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CÉSA R VA LLEJO : NUEVOS TE XTOS (PA RTE I)

Carlos Fernández
University College London

Valentino Gianuzzi
Pontificia Universidad Católica del Perú

E
ste artículo quiere presentar, comentar y dar a conocer algunos textos
hasta ahora desconocidos del poeta peruano César Vallejo (1892-
1938) descubiertos a raíz de una serie de investigaciones llevadas a
cabo durante los meses de febrero y marzo de 2007 en las ciudades de Lima
y Trujillo.1 Estos textos —algunas versiones de poemas incluidos en Los
heraldos negros y publicadas con anterioridad en la prensa, reimpresiones de
la narrativa de Vallejo y un artículo desconocido— ayudarán a establecer una
cronología más exacta de la obra del poeta y a resolver algunas cuestiones
textuales que no estaban muy claras a causa de testimonios divergentes
entre sus contemporáneos. También se recogen aquí nuevos artículos que
pertenecen a una polémica en torno a la poesía de Vallejo surgida en Trujillo
en 1917. Los nuevos textos nos permiten formarnos una idea más precisa de
lo acontecido y especular sobre el papel que estos sucesos desempeñaron en el
traslado de Vallejo a Lima.

1
Los autores quieren agradecer por su ayuda a Josefina Espejo Luque, Jorge Kishimoto,
Ricardo Silva-Santisteban, Jorge Puccinelli, Teodoro Rivero-Ayllón, Isabel Cerro, Luis
Miguel González, a los empleados de La Industria, a Angélica Domínguez y al personal de
la Biblioteca Nacional del Perú. Asimismo, Carlos Fernández quiere dejar constancia de su
gratitud a UCL y University of London por las becas que le permitieron llevar a cabo esta
investigación. Las imágenes 2 y 4 fueron tomadas del archivo del periódico La Industria
(Trujillo). La imagen 7 procede del archivo familiar de Juan Espejo Asturrizaga. Las imágenes
9 y 10 se reproducen con el permiso de Rare Books and Manuscripts, Special Collections
Library, the Pennsylvania State University Libraries. El resto de las imágenes aparecen por
cortesía de la Biblioteca Nacional del Perú.
2 Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007)

Este artículo se publicará en tres partes: las dos primeras se centran en la


poesía y en la prosa de Vallejo, la tercera presenta y comenta la polémica tal
como apareció en tres periódicos trujillanos. Con él, esperamos estimular
a otros vallejistas a llevar a cabo nuevos trabajos de archivo. Los materiales
publicados aquí demuestran que, a pesar de la fortuna literaria de Vallejo,
todavía existe información de gran interés sepultada en revistas y periódicos,
información que es vital para llenar los vacíos de la vida y evolución literaria
de Vallejo, incluso cuando ya casi han transcurrido 70 años de su muerte.

POESÍA

HASTA DONDE SE SABE, «Aldeana» es el primer poema incluido en Los heraldos


negros (1919) que apareció previamente en la prensa. La versión presentada
aquí difiere muy poco del texto publicado en el libro. De acuerdo con las
palabras de Antenor Orrego en el prólogo a Trilce «Aldeana» fue «el “sésamo
ábrete” que me franqueó la abismática riqueza del artista» (1922: XI). Treinta
y siete años más tarde, en agosto de 1959, en el simposio celebrado en la
Universidad Nacional de Córdoba, Alcides Spelucín narró cómo los amigos
escritores de Vallejo conocieron este texto:

[...] Vallejo visitó a Orrego en la redacción del diario LA REFORMA, con el objeto
de hacerle entrega del manuscrito de Aldeana. El joven crítico, que había venido
incitando al poeta a dejar la imitación de otros modelos para emprender la búsqueda
recóndita de la propia expresión, saltó de gozo al intuir, mediante la lectura de los
primeros versos de Aldeana, que Vallejo comenzaba a abandonar las andaderas líricas
y a caminar por sí mismo. En el curso de la tertulia vespertina, Orrego informó a sus
demás amigos acerca de lo que él consideraba como un verdadero «acontecimiento
literario» en la vida de la naciente agrupación. El poemita fue leído y releído
ávidamente por todos los concurrentes y, luego, comentado en forma ruidosa y
ditirámbica. (1962 [1959]: 47)

Spelucín, que no parece haber tenido la versión publicada en La Reforma


a mano, estaba en lo cierto cuando afirmó que el poema se imprimió
acompañado de una nota escrita por Orrego y que, cuando fue incluido en
Los heraldos negros, el poema se mantuvo prácticamente inalterado. Además,
Spelucín no estaba muy lejos de la verdad al creer que el poema había
Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007) 3

1. «Aldeana». La Reforma. Trujillo, 1 de enero de 1916, p. 6.


4 Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007)

aparecido «hacia diciembre»: el texto fue publicado, en realidad, el primer día


de enero de 1916.
Debemos señalar que la narración de Spelucín acerca de las circunstancias
en que se publicó «Aldeana» fue precedida por la versión de Antenor Orrego
sobre estos mismos hechos que apareció en La Tribuna el 30 de marzo de 1958.
Sin embargo, la narración de Spelucín es, en nuestra opinión, la más fiable. El
texto de Orrego, basado en sus recuerdos, presenta inexactitudes notorias, entre
las cuales destacan la datación de «Aldeana» como un texto que él había hecho
publicar en La Reforma en 1914 y la reconstrucción de la nota encomiástica
que acompañaba al poema: «Saludemos la aparición de un gran poeta en
América. Esta pequeña y original composición es como la partida de bautismo
de un creador de calidades excepcionales. Por su voz, comienza a expresarse
auténticamente el Continente». La verdadera nota (véase la imagen 1), que no
está exenta de provocación hacia la escena literaria local, no es tan entusiasta
como la memoria de Orrego nos podría hacer pensar, pero, sin embargo, sigue
siendo un testimonio importante de uno de los primeros valedores de Vallejo.2
A pesar de que el texto de La Reforma apenas ofrece variantes respecto a la
reimpresión aparecida en Balnearios el 9 de enero de 1916, redescubierta en
1949 (cf. Coyné 1949: 59), esta publicación resulta importante porque nos
ayuda a mejorar la cronología de Los heraldos negros, inclinando la balanza
hacia la versión de Spelucín. A juzgar por el número de veces que el poema fue
reimpreso en publicaciones periódicas y por el hecho de que este se mantuvo
casi intacto por cerca de tres años, no resulta aventurado proponer que Vallejo
estaba satisfecho con esta composición y que también fue una de las más
apreciadas por sus amigos. Las reimpresiones en Nuestra Época, un periódico
dirigido por José Carlos Mariátegui,3 y en La Industria, que estaba a cargo de
José Eulogio Garrido (véase la imagen 2), son una prueba de que «Aldeana»
tenía cierta popularidad entre aquellos particularmente interesados en el nuevo
nacionalismo literario o lo que otros han dado en llamar la literatura «nativista»
o «indigenista» (Monguió 1950: 47-49).

2
En un futuro trabajo estudiaremos los escritos de Antenor Orrego sobre Vallejo y su
influencia en la vallejística.
3
«Aldeana» se publicó en Nuestra Época el 6 de julio de 1918, junto con «La de a mil» y
«Heces». Una edición facsimilar de este periódico, del que solo se imprimieron dos números,
apareció en 1986, publicado por la Editorial Amauta en Lima.
Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007) 5

2. Una reimpresión no conocida de «Aldeana». La Industria. Trujillo, 29 de diciembre de 1920, p. 15.


6 Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007)

3. «Sauce». La Reforma. Trujillo, 5 de mayo de 1916, p. [3].

Algunos meses después de «Aldeana», otra versión de un poema de Los


heraldos negros, previamente publicada y no localizada hasta la fecha, apareció
en La Reforma: «Sauce».4 Alcides Spelucín aludió también a este poema como
aparecido en La Industria, bajo el título de «Adiós» o «Despedida», sin embargo
fue incapaz de proporcionar el texto ya que, como él mismo menciona, no
contaba con él. Curiosamente, Spelucín recordaba que la referencia al «éter»
en el segundo cuarteto —«donde a precio de éter se pierda la vida»— no
figuraba en la versión publicada, porque el uso de esa droga anestésica no fue
introducido en Trujillo hasta meses más tarde (1962 [1959]: 51). Esta versión
reza, de hecho, «donde acaso un día se pierda la vida».
Juan Espejo Asturrizaga, por otra parte, afirmó que esta versión de «Sauce»
se titulaba «Despedida», y que fue publicada en La Industria (1965: 38, 40
4
Probablemente, «Sauce» no había sido localizado hasta ahora porque no se imprimió en
el lugar usualmente dedicado a la poesía en La Reforma: la mitad superior de la página. El
poema está prácticamente escondido entre anuncios publicitarios al calce de la hoja y se
compuso en un tipo de letra que no lo hacía evidente (véase la imagen 3).
Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007) 7

y 175). Aunque se podría pensar que Espejo estaba refinando la información


de Spelucín, reduciendo dos de los posibles títulos a uno, la información que
hemos sido capaces de recabar acerca de las circunstancias de la investigación
de Espejo, el hecho de que «Sauce» apareciese en La Reforma y que no
hayamos podido encontrar ningún poema titulado «Despedida» o «Adiós» en
La Industria, nos inclinan a pensar que Espejo estaba en realidad elucubrando
sobre la base de la afirmación de Spelucín, ya que su especulación no está
apoyada por ningún recuerdo personal o alguna otra evidencia explícita.
Espejo procedió de manera similar en relación con otra versión previamente
publicada que Spelucín fue el primero en recordar:

Mayo [...] que, al parecer, había sufrido ya algunas correcciones antes de su primera
publicación, acabó por perder, a la postre, buena parte de su frescura original, al
aceptar ciertos innecesarios elementos de orden cultural. En efecto: Esa mano que
no ha bizantinado aún el guante, ese Aquiles incaico del trabajo, esa Venus pobre, ese
himno de Virgilio en su cencerro, ese aroma de broncíneos lotos, en fin, sólo alcanzaron
a complicar y perturbar la simplicidad cuasi edénica de la vida serrana a que alude
el poema. (1962 [1959]: 49)

Spelucín ofreció un marco temporal aproximado para la aparición del poema:


el primer trimestre de 1916. Sin embargo, Espejo corrigió el título y proporcionó
una presunta fecha de publicación: «“Mayo azul” publicado el 27 de mayo de
1916. También reformado» (1965: 174). Puesto que no transcribió esta versión ni
ofreció las variantes, tal y como lo hizo en el caso del resto de poemas previamente
publicados que él redescubrió, es posible argüir que Espejo no dispuso del texto.
Su datación del poema no debería conducirnos a creer lo contrario, puesto que
él parece haber conjeturado sobre la base de un vacío documental. Así, al peinar
la colección de La Reforma conservada en la Biblioteca Nacional de Perú, y que
Espejo debió haber consultado,5 uno se da cuenta de que faltan dos páginas

5
Por lo que sabemos, la única colección que se conserva de La Reforma se encuentra en la
Biblioteca Nacional del Perú. La falta de registros hace imposible saber si las fechas de los
sellos que figuran en los periódicos corresponden con la fecha de adquisición o con la de
puesta a disposición de los lectores. Todos estos periódicos, que se conservan en volúmenes
encuadernados, tienen un sello que reza “Oct 1950”, y sus fechas varían entre «00 Oct 1950»
[sic], para el año 1913, y «24 Oct” 1950», para el año 1921, del que solo se conserva el primer
semestre. En cualquier caso, Espejo habría tenido tiempo para peinar esta publicación antes
de 1965. Hoy, se puede consultar otra colección menos completa de La Reforma (ejemplar
8 Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007)

4. «Mayo». La Industria. Trujillo, 28 de julio de 1921, p. 10.


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en el ejemplar del sábado 27 de mayo de 1916 (n.o 1361). Aunque parte de la


deducción de Espejo parece ser correcta —es muy probable que un texto literario
hubiese aparecido en esas páginas, como ocurre en otras dos ocasiones en el
mes de abril, y en varias ocasiones en mayo, junio y julio— nada garantiza que
aquí apareciese la versión anterior de «Mayo». De hecho, siguiendo este mismo
razonamiento, el poema pudo haber aparecido en la edición del sábado 13 de
mayo de 1916 (n.º 1349) que también cumple con los requisitos del patrón por
el que parece guiarse Espejo. La razón por la que Espejo podría haber preferido la
primera opción sobre la segunda es porque no conservamos ninguna página del
número correspondiente al 13 de mayo, mientras que el número correspondiente
al 27 de mayo está solo parcialmente incompleto, como si alguien hubiese
querido preservar el poema que Vallejo, presuntamente, publicó allí. Aunque no
nos ha sido posible encontrar la primera versión de «Mayo», sí localizamos una
reimpresión del poema, tomada de Los heraldos negros, en la página literaria de La
Industria en julio de 1921 (véase la imagen 4).
El último poema de Los heraldos negros publicado con anterioridad en
la prensa hallada durante nuestra investigación6 es «Dios», aparecido en la

2); según Jorge Kishimoto (comunicación personal) esta colección no estaba disponible
cuando él llevó a cabo su investigación a finales de los años 80. El ejemplar 2, que no tiene
sellos, aunque muy incompleto, nos ha ayudado a llenar algunos vacíos importantes, ya que
contiene números del periódico que no figuran en el ejemplar 1. La reproducción de estos
vacíos en la narración de Espejo sugiere que el ejemplar 1 fue la colección que él peinó y que
le proporcionó la mayoría de los datos nuevos de su biografía para el periodo que va de 1916
a 1921. Entre estos vacíos, podemos mencionar la versión de «Aldeana» arriba reproducida, y
dos textos relacionados con los sucesos de Santiago de Chuco, que faltan en la detallada lista
de Espejo (1965: 237-243): José Martínez Céspedes, «Los sucesos de Santiago de Chuco», La
Reforma, 16 de septiembre de 1920, p. [3]; José Santos Vásquez, «Comunicado», La Reforma,
17 de septiembre de 1920, p. [3].
6
Debemos subrayar, sin embargo, que una reimpresión de «Ausente», publicada por primera vez
en el número 18 de Mundo Limeño (diciembre de 1917), apareció en La Industria (el 27 de julio
de 1918, p. [3]) y fue encontrada por Jorge Kishimoto en el año 2005 (comunicación personal).
El poema también se reimprimió en el libro de Alberto Hidalgo, Hombres y bestias (publicado a
comienzos de 1918). A Hidalgo parece haberle gustado ese texto tanto que en Tu libro, una obra
suya publicada en 1922, tituló uno de sus poemas con parte de su segundo verso: «Más lejos de
lo lejos». El facsímil de un autógrafo datado de «Ausente» («23/7/1917»), que presenta solo leves
variantes con la versión final en el verso 13 y en su puntuación, fue publicado por primera vez
en un libro-homenaje impreso por la Asociación de Escritores, Artistas e Intelectuales del Perú
(1938). Este es el único autógrafo de Los heraldos negros que, hasta el día de hoy, se conoce.
10 Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007)

5. «Para el alma imposible de mi amada». El Tiempo. Lima, 11 de agosto de 1917, p. [4].


El poema apareció sin el nombre de Vallejo.

6. «Dios». El Tiempo. Lima, 1 de abril de 1918, p. 6.


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página literaria de El Tiempo el 1 de abril de 1918. Antes de esta fecha, tres


poemas de Vallejo habían aparecido en este periódico, entre julio y agosto de
1917, todos reimpresiones de La Reforma: «Nostalgias imperiales», «El tálamo
eterno» y «Para el alma imposible de mi amada» (véase la imagen 5).7 «Dios»,
sin embargo, podría haber sido proporcionado por el mismo poeta, ya que se
publicó cuando Vallejo vivía en la capital.
Es interesante observar que, antes de que este texto se publicara, Abraham
Valdelomar citó un fragmento del poema, pero en una versión ligeramente
diferente a esta y también a la que aparece en Los heraldos negros.8 Todo hace
pensar que Vallejo escribió este poema en Lima, tal y como él mismo dice a sus
amigos trujillanos en una carta cuando comenta una reunión con Clemente
Palma: «Me dice [Clemente Palma] que publique en el día mi libro que ya
conoce. Versos para Variedades. La mar. Casi se aloca con una composición
que he escrito aquí y que se titula “Dios”».
Esta versión previamente publicada de «Dios» (véase la imagen 6) plantea
el problema de una posible anomalía textual en la primera edición de Los
heraldos negros. En esta última, el verso 16 está sangrado, y este es el motivo
por el que algunos editores consideran los últimos tres versos como una estrofa
independiente (Vallejo 1997, I: 225 y 2005: 275-276). La versión publicada
en El Tiempo plantea la posibilidad de que tal vez el problema de la edición
príncipe no sea una separación entre estrofas ausente, sino el de una sangría

7
Dos de estos poemas los encontró Jorge Kishimoto y su referencia bibliográfica exacta fue
proporcionada en la edición de Silva-Santisteban (Vallejo 1997, I: 117 y 120). La reimpresión
de «Para el alma imposible de mi amada» se publicó el 11 de agosto, pero el nombre de
Vallejo aparece omitido. Kishimoto seguía información de Espejo Asturrizaga, que afirmaba:
«El Tiempo de Lima reprodujo en varias oportunidades versos de César Vallejo en sus
páginas literarias. Recordamos “Nostalgias imperiales” (cuatro sonetos), 1917; “Para el alma
imposible de mi amada” y “El tálamo eterno”» (1965: 177). Sin embargo, una información
similar proporcionada por Espejo, según la que Vallejo había publicado sus versos más de una
vez en La Prensa de Lima en 1917 (1965: 177), no ha sido tan productiva, puesto que no
hemos encontrado poemas de Vallejo en este periódico durante ese año.
8
El famoso elogio que Valdelomar hizo de la poesía de Vallejo, «La génesis de un gran poeta:
César Vallejo, el poeta de la ternura», se publicó en la revista Sud-América, n.o 11, Lima, 2 de
marzo de 1918, p. 10. Se reprodujo luego en la revista La Semana, n.o 1, Trujillo, 23 de marzo
de 1918, p. 21. En el artículo de Valdelomar, «Dios» ofrece algunas variantes mínimas en la
puntuación, y la palabra «muestra» en el verso 9, en lugar de «tiene» en El Tiempo y «mustia»
en Los heraldos negros.
12 Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007)

7. «Los dados eternos». La Semana, n.o 1. Trujillo, 23 de marzo de 1918, p. 9.


Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007) 13

innecesaria. Esta última opción haría al poema visualmente más simétrico


(puesto que los versos están distribuidos en dos cuartetos y dos quintetos).
Aparte de las versiones arriba mencionadas, nos gustaría ofrecer imágenes
de dos textos que se conocen solo a través de transcripciones inexactas, y
completar y corregir la información bibliográfica de las versiones de «Avestruz»
y de «Los heraldos negros» publicadas con anterioridad.
Una versión de «Los dados eternos» se publicó en 1918 en La Semana, la
revista dirigida por Antenor Orrego que actuó como medio de difusión para
la obra de muchos de los miembros de la Bohemia.9 Juan Espejo Asturrizaga
fue el primero en referirse a ella, sin llegar a transcribir el texto íntegro, del que
solo ofreció las variantes sustanciales (1965: 188). Aunque la lista de variantes
de Espejo está casi completa, no menciona una diferencia clave entre ambas
versiones: en La Semana no figura la dedicatoria a Manuel González Prada.
El segundo poema se ha republicado recientemente, aunque no ha recibido
aún la atención crítica que merece por solo haber aparecido en la biografía
del poeta vanguardista Carlos Oquendo de Amat, escrita por Rodolfo Milla
(2006: 346).10 El poema, que es un soneto titulado «Fiesta», fue compuesto
por Vallejo junto con otros tres poetas: Federico Bolaños, Francisco Sandoval
[sic] y Abraham Rinaldi. Es muy poco lo que se sabe acerca de la relación
que Vallejo tuvo con ellos. El contacto de Vallejo con Francisco Sandóval
9
Tuvimos acceso a los primeros cuatro números de La Semana (el 10 de marzo de 2007)
gracias a Josefina Espejo Luque, quien ha conservado la colección parcial de su padre en el
archivo familiar. Varias notas aparecidas en La Reforma (22 de marzo, 5, 12, 19 y 26 de abril
de 1918), algunas de las cuales dan un sumario de la revista, sugieren que se publicaron, por
lo menos, siete números. Una nota sobre el atraso de la publicación del número 8 apareció
el 11 de mayo, pero puesto que no se publicó ningún otro anuncio la semana siguiente, y ya
que todos los números anteriores recibieron publicidad, podemos conjeturar que este último
número no llegó a aparecer. No nos ha sido posible encontrar los números 5-7, pero gracias
a una de las notas de La Reforma sabemos que el número 5 no parece incluir ningún trabajo
de Vallejo; más bien, él parece haber actuado como enlace con algunos escritores de la capital,
puesto que este número contiene poemas de Manuel González Prada, Carlos Mariátegui [sic]
y Ernesto More.
10
De acuerdo con los agradecimientos de Rodolfo Milla, fue Guillermo Gutiérrez Lhyma
quien ubicó el poema en El Tiempo. Aparte de leves errores, la transcripción de Milla toma
como título del soneto «Disparate poético», guiándose por el epígrafe del poema, aunque
parece tratarse solo de una descripción. El título correcto, si lo hay, sería «Fiesta». «Ecos del
carnaval» era un encabezamiento común que se les daba a las noticias sobre el carnaval y que
aparecía en muchas publicaciones los primeros días de marzo.
14 Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007)

podría datar de su estancia en Trujillo,11 pero su acercamiento parece haberse


producido ya en Lima en 1922.12 Federico Bolaños era un colaborador
habitual de El Tiempo en 1922 y su libro de poemas Atalaya apareció más
tarde ese mismo año. Vallejo menciona tanto a Sandóval como a Bolaños
en su artículo sobre la última generación de escritores peruanos publicado
en El Norte el 12 de marzo de 1924. Por otra parte, no se conserva mucha
información acerca de Abraham Rinaldi, aunque es posible que Vallejo lo
haya conocido en 1918, pues parece que Rinaldi era parte entonces de los
círculos literarios de la capital.13

11
Francisco Arturo Sandóval (1900-1960), comenzó a estar activo en los círculos literarios
de Trujillo a finales de 1917, cuando empezó a publicar, como «F. A. Sandóval», poemas en
El Federal y La Libertad, periódicos asociados con Víctor Alejandro Hernández y Santiago
R. Vallejo, que eran los miembros más prominentes del otro grupo literario de Trujillo
contemporáneo a la Bohemia. Aparte de ellos, y de acuerdo con Espejo Asturrizaga, otros
miembros de este grupo eran Daniel Hoyle, Pedro Abraham del Solar Miró Quesada, Luis
Herrera, Carmen Rosa Rivadeneyra y Enrique Echevarría, entre otros (1965: 39). Según un
recorte fechado a mano por Sandóval y conservado por Teodoro Rivero-Ayllón (comunicación
personal; cf. 1997: 96), el poema de Sandóval «Miserere» apareció en abril de 1918 en La
Semana. De ser cierto, este sería el primer indicio de un contacto de Sandóval con el grupo
liderado por Antenor Orrego y José Eulogio Garrido; a pesar de ello, él continuó publicando
regularmente en El Federal y La Libertad ese año. Su poesía parece haber aparecido por
primera vez en La Reforma el 28 de julio de 1919, p. 21, junto a «La copa negra» de Vallejo.
Tenemos constancia de otra colaboración ese mismo año y de cuatro el año siguiente. En
1921, Sandóval se convirtió en uno de los redactores de La Reforma, donde publicó poemas
y también artículos bajo el título «Tramas de mi telar». Muy poco se sabe sobre su vida y
actividades literarias entre la segunda mitad de 1921 y febrero de 1923. En 1925 comenzó a
firmar sus trabajos como “Francis Xandóval”. Hoy es recordado como Francisco Xandóval,
que fue el modo en que firmó Canciones de Maya (Piura, 1941), su único libro de poemas
publicado en vida.
12
Nótese, sin embargo, que Vallejo no le incluye en la nómina de amigos trujillanos que,
como él, residieron en Lima en 1921 y 1922, y que aparece en la carta dirigida a Manuel
Vásquez Díaz, fechada el 26 de abril de 1926 (Vallejo 2002: 169-170).
13
Así lo atestigua una breve polémica ocasionada por una antología de la poesía peruana
contemporánea que fue muy publicitada durante 1918, pero que aparentemente nunca se
publicó. Preparaba la antología el periodista y escritor Carlos Pérez Cánepa y aparecieron
notas anticipatorias en su revista Sud-América. Incluso una lista de los autores que iban a ser
incluidos se publicó en La Crónica (31 de agosto de 1918, p. 5). En ella, aparece Vallejo junto
a otros poetas famosos de la época: José Santos Chocano, José María Eguren, Juan Parra del
Riego, Leonidas Yerovi y Percy Gibson. En septiembre, varias cartas abiertas publicadas en
Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007) 15

8. «Fiesta». El Tiempo. Lima, 3 de marzo de 1922, p. 4.

Aunque Rodolfo Milla afirma que el primer cuarteto es sin duda obra de
Vallejo, no hay indicación alguna de que cada poeta haya sido responsable
de una estrofa. La nota que precede al poema no explica qué parte escribió
cada uno, y hace referencia únicamente al lugar y a la fecha de composición
del texto: «el segundo día de carnaval», en un café. Aceptando que cada poeta
fuese responsable de una estrofa, y que el orden en el que los nombres aparecen

Sud-América (n.o 38, 7 de septiembre de 1918) sugieren la existencia de una controversia en


torno a este libro todavía inédito. Algunos poetas (Hernán C. Bellido y Alberto Ureta) pedían
humildemente ser retirados de la antología, mientras otra carta escrita por «los amigos» de
algunos poetas, solicitaban la inclusión, sobre la base de su mérito literario, de Juan del Carpio,
Luis A. Loayza, Luis Berninzone, Francisco Carvajal Seminario, Carlos Meza Vélez, Ernesto
More, Renato Morales de Rivera, Ramón Rivero Falconí, Juan F. Valega (Máximo Fortis)
y Abraham Rinaldi. Un poema de Rinaldi, titulado «El supremo», apareció en Variedades,
n.o 750, el 15 de julio de 1922. Este texto, dedicado «a las sombras inmensas de Verlaine,
Mallarmé, Villiers y Darío», es una de las escasas muestras de su obra que conservamos de la
época en que se escribió el soneto colectivo.
16 Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007)

9. «Los heraldos negros». Mundo Limeño, n.o 19. Lima, enero de 1918, s. p.

10. «Avestruz». Mundo Limeño, n.o 20. Lima, febrero de 1918, s. p.


Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007) 17

es una indicación de la autoría —lo que no se indica explícitamente—Vallejo


habría escrito la última y no la primera estrofa.
Este soneto colectivo recuerda al lector familiarizado con la literatura
peruana a otro escrito por Abraham Valdelomar, Alberto Hidalgo y José
Carlos Mariátegui. El poema compuesto en honor de Tórtola Valencia se
publicó también en El Tiempo el 21 de diciembre de 1916.14
Para concluir la primera parte de este artículo, queremos ofrecer la
información bibliográfica exacta sobre los poemas que Vallejo publicó en la
revista Mundo Limeño,15 y que solo recientemente (octubre de 2007) hemos
podido verificar. Tres poemas de Vallejo aparecieron en esta publicación, en
versiones distintas a las que publicó en su primer libro de versos: «Ausente»,
«Avestruz» y «Los heraldos negros».16 Los dos últimos solo se conocen
por las transcripciones que brinda Juan Espejo Asturrizaga, y que él muy
probablemente tomó de un libro de recortes, ya que no menciona las fechas
específicas de publicación (1965: 179, 182). Con la ayuda de los catálogos en
línea, hemos podido ubicar una colección más completa de Mundo Limeño
que guarda la biblioteca de Penn State University, y que incluye los números
1-20.17 Gracias a ella, ahora somos capaces de completar las fichas bibliográficas
14
Más detalles sobre las circunstancias en las que se escribió este soneto, en Hidalgo 1918: 178.
15
Dirigida por Fabio Camacho, esta revista tuvo una primera época en 1914. La Biblioteca
Nacional del Perú guarda los números 1-13, 15-16 y 18 de la segunda época, que datan de marzo
a diciembre de 1917, en su Colección Raúl Porras Barrenechea. Por un aviso en el semanario
Don Lunes, sabemos que la revista se seguía publicando en mayo de 1918. Alcides Spelucín
también recuerda que Valdelomar escribió sobre Vallejo en su columna de Mundo Limeño,
«Decoraciones de ánfora» (1962 [1959]: 86). Este comentario aún no ha sido localizado.
16
Jorge Kishimoto encontró la versión de «Ausente» en el número 18 de la revista y Ricardo
González Vigil reseñó por primera vez sus pocas variantes (Vallejo 1991: 82). Kishimoto también
ha proporcionado la fecha de publicación de la versión previa de «Los heraldos negros», 30 de
enero (Vallejo 1991: 63), siguiendo una nota de La Reforma (18 de febrero de 1918, p. [2]) que
reza: «Mundo Limeño. En el número correspondiente al 30 de enero último de este magazine
que, por su lujosa presentación y su selecto contenido gráfico y literario, es la más importante
revista que se edita en la capital de la República, encontramos en su galería fotográfica, entre los
retratos de aristócratas damas limeñas de Lima, los de las señoritas Elsa Pinillos Goicochea y María
González Orbegoso, de nuestros altos círculos sociales. También trae en su página de poesía, unos
bellísimos versos, titulados “Los heraldos negros” del poeta, señor César A. Vallejo».
17
Aunque el catálogo en línea no trae la información completa, es probable que esta colección
perteneciera a Luis Alberto Sánchez, cuya biblioteca y papeles personales se guardan en Penn
State University.
18 Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007)

de estos poemas: «Avestruz» se publicó en Mundo Limeño, n.o 20, febrero de


1918; «Los heraldos negros» apareció un mes antes, en el número 19 (en ambos
casos la revista no tenía paginación). Por lo que respecta a este último poema, si
fue publicado también en La Reforma, como afirma Espejo Asturrizaga (1965:
179), solo pudo haber aparecido después de marzo de 1917 cuando, según
el mismo Espejo, Vallejo compuso el poema conmovido por «[u]n hecho de
carácter estrictamente íntimo y familiar» (1965: 82n.). Ninguno de los que
hemos peinado el ejemplar 1 de este periódico (véase la nota 5), incluyendo
a Espejo, ha encontrado este poema.18 Por otro lado, Alcides Spelucín fue el
primero en recordar que Vallejo recitó «Los heraldos negros» en una reunión
artística organizada por Macedonio de la Torre y que se celebró el 10 de junio de
1917.19 Al decir esto corregía a Macedonio, quien, en su entrevista con Ernesto
More, afirmaba que el poema que leyó Vallejo fue «Los dados eternos» (1949:
22, pie de foto). Spelucín también recordaba que Vallejo recitó «Ascuas» (1962
[1959]: 71). La única información escrita de esa época que conservamos, una
nota aparecida en La Reforma (11 de junio de 1917, p. [3]), no especifica qué
poemas se recitaron. La nota reza como sigue:

Anoche se realizó la fiesta artística organizada por el señor Eduardo de la Torre á la


que invitó á un grupo de sus amigos.
Presidió la reunión un espíritu de noble fraternidad, de compañerismo, de fervor
juvenil y de entusiasmo por el acto. Los jóvenes poetas Oscar Imaña, César Vallejo
y Alcides Spelucín declamaron sus más hermosas poesías arrancando entusiastas
aplausos. El señor José Eulogio Garrido recitó algunas composiciones de José Asun-
ción Silva, siendo también muy aplaudido.
Los señores Pedro A. Pacheco, Carlos Valderrama y Gustavo Romero Lozada
tocaron al piano tres producciones suyas, que revelan altos y exquisitos tempera-

18
De hecho, y a pesar de su nota en la página 179, Espejo Asturrizaga no incluye «Los heraldos
negros» en su lista de poemas publicados en La Reforma (1965: 174-175). En la Biblioteca
Nacional del Perú, el ejemplar 1 de este periódico está completo desde el 23 de febrero de
1917 hasta el 17 de enero de 1918. Si la narración de Espejo sobre la génesis de este poema es
cronológicamente exacta, «Los heraldos negros» solo pudo haberse publicado en los números
que faltan posteriores a esta última fecha (es decir: 19-23 de enero, 5-8 de febrero, 15-16 de
marzo, 4 de abril y 5-18 de julio de 1918). El aviso en La Reforma (véase la nota 16), que
no hace referencia a una publicación previa de «Los heraldos negros» en el periódico, puede
tomarse como un indicio de que el poema apareció por primera vez en Mundo Limeño.
19
Macedonio de la Torre proporcionó una foto de esta reunión que se publicó por primera
vez en More 1949: 22.
Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007) 19

mentos artísticos. Al final de cada recitación el auditorio prorrumpió en fervorosas


ovaciones, felicitando enseguida efusivamente á los autores.
El señor Eduardo de la Torre que domina magistralmente el violín, tocó algunas
composiciones, acompañado en el piano por los señores Carlos Valderrama y Gus-
tavo Romero Lozada, obteniendo calurosos aplausos.
En suma, la fiesta ha sido un digno exponente de la cultura de Trujillo, y en ella
han estado representados los elementos de mayor valía.
Los concurrentes tuvieron ocasión de admirar las sorprendentes obras escultóri-
cas del señor M. Eduardo de la Torre, que se revela como un fuerte y original tem-
peramento artístico. Llamaron sobre todo la atención las obras tituladas «La lujuria»
«El Dolor» y «Una cabeza de tísico», cuyo espíritu está informado en los modernos
conocimientos estéticos.
Las personas que asistieron á esta reunión son las siguientes:
Dr. José R. Ottone, Pedro A. Pacheco, Santiago Martin Ayllón, Carlos F. Roose,
Antenor Orrego E., Jorge Meave Seminario, Máximo Espinoza, Felipe de la Rosa, Santiago
Martin Lynch, Dr. Gonzalo Saenz Sumarán, Federico Esquerre Cedrón, J. Agustín Haya
de la Torre, Amaro Machiavello, Oswaldo Melendez, Germán Condemarin, Eloy B.
Espinosa, Luis Sanches Ferrer, José Felix de la Puente, N. Ortiz y Luis Armas.

Esta nota y la fotografía de la reunión son testimonio de la presencia de Spelucín


y también de la aparente ausencia de Espejo Asturrizaga. Lo que convertiría a la
narración de Spelucín en un testimonio de primera mano sobre el evento.
En cualquier caso, ya sea que el poema haya sido publicado antes en
Trujillo o no, es posible sostener que fue Vallejo mismo quien lo hizo publicar
en Mundo Limeño, puesto que sabemos que visitó las oficinas de la revista a
comienzos de 1918, como narra en su crónica sobre Abraham Valdelomar,
publicada en La Reforma el 18 de enero: «Salimos de las oficinas de redacción
de Mundo Limeño». «Los heraldos negros», el poema que Vallejo escogió
como pórtico a su primer libro de poemas, se convirtió así en una suerte de
carta de presentación para el mundo literario limeño.

OBRAS CITADAS

COYNÉ, André
1949 «Apuntes biográficos de César Vallejo». Mar del Sur, n.o 8, noviembre-
diciembre, pp. 45-70.

ESPEJO ASTURRIZAGA, Juan


1965 César Vallejo. Itinerario del hombre (1892-1923). Lima: Mejía Baca.
20 Boletín del Instituto de Estudios Vallejianos, filial Londres, n.o 11 (octubre, 2007)

ASOCIACIÓN DE ESCRITORES, ARTISTAS E INTELECTUALES DEL PERÚ


1938 Homenaje a César Vallejo. Lima: PBC Impresor.

HIDALGO, Alberto
1918 Hombres y bestias. Arequipa: [Tip. Artística].

MILLA, Rodolfo
2006 Oquendo. Tomo 1. Lima: Hipocampo.

MONGUIÓ, Luis
1950 «César Vallejo, vida y obra». Revista Hispánica Moderna, año XVI, n.os
1-4, pp. 1-82.

ORREGO, Antenor
1922 «Palabras prologales». En César Vallejo. Trilce. Lima: Talleres
Tipográficos de la Penitenciaría, pp. [III]-XVI.

SPELUCÍN, Alcides
1962 [1959] «Contribución al conocimiento de César Vallejo y de las
primeras etapas de su evolución poética». Aula Vallejo, n.os 2-3-4.
Córdoba [Argentina]. pp. 29-104. [Esta ponencia fue leída en el
simposio sobre César Vallejo celebrado en la Universidad Nacional
de Córdoba, que tuvo lugar entre el 12 y el 15 de agosto de 1959.
De acuerdo con el colofón, este número de la revista se terminó de
imprimir el 15 de mayo de 1963.]

VALLEJO, César
1991 Obras completas. Tomo I. Obra poética. Edición de Ricardo González
Vigil. Lima: Banco de Crédito del Perú.
1997 Poesía completa. Edición de Ricardo Silva-Santisteban. Lima: Pontificia
Universidad Católica del Perú. 4 vols.
2002 Correspondencia completa. Edición de Jesús Cabel. Lima: Pontificia
Universidad Católica del Perú.
2005 Poesía completa. Tomo I. Los heraldos negros y otros poemas juveniles.
Edición de Ricardo González Vigil. Trujillo: INC.

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