ramón vio como extraía la cuchilla del bolsillo y recortaba las pinturas por el borde de
los marcos.
Dragan sonrió sin interrumpir el trabajo y Ramón vio en sus ojos un brillo que, hasta ese
-De que los consuma el fuego, que otros ojos los disfruten.
-Saber eso no me hace menos hijo de puta, pero no puedo contenerme. No puedo
dejarlos.
-¿Has descubierto un paso invisible por donde podamos escaparnos? –quiso saber
Dragan.
-No, pero si quieres, como la casa quedará sola, puedo cuidarla. Quiero quedarme.
-¿Quedarte?
-Te cuido la casa y tus cosas. Llevo tiempo buscando algo como esto. Quiero
-Nunca he estado tan cuerdo. Además, dos escaparán siempre mejor que tres.
-Eso no es un argumento.
-Sí.
-Sí, por eso me voy. Si quieres morirte conozco lugares más divertidos –dijo Dragan
-No vine a morir –afirmó Ramón y recordó, haber dicho esa misma frase hacía muchos
-Aprendes pronto.
-¿Tú también usas la misma palabrita? Presiento que, aparte de retratar la guerra,
-Nada. Aquí abajo hay de todo. Me preocupa dónde conseguir películas para las
cámaras.
-Irás a ver a un amigo que trabaja en Oslobodenje. Amina lo conoce y podrá llevarte al
-Pues que sigas vivo para que bailes zirtakis –dijo y le dio un abrazo-. Ah, si alguna vez
necesitas defenderte, en ese rincón hay dos kalashnikov y balas de sobra. Y una última
Cuando las dos mujeres salieron de la habitación con sendas maletas ya ellos habían
-¿Por qué ha de molestarme? –Respondió la chica- Sobra casa y yo casi nunca estoy
-En el sótano hay provisiones para varios meses –recalcó Dragan-. Intentaré no perder el
camino de regreso.
-Me basta que encuentren ahora el de salida –dijo Ramón y resopló como si acabara de
-Tranquilo, no es la primera vez que tengo que lanzarme a los caminos -dijo la señora-.
Me iré más tranquila sabiendo que Amina no quedará tan sola en la ciudad.
Madre e hija, sin espavientos, se dieron un fuerte abrazo. Al llegar a la puerta, Dragan,
-¿Mucho cuidado con qué? –preguntó muy serio Ramón al tiempo que le hacía un guiño
cómplice.
-En la calle del fondo –contestó Dragan y antes de perderse en la oscuridad de la noche,
-Ni a ti tampoco.
Apuntes y Diarios
Ramón, me preguntas que hacia mientras tu andabas por Sarajevo. Aquí te mando.
Hace cuatro meses que regresé a estudiar Letras, pero me cambié a Sociología. Los
en el piso 25, el elevador siempre estaba roto. Eso sí, de qué manera se veía el mar.
Ahora estoy en el reparto Bahía. Me gusta más, y estoy a un paso de Alamar. Dan
taxi limusina, que son dos carros cortados al medio y pegados. En las paradas habrá un
policía y dos inspectores para que las guaguas tengan que parar. A todo se le va tratando
Vengo de la pizzería con Sirita, nos metimos dos horas de cola. Fuimos en bicicleta y
por poco nos cobran una multa por ir a contramano. Fui a protestar y Sira se explotó con
el policía:
El policía le advirtió que no le faltara el respeto, pero como ella seguía con tremendo
escándalo, le dijo:
-Pues voy, ¿tú crees que te tengo miedo? A ver, ¿qué me vas a hacer?
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Cumplí años. Extraño mi casa. No hay gas, no hay carbón, no hay luz brillante, no hay
guaguas, no hay comida. Es el “Periodo especial” Tengo que dedicar el tiempo a pensar
Hay veces que no se puede pensar ni hablar ni criticar nada sin que te traten como el
peor gusano.
La crisis despierta en la gente una burrez y una maldad. Unos dicen: “Esto es mierda,
que reviente todo” incapaces de analizar nada. Otros, “Esto es lo mejor” y, ciegos,
aplauden. A la más mínima inconformidad te quieren comer, sin dar argumentos. ¿Qué
hacer?
Se creen que ser revolucionario es tapar lo que todo el mundo dice en la calle y no dar
noticias, mostrando sólo la cara triunfadora de la revolución. Qué desgracia. Amo esto,
Llueve. Afuera, como si nada, siguen creciendo las matas de plátanos. La abuela, en
Marzo 1992
Estoy en mi cuarto de Alamar, triste. Es una época de mucha escasez de todo tipo. En el
edificio, todos se dan lo poco que tienen. Se pide y se comparte todo. Intimas, frazadas
de piso, escobas, huevos, ajo, arroz, postres, cucharadas de manteca, carbón, jabón, etc.
Me hace feliz salir a la acera y sentarnos a conversar. Llamar a cualquier vecino para ir
esquina.
Esta mañana vino a verme Eloy, mi primer novio. Me puse nerviosa y no sabía qué
decir. No lo veía desde hacía 8 años. Me quedé fascinada de que los recuerdos no
fueran solo míos. Dijo que muchísimas veces había soñado conmigo. Me recordó
cuando nos besábamos en el medio del puente del Hospital Naval, cuando inventó en la
beca que tenía sarna para salir a buscarme. Era mágico pero como si estuviera
hablándome de otro. No era él. Cuando se fue, quedé totalmente enferma y enamorada,
pero no del que salía por la puerta, sino del que me había traído, del que tenía novia y
declaraciones de Lisandro Otero a Le Monde que andan circulando por toda la Facultad.
Habla de la crisis del país, de jóvenes descreídos, artistas críticos, de los que se van. Lo
Todos están bailando; despelotados. Las niñas del aula sudan revoleando sus culos
toda la noche, luego buscó una colcha y me tapó. Me encantaba la escena para
Me voy a Uruguay y voy a casarme. Antes de viajar doné sangre en la escuela por un
bocadito de jamón, leche, jugo y galletas, también porque hace falta. Siempre me ha
gustado. Siento que es dar algo bien íntimo de mí para que reviva a otro. Es simbólico.
cordillera de los Andes, que grandeza. Los picos blancos, tremendos… la pequeñez es
nuestra.
Regresé a la Habana en septiembre. Hace mucho calor. Por la crisis, la facultad será
solamente dos días a la semana. En la beca me dieron un apartamento para dos personas
Los cambios que ocurrieron en estos meses han sido grandes para la rigidez del país.
En julio se despenalizo la tenencia de divisa, o sea, los cubanos pueden tener dólares,
algo que estaba prohibido. Pueden comprar en aquellas tiendas, las únicas que venden
Otra, es que se van a permitir los negocios particulares, aunque con muchas
La cuota de la libreta es mínima y no alcanza para nada, en este momento sólo venden
arroz y frijoles. Hace meses que no hay carne ni pollo ni leche ni aceite ni jabón ni
pasta…Lo único que ha sobrevivido todo el tiempo es el turrón de maní, que venden los
particulares.
174
El mercado negro es impresionante, los precios son altísimos. El dólar está a setenta
por mes. Hoy, cuando venía de la universidad, pasando el Hospital Naval, vi el primer
cartel de propaganda a una grifa, que haya visto en Cuba. En aquellos cartelones que
hay a los lados de la carretera, donde se pusieron siempre consignas políticas y luego
guayabera y un licenciado, con su brillante calvicie, explicaban cómo darle filo a una
cuchilla de afeitar. ¡A una Gillette! Pasaron horas enseñando cómo se hacía. Dentro de
un vaso de vidrio, con ceniza y grasa raspoteaban hasta que la hoja recuperaba el filo:
Me vino a buscar Luís Ángel y me fui a dormir a su apartamento. Hizo té, yo casi
dormida y él leyéndome un articulo que salió en Granma contra los obispos católicos.
Ya van como veinte editoriales. Fue la risa del día en la Facultad. Ha entrado un frente
frío. Estoy en la cama, desperté a las 6. Leo Genealogía del racismo de Foucault. No
hay luz, como siempre, y hay tres o cuatro moscas sobrevolándome, pero yo leo a
Foucault.
6 de mayo 1994.
Llegué a México en un avión de Cubana, donde conocí a dos bailarines maricones muy
simpáticos que se me pegaron, nos hicimos íntimos durante el vuelo. Cuando nos
Más tarde vino Gustavo, el “novio” de Sandra la del aula, para hablar de ella. Es bajito,
medio gordito, trigueño y habla como si quisiera aparentar que es alguien importante,
175
debe tener como 40 años y se ve algo ridículo, es un pequeño robot, pero me causa
ternura. Quiere mandarle cosas conmigo. Salimos y yo nerviosa porque no sabía las
mentiras que ella le habría dicho y temía meter la pata. ¡Pobrecito! Me preguntó qué me
parecía de que le pidiera matrimonio. Está enamorado. No lo dudo, ella tiene unos
tremendos ojos verdes, 19 años, una capacidad de seducción a prueba de balas y ha sido
estado. Luego, me mandó con su chofer. Le pedí que me llevara a la librería Ghandi y a
Perisur a buscar unas plataformas para Sandra. Pobrecito, no sé qué hacer. Pero es que
también los mexicanos, los italianos, los españoles llegan a Cuba muchas veces
haciéndose los cabroncitos y buscando putas… Nunca sé si me tiene que dar lastima el
tipo o la jinetera. Pero creo que ellos son más ingenuos, aunque se creen más vivos.
Son dos ingenuidades distintas, o un intercambio bañado en mentiras. Que cerca y que
lejos de mi.
Llegamos a una cantina en Tlalpan, fue como de película. Un barcito pequeño, interior,
con cosas de toreros, una barra de madera y unos tipos que cantaban. No había una sola
mujer, y me explicó que allí no se acostumbra. Es más, antes era prohibido. Ni había
baño femenino, y yo tomando cerveza. Él tomaba ron. Luego de unos tragos ya sentía
que estábamos muy lejos de todo y muy lejos de mí. Él decía que lo mejor era que me
mano. Yo, de a ratos, decía que me sentía mal, que no sabia por qué le provocaba eso.
Dijo que por sólo estar allí, que yo era muy buena compañía. Eso sentía yo de él. Le dije
que quería regresar, aunque así no fuera, que no quería traer problemas ni tristezas a
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nadie. Dijo que eso era problema de él, que me callara ya. Lo dijo con una voz de
hombre y con una seguridad tan grande que yo no volví a abrir la boca. Durante meses,
soñé que me llevaba a Chiapas. Nunca le acepté el pasaje que enviaba. Tendría que
Ahora vuelo sobre el golfo. Siento no haberle dicho palabra alguna. No pude ser efusiva
para nada con él, lo sentí mucho. Esta mañana me regalo dos discos de boleros, que
Adiós México, que ya traen la bandejita de la comida y tengo que pensar de qué forma
Al rato, nos sentamos en el escenario mismo. El recital estuvo buenísimo y, claro que
nos enamoramos de él, aunque de cerca es horrible de feo. Llegué a casa a las dos, tenia
que estudiar y estaba muerta de sueño. Fui a la prueba. Me salió hablar de Spengler,
9 de marzo 1995
Hoy estoy bastante mal. Tengo ganas de llorar. Tengo mil cosas en la cabeza. Esta
mañana discutí en el aula. Se armó un lío tremendo. Resulta que unos suizos, de una
opiniones y resultó que por ello, dijeron que iban a destituir a la decana. Hay tremendo
rollo armado. La FEU iba a hacer una reunión con toda la Facultad, para hablar del
177
tema y explicar lo que pasó, mas luego, esos hilos que mueven las cosas, determinaron
que la reunión sería aula por aula, para no darle magnitud al problema. Algunos grupos
implicados en el rollo y ellos dijeron que preferían que se hiciera aula por aula porque
no querían más líos. Les dije que, en mi opinión, era mejor que la reunión se hiciera con
todos los estudiantes de la Facultad, porque si estaban ocurriendo esas cosas, era mejor
Se pusieron furiosos y lo primero que me dijeron fue que me callara la boca porque yo
era uruguaya. Nadie se imagina hasta que punto me enfurece eso. Siempre cargando con
ese problema de que si soy extranjera, es lo primero y lo más fácil que tienen para
decirme. Extranjera de dónde si toda la vida he vivido aquí. Pero seguí hablando y me
indigné de que fueran tan cobardes y que tuvieran miedo de una reunión para conversar
un tema.
Ellos argumentaron que les iba a traer problemas. Me llamaron egoísta porque no
pensaba en ellos. Les dije que sí, que no pensaba en ellos personalmente, pero que
pensaba en cosas más de fondo y más importantes que tenían que ver con todos, que
permitir ese tipo de cosas, nos afectaba a todos y que, en definitiva, ellos no habían
cometido ningún delito, ni hacer una reunión, tampoco lo era. Me enojé, terminé
diciéndoles que los únicos egoístas eran ellos, que ni siquiera se solidarizaban con la
Porque. Hacen lo que les resulta más cómodo. No entienden que hay que discutir para
cambiar ciertas las cosas. Solo les importa lo que les puede afectar personalmente… y
Callarse, mentir, tener doble moral y aguantar es algo con lo que no quiero transar,
porque el día que tenga que decir lo que no creo, o callarme por miedo, me voy a sentir
actitud, viviendo así, tratando de acomodarse y dejándose manejar. Pero, ¿qué podría
esperar? Varo, el pobre, tan estúpido, ignorante, falta de valor y con esas ínfulas. Lo
mismo está negociando y vendiendo tenis, que en casa del babalao con esa bola de
collares, que en las reuniones del comité de base haciéndose el militante y, de contra, no
¿De que cojones les vale hacerse los machitos tropicales, los hombrecitos, sí en lo que
importa, se agachan como unas putas? Todo esto hizo que me sienta así de mal y furiosa
como estoy. Tengo que decir que fue Grisel la única que tuvo una actitud digna, no sólo
de no tener miedo de decir lo que piensa (lo que todos piensan y se callan) sino por
respetar la posición diferente. Lo otro que me tiene mal es la actitud de Mario. Todo el
tiempo tratando de acomodarse, de quedar bien con Dios y con el diablo. Creo que
Todos se fueron después para una fiesta en el Instituto Cubano de Amistad con los
Pueblos. A mi no me dijeron nada. Con quien hablé luego fue con Luís Ángel. Me
escuchó y eso me hizo bien. Lo peor es saber que la gente que anda conmigo hace cosas
Voy a renunciar al cargo de la FEU, tengo que andar sola. Nunca voy a identificarme
con las organizaciones de multitudes para que nadie me diga qué debo y qué no debo,
para no estar cerca de los lugares donde la gente “se destiñe” y, por un poco de poder,
mentira. Siento asco de todo lo que me rodea. Quiero vomitar cuatro ó cinco veces de
A la una yo nací
-No quiero molestarla. Por lo que veo tiene mucha presión de trabajo y necesita
descansar.
-Eres mi huésped.
-Dragan, gracias a él tenemos una buena reserva de bombonas de butano. Hace poco se
enojó porque me llevé algunas al hospital. Decía que él no era la Cruz Roja, pero
cuando le expliqué que era para calentar la leche de los niños, consiguió varias más y
-Mucho. Temo por casi todo y por casi todos. Temo tanto que ya no puedo temer.
-¿Qué haces?
-Soy pediatra, pero como somos muy pocos, hago lo que haya que hacer. ¿Y tú para
quién trabajas?
-Desde hoy, para mí. Es algo que quería hacer desde hace mucho.
-No sé. Cuando comenzamos a descargar el camión en una plaza que hay muy cerca,
escuché los obuses y vi las caras de la gente, algo me dijo: “Ramón Rivera, estás donde
181
soñabas estar”. Luego, dudé, pero al verla llegar a usted y escucharla hablar de sus
-Algo tengo y no dude de que mis fotos, más temprano que tarde, valdrán su peso en
oro.
-Habla como Dragan –comentó Amina y sonrió-. Veo que trae muy poco equipaje
-Dragan me habló de un amigo suyo periodista. Dice que usted también lo conoce.
-Usted es un hombre de suerte. Venga –indicó y, alumbrándose con una linterna, entró
pequeña siempre lo vi con una cámara. No hay rincón en Bascarsija que él no haya
fotografiado. Decía que todo Sarajevo había pasado por sus ojos.
-Pues parece que, como dice usted, soy un hombre con suerte –comentó Ramón.
-Puede disponer de todo. Y si quiere ver fotos, puede abrir esas cajas –dijo la chica y
alumbró un estante en donde había cientos de cajas que, en su día, habían servido para
guardar papel fotográfico-. Si hubiera visto lo hermosa que lucía esta ciudad en el 84,
cuando las Olimpiadas de Invierno. Si hubiera visto nuestro barrio. Madrid no tiene un
-Tenemos otros –comentó Ramón y cambió de tema-. ¿Cuánto tiempo pasó en España?
-Seis meses. Hice prácticas en el Cajál. Me gustó España. Tenía muchas amistades y,
-¿Y novio?
-Un amiguete, pero nada serio. ¿Pensaba que por ser musulmana andaba con el rostro
cubierto?
-Se ve que no eres del todo español –comentó Amina cuando abandonaron el
cuarto-.Venga conmigo a la cocina mientras preparo el café. Allí hace más calor.
-Mi padre y yo. Viví allí y quiero aquello-. Entonces, la tuteó por primera vez-. ¿Y en la
-Mi padre, musulmán, y mi madre, judía sefardí nacida en Rumania. Se casaron aquí.
-Empecé con la música. Estudié un poco de pintura y fotografía, pero acabé siendo
-Depende de la intensidad con que haya vivido todo eso –respondió Ramón.
concluyó Ramón y saltó de tema-. Fue hermoso escucharte hablar en ladino con tu
madre.
-Con ella, hablo en ladino; con mi padre, en árabe y con mis amigos y colegas, en
serbocroata, generalmente.
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-¡Vaya con la chica! Pues, yo, español, cubano, un poco de rumano y algo de fon. Soy
-Cuando llegué a España sólo hablaba ladino y una chica me dijo que yo hablaba como
los personajes del Quijote. Se sorprendió cuando le contesté que su familia había
-La noche y el cachondeo. Aquí todo está muerto. Día a día, nos van apagando. Nadie
-Si tuvieran petróleo todo sería distinto. ¿Desde cuándo no sales por la noche?
-Salgo casi todas las noches, pero es un paseo que no me gusta. Nunca sabes dónde
-Siempre que llego a una ciudad, lo primero que hago es recorrerla de noche.
-¿Por qué?
-Aquí hay más muertos que fantasmas. Los francotiradores te hacen sentir como si
-¿Qué instrumento sabes tocar? La música sí que ahuyenta a los muertos y a los
fantasmas.
-¿Cantas?
- Cantaba
184
Amina esbozó una sonrisa y lo miró con unos ojos que, pese al cansancio, intentaron ser
alegres.
Usaba unos Levis 505 algo gastados que mal disimulaban unos muslos largos y
elegantes y una nalgas respingonas y bien puestas. Arriba, vestía una camiseta beige que
daba un mayor volumen a una trenza color alas de cuervo que llegaba a media espalda.
<<Gacela y no pantera>> -dijo para sí Ramón al verla caminar y entrecerró los ojos
Ella respondió que no con un movimiento de cabeza y comenzó a puntear una melodía
que Rivera reconoció al instante. Luego quedó entrampado por una voz límpida y cálida
A la una yo nací
Ramón conocía la canción. Estaba en un casete de Joaquín Díaz que le habían regalado
sus amigos de Arenys de Mar y al recordarlos sintió por dentro una ternura tan limpia y
aquella voz y apartar su lujuria habitual para que no le manchara aquel mágico
momento.
De pronto, ella dejó de cantar y él quedó como perdido. Aquellos ojos verdes le
quemaron la razón. Fue como si toda la sabiduría del universo le inundara los sentires y
Si tú no tienes amante
Yo te haré defender
unos cinco segundos más tarde, la explosión estremeció puertas y ventanas. Sin
A la una yo nací
Sin poder detenerse, impulsados por una fuerza que los contagiaba, repetían una y otra
canción de Sabina que decía y nos dieron las diez y las once y justo cuando llegaron a la
-Es muy tarde –dijo y dejando la guitarra, se incorporó y se pudo el pañuelo-. Mis niños
me esperan.
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-Iré contigo –le anunció Ramón y, luego de ponerse el abrigo, se colgó en el hombro la
-Es peligroso.
-Aquí, toca a más –aclaró ella cuando estuvieron en la calle-. Pégate a la pared.
Salieron a Stadjera.
-Pero es el trayecto más corto. A esta hora, tienen menos visibilidad –explicó Amina
de un perro.
Ramón intentó recordar la escena de los perros sin dueños sueltos en las calles de
-¡Ahora! ¡Corre!
-Normal –mintió
cicatriz.
-Ahora empieza lo feo –le avisó Amina en el cruce de Bjelave y, con un movimiento de
cabeza, señaló en dirección a la Avenida Kosovo-. Nunca se te ocurra ir por ahí, porque
-¿Y crees que haré muchas veces este recorrido? –preguntó para no quedar callado.
-Este lugar también les encanta –explicó y, mirando hacia todos los lados, lo tomó de la
<<Parezco una vieja llevando tantas cosas. De verdad, tendré que pensar seriamente en
dejar de fumar>>.
Echaron a correr. Ramón al sentir que Amina casi lo llevaba al remolque se llenó de
-¡Eso es! –lo alentó ella, ignorando que Rivera no daba más de sí.
-Sigue delante –le dijo buscando ganar tiempo y reponerse-. Quiero hacer una secuencia
Ramón al sentir la dureza del pecho de Amina clavada en un costado, contrajo los
<<Ojala fuera a menos y me apretaras más -pensó Ramón y la miró de reojo-. Deben ser
grandes y duras para que los pueda sentirlas por encima de su abrigo y del mío>>.
Pese a que Ramón Rivera no era dado a fotografiar niños en la guerra porque le parecía
contenerse. El choque con la realidad fue tan violento que ni cuenta se dio cuando
brazos. Vendas. Manchas de sangre en todas las tonalidades. Heridas abiertas todavía
Ruido de pasos que denotaban premuras. Quejidos. Ronquidos que indicaban que todo
estaba a punto de acabar y flotando, envolviéndolo todo, una atmósfera en donde, tanto
los vivos como los casi muertos, intentaban mantener a raya a la histeria; un intento
Ramón Rivera, después de mucho, regresaba a lo que mejor sabía hacer pero esta vez, a
dientes y pensó en los políticos, en los militares, en los curas, en los popes, en los
requete recontrasingados que, de una u otra forma, han generado esta carnicería.
deseo de que éste fuese el disparador de un kalavnikof para cargarse a los responsables
de aquello.
Apuntó en dirección a una ventana destrozada y con el zoom intentó enfocar la cima de
un cerro distante casi envuelto por la niebla. Hizo un primer disparo y, sin el menor
remordimiento, imaginó estarle reventando los sesos a uno de los francotiradores que
<<No, no está bien que pienses así -se dijo molesto al tomar conciencia de lo que
Con la mirada clavada en la ventana comenzó a retroceder poco a poco hasta sobrepasar
dos hileras de cunas. Se agachó para que éstas quedaran en primer plano y a foco, se
levantó un poco para que se viera el cuerpecito del bebé y encuadrando la figura dentro
del marco de la ventana, disparó sin flash. Era vida sobresaltando ante las brumas y la
De pronto, por el visor distinguió unas manos que se apoderaban del cuerpecito. Ramón,
llenando el cuadro. Amina, en primer plano, con su brazo izquierdo cargaba al pequeño
y éste le acariciaba el cuello. Ambos se miraban. La carita del niño parecía estar
iluminada por los ojos de Amina. Las dos figuras habían quedado encuadradas en el
marco de la ventana y del pañuelo de Amina parecía salir un halo de luz que contrastaba
con su sonrisa.
Se sintió extrañamente confundido ante lo que acababa de hacer con la cámara porque,
pocas horas antes, en el sótano, Dragan, como gesto de amistad, le había regalado unos
apuntes realizados por Chagall entre los cuales estaban los que luego le darían vida a La
<<No puede ser -se dijo al comprobar que Amina, vestida de blanco y con aquel niño en
brazos, era lo más parecido a la pintura que uno pudiera imaginar. Y para colmo, al otro
lado de la ventana, el color del cielo era también muy parecido al de la pintura, al igual
que las casas pequeñitas que se veían en lontananza-. ¿Amina y el Niño o La Virgen de
Kosovo?>>.
Ramón interrumpió el trabajo cuando una señora bastante entrada en años señaló hacia
-Nos está regañando. Dice que anoche entraron varios disparos por esa ventana. Ven,
El Doctor tenía canas, era de estatura más bien baja y tenía una mirada despierta. Amina
-No tenemos agua. Nos falta calefacción. Nos falta casi todo –dijo-. Si antes no nos
sepultan a morterazos y no recibimos ayuda, este invierno será muy difícil. Necesitamos
que el mundo se acuerde de nosotros. Las líneas serbias están a menos de 600 metros de
aquí. Al mediodía, cuando empiezan a llegar más heridos, los francotiradores se ensañan
con ellos.
En su primer día en el hospital materno de Kosovo, Ramón tuvo que admitir que la
madre de Amina tenía razón al decir que aquella guerra era distinta y que, además, él
también se estaba comportando de una manera muy diferente a cómo lo había hecho en
otras guerras. Todavía, sin haber recuperado la forma, decidió tomarse un respiro y se
fue a una esquina que le pareció segura. Estaba sentado en el suelo cuando la vio
aparecer por el pasillo. Entonces, guardó su libreta de apuntes y cuando la tuvo a unos
cinco o diez pasos, en vertical y en contra picado, le hizo una foto en donde se veía alta
y majestuosa. Los ojos de la chica expresaban un temor contenido, casi animal, mientras
que sus labios y su boca toda, se aferraban en dibujar una sonrisa. Sería un gesto que
vida o sus guías. Labios y más que labios, boca que cuando la carga le resultaba casi
imposible de llevar, siempre le hablaban y le llovían por dentro y por fuera, ataviados
con el traje de La Virgen de la Aldea. Voz y más que voz, mensaje que siempre
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prometía que alguien tendría que llegar para que los besos, otra vez, se sumaran a la
hablando en mil tonalidades y con la coloratura de los grandes desesperos. Ben Safar
Al-Marini hecho canción: Haga Dios que jamás me vea privado de ti. Y cuando Dios ya
no tuvo sentido o dejó de existir, porque Ramón no suplicaba, fue el verso, el regusto
del poema que ella rescataba entre los siglos para refrescarle la locura. Amina,
Me he enamorado de Él a mi pesar
En un mugriento y frío pasillo del hospital de Kosovo, sentado en el suelo y con Amina
<<Ya no somos lo que fuimos o lo que alguna vez soñamos o creímos ser. Al paso que
van las cosas, en la próxima guerra en donde se metan los grandes, habrá que ver la
fiesta por la tele. Y nadie dirá nada. Porque ya sólo interesa la audiencia y quien se
-¿Muy cansada?
-Hacía mucho que no estaba en un fregao. El ojo y el pulso tendrán que habituarse
nuevamente. El frío me mata y, además, como dice tu madre, esto es muy diferente. En
-¿Quieres que volvamos a casa por la noche? –y al preguntar puso la mano sobre la
rodilla de Ramón.
Hacía lo de siempre, hacer que el otro tuviera que descubrir sus intenciones.
-No quiero crearte preocupaciones. Si te quedas puede que estés más segura y quizás,
-¿Quieres o no quieres? Mi jefe me dijo que me fuera hoy porque esto no terminará
mañana
193
Ella se incorporó de un saltó y sin darle la espalda tarareó poco antes de que den las
diez.
-Los canallas están en aquel cerro –dijo Ramón intentando bromear-. He contado
-Pues parece que no quieren asustarte. Hoy han sido pocos. ¿Escuchaste las ráfagas que
-Algunas fotos hice. Algo cogí. Sobre todo primeros planos de los rostros. Menos mal
-Pura suerte –dijo Amina-. Ayer cazaron a una enfermera en la avenida que está frente
al hotel donde viven tus colegas. Ellos la han bautizado como la Avenida de los
Francotiradores.
<<Casi tiene mi alto. Tal vez llegue a uno setenta y cinco>> –pensó Ramón y volvió
-Hay muchos colegas tuyos allí. ¿Conocerás a alguno? A veces, uno muy joven, viene
en una moto.
-No sé –contestó Ramón indiferente-. Cada vez son más jóvenes los que mandan. En
esta profesión, a mi edad, nos llaman abuelo. Tal vez, quede alguno todavía que sea de
mi quinta.
-Muy pocas veces, en una guerra, me he alojado en un hotel. Para los de Cuba, casi
-Cuando todavía había televisión, vi unas tomas filmadas por uno de ellos. Se veía como
una mujer caía bajo el fuego de los francotiradores. Fue algo muy feo ver cuando le
-No dudo que algunos de los que no tiene el valor de salir a la calle, se esconda detrás
de una ventana para ver como cazan a la gente. Son las cotillas de la guerra. Es lo que
acostumbran a servir como postre. Y mientras tú me dices fue algo muy feo, mucha
-Después de ver aquello, mi madre, dijo: “La mataron los serbios y también la mataron
-No, esa es su falta de profesión –respondió airado Ramón-. Los buenos no se valen de
Ramón encendió un cigarrillo y tras aspirarlo lento, como si fuese otra cosa, negó con la
cabeza.
argumentó ella.
Ramón hubiera querido mirarla con dulzura y se sintió molesto al saber que lo hacía con
cierta lástima.
195
-Te digo que esto, tampoco es profesión. Esta profesión no es para los cínicos, como
dijo Kapuscinski.
-Me comporto como un cínico y parece que lo soy, porque no me importa comportarme
así.
Ramón consultó el reloj y la miró. Ella, consultó el suyo y no se dio por enterada.
-Es muy difícil explicarlo –dijo por fin Ramón-. Estoy afuera y pese que disfruto
sintiéndome ahora un cínico, me doy cuenta que así no vale hablar de ellos. Quizás, si
guión.
-No los hay para quienes la sufren y mueren –admitió con amargura Ramón-. Aunque
parezca que no y muchos de esos colegas, por vergüenza, no quisieran tener que
aceptarlo, los que llevamos tiempo en el asunto, sabemos que existe. Todos obedecen a
un guión y si, cuando lo descubren, quieren saltárselo, los joden porque ya no les sirven.
salirse, llegan a la conclusión de que es mejor esperar a que pase un pringao por debajo
-¿En qué quedamos? ¿Los criticas o los justificas? –preguntó con condescendencia
-Simplemente, intento comprenderlos y ver el problema desde otro ángulo. Para eso
-Hablas como un resentido –dijo y vio mucha amargura en los labios apretados de
Ramón.
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-Porque las preguntas son la cuerda con que se enlaza la sabiduría dice un refrán sefardí.
-¿Si llegan un herido serbio y uno musulmán a cuál atiendes primero? – la atacó Ramón
-Al que lo necesite más. Lo mío, aquí, son los pacientes y no las etnias. Tengo trabajo.
hospital, se decidió por la segunda. Había diferencia entre refugiarse tras las cortinas de
la habitación de un hotel y estar en primera línea. Las fotos en las morgues tampoco le
gustaban.
197
<< ¡Joder! ¡Estoy más raro que un cubano cuidando ovejas en Transilvania!>> -pensó y,
<<La Habana. ¿Cuál de ellas? ¿La de Dido? ¿La de Carlos? ¿La de Carmen? ¿La del
balsero que ahora, quizás, se está merendando un tiburón? La mía, no. La Habana nunca
se hizo para mí. Siempre me quedó como una de esas camisas que heredas de alguien.
La usas y te luces en la noche con ella, pero sabes que no tiene feeling con tu piel>>.
a La Habana –dijo-. Estoy más zumbáo que las maracas de Machín. Aunque, a lo mejor,
no. Dicen que los que están verdaderamente zumbaos nunca se hacen esa pregunta.
Amina, Carmen. ¿Por qué solo pienso en ellas dos? ¿Será que con Carmen busco llenar
Tenía sed y bebió largo. Después, volvió a echar otro trago de palinka sobre la arena.
-Va por ustedes, hermanitos –dijo sin intentar ponerle freno a su ternura y brindó por su
colegas muertos en todas las guerras- Beban en paz y si alguien dice algo en contra de
Aunque no era conciente de ello, a medida que se iba soltando por dentro, el acento de
-Que sepan que con miedo o sin miedo; más buenos o más malos; más dignos o más
miserables; más o menos profesionales, todos murieron con las botas puestas. Que da lo
mismo que, después, los partidos y los políticos hayan querido usarlos para sus cosas;
que sepan que, más allá de los cabrones directores de sus canales y periódicos, ustedes
son mucho más que los oídos de Dios. Beban en paz, cojones, porque es mejor morirse
<<Te mimas, hijo de puta -se dijo sin ocultar el desprecio que, por momentos sentía por
si mismo-. Prefieres jugarte lo último jugable a una mujer porque te faltan cojones para
hacer lo que hizo el gringo viejo. Con tantas guerras como hay y ahora, cuando estabas
de nuevo sobre la ola, tiraste la toalla y te arriesgas con Carmen. Tú sabes que es mejor
apostarlo todo entre los tiros que no en una cama entre las mentiras y verdades de ay, mi
amor, como te quiero. Una bala, como bala, sólo puede usarse una vez, pero los ay, mi
-A la mierda si fumo o si no fumo –dijo y al hacer un ademán con la mano vio la braza
roja del cigarro y ello le bastó para estar de nuevo en la puerta del hospital viendo las
-De nuevo empieza el maratón –le dijo Amina y, sin pensarlo dos veces, echaron a
Las piernas pesan cuando las trazadoras, en la noche, quieren encontrarte y, pese a ello,
Ramón, con la mano de Amina aferrada en la suya, por el impulso de la carrera casi
pared.
Ramón la vio caminar casi en puntillas y se echó a reír intentando controlar la situación.
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-Tranquila, mujer. Camina bien que desde aquel cerro no pueden escucharte.
La idea de ser violada aterrorizaba a Amina que, en numerosas ocasiones, había visto
algunas lograban escapar a la pesadilla del dolor físico, quedaban marcadas por traumas
palabras que esa noche había anotado en serbiocrata- Molim vas, Djevolka.
<<Las palabras, siempre la magia de las palabras>> –pensó Ramón quien tenía fijación
-Molin vas, Djevolka –repitió y le acarició la cabeza por encima del pañuelo y repitió lo
mismo en español en un tono casi grave que solo le brotaba en algunas ocasiones-. Por
favor, muchacha.
Volvieron a andar y al llegar a la esquina de Dol con Metjas, Ramón Rivera, volvió a
Cuando llegaron a la mezquita Gazi Hüsrev Bey, Ramón, en silencio, le hizo una foto al
minarete y quedó complacido al ver como parecía haber quedado encajado en la negrura
200
de la noche. Pero, la mejor foto de aquella noche fue el perfil de Amina y su sombra en
-Yo conozco este lugar –le dijo muy serio a la chica cuando volvieron a la calle Saraci-.
Ella demoró en reaccionar y cuando lo hizo, la vio sonreír con una alegría muy limpia.
Apenas había concluido la frase cuando escucharon un silbido. Ramón, por instinto,
echó a correr, tomó a Amina por los hombros, la pegó a la pared y la cubrió con su
cuerpo, segundo antes de que el morterazo impactará en una casa cercana a la mezquita.
-Es la segunda vez, en menos de una semana, que golpean esa casa –dijo Amina con voz
Ramón, se sintió un tanto ridículo al advertir que el abrazo había sido innecesario y se
separó de la joven.
- No sé quién es, pero cuando soy feliz siempre la siento pegada a mi espalda.
-Hazlo también tú –invitó ella y luego de prender una vela y dejarla en la mesa de la
A iluminarme de rayos
-Me duché. Temía que se acabara el agua y no te diera tiempo. Es tu turno. Mientras,
Ramón no quería quedar como un guarro. Tensó los músculos, abrió la ducha a la espera
del agua fría. Pero el chorro no llegó y debió contentarse con un hilo de agua que salía
por el grifo.
<<Lavao de zapatero –pensó, mientras se aseaba la cara, los sobacos, el pito, las nalgas
y los pies-. Y, lo demás, guárdame este bizcocho para mañana las ocho. ¿Qué diría mi
madre si me viera? “Ramoncito, muchacho, báñate bien que la peste es una ofensa que
En su empeño por olvidar Cuba y todo lo cubano, había podido desprenderse de muchas
Ni aun en los días que malvivía tocando guitarra en el metro de Madrid había perdido
las buenas maneras y siempre, por las tardes, se vestía elegante y antes de comprar su
ración de pan diaria, entraba directo en la sección de perfumería del Corte Inglés y casi,
literalmente, se bañaba con sus marcas preferidas. Lunes, Adolfo Domínguez. Martes,
Kenzo. Miércoles, Loewe. Jueves, Agua Brava. Viernes, Ives Saint Laurent y sábado,
Bulgari. Actuaba con tanto descaro que acabó ganándose a una de las empleadas que, en
navidades, le dijo en voz baja: “este probador de Bulgari no sonará cuando pases por la
Pero Madrid era un recuerdo lejano y Ramón, después de secarse, buscó en la mochila
un pulóver azul que tenía en la pechera un dragón y, al ponérselo, respiró hondo como si
así pudiera sentir el aroma de la mujer que se lo había regalado. Todavía le gustaba
recordarla y, ante las evidencias, desde hacía mucho, había aceptado, como algo real,
aquella amenaza suya de seré tu beso y tu sexo y seré tú, cuando la vida te cante.
Ramón Rivera seguía con la mirada cada gesto de Amina. Verla, por primera vez, con el
pelo suelto cayéndole en cascada por la espalda y con un chándal que, pese a quedarle
holgado, le marcada la esbeltez de las nalgas, le provocaba un agradable calor entre las
piernas.
-Supongo que, después de una noche sin dormir y la tensión de hoy, quieras acostarte –
-Es raro que después de tantas guerras te comportes así –comentó Amina y se le quedó
-Al contrario, pero, como dijo tu jefe, esta guerra no terminará mañana.
-Pero nosotros, tal vez, sí. Es la primera vez que puedo pasear de noche por el barrio
después de muchos meses. He vuelto a cantar. ¿No será que el cansado eres tú?
-¿Dices eso para que vuelva a cantar lo de anoche? –preguntó ella en un tono ingenuo y
pícaro a la vez-. ¿Siempre hablas provocando y sugiriendo las cosas? ¿Nunca hablas por
derecho?
-Sí, pero cuando tienes el tiempo a tu favor –respondió Amina con seriedad y, linterna
La vio detenida frente a la puerta y, al pasar por su lado con la mochila y la bolsa de las
cámaras, respiró hondo no sólo para disfrutar del olor de su pelo, sino también para que
-De gato arrabalero –admitió él, llevándose las manos a los ojos y avanzando-. Los
gatos somos unos bichos muy raros. Cuando quieren caricias, no dudan en buscarla.
-No soy un gato para responderte –contestó Ramón y abrió los ojos a pocos centímetros
de la frente de Amina.
espalda. La sensación era tan real como el cuerpo de Amina que tenía delante.
La chica, ajena por completo a lo que sucedía, aguantó el envite sin moverse del lugar y
conjunto: el cabello, aquellos pómulos altos y bien formados y el verde de los ojos lo
llevaban y lo traían por la calle del deseo. Y, para colmo, a todo ello, se sumaba la
nueva sensación de sentirse acompañado por aquel calor que sentía en la espalda. Si la
Ramón acercó su rostro al de Amina al tiempo que dejaba que su aliento, suavemente, le
acariciara la frente como si fuese el heraldo de la primera caricia. Ella, de nuevo intentó
206
sudor que bajaban desde el labio superior hasta la boca de la muchacha. Sin tocarla, hizo
un leve ademán y acercó aún más su rostro. Amina echó la cabeza hacia atrás y lo miró
con una expresión que al hombre se le antojó como suplicante y retadora. Era la
Sin preocuparse ya de nada, se entregaron a lo inevitable. Amina, apoyó las nalgas sobre
la mesa y arqueándose, echó el pubis hacia delante buscando el contacto. Aun por
Arriba, lo etéreo. Los labios, como alas, en un batir casi agónico por acabar de
encontrarse. Abajo, los volcanes, la lava y ella convertida en llamarada. Él, enraizado a
Sólo cuando el deseo casi se convirtió en ahogo, Ramón tomó aire y dejó que sus labios
Ramón comenzó a mimar una melodía en su interior y, sobre ella, pegó lo que la piel
El hombre sentía que lo besaban por dentro y por fuera de su boca y mordió los labios
de Amina con energía doble hasta sentir lo salao con dulce de la sangre.
Amina permaneció en silencio y Ramón, con los dedos, le acarició el hombro y bajó por
todo el brazo.
-No quisiera tenerlas –respondió Amina y hundió la cadera para que fuesen menos
provocativas.
-La primera vez fue hace sólo dos meses. Hubiera querido seguir virgen. No lo hice por
placer.
Ramón sintió un latido en el miembro y comprendió que el morbo suyo de cada día
entrepierna de la chica.
-Sí –respondió ella y le apretó con los muslos la mano-. Estaba muy asustada. Sólo
Ramón le tomó la mano y, con la suya puesta encima, la guió para que ella misma se
acariciara.
Ramón la colocó boca abajo y comenzó a morderle las nalgas suavemente. Al verla
-No pares de acariciarte –le susurró con voz ronca y siguió paseando la lengua hasta el
diminuto agujero. Al sentirlo latir, se separó un poco para disfrutar con la mirada y al
Cuando Amina estalló en gemidos, Ramón aprovechó para que su dedo índice entrara.
Amina comenzó a jadear y a reír al mismo tiempo. Rivera sintió en la lengua una marea
-¿Estás segura?
-¿No ves cómo estoy? –y acompañó la pregunta pegando los pechos a la cama y quedó
completamente abierta.
-¿Pero qué coño es esto? –exclamó al sentir unos senos clavados en su espalda, un sexo
polla. Los gemidos de Amina lo sacaron de paso y agarrándola por la cintura la presionó
suavemente con la lanza. Como no quería lastimarla, sólo comenzó a empujar cuando
ella expulsó el aire que tenía en los pulmones y se entretuvo en escuchar los cascabeles
respiración, lo invitaba, como Amina, a que acabara de entrar. De nuevo, tres eran dos y
-¡Siénteme! –pidió Ramón con una voz ronca y grave que no sólo hizo estremecer a
Amina, sino también a la otra que se frotaba en su espalda y lo empujaba para que la
entrase toda.
fondo, tomó posesión y comenzó a salir muy lento para iniciar otro recorrido de ida y
vuelta. Después, los movimientos cobraron más fuerza y las embestidas iban
acompañadas de un seco chas chas chas producido por la pelvis al chocar contra las
nalgas.
Los tres cuerpos, afiebrados por el gozo, aceleraron el ritmo y estallaron, a la vez, en un
Vivo y acusando
barrio con la misma seguridad y complicidad con que entraba en cada rincón u oquedad
de la chica. Muchas noches, se iba con ella al hospital intentando aliviar el dolor de los
que aún llegaban vivos. Allí estaba cuando, ante el inminente ataque de la artillería
serbia, el doctor Esma Zecevic ordenó que todos los niños, incluyendo diecisiete bebés
ulular de las sirenas de alarma, el caos y el corre corre de la gente, buscando donde
Ramón atinó a coger la Nikon y el bolso y, seguido por Amina, comenzó a correr en
dirección al río sin poder dar crédito a lo que veían sus ojos. La Biblioteca Nacional
estaba siendo atacada por la artillería serbia. Cristales, maderas, ladrillos, libros,
-¡Vuelve! ¡Estás loco! –gritaba Amina, al ver cómo Ramón, fuera de sí, buscaba el
El Loco Rivera, como en los viejos tiempos, entró en una dinámica en donde ni el
-Del otro lado del río está la foto –fue lo único que pudo decirle cuando Amina, por fin,
llegó a su lado.
Ella, lo siguió. En la otra orilla, Ramón le echó mano a su Nikon y como las manos, por
disparar buscando detalles y primeros planos fuertes. Después, más calmado y viendo
que tendrían incendio para rato, colocó el 36 milímetros y enfocó una panorámica que
Cuando estuvo seguro de tener todas las fotos que daban la magnitud del incendio en su
conjunto, hizo un alto y con la espalda de Amina pegada a su pecho quedó en silencio.
en llamas como si no diera crédito a lo que veían sus ojos. Giró en redondo, volvió a
-¡Qué se vaya, Dios! –dijo en voz muy baja Amina, como si rezara-. ¡Qué se vaya!
-Quiere morirse –afirmó Ramón-. Está retando a los hijos de puta que están en la colina.
El hombre contempló el incendio. Dio media vuelta y, mirando hacia la colina, señaló
con ambas manos. Volvió a girar hacia la fachada del edificio y, por último, levantó los
Una y otra vez repitió la misma acción como diciendo fueron ellos los que hicieron esto
Cuando fue a repetir la acción por tercera vez, en el momento en que levantaba los
brazos al cielo lo vieron caer de rodillas y luego, de frente, contra el pavimento y por
-Ese hombre no era alguien que pasaba –argumentó Ramón-.Vino a luchar a su manera
Amina, lo abrazó.
-¿Dónde coño estaba Dios? –estalló Ramón y miró al cielo, pero el cielo era negro y
como el hombre, tampoco obtuvo respuesta-. Dios no sabe que existe Sarajevo.
-¿Entonces?
-Si esperamos que caiga la noche, las fotos serán muchos mejores. Me gusta esta
posición.
-¿Y mientras?
-¿Te pasa lo que a mí? No sé por qué siempre me excito cuando siento el peligro.
- Yo, me encaballo. Mira como estoy. Creo que es algo natural. El peligro y la muerte
Machacados día y noche por los obuses y los francotiradores. Sin agua y sin electricidad
y con las reservas dejadas por Dragan a punto de acabarse y amándose como si fuese el
último día, los sorprendió el otoño. Sin que ninguno lo hubiese acordado, la palabra
Entre tanto sobresaltos y malas noticias, la única que les quitó cierto peso de encima fue
saber, gracias a los contacto que tenían en la estación de radio de los judíos sefarditas,
conversaba con Miguel, su colega catalán, tomó partido abiertamente por los habitantes
de Sarajevo.
-Lo que aquí sucede se la trae fría a Europa y a los Estados Unidos. ¿Dónde está el
-No, noi, estás tú y unos cuantos tan honestos y cojonuces como tú, pero al resto, sobre
todo a los de las grandes cadenas, lo que pasa aquí, les importa un pito.
-No, Miguel –recalcó Ramón con amargura-. No formo parte de ninguna Tribu. No creo
-Eres tan profesional como nosotros y quienes te conocen, hablan con respeto –dijo, con
su elegancia de siempre.
-Si alguno lo hace es porque saben que no les hago la competencia. La Tribu sólo existe
para dar declaraciones cuando joden a alguien. No hay Tribu, sino la cofradía del
los que están en Madrid, tendrían más respeto por lo que hacéis y pagarían sueldos
decorosos y harían contratos dignos. Pero, no, son unos negreros que se alimentan de
vuestro riesgo.
214
mismo tiempo, sabiendo que no podía dejar de hacerlo. Miraba el mar. Chapoteaba en
todo lo que una vez había sido pasado, resentimiento y ahora, angustia. Una angustia
mal envuelta por no saber qué se estaba jugando con exactitud con Carmen y por no
tener el valor o la fuerza de aceptar su llegada sin las sospechas que le impedían ver la
-No puede haber cambiado tanto –se dijo-. ¿Por qué, siempre que la pienso, la situó con
Confió en mí y sin embargo, soy incapaz de abrirme con Carmen como ellas lo hicieron
conmigo. ¿Qué se ha roto en mí para que siempre actúe de esta manera tan mezquina?
¿Será que siempre hubo algo roto y nunca me enteré? Quiero dar el salto, arreglarme
conmigo mismo antes de encontrarme con ella. Necesito poder jugar limpiamente mi
partida. No puede ser que yo mismo me esté escondiendo los motivos que me inducen a
jugar y que no tenga claro por qué me es tan importante su presencia. Tendría que tener
fuerzas para reconocer que me tiene encandilado y que todavía tengo la terquedad de
soñar que puedo enamorarme y soñar con la hija que no pude tener en su momento.
Todo está patas arriba, ya lo sé y lo que único se me ocurre y puedo hacer es poner a
mis muertos a buen recaudo y buscar estar en paz antes que llegue.
-Se cargaron a Miguel y no sé si aquella noche logré expresar lo que sentía por los
mamones de la llamada Tribu. ¿Será ésta la única profesión en dónde, tarde o temprano,
se joden siempre los mejores y más limpios? De todo eso y mucho más quisiera hablarle
sucedan muchas cosas y haya una luz cegadora y no haya nada que nos borre de pronto.
que es un tronco de poeta y una gente que tiene un lugar donde aferrarse todavía.
Y, sin decir que brindaba, brindó por Miguel al echar un chorrito de palinka en la arena.
Levantó la cabeza y le gustó ver las estrellas tan bajitas y se preguntó si, alguna noche
<<Se escondieron las estrellas, las estrellaron los obuses. Se escondieron las palomas.
-Dónde habré dejado las fotos de los árboles talados, de aquellos troncos que parecían
moda los muñones, los abrigos heredados de los muertos, la moda de los chalecos
Es ley de vida
Para Navidad, el frío y el hambre se habían convertido en dos agravantes más para los
habitantes de Sarajevo y Ramón Rivera había logrado armar, pieza a pieza, una moto
Serían alrededor de las cuatro de la tarde cuando, el jueves 24 de diciembre, guiado por
las explosiones de los obuses, llegó a una granja ubicada cercana a una de las carreteras
comarcales que los serbios intentaban controlar. Los cañonazos eran de las pocas cosas
-Se me adelantaron –reconoció, al ver detrás de unas edificaciones menos tocadas por la
metralla un todo terreno y, un poco más allá, a tres personas con pinta de ser periodistas.
Dejó la moto entre los árboles y, desde unos treinta metros, saludó con la mano. Nunca
Observó como el cámara centraba la atención en un punto que él, desde la posición en
donde se encontraba, no lograba ver. “Es lobo viejo” -pensó al ver la lentitud con que el
El establo había sido alcanzado por los impactos de la artillería y, como le faltaba una
pared, había luz en su interior. Un respirar gordo pero marcado por la agonía llegó a
-Joder, está del lado de allá y todavía se aferra a la vida –dijo y se quedó mirando. Era
una vaca y estaba echada en el suelo y tenía el cuello destrozado por un fragmento de
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metralla. Por el boquete cabía un puño. A Ramón le impresionó el ojo oscuro, manso y
resignado del animal y la brillantez de la sangre contrastando entre aquella luz azul que
envolvía la habitación.
<<Carne>> -pensó después de hacer una foto y, con paso rápido, se asomó a la puerta
del establo. Comprobó que los otros seguían en lo suyo y la palabra carne volvió a
El hambre y el instinto de sobre vivencia pusieron en alerta sus sentidos. Volvió a mirar
-Es muy jodido todo. Si pudiera te sacaba de aquí –le dijo- pero ni yo mismo sé si
saldré.
La nieve comenzó a caer de nuevo. Ramón sintió dentro de la boca una salivación casi
dulce.
<<Carne, carne –repetía y la palabra le martillaba los escrúpulos. Consultó el reloj como
casi siempre hacía al sopesar una situación difícil y mirando de nuevo al animal, tomó
Colocó la maleta de las cámaras en un rincón y sacó una bayoneta rusa que siempre
llevaba. Tapó el ojo visible de la vaca con la mano derecha y, con la izquierda, metió la
bayoneta buscando una de las grandes arterias. Al cercenarla y ver que la sangre no
concentró en cortar el cuero en las zonas próximas a la unión del cóccix con el fémur y
-Dobar dan.
Ja govorim spanski.
-Sobrevivo y usted?
-Soy periodista.
-Para varias emisoras de radio. ¿Qué pensás hacer con tanta carne?
-Comer la que pueda –se limitó a decir y, al ver que no era de los que se abrochaban el
-Dos meses.
Ramón miró de reojo y el rostro del hombre le inspiró confianza. Era de los que al
-¿Dónde vive?
-Me llamo Rafael –se presentó el periodista y le extendió la mano-. Pero me llaman
Taco.
-Soy Ramón –dijo Rivera y le mostró las manos-. Perdona, pero las tengo llena de
-La que puedas venderme. Estamos hasta las bolas de las raciones frías
-Pues ayúdame a virarla para el otro lado –pidió y, con el auxilio del otro, cortó
-Quiero veinte rollos de película, 5 cartones de cigarros, 100 dólares y que yo y mi chica
Acordaron la hora y la fecha para el encuentro y Rivera lo vio partir con su pierna al
hombro. Se asomó a la puerta y vio como el todo terreno se abría paso entre la nieve.
<<Necesito una cuerda y algo para envolver todo esto>> -pensó y se dirigió hacía la
casa. Tenía curiosidad por saber lo que el cámara había filmado con tanto detenimiento.
La mesa estaba puesta. Sobre ella, una olla, una botella tumbada con el pico
otro extremo, tirada de bruces sobre la mesa, se hallaba el cuerpo de una mujer. Había
quedado de perfil y apenas se le veía el rostro pues tenía la cabeza cubierta con uno de
esos pañuelos campesinos que se usan en esa zona. De este lado, de espalda a la puerta,
sentado. Sus manos, muy cerca de la cabeza de la mujer, habían quedado aferradas al
mantel y Ramón, preguntándose cuál de los dos habría muerto primero, fotografió la
escena desde cuatro ángulos diferentes. Por último, al pensar que el camarógrafo tal vez
había hecho lo mismo, buscó una silla, se subió en ella y desde arriba, con la mesa
llenando todo el cuadro, apretó el disparador. Pese a la capa de polvo que lo cubría todo,
220
en el borde del vaso había un destello de luz como fuera de lugar que hacía más
desconcertante la escena.
<<La última cena. No. Europa, la mesa está servida. No. Obuses a la carta. Tampoco.
-Ellos están muertos. Casi todo está muerto, pero yo estoy vivo.
<<Los crítico, les arranco las tiras del pellejo, me paso todo el tiempo diciendo que son
unos carroñeros y hago lo mismo que ellos. No. Lo mío es peor. Mucho peor. Quizás
muchos están presionados a hacerlo y, a lo mejor, piensan que aquí está la violencia,
pero yo sé que, aunque haya podido sacarle juego al destello de luz que tenía el vaso, en
el fondo, lo que hice es morbo puro y duro y más que morbo, cabronada. Si me
exprimiera más, hallaría una foto honrada. Pero no lo hago. Hace mucho que no hago
Muy a su pesar, se rompía la cabeza intentando descifrar el por qué de sus actos. Tenía
la suficiente maña, oficio y, sobre todo gracia, para buscar siempre un ángulo distinto a
la hora de cazar una imagen. Sus fotos impactaban por su dureza y dramatismo. A
veces, eran pura provocación y nunca pasaban indiferentes. Sin embargo, Ramón Rivera
no estaba a gusto consigo mismo. Su dolor iba más allá del producido por los
remordimientos. Era algo más quemante y hondo porque sufría desde la lucidez. Le
había sucedido al escribir, en la vida misma y, ahora, se sintió alarmado al ver que
que la suciedad de su juego estaba en la limpieza con que jugaba. Aunque parecía actuar
diferente, sabía que era igual o peor que los demás y que la única diferencia estaba en
que ellos actuaban en manada y se devoraban entre si y él, casi siempre, se devoraba a sí
mismo.
221
Era una guerra en medio de la guerra porque, pese a toda la crispación que lo atenazaba
por dentro, también existía un Ramón Rivera que ya no se conformaba con recortar la
podían desaparecer. Aspiraba a que la foto, lejos de ser un objeto contemplativo, fuese
<<Sí no sientes como tuya la tragedia del otro, sí te callas; sí no te rebelas cuando ves
que las gentes son cazadas en la calles, lo único que busco con mis fotos es hacerte
Entró de nuevo en el establo y luego de recorrerlo de un lado para otro, encontró una
cuerda y con ella amarró la enorme pierna en la parrilla de la moto y con las últimas
Todavía no me explico
-¡Fiesta! – le avisó.
-Repartirla.
Amina fue puerta por puerta y logró encontrar a varios de los vecinos que todavía
quedaban en el barrio.
Aprovecharon el amparo que ofrecía un agujereado contenedor que Dragan había dejado
parrilla. Muchos de los vecinos trajeron algunos de los troncos y ramas que les servían
Ramón sacó del sótano varias botellas de palinka y las últimas de sirope de moras que
quedaban. Quería olvidar todo lo que había visto y fotografiado. Hubo baile. A las once
de la noche, muchos de los vecinos, atraídos por el olor a comida y la música, dejaron a
un lado el terror y se dieron cita allí. Ramón, por vez primera, los vio bailar y ellos,
también por vez primera, escucharon el son de Alto Songo se quema La Maya y una
joven al enterarse de lo que quería decir la letra, acompañada por casi todos los vecinos,
respondió con la canción tema de la radio bosnia 120 milímetros no me bastan puesto de
moda por la Cicciolina y que el pueblo, con su inquemable sentido del humor, había
Esa madrugada, los proyectiles, lejos de crear pánico, fueron recibidos como fuegos de
artificio.
Ramón, achispado por el palinka, le dijo a Amina que echase ropa limpia en una bolsa
<<¿Me la habrá jugado el argentino?>> -pensó con su desconfianza habitual pero ésta
Ramón le indicó a Amina que lo esperase en uno de los asiento del recibidor y subió a
-Es el Rey de la carne –dijo Taco, presentándolo, cuando llegaron a la mesa donde
-Enhorabuena, amigo. Nunca se olvide de nosotros –dijo con acento español y se excusó
poco a poco.
-Este mundo es un pañuelo, Loco. ¿Así que ahora eres el segundo matarife de los
Balcanes?
Se abrazaron y, cada uno con las manos en la mejilla del otro, se quedaron viendo como
-¿Así que el matarife y el carnicero? –le recriminó riendo el tal Pablito al Taco.
-Al principio, cuando le cubanicé el nombre no quería responderme –le contó Rivera a
Taco.
-Esto hay que celebrarlo –dijo el francés-. Por los viejos tiempos. Por Chilpancingo.
Casi una hora después, Amina, bañada, apareció a lo lejos y Ramón, con una alegría que
-¡Qué potra! –le dijo Taco a Pablito, en voz baja, sin poder contenerse.
-Uno de los que vale –le explicó Ramón a Amina al presentarle a Pablito-. Es gente
Mientras Ramón se enjabonaba una y otra vez, como si con ello quisiera recuperar los
más de dos meses que llevaba sin bañarse, Amina y Taco escuchaban pasajes de la vida
llegó a pensar que eran fantasías bien contadas por el hombre, Taco se revolvía inquieto
Al rato, vieron venir a Ramón con aquel caminado suyo de perdonavidas que
-Tú siempre serás el mismo –replicó el francés- Pero, dime, ¿qué haces aquí aparte de
estar enamorado?
-Cuente todo –dijo-. En el bolsillo chico, con el dinero, hay un frasco de Old Spice.
-¿Cuántos kilos de más de carne quieres por ese regalo? –quiso saber Ramón y le tendió
la mano.
-¿Quieren que vayamos a por más? –los retó Ramón-. Con este frío a de estar buena
todavía.
Taco lo tuteó:
-¿Hablás en serio?
-Una, que llevemos a la chica a casa y dos, el chaleco. ¿De veras puedes conseguirlo? Y
-Cuenta con el chaleco –aseguró Taco-. Iré a negociar con los de la CNN.
-¿Ahora que tendré chaleco antibalas? –contestó ella y tiró a broma la advertencia.
Ramón aparentó estar molesto pero, en el fondo, quería tenerla cerca y compartir aquel
-Conseguí una furgoneta con los italianos Ya tienen dentro dos canistras de veinte
-Póntelo –le indicó Ramón a su chica y luego de cerrarle la cremallera casi hasta el
-Tú, detrás, con Pablito. A mi espalda –le indicó Ramón a Amina y ocupó el asiento
junto al Taco.
francotiradores.
Todavía no me explico…
-Estoy quitáo.
Me bajaron la presión.
hierro con que estaba recubierta la parte de atrás de la furgoneta y le pasó el porro al
chofer.
-Gira a la izquierda y en la primera, derecha- indicó Ramón y alargó la mano para tomar
el cigarrillo que Taco había encendido. Miró de reojo a Amina y aspiró el humo como si
-Bjelave – le explicó Ramón y antes de pasarle el porro a Pablito le dio una calada y
Me vendieron un buzón
Los de mi generación
se murieron y dijeron
Jajajajajajaj
¡Viva el rocanroll!
-Está congelada –advirtió Ramón y metió el cuchillo de adentro a afuera y, poco a poco,
la capa de hielo se fue derritiendo. Cuando lograron abrirla en canal todo fue más fácil.
-En otra encarnación a lo mejor fuiste un gaucho –se animó a decir Taco.
-Con haber sido cubano en ésta, me sobra –contestó Ramón y se mordió la lengua para
no contar cómo, una vez, en la finca de su padre, cuando matar una vaca en Cuba era
condenado con cinco años de cárcel aunque fuese propia, en una borrachera, en unión
de un primo suyo, habían sacrificado una para matar el hambre de toda la familia.
-Hay mucha comida en el sótano –avisó Pablito- y para que se la coman gusanos…
-Tú que tienes la linterna, baja de nuevo y nos alcanzas las cosas. Nosotros dos las
quisieran evitarle ver cómo había quedado las cosas allá adentro.
-No quisiera que la noche nos cogiera aquí –protestó Pablito desde interior del sótano.
Había muchos botes con mermeladas de varios tipos de frutas y vegetales en conserva,
manzanas, patatas y un barril lleno de coles en salmuera que, según la opinión de Taco
olían a rayo.
-Tanto trabajo para acabar así –comentó Pablito, mostrando varias piezas de tocino-. No
respetan ni a su propia gente. Por lo que veo estas personas no eran musulmanas
-Y por el icono que está colgado en la pared y por el vino y la palinka. Pobre gente.
fresas.
Cuando Taco los vio salir, montó en la furgoneta y puso el motor en marcha.
Fue un regreso sin tensión y después que descargaron el agua y la parte que les tocó del
-Otra vez será –dijo Taco- Si desean vengan a pasar el fin de año con nosotros.
Pero, para ellos dos, la fiesta fue de una manera bien distinta. Amina, al saber que
tendría que quedarse al cuidado de sus pacientes, no pudo guardar para ella sola tanta
viernes 1ro de enero de 1993, Ramón Rivera, supo que, en junio, sería padre.
230
-¿Los Reyes? ¡Me cago en la madre de los Reyes! -volvía a maldecir Ramón doce años
Había dejado de preguntarse por qué, al evocar a Amina, recordaba tanto a Carmen.
Presentía que lo que estaba haciendo era lo correcto. Le hablaba al mar como si, al
hacerlo, se estuviera preparando para conversar con ella. Los meses transcurridos, los
confesiones mutuas, el intercambio de fotos y puntos de vistas, los juegos eróticos y las
Nunca nadie, desde lo sucedido en Sarajevo, le había despertado las ganas de hablar.
continuar llevando hasta el final todo lo que tenía dentro. Estaba tan habituado a rumiar
aquello que hasta llegó a parecerle algo normal. Las cosas comenzaron a cambiar
cuando, una noche, mientras hablaban de los trastazos que da la vida, ella se refirió a
dos abortos espontáneos que había tenido. Aunque parecía algo asumido y superado,
Ramón, sin notarlo al principio, comenzó a sentirse solidario. Un hijo deseado por dos,
Luego, vino lo demás y con ello, las dudas y con éstas, el deseo en todas sus
-Aunque te conozco desde hace mucho, sé muy poco de ti. Hay quien dice que tienes
lados turbios y eso me da miedo –le había dicho ella muchas veces.
231
Así fue hasta que, una noche, sólo el teléfono les cubrió las desnudeces y brindaron por
los dos. De a poquito, con los sentidos, empezaron a reducir la distancia. Al oído y la
voz, quiso asomarse la mirada y, en las pantallas de sus respectivos ordenadores, ambos,
vieron cómo, al mirarse, se les encendía el rostro. Entonces, a la fiesta de los cuerpos
quiso sumarse la poesía. Viajaron a París sin moverse de sus casas. Ramón la llevó a los
antros que conocía en Lavapies y ella lo besó en la Rambla. Él entró por su ventana
como si fuese el novio pintado por Chagall, rodeado de angelitos, pero los angelitos
eran vouyer y hubo que alejarlos porque el ruido de las alas podía alborotar al barrio.
Hubo noches de verano en donde Ramón, montando al pelo, la raptó en un caballo que
le prestó Carlos Enríquez. Jugaron a volar. Ascendieron tanto que, una vez, él se olvidó
de usar el resquemor que siempre lo vestía y la besó cuando Pepe Mújica fue vitoreado
-Tenemos mucho cielo y nos sobra corazón –se dijo una mañana Ramón, mientras
dudaba y le dio cuatro cojones que ella fuese Mata Hari. Pero se asustó con aquello de
nos sobra corazón y esa noche, con la lengua pintada con vitriolo, la enojó diciéndole
que si a ella, en Cuba, le daban un ascenso que le mandara una foto donde exhibiera la
medalla.
Fue una guerra silenciosa y durante días las pantallas de los ordenadores quedaron en
paro. Pero, una noche, Ramón, dejando a un lado su costumbre de nunca dar el primer
se gestaban porvenires.
compases de canciones,
De muerte sucesivas,
vivo me encuentras.
me sobra el pesimismo,
me inventas nacimientos
Llueves, lucero,
sobre mí
y el mundo ya se salva.
Apuntes y Diarios
Me hicieron todos los análisis en el policlínico del Bahía. Se los hacen al padre y a la
madre el mismo día. Cuando eso, ya estaba en 5to año de la carrera y, desde el primer
día, agrandé la barriga. La doctora que me cuidaba había estudiado en Mayía Rodríguez
conmigo, era la más bruta del aula, pero no me importaba. Se llama Yailín y es de
Playa. Ahora, seguro, ha de vivir en Miami. Tenía carita de eso, con sus rayitos en el
ecografía. Su corazoncito abría y cerraba. Fue la primera vez que vi que tenía yo dos
corazones latiendo y me quedé asombrada y muda. Creía que sería una niña. Nunca
Ese día, me acompañó mi madre y Sol, ya tenía las manchitas, que si son más carmelita
es mejor que si son rojas, pero tienes que hacer reposo para que no suceda nada. Yo,
como siempre, me había creído inmortal, e inmortal serían mis hijos. No creí que pasara
escalera.
Aquella mañana, desperté con dolor de ovarios. Hacía calor, jodían los gallos y las
gallinas de Aguilera, atrás de mi ventana. Surita me trajo café a la cama. Las manchitas
me puso el espéculo y metió los dedos dijo que fuera para el Naval, que estaba casi la
bolsa afuera. Ahora, que ya yo aborté tres veces, sé que se equivocó; salvé a otro hijo de
Yo no entendía nada, me afeité y me bañe para ir limpiecita, antes que nada, al medico.
Salí a la calle, no quise que nadie me acompañara, porque también tengo ese defecto de
querer siempre poder sola y me puse a coger botella muy segura y perfumada a la salida
de Alamar. Enseguida me paró un Lada blanco, con dos tipos. Ellos iban delante. Yo
llevaba el vestido largo finito de florecitas rosadas y empecé a sentirme mal. Frente a la
Villa Panamericana el carro dio un brinquito por algún bache y, en ese momento, me
mojé toda, como si me orinara a chorros, caliente. Me levanté el vestido y me toqué las
piernas, sentí aquel charco de agua y miré a los tipos que me miraban también. Asustada
En ese momento no me di cuenta, solo quise que el hombre me cogiera la mano. Ellos
estaban más asustados que yo. Recuerdo que uno dijo: “¿Vas a parir ahora?” y aceleró
el carro. Fue muy rápido que llegamos. Quisieron cargarme en la puerta de emergencia
que era por allá atrás, subiendo a mano derecha, pero no quise. Los hombres cuando
están asustados me dan ternura y me parecieron tan buenos aquellos dos. Cuando bajé
del Lada me cogió cada uno por un brazo y caminamos lento. Hasta ese momento no me
sentía sola, yo iba con ellos. En Cuba, nunca sentía que nadie fuera un extraño.
Entramos en una sala de espera grande, llena de gente y se me revolvió todo por dentro,
alguien decía: “Está abortando”. Me salían unas bolas de sangre y los tenis todos rojos y
el vestido todo rojo. Me subieron en una camilla y yo llorando, miraba para el techo, los
tubos de luz fría, los pasillos y lloraba. Pero no sabía que estaba abortando, yo no sabía
puede salvar?” -le preguntaba. Ella no me hablaba mucho y preguntó si había comido.
Le dije que sí. Entonces, me harían el legrado sin anestesia. Yo, como en esas cosas soy
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valiente, dije que está bien, pero también ahora sé que no debía haberlo dejado, que no
metían algo y andaban dentro de mí. Una señora me daba la mano y yo se la apretaba
fuerte y ella me ponía la mano en la frente porque yo sudaba. Había un cubo abajo. El
dolor era insoportable, denso, finito. Creo que grité bastante y le pedía que parara. Ella
paraba un ratico y luego decía: “Vamos, mami, que tenemos que terminar”. Yo gritaba
otra vez y veía el cubo abajo, a veces ya se me iba la fuerza y gritaba en silencio, como
“Dile que pare un momento, dile que pare un momento”. Ella le pedía y así… También
Nadie venía. Lloraba y lloraba en silencio. No tenía ropa y quería, al menos, que alguien
apareciera, alguna cosa que me acompañara y me explicara algo. ¿Por qué me dejaban
sola allí en el pasillo? Yo pensaba, pedía, y el cuerpo era como una carne ajena, dolorida
Pasó bastante rato hasta que escuché voces, ya me venían a buscar. Él estaba llorando.
quedaron con manchas de sangre mucho tiempo, aunque los lavara y los lavara. Eran
unos tenis Nike, azules y blancos que me compró Marcel en Tepito; los deje en
taxi de esos limusinas. Era solo para los que salían del hospital con un papel, y estas
sentía torpe, mala, infeliz. A los días, cogí el dinero de comprar mi pasaje y fuimos por
todas las tiendas. En una galería que hay en Prado, entré y compré, cosas sin sentido,
una crema para la cara que valía 25 dólares, unos zapatos horribles azules y blancos de
tacón, una lámpara. Él me acompañaba, creo que sufría más que yo.
Con el tiempo, se me fue olvidando. Cuando me acuerdo, casi siempre tengo dos
imágenes en la cabeza: cuando escuché que una de las tipas dijo: “Mira, mira, era un
desmenuzando?”. Ese momento fue el peor. ¿Será porque lo imaginé y eso es peor que
ver? Si yo digo eso, como ahora, lloro. Lloro, como aquel día, y no entiendo bien qué
cosa es el tiempo, qué fue lo que ya pasó y qué es lo que está pasando. De lo otro que
siempre me acuerdo es lo de los tenis, todos rojos y hasta las uñas de los pies con sangre
seca.
A lo mejor, por esas cosas es que años después disfruté tanto mi otro parto. Fue en un
Boulevard Artigas. Teníamos una sensación muy extraña. Nunca nos sentimos tanto
amor. Preferimos caminar, lloramos los dos. En algunos momentos, hemos dicho que
Por un momento, al degustar una bocanada del presente, Ramón estuvo a punto de
cortar de una vez con el pasado, pero el instinto lo frenó. Si había ido al mar, tenía que
tocar fondo.
<<Dicen que tienes lados turbios –se repitió-. Doce años es mucho con tanta mierda
adentro>>.
-Cualquier cosa que digan y piensen de mí, nunca será más fuerte que lo que yo mismo
Intentó seguir por donde iba, pero se empantanó ante la imposibilidad de no poder
discernir si estaba actuando porque de verdad necesitaba hacerlo o era, como siempre,
puro cálculo.
-¿Y que tiene de malo que sea calculador? –protestó- Soy así y al carajo. No quiero ir a
los altares. A lo mejor, quién sabe cómo es ella sin teléfono de por medio. Cuando
Apisonó la arena con los pies como si quisiera enraizarse y continúo pensando:
<<A lo mejor, hay algo de razón o mucho en eso de que tengo algo turbio. ¿Pero qué
será? ¿Será que nada en mí es espontáneo? ¿Será el cálculo una manera de egoísmo en
Fue hasta la orilla y dejó que la mar le acariciara los pies. Miró a lo alto y le pareció que
las estrellas estaban más bajitas. Retrocedió. Sabía que algo le faltaba por hacer y no iba
-Beban, hijos de puta. Beban por el tiempo que me han acompañado –dijo y dando
media vuelta y sin mirar atrás, se dirigió a la casa. Encendió el ordenador y le escribió a
Carmen:
Muchas veces me has preguntado si tengo hijos y cuando te he respondido que no, has
preguntado que por qué no los he tenido y por qué no me he casado. Me has
preguntado, creo que en broma, si tengo alguna tara de loco e incluso, cuando te he
dicho alguna barbaridad, no has dudado en comentarme que, a veces, piensas que soy
un aberrado.
Hasta ahora, siempre mis respuestas se han ido por las ramas y he preferido jugar
Cuando te dije que una cosa era gozar por amor y otra, muy distinta, gozar por darle
gusto al cuerpo, también hube de contarte que desde hace mucho olvidé lo que era
amar y que esa palabra me daba repelúz. Hasta después de los cuarenta, nunca
justificación para zafar el cuerpo cuando olía que podía enamorarme. Puro egoísmo
podría decir hoy. Puro juego de tocar y poseer todo y luego irme con mi música a otra
más por orgullo que por dignidad, que tenía lo que tenía que tener o sea, nada. Cuando
chocaba con algún problema en un lugar, me iba a otro, como si con eso fuese a
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asumir una entrega y llevarla hasta donde diera de sí. Nunca llegué a saber si mi
actitud era una manera de sentirme sin ataduras o una fórmula para no tener que
esa responsabilidad en caso de que esa supuesta entrega amorosa fracasara. Todo fue
así hasta que, ya casi sin nada en que creer y no queriendo creer en nada, llegué a
Sarajevo. Querida niña, no sé cuando leas esto qué te causará, pero siento que es mi
deber decirlo. Está dentro de las reglas del juego que te dije que guardaría contigo. Ha
sido, si mal no recuerdo y recuerdo bien siempre las cosas que me marcan, una de las
pocas veces que me he permitido que el miedo y las dudas me atenacen el cuerpo y el
alma. Cuando decidí contártelo comprendí, por si alguna duda me quedaba, que eres lo
único que quiero y deseo. No como trofeo, pues ya no cazo, sino como necesidad y
Sucedió en Sarajevo. Ella se llamaba Amina. Era musulmana. Lo dejé todo y me quedé
con ella. Me enseñó la otra cara de la guerra. Nos bastaba un pedazo de pepino
salvaba el niño que ella estuviera curando. Cuando sonaban las sirenas yo atravesaba
las calles, el territorio comanche y llegaba a como fuera donde ella. En esas calles
un cuartucho Amina me hizo hommo y trajo una botella de aguardiente que tenía
guardada. Ella no bebía. Mi amigo siempre bromeaba con que me pariera una cubana
musulmana. Para ese entonces, tenía tres meses de embarazo. Pensaba sacarla de
aquel infierno y sólo esperaba que alguien de confianza saliera del lugar para
mandarla para España. Ella había estudiado allí. Lo ultimo que recuerdo fue que me
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trajo un par de medias de lana y cuando abrí los ojos, me estaba lavando los pies. Me
puso las medias y se fue al hospital. Tomé el café que todavía estaba al fuego y me puse
a escuchar la radio: era lindo sentirse los pies abrigados. Nos separaban sólo unos
kilómetros. Como a las once, me entró algo de desespero porque no llegaba. Me había
prometido que vendría a almorzar conmigo. Por cabezona, había dejado el chaleco
que era mío, que ella estaba segura en el hospital y que si yo iba a buscarla nunca le
pasaría nada. Eran las 11. 45. me faltaba como tres calles, pero veía desde allí las
puertas del hospital. Le hice señas que me esperara y se rió y salió corriendo con el
instinto. Sentí el toc seco de su cabeza al chocar contra el pavimento. El franco tirador
le metió el tiro entre la ceja y el ojo. La abracé. Cayó fulminada. Me apagaron dos o
Me cogí los cojones y empecé a gritar que me tiraran ahí. Me cagaba en la madre de
todos. Caminaba por el medio de la calle. Regresé y ya la habían recogido. Solo había
metí en la boca y me dio pánico. Entré al hospital. Regresé otra vez por el medio de la
calle. Me tranqué en el cuarto. Me bebí lo que quedó del aguardiente. Guardé las
cargadores. Esperé la caída de la noche. Cuando llegué cerca del barrio Grbarica,
busqué una casa en ruina y subí a los altos. Durante tres días con sus noches, menos
Cuando hay odio, se aprende muy rápido a matar. Al amanecer del tercer día y ya sin
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proyectiles, abandoné el sitio y me dio por correr por entre unos campos llenos de
rastrojos de maíz. Perdí el sentido. Vi cosas que no te cuento porque no crees en ellas.
ropa, preparé algo de comer y, como si nada hubiera sucedido, fui a buscarla al
Ramón.
pudieras contarme algo que te duele y te hizo daño, algo que no pudiste contar o que
iba acompañarte. Sentí angustia y dolor por lo de Amina. De momento, lo siento como
Lo demás, aunque extraño, no tiene importancia para mí. Sólo me importa en la medida
en que a ti te duela. Lo veo como la consecuencia de algo y es ese algo lo más terrible.
Lo que sucedió después, es una parte más del dolor, de la circunstancia y de la muerte.
Ésa es la parte que debe olvidarse porque ni siquiera fue, fuera de ese contexto. Sin
embargo, no creo que los otros dolores, las personas que existieron, su tiempo y su fin
acompañen los que quise y ya murieron. Por eso, me quedó una cosa dulce con Amina
y de la forma en que puedo, sentí tu dolor y el suyo. A veces, hay que volver a nombrar
Anoche soñé que conocí a Amina, que voy a llevar, por años, su sangre en la nieve, que
voy a vivir contigo dimensiones nuevas, en donde todo puede volver, en donde todo
puede estar y en donde no hay tiempo, ni culpas; un lugar en donde esté todo lo vivido,
le reinventado y lo presente.
Es raro que tuvieras que haberme contado esto para que dijese lo que ahora digo. Me
principio haya sido curiosidad, ahora es amor a ti. Sí, estoy diciendo amor a ti para
que luego me vengas con la pregunta de que si lo dije a sabiendas o por equivocación.
Espero que me llames. Quiero que sepas que sólo me importa que te duela menos y que
ferocidad y la ternura son algunas de las cosas de las que estamos hechos Y sí, pese a
Ramón leyó muchas veces el mensaje y aunque quería decirle muchas cosas, sólo pudo
escribir:
Rugido
¿La llamo o fumo? ¿Fumo o compro una tarjeta? Tengo que decidirme antes de las diez.
Ella me espera.
Hasta hace muy poco, con un cigarro o escribiendo podía controlar mis madrugadas.
Ahora es imposible. Su voz es mi agua con azúcar, la paz que queda luego, el rayo de
Tengo ocho dólares en monedas. Logré reunirlos arañando en muchas partes. Las dos
últimas cuoras estaban en un mostrador, parece que alguien las había dejado de propina.
Con ese dinero podría comprarme un almuerzo y una colada de café como dios manda o
mejor, tres paquetes de cigarros y una colada. Con esa cantidad de cigarros puedo estar
Entre fumar y llamarla tengo muy claro cuál es mi decisión. No fue un capricho. Hice la
prueba. Cuando escribo, puedo resistir un día y medio sin comer, con solo cafecito. Una
vez, llegué a tres noches fumándome un solo cigarro. Lo imposible fue dejar de
llamarla. Probé dos noches y me asaltó una ansiedad pegajosa que, por mucho que quise
-¿Cuál tarjeta me da más minutos para hablar con Uruguay? –le pregunto a la empleada.
Las tarjetas son una trampa son una estafa. Hace dos noches una Airway me robó veinte
Con una tarjeta de teléfono en el bolsillo me siento más seguro que llevando la imagen
de San Judas Tadeo. Con la tarjeta resuelvo al instante y con San Judas dicen que debo
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esperar trece días para que haga su milagro. Una tarjeta es más rápida que un avión. Es
Cuando alguien me invita a comer siento doble ese regalo. Está el hambre de la boca y
galón de leche, un pan y una caja de cigarros. Hace mucho que crecí y ni mis huesos ni
mis dientes necesitan tanto calcio. Cinco dólares son una hora y veinte minutos
Cuando acierte con mis seis números de la Loto, tenga casa y ella esté conmigo, haré un
altarcito y en el pondré un teléfono con sus cuatro advocaciones. San Tele, San Fono,
-Hola mi amor – y cuando lo dice, por el tono, intento adivinar cómo fue el día. Es del
caminando hasta la escuela, recoger a los dos niños. Llegar a casa, preparar la cena,
revisar las cuentas. Tanto de alquiler y más tanto de teléfono. El más pequeño necesita
los que hoy pudieron verla. Me encojona si alguien la miró. Tengo que tragarme lo que
La imagino acostada allí en su cama, arropada hasta el cuello con su manta rosa.
Quisiera que, ahora mismo, fuésemos los novios del cuadro de Chagall que ella tiene en
las paredes.
Me desgarra escucharla tan cerca y tan lejana. La distancia, me afina los instintos.
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-Hola, princesa -le contesto y siento ronca mi voz y la sangre se me vuelve vino tinto.
Los acentos de otras tierras se nos borran. ¿Cómo puedo sentirla tan cubana? Siento olor
kimbombó que resbala y huelo a tierra mojada por la lluvia. Siento que soy yuca
acabada de sacar, plátano, ácana y majagua que la cubre con su sombra. Tengo hambre.
Me encierro en el cuarto y hablo muy bajito. Es una tortura no poder oírnos. Las paredes
no pueden guardarnos los secretos y salgo a la calle con el celular pegado en una oreja.
Descubro que llevo bajo el brazo un block de notas. Soy un alma en pena. Un pene que
busca escapatoria. Salgo a la Avenida Okeechobee. Los coches pasan por mi lado.
Regetón. Música cubana. Aplastan la avenida con tantos decibeles. Miró a todos lados.
Pasan coches de policías. Intento contenerme. Me siento en una piedra que está a la
entrada del condominio. Me arde el rostro. Oteo el horizonte. Nadie puede acercarse por
sorpresa. Ella me habla. Nos hablamos. Cambio el teléfono de oreja y a la otra mano le
Alamar. Allí no hay policía que pueda expedientarnos. Ron. Ronroneo. Ronroneamos.
Se acerca una mujer. Cruzo las piernas y colocó el block de nota de manera que cubra lo
evidente. ¡Vaya pasmada! ¿A quién se le ocurre ahora preguntar por una dirección?
“¿Qué pasa, mi amor?”-pregunta ella y se ríe. Eso me basta para que en mi circo
solo quedan diez minutos. De tanto presionar por encima de la tela se me rompe el
bolsillo del pantalón. Me la cojo con la mano. Siento libre piel con piel. Raca, raca,
raca. Casi estoy volando y casi volando, también, pasa un coche por mi lado.
Y ella me anima:
-Que corten cuando quieran. Que te griten lo que quieran, pero sigue.
La mar, con su marea sublevada y, yo, bajando y subiendo, subiendo y bajando hasta
que estallo un minuto antes de que digan ha terminado su llamada por falta de fondos.
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Apuntes y Diarios
No sabes con qué ánimo irrespetuoso salí esta mañana a la calle. Todo el camino
rulos sueltos y tu pañuelo rojo en la cabeza. No me maquillé porque amanecí con la cara
sonriente por las calles. Ya no sé si se debe a que los hombres salen los lunes
alborotados o que me marcas un cartel en la frente que dice “Aquí voy ardiendo de
deseos, feliz, con todas las ganas del mundo”. El caso es que me saludó y piropeó
cuánto hombre me topé por el camino. Me reía sola. Quise entrar a las tiendas y
invadida de ti, con una alegría que ni yo misma entiendo. Te compré una postal para
enviarte por correo. En la oficina murmuraban: “¿de qué se ríe esta mujer?”.
insoportable. Es de las cosas que más me hacen extrañar Cuba. Odio el frío, me da una
las mismas cuadras y me revienta el viento frío en los labios. Pero, aún así, siento
estoy en ello. Lo mandaré esta tarde de regreso para verlo entre los dos. Luego, dormiré
temprano. Me hace bien descansar y soñarte. Disfruto cuando me inventas otro espacio
de existencia y al descubrir cómo puedes imaginarme. Ser y no ser yo. Entrar y salir de
249
Carmen, sentir que me llevas a no sé dónde y luego me traes, o crees que me traes y yo
Rugido
Necesito ver al director del Herald. Me han dicho que hay una plaza vacante y yo la
necesito. Arlyn, su secretaria, me informa que está de vacaciones. A veces, como estoy
-No te desanimes –me aconseja-. Y voy a darte algo para que resuelvas tu problema.
-Unos trece días. Pero háblale sin pena. Dile que te urge.
Observo la estampita.
“Oh, gloriosísimo Apóstol San Judas Tadeo, siervo fiel y amigo de Jesús, el nombre del
traidor que entregó a vuestro querido Maestro en manos de sus enemigos ha sido la
nuevo en segundo grado. Acababa de llegar un maestro suplente. “Me llamo Tadeo”, se
presentó. Detrás de mí, alguien, aflautando la voz, dijo bajito: “Tadeo, te meto el deo”.
Intento contenerme. Miro a los lados. Me encabrono ante mi falta de respeto. Comienzo
de nuevo la oración y aunque sólo digo San Judas y omito lo demás, vuelvo a escuchar
aquello. Me desvío de ruta y, en vez de entrar en la I-95, sigo por Brickel. Al llegar a un
semáforo en rojo, veo una iglesia. Para mi sorpresa se llama San Judas Tadeo. Me están
Oye, que en esto de la fe y los milagros uno tiene que poner un poco. Me siento en la
dorado que siempre le ponen detrás a los santos. Me fijo en una candelita de lo más
chula que le sale del centro de la cabeza. Hasta elegante se ve con aquella melenita. Me
Me mido al decir su nombre. Hago todo lo posible por apartar aquello, pero, mientras
-Un poco de dinero, San Judas, para pagar la vileza de los biles.
Veo el rostro de Jesús grabado en un medallón de oro que sostiene pegado al pecho y
entro en confianza.
-Algo más que un poco de dinero para no tener que venir de nuevo a molestarte. Dame
Como dicen que los santos todo lo adivinan, no le digo que esa noche hay tres millones
en juego. “Tú me entiendes cuando te digo que algo más que un poco, ¿verdad? ¿Tú me
santo, que sepas que, si me sobra, también voy a repartir entre mi gente”.
Llegan tres señoras y, con tantos asientos libres como hay, tienen que ponerse justo
delante de mí. “Bueno, pobrecitas, ellas también tienen derecho” –me digo con la
intensión de que el santo sepa que ando en buena onda. Sigo en lo mío cuando las
suplico en silencio.
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“Te meto el deo. Te meto el deo. Te meto el deo” – Me susurra al oído aquella vocecita
-¡Me cago en la madre del diablo –digo, como disculpándome, al levantarme del banco
y él sigue allí, mirándome, impávido, con su melenita. “No entiendo, no entiendo. ¿Por
Apuntes y Diarios
3 de agosto 2005.
Salí a la calle aún dormida, con frío y la misma ropa de ayer. Hoy me tocaba trabajarla
acabar temprano y toqué el timbre desde fuera del edificio en los apartamentos que
faltaban por declarar. Demoraron mucho en abrirme. Soplaba ese viento helado que hay
en los lugares cercanos a la Rambla. Subí al salón comunal. Antes me gustaba estar allí,
pero ahora no. Mientras esperaba a que subieran los vecinos, saqué el libro que Eva me
trajo ayer. Hablaba de chinos y de muertos. Ella estaba contando la historia que su
madre le contó. Me gustó una parte donde decía: vomitaba pájaros duros.
Desde el piso quince se ve el mar y toda la ciudad llena de árboles. Decidí bajar a los
pisos uno por uno. Paso a ver a Zandran que ya hizo su declaración. Tiene aún el vidrio
roto por el temporal y ha puesto un acolchado para que el frío no entre. Está con su
perrita negra. No me gusta la casa porque está llena de estampitas de santos. Veo que
sufre. La novia se murió hace ocho días, igual que la primera mujer. Hay un cuadro con
la cara del Che y varios escudos de Peñarol. Anda por los cincuenta, era un tipo fuerte y
atrevido, ahora parece enfermo. Su perrita negra no se mueve de su lado. Trato de ser
En lo de Danielo, me ofrecen Anís del Gato. Me tomo una copita en horario de trabajo y
quedo escuchando sus historias. Es alto y elegante. Al tercer trago le brillan los ojitos.
En el 603, a Alberto, su mujer le acaba de dar morfina. Ella es mucho más joven que yo
-Ayer, le sacaron a Alberto tres litros de líquido -me dice-. No sé qué líquido será, pero
siento asco.
Alberto tiene treinta años y padece de cáncer gástrico. Su niño juega play station.
Entro al cuarto, me siento en la cama, hablo un poco con él y trato de darle ánimos. El
Eso me pone los pelos de punta. ¡Ramilletes! Pienso en uvas, pienso en mi propio
estómago. Tiemblo. Ramilletes. Lo dice porque sabe el efecto que va a causar esa
arreglo el pelo y sonrío de otra manera. No es por nada. Es como si le quisiera decir:
tenemos algo en común. Me da risa y me da risa decir esto. Me veo algo ridícula y me
da placer comprobar que, el muchacho, se porta de la misma forma que yo. Se ríe y se
arregla el pelo y a lo tonto le digo con cara de ufffff: “Bueno, entonces, me voy. Estoy
cansada de andar por los pisos”. Abre un poco más la puerta. “¿No querés pasar, a tomar
un café, algo?”. Invita. “No, no, gracias. Tengo que terminar el trabajo”.
Ya voy saliendo, cuando me ataca María Sierra e intenta contarme los chismes del
edificio. Al de abajo, la mujer se le fue con el del noveno que es veinte años mayor.
-Ella es una yegua y una puta, pobre Fernando, hasta me tuvo que pedir una colcha para
taparse de noche. Le llevó hasta la cortina del baño, los bombillos. Es una degenerada
En todos los apartamentos el mismo tipo de mueble grande de madera, horroroso, que
casi llena una pared. Allí ponen cuadritos con fotos, figurillas de porcelana, cosas bien
feas. ¿Será ese mueble la moda? En ninguno he visto libros. Quiero irme.
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Entro, al fin, a casa de Fernández. Está vacía, pero tiene un ventanal que da al mar. Lo
-Ahora sí la guerra va en serio. Le voy a sacar todo. Los niños, la pensión alimenticia,
todo. -.Me dice-. No puedo más. Decido irme dos horas antes.
Creo que debo escribirle a Ramón. Quiero que escriba sus Rugidos para mí, como algo
aparte. Voy por 18 de Julio y lo extraño de una forma que me da tristeza. Llego a casa.
Suena el teléfono. ¿Será del trabajo? ¿Alguien habrá llamado para decir que me fui
Quiero hablar con Ramón. Hoy necesito estar con él. No sé tampoco qué decirle, porque
más. Como, comí. Comí arroz con tomate, mayonesa, una lata de atún y huevo duro.
Rugido
¡Mi, amor, escucha! Tengo la audiencia asegurada. Soy el guardián de los insomnes.
“Aquí tienen voz los que no duermen”, voy a decir cada noche al aire, ¿Te imaginas,
corazón, la cantidad de gente que anda sola por ahí o que trabaja la noche? Enfermeras,
nuestra. Quería darte la sorpresa. ¿Cómo lo ves? Tendré cinco horas de madrugadas en
y no van a arrepentirse. Les haré temblar la audiencia, van a reírse, cantarán conmigo,
llamarán a la radio y escucharé. Voy a satisfacer con mi voz todos sus antojos. Les
sacaré las lágrimas y las pastillas de dormir. Subirán el volumen y esperarán la próxima
madrugada. Todo está bajo control, hasta tú, desde allá, podrás ganar tus verdes. Acabo
tendrán mi Rugidos en la noche y la risa que a esa hora ha de faltarles. También haré de
Sapín ¿Qué, qué te parece la voz de viejo que pongo? ¿A qué me sale cojonudo?
Provocaré a los oyentes. Y tú no te preocupes que, el día antes, siempre tendrás el guión
con lo tuyo y si quieres, quedarás en línea para que intervengas cuando te dé la gana.
¿Te das cuenta que mientras los radioyentes intervienen, nosotros podremos hablar? No
tiene corazón. Tranquila, cielo. Seguro que, cuando suba la audiencia, nos darán un
horario más cómodo. Y digo nos porque estarás conmigo. Con la plata que ganemos ya
luego a escribir. No va a hacer falta preparar nada. Me bastará con sentarme allí. Verás
como todo fluye. Sonarán los teléfonos. La competencia intentará alcanzarnos. Podemos
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qué hacía aquel tipo con paraguas, noche a noche, en esa esquina. A ver ¿qué música te
atentado y el ojo del huracán? Tu bebé está cortando los dientes, es por eso que no
único que piden es que busque patrocinadores. Esta noche ya no dormiré. Debo ir
¡Quién la sigue, la consigue! ¿Estás allí? ¿Aún me escuchas? Quería darte esa sorpresa.
Todo pasó esta mañana. No hay forma de que no salga, y mañana, tempranito, Hialeah.
Te llamaré en cuanto tenga el primer patrocinador, quizás aún no estés despierta. No.
No te me derrumbes. Saldrá. ¿Para que están las páginas amarillas? Claro que no me
tiraré por los cielos, entraré por debajo y cuando vean de qué viene el programa, la
misma gente llamará pidiendo que los invite. Tú, tranquila. Fíjate que hasta el gasto de
la gasolina lo tengo calculado. Haré el recorrido a pie y, así, de paso, conozco mejor el
pueblo y a su gente. Tengo ya consultadas las tarifas. Sé lo que cobran los demás.
Ganan una tonga de dinero. ¿Qué te parece, mi amor? Se me tenía que dar. Fuiste tú
quien dijiste que mi voz… ¿te acuerdas? Niña, se me acaba la tarjeta. Tengo las páginas
amarillas sobre las piernas, se me acaba la tarjeta. Mañana tendrás noticias al despertar.
Cuídate. Sabes bien que te amo. Quiéreme, que me da fuerzas. Duérmete, mi amor.
258
Carmen Rojas tenía casi listo el equipaje. Desde pequeña, los viajes parecían ser algo
marcado en su destino. Quizás fue por ello que, como mecanismo de defensa contra el
olvido, desde niña, se había aficionado a guardar en un diario todo lo vivido. Aquella
afición o necesidad, con el tiempo, se había traducido en un montón de libretas con las
más variadas formas y tamaños que ella defendía como oro en paño.
Hasta su reencuentro con Ramón Rivera, la relectura de aquellas páginas siempre había
sido postergada para un mañana que, en medio de sus vertiginosos día a día, siempre
manera con que Ramón había ido penetrando en sus espacios, la habían llevado a saltar
abismos.
Me produce algo muy lindo y muy fuerte releer mis diarios –le escribió en una ocasión
Con los diarios como punto de referencia, los dos comenzaron a rastrear fechas por
donde, en algún momento, ambos habían transitado. Les causaba extrañeza por qué,
habiendo vivido ambos en el mismo barrio, frecuentado los mismos lugares y teniendo
amigos comunes, nunca más se hubieran encontrado y más que eso, la cantidad de
afinidades y locuras que los unían, más allá de las divergencias políticas que, en no
después que Ramón le comentara que se veía preciosa con uno del mismo color con que
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la había visto en una foto-. ¿Será capaz de presentarme delante de sus amigos sabiendo
que no oculto mis ideas? ¿Estará metido en algo sucio contra Cuba? ¿Será tan caliente
como parece ser o será un alardoso? ¿Cuándo de verdad habrá en lo que dice que yo le
despierto? ¿Estará tan viejo y acabado como él mismo dice que está?>>.
Mirándose al espejo, Carmen, se puso por delante un vestido negro de seda china
-Éste, por si vamos a un lugar más que sé yo –dijo y se echó a reír con coquetería.
Pero también reía al pensar en la cara que puso Ramón la noche en que chateando, ella
abrió la caja de los truenos con un mensaje donde le decía que no sólo lo había buscado
Tú me acaricias también y de eso sí no sé volver. Tengo miedo de que pueda ser solo
otra conquista tuya y me quito esa idea corriendo y me acurruco en tus brazos,
pidiéndote que no y mucho menos ahora. ¿Por qué te demoraste tanto en llegar?
Ramón le preguntó a qué demora se refería, y ella le soltó de golpe algo que él, después,
hubo de recontarle.
Quería que me tocaras sin que nadie lo supiera. Quería un secreto contigo antes de que
ningún hombre me hubiera tocado. Mi fantasía era dormirme en tu cama, que llegaras
y me hicieras algo que yo aún no conocía. Imaginaba cómo acariciarían tus manos.
Me preguntaba si me dirías: “Muchacha, que eres muy chica para mí”, o algo de eso, o
yo quería o era sólo tu idea. Volviéndote loco hasta que no pudieras más. Entonces, me
eran como las de ahora y yo te mortificaría diciéndote que no dijeras malas palabras y
que me la metieras bien dura para enseñarme cómo se hacía y si me salía sangre o
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un día me lo vas hacer allí, en aquel cuarto, en aquel lugar y en aquella cama, aunque
tenga yo 50 años y tenga que llevarte amarrado. Sólo entonces, me quedaré satisfecha
<<Y sudaba, pobrecito, cuando lo invité a que leyera aquel mensaje –rememoraba
Carmen con cariño, mientras reía, socarrona, mirando las paredes y preguntándose cuál
de las imágenes de Chagall que allí tenía iba a llevarle de regalo-. Si dejara a un lado la
política, el odio y los rencores, podría volar y entrar por esta ventana con flores en las
Suceden terremotos desde que con dos palabras pusiste esta ciudad a temblar bajo mis
pies, desde que, teniéndote sin tenerte, te nombro en todas las esquinas, en los bosques
que imaginabas y en cada orilla que camino. Voy tratando de sentir tu olor, queriendo
adivinarlo y saboreármelo, mucho antes de que sean las diez y, entonces, relinche con
goticas que anuncian que te esperan. ¿Tendrás idea de mis terremotos internos?
¿Podrás imaginarlos? ¿Sabrás, en serio, cómo tiembla una mujer que, aún sin haber
sido tocada por tus dedos, de tu risa, de tu letra y de tu semen se llenó hasta el infinito?
enriqueciendo los míos, hechizándolos, para que cierre mis ventanas y olvide a los que
fueron; para que me vista cada noche para ti, inundándome de tus sabores; para que
no pueda dejarte, quitándome los miedos y la duda, a pesar de que los amigos se me
agoten anunciándome estúpidos finales. Voy por ti, por tu beso y tu guitarra. Y
mientras voy, nada me suena mejor, nada hay que me encienda y me encamine, que me
deje, en cueros y sin nombre, como cuando dices “y nunca eyaculé tan a gusto sin un
cuerpo”. Siento que, ahora, cuando repito eyacular, es como si fuera la primera vez
obligo a parar el dedito y la teclita porque, letra tras letra, si sigo caminando, llego a
Pese a que hubiera preferido estar sola en los días previos, Carmen debía atender
también las visitas de algunas de sus amigas que no comprendían la urgencia de aquel
viaje. Tocaban a la puerta. Era Mariana y ella no podía escaquearse y no abrir. No era su
estilo y tampoco quería seguir dando pie al comentario de que, desde que estaba con
De pasada, antes de llegar a la puerta, volvió de nuevo a mirar las láminas y se decidió
por La boda de la Aldea de Chagall y por otra, en donde un hombre y una mujer con los
senos al aire, en un caballo azul, cabalgaban rumbo a la fiesta en donde se tocaban mil
violines.
-Pues tendré, entonces, que llevarle una botella de ron –comentó Carmen y agregó con
-Pero si vas más cargada que los Reyes –enfatizó Mariana- Con esa cámara ya era
suficiente.
Desde que había visto aquella cámara, en un mercado de segunda mano, Carmen Rojas
tuvo la certeza de que era el regalo ideal para Rivera, pero como no era muy ducha a la
hora de hacer negocios, decidió buscar ayuda con Eva Maya, una fotógrafa amiga que,
después de haber vivido muchos años en Santiago de Cuba, ahora, como hobby, pasaba
sus mejores horas horneando panes y buscando la fórmula para hacer uno que, con sólo
-Quién sabe cómo una cámara de este tipo ha llegado hasta aquí. Está nueva y será un
Eva y Ramón se conocían de Cuba. Ella había sido de las pocas personas que no
La cámara era una Nikon FM 2 perteneciente a la edición especial 2000 Nuevo Milenio:
una replica de la descontinuada FM-Titaniun que, para Ramón Rivera, era casi un objeto
de culto.
-¡Fíjate, si hasta tiene grabado un dragoncito de plata! ¡Su signo! –le comentaba con
-¿No te habrás pasado mucho con ese regalo? –indagó Mariana, sin poder ocultar sus
dudas.
pregunta.
-A las dos cosas –contestó Mariana, también en son de broma-. ¿Por que no te animás y
salimos un rato?
-Tengo mucho qué hacer –se excusó Carmen a quien nunca le gustaba decir no y le
-Estás hecha una vieja –le reprochó, como en juego, Mariana – Te la pasás todo el
tiempo encerrada y frente a la pantalla del ordenador. Y, tras un suspiro teatral, usó la
misma frase que repetía desde hacía 20 años-. El amor, un sentimiento que se las trae.
-¿Vieja yo? ¡Que va! –saltó Carmen divertida aunque, en el fondo, le picó el
comentario-. Tú sabes que, donde vaya, arraso. Todavía vuelvo loquitos a chicos y
mayores.
Bromeaban como siempre hacían en esos casos. Le unía una amistad cómplice que
-Sobre todo a los mayores –dijo con énfasis Mariana-. Los otros días, en un arranque de
celos, tu ex que tanto te hacía rabiar cuando lo llamaban las veinte añeras, me comentó
Carmen, condescendiente, ladeó la cabeza. A ella, también, se lo había dicho el día que
imágenes de Chagall.
-Estás como en otro mundo –dijo Mariana-. Me voy. Te dejo en tu burbuja y espero que,
Apuntes y Diarios
Tiene prisa por terminar la novela y lo comprendo. Escribirla es una forma de sentirse
vivo y de escapar de la angustia que siente por no tener permiso de trabajo. Sale, respira,
toma sol, le digo, pero no me hace caso. Quiere terminarla. “Te haré en ella lo que
nunca te han hecho ni te harán. Iremos donde nos salga del cariño sin necesidad de
permisos de viajes ni boletos. Tendremos casa y más nunca irás a esa oficina. Seremos
el mejor equipo y te enseñaré a filmar. Contaremos las mejores historias que andan por
ahí, esperando por nosotros”. Es incombustible. La vida lo golpea, lo tira por el piso y
él, vuelve a pararse, se limpia los espejuelos y vuelve a empezar. Sueña, siempre sueña
y, al hacerlo, crea. Cuando no le dan trabajo no saben lo que se pierden. Una palabra,
una imagen, una señal le basta para crear un mundo. Aunque dice que está seco de
alegría, no es verdad.
Casi he consumido las horas que tenía para conectarme a Internet y él, desde que le
cortaron la línea, apenas duerme. Para mandarme lo que escribe tiene que ir a no sé
“Cuando presenten la novela, irás con un vestido blanco. Quiero que te sientes en
primera fila y que no lleves bragas – me dice al teléfono-. Empezaré a leer los pasajes
más calientes, mirándote cómo cierras y abres las piernas con disimulo, para mí.
Filmaremos la cara de lujuria y los ojitos brillosos de la gente mientras leo y, luego, en
incomoda. Como se pone rabioso por no poder verme, cuenta sus amores porque sabe
No hace mucho, me enojé. Las novias y las amantes de Ramón son perfectas,
inteligentes y lindas. No hay razón. Escribió de mi primer matrimonio porque sabe que
nada me aportó. Sin embargo, el segundo, lo ignora. De el, nacieron mis dos hijos. Mi
otra historia, apenas la contó en el capítulo donde habla de las flores. El filósofo mongol
Rugido
estrena un show en el Canal 41. Me aparecí, ya sabes cómo, con más de cincuenta ideas
y hablé con él. Tengo un hombre que se hizo pintor estando loco. Uno que fábrica
refugios atómicos para que la gente los tenga en el jardín. El domador de cocodrilos de
los indios mikosukis y, como plato fuerte, tengo apalabrado a un tatuador famoso. Es el
mejor. En vez de tatuajes, marca al fuego. ¿Te imaginas cómo dejaré a los televidentes
cuando vean que me abro la camisa y le pongo el pecho para que me marque? Eso sí es
periodismo de participación.
-Déme una cámara y seré los ojos de la calle –le dije a Descalzi.
Tuve que esperar un buen rato antes de que ella me llevara a su oficina. Allí, sentado, la
cabeza no paraba, era un surtidor, se me ocurría todo. Al fin, me dijo que pasará y me
pidió que le contara. Le di solo treinta temas. Ella los escribió en su ordenador. Dicen
que eso no se hace porque la gente plagia. Me da igual. Yo tengo más en mi casa.
Tengo trabajo.
-¡Filma! ¡Filma pase lo que pase! –le indico al camarógrafo. El Chuki es bueno en su
trabajo-. Cuando te haga una seña, fílmame. Que se vea bien mi mano y el micrófono.
Un primer plano al micrófono. Que se vea el rombo con el nombre del programa.
digo, mi amor, que estoy hecho un flan. El cocodrilo, se había acercado lentamente y se
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-Eres un loco con mucho talento –me dice Descalzi al ver la pieza editada- pero tienes
Hace una hora, mi primer Rugidos salió por los televisores de Miami.
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-¿Dónde andará metido este niño? –se preguntó, fungiendo enojo, al ver que en el
<<Si le gustan tanto los perfumes, me pondré éste>> –y se roció un chorrito de Organza
Indecence en el dorso de la mano, justo encima del lunar que tanto decía Ramón que le
gustaba verle. Guardó el perfume junto a los cosméticos, las cremas y los más diversos
Era un rostro en donde los años ya habían dejado su rastro. “Mi frente es tan amplia
porque en ella aterrizan avioncitos cargados de poesía y lujuria” -le había dicho él. La
boca, con una sonrisa a medias, escondía una dureza que Carmen siempre había
intentado descifrar. Los ojos de Ramón, pese a estar protegidos por las gafas, eran de un
color verde que a ella le producían paz y ternura infinita. Además, había notado que, en
desobedientes. En aquel rostro lo que Carmen siempre buscaba encontrar era lo que
quedaba del rostro que ella, adolescente, había conocido. Pero, de esta foto en sí, era lo
que menos le había interesado. Es más, si lo hubiera visto en la calle, hubiera sido un
rostro más. Le gustaba el conjunto y, sobre todo, el contraste entre el rostro apoyado en
la mano, y la parte interior del brazo de Ramón. La erotizaba el contraste entre aquel
rostro con añitos y el interior del antebrazo que parecía adolescente, marcado por dos
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lunares que, según él, eran un sello de fábrica mucho más confiable en su familia que
Carmen se miró el lunar de su mano, olió el perfume ya mezclado con su piel y volvió a
-¿Será mucha frivolidad ocuparme tanto del perfume y de la ropa que voy a llevar? ¿Me
Cuatrocientos dólares estaban por encima de lo que ella, comúnmente, podía gastar en
un regalo, pero aún así, quiso comprarlo sin fijarse en el precio. Tampoco era que no
pudiera darse esos pequeños lujos de vez en cuando, porque aparte de contar con una
la fiebre y el candor
siempre al galope
con mi almohada
y en selva reverdece.
-¿Quién será esta vez? –y, a hurtadillas, se asomó por el balcón-. ¿Quién podrá ser en
esa camioneta?
Esperaba a Fabricia, otra de sus amigas, que había llamado por teléfono, un rato antes,
diciéndole que no cerrara la maleta porque le llevaba prestadas unas pulseras y unos
aros que le quedarían divinos, para que volviera loco “al tipo ese” y que le había
Vio que no era ella y estaba dispuesta a no abrir, pero la insistencia de los timbrazos la
-Sí
-Interflora –leyó Carmen- Flores a cualquier parte del mundo. Pero esto nunca lo había
Carmen, al ver el ramo, lo apretó contra su pecho y las flores comenzaron a aromar y
ese aroma la llevó de nuevo a Cuba y comenzó a acunarlas, como si fuesen una hija.
-¡Que hijo de puta eres Ramón! –decía entre risas y sollozos con el rostro pegado a las
flores.
Todo pasaba a saltos y siempre la flor y su perfume. El tiempo se fragmentaba. Aquel,
era el mismo aroma que una noche, con 16 años, había sentido en unas callecitas de La
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Habana, junto a Eloy, escapados de la beca y perdidos los dos. Él, diciendo que diera
siete vueltas con los ojos cerrados y ella, girando, girando y al abrirlos, Eloy con una
flor que olía como éstas. Era ella, muchos años después, en aquel platanal, cercano al
campamento con Bob, acostados los dos sobre la hierba, conociéndose. Él, hablando de
su mujer y ella, de su marido de entonces, hasta acabar, enredados los dos, sintiéndose
únicos en la noche. Ella, deteniéndose de pronto, olfateando, buscando el aroma de la
flor y la flor, como un milagro, en medio de un lugar en donde solo crecían plátanos.
Era la misma flor que la adornara, aquella tarde que en el altar de la iglesia de Remedios
le jurara amor eterno al padre de sus hijos. Nunca había imaginado que el olor de una
flor pudiera unir, de esa manera, los aromas que algunos amores le habían dejado.
Se quitó las lágrimas con el dorso de la mano y abrió el sobre a la espera de un poema.
Pero, en lugar de poema, solo había una nota explicativa:
Mariposa. Flor Nacional de Cuba, es también conocida como caña de ámbar y su
nombre científico es Hedychium Coronarium Koenig, de la familia de las
Zingiberáceas (alpináceas).No es endémica de Cuba, sino de Asia. En 1936, los
botánicos del Jardín de la Paz, en Argentina, pidieron a sus homólogos cubanos que
determinaran cuál podría ser la flor nacional. El trece de octubre de ese mismo año,
fue elegida la mariposa, debido a que su blancura representa la pureza de los ideales
independentistas, es símbolo de la paz, es un elemento presente en las franjas de la
enseña nacional, así como la forma de su flores unidas al tallo central también son
simbólicas de la unión de los cubanos. Es también paradigma de la gracia y la esbeltez
de la mujer cubana.
-¡Ay, Ramón! ¿Por qué me haces esto?
Metió los dedos dentro del sobre, extrajo un CD y nerviosa, imaginando una nueva
locura, lo colocó en el ordenador y quedó mirando la pantalla. En ella, aparecía el
fragmento de Casablanca en donde San tocaba el piano, pero en vez de escucharse As
time goes by, comenzó a oírse el tema central de El Padrino, mientras, en blanco y
negro, Bogart y la Bergman conversaban en una mesa.
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Apuntes y Diarios
15 agosto 2005
Cuando pueda colarme en Internet podré mandarte esto. He escrito varios, pero los
borro al rato porque quedan viejos. Estoy queriendo verte, podría llamarte y sin
extraño. Quisiera tocarte. Me quedó en la cabeza la noche del caminante, con su pinga
del domingo y me encantó cuando el mago dijo que, a veces, no sale una paloma.
Quiero que trabajemos en la parte del Marasmo. Me parecía muy linda de leer, Mañana,
tengo dos reuniones y creo, saldré temprano. Hace mucho frió, siento como rabia por no
20 de agosto.
cama como si fuera un resorte? Estoy excitada, furiosamente feliz. Anoche, me enamoré
de ti. De otro tú. Otra vez y otra vez. Era y es la necesidad del muérdeme, pégame,
pellízcame, hazme sentir que es de verdad, que eres de carne y de uña. ¡Qué maravilla
venirme con tus ganas! ¿Cómo puedes provocarme tanto placer y hacerme dormir luego,
la oficina hoy. Intentaré imprimir lo que pueda y querré estar contigo a cada segundo.
Nunca me pasó algo tan maravilloso como ser la novia de Chagall o del chacal. Niño,
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quiero que, en alguna hora del día, dejes los cigarros y camines un rato. Pasea por
cualquier carretera de ésas y llénate de aire. Dale solecito y oxígeno a tus ideas para
que, cuando regreses, disparen FUEGO...Te amo y te acompaño y lo vas a hacer como
nadie. ¿Quién dijo que no? Claro, mi amor, esta guerra ya está ganada.
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Mírame y no me toques
Llegué media hora antes de que el avión tocara tierra y fui hasta la sala de espera.
Llevaba una camisa blanca, jeans y botines. Me había afeitado con esmero y hasta me
eché un poco más de colonia para que el calor no me apagara el aroma a bergamota y
Entre los amigos del Canal 41 había ideado un plan para sorprenderla. Incluso, hasta
conseguí una limusina. Cuando ella llegase, un actor amigo mío, vestido de gangster, le
diría: “Bienvenida al reino de la mafia. El Don espera por usted” y la llevaría hasta el
auto. Allí estaría yo, con mi traje blanco, un ramo de flores y una botella de champán.
embargo, a última hora, cancelé la broma porque un encuentro como aquel no admitía
jueguitos ni terceros.
El haber llegado con antelación me permitió encontrar un lugar desde el cual ella, de
Pese al maldito aire acondicionado, sudaba a mares. Después de tantos años, me estaba
El vuelo llegó a su hora y transcurrieron quince minutos desde la salida del primer
observarla.
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Tenía y no tenía parecido con las fotos. Se veía mucho más mujer y un tanto más bajita.
Nada tenía que ver con la Carmen que recordaba de Cuba. Vestía elegante y no había
dudas que venía del invierno. Me partió el alma verla con su mochila colgada a la
ver una carterita que traía con una estrella blanca. Los nervios son del carajo. Estaba
“Tranquilo, tranquilo, deja que te busque” -me dije. Pero mentira, tenía muchas ganas
de tenerla cerca para estar en esas poses. Dejé el asiento, me le acerqué por detrás y la
-Buenos días, princesa –dije solamente porque no era cosa de andar con discursitos. ¿Y
Y mi cabeza a mil: “¿la beso duro o suavecito? ¿La beso o no la beso? Nada, que fue un
besito de mírame y no me toques” y con las ganas de irle arriba que tenía.
-Al fin aquí –se me ocurrió decirle mirando en dirección a la cinta rodante de las
maletas. Derechito, bien parado, cazándole la pelea con el rabillo del ojo-. ¿Cómo es tu
maleta?
“Ni palo ni piedra: maní, para cazarla viva” –me digo al verla sentada en el suelo, con la
espalda pegada a una columna-. “¿Irá a desmayarse? ¿Me habrá visto tan raro? Mierda,
si siempre que le mandé fotos, escogí las peores para que no se ilusionara”.
“Tantas espuelas que tiene y se comprota como una niña asustada ¿Será teatro? Si sigue
así, le hablaré claro. Si no le gusto o no hay feeling, si prefiere, la llevo para casa de su
amigo o le busco un hotel y santas pascuas. ¿Qué estará pensando? ¿Habré sido muy
frío al recibirla? ¿Tendría que haberle dado un beso de tornillo para que supiera, de
Menos mal que apareció la maleta porque tantas preguntas era un suplicio.
-Vamos, princesa –digo y le tiendo la mano para que se incorpore y la suelto enseguida
trópico.
-Tengo sed.
“¿Será la resaca de la despedida o habrán servido algo salado en el avión? ¡Qué hable,
Baja la ventanilla
pelos se me ponen de punta. Disimulo. Me limitó a mirarla. Quiero dejarle claro que,
aunque me gusta, no voy a derretirme. Esta niña no es fácil. ¿La habré mirado como
Dios manda? Sí, parece que sí, porque los ojitos le brillan.
“Ay, mi madre, si está para comérsela. Paciencia, muchacho, pega las manos al volante
Llegamos a South Beach sin darme cuenta. Abro la puerta del apartamento y, con un
movimiento de mano, le indicó que pase y miro como quien no quiere las cosas en
-Gracias son las tuyas, princesa –respondo y cargo con sus maletas. No quiero que
La dejó y voy a la cocina. Saco de la nevera un recipiente con hielo y lo llevo hasta una
pequeña mesa de mármol que hay en la sala. Descorcho una botella de Barbacourt y
“Coño, al fin se va soltando. Hay que ver que lindo ríe esta mujer. Es mucho mejor que
-Gracias, porque todo salga bien –responde y acompaña la frase con una breve
de verdad.
279
barrio –digo para que no crea que quiero hacerle una encerrona con el ron.
-Acepto, pero con la condición que me dejes cambiarme de ropa. ¿Te imaginas que hace
Media hora después, caminábamos por Washington Avenue. Al llegar a la calle 16, me
detengo. Tengo deseos de pellizcarme para saber que no es un sueño. Está conmigo. ¿Tú
sabes cuántas veces imaginé este momento? ¿Te imaginas cómo me ponía por dentro
cuando ella me decía que sus amigos comentaban que yo era un fantasma? Y ahora,
-Desde este ciber te llamé por vez primera ¿Te acuerdas de esa noche?
Cruzamos la calle. Siento deseos de saludar a todo el mundo. De presentarla. Que sepan
que está aquí, pero no tengo tantos amigos en South Beach. Te juro que cuando me
triciclo. Como mascarón de proa, trae a su perro. Lo ha vestido con un pulóver también
de camuflaje.
-Lo conocí cuando estaba haciendo el reportaje sobre los homeless de la playa -le
explico-. J.R., en Viet Nam, se ganó tres Ordenes Púrpura. Hay un policía puertorro que
Intento que vea cómo es esto. Comienza a tronar y el cielo se llena de unos nubarrones
prietos.
-¿Seguimos? Pero, te advierto que a mí, la lluvia me suelta los diablitos –le tiro a ver
cómo le cae.
“No quiere darme bola. No se da cuenta que con eso me aumenta el deseo de buscarle
las cosquillas. Es gracioso lo que me pasa con esta mujer. Aunque eso tampoco es nada
del otro mundo porque cuando uno está enamoriscao, todo le parece gracioso.
Cuando vio el mar se puso que pa’ que. Ahí mismo se quitó las sandalias, se mojó los
pies y yo diciéndome por dentro “a ver si le da por meterse con ropa y todo y se me
queda así mojadita”. Y fue como si Changó y el jefe de la lluvia se pusieran de acuerdo.
-¡Está tibiecita, ven! –me llamaba con el agua a media pierna y sin importarle que ya
llovía gordo.
Me le acerqué. No hay cosa más linda que una mujer con ganas de mojarse. Es algo que
contagia y le despierta a uno los deseos del abrazar y dar calorcito. Ver la huella de sus
pasos en la arena me ponía que pa’ que contarte. Las huellas de una mujer en la playa
siempre me parecen una invitación. Me da por pensar que la lluvia les afloja los deseos
y las pone suavecitas. Quizás sea porque, si están vestidas, saben que la ropa se le pega
en la piel y todo se trasluce. Una mujer con una blusa o una camiseta mojada delante de
uno es una picadura en el deseo. Eso fue lo que sentí cuando, después de un trueno, se
-¿Frío?
Estaba loco por irme de allí. Quería mirarla, pero los cristales mojados de mis gafas me
robaban nitidez. La lluvia me daba y me quitaba al mismo tiempo. Me quité las gafas y
la miré.
Echamos a correr hasta los grifos del agua. Se quitó la arena de los pies. Daba
Es rico caminar junto a alguien y rozar brazo con brazo. Cuando sientes en el tuyo, el
-Muchas veces, imaginé caminar contigo esta calle –se me ocurrió decir.
los charcos de agua y silvo la melodía de Cantando bajo la lluvia. Carmen se contagia,
creo yo. A lo mejor lo hace para no dejarme hacer solo el papelazo. No me importa. Nos
damos las manos, canto y me encanto mirándola. Cuerpo con cuerpo, subimos por
-Te gusta, cabroncete, ¿eh? –le dijo en voz baja-. Pues, a mí, también. Y mucho.
Carmen demora en salir del cuarto y, cuando lo hace, trae el pelo enleonado.
-Antes tenías el pelo un poco crespo, ¿no? –quiere saber y se sienta en el sofá.
“Sabe que son lindas y se sienta con gracia. Ahora en nada se parece a la que llegó esta
mañana”.
-Me acuerdo que una vez te apareciste en mi casa con unos calamares. Ja ja ja ¡A buen
-¿Otro roncito?
-Bueno.
-¿Y qué se hicieron aquellos suecos rojos tuyos? –y la pregunta me sirve de pretexto
Disimulo al verla con los cachetes colorados y miró en dirección a la ventana. Sigue la
lluvia.
-Me llamó mucho la atención que te acordaras de ellos. Cuando me los recordarte en un
“Qué siga por donde va” –pienso y la miro como invitándola a que continúe, pero se
evade.
-Las preguntas nunca son indiscretas, son las respuestas –respondo con sorna
-No pensarás emborracharme, ¿verdad? – quiere saber y estira la mano con el vaso.
Aunque tenemos la pequeña mesilla por delante, estamos cerca. Pego el pico de la
arisca. Cuando va a retirar el vaso, coloco mi mano encima de la suya, dejo la botella
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-Me prometiste en un mail que pasaríamos un día, por lo menos, sin tocarnos –protestó
Quería chacalearla milímetro a milímetro hasta hacerla rabiar. Las mil y una locuras que
imaginé hacerle mientras la soñaba, brillaban por su ausencia. Sólo quería acariciarla. El
La tomé por los hombros y la invito a levantarse. Quedamos frente a frente y mi mano
izquierda comenzó a subir por sus muslos hasta llegar al sexo. Al sentirla estremecida,
-Tú fuiste quien recordó eso del mírame y no me toques –le aclaro al verla seria.
-Ahora me tocaste.
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Otra voz
encuentro. No me importa cómo voy a ver su cara, cuál de todos será su olor. No me
preocupa ya sí me dará miedo o risa. Quisiera dormir y volar, que no me despierten las
Son las seis de la mañana. El piso es brillante y negro, tiene dibujos en blanco, son
cosas del mar, estrellas, caracoles, peces. El piso brilla. Es un brillo hasta molesto.
Estoy en Miami. No sentí absolutamente nada cuando aterricé. Parece que sigo
mañana. En eso, me siento montevideana. Los últimos días, antes del viaje, fue una
locura lo de los papeles y los trámites de siempre y quería guardarme tiempo para mí.
Voy a reencontrarlo. Lo recuerdo como alguien alto, varonil y fugaz. Ojalá no haga
nada que me desencante. Quién sabe cómo voy a comportarme. Será todo improvisado.
deseos locos de estar con él, pero, ahora, cuando lo estoy imaginando, no los siento
tanto. Es más fácil despertarme deseos con las palabras y en la imaginación. ¿Qué
Llevo unas botas altas, el pelo laciado, una remera negra de cuello chino con un pájaro y
un botoncito que es una delicadeza, la cartera negra de la estrella blanca. Tengo los ojos
Imaginé que habría más tramo y un baño donde maquillarme luego de recoger la maleta.
No esperaba que fuera así. No hubo tramo, ni baño, ni puerta donde dijera, cuando salga
Me puso la mano en el hombro, me viré y estaba tan cerca que no pude mirarlo y, como
mis ojos daban por su cuello, quedé allí, quietita. Creo que le di un beso en la cara o en
los labios. Digo creo porque yo no estaba allí. Andaba volando por el techo,
tan cerca ni alejarme unos pasos y mirar desde sus zapatos hasta el pelo. Habló y me
camisa estaba bien, tenía cuadraditos azules. Desistí de aparentar presencia y recostada
a una columna, me deslicé hasta el suelo, me senté y miré para el otro lado esperando mi
maleta. Quería mi maleta y salir del aeropuerto. Necesitaba aire. Quería tocar su mano y
escucharle.
Salimos de allí, en busca de su auto, sin mirarnos apenas. No escuchaba nada. Trataba
de caminar bien, como las mujeres esas que llevan tacos finos y parecen llevar un
cartelito que dice auténticamente elegante. Y mis pies gritando ¿dónde están los tenis?
Y entonces, él, caminando con una guapería que hacía tiempo no veía y luego supe que
ocultaba una cojera. Se daba un aire con el actor de Asesino por naturaleza y hasta con
Aníbal
La mañana es amarilla, hay árboles por todas partes y hay silencio. Toco su mano. No es
propondrá?
Cuando dijo en la carretera que iríamos a su casa a buscar unas cosas y luego a un hotel
pareció estar en una película de esas de asesinatos en serie. Me aferré a una botella de
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agua que llevaba debajo del asiento y fui tomándomela toda, como si aquella botella
fuera mi única salvación. Fumaba, tomaba agua, fumaba, tomaba agua. Entonces, me
fijé en la funda aterciopelada y de leopardo que tenia en el volante. Con ese detalle ya
ridiculez la mía, venir de tan lejos a buscarme esto, la muerte mas ajena que me podía
tocar!
-¿Quieres llamar a tu amigo Roberto? –propuso y le respondí que no. ¿Y si era una
trampa?
Lo mejor era estar atenta y dejar alguna pista en la carpeta del hotel o salir corriendo
cuando parara en una gasolinera que ojalá no fuera a estar en medio de un desierto. ¿Me
matará después de violarme? ¿Lo hará si no quiero estar con él? ¿Me dejará salir? Y la
violeta… no me daban los ojos para llevarme todo lo que hubiera querido de allí. Nos
fuimos rápido. En el camino, todo cambió. Dijo cosas que me hicieron reír. Y cuando
reí, cuando de verdad reí, me aflojé, me sentí bien. Me sentí su cómplice hasta en lo del
juntos?
desesperadamente, la botella. No recuerdo que ron era. Él es quien se fija en las marcas.
Había una cama grande, reguero de maletas, un baño y una ventana. Me gustó que,
debajo de la colcha, hubiera una frazada rosa. En la puerta del baño me abrazó y me
sentí a gusto, casi feliz. Nos besamos. Cuando me tocó, metiendo la mano por dentro de
mi pantalón, cuando sentí sus dedos acariciándome por primera vez, cuando imaginé la
punta de sus dedos encontrando lo mojadito y tibio, me atacó la locura del deseo. Sus
dedos allí y mis labios con sabor a ron, me hicieron ya querer su pinga, como me lo
había prometido, como me lo dijo por el teléfono en las noches del verano. Su pinga
como yo la había deseado. La que él tenía cuando lloré en su cama. La pinga que tanto
había adornado con palabras en estos meses estaba allí, dura, a unos centímetros de mi
sexo. Quise bañarme. Después, salí desnuda y dispuesta a cerrar los ojos y esperar por
sus maravillas. Me acosté en la cama de la colcha rosada. Enseguida estuvo sobre mí.
Abrió mis piernas y me miró. Casi me vengo con la caricia de sus ojos. Sin tocármelo, y
sin guiarla con la mano, la fue metiendo. Se la pedía y me la daba. Era rico porque
estaba dura y entraba sola, hasta el fondo. Luego, la sacaba muy despacio y volvía a
encajarla. Fuerte y con ternura. Aun con los ojos cerrados sentía y veía como entraba, al
se vuelve un todo y puede ser como flotando, o hundiendo los pies descalzos en un
fanguito blando, primitiva y relinchando sobre una piedra grande. Había estado allí
teléfono. Pero ahora era realidad. La ricura que yo gozo no es común. Ahora, estaba en
certificado de HIV. Me dejé claro, varias veces que, si descubría algo en su pasado
inaceptable para mis principios más elementales, no habría nada que pudiera llevarme a
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dejaría claro que Fidel, para mí, seguía siendo un padre. Todas esas cosas las tenía
claras. Pero, al mismo tiempo, me daba cuenta que, con algún sentido, ya creía en él.
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Rumbo al sur
Ernest Hemingway.
El viejo y el mar
casi mágico. La fiesta presentida por Carmen y la tozudez de Ramón por crear, a miles
señales de vida. Un roce con la yema del dedo era suficiente para que el deseo desatara
gracia.
-Hola. Disculpa que no pueda asistir a los ensayos ni tampoco ir al teatro. Que te vaya
-Estamos libres. Acabo de cancelar un compromiso de trabajo ´-le explicó-. Nos vamos
a Key West. Era una vieja amiga. Había quedado en hacerle unas fotos. Es la primera
-¿Verte cómo?
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-¿Siempre con la malicia y el morbo? Quise decir que me hubiera gustado ver cómo le
Carmen hizo un mohín que Ramón interpretó como “a otra con ese cuento”.
Entraron en la carretera que va a los cayos y quedaron en silencio unas cuantas millas.
Te llamas Carmen
Y aquí…
carretera.
-No, me acordaba de una vez que se aparecieron en la beca dos muchachos con una
-Tenías que haberlos visto con sus ropitas, con sus poses, se creían lo máximo y no
cantaban tan mal. Pero, de buenas a primeras empiezan con esta canción y trocaban la
291
letra. Emocionados cantaban a los gritos como el cuadro de un viejo chacal... Oye, y se
armó un bonche del carajo y ellos, como si nada. No se enteraban del asunto.
-Cómo el cuadro de un viejo chacal ¿no? –repitió Ramón y comenzó a reír a carcajadas-
¡Qué abusadores!
-¿Quién iba a contenerse en una situación así? Y ellos, como si nada, ¿no? – dijo
-Sí, para ellos no había pasado nada –explicó Carmen y soltó la carcajada.
-¡Ay! –dijo ella con los ojos brillosos y moviendo la cabeza de un lado para otro.
historia de cómo había llegado a manos de Ramón- ¿Te lo regaló ella o tu amigo
Dragan?
-De ella, sentí celos cuando escribiste la escena erótica. Después, no. Incluso, la sentí
cercana. Recuerdo que te escribí diciendo que si, algún día teníamos una hija, si querías,
-Dejémoslo así –dijo en voz baja Ramón-. Antes de tú llegar, me despedí de mis
muertos.
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-Entonces, lo haré por los dos –dijo Carmen, burlona y bebió a morro-. ¡Uffff! ¿Pero,
qué es esto?
-A propósito, ¿Cuándo me llevarás a conocer a tus amigos? ¿Tienes mucha gente aquí?
-Un hermano en Atlanta. Aquí tengo varios primos y unos cuantos amigos de los
buenos.
-Me ha dado calor ese aguardiente –dijo Carmen y se pasó la mano por el cuello.
-Te has puesto loquito, niño. ¿No me has dicho que por eso, aquí, te pelan al moño?
293
Carmen lo miró con coquetería, pegó la espalda a la puerta y, con expresión pícara, se
del camino, con su espuma, le tiraba serpentinas. Milla tras milla y sin parar, fueron
tibieza de paloma, el susto de por fin tenerse rebotando en los manglares y despertando
fuegos fatuos. Todo lo que no habían podido decirse en meses de agonía, amarrados a
-¿Llegamos? –preguntó Carmen, una hora después, en el parqueo del primer hotel que
apareció en el camino.
Cuando regresó, Carmen recogió las llaves magnéticas del hotel y las quedó viendo.
Garraspeó, volvió a mirarlas y se dio otro trago de palinka. Asombrada, volvió a fijarse
-¡Lee!
-Escoger el hotel.
-¿No te das cuenta que volvemos al principio, mi amor? ¿No te das cuenta?
Arropados por la noche, excitados, plenos de ayer y lo que estaba por venir, siguieron
hasta el fin del continente. Al alba, llegaron a un obelisco que marcaba que a 90 millas
estaba Cuba.
Soplaba viento sur y, Ramón, al borde de las aguas, se ajustó las manos de Carmen en el
pecho.
Sin embargo, esta vez no hubo vuelo a la Isla y Carmen regresó a Montevideo una
semana después.
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Si no lo soñé
Anoche, si no lo soñé, dijo que viajaríamos a Cuba. Sentí un llamado que no puedo
resistir, solo sé que necesito pisar allí. Me gustó escucharle: “Sentí orgullo cuando
dijiste que allí es el único lugar donde te sientes segura”. Me gustó, me dio ternura y
Eso me acercó a él. Fue como si dejara escapar que aún hay hendijas por donde se le
cuela y por donde le sale algo que no se borra. Fue una fisurita en aquella coraza de
distancias que siempre muestra, y que no le creo ni le quiero aceptar. Quiero estar en el
momento en que ponga un pie allí. Quiero mirarlo cuando, desde la ventana del avión,
empiece a ver aquellos verdes que se ven desde arriba. Quiero ver si, en ese momento,
podrá decirme “no siento nada, está olvidado”. Eso es importante para mí a lo mejor
más que para nadie o para la única persona, tal vez. Sé que solo yo debo acompañarlo
ese día. Creo que ese momento es mío. De ello dependen muchas cosas que siento por
él; de saber sí, en verdad, fue bueno que me conociera y que, entre otras cosas en este
mundo, ésta fuera una de mis misiones: devolverle algo, suavizarle un quiebre que, con
el tiempo, le armó esa cáscara dura y venenosa que le conocí, reparar un daño, de los
tantos que no se sabe quién, algún día, nos hizo. También él ha hecho que yo conozca o
me reconcilie con otras realidades. Tienen que haber momentos y espacios, para que se
disuelvan nudos, masajitos de dios. Tiene que haber encuentros que sirvan para
alivianarnos y remontar vuelo. Este podría ser uno de esos encuentros predestinados.
Último Rugido
Lo último contigo fue la bronca por los virus y el mensaje del día después, diciéndome
que estabas muy cansada y que, esa noche no estarías. Iba a contestarte, como siempre,
que no había problemas y que, todavía, me quedaba una tarjeta. Entonces, llegaron ellos
y cortaron Internet.
Cerraron mis puertas y ventanas. Quitaron los cables que me daban la energía. Perdí tu
de los sentidos. Fue algo superior a todos los golpes, las frustraciones y las afrentas
recibidas. Fue un grito que pugnaba por salir de mi interior y que, al no poder, se
Fue una soledad envolvente y asfixiante que me iba comprimiendo contra las paredes de
la habitación. Era mi aullido sin salir, entrampándose en las telarañas, chocando contra
las cajas de papeles viejos y en los envases de cartón. Era yo, hecho añicos, consumido
y condenado a ser devorado por todos los silencios. Me dejaban sin voz, sin poder
contra el piso por mi furia. El ruido de las monedas. La necesidad vital de disponer de
un pasaje de ida que me dejara, al menos, verte antes de desaparecer. Quitaron los
cables, se llevaron el router y con ello me negaron del brillo de tus ojos cuando veíamos
los cuadros de Chagall. Borraban nuestros viajes. Quemaban y esfumaban tus gemidos,
la placidez que nos quedaba después de los incendios. No tendría más tus fotos.
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aire que se iba. El calor en las sienes, el pulso filiforme, la mortaja a punto de llegar.
Una sirena. Todo rojo y estrellitas de colores. Un túnel largo y voces, muchas voces y
nada más.
Anoche desperté. Dice el doctor que es producto del estrés, que no fue infarto. ¿Dónde
está mi celular?
Sé que estás cansada y que te alarma tanta incertidumbre; que te metiste en camisa de
once varas y que te jala volver a lo de antes. Comprendo que no es fácil ser madre
divorciada con dos hijos y llevar sola el peso de una casa. Un invierno, en soledad, vale
por ocho y ese número significa muerte en la charada. Sé que, siendo como eres, me has
Temblé en silencio cuando contaste que, después de hablar conmigo, una mañana, te
azuzaron las ganas cuando un tipo te asedió en plena calle. Recé a no sé quién para que
dejaras de beber, no fuese a ser que el alcohol te creara anarquía en los deseos. Te quise
solamente mía, aunque te dijera que me daba igual que hicieras lo que hicieras.
Dijiste que no tengo espacio en tu ciudad y que tampoco podías venir para no separar a
tus hijos de su padre. Y el tiempo presionando y tú, con la necesidad del ahora mismo.
Todo cuerpo tiene sus urgencias y toda cama necesita de dos cuerpos. Somos humanos y
hasta yo, que andaba medio muerto, con tu presencia, soñé entrar por tu ventana de
A falta de un espacio real, a contrapelo con la vida, te propuse fecundar esta novela. Y
en mí la necesidad de una Cuba que tenía sepultada entre mis odios. La isla donde no
En nombre del amor y por mi cuenta, firmé contigo una paz por separado. Me desprendí
de la política que me hizo tanto daño. A tu lado, quise que mis versos jamás volvieran a
enturbiarse de consignas. Aquí, en tiempo real, y por el solo hecho de tenerte, he sido un
Ahora, viene la enfermera. Estoy sedado. Anoche, vinieron los amigos. Tengo un perro
de peluche. Entre todos me han juntado novecientos dólares que guardo en la cartera.
Tengo los pasajes comprados, están en la mesita que está junto a mi cama, al lado el
-La novia de Chagall ¿sí? –pregunta en su español chapurreado-. ¿Lo dije bien?
Sonrío por dentro y pienso en ti. Sueño que llegas. Nos vamos a una playa solitaria y
A lo lejos, desde el submarino amarillo, Dios y el diablo, Mahoma, Carlos Marx, Buda
y los orichas disparan sus pistolas de señales. Es nuestra fiesta. La muerte se acojona y
hace su equipaje. El frío, sin futuro, se convierte en el último balsero. Una lluvia de
poemas nos lava las ausencias. Rumba, zumba y rezumban millones de abejas. Traen en
andas sus panales. Frotan con ellos tu piel y yo me sacio. Todas las ciudades del mundo
se disputan este encuentro, pero nosotros escapamos. Subidos en un beso, vamos sin
irnos todavía, a un lugar que sólo nosotros conocemos. En las aguas, tus muslos
embrillecen. Jamás dos cuerpos se han bebido con tanta jacaranda. Es la miel
hermoseando entre tus piernas y la tierra se vuelve nuestra cama. Hay ron bueno y mar
de espuma. Tú, eres yo, cuando mis manos embridan tus cabellos, cuando mi glande,
sembrado en tus suspiros, sabe a mango. Soy tú, cuando en tus aguas benditas me
sumerjo.
No quiero glicerina debajo de la lengua. Sólo tu miel. Que nadie me despierte, princesa,
te lo ruego. Escucha el resonar de guitarras y tambores ¡Qué linda estás de blanco, reina
mía! Ven, dame tus manos. Sube conmigo y deja que te envuelva mi palabra y su galope
Norcross-Montevideo-Miami
INDICE
Atlanta………………………………………………………3
Rugido………………………………………………………9
Rugido……………………………………………………...21
Miami………………………………………………………24
Rugido……………………………………………………...32
¿Seducido?.............................................................................35
Apuntes y diarios……………………………………………54
Rugido……………………………………………………....56
Primer caballo……………………………………………….59
Rugido……………………………………………………….67
Rugido………………………………………………………..73
Apuntes y diarios……………………………………………..76
Ten cuidao………………………………………………….....82
En el sur…………………………………………………….....93
Apuntes y diarios…………………………………………….103
Rugido………………………………………………………...117
Pulgarcita en El Bahamas……………………………………..118
Rugido…………………………………………………………131
Un ronin en Sarajevo…………………………………………….146
Rugido……………………………………………………………155
Quiero quedarme………………………………………………….159
Apuntes y diarios………………………………………………….170
A la una yo nací……………………………………………………180
Vivo y acusando…………………………………………………....210
Es ley de vida……………………………………………………….216
Apuntes y diarios…………………………………………………….234
Rugido………………………………………………………………..244
Apuntes y diarios……………………………………………………..248
Rugido………………………………………………………………...250
Apuntes y diarios……………………………………………………...253
Rugido………………………………………………………………....256
Apuntes y diarios………………………………………………………264
Rugido………………………………………………………………….266
Apuntes y diarios……………………………………………………….273
Mírame y no me toques………………………………………………..275
Otra voz………………………………………………………………...284
Rumbo al sur…………………………………………………………....289
Si no lo soñé…………………………………………………………….295
Último rugido……………………………………………………………296