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org Informe N° 621
Política Nacional 31/07/2007
24/07/2007 L a Concertación está sometida a una suerte de est ado crít ico
Política Nacional
permanente cuya manifestación más visible, pero no exclusiva, la
La Modernización de la
Política (II) constituye la recurrencia en su seno de situaciones altamente críticas.
Ese estado crítico expresa (y nutre), a su vez, un proceso larvario
y en desarrollo que tiende hacia la producción de una crisis mayor
19/07/2007
Política Nacional con visos "catastróficos". En este artículo se abordan tres aspectos
La Modernización de la que estarían tras ese proceso larvario de "crisis catastrófica".
Política (I)
I. Probablemente este diagnóstico grueso sea resistido o rechazado
12/07/2007 por algunos, y otros lo replicarán por muy genérico o poco evidente.
Política Nacional Se reconoce aquí que tales presumibles reacciones son enteramente
La Arrogancia de Ciertos comprensibles por muchas razones, pero, principalmente, porque tal
Economistas
diagnóstico de por sí plantea una dificultad originaria, a saber, qué
es y cómo se concibe a la Concertación.
05/07/2007
Economía
La CASEN 2006, Buenas Los Tres Momentos de la Concertación
Noticias
De lo dicho puede inferirse un primer elem ento crítico que aqueja a la Concertación y que es dable
identificarlo a través de dos apreciaciones:
a) Pareciera que, en la Concertación, cada uno de los momentos reseñados tuviera su propio y particular
cuerpo de dirigentes y representantes y que no existiera un cuerpo que la razone y exprese en su totalidad.
b) Los momentos diferenciados de la Concertación y las informaciones y visiones distintas que emanan
de esas diferenciaciones no tienen sistemas satisfactorios de interlocución reflexiva que permitan análisis
y diagnósticos sintéticos y compartidos.
Si a la Concertación se la considera como unidad integradora de sus diversos momentos, un factor crítico
se encuentra, precisamente, en la carencia de mecánicas e instancias que reúnan su totalidad. Y ese
factor es promotor de crisis por dos razones:
-- Primera y obvia, porque esa carencia implica que se comporta como un ente casi incorpóreo. Como
totalidad, ¿dónde está la Concertación?
-- Segunda, porque sin puntos de encuentros orgánicos y significativos hay una tendencia natural al
incremento de las visiones particulares que se generan en cada uno de sus momentos, ergo, se limitan
las capacidades de diagnósticos y proyectos compartidos.
En suma, uno de los componentes de la crisis larvaria y en proceso de desarrollo se refiere a la pérdida
de hegemonía interna en la Concertación y a la inexistencia de sistemas y prácticas que permitan una
reconstrucción de hegemonía.
La "Personalización" de la Política
II. La llamada "personalización" de la política es otro de los factores que aportan a la crisis concertacionista,
entendida por ella, muy resumidamente, la autonomización de liderazgos y el despliegue de conductas
y proyectos decididos de acuerdo a la voluntad e interés de esos liderazgos y en divergencia o contraposición
a conductas y proyectos comunes.
El problema de personalización de la política bien pudiese ser incluido como un acápite dentro del capítulo
mayor de lo que se reconoce como "crisis de la política". Pero también podría analizarse dentro del tema
de la "crisis cultural" por la que atraviesan las corrientes de centro-izquierda.
En realidad, si ese fenómeno afecta tanto a la Concertación, en gran medida se debe a que es leído con
buenas dosis de atavismos cultural-valóricos, subjetivándolo al extremo y, por lo mismo, con una muy
escasa objetivación analítica. Se le trata más como un asunto moral que como un asunto de la política
m odern a. S ínt om a de la "cri sis cu lt ural" qu e enfren t an la s cu ltu ras de cent ro-i zqui erda.
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Radicalismo Secularizador
Precisamente, porque es un fenómeno tan recurrente y fuerte en la realidad actual es que requiere una
lect ura objetivizada. A continuación se explicita apenas un esbozo de u na lectu ra de ese t ipo.
a) Tal cual todo sujeto moderno, el sujeto político está sometido a una "feroz" reculturización impulsada
por la modernidad, o sea, una reculturización que tiene como una de sus principales influencias la
secularización de los pensamientos, los valores y las conductas. Claro, las culturas de centro-izquierda
pueden oponerse al radicalismo secularizador de lo moderno, pero no pueden impedir su influencia y, por
ende, no pueden esperar conductas individuales que la soslayen completamente o que actúen bajo
parámetros de una contra-cultura que, por lo demás, no existe.
b) Una mayor individualización es una de las consecuencias de las presiones secularizadoras Y también
lo es el deterioro de la valoración de los incentivos volitivos en el accionar del sujeto y la superior valoración
de los satisfactores tangibles. El político no escapa a estos cambios. Y ese cambio tiende a manifestarse
en que el político de hoy se estimula menos por la "causa colectiva" que por la tangibilidad del poder
político y sus aderezos.
c) La modernidad, por otra parte, ha mermado hasta la casi extinción el carácter heroico y mítico de las
"causas colectivas". Los proyectos políticos en juego no son convocatorias épicas ni se prestan para pensar
en la trascendencia histórica del sujeto por el sólo hecho de ser parte de un epopeya colectiva. En política
m oderna, la trascendencia histórica p arece ser un asunt o solit ario, con nomb re y apellido.
d) La secularización moderna por supuesto que alcanza al ámbito político. Tal vez una de sus manifestaciones
más destacable es la apertura de un proceso que va despojando a la política de los mantos discursivos
e idealísticos que cubrían la facticidad que siempre hay detrás de las relaciones de poder, a pesar de las
normas o formalidades que pretenden regirlas. Este develamiento transforma los vínculos entre la figura
lideral y el colectivo, especialmente dentro de los partidos: los torna más realistas, funcionales e
instrumentales y, a la par, más competitivos. La tensión natural que se da entre liderazgo individual y el
colectivo empieza a resolverse integrando la variante relación de poder que comprende, a la par, el
elemento facticidad del poder, lo que plantea dos situaciones novedosas:
- De un lado, puesto que las instituciones partidarias tradicionales no reconocen, ergo, no incorporan la
facticidad del poder, pueden caer con facilidad en disfuncionalidades para superar conflictos entre un líder
que suma a su haber poder factual y una institucionalidad que sin ese tipo de poder no tiene fuerza real
para imponerse al líder.
- De otro lado y vista esa potencial disfuncionalidad institucional, al líder se le ofrecen enormes facilidades
para desenvolverse con individualizadas mecánicas de toma de decisiones.
e) El proceso descrito se hace tanto más acentuado y realizable si se tiene en cuenta que varias de las
funciones tradicionales de los partidos, imprescindibles para un líder, hoy pueden ser ejecutadas sin el
aporte de ellos. Se hace referencia a la función de i) construcción intelectual y discursiva, ii) información
y diagnósticos de realidades sociales y iii) comunicacionales. Hoy, las tres funciones son "adquiribles" en
el mercado. La elaboración intelectual y tecno-política está disponible a través de centros y asesorías
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privadas. Las realidades sociales pueden conocerse por medio de encuestas y las comunicaciones pueden
realizarse a través de los mass media que componen el mercado mediático.
f) Por último, el elemento esencial con el que contaban los partidos para los efectos de medir fuerzas
entre el colectivo y el o los líderes era su inserción en los espacios sociales y la influencia social que le
daba la sumatoria de esas inserciones en la sociedad civil. Pero el debilitamiento de la sociedad civil
tradicional y la todavía difusa emergencia de nuevas formas de asociatividad, ha dejado a los partidos
con muy poco respaldo en ese campo.
III. Las diversas instancias de la Concertación han ido experimentando distanciamientos respecto de la
sociedad civil y de las fuerzas sociales. Ello de por sí debería estimarse como síntoma o expresión de un
proceso crítico. Pero, además, es una realidad que aport a al desarrollo de ese mism o proceso.
Por cierto que este distanciamiento afecta, prioritariamente, la aspiración concertacionista de ser la
representación político-cultural de la centro-izquierda, por cuanto la organicidad de los nexos entre
entidades políticas y espacios sociales es un rasgo característico y necesario de las culturas políticas
progresistas.
En materia de sociedad civil la Concertación ha cometido grandes y graves errores o descuidos. Algunos
por desatenciones un tanto forzadas por los acontecimientos. Otros porque -conciente o inconcientemente-
se ha confundido electorado con espacios sociales de respaldo. Pero la mayoría deriva, una vez más, de
carencias político-culturales que han impedido aprehender a cabalidad la importancia de la sociedad civil
para las fuerzas progresistas y para la calidad de las políticas del progresismo en el gobierno. Veamos
tres de estos errores o descuidos.
a) No se comparte aquí la "tesis" -muy en boga hace algunos años- que la Concertación tuvo una política
premeditada de desvalorización de la sociedad civil. Se acepta, eso sí, que, en los períodos más álgidos
de la transición, existieron conductas políticas que pudieron ser interpretadas de esa manera y que tuvieron
algún efecto real en esa desvalorización.
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Pero ese no es el punto más importante. Lo que importa constatar es que la Concertación, factualmente,
se ha comportado, en términos gruesos, como una suerte de fórmula "suplantadora" de la sociedad civil.
En primer lugar, porque, en general, sus políticas sociales se originan y jerarquizan "bismarquiana" y
tecno-burocráticamente y casi sin apelación a respaldo social orgánico (las encuestas no lo son). Las
políticas de contenido social significativo se resuelven sin conflicto social abierto, aunque entrañen una
conflictividad potencial relevante, como se refleja en la conflictividad política que se desata una vez que
el problema es ingresado a esa esfera. No se trata de postular, claro está, la conveniencia de una
conflictividad social permanente. Sólo se está diciendo que la Concertación -en este caso, sus partidos-
han tendido habitualmente a "des-socializar" los conflictos políticos, lo que no sólo "desnaturaliza" a estos
últimos, sino que desarma, "suple" la conflictividad real que encierra la sociedad civil y con ello aporta
al desarme de la sociedad civil en sí.
En segundo lugar, la Concertación ha tendido a suplir a la sociedad civil por la vía de mecánicas
"corporativizadas". En determinadas circunstancias, la Concertación funde y confunde los mundos
gubernamentales, partidarios, parlamentarios, gremiales y societarios, intelectuales, etc., amparados por
la ideología del "gobiernocentrismo" y de la "gobierno dependencia" y tras el afán de definir inconflictuadamente
una política pública. En otras palabras, en más de un momento, las más variadas estructuras de la
Concertación razonan como gobierno y sólo como gobierno, de suerte que artificialmente se hacen
desaparecer lógicas y funciones distintas. En tales momentos la Concertación, existiendo sólo como
sociedad política, se arroga la representación de la sociedad civil.
- Las transformaciones que han acaecido en la figura estatal han ido acompañadas de desplazamientos
de funciones y poderes desde el Estado hacia la sociedad civil. Por lo mismo, la sociedad civil moderna
está mucho más plagada en su seno de conflictos de poder y dispone, a su vez, de mayores recursos para
resolver esos conflictos en su propio ámbito. En consecuencia, la sociedad civil moderna es un espacio
más del conflicto político. Y un espacio tanto más importante, puesto que es allí donde se ubican las
fuentes de los poderes factuales o extrainstitucionales, poderes que forman parte del sistema "estructural"
de poder en una sociedad moderna. Ergo, cuando una fuerza política descuida la sociedad civil -como
ocu rre con l a Conc ertación - lo q ue h ace a la po stre es ab ando nar un a fuen te d e pod er.
- Para resolver las complejidades, heterogeneidades y masificaciones de los problemas que se plantean
en las sociedades actuales, no bastan los aparatos estatales, salvo que se postule un Estado acromegálico.
Requieren del concurso activo de instancias o asociaciones de la sociedad civil. Es decir, es un requerimiento
de la modernidad que la sociedad civil cumpla mayores funciones atinentes a la "cosa pública". Si este
requerimiento no se resuelve adecuadamente -desarrollando y empoderando sociedad civil- pierden
eficacia muchas políticas públicas y la gestión gubernamental se ve compelida a gastos superiores en
energía y en presupuestos y sin garantía que ello se traduzca en optimización de las políticas públicas.
Ahora bien, ¿por qué y cómo estos distanciamientos concertacionistas respecto de la sociedad civil
participan en su proceso crítico?
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En primer lugar, simplemente porque tal alejamiento implica debilitamiento del poder real de la Concertación,
lo que normalmente trae aparejado reacciones cent rífugas desde las esferas de sus dirigencias.
En segundo lugar, porque esa situación aporta a la "anomia" social y a la configuración de una ciudadanía
dominantemente peticionaria que, a la larga, deviene en fuertemente criticista de la gestión gubernamental,
lo qu e natu ralment e afecta las bases de sust ent ación de los parti dos de la Concert ación.
En tercer lugar, porque, sin nexos orgánicos o con nexos muy febles con la sociedad civil, los actores
jerárquicos de los mundos concertacionistas tienden a ser percibidos como iguales dentro de las elites
del país. Inevitablemente, esas percepciones también son recogidas dentro de los partidos y en los círculos
populares más fieles. Por supuesto que ello genera desafecciones al interior de la Concertación, pero
además coadyuva a extender las condiciones para el surgimient o y crecimient o de disidencias.
Y, en cuarto lugar, lo anterior se proyecta hacia un efecto más grave, a saber, hacia percepciones sociales
(y políticas) de que las elites concertacionistas han dejado de responder a uno de los ethos máximos de
las culturas políticas de centro-izquierda: la representación de lo "nacional-popular". Es decir, potencia
una interrogación acerca de la verdadera naturaleza socio-política que hoy posee el alma de la Concertación.
Y si esa n o es u na am en aza de crisis cat astrófica, en ton ces, tales am en azas no exist en.
Cabe, para finalizar, una reflexión aclaratoria. Por doquier y desde hace tiempo, se lee y escucha acerca
de la necesidad de renovar, reconstruir, rectificar, reinventar, etc., la Concertación. En sí mismo ese es
un reconocimiento que los rumbos actuales de la Concertación no están conduciendo a buen puerto. Y
la persistencia en el tiempo del mismo discurso es una indicación de que poco o nada se ha hecho al
respecto.
El análisis que aquí se hace sobre una eventual "crisis catastrófica" de la Concertación parte de una
hipótesis previa: que el ejercicio de 17 años de gobierno ha sesgado las miradas y que uno de los máximos
sesgamientos es el de pensar la Concertación exclusiva o casi exclusivamente en función de la reproducción
de su condición de fuerza gobernante. En tal sentido, cuando se habla de refundaciones lo que en esencia
se tiene en mente es el desgaste como alianza gobernante y la búsqueda de mecánicas superadoras de
tal desgaste.
La idea-fuerza que aquí se sostiene es que el problema es mucho mayor que el desgaste gubernamental.
Que lo que también está lesionado, estremecido, históricamente criticado es el ethos político-cultural de
la Concertación en tanto expresión de una centro-izquierda moderna y actualizada respecto del estadio
de desarrollo del país. Por tanto, ése es el tema prioritario a resolver. De lo contrario, si se insiste sólo
en fórmulas anti-desgaste gubernamental, lo más probable es que subterráneamente la Concertación siga
larvando una crisis catastrófica en el plano de lo político-cultural que en algún momento se explayará
hacia todos los planos.
Los tres puntos aquí abordados deben entenderse en ese contexto de preocupaciones. La Concertación
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puede seguir gobernando aun cuando no solucione esos problemas. Pero en tal caso, nada asegura que
su gobierno sea de centro-izquierda.
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