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Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo.

Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento


oportuno. Con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta
tan sencillo.
Aristóteles, Ética a Nicómaco.

Para poder responder a nuestra pregunta ¿Es correcto hablar inteligencia emocional o
manejo inteligente de las emociones? comenzamos nuestro trabajo buscando definiciones de
Inteligencia y de Emociones.

Según la RAE el término Inteligencia proviene del latín Intelligentĭa y hace referencia a la
capacidad de entender o comprender y de resolver problemas.

Las emociones “… son impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la
vida que a evolución nos ha inculcado. La raíz de la palabra emoción es motere, el verbo latino
«mover», además del prefijo «e» que implica alejarse, lo que sugiere que en toda emoción hay
implícita una tendencia a actuar”.1

Goleman en su libro “La inteligencia emocional” dice que “…son las emociones —afirman
[los sociobiólogos]— las que nos permiten afrontar situaciones demasiado difíciles —el riesgo, las
pérdidas irreparables, la persistencia en el logro de un objetivo a pesar de las frustraciones, la
relación de pareja, etcétera— como para ser resueltas exclusivamente con el intelecto. Cada
emoción nos predispone de un modo diferente a la acción; cada una de ellas nos señala una
dirección que, en el pasado, permitió resolver adecuadamente los innumerables desafíos a que se
ha visto sometida la existencia humana.

Daniel Goleman, en su libro “La práctica de la inteligencia emocional” afirma que la


Inteligencia Emocional (I.E) hace referencia a la capacidad que tenemos de reconocer los
sentimientos propios y ajenos, la capacidad para motivarnos y manejar correctamente las relaciones
con los demás y con nosotros mismos. Continua diciendo “…Se trata de un término que engloba
habilidades muy distintas —aunque complementarias— a la inteligencia académica […]. En este
sentido, hay personas que son cognitivamente muy inteligentes pero que, al adolecer de
inteligencia emocional, terminan trabajando para otros con cocientes intelectuales inferiores pero
que poseen una inteligencia emocional superior a la suya…”

Howard Gardner define inteligencia como “…la capacidad de resolver problemas o de crear
productos que son valorados en una o más culturas”.

1 GOLEMAN, D. “La inteligencia emocional. Por qué es más importante que el cociente intelectual”.
Ediciones B, S.A, 2009.
[Psicología de la Educación]

Hasta hace muy poco tiempo la inteligencia era considerada un atributo innato e inamovible.
Se nacía inteligente o no, y la educación no podía cambiar ese hecho.
Al definir la inteligencia como una capacidad, Gardner la convierte en un potencial que se
puede desarrollar, sin negar el componente genético de la misma (todos nacemos con unas
potencialidades marcadas por la genética u otros factores orgánicos. Pero esas potencialidades se
van a desarrollar de una manera o de otra dependiendo del contexto socio-cultural-económico, las
experiencias particulares de vida, la educación recibida, etc.)
Ningún deportista de elite llega a la cima sin entrenar, por buenas que sean sus cualidades
naturales. Lo mismo se puede decir de los matemáticos, los poetas o de gente emocionalmente
inteligente.

La definición de Gardner reconoce lo que intuitivamente sabemos: ser brillante en la vida


académica no implica tener mayor inteligencia.

No es suficiente tener un impecable legajo académico o manejar una gran cantidad de


información para ser exitosos en nuestra vida. Hay personas que tienen grandes condiciones
intelectuales pero que son incapaces de orientarse adecuadamente en lo laboral, elegir bien a sus
amigos u organizar satisfactoriamente su vida afectiva.

Por el contrario, hay quienes no fueron demasiado brillantes en la escuela o en la universidad


y que sin embargo se desempeñan exitosamente en el mundo del trabajo o en su vida personal y
social. Triunfar en el mundo de los negocios, en el deporte, en lo artístico o en lo social requiere ser
inteligente, pero cada ámbito requiere de características de inteligencia diferentes. No mejor ni peor,
distinto. Dicho de otro modo, Einstein no es más inteligente que Diego Maradona, pero sus
inteligencias pertenecen a campos diferentes.

En 1983 Howard Gardner presentó su teoría en el libro Frames of Mind: The Theory of
Multiple Intelligences, donde señala la diferencia entre capacidades intelectuales y capacidades
emocionales. Propuso un modelo muy difundido llamado “Inteligencia múltiple”, afirmando que
hay tantos tipos de inteligencia como tipos de problemas por resolver. En este modelo la
inteligencia no es vista como algo unitario sino como un conjunto de inteligencias múltiples,
distintas e independientes.

Gardner y su equipo de la Universidad Harvard han identificado ocho tipos distintos de


inteligencia:
[Psicología de la Educación]

Inteligencia lingüística: la que tienen los escritores, los poetas, los buenos redactores.
Utiliza ambos hemisferios del cerebro. Involucra la sensibilidad a la lengua hablada o escrita, la
habilidad de aprender idiomas y la capacidad de usar la lengua para cumplir con ciertos objetivos;
para expresarse retóricamente y poéticamente.
Es evidente en los alumnos a los que les encanta redactar historias, leer, jugar con rimas,
trabalenguas y en los que aprenden con facilidad otros idiomas.

Inteligencia lógica-matemática: utilizada para resolver problemas de lógica y matemática.


Es la inteligencia que tienen los científicos. Se corresponde con el modo de pensamiento del
hemisferio lógico y con lo que la cultura occidental ha considerado siempre como la única
inteligencia.

La Inteligencia Lógico-matemática consiste en la habilidad para detectar estructuras, razonar


deductivamente y pensar con lógica.

Inteligencia espacial: Consiste en formar un modelo mental del mundo en tres dimensiones.
Involucra la capacidad para reconocer y usar las estructuras de amplios y pequeños espacios.

Es evidente en los alumnos que estudian mejor con gráficos, esquemas, cuadros. Les gusta
hacer mapas conceptuales y mentales. Entienden muy bien planos y croquis.

Inteligencia musical: permite desenvolverse adecuadamente a cantantes, compositores,


músicos y bailarines. Involucra la habilidad en composición y apreciación de estructuras musicales;
también la capacidad de reconocer y componer variaciones, tonos y ritmos. Esta inteligencia se
daría paralela a la inteligencia lingüística. Los alumnos que la evidencian se sienten atraídos por los
sonidos de la naturaleza y por todo tipo de melodías. Disfrutan siguiendo el compás con el pie,
golpeando o sacudiendo algún objeto rítmicamente.
Inteligencia corporal-cinestésica: es capacidad de utilizar el propio cuerpo para realizar
actividades o resolver problemas. Es la capacidad de usar habilidades mentales para coordinar
movimientos físicos. Se la aprecia en los alumnos que se destacan en actividades deportivas, danza,
expresión corporal y / o en trabajos de construcciones utilizando diversos materiales concretos.
También en aquellos que son hábiles en la ejecución de instrumentos.

Inteligencia naturalista: utilizada cuando se observa y estudia la naturaleza, con el motivo


de saber organizar, clasificar y ordenar. Tiene que ver con la capacidad de reconocer, trabajar,
evaluar y estudiar los fenómenos y hechos de la naturaleza.
[Psicología de la Educación]

Inteligencia interpersonal: tiene que ver con la capacidad de entender las motivaciones,
intenciones y deseos de otra gente. Permite que algunas personas trabajen más efectivamente con
otras.

Observable en los alumnos que disfrutan trabajando en grupo, que son convincentes en sus
negociaciones con pares y mayores, que entienden al compañero.

Inteligencia intrapersonal: involucra la habilidad para reflexionar sobre uno mismo,


nuestros sentimientos y motivaciones. Es el tipo de inteligencia que nos ayuda a regular nuestras
vidas. Permite entenderse a sí mismo y a los demás.
La evidencian los alumnos que son reflexivos, de razonamiento acertado y suelen ser
consejeros de sus pares.

La inteligencia intrapersonal y la interpersonal, conforman lo que Goleman definió como


Inteligencia Emocional.

La mayoría de los individuos posee la totalidad de estas inteligencias pero desarrolladas cada
una de ellas de una manera particular, producto de la componente biológica particular, de su
interacción con el entorno y de la cultura dominante. Estas inteligencias se combinan y se utilizan
en diferentes grados, de manera personal y única.

En 1990, Peter Salovey y John Mayer propusieron la expresión “Inteligencia Emocional”


para describir “… una forma de inteligencia social que implica la habilidad para dirigir los
propios sentimientos y emociones y los de los demás, saber discriminar entre ellos, y usar esta
información para guiar el pensamiento y la propia acción”.

El concepto de I.E destaca el papel que ejercen las emociones dentro del funcionamiento
psicológico de una persona cuando ésta se ve enfrentada a momentos difíciles y tareas importantes:
los peligros, las pérdidas dolorosas, la persistencia hacia una meta a pesar de los fracasos, el
enfrentar riesgos, los conflictos con un compañero en el trabajo.

La interacción humana con el entorno es básicamente emocional. Comprender las emociones


tanto propias como ajenas significa comprender la forma en que las personas interpretan la
importancia de los diversos acontecimientos cotidianos y como estos afectan su bienestar personal.
[Psicología de la Educación]

“…Una competencia emocional es una capacidad adquirida basada en la inteligencia


emocional que da lugar a un desempeño laboral sobresaliente…”2. Las principales competencias
de la inteligencia emocional son:

1. El conocimiento de las propias emociones. El conocimiento de uno mismo, es decir, la


capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece. Según Mayer,
conciencia de uno mismo significa ser consciente de nuestro humor y también de nuestras ideas
sobre ese humor.

Las emociones tienen diversos grados de intensidad: algunas son lo suficientemente intensas
como para poder percatarnos de ellas en forma consciente, pero otras están por debajo del umbral
de percepción consciente. Estar consciente de nuestras emociones nos permitiría poder modificar
este umbral que separa las emociones conscientes de las que no lo son, haciendo que éstas últimas
puedan ser percibidas. Y al ser percibidas pueden ser controladas, pudiendo modificar los estados
de ánimo desfavorables

Las competencias siguientes se refieren, precisamente, a la posibilidad de controlar los


estados de ánimo.

2. Equilibrio anímico. Goleman llama así a “la capacidad de control del mal humor para
evitar sus efectos perjudiciales, entendidos estos en términos de conductas indeseables”.

Las emociones, como la ira, pueden llevarnos a tener conductas indeseables. Goleman
propone recurrir a nuestra inteligencia emocional, y a varios recursos para controlar sentimientos y
emociones indeseables, como la ira, la ansiedad o la depresión.

3. Motivación. Es la capacidad para auto-inducirse emociones y estados de ánimo positivos,


como la confianza, el entusiasmo y el optimismo.

Señala Goleman que la predisposición al optimismo o al pesimismo puede ser innata, pero la
práctica puede revertir esta situación si la persona es capaz de detectar el pensamiento derrotista y
reconsiderar el problema desde un ángulo menos sombrío.

4. El reconocimiento de las emociones ajenas. La empatía, otra capacidad que se asienta en la


conciencia emocional de uno mismo. Hace referencia a la habilidad para entender las necesidades,
sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su lugar. La persona empática escucha a los
demás, entiende sus problemas y motivaciones, puede anticiparse a sus necesidades.

2 GOLEMAN, D. “La práctica de la inteligencia emocional”. Editorial Kairos. Barcelona,1999.


[Psicología de la Educación]

5. El control de las relaciones. El arte de las relaciones se basa, en buena medida, en la


habilidad para relacionarnos adecuadamente con las emociones ajenas. Se refiere al talento en el
manejo de las relaciones con los demás, a la habilidad de saber persuadir e influenciar a los otros.

Goleman afirma que cuanto más hábiles seamos para interpretar las señales emocionales de
los demás, mejor controlaremos las que nosotros mismos transmitimos. Un profesional puede tener
grandes conocimientos sobre su materia y un alto CI, pero si no sabe relacionarse con los demás sus
posibilidades de éxito se verán muy disminuidas.

Para Goleman mantener bajo control nuestras emociones perturbadoras es la clave para el
bienestar emocional. Una adecuada gestión de nuestros pensamientos y sentimientos se traduce en
una buena calidad de vida, bienestar psicológico, y felicidad.

Como dijimos, el grado de desarrollo de la inteligencia emocional no está determinado


genéticamente y tampoco se desarrolla exclusivamente en nuestra infancia. A diferencia de lo que
ocurre con el CI, que apenas varía después de cumplir los diez años, la inteligencia emocional
constituye un proceso de aprendizaje mucho más lento que prosigue durante toda la vida y que nos
permite ir aprendiendo de nuestras experiencias. De hecho, los estudios que han tratado de rastrear
el proceso evolutivo de la inteligencia emocional a lo largo de los años parecen señalar que las
personas desarrollan progresivamente mejor este tipo de aptitudes en la medida en que se vuelven
más capaces de manejar sus propias emociones e impulsos, de motivarse a sí mismos y de
perfeccionar su empatía y sus habilidades sociales.

A esta altura creemos que estamos en condiciones de responder la cuestión que dio origen a
nuestro trabajo.

La inteligencia emocional determina la capacidad eventual de la que dispondremos para

aprender las habilidades prácticas basadas en uno de las cinco competencias vistas.

La competencia emocional, muestra hasta qué punto hemos sabido trasladar este potencial a

nuestro vida.

El hecho de poseer una elevada inteligencia emocional no garantiza que la persona haya

aprendido las competencias emocionales, sino que está dotada de un excelente potencial para

desarrollarlas. “…Una persona, por ejemplo, puede ser muy empática y no haber aprendido
[Psicología de la Educación]

todavía las habilidades basadas en la empatía que se traducen en un buen servicio al cliente, un

pupilaje excelente o la capacidad de saber orquestar adecuadamente los esfuerzos de las personas

que integran un equipo de trabajo…”3

Es decir, debemos procurar desarrollar nuestra inteligencia emocional, convertir en acto las

competencias potenciales para así tener un manejo inteligente de nuestras emociones.

3 GOLEMAN, D. “La práctica de la inteligencia emocional”. Editorial Kairos. Barcelona,1999.

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