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Escuela de Enseñanza Media N 1 Asignatura:FILOSOFIA

General MANUEL BELGRANO 3ª ADULTOS


Calle 9 y 38 de La Plata

VI. Ética y filosofía política en los siglos XVIII y XIX.

VI.6.1. El problema
VI.6.2. El siglo XVIII.
VI.6.3. La Ilustración.
VI.6.4. El Romanticismo.
VI.6.5. La ética Kantiana.
VI.6.6. El Utilitarismo Ético.
VI.6.7. Conclusión.

VI.6.1. EL PROBLEMA.

A veces decimos de alguien: “Obro bien, cumplió con su deber”, o


“Hizo bien, estudio tal carrera y ahora es muy feliz en su profesión”.
Cumplió con el deber o alcanzar la felicidad son dos pautas que
pueden guiar el obrar y que a veces conducen a los mismos actos,
pero otras veces no. Cuál de estas pautas es preferible? En qué
consisten el deber y la felicidad? Hay otras pautas para guiar la
conducta humana?.

La ética es la parte de la filosofía que se ocupa del obrar humano, de


las acciones del hombre, buscando discutir y juzgar el valor de las
normas morales y jurídicas.
Las primeras regulan lo que la sociedad aprueba y desaprueba, las
segundas lo que está prohibido, castigando las violaciones a las
prohibiciones. La ética pretende discutir el valor de las normas, su
legitimidad mas allá de su legalidad, buscar sus fundamentos. La
ética realiza, por una parte, una acción de crítica y análisis de la
moralidad, pero por otra parte, muchas veces propone normas,
escalas de valores o ideales de vida que por alguna razón son
considerados preferibles frente a otras pautas. Las discusiones éticas
tienen lugar en el plano del DEBER SER, y no, meramente en el SER,
como en los problemas ontológicos o gnoseológicos estudiados.
Aunque se constate como un hecho que la mayoría de las promesas
no se cumplen, la ética lo que discute es si deben o no cumplirse las

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promesas efectuadas; si hay o no situaciones en las cuales pueden no


cumplirse las promesas, etc.
Cuando decimos que la ética estudia el obrar del ser humano, se
puede entender a este ultimo en forma individual o en forma social.
Aristóteles distinguía tres niveles en el obrar y correspondientemente
en el estudio del mismo, que constituyen lo que llama la “FILOSOFIA
PRACTICA”: el obrar del individuo, el obrar de la familia y el obrar de
la sociedad (polis). De este ultimo surge la palabra política., que
designa en Aristóteles una especie de filosofía social global.
Contemporáneamente se prefiere el término “filosofía política” para
el estudio del obrar social, reservándose la expresión “ética” o bien
para el obrar individual, o bien como sinónimo de filosofía practica en
general.
En cualquier caso debe remarcase que es estrecha la relación entre
ética y filosofía política.
En este modulo estudiaremos la ilustración y el romanticismo que
desarrollaron un rico pensamiento ético-político para estudiar
después dos grandes teorías éticas: La ética formal kantiana y la ética
utilitarista.

VI.6.2. El siglo XVIII.

En el plano económico continua el desarrollo del capitalismo, pero


nuevas ideas, como las de los fisiócratas que consideran que la
principal fuente de riqueza se encuentra en el trabajo de la tierra y
que el estado solo debe jugar el papel de un árbitro moderador entre
los diversos intereses económicos, se contraponen al mercantilismo
del siglo XVII. Más radical aun, el liberalismo sostiene la no injerencia
del estado en la economía y el libre juego de la oferta y la demanda
en un mercado libre de regulaciones estatales y de monopolios
(laissez faire, laissez-passer: dejad hacer, dejad pasar). En lo político,
las monarquías, con el apoyo de sus respectivas burguesías, se han
impuesto a los señores feudales, y consolidado su poder. Mientras
que en Francia la monarquía se considera absoluta y de derecho
divino (“El estado soy yo” afirma Luis XIV), en Inglaterra, después de
la Revolución de 1688 llamada la “Revolución Gloriosa”, se proclama
la monarquía constitucional en la que el parlamento tiene la facultad
de aprobar los impuestos, hay libertad de imprenta y se establece la
inamovilidad de los jueces. Luego de la revolución, en el siglo XVIII,
Inglaterra va a lograr un gran desarrollo económico constituyéndose
en la primera potencia marítima, dueña de un gran imperio colonial.
En el resto de Europa tiende a prevalecer el absolutismo, pero
también se desarrolla, inspirado en el Iluminismo, lo que se denomina
DESPOTISMO ILUSTRADO (“todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, o
sea, regímenes en los que los monarcas gobiernan apoyados en una
burocracia modernizada de origen burgués como los de Federico II en
Prusia o Catalina la Grande en Rusia.

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En la segunda mitad del siglo XVIII se van a producir los grandes


acontecimientos políticos del siglo: la Revolución norteamericana de
1776 y la Revolución francesa de 1789 con su lema “Libertad,
igualdad y fraternidad”, en las que se plasmaran las nuevas
condiciones económicas y las ideas políticas que el movimiento
ilustrado había proclamado a lo largo de lo que se denomina “el siglo
de las luces”.
A lo largo del periodo continua el desarrollo científico. En segunda
mitad del siglo XVII, Newton había formulado su teoría de la
gravitación universal y Boyle había descubierto las leyes del
comportamiento de los gases. En el siglo XVIII, Lavoisier formula el
principio de la conservación de la materia, que sirve de fundamento a
la química moderna y Franklin, Galvani y Volta estudian la
electricidad. Los descubrimientos científicos están estrechamente
ligados a los inventos técnicos que, a veces, preceden y otras siguen
a los descubrimientos científicos. Entre los inventos del siglo XVIII se
pueden señalar el termómetro, el pararrayos, el globo aerostático y la
máquina de vapor, que en la segunda mitad del siglo dará lugar al
comienzo de la revolución industrial y con ella a una nueva etapa en
el desarrollo del capitalismo, a una redefinición de las clases sociales,
con el surgimiento de la clase obrera , y a nuevos conflictos entre
ellas que se desarrollaran en el siglo XIX, que será presentado como
marco de los problemas filosóficos que se consideraran en el modulo
siguiente.

VI.6.3. LA ILUSTRACION.

Ilustración, Iluminismo o Filosofía de las luces son los nombres que


recibe un vasto movimiento filosófico que abarca el siglo XVIII y se
extiende principalmente por Francia, Inglaterra y Alemania y que se
distingue por su actitud crítica hacia la tradición, su optimista
creencia en la posibilidad de progreso de la humanidad, en el poder
de la razón para comprender y transformar el mundo, y en la
capacidad de reorganizar la sociedad a partir de normas universales
fundamentadas racionalmente.
La tradición racionalista francesa, el empirismo británico y el
desarrollo de las ciencias son en el plano de las ideas las fuentes de
las que se nutre el movimiento ilustrado que defiende una razón que
se apoya en la experiencia, que va de lo singular a lo universal, de los
hechos a los principios y que cada vez mas va tomando a la ciencia
natural como el modelo de todo conocimiento. El auge de la
burguesía, el desarrollo del capitalismo y las revoluciones inglesa,
norteamericana y francesa constituyen el marco económico, social y
político en el que se forman las ideas iluministas, ideas que a su vez
van a ejercer decisiva influencia en la sociedad, en general y en los
procesos revolucionarios mencionados en particular.
En 1751 comenzó a publicarse la “Enciclopedia o Diccionario
Razonado de las Ciencias, las Artes y de los Oficios”, bajo la dirección
de Diderot y D’Alembert, que buscaba reunir y sistematizar todos los
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conocimientos, incluidos los pertenecientes a los oficios y las artes


mecánicas, para difundirlos entre los contemporáneos y trasmitirlos a
la posteridad “para que nuestros nietos, al convertirse en mas
instruidos, lleguen también a mas virtuosos y más felices”.
Característica de la “Enciclopedia…” y del movimiento ilustrado es la
idea de que el conocimiento es útil, debe divulgarse y tiene un
carácter liberador, pues, a mayor instrucción correspondería mayor
virtud y mayor felicidad, en la divulgación del conocimiento los
ilustrados le asignaran un papel privilegiado a la educación y, en
particular a la escuela y al libro. La educación debe ampliarse a
“todas las condiciones”. Merced a la misma y al desarrollo de las
ciencias, la humanidad puede lograr un futuro mejor: progresar, tanto
material como espiritualmente. En lugar de ubicar una edad de oro en
el pasado, en algún paso remoto y perdido, mito común a varias
culturas, los iluministas creen que es posible lograr una humanidad
más libre de los condicionamientos de la naturaleza. En general, los
ilustrados ven al progreso como una posibilidad de la humanidad y no
como una marcha inexorable de la misma hacia algo mejor. El
iluminismo tiene una vocación universalista, sus ideales son de tipo
universal, el ciudadano ilustrado rechazara los prejuicios de raza,
nacionalidad o religión y, en cambio, se identificara con cualquier otro
ilustrado en cualquier continente.
En materia de religión, los ilustrados son librepensadores, en su
mayor parte no se trata de ateos, pero, cambio, está muy extendida
la idea de una religión natural o deísmo. Esta posición sostiene que
en el fondo de las distintas religiones históricas habría una
religiosidad racional común. Las distintas tradiciones históricas
deformarían ese núcleo natural llevando a la superstición y al
fanatismo; Ser Supremo, es considerado el gran arquitecto, punto de
referencia ultimo para la explicación del universo.
Los ilustrados profundizan la critica a la teología y a la metafísica y
defienden, en cambio, las ciencias naturales en las que ven la
posibilidad cierta de alcanzar la verdad y el bienestar. Verdad y
bienestar, por sus posibles aplicaciones, se convierten en las dos
grandes promesas de la ciencia que reemplazan las clásicas
promesas de la religión. Verdad y salvación.
En lo que se refiere a la historia, el movimiento ilustrado tiene una
actitud ambivalente. Por un lado, al enfatizar en las categorías de
“razón” y “naturaleza”, la historia tiende a ser dejada de lado o
considerada simplemente como la colección de los errores que una
humanidad inmadura ha cometido a lo largo del tiempo. Por otra
parte, al rescatar la categoría de “progreso”, como cambio hacia algo
mejor revaloriza la historia, rechazando un enfoque teológico y
providencialista de la misma, restando importancia a la crónica
acerca de reyes, papas y emperadores, buscando una lógica oculta
en los acontecimientos históricos.
En el plano político, los ilustrados franceses toman como modelo a
Inglaterra por su organización política: la monarquía constitucional y
parlamentaria y su organización económica: el libre comercio,
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repudiando en cambio, la monarquía absoluta y la existencia de una


aristocracia parasitaria en su propio país. Las críticas se enderezan a
las teorías absolutistas que consideran a la autoridad del monarca
fundamentada en una delegación de Dios y, en consecuencia,
consideran al rey responsable ante dios, no ante el pueblo. Para el
absolutismo, que Bossuet había teorizado en el siglo XVII, el hombre
es malo por el pecado original y en su estado natural viviría en
guerra. El estado tiene un poder absoluto, indivisible e irrevocable. El
estado se organiza sobre la base de “un rey, una fe, una ley”, según
palabras de Bossuet. Frente a los pretensiones absolutistas, que
fundamentan la legitimidad de la autoridad en la tradición, la
ilustración defiende, en general, teorías contractualitas, según las
cuales los individuos, en igualdad, se reúnen en comunidades y
delegan en una autoridad revocable parte de sus derechos,
originándose una legitimidad de la autoridad de tipo legal, que
garantice los derechos fundamentales de todos los individuos. En esa
línea, Montesquieu sostiene en El Espíritu de las leyes, de 1748, la
necesidad de controlar el poder a través de la división del mismo en
un poder ejecutivo, detentado por el rey; un poder legislativo y un
poder judicial independiente. Más drástico J.J Rousseau en su Contrato
Social, de 1762, sostiene la idea de que el poder reside en el pueblo y
que los gobernante son funcionarios de este.
Las figuras más importantes de la ilustración más bien prepararon
que participaron en la Revolución Francesa. Entre 1775 y 1784
mueren Montersquieu, Voltaire, Rousseau, Diderot, D’Alembert y
Condillac. Pero, indudablemente, el pensamiento de estos hombres
tuvo una influencia decisiva no solo en la revolución de 1789, sino
también en los procesos de emancipación de las republicas
hispanoamericanas que se desarrollaran en las primeras décadas del
siglo XIX.

VI. 6.4. EL ROMANTICISMO.

Aunque el siglo XVIII, llamado el “siglo de las luces”, es el siglo del


auge de la razón universalista y de la idea de progreso, no faltaran en
el mismo tendencias que cuestionaran tanto la idea de progreso como
la posibilidad de una razón universalista en el plano práctico y aun en
el plano teórico.
Expresión de estos cuestionamientos es el alemán Johann G. Herder
(1744-1803), quien en su Filosofía de la historia para la educación de
la humanidad sostiene una concepción providencialista de la historia
en la que cada pueblo debe desarrollar sus propias instituciones y
formas espirituales que le son características. Para Herder, cada
época constituye una plenitud en sí y no hay progreso en la historia.
Las ideas de Herder se ampliaran y desarrollaran en el romanticismo
alemán del siglo XIX.
Mientras el iluminismo se identifica con la razón y la ciencia, el
romanticismo tiene una mayor inclinación por la emoción, la fuerza, la
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sensibilidad y lo instintivo. El romanticismo privilegia la excitación y la


aventura a la tranquilidad y la seguridad; aprecia las pasiones fuertes
y destructoras – el amor romántico – que pueden culminar con la
muerte del enamorado. Lo estético es más valorado que lo utilitario.
Los románticos admiran lo exótico y lo misterioso que se identifica
con lo remoto, lo asiático, lo antiguo, lo primitivo, la naturaleza y
reivindican la Edad Media y sus historias de castillos y brujas. Se
idealizan las labores campesinas y se condena el industrialismo que
se asocia con la fealdad. La personalidad debe liberarse de la
moralidad y los convencionalismos sociales al servicio del orden. Hay
un culto del héroe y del gran hombre que vive la vida intensa y
arriesgadamente. Políticamente, el romanticismo es antiuniversalista
y nacionalista, considerando que la nación es una especie de
organismo que posee un alma o espíritu que la anima, siendo los
individuos miembros de la misma. Separados de la nación, los
individuos no son nada, pierden sus “raíces” – para usar una metáfora
naturalista frecuentemente empleada por los románticos -.
El romanticismo es fuertemente antiliberal en la medida en que el
liberalismo considera a la sociedad como la suma de todos los
individuos y defiende los derechos del individuo.
Como contrapartida, es fuertemente aristocratizarte. Por sus propias
concepciones, el romanticismo es un movimiento más literario que
filosófico y que dará grandes poetas como las ingles Byron o el
italiano Leopardi.

VI.6.4. LA ETICA KANTIANA.

Las normas morales y jurídicas de un pueblo se constituyen


generalmente a partir de las tradiciones religiosas. Durante siglos se
concibió al estado como dotado de una religión oficial. En la Europa
medieval, mas allá de las diferencias entre los pueblos que la
conforman, la religión católica es la fuente de las normas morales y
jurídicas, que dejan poco margen para el desarrollo de ideales de vida
individuales que contradigan las tradiciones sociales. En ese marco,
las minorías árabe y judía son apenas toleradas. Con la Reforma
Protestante y las guerras de religión del siglo XVII se quiebra la
unidad religiosa y la idea de fundamentar la moral y el derecho en la
religión cede su paso a una concepción que busca establecer normas
universales fundamentadas racionalmente. El progreso que ha
proclamado la Ilustración tiene en el dominio de la moral un ámbito
privilegiado y, en esta esfera, el progreso consistirá en establecer
normas que en lugar de valer para un pueblo o una cultura
determinadas, valgan para todos, sean universales y, en vez de estar
basadas en la tradición o en la religión, tengan un fundamento
racional. En realidad, los requisitos de racionalidad y universalidad se
complementan.
La Ética de Kant, expuesta en la fundamentación de la metafísica de
las costumbres y en la Critica de la razón Práctica, constituirá el más

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elaborado intento por construir una ética universal de naturaleza


racional.
Según Kant puede haber muchas cosas buenas como el valor, la
decisión, la perseverancia y otras muchas cualidades, pero ninguna
de ellas puede ser llamada buena sin restricción porque cualquiera de
estas cualidades pueden llegar a ser malas y dañinas si la voluntad
que ha de hacer uso de ellas no es buena. Una voluntad buena, en
cambio, lo es en cualquier circunstancia y con independencia de que
alcance un fin propuesto. No importa el exito de la acción. Así, por
ejemplo, si hago todo lo posible por ayudar a una persona y
finalmente fracaso en el intento, esto no disminuye el valor moral de
la acción. La buena voluntad es buena cuando obra no por inclinación,
es decir, siguiendo alguna tendencia de nuestra sensibilidad, sino
cuando obra por deber. En nuestras acciones podemos obrar en
forma contraria al deber siguiendo alguna inclinación, así, por
ejemplo, cuando no ayudo a una persona que se encuentra en apuros
porque privilegio mi comodidad. También puedo obrar de acuerdo al
deber, pero por inclinación, cuando por ejemplo, ayudo a una
persona, porque soy amigo de ella. Finalmente puedo obrar
simplemente por deber, cuando ayudo a una persona porque el deber
manda ayudar a un semejante. Solo estas últimas acciones merecen
la calificación de moralmente buenas. Las contrarias al deber son
moralmente malas y las que se efectúan de acuerdo con el deber,
pero por inclinación, son moralmente neutras. Así, por ejemplo Kant
analiza el caso de los actos de beneficencia y señala que hacer
beneficencia es un deber, pero que en realidad, muchas personas
experimentan un cierto regocijo al efectuar la beneficencia; en
consecuencia, obran de acuerdo con el deber, siguiendo una
inclinación, pero no por deber, y su acción, aunque no es moralmente
reprochable, tampoco es digna de que se le adjudique valor moral.
Kant define el deber como la necesidad de una acción por respeto a la
ley. Se refiere a la ley moral universal que la razón práctica da a la
voluntad y que dice que “… no debo obrar nunca más que de modo
que pueda querer que mi máxima deba convertirse en ley universal.
Esta ley, a la que Kant llama imperativo categórico, quiere decir que
no debo obrar sino de acuerdo con máximas que puedan
universalizarse. Solo obro moralmente bien cuando puedo querer, es
decir, aceptar por propia convicción como obligatorio para mí, que el
principio de mí querer se convierta en ley válida para todos. Así, por
ejemplo, supongamos que en determinadas circunstancias puedo
obtener un beneficio diciendo una mentira; mi máxima podría
expresarse así: “En caso de que me sea útil diré una mentira”; esta
máxima puede servirme, pero, según Kant, debo generalizarla y
pensarla como si fuera una ley que dijera: “Cualquier persona, en
caso de que le sea útil puede decir una mentira”. Al universalizarse,
se advierte que esta máxima no puede valer como ley general, pues,
seria eficaz. La máxima, en resumen, no es moralmente buena. Lo
moralmente malo consiste en que el sujeto se permita acciones que
no les permite a los demás.
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El imperativo categórico se constituye así en el fundamento racional


de las normas morales que la modernidad buscaba. Ante la necesidad
de obrar, el sujeto racional debe preguntarse si la máxima con la que
se está guiando es universalizadle o no. La ética kantiana es a priori,
puesto que el imperativo categórico no depende de condiciones o
circunstancias empíricas, es formal porque lo que enuncia es la
condición general a que deben someterse las acciones para ser
consideradas moralmente buenas, pero no dice en concreto o en
particular que es lo que debe hacer cada individuo; precisamente por
dejar librada a cada individuo la elección de las máximas, con la sola
restricción de que sean universalizadles, la ética kantiana es
autónoma.

6. VI.6. EL UTILITARISMO ETICO.

Para la misma época en que Kant hallaba la manera de fundamentar


racionalmente normas morales con validez universal, en Inglaterra,
siguiendo la tradición empirista, se desarrollaba la escuela
utilitarista , integrada por Jeremías Bentham (1748-1832), James Mill
y Stuart Mill, que va a proponer una ética de base empirista.
Sobre el telón de fondo de las nuevas condiciones de vida gestadas
por la Revolución industrial de la segunda mitad del siglo XVIII, se
desarrolla la corriente utilitarista a la que le interesa la cuestión social
y ve en la ética un medio para promover un mejor estado de cosas en
la sociedad. Los utilitaristas ejercieron gran influencia en la legislación
y la política británicas. Además de empiristas, los utilitaristas son
liberales en lo político y en lo económico. El liberalismo político,
heredero del pensamiento de la Ilustración, sostiene que los derechos
individuales , el derecho a la vida, las libertades – de prensa, religiosa
-, la propiedad privada, etc., deben ser preservados a toda costa; hay
una área del individuo en la cual la sociedad no tiene injerencia, en
ella, el individuo es libre y por ello, para el liberalismo se debe reducir
la competencia del poder a las funciones de administración de
justicia, defensa del territorio, educación y salubridad, y ,
expresamente no debe intervenir en cuestiones religiosas. Al
liberalismo político lo acompaña el liberalismo económico: tampoco el
poder político debe intervenir en cuestiones económicas que deben
regirse por la ley de la oferta y la demanda en un mercado libre de
regulaciones del poder estatal y de la acción de monopolios o
corporaciones privadas poderosas capaces de dominar el mercado.
Aunque en principio el liberalismo político y económico pueden
considerarse complementarios, para el primero es la persona la que
debe ser protegida, mientras que para el segundo los derechos
fundamentales corresponden a la propiedad privada.
Bentham enuncio el principio fundamental de la escuela que dice: “
La mayor felicidad para el mayor numero”. John Stuart Mill (1806-
1873), hijos de James Mill y autor de El Utilitarismo, agrega que se
entiende por felicidad una existencia integrada por momentos de
exaltación, dolores escasos y transitorios y muchos y variados
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placeres, con predominio de los activos sobre los pasivos. Se trata de


una concepción de la felicidad de tipo, burgués, antirromantica. De
todas maneras, mas importante que la idea de felicidad es el principio
establecido. De acuerdo con el mismo, la acción moralmente buena
es la que tiende a producir mayor felicidad o, según el caso, menor
infelicidad, no para el sujeto que obra sino para todos los seres
humanos. Ante la necesidad de obrar, en cada momento debemos
preguntarnos cuál de los posibles cursos de acción es el que traerá
mayor felicidad para todos los involucrados. Debe hacerse notar que
no existen preferencias por la felicidad inmediata como contrapuesta
a la felicidad remota, solo que, posiblemente en el caso de la felicidad
remota disminuye la probabilidad de obtenerla. Al optar por un curso
de acción debe tenerse en cuenta la infelicidad que el mismo puede
provocar, lo que hace que la fórmula de “mayor felicidad” se
transforme, en realidad, en la mayor “felicidad neta” y que a veces
sea simplemente lo mejor elegir el mal menor. Cuando hay un
conflicto entre la felicidad propia y la ajena, debe resolverse de
acuerdo con el principio de la felicidad neta, lo que supone que el
utilitarismo no es egoísta, porque no privilegia al sujeto que debe
decidir, pero tampoco al altruista, es decir, no preconiza el sacrificio
de los demás. El utilitarismo considera que las reglas morales del tipo
“No mataras”, etc., deben valer como reglas indicativas,
normalmente son útiles y es bueno seguirlas, pero pueden darse
excepciones si la aplicación de la regla en un determinado caso
provoca consecuencias infelices. El utilitarista no es formalista, no
está dispuesto, como Kant, a respetar la norma con independencia de
las consecuencias. Hay situaciones en las cuales es muy difícil aplicar
el criterio utilitarista, pues no se pueden prever todas las
consecuencias de las acciones. El utilitarista está dispuesto a admitir
que el fin justifica los medios cuando:
a. El bien del fin supera la suma total de males que los medios
provocan,
b. El fin debe alcanzarse, es decir, no debe haber errores, y
c. El fin no puede obtenerse por otros medios.
Aunque el utilitarista se desentiende de las motivaciones que llevan a
los actos, juzga que los mejores motivos son aquellos que llevan
modo más regular a mejores acciones y que peores motivos son los
que llevan menos frecuentemente a buenas acciones.
Las posiciones de Mill se prolongan en una filosofía política liberal
contenida en su ensayo Sobre la libertad, de 1859, en el que sostiene
que la sociedad no puede impedir a ninguno de sus miembros a
realizar determinadas acciones o sostener ciertas creencias por el
hecho de considerar que tales acciones o creencias no son buenas o
nobles o que pueden perjudicar al sujeto que las practica. El único
motivo que puede llevar legítimamente a la sociedad a inmiscuirse en
la libertad de uno cualquiera de sus miembros es la protección de la
sociedad o de la libertad de los otros miembros.

VI.6.7. A MODO DE CONCLUSION.


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La filosofía práctica, la ética y la filosofía política, por tratar acerca de


la conducta se vinculan directamente con la vida de los hombres, sus
ideas y proyectos.
Las disputas filosóficas entre iluministas y románticos se prolongan
en los siglos XIX y XX impregnando debates actuales como el de
“Modernidad y posmodernidad”.
Los intentos de Kant y Mill por hallar normas universales que puedan
tener un fundamento en la razón o en la experiencia humanas
constituyen dos casos paradigmáticos del desarrollo de las ideas de
modernidad. En efecto, mientras Descartes había señalado que su
método solo debía aplicarse a las cuestiones teóricas, seguramente
porque era consciente de las implicancias revolucionarias que traería
la generalización del libre examen al ámbito de las cuestiones
prácticas., Kant y Mill acometen la empresa de examinar las normas
morales y hallar un fundamento de las mismas.
Aunque los fundamentos de las éticas de Kant y Mill son
diametralmente distintas y, en algunos casos lleven a maneras de
juzgar muy diferentes, como por ejemplo, el controvertido punto
acerca de las excepciones a las normas que Mill acepta y Kant no, es
notable como en ambas éticas se defienden los derechos del
individuo, que desde entonces no han hecho mas que desarrollarse a
la par que se le fijan los limites, que no serán otros, en ambas éticas,
que los derechos de los demás individuos. Es característico de ambas
éticas la tendencia a la pluralidad ya la tolerancia que permitan en
una misma sociedad la convivencia de diversos ideales de vida.
Tanto la filosofía moral kantiana como la de Mill tienen importantes
proyecciones en la actualidad. El imperativo categórico kantiano es
retomado y reformulado de distintas maneras por buena parte de la
filosofía moral contemporánea. Así, por ejemplo, en la ética
comunicativa formulada por los alemanes Karl O Apel y Jurgen
Habermas, quienes sostienen que hay reglas morales de convivencia
ya presupuestas en el discurso racional y en la comunicación entre
los hombres, quienes no pueden examinar cada uno por si solo los
modos de obrar cuestionados, sino en un análisis con los afectados :
solamente pueden ser validas aquellas normas que podrían recibir la
aprobación de todos los afectados a través de una argumentación en
la que se exige la adopción de roles ideales. En la ética comunicativa
sigue presente el requisitos kantiano de universalización de las
normas, pero la razón encargada de analizar dicha universalización es
una razón dialógica. Por su parte, las ideas de Mill han sido discutidas
por buena parte de los filósofos morales del siglo XX, en particular los
de habla inglesa, y no han faltado, también, intentos de aproximar a
Kant y a Mill.

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