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INTRODUCCIN
Velad y orad Este es el mandato de
Cristo en Getseman. Cumplamos sus palabras
dejndonos guiar por el acontecimiento de la
institucin de la Eucarista, que l mismo nos
dej el Jueves Santo, con el que se hace
presente sobre nuestro altar el sacrificio
realizado de una vez por todas en el Calvario.
De
la
Eucarista
surgen
algunas
indicaciones iluminadoras para la vida cristiana:
puesto que toda la Iglesia vive de la Eucarista,
la vida ha de tener forma eucarstica. Por
tanto, la Eucarista debe ser para nosotros una
frmula de vida.
CANTO
elementos
naturales
no
pierden
sus
caractersticas externas, ya que las especies
siguen siendo las del pan y del vino; pero su
sustancia, por el poder de la palabra de Cristo
y la accin del Espritu Santo, se convierte en
la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo.
Por eso, sobre el altar est presente
verdadera, real, sustancialmente Cristo
muerto y resucitado en toda su humanidad y
divinidad. As pues, es una realidad
eminentemente sagrada. Por este motivo la
Iglesia trata este Misterio con suma reverencia.
De nuestra relacin con la Eucarista se
desprende tambin, en su sentido ms
exigente, la condicin sagrada de nuestra
vida. Una condicin que se ha de reflejar en
todo nuestro modo de ser, pero ante todo en el
modo mismo de acudir a la Eucarista. Estar
ante Jess Eucarista, aprovechar, en cierto
sentido, nuestras soledades para llenarlas
de esta Presencia, significa dar a nuestra
consagracin todo el calor de la intimidad con
Cristo, el cual llena de gozo y sentido nuestra
vida.
CANTO
ORACIN FINAL
Nos amaste, nos amas, Seor,
hasta el extremo,
con un amor ms fuerte que la muerte.
A nosotros, pequeos y pobres,
que tanto nos cuesta
querernos a nosotros mismos,
o querer a nuestros prjimos,
a los que tenemos cerca,
a los que queremos y deseamos bien.
Y sin embargo, tan llenos de defectos,
se hace tan difcil querer.