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THE CLINIC, JUEVES 28 DE ENERO DE 2010

DOSCIENTOS AÑOS DE DEGENERACION SOCIAL EN CHILE:


NOTAS LIBRES SOBRE UNA ESTÉRIL PLUTOCRACIA

(Rumores melódicos sobre cómo los ricos no han hecho ni una huevá en
Chile, de cómo España vuelve a la reconquista y de por qué nos podemos
limpiar el poto con el Bicentenario)

Emilio Rivano Fischer

Ida la administración europea de estas tierras, el lugar pierde el escaso vínculo


que lo ligaba en forma orgánica a la elite mundial. En parte, dicha elite era una
aristocracia, propiamente, es decir, grupos humanos que, entre otras cosas,
emprendían proyectos con independencia del dinero y de los valores populares
en curso; ámbitos cuyos senos nutrían miembros que no actuaban por temor,
prejuicio o egoísmo, sino por curiosidad, emprendimiento, ideas e ideales.

Es cierto, al momento de las escaramuzas “libertadoras” por los potreros


locales, Europa ya había sido sacudida por sus propias revoluciones. En
Inglaterra, una transformación radical. En Francia, la escisión absoluta y
catastrófica; la revolución total. Pero la acumulación cultural estaba allí,
continuaba la impronta y la inercia de una tradición y, sobre todo, el ejercicio
de una mentalidad aristocrática, en el sentido antes dicho.

A doscientos años de esos eventos desvinculantes del Viejo Continente --la


llamada Revolución Chilena o Guerra de la Independencia--, ¿qué tenemos?,
¿qué hemos logrado?, ¿qué somos en el concierto global? Tenemos el cobre,
no hemos logrado nada notable y no somos nada en el concierto global.

El cobre, como se sabe, (bueno, su ancestro, el salitre) lo “agenciamos” de la


manera menos imaginativa posible.

Con la excepción del vino, nada de lo que nos rodea y nos crea la ilusión
efímera de felicidad es nuestro. Hay algo de bienestar por el momento, pero
no es nuestro. De pronto, mañana desaparece, así como de pronto apareció. ¿O
alguien cree seriamente que nosotros somos los productores de nuestro
estándar de vida?
Nos visita pronto el Rey de España (foto al instante para Piñera). La Madre
Patria (es decir, Madre Padre, o sea, los padres de la patria) ha logrado
últimamente consolidar una segunda línea en Europa (de un tercer y hasta
cuarto rango a los que había descendido por largos decenios). Hay asunto
lingüístico importante de por medio; un proyecto favorito de España:
mantener la Academia de la Lengua, vertebrar su mundo hispano-americano a
través de ese medio. Dictar, sutilmente, sin que la indiada lo advierta, sobre su
uso adecuado, su propiedad. Controlar ese medio. Controlar esa propiedad.
Coordinar a las academias o sucursales locales y premiar de cuando en cuando
a aquellos indios que hablen y escriban florida, extraordinaria y apegadamente
bien. España ha vuelto a explotar sus colonias americanas y el lenguaje es un
agente central en la campaña. Para el concierto global, los españoles son
capataces idóneos en estas tierras. Ellos dependen en parte de los alemanes y
de los ingleses. Estos últimos dependen de los estadounidenses.

¿Los chilenos? Preocupados los plutócratas sólo en hacer dinero y en vigilarlo,


prejuiciosos, ignorantes, temerosos de todo cambio, de toda innovación, de
toda idea, esta República se ve paralizada en intentos histéricos por organizar
“seguridad”. Se llega al extremo imbécil, siniestro y sangriento de acuartelar
al país entero por dos décadas. Y sigue. No hay discurso de político, de
izquierda a derecha, que no le saque partido a ese temor --patológico en la
plutocracia, natural en la plebe. La “seguridad” es tópico y recurso retórico
indispensable para acumular audiencia y alcanzar con ese capital de rebaño
algún espacio de poder oficial, que es meta siempre urgente de nuestro triste
político.

El país nunca se ha regido por otra cosa que la plutocracia. Ahora, un


miembro antonomástico de esa laya se sienta en La Moneda. En lo que
importa, no hay cambio. Simbólicamente, sí lo hay. Salen los que vociferaban
igualdad. Entran los que vociferan oportunidad. (Ambos vociferan igualdad de
oportunidades --asunto para psiquiatras, patólogos del discurso y magos.)

¿Resta acaso alguna pregunta? Algo así como ¿podrá este plutócrata ricachón
gobernar? ¿Habrá una tormenta de protestas en el país? ¿Se organizará la
centro-izquierda y aniquilará por otras dos décadas, con un enérgico y
rejuvenecido nuevo NO, las pretensiones de poder de la derecha? Permítanme
un cierto escepticismo (bajo la confesión, eso sí, de un deseo subyacente,
filántrópico y fervoroso, de errar). El país siempre ha sido plutócrata. Tiene un
presidente plutócrata… ¿Sigo?
Terminemos estas notas australes con ritmos trabaléngüicos: El presidente de
plutocracilandia se quiere desplutocratizar… El que lo desplutocratice, gran
desplutocratizador será.

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