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6. Agentes de la evangelizacin
Este captulo es introducido con una importante premisa: la
evangelizacin es siempre un acto eclesial, y no individual. Por lo tanto,
todo evangelizador acta segn el poder que recibe de la Iglesia, la
nica evangelizadora (n. 60).
Desde esta premisa, Pablo VI hace un profundo estudio sobre las
relaciones entre la Iglesia universal y las iglesias particulares (nn. 6264) que le lleva a concluir que toda la Iglesia debe evangelizar, pero hay
diferentes tareas evangelizadoras (n. 66).
De un modo sencillo el captulo habla de los distintos evangelizadores: el
Papa (cuya potestad plena, suprema y universal consiste, sobre todo, en
predicar y hacer predicar el Evangelio, n. 67), los obispos y sacerdotes,
los religiosos, los seglares, la familia (la iglesia domstica) y los jvenes.
El captulo concluye con una valoracin de aquellos ministerios laicales
que no estn ligados al sacramento del orden sagrado (n. 73).
7. Espritu de la evangelizacin
Toda la labor evangelizadora de la Iglesia, todo el esfuerzo que se ponga
en las tcnicas y en la preparacin de los anunciadores, sern
infecundos si no estn vitalizados por el Espritu Santo, el agente
principal de la evangelizacin. Es oportuno recordar que la misma idea
aparece en la encclica "Redemptoris missio" (del ao 1990) de Juan
Pablo II, en los nn. 21-30.
Desde esta premisa, Pablo VI recuerda una serie de cualidades que no
pueden faltar en la evangelizacin:
-La autenticidad del evangelizador, algo que se exige mucho en el
mundo de hoy, especialmente entre los jvenes (n. 76).
-La unidad de los cristianos, para evitar el escndalo de la divisin (n.
77).
-La valoracin de la verdad, en la que juegan un papel importante todos
los anunciadores (incluidos los padres y los maestros, n. 78).
-El amor hacia la persona a la que se transmite el Evangelio (n. 79).
Desde luego, no faltan dificultades, la principal de las cuales es la falta
de fervor, que se manifiesta en la fatiga y la desilusin, el
acomodamiento al ambiente y el desinters, en la falta de alegra y de
esperanza (n. 80). Asimismo, se dan dificultades doctrinales, en buena
parte refutadas de nuevo por Juan Pablo II en la encclica "Redemptoris