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org Informe N° 600
Política Nacional 18/04/2007
Centro-Izquierda?
los factores coyunturales y las urgencias y, naturalmente, quedan postergados los análisis y discusiones
de alcances mayores.
Las opiniones que reconocen dificultades más profundas y de más largo aliento en la Concertación tienen
matrices doctrinarias, programáticas y políticas bastante diversas. De partida ello implica que no conforman
con naturalidad un frente común y competitivo respecto de las apreciaciones contrarias, es decir, de
aquellas que no visualizan conflictividades esenciales en la alianza gobernante. Por otra parte, a esa
fragilidad se le suman grados importantes de carencias en el plano de lo político-propositivo o político-
práctico.
Ahora bien, dada esa heterogeneidad y las debilidades relativas en el terreno de las propuestas políticas
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-elaboradas y trabajadas como tales -, es casi inevitable que estas visiones sean superadas fácilmente
por sus rivales a la hora de los "malos momentos", puesto que en esa hora lo que más pesa es la presión
de la crisis y, por ende, los pragmatismos, los discursos, las operaciones, los gestos, etc., compelidos por
las urgencias.
De lo dicho en estos dos párrafos podría deducirse que, para las miradas más críticas al seno de la
Concertación, sería más conveniente enfrentar las controversias en circunstancias alejadas de los "malos
momentos", que, por escasas que sean, ofrecerían espacios más saludables y equitativos. Sin embargo,
a qu í t am b ién h ay c ues t ion es qu e ju eg an en co nt ra de las po sic ion es má s an al ít ica s.
Ahora bien, esta actitud elusiva de debates conceptuales, se refuerza con otro fenómeno que atañe a la
intelligentzia de la Concertación (y quizás del país). La producción intelectual temáticamente más continua
y la que concita más la atención del ámbito político y político-intelectual está asociada, principalmente,
a las políticas públicas y en sus connotaciones más técnicas y contingentes. Son muy pocos los espacios
y las dedicaciones, ya no digamos, a la tradicional crítica reflexiva, sino, incluso a la reflexión históricamente
proyectiva. En tal sentido, puede hablarse de una suerte de subordinación del trabajo intelectual a los
requerimientos de la política-hacedora y de un relativo abandono del propio mundo intelectual por los
tópicos político-culturales e históricos. La intelectualidad concertacionista, en lo grueso y factual, no es
un buen aliado "natural" de las posiciones crítico-reflexivas.
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Este tipo de carencias es más o común en fenómenos como el analizado. Es habitual y comprensible que cuando una corriente
política aspira a redefiniciones más conceptuales y de proyecciones más históricas, necesariamente sacrifica en parte las respuestas
al aquí y al ahora de la política.
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Por último, las resistencias a las discusiones relevantes o la indiferencia respecto de ellas que se encuentran
al seno de la Concertación, tienen que ver también con una realidad de componentes bastante delicados.
Por distintas causas -algunas de índole muy simple y otras más intrincadas- al interior de la Concertación
se han desarrollado elementos que tienden hacia cierta exacerbación de los rasgos corporativos (o político-
corporativos) que entraña todo cuerpo político de lata existencia y tanto más si esa lata existencia es
como fuerza gobernante. En lo sustantivo ello implica una sobrevaloración de un doble objetivo en sí:
mantención del poder y su reproducción. Sobrevaloración que conlleva, por cierto, a una subvaloración
o subsumisión de aquellos ingredientes que forman parte consustancial a un cuerpo político, pero que
intervienen de manera menos directa e inmediata en la defensa u ocupación de posiciones de poder,
ingredientes de entre los que destacan las prácticas-teóricas, las revisiones historicistas, las definiciones
conceptuales, etc.
1. En la Concertación se percibe un clima mayoritario que asume que los "malos momentos" son indicadores
de la necesidad de abrir procesos de discusión reflexivas que revisen su propia y larga experiencia
g ub ernam en tal y qu e co adyu ven a l a rea ctu aliz ación c once pt ual de la cen tro -izq uier da.
2. Sin embargo, y pese a ese clima mayoritario, lo que factualmente predomina en la Concertación es
un criterio adverso al debate, puesto que considera que las definiciones tradicionales y programáticas
de la Concertación constituyen un sostén "doctrinario" suficiente para su vigencia y permanencia y que
los "malos mom ent os" ocu rren por cuestion es m ás bien pu ntu ales y d e alcances menores.
3. Que se imponga de hecho esta posición minoritaria se debe a que coincide con factores más generales
que la respaldan y que provienen de escenarios más amplios, a saber,
- al coyunturalismo al que propende la política de la Concertación por las presiones que ejerce el
practicismo de la acción gubernamental;
- a la relativa inorganicidad política y conceptual que muestran las posiciones más proclives a la
discusión;
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Si se presta atención a lo dicho en estos puntos, se podrá compartir lo que sigue: muchos de los factores
que aquí se exponen como favorables a las posiciones que resisten o eluden el debate conceptual, son
factores que forman parte de las causales que hacen de los "malos momentos" de la Concertación un
asunto recurrente. Es decir, en gran medida, los "malos momentos" y la elusión del debate crítico tienen
mucho en común en cuanto a raíces explicativas.
En las líneas siguientes se esbozan -según aquí se piensa- algunas de las reflexiones críticas y algunos
de los temas político-históricos que más intensamente reclaman atención político-intelectual de parte de
la Concertación.
1.- Una Definición Previa: Lo primero que es conveniente precisar es que la discusiones que apuntan
a la renovación y reconsolidación de la Concertación, están forzadas de antemano a una definición: o su
propósito esencial es la proyección de la Concertación como fuerza gobernante o es la reactualización
de la Concertación como expresión político-cultural de una centro-izquierda moderna y que en tanto tal
aspira seguir gobernando.
Ciertamente, no hay una frontera infranqueable entre una y otra definición, pero sí hay diferencias
sustantivas en los enfoques sobre los problemas que implica cada una de ellas. Huelga decir que el prisma
analítico aquí empleado responde a la segunda opción planteada.
Un segundo alcance necesario se refiere a lo siguiente: sería un grueso error concebir los problemas
político-culturales de la Concertación como estrictamente ligados a las diferencias entre sus partidos. En
general, los grandes temas político-culturales que conflictúan a la Concertación no están resueltos por
sus partidos. Ni siquiera, en muchos casos, son los partidos los ejes ordenadores de las posiciones en
conflicto. En consecuencia, sería una ficción o una arbitrariedad abrir procesos de debates interpartidarios
com o m ecán ica para b uscar superaci ones d e las d ificul tad es y defic iencias concep tu ales.
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De por sí esto plantea una distorsión perturbadora en el debate político, puesto que los pronunciamientos
y voces oficiales de los partidos en materias sustantivas no siempre dan cuenta exacta de los verdaderos
conflictos y controversias que se entablan entre esos nuevos alineamientos político culturales. Y, por otra
parte, al no contar los nuevos alineamientos con actores políticos orgánicos, es natural que las polémicas
entre ellos tiendan a desarrollarse de manera dispersa y difusa.
En el plano político concreto, esta situación inarmónica es la que, en gran medida, explica la emergencia
-al seno de la Concertación- de "agendas paralelas" y la proliferación de actores y agrupamient os
extraoficiales que reclaman liderazgo.
3.- La Ideología del "Gobiernismo": No obstante, para arribar a ese estado de cosas tendría que pasar
por un esfuerzo intelectual previo y que consiste en resolver, abusando de lo esquemático, la contradicción
planteada entre lo que se podría denominar "ideología concertacionista" e "ideología de centro-izquierda".
Mucho se ha escrito acerca del agotamiento de las bases fundantes de la Concertación, pero normalmente
no se tiene en cuenta un aspecto, a saber, el papel "educador" que sobre la Concertación tuvo la experiencia
acumulada en la etapa fundacional. Efectivamente las bases fundantes se han extinguido, pero ¿se ha
extinguido su legado?
El inicio de los gobiernos de la Concertación coincidió no sólo con la "caída de los muros", sino también
con un cuadro internacional de grandes convulsiones, crisis y transformaciones político-culturales en las
corrientes de centro, de izquierda y de centroizquierda. Fue un período en el que estaban sobre mesa y
universalmente la crisis de "los paradigmas", de "los megarrelatos", de "las ideologías" (o como quiera
llamárseles). En el fondo, fue una etapa de búsqueda de nuevas identidades para el ser y deber ser de
las fuerzas de centro-izquierda afines a las que confluyen en la Concertación.
La conducción de la fase transicional evitó que la Concertación y sus partidos pasaran las penurias que,
en esos tiempos, pasaron la mayoría de sus pares extranjeros. Primero, porque los fines de la transición
eran lo suficientemente fuertes e históricos como para crear o recrear identidad de centro-izquierda.
Segundo, porque el entorno transicional facilitó las redefiniciones más resistidas por las tradiciones
ideológicas de las fuerzas de la centro-izquierda y que eran reclamadas por el proceso de renovación. Y
tercero, porque ese mismo entorno y la condición de gobernante permitió que se aceptara una renovación
casi sin debates conceptuales y amparada en la experiencia práctica de gobernar con éxito la fase
transicional.
La Concertación bien se puede catalogar como una neo-centro-izquierda, en el sentido de que no es sólo
un encuentro del centro y la izquierda, sino una coalición que recoge las renovaciones de ambos espectros.
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Pero lo que no se debe perder de vista es que su carácter de neo-centro-izquierda es muchísimo más
resultado de una específica experiencia gubernamental que de un significativo proceso de revisión
conceptual crítica y reconstructiva. Y en virtud de ese dato es que se puede hablar -metafóricamente-
de una "ideología concertacionista".
Dicho con más precisión: puesto que la renovación político-cultural que entraña la Concertación tiene
escasos antecedentes en dinámicas teóricas y en grandes procesos intelectuales, ha sido su propia práctica
y experiencia gubernamental la que más ha gravitado en la configuración de su "ideología". Y como buena
"ideología" gran parte de su edificio ha sido construido a posteriori de las experiencias, como respaldo
discursivo y comunicacional de las mismas.
Siguiendo con lo metafórico, la impronta de esa ideología se puede llamar -y por razones más que obvias-
"gobiernismo". Es decir, su lógica y discursividad tiene como eje y, además, gira en torno al ser y hacer
gobierno perennemente, dado que concibe gobierno, política y Concertación en relación simbiótica y
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autocentrada en la acción y poder gubernamental .
Hoy, en cambio, la ideología del gobiernismo es un óbice para los requerimientos de reconstrucción y de
reidentificación de un proyecto de centro-izquierda. Y ello por muchas razones, pero hay una que sobresale
por su cualidad englobadora: el gobiernismo interna una mentalidad de compromiso sistémico y, por ende,
tiende a ser muy refractario a la crítica reflexiva y social. Y si algo debe recuperar la centroizquierda para
reconstruirse y revitalizarse son, precisamente, esas cualidades perdidas en los años mozos de la transición:
su capacidad de reflexión crítica y su independencia crítica de lo sistémico.
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La "ideología del gobiernismo" de ningunas manera es exclusiva del gobierno y de los actores políticos reclutados por funciones
gubernamentales. Es una ideología concertacionista en general que se ha entronizado en su mundo elitario y colectivo, merced a
la potencia "ideologizante" que tiene la vivencia de ser gobierno durante 17 años.
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