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Acuña Solórzano, Gina María (s.f.). Reproducción asistida: el caso de Costa Rica.

Disponible en: www.poder-judicial.go.cr/.../03-Reproducci%F3n


%20Asistida.htm -

Mediante resolución 2000-023062, el 15 de marzo del 2000, la Sala Constitucional de la


Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, en acción de inconstitucionalidad promovida
por Hermes Navarro Del Valle3 declara inconstitucional el Decreto Ejecutivo Nº 24029-
S, publicado en La Gaceta Nº 45 del 3 de marzo de 1995, que fuese Reglamento de
regulación de las técnicas de Reproducción Asistida, incluida la fecundación in vitro 4
(Acuña,s.f.,1).

En las reflexiones plasmadas en la citada resolución de los magistrados constitucionales


costarricenses, sirve como fundamento a la consideración de inconstitucionalidad por la
forma, de la totalidad del mencionado decreto, ante la violación del principio de reserva
legal, el hecho que al dictar el Poder Ejecutivo el Reglamento en cuestión, regula y/o
restringe un derecho fundamental, cual es el derecho a la vida y dignidad del ser
humano, atribución reservada constitucionalmente al Poder Legislativo a través de la
emisión de ley formal (Acuña,s.f.,1).

A criterio de la Sala a partir de la concepción inicia la vida, y como consecuencia la


tutela constitucional de los aludidos derechos a la vida y dignidad del ser humano; es
decir que todo ser humano tiene un comienzo único que se produce en el momento de la
fecundación, ya que cuando el espermatozoide fecunda el óvulo esa entidad se convierte
en un cigoto y por ende en un embrión. En cuanto ha sido concebida una persona se está
ante un ser vivo, la célula contiene ya los elementos que le permitirán evolucionar para
llegar a ser un individuo, pues la información necesaria y suficiente para definir las
particularidades de un ser humano aparecen reunidas en el encuentro de los veintitrés
cromosomas del espermatozoide y los veintitrés del óvulo (Acuña, s.f., 1).

El órgano constitucional toma en consideración, que la técnica de fecundación in vitro y


transferencia de embriones en el decreto, violenta el derecho a la vida y dignidad del ser
humano, pues no obstante prohíba, que los huevos fertilizados que no se implantan en el
útero de la mujer sean desechados o mantenidos en congelador para su uso futuro, ello
se efectúa en la práctica5 (Acuña,s.f.,1).

Posición conforme a las normas de Derecho Internacional vigentes en Costa Rica (art. 3
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; artículos 1, 2, 3 y 4.16 del Pacto
de San José; art. 6 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos7; art. 6 de la
Convención sobre Derechos del Niño8 y art. 21 de la Constitución Política)9, reflejo de
la cual la legislación costarricense plasma el art. 31 del Código de la Niñez y
Adolescencia, imponiendo la obligación de proteger el embrión contra los abusos a que
pueda ser sometido en un laboratorio, especialmente del más grave de ellos, el capaz de
acabar con la existencia (Acuña,s.f.,1).

La Sala circunscribe el análisis de la cuestión, a la técnica de fecundación in vitro en


relación con el derecho a la vida y la dignidad del ser humano, omitiendo
pronunciamiento alguno sobre los problemas atribuidos a tal técnica. Concluye que
cuando el objeto de la manipulación técnica es el ser humano, como ocurre en la
fecundación in vitro y transferencia de embriones, el análisis debe superar el plano de lo
técnicamente correcto o efectivo. Debe prevalecer el criterio ético que inspira los
instrumentos de Derechos Humanos suscritos por Costa Rica: el ser humano nunca
puede ser tratado como un simple medio, pues es el único que vale por sí mismo y no en
razón de otra cosa. Si hemos admitido que el embrión es un sujeto de Derecho y no un
mero objeto, debe ser protegido igual que cualquier otro ser humano. Solamente la tesis
contraria permitiría admitir que sea congelado, vendido, sometido a experimentación e,
incluso, desechado (Acuña,s.f.,1-2).

La objeción principal de la Sala consiste en que la aplicación de la técnica de


fecundación in vitro y transferencia de embriones, en la forma en que se desarrolla
actualmente, importa una elevada pérdida de embriones, atenta contra la vida y la
dignidad del ser humano. Considera inconsistentes las justificaciones basadas en
objetivos tales como el logro de un ser humano o dotar de un hijo a una pareja que de
otra forma no podría procrear; lo esencial radica en que los embriones, cuya vida se
procura primero y luego se frustra, son seres humanos, y el ordenamiento constitucional
costarricense no admite ninguna distinción entre ellos (Acuña,s.f.,2).

Toma también en examen la Sala Constitucional, los vertiginosos avances de la ciencia


y biotecnología y considera que la técnica podría ser mejorada, de manera que los
reparos indicados desaparezcan; sin embargo, las condiciones en las que se aplica en la
actualidad, llevan a concluir que cualquier eliminación o destrucción de concebidos –
voluntaria o derivada de la impericia de quien ejecuta la técnica o de la inexactitud
de ésta– viola el derecho a la vida, por lo que no siendo la técnica acorde con el
Derecho de la Constitución, el Reglamento cuestionado es inconstitucional en virtud
de la infracción al art. 21 de la Constitución Política y al art. 4 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (Acuña,s.f.,2).

Contraviniendo la técnica, considerada en sí misma, el derecho a la vida, debe dejarse


expresamente constancia de que, ni siquiera por norma de rango legal, es posible
autorizar legítimamente su aplicación, al menos, mientras su desarrollo científico
permanezca en el actual estado y signifique el daño consciente a la vida humana10
(Acuña,s.f.,2).

Al tutelar la vida humana desde la concepción, la Sala Constitucional confirma las bases
romanistas que inspiran la interpretación de la normativa constitucional costarricense en
el tema que nos ocupa; pues en la jurisprudencia romana clásica11 son dos los principios
formulados en materia12, que parten de las Leyes Regias y de las XII Tablas pero se
desarrollan en el Edicto del pretor y en la jurisprudencia clásica, el primero (Digesto
1,5,26) según el cual «los concebidos existen» (Qui in utero sunt...)13. Será con el
cristianismo que el principio de la jurisprudencia romana según el cual el concebido ya
existe como persona humana14, se transforma en una de las bases universales de los
derechos inviolables del hombre: el derecho a la vida; vértice alrededor del cual giran
los razonamientos de los magistrados constitucionales costarricenses en la resolución
analizada (Acuña,s.f.,2).

Mientras que el segundo principio romano consiste en considerar «el concebido como si
hubiese nacido (in rerum humanis esse) para todo lo que lo beneficie (commodum)»
(Digesto 1,5,7)15; principio16 que la legislación costarricense17 incorpora a través del
Código Civil en su art. 31 al disponer: «La existencia de la persona física principia al
nacer viva y se reputa nacida para lo que le favorezca desde 300 días antes de su
nacimiento...»18; del Código de Familia en sus arts. 83 y 94, el primero al referirse a la
filiación de los hijos habidos por los mismos padres antes del matrimonio otorga los
efectos de dicha calidad desde el día de la concepción, mientras el segundo permite
investigar la paternidad del hijo por nacer19; del Código de la Niñez y Adolescencia 20 en
su art. 2 al considerar niño a toda persona desde la concepción21 (Acuña,s.f.,2).

El 19 de enero del 2001, el Dr. Gerardo Trejos presenta una denuncia ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, a nombre de Ana Victoria Sánchez Villalobos y
otros contra la República de Costa Rica, alegando responsabilidad internacional del
Estado costarricense en propósito de la resolución 2000-02306 de la Sala Constitucional
antes mencionada (Acuña,s.f.,3).

Dicha petición es admitida por la Comisión Interamericana el 11 de marzo del 2004 en


la ciudad de Washington, D.C., en razón de la posible violación de la obligación de no
discriminación, el derecho a la salud y el derecho a la constitución y protección de la
familia. Con esta base la Comisión, ordenó proceder al análisis de fondo de la petición
No.12.36122 en cuanto a las supuestas violaciones de derechos protegidos en los
artículos 1, 2, 11, 17 y 2423 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
artículos 3, 10 y 15 del Protocolo adicional a la Convención americana sobre Derechos
Humanos en materia de derechos económicos, sociales y culturales conocido como
Protocolo de San Salvador24, y artículos 1 y 7 de la Convención Interamericana para
prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer conocida como Convención
de Belém do Parà25 (Acuña,s.f.,3).

El Proyecto del Código Penal costarricense, aprobado por la Corte Plena en mayo del
2002, en su capítulo V, artículos 130 a 132, califica como delito la manipulación
genética26; y, el 21 de octubre del 2004 Costa Rica presenta una propuesta ante la
Organización de las Naciones Unidas, asumiendo el liderazgo en la lucha contra la
clonación humana con fines de reproducción, denominada Doc.A/C.6/59/L.227. Se
insiste en la urgencia, de que los países miembros sostengan una posición clara al
respecto; es así como, la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 24 de febrero del
200528, aprueba la Convención Internacional contra la clonación de seres humanos con
fines de reproducción, instando a los países miembros a ajustar sus legislaciones para
prohibir todo tipo de clonación humana con fines de reproducción (Acuña,s.f.,3).

Es un hecho que la resolución 2000-02306 de la Sala Constitucional costarricense, ha


sido silenciada o criticada por muchos29 y alabada por unos pocos30. Los primeros
argumentando por lo general, la influencia del Vaticano31, en una mal llamada
«República bananera»; olvidando o desconociendo que Costa Rica representa uno de los
Estados democráticos de Derecho más estable y eficaz de América Latina, al punto que
el ex presidente de la República de Uruguay, José Ma. Sanguinetti, en una visita a Costa
Rica afirmó: «Donde hay un costarricense, esté donde esté, hay libertad», consciente
que la paz32, tranquilidad y libertad costarricenses son producto de una tradición
solidamente arraigada en el tiempo, forman parte fundamental de la idiosincrasia del
‘tico’ (costarricense) en medio de un mundo convulsionado, confuso e incongruente
(Acuña,s.f.,3).

Una resolución como la mencionada, se toma por una coherente consecuencia33, debida
a una vocación de libertad, respeto y tolerancia entre los ciudadanos costarricenses; no
es accidental como se pudiera pensar, sino el resultado de la ponderación de principios
fundamentales, que desde siempre ha defendido el pueblo costarricense, en este caso, la
tutela del concebido y por tanto de la vida humana (Acuña,s.f.,3).

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