Sei sulla pagina 1di 2

“No penséis que he venido a abrogar la ley o

los profetas; no he venido a abrogar, sino para


cumplir.” Mateo 5.17
Una de las principales acusaciones que recibió el Señor Jesucristo fue la de no
cumplir la santa ley de Dios. Le acusaban de no guardar el sábado como día de Señor, de
no lavarse las manos antes de comer, y de caminar con publicanos y pecadores. Muchos
pensaban que el propósito de Jesús era el de comenzar una secta nueva que rompía con
las tradiciones antiguas de la religión judía. Es de notar que esta acusación también fue
hecha en contra de los apóstoles y de la iglesia primitiva. A su vez, en las
bienaventuranzas, las características de un hombre favorecido por Dios son bien distintas
de aquellas que se pensaban en la época. Se tenía la idea de que el hombre
bienaventurado era aquel que poseía muchos bienes materiales y que era capaz de
cumplir perfectamente cada particularidad de la ley de Dios. Por estas dos razones
Jesucristo trata del tema que comenzaremos a meditar en esta sección. ¿Comenzaba Jesús
una nueva secta? ¿En Cristo Jesús la ley del Antiguo Testamento pierde toda su
relevancia? Estas y otras preguntas nos harán pensar en las siguientes líneas de este
artículo, y posiblemente de algunos más.
Para comenzar adecuadamente la meditación de este tema, debemos tratar de la
naturaleza y propósito de la Ley. Por Ley nos referimos a la totalidad del Antiguo
Testamento, y más precisamente a los cinco primeros libros del mismo. ¿Cuál es el
propósito de la Ley? ¿Por qué nos fue dada de parte de Dios? En primer lugar podemos
decir que la Ley refleja la santidad moral de Dios. Dios es Santo, y una de las
características de su santidad es la perfección moral, la cual se refleja en la ley. Debemos
destacar que no es el todo de Su santidad, pero es parte importante de la misma. En
segundo lugar, la ley da a conocer la buen, perfecta y agradable voluntad de Dios para el
hombre. Obedecer la ley de Dios es andar en conformidad con el propio Dios. Podemos
decir que la Ley de Dios da a conocer el estilo de vida que conlleva paz, felicidad, y
verdadera realización para el ser humano. Esto tanto en su aspecto negativo (las
prohibiciones), como en el aspecto positivo (las ordenanzas). En tercer lugar, dando
relevancia al mismo, la Ley de Dios fue dada al hombre para revelar (traer a luz, dar a
conocer) el pecado (ver Romanos 3.20). Esto con el propósito de llevar al ser humano al
reconocimiento de su necesidad de un Redentor. Por eso el apóstol Pablo dice a los
gálatas que “la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos
justificados por la fe”.
Terminemos este artículo meditando un poco en este tercer propósito de la Ley.
¿Cómo la ley da a conocer el pecado? Es curioso cómo la ley hace esta ardua tarea. En
primer lugar, existe cierto antagonismo incongruente en contra de la ley en el corazón
humano. Por un lado aceptamos que la ley es esencialmente buena para la vida del
hombre. Por otro, aborrecemos la ley y deseamos aquello que sabemos que es para
nuestro propio mal. Esto es el pecado. En segundo lugar, cuando la conciencia del
hombre esta tan cauterizada por el propio pecado, es necesario que la Ley traiga luz
respecto al mismo al corazón humano. Nadie puede negar que la ley de Dios es
corroborada por la conciencia del hombre, cuando la misma está en su sana condición. En
tercer lugar, el pecado muestra su verdadera cara mediante la ley, ya que mediante lo
bueno se manifiesta como siendo sobremanera malo (pecaminoso). El pecado destruye al
hombre partiendo de aquello que es para su propio bien. Continuaremos en el próximo
boletín.

Potrebbero piacerti anche