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‘Suadernos Historia 16 250 PTAS Los Incas Maria Concepcién Bravo y Luis de Usera Coagemios Plan de la Obra 1 La Soqnin Relic xpi» 2. La Paletna Jes «2H Clie d Crd». Sil de Oro, 1 + 5,E] Siglo de Oro, 2» 6, Faraones y pirdmides » 7. La Castilla del Cid + 8. La Revolueién Indus- trial 9, Felipe II + 10. La medicina en la Antigiedad 11, Los Reyes Catdlicos * 12. La mujer medieval * 13, La Revoluein Francesa, 1+ 14, La Revolucién Francesa, 2 + 15. La Revolucién Francesa, 3+ 16. El Egipto de Ramsés II + 17, La invasin drabe de Espaiia * 18, Los Mayas + 19, Carlos V » 20, La guerra de Ia Independencia, | + La guerra de la Independencia, 2« 22. La Hispania romana « 23. Vida cotidiana en la Edad Media + 24. El Renacimiento * 25. La Revolucién Rusa + 28 Los fenicios + 27 La Meaquita de Cérdoba + 28. La Reforma en Europa + 29. Napoleén Bonaparte 1» 30. Napoleén Bonaparte 2 + 31. Los iberos + 82. Reearedo y su época + 83. Los eampesinos del siglo XVI » 84. La Inglaterra victoriana + 35, EL Neolitico + 36, Los Aztecas + 37. La Inglaterra isabelina + 38, La II Guerra Mundial, 1 $9. La IT Guerra Mundial, 2 + 40. La II Guerra Mundial, 3 + 41. Tartessos + 42. Los campesinos medievales + 48. Enrique VIII + 44. La Espaiia de José Bonaparte + 45, Altamira + 48, La Unién Europea * 47, Los rei- nos de taifas + 48. La Inquisicin en Espaiia + 49 Vida cotidiana en Roma, | + 50. Vida cotidiana en Roma, 2 + 51. La Espaiia de Franco + 52. Los Incas + 53. Los comuneros + 54. La Espaiia de Isabel II +55. Ampurias + 56. Los almorévides + 57. Los viajes de Colin + 58, Bl crstianismo en Roma + 58. Los pronunciamientos + 60, Carlomagno, 1 +61. Carlomagno, 2» 62, La Florencia de los Médiis + 6, La Pri- ‘mera Repiiblica Espaiiola + 64. Los sacerdotes egipcios * 65. Los almohades + 66, La Mesta + 67. La Espaiia de Primo de Rivera 68, Pericles v su época + 69, El cisma de Aviiin + 70 BI Reino nazarita + ‘71, La Espaia de Carlos Il + 72. El Egipto ptolemaico + 73, Alfonso XIII y su época + 74, La flota de Indias + 75. La Alhambra + 76. La Rusia de Pedro el Grande * 77. Mérida + 78. Los Templarios + 79. Veliz- quez + 80, La rata dela seda + 81. La Espafa de Alfonso X el Sabio » 82, La Rusia de Catalina II» 83. Los virreinatos amcricanos + 84, La agricultura romana + 85. La Generacién del 98 + 86. El fin del mundo: comunista + 87. El Camino de Santiago + 88. Descubrimientos y descubridores + 89. Los asirios * 90, La Guerra Civil espaiola + 91. La Hansa + 92. Ciencia musulmana en Espaia + 98. Luis XIV y su época +94, Mits yritos en Grecia» $5. La Europa de 1848 » 96. a guerra de los Treinta Aios 97. Los moris- cos * $8, La Inglaterra de Cromwell + 99. La expulsién de los judios * 100, La revolucién informatica. © Maria Concepeiin Bravo Guerreira y Luis de Usera Mata © Informaciin e Historia, SL. Historia 16 Rufino Gonzale, 34 bis 28087 Madrid. Te. 304 65 75 ISBN: 84-7619-286-1 (Pasceulos) ISBN: 84-7679-287.5 (Obra completa) Depésto legal: M13701-1996, Distrbucn en quiosos SGEL ‘Suseripciones: Historia 16, Calle Rufino Gonzalez, 34 bis ‘28037 Madrid. Tel. 304 65 Fotocomposiin yfotomecdnica: Amoretti SP. SLL Impresin: Grafcinen, 8. Eneuadernacén: Mavicam Printed in Spin -Impreso en Espaia Historia 16 | :esceec.e 2/LOSINCAS Indice 5 LACULTURA INCA 6 ELIMPERIO DEL _N ‘TAHUANTINSUYU 8 Guerras civiles 20 Las obras piblicas 22 Lareligion 24 LOS INCAS DE VILCABAMBA. 10 eirwics piramidal 25 Fracaso misionero I La organizacién politico- administrativa 1 a UN DESAFIO ALA NATURALEZA 18 Organizacién decimal 26 Tupac Amaru 27 La tenacidad de Bingham 28 El descubrimiento 19 La ingenieria 30 Machu Pichu Sobre el templo inea del Coricancha, los Ala izquierda, fortaleza Sacsahuamén, ‘uzeco LOS INCAS /3 4/ LOS INCAS Ayer y hoy en Perii. Dos nitios peruanos posan en una ventana de las ruinas de Machu Piechu (izquierda). Detalle de un kero inea (abajo) La cultura inca La ejecucién de Tupac Amaru, tilti- | dominio impuesto. Situacién ésta que mo descendiente de los emperadores in- | se prolongaria durante varios decenios, cas; Hegado el aio 1572, supuso et fi. | hasta culminar con la supresién fisica nal efectivo de un Imperio que hasta | de quien representaba en si mismo los poco tiempo antes se habia erigido | valores de una raza y de una cultura como primera potencia del continente | propias. sudamericano. La primera ofensiva es- | En este Cuaderno, la profesora Bra- panola, encabezada por Francisco Pi- | vo Guerreira trata acerca de la evolu- zarro, habia sido iniciada en 1531 y, | cién historica del Imperio inca, asi | meses mas tarde, el Inca Atahualpa | como de su organizacién social, econé- caia en su poder. Era el inicio del de- | mica y politica. Junto a ello, establece clive de aquel poder que en menos de | una aproximacién a sus realizaciones un siglo habia conseguido unir bajo su | culturales, muestra de la capacidad mando a los amplios territorios com- | creativa de sus habitantes y testimonio prendidos entre los actuales Ecuador y | de los niveles alcanzados por esta civi- Chile. lizacién durante el breve periodo de su La répida ascensién del Imperio | existencia, Junto a esto, el trabajo de inca, que sojuzgé a sus vecinos y esta- | Luis de Usera, aporta informaciones blecié unas avanzadas formas de orga- | especialmente vivas acerca de esta cul: nizaci6n sobre espacios hasta entonces | tura, centréndolas en el hecho del ha- disgregados, constituye un perfecto mo- | lazgo del conjunto arquitectonico an- delo para el estudio del nacimiento, es- | dino de Machu Picchu. Aqui se atinan plendor y muerte de una civilizacién. | de forma perfecta la naturaleza y la En su eiapa final, las disensiones in- | obra humana hasta niveles dificilmen- ternas existentes solamente servirian | te superables. La denominada ciudad para facilitar a los conquistadores la | perdida de los Incas resume asi el tarea que se habtan propuesto. Pizarro, | ritu propio del pueblo que la concibid, convertido en arbitro de la situacién, | al tiempo que muestra la riqueza que el debio enfrentarse sin embargo a una | desaparecido Imperio poseyé con ante- situacién de permanente desafio por | rioridad a su destruccién a manos de parte de quienes no aceptaban el nuevo | los espaiioles. LOS INCAS /5 El Imperio del Tahuantinsuyu Maria Concepcion Bravo Guerreira Profesora de Cultura Inca. Universidad Complutense de Madrid historia haya despertado la admi racién y excitado la imaginacién de escritores, fildsofos y tratadistas, y aun de gentes simplemente interesa- das en el conocimiento de la gran aventura de la humanidad en su bus queda de formas de cultura y sistemas le organizacién social, econémica y po- litica, uno de ellos es, sin duda, el inca Desde el momento mismo en que su existencia es dada a conocer por los protagonistas de la empresa de descu- brimiento y conquista de las tierras peruanas, Se advierte en el mundo oc- cidental una actitud primero de simple curiosidad, y en seguida de profundo interés y viva admiracién por cuantas noticias Hegan de ese fabuloso mundo del Tahuantinsuyu, el Reino de las Cuatro Regiones, Para los utopistas del siglo XVII y los ilustrados del XVII, el modelo incaico se mantuvo en esa linea de interés, justificada por la originalidad de sus'instituciones, que siguen siendo consideradas como Signo diferenciador de un tipo de cultura ex- cepcional, capaces de que Toynbee otorgue a fa de los ineas un lugar pre- ferente entre sus veintiuna civilizacio- nes originales. El estado actual del conocimiento sobre la civilizacién ineaica esta deter minado por la generalizacién de una postura revisionista que intenta orien- tar la interpretacién de las fuentes tradicionales a la luz de documentos administrativos de los siglos XVI y XVII, cuyos datos permiten a veces comprobar la exactitud de las noticias recogidas por cronistas e historiadores, pero que en otros casos indican la rea: lidad del verdadero funeionamiento de unas instituciones no absolutamente comprendidas por los autores de esas crénicas e historias, demasiado condi- Si hay civilizaciones y pueblos euya 6/LOS INCAS, cionados por su mentalidad europea, ajena a los patrones de comportamien- to del hombre indigena americano. No obstante, las consecuencias de esa postura revisionista no nos permi- ten por el momento establecer de ma- nera definitiva una nueva versién so- bre la historia y las instituciones incaicas, que aqui vamos a exponer si guiendo la corriente tradicional, con sélo algunas observaciones respecto a las posibilidades de esa nueva inter- pretacién. Es necesario subrayar, ante todo, el hecho de que el cardcter agrafo de las culturas andinas es la nota determi nante de esa inseguridad en su conoci miento ya mencionada. Es cierto que la carencia de escritura estuvo com- pensada por el vigor de una tradicién historica transmitida directamente so- bre la base de relatos, euya memoria se conservaba a través de un cuerpo de funcionarios estatales, los quipucama- yoes, o de una simple tradicién oral en- tre la gente del pueblo. La historia del pueblo inca Pero {qué valor realmente histérico pueden fener esos relatos, en los que el mito se mezcla con la realidad? , debido a la deformacién de sus orejas por el uso, exclusivo para ellos, de grandes adornos circulares incrusta- dos en sus I6bulos, tenia diferentes grados. A pesar de ser numerosa como consecuencia del régimen de poliginia, que fue un factor diferenciador en ella con respecto al pueblo, y una necesi- dad impuesta por la exigencia de la alta burocracia que sélo se podia nu- trir de ella, no Iegé nunca a dejar de ser una minoria frente a la poblacién plebeya, de la que dependia para su subsistencia. La marcada jerarquiza- cién social se dejaba sentir también en esa aristocracia. La descendencia de un Inca, tanto masculina como femenina, con exclu- sin del heredero, formaba’su ayllu, la panaca real, encargada de conservar la momia 0 mallqui del soberano en su propio palacio, y de mantener vivo el recuerdo de los hechos de su reinado. Por esta razén cada uno de los Sapa Inca tenia que construirse su propio palacio y proveerse de su ajuar, que pasaria después a ser patrimonio de su anaca. La primera generacién de las panacas, es decir los parientes directos del Emperador, sus hermanos, o los hermanos de su padre, vinculados a él por lazos estrictamenté endogamicos, constituian la nobleza de categoria su- 12/LOS INCAS perior, encuadrados dentro del grupo Collana. Las siguientes generaciones, también emparentadas entre si, aunque hubiera en ellas descendientes del grupo no collana, sino payan, constitufan un estamento de la nobleza de sangre, aun- que de segunda categoria. Junto a estas clases, pero ajenas a la nobleza imperial o de sangre, existian grupos privilegi dos formados por los ayllus cayao esta- blecidos en el Cuzeo y sus zonas cerca- nas: los valles del Urubamba y del Apurimac. La nobleza local o provin- ciana constituida por los sefiores étnicos de territorios integrados en el Imperio y colaboradores voluntarios de la admi: nistracién cuzqueia, gozaban también de la consideracién y de los privilegios propios de las elites metropolitanas. Un grupo privilegiado era el de las mujeres escogidas o aclla. Estas, cuya organizacién y modo de vida tanto lla- maron la atencién de los conquistado- res, fueron uno de los soportes de las clases privilegiadas. Seleccionadas 0 escogidas desde la pubertad, entre las hijas del pueblo, y junto a las de la propia aristocracia, eran educadas y preparadas para cumplir importantes misiones. Durante cuatro aiios reci- bian una educacién esmerada que abarcaba desde el perfeccionamiento del idioma y las artes domésticas has- ta la iniciacién en los secretos de la re- ligion y el culto. ‘Una parte de ellas eran destinadas a servir de esposas 0 concubinas para las elites; otras, en pequefio numero, eran designadas como victimas en sa- crificios religiosos, y el resto, las ma- macunas, las verdaderas «virgenes del Sol» dedicaban su vida al cuidado de los templos y del culto estatal, reclu: das perpetuamente en los Acllahuasi anejos a esos templos, obligadas a guardar perpetua castidad y sujetas a una rigida disciplina. Existfa, ademas de los ya menciona- dos, un grupo social que se nutria de la masa del pueblo, y que se rigid por normas muy especiales. Los mitimaes ladados constituian un estamen- to utilizado por los Incas con fines eco- némicos y militares. Al parecer los que tuvieron un carécter militar eran real- mente grupos privilegiados que lega- ron a alcanzar una situacién de excep- cién en la sociedad de los territorios més alejados del Cuzco, sobre todo en los tiltimos tiempos del Incario. Refugio de los tltimos incas después de la legada de los espafoles w= Calzadas incas === Fronteras actuales LOS INCAS /13. El traslado de ayllus completos 0 de poblaciones en masa obedecia como de- ciamos a motivos politicos 0 econémi- cos. Cuando un territorio era incorpo- do al Tahuantinsuyu, era de vital portancia su integracién, acelerada y.sin riesgos, en el marco general del Estado. Para facilitar ese proceso, nada mejor que trasladar un grupo, ya perfectamente incaizado que, ademas de imponer las técnicas y difundir el modo de produceién tradicional cuz~ queno, garantizaba la seguridad del territorio, controlando a la poblacién autéctona y evitando los posibles con plots que en ella pudieran gestarse contra la soberania de los incas. Estos grupos de confianza eran los verdade- ros mitimaes de privilegio. La gran masa del pueblo, los hatun- runa, que el historiador francés Louis Baudin denominé «una céfila de hom- bres felices», era el gran motor del Es- tado. Sobre ella recaia la responsabili- dad de trabajar para el mantenimiento de esas elites improductivas, aunque no inoperantes, y de todo el aparato burocratico estatal. Agrupada en a3 lus y conservando su propia idiosin- crasia, estaba no obstante sujeta al més estricto control levado a cabo me- diante cuidadosos censos, elaborados periddicamente sobre la base no de to- dos los individuos, sino de los cabezas de familia, los purej, verdaderos res- ponsables del tributo, La familia cam- pesina era monégama y a sus compo- nentes no les estaba permitido trasladar su residencia, ni aun cam- biar la forma o los colores de su atuen- do, por los que podia identificarse ramente su origen. No tenian derecho a ningun tipo de educacién, salvo la que recibieran en el seno de su propia familia, dirigida exelusivamente al aprendizaje de las técnicas de trabajo oal de las tradiciones del grupo. Dentro de esta masa del pueblo, aunque fuera de su organizaci6n, y compuesto por individuos desvin- culados de sus ayllus, se incrustaba un estamento 0 grupo, el de los yana, siervos 0 criados perpetuos, cuya exis- tencia ha motivado el que algunos au- tores consideren a la sociedad inca como esclavista. Quedaban, al ser se- parados de su grupo familiar, libera dos de las obligaciones del trabajo co- munitario, pero su funcién era la de desempenar vitaliciamente todo tipo de servicios para el sefior a quien fue- 14/ LOS INCAS ran adscritos: cuidados de rebafios y haciendas, cultivo de tierras patrimé- niales del Inca 0 de las punucas, tra- bajos de indole estrictamente domésti- ca... A cambio, gozaban de una cierta independencia y beneficios inherentes ala relacién directa con un senor, que podia compensar su dedicacién y fide- lidad incluso con la posesién personal de algunas tierras y con la entrega de concubinas. La organizacién politico- administrativa El gobierno de los incas se caracteri- 26 por el ejercicio de un poder absoluto controlado por el Sapa Inca a. través de una compleja red burocratica que alcanzaba a todos los stibditos, si bien las tradiciones de los grupos domina- dos se respetaron en el ambito religio- 50, econémico e incluso politico. Se trataba de un Estado en el que se mez- claron, de forma original, instituciones y formas de gobierno comunistas con un régimen monarquico apoyado en principios teocraticos. El soberano del Tahuantinsuyu, cuya autoridad abso- uta era acatada por sus stibditos con la reverencia debida al hijo del Sol, era Representacién de dos incas (dibujos de Huaman Poma de Ayala para su obra Nueva Crénica...) précticamente el dueo de todas las tierras del Imperio y de la fuerza de trabajo representada por la mayorita- ria poblacién campesina. La monarquia era hereditaria, aun- que no forzosamente la sucesién tenia que recaer en el primogénito, ni si- quiera en uno de los hijos de la Coya, esposa del Sapa Inca, que a partir de Pachacuti fue una de sus propias her- manas. La institucién del matrimonio adelfogémico por el noveno soberano obedecié, tal vez, al afin de revitalizar el mitico origen de los hijos del Sol, como descendientes de la primitiva pa- reja de hermanos-esposos Manco Ca- pac y Mama Oollo, sacralizando asi la estirpe conquistadora, EI heredero era designado por el so- berano, en funcién de su capacidad y aptitudes para el gobierno y la estrate- gia militar. Era en realidad un verda- dero correinante con el padre, en las ocasiones en que por su edad pudiera desempenar funciones de gobierno. Pero no necesariamente ese heredero, en ocasiones correinante, tenia que lle- gar a ostentar la mascapaicha, la bor- la o insignia de la categoria imperial. Previamente tenia que ser reconocido como tal por la nobleza cuzqueiia, y de hecho las sucesiones fueron frecuente- mente tumultuosas y se decidieron después de motines y conspiraciones entre sectores de esa nobleza, origina- dos por los intereses de los grupos fa- miliares de las concubinas, madres de los pretendientes. Pero una vez que el heredero era re- conocido y proclamado, su autoridad se consideraba indiscutible para la pode- rosa nobleza y por supuesto para el pueblo, ajeno por completo a las intri- gas de la Corte. El Cuzco, centro fisico y espiritual del Imperio, en el que residia el Sapa Inca, fue el eje y modelo de esa organi- zacién perfecta. La misma capital con su estructura cuatripartita generé la divisién del creciente Tahuantinsuyu en las cuatro regiones 0 Suyos del Im- perio. En cada uno de ellos ejercia las altas funciones del gobierno, en repre- sentacion del Soberano, uno de sus mas cercanos parientes. Los euatro Suyoyoe Apu formaban un Consejo que sistia al Sapa Inca y gobernaban en su demarcacién, pero las decisiones importantes emanaban del soberano. partir de esta demarcacién, mera- mente politica, se superponia la de ca- récter administrativo. En los suyos se encuadraban las provincias, equiva- lentes a los Estados preincaicos incor- porados paulatinamente al Imperio, aunque no exactamente coincidentes con ellos, puesto que la organizacién central, aun respetando la homogent dad étnica y cultural, se basaba mas en la poblacién que habia de mantener su productividad, que en la extension geogrdfica, Cada una de las provincias debia ser el asentamiento de 40.000 fa- milias. Pero contaban dos factores im- portantes que constituyeron las formas mas originales de la organizacion poli tico-administrativa inea: la distribu- cin decimal de la poblacién y la divi- sién tripartita de las tierras del Imperio. Cuando el Inca conquistaba un territorio se procedia inmediata- mente a la distribucion de sus recursos naturales y humanos. Aun cuando la estructura del ayllu se respetaba (de hecho se tendié siempre a garantizar su autosuficiencia economica), y se mantuviera la propiedad de las tierras comunales, el soberano confiscaba un LOS INCAS /15 QVIATA CALLE CIPAS@OIA Hilandera inca, segiin Poma de Ayala (dibujo coloreado) lote de ellas que destinaba al manteni- miento del Estado. Otro lote era reser- vado para atender a las exigencias del culto; eran las llamadas «tierras del Sol». Las del pueblo abarcaban las par- celas necesarias para el sustento de los ayllus. 2Qué proporcién habia entre estos lotes y qué criterio se seguia para su distribucién? Bs cierto que se asegura- ba la autosuficiencia de las comunida- des, pero las necesidades de consumo de éstas se reglamentaban y se mante- njan en un nivel minimo, lo que permi- tia que la extensién de los otros lotes fuera considerable, y ésta era una exi- gencia impuesta por la cantidad de re- cursos que absorbia el sustento del Inea, las elites y el culto, que depen- dian’ de la explotacién de esas tierras, confiada a las comunidades que resi dian en ellas. Por otra parte existia otro tipo de tierras, que se podrian considerar como de propiedad privada, que eran las patrimoniales de cada Inca, transmitidas a sus respectivas panacas y explotadas por poblacién ‘yana. 16 /LOS INCAS El funcionario que representaba en las provincias la maxima autoridad era el Tiocricuk, cuyas funciones, aun- que eran esencialmente administrati- vas, abareaban otros aspectos politicos y militares, y ademas ostentaba el po- der ejecutivo de forma muy amplia. Para desempefar sus funciones conta- ba con una red de funcionarios subal- ternos, residentes en las ciudades mas pequehas y en los pueblos de su de- mareacién, pero é1 mismo estaba suje- to a una vigilancia y supervision de su gestion. Funcionarios volantes o inspectores recorrian constantemente las tierras del Tahuantinsuyu con misiones espe- ciales encomendadas directamente por el soberano, cuya finalidad era recoger informes sobre todos los aspectos del gobierno y la administraci6n. Esta or- ganizacién central tan estricta, que hubiera podido ser la causa de disen- siones y disturbios en el Imperio, no supuso un desequilibrio en la estructu- ra tradicional de los pueblos que la componian. Gracias al respeto que se tuvo por las formas locales de gobie no, con las que se establecié una intel gente coexistencia mediante un estric- to sistema de reciprocidad de servicios y de redistribucién de bienes, se man- ienia una absoluta comunidad de inte- reses entre el poder central y el de los curaea, Estos jefes locales, cuya auto- ridad fue respetada casi sin excepcién, permitiéndoseles ejercer su autoridad sobre las comunidades que les estaban sujetas, eran de categoria muy varia- ble. Dependian del numero de indivi- duos que controlaban y cuyos servicios personales tenian derecho a utilizar. Su rango superior dentro de la comu- nidad era reconocido por ésta y por el Estado. Las obligaciones de los curaca eran velar por el rendimiento del trabajo de sus sujetos y controlar la entrega del tributo, del que debian rendir cuentas personalmente al Inca en el Cuzco pe- riddicamente, entregando ellos mis- mos los articulos suntuarios proceden- tes de su localidad. A cambio recibian a su vez regalos del soberano, objetos preciosos procedentes de otras partes del Imperio a los que de otra forma no tendrian acceso, yanas para su servi- cio y concubinas procedentes de los Acliahuasi. De esta manera se esta- blecia a través de la redistribucién de bienes, una comunidad de intereses con los seftores locales cuya lealtad era necesaria para el Inca. Lealtad y colaboracién que se aseguraban, tam- bién, valiéndose del sistema de rete- ner en la capital del Imperio, en cali- dad de rehenes a los hijos de los curaca que en su dia habfan de suce- der a sus padres en el gobierno de las comunidades. Asi, centralizando y unificando viejas tradiciones y super- joniendo a elas un engranaje de me- anismos burocraticos complejos, los Incas consiguieron mantener la uni- dad politica de su Imperio. Un desafio a la Naturaleza Maria Concepeién Bravo Guerreira Profesora de Cultura Inca. Universidad Complutense de Madrid suyu estaba constituida por la ex- plotacién de los recursos natura- les, cuyo producto se destinaba al mantenimiento de la poblacién, ten- diendo a conseguir ademas excedentes 1 a base econémica del Tahuantin- Funcionario inea portador de un ipus para realizar sus trabajos de contabilidad (dibujo coloreado de Poma de Ayala) que, rigurosamente administrados, servian como base para atender a las necesidades de un Estado militarista cuya infraestructura requerfa constan- temente el esfuerzo de una energia hu- mana que, a su vez, necesitaba de esos excedentes para asegurar el perfecto funcionamiento del sistema, La fuerza de trabajo, el medio de produccién, era Ja masa de Hatunruna, cuyo esfuerzo perfectamente reglamentado como tri- buto que se debia al Estado fue sufi- ciente para soportar esas necesidades crecientes de un Imperio en constante expansion. El sistema de la divisi6n tripartita de esas tierras exigia la reglamenta- cidn de los sistemas de trabajo que las ponfan en explotacién. Para las del pueblo era fundamental garantizar la equidad en el reparto de las parcelas y su adjudicacién a cada familia, La uni- dad de cultivo para ellas era el tupu, de extensién variable segrin la calidad del terreno. El tupu, para Louis Bau- din, no se ajustaba & unas medias fi- jas; era «simplemente el lote de tierra necesario para el mantenimiento de un matrimonio sin hijos El reparto del suelo era solamente en usufructo y se efectuaba periédica- mente, cuidando de que cada familia tuviera acceso, dada la diferente cali- dad de ésta, a tierra de donde se pu- dieran obtener todos los alimentos ne- cesarios para su sustento. Los lotes no podian ser cambiados ni, por supuesto, vendidos. Una vez repartido el suelo cultivable, la comunidad atendia a su LOS INCAS /17 puesta en explotacién mediante el sis- tema del ayni, trabajo comunitario que se regia mediante un sistema de reci- procidad, que comprendia basicamente las actividades agricolas, aunque tam- bién implicaba la construccion de la casa de cada nueva pareja. Este siste- ma de reciprocidad local, el ayni, im- plicaba la obligacién para el duefio de la parcela que trabajaba toda la comu- nidad de alimentar a todos los que co- laboraban con él mientras duraba el trabajo. Con esta reglamentacién del ayni y con el acceso a los recursos de la tierra y a los medios de produccién repre- Sentados por el trabajo de todos sus miembros, las comunidades, como las familias, tenian asegurada su autosu- ficiencia’ econémica. Organizacién decimal Pero je6mo se organizaba la econo- mia del Estado? Este no tenia derecho aexigir ni un solo grano de maiz de las cosechas de los tributarios, pero dispo- nia permanentemente de ia fuerza de su trabajo, tanto para la explotacién de las tierras estatales y del culto como para la prestacién de servicios en el ejército, las obras publicas, la elabo- racidn artesana y el cuidado de las sa- linas o de los rebanos estatales. En este trabajo permanente consistia el tributo del campesino andino, y para Organizario se impuso el sistema de la divisin por edades para todos los indi- viduos, de acuerdo con la capacidad de trabajo de cada uno de ellos y la divi- sion decimal de los cabezas de famili Los adultos de entre veinticinco y cin- cuenta afos, los purej, eran los verda- deros tributarios sobre los que recafan todas las obligaciones y sobre los que se hacia la distribucién de los equipos de trabajo. ‘Todos los individuos que integraban el pueblo estaban absolutamente con- trolados por el Estado, la vida familiar estaba vigilada constantemente a lo largo de toda la existencia de sus com- ponentes. Rigurosas inspecciones y censos controlaban las incidencias de- s: nacimientos, matrimonios, jituaciones de enfermedad 6 incapacidad para el trabajo, viudas y huérfanos que dependian de las comu- nidades; todo era cuidadosamente ano- tado por el Quipucamayoc, y supervi- 18/ LOS INCAS sado por las constantes inspecciones Nevadas a cabo por los funcionarios de Ja administracién. El Quipucamayoc representaba un importante papel como funcionario de Ja administracion del Estado. El quipu © registro, hecho a base de cordeles de diversos colores anudados de forma precisa y convencional que hacia va- riar su sentido y comprender su conte- nido, era el instrumento de contabili- dad y la forma de conservar, mediante un sistema puramente nemotéenico, datos de todo tipo. Si la contabilidad de la produccién era necesaria, el cen- so de los trabajadores resultaba im- prescindible para la formacién de los grupos decimales. La base de éstos era Ta pachaca o centena de purej, que por su asimilaci6n al posible numero de fa- milias que componfan un ayllu ha sido a veces confundido con éste. Pero el ayllu es una formacién social, mientras la pachaca constituia una simple agrupacién artificial de carcter econémico creada con finalidades pura- mente administrativas. Los subgrupos de la pachaca constituidos por 5 pure} (chunca), 10 purej (pisea), 50 pure (pisea pachaca), estaban controlados por sus respectivos capataces 0 mando- nes, que debian rendir cuentas ante el pachaca-camayoc. El cargo de camayoc © capataz de equipo, inferior a la pachaca, recaia sucesivamente en todos Jos componentes del grupo que de esta forma tenjan la oportunidad de ejercer una autoridad y asumir responsabili- dades al menos durante una vez en su vida de tributarios. Ellos eran los encargados de organizar el trabajo agricola en comtin 0 minka para el cul- tivo de las tierras del Inca y del culto. La pachaca se multiplicaba en gru- pos mayores: cinco de ellos conforma- ban una pisca pachaca o grupo de 500 tributarios. La huaranca era un millar y la suma de cinco de ellas configuraba Ja pisca huaranca. El hunu, compuesto por 10.000 tributarios, era el grupo de- cimal de mayor entidad y probable- mente equivalente a todo’ un linaje o grupo étnico. La jerarquizacion del trabajo y la distribucin de responsabi- lidades se advierte al observar que para cada 10.000 tributarios existia una escala de funcionarios que suma- ban el numero de 3.333, de categoria ascendente. Los encargados de los gru- pos superiores a las pachacas no esta- ban sujetos a la mita, y eran los seno- Restos de muros incas en una calle actual de Cuzeo res naturales de los componentes de sus equipos, cuya categoria variaba se- giin el ntimero de las familias que le estaban sujetas; un curaca local pod tener rango inferior, el de pachaca ca , 0 incluso el maximo de hunu 06. a organizacién decimal no era absolutamente estricta, el volumen de los grupos podia variar por exceso 0 por defecto, aunque sin alejarse mucho del patrén’ numérico, que se ajustaba en la medida de lo posible a la compo- sicién natural de los ayllus Un riguroso sistema de almacena- miento y distribucidn de la produccién era la clave del equilibrio econémico tatal. Los depésitos locales, provincia- les y metropolitanos aseguraban las reservas de todo cuanto necesitaran las elites, que recibian del Inca lo necesar para su mantenimiento. Los templos contaban con sus propios recursos proce- dentes del producto de las tierras del culto, también almacenados y adminis- trados por el celo de sus funcionarios. Pero una buena parte del excedente de produccién, que rebasaba con un amplio margen las necesidades de esas clites se recogia en un tipo de almacenes, los tambos, situados a intervalos en la mag- nifica red de caminos que recorria el Imperio y que servian para el abastec miento permanente a los ejércitos y a los tributarios que prestaran cualquie vicio fuera de sus propias comunidades. La‘ingenieria EI desafio de una naturaleza hostil, en la que las condiciones cambian se- LOS INCAS /19 giin se trate de la zona costera, donde se alternan pequeiios valles fértiles con extensos arenales desiertos, o en la sierra, donde las punas frias dominan a los abrigados valles interiores, o en la ceja de montana, donde el clima tro- pieal es mas un obstdculo que un ali- ciente, tuvo una adecuada respuesta en la capacidad de desarrollo tecnolé- gico de que fue protagonista el hombre andino. Como en todas las manifestaciones de su cultura, los incas fueron en este aspecto herederos de réalizaciones an- teriores, conseguidas por el esfuerzo y por esa capacidad de respuesta de los grupos asentados en las diversas zonas de la geografia del Tahuantinsuyu. Pero también, como en todas esas ma- nifestaciones, el genio organizador del pueblo inca fue capaz de extraer de esas experiencias el maximo rendi- miento al aplicar su espiritu de disc plina al objetivo primordial de su eco- nomia: alcanzar el mas alto nivel de produccién en todas sus tierras. EI objetivo fundamental de todo el esfuerzo organizado de los expertos in- genieros y la mano de obra fue el de conseguir el dominio del espacio en una verdadera labor de remodelacién y estructuracién de la propia naturaleza, mediante la construccién de terrazas escalonadas 0 andenes que ampliaron el terreno utilizable para la agricultu- ra o el desarrollo del urbanismo, con el complemento indispensable de una red de canalizaciones de riego para aquélla ode abastecimiento de aguas para ésta, en ambos casos con un perfecto sistema de drenajes para asegurar la consistencia de las construcciones. Hemos aludido al desarrollo del ur- banismo incaico, relacionndolo con la ingenieria, y es que, en efecto, no sdlo la infraestructura de las ciudades re- queria una técnica de ingenieros. La misma arquitectura, en su grandiosa simplicidad, puede considerarse tam- bién como obra de técnicos expertos en esta ciencia que debian estudiar y co- nocer la capacidad de resistencia de los materiales liticos, el equilibrio y el peso de los distintos elementos arqui tecténicos, la perfecta aplicacién de efi- caces técnicas antisismicas que han permitido la conservacién de numero- sos edificios de forma intacta en una zona sacudida por frecuentes y devas- tadores terremotos. La més imponente muestra de la 20/ LOS INCAS perfeccién aleanzada por la técnica in- caica para conseguir hacer aprovecha- ble un terreno con fines urbanisticos y agricolas conjuntamente es, sin nin- giin género de dudas, el impresionante conjunto de la ciudad de Machu Pic- chu. Ante la belleza sobrecogedora del paisaje en el que se asienta, el espec- tador de esta maravilla percibe, sin comprenderla, la perfeccion aleanzada por los ingenieros incas en sus técnicas y la capacidad de organizacién de una mano de obra disciplinada que podia hacer realidad lo que atin hoy y ante su contemplacién parece més una fan- tasia de la imaginacién que una obra humana. En la montafia, esculpida como una gigantesca escultura, se suceden pla- nos y terrazas comunicadas por innu- merables escalinatas, donde se asien- tan espacios abiertos y barrios residenciales 0 conjuntos ceremoniales rodeados de andenes que descienden hasta la base del cerro, rodeado por una curva del Urubamba, o se levan- tan como un magnifico telén de fondo sobre las vertientes casi verticales del Huayna Picchu, el «cerro joven», y el Machu Picchu, el «cerro viejo», que en- cierran como én un estuche la joya de Ja ciudad. Pero hay otro tipo de andenes o te- rracerias de uso exclusivamente agri cola que transformaron y ampliaron la capacidad de explotacién de unas tie- ras que de otro modo habrian sido ab- solutamente inaprovechables. Y que sirvieron, a su vez, como sistemas de proteccién contra los efectos erosivos del viento y la Iluvia que provocan en las laderas de las montanas continuos desprendimientos. Por un lado, estos andenes permiten esa ampliacin tan necesaria de los terrenos cultivables, pero, ademAs, por la forma de estar dispuestos y constituidos, aseguran un aprovechamiento total del agua que se va infiltrando desde el mas elevado hasta el de nivel mas bajo, reduciendo, gracias a la sabia combinacién de los materiales de relleno depositados en- tre sus muros, las pérdidas que podria provocar la evaporacién. Las obras publicas La magnifica red viaria que ponia en comunicacién los més distantes puntos del Imperio fue la otra gran ‘Alas afueras de Cuzco, su capital, los incas construyeron una fortaleza sxpugnable: Sacsahuaman realizacién que en el orden material llevaron a cabo los incas. Junto con el establecimiento de una lengua oficial, el quechua, y de una religién comin para todos sus stibditos, constituyé un poderoso medio para conseguir la uni- ficacién politica y el instrumento indi pensable para sostener la maquinaria administrativa y la movilizacién de hombres y productos, necesaria para mantener la seguridad y el abasteci- miento de todos los rincones del Tahuantinsuyu. Al desconocer, 0 no aprovechar, el transporte y las comunicaciones por via maritima, se dio especial impor- tancia a las de tierra, a través de ca- minos y puentes, cuya importancia, se- gun la admirativa apreciacién de los conquistadores espaioles, primeros cronistas del Peri, era s6lo compara- ble a la de las calzadas romanas El cuidado de los caminos era res- ponsabilidad de los ayllus asentados en los lugares por donde pasaban, y sus curacas eran los encargados de vi- gilar su buen estado. El trazado y la construccién de puentes que dieran continuidad a los caminos fue objeto, igualmente, de una especial atencién por parte de los ingenieros incas, que supieron adaptar su técnica a las dife- rentes condiciones topograficas del te- rritorio sobre el que trabajaban. El verdadero alarde de la téenica incaica fue la construccién de los majestuosos puentes colgantes, que volaban literal- mente sobre los cafiones profundos y anchos de los grandes rios. Aunque con materiales diferentes (gruesos ca- bles de acero), el mismo principio de construccién sigue siendo utilizado en Ja sierra peruana para unir las riberas de los rios Vileanota, Urubamba o Apurimac, como complemento de vere- das que no prestan servicio al tréfico rodado, sino simplemente al de peato- nes. El caminante actual puede sentir en ellos la misma sensacién de balance que sobrecogia a los jinetes espanoles del siglo XVI cuando se veian obliga- dos a utilizar esos otros més ligeros y menos sélidos que desafiaban al vien- to y el espacio en trazados mas auda- ces por su longitud y la altura a que se elevaban sobre los cauces de los rios. Su seguridad requeria la presencia constante de un vigilante que, ademas de supervisar su buen estado, contri laba el paso de viajeros, a los que ex LOS INCAS /21 gia un pontazgo o pago de peaje, se- gun observaron los conquistadores es- pajioles, que debia ser hecho efectivo con parte de la carga que transporta- ran. Posiblemente se tratara de un sim- ple modo de controlar las movilizacio- nes de una poblacién sujeta a normas estrictas en cuanto a su falta de liber- tad para trasladarse de un lugar a otro. La religién El de los ineas fue un pueblo profun- damente religioso. La vida toda del hombre, como individuo y como compo- nente de su ayliu estaba regida y con- dicionada por la presencia constante de fuerzas y seres sobrenaturales, a cuya influencia era dificil sustraerse, y cuya benevolencia era preciso conse- guir mediante la practica constante de ritos y ofrendas. Pero en el marco de la vida espiritual, como en el de la mate- rial, se advierten claramente las carac- teristicas que informaron ésta en el tiempo del Imperio: por un lado, la existencia de una fuerte tradicién preincaica tolerada e incluso absorbida por los seftores del Cuzco, y por otro, una clara diferenciacién entre la reli- gién de las elites y la del pueblo; es de- cir, entre esa tradicién, respetada por los conquistadores, y una religién ofi- cial, utilizada como un factor mas, im- portante y decisivo, de la unidad del Imperio. Sin embargo, hay gue destacar que la base de toda la ideologia religiosa de las elites, elaborada por los amautas hasta la categoria de una verdadera teologia, fue la creencia general en toda el area andina y en épocas remo- tas en la existencia de una divinidad creadora, un Ser Supremo, que con distintos nombres pero con las mismas caracteristicas, aparece como centro de los mitos de creacién en diversos luga- res, desde el altiplano a la costa y des- de el Titicaca al Eeuador. La divinidad creadora del area del Cuzco es Viracocha, que, procedente del lago Titicaca, del que emerge des pués de haber creado el cielo y la tie- tra, procede a la creacién sucesiva de dos humanidades, la primera de las cuales es destruida por él mismo y con- vertida en piedras, con las que labra los modelos de la segunda humanidad. 22/ LOS INCAS Después se dirige hacia el Norte, al Cuzco, y, tras organizar y ordenar el mundo, actuando como héroe civiliza- dor, contintia su marcha hacia el Nor- te dirigiéndose a la costa, hasta desa- jarecer en el mar siguiendo el camino Sel Sol, y prometiendo su regreso, Vi- racocha es un dios celeste, creador y fertilizador relacionado con’el mar y él agua. Su nombre es significativo: espu- ma de la mar o espuma del agua. Apa- rece con atributos solares, pero no es el Sol, ni su culto tiene las caracteristicas del culto solar. El Sol, como divinidad del Estado incaico, es de una aparicién mas tar- dia. Se ha dicho que Viracocha fue la divinidad de las elites y que su culto fue solamente organizado y establecido en la Corte por un sacerdocio de alta jerarquia, y que el Sol fue la divinidad del pueblo. Sin embargo, modernas in- vestigaciones Ilevadas a cabo por el profesor Franklin Pease han permitido establecer que el culto solar pertene- ci6, como el de Viracocha, al que relegs aun segundo plano, a las elites impe- riales y que fue impuesto oficialmente a todo’el Imperio, como eje de un nue- vo orden religioso después del reinado de Pachacuti. Para subrayar la impor- tancia de la aparicién de un orden nuevo y diferente en el Incario, Pacha- cuti se vale del culto solar, que oficial za con la magnificencia de que dota al templo existente en el Cuzco dedicado al Sol. El Coricancha fue el recinto de oro, revestido y decorado con planchas y objetos de este metal, considerado como uno de los atributos de la divini- dad. El prestigio del culto solar y su vinculacién con la dinastia de los in- eas, son, pues, consecuencia de una victoria politica, y este caracter politi- co fue la causa de que, a pesar del re paldo oficial y de la poderosa organi cién que lo 'mantuvo con generosas dotaciones econémicas en edificios, tie- rras, rebatios y servicios, desaparecie- ra rapidamente después de la caida del Imperio, Junto a estas divinidades superi res, Viracocha y el Sol, otras de cara ter celeste y vinculadas a ellas ocup: ban un lugar importante en el panteén Pero el pueblo estaba inmerso en una serie de ritos y ceremonias, expre- sién de su sentimiento religioso, mas orientadas hacia el culto de divinida- des regionales, locales, familiares y Lo que més sorprende de Machu Picchu a cualquier turista que hoy se acerea a contemplar sus ruinas es la espectacularidad de su ubicacién aun personales de cardcter naturalista © animista, a las que no se sustraia ni la misma casta de los Incas. Estas précticas fueron las que sobrevivieron y las que atin hoy subsisten, aunque modificadas, entre el campesinado an- dino. El culto a las huaca, objetos o lu gares sagrados, representaba la mas importante manifestacién de la religio- sidad de los ineas. Una huaca era cual- quier objeto, ser o fenémeno de la na- turaleza que ofreciera caracteristicas consideradas como sobrenaturales por su aspecto inhabitual: una roca 0 mon- tana, una piedra de forma extrana, una planta 0 un ser vivo, animal o hu- mano, que ofreciera alguna anormali- dad, era huaca El cuerpo de un antepasado, el mallqui, lo era igualmente, asi como la representacién en piedra de ese @ tepasado, en el caso de que fuera su- puesto y no real. También tenia este cardcter sagrado el lugar en el que s rendia culto a las huacas «transpc bles»; o las pacarina, lugar de donde se creia que habia surgido un antepa- sado 0 un grupo, desde las entranas de la tierra. Las ceremonias del culto oficial re- querian, ademas de ricas ofrendas, sa- crificios numerosos de Hamas y, en ocasiones excepcionales manos, jévenes y nifos, Las ceremo- nias oficiales, que se celebraban de manera sinerdnica en todo el Imperio, eran las que marcaban los ciclos agri- colas determinados por los equinoccios y solsticios, pero que tenian lugar, con diferente duracién, cada mes. Un cere- monial complejisimo se seguia para las mas importantes, entre las que destacaba la del Inti Raymi, 0 gran Pascua del Sol, que se celebraba con motivo del solsticio de junio. Con muy remotas resonancias incaicas, y aun sin su contenido original, la fiesta del Inti Raymi sigue convocando en la ac- tualidad, cada ano, en la magnifica ex- planada que se extiende a los pies de la imponente fortaleza de Sacsahua- man, en el Cuzco, a los campesinos de toda la region, constituyendo un atractivo mas para turistas del mundo entero, que en numero creciente se sienten atraidos por conocer los vesti- gios del impresionante mundo de los inc Los INCAS / 23 Los incas de Vilecabamba Luis de Usera Mata Colaborador de Investigacién. Universidad Complutense de Madrid n sus Comentarios Reales cuenta el inca Garcilaso de la Vega cémo sus parientes indigenas reunidos en la casa materna del Cuz co, narraban los acontecimientos ex- traios y premonitorios que anuneiaron la destruccién del Imperio antes de que los espafioles pusieran pie en las costas del Tahuantinsuyu. Una de aquellas historias describe cémo, du- rante el reinado de Huayna Capac, el ultimo gran Inea, la Corte cuzquefia presencié un espectaculo sobrecogedor. Sobre el cielo aparecié un aguila hu- yendo aterrada de un grupo de halco- nes que la hostigaban. Después de al- gunos intentos por eludir el ataque fue herida por picos y garras y cay6 muer- ta a los pies del propio emperador. Al- gunos afios mAs tarde, muerto ya Huayna Capac, y el Imperio debilitado por las luchas entre sus dos hijos, Huascar y Atahualpa, Pizarro desem= bareaba en Tumbes con un grupo de espatioles, convirtiéndose en el princt- pal protagonista de la profecia, Es bien conocida la historia de como Pizarro, en un gesto de audacia, captu- ré a Atahualpa, virtual vencedor de la contienda civil, quien, desde su pri- sién, dio orden de matar a su herma- no, al que mantenia prisionero en Cuz- co, tratando de evitar con ello una posible alianza entre éste y los caste- llanos; Atahualpa fue acusado de fra- tricidio y usurpacién y, después de un grotesco proceso, ejecutado en Caja- marca. ‘A partir de ese momento, las armas espanolas no encuentran resistencia, y en noviembre de 1533 llega Pizarro a las puertas del Cuzco, donde es recibi- do por Manco Inca Yupanqui, nuevo gobernante elegido por la nobleza como emperador. La actitud de los con- quistadores va tornndose més agresi- va y pronto, pretextando sospechas de insurreceién armada, encarcelan al Inea, que debe pagar un cuantioso res- cate para recobrar la libertad. Las hu- millaciones infringidas a Manco y a la familia real se suceden ininterrumpi- 24/ LOS INCAS damente, hasta que éste, en abril de 1536, y ayudado por Villaoma, el sumo sacerdote del Sol, consigue eseapar del Cuzco para encabezar una sublevacién indigena de grandes proporciones que estuvo a punto de derrotar a las esca- sas fuerzas espafolas dirigidas por Hernando, Gonzalo y Juan Pizarro Francisco Pizarro, que se encontraba en Lima, envié varias expediciones mi- litares en ayuda de sus hermanos, pero todas fueron aniquiladas antes de alcanzar su objetivo. Por ultimo, Manco Inca, enterado de la inminente llegada a Lima de los re- fuerzos solicitados por Pizarro, decidié, sin haber consumado la conquista del Cuzco, enviar sus ejércitos hacia la costa en un intento por tomar la ciu- dad y acabar asi con el mas importan- te establecimiento espafol. La batalla de Atocongo determiné la derrota de las huestes incaicas, que se retiraron a la sierra hostigadas por el capitan Alonso de Alvarado, quien, al mando de un bien armado grupo de 850 hom- bres, mantuvo una sangrienta campa- ha de cuatro meses, al final de la cual el dominio espaol sobre la sierra cen- tral quedé firme y definitivamente es- tablecido. Temiendo su inevitable captura, Manco Inca, acompariado de su fami- lia, capitanes y el resto del Ejéreito, se interné en el valle del Vilcanota; eruz6 el elevado paso de Panticalla y, des- cendiendo por el valle del Vileabamba (uno de los afluentes del Urubamba), se establecié en un lugar denominado Vitcos o Viticos, donde creé una peque- fa Corte. Desde allf inicié una activ: dad guerrillera que entorpecié hasta tal punto las comunicaciones entre Lima y Cuzco que, fracasadas dos ex- pediciones de castigo enviadas por Francisco Pizarro, vidse éste obligado a fundar la ciudad de Ayacucho, con el Bropésite de garantizar la seguridad le los viajeros y mercaderes que tran- sitaban entre las dos ciudades. En el ato 1545, Manco Inca Yupan- qui morfa asesinado a manos de un grupo de soldados almagristas a quie- nes habia dado asilo en su refugio de Vileabamba, después de que la faccién de aguélog fuese derrotada por los pi- zarristas. Le sustituyé en el trono su hijo Sayri Tupac, quien, después de al- gunos afios, y gracias a las gestiones y gran habilidad politica del tercer vi- rrey del Pert, don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Canete, abando- né su refugio andino en 1555 acomp: fiado de una parte de la nobleza. El acontecimiento tuvo amplia resonancia y fue celebrado con grandes ceremo- nias, en el curso de las cuales Sayri Tupac juré fidelidad a la Corona de Espaiia y a cambio fue investido por el Vista parcial de la fortaleza de Sacsahuamén, desde donde se defendia ala ciudad de Cuzeo virrey con la mascapaicha, simbolo de la soberania incaica. Casado con una princesa y convertido al cristianismo, murié en el afio 1560 en el valle de Yu- cay, rodeado de un fausto evocador de la antigua grandeza imperial. Fracaso misionero Cuando la noticia llegé a Viteos, aquel sector de la nobleza, fiel a las viejas tradiciones y que siempre habia sospechado de las intenciones espaiio- las, interpreté que el joven Inca habia muerto envenenadb. La reaccién no se hizo esperar y ese mismo afio, Tito LOS INCAS /25 Cusi Yupanqui, hijo natural de Manco Inea, cin los emblemas reales, rebe- landose contra la Corona y sus repre- sentantes. La politica de Tito Cusi du- rante los afios que duré su reinado fue contradictoria. Consciente del poder de las fuerzas espaiolas, traté siempre de evitar confrontaciones directas, tole- rando la visita a los territorios bajo su dominio de algunos enviados del vi rrey, que trataron de convencerle para que abandonase su actitud y se convir- tiera al cristianismo. Por fin, en el afio 1568 acepté ser bautizado’ por Juan de Vivero, prior de la Orden de San Agustin, quien desig- 16 al fraile fray Marcos Gareta para que permaneciese cerca del Inca, in- culeandole las ensenanzas de Cristo, y Nevase a cabo una labor misionera en- tre los indigenas del lugar, tarea a la que se incorporé algun tiempo m4: tarde otro fraile agustino llamado fray Diego Ortiz. Al parecer, Tito Cusi llegé a tomar gran afecto a los dos frailes, si bien nunca consintié su entrada en Vitcos, la ciudad-santuario, capital del exiguo Imperio, tratando de evitar, probable- mente, que se descubriese lo que, por otra parte, resultaba patente: la per- manencia de los viejos cultos solares y la evidencia de su falsa conversion a las nuevas doctrinas. Dicté a fray Mar- cos una carta en forma de erénica diri- gida a Felipe II en la que argumenta sus derechos al gobierno y hace una breve descripcién de la conquista espa- fiola, realzando la bondadosa actitud de su padre Manco Inca (verdadero protagonista de la crénica) frente a la crueldad de los hermanos Pizarro, Sin embargo, la actitud de los frailes fue cambiando con el tiempo al descu- brir el engano del que habian sido vie- timas, especialmente la de fray Mar- cos, cuyo fanatismo le condujo a criticar severamente las costumbres paganas del Inca y sus caciques, lle- gando incluso en compaiiia de fray Diego y de algunos indios conversos a incendiar un templo del Sol, que, se- gun cuenta el padre Calancha, estaba cereano a una «gran roca blanea sobre una fuente de agua». Esta actitud pro- voed las iras de Ia nobleza y determiné la expulsion de fray Marcos del territo- rio, si bien Tito Cusi decidié retener a fray Diego y aprovechar sus conoci- mientos médicos. En 1571 moria el Inea como consecuencia de una pulmo- 26/ LOS INCAS nia y fray Diego, que habia fracasado en sus intentos curativos, fue ajusti- ciado. Tupac Amaru Mientras se desarrollaban estos acontecimientos, habia legado al Pera el virrey Francisco de Toledo. Hombre enérgico y de pocos escriipulos, dispo- nia de poderes expresos otorgados por Felipe ft para aeabar eon el ultimo foco de resistencia indigena en los Andes. En 1571 envié un mensaje a Tito Cusi Yupanqui, conminandole a optar entre la sumisién definitiva a la Corona, con el consiguiente abandono de su refu- gio, ola guerra. Por supuesto el virrey ignoraba la muerte del Inca y el nom- bramiento como sucesor del hermano de éste, Tupac Amaru, con el que pare- cfa iniciarse una nueva etapa de hosti- lidad hacia los espafioles. La noticia del cambio llegé al Cuzco al mismo tiempo que la de las muertes de fray Diego y del enviado del virrey en una emboscada. La reaccién fue in- mediata. Una compaiiia al mando del capitan Martin Gareia de Loyola par- tid del Cuzco y, siguiendo el valle del Urubamba, rémonto la cordillera por el paso de Panticalla, aleanzando el valle de Vileabamba’ sin encontrar gran resistencia. En Huaynapucara tuvieron el primer encuentro bélico de importancia con los ejércitos del Inca. La batalla resulté favorable a los espa- oles, pero Tupac Amaru habia huido. Siguiendo sus pasos descendieron al valle de Pampaconas, internandose en la selva entre la hostilidad de los gru- pos indigenas y superando las inmen- sas dificultades que la regién ofrecia. Por fin, Tupac Amaru, temeroso de penetrar més profundamente en una regién que desconocia, decidié entre- garse al capitan espafol y fue conduei- lo al Cuzco, donde el virrey Toledo, in- diferente ‘ante las peticiones de clemencia de algunos grupos de espa- files, condené al Inca a muerte. La sentencia fue ejecutada en mayo de 1572 ante una multitud de indios, cu- yos aullidos de dolor, al ver eémo la ca- beza de su seftor era macabramente exhibida por el verdugo, hicieron estre- mecer los muros de la ciudad. Con Tupac Amaru desaparece la di- nastia incaica y la esperanza, mante- nida durante casi cuarenta afios, de revivir las viejas glorias imperiales. La region de Vileabamba fue abandonada y la selva volvié a reeuperar el terreno que le habia sido arrebatado, Cayeron los puentes, desaparecieron los cami- nos y la vegetacién cubrié el marchito esplendor de ciudades y fortalezas. En febrero de 1909, el senador y profesor norteamericano Hiram Bing- ham, después de asistir al Primer Con- greso Cientifico Panamericano celebra- do en Chile, decidié realizar un viaje por los Andes peruanos con el propési- to de descubrir la tiltima capital de los ineas, cuya ubicacién, segun estable- cian las crénicas espafiolas, podia si- tuarse en algun lugar de la’ cordillera de Vileabamba. La tenacidad de Bingham Acompaiiado de su amigo Clarence L. Hay salié del Cuzco a lomos de mula con destino a Abancay para, si- guiendo los consejos del prefecto de esta ciudad, explorar el sitio de Cho- quequirau, lugar en que las tradicio~ nes locales fijaban la residencia de los cuatro tiltimos Incas. Superadas las di- ficultades impuestas por el caracter agreste de la region y las Iluvias perti- naces que durante esa época dificultan las comunicaciones, alcanzaron las rui- nas de una ciudad. Construida sobre las cumbres que dominan la quebrada del rio Apuri- mag, la extensién del area ocupada por los restos arquitect6nicos parecia indi- car que se trataba de una poblacién de cierta importancia, si bien el caracter tosco de las construcciones convencié a Bingham de que no se encontraba en la capital de Manco Inca. Decidido a lograr sus propésitos, y después de estudiar los documentos espaiioles de la época, especialmente la Crénica moralizada del Orden de San Agustin en el Pert, de Antonio Ca- lancha; la Descripcién 'y sucesos hist6- ricos de la provincia de Vilcabamba, del capitan Baltasar de Ocampo, bus cador de oro en la region; y la crénica de la visita hecha a Tito Cusi, por don Diego Rodriguez. de Figueroa, enviado del marqués de Canete, organizé Bing- ham la expedicién peruana de la Uni- versidad de Yale. Llegaron a Pert en junio de 1911, trasladandose inmediatamente al Cuz co, donde iniciaron una serie de pes- quisas para recabar noticias acerca de los lugares sefialados en las Crénicas. Los resultados no fueron muy alenta- dores, consistiendo la mayoria de las veces en vagas descripciones de ruinas avistadas por pastores 0 campesinos de la region en la cima de los cerros. En julio abandonaron el Cuzco con una recua de mulas, dirigiéndose al valle del Urubamba, Dejaron atras la célebre fortaleza de Ollantaytambo y siguieron por el camino que hacia po- cos aitos habia construido el Gobierno peruano para evitar las dificultades que implicaba el paso de las dos anti. guas rutas que conducian a la parte baja del valle. La primera de ellas se desviaba a la derecha y atravesaba el clevado paso de Panticalla, mientras que la segunda cruzaba entre los mon- tes Salcantay (6.182 m.) y Soray (6.320 m,). Ambas resultaban extremada- mente peligrosas, especialmente en la época de Hluvias. ‘A lo largo del camino hasta Toron- toy, lugar donde comienza el eaiién del Urubamba, avistaron varias ruinas de ciudades y aldeas, asi como algunos conjuntos de andenerias (terrazas) destinadas al cultivo, pero ninguno de estos restos parecia lo suficientemente importante. Seis dias después de su salida del Cuzco, Bingham y sus cola- boradores legaron a una pequena planicie cerea del rio, conocida por Mandorpampa. Como empezaba a ano- checer decidieron establecer su campa- mento y pernoctar en el lugar, a pesar de las iiradas suspicaces del arrenda- tario del terreno, un indio llamado Melchor Arteaga. Siguiendo su cos- tumbre y, valiéndose como intérprete del sargento Carrasco, uno de los miembros de la escolta ‘armada que acompaniaba a los expedicionarios, in- terrogé al indio sobre la existencia de ruinas en las proximidades, a lo que el indigena respondié afirmativamente y, sefialando hacia las alturas vecinas, mencion6 los nombres de Machu Pie: chu y Huayna Picchu. El dia siguiente, 24 de abril, amane- cié Muvioso y frio. Arteaga no parecia dispuesto a’abandonar el calor de su choza y servir de guia a aquellos curio- sos extranjeros, hasta que una genero- sa oferta econémica eliminé sus escrti- pulos, Como los restantes miembros de la expedicién tampoco parecian entu- siasmados con la ascensién, sospe- chando que se trataba de restos sin LOS INCAS /27 importancia, Bingham decidié empren- der la marcha en solitario acompaiiado uinicamente por el indio y el sargento Carrasco. Caminaron durante tres cuartos de hora, hasta llegar a la orilla del rio donde un puentecillo, formado por unos cuantos troncos amarrados con lianas que se balanceaba peligro- samente sobre las aguas, les permitié el paso a la otra ribera. Alli les esperaba una zona de densa vegetacién, seguida de una pared vertical, cubierta de bosque e inte- rrumpida de vez en cuando por pasti- zales resbaladizos que dificultaban la ascensién. Hacia el mediodia, agotados de cansancio y sin haber encontrado el més minimo vestigio de construcciones incaicas, llegaron a una pequeia pla- nicie donde, ante su sorpresa, descu- brieron una choza indigena en la que vivian unos cuantos indios, quienes, una vez recuperados de la impresién producida por tan inesperada visita, proporcionaron agua y alimento a los viajeros, El descubrimiento Repuesto de su fatiga, Bingham de- cidié continuar la exploracién, guiado esta vez por un nifio indigena y segui- do por el sargento, Nada mas abando- nar la choza, pudo ver una serie de an- tiguas andenerias que habian sido liberadas de maleza y puestas en ex- plotacién por los nuevos propietarios. Pero este descubrimiento no sirvié para infundirle nuevas esperanzas. Por fin cerca ya de la cumbre, comenz6 a distinguir Semiocultos por la vegeta- cién los restos de algunos muros Avanzando con enormes dificultades, debido a la densa vegetacién, y utili: zando las lianas para escalar las pare- des de las andenerias, llegaron hasta una especie de cueva sobre la que se levantaba un edificio semicircular construido en granito blanco, cuya ma- nufactura recordaba claramente el fa- moso Coricancha o Templo del Sol del Cuze Mas adelante, sobre una colina, des- cubrié tres edificios de sélo tres muros, construidos con grandes sillares de piedra finamente tallada y dispuestos en forma de «U> frente a una pequefia explanada. El inventario de hallazgos fue enriqueciéndose durante ese dia y los que siguieron, pero la gran roca 28/ LOS INCAS blanca sobre una corriente de agua que menciona la Crénica de Calancha como préxima a Vitcos no fue encon- trada, lo que decidié a Bingham a con- tinuar la busqueda. Cruzando el Urubamba y pasando por la desembocadura del Lueumayo y el camino de Panticalla, llegaron a la ciudad de Santa Ana y desde alli, guiendo la ruta que bordea el rio Vil- cabamba, aleanzaron Luema, en cuyas cercanias visitaron algunas ruinas in- caicas de poca importancia, si bien el gobernador de esta ciudad les hablé de Ia existencia de construcciones en un monte situado valle abajo, conocido como Rosaspata. Al dia siguiente lle- garon a las faldas del cerro, junto a los mal conservados restos de una fortale- za llamada Ureopampa. La ascensién implic6 ciertas dificul- tades, pero en el curso de la misma Bingham pudo comprobar la existencia de las numerosas andenerias que ro- deaban la colina y, ya en la cima, la presencia de casas y de una plaza frente a la que se conservaban los muros de un palacio de grandes dimensiones, con dinteles finamente trabajados en gra- nito blanco. La situacién del lugar «sobre una alta montafia cuya vista domina gran parte de la provincia de Vileabamba», y la existencia de «un edi- ficio elegante y majestuoso... (en el que)... todos los dinteles de las puertas, tanto la prineipal como de las comunes, estan elaboradamente tallados en mar- mol», hizo pensar a Bingham en la posi- bilidad de que Rosaspata fuese el Vit- cos deserito por el capitan Baltasar de Ocampo. Por otra parte, cerca del cerro existia una aldea llamada Puquiura, y segtin el eronista Calancha, de un lugar con el mismo nombre partieron fray Marcos y fray Diego para destruir el Templo del Sol, situado cerea de Vitcos, en un lugar denominado Chuquipalpa. Para que la identificacion del sitio fuese total faltaba descubrir el adorato- rio con «la piedra blanca sobre una corriente de agua». El hallazgo no se hizo esperar; el 9 de agosto de 1911, en la vecindad de Chuquipalta, y cerca’ del rio Huadquiia, los guias indigenas mostraron a Bingham una gran roca Dintel de un palacio de inca de Ollantaytambo. Al fondo, el pueblo actual, del mismo nombre blanca inclinada sobre un manantial, en cuya base se habia labrado una serie de clavos cuadrangulares. Bajo los Arboles cercanos podian verse los restos de un templo ineaico. Bingham continué todavia sus ex- ploraciones, llegando hasta el rio Pam- paconas, donde reconocié las ruinas in- caicas ‘de Espiritupampa en las proximidades de la selva y de las que pens6 que podrian haber Sido residen- cia ocasional de los ultimos Incas, y el lugar de donde partiera Tupac Amaru huyendo de la persecucién del capitan Gareia de Loyola En 1912, Hiram Bingham regresé al Peri al frente de una nueva misién cientifiea creada bajo los auspicios de la Universidad de Yale y la National Geographic Society de Washington, Su propésito era estudiar de forma siste- matica Machu Picchu, asi como las lo- calidades proximas. Como resultado de estas investigaciones y de los trabajos de exploracion realizados durante el ano anterior, Bingham lego a la con- clusién de que durante el reinado de los ultimos incas existieron en la re- gin de Vileabamba dos centros singu- larmente importantes, con funciones diversas. En Rosaspata, el Vitcos de las «Crénicas», residirfa el poder politi- co-militar del Imperio, mientras que Machu Picchu seria el centro religioso en el que, segiin el padre Calancha, «estaba la Universidad de la idolatria y los catedraticos hechiceros, maestros de las abominaciones» Machu Picchu Construida sobre la estrecha faja de terreno que une los cerros Machu Pie- chu (Cerro Viejo) y Huayna Picchu (Cerro Joven) a una altura préxima a los 2.700 metros sobre el nivel del mar, y rodeada en sus tres cuartas partes por un carién de 600 metros de profun- didad por el que fluye ruidoso el Uru- bamba, la ciudadela de Machu Picchu se encuentra situada en una zona co- nocida tradicionalmente en Peri como Ceja de Montana, nombre con el que se designa genéricamente a la vertiente oriental de la cordillera andina La region posee caracteristicas eco- logicas singulares, pues si bien su al- tura maxima sobre el nivel del mar puede establecerse en unos 3.000 me- tros aproximadamente, el hecho de es- 30/ LOS INCAS tar sometida a las influencias del cli- ma atlantico hace que la temperatura alcance maximas diurnas superiores a los 30° C, si bien, durante la noche, puede llegar a descender hasta los 8° C. Por otra parte, la condensacién pro- vocada al entrar en contacto las nubes con las zonas montafiosas, més altas y frias, da lugar a frecuentes precipita- ciones pluviales, que Ilegan a aleanzar en esta zona niveles superiores a los registros en la selva que se extiende a los pies de la Cordillera. El efecto com- binado de altas temperaturas y eleva- dos indices de humedad da origen a una vegetacién tipica de zonas tropica- les, que constituye una antesala de ca- racter montanoso a las grandes exten- siones boscosas de la selva amazénica Ignoramos atin la fecha en que Machu Picchu fue construida. Sin embargo, el estilo de su arquitectura, la forma en que fueron trabajados los sillares de piedra con los que se levan- taron los muros de los edificios y los restos cerdmicos y textiles, asi conio los objetos metalicos o liticos que han sido hallados dentro de los limites del recinto, demuestran inequivocamente su vinculacién con el mundo ideolégico y técnico del pueblo incaico y constituye una prueba mas de la capacidad de los arquitectos cuzquefos para adaptarse ala topografia de cada lugar y obtener resultados 6ptimos en condiciones hos- tiles. Mediante el uso de un amplio sis- tema de terrazas se ampliaron las posi- bilidades agricolas y urbanas del sector, mientras que, simultaneamente, una compleja red de canales y represas per- mitfa la distribucién del agua precisa para los cultivos y condueia a los luga- res de habitacion la necesaria para el consumo humano. La seguridad de los habitantes que- daba garantizada por la propia confi- guracion del terreno. Rodeada en sus Tados norte, este y oeste por el Canén del Urubamba, que con sus precipicios de varios centenares de metros consti- tuye una defensa natural insalvable, sélo el lado sur permitia el acceso ai nicleo urbano ¥, por ello, fue protegido con dos murailas separadas entre si unos 150 metros. Entre ellas aparecen dispuestas varias filas de andenerias que, ademas de su evidente destino agricola, cumplirian una funcion de- fensiva al entorpecer la marcha de los osibles atacantes. En el extremo Su- loeste de la segunda muralla, una puerta de piedra de vano trapezoidal, bien defendida, constituye el tinico paso natural al interior de la pobla- cidn. De esta puerta parte el camino ue comunicaba Machu Picchu con lantaytambo, a través de una serie de poblaciones y fortalezas situadas en las alturas que bordean la margen iz quierda del Urubamba. El conjunto de las ruinas de Machu Picchu puede dividirse en dos sectores claramente diferenciados en sus fun- ciones, el agricola y el urbano. El pri- mero esta situado al sur y limitado por las dos murallas mencionadas ante- riormente, Se compone de un amplio grupo de andenerias destinadas a la produccién de alimentos. El sector ur- bano puede, a su vez, dividirse en dos subsectores, superior e inferior, sepa- rados por una depresién natural de forma alargada y de orientacién norte- sur que cumplid seguramente la fun- cidn de una plaza. El subsector superior, situado al oeste, muestra en su mitad septentrio- nal una serie de conjuntos arquitecté- nicos que, por sus caracteristicas, pa- recen haber sido destinados al culto. En su extremo norte, y sobre una coli- na artificial formada por terrazas su- perpuestas, se levanta el Intihuatama, piedra monolitica tallada en forma de prisma trapezoidal a la que los sacer- dotes del Sol «anudaban» el astro en el curso de una ceremonia que se repetia anualmente. Al sur se encuentra una serie de edificaciones construidas so- bre terrazas que llegan hasta la mura- lla. La finura en el trabajo de canteria y la dimensién de las habitaciones, ast Bibliografia Ballesteros, M., América precolombina, en. vol. I de Historia de Espatia y América social ¥y econémica, Barcelona, Vicens Vives, 1974. Id. y Ulloa, J., Indigenismo americano, Ma- drid, 1961, Bauchot, Las letras precolombi- nas, México, Siglo XI, 1976. Baudez, E., América del Sur, en Archaeologia Mundi, Barcelona, Juventud, 1976, Bauman, H., Oro ¥ dioses del Pert, Barcelona, 1966. Bosch Gimpera, P., La América prehispdnica, Bar- celona, Ariel, 1965. Comes, J., Antropologia de los pueblos iberoamericanos, Barcelona, Labor. Disselhof, H. D., Las grandes civiliza~ ciones de la América Antigua, Barcelona, como el hecho de ocupar el sector mas clevado de la ciudadela, pueden indi- car que se trata de viviendas con desti- no a personajes de alto rango. El subsector inferior, que cierra el extremo oriental de la plaza, esta for- mado por una serie de edificios agru- pados en barrios que parecen haber sido lugares de residencia, si bien el acabado menos cuidado de los muros, hace suponer que fue habitado por fa- milias de un status inferior al de aque- las que ocuparon las viviendas del subsector superior. {Qué funcién cumplié Machu Picchu dentro del mundo incaico? La pregunta atin no ha encontrado una respuesta definitiva. Algunos, como Bingham, consideran que se trata de un centro religioso habitado por las acllas —virgenes del Sol— huidas con Manco al fracasar el levantamiento armado de 1536. La presencia de santuarios, y el hecho de que la mayoria de los restos 6seos encontrados en las ruinas corres- onda a mujeres, parece confirmar la ‘ipstesis. Por otra parte, la «Cronica» del capitan Baltasar de Ocampo habla también de que al tomar Tito Cusi la mascapaicha real envié a su hermano menor, Tupac Amaru, probable here- dero legitimo al trono imperial, ala Casa del Sol, donde moraban «en un altisimo cerro las aellas con sus mama- conas y en donde habita una plaza de suma grandeza y Hanura en la superfi- cie, y edificios suntuosisimos de gran majestad hechos con gran saber y arte. Destino, 1965. Grupo Sala Abierta, Culturas indtgenas americanas, Barcelona, Salvat, 1981, Hernandez Sanchez-Barba, M. Histo. ria de América, vol. 1, Madrid, Alhambra, 1981. Konetzke, Amériea Latina, vol. 1, Ma: drid, Siglo XXI, 1972. Levillier, R, Los incas, Sevilla, 1956. Llopis, J. 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En primer lugar, es muy importante tratar el suceso, detenerse en la herida de unos, de ellos, organizar el duelo por la muerte de un amigo, un compafiero de clase, un miembro del equipo, porque a los chicos les puede impresionar mucho —es una iniciacién para ellos—, pero, al mismo tiempo, cuando no saben qué hhacer con estas emociones de gran impacto, tienen tendencia a hacer frente a ellas dejéndolas de lado, o racionalizandolas (esto no me puede pasar a mi). No es algo sencillo, ha de ser desarrollado y probado en diferentes situaciones, pero es posible y nos permite el acceso. Me parece una buena cosa mantener un programa de estas caracteristicas en reserva en cada colegio o centro juvenil o club juvenil (Mr. Lauk Woltring. Profesor de Socializacién con Jovenes. Escuela Politécnica de Amsterdam. Extracto de la ponencia «Comportamiento y asuncién de riesgo por parte de los jévenes y mo apelar a su sentido de la responsabilidad», pronunciada en Madrid en octubre de 1995 con ocasién del «Seminario Internacional del Joven Conductor») 2 Direcein Cral. de Trdfico & inisterio del Interior

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