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| Be AY EY wem si Cirer) Apologia para la historia OMAR aA LN ORT Edicién anotada por Etienne Bloch ‘Traduccién de MARC BLOCH Mania JIMENEZ y DANIELLE ZASLAVSKY Traduccién del Prefacio de Magia ANTONIA NetRa B, APOLOGIA PARA LA HISTORIA O EL OFICIO DE HISTORIADOR Edicisn anotada por ETIENNE BLOCH Prefacio de Jacques Le GorF FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO Primera edicign en francés, 1993 Primera edcion en espanol, 1996 Segunda edison entnct, 1987 Segunda edicion en espanol revisada, spe 3001 Se prohibe la reproduccin total o parcial de esta obra ~incluido el diseno tipografico y de portada—, sea cual fuere el medio, eectronico 0 mecanico, sin el consentimiento por escrito del editor. Titulo original Apologie pour histoire ou Métierdhistorion D-R.0 1983, 1997 Masson, Armand Colin Mascon & Armand Colin Eaiteurs Bibs, rue de "Universit, 5007 Paris ISBN 2200-01698 D.R.© 1996, lsttTu1© NACIONAL DE ANTRONOLOGIA F HISTORIA Cordoba, 45; 05700 México, DF D.R.© 1996, 2001, Fono0 oe CULTURA BcONOMICA Carretera Picacho“ Ajusco, 27; 14200 México, DF wwe comms ISBN 968-16-6030-7 (segunda edicién) ISBN 968-16-5215-8 (primera edicién) Impresa en México Esta obra esta dedicada a la Association Mare Bloch (creada en 1992-1993) que preside el sefior Emma. ‘uel Leroy-Ladurie, profesor del Colegio de Fran- cia, con la esperanza de que responda a uno de los objetivos de la asociacion: “favorecer la edicién y la difusién de las obras ya publicadas de Mare Bloch y las de sus obras atin inéditas” Enenve Brocn PREFACIO Jacques Le Gorr Debe causamos alegria la publicacién de esta nueva edicién de la obra péstuma e inconclusa de Marc Bloch, Apologia para la historia ‘el oficio de historiador, anotada por su hijo mayor, Etienne Bloch. Es sabido que el gran historiador, cofundador, en 1929, de la re- vista Annales (titulada por entonces Annales d'histoire économique et sociale y hoy Annales, Economies, Socités, Civilisations), que, por set judio, habia debido ocultarse durante el régimen de Vichy, entr6 fen 1943 en la red de francotiradores de la Resistencia en Lyon y fue fusilado por los alemanes el 16 de junio de 1944, cerca de esta ciudad. Fue una de las victimas de Klaus Barbie, Mare Bloch dejaba inconclusa, entre sus papeles, una obra de metodologia histérica compuesta al final de su vida y titulada Apologie pour l'histoire, subtitulada en el plan més antiguo O cémo ¥ por qué trabaja un historiador, y que finalmente fue publicada en 1949 por Lucien Febvre con el fitulo de Apologia para la historia o el oficio de historiador. No emprenderé aqui un estudio sistematico del texto compulsén- dolo contra la obra anterior de Marc Bloch, publicada o atin iné- dita en 1944. Sin embargo, seré importante ver si Apologia para la historia representa en esencia la encarnacién de la metodologia aplicada por Mare Bloch en su obra, o si seftala una nueva etapa de su reflexién y de sus proyectos. ‘Tampoco emprenderé el estudio, que exigirfa una investiga- ‘cin de gran aliento, de una comparaciGn entre ese texto y otros textos metodoldgicos de fines del siglo xix y la primera mitad del xx, en particular de la oposicién entre ese texto y la célebre Intro- duccién a los estudios histéricos, de Langlois y Seignobos (1901), que el propio Mare Bloch estableci6, como lo prueba la nota 1 de su manuscrito (véase la nota en la p. 41), como contraste, pese al ho- menaje que rinde a esos dos historiadores que fueron sus ma 9 0 PREFACIO tros. Ello no tiene nada de sorprendente, pues los Annales, desde su creacién, se presentaron como el drgano de un combate contra la concepcién de la historia definida por Langlois y Seignobos. Esforzindome por ser el discipulo péstumo —ya que, por des- gracia, no pude conocer a Marc Bloch— de ese gran historiador cuya obra y cuyas ideas fueron para mi, y siguen siéndolo, las més importantes en mi formacién y mi practica de historiador, y habiendo tenido el honor de pasar a ser en 1969, gracias a Fer~ nand Braudel (gran heredero de Lucien Febvre y de Marc Bloch), codirector de los Annales, en las paginas que siguen trataré sim- plemente de expresar las reacciones actuales de un historiador que se sittia en la tradicién de Marc Bloch y de los Annales y que se esfuerza por practicar para con ellos la fidelidad definida por este tiltimo, indicando en la nota antes evocada que la fidelidad no excluye la critica. Me propongo decir lo que significaba ese texto enel marco general de la historiografia, en particular de la histo- riografia francesa en 1944, y lo que sigue significando atin hoy. El titulo y el subtitulo Apologéa para la historia o cémo y por qué tra- baja un historiador expresan claramente las intenciones de Marc Bloch. La obra es, ante todo, una defensa de la historia. Esta de- fensa se ejerce contra los ataques explicitos que va evocando en la obra y en particular los de Paul Valéry, pero también contra la evolucién real o posible de un saber cientifico a cuyos margenes seria expulsada la historia, o incluso excluida. También puede creerse que Marc Bloch quiere defenderla contra los historiado- res que, a sus ojos, creen servirla y le hacen un flaco servicio. Por tiltimo, y creo yo que tal es uno de los puntos fuertes de la obra, intenta precisat las distancias de la obra ante los socidlogos 0 Jos economistas cuyo pensamiento le interesa, pero cuyos peligros para la disciplina hist6rica también ve. Tal sera el caso, como ve- remos, de Emile Durkheim o de Francois Simiand, El subtitulo definitivo, O el oficio de historiador, que remplaza de manera pertinente al primer subtitulo, subraya otra preocupacién de Marc Bloch: defini al historiador como hombre de oficio, inves- tigar sus practicas de trabajo y sus objetivos cientificos, como ve- remos, incluso mas alld de la ciencia. Lo que el titulo no dice pero si lo dice el texto es que Marc Bloch no se contenté con definir la historia y el oficio del historiador PREFACIO n sino que también quiso indicar lo que debe ser la historia y como debe trabajar el historiador. Antes de reanudar mi lectura del texto de Marc Bloch, deseo sub- rayar la extraordinaria capacidad del historiador para transfor- ‘mar su vivencia presente en reflexi6n hist6rica. Sabido es quie ese gran don se expresaré ante todo en la redaccién de L’Etrange Déaite, que probablemente fuera el estudio més perspicaz, hasta hoy, de las causas de los aspectos de la derrota francesa de 1940. Marc Bloch reflexioné sobre el acontecimiento “en caliente” y lo analiz6 précticamente fuera de todo archivo, sin toda la docu- ‘mentacidn que parece necesaria al historiador; y, sin embargo, ver- daderamente hizo obra de historiador y no de periodista; pues aun los mejores periodistas se mantienen “pegados” al aconteci- ‘miento. Ahora bien, desde junio de 1940, cuando se encuentra en la ciudad de Rennes ocupada, lejos de toda biblioteca, Marc Bloch aprovecha sus “ratos de ocio, llenos de las amenazas que le ha preparado un destino extrafio” para reflexionar, en un texto que, como lo escribis él, en las circunstancias en que lo labors, nece- sariamente toma el tono de un testamento, sobre el problema de la legitimidad de la historia y para esbozar algunas de las ideas claves de lo que serd la Apologia para la historia ‘Me explayaré un poco sobre la Introduccién de ese texto, pues ‘enuncia algunas de las ideas fundamentales de la obra proyectada. ‘Como punto de partida, Marc Bloch toma la pregunta de un hijo ‘su padre, zpara qué sirve la historia? Esta confidencia no sélo nos muestra a un hombre que es tanto padre de familia como servidor de su propia obra; nos introduce en el corazén mismo de una de sus convicciones: la obligacidn de la difusién y de la ensefianza de sus trabajos por el historiador. Nos dice que debe “saber hablar, enel mismo tono, a los doctos y alos alumnos” y subraya que "tal sencillez es el privilegio de unos cuantos elegidos”. Aunque s6lo fuera por esta afirmacién, la obra seguirfa siendo hoy —cuando Ja jerga técnica ha invadido demasiados libros de historia— de una actualidad palpitante. La expresién misma de “legitimidad de la historia” que desde los primeros renglones emplea Marc Bloch, muestra que el pro- blema epistemoldgico de la historia para él no es solamente un problema intelectual y cientifico, sino también un problema civico 2 PREFACIO y hasta moral. El historiador tiene sus responsabilidades, de las {que debe “rendir cuentas”. Marc Bloch coloca asf al historiador entre los artesanos que deben dar prueba de conciencia profesio- nal pero —y tal es una marca de su genio, al pensar de inmediato en la perdurabilidad histérica—, “el debate supera ampliamente los pequeftos escriipulos de una moral corporativa. Toda nuestra civilizaci6n occidental se interesa en él”. Vemos alli afirmadas, de un solo golpe, la civilizacién como objeto privilegiado del his- toriador y la disciplina hist6rica como testimonio y parte inte- grante de una civilizacién E, inmediatamente, en una perspectiva de historia comparativa, Marc Bloch sefiala que “a diferencia de otros tipos de cultura, la ivilizaci6n occidental siempre ha esperado mucho de su memo- tia”, y asi se introduce una pareja fundamental para el historiador ¥y para el amante de la historia: historia y memoria, memoria que es una de las principales materias primas de la historia, pero que no se identifica con ella. De inmediato se presenta la explicacién de tun fenémeno que no sélo se menciona. Esta atencién a la memo- ria es para el Occidente la herencia de la Antigiiedad y a la vez la herencia del cristianismo. Siguen algunos renglones resumidos por una férmula lapidaria cuya fecundidad acaso no haya sido atin completamente aprove- chada: “El cristianismo es una religin de historiadores”. Al res- ecto, Marc Bloch menciona dos fenémenos que, segiin él, se en- cuentran en el niicleo mismo de la historia: por una parte, la duracién, materia concreta del tiempo; por otra parte, la aventura, forma individual y colectiva de la vida de los hombres, arrastra- dos por sistemas que los superan y a la vez confrontados a un azar en el cual a menudo se expresa la movilidad de la historia. Marc Bloch también hablaré, mas adelantado el libro, de las “aventu- ras del cuerpo”. Si Mare Bloch supone, en seguida, que los franceses tienen me- nos interés por su historia que los alemanes por la suya, no estoy seguro de que tenga raz6n. Pero creo que encontramos alli la expresién de un sentimiento profundo de Marc Bloch para con los alemanes, sentimiento que viene tanto de la experiencia de su permanencia de estudiante en Alemania en 1907-1908, como de su experiencia de historiador. Hay en la historiografia alemana y en la propia historia alemana (no olvidemos que Marc Bloch es- PREFACIO B cribia durante la guerra) una orientacién peligrosa, debida a su pasado, debida a la historia. Ese juicio sobre las relaciones de los franceses con su historia también est marcado por la desazén de la derrota, y el pesimis- mo en el que vive Marc Bloch le lleva a hacer previsiones apoca- lipticas. Segiin 61, silos historiadores no se muestran vigilantes, la historia corre el riesgo de hundirse en el descrédito y desaparecer de nuestra civilizacién. Desde luego, se trata de la historia en tan- to que disciplina hist6rica, y Marc Bloch tiene conciencia de que, a diferencia de la historia, coextensiva ella misma con la vida hu- mana, la ciencia historia es un fendmeno que a su vez es hist6ri- co, sometido a condiciones hist6ricas. Legitimidad de la historia, pero también fragilidad de la historia, Y sin embargo, en cuanto Marc Bloch evocs este apocaliptico fin de la historia, su hicida mirada de historiador, alimentado por el optimismo fundamental de! hombre, propuso una vision més apacible y mas esperanzadora de los acontecimientos histéricos. “Nuestras tristes sociedades”, y la similitud con los Tristes trépi- cos de Claude Lévi-Strauss me parece notable, “se ponen a dudar de sf mismas” y se preguntan si el pasado no es culpable, ya sea que las haya engafiado, ya sea que no hayan sabido interrogarlo. Pero la explicacion de taies angustias es que esas “‘tristes so cieda- des” estan “en perpetua crisis de crecimiento”: allf donde otros historiadores habrian hablado de decaer y de decadencia, Marc Bloch, quien supo analizar tanto periodos de crisis como de muta- cidn y de crecimiento, vuelve a dar un sentido positivo y una es- peranza a esas sociedades y a los movimientos de la historia. ‘Vemos asi que la entrada en materia del libro es grave. Es un tema serio, abordado en una situacién dramatica. Sin embargo, Mare Bloch recupera y repite al punto una de las virtudes de la historia: “distrae”. Antes que el deseo de conocimiento, es estimu- lada por “el simple gusto”. Y tenemos alli rehabilitados, en un lugar ciertamente marginal y limitado, la curiosidad y la novela hist6- rica puesta al servicio de la historia: los lectores de Alejandro Du- mas no son, tal vez, mas que “historiadores en potencia”. Por consiguiente, para hacer buena historia, para ensefiarla, para ha- cerla amar, no hay que olvidar que al lado de sus “necesarias austeridades” la historia “tiene sus propios goces estéticos”. Asi- mismo, al lado del necesario rigor ligado a la erudicion y a la in- “ PREFACIO vestigacién de los mecanismos histéricos, hay la “voluptuosidad de aprender cosas singulares” y de alli brota ese consejo que igual- mente me parece muy oportuno atin hoy: “Cuidémonos de no retirarle a nuestra ciencia su parte de poesia”. ‘Comprendamos bien a Marc Bloch. No dice: la historia es un arte, la historia es literatura. Sf dice: la historia es una ciencia, pero una ciencia entre cuyas caracteristicas puede estar su fla~ queza pero también su virtud, que consiste en ser poética porque no se la puede reducir a abstracciones, a leyes, a estructuras. Intentando definir “la utilidad” de la historia, Marc Bloch en- ccuentra entonces el punto de vista de los “positivistas” (y, siem- pre interesado en distinguir a los historiadores matizados de los. historiadores sisteméticos, afiade “de estricta observancia”). Seria necesario un estudio profundo de ese término y de su ‘empleo por Marc Bloch y los historiadores de los Annales. Hoy suscita reticencias 0 incluso hostilidad, hasta de algunos historia~ dores abiertos al espiritu de los Annales. Aquf slo puedo esbozar las orientaciones de una investigacién y de una reflexién. Los historiadores “positivistas” a los que apunté Marc Bloch estén ‘marcados por la filosofia “positivista” de fines del siglo x1x, la es- cuela de Auguste Comte: era una filosofia atin dominante a través de matices a menudo profundos (pues, por ejemplo, Renouvier, muerto en 1903, x menudo calificado como “positivista”, es muy distinto de un simple discipulo de Comte) y que constituia el fon- do de la ideologia filoséfica en Francia por la época en que Marc Bloch era estudiante. Pero también elaboraron un pensamiento especifico en el dominio de la historia, y este pensamiento, el cual tenia el mérito —que no lo niega Marc Bloch— de tratar de dar fundamentos objetivos, “cientificos” al estudio histérico, al empo- brecer el historicismo alemdn de fines del siglo xtx, tuvo sobre todo el gran inconveniente de limitar la historia a “la estricta obser- vacién de los hechos, la falta de moralizacién y de ornamento, la pura verdad historica” (diagnéstico del estadunidense Adams, desde 1884) Lo que Marc Bloch no aceptaba de su maestro Charles Seigno- bos, principal representante de esos historiadores “positivistas”, era que comenzara el trabajo del historiador tan sélo con la reca- bacidn de los hechos, mientras que una fase anterior y esencial del historiador la conciencia de que el hecho hist6rico no PREFACIO 15 es un dato “positivo”, sino el producto de una construccién acti- va de su parte, para transformar la fuente en documento y luego constituir esos documentos y esos hechos hist6ricos en problema. Tal es el sentido del “positivismo” reprochado a esos historiado- res, positivismo que se tifie de utilitarismo cuando, en lugar de hacer historia total, reducen el trabajo hist6rico a lo que les parece que puede “servir a la accién”. ‘Marc Bloch defiende entonces, con energia, la especificidad, la aparente inutilidad de un esfuerzo intelectual desinteresado. En la disciplina histérica encuentra una tendencia propia del hom- bre en general: la historia es también, en ese sentido, una ciencia humana: “Seria infligir a la humanidad una extrafia mutilacién si se le negase el derecho de buscar, fuera de toda preocupacisn de bienestar, cémo sosegar su hambre intelectual”. Aparecen aqui dos palabras claves para comprender el tempe- ramento de historiador de Marc Bloch. “Mutilacién”: Marc Bloch rechaza una historia que mutilaria al hombre (la verdadera histo- ria se interesa en el hombre integro, con su cuerpo, su sensibili- dad, su mentalidad y no solamente sus ideas y sus actos) y que mutilaria a la historia misma, que es un esfuerzo total por captar al hombre en la sociedad y en el tiempo. “Hambre”: el término evoca ya la frase célebre inscrita desde el primer capitulo del bro: “El buen historiador se parece al ogro de la leyenda. Ahi donde olfatea carne humana, ahi sabe que esta su presa”. Marc Bloch es un hambriento, un hambriento de historia, un hambrien- to de hombres en la historia. EI historiador debe tener apetito. Es un devorador de hombres. Marc Bloch me hace pensar en aquel tedlogo parisiense de la segunda mitad del siglo xvu, el cual era devorador de libros, en los que buscaba la vida y la historia, Petrus ‘Comestor, Pierre el Devorador. ‘Aunque no sea “positivista”, la historia no deja de ser para Mare Bloch una ciencia, y uno de sus afanes més notables en este libro es el constante apelar a las ciencias matematicas, a las ciencias de la naturaleza, a las ciencias de la vida. No con objeto de tomar de ellas recetas para la historia. Mare Bloch recurria a la estadis- tica (de empleo limitado para un medievalista), y pertenecis al pe- riodo anterior a la historia cuantitativa. Mas para indicar la unidad del campo del saber, aun sila historia ya ha conquistado su auto- nomia como paradigma, “no sentimos ya la obligacién de tratar PREFACIO de imponer a todos los objetos del sabet modelo intelectual criforme, tomado de las ciencias de la naturaleza fisica”. Sin em pargo, una misma condicin identifica & las verdaderas ciencias: arb vicas ciencias auténticas son las que loBr° establecer entre Tecfenomenos unos nexos explicativos”, Por IanO, ta historia, para jocupar un lugar entre las clencias, debe proponer “en lugar ‘una’ simple enumeracién [..-], wna “sasificacién racional y una in teligibilidad progresiva”. Eo loch no le pide a la historia defini Jeyes falsas, que la imrusién incesante del azar hace imposibles Pero sélo la concibe ay esta penetrada por lo racional ¥ 10 inteligible, lo que vita su cientificidad no del lado de la naturaleza, de su objeto, sin jel tramite y del método del historiador WO historia debe volver a colocarse, por tanto, 60 0 situacién ddgble: “el punto” que, como “cada disciplina’ “omenténeamente fra aleanzado la curva de su desarrollo”, cuni! “siempre un poco irregular”, pues Marc Bloch recusa Uy ‘evolucionismo primario, Y iBNomento del pensamiento” general al Me Jos historiadores, caecada época “se apegan”, “Ia atmésfera mental” de una época, fo muy alejada en el fondo del Zeitgeist del “espiritu de la €po- ode todo un linaje de historiadores aleranet ‘Ponolen esta marcha hacia la inteligibilidad, Ia historia ocupa tun lugar original entre as disciplinas de! ‘saber humano. Como la mayorfa de las ciencias (pero 26n mds que ellas, pues el tiempo Tonga parte integrante de su objeto), e8 Une ciencia en marcha” Y para que siga siendo ciencia, Ia historia, més que ninguna otra, {Re avanzar, progresar; no lees posible detereree PY pintoriadar no puede permanecer sentado, 501 burécrata dela historia: debe ser un caminante,fiel 2 54 deber de explora- ‘én y de aventura. Pues una segunda caracteristica de la historia SY cual los historiadores no han meditado Jo bastante sobre ip leecidn de Marc Bloch, es que la historia también es una cien- aa esta infancia”. Durante largo tiempo no hizo ‘més que balbu- cia on una prehistoria que va de Herédato 2 dom Mabillon, del {que Marc Bloch diré més adelante que "4681, afio de la publica- ae del De re diplomatca (es) una gran fech [Jen la historia Cn na”, pues esta obra “funda definitivamer'® ta critica de los aan de archivos” Todavia debemos reflexion sobre esta juventud de la historia, que sélo se Volvera materia de ensefianza 16 PREFACIO wv en el siglo x0, sigh , siglo fundador dela is elarte literario ic. Lecein de humid rio y el saber cient 6 Ida pera e sericie ae wunes as ey de pec apenas evans viento del eer Eade el Freier eto hc eit Mil igunos historiadores, antes de , antes de Marc Bloch y todavi hse todavia en area ana ver ena tra ds gue "una eopeie de is "y ciertos especialistas ci +e veg en ciencias “mad el patde de dear finalmente fuera de todos lo lea ex desteconciminto delos hombres muchas reliades 7 umanas, pero que les parecn desesperadament rebel fe ser racoal”. Agu hay que le atertamentea Mare B ch: "Bse redone eau, dendetowaente, lama ecntecintot y tambin ore ura buena parte de vida ms intima ot per stein” Veo a evden ese cee Iportancnecepcoal qu ay Mar Bch y srs lon pre. srk ao sc Duin Repite aqui su deuda para con Espeiaiment ledebe haber aprenid Tpoae[ al os baratamente”. Tal es una eee ioe pens teri, perma a inven ree = tes: pensar su investigacién, pensar su obr prévicay fous mesos redecor de seni, hn prin (or de la historia. Pero, {yest fae una coetate ens relesin rmetodoidges, tiene cul dado denoconan irhistoriay soologt:rechaza la Mrigider de ; rte mene i po lehtia pace menos In inderenci a He influencia de Durkheim sobre Mai Ales ers ser obj de Thvesugacin ant, pues os mated sondament, pero también hab que notar’ ae Bloch somes exit ns encano Isslog pas Sr shina neces de esos intreambion con ly oes len sila 3 intercambios con las otras ciencias amas scales Conan histo sca nro. Mare Bloch itoriador, y quiere seguir siéndolo. Renova I errata ance contact de eascencinourergsaen ella 5; sumergitla en ellas, 0. Las cursivas son mi 2 iaccurivas cn mia. 8 PREFACIO Una lectura atenta de la frase que acabo de eer sobre el acon- tecimiento y sobre lo individual habria permitido a los historio= tgrafos de Marc Bloch y de los Amales O10! ‘ciertos errores de in- terpretacién. El acontecimiento que rechaza Marc Bloch es el de fees socidlogos que lo convierten en wn residuo despreciable. Bee, en todo caso, Bloch no rechaza el acontecimiento (Lucien Febvee tal vez haya tenido a este respecto palabras menos pru- re ntes), zCémo podria una historia total prescindir de aconteci- se eat Eso que hoy se llama, siguiendo 2 Piette Nora, “el re- ra col acontecimiento”, se sta en el hilo de Ja concepcion de Marc Bloch. See elmo, Marc Bloch, si pone mas atenci6n ao colectivo que ale individual, no por ello deja de hacer de! {individuo uno de los vos de interés de la historia. Dice de la investigacidn historica Rue debe volverse de preferencia hari 1 individuo? o hacia la weeaad” y etitica la definicién de la historia de Fustel de Cou- Tanges, a quien, sin embargo, admiraba {el “maestro”, junto con Hiruheet, que él reconoce): “El hombre es 1a clone de las socie- vrades humanas”, observando que “tal vez Sea reducir en exceso, gages storia, la parte del individuo". Por Gun ¥ sobre todo tuna parte importante del capitulo V, que Se quedé inconclusa y san eealo definitivo, iba a ser consagrada al individvo. Después de hacer rabiar a Paul Valéry, 9 401 més adelante reprochard su desconocimiento sobre Jo que la verdadera his~ tenia y justifcar la ignorancia, declarandlo dy la historia es “el Ta quimica del inte- producto mis peligroso que hays ‘elaborado aoe ofine su concepcin de a historia y el obje'9. de su libro. co teonan que él ¥ sus amigos historiadores esos una sngctoria a la vez ensanchada y Hevada @ [a profundidad”. A la preetcia estrecha y superficial de Tos historladores “positivistas”, Mute Bloch opone este afan de ensancharniento ¥ de profundiza- Mare By dominio de la historia. Hacer algo grande ¥ profundo es To esencial del movimiento que, atin hoy, S87 animando a los, WSeriadores inspirados por el espiritu de los ‘Annales. “Nuevos problemas, nuevos enfoques, nuevos ‘objetos”: tal es el triple en ee rerento que en 1974, siguiendo a Marc Bloch ‘pedimos Pie- sanora y yo.a un grupo de Ristoriadores en le coleccién Faire de 2 Las cursivas son mis. PREFACIO 9 Misr Todvie se puede t més fondo, puss ciones sobre las mentalidades y Is itdades han esbozado ° iades y las sensiilid ere acer de os honors as profundigades del his tor xn ged mucho pr hacer Epscoai prudentemente pedo por Mar Bloch guy ls, net ro yen Sst fel nop feramente en la reflexidn de los historia- dors Un Alphonse Dupont rece despre “histo dora ls profana fades”, cuya obra atin en parte inédita se sitia se margenes de a infuencia de Marc Bloch y de los ‘Annales, sigue reativamente isa, y las tentativas de histori picona de Alain Besangony de Miche de Certen,2quen fos 4 ae os fos setentahaban abet su buna equedaron ea ridad. La psicohistoria estadunidense, pese oe ts nferesantes noha ogra comm ih cunnt aos desigrios deli, I fens y a uracisn de I iencin striae sian sabre todo al nivel del ofc “Desir emo y por qué un hstoriador practi su oft red ta mn artesano”, “el cuad "panero” De la erudici Sclante eloglandol: po Des erudicin del siglo nv did mis adelante clogisndola: por ella el historiador fue devucto a su anco de ab" Hi Fae der de mundo ua a pa de gue brotanffelmente ncias y las metiforas de la vida a ' ra al buen historia Seer sogin Péguy. ce ral len histriador con el “buen Inbrador” sen Péguy, du ory lasiembra tanto como la cosecha” Frase an mis Eos ea hapa earner cor mien aa AY pascaliane de que prefiere la biis- bas contdencinsvienen a completa ea noun, En as, Mare Bloch reconoce no fener una cabeza filosoica, Ve de elas, Ma c una cabeza fi al homdemente ua “laguna deo rire Tormacen’ Now ots podeos vr al, ambié y sobre todo un a5g0 tradicio- na los oad ances En as mayor pat 9 enen sriptedencaodefecto?— gst por I flosofaen general I losofa dela historia en anlar Este bro e514 dode coo, no un ensayo de foot histrica, ae paren Blache no det naa nto como a peresa 1 de esprit, no quiere limitarse a i pasividad de imitarsea decir lo que es la his- cyte ee earseyinances ners » PREFACIO Haré completamente mios los comentarios de Hct Febvre,evi- Harfomente mas autorizados que los mios: “Tay a lamentar profundamente la ausencia de notas més pprecisas y mas detalla- Proee Bloch sobre [las] sltimas partes de su bre Se hubiesen Gontado entre las més originales”, pero me contentaré ahora con corse io que me parece mas importante en] CUerPO del libro. Para empezar, la definicion de la historia. ea ernda es investigacion y, por tanto, eleccisn. Se objeto no es el pasado: “La idea misma de que el pasado, en tanto tal, pue~ Sco objeto de ciencia, es absurd.” Su objeto & “el hombre” © mente “hombres en el tnejor dicho “Ios hombres” y més precisa tiempo” "Agrupo aqui los pasajes mas ese Remo de la historia al que Mare Bloch habia pensado inicial- ose te coneagrar un capitulo particular. El tempo & ‘el medio y meritjeria concreta de la historia: “Realidad comer, ¥ viva, htregada ala ireversibilidad de su impulso» ‘el tiempo de la his- tan sumergidos los fen6- toria [...] es el plasma mismo donde es menos y es como el lugar de su inteligibilidad”. (p. 58) El tiempo reer picoria oscil entre lo que Fernand Braudel Hamaré “la larga sere cion” y esta cristalizacion que Mare Bloch prefiere lamar aeractonento” mas que el acontecimiento y donde ‘él coloca como tnediadora la “toma de conciencia”: “EL hhistoriador nunca sale Mel tiempo [.~] en é1 considera a veces 195 grandes ondas de tados que atraviesan, de un extremo a Or fenémenos emparent fencer ya veces el momento humano en que 0825 $F tes se juntan en el paderoso nudo de las conciencias”. (P- 151). Cualesquiera que sean los progresos de une ‘unificacién de la caret Gel tiempo, el tiempo de la historia se ibra de toda uni- formidad: “El tiempo humano [..-] siempre permanecera rebel- sar implacable uniformidad, asi como 218 rigida division del tiempo del reloj. Necesita compases acordes 0% Ja variabilidad treme tno y que a menudo acepten por limites no come sino sonas marginales porque la realidad asf lo quist Sélo a costa zeasta plasticidad la historia puede esperar adapts segiin pa- i as_de Bergson, sus clasificaciones a las ‘lineas WSIS dela rao glad’: lo que es, propiamente el fin ultimo de toda ciencia”. (17), Notemnos de paso la referencia @ Bergson. Fl pensamiento de importantes, a mi entender, sobre PREFACIO a Mate Blache convene con ld Begin, Stow de a ds ny dela oer dl pest y de vias iz “ehcp otha eta orgees i chen mbit” ogre ce ison de 6 “los origenes son un comienzo que expica’ la confusign ene tea y expan” Mise Boch expicn qu shecho cerca itr de Era el Gn Suevalers es por esencia una religion histérica’, eal mite anudar lo que demasiado a ‘menudo pee sel vaied rica: “Una plétora de rasgos conv van de struct acne aan er nig Morea del empoy del cambio planes aca nte problemas delcados al historador; asi, jemplo, para span desespercn o embres no tone el het, eda que cambian de costumbres de cambiar de Vocabulaich ut we sning al centro des gos epics a pre medial loch erfos condal Ya de envadanotarel pe: sent que 6 prefire lamar “lo actu” defiiendo ‘ogue hoy se ado “la aceleracidn de la histori mplo con: creto deta cuya formulacion eee ce peeve wi invest epativa: esd Ltn "esde Michelet s=produjo un hecho importante: as eee tecnica ampliaron de manera desproporionada linensiopat Scie ymerma hoe mte e human erfectamente susceptible de conoci Ser” yr era ui nas dincplinas "bien di nae” de Ns sog, economy pero (Cpobli nas”, dice Mar Bloch), sno, en cambio, anclario en la historia isa, De al los lites y I impotncia Ge los histones fiolentos que tienen mied al presente, los que “desean ae snos contactos demasiado " que llama “anticuarios”, en vlna concepcon del pur ne Hama “ani ,encerrados en una con pesado dela histor oro napus Ge ponordels ee baci de os datsa a explain hss, logue no ae sino, al contario, la erudicin que todo historiador debe + LEvolution cxcatrce es eg bani de 1907; Durée et simullanite, de 1922; La Pensée etl 2 PREFACIO practicar, pero en la cual no debe encetmar’ Pero “el erudito a vigien no Te gusta mirar a su alrededos o» hombres, ni las cosas, debe acontecimientos [..] harfa bien en renunciat ‘al [nombre] de historiador”” Tl presente bien precisado y definido comm el proceso fur ac newat del oficio de historiador: “comprender ot presente por el pasado” y, correlativamente, ““comprender el pasado por el Pre- sente”. Me jaboracién y la préctica de “un métode prudentemente regresivo” es uno de los legados esencias de Mare Bloch, y esta rears ha sido, hasta hoy, muy insuficienteren’» recogida y xplotada. La "facultad para aprehender lo 20 [Jes la princi- pal calidad del historiador”, y no $6 adquiere ni se ejerce sino por un contacto permanente con ¢) presente”. La historia del pegosiador comienza por hacerse “hacia atrés" Entonces el historiador podé captar su Pract el “cambio”, entregarse eficazmente al comparativismo hhistérico y emprender ‘a tinica historia verdadera [...] Ta historia universal”. Por mi parte, yo preferiria decir, como Miche! Foucauilt, la historia gene~ Pay de ali surgen tres afirmaciones que son OMTaS tantas exhor- taciones. “"La ignorancia del pasado no se Kimita a dan el conocimiento dl presente sino que compromete; ‘presente, la accion mis- de Preseituye la primera. Mas allé del historiador, Marc Bloch raijge a todos los miembros de la sociedad y» BI empezar, 2 Guienes pretenden guiarla, No parece hhaber sido bien escuchada hasta hoy. La segunda es que “también el hombre ha cambiado mucho: en au expiritu y, sin duida, hasta en los més delicados mecanis cree gu cuerpo. Su atmésfera mental se ha transformado pro- fundamente y no menos su higiene y Su ‘alimentacién”. Por ello es legitimo el estudio de las mentalidades ono ‘objeto de la his- toria, pero también el llamado, siempre ‘actual, a estudiar la his~ tore Fat cuerpo, a seguir lo que Mare Bloch Yama, (2 otra parte, tori nturas del cuerpo" Pero afade Marc Bloc: "Sin embargo, aS Zeonario que exista en la naturaleza humana y © las socieda- oe rvammanas un fondo permanente, sin et cual 1os ‘nombres mismos des numpre y de sociedad no querrian decir nada” Como expre- seonejot la legitimidad y Ia necesidad misma de und antropolo- PREFACIO B gia historia, que hoy hace gf strc, que hoy hace progreses pce a as bua de fos trax Por tlt i arene, a ita nde rofunds, larga, aber, com- activa 0 realizada por un historiadoraislado: “1 Wd dead ee nein peclsa comprenerd rad sino a medias as fuera dos propio campo de tudo” La historia “no puede hae sno on ayuda muta Bl ofc de historiador se ce en una combinacion de aby vidual y de wasp pox equip El movimiento de isto ‘a Y de a storograa a oiigado a una mayoria de hi fs asl desu tors de mar oe paleo ae fronteras que las del hombre y del tiem- poysu dominio y su avancy eo uno de ellos [y no de los menos notables}. Estas condenas tie- Sen un atractivo peligroso: justifican por adelantado la ignorancia. ‘Afortunadamente para Io que todavia nos queda de curiosidad intelectual, esas censuras quiz4 no son inapelables. "hace un momentol INTRODUCCION ° Pero si el debate ha de volver a consid: 4 preciso ha- Eos Stasi eies mis gece er Porque hay una precaucin que, al parecer, los detractores co- munes de la historia no han tomado en cuenta. Su palabra no carece ni de elocuencia, ni de chispa. Pero, los més de ellos han ‘omitido informarse con exactitud sobre lo que hablan. La imagen que se hacen de nuestros estudios no se ha formado en el taller. Hluele més a oratoria y a Academia que a gabinete de trabajo Es sobre todo una imagen anticuada, De suerte que afin de cuentas probablemente toda esa palabreria no se haya gastado sino para fexorcizar un fantasma, Nuestro esfuerzo aqui debe ser muy dife- rente. Los métodos con los que trataremos de medir el grado de certeza serin los que realmente usa la investigacién, hasta en el humilde y delicado detalle de sus técnicas, Nuestros problemas sern los mismos que al historiador le impone cotidianamente su materia.” En pocas palabras, quisiéramos, ante todo, decir eémo y por qué un historiador practica su oficio. Después, al lector le tocard decidir si vale la pena ejercerlo o no. : ‘Sin embargo, hay que tener mucho cuidado. La tarea asi enten- dida y limitada slo puede parecer simple en apariencia. Quizé lo seria si estuviéramos frente a una de esas artes aplicadas de la que se ha dicho todo, una vez que se han enumerado, unas tras otras, las habilidades consagradas. Pero la historia no es como la relojeria ni como Ia ebanisterfa, Es un esfuerzo encaminado a conocer menor; por consiguiente, algo en movimiento. Limitarse a describir una ciencia tal como se hace, siempre ser traicionarla tun poco, Es atin més importante decir cémo espera progresi- vamente lograr hacerse. Ahora bien, por parte del analista, seme- jante empresa exige forzosamente una gran dosis de eleccién per- sonal. [En efecto, toda ciencia, en cualquiera de sus etapas, esta constantemente atravesada por sus tendencias divergentes, las. cuales no se pueden privilegiar sin una especie de apuesta al por- venir.] No tenemos la intencién de retroceder ante esta necesi- dad. En materia intelectual, igual que en cualquier otra, el horror a las responsabilidades no es un sentimiento muy recomendable. + JAlber Vandal tal verse hubiea econcido ai Piremne a uber ep 2 Prope wien oad cin cep dere ier tica, sive eal para deco claramente, nunca hay problemas. Hay que ser dos {Souls par nba centca un oto um hombre oe 6 [APOLOGIA PARA LA HISTORIA Sin embargo, nos parecié un asunto de honestidad advertir al lector. ‘Asimismo, las dificultades a las que inevitablemente se enfrenta todo estudio de los métodos varian mucho segiin el punto que cada disciplina ha alcanzado momenténeamente en la curva, siem- pre irregular, de su desarrollo. Hace cincuenta afios, cuando New- ton reinaba como maestro, supongo que era singularmente mas fécil que ahora elaborar, con el rigor de un plano arquitect6nico, una exposicién de la mecénica. Pero la historia atin se encuentra en una fase mucho més desfavorable para las certidumbres. Porque la historia no es sélo una ciencia en movimiento. Es tam- bién una ciencia en paitales, como todas las que tienen por objeto cl espiritu humano, este recién legado al campo del conoci- miento racional. O, para decirlo mejor, vieja bajo la forma em- brionaria del relato, por mucho tiempo saturada de ficciones y por mucho mas tiempo atada a los acontecimientos mas inmedia- tamente aprehensibles, sigue siendo muy joven como empresa razonada de andlisis. Se esfuerza por penetrar finalmente los hechos de la superficie, por rechazar, después de las seducciones de la leyenda o de la retérica, los venenos, hoy en dia més peli- ‘grosos, de la rutina erudita y del empirismo disfrazado de sentido comtin. En algunos de los problemas esenciales de su método, no ha superado los primeros tanteos. Por lo que Fustel de Coulanges. y, antes que él, Bayle, probablemente no estaban totalmente equi- vocados al llamaria “la més dificil de todas las ciencias”." [Sin embargo, es ésta una ilusién? Por incierto que nuestro ca- mino siga siendo en tantos puntos, me parece que en este mo- ‘mento estamos mejor colocados que nuestros predecesores inme- diatos para ver con mayor claridad. En las tiltimas décadas del siglo x1x, las generaciones inmedia- fiamente anteriores a la nuestra vivieron como alucinadas por Juna imagen muy rigida, una imagen realmente comtiana de las Jciencias del mundo fisico. Extendiendo este esquema prestigioso al conjunto de las adquisiciones intelectuales, pensaban que no Bo te Gates ocd eas edna tr fed eel, i Pel nl ae ia ae INTRODUCCION ° Je haber conocimiento auténtico que no desemboque en de- faciones, de entrada irrefutables, en certidumbres formula- ‘bajo el aspecto de leyes imperiosamente universales. Esta era opinién mas o menos undnime. Pero, aplicada a los estudios, cos y de acuerdo con los diferentes temperamentos, dig yr dos tendencias opuestas. {De hecho, unos creyeron posible instituir una ciencia de la evo- fucién humana conforme con este ideal de alguna manera pan- © eientifico y trabajaron con afén para establecerla, con el riesgo, por ‘otra parte, de optar por dejar, a fin de cuentas, fuera del alcance de fese conocimiento de los hombres muchas realidades muy huma- ‘nas, pero que les parecfan muy rebeldes a un saber racional. Este residuo era lo que con desdén llamaban el acontecimiento; era también una buena parte de la vida més intimamente individual. Tal fue, en suma, la posicién de la escuela sociolégica fundada por Durkheim, al menos si no se toma en cuenta la flexibilidad que ante la inicial rigidez de los principios introdujeron, poco a ‘poco, algunos hombres demasiado inteligentes para no sufi, in- © qluso a pesar suyo, la presién de las cosas, Nuestros estudios deben mucho a este gran esfuerzo que nos ha ensefiado a analizar con mayor profundidad, a enfocar més de cerca los problemas, a ;,me atreveria a decir, de manera menos barata. Aquino ha- blaremos de él sino con un respeto y un reconocimiento infinitos. Si hoy nos parece superado, ése es el rescate que, tarde o tempra- no, tienen que pagar todos los movimientos intelectuales por su fecundidad. ‘Sin embargo, al mismo tiempo otros investigadores adoptaron tuna actitud muy diferente. Al no lograr insertar la historia en los marcos del legalismo fisico y ademas preocupados en particular —a causa de su primera formacién— por las dificultades, las du- das, el frecuente volver a empezar de la critica documental, ex- trajeron de la experiencia, ante todo, una leccién de humildad decepcionada. La disciplina a la que consagraban su inteligencia no les parecié, a fin de cuentas, capaz de ofrecer muchas perspec- tivas ni en del presente, ni en el futuro. Se inclinaron a ella més que un conocimiento verdaderamente cient de juego estético 0, a lo mucho, un ejercicio de higiene favorable para la salud mental. En ocasiones se les ha llamado “historiado- res historizantes”, sobrenombre injurioso para nuestra corpora- 50 [APOLOGIA PARA LA HISTORIA cin, ya que parece considerar Ia esencia de la historia en 1a Ne gacion misma de sus posiblidades. Por mi parte, de buena gana Kes encontraria un signo de adhesién més expresivo en el momen- to del pensamiento francés con el que se vinculan. ‘Si uno se atiene a las fechas que el libro asigna a su actividad, el amable y huidizo Silvestre Bonnard es un anacronismo, €xa¢. famente igual a esos santos antiguos que los escritores de a Edad ‘Media pintaban con ingenuidad bajo los colores de su propio tien. po. Silvestre Bonnard (por poco que se quiera reconocer, undue ea por un instante, una existencia de came y hueso en esta 50m bra ventada), el verdadero Silvestre Bonnard, nacido en el pri ter Imperio, hubiera sido considerado por los integrantes de fa generacion de os grandes historiadores roménticos como uno de Ibs suyos, hubiera compartido con ellos el entusiasmo conmove= dor y fecundo, la fe un tanto céndida en el porvenir de la “filose- fa" ue la historia. Ignoremos la época que se le atribuye y situé- oslo en la que se escribié su vida imaginaria; mereceria Bgurar Gomo el patron, el santo corporativo de todo un grupo de histo~ Siadores que fueron més o menos los contempordneos intelecta- lee de st bidgrafo: trabajadores profundamente honestos, pero de aliento algo corto y de los que a veces se pensaria que, como sos hijos cuyos padres se han divertido mucho, llevan en sus hruesos la fatiga de las grandes orgias hist6ricas del romanticis smo; dispuestos a minimizarse ante sus colegas de laboratorio; €% fin mas deseosos de aconsejamos prudencia que empuie. {Seria muy malicioso buscar su divisa en estas sorprendentes palabras {que un dia se le escaparon a ese hombre de inteligencia tan viva, Mi Guerido maestro Charles Seignobos: “Es muy util haces preg. tas, pero muy peligroso responderlas”? Sin duda alguna, éta 70 ts ia expresion de un fanfarr6n. Pero si los fisicos no hubieran sido mas intrépidos, zad6nde estaria la fisica? "ahora bien, nuestra atmésfera mental ya no es la misma. La teo- ria cinética de los gases, la mecanica einsteiniana, la teoria de los Guanta han alterado profundamente la idea que atin ayer todo ¢ formaba de la ciencia. Estas teorfas no la han empequefiecido, la han hecho més flexible. En muchos puntos han sustituido lo cierto” por lo infinitamente probable, lo rigurosamente mesurable por /a pecién de eterna relatividad de la medida. Su accién se deja sentir Inclusy sobre las innumerables mentes —debo jpor desgracia! co- INTRODUCCION a locarme entre el igenci asa quienes Ia debilidad de su inteligencia o de sedan imide eu, vo de my oye et ma 1a por refle, esta gran metamorfosis. Asi pues, de aqui adelante, estamos mucho me fa admitir que un , jot preparados para ad Conccimiet puede pretender ef nombre de emule ance no acer pee paying nei seer gens sepetion tmutables Aceplamos ton mucha mayor falidad hacer dela ceridumbrey de universalism una cuestin de gr fs. Ya no sentimos la obligacidn de tratar de im oo bos del saber un mol tt fort, tornado pres tao de as encase mature fsa porque incluso eels mismas ese model a nse apliapor completo, Todava nos 10s muy bien qué seré un dia de la ciencias del hombre. Sabe- tne vegas furdatentales da tacdne= tendranneceidad fe la razén— no tendra derenincara suorginalided ide vergonsareedees) sade gustaria que os historindores de profsin partclarmente los j6venes, se acostumbraran a reflexionar sobre estas vacilacio- nes, estos perpetuos “arrepentimientos” de nuestro oficio Esa sera para los amcor manets de preparers, gracias a ua eleion delberads pra conducir azonablemente sus esferzos, Sobre lo me gustaria verlos acercarse, cada ocasién en mayor nuimero, aes istrin ampins y profundizad al ver, cy dio, ‘con: echimos varios cada dia quienes lo hacemos somos més Simi ro puede servirles para ello, sentiré que no ha sido [absoluta- ‘mente inditil. Confieso que hay en él una parte programatica, Pero yo no escribo tinicamente, ni sobre todo, para el uso inter- no del taller. Tampoco pienso que sea necesario ocultar a los sim- ples curiosos las irresoluciones de nuestra ciencia, Ellas son niues- ta excusamsatin n aus de a frescura de nests esti. io sdlo tenemos el derecho de reclamar en favor de la historia la indulgencia que todos los comienzos merecen. Lo inacabado, si econ ee oe apasonada una seduccn que bien val del logo pret, A buen or le gustan tanto las labores y la siemb Ibror le unten i ibe lier cro la cost Conviene que estas palabras introductorias termi . : as terminen con una confesidn personal Cala cine, tomada de manera aislada, no representa sino un fragmento del movimiento universal hacia el ie ete eee eee eee eee eeeeee 8 [APOLOGIA PARA LA HISTORIA conocimiento. [Ya tuve la ocasién de dar un ejemplo de ello més seriba:} Para entender y apreciar bien sus procedimientos de ine estigacidn, aunque s¢ trate de los més particulares en aparieh= So, resulta indispensable [saber] unirlos [, con un trazo perfecta- ide tendencias que se manifiestan, en mente seguro,] al conjunto cl mismo momento, en las otras disciplinas. Ahora bien, este es- Te low métodos en sf mismos constituye, a su manera, una weeaiane ‘cuyos téenicos se Haman fldsofos. Este es un titulo STeque me esta vedado aspirar. A causa de esta laguna de rit Prt a at jormacién, probablemente este ensayo perderd mucho, lo mismo en precision de lenguiaje que en amplitud de horizonke, No puedo presentarlo sino como lo que es: el compendio de wn rlesano a quien siempre le ha gustado meditar sobre su tarea Co- diana, la libreta de un obrero que por muchos afios ha maneja- | Go la toesa y el nivel, sin por ello creerse matemético."* eign nr urge ress ecclesia epee samme sip oie eae rt neds (crc sueeminrnac mae Petr ea ee, me f ‘describir, muy a menudo me estan: ee ees - — Cones dormant toe Soi oe rode I. LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO 1, LA ELECCION DEL HISTORIADOR La palabra historia es una palabra muy vieja, tan vieja que a veces hha cansado. Cierto es que rara vez se ha llegado a querer eliminarla del vocabulario.] Hasta los socidlogos de la escuela durkheimia- nae hacen un lugar, pero para relegarla en el tiltimo rincdn de~ las ciencias del hombre: suerte de mazmorras donde arrojan los hechos humanos considerados a la vez como los mas superficia- les y los més fortuitos, mientras que reservan a la sociologia todo aquiello que les parece susceptible de andlisis racional. Por el con- trario, aqui conservaremos su significacién mas amplia. [De ante- ‘mano la palabra no veda ninguna direccién hacia la cual se pueda orientar la investigacidn: sea de preferencia hacia el individuo o hhacia la sociedad, sea hacia la descripcin de las crisis momenta~ eas 0 hacia la biisqueda de los elementos mas durables; no en- cierra en sf misma ningtin credo; no compromete, conforme con su etimologia primera, a nada mas que a la “investigacién”.] Desde que aparecié hace mas de dos milenios en los labios de los hom- bres, sin duda ha cambiado mucho de contenido. En el lenguaje, ée 6s el destino de todos los términos que realmente tienen vida. Si las ciencias tuvieran que buscarse una nueva denominacién cada vvez que logran una conquista, cudntos bautismos habria y cuanto tiempo se perderia en el reino de las academias! No obstante, al seguir siendo serenamente fiel a su glorioso nombre helénico, nuestra historia no ser la misma que escribia Hecateo de Mileto, como la fisica de lord Kelvin o de Langevin no es la de Aristételes. [Sin embargo, zqué es la historia? No tendria ningtin interés empezar este libro, centrado en torno a los problemas reales de la investigacidn, con una larga y rigida porcionaban el significado més antiguo que se conocia; cuando habian probado, supongo, que Ia palabra bare oignalimente esi ‘a una tela 0 “timbre” a un tambor. Como si no hubi cuca ‘explicar este deslizamiento. Como si, sobre todo, el papel de una palabra en la lengua no fuera tanto como su pasado tris drigido por el estado contempordneo del vocabularo:refle- jo, a su vez, de la etapa social del momento. Bureaux, en 'a eX resin bureaux de ministre, significa “oficinas publicas nde pido “timbres” en a ventana del correo, el empleo que hago det Kérmino requirid, para establecerse, junto com la organizacién len tamente elaborada de un servicio postal tansformacin eric, {ue para el mayor provecho del intercambio de ides fe ‘ LA HISTORIA, LOS HOMBRES ¥ EL TIEMPO « impresin de un sello por la aplicacién de una estampilla. Ello fue posible s6lo porque las diferentes acepciones del antiguo nombre, especializadas por oficios, actualmente se han alejado lo suficiente como para que no haya el minimo riesgo de confundir el timbre de mi carta con, por ejemplo, el timbre gracias al cual el laudero presume de la pureza de sus instrumentos. “Origenes del régimen feudal”, se dice. ;Dénde buscarlos? Algunos han respondido “en Roma”. Otros “en Germania”. Las razones de estos espejismos son evidentes. En efecto, en uno y otro lugares existian ciertos usos —relaciones de clientela, com- pafierismo guerrero, papel de la renta de la tierra como salario por servicios prestados— que las generaciones posteriores, contem- pordneas en Europa de las épocas llamadas feudales, habrian de continuar. Por lo demas, no sin modificarlas considerablemente. Sobre todo, en ambas partes se usaban palabras —tales como “peneficio” (beneficium) entre los latinos, “feudo” entre los germa- nos— que esas generaciones continuaron usando, confiriéndoles, poco a poco y sin advertirlo, un contenido casi completamente nuevo. Porque, para desgracia de los historiadores, los hombres no suelen cambiar de léxico cada vez. que cambian de costumb: Ciertamente, éstas son constataciones llenas de interés. ;Podemos pensar que agotan el problema de las causas? El feudalismo euro- eo, en sus instituciones caracteristicas, no fue un arcaico tejido de supervivencias. Durante cierta fase de nuestro pasado, nacié de todo un ambiente social. ‘Seignobos dice en alguna parte: “Creo que las ideas revoluciona- rias del siglo xvi... provienen de las ideas inglesas del siglo xvi!" zQueria con eso decir que por haber leido ciertos escritos ingleses del siglo anterior 0 por haber recibido indirectamente su influen- Cia, los publicistas franceses del Siglo de las Luces adoptaron los principios politicos de aquéllos? Se le podré conceder la razén, suponiendo al menos que en las formulas extranjeras nuestros fi- 6sofos no hayan afiadido a su vez nada original en cuanto a su: tancia intelectual 0 a tonalidad de sentimiento. Pero incluso asi teducida a un préstamo, no sin mucha arbitrariedad, la historia de este movimiento de las ideas distara mucho de haber sido" escla- recida, porque siempre subsistird el problema de saber por qué la ° Jeompletamentel a APOLOGIA PARA LA HISTORIA LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO 6 ni mas tarde, ni mé transmisién ocurrié en la fecha indicada, me sente” significa pasado cercano. Aceptemos [pues] desde ahora, = tagio supone dos cosas: generaciones mic sin titubear, este empleo un tanto impreciso de la palabra. Y no tempo ante cuando el mal prende,un “terreno”. es que deje de ocasionar, a su vez, serias dificultades. La nocién J "En pocas palabras, un fenémeno hist6rico munca se ey de proximidad no sélo carece de precisién —de cudntos aftos se nto. to para trata? sino que también nos coloca en presencia del mas efimero *y del estudio de su momento, Esto es cies nog pap f eas a ve In evolucidn, Para la que vivimos y para las de los atributos. Si el momento actual, en el sentido estricto del a al ‘antes que nosotros: “Los hom- término, no es sino algo que continuamente se esfuma, la frontera ere ee espre esta sabiduia oriental, el estudio del pasado @ ‘menos constante. ¢Acaso el régimen de la moneda estable y del meditado sobre ets sab patrén oro, que en el pasado aparecia en todos los manuales de veces economia politica como la norma misma de la actualidad, sigue siendo para el economista de hoy en dfa algo actual o es ya historia que huele un poco a viejo? Sin embargo, tras estos paralogismos a Jos escudriftadores de los origenes, se colocan bs oe is haz, ae idoriansipiand oe ‘sim- {En las antipoday ae Mrediato, En una de sus obras de javentud, pliciad, al menos aparent, ha seducido a algunas men stole habla deta “cadena inf de a nuns qb una fae de extension corta,Rlativarente poco dbtante de nos Iutiplianycombiran desig en sg" De rest algunos ten supunto cept fase compere ens na cope éritores, la cadena en el extrem mas cercano Noset 0 los dias en que vivimos. Nada en ella, ni las caracteristicas mas aparentemente muy tenue. aii mie desligado del pasado. sobresalientes del estado social 0 politico, ni las herramientas gue llaman el presente casi absolutamente desligado oo" posses materiales, ni la tonalidad general de la civilizacién presentan, al La idea esta muy exten ‘como para no mé arecer, Llahigred Profundas respecto al eerte en 4 cual nos 1 sus elementos. : lesenvolvemos. En pocas palabras, parece estar afectada, en rela- ren cies ase conve observa oma et ts Cién con nosotros, por un coefciente muy fuerte de “contempora- propiamente impensable.* Que es en efecto o! Prost Te neidad”. De ahi el honor o la limitacién de que esa fase no se con- infinito de la duracién, un jaye aie aa ae Agabo de: funda con el resto del pasado. “Lo que sucede a partir de 1830, ya quiva; un instante que muere a eo mis actos se hunden en. Ro es historia”, nos decia uno de nuestros profesores de liceo, que habla, acabo de actuary mis pala Dee a uae wae y era [muy] viejo cuando yo era muy joven: “es0 es politica’: Hoy en el reino de Memoria. a a Fe i aciaee Hees di ya no se dirfa “a partir de 1830” —las Tres Gloriosas, a su vez, profundas, Se Una pretendida ciencia del pre- ‘envejecido—, ni “eso es politica”. Se dirfa més bien, con un alles 5, PASADO Y “PRESENTE” Seger ana eterna transfiguracién, se melamorfOsea- tomo rexpetuoo: “es sel o.com meas stn i “e re, condenada a tn: “es 0 car na ‘en cada momento de su ser, en ciencia del pasado. fucede a partir de tos nbargo t eptirfan de buen grado: logue ‘Valo 36, se me tildaré# de sofista. En el lenguaje comin, “pre: bap i Se dest it lesan Loe tac estas dos timas oracions(n0 me parece que Algunos,'* al considerar que los hechos més cercanos a nosotros Bea Lor stante [as presentamos en esta edici6n. Tatachadura se mos igen na parte del tecero (hast “cn. ' Bn ln primera vers el fal de este patos encontaba antes de sta 2 Este pir lentes?) fueron desplazades Bn un principio el St eran ua prion dl pao suet empeabapor "Pri demas ih tacos 6 a ftom deny ponerse ben de acuerdo" encataba ene 2, segundo eee 1% |evidentemente entre ellos estara mi antiguo maestro—{ Sea 6 APOLOGIA PARA LA HISTORIA por lo mismo, rebeldes a logpamagi realmente sereno,sim- eee quieren evitar que la fsta C9 tenga contactos demasia Fo ardientes.”” [Me imagino que asf pensaba mi antiguo macs Lo que sin duda supone poco control sobre nuestros nervios ¥ también olvida que, cuando ee sentiments enran juego, el limite entre lo actual actual dista m seeeeane neceiamente por la medida matemtica de ur intervalo de tiempo.] Cudnto se equivocaba mi buen director 46% Ticeo anguedociano, donde yo hacfa mis primeras armas" cuanls re advertia con su vozarrén de capitén de ensefianza: “Aq Tiglo XIX no es muy peligroso;” cuando toque usted las guer igi wuy prudente”. En verdad, quien una vez ante Seats Gc rabjo ro Hen za para sustraer sui cerebro del su mesa ajo no tiene la fuers sme a0 ene a i snare tren hasta en un comentario sobre la Iida o el Ramayaria, Por el contrario, otros estudiosos consideran con justa raz6n_ aque el presente humano es perfectamente susceptible de concc tniento cientific. Pero reservan su estudio a disciplinas muy diss fintas de aquella que tiene por objeto al pasado. Analizar’ Por {gemplo, pretenden comprender la economia contemporines £9" ayuda de observaciones limitadas, en el tiempo, a algunas dt dias. En pocas palabras, consideran que Ta época en la que viven std separada de las que la precedieron por contrastes muy ViVos como para no llevar en s{ misma su propia explicacion. Tambien es esa la actitud instintiva de muchos simples curiosos. La histo fia de los periodos un poco lejanos s6l0 los seduce como un ine- fensivo lujo intelectual. Ast, por un lado tenemos un purado He anticuarios ocupados por una macabra direccién en desfajar a os doses muertos y por la otra os socidlogos, economistas, pul {stas —tinicos exploradores de lo vivo. if Los antiguos historiadores griegos, un Herédoto, un Tucidides, los verdaderos maestros de nuestros estudios, los antepasados cuy: encontraban, en la 1 Elprincipo de este pirat, as como los dos anteriores se encon et os fa spun divin del cpt | "de profes sen de este pérrafo, en forma bastante distinta, se onan Las dos Primera ofa rodaccib anes del pasa sobre la natraleza del pre LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO o imagenes merecerian figurar eternamente en el cella de la corpo- racidn, més cerca de nosotros jamés sofiaron que para explicar la tarde bastaria conocer, a lo mucho, la mafana2! “Quien quiera atenerse al presente, alo actual, no comprenderé lo actual”, escri- bia® Michelet, en las primeras lineas de su hermoso libro EI pue- blo, que sin embargo se estremecfa con las fiebres del siglo. Y ya Leibniz colocaba, entre los beneficios que esperaba de la historia, “los origenes de las cosas presentes encontrados en las cosas pasadas”; porque, afladia, “una realidad no se comprende mejor sino por sus causas”. Pero desde Leibniz, desde Michelet, se produjo un hecho im- portante: las revoluciones sucesivas de las técnicas ampliaron de manera desproporcionada el intervalo psicoldgico entre las gene- raciones. Tal vez. no sin [algo de] razén el hombre de la edad de la electricidad y del avién se siente muy alejado de sus antepasados. ‘Con mayor imprudencia, concluye de buen grado que ha dejado de estar determinado por ellos. Agréguese el giro modernista innato a toda mentalidad de ingeniero. Para echar a andar o reparar un dinamo ;acaso es necesario haber penetrado en las ideas del viejo Volta sobre el galvanismo? Por una analogia sin lugar a dudas coja, pero que se impone esponténeamente a mas de una mente so- metida a la maquina, también se pensar que para comprender los grandes problemas humanos de la actualidad y para tratar de resolverlos, no sirve de nada haber analizado sus antecedentes. Algunos historiadores, que sin advertirlo también se encuentran dentro de esta atmésfera mecanicista, dicen a coro: “Como explica~ ‘cidn del presente, la historia se reducirfa casi al estudio del perio- do contemporéneo”. No temian escribir asi dos de ellos en 1898. [Considerado de cetca,] el privilegio de la autointeligibilidad que de esta manera se le reconoce al presente se apoya en una serie de extrafios postulados. En primer lugar, supone que en el intervalo de una o dos gene- raciones, las condiciones humanas han sufrido un cambio no s6lo muy répido, sino también total, de suerte que ninguna institucién con cierta antigiiedad, ningtin comportamiento tradicional ha- bria escapado a las revoluciones del laboratorio o de la fabrica. Se Lucien Febvre prefirié Ia oracién de la primera redaccién: “Sin embargo, hhabremos de pensar. plantear” Bon el sigha pada ee ee eee [APOLOGIA PARA LA HISTORIA slvida la fuerza de la inercia propia a tantas creaciones sociales orgs ore e pasa la vida montando mecanismos de los que des- puée se vuelve prisionero més o menos voluntario {Qué obser- rascal recorrer las tierras del Norte no se ha impresionado por Ylextrafo disefo de los campos? A pesar de las atenuacione’ 8 coearatso de Tos tiempos las vicsitudes de la propiedad "an portado al esquema primitivo, el espectéculo de esa tiras des- proporcionadamente angostas y alargadas que fragmentan la cie- Propovple en un niimero prodigioso de parcelas todavia confun- Teal agrénomo. El derroche de esfuerzos que implica someone disposicion, las molestias que impone a quiencs Jas explotan son dispostfonables. zcémo explicarla? A través del Codigo Civil ¥ acer uitables efectos, han respondido algunos publicistas de- sn impacientes. ¥ agregar: modifiquen nuestras Leyes sobre Tehuronciay terminardn con el ma. Si hubieran conocido mejor fa aonren ay también hubieran interrogado mejor a wna mental dad campesina formada por siglos de empirismo, hubieran con Giderado el remedio menos fécil. De hecho esta estructura 56 sare a onfgenes tan Iejanos, que hasta hoy en dia, ningiin meeelioso ha logrado dar wna explicacidn satisfactoria?> 10s ror” sedlores de la época de los délmenes probablemente tienen qt rare ce asunto mas que los legisladores del primer Imperio {Al prolongarse aqui el error sobre la causa, como oovrre Git Ar Pramente a falta de terapéutica, la ignorancia del pasado no Serlimita a entorpecer el conocimiento del presente, sino que compromete, en el presente, a la accién misma. Paro hay més. Para que una sociedad, cualquiera que 65 PL dita estar del todo determinada por el momento inmediatamente aaetrior al que vive, no solo necesitarfa una estructura tan adapte- dita cambio, que la dejaria auténticamente deshuesada; adernis pecesitaria que los cambios entre las generaciones ocurrieset s6l0, Ty se me permite decirlo ast, a manera de fila india: los jos in of See Pej sus antepasados que por mediacion de sus padres. ahora bien, esto no sucede ni siquiera con las comunicaciones puramente orales [Obsérvense, por ejemplo, nuestros pueblos.] yt 221 a dja de ondenrla vida de muchas denvesras comunidades rutest ‘Toco ente pareafo fue resrito 3 Tesoste Roses en otra pte Ia prinerpal az el epi tadisionals> se a ec RO es LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL. TIEMPO @ Debido a que las condiciones de t i trabajo mantienen al padi Imad lgados de oso peguetos durante cs odo el i, los nis son ‘educados sobre todo por sus abuclos, En cada nueva formacin dels ments sedan pas hacia alse ua, por encima dela generacion feminentement]portadora de cambios, une los cerebros més malebles con los mis dos. [Sin dua de ah viene, ants que nad, ltadcionalismo inherent tania sociedades eampesas. Ecko es patclarmente dro Noes nico, Como el anagonismo natural os grupos de edad a principalmente entre grupos limites més de una gene tin de jovenes se debe a las leeciones de los vejos por lo menos tanto como a la de los hombres maduros.} nat aio eso facta norman | ne eracionesa veces muy separadas,] esas transferenci at Stor qu ropianent an conti na civleston Later, Calvino, Lool: quad hombres de ors empos, hom bres del siglo 2 el histoviador que tate de comprenderice y hacer ques es comprenda fendi como primera area volver ita 0, sumergidos en la atmésfera mental de s\ tempo, de caraa problemas deconcienci que no son exaciamente los musts, Sn embargo, ns areveriamos decir que pan mando stl I comprensin jus de a Reforma protestn 0 de a Reforma catia, spars de nosors por un epacio varias veces centnaro,no importa mao [qu el de mushos ores mov Pm fe ideas 0 sensibilidades, sin duda mé sexe tiempo, pero mas efimeras?] ee bests de todo ror xt claro y probablmente para ac lo basta con formulatlo. Hay quienes representan la corriente de a evolucin humana formas por una Terie de breves pro. nes soci cada ra dela cal a dari ie ere no de unas cans vides. Por el conta la observactn rasa gue en este inmenso continuo las mis grandes conmaions on Berfectamentecapaces de propagase desde ls moluas més mes hasta a las mas cercanas.” {Qué dirfamos de un geofisico, ta innato a casi todas las sociedades rural Speen las sociedades rurales son probablement las condiciones de ly por ende —retomando la expresidn de Michelet— negar gue lo “actual solo se puede explicar por complet solos pd exp por compe rac al pasado equal cer en sn ge eee eee eee reer eee eee eee eee reer reece eee eee nm [APOLOGIA PARA LA HISTORIA que, conforme con contar los miriametros, consideraria que la sae se de la Luna sobre nuestro globo es mucho més importante Gque la del Sol? [En la duracién como en el cielo, Ja eficacia de una Jigrza no se mide exactamente por la distancia.) Sr entre lag cosas pasadas zhabré que considerar intl conncimiento de aquellas —creencias que desaparecen sin dejar 12 connor huella, formas sociales abortadas, técnicas muertas qhe al parecer han dejado de dominar al presente? Ello seria olvidar {que no existe conocimiento verdadero sin una ui, en la primera redaccién se insertaba un ejemplo (ef p-384) que ha sido desplazado y modificaco en la redaccin definitiva del capttulo 0 APOLOGIA PARA LA HISTORIA plicidad de competencias” en un mismo hombre por una alianza de técnicas practicadas por distintos eruditos, pero {todas} orien- tadas hacia la elucidacidn de un tema tinico. Este método supone que se acepte el trabajo por equipos. Exige también la definicién previa, por comtin acuerdo, de algunos grandes problemas do- minantes. Nos hallamos todavia muy lejos de lograrlo. Sin em- bargo, no hay duda de que estos logros dominan en gran medida cl futuro de nuestra ciencia, 3. LA TRANSMISION DE LOS TESTIMOMOS Una de las tareas mas™ dificiles del historiador consiste en juntar los documentos que piensa necesitar. No lo lograria sin la ayuda de gufas diversas: inventarios de archivos 0 de bibliotecas, catalo- gos de museos, repertorios bibliograficos de todo tipo.” Vemos [a veces} que unos pedantes descarados® se extrafan ante el tiempo {que sacrifican algunos eruditos para componer obras de este tipo ¥ ante el tiempo que necesitan todos los trabajadores para ente- arse de su existencia y manejo. Como si, por las horas invertidas en semejantes tareas, que aunque tengan*' cierto atractivo escon- dido carecen indudablemente de brillo roméntico, no se pudiera ahorrar finalmente el mas horrendo despilfarto de energia. [Su- pongamos] que apasionado con raz6n por la historia del culto de los santos,® desconozco la Biblioteca hagiographica latina’ de los padres Bolandistas: [si ustedes no son especialistas, dificilmente podrén imaginarse} la cantidad de esfuerzos tontamente iniitiles ‘que [esta deficiencia bibliogratfica] me costaré. En verdad, lo que conviene lamentar no es que podamos colocar ya en nuestros estantes una cantidad notoria de esas herramientas (cuya enume- raciGn, materia por materia, pertenece a los libros especiales de orientacién), sino que no sean todavia lo bastante numerosas, sobre todo para las épocas menos alejadas de nosotros. También con- jecnicast © Jargas y mésl » | recopilaciones de textos 0 de representaciones grifica,clasficadas por tipost © Ipara parecer 4 siemprel 4 Jen la Europa catolical « jestablecidal oF LA OBSERVACION HISTORICA Pn viene lamentar que su elaboracién, especialmente en Francia, no obedezca sino excepcionalmente a un plan global racionalmente concebido y que su actualizacién quede abandonada con dema- siada frecuencia a los caprichos de los individuos 0 a la parque- dad mal informada de algunas editoriales. El tomo primero de las admirables Sources de lhistoire de France que debemos a Emile Molinier no ha sido reeditado desde su primera publicacién en 1901. Este simple hecho merece que se levante un acta. [Es cierto] que la herramienta no hace la ciencia. Pero una sociedad que pre- tende respetar las ciencias no deberia menospreciar sus herra- mientas. Quiz seria prudente no remitirse demasiado para ello a los cuerpos académicos, cuyo reclutamiento, favorable a la pre- eminencia de la edad y propicio a los buenos alumnos, no predis- pone al espiritu emprendedor. Nuestra Escuela de Guerra y nuestros Estados Mayores no son los tinicos, en nuestro pais, que conser- van en la época del automévil la mentalidad de la carreta de bueyes. No obstante la calidad y la abundancia de esas sefiales, serfan de poca ayuda para un trabajador que no tuviera, de antemano, una idea del terreno a explorar. Pese a lo que a veces parecen imagi- narse los principiantes, los documentos no surgen aqui y alla por el solo efecto de [quién sabe] qué misterioso decreto de los dio ses. Su presencia o ausencia en tales o cuales archivos, en tal o cual biblioteca, de tal o cual suelo, dependen de causas humanas que no escapan de manera alguna al andlisis, y los problemas que plan- tea su transmisién, lejos de tener tinicamente el alcance de un ejercicio de técnico, atafien a lo més intimo de la vida del pasado, porque lo que se encuentra ahi puesto en juego es nada menos que el paso del recuerdo a través de las generaciones. Al frente de las obras hist6ricas serias, el autor coloca por lo general una lista de las clasificaciones de los archivos que consult6, de las recopila- cciones que utiliz6. Est4 muy bien, pero no es suficiente. Cualquier libro de historia digno de este nombre deberia incluir un capitulo, 0 [si se prefiere,] insertar en los puntos cardinales de la exposici6n, tuna sucesidn de parrafos que se podrian llamar mas 0 menos asi: + [Creo que no se puede acusar a Renan de insensibilidad hacia las ideas o la poesia, Sus palabras escrtas en 1841 sobre trabajos de este tipo siguen siendo ‘ertas eincomprendidas: "Le reitero que los cen mil francos que un ministro de Educacion Publica les destinarfaestarian mejor utilizados que las tres cuartas pons del dinero que destin a eva“ ‘8 de manuscits| EEEEEEEEEEE eee eeeeeEEEEE 2 APOLOGIA PARA LA HISTORIA +" Cémo puedo saber lo que voy a decit?” Estoy convencido de que Latconocer tstaé cofifesiones, hasta Tos teetbres que no son histo~ riadores sentirian un verdadero placer intelectual. El espectéculo de la investigaciGn, con sus éxitos y sus trabas, rara vez aburre. La totalidad ya acabada es la que difunde frialdad y tedio.** "A veces me visitan!” unos trabajadores que quieren escribir la historia de su pueblo. Por lo general, les digo lo siguiente que aqui simplifico ligeramente, a fin de evitar los detalles de erudicién que estarian fuera de lugar: “Las comunidades campesinas no tu- vieron archivos sino rara vez y tardiamente. En cambio, los senio- rios eran empresas relativamente bien organizadas y con cierta continuidad, por lo que generalmente empezaron a conservar muy pronto sus archivos. Para todo el periodo anterior a 1789, y en especial para las 6pocas més remotas, los principales documentos de los que pueden esperar alguna utilidad son, pues, de prove- niencia seforial. De allf resulta [, a su vez,] que la primera pre- gunta a la que tendrén que responder y de la que va a depender ‘asi todo seré la siguiente: zen 1789, quién era el sefior del pueblo?” (En realidad, la existencia simulténea de varios seftorios entre los cuales el pueblo habria sido dividido no es de ninguna manera jnverosimil; pero, para ser breve, se dejaré de lado esa suposicién.) "Se pueden concebir tres eventualidades. Puede que el seftorio haya pertenecido a una iglesia; a un laico quien [durante la revo- ucién] emigr6; a un laico que por lo contrario nunca emigré. El primer caso es con mucho el més favorable. Probablemente el archivo habré sido bien manejado'* y desde hace més tiempo. Se- sguramente lo confiscaron en 1790 junto con las tierras, por aplica- Gdn de la Constitucién Civil del clero. Lo levaron entonces a flgiin archivo piblico y podemos esperar razonablemente que contintie ahi, més o menos intacto, a disposicién de los eruditos. La hipétesis del emigrado merece también una calificacién [bas- tante] buena. En este caso también, es probable que se proce- diera® al embargo y a la transferencia; a lo sumo, se podria temer el riesgo de una destruccién voluntaria, por ser vestigio de un régi- “4 En la primera redaccidn sigue un parrafo bastante breve, que fue suprimi- doen esta redaccion, ©] profesionalmente © Jeon orden Jon 1790 LA OBSERVACION HISTORICA, 93 men aborrecido. Queda la ultima posibilidad que seria suma- ‘mente riesgosa. En efecto, los antiguos duefios que no se iban de Francia 0 no caian bajo la férula de las leyes de Salvacién Publica no padecian en sus bienes. Probablemente perdian sus derechos seftoriales ya que éstos habian sido universalmente abolidos, pero conservaban la totalidad de sus propiedades personales, y por con- siguiente sus legajos. Como nunca fueron reclamadas por el Estado, las piezas que buscamos habrin corrido, en este caso, la suerte ‘comiin de todos los documentos de familia en los siglos Xx y xx. Supongamos que no se hayan perdido, las ratas no los comieron © que no se hayan dispersado al azar de las ventas o las heren- cias, por los desvanes de tres 0 cuatro casas de campo distintas, nada podra obligar a su actual detentar comunicarselos.”* (Mencioné este ejemplo porque me parece absolutamente tipico de las condiciones que frecuentemente determinan y limitan la do- ‘cumentaciGn. Un andlisis detallado de sus ensefianzas no careceré de interés.) El papel que acabamos de ver desempefiar a las confiscaciones revolucionarias es el de una deidad a menudo propicia al investi- gador: la catéstrofe. Innumerables municipios romanos se trans- formaron en ciudades italianas banales y chiquitas, en las que el arquedlogo encuentra con dificultad algunos vestigios de la anti- giiedad; sélo la erupcidn del Vesubio conservé a Pompeya.* Rara vez los grandes desastres de la humanidad han servido a la historia. Los inestimables expedientes de la burocracia im- pperial [romana], junto con montones de manuscritos literarios ¢ historiograticos, se hundieron en la confusién de las invasiones. Vimos cémo las dos guerras mundiales borraron de un suelo cargado de gloria monumentos y archivos. Nunca més podre- mos hojear las cartas de los viejos comerciantes de Ypres y vi ‘c6mo se quemaron, durante la derrota, las libretas estratégicas de un ejército. ‘Sin embargo, a su vez, la apacible continuidad de una vida so- cial sin accesos de fiebre se muestra mucho menos favorable de lo que a veces se cree para la transmisiGn del recuerdo. Son las re- 1 JAnte semejante situaciin, no es improbable que la tnica salida sea final mente abandonat el estudio propuestol Jen el ejemplo que acabaros de ler, elf ‘2 Jdeteniendo bruscamente el hilo de su destino 94 APOLOGIA PARA LA HISTORIA, voluciones las que fuerzan las puertas de los armarios de hierto y obligan a huir alos ministros, antes de que éstos encuentren el tier po de quemar sus apuntes secretos. En los antiguos archivos ju- diciales, encontramos documentos de quiebra de empresas que, si hubieran podido llevar a cabo una existencia fructuosa y hono- rable, seguramente habrian acabado por destruir el contenido de sus archivos. Gracias a la admirable permanencia de las institu- ciones monésticas, la abadia de Saint-Denis en 1789 conservaba todavia los diplomas que los reyes merovingios le habian otorgado mas de mil afos antes. Pero en el Archivo Nacional es donde los leemos hoy en dia. Si la comunidad de los monjes de Saint-Denis hubiera sobrevivido a la Revolucién, zquién nos asegura que nos permitirfa hurgar en sus batiles? No més, quiz4, que la Compania de Jestis que no permite al profano el acceso a sus colecciones, por lo que tantos problemas de la historia moderna permanece- ran [siempre] desesperadamente oscuros, 0 el Banco de Francia que no permite a los especialistas del primer Imperio consultar sus registros, ni siquiera los més polvorientos. Desgraciadamente, Ja mentalidad del iniciado es inherente a todas las corporaciones. He aqui donde el historiador del presente se encuentra en franca desventaja: queda casi totalmente desprovisto de esas confiden- cias involuntarias. Para compensar, es cierto que dispone de las indiscreciones que le susurran al ofdo sus amigos. Por desgracia, ila informacién no se distingue bien del chisme! Un buen cataclis- ‘mo nos convendria [a menudo] mas. ‘Al menos asi seguiremos, hasta que las sociedades no renuncien a confiar en sus propias tragedias para el cuidado de sus archivos y consientan organizar racionalmente, con su memoria, el conoci- miento de sf mismas. No lo lograrén sino luchando cuerpo a ‘cuerpo con los dos principales responsables del olvido y la igno- rancia: la negligencia que extravia los documentos, y [, més peli- ¢grosa atin] la pasi6n por el secreto —secreto diplomatico, secreto de los negocios, secreto de las familias que los esconde 0 los des- truye. Es natural® que el notario tenga el deber de no revelar las ‘operaciones de su cliente, pero no que tenga derecho a encubrir de un misterio tan impenetrable los contratos firmados por los clien- tes de su bisabuelo— mientras que por otra parte, nada le impide 8 Lesbuenol LA OBSERVACION HISTORICA “6 seriamente dejar que estos documentos* se conviertan en polvo.55 Nuestras leyes [al respecto] huelen a viejo. Rara vez merecen res- eto los motivos por los que las grandes empresas se niegan a hacer piiblicas las estadisticas més indispensables para una con- ducta sana de la economia nacional. Nuestra civilizacién habra hecho un inmenso progreso el dia en que el disimulo, erigido en método de accién y casi en virtud burguesa, deje el lugar al gusto por la informacién, es decir, necesariamente, por el intercambio de informacién. [Volvamos, sin embargo, a nuestro pueblo.] En este caso preci- so, las circunstancias que deciden la pérdida o la conservaci6n, el acceso 0 el no acceso a los testimonios, tienen su origen en fuer- zas histéricas de carécter general; no presentan ningtin rasgo que no sea perfectamente inteligible; jpero estén desprovistas de toda relacién légica con el objeto de la encuesta cuyo resultado se en- cuentra, sin embargo, bajo su dependencia! Obviamente, uno no ve por qué el estudio de una pequefia comunidad rural en la Edad Media, por ejemplo, seria mas 0 menos instructivo, depen- diendo de que el sefior de la época decida 0 no aumentar las tro- pas de Coblenz® algunos siglos mas tarde. Nada mas frecuente que ese desacuerdo. [Si conocemos muchisimo mejor el Egipto romano que la Galia de la misma época, no es porque nos intere- sen més los egipcios que los galorromanos. La sequia y los ritos funerarios de la momificacién preservaron allé los escritos que el clima y los usos de Occidente condenaban, en cambio, a una répi- da destruccién. Por lo general, no hay relacién alguna entre las causas que hacen que la busqueda de documentos sea un éxito 0 un fracaso y los motivos por los que estos documentos resultan deseables: lal es el elemento irracional, imposible de eliminar, que da a nuestras investigaciones algo de ese trégico interior en el que tantas obras de la inteligencia, quiz con sus limites, encuen- tran una de las razones secretas de su seduccién. Todavia en el ejemplo citado, la suerte de los documentos, pue- blo por pueblo, se vuelve mas 0 menos previsible una vez.conoci- do el hecho crucial. Pero no siempre es el caso.] El resultado final depende a veces del encuentro de tantas cadenas causales total- 5 Je piedant 5 in prescrpciones del * Algunasfrawes de a primera redacckn han sido suprimidas en esta % APOLOGIA PARA LA HISTORIA mente independientes unas de otras, que cualquier previsi6n es imposible. Sé que cuatro incendios sucesivos y luego un saqueo devastaron los archivos de la antigua abadia de SaintBenoit-sur- Loire. Al abordarlos, ,cémo puedo adivinar de antemano qué tipo de piezas se salvaron? Lo que han llamado la migracién de os manuscritos ofrece un tema de estudio de lo més interesante. El paso de una obra literaria por las bibliotecas, la ejecucién de las copias, el cuidado o Ia negligencia de los bibliotecarios [y de los copistas] son otros tantos rasgos que expresan al vivo las vici- situdes de la cultura y el juego variable de sus grandes corrientes. Pero jacaso el erudito mejor informado hubiera podido anunciar, antes de su descubrimiento, que el manuscrito tinico de la Germania de Tacito, en el siglo xvt habia ido a parar al monasterio de Hers- feld? En una palabra, en el fondo de [casi] cualquier encuesta documental, existe un residuo de imprevisidn y por consiguiente de riesgo. Un trabajador que por alguna raz6n conozco bien me conté que en Dunkerque, cuando esperaba sin manifestar dema- siada impaciencia un incierto embarque en la costa bombardeada, uno de sus compaiteros le dijo sorprendido: “Qué extraiio! No parece detestar la aventura”. Mi amigo hubiera podido contestar- le que, pese a un prejuicio bastante comtin, la costumbre de la investigacin no es de ninguna manera desfavorable a la acepta- cin, bastante facil, de una apuesta con el destino. II. LA CRITICA 1, BOSQUEJO DE UNA HISTORIA DEL METODO CRITICO Hasta los poliefas mas ingenuos saben’ que no se debe creer sin mis a los testigos. Sin perjuicio de no siempre sacar el mejor par- tido de este conocimiento tedrico. Asimismo, desde hace mucho, tuno se previene de no aceptar ciegamente todos los testimonios hist6ricos. Por una experiencia casi tan antigua como la humanidad, sabemos que més de un texto se atribuye otro origen? del que real- mente tiene: no son veridicos todos los relatos y las huellas mate- riales también pueden ser falsificadas. En la Edad Media, ante la abundancia misma de documentos falsos,’ la duda fue [a menudo] una suerte de reflejo natural de defensa.* “Con tinta, cualquiera pue- de escribir cualquier cosa”, exclamaba en el siglo xi un hidalgo lorenés, en pleito con unos frailes que presentaban pruebas docu- ‘mentales contra él. La donacién de Constantino —sorprendente lu- cubracién que un clérigo romano del siglo vit atribuyé al primer César cristiano— fue cuestionada tres siglos més tarde por los allegados del muy piadoso emperador Otdn IIL. Las falsas reliquias se persiguieron casi desde el momento en que hubo reliquias. Sin embargo, el escepticismo como principio no es una actitud in- telectual més valiosa ni mas fecunda que la credulidad, con la cual, ppor otra parte, facilmente se combina en muchas mentes simplistas. Durante la otra guerra, conoci a un veterinario bonachén, que no sin razén se negaba sistematicamente a creer en las noticias de los periddicos. Pero si un compafiero ocasional® le soltaba las cosas ‘ms inverosimiles, él se las tragaba sin ninguna dificultad. {[Tampoco podia llevarnos muy lejos la critica basada tinicamente en el sentido comtin, que durante mucho tiempo ha sido la tinica 1 y desde hace tempol 2 Jotraépoca ul 3 J earateristica de una mentalidad profundamente tradicionaista —a fuerza de centrar su fe enel pasado, uno acababa por inventarlo—[ ‘jgeaccin) mucho menos exeepional de lo que uno a veces se imaginal 3 Jnque habia conocido en el ten o durante alguna etapa, 7 98 APOLOGIA PARA LA HISTORIA que se ha practicado y que todavia seduce a algunos. En efecto, zen ué consiste las mas de las veces este supuesto sentido comtin? Nada més que en un compuesto de postulados no razonados y de experiencias apresuradamente generalizadas. ;Tratase del mun- do fisico? Neg6 los antipodas, niega el universo einsteiniano, taché de fabula el relato de Herodoto cuando contaba que los na- vvegantes,al dar la vuelta alrededor de Africa, vefan un dia el punto donde sale et sol pasar de su derecha a su izquierda. (Tratase de actos humanos? Lo peor es que las observaciones asi convertidas en algo eterno pertenecen forzosamente a un momento muy corto de la duracién, o sea, la nuestra. Ahi es donde radica el vicio prin- pal de la critica volteriana, por otra parte tan penetrante. No s6lo las rarezas individuales son de todos los tiempos. Mas de un estado de énimo que antes era comin hoy nos parece raro porque ‘ya no lo compartimos. Al parecer, “el sentido comtin” impediria aceptar que el emperador Otén I haya podido suscribir en favor de los papas concesiones territoriales inaplicables que desmen- tian sus actos anteriores y que los actos posteriores no tomarian en cuenta para nada, Sin embargo, es probable que su mente no era exactamente como la nuestra —que més bien en su tiempo se establecfa, entre lo escrito y la accidn, una distancia cuya exten- sin nos sorprende—, ya que el privilegio es incontestablemente auténtico,} Fl verdadero progreso llegé el dia en que la duda se volvi6 “exa- minadora”, como decia Volney o, en otros términos, en que las re- glas [objetivas] fueron elaboradas paulatinamente y permitieron Seleccionar entre la mentira y la verdad. El jesuita Von Papebroeck, a quien la lectura de las Vidas de los santos habia inspirado una in- coercible desconfianza hacia la herencia de toda la [alta] Edad Media, consideraba que todos los diplomas merovingios conser- vvados en los monasterios eran falsos. No, le contest6 sustancial- mente Mabillon; si bien no cabe duda de que unos diplomas han sido totalmente fabricados, modificados interpolados, los hay también auténticos. He aqui como se pueden distinguir unos de otros. Aquel afio [1681], afio de la publicacién del De re diplomatice, fecha en verdad importante en la historia del espititu humano, se fund6 [definitivamente] la critica de los documentos de archivos. [De todos modos, ése fue el momento decisivo en la historia del método eritico, Fl hmanismo de la edad precedente habia tenido Lacrinica * sus veleidades y sus intuiciones. No habfa ido més lejos. No hay nada mas caracteristico que un pasaje de los Ensayos, en el que Mon- taigne justifica a Técito por haber relatado prodigios. Les toca, dice 61, a los tedlogos y a los filésofos discutir las “creencias co- ‘munes”. Los historiadores no tienen més que “recitarlas” tal y como sus fuentes se las proporcionan. “Que nos den la historia como la reciben y no como la estiman”. En otros términos, una critica filo- séfica que se apoya en cierta concepcién del orden natural 0 divi- no es perfectamente legitima; y desde luego, se entiende que Montaigne no asume los milagros de Vespasiano, ni tampoco muchos otros. Pero aparentemente, no entiende bien cémo se po- dria proceder al examen, en especial histérico, de un testimonio fen tanto tal. La doctrina de las investigaciones no se elaboré sino en cl siglo xv, cuya grandeza, en particular la de su segunda mi- tad,* no siempre se aprecia tal y como se debiera.] Los propios hombres de esta época tuvieron conciencia de ello. Enire 1680 y 1690, era un lugar comtin’ denunciar el “pirronismo de la historia” como una moda pasajera. “Se dice”, escribe Michel Levassor al comentar el término, “que la rectitud del espiritu con- siste en no creer con ligereza y en saber dudar més de una vez". La misma palabra “critica” [, que hasta la fecha no habfa designa- do mas que un juicio de preferencia,] cobra entonces el sentido de prueba de veracidad. No se usa al principio sino con excusas, porque “no pertenece todavia al uso culto”, o sea que todavia tiene tun sabor técnico. Sin embargo, cada vez. gana mas terreno. Bossuet la mantiene prudentemente a distancia: cuando habla de “nues- ‘ros autores criticos’, uno percibe cierto gesto de indiferencia. Sin embargo, Richard Sim6n la inscribe en el titulo de casi todas sus obras. Los més informados no se engafian. Lo que ese nombre anuncia es el descubrimiento de un método [de aplicacién casi universal]. La critica es esa “suerte de antorcha que nos ilumina y nos conduce por los caminos oscuros de la Antigitedad, hacién- donos distinguir lo verdadero de lo falso”. Asf se expresa Ellies, du Pin. Y Bayle’ atin con mayor claridad: “Simén ha esparcido en esa nueva Contestacién varias reglas de critica que pueden servir * Ese parrafo sustituye dos pérrafos dela primera redaccién con oraciones bas ‘ante distntas. > jal parecer * Jeon menos pompa, perol 100 APOLOGIA PARA LA HISTORIA no sélo para entender Las Escrituras, sino también para leer con provecho otras obras”. ‘Ahora bien, confrontemos algunas fechas de nacimiento: Pape- broeck —quien, si bien se equivocd acerca de las cartas de conce- sin ocupa sin embargo el primer lugar entre los fundadores de la critica aplicada a la historiografia—, 1628; Mabillon, 1632; Ri- chard Simén, cuyos trabajos dominan los principios de la exége- sis biblica, 1638. Fuera de la cohorte de los eruditos propiamente dichos aédase a Spinoza —el Spinoza del Tratado teol6gico-poli- tico, verdadera obra maestra de critica filoldgica e hist6rica—, 1632 también. [En el sentido més estricto del término,] es una genera- ccidn cuyos contornos se perfilan ante nuestros ojos [con sorpren- dente claridad. Pero] hay que precisar més. Se trata [exactamen- te] de la generacién que nacié hacia el momento cuando aparecia ‘el Discurso del método. Sin embargo, no podemos hablar de una generacién de cartesia- nos. Mabillon, por ejemplo, era un monje devoto [ortodoxo con simplicidad] quien nos dejé, como iiltimo escrito, un tratado de la Muerte cristiana, Se puede dudar de que haya conocido de cer- ca la nueva filosofia [, tan sospechosa en aquel entonces para tan- tas gentes piadosas]; es més, si hubiera sabido de ella, la habria desaprobado en muchos puntos. Por otra parte —pese a lo que parecen sugerir algunas paginas quizé demasiado célebres de Claude Bernard—las verdades de evidencia, de tipo matematico, para las cuales la duda metédica de Descartes abrirfa camino, presentan pocos rasgos comunes con las probabilidades cada vez més certeras que satisfacen tanto a la critica hist6rica, como a las ciencias de laboratorio. Pero para que una filosofia impregne toda una generaciGn, no es necesario que actie a la letra, ni que la mayoria de las mentes" sufran sus efectos sino por una especie de <ésmosis, [semiJinconsciente las més de las veces. [Al igual que la “ciencia” cartesiana) la critica del testimonio hace tabla rasa de la creencia. [Y también al igual que la ciencia cartesiana,] no derrumba implacablemente todos los viejos puntales sino para * La hoja nuumerada II-S que empieza con las palabras “propiamente dichos" y termina con “en otfostérminos” resulta de una hueva mecanografiacon original ¥ copia, Subsiste completa en el manuscrto: el original con dos correcciones ma ‘nuscritas,reproducido aut, y la copia sin ninguna correccin. Ts Jeometidas a su influenctal ALL NDE IEE i > LACRITICA 101 lograr de este modo nuevas certidumbres (0 grandes probabilida- des), de ahora en adelante debidamente experimentadas. [En otros términos|] la idea que la inspira" [supone una vuelta casi, total de las antiguas concepciones de la duda. Sea que desgarre o \ por el contrario inspire algo de noble dulzura, la duda no habia | sido considerada hasta entonces sino como una actitud mental ‘meramente negativa, como una simple ausencia. Desde entonces, se estima que} la duda racionalmente conducida puede conver- tirse en un instrumento de conocimiento. Esta idea surge en un ‘momento muy preciso de la historia del pensamiento. A partir de ahi, las reglas esenciales del método critico queda- ron [de alguna manera] establecidas."? Su alcance general era tan claro que en el siglo xvii, entre los temas que proponia las mas de las veces la Universidad de Paris para el concurso de agregation de los filésofos, figuraba éste que suena extraftamente modero: “Del testimonio de los hombres acerca de los hechos histéricos”. No es que las generaciones siguientes no hayan'? por cierto perfeccio- nado la herramienta,'* sino que sobre todo han generalizado su uti- lizacién y extendido sus aplicaciones de manera considerable.‘ Durante mucho tiempo, sélo un pufiado de eruditos, exégetas y curiosos practicaron, al menos de manera ininterrumpida, las téc- niicas de la critica. Los escritores que se dedicaban a componer obras hist6ricas de cierta importancia no se preocupaban por familiari- zarse con esas recetas [de laboratorio], a su juicio demasiado mi- rnuciosas, y apenas aceptaban tomar en cuenta sus resultados. ‘Ahora bien, segiin las propias palabras de Humboldt, no es bueno que los quimicos teman “mojarse los dedos”. Para la historia, el peligro de semejante cisma entre preparaciGn y realizacién tiene 5 Jes que la dual °= La hoa numerada I-6 que empieza con las palabras “al fin y al cabo fijadas” {y que termina con “que no ests guiado desde arriba, el” resulta de una nueva ‘mecanograffacon original y copia que subsisten ambas. La copia, aqui reproduci- dda, contiene una tachadura importante senalada més abajo. El original no tiene ninguna correccién, Se encuentran en el Primer discurso acerca de la historia ele~ sifstica del padre Fleury —publicado en. (fecha ilegible)—, trabajo muy razona- ble que d'Alembert, en la Enciclopedia, no hard sino reproducir| "*Ipoco a pocol 2+ Jertical 5 Aqui, en la primera redaccin, se encuentra un pétrafo que empieza en: “Los ‘primeros erudites”y termina en “el comercio de las antighedades egipcias”en la Fedaccion definitiva, el psrrafo ha sido desplazado.

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