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París, Agosto de 1998
Original: Inglés
en colaboración con:
ED-98/CONF.202/CLD.8
Resumen
Uno de los problemas más apremiantes con que se enfrentan las universidades de
nuestros días es el de los recursos, en particular, la manera de aumentarlos, de diversificar
sus fuentes, de mejorar su asignación y gestión interna y, por último, el modo de asumir las
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funciones que la sociedad les encomienda conservando al mismo tiempo la reconocida
tradición de autonomía y de servicio desinteresado.
Existen muchos motivos para que ello sea así y por otras muchas razones las
universidades deben hacer un esfuerzo por formar parte de esta dimensión. Con cada vez
más frecuencia, la investigación en campos relacionados directamente con la tecnología, la
biotecnología y la medicina se caracteriza por una cooperación internacional constante.
Durante largo tiempo la evaluación de la calidad de los proyectos de investigación se ha
encomendado a colegas del mismo nivel de otros países. La ampliación de la dimensión
internacional ha sido especialmente notable en los niveles superiores de la formación, en
particular la enseñanza universitaria. Ello nos hace pensar en la enorme expansión de los
programas de maestría de gestión de empresas como ejemplo concreto de este
impresionante fenómeno. Las universidades que carecen de un impulso empresarial, sobre
todo en el ámbito del desarrollo económico y tecnológico, tienen pocas posibilidades de
prosperar.
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principalmente cuando el mantenimiento de esos rasgos distintivos tiende con frecuencia a
negar la libertad de otros a la hora de ejercitar derechos similares o a amenazarlos con la
represión.
Las universidades se encuentran entre estos dos mundos y están sometidas a las
tensiones que generan cada uno de ellos. Asimismo, padecen las tensiones que surgen
cuando lo internacional parece estar en conflicto con otras nociones más arraigadas de
identidad y creencia. Si el camino a la innovación y el dinamismo próspero radican en un
panorama cada vez más internacional en el que las disciplinas y las instituciones compiten
por la reputación, el prestigio y la excelencia, también hay que reconocer que la universidad
se funda en culturas determinadas y se concreta en una sociedad específica.
Desde una perspectiva mundial, el principal y constante desafío con que se enfrentan
las universidades a partir de ahora consiste en mantener un equilibrio acertado entre la
presión para el cambio que dimana del proceso de desarrollo técnico como mundialización
y las tensiones generadas en la sociedad civil debido a las repercusiones de la transformación
económica y tecnológica en la estructura de la sociedad. Se trata de una labor delicada que
nunca concluye. Aparece como una función adicional que incumbe a la universidad
precisamente porque es el agente y el beneficiario de la transformación económica y
tecnológica. Pese a ello, esta tarea sigue siendo delicada, ya que recubre obligaciones
tradicionales al servir de medio de entendimiento entre culturas y comunidades diferentes y
corregir en la medida de lo posible los desequilibrios sociales derivados de la pobreza, la
exclusión y los conflictos.
Para que pueda asumir (y desempeñar) las funciones que le encomienda la sociedad, es
necesario ofrecer a la universidad como institución de saber y a su personal docente
determinadas condiciones de trabajo que se consideran necesarias para cumplir de manera
óptima estas obligaciones. Estas condiciones están contenidas en los dos conceptos de
autonomía universitaria y libertad académica. La autonomía universitaria es el
autogobierno institucional y la libertad académica se refiere a los distintos miembros del
personal académico y, en lo que atañe a la libertad de elección de los estudios, también se
amplía a los estudiantes. Estas condiciones varían en sus detalles prácticos y en la medida en
que se aplican en los distintos países, dentro de ellos y en tipos diferentes de instituciones
del sistema nacional de enseñanza superior.
Sin embargo, el rasgo genérico que distingue a la universidad de la formación, de la
escolaridad obligatoria y de los institutos de enseñanza de grado superior a la obligatoria es
la libertad de aprendizaje de los estudiantes (L;ernfreiheit) y la libertad de enseñanza del
personal académico (Lehrfieeiheit). Por extensión, la libertad de enseñanza abarca la
obligación del personal académico de contribuir mediante el escrutinio y la investigación al
fomento del conocimiento fundamental que configura la rama de estudio específica a la que
se dedica cada uno de ellos (Wissensc~~~~~e~eihe;t).Desde la época de las reformas realizadas
por Humboldt en la universidad y sus derivados esta misión básica ha formado parte de la
responsabilidad corporativa de la universidad, a menudo definida como la “búsqueda de la
verdad”.
Por tanto, generalmente se opina que la libertad académica se aplica por definición a
la comunidad académica. Esta opinión es cuestionada por aquéllos que la consideran un
subconjunto de un derecho humano más amplio y universal (la libertad de información y
de expresión). Esta interpretación parte de la premisa según la cual la libertad académica es
una condición necesaria para el progreso humano. Vincula la libertad académica a las
cuestiones más amplias de progreso social en general abordándola de esa manera como un
elemento que garantiza una dimensión de los derechos humanos. Según este argumento, el
conocimiento NO es finito. En cambio, el progreso viene determinado por la capacidad de
poner en entredicho, criticar e investigar. Una de las funciones de la universidad consiste en
garantizar el progreso, aunque no es exclusiva. Como la acumulación de conocimientos
mediante el estudio es una condición del avance y el progreso humano, la libertad
académica es una condición de ese progreso. En la medida en que ese progreso es un
derecho humano, la libertad académica ESTA realmente vinculada a un derecho más
general.
Excepciones.
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desarrollo industrial. Por consiguiente, la cuestión de la libertad académica debe debatirse
en términos más amplios que vayan más allá de la perspectiva habitual de la enseñanza
superior. De hecho, la libertad básica en que se funda la libertad académica es la libertad de
investigación, que también es universal por definición. Esta última definición se analizará
como un enfoque progresista de una cuestión que generalmente se ha estudiado desde el
punto de vista de sus antecedentes históricos
Una sociedad basada en la asunción de riesgos exige que se conceda una mayor
libertad de acción a las instituciones para que los individuos encargados de su buena
administración puedan tomar iniciativas a la hora de responder a las demandas cambiantes
de la sociedad en materia de enseñanza superior. Desde este punto de vista, la autonomía
universitaria tiene que luchar y encontrar un equilibrio con otros principios que
determinan su relación con la sociedad, a saber, la rendición de cuentas, la responsabilidad
social y la transparencia. A este respecto, los dos principios vinculados a la noción de la
universidad como institución “impulsada por el mercado”, es decir, competencia y
competitividad, son igualmente importantes. Se podría sostener que la autonomía
universitaria (que es la capacidad de autogobierno) sigue siendo una condición previa para
que las universidades determinen la manera en que podrían reaccionar y reaccionarán a la
hora de competir por los estudiantes, los recursos o el prestigio. Sin embargo, para que las
universidades puedan aceptar este desafío, deben elaborar técnicas de gestión,
administración y autoverificación que encuentren un equilibrio entre la autonomía
universitaria y la obligación de rendir cuentas a la sociedad y de demostrar su eficacia en el
desempeño de su cometido y la transparencia en el modo de lograrlo. En consecuencia,
debemos ser conscientes de los elementos de cambio que implica una estrecha asociación
con el proceso de producción para elaborar un concepto de autonomía universitaria menos
estricto que la interpretación histórica y tal vez tradicional del principio rector de la
universidad.
Obligaciones.
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menudo como una protección frente a las injerencias arbitrarias y están respaldadas por una
ley formal o mediante el reconocimiento de las prácticas habituales de la comunidad
académica por parte del Estado. A pesar de que la función del Estado sigue revistiendo
importancia en nuestros días, las novedades que se han producido recientemente, expresadas
en términos de racionalidad económica o administrativa (“liberalización”, “privatización”,
“descentralización de la adopción de decisiones” a las distintas universidades o la mayor
importancia que se concede a las autoridades regionales), implican una relación más
compleja con la sociedad civil. Actualmente las nociones de rendición de cuentas y de
“receptividad a los intereses externos” limitan cada vez más la libertad académica y la
autonomía universitaria. A medida que se configura este nuevo contrato social entre la
universidad y la sociedad, la noción de autonomía universitaria (pero no necesariamente la
libertad académica) está sujeta a una condicionalidad creciente.
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mundialización plantea muchos problemas, en particular el fin de ese monopolio histórico
sobre la transmisión y producción de la enseñanza superior de que disfrutaron las
universidades prácticamente desde su fundación.
Como órganos públicos o empresas privadas, desde hace largo tiempo las
universidades han tenido que rendir cuentas al Estado o a los consejos de administración
que representaban al público o a los “propietarios”. Por tanto, el derecho al autogobierno
institucional obliga a la universidad a ajustarse plena y formalmente a las condiciones, las
leyes y los procedimientos correspondientes. Al exigirse a las universidades una mayor
transparencia y una demostración más precisa de sus logros, la cuestión de la rendición de
cuentas y la evaluación de la calidad se ha convertido en un aspecto fundamental de la
politica en materia de enseñanza superior. Aunque la vinculación de los presupuestos
institucionales a metas de calidad dista mucho de ser universal, es evidente que el grado de
autogobierno de una universidad depende cada vez más de la demostración de su
rendimiento y eficacia. Parece que la autonomía está explícitamente unida al cumplimiento
de normas externas.
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iQué estrategias se pueden utilizar para que representantes de la sociedad civil
ayuden a la universidad a cumplir su misión de servicio a la comunidad?
$T’ómo podh la comunidad de la enseñanza superior (tanto los docentes como 10s
estudiantes) ser más consciente de estasobligaciones?
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III. Conclusión.
- Pertinencia.
- Calidad.
- Gestión y financiación.
- Cooperación internacional.
Estos temas también están presentes en los debates de esta mesa redonda. Las
funciones que la sociedad espera que asuma la universidad reflejan las transformaciones con
que se enfrenta la propia sociedad y, a su vez, la capacidad de la universidad de identificar,
distinguir y establecer un orden de prioridades entre ellas de una manera aceptable y
beneficiosa para la sociedad. Desde esta perspectiva, la “pertinencia” puede definirse como el
nivel de convergencia entre lo que la sociedad espera y lo que la universidad es capaz de
hacer. Sin embargo, ello no significa que la universidad deba reducirse a un “organismo de
servicio” que acepta sin discutir y sin opinión propia presiones “orientadas al servicio” a
corto plazo ejercidas por “el mercado”. Del mismo modo, la “calidad” muestra a la sociedad
la medida en que las distintas instituciones alcanzan los elevados niveles que se esperan de
ellas. El tema “gestión y financiación” abarca los medios y procedimientos mediante los
cuales las instituciones establecen un orden de prioridades en relación con las expectativas
expresadas por la sociedad teniendo en cuenta los medios de ejecución que ella misma
proporciona. La “cooperación internacional” constituye el escenario práctico para que la
excelencia competitiva muestre su solidaridad con las instituciones menos privilegiadas pero
igualmente importantes en el desarrollo de una civilización mundial común.
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Conferencia Mundial sobre la Educación Superior
. Dirección institucional.
. Personal académico.
. Personal directivo.
. Estudiantes.
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cometidos que les encomienda la sociedad. Por ello, las actividades de seguimiento deberán
favorecer y mejorar el entendimiento común de las obligaciones mutuas correspondientes,
un entendimiento de que la universidad debe rendir cuentas a la sociedad, tiene la
obligación colectiva de calidad, justicia, tolerancia y debe respetar las normas académicas,
adminsitrativas y éticas y de que la libertad académica y la autonomía universitaria son las
condiciones previas que permiten a la enseñanza superior delegar algunas de sus
responsabilidades a la sociedad.
Por otra parte, este entendimiento supone que la sociedad y los distintos interesados,
públicos o privados, tienen la obligación de evitar y abstenerse de injerencias arbitrarias en
la manera en que las univesidades delegan sus distintas misi0nes.Y lo que la sociedad podría
esperar razonablemente de la enseñanza superior depende en gran medida de la asignación
de recursos suficientes para satisfacer estas expectativas. Ello también supone un
entendimiento claro de las distintas funciones que se espera que desempeñe la enseñanza
superior y de la necesaria división del trabajo que se ha de establecer en el sistema
universitario para que responda de maneras adecuadasa las distintas expectativas.
Esta estrategia que es patente respecto del alcance en cuanto al fondo y la escala
temporal va más allá de la Conferencia Mundial. No obstante, la Conferencia brinda una
ocasión única para entablar un diálogo e intensificar las relaciones entre esos agentes, los
grupos de intereses y sus representantes mencionados anteriormente a fin de avanzar hacia
un entendimiento común de la función esencial de la enseñanza superior con una visión
compartida de la sociedad del futuro. Entonces habrá que realizar los esfuerzos necesarios
para mantener ese diálogo y poner en marcha un proceso que en última instancia podría
conducir a la negociación de un nuevo contrato social relativo al cometido y a la misión de
la universidad en la sociedad. Para garantizar este contrato se podría elaborar un
instrumento, por ejemplo, una Carta Internacional sobre Libertad Académica, Autonomía
y Responsabilidad Social, bajo los auspicios de la UNESCO, como medio de reforzar los
principios de excelencia, tolerancia, pluralismo y solidaridad académica entre instituciones
de enseñanza superior y también entre académicos y estudiantes.
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opinión razonada de que este acuerdo internacional parecía factible y deseable. En
particularse estimó que constituía una esfera de iniciativa especialmente idónea a la que la
UNESCO podría aportar una mayor legitimidad ejerciendo una función decisiva y
asociativa en el proceso de negociaciones que se iniciará sobre este tema entre los distintos
interlocutores y en el establecimiento de un mecanismo de supervisión adecuado para seguir
de cerca el progreso y la observancia de esta Carta Internacional.
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