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Giovanni Sartori Biblioteca de la Universidad de la Ciénega del Estado de Michoacan 015451 Primera edicién en italiano, 1979 Primera edicién en espaiiol, 1984 Segunda edici6n, 2000 Tercera edicién, 2002 Sexta reimpresi6n, 2012 Sartori, Giovanni La politica: légica y método en las ciencias sociales / Giovanni Sartori ; trad. de Marcos Lara. — 3* ed. — México FCE, 2002 336 p. ; 23 x 16 cm — (Colec. Politica y Derecho) Titulo original La politica. Logica e metodo in scienze sociali ISBN 978-968-16-6521-0 1. Ciencia Politica — Metodologia 2. Ciencias Sociales — Metodologia 1. Lara, Marcos tr. II. Ser, IIL. t. LCH! Dewey 300.18 S251p Distribucion mundial Titulo original: La politica. Logica e metodo in science sociali D. R. © 1979, SugarCo Edizioni S. r. L, Milan, Italia D. R. © 1984, Fondo de Cultura Econémica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F, Empresa certificada ISO 9001: 2008 Comentarios: editorial@fondodeculturaeconomica.com www.fondodeculturaeconomica.com Tel. (55) 5224-4672 (Fax) (55) 5227-4694 Se prohibe la reproducci6n total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos. ISBN 978-968-16-6521-0 Impreso en México * Printed in Mexico A los amigos y colegas del “Cesare Alfieri” PREFACIO. esulta facil decir que las ciencias sociales son ciencias. ¢Pero como hace una ciencia? gQué la caracteriza como tal? Muchos se con- man con responder que una ciencia nueva se construye imitando las ciencias ya hechas. gPero es realmente cierto que las ciencias jales se volvieron més cientificas por haber tendido a imitar a ciencias exactas? Aunque asi fuera —y es legitimo dudarlo— una iencia en sus primeros pasos, en sus inicios, debe volver a los comien- de la ciencia que adopta como modelo. Para empezar, ningun sa- ber cientifico nacié sin antes haber ordenado y precisado un vocabu- lario propio, ya que la terminologia proporciona lo que Ilamariamos piernas sobre las que se apoyara luego esa ciencia para caminar. En cambio, en las ciencias sociales impera una babel de lenguas, al punto de que las entendemos a duras penas, Por ello este libro est4 hecho ab imis, es decir a partir del lenguaje como instrumento del conocer. En un escrito justamente famoso, Thomas Kuhn distingue entre los procedimientos de la “ciencia normal’ y las revoluciones cienti- ficas. Si nos referimos a una ciencia normal —ya instituida y puesta en uso—, sdlo se requiere dominar las técnicas del propio oficio. Pero si una ciencia no esta “normalizada”, no hay técnica que baste; se necesita saber pensar, y para saber pensar se requieren légica y método, métodos légicos, en una palabra metodologia. Cierto es que el mercado se halla inundado de textos que dicen tratar —ya desde el titulo— de la metodologia de las ciencias sociales. Pero si atende- mos a su contenido, por lo comtn no encontramos nada de ldégica y no mucho de método. En rigor, estos textos se ocupan de las técnicas de investigacién y del tratamiento de los datos, Lo cual esta muy bien y es altamente necesario. Sdlo que el método de investigar no es el método de pensar; que nuestras ciencias no se han conyertido todavia en “‘ciencias normales”; y que por lo tanto, al contrario de las técni- cas de investigacién y de tratamiento de los datos, se requiere un conocimiento metodoldgico. En este libro me ocupo, pues, de lo que otros libros pasan por alto: no de cosas que ya han sido dichas de manera éptima, sino de cosas olvidadas o descuidadas. Estd claro que el método légico de las ciencias sociales es el mismo 9 iy PREFACIO para todas las ciencias calificadas de ese modo. Si en este libro me detengo poco en la economia y més en la ciencia politica que en la sociologia, ello se debe a que el caso de la ciencia politica se presta mejor que las otras dos para ilustrar la dificultad y la naturaleza de los problemas. E] estudio de la sociedad se remonta a Comte, o poco antes; pero el estudio de la politica se remonta a los sofistas, Platén y Aristételes. La sociologia no fue precedida por una verdadera “filoso- ffa de la sociedad”, mientras que Ia ciencia politica fue precedida y hasta la fatiga) por una larguisima tradicién de “filosofia de la poli- tica”’. Por ello le es facil al sociélogo refugiarse en los microproble- mas, en las sociologias especiales y altamente especializadas en las que puede proceder como en una ciencia normal, mientras que al poli- télogo le resulta muy dificil eludir los macroanilisis, y a través de ellos los macroproblemas. En suma, el caso de la ciencia politica tie- ne aqui preferencia porque es mas intrincado y a la vez mas Tepre- sentativo. Para empezar, al politélogo (y no al socidlogo) es a quien le in- cumbe comprender y explicar qué es lo que hace. De la politica se ocupan todos, doctos € indoctos; y vuelvo a sefialar que de politica se ocuparon en forma eminente los fildsofos antes que los politdlogos. Existe a la vez una ilustre tradicién de autores —desde Maquiavelo a Tocqueville— que no fueron filésofos, pero que quédaron como maestros de politica. Para todos estos antecesores cual era el oficio de una ciencia politica? No responderé en este prdlogo, dado que la cuestion seré examinada extensamente en el texto. Solamente anticipo, aunque més no sea para atizar la discusién, que el recurrente “pan- filosofismo” de la cultura italiana (primero el idealista, luego el mar- xista) es a mi juicio precursor de catastrofes practicas. La filosoffa aunque no sea mas que para atizar la discusién, que el recurrente “pan- filoséficos no son programas actuables: son programas que desde siem- pre, y sin excepciones, fracasan en los hechos, y se ven desvirtuados por completo. No existe la conversién de la filosofia en praxis; que me perdonen Marx y los suyos. A esta altura el lector se preguntard: todo esta muy bien (o muy mal), ¢pero por qué el subtitulo del libro—légica y método en las cien- cias sociales— no ocupa el lugar del titulo? Contesto: porque una tercera parte de este libro trata de las relaciones entre la teorfa y la practica, entre el saber y el hacer, y de cémo, por ello, los proyectos politicos triunfan o fracasan en la accién. Y como yivimos en una edad “programatica’’, en una época de ingenierfa de la historia, dirfa que PREFACIO u mi objeto es propiamente “la politica” tal como la buscamos (oa cada vez més. Se dirfa que todos saben cual es la vida feliz y la ciuda ideal a las que aspiran; pero pocos saben qué hacer, y mucho menos cémo hacer. Es ésta la politica de la que quiero ocuparme. Ya he dicho que me rebelo contra el pan-filosofismo. Agrego que también me rebelo contra el pan-ideologismo. Cuando yo estaba en los primeros pasos de mi profesién, todo era filosoffa. Hoy ate es ideologia, cultura de derecha y cultura de izquierda. En an io ie me empefio en creer que antes que nada tiene que ser cu ; que serlo de izquierda o de derecha no agrega nada al valor le ee dad de un conocimiento; y que un conocimiento falso sigue siendo falso aun cuando con oportunismo lo revistamos de negro, rojo o ai libro proviene de una serie de cursos universitarios ace dos en la Facultad de Ciencias Politicas de la Universidad de 1 loren- cia, que constituyen su Primera Parte y su Segunda peers io me preferi conservar en su forma originaria de comunicacién directa. La Tercera Parte, en cambio, recoge una serie de escritos que reto- ‘ollan —con el debido aparato bibliografico— varios dos con anterioridad. Sin parecerlo, y hee i sin quererlo, el libro es unitario. Es evidente que en ¢ ee de eats meses (un curso mio por etapas, ee a nes del método en ciencias politicas, es del periodo 1958- oy a ideas clave que tenfa fijas en la mente, Dermanerictan ee La ied fija de todas es la de que a la cultura italiana le falta desde siempt 5 i 7. i medido saber empirico. Es el saber que oe eee endices de brujo, borrache- man y desarr temas y problemas trata el aport y propongo a quien se sienta harto de apr yas verbales y vaguedades dialécticas. ra PRIMERA PARTE PREMISAS I. EL INSTRUMENTO LINGU{STICO 1.1. PENSAMIENTO Y ACCION poxitica es el “hacer” del hombre que, mds que ningun otro, ta e involucra a todos. Esta no es una definicién de la politica." para proclamar desde el principio que lo que me interesa es lle- al hacer, a la praxis. Pero el hacer del hombre esta precedido de discurso (sobre el hacer). El discurrir del homo loquax precede accién del hombre operante. Por lo tanto la accién y los com- ientos politicos estén precedidos y rodeados por el discurrir ¢ la polis, sobre la ciudad. Si queremos comenzar por el princi- el principio es éste: el discurso sobre la politica. Y el primer pro- consiste en que el discurso sobre la politica se vuelve hacia antecedentes, a tres fuentes diversas cuando menos: 1) la filoso- politica; 2) la ciencia o conocimiento empirico de la politica; discurso comin u ordinario sobre la politica. i el hombre resulta en politica un animal particularmente extra- es, entre otras cosas, porque sus comportamientos estén inspirados ientados 0 por la filosofia, o por el conocimiento empirico-cien- © por la conversacién ‘corriente sobre politica; y las mas de las por una confusa mezcla de estos tres aportes. A la pregunta es la polftica”, creo responder, como paso previo, enumerando incipales “matrices simbélicas” de las que nacen nuestras con- idas orientaciones y actitudes politicas. Vamos a verlo por partes. filosofia politica, y mas precisamente las “filosofias de 1a politi- fueron la principal fuente de inspiracién de la teoria politica has- alrededor de un siglo, Todavia hoy gran parte de los plan- jentos de los problemas politicos de fondo estan referidos, aun saberlo, a los planteamientos que recibieron estos problemas en minio especulativo. El caso que muestra de modo mis osten- la filiacién directa de una accién politica de la filosofia politica, ‘marxismo. Marx se apoya estrechamente en Hegel y la concepcién ista (en sus conceptos clave y en su mecanismo légico) es la fia hegeliana vuelta del revés y materializada. Pero aunque éste caso mas ostentoso, no es por cierto el tinico. definicién de politica seré examinada infra, cap. vu. 15 16 PREMISAS La ciencia politica (0 mejor, un conocimiento empirico de la po- litica provisto de validez cientifica) es en cambio la mas reciente y embrionaria de las ciencias. El conocimiento cientifico de los hechos politicos, en cuanto se remite a fuentes de inspiracién auténomas (como Maquiavelo y la doctrina de la raz6n de Estado), encuentra dificultades para consolidarse; especialmente porque gravita sobre ella, de un lado, la hipoteca de la filosofia politica (infiltrada, aun- que sea mimetizdndose, tras los pliegues del conocimiento empirico de la politica) y del otro el apremiante reclamo de la praxis politica cotidiana, y a través de ella del discurso corriente y las ideologias politicas en pugna. El discurso comun sobre la politica. En seguida veremos con mas detenimiento qué se debe entender por “discurso’ comin” u ordi- nario. Pero debe advertirse desde ya que en sw versién politica, el discurso comin puede asumir muy sensibles tonalidades emotivas, y hasta convertirse en un discurso ideolégico-emotivo. En cuanto sujetos empefiados activamente en la lucha pol{tica, todos termina- mos por argumentar en forma pasional. Cuando estamos en medio de la pelea no se trata tanto de persuadir como de “conmover” para la accién; no tanto convencer como ‘“constrefiir”; ni tanto razonar como “apasionar”. Es inevitable. Pero por esto mismo se hace pre- diferenciar muy bien este discurso. (util, incluso. indispensable los fines de la accién, para excitar a la accién) de la ciencia empi- de la politica, y ni qué decirlo de la filosofia politica. Se ve claro que estos componentes no son, en efecto, convergentes que, al revés, divergen; vale decir que son heterogéneos y se culizan uno al otro. Pero ya yolveremos sobre este punto. Con- os aqui el planteamiento. A la pregunta “qué es la politica” respondido nucleando dentro del saber politico tres érdenes aportes: el especulativo, el empirico-cientifico y el del discurso inario-ideolégico. Por lo tanto, debemos preguntarnos ahora: equé una filosoffa politica?, zqué es la ciencia empirica de la politica?, equé es el discurso comtin u ordinario sobre la politica?, zy cudles son, en consecuencia, las respectivas competencias y jurisdicciones? Estas son cuestiones que podrian Ilevarnos demasiado lejos. Me limitaré itonces a examinarlas en clave lingiifstica, considerando al conoci- to filoséfico, al conocimiento cientifico y al discurso. comin modalidades diferentes del uso del lenguaje. Vale decir: por fa entiendo un cierto uso del lenguaje; por ciencia empirica 0 diferente de este mismo lenguaje; usos “especiales” ambos, EL INSTRUMENTO LINGUISTICO 7 ‘que habran de examinarse en contraposicién con el uso “ordinario”’ 0 min del lenguaje. 1.2. PaLaBRAs Y SIGNIFICADOS ‘osso modo, el lenguaje es un universo de signos (convencionales) istos de significados. De otro modo: el lenguaje esta constituido palabras y significados. Lo que debe establecerse de inmediato que a cada palabra corresponden muchisimos significados. El ni- ‘o de palabras de cualquier lengua “natural” es infinitamente més lucido que el miimero de significados que tenemos en mente cuan- las usamos. La polivalencia de las palabras supone una ventaja una desventaja. La ventaja consiste en que, al pensar, podemos pasar los confines establecidos del vocabulario, y de este. modo 7 infinitamente mas vasto, rico y ductil el saber de cuanto pare- ia permitir la terminologia. Las palabras pueden ser evadas a esar variaciones y matices infinitos del significado. En cambio desventaja reside en que, con demasiada frecuencia, no nos enten- ; al utilizar los mismos vocablos decimos (en apariencia) lo 0, pero pensamos (en sustancia) otra cosa muy diferente. La entaja es, pues, la ambigiiedad (de las palabras) « a comunicacién lingiiistica habilita a los hombres a entenderse; es evidente que, si no nos ponemos periddicamente de acuerdo e el significado que le atribuimos a una cierta palabra en rela- con determinados contextos, la comunicacién nos leva simple- te a los malentendidos. Poseemos pocas palabras para decir mu- \isimas cosas. Cémo remediar los inconyenientes de esta situacin, teniendo sus ventajas? Hay un solo medio: organizar y ordenar lenguaje segiin “tipos de significado” correspondientes a ciertas inaciones tipicas. La solucién reside, pues, en desarrollar usos rsos de un mismo lenguaj i La filosofia (las filosofias) utiliza (n) su propio yocabulario técnico, el cual las palabras, aun las mds comunes, asumen un contenido ificante sui generis. La ciencia, toda ciencia, hace otro tanto: su bulario se inviste de cierta modalidad caracteristica del signifi- . Lo que equivale a decir que la filosofia y la ciencia son lengua- especiales; y por “especiales” se debe entender que son —como famos— modalidades de usos diferentes de un mismo lenguaje. El —repito— es un recurso para utilizar beneficiosamente un uni- a PREMISAS verso simbélico constituido por pocas (relativamente pocas) palabras y por muchos significados. 1.3. DIMENSION EMOTIVA Y DIMENSION LOGICA La divisién primera y mds elemental debe hacerse entre significado emotivo y significado Idgico de las palabras. Vale decir, entre dimen- sién emotiva y dimension Idgica de un mismo lenguaje. Recurramos a un ejemplo que busca presentar dos casos limites: la poesia y la filosofia. Casos limites, precisamente, de un uso diferente por com- pleto de las mismas palabras. Nadie lee una poesia con los mismos criterios con que leeria o juz- garia un texto filosdfico. ¥ creo que todos estan dispuestos a coincidir en que seria absurdo someter un texto poético a un anlisis légico. ePor qué? En general, no nos planteamos esta cuestién de una mane- 1a explicita; medimos el lenguaje estético con sus patrones de me- dida particulares porque asi debe hacerse. Pero la razén es muy sim- ple: el lenguaje poético es tipicamente un discurso que habla al coraz6n, a los sentimientos, lo que equivale a decir que es un lenguaje emotivo. La légica de una poesia es, por decirlo asi, una ldgica esté- tica, lirica, retérica, sustentada en inflexiones fonéticas: ritmo, ali- teraciones, asonancias, metdforas, etc. En suma, la poesia es pathos, no logos. El lenguaje légico se encuentra en el extremo contrario; buscamos un sujeto, un verbo, un predicado, exigimos que cada pro- posicién sea inequivoca y que todas las proposiciones que constituyen una demostracién sean légicamente congruentes entre si. Las palabras cuanto mds asumen un significado légico preciso, mds se despojan de su impreciso contenido emocional, Para reconocer sin equivocar- nos esta diferencia entre el significado emotivo y el significado légi- co de las palabras, basta aplicar una pequefia regla elemental: cuando sentimos “calor”, cuando un discurso despierta en nosotros refle- jos viscerales, cuando nos hace “sentir”, es que se esta utilizando el lenguaje en sentido emotivo. En este campo, la dimensién emotiva del lenguaje no nos interesa tanto en su variedad estética como en su conexién con la acci ey nos interesa especialmente en el lenguaje que puede designarse —en su precipitado politico— como lenguaje ideolégico-emotivo. El hom- bre acttia con calor cuando est4 “apasionado”, cuando se siente tocado en su fe, en sus sentimientos, en sus pasiones; por lo tanto, cuan- EL INSTRUMENTO LINGUISTICO 19 do est4 estimulado por el uso emocional del lenguaje. Resulta claro, pues, que el lenguaje emotivo esté mucho més cerca de nosotros que un frio y desapasionado lenguaje légico. Se lo puede deplorar, pero lo mismo da; es un hecho. : _ También conviene advertir que la dimensién emotiva del lengua- je es su dimensién ancestral. El hombre prehistérico comenzé a ha- rr para transmitir “signos de emociones”, tanto de peligros como efectos; y nuestro comunicar conserva todavia hoy, en gran parte, ita impronta originaria. Por lo tanto, la demarcacién entre el_uso tivo y el uso légico del lenguaje no es nunca clara y nitida. Siem- queda una sedimentacién emocional, aunque se reprima. En cam- , el lenguaje légico es para todos nosotros una conquista dificil, e cuesta un prolongado adiestramiento y mucha fatiga. En gene- el uso Idgico del lenguaje es una adquisicién reciente, siempre ria y parcial del homo sapiens. 14. Ex LENcuajJE CoMUN memos el hilo de nuestra exposicién. Nos hemos propuesto acla- qué es el conocimiento cientifico a diferencia del conocimiento fico, haciendo referencia a ciertas modalidades en el uso del aje. Pero antes de hablar de “los usos especiales” del lenguaje 10 el cientifico o el filoséfico), tendremos que ponernos de acuer- ‘obre el lenguaje de base, sobre el uso comin, esto es, sobre el len- je materno, que es el minimo comin denominador de todo lo | lenguaje comun es exactamente el lenguaje al alcance de todos, uaje de la conversacién corriente. Locke lo denominé lenguaje il”, pero quizds sea mas claro hablar de lenguaje materno, ya que el lenguaje que aprendemos en la infancia. Una vez que llega a jar el discurso, el hombre comunica con la misma naturalidad que respira; y ninguno de nosotros presta atencién al hecho de respira (hasta que no est4 amenazado de asfixia). De aqui se prende que el lenguaje comun es un lenguaje falto por completo mciencia de si mismo, que usamos de una manera totalmente intiva ¢ irreflexiva. Lo que apareja graves inconvenientes. primer inconveniente es que no nos preocupamos de definir palabras que empleamos; de ese modo, todo discurso resulta seat ico, y si escapa a los Mmites de una comunicacién elemental, 20 PREMISAS corre el riesgo de generar importantes malentendidos. Todos dan por sentado que cada) palabra posee para el otro el mismo significa- do que para ellos; pero lo mis probable es que no sea realmente asf, pues: el significado que a cada quien le parece el significado, el ini. co significado, es en general el fruto de una experiencia personal extremadamente parcial y circunscrita. El segundo inconveniente consiste en que la conversacién corrien- te no presta atencién al procedimiento demostrativo con el que debe construirse todo discurso (si quiere alcanzar valor demostrativo). En la conversacién corriente, la légica y la sintaxis légica brillan por su ausencia. En efecto, en las discusiones cada uno de los contendien- tes cambia de continuo su método de argumentacién; utiliza uno hasta que le es util, pero en cuanto advierte que lo incomoda, cambia las cartas sobre la mesa y recurre a otro. Lo que pasa es que el apren- dizaje del lenguaje se realiza a golpes; a golpes de frases. Lo que sig- nifica que no aprendemos a hablar aprendiendo a construir el dis- curso. El nifio repite frases. Suele ocurrir que algunas frases se unen en argumentos “conclusos”, que contienen y desembocan en una con- clusién. Pero luego no volyemos a comprobar esas conclusiones; nos limitamos a defenderlas encarnizadamente. ; Recapitulemos. El lenguaje corriente, materno, es el lenguaje na- tural basico que vincula a todos los que hablan una misma lengua, y por lo tanto la plataforma en torno a la cual se debe construir y mo- ver cualquier otro lenguaje especial (a menos que no se convierta en lengua “artificial”). Todos pasamos por ese lenguaje; pero algunos se establecen en él. Es en todo caso el lenguaje que se nos hace con- natural, el que nos resulta espontaneo. ¢Cudles son sus virtudes, cud- les sus defectos? La ventaja reside en que el lenguaje comin: 1) es el lenguaje mds simple, el que alcanza la maxima concisién; 2) es el lenguaje mds vivo, el que expresa nuestra experiencia autobiografi- ca, personal. Los defectos del lenguaje corriente se pueden recapitular de este modo: 1) el vocabulario al que recurre es extremadamente reducido e insuficiente; 2) las palabras quedan indefinidas, y con frecuencia Megan a ser indefinibles (al menos con la debida precisién); 3) las uniones entre las frases suelen establecerse de una manera arbitraria y hasta cierto punto desordenada, al tiempo que las conclusiones de jas argumentaciones se instauran con anterioridad al iter demostrati- vo que deberia sustentarlas. Todo esto se puede resumir observando que el lenguaje comin, EL INSTRUMENTO LINGUISTICO 21 materno, es un lenguaje acritico; acritico porque adoptamos un ins- trumento que no conocemos efectivamente. Y esto fija los limites del Jenguaje ordinario: no es un lenguaje cognoscitivo. Para verlo mas ‘claro, comencemos por entender cual es el Ambito de competencia de Ja conversacién corriente. En la conversacién ordinaria comunicamos por lo general noticias, y noticias autobiogrdficas del tipo: ayer me sucedié tal cosa, me dijeron, tuve tal experiencia, me diverti, vi, etc. fale decir que se efecttia un intercambio de mensajes bastante bre- , y sepatados uno del otro, vinculados por la transmisién de in- aciones de interés reciproco a propésito de sucesos mas o menos bituales. Dentro de estos’ limites, el lenguaje corriente funciona uy adecuadamente; esto es, funciona muy adecuadamente para las uunicaciones que hemos llamado de indole autobiografica. Pero isamente porque satisface finalidades de relaciones interperso- les, no se presta para otros usos, y en particular para desarrollos risticos. Cuando se trata de examinar problemas, de descubrir, comprender, en suma de ampliar la empresa cognoscitiva del hom- sobre la realidad, el lenguaje corriente ya no sirve. Comunicar es una cosa, conocer otra. No bien la conversacién co- n’se aventura en el terreno de los problemas heuristicos —lo que luye el terreno explorado por el conocimiento—, el didlogo se elve infructuoso. Los interlocutores discuten, se acaloran, Megan frecuencia a litigar entre si, pero cada uno se queda con su pa- (y el parecer que lo contradice es una estupidez. De aqui pro- el notorio y prestigioso dicho de que “discutir no sirve para ”, salvo para hacerse mala sangre, lo que es una gran verdad; lo es porque se discute sin saber discutir. Discutir es initil cuan- Jos interlocutores no se entienden porque no tienen cuidado de ir las palabras que utilizan; cuando no poseen un vocabulario iente para examinar los problemas en detalle, con adecuada preci- ; y en fin, cuando cada uno argumenta las propias tesis sin uni- de método légico y cambiando varias veces el criterio demos- ‘ivo. En conclusién, el lenguaje corriente nos permite recibir y emitir ijes autobiograficos (que son, por supuesto, importantes; incluso portantisimos). Pero si mediante el lenguaje materno se logra co- micar noticias con toda eficacia, no se puede en cambio resolver blemas. Cuando se nos plantea “un problema”, nos trasladamos inmediato a una esfera en la cual ya no basta un lenguaje acritico preciso para sacarnos del apuro. 22 PREMISAS: 1.5. RECEPCIGN sEUDOCOGNoOSCITIVA Se objetard que también la conyersacién corriente contiene un nume- ro muy elevado de proposiciones cognoscitivas, de aserciones sobre problemas (y por lo tanto, no sdlo noticias sobre acontecimientos y personas). Cierto; pero estas proposiciones son recibidas y no produ- cidas por el lenguaje comin. Es cierto que en el lenguaje corriente hallamos satisfaccién para la necesidad de conocimiento; pero ello porque él encierra proposiciones formuladas no en el dominio del lenguaje comin, sino en el de los lenguajes especiales. Pero el pro- blema reside en que muy a menudo el lenguaje corriente no lega a recibirlas adecuadamente. Y esto no puede llamar la atencién; si aquellas proposiciones cognoscitivas fueron formuladas en un lenguaje especial, ello obedece a que, de no ser asi, no habrian sido descu- biertas. De aqui se infiere que, si las traducimos a un lenguaje acri- tico, se yuelyen a ajustar a aquel minimo comin denominador lin- gilistico que por definicién no es capaz de formularlas. Si entonces la conversacién corriente contiene nociones cognoscitivas, el hecho de que se hallen apresadas ab extra las cambia; y de ahi que su recep- mn sea muy probablemente defectuosa y parcial. En la larga cadena transiciones, refracciones y, en ultimo analisis, simplificaciones padece un lenguaje especial antes de poder ser absorbido por el je comun, es mas lo que queda por el camino que lo que llega ino. Lo que llega es la “‘letra’’ compendiada de alguna conclu- ; pero es raro que en esa letra permanezca todavia el “espiritu” ito con el que fue formulada. Por lo demis, es bien sabido que se cita a un autor a pedazos, a jirones, es muy facil desvirtuar ‘iento. Nadie ignora cudn peligroso es extraer una proposi- su contexto. Abreviar es ya de por si amputar; y la simplifi- suele ser a su vez, demasiado a menudo, una verdadera y cabal ibn. __No debemos, pues; atribuirle demasiado peso al hecho de que tam- bién la conversacién corriente parezca poder satisfacer la necesidad cognoscitiva del hombre. Las verdades cognoscitivas que pasan a for- mar parte del patrimonio comun de las creencias de una civilizacién, estan suspendidas de un hilo demasiado fragil: las palabras, de las que es facil desnaturalizar el sentido que las hace valederas. En la conversacién comin —es cierto— solemos encontrar la “forma” de una serie de proposiciones cognoscitivas; pero raramente su genuino “contenido” significativo. Es cierto que hasta el hombre comin pien- EL INSTRUMENTO LINGUISTICO 23 sa; pero su exigencia intelectual y cognoscitiva queda condicionada por un lenguaje que no resulta suficiente para satisfacerla, y que no es capaz de alimentar un pensamiento creativo. Libertad y necesidad conceptos especulativos, esto es, los elaborados en el dominio del guaje filosdfico, se prestan de modo particularmente adecuado para lustrar qué sucede, o mejor qué puede ocurrir, durante la transmi- acion de determinadas proposiciones desde un lenguaje especial lenguaje corriente. Tomemos como ejemplo la conocida formula dice: la verdadera libertad reside en aceptar la necesidad. Es una posicién de origen hegeliano que pas6 a Marx y que fue retomada manera diversa por el neoidealismo y también por el neomarxismo tempordneo. Esta proposicién fue formulada por la especulacion alista en razon de tres presupuestos y antecedentes: 1) una légica jéctica; 2) una polémica antikantiana; 3) la tentativa de conciliar acional con lo real. ae n primer lugar, pues, para entender cabalmente la proposicion libertad es la aceptacién de la necesidad”, hay que saber utilizar omprender la dialéctica. Libertad y necesidad, que al comienzo “opuestas” y se oponen una a otra, terminan después fundién- en una “sintesis” superior de libertad-necesidad que las funda rrobora: la libertad —decia Hegel— “‘es la necesidad transfigu- segundo lugar, debemos reparar en el status quaestionis histé- (de la historia de la filosofia), y mas precisamente en el concepto ldstico y luego kantiano de la libertad. El estado de la cuestion | siguiente: se rechaza la libertad definida como liberum arbitrium ifferentiae (la libertad como arbitrio) y se procura reformular en inos dialécticos la relacién entre libertad y limite, relacién que | dominio de la moral fue entendida por Kant como la relacion e la libertad y el deber, y que Kant formuldé en el concepto de jom{a: la libertad ética como autoobligarse a una norma. m tercer lugar, debemos adherirnos al presupuesto metafisico que en la base de la especulacién idealista: la identidad de lo racio- y lo real, de la esencia y la existencia. cuanto a la libertad y la necesidad, Hegel no rechazaba solo la ién kantiana; entendia sobre todo transferir la nocién de “li- 2 PREMISAS bertad como limite” a un contexto mds vasto que el ético. Hegel as- piraba a conciliar al hombre con el mundo después de la dilaceracién romantica, a concertar dialécticamente todos los contrastes y las opo- siciones; y entre éstas, la insatisfaccién que el hombre experimenta en contacto con la realidad. Vale decir que Hegel aspiraba a conci- liar Ia libertad (con su carga de aspiraciones ideales, con su peren- ne aspiracién a lo nuevo y a lo mejor) con lo existente. Libertad y necesidad son conjugados dialécticamente para decir: sepamos armo- nizar y concordar lo que quisiéramos que fuese (y que reivindicamos en nombre de la libertad) con lo que es. Como es comprensible, la proposicién de que “Ja verdadera li- bertad consiste en aceptar la necesidad” era entendida en el sentido de restituirle a la libertad (después de la explosién roméntica) una proporcién, una medida, una “determinadez”’. En rigor, la formula hegeliana, a los efectos practicos, no esté demasiado alejada de la maxima del antiguo sabio estoico: sabe contentarte, no desees lo que no puedes obtener. Maxima que retomé Spinoza y que volvid a for- mular de este modo: “Quien entiende lo que ocurre y por qué ocu- rre, es libre.” Pero el destino de la férmula hegeliana fue muy dife- rente al de la formula spinoziana. De un siglo y medio a esta parte, la ecuacién “libertad — necesidad” entré en el repertorio de las jus- tificaciones de los regimenes opresiyos: se la presenta al pueblo como legalizacién de su sumiso y paciente servir. El historicismo Segundo ejemplo: se dice de nuestra época que es una edad “histo- ricista”. Y se habla de “‘historicidad” y del historicismo hasta en la conversacién corriente. ¢Qué se entiende por ello? El historicismo nace con el descubrimiento roméntico de la historia. Hasta el roman- ticismo no se decia: “Este es un producto histérico”, o bien “esto sucede por necesidad histérica”. No se lo decia porque semejante ex- plicacién —hasta para un iluminista— no explicaba nada, no hubie- se tenido sentido. Sélo desde el romanticismo en adelante se presta atencién y valor explicativo a una necesaria concatenacién histérica. Y es con Hegel que se comienza a hablar del historicismo en sentido estricto. Para fijar mejor este concepto, conyendra remitirnos a la célebre proposicién de Hegel que dice: “La historia del mundo es el juicio del mundo.” Esta frase condensa todo el sabor de su concien- EL INSTRUMENTO LINGU{STICO 25 cia historicista. Pero qué quiere decir? Literalmente quiere decir e es la historia misma la que se erige en juez de los asuntos huma- , que el supremo “tribunal” de Ja realidad est4 constituido por curso de Jos acontecimientos. Pero para ser comprendida, esta pro- icién debe insertarse en el contexto del pensamiento hegeliano y culdrsela con el concepto que Hegel tenia de la historia. Esta bien ir: es el propio acontecer histérico el que, con su proceder, absuel- © condena, separando a los que tenian razén de quienes estaban uivocados. Pero queda por explicar qué es este acontecer histérico, é se entiende por historia. Para Hegel, la historia era una teofania, revelarse progresivo de Dios en el mundo. Vale decir que para 1 el proceso histérico era la ejecucién de los decretos de la Di- Providencia. Visto de este modo, el que la historia del mundo se en tribunal del mundo equivale a decir que Dios se comunica Ja historia con los hombres y les notifica su voluntad a través de jue acaece. ero tomemos literalmente la frase “es la historia la que juzga”, jiendo atencién ahora a las palabras y no ya al sentido que éstas fan para Hegel. La proposicién, bajo esta nueva luz, se vuelve de gravedad incalculable: parece sancionar la ética del hecho con- . Extraida de su contexto originario, y recibida por la conver- m corriente como una especie de slogan, ella viene a decir: el yence tiene razon y el que pierde estaba equivocado. En suma, ico juicio valido es el del éxito y la humanidad se debe some- los veredictos de los hechos y de la fuerza. Ahora bien, es muy que la historia es mds fuerte que cada uno de nosotros. La ja, para cada uno de nosotros, es “todos los otros contra mi solo”. lo tanto, lo que ocurre, ocurre. Pero una cosa es la afirmacién hecho y la consiguiente aceptacién de lo acontecido, y otra el de valor sobre los hechos. Nadie niega que la historia gravita ¢ los hombres; pero también es verdad que son los hombres los hacen la historia. Lo que se niega —rechazando la ética del hecho mado— es la eliminacién de los valores de la fabrica de la ‘ia. mte a los acontecimientos, hay dos maneras de reaccionar: dicien- ‘el que vence tiene razén”, o bien “vencer no da la razén”. En el er caso, el juicio de valor (la legitimacién) se subordina al he- en el segundo caso, la afirmacién del hecho se separa de su va- idn (legitimacién). Pero atencidn: el que se niega a decir “aquél razén porque vencid” no es un retérico que no sepa aceptar la 26 PREMISAS. historia y resignarse a lo inevitable. Deplorar un hecho, afirmar que “debié haber ocurrido de otra manera”, no es un recriminar estéril; es ejercer una “presién del valor” dirigida a modificar el curso de los acontecimientos. Si todos se concentraran en un cierto deber ser, ese “deber” se traducirfa en “ser”. Recapitulemos. La proposicién matriz del historicismo era en He- gel una afirmacién de fondo teolégico; pero se convirtié, por haber perdido su significado originario, por habérsela tomado literalmente, en un potente y peligroso somnifero que engendré en los hombres una servil lasitud moral, habituéndolos a admitir una “fuerza de los hechos” que en rigor era una “fuerza de los fuertes”, y convencién- dolos de que era asi. Es cierto que los casos que acabamos de citar son casos extremos —y de extrema gravedad— de recepcién errada. No siempre el destino de las proposiciones cognoscitivas que pasan al lenguaje corriente es el de ser tergiversadas literalmente; pero la ver- Spur que no resulta facil ni frecuente que tengan una recepcién ade- cuada. 1.6. Los LENGUAJES ESPECIALES Los lenguajes especiales son los lenguajes “criticos”, y mds _precisa- mente “‘especializados”, a los que se llega por correccién de los de- fectos del lenguaje corriente. Son criticos en el sentido de que fueron construidos mediante la reflexién sobre el instrumento lingiiistico del que se valen; son especializados en el sentido de que cada disci- plina tiende a crearse un lenguaje ad hoc, adaptado especialmente a los problemas heuristicos que se propone. Recordemos las caracte- risticas del lenguaje corriente, del lenguaje no consciente de si mis- mo, en el cual las palabras no tienen un significado definido, el vo- cabulario es limitado y el discurso carece de método. Es facil entonces inferir ex adverso, por diferencia, las operaciones que preceden a la creacién de los lenguajes especiales: 1) hacer precisos y definir los significados de las palabras; 2) estipular reglas precisas de sintaxis légica; 3) crear nuevas palabras. Veamos por su orden estos tres aspectos. En el lenguaje corriente, las palabras son polivalentes y se usan de un modo ambiguo. Por ello la primera operacién para constituir un lenguaje especial consiste en establecer de un modo explicito y univoco (hasta donde sea posible) el significado de todos los términos fundamentales del campo de intereses de que se trata. En el pensamiento critico 0 cognoscitivo, EL INSTRUMENTO LINGUISTICO 27 la precisién del lenguaje es esencial. Utilizar una palabra en vez de otra tiene importancia, y equivocar (esto es, usar impropiamente) un cierto término, equivale a equivocar el concepto. Un médico que erra en un nombre, erra en la enfermedad; y si erra en la enferme- ‘dad no cura, y acaso empeora al enfermo. Cuando se exhorta a ser precisos y ajustados en el uso del vocabulario, no es meramente por urito de pulcritud: es adiestrar en el pensar. La segunda operacién es la de fijar y tener firme la regla del ‘oceso demostrativo, En efecto, un discurso sélo tendré validez (po- ncia) demostrativa si se lo desarrolla con unidad de método, segiin patron argumental constante y coherente. Por ejemplo, quien adop- en filosofia las estipulaciones de sintaxis légica que se denominan lialéctica”, deberd argumentar siempre en clave dialéctica; quien © lo hace, no debiera adoptarla. En verdad, no suele seguirse esta omendacién. Pero en el campo de la ciencia no puede haber incer- dumbres: las “licencias” (del filésofo) no se admiten. En fin, el acta de nacimiento de un lenguaje especializado es dada la creacién de palabras nuevas, de neologismos. A los fines heu- icos, una vasta nomenclatura no complica, sino que al revés, sim- jifica y clarifica. Es la articulacién del lenguaje la que confiere al samiento seguridad y vigor. Cuanto mds extenso es un vocabula- , mas permite discursos precisos. Ademas, las palabras nuevas iden- ican realidades nuevas. Una “‘cos2”” que no tenga denominacién, no iste; esto es, si no tenemos un “nombre” para una cierta cosa, ésta pa a la revelacién cognoscitiva, y se hace imposible pensarla. No- ina si nescis —decfa Linneo— perit et cognitio rerum. Por lo tan- cada palabra nueva ensancha nuestra capacidad cognoscitiva, en tensién o en profundidad. Por ello, cuando nos asomamos por pri- ra vez a una disciplina especializada, nos encontramos con tantas labras desconocidas. Es la sefial que nos advierte de la diferencia el discurso corriente. Para subrayar mejor la esencialidad del instrumento “lenguaje”, ejemplo mds clamoroso de correspondencia entre la creacién de un guaje especial y el nacimiento de una ciencia, es el de la quimica. quimica precientifica, la alquimia, no era tnicamente especula- un tanto estrafalaria. Los alquimistas eran también muy pacien- experimentadores que no carecian de talento para la observacién pitica. Sin embargo, sus investigaciones resultaban vanas; y ello que los alquimistas no posefan un instrumento lingiifstico apro- ido. Por mas que probasen y volvieran a probar, su saber se formu- 28 PREMISAS laba —y se dilufa— en la aridez de un lenguaje (natural) semi- mitico y semifiloséfico, construido todo él con base en “potencias” y “esencias’’. Las transformaciones alquimistas se resolvian, por lo tan- to, en una especie de juego de azar, en la tentativa de “cambiar la naturaleza” sin haber aprehendido nada de su estructura. La quimica nace con Lavoisier. Por qué? Porque antes que ¢l, y aun en su tiem- po, Boyle, Cavendish y Priestley alcanzaron prodigiosos progresos ex- perimentales, es cierto; pero la de éstos era todavia una prequimica ligada a un lenguaje “cualitativo”. Hasta Lavoisier, las sustancias se identificaban segtin como se manifestaran, en funcién de su “origen” mas 0 menos casual o aparente. El metano era denominado “gas del pantano” porque fue identificado por vez primera en los pantanos, como descomposicién de los materiales orgdnicos recubiertos por el fango. ¥ asi ocurria con otros miles de ejemplos. Lavoisier lo cambié todo de golpe, inventando una nomenclatura sistematica en la cual las “sustancias” se individualizaban por su estructura y condiciones, y eran reducidas con precisién a elementos simples, combinados se- gun ntimeros atémicos. Lo que equivale a decir que la quimica nace como ciencia en el momento en que se convierte de un salto en “len- guaje artificial’, provisto de un altisimo potencial deductivo. Admi- timos que el caso de la quimica es un caso limite; pero sirve para centrar magnificamente el punto. El ejemplo vale también para acla- rar la nocién de lenguaje artificial, diferenciado de los lenguajes que, aun convertidos en especiales, siguen siendo naturales. I. CIENCIA Y FILOSOFIA IL.1. LeNcuajJE Y PENSAMIENTO. AL TRATAR en general el problema del lenguaje, no estabamos en- frascados en meras divagaciones, dado que la ciencia politica y la filo- sofia son exactamente lenguajes “especiales”. Al decir esto afirmamos tan sdlo que ambos se diferencian de un uso lingitistico ordinario; queda por ver de qué modo son diferentes entre si. Pero antes de en- trar en esto, debo advertir y aclarar que si me detuye en Ja diferencia entre varios “usos” del lenguaje, fue porque ésta se refleja en el pensar. Esto equivale a decir que un cierto uso del lenguaje pone su sello en un cierto modo de pensar, Todo lo que hasta aqui estuvo ‘eferido al lenguaje, debe transferirse y referirse ahora al pensamien- , pasamos a la relacién entre palabra y pensamiento, entre Jengua- ie y logos. Cuatro respuestas ual es la relacién entre lenguaje y conceptualizacién, entre palabra pensamiento? Las respuestas a esta pregunta pueden ser cuatro: entre lenguaje y pensamiento no existe ninguna relacion intrinseca, tesis es, pues, que no pensamos con palabras, mediante palabras; lenguaje y pensamiento coinciden: decir lenguaje es lo mismo que ir pensamiento; 3) el lenguaje no es indispensable para el pensa- iento, pero es indispensable para comunicar el pensamiento. La te- es que pensamos sin palabras, pero que las palabras son funda- mtales para comunicar a los otros lo que pensamos. También po- amos decirlo de este modo: a pesar de que el lenguaje no es esario para el pensamiento, es un apéndice necesario del pensamien- ; 4) aun cuando el pensamiento no sea reductible al lenguaje, las bras son indispensables tanto para comunicar como para pensar. le decir: es imposible pensar sin el lenguaje. A pesar de que no se de reducir el pensamiento al lenguaje, el pensamiento y la pala- estin hasta tal punto conectados, interdependientes y condicio- uno por otro, que resulta totalmente imposible considerar a de esos elementos haciendo abstraccién del otro. 29 30 PREMISAS Recapitulemos. La primera tesis afirma una separacién absoluta: el pensamiento no es lenguaje. La segunda afirma una identificacién absoluta: pensamiento y lenguaje son lo mismo. La tercera tesis ate- niuia la negacién, aceptando una relacion secundaria: las palabras sir- ven para comunicar el pensamiento. La cuarta, en cambio, atentia la identificacién: las palabras sirven tanto para hablar como para pensar, y por mas que el lenguaje no es pensamiento, no existe uno sin el otro. La ldgica como onomatologia eCual de estas cuatro es la respuesta mas conveniente? A mi juicio, Ja ultima. Omito el examen de la primera tesis (extrafieza absoluta), desde el momento que ella refluye en la tercera (cuya critica empren- deremos en seguida). Comienzo entonces con el examen de la segun- da tesis, la que sostiene la identidad absoluta; tesis que considero un tanto drastica, El acto de pensar debe mantenerse diferenciado del lenguaje. Nosotros acuiiamos incesantemente nuevas palabras. Es de- cir que “buscamos” palabras para expresarnos. Esto significa que el acto de pensar sobrepasa, desborda a la palabra. Una cierta palabra se inventa porque el pensamiento la esti buscando, siente necesidad de ella. El hecho mismo de que el lenguaje se encuentre en constante desarrollo muestra el urgir de un pensamiento que apremia al len- guaje, que busca incesantemente plegar el lenguaje a sus fines y a la propia inventiva. Pero no por esto me parece aceptable la tercera tesis, segtin la cual el lenguaje seria sdlo un instrumento comunica- tivo. La distincién entre mondlogo y didlogo, entre pensar en silen- cio y pensar hablando, se refiere tinicamente a la materialidad del lenguaje, a su extrinseca formulacién fonética o grafica. El hecho de que “pensamos en silencio” no demuestra que se pueda pensar sin el auxilio de la palabra. En rigor, el pensamiento es soliloquio, es hablar consigo mismo. Andlogamente el logos es, en uno, onomato- logia (discurso sobre los nombres). Por otra parte, debe tenerse presente que pensar en silencio es un resultado ultimo, al que el hombre llega en la medida en que ha sido conformado para el didlogo, para la comunicacidn. Al nifio se le “en- sefia a pensar” hablando. Por lo tanto es la comunicacién, el lengua- je, el que forma en nosotros la capacidad de pensar. Es inverosimil que el resultado —el pensamiento— pueda ser radicalmente diferente que el adiestramiento. Si ensefiamos a pensar con palabras, seguiremos CIENCIA Y FILOSOFIA 31 pensando por medio de palabras. De hecho cada uno de nosotros piensa en su lengua materna (0 en todo caso en la mas habitual). Si el pensamiento no estuviese ligado intrinsecamente a la palabra, quizds pensariamos en esperanto o en aquella “lengua adanica” que tanto apasioné todavia a Leibniz. En suma, aprendemos a pensar en la medida en que aprendemos a hablar; y una vez adultos, ensefiamos a pensar siempre mediante palabras. En fin, pensamos para comunicar. El soliloquio es, en cuanto a su finalidad, una preparacién para el coloquio. No tiene sentido tratar de formular un pensamiento (suponiendo que ello fuera posible) ‘en términos no comunicables. El pensamiento que no llega a ser co- unicado es un pensamiento todavia confuso, que no puede comu- icarse simplemente porque no esta bien comprendido, porque atin es transparente ni siquiera para nosotros mismos. Si la tesis que disocia al pensamiento del lenguaje ha llegado a erecer crédito, ello se debe presumiblemente a que hemos sido in- cidos a error por ese pensamiento que lamamos intuitivo; esto por el caso de la intuicién. Cuando Arquimedes exclama “lo contré”; cuando una especie de iluminacién stibita viene a resolver un golpe nuestra perplejidad cognoscitiva, nos parece que el pen- amiento procedié liberado de toda traba; es decir, parece que hubié- mos experimentado un pensamiento “puro”, un pensamiento in- itivo que no es el pensar discursivo. Pero debemos estar alertas para confundir el acto del pensar reducido a un punto, ¢s decir un to instanténeo” separado por abstraccién de su contexto comple- , con la actuacién del pensar. Es muy dificil establecer si el relam- intuitivo, la iluminacién instantinea, tenfa o no su autosufi- cia extralingiifstica. Precisamente por su propia instantaneidad, la se vuelve como tal inalcanzable. A mi juicio, el caso de la intuicién ha sido sobrevalorado. En un imer aspecto, se podria observar que la intuicién se diferencia del sar discursivo simplemente porque es un acto inicial arbitrario, comienzo de la cadena argumental en el cual una persona decide: ienzo el discurso desde aqui. En un segundo sentido, también se le observar que la diferencia entre el pensar intuitivo y el pen- discursivo es una diferencia de las fases del proceso mental: en intuicién se condensa y se reduce a un punto en forma de enten- fento conclusivo, un largo trabajo de incubacién que en cierto lento desemboca en una solucién. La intuicién es el momento que resolvemos un enigma. Si la intuicién parece poseer cualida- 32 PREMISAS des excepcionales es porque denota el instante feliz, privilegiado, en el cual la angustia de un largo proceso indagatorio encuentra su reso- lucién. De todos modos, también la intuicién se desarrolla y articula en un discurso; y si este discurso se denomina intuitivo es porque no se ajusta a los criterios de prueba requeridos por el discurso demos- trativo. Debe hacerse la excepcién de que hay casos limite en los que la intuicién no viene acompafiada de ningun desarrollo discursi- yo; por ejemplo, el éxtasis mistico. Mi duda aqui reside en si el éxta- sis mistico puede Iamarse pensamiento 9 mas bien aniquilacién del pensamiento, El éxtasis se presenta como una altisima carga emocio- nal que reabsorbe en si, integramente, toda la espiritualidad. Pero por ello el éxtasis no es un comprender sino un “‘sentir’’: un sentir lo inexpresable y lo ininteligible. Un sentir no traducible en términos cognoscitivos. El acto puro del pensar asume valor y significado uni- camente en la actuacidén del pensar. No nos sirye de mada hacer del pensamiento una hipdstasis, representada fuera de su contenido; por- que el iinico pensamiento en torno al cual nos es posible pensar, in- viste los productos de este pensar. Estamos de acuerdo en que el acto puro del pensar trasciende idealmente al lenguaje; pero un pensar concebido de este modo no nos hace pensar en nada. El acto del pensar, pues, se puede considerar abstractamente como un prius del lenguaje; pero no asi la actuacién del, pensar. Pensar es pensar en algo, de algo, a propdsito de algo. Es por lo tanto pensa- miento discursivo, pensamiento que tiene por sustancia el lenguaje; no podemos pensar sin palabras, y la légica es a un tiempo onoma- tologia. El condicionamiento lingiiistico del pensamiento Ya nos hemos referido a “la necesidad de palabras” que tiene el pensamiento. Si una realidad no tiene nombre, ella no es pensable porque no queda identificada. Por lo tanto, una realidad no denomi- nada no existe; no existe mentalmente, se entiende. Pero dado que vivimos una vida mental, esto equivale a decir que para nosotros no existe efectivamente. Mas no es en este sentido que hablo del con- dicionamiento lingiiistico del pensamiento. Quiero decir algo més; no sélo que el pensamiento tiene “hambre de palabras” sino que, viceversa, las palabras, con su fuerza alusiva semdntica, estampan su sello en el pensar. Cada nombre no convoca a toda la realidad de su referente (no CIENCIA Y FILOSOFIA 33 ‘es phusei on), sino sdlo un aspecto particular del. mismo. La deno- ‘minacién de las cosas responde a ciertos fines e intereses, y por ello decide cémo ha de fijarse nuestra atencién. Wilhelm von Humboldt uerda un ejemplo muy simple y a la vez elocuente del hecho de ue un cierto nombre nos “lleva a ver” esto y no aquello, de un modo no de otro, El término griego arcaico para designar la luna era én, mientras que el término latino era luna. Mén viene de una raiz imoldgica que quiere decir “‘contar”, y por esto, al decir mén, los ‘iegos miraban a la luna poniendo en evidencia su funcién medi- a. Y_ esto se aplica también a otras poblaciones primitivas. Mien- cierto lenguaje posee sdlo un sistema numérico embrionario, se ira a la luna para contar el tiempo, como a un punto de referencia olégico: han pasado siete lunas, tendré lugar entre dos unas. Los os, en cambio, cuando decian luna sélo ponian en evidencia su én. iluminadora( lux, lucére). La luna, de este modo, era in- ‘pretada segun. otra de sus funciones: en cuanto sirve para poder en la noche; Ja luna vista como pdlido sustituto del sol. Una vez se establecié un’ calendario con Ja “periodicidad recurrente” de fases lunares, que tanto atraia Ja atencién, de los griegos primi- ya no hubo més interés en ello. De tal modo, cuando decimos en griego Ja luna se Iamaba mén, establecemos tan sdlo una ¢o- pondencia de objeto. Mén y luna “denotan” el mismo. objeto, no lo “‘connotan” del mismo modo. Por lo tanto, una cierta de- inacién. preestablece el modo de interpretar la cosa. . i _pasamos de este ejemplo elemental a confrontar los universos iifsticos en su complejidad, encontramos que faltan con frecuen- las correspondencias del objeto. El vocabulario de cada lengua ta a la realidad en infinitas rebanadas (tantas cuantos sean los inos denotativos, los términos que tienen un referente observa- ; y estas rebanadas no siempre se corresponden entre si, al me- en su extensién, en las lenguas de origen diferente. Para denotar mismo conjunto, tal lengua recortard tajadas anchas y largas, tras que otra lo hard en tiras pequefiisimas. Parece ser que los poseen no menos de 6 mil términos para caracterizar los casi itos detalles del camello; y esto porque el camello vive en sim- is con el habitante del desierto. En cambio a nosotros nos basta concepto general y “abstracto” de camello. 4 decir que cada palabra —y con mayor razén cada Jenguaje— ispone al pensamiento para un cierto tipo de explicacién: el me- lingiifstico incluye de por si un modo de ver y un modo de expli- 34 PREMISAS: car. Cuando el pensamiento ha encontrado la palabra, queda “‘sig- nado” por esa palabra; la palabra es como el molde en el que se debe acomodar el pensamiento. Por lo tanto, cuando digo condicionamien- to lingiifstico entiendo que un peso seméntico} esta preconstruyendo al pensamiento y le sirve de anteojeras interpretativas, Asi, las diferencias entre las civilizaciones son también un ‘hecho lin- giifstico. Si nos remontamos a las respectivas plataformas semanticas y sintacticas de toda civilizacién (por ejemplo, el chino es una len- gua “aislante”, sin estructura gramatical), no es dificil darse cuenta por qué sus “concepciones del mundo’’ o visiones de la vida son tan profundamente diferentes, por qué un mismo. ((presumiblemente) mundo “objetivo” se traduce en mundos “subjetivos’ infinitamente diversos. Un universo lingiifstico, por su fuerza de inercia semanti- ca, es de por si indicativo del modo de pensar de un pueblo y de una civilizacién. Debido a ello no nos entendemos entre civilizacién y ci- vilizacién (podriamos decir, en grueso, entre Oriente y Occidente), no existe una verdadera comunicacién; porque las respectivas matri- ces lingiifsticas implican diferentes légicas, médulos mentales no equi- valentes, un modo disimil de interpretar y de reaccionar ante los mismos acontecimientos. Por eso no es sorprendente que el pensa- miento ldgico-cientifico sea una caracteristica de la civilizacion occi- dental y no de otra civilizacién, aunque fuera mds antigua o quizds mas refinada y compleja; el estudio de sus respectivas estructuras lin- giiisticas bastaria para darnos una explicacién exhaustiva del porqué. IL2. Ex stenrricapo Establecida en términos generales la relacién entre lenguaje y pen- samiento, volvamos a los diferentes usos lingitisticos (corrientes y especiales). Hasta ahora hemos hablado del lenguaje entendiendo por tal un conjunto de signos (palabras) provistos de significados. Que- démonos ahora en el “significado”. Tomemos como ejemplo un tex- to en una lengua extranjera que no conocemos, pero cuya grafia sea similar a la nuestra. En tal caso, podriamos leer y explicitar fonética- mente esos signos, pero ellos quedarian mudos; no comprenderiamos * Por seméntica se entiende el estudio del significado de los signos lingiiisticos. Sin embargo, mi énfasis esti puesto sobre el peso semantico, es decir sobre el peso signi- ficante de los signos. CIENCIA Y FILOSOFIA 35 su significado. Viceversa, conocer una lengua quiere decir: compren- "der el significado. Pero qué es el significado? Lo que equivale a pre- guntar, gen qué consiste la inteligibilidad de las palabras? Las pala- bras son, en primer término, signos vicarios, representativos de otra cosa: estdn en lugar de; en lugar de algo diferente a ellos mismos. fal, en términos generalisimos, el significado de lo que lamamos significado. ¢En lugar de qué estén? Vale decir —y es lo mismo—, qué “significan’? Una respuesta puede ser esta, aunque dema- siado general: las palabras significan porque evocan o denotan de guna manera una imagen. Las palabras son “simbolos lingiiisticos e estan en lugar de un simbolizado y, mas concretamente, en lugar las imagenes que le reclamamos a nuestra mente cuando lo pro- junciamos 0 pensamos. Con esto no quiero decir que todas las palabras tengan como co- pondiente una imagen. Digo solamente que un discurso se hace teligible porque se presenta en términos lingiifsticos que evocan igenes. Viceversa, un lenguaje no es significante (por ejemplo, un lenguaje totalmente “formalizado”, como el de la matemati- ) cuando sus proposiciones no contienen ningun término posible desarrollarse en alguna imagen. Con las matemiticas podemos plir infinitas operaciones deductivas; pero esas operaciones que- in mudas a los’ efectos significantes. Las operaciones matemiticas, efecto, son operaciones de calculo, sirven para contar, medir. y sformar; pero no sirven, tomadas en si mismas, para comprender. Pero aqui no interesa la pregunta general: qué es el significado? las preguntas demasiado genéricas deben darse respuestas no me- genéricas. Por lo tanto, comencemos a ser un poco més precisos, distinguir. Barts afirmé que nosotros conocemos segin tres modalidades: per- tivamente, por concepto o por imagenes. Esto es, de un modo que rfamos Iamar ocular, visual; o bien intelectualmente, por con- tos; o si no, también, por via imaginativa. Pero hacer del “conoci- jento por imagenes ” una subespecie, puede inducir a equivoco. En sentido lato, conocemos en todos los casos por imagenes. Entonces elvo a formular esta distribucién tripartita del siguiente modo: ‘ocemos segtin imdgenes percibidas, segtin imdgenes concebidas 0 funcién de imdgenes fantdsticas. En otras palabras; Jas palabras een un significado eminentemente perceptivo, o eminentemente leativo, o bien tipicamente alusivo. Lo que alimenta nuestra com- sién en un percibido, o bien un concebido, o bien un fantastica- 36 PREMISAS do. Se infiere de aqui que un uso lingiiistico que adopta con prefe- rencia palabras en su significado “‘perceptivo”, dard lugar a un saber de tipo descriptivo, dirigido principalmente a explicar observando; que un lenguaje que emplea con preferencia las palabras en su sig- nificado “ideativo”, producira en cambio un saber de tipo especula- tivo; y que un lenguaje que se apoya en “imagenes alusivas”, con- duce a un entendimiento diferente de los otros dos. Establecido y precisado este punto, podemos plantear nuestro pro- blema. Preguntamos, gqué significan las palabras en su uso empirico? Y correlativamente, gqué significan en su uso especulativo? Vale de- cir, ¢qué tipo de significacién se utiliza y se exige en el conocimiento empfrico? ¢Qué tipo de significacién se usa, en cambio, en el contexto del conocimiento filoséfico? Respondiendo a estas preguntas, podre- mos encontrar el criterio metodolégico de demarcacién entre la cien- cia empirica de la politica por un lado, y la filosofia politica por el otro. 11.3. Et conocimiento EMPixico Comencemos por precisar el significado del término empiria. Desde el punto de vista etimoldgico, el conocer empirico, 0 empiria, quie- re decir pasar a. través, esto es, hacer una experiencia tangible, tac- til, directa de algo. De modo que un conocimiento empirico puede definirse en general como el conocimiento que se afinca en la expe- riencia, que refleja y recoge su material de la experiencia. Atencién, digo “experiencia” y no “experimento”. Es verdad que el experimen- to es hijo de la experiencia (es una técnica de control y de reproduc- cién de experiencias); pero la especializacién cada vez mayor del saber cientifico nos Ileva hoy a diferenciar netamente el saber empiri- co del saber experimental, las ciencias empiricas de las. del. experi- mento y el laboratorio. En este contexto, a nosotros nos interesan las primeras, ya que la ciencia politica, sociologia, la psicologia social, la economia, son conocimientos empiricos, no ciencias experimenta- les. Establecida esta premisa, vayamos a la pregunta: cual es el fin del conocimiento empirico? Respondo: describir, comprender en tér- minos de observacién. El conocimiento empirico tiene que responder la pregunta: gcdmo? :;Cémo es lo real, cémo es el hecho? En el do- empirico, nuestra finalidad es comprobar cémo son las cosas Megar a comprender describiendo. conseguir un saber “descriptivo”? Es obvio que debemos CIENCIA Y FILOSOFIA 37 valernos de un lenguaje que emplee preferentemente palabras que tengan un significado “perceptivo”, palabras “de observacién”. Lo que se puede decir también de esta manera, empleando la termino- logia de Croce: en el campo de lo empirico, las palabras significan 0 representan (se entiende que ésta es la generalizacién de una tendencia). Dado que el lenguaje tiene una finalidad descriptiva, las palabras estan en lugar de lo que representan. Viceversa, cuando las palabras estan en lugar de las representaciones, lo que obtendremos serd un conocimiento descriptivo. El uso empirico es un uso tipica- mente “representacional” del lenguaje. Por lo tanto, el conocer em- pirico es un conocer perceptivo, de observacién, ligado a imagenes perceptivas y que se vale de ellas. Es éste un tipo de conocimiento “que se basa en los hechos” y por lo tanto fundado en el perceptum. Pero no debemos tomar literalmente este concepto de percepcién, y por lo tanto de imagen perceptiva, visual, ocular. La de esta manera jamada percepcién es un producto altamente elaborado del pen- miento, _ Esto es, no debemos creer que esta percepcién sea una especie de ién inmediata del intellectus con la res. Por el contrario, el per- sptum surge en general de un control y de una inspeccién que se pera sobre el conceptum. Primero ‘‘concebimos” un simbolo lingiifs- ico; después, eventualmente, lo pasamos por el filtro de un redi- ensionamiento de observacién. El conocimiento empirico no es el mocimiento mds inmediato, sino en todo caso el mds mediato,? De esta primera adyertencia deriva una segunda: no caigamos en ingenuidad de creer que el conocimiento’ empirico es concreto estar en contacto con las cosas, por su inmediatez con las cosas como son en si y por si. Ingenuidad que se prolonga en la erré- ea inferencia de que todo conocimiento no empirico es, por eso jismo, abstracto. En el lenguaje comin empleamos la calificacién “concreto” y de “abstracto” simplemente para decir que una cosa os interesa y otra no. En rigor, el saber més abstracto es hoy, por erto, la fisica. Lo que se trae a colacién para decir que el discurso bre los “niveles de abstraccién” (véase § III.4) es otro; y sobre todo ra hacer notar que en todo tipo de saber, se necesitan términos y mnceptos abstractos. * El cardcter de observacién del lenguaje es un desarrollo que viene con la investi- in y con las definiciones operativas. Véase infra Tercera Parte, § VIIT.2. 38 PREMISAS 11.4. Et CONOCIMIENTO EsPECULATIVO La pregunta que preside la investigacién filoséfica no es “gcémo?”, sino “gpor qué?’ El conocimiento especulativo tiene un fin que no puede satisfacerse con una respuesta descriptiva. La filosofia busca Ja “razén de ser” ultima de las cosas, atiende a su “esencia” y no a su “apariencia”, procura una explicacién y legitimacién conclusiva del mundo. La descripcién fenoménica de cémo se aparecen las co- sas, es para el filésofo, con mucho, un dato a quo. Vale decir: el conocimiento filoséfico no es un conocimiento empirico, sino lite- ralmente un conocimiento metafisico, que va mas alld de los hechos o de los datos fisicos (metd-ta-phisikd), 0 sea que es un conocimien- to que trasciende la empiria. Esto significa que el lenguaje no se aplica a una finalidad descriptiva, y en consecuencia que las palabras no estén en lugar de lo que representan: no denotan un perceptum, sino que connotan ‘un concepltum. La asercién est’ tomada cum grano salis. Describe tan sélo una tendencia y debe atenuarsela de este modo: en un conocimiento metaempirico, las palabras no tienen sélo o primariamente un uso representativo. En otros términos, las palabras, en filosofia, son leves en su contenido denotativo, pero en cambio cargadas de connotaciones. En filosofia, pues, el lenguaje no tiene finalidad descriptiva. ¢Cudl s, entonces, el uso especulativo del lenguaje? Es un uso ultrarrepre- sensativo y omnirrepresentativo, para emplear la terminologia de Croce, que me parece feliz a estos efectos. Las palabras, aqui, signi- fican mucho més de lo que representan, y su significado no resulta agotado por ningiin conjunto de representaciones. Son “‘ultrarrepre- sentativas” porque estan mds alld de cualquier representacién y “om- nirrepresentativas” porque retinen en s{ todas las representaciones posibles. En filosofia se podria decir que forzamos las palabras, si existe el “esfuerzo del concepto”, como decia Hegel con imagen pintoresca. Vale decir que tratamos de expresar mds de cuanto el instrumento lingiifstico parece admitir, En la critica estética se dice a menudo que el artista ha “transfigurado” la realidad. Andlogamen- te ocurre en filosofia. También aqui las palabras son transfiguradas; pero en una direccién diferente, en sentido légico-conceptual y en razé6n de un marcadisimo enrarecimiento hacia la abstraccién. Este uso lingiifstico responde a la finalidad del conocimiento especula- tivo: si es ultraempfrico o metaempfrico, se deduce que tampoco las palabras tienen ya una referencia empirico-representativa. Dado que CIENCIA Y FILOSOFIA 39 el objeto del filésofo no es el mundus sensibilis, sino un mundus inteligibilis, no se trata para él de percibir, sino de concebir. He aqui por qué la filosofia es dificil. En primer lugar, porque es un, lenguaje especial, en el cual (como en cualquier otro lenguaje especial) tropezamos con vocablos que no conociamos. En segundo lugar, porque también los vocablos conocidos aparecen transfigura- dos. Por lo tanto no puede asombrar que un lector inexperto no entienda nada cuando lee un texto de filosoffa, o bien que, hacién- dose la ilusién de que entiende, se emborrache con él (por ejemplo, la Dialéctica negativa de Adorno es un monumento de indescifrable oscuridad que por eso mismo puede gratificar el ego de quien cree descifrarlo). De modo que el lector inexperto recoger4 de la lectu- ra de textos filoséficos la impresién de que los fildsofos se dedican a cir tonterias. ¢Las dicen realmente, o se las hacemos decir nos- ‘08, por malentenderlos? Antes de juzgar, hay que darse cuenta del he- 0 de que la filosofia expresa el extremo esfuerzo cognoscitivo del mbre: el que procura satisfacer nuestra “necesidad metafisica” omo decia Dilthey) de responder al “por qué ultimo” de lo real. filosofia, cuando es tal, es expresién de la mds exasperada ten- n heuristica de que sea capaz el intelecto humano. 11.5. CIENCIA Y FILOSOFiA COMO NIVELES DE VERDAD El esquema pitulemos esquematicamente las distinciones que hemos venido iendo: 1) matriz: es el lenguaje materno, el que se expresa en la nversacién corriente, comin, “civil” (como decia Locke). En un guaje promiscuamente légico-emotivo, a la vez que indiferenciado, por supuesto acritico; 2) division de fondo: es la distincién entre dimensién emotiva y la dimensidn légica del lenguaje; 3) distin- m dentro del lenguaje Iégico: es la diferencia entre el conoci- iento cientifico-empirico y el conocimiento especulativo-filoséfico. Al analizar esta ultima distincién, hemos venido observando que, n el dominio de lo empirico, el lenguaje tiene un uso representati- , mientras que en el campo metaempirico tiene un uso ultrarre- sentativo. Es una diferencia que sugiere una disposicién estrati- ifica, esto es, ver a la ciencia y a la filosofia como dos planos 9 les de verdad superpuestos. Es una perspectiva que explica, entre 40 PREMISAS otras cosas, cémo es que la ciencia y la filosofia pueden coincidir ratione materiae, sin colidir o entrar en conflicto por. esto. Adopte- mos, pues, esta proyeccién estratigrafica, tomando como punto de apoyo el conocimiento empirico. De ello resulta el, siguiente esque- ma: a) nivel empirico de la verdad, en el cual tenemos el uso repre- sentativo del lenguaje. Lo adopto como punto de referencia. Abar- ca, grosso modo, la esfera de lo observable ictu oculi, a través de lo visual; b) nivel subempirico de verdad, en el cual se recurre.a la matematica 0 en todo caso se abandona el lenguaje natural. En este nivel, lo observable es algo que transcurre en el experimento de la- boratorio; c) nivel supraempirico de la. verdad, en el cual se tiene el uso ultrarrepresentativo del lenguaje. Este nivel incluye la, esfera de lo inteligible, no sujeta a las contradicciones de los hechos. En este campo, las ciencias experimentales, exactas y. fisico-mate- maticas no nos competen. Pero convenia mencionar también. este nivel infraempirico del. conocimiento, aunque mds no. fuese para descalificar la creencia de que las ciencias son tales. porque versan sobre cosas que se ven y se tocan. El conocimiento del hombre se despliega, pues, en. tres. direccio- nes, 0 en tres dimensiones caracteristicas: 0 bien permaneciendo en el ambito de lo visible, es decir de lo describible (nivel empirico de verdad); 0 traspasdndolo hacia abajo; 0 traspasdndolo hacia arriba. Se ve de este modo cémo se desprende del minimo comin denomina- dor del lenguaje materno, toda una serie de usos lingiifsticos espe- ciales, y por lo tanto cémo el hombre configura distintos tipos de saber usando aproximadamente un vocabulario inicial comin. Tra- temos de completar este esquema arquitecténico elemental con. algu- nas dilucidaciones integradoras. Clarificaciones Ante todo, gpor qué digo planos o niveles de verdad? Verdad es una palabra demasiado amplia y comprometedora. Tommaso. definia la verdad como una “adecuacién del intelecto a la cosa”. Sin embargo, no sabemos qué pueda ser esa “cosa” que esté fuera del. intelecto: siempre la encontramos infusa y transfundida con el intellectus. Contentémonos entonces con definir la verdad a la manera de una ética profesional, esto es, como la finalidad de nuestras, exigencias cognoscitivas. En definitiva, buscar la verdad es buscar un conoci- CIENCIA Y FILOSOFIA 4 miento correcto, con método, con coherencia, con inteligencia, con paciencia, con seriedad, con escriipulo. Todo estudioso busca la ver- dad; por sus caminos, con sus técnicas y en el plano de sus propios intereses cognoscitivos. Y si es asi, entonces “verdad” no es un titu- lo que corresponda legitimamente a una sola: disciplina. Es por ello que digo niveles de verdad; porque el conocimiento empirico es, en cuanto empirico, tan “verdadero” como lo: es, en su plano o nivel, el conocimiento especulativo. Y por ello hablo de planos o niveles de verdad’ tratando de abreviar la estéril pero encarnizada polémica que desde hace tiempo enfrenta a cientificos y filésofos y los tiene en pie de guerra a unos con otros. Abreviar en el sentido de que la relacién entre la filosofia y la ciencia ya no puede verse como gustan formularla los filésofos; es decir, como una relacién entre un conocimiento superior y un cono- cimiento inferior, entre un saber cierto y un saber opinable, entre una verdad suprema y una verdad contingente, entre un conocimien- to absoluto’ y un conocimiento: relativo; cuando no, abiertamente, © una antitesis entre conocimicnto y seudoconocimiento. Tam- Concluyo reclamando una diferenciacién que sirve también para desdramatizar el problema: Ja diferencia entre el contexto del des- cubrimiento y el contexto de la validacién. Cuando se define la cien- cia, lo que suele definirse es la “ciencia normal” en su proceder co- tidiano. Lo que parece justo, porque no hay ninguna receta prefabri- cada para el “descubrimiento”. Pero ello no nos autoriza a olvidar * La discusién sobre la disponibilidad de la ciencia vuelve a ocupamos en la Ter- cera Parte, § VIIL4. CIENCIA Y FILOSOFIA 55 que la ciencia avanza descubriendo. Como? Responde rdpidamen- te: alla brava, de modo misterioso. Con lo que entiendo que en la gran caldera magmatica del “‘contexto del descubrimiento”, hay también “valores” de lo cientifico. Digo mds: con toda probabilidad, en el descubrimiento que persigue el hombre de ciencia, se ve estimulado también por sus valores. Asi pues, no es sdlo que haya valores; im- porta que los haya. Se deduce de ello que el problema no reside en los valores como premisa. El problema de una ciencia que no sea “ciencia comprometida”, que no sea ciencia valoradora, se plantea en el contexto de la valoracién: cuando se trata de “controlar” la verdad de las hipétesis y de los enunciados cientificos. Una ciencia que no verifica, o que no falsifica neutralmente, no verifica ni falsi- fica; no es ciencia, sino un engafio. Resumo, la Wertfreiheit no es criterio institutivo de “ciencia” en el sentido siguiente: que no basta que sea valorativa para pasar del lenguaje corriente a un saber cognoscitivo. Pero quien transmuta “neutralidad” en “valoratividad’ se equivoca dos veces y multiplica el error. Si la ‘neutralidad no es suficiente para hacer la “ciencia’, el valorar erigido en criterio destruye a la ciencia con toda seguridad. La politica, Légica y método en las ciencias sociales forma parte de la importante labor de Giovanni Sartori como catedrético e investigador. La exposicién, rigurosa y puntual, se inicia con una definicién del “instrumento lingUtstico” que tiene como fin delimitar el lenguaje “especial”, cognoscitivo y critico, que emplean los fildsofos y los cientfficos Y los problemas que se derivan de su convivencia con el uso comdn del lenguaje. Sartori analiza el “estatus cientifico” de las ciencias sociales, su método de conocimiento y la posibilidad de plantear hipétesis que puedan ser demostradas, controladas y aplicadas, Por otro lado, a partir de considerar a la ciencia y a la politica como variables sujetas a cambios en diferentes épocas y a diversas velocidades, el autor identifica los “encuentros significativos” entre ambas, desde la Antigiedad (Platén y Arist6teles) hasta la sociedad posindustrial, en un amplio y esclarecedor tecorrido por la tradicién occidental. Entre la ciencia politica clésica, hoy considerada “precientifica”, y la ciencia politica actual, “cientifizada”, ocupada de microproblemas y centrada en el microandlisis, Sartori propone volver al macroandlisis y afirma la importancia de la polftica comparada como el émbito donde la ciencia politica puede reencontrar su fecundidad tedrica. MM 9!'789681 521

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