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Primera Parte | Gracia Sorprendente

1
PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

Día 1
AMOR INCONDICIONAL
Cuando todavía éramos pecadores

“pero Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió, por
nosotros.” (Romanos 5:8)

No nos sentimos nada bien cuando sabemos que no somos amados. Pero ¡qué diferencia
cuando sabemos con certeza que nos aman, cuando la evidencia nos lo demuestra!

Sin embargo, sabemos que nos aman por cómo, nos vemos, o por nuestro dinero, o por
como actuamos, cierta inseguridad yace justo bajo la superficie de esos buenos sentimientos. Tan
bien como se siente el ser amado, estamos conscientes de que podemos perder el amor si algún
accidente, enfermedad, quiebra o fracaso llega a privarnos de esas cosas que hacen que otros nos
quieran.

Cuando nos paramos al pie de la Cruz y sentimos el amor de Dios, vemos cuan
increíblemente incondicional es su amor. Puedes perder tu salud, tus bienes, hasta tu reputación,
pero el amor que Dios te tiene no se verá afectado en lo más mínimo. Puedes resbalar, pecar o
fallar, pero si hubiera un sismógrafo que midiera los más pequeños cambios en el amor, la aguja ni
siquiera temblaría. Si bien somos pecadores –y de los peores- en la cruz Dios demostró su amor
por nosotros.

Nada de esto es testimonio de alguna suavidad de parte de Dios ante el pecado. Nadie,
absolutamente nadie, es más estricto con el pecado que Dios. Sin embargo, la cruz es un
testimonio de cuan amplio y profundo es su amor (Efesios 3:18). Es un misterio de increíbles
proporciones el que Dios, quien tanto odia el pecado, pueda amar a los pecadores tan
incondicionalmente. Pero esto es lo que demuestra la cruz. Esto es lo que hace que la cruz sea
clara. Esto es lo que la cruz establece, confirma y aprueba. Hay un Dios; él es amor; su amor es
incondicional. Nada de lo que podamos hacer o dejemos de hacer impedirá que nos ame. Sería
tonto tratar de llevarle la contraria a Dios de tal manera que deje de amarte; pero si te propones
hacerlo seguramente fracasarás en el intento. Él ya envió a su Hijo para que muriera por nosotros
mientras tú estabas en el peor de los momentos. Si pudiéramos ver el centro del carácter de Dios
usando alguna especie de tomografía computarizada o una resonancia magnética espiritual,
encontraríamos un amor incondicional increíble; pero no importaría cuan sofisticada pueda ser
nuestra tecnología, también se quedaría corta. Nunca podría mostrar la profundidad ni el alcance
de este amor “…que es mucho más grande que todo cuanto podamos conocer…” (Efesios 3:16).

Mi esposa y yo, y nuestras tres hijas, recientemente dimos juntos un seminario acerca de
cómo inculcar valores en los niños. Pocos días más tarde comencé a pensar en los valores que
aprendemos con la cruz; como Dios estaba comunicando los valores más vitales para Él en ese
momento en el tiempo. Ciertamente no existe ningún valor más alto que el amor incondicional.
Pablo dijo que hay fe, esperanza y amor, “… pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:13).

Cambiaremos si entendemos que no hay valor que mejor caracterice a Dios que éste. El
éxito no hace que Dios nos ame un poco más. El fracaso no hace que Dios nos ame menos. La cruz
lo prueba. La fe lo acepta.

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

¿Qué significa eso para ti hoy? Si Dios te amaba cuando eras su enemigo, ¿Qué significa
para ti ahora que eres su hijo? Si te amo el año pasado cuando florecía el trabajo que estabas
haciendo para Él, ¿Qué significa ahora que sientes que estas padeciendo de “sequia espiritual”? Lo
valioso es que donde te encuentres en este momento, no importa lo que haya pasado el año
pasado, la semana pasada, o anoche, Dios está ahí para ti. Él está allí con la misma pasión que
demostró en la cruz. Nuestras pasiones y entusiasmo se debilitan y apagan, pero no las de Dios.
Lo que Dios fue para ti entonces lo sigue siendo ahora. La cruz lo prueba. La fe lo acepta.

Cada vez que nos paremos al pie de la cruz debemos de impresionarnos más con Dios.
Pero todavía hace falta más que eso. Deberíamos estar igualmente impresionados por el hecho de
que vamos a ser como Él. “Ustedes, como hijos amados de Dios, procuren imitarlo. Traten a
todos con amor…” (Efesios 5:1-2). Lo que encuentro de Dios en la cruz necesito ponerlo en mi
mente y en mi corazón. La forma como es Dios en su trato conmigo, es la forma como yo necesito
ser en mi trato con otros. Sólo hay un lugar al que tengo que ir para aprender cómo tratar a mis
padres, mis hermanos, mi esposa(o), mis hijos, mis vecinos, los extraños o mis peores enemigos; la
cruz, “Queridos hermanos, si Dios nos ha amado así, nosotros también debemos amarnos los
unos a otros” (1 Juan 4:11). En la cruz aprendemos lo que es correcto, y lo que es correcto es el
amor incondicional. Dios sintió que era correcto mostrárnoslo. Lo correcto es que lo demostremos
a otros. ¿Y que de esto?: lo correcto es que también se lo demostremos a Dios. ¿Amas a Dios
solamente cuando se comporta como debería (es decir como a ti te gusta)? ¿O lo amas
incondicionalmente como Él te ama a ti?

¿En este momento, hay alguien en tu vida a quien ames incondicionalmente? ¿Hay alguien
de quien te ocupes siempre y cuando se comporte, te mire y te trate de una forma como piensas
que debe hacerlo? ¿Hay alguien a quien hayas dejado de amar porque… (Tú llenas el espacio)? ¿Te
has alejado del mismo Dios porque no te ha dado la respuesta que querías? Un día al pie de la cruz
hace que nos hagamos estas preguntas y que efectuemos cambios en nuestros corazones.

Hoy reverencia a Dios, maravíllate y asómbrate al mirar la cruz. Clama como Pablo “Cristo
Jesús vino para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15).
Sorpréndete. Canta “dulce es la gracia del Señor”, y luego ve y ama de la misma forma como te
han amado

THOMAS JONES
Boston, EE.UU.

Para mas estudio:


Mateo 18:23-35;
Lucas 15:11-32;
Juan 3:16-18;
Efesios 2:1-10.

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

Día 2
ODIANDO EL PECADO
Siente el dolor

“Cristo mismo llevo nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que nosotros
muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud. Cristo fue herido para que ustedes fueran
sanados.” (1 Pedro 2:24)

Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Podemos sentir el dolor, porque Dios siente dolor.
Podemos sentirnos heridos, porque Dios se sintió herido. Cuando se trata de la cruz, siente el
dolor. Entiende Que una de las verdades mas importes de la cruz es que el pecado –mi pecado y tu
pecado- hiere a Dios. Esta es la verdad que definitivamente tengo que conocer y sentir antes de
poder ser salvo; y es esta misma verdad de la que debo convencerme continuamente si quiero
permanecer salvo. Cuando veo la cruz, tengo que ver mi pecado y sentir el dolor: necesito sentir el
dolor de Dios.

Pregunta: ¿Alguna vez amaste a alguien con todo tu corazón, y que luego dejo de amarte?
¿Te acuerdas del dolor? Ahora, ¡siente el dolor de Dios!
Pregunta: ¿Alguna vez alguien se ha aprovechado de ti y te ha utilizado? ¿Te acuerdas del
dolor? Ahora, ¡siente el dolor de Dios!
Pregunta: ¿Alguna vez tuviste un amigo que te dio la espalda? ¿Te acuerdas del dolor?
Ahora, ¡siente el dolor de Dios!
Pregunta: ¿Alguna vez te has sentido rechazado? ¿Olvidado? ¿Traicionado?, ¿Te acuerdas
del dolor? Ahora, ¡siente el dolor de Dios!
La gracia increíble cuesta un dolor increíble. Siente el dolor de Dios; el dolor que El soporto
por causa de nuestro pecado.

Como te sentirías si un hombre o la mujer de tus sueños comprometiera su vida contigo en


matrimonio y luego te fuera infiel, cometiera adulterio? ¿Cómo te sentirías? ¿Traicionado (a)? ¡Sí!
¿Te heriría profundamente? ¡Sí! ¿Te enojaría? ¡Sí! ¿Te pondría celoso (a)? ¡Sí! ¿Te afectaría
profundamente? ¡Sí! De hecho, tu mundo parecería detenerse y te dolería y se te rompería el
corazón. Así es como se siente Dios cuando no le somos fieles, cuando “hacemos el amor” con el
mundo, cuando cometemos adulterio espiritual. Si bien nuestros pecados ciertamente hieren a
Dios antes de que comprometamos nuestras vidas a El completamente (es como una promesa de
matrimonio), creo que nuestra infidelidad y nuestros pecados lo hieren aun mas después de
nuestra promesa de vivir para El. Después de todo, así es como la gente se siente acerca de una
relación, y recuerda que estamos hechos a la imagen de Dios.

“¡Oh gente infiel! ¿No saben ustedes que ser amigos del mundo es ser enemigos de Dios?
Cualquiera que decide ser amigo del mundo, se vuelve enemigo de Dios. Por algo dice la Escritura:
“Dios ama celosamente el Espíritu que ha puesto dentro de nosotros” (Santiago 4:4-5) ¿Cómo se
siente Dios cuando somos indiferentes o desconfiados? ¿Cómo se siente Dios ante el pecado de la
inmoralidad sexual? ¿Cómo se siente Dios cuando lo dejamos de lado para ocuparnos del trabajo o
de la escuela? ¿Cómo se siente Dios cuando faltan el deseo y la excitación de hacer las cosas por y
para El? ¿Cómo te sentirías tú con estas cosas en una relación? Así es como se siente Dios, solo
que con más intensidad porque su amor por nosotros es mucho mayor, Mientras mayor sea la
capacidad de amar, mayor será la capacidad de sentir dolor.

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
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Mientras mayor sea el amor, mayores serán las posibilidades de ser herido. En lo que
respecta a la cruz, su mensaje debe de ser el mismo para todos los días de nuestra vida: ¡siente el
dolor!

Imagina por un momento que te enamoras, te casas y tienes el bebé más lindo de la tierra
(¡tu opinión personal y sin preferencias, por supuesto!). Un día tu compañero está metiendo las
compras en la casa y deja la puerta abierta mientras tu hijo juega en el piso. De repente, un perro
feroz entra en la casa y agarra al niño por el cuello quitándole la vida. Entras en la cocina, ves el
charco de sangre en el suelo y el cuerpo desfigurado y sin vida del niño. El perro esta agazapado
en un rincón con la sangre corriéndole por la boca. Ahora bien, ¿Cuál es tu actitud hacia el perro?
¿Dices: “ven aquí perrito, pobrecito, todo asustado”? ¿Tomas al perro y lo consuelas dándole
palmaditas? ¡Por supuesto que NO! Odias a ese perro. Quieres destruir al perro solo porque
asesino brutalmente al objeto de tu amor, De la misma forma tu pecado pone a Jesús en la Cruz. El
pecado asesino brutalmente a Jesús. Entonces, ¿Cómo te sientes con respecto a tu pecado? ¿Lo
acaricias? ¿Vas y juegas con él? ¿Permites que el pecado se quede contigo? No, sino que odias el
pecado. Quieres destruir el pecado porque asesino al objeto de tu amor. Mato a tu Jesús, a tu
Salvador.

Pregunta: Honestamente, ¿Cuánto odias el pecado? Encontraras que tu odio hacia el


pecado es proporcional a tu amor por quien murió por ti. La cruz habla de amor, ¿Estas
emocionalmente en contacto con Dios? ¿Con tu pecado? ¿Con la cruz?.

Amo a mi esposa Kay y a nuestros hijos, Summer y Kent. Amo el estar con ellos. Amo jugar
con ellos. Amo reír con ellos. Amo los momentos tranquilos y de descanso. Amo los tiempos
difíciles y que demandan mucho de mí. Amo los momentos de felicidad. Amo los momentos de
tristeza. Los amo. Y porque los amo, no quiero herirlos. No quiero hacer nada que pueda herir,
interrumpir, dañar o romper esas relaciones. ¿Cuán enamorado estas de Dios? ¡Cuán valiosa es
para ti esa relación? El pecado hiere a Dios. ¿Con que profundidad deseas no herir a Dios con tu
pecado? En otras palabras ¿cuán real es para ti la cruz?

Reto: Hoy toma decisiones determinantes acerca de tu pecado y de tu relación con Dios.
¿Cómo? Realmente es muy simple: ¡siente el dolor!

“Sométanse, pues a Dios. Resistan al diablo, y éste huira de ustedes. Acérquense a Dios. Y
Él se acercara a ustedes. ¡Límpiense las manos, pecadores! ¡Purifiquen sus corazones, ustedes que
quieren amar a Dios y al mundo a la vez! ¡Aflíjanse, lloren y laméntense! ¡Que su risa se cambie en
lágrimas y su alegría en tristeza! Humíllense delante del Señor, y Él los enaltecerá.” (Santiago 4:7-
11).

RANDY McKEAN
Boston, EE.UU.

Para mas estudio:


Salmo 36;
Isaías 43:16-24;
53:4-6; Oseas 11;
Lucas 15:21-24;
1 Corintios 6:16-20.

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
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Día 3
LA SANGRE DE CRISTO
Nos sigue limpiando

“la sangre de su Hijo Jesús no limpia de todo pecado”


(1 Juan 1:7).

En una noche oscura y estrellada, y yo estaba sentada, llorando, en las escaleras del frente
de la casa. Mis lágrimas estaban llenas de dolor, desanimo y autorrechazo. A medida que repasaba
mis pecados y fracasos personales, mi barómetro espiritual caía cada vez más. Después de un
tiempo mi esposo Roger salió para ver que sucedía. Al contarle mi terrible lista de pecados y
fracasos el escucho pacientemente y luego me animo a arrepentirme, pedirle perdón a Dios y
seguir adelante. “¡Eso es demasiado fácil!-exclame-. ¿Cómo puede alguien tan mala como yo
librarse de todo solo con arrepentirse? Además –pensé- soy débil; probablemente volveré a pecar.
¡Soy yo!”.
Roger simplemente me pregunto: “¿Estas tratando de llorar lo suficiente como para
obtener el perdón?”. Lo absurdo de la idea me hizo reaccionar. Obviamente, no había forma de
que derramara suficientes lágrimas para obtener el perdón. ¿Qué podía hacer para igualar lo que
Jesús ya había hecho por mí? ¿Podía realizar suficientes acciones, permanecer perfectamente
pura, estar de rodillas el tiempo suficiente, dar suficiente dinero, orar lo suficientemente fuerte, o
convertir suficientes pecadores? Nada de lo que yo hiciera podría acercarse a su sacrificio de amor
y gracia.
De repente la verdad se hizo muy clara. La sangre que Jesús derramo era la única cosa que
posiblemente podría darme el perdón (Efesios 1:7).

Volver a la cruz en pensamiento, de forma diaria, me hizo tener más fe en su sangre como
un continuo agente limpiador. Ese sacrificio no fue un evento de una sola vez. Romanos 5:9 nos
recuerda que “…después que Dios nos ha hecho justos mediante la muerte de Cristo, con mayor
razón seremos salvados del castigo final por medio de él.” Desde niños se nos aseguran los
beneficios de su sangre. La sangre derramada siempre ha sido una parte importante para el
perdón en el pacto de Dios. Levítico 17:11 dice: “Porque todo ser vive por la sangre que está en él,
y yo se las he dado a ustedes en el altar para que por medio de ella puedan ustedes pagar el
rescate por su vida, pues es la sangre la que pago el recate por la vida”. La sangre derramada
representa una vida que ha sido dada por otra. En la Biblia de Estudio de la Nueva Versión
Internacional, hay una nota al calce muy útil para este versículo:
“¿Cómo puede la sangre expiar el pecado? Por una parte, la sangre representa la vida del
pecador infectada por su pecado y destinada a morir. Por otra, la sangre representa la vida
inocente del animal que fue sacrificado como ofrenda en lugar de la persona culpable, La muerte
del animal (de la cual la sangre era la prueba) cumplía con la pena de muerte. Por lo tanto, Dios
otorgaba el perdón al pecador. Es Dios quien perdona basado en la fe de la persona que hace el
sacrificio.”
El pensar que el plan de Dios para el perdón es demasiado fácil, demasiado difícil, o con
fallas, es tan absurdo como un israelita dudando en ofrecer un cordero en sacrificio. Podemos
imaginar al pobre sacerdote tratando de persuadir al israelita de que confíe en los planes de Dios y
que ofrezca el cordero. Este creyente pudo haber tratado de sustituir un paño de lágrimas, 365
buenas acciones al año, o semanas de oración y ayuno.

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

Muy orgullosamente también pudo tratar de alcanzar la suficiente perfección como para
subirse el mismo al altar y salvar al cordero. ¿Tenemos más fe en nuestros débiles e inventados
sacrificios que en el plan perfecto de gracia de Dios? Primero tenemos que aceptar el sacrificio de
Jesús por nuestros pecados; así tendrá sentido nuestra alegre vida de sacrificio por Dios.
Años más tarde, cuando desarrolle un cáncer que amenazo mi vida, estuve agradecida por
haber entendido la gracia que trajo consigo la sangre de Dios. De repente, no pude “producir”
buenas obras ni hacer por el Reino las mismas cosas que antes. Las dudas y los temores inundaron
mi mente. ¿Serian suficientes para Dios estos escasos esfuerzos? ¿Estaba siendo castigada por
algún pecado no resulto? Mientras más profundice buscando respuestas, la respuesta más sencilla
y profunda volvió: “Pues tanto amo Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Juan 3:16).

¿No fueron el sufrimiento y la muerte de Cristo pruebas suficientes de la voluntad de Dios


para amar y perdonar? La segunda parte de Juan 3:16 también resuena en mis oídos: “para que
todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna”. Una vez más, el verdadero
problema era mi fe en Dios y en su plan. ¿Aceptaría mi valor basada en ser una pecadora que
habían comprado con sangre y no en mi habilidad para producir una vida perfecta?

Cuando recién nos hemos convertido, a veces apenas entendemos nuestro perdón inicial
por medio de la sangre que Cristo derramo; pero luego dejamos de apreciar como continua
salvándonos. Necesitamos darnos cuenta de que, en Cristo, constantemente estamos recibiendo
los beneficios de su sangre (Gálatas 3:26). 1 Juan 1:7 explica que “si vivimos en la luz, así como
Dios está en la luz, entonces hay unión entre nosotros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de
todo pecado”. La palabra “purifica” esta en el tiempo presente de indicativo (es decir, “limpia
continuamente”). Esto significa una limpieza constante, diaria.
Puedo relacionar esto con las células cancerosas que estaban atacando el cuerpo de
nuestro Michael cuando tuvo leucemia a los seis años. El enemigo fue destruido y eliminado
utilizando quimioterapia de manera que el poder curativo de su sangre continuara haciendo su
trabajo. Pensando en que la sangre provee alimento, oxigeno, limpieza, cura y defensa contra los
gérmenes, podemos ver como el trabajo de limpieza espiritual de la sangre de Cristo puede
mantener nuestro perdón de manera continua y efectiva. Su sangre nos mantiene “curados”
cuando confesamos abiertamente, nos arrepentimos y le pedimos a Dios que nos perdone (1 Juan
1:8-2:6).
Con una fe mayo y un mejor entendimiento del poder purificador de la sangre de Jesús,
¿Qué harás la próxima vez que te sientas confrontado con el pecado? ¿Sacaras tus sacrificios
viejos, inútiles y auto inventados o apelaras a la gracia de Dios por medio de la continua expiación
de la sangre de Cristo? ¿Te ahogaras en la autocompasión o celebraras el trabajo de Jesús para tu
bienestar?
MARCIA LAMB
Los Ángeles, EE.UU.
Para mas estudio:
Salmo 130;
Romanos 5:1-11;
Hebreos 9:15-22;
1 Pedro 1:18-20;
1 Juan 1:5-10

Nota Especial: Michael y Marcia fueron diagnosticados como libres y curados de cáncer
¡Alabado sea Dios!

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
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Día 4
PERDON
La libertad del perdón

“Sean buenos y compasivos unos con otros, perdónense mutuamente, como Dios los perdono a
ustedes en Cristo.” (Efesios 4:32)

El perdón verdadero, el que viene del corazón, no es una virtud humana normal; claramente es
una virtud divina que sólo Dios puede hacer posible. La motivación para el perdón nos la da la cruz
de nuestro Señor, quien nos amo y se sacrifico por nosotros. Su vida demostró un tipo de perdón
que verdaderamente nos sorprende en su consistencia y entereza. Cuando imitamos su vida
podemos perdonarnos de todo corazón. ¿Qué fue lo que le permitió vivir tan completamente esta
cualidad tan retante?
Primero, él enfrentó la verdad. Enfrento la verdad de cuan injusta y cruel puede ser la vida
en un sentido físico. Viviendo una vida completamente libre de pecado y dando su vida por todos
menos por si mismo, debería haber hecho que todos se volvieran a Dios. Por el contrario, ¿lo que,
“se gano” fue odio y rechazo! Eso no parece justo, ¿Verdad? A diferencia de ti y de mi, Jesús no
esperaba que la vida fuera justa: el simplemente esperaba que Dios fuera justo. Además, su visión
de la justicia de Dios no estaba manchada de egoísmo. Acepto todo de la mano de Dios
prácticamente sin hacer preguntas. ¡Eso es sorprendente! No trato de lidiar con asuntos
emocionales sacándolos de su mente, “encajonándolos”. Ni permitió que la forma como lo
estaban tratando afectara su manera de amar y tratar a los demás. Hasta Judas, el tan conocido
traidor, solo recibió amabilidad de parte de Jesús.
Jesús sabía que no solo debía demostrar el perdón; sabía que debía entrenar a sus
discípulos con mucho cuidado para que lo practicaran. En la parábola del funcionario que no quiso
perdonar (Mateo 18:23-35), no enseño la absoluta necesidad de perdonar ilimitadamente de todo
corazón. En Lucas 17:1-4, les enseño a sus discípulos a perdonar al mismo hermano siete veces en
un mismo día. ¡No es de sorprenderse que le rogaran por mas fe (v.5)
Jesús no solo enfrento la verdad, también sintió el dolor, estaba en total contacto
intelectual y emocional con las realidades más crudas de su vida. Jesús no tuvo miedo de ser
completamente honesto con sus sentimientos, tanto ante Dios como ante el hombre. Actuar como
si verdaderamente no estuviéramos heridos, o nos doliera mucho, no es el camino de Dios hacia el
perdón. Tal vez el mayor que Jesús sintió emocionalmente fue en el jardín de Getsemaní. Allí su
dolor fue tan intenso que sudo gotas de sangre. Puede que haya anticipado la separación
espiritual del padre al cargar el peso de los pecados del mundo. Cuando la anticipación se hizo
realidad, grito de dolor y angustia “Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?”. Su
compromiso con el perdón se basaba en aceptar todo dolor posible: físico, espiritual y emocional.
Finalmente Jesús libero su corazón para realizar el acto máximo de perdón. Liberar el
corazón significa, en una palabra, confiar. Él confió en su Padre y se enfoco en Él en lugar de
hacerlo en su propio dolor. Respondió en oración en los momentos más difíciles de su vida. En el
jardín, después de rogar que le quitaran la copa, oró para que se hiciera la voluntad de Dios y no la
suya. En la cruz, oró por el perdón de sus enemigos. Apelo al sentido de justicia de Dios en lo que
parecía ser la situación más injusta del mundo. En las palabras de Pedro, “Cuando lo insultaron, no
contestaba con insultos; cuando lo hacían sufrir, no amenazaba, sino que se encomendaba a
Dios, que juzga con rectitud” (Pedro 2:23). Entrego su vida cuando dijo en la cruz “¡Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu!” (Lucas 23:46). A pesar de todo el dolor, rechazo y el sufrimiento,
enfrento la muerte sin muestras de amargura hacia Dios o el hombre. Por lo tanto, la verdad fue
premiada con la resurrección victoriosa sobre los pecados del mundo, y ¡así se aseguro el perdón”

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

Cuando empezamos a imitar el ejemplo de Jesús en cuanto al perdón, también debemos


enfrentar la verdad, sentir el dolor, y liberar nuestros corazones. Al lidiar con mis propias heridas,
seas estas del pasado lejano o cercano, he tenido que ser muy honesta con la realidad de mi vida.
He tenido que llamar pecado al pecado, sea el pecado de otros hacia mí, o mi propio pecado como
respuesta al dolor causado por otros. La verdad, no importa cuán dolorosa haya sido, se debe
confrontar mediante el poder de Dios. A veces es tentador racionalizar nuestros pecados y los
pecados de quienes amamos, y alejarlos de nuestra mente. Pero no podemos obtener el perdón
hasta que todo haya salido a la luz; y mientras más pronto lo hagamos mejor.
Al enfrentar lo real de las heridas de nuestro corazón, es necesario permitirnos sentir de
nuevo el dolor. Es probable que esto produzca en nosotros temor o rabia, o ambos. Pero aun así
necesitamos rendirnos a Dios, o si no el temor y la rabia nos llevaran a la amargura, el rencor, la
ira, la malicia o la apatía (Efesios 4:31). Si no lidiamos con nuestras emociones dañadas y dejamos
de lado nuestra ira, terminaremos llevando un registro permanente de errores, lo cual nos hará
sentirnos desdichados y alejados del perdón que Dios está ansioso de darnos (Mateo 6:14-15)
Una vez que enfrentamos la realidad, y sentimos la realidad, podemos liberar entonces
nuestros corazones mediante la gracia de un Dios que perdona. Al igual que sucedió con Jesús,
requiere de nosotros una completa confianza en la providencia de Dios. Él de verdad está en
control de nuestras vidas y definitivamente quiere lo mejor para nosotros. Debemos aceptar estos
hechos, rehusarnos a dejar que las emociones centradas en nosotros nos impidan rendirnos a Él, y
asumir la responsabilidad de nuestras reacciones pecadoras cuando alguien ha pecado contra
nosotros. Si alguien necesita ser reprendido por haberte herido, déjaselo a Dios (Romanos 12:19).
Toma la firme decisión de perdonar y no permitir que nada ni nadie te impida llevar a cabo esa
decisión. Cuando verdaderamente hayas reemplazado el mal por el bien, lo sabrás con certeza,
pues entonces tu alma estará llena con la paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7)

“El odio o falta de perdón lastima mas a quien lo siente que a quien es dirigido, pues
envenena el corazón y afecta más relaciones. Necesitamos reflexionar mucho en nuestras
emociones, ser honestos y tratarlo” Reyes Ledesma

THERESA FERGUSON
Boston, EE.UU.

Para mas estudio:


Oseas 14:1-2
Mateo 18:23-35
Lucas 17:1-4
Efesios 4:31-32
1 Pedro 2:18:25

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

Día 5
BAUTISMO
De regreso al futuro

“¿No saben ustedes que, al quedar unidos a Cristo Jesús en el bautismo, quedamos unidos a su
muerte? Pues por el bautismo fuimos sepultados con Cristo, y morimos para ser resucitados y
vivir una vida nueva, así como Cristo fue resucitado por el glorioso poder del Padre.”
(Romanos 6:3-4)

Para una persona que vive 2,000 años después de que Jesús caminara sobre la tierra, la
cruz parece una experiencia muy remota. En esta época en la que se tienen noticias instantáneas
por CNN, los titulares de la última hora se vuelven obsoletos rápidamente. Si ni siquiera me puedo
relacionar con lo que paso ayer, ¿Cómo, personalmente, voy a involucrarme con un hecho que
pertenece a la historia antigua?
A menudo nuestras mejores preguntas son solo grandes oportunidades para que Dios nos
muestre sus inteligentes diseños. La historia es solo el respaldo para que su mano habilidosa
enseñe, de manera apasionada y creativa, su gran plan para el hombre. Esto no puede ser más
evidente que en su plan de conectar para siempre, por medio del bautismo, la voluntad de
hombres y mujeres al punto focal de la historia de la humanidad: la crucifixión de su único Hijo.
El apóstol Pablo, al escribir las palabras antes mencionadas unos veinte años después de
su propio bautismo, parece sorprendido al contarles a los cristianos en Roma su relación con la
cruz. Dios no quiso que solo Jesús experimentara la cruz, sino que cada uno de nosotros conociera
ese increíble momento de morir a sí mismos y a un mundo de pecado y de ser resucitados a una
nueva vida como conquistadores libres de egoísmo. En cada época, todos los que se han
comprometido a ser discípulos de Jesús probaron la amargura del arrepentimiento, y en el
bautismo sintieron cerrarse la tapa del ataúd con el agua que les tapa la cara. He conocido la
alegría vivificante que se siente al salir de la tumba con un nuevo corazón y una segunda
oportunidad para vivir.
No es este un evento místico que necesite de tubos de ensayo, encantamientos o mantras.
“Al ser bautizados, ustedes fueron sepultados con Cristo, y fueron también resucitados con Él,
porque creyeron en el poder de Dios que los resucito” (Colosenses 2:12). Hay mucho mas poder
en la fe autentica que en cualquier ciencia, medico, brujo o gurú.
Tampoco es un accidente. En el día inaugural de la iglesia en Hechos 2, Pedro sabia que
aquella cruz que él había presenciado como un cobarde, era el punto en que cada ser humano
podía conectarse con Dios, independientemente del lugar o el tiempo. “Vuélvanse a Dios y
bautícense cada uno en el nombre de Jesucristo, para que Dios les perdone sus pecados, y así Él
les dará el espíritu Santo. Porque esta promesa es para ustedes y para sus hijos, y también para
todos los que están lejos; es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera
llamar” (Hechos 2:38-39). Siete años más tarde Dios abrió los ojos a Pedro para que entendiera
que, desde un principio, esto también significaba que la promesa era para cada raza.
¿Todavía estas lejos o estas conectado? Si te bautizaste en su muerte y has resucitado de
tu propia tumba espiritual, sabes la respuesta. La muerte y la resurrección son cosas muy difíciles
de olvidar. Ahora, camina con la confianza que tiene un hombre o una mujer que ha estado en la
cruz y ha salido de la tumba. “Sabemos que lo que antes éramos fue crucificado con Cristo, para
que el poder de nuestra naturaleza pecadora quedara destruido y ya no siguiéramos siendo
esclavos del pecado. Porque cuando uno muere queda libre del pecado” (Romanos 6:6-7)

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

Hoy, visita de nuevo la cruz y la tumba vacía de Jesús. Detente ante tu propia cruz y tu
propia tumba de agua. Recuerda todos los pecados que te controlaban antes del bautismo.
Recuerda la culpa y el dolor que sentiste. Recuerda el primer aliento de aire después de que
naciste de nuevo y la alegría indescriptible que se sentía en tu nueva familia. Por un momento,
recuerda las primeras palabras que dijiste al Padre en oración cuando eras niño en la fe. Luego
visita las cruces y las tumbas vacías de tus mejores amigos del reino, y termina haciendo una pausa
en los lugares aquellos a quienes ayudaste a convertirse en discípulos. Estos son los recuerdos que
más nos llenan. Con estas personas viste y entendiste toda la escena mucho mejor que contigo
mismo. Pudiste amarlos en su decisión de tomar su cruz y seguir a Jesús. Estuviste al lado de cada
uno cuando murieron a su vida pasada y te sentiste como una madre primeriza cuando nacieron
de nuevo.
Hace algunos años nuestro hijo mayor Michael, mientras estudiaba la biblia con su líder
del ministerio de jóvenes, había logrado algunos cambios en su comportamiento y en sus
actitudes. Una tarde de verano nos pregunto a Marcia y a mí si podíamos hablar. Después de
llevarnos hacia el sofá de la sala, desapareció de forma curiosa. En poco tiempo, este adolescente
bien parecido, de hombros anchos, reapareció con un tazón de agua y una toalla. Con lagrimas,
mientras lavaba nuestros pies, nos compartió sus pecados, nos pidió perdón y nos dijo que quería
ser discípulo. Cuando lo bautice no pude evitar el pensar en las numerosas oraciones que
habíamos elevado cuando se curó de la leucemia.
Esto era mucho mejor aun.

Cuando David, nuestro hijo más joven, estaba estudiando la Biblia para hacerse un
cristiano, él y yo compartimos un increíble sábado en la tarde en el balcón de la casa. Por primera
vez en su vida estaba plenamente consciente de su separación de Dios. Ambos lloramos cuando
me confesó pecados que no conocía, y al día siguiente ambos reímos y celebramos cuando lo
saque de su tumba de pecados en su bautismo.

A veces Marcia y yo pensamos en el bautismo de Christie ahora que está viviendo en un


apartamento con otras discípulas. No compartíamos los temores de nuestros amigos de la
comunidad que tienen hijos lejos de casa. En lugar de preocuparnos por donde está, qué está
haciendo y cuando vamos a tener que hablar con ella acerca de hacerse un aborto o una prueba
de sida, nuestra mayor preocupación es cuando vamos a conocer a otra persona que ella haya
ayudado a llegar a Cristo.

Ahora vuelve tu vista hacia las cruces que todavía están vacías. Cada una tiene un nombre.
Pero cada persona tiene que decidir tomar la suya. Nadie puede hacerlo por él o ella, pero tu
puedes llamarlos a que lo hagan. La familia, los amigos y hasta las personas que todavía no
conoces. Todas pueden llegar hoy a la cruz de Dios.

ROGER LAMB
Los Ángeles, EE.UU.

Para mas estudio:


2 reyes 5:1-14;
Gálatas 3:26-29;
Colosenses 2:9-15
1 Pedro 3:18-22

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

Día 6
LA CENA DEL SEÑOR
Recuerda siempre

“Cuando llego la hora, Jesús y los apóstoles se sentaron a la mesa, Jesús les dijo ¡Cuánto he
querido celebrar con ustedes la cena de Pascua antes de mi muerte! (…) Después tomó el pan en
sus manos y, habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo: Esto es mi
cuerpo, entregado a muerte en favor de ustedes. Hagan esto en memoria de mí. Lo mismo hizo
con la copa después de la cena, diciendo: Esta copa es la nueva alianza confirmada con mi
sangre, la cual es derramada en favor de ustedes.” (Lucas 22:14-15, 19-20)

Pascua. Para los judíos la palabra vibra de libertad. Este era un momento especial para recordar la
liberación del pueblo de Israel de su esclavitud en Egipto (Éxodo 12). La noche que los israelitas
iban a ser liberados el Señor acabo con la vida del primogénito de cada familia egipcia. No toco las
casas de los israelitas porque la sangre del cordero sacrificado, untada en los marcos de las
puertas, los señalaba como pueblo de Dios. Esa noche salieron tan rápido que no tuvieron tiempo
de hornear el pan con levadura, así que comieron pan sin levadura. Ya en el primer siglo miles de
personas se reunían cada año en Jerusalén para celebrar esta fiesta de gran importancia. Durante
la Pascua como el momento en que moriría en Jerusalén; cuando seria sacrificado como el cordero
cuta sangre seria derramada sobre la vida de sus seguidores. Vino a morir para que ellos pudieran
ser libres.
Jesús dijo: “Esta es la nueva alianza confirmada con mi sangre”. La nueva alianza era la
nueva relación entre el hombre y Dios, la cual se haría posible mediante su sacrificio. Él hablo de
una reconciliación divina. La humanidad era el objeto del amor de Dios, la niña de sus ojos. Pero el
hombre había herido a Dios con su pecado y se había separado de su creador.

Ahora la nueva alianza, el nuevo plan, el único y perfecto sacrificio, había venido a
reemplazar para siempre el sistema judío de sacrificio que solo podía ofrecer una sombra de la
verdadera expiación. Fue en la última cena donde Jesús revelo el mensaje de esperanza, la
solución, la razón por la que vino. En esencia, Jesús dijo, “con mi vida y mi muerte estoy haciendo
posible que tu tengas una nueva relación con Dios. Ahora ¡recuérdalo!”. Por muy importante que
haya sido su sacrificio, se habría olvidado sino se hubieran tomado las medidas para recordarlo.

Nosotros somos iguales a los doce apóstoles. En medio de las presiones y actividades de la
vida también nos olvidamos del amor tan increíble que Dios nos tiene. Nos olvidamos del Pan de
Vida. Nos olvidamos de todo lo que Jesús sufrió para que nos uniéramos a Dios. Nos olvidamos de
que podemos ser perdonados y comenzar de nuevo una y otra vez, de que tenemos el poder para
cambiar debido al poder de la cruz. Nos olvidamos del porqué estamos haciendo las cosas que
estamos haciendo. Nuestro Señor sabía que para que nos mantuviéramos motivados y enfocados
tendríamos que unirnos e ir al pie de la cruz para recordar.

“Después tomo el pan en sus manos y, habiendo dado gracias a Dios…” (Lucas 22:19).
Jesús, que estaba a punto de morir, dio gracias. Jesús, que estaba a punto de separarse de Dios dio
gracias. ¿Por qué? Porque se iba a cumplir la voluntad del padre y cambiarían las vidas de las
personas. Este domingo, cuando medites acerca de la cruz, grita en tu corazón: “Y que puede
separarnos del amor de Cristo?” y da gracias. El murió por ti. Fue atado para que tu pudieras ser
libre. Fue separado de Dios para que tú pudieras acercarte.

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

Pero mientras das gracias, examínate (1 Corintios 11:28). Visualiza la cruz, humilla tu
corazón y déjalo que revele el pecado que tiene que ser confesado y crucificado. A la vista de la
cruz, ¡cómo puedes aferrarte al pecado un momento más? Autoexaminarse es diferente de
autocondenarse.

Cuando honestamente nos ocupamos de nuestro corazón, actitudes, motivos y acciones,


debemos dirigirnos hacia la sangre de Cristo para recibir el perdón. No hay necesidad de sentirse
culpable todo el tiempo o vivir sumido en la tristeza. Pues hasta lagrimas de arrepentimiento
deben lavarse con la sangre de Cristo

Al examinarnos tenemos que recordar nuestra identidad con Cristo. Recordar que
no hay mas condena para nosotros (Romanos 8:1). Ya recibimos el regalo más increíble de todos;
hemos sido liberados de nuestras ataduras con el pecado.

Dios no solo perdona nuestro pecado, sino que también nos limpia
completamente nuestra conciencia. Arrojo nuestros pecados en la profundidad del océano y, en
las palabras de Corrie ten Boom (Each New Day, Revel, 1977), ha puesto en la orilla un letrero de
“PROHIBIDO PESCAR”.

Hace algún tiempo leí una historia sobre un soldado que quería conocer a la mujer que
había donado la sangre que le salvo la vida. Se hicieron los arreglos de hora y lugar, y una escena
muy emotiva, el agradecido soldado le conto su historia a la benefactora que le había salvado la
vida. Ambos lloraron de agradecimiento.

¿Acaso no deberíamos llorar en agradecimiento por el donante de sangre más valioso de


todos? ¿Estás honrando la memoria del Señor como él lo pidió? Cada domingo, durante la Santa
Cena, ¿Estas agradecido por su sacrificio? ¿En éste un momento especial que vibra de libertad
para ti?

CHELLY LARSON
Boston, EE.UU.

Para más estudio:


Éxodo 12;
Isaías 53;
Romanos 8:31-39;
Romanos 12:1-2;
1 Corintios 11:17-34.

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

Día 7
SABIDURIA
La sabiduría y el poder de Dios

“El mensaje de la muerte de Cristo en la cruz parece una tontería para los que van a la perdición;
pero este mensaje es poder para los que vamos a la salvación.” (Corintios 1:18)

¿Significara la cruz algo para el mundo algún día? Puedes sentarte a esperar que esto pase.
Durante siglos el mensaje de la Cruz ha sido: “…Ofensivo a los judíos, y a los no judíos les parece
una tontería; pero para los que Dios ha llamado, sean judíos o griegos, este Mesías es el poder y
la sabiduría de Dios” (1 Corintios 1:23-24)
En la cruz vemos la máxima demostración de su plan eterno para la redención del hombre.
Pero lo que hizo se ha malentendido por siglos. En 1 Corintios 1:19 Pablo cita a Isaías para
demostrar que la sabiduría humana está destinada a fallar. Con toda su sabiduría, el mundo nunca
había encontrado a Dios. Dios mismo había decidido que esta búsqueda está destinada a ser
frustrante para así demostrarles a los hombres su impotencia y preparar el camino para que
aceptaran a Cristo.
El mensaje de la cruz fue una ofensa para los judíos porque no podían creer que alguien
que colgara de una cruz pudiera ser el Mesías. ¿No era eso lo que decían sus escrituras? “Es
maldito de Dios el que muere colgado de un árbol” (Deuteronomio 22:23). Pasaron por alto la
detallada descripción del sufrimiento del Mesías en Isaías 53 y en su lugar buscaron a un general
milagroso que los liderara en una guerra armada contra los romanos. Él hombre humilde e
inocente que estaba dispuesto a sufrir por los pecados de los demás no los impresiono.
El mensaje de la cruz fue una tontería para los griegos por para ellos Dios era descrito con
la palabra apatheia –incapacidad total para sentir-. Por lo tanto, si Dios podía experimentar
emociones como la tristeza y el dolor, entonces cualquier hombre podía influenciar a Dios. El
concepto de un Dios que sufre era imposible de aceptar para el sofisticado pensador griego. Los
griegos admiraban a hombres de mentes brillantes y hábiles para hablar. Los filósofos se sentaban
a su alrededor y pensaban horas desmejorando temas y discutiendo elocuentemente al respecto
(Hechos 17:18-21). Intoxicados con su conocimiento y refinado lenguaje, encontraron el, mensaje
del cristianismo demasiado sencillo y tosco. Se rieron de los mensajeros de Cristo y los miraron
con desdén por ser hombres sin cultura y faltos de elegancia. En Corintios 4:10-13 Pablo dice:
“Nosotros por causa de Cristo, pasamos por tontos (…) Nos tratan como a la basura del mundo,
como a desperdicio de la humanidad”.
Es bastante obvio que el plan de Dios nunca fue impresionar a orgullosos eruditos o que lo
aceptaran entre los filósofos y gobernantes de esa época. Su plan era sacudir este planeta con lo
que más necesitaba: la verdad. Al elegir las cosas débiles y pequeñas, avergonzó a las fuertes e
influyentes para que nadie pudiera alardear delante de Él. Tomó una cruz que era rechazada y a un
hombre al que habían abusado y del cual se habían burlado y le dio al mundo algo que nunca
podría producir: rectitud, santidad y redención (1 Corintios 1:26-31).

Algunas cosas nunca cambian. Hoy aun vive el espíritu de los griegos y de los judíos. El
mensaje de la cruz no tiene mayor aceptación hoy de la que tenía entonces. Incluso entre las
comunidades religiosas el negarse a uno mismo y cargar con su cruz se ve como algo
desagradable. Es preferible hablar de algo más suave y agradable, y menos denunciante. Y la
sabiduría de Dios termina cediendo ante los últimos conceptos e ideas psicológicas y, una vez más,
el hombre muestra su confianza en su habilidad (y al mismo tiempo revela su arrogancia).

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

Algunos de los intelectuales más importantes de nuestro mundo califican de fanáticos a


quienes predican el mensaje de la cruz y llaman a otros a acercarse a ella. Curiosamente, la misma
persona alabara la dedicación del estudiante universitario que pasa de 80 a 100 horas a la semana
metido en un laboratorio. Un atleta que entrena diariamente durante seis u ocho horas recibirá
aplausos por su compromiso y su espíritu competitivo. Él joven ejecutivo que trabaja 60 horas a la
semana en una oficina será alabado por su dedicación a la empresa. Pero si alguien se muestra
igual de apasionado por la cruz de Cristo, las críticas surgirán por oleadas.
El mundo alaba la devoción secular con palabras positivas como dedicado, comprometido
y excelente. Sin embargo, estos mismos labios pueden menospreciar al discípulo de Cristo
dedicado a su causa con toda una serie de palabras negativas y destructivas. El mensaje de Cristo
es una tontería para los que van a la perdición.
“El que no es espiritual no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él
son tonterías. Y tampoco las puede entender…” (1 Corintios 2:14).

“Pues como ellos no creen, el dios de este mundo los ha hecho ciegos de entendimiento,
para que no vean la brillante luz del evangelio de Cristo glorioso, imagen viva de Dios”
(2 Cor. 4:4). El sabio de este mundo, cegado por su orgullo y su arrogancia, simplemente no puede
ver cuán poderosa es la cruz para cambiar vidas, matrimonios, familias y relaciones entre razas. No
puede ver como la cruz enseña a las personas a perdonar, cambiar y amar.
Simplemente tenemos que reconocer que nunca seremos aceptados por la comunidad
religiosa, el mundo intelectual o los medios de comunicación y entretenimiento. El mensaje de la
cruz siempre ha sido y será una tontería para quienes van a la perdición.
Dios no vino a impresionar al mundo. ¿Y tú? ¿Tienes convicciones profundas que no
erosionaran con el fuerte y agresivo oleaje de la persecución y de los argumentos seculares?
¿Estás listo para tomar la sabiduría y el poder de Dios y ver como “…así destruimos las
acusaciones y toda altanería que pretenda impedir que se conozca a Dios” (2 Corintios 10:4-5)?
La sabiduría de Dios y la sabiduría del hombre son muy diferentes. Asegúrate de no
confundirlas. Mientras el mundo vio la cruz como el mayor fracaso y las mayores desgracias que
jamás hayan sucedido, el Cielo entero alabo a Dios por Cristo y su Cruz: ¡la sabiduría y el poder de
Dios!

ROY LARSON
Boston, EE.UU.

Para mas estudio:


Isaías 55:8-11;
1 Corintios 1-3, 4:18-21;
2 Corintios 10:1-5
Santiago 3:13-18

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PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

Día 8

ALARDEANDO
¿Quién recibe el reconocimiento?

“En cuanto a mí, de nada quiero gloriarme sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Pues por
medio de la cruz de Cristo, el mundo ha muerto para mí y yo he muerto para el mundo.”
(Gálatas 6:14)

“Lo hice yo solita”. ¿Es el alarde de una pequeña de dos años que acaba de ponerse los
zapatos por primera vez sin la ayuda de nadie? No, es lo que piensa una persona de 32 años que
acaba de terminar un maratón. O lo que piensa una de 27 que acaba de ganarse el premio al mejor
empleado del mes. Con que rapidez la naturaleza humana está dispuesta a aceptar el crédito por
haber alcanzado algo. Con que rapidez la naturaleza humana se olvida de que Dios nos hizo y que
Él es quien nos permite correr, pensar, y respirar. Pablo nos pregunta: “¿Y qué tienes que Dios no
te haya dado? Y si Él te lo ha dado ¿Por qué presumes, como si lo hubieras conseguido por ti
mismo?” (1 Corintios 4:7b).

Nos gusta sentirnos fuertes preparados, talentosos. Confirma nuestro valor. Y por eso
buscamos razones para alardear. Por supuesto, a menudo no lo reconocemos como alarde. No
vemos la arrogancia en nuestro corazón al salir y enfrentar el día con nuestras propias fuerzas y sin
orar. De hecho, estamos diciendo: “Puedo hacerlo yo solo”; estamos diciendo “Hoy iré a tal o cual
ciudad…” (Santiago 4:13). Santiago está diciendo que nos estamos jactando y fanfarroneando.

¿Creemos que la autoestima de Pablo estaba baja porque dijo: “Yo podría gloriarme de
alguien así, pero no de mi mismo, a no ser de mis debilidades” (2 Corintios 12:5) ¿Acaso la baja
autoestima motiva a alguien a ser el líder clave, compasivo y entregado de un movimiento nuevo
perseguido? ¿Hacer alarde de nuestras debilidades? Es como ponerlo todo cabeza abajo. Poner de
adentro hacia afuera y viceversa. Y, sin embargo, es verdad en todo sentido. Él compromiso de
Pablo era claro. “Que nunca me glorié de nada excepto de la cruz de nuestro Señor Jesucristo”. La
cruz afirma nuestro valor propio. La cruz nos libera de la lucha por ganarnos el reconocimiento a
nuestros esfuerzos. En nuestra naturaleza humana, aceptamos ese reconocimiento y con muchos
cuidado aferramos nuestro sentido del valor propio a su alrededor. Y razonamos que a menos
reconocimiento, menos valor propio.

¿Por qué estaba Pablo dispuesto a gloriarse de sus debilidades? Él nos deja conocer su
secreto: “Prefiero gloriarme de mis debilidades para que repose sobre mí el poder de Cristo (…)
porque cuando más débil me siento es cuando más fuerte soy” (2 Corintios 12:9b, 10b). ¿Quién no
quiere tener el poder de Dios en su vida? El poder que creó el universo a partir de nada. El poder
que abrió el mar Rojo. El poder que resucito a un hombre para que no muriera jamás. ¿Quién no lo
querría? Pero ¿Cómo dice Pablo que puedes tener ese poder? Gloriándote de tus debilidades,
asegurándote de que la aprobación que recibes no sea por tus buenas cualidades. De cabeza al
revés. Pero es la verdad, en todo sentido.

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”
PRIMERA PARTE: Gracia sorprendente

Entonces, ¿Cómo respondemos a esto? ¿Nos ponemos a lloriquear diciendo “soy tan débil.
No puedo hacer nada. No le sirvo a nadie”? Recuerda lo que dijo Pablo, “Cuando soy débil, soy
fuerte”. La persona que de verdad se gloria en la cruz y en lo que Jesús ha hecho por ella es una
persona fuerte; es una persona que verdaderamente no necesita del reconocimiento de los demás
para ser fiel a Dios.

Es una persona que no se aleja de los demás cuando no parecen apreciarla lo suficiente. Sí,
una persona fuerte. Es una persona que puede aceptar la corrección sin sentir que debe
demostrar que tiene la razón. Es una persona tan segura de lo que vale que puede decirle la
verdad a otra persona, aunque ésta la rechace. Es una persona que no tiene que probar que ya
sabía algo antes de que se lo dijeran. En resumen una persona fuerte es aquella que puede admitir
sus errores, confesar sus pecados y buscar corrección en Dios. Es una persona libre de la necesidad
de proyectar una imagen o de probar su valor. Y es una persona a través de la cual puede fluir
libremente el poder de Dios. Una persona así no es orgullosa sino humilde. Una persona así es
fuerte, espiritual y pone su confianza en Dios. ¿Eres una persona así? ¿Quieres ser ese tipo de
persona?

En mi naturaleza busco que reafirmen mi valor, que me den crédito por todo lo que hago.
En mi naturaleza trato de probar que merezco el amor y el respeto de los demás. Un espíritu
competitivo, y autosuficiente, en lugar de un espíritu tranquilo y dependiente, es lo que separa mi
corazón de Jesús. A veces me han dado reconocimiento público por cosas que en verdad no hice.
Me adjudicaron ciertas cualidades que yo no veía personalmente. Por otra parte, mi nombre no ha
parecido en la “lista de créditos” en cosas en las que desempeñe un papel importante para que se
realizaran. Una vocecita dentro de mí me dice que quiere poner las cosas en claro, pero la cruz
dice que todo está resuelto. Todo el crédito es de Jesús. Y así debe ser.
Gracias a Jesús que ha tomado el “crédito” por mi corazón orgulloso y que me ha dado el
crédito de su rectitud. El extraordinario milagro de la cruz. Por lo tanto, todo el crédito de mi
rectitud es suyo.
Cuando ves tu corazón, ¿eres orgulloso o eres humilde? ¿Confías en ti y en tus habilidades,
o confías en Dios? ¿Reconoces que tu talento es un don de Dios, o te sientes mejor que los demás
entre tus buenas cualidades? ¿Estás tratando de ganarte la salvación o estás agradecido de que
Jesús ya la gano para ti? ¿Alejas a las personas en tu necedad de probarte a ti mismo, o atraes a
otros hacia ti por medio de tu vulnerabilidad?

Haz alarde de tus debilidades. Vive en el poder de Dios. Es todo al revés. Va de adentro
hacia afuera. Pero es la verdad en todo sentido.

SHEILA JONES
Boston, EE.UU

Para mas estudio:


Deuteronomio 8:10-18;
Daniel 4:28-37;
Romanos 4;
2 Corintios 2:1-5, 5:11-21

“Al pie de la Cruz de Jesús, voluntariamente asumo mi posición ¡…donde el amor y la justicia del cielo se unen!”

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