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el yesQuero

Ensayos de análisis y crítica política


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Nro. 191

JJ. OO. y DD. HH.


"El poder y el dinero no bastan para hacer una Olimpíada, hace falta perseverancia,
paciencia y tolerancia. Hace falta sobre todo una concepción elevada y serena del doble
papel al que puede y debe aspirar el deporte en el seno de las grandes democracias
modernas: papel de equilibrio humano heredado del atletismo antiguo, papel de educador
social heredado de los caballeros medievales. No tenemos que fijarnos únicamente en el
gimnasio de Olimpia, Señores, sino también en los torneos de la Edad Media, demasiado
olvidados y desconocidos y cuyo único error consistió en ir más allá de lo razonable en el
culto elegante del honor, del estoicismo y de la generosidad".

Pierre de Coubertin (Francia)


Presidente del C.O.I. de 1896 a 1916 y de 1919 a 1925

La antorcha olímpica llegará a Pekín después de haber sido chiflada


en Londres y en París. Los Juegos Olímpicos, JJ OO, a realizarse en
agosto (8-24) en China sufren un boicot en diferentes países del
mundo occidental por el reprobable estado de los derechos humanos,
DD. HH., en China y de manera particular por la opresión que
padece la región autónoma de Tibet. También es repudiada la
conexión de China con el régimen de Sudán que permite la masacre
y el desplazamiento de miles de personas en la región de Darfur.

El deporte olímpico era un asunto glorioso, estaba más allá del bien
y del mal, una materia reservada a la deliberación de los dioses.
Parecía que política y deporte olímpico nada tenían que ver. El
espíritu olímpico era intocable. Incluso se expidió una norma que
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prohíbe la politización de los olímpicos: “No está permitido ningún


tipo de manifestación o propaganda política, religiosa o racial en
ningún sitio olímpico, sede u otra áreas” (Regla 51, subsección 3 de
la Carta Olímpica).

Pero, la globalización de los DD. HH. y de la justicia ha estado


incidiendo en el principio de no politización de los JJ. OO. China,
como muchos de los Estados cuestionados por la situación de DD.
HH., corre a descalificar a las organizaciones y a los Estados
acusándolos de intromisión en sus asuntos internos. Pero, no duda
en expedir su primer informe mundial de DD. HH. en donde acusa a
EE. UU. y a sus adversarios políticos de ser los principales violadores
de DD. HH.

En la antigüedad la costumbre era interrumpir las guerras para


desarrollar las olimpiadas, pero hoy hay quienes quieren interrumpir
las olimpiadas para iniciar o continuar las guerras o, por lo menos,
para aprovecharlas para la publicidad de sus causas.

Una de las causas esgrimidas en la politización de los olímpicos es la


situación de DD. HH. En 1976 varios países africanos pidieron la
exclusión de Nueva Zelanda por haber jugado un partido de rugby
con Sudáfrica (1975), país que practicaba el racismo (apartheid).

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En los JJ. OO. de Alemania, Munich 1972, ocurrió la injerencia más


nefasta, conocida como “septiembre negro”, cuando un grupo de
fedayines palestinos tomó como rehenes a 11 deportistas israelitas
para exigir la libertad de los presos palestinos y ante la negativa y el
fallido intento de rescate fueron inmolados los deportistas. El deporte
olímpico quedó enlutado y desde entonces, salió del compartimiento
aséptico a que había estado sometido. Esa acción mereció todo el
repudio mundial, pero desató, también, condenables acciones de
represalia por parte del Estado de Israel.

China tiene hoy uno de los peores récords en derechos humanos.


Amnistía Internacional, AI, ha dicho en su último informe que China
no juega a los DD. HH. En China es evidente la violación del derecho
a la libertad de expresión, la persecución a los defensores de
derechos humanos y la opresión a la región autónoma de Tibet.

China es un país líder en ciberpolicías, cuenta con cincuenta mil


policías cibernéticos que controlan la red y practican la censura.
China tiene instaurada la pena de muerte para 68 tipos penales.

El Dalai Lama, principal opositor moral y político de China, pide no


boicotear los JJ. OO. de Pekín, pero aprovecha para llamar la
atención sobre la opresión de Tibet y sobre la precaria situación de
DD. HH. en su país.

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El Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, manifestó


que no asistirá a la inauguración de los JJ. OO. de Pekín, Nicolás
Sarkozy ha condicionado su asistencia al mejoramiento de la
situación de DD. HH., Stiven Spielberg renunció a ser el director
artístico de los JJ. OO. por el apoyo que China brinda al régimen de
Sudan, en dónde miles de personas son asesinadas y desplazadas en
la región de Darfur y la antorcha olímpica ha sido silbada en París,
Londres y San Francisco por manifestantes que se oponen a las
violaciones a los DD. HH.

Los DD. HH. y el deporte olímpico han dejado su neutralidad y se


han convertido en alfiles del ajedrez político.

Los candidatos demócratas a la presidencia de EE. UU. piden al


Gobierno de Bush que condicione su asistencia a la inauguración. El
Gobierno de EE. UU. asistirá a pesar del ominoso registro de
violaciones a los derechos humanos. Afirma el presidente Bush que
de todos modos hablará con su homólogo Hu Jintao para que juegue
un mejor papel en Darfur.

Otros Estados temen perder sus mercados. Por ejemplo, los países
escandinavos, tan activos en unas causas de DD. HH. en América
Latina, se inhiben para actuar políticamente frente a China; no
arriesgan a perder las divisas que provienen de la venta del salmón
en el mercado asiático, primero está la salud de su balanza comercial
que la solidaridad con Darfur o con Tibet.

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En fin la inevitable politización de los JJ. OO. desnuda también la


hipocresía internacional en el discurso de los DD. HH.

* Director de háBeas Corpus, Oficina de Derechos y Gobernabilidad.

Medellín, 15 de abril de 2008

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