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La diferencia entre la educación clásica greco-romana y la actual es mucho mayor

de lo que pueda pensarse inicialmente. Trasciende el hecho de los contenidos que


se estudian. Va más allá de las diferencias respecto a la duración de los estudios
o al lugar donde tienen lugar. Es mucho más compleja que la diferencia existente
entre las dos sociedades, aquella y esta.
En realidad, el joven griego o romano que estudiaba con su preceptor pertenecía
siempre a una casta dominante de entre la que surgirían los gobernantes del
futuro. La educación dirigía sus esfuerzos a dotar a los alumnos de aquellos
conocimientos y habilidades (y, sobre todo, actitudes) que iban a necesitar para
dirigir a la masa plebeya inculta y, muchas veces, iletrada.
Eso explica los contenidos que se pretendía que el estudiante asimilara.
Básicamente se encaminaban a la adquisición de conocimientos sobre gestión de la
urbe y el manejo de las masas. Las ciencias experimentales como las entendemos hoy
en día eran materias que rara vez se trataban en las clases normales y eran
impartidas por los mismos "artesanos" de las disciplinas a aquellos que iban a
sucederles en el puesto de trabajo.
Hay pues, una función formativa en las "escuelas" para dirigentes y una función
utilitarista en aquellas que se dirigen a los artesanos (y aquí, poniéndome en su
pellejo, incluyo a los médicos, a los arquitectos y a otras profesiones que,
actualmente, gozan de un gran prestigio social).
La educación como se entendía entonces era una herramienta que empleaban los
poderosos para mantenerse en el poder, para perpetuarse convirtiéndose en los
depositarios de los conocimientos y las habilidades que ellos mismos exigían a los
que pretendían formar parte de su grupo. Lo otro era un mero aprendizaje de
destrezas encaminadas a que la masa del pueblo pudiera proporcionar a las élites
todo aquello que necesitaban para vivir mejor que aquellos. Rara vez el albañil
tenía medios para procurarse una casa de piedra, ni el batanero podía elegir
vestir del color que le pareciese más adecuado. Los productos fruto del
aprendizaje del pueblo llano eran artículos de consumo para las élites.
Curiosamente, buena parte de los conocimientos que adquirían las élites eran para
"consumo" de los plebeyos.
Es la industrialización la que cambia el matiz de la educación y empieza a
acercarla a lo que conocemos hoy en día. La Era Industrial impone la producción en
masa, la utilización a gran escala de recursos, de mano de obra y de energía. La
Revolución Industrial requería de una mano de obra especializada en muy diversos
campos. Ya no es suficiente con que Pepito suceda a Pépe en la panadería y Paquito
a Paco en la herrería. Se requieren oficios muy diversos, más especializados y,
sobre todo, se requiere transvase de capital humano de unas actividades a otras en
función de la oferta y la demanda con una cierta flexibilidad.
En la Francia de la época empiezan a surgir instituciones que se encargan de
proporcionar esa materia prima humana bajo el pretexto de una mejora de la calidad
de vida de la población. La educación, antes reservada a los privilegiados, va a
estar ahora al alcance de todos. Ya no existen diferencias porque todos vamos a
tener acceso a los conocimientos necesarios para llegar a cualquier sitio. Excepto
que, en realidad, lo que se están formando son masas uniformadas de obreros mejor
cualificados para engranarse en las maquinarias de la Era Industrial.
Paralelamente, alcanzan auge las Universidades, donde las élites siguen formando a
sus sucesores en disciplinas a las que no tendrá acceso el pueblo llano. Siempre
existen fórmulas para seleccionar a aquellos que pueden llegar. En cualquier caso,
tampoco tiene tanta importancia si la plebe no puede acceder a la Universidad
cuando acaba de logar el acceso a la formación.
Es interesante el hecho de que la duración de la formación se incremente en
función de las necesidades de las industrias y, últimamente, también en función de
las necesidades de mano de obra disponible. Cualquier universitario es consciente
de la enorme cantidad de materias "de clavo" que se estudian. Pero necesitamos
mantener alejados de los puestos de trabajo a los jóvenes hasta determinada edad y
nos viene de maravilla tamizar a los aspirantes que no puedan permitirse estar
improductivos hasta esa edad. El sistema de becas puede corregir aquellos
desajustes que se produzcan cuando convenga que alguno de los "aceptables" pase el
filtro a pesar de sus dificultades para lograrlo.
Cuando llegó el momento en que hasta los hijos de los Alcántara (de la serie
Cuéntame) podían acceder a la Universidad hubo que inventar nuevos pasos para
seguir diferenciando a aquellos que se habían convertido en artesanos muy
cualificados de aquellos que eran capaces de ir más allá.
Deberíamos preguntarnos qué es lo que estamos persiguiendo realmente. Si
perseguimos la felicidad de la sociedad en la que vivimos como ente abstracto y
conjunto de individuos, puede que estemos acertando. Si lo que estamos
pretendiendo es alcanzar la felicidad de los individuos que componen esa sociedad
de forma individualizada y concreta, es probable que lo estemos consiguiendo sólo
de forma muy parcial.
En cualquier caso, es muy difícil desligar el proceso que ha seguido la educación
de otros procesos paralelos como la religión o los sistemas de gobierno. Todo ello
está inter-relacionado y cada uno de los aspectos ha acudido en apoyo de los demás
cuando ha sido necesario para sostener el sistema.

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