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LAS RELACIONES DE TRABAJO EN LA VENEZUELA DE HOY

León Arismendi

I.- ESTRUCTURA DEL MERCADO DE TRABAJO

1. Trabajo formal e informal y Desempleo


2. Misiones Sociales y Cooperativismo
3. Las Normas laborales
4. Los interlocutores sociales

II.- LOS RETOS DEL TRABAJO FORMAL EN EL SECTOR PRIVADO

1. Creación de Riquezas, Empresa y Lucha de Clases


2. El Programa de Trabajo Decente
2.1. Empleo Productivo y bien Remunerado
2.2. Protección Social
2.3. Derechos Laborales Garantizados
2.4. Libertad Sindical y Derecho de Negociación Colectiva
3. La Cobertura de la Convención Colectiva
I.- LA ESTRUCTURA DEL MERCADO DE TRABAJO

El trabajo humano es la pieza fundamental en la generación de


riquezas. Las sociedades progresan con el trabajo. Mientras más trabajo
productivo y estable haya en un país, menores serán sus problemas
sociales.

Una simple mirada en las estadísticas sobre la fuerza de trabajo, el


empleo, el desempleo, la informalidad y los niveles de las
remuneraciones proporciona las herramientas básicas para deducir la
magnitud de sus problemas sociales.

La desconfianza en las cifras oficiales es un dato más de nuestra


tradición. Sin embargo, estas son indispensables para formular políticas
que permitan actuar sobre problemas tan serios como el desempleo o la
falta de protección de los trabajadores de la economía informal. En
materia laboral, la información que emana del Ministerio del Trabajo es
no sólo dudosa sino de difícil comprensión. Por su parte, los actores
sociales, esto es, organizaciones de trabajadores y empleadores han
hecho poco en procura de datos confiables y, en ese contexto, aún con
las anotadas dudas, lo prudente es acudir a las cifras del Instituto
Nacional de Estadísticas (INE) para orientarse en la comprensión de la
radiografía del mundo del trabajo. Veamos:

1.- FUERZA DE TRABAJO. TRABAJO FORMAL, INFORMAL Y DESEMPLEO

En lo que respecta a la distribución de la fuerza de trabajo la


información oficial es la siguiente:

Año
2008 Población Total: 28.154.411
2008 Fuerza de Trabajo 12.824.426
Población de 15 años y más en la fuerza de trabajo, diciembre 1999-2008
Año Población Tasa de Población Tasa de
Ocupada Ocupación Desocupada Desocupación
% %

Dic. 1999 8.980.190 89,4 1.063.081 10,6


Dic. 2000 9.429.777 89,8 1.074.918 10,2
Dic. 2001 9.944.005 89,0 1.231.625 11,0
Dic. 2003 10.270.127 85,4 1.758.899 14,6
Dic. 2004 10.882.601 89,1 1.337.800 10,9
Dic. 2005 10.920.509 91,1 1.071.304 8,9
Dic. 2006 11.285.098 91,6 1.038.779 8,4
Dic. 2007 11.707.121 93,8 774.463 6,2
Dic. 2008 12.041.709 93,9 782.917 6,1

Población ocupada de 15 años y más, por sector, diciembre 1999-2008

Año Sector Formal % Sector Informal %

Dic. 1999 4.039.435 45,0 4.940.755 55,0


Dic. 2000 4.416.108 46,8 5.013.669 53,2
Dic. 2001 5.110.531 51,4 4.833.474 48,6
Dic. 2003 4.885.220 47,6 5.384.907 52,4
Dic. 2004 5.580.029 51,3 5.299.971 48,7
Dic. 2005 5.683.812 52,0 5.236.697 48,0
Dic. 2006 6.257.642 55,5 5.018.122 44,5
Dic. 2007 6.581.722 56,2 5.125.399 43,8
Dic. 2008 6.775.185 56,3 5.266.524 43,7
De dicha información se deduce que, a partir del 2004, los trabajadores
del sector formal superan a los del sector informal y el desempleo, a
diciembre de 2008, se habría reducido a menos de un digito. Esto es
comprensible si tomamos como referencia el aumento del precio del
barril de petróleo (y del gasto público) en el referido período, lo cual
tiene su reflejo en el considerable crecimiento de las nóminas públicas,
incluidas las misiones sociales y las cooperativas. No obstante, es
menester destacar que el tamaño del sector informal sigue siendo
enorme y que quienes le conforman, por regla general, carecen de la
protección social básica.

2.- COOPERATIVAS Y MISIONES SOCIALES

La información oficial sobre las actividades cooperativas es divergente,


dicho por el Presidente de la Superintendencia de Nacional de
Cooperativas: “el sector (…) representa 18% de la fuerza laboral, cifra
que equivaldría a 2.214.965 personas, si se toman en cuenta el número
de población económicamente activa registrado por el Instituto Nacional
de Estadística (INE) para junio de 2007. No obstante, las cifras de la
Sunacoop no coinciden con las del propio INE en cuanto al número de
personas asociadas en cooperativas, este último reporta que son sólo
unas 222.770 personas, (2%) de la población económicamente activa”.

En lo que respecta a las Misiones Sociales, la escasa información que


conocemos nos indica que en dos de las más grandes (MERCAL y
BARRIO ADENTRO) el número de trabajadores, para el 2008, de 7874 y
36000 respectivamente, lo cual en términos porcentuales no tiene
mayor relevancia. Anótese que, en el caso de BA, el 70% del personal es
cubano.1

1El Estado Actual de las Misiones Sociales: Balance de su Proceso de Implementación e Institucionalización
Thanalí Patruyo, con la asistencia de Octavio Terán, Esther Bermúdez y Arianna Marcuzzi. ILDIS, Caracas,
Abril de 2008
3.- LAS NORMAS LABORALES

Algunos economistas han venido planteando que la rigidez de las


normas laborales protectoras de los trabajadores dificulta la creación de
nuevos puestos de trabajo y por ende no ayudan a disminuir el
desempleo, amén de que contribuirían con la informalidad y el
surgimiento de relaciones de trabajo precarias o en condiciones de
fraude y simulación.

El hecho ha propiciado un interesante debate en el mundo del Derecho


del Trabajo en el cual, como era de imaginar, se han configurado
tendencias que van desde posturas radicales que niegan, en términos
absolutos, cualquier incidencia de la protección laboral en esos hechos
a posiciones moderadas que admiten la necesidad de revisar
instituciones y adecuarlas a un mundo cambiante, en el cual es notoria
la existencia de nuevas formas de trabajo, que no encuadran en la
definición del trabajador típico, a la par que se advierten los riesgos que
se ciernen sobre el trabajo estable si no se admiten cambios puntuales
en la legislación o en los convenios colectivos de trabajo.

En ese contexto, los asuntos más polémicos suelen girar en torno a


cuatro aspectos básicos de la relación laboral: Las modalidades de
contrato de trabajo, los salarios, la jornada y la estabilidad. En países
como España y Argentina la flexibilización ha tenido por norte la
ampliación del universo de los contratos por tiempo determinado. En
los Estados Unidos es moneda de frecuente uso el trabajo por horas.

Nuestra legislación tiene, desde sus inicios, un acentuado carácter


proteccionista y sus diversas modificaciones, a lo largo de los años,
reforzaron esa tendencia. No obstante, en la década del 90, en medio
de la crisis que nos azota desde finales de los 70, hubo necesidad de
redefinir algunos institutos, en particular las prestaciones sociales y el
salario, ambos muy deteriorados por el impacto de aquella. La reforma
de la Ley Orgánica del Trabajo, previo acuerdo tripartito, en 1997,
significó un paso adelante en la búsqueda de soluciones concertadas a
la mencionada problemática. No obstante, la satanización de dicho
acuerdo y la ideologización de sus contenidos, por parte de grupos que
hoy están en el gobierno, se tradujo, pocos años más tarde, en una
suerte de venganza que tomó cuerpo en algunas normas de la
Constitución de 1999. Esta se inclina a regulaciones mucho más rígidas
que las anteriores y están en curso proyectos legislativos que apuntan
en esa dirección (Ley de Estabilidad Laboral, Reforma de la LOT). A título
de ejemplo puede indicarse que el artículo 89 de la CRBV, en su numeral
1, instituyó como principio el de la intangibilidad de las normas
laborales, con lo cual estas adquieren una especie de sacralización que
haría imposible su modificación salvo que fuere para mejorarlas. Ni que
decir de una inamovilidad que, comenzó siendo temporal y lleva más de
siete (7) años de vigencia, con toda su nefasta carga sobre la disciplina
laboral.

4.- LOS INTERLOCUTORES SOCIALES

1.- Sindicatos y Libertad Sindical

El Convenio Nº 87 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)


ratificado por Venezuela en 1982 establece con bastante amplitud el
derecho de los trabajadores y de los empleadores, sin distinción alguna,
a constituir las organizaciones que estimen conveniente “para la mejor
defensa de sus derechos e intereses”. La Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, en el encabezamiento del artículo 95
reproduce dicho texto, aun cuando, sólo refiere al derecho de los
trabajadores.

No obstante, uno de los derechos laborales más vulnerados en este


decenio es la libertad sindical. Son infinitos los obstáculos que su
ejercicio tiene en la Venezuela de hoy. El Presidente de la República
dispuso como línea de acción de su gobierno, la demolición de la CTV y,
en tiempos más recientes, aludiendo a los sindicalistas que le son
afectos, sostuvo que la autonomía sindical es un chantaje, que
sindicatos y partidos deben obedecer a una misma línea. Esto es de
tanta o de mayor gravedad que todo lo que había dicho antes. La
experiencia internacional enseña que borradas las distancias entre
sindicatos, gobierno y partidos, las organizaciones de trabajadores
pierden su razón de ser y terminan subordinando el interés de sus
afiliados a lo que partido y gobierno decidan.

Conservando las distancias pero, entre nosotros, la propia experiencia


de la CTV, su estrecha relación con partido y gobierno, enseña cuanto
pesan esos vínculos, las distorsiones que crean y lo difícil que resulta
dejar de depender de ellos.

Hoy día está difundida la convicción de que el movimiento sindical debe


rescatar y defender sus principios básicos, su autonomía e
independencia frente a patronos, gobiernos y partidos. Quien simpatice
con un partido tiene perfecto derecho a hacerlo, pero debe saber
colocar en su sitio esa preferencia y poner por delante los intereses de
los trabajadores.

El desprecio por los sindicatos autónomos se suma a la larga lista de


atropellos que se han ejecutado contra dichas organizaciones. Las
elecciones sindicales están mediatizadas por un ente estatal: El CNE,
pero también por el Ministerio del Trabajo que utiliza las Inspectorias
del Trabajo para propiciar sindicatos ligados al gobierno, a los cuales se
les otorgan todas las facilidades de actuación, en cambio a los que
expresen ideas distintas se les acosa e impide su normal
funcionamiento.

Es frecuente la negativa oficial de negociar los convenios del sector


público e imponer requisitos adicionales al trámite de los proyectos de
convenios colectivos en las Inspectorias del Trabajo. Ello constituye
otra flagrante violación de Derechos Fundamentales de los Trabajadores
acogidos en la propia Constitución. Según ese texto (artículo 19 CRBV),
en materia de derechos humanos el Estado tienen la obligación de
promover y garantizar el ejercicio de los derechos humanos. Lo que se
hace desde las dependencias del Ministerio del Trabajo es lo contrario.
Se han inventado cualquier cantidad de exigencias que, en lugar de
facilitar entorpecen el derecho de negociación. Se abusa del acto de
homologación de los convenios para inducir referendos, se inventó la
denominada “mora electoral” que se aplica arbitrariamente, según el
color de la directiva de la organización.

El panorama sindical venezolano no deja de ser desolador. La CTV ha


visto mermar sus fuerzas de manera considerable. CODESA y la CGT,
siguen siendo pequeñas organizaciones y los intentos de los afectos al
gobierno por consolidar una nueva central no terminan de cristalizar.
Minados por los conflictos internos y el radicalismo “ideológico”, con
muchas limitaciones respecto del conocimiento del oficio; la UNT no
pudo consolidarse y los favores oficiales se desplazaron hacia la
creación de otra central “socialista”, que parece haberse esfumado luego
de los anuncios sobre su constitución.

Esa enorme dispersión (y división) redunda a favor de la anarquía que se


enseñoreado en los centros de trabajo con toda su carga disociadora.

Valga señalar que con ocasión de las elecciones sindicales del año
2001, se inscribieron en el Consejo Electoral Nacional 2.974
organizaciones sindicales distribuidas así:

CTV 2.044
CODESA 49
CGT 34
NO CONFEDERADOS 847
TOTAL 2.974

Las estadísticas del Ministerio del Trabajo, correspondientes al 2008


informan de la estrambótica cifra de 6.361 organizaciones sindicales
inscritas, incluyendo colegios profesionales. Esos datos no deben estar
depurados, pues son muchas las organizaciones que han desaparecido
y siguen figurando en el registro, no obstante, el volumen de pequeños
sindicatos creados entre el 2002 y el 2008, es decir, después de las
elecciones sindicales del 2001, totalizan 3.863. En otras palabras, un
aumento de casi 130%.

ORGANIZACIONES
2002 488
SINDICALES INSCRITAS

2003 498

2004 498

2005 556

2006 662

2007 629

2008* 532
TOTAL 3.863

Fuente: MINPPTRASS

Lo lamentable es que tal multiplicación de organizaciones es el


resultado de la fragmentación de las existentes y no de un crecimiento
sustancial del número de trabajadores afiliados.

2.- Las Asociaciones Patronales

Quizás porque nuestra legislación laboral no fue el resultado de


grandes luchas obreras, ni estuvo marcada por los avances de la
negociación colectiva, los empleadores venezolanos parecen haber
internalizado la idea según la cual los beneficios de los trabajadores
están completos y, con alguna frecuencia, se insinúa que deben ser
recortados. Valdría recordar que nuestra primera ley se promulgó
cuando el cadáver del general Gómez aún estaba caliente y que quienes
le sucedieron hacían esfuerzos por lograr una transición sin mayores
conflictos. Se dijo entonces que la Ley del Trabajo había sido bien
generosa con una clase trabajadora casi inexistente. Lo que sí parece
obvio es que allí se inauguró una tendencia que nos sigue siendo
propia, cual es el marcado intervencionismo legal en la protección de
los trabajadores, hecho que deja espacio restringido para la negociación
y, a lo mejor, contribuye a reforzar los criterios empresariales anotados
al principio.

Desde aquella primera ley, el incipiente movimiento empresarial se las


ingenió para plantear sus desavenencias, de manera directa, al Estado y
lo hizo no por conducto de organizaciones sindicales de empleadores
previstas en la Ley del Trabajo, como ocurre en otros países, sino
mediante la utilización de las Cámaras de Comercio reguladas en la
legislación mercantil.

Una revisión empírica de las luchas empresariales en nuestro país dará


cuenta de un movimiento centrado en sus relaciones con los gobiernos.
La concertación con su contra-parte en las relaciones de trabajo es
tarea de cada patrono individual y no de la acción colectiva del gremio.
Salvo en episodios puntuales como la firma del Pacto de Avenimiento
Obrero Patronal tras la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, no era
común el concurso de las organizaciones de empleadores en la
definición de políticas laborales.

No obstante, cabe destacar la trascendencia que tuvo el Acuerdo


Tripartito de 1997, pues dicho pacto, aparte de la reforma de la Ley
Orgánica del Trabajo, llevaba implícito un ambicioso plan de
reconstrucción de la seguridad social en el país y la revalorización del
diálogo social como instrumento para construir consensos sobre las
políticas públicas.

No sólo se trata de plantear con fuerza la lucha por la libertad y la


democracia sino de internalizar lo difícil que resulta tener éxito en la
misma sin atender con eficiencia la conflictividad social que subyace en
los centros de trabajo. No es solo la lucha en abstracto por aquellos
valores sino también el rescate del diálogo social como condición
indispensable para el progreso con equidad y justicia. A lo mejor es el
tiempo de abrirle paso a la creación de organizaciones sindicales de
empleadores o, por lo menos, dotar de un programa laboral a las
organizaciones empresariales existentes.

II.- LOS RETOS DEL TRABAJO FORMAL

Dice el artículo 87 de la Constitución: “Toda persona tiene derecho al


trabajo y el deber de trabajar. El Estado garantizará la adopción de las
medidas necesarias a los fines de que toda persona pueda obtener
ocupación productiva, que le proporcione una existencia digna y
decorosa y le garantice el pleno ejercicio de este derecho”.

La regla en cuestión hace visible la valoración que se confiere al trabajo


estable y productivo como instrumento para lograr el bienestar personal
y el progreso de todos en una sociedad equilibrada y justa. No obstante,
cabe advertir que las tendencias del mundo moderno, con el avance de
las tecnologías de la información y el cambio de los paradigmas en la
organización del trabajo propenden al cambio el perfil de la ocupación y
que muchos trabajadores, sobre todo los más calificados, son
propensos a altos niveles de rotación. Panorama bien distinto al que se
perfiló a la vera de la revolución industrial y de las grandes
concentraciones fabriles, cuando los trabajadores ligaban su vida a la
permanencia en un empleo.

Quizás tales tendencias, sobre todo entre los trabajadores más jóvenes,
impidan percibir con mayor nitidez la importancia del trabajo formal y
las ventajas del mismo respecto del trabajo que se realiza por cuenta
propia o del denominado trabajo informal. En el caso venezolano debe
añadirse la ineficiencia de los mecanismos de protección social que, a la
vista de muchos, no justifican las deducciones que se hacen del
salario.

En ese contexto cabría indicar que, salvo en el caso de los profesionales


con elevadas calificaciones que pueden cambiar de empleo con
facilidad, las ventajas del trabajo permanente o estable son obvias;
puesto que, aparte de una remuneración garantizada y periódica, los
beneficios previstos en la legislación laboral se consolidan con el
transcurso del tiempo (vacaciones, prestaciones sociales), esto es, se
premia la antigüedad en los servicios, hecho que es (también) relevante
para ser beneficiario de la pensión de vejez, una vez que las fuerzas
propias no sean suficientes para lograr el sustento. Añádase que de la
mano de la libertad sindical y del derecho de negociación colectiva
pueden ampliarse los beneficios previstos en la legislación y hasta
suplirse las carencias de las políticas públicas en materias tan sensibles
como los servicios médicos hospitalarios. Es así como, en las empresas
donde existen convenciones colectivas de trabajo, los trabajadores,
aparte de disfrutar de mayor cantidad de días de vacaciones pagadas,
utilidades, prestaciones sociales y otros, están amparados por seguros
de hospitalización, cirugía y maternidad, con lo cual se evitan las
penurias de los servicios públicos de salud.

En fin, el trabajo estable garantiza posibilidades ciertas de progresar


sin las incertidumbres de la informalidad, máxime en un país cuya
seguridad social sigue siendo una promesa.

1.- CREACION DE RIQUEZAS, EMPRESA Y LUCHA DE CLASES

Ahora bien, la relación laboral supone la vinculación entre un patrono o


empleador y un trabajador. La empresa es la actividad y esta para
realizarse requiere de una inversión que hace el empresario; esto es, el
titular de la empresa. La rentabilidad del negocio es indispensable para
que este se desarrolle y puedan multiplicarse los puestos de trabajo. La
relación de trabajo es un intercambio de prestaciones. El trabajador
presta sus servicios y el empleador tiene la obligación de preservarle la
vida y la salud, física y mental, además de pagar la retribución. Ambos
tienen intereses propios, el patrono vela por mejorar sus ganancias, el
trabajador aspira aumentar sus beneficios. Esa es una constante, con
sus altas y bajas. La regulación de ese conflicto de intereses es materia
de la que se ocupa el Derecho del Trabajo.
Los ideólogos de la lucha de clases auspician la confrontación entre
trabajadores y patronos bajo la premisa de que los primeros deben
derrotar a los segundos y sustituirlos en la titularidad de la empresa.
Aún quedan resabios de esas creencias en el mundo sindical y político,
pero el sindicalismo democrático ha logrado plantear dicha
problemática en otro contexto. Sin negar la existencia de un conflicto
de intereses se fomenta la negociación colectiva como instrumento para
convenir los términos de la interdependencia, que puede llegar a incluir
múltiples formas de participación de los trabajadores en la gestión de la
empresa. Si al empresario le va bien, lo propio debería ocurrir con sus
trabajadores.

En la Venezuela de hoy, se han reeditado viejas creencias que reducen la


condición del patrono a la de un avaro explotador que debe ser
expropiado, con lo cual no sólo se crea un ambiente de conflicto
permanente en los centros de trabajo sino que se desestimula la
creación de nuevos puestos de trabajo estable.

2.- EL PROGRAMA DE TRABAJO DECENTE

En un documento suscrito por la CTV y FEDECAMARAS el 5 de marzo del


2002, cuyo título es: “Bases Para un Acuerdo Democrático”, se
incorpora una de las ideas básicas de la Declaración Sobre los Derechos
Fundamentales en el Trabajo, aprobada por la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) en 1998, cual es, el derecho de los
trabajadores “a reivindicar libremente y en igualdad de oportunidades
una participación justa en las riquezas a cuya creación hubieren
contribuido”.

En el mismo año (1998) la OIT emprendió la promoción de un proyecto


denominado “Programa de Trabajo Decente”, cuyos cometidos
esenciales son: El empleo, la protección social, los derechos de los
trabajadores y el diálogo social.
2.1.- EL EMPLEO

En esa perspectiva, la tarea de gobiernos, empleadores y sindicatos es


lograr que toda persona, en condiciones de hacerlo, tenga ocupación
productiva y digna, bien remunerada y en condiciones salubres, para lo
cual es indispensable que crezca el aparato productivo.

2.2.- LA PROTECCION SOCIAL Y EL DIALOGO

A lo anterior se suma la demanda de un sistema de seguridad social


eficiente, por lo menos, con adecuados servicios de salud y garantías de
protección durante la vejez.

Por último, se reivindica el diálogo social como medio para construir


consensos y ayudar al progreso con equidad.

2.3.- LIBERTAD SINDICAL, NEGOCIACION COLECTIVA Y DERECHOS


LABORALES

A tales cometidos se vinculan indisolublemente la libertad sindical y el


derecho a la negociación colectiva como institutos, cuyo desempeño
permite evaluar hasta donde se progresa en la construcción de un
sistema de relaciones de trabajo con pleno respeto de los derechos
laborales.

El tema tiene particular relieve en este mundo globalizado, en el cual, la


sobrevivencia de las empresas impone su inexorable modernización
productiva. Este punto suele ser enfocado, casi estrictamente, desde el
ángulo técnico, es decir, a partir de la capacidad empresarial para
utilizar nuevas tecnologías en la producción de bienes y servicios y de
atender, con mayor o menor eficiencia, a sus clientes.
Esa visión del problema es, desde nuestra perspectiva, restringida y deja
sin atención contenidos esenciales del citado Programa de la OIT,
bastante próximo a lo que la moderna doctrina laboral denomina
ciudadanía de empresa, noción que pone de relieve que la tradicional
idea de “subordinación” implícita en la relación jurídico laboral y que
supone la sujeción del trabajador a las ordenes del patrono, no puede
hacer nugatorios los derechos de aquel como ciudadano.

En otras palabras, el trabajo productivo y bien remunerado,


indispensable para que la sociedad progrese, debe ejecutarse en un
marco que permita a los trabajadores expresarse libremente sobre los
asuntos que afecten sus derechos e intereses y ejercer las acciones que
de ellos deriven, sin que se les pueda perjudicar o despedir de su
trabajo por tales motivos.

Nuestro país es miembro fundador de la OIT y por tanto estamos


comprometidos con la ejecución del “Programa de Trabajo Decente”. La
obligación involucra, de modo directo, a los actores del sistema
tripartito: Gobierno, Organizaciones empresariales y sindicales.

Es lamentable que siendo el tiempo del programa, casi coincidente con


el de la actual gestión, el mismo no figure en los planes oficiales; por el
contrario, la evolución de nuestro mercado de trabajo, caracterizado por
una alta informalidad y por un agudizado conflicto social y político,
pone en evidencia grandes déficits de trabajo decente. La “lucha de
clases” aparece como contrapuesta a la idea de generar riquezas y
mejorar la productividad del trabajo. La entrada en escena de infinidad
de pequeños sindicatos, cuyos dirigentes están dotados de un discurso
revanchista (aupado desde el Estado) que “sataniza” a los empleadores,
convertidos en despreciables agentes de la explotación de la mano de
obra, ha creado un clima de confrontación y anarquía en los centros de
trabajo que impide la creación de nuevos puestos, a pesar de la altísima
renta petrolera.
Los valores y principios democráticos, la propiedad privada, la libertad y
la igualdad han sido bastante vapuleados en los años que corren; no
obstante, en el ámbito de las relaciones de trabajo, la defensa de esos
valores y principios no ha tenido la fuerza necesaria. El movimiento
empresarial, luego de haber apostado todo a un choque radical (y a la
salida rápida) con el gobierno, parece encontrarse desorientado y a la
defensiva.

Al punto valdría indicar que las perspectivas de desarrollo (y de


progreso) para el país implica la promoción de relaciones laborales
equilibradas y justas. Las ideas “liberales”, que dejan todo al mercado,
son parte de una utopía similar a la de la sociedad sin clases, mucho
más en un país marcado por el enorme conflicto social de la Venezuela
de hoy. Al estatismo e igualitarismo reinante será bien difícil sustituirlo
con ideas contrapuestas desde otro extremo.

Está planteado abrir un diálogo directo y desprejuiciado a lo interno de


las empresas, sobre el futuro de las mismas. En ese camino, ni siquiera
habría que temerle al tema de los “Consejos Obreros”, pues hay formas
democráticas de concebirlos.

Habría que repensar el tema de la responsabilidad social de la empresa


(o del empresario) y, parece obvio que esta comienza por el trato que se
dé a quienes le prestan servicio. El estricto acatamiento de los derechos
laborales es condición ética indispensable para la modernización, para
que los cambios tecnológicos, la formación para el trabajo y las
mejoras de productividad sean propósitos compartidos y el reparto de
la riqueza producida, más equitativa. La negociación colectiva sigue
siendo el mecanismo idóneo para que la convivencia civilizada
prevalezca en las relaciones de trabajo y esta es inseparable de la
existencia de sindicatos fuertes, capaces de ser interlocutores
calificados ante los desafíos de un mundo cada vez más complejo y un
país acosado por la retorica de un marxismo-leninismo retrogrado.
Un empresariado moderno, como el que el país reclama en este
momento, debe asumir a plenitud el compromiso civilizatorio que
implica respetar los derechos de quienes le prestan servicios, en
particular sus derechos sindicales y pactar, en el espacio que le
corresponda la puesta en práctica del “Programa de Trabajo Decente”.
Ese es el reto.

2.4.- LA COBERTURA DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS

Interpretar las estadísticas del Ministerio del Trabajo en lo relativo a las


Convenciones Colectivas es una proeza. Así por ejemplo, se publican las
suscritas por año sin que haya modos de saber si se trata de convenios
renovados o negociados por primera vez. De ese modo es bien difícil
precisar si ha aumentado o disminuido el número trabajadores
amparados. Lo lamentable es que no hay otras referencias que permitan
formarse un criterio más consistente sobre el tema. Véanse los cuadros
siguientes:

TRABAJADORES AMPARADOS POR CONVENCIONES COLECTIVAS DE


TRABAJO,NACIONALES Y LOCALES, 1999 - 2008

AÑOS LOCALES NACIONALES TOTAL

1999 64.746 23.220 87.966


2000 124.154 671.185 795.339
2001 114.016 861.007 975.023
2002 111.568 73.968 185.536
2003 79.041 1.209.582 1.288.623
2004 136.720 687.393 824.113
2005 88.053 107.496 195.549
2006 85.089 151.201 236.290
2007 95.454 911.281 1.006.735
2008 87.821 - 87.821
TOTAL 986.662 4.696.333 5.682.995
Fuente: MINPPTRASS
TOTAL DE CONVENCIONES COLECTIVAS DE TRABAJO, AÑOS 1999 - 2007,
SEGÚN ÁMBITO

AÑOS LOCALES NACIONALES TOTAL


1999 476 15 491

2000 726 27 753

2001 725 16 741

2002 625 15 640

2003 519 16 535

2004 800 34 834

2005 540 24 564

2006 515 23 538

2007 614 28 642

2008 361 - 420

TOTAL 5.901 198 6.158


Fuente: MINPPTRASS

La transcrita información nos lleva a insistir en la necesidad que tiene el


país de requerir el apoyo técnico de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) para que, en acuerdo con las organizaciones
representativas de trabajadores y empleadores, se adopte un sistema de
estadísticas laborales que nos identifique a todos y podamos
mancomunar esfuerzos para atacar los problemas que nos muestre esa
radiografía.

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