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EL SILENCIO HABLA

Por Mirta Rodríguez Calderón

Octavio Paz, ese mexicano que hizo tanto por la valoración del lenguaje en su
obra literaria toda y en su celebérrimo ensayo Nuestra Lengua, al
desplazarse por el análisis de los significados no explícitos identificó la
esencia misma de la semántica: “cada palabra – escribió -- al mismo tiempo
dice y calla algo”.

El recordatorio viene al caso por los cada vez más frecuentes comentarios y
expresiones de dudas en las redacciones sobre los porqués es necesario
mencionar a niños y niñas, hombres y mujeres, o feminizar las profesiones y
algunos otros nominativos. Hay quienes se aferran a la idea de que reconocer
y mencionar la existencia de unos y otras carece de sentido por cuanto toda la
vida se ha dicho Hombre para mencionar a la especie humana; o que el
lenguaje es síntesis y con esto – sobre todo en la prosa periodística – se alarga
el texto.

Es verdad que toda la vida se ha dicho de otro modo; es verdad que toma un chin más de
espacio. Pero la verdad, con mayúsculas, es otra, sin embargo.

Lo que no se nombra no es, no está. De ahí esa frase tan conocida y utilizada
de “esto no tiene nombre” para significar un algo excepcional, tan fuera de lo
que debería ser, que agota los alcances del lenguaje y lo rebasa.

Cuestionamientos tangenciales se expresan cuando se habla de perspectiva o


enfoque de género para significar la urgencia de promover la equidad entre
hombres y mujeres a partir de “descubrir y comprender bien la esencia de un
asunto para resolverlo con acierto” , que es como se define la palabra enfoque
en su segunda acepción. Mientras que perspectiva significa representar los
objetos en una superficie tal y como aparecen a la vista”.

Son los sentidos figurados de estas palabras los que se aplican al reclamo de
abolir las discriminaciones tan presentes en el lenguaje cotidiano y en la
redacción periodística: comprender la esencia de un lado y representar a
mujeres y hombres con equidad..

Sabido es que el sexo es la ubicación fisiológica e inmutable de las personas


en varones o hembras, mientras que el género es el conjunto de
comportamientos y cualidades que la sociedad demanda y espera de unos u
otras para hacer que las personas se adscriban y respondan a los paradigmas
de lo masculino o lo femenino, cuyo cumplimiento no pocas veces violenta las
individualidades.
Es imprescindible que lo que debe ser nombrado en femenino se escriba y se
mencione como tal; y que empleemos adjetivos y pronombres que nos
incluyan a las mujeres, o hagamos terminar en a palabras de uso común,
como miembra, notaria, odontóloga y otras muchas, sin excluir el vocablo
Generala que le costó a la alta oficial Daisy Liriano muchas discusiones antes
de conseguir que se le reconociera como tal, en femenino. Claro que la palabra
no figuraba en el vocabulario colectivo. Si ninguna mujer había llegado a ese
rango para qué iba a existir la palabra. La lengua es un instrumento vivo .
Y esto es así no obstante la oposición “teórica”, los alegatos de cacofonía o
aburrimiento, el argumento de lo repetitivo, y cualesquiera otras opiniones
que puedan colocarse alrededor del tema.

El paradigma de la democracia de género

Resulta de la mayor importancia, en términos del encaje en los afluentes actuales del
avance social, que los meandros comunicacionales y educativos se abstengan del
“mantenimiento de los hombres al margen de la acción de género [que] ya se ha
convertido, en muchos lugares, en un elemento sustantivo de esa situación de
estancamiento en el avance real hacia la equidad de géneros”.

Esta es una de las razones del porqué en la actualidad las redes de periodistas y los
grupos más avanzados de educadores y educadoras trabajan de consuno por la adecuación
tanto del lenguaje como de conductas y acciones a la promoción de democracias por vía
de incorporar los lenguajes no sexistas.

“...El nuevo paradigma de Democracia de Género significa un acercamiento entre los


fines y los medios. Si el fin consiste en conseguir la corresponsabilidad de mujeres y
hombres en los espacios públicos y privados, (siempre nutriéndose de la diversidad que
ello supone); el medio consiste en crear las condiciones para que el propio avance hacia
la equidad de género sea también cada vez más una corresponsabilidad de mujeres y
hombres... Significa que las acciones y las políticas para la equidad de género dejen de
dirigirse sólo a las mujeres para enfocarse también en los hombres y, sobre todo a las
relaciones entre los géneros” 1

De esto se trata.

Y puesto que el mundo se piensa en palabras y la palabra atrapa, modifica y da voz a


universos conceptuales; promueve conductas; suscita emociones; y genera dinámicas de
cambio, el reforzamiento de esta mirada inclusiva de la equidad y del reconocimiento de
las diversidades tiene afanes históricos por delante, no para subvertir la historia pasada
sino para revalorizarla en el ejercicio de las y los profesionales de la comunicación; en el

1
Meentzen, Ángela, Enrique Gomariz: Democracia de Género Una propuesta inclusiva, Fundación
Heinrich Boll, El Salvador, 2003.
quehacer lingüístico del estudiantado, del magisterio, de las comunidades y de la nación,
urgida de reconocer y reconocerse en las diversidades de su pueblo.

La lengua española confiere a los y las hispanohablantes la certidumbre de ser partes de


un todo, del árbol inmenso del que nos habló Octavio Paz, “con un follaje rico y variado,
bajo el que verdean y florecen muchas ramas y ramajes. Cada uno de nosotros, los que
hablamos español, es una hoja de ese árbol. ¿Pero realmente hablamos nuestra lengua?
Más exacto sería decir que ella habla a través de nosotros. Los que hoy hablamos
castellano somos una palpitación en el fluir milenario de nuestra lengua”

El lenguaje: elemento vector de derechos

Utilizar la palabra para decir lo que queremos y hacerla vectora de nuestros derechos,
significa multiplicar sabidurías, potenciar capacidades, activar inteligencias, promover un
universo democrático, inclusivo, que ofrezca espacios a los protagonismos de hombres y
de mujeres.

Usarla con perspectiva de género equivale, también, a poner el mundo al derecho, a


generar dinámicas de cambios que “miren” y “destaquen” a esa parte de la población
frecuentemente ignorada u omitida, quienes – a pesar de ser la mitad de la población total
– no suelen ser las voces primeras en la cotidianidad, como tampoco en las tribunas, ni
en las asambleas, ni en los partidos, ni en las iglesias.

Y esto es así no obstante la oposición “teórica”, los alegatos de cacofonía o aburrimiento,


el argumento de lo repetitivo, y cualesquiera otras opiniones que puedan colocarse
alrededor del tema.

“El lenguaje no es neutral ni está desgajado del contexto sociocultural en que se produce
y transmite. Su rol en la creación, legitimación y mantenimiento de relaciones de
desigualdad es fundamental en la medida en que es un instrumento poderoso en la
construcción de los significados sociales, incluyendo las significaciones de género, las
que juegan un papel decisivo en las prácticas sociales” 2

Un ejemplo al canto: quienes impusieron al Museo del Hombre esa nominación quizás
pensaron en Hombre como el genérico que ellos supusieron que incluía a la mujer. Pero
la realidad es otra. El considerar Hombre a toda la humanidad es expresión de un criterio
de superioridad en todos sentidos opresivo y dominante, reflejos de una cultura que
norma, mediatiza, condiciona y confiere o niega el poder con que el lenguaje impregna a
todas las cosas 3. Y esta reflexión vale para un seremillar de situaciones.

La palabra, en suma, valoriza o deprecia: ese es el caso.

2
Contenidos Básicos Curriculares, EDUC-Mujer , folleto, 1994
3
Mirta Rodríguez Calderón : “El mundo se piensa en palabras”, artículo, revista Mujer Única, febrero 2002
Cuando las mujeres somos ignoradas en el lenguaje o subsumidas en los apelativos
masculinos, quedamos no sólo invisibilizadas – lo cual es de por sí bien injusto – sino
también desvalorizadas.

Y como se trata de condicionamientos culturales, no importa si son hombres o mujeres


quienes califican y nombran: todos compartimos los mismos patrones y el mismo acervo
discriminatorio y machista.

Aludiendo al tema de cómo las mujeres estamos sin estar y, si existimos ¡no importa!, la
antropóloga mexicana Marcela Lagarde, ha escrito esto:

“...Millones de mujeres del siglo XX han pasado por las aulas, arribado a la era de
Gutemberg, la tecnología y las profesiones y, en su inmensa mayoría, no aprendieron
teorías, acciones ni hechos históricos vividos por mujeres. Ni una idea reivindicativa de
género fue estudiada en sus libros de texto ni anotada en sus cuadernos. Los exámenes y
las evaluaciones no muestran qué saben acerca de su historia y de sus ancestras, ni de su
propia existencia y ubicación en el mundo, de las precauciones mínimas para evitar
experiencias dañinas o de sus derechos como mujeres. Han ido a la escuela, espacio
emancipador e iluminador, a reafirmar desde el saber y la razón científicas que las
mujeres no existen. Y que, si existen, no importan...”4

En resumen: “El lenguaje sexista es un instrumento de discriminación en sí mismo que


actúa contribuyendo a enmascarar la discriminación que produce y la propia realidad
discriminatoria subyacente...”5

En otras palabras: no da lo mismo llamar niños a las niñas.

Las dominicanas y los dominicanos crecerán y serán más felices si la equidad de géneros
es su brújula y su fragua.

4
Marcela Lagarde: Fragmento del artículo: Creencias y prejuicios de la modernidad. En Éticas
para el tercer milenio . Fempress, agosto 1998)

5
Discurso ante el I Congreso Internacional de la Lengua Española , 7 al 11 de abril 1997.Ciudad de
México (cilesp@correo.sep.gob.mx)

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