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DE GIOVANNI BOCCACCIO
JORNADA SPTIMA
NOVELA SEGUNDA
Peronella mete a su amante en una tinaja al volver su marido a casa; la cual
habindola vendido el marido, ella le dice que la ha vendido ella a uno que
est dentro mirando a ver si le parece bien entera; el cual, saliendo fuera,
hace que el marido la raspe y luego se la lleve a su casa.
Entiende bien, marido mo, que si quisiera obrar mal, bien encontrara con
quin, que los hay bien peripuestos que me aman y me requieren y me han
mandado propuestas de mucho dinero, o si quiero ropas o joyas, y nunca me
lo sufri el corazn, porque soy hija de mi madre; y t te me vuelves a casa
cuando tenas que estar trabajando!
Dijo el marido:
-Bah, mujer!, no te molestes, por Dios; debes creer que te conozco y s quin
eres, y hasta esta maana me he dado cuenta de ello. Es verdad que me fui a
trabajar, pero se ve que no lo sabes, como yo no lo saba; hoy es el da de San
Caleone y no se trabaja, y por eso me he vuelto a esta hora a casa; pero no he
dejado de buscar y encontrar el modo de que hoy tengamos pan para un mes,
que he vendido a este que ves aqu conmigo la tinaja, que sabes que ya hace
tiempo nos est estorbando en casa: y me da cinco liriados !
Dijo entonces Peronella:
-Y todo esto es ocasin de mi dolor: t que eres un hombre y vas por ah y
debas saber las cosas del mundo has vendido una tinaja en cinco liriados que
yo, pobre mujer, no habas apenas salido de casa cuando, viendo lo que
estorbaba, la he vendido en siete a un buen hombre que, al volver t, se meti
dentro para ver si estaba bien slida.
Cuando el marido oy esto se puso ms que contento, y dijo al que haba
venido con l para ello: -Buen hombre, vete con Dios, que ya oyes que mi
mujer la ha vendido en siete cuando t no me dabas ms que cinco.
El buen hombre dijo:
-Sea en buena hora!
Y se fue.
Y Peronella dijo al marido:
-Ven aqu, ya ests aqu, y vigila con l nuestros asuntos! Giannello, que
estaba con las orejas tiesas para ver si de algo tena que temer o protegerse,
odas las explicaciones de Peronella, prestamente sali de la tinaja; y como si
nada hubiera odo de la vuelta del marido, comenz a decir: