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Predicando en el Mundo Postmoderno

Primera Parte: Jesús el Predicador


Introducción
La tarea de la iglesia en el mundo es hacer discípulos – hacer discípulos de todas las
naciones (Mateo 28:19).
¿Cómo debe realizar está tarea? En el Nuevo Testamento es claro que los dos
métodos principales son la predicación y la evangelización. Estas dos no son
actividades excluyentes, antes bien hay cierto grado de coincidencia entre ellas. Sin
embargo es útil distinguirlas. En estas presentaciones usaré el término ‘predicación’
para referirme a hablar públicamente, y el término ‘evangelización’ para referirme a
hablar en privado.
Para descubrir cómo debe enfrentar esta tarea la iglesia, les invito a examinar la
práctica de Jesús y de uno de sus discípulos, Pablo. Enfoquemos explícitamente
algunos ejemplos de su predicación y no de su enseñanza sobre la predicación. Esto
es porque el Cristianismo es discipulado. Los discípulos aprenden siguiendo el
ejemplo de su maestro, y no solamente escuchándole. El discipulado es un
aprendizaje práctico. En esto hay lecciones para nosotros pero no debemos aprender
solamente de Jesús y los apóstoles. Debemos aprender también de los grandes
predicadores del pasado y de los predicadores y evangelistas contemporáneos que
son comunicadores consecuentes y exitosos del evangelio bíblico.
Conviene también que nos preguntemos: ¿Con quién nos estamos comunicando? Se
aclarará, mientras miramos la práctica de Jesús y sus apóstoles, que ambos
comprendían a las personas con quienes se comunicaban. Nos toca hacer lo mismo
aquí y ahora. La gente con la cual ustedes les toca hablar en el Perú será distinta en
muchas maneras sutiles, y también obvias, de la gente a la cual me toca hablar en
Escocia. Sin embargo, debido a nuestra común humanidad, y debido también a la
globalización hay grandes semejanzas. También, la gente a la cual hablamos ahora
piensa de manera distinta de la gente de la generación de nuestros abuelos. En
cuanto a esto, un estudio del Nuevo Testamento nos es muy útil, ya que el mundo
pluralista postmoderno es, en muchas maneras, más semejante a la época Greco-
Romana que lo fue el mundo de nuestros abuelos.
Por esta razón, antes de lanzarme a un estudio de la práctica de Jesús y de Pablo,
deseo que consideremos algunas características del mundo en que ellos vivían y
notar las semejanzas con el nuestro.
Jesús nació hace poco más de dos mil años, durante la época de Augusto en un
rincón oscuro del creciente Imperio Romano. El talentoso y carismático Augusto fue el
primer Emperador Romano. Murió cuando Jesús tenía alrededor de veinte años y fue
sucedido por el malhumorado y suspicaz Tiberio cuyo reinado se extendió hasta el
tiempo de la crucifixión. A Tiberio le sucedió continuó con Calígula, Claudio y luego
Nerón. De ellos solamente a Augusto, Tiberio y Claudio les menciona por nombre el
médico Lucas, el primer gran historiador cristiano, aunque fue a Nerón a quien apeló
Pablo según el libro de Hechos.
¿Qué clase de mundo era el de aquel entonces? De muchas maneras fue similar al
nuestro, un mundo lleno de cambios, un mundo de amplia comunicación y un mundo
de grandes conflictos.
El Cambio en el Siglo XX
Mi vida ha coincidido con la segunda mitad del siglo veinte, el período de cambio más
rápido que el mundo ha conocido. Esto es especialmente obvio en el área de la
tecnología y la ciencia.
Yo nací y fui criado en una granja de ovejas entre los cerros escoceses en una zona
rural muy remota. Uno de los recuerdos más tempranos que tengo es el de mi padre
arando con un arado jalado por un caballo. No hubo tractores. Muy bien recuerdo
cuando adquirió su primer tractor. Tambien recuerdo que gran parte de lo que
comíamos se producía en la localidad, o en la misma granja o en la zona aledaña, y
consistió en leche, huevos, papas, carne, pescado y avena. Hoy no siguen
funcionando tales granjas y la mayor parte de nuestros alimentos hoy es importada.
¡Cambio radical!
No teníamos suministro de electricidad, menos televisión y teléfono, y mucho menos
computadoras. El mundo en que mis hijos han crecido está más lejos que a un millón
de kilómetros de aquel mundo de mi niñez. ¡Cambio radical!
Sin embargo, durante el último medio siglo han ocurrido cambios aún más
sustanciales en el mundo del pensamiento y comportamiento humanos. Las personas
que vivían en el mundo de mi niñez sabían qué era el cristianismo aunque no fueran
cristianos todos ellos. Aún los que no asistían a una iglesia aceptaban la existencia de
Dios y la verdad de la Biblia. Creían en la diferencia absoluta entre el bien y el mal
aunque no siempre practicaran lo bueno.
Cuando llegó el momento de trasladarme a la ciudad de Edimburgo como estudiante
en 1,967, me movía en un mundo totalmente diferente. Fue un mundo psicodélico, de
percepción extra sensorial, de religión oriental y del existencialismo. Fue un mundo
donde la experiencia era importante y no la verdad. “¡Hagan el amor y no la guerra!”
era el dicho en boga, No existía principio de suficiente trascendencia para querer morir
por él o pelear en su defensa. Lo importante eran la felicidad individual y las relaciones
interpersonales. Fue inicio de lo que ahora suelen llamar el postmodernismo y el
pluralismo. Durante esos años de mi juventud luchaba para saber cómo relacionarme
como cristiano a este mundo. Sólo por medio de los escritos de Francis Schaeffer,
Hans Rookmaaker y C.S. Lewis pude sobrevivir como cristiano.
Ahora me muevo en este mundo completamente distinto. Es un mundo donde la
persona a quien estoy predicando o con quien me estoy comunicando puede creer que
la raza humana tuvo su origen en el espacio exterior, que Dios es “la Fuerza” como en
la película Guerra de las Galaxias, o que no existe tal cosa como la verdad absoluta ya
que todos tenemos nuestra propia manera de comprender el mundo.
Entonces no solamente han ocurrido cambios revolucionarios en los medios de
comunicación, como en la televisión, el cine y el internet, sino también en el contenido
de la comunicación. Debido a esto hay una confusión tremenda, que proviene en parte
de conflictos entre cosmovisiones rivales y de síntesis de cosmovisiones distintas o de
partes de ellas.
El Cambio en el Mundo del Siglo I
De manera semejante, el mundo en que tuvieron su niñez Jesús y Pablo estaba
experimentando cambios masivos. En la política, después de un período corto de
independencia, los judíos habían caído bajo el yugo de los romanos en el año 64 AC.
Debido a la ubicación geográfica de Israel sobre un puente relativamente pequeño de
tierra que une los tres continentes de África, Europa y Asia, fue siempre expuesta a las
corrientes cambiantes de política y religión del mundo antiguo. Sin duda esta situación
fue parte del plan de Dios. Sin embargo está claro que esas corrientes se convirtieron
en aluvión en el primer siglo DC.
Jesús nació en Belén por causa de un censo romano en ese tiempo. Antes que
cumpliera dos años buscó asilo en Egipto por causa de las suspicacias políticas de
Herodes, rey puesto por Roma. Cuando tuvo algo más de treinta años fue crucificado
por causa de la debilidad del gobernador romano, Poncio Pilatos.
No hubo solamente cambio político. Hubo también enormes cambios culturales,
filosóficos y religiosos. Jesús tuvo que tratar no sólo con judíos, sino también con
soldados y oficiales romanos, con cobradores de impuestos que colaboraban con los
romanos, con griegos y con saduceos bajo influencia griega. Jesús interactuó con el
escéptico Pilatos quien preguntaba “¿Qué es la verdad?” y con los saduceos quienes,
bajo influencia griega, no creían en la resurrección.
Los cambios políticos tuvieron también un impacto mayor sobre el comercio y la
comunicación. Debido a la Pax Romana hubo seguridad para viajar y hacer comercio
en todo el mundo mediterráneo. Jesús hizo uso limitado de esta libertad para viajar
dentro y alrededor de Galilea, Tiro y Sidón, Decápolis, Samaria y Judea. Sus apóstoles
aprovecharon también de esta libertad para viajar dentro del imperio.
Otro aspecto de los cambios en la comunicación tiene que ver con las lenguas en uso.
Está claro que Jesús hablaba hebreo. Leyó de las escrituras hebreas en la sinagoga
de Nazaret (Lucas 4). También hablaba arameo, lengua semita similar al hebreo, y
algunas de sus frases arameas fueron recordadas por los discípulos (Abba; Talitha
koum; Eloi eloi lama sabachthani). Parece probable
que la mayor parte de su enseñanza se hacía en arameo. A la vez hay una certeza
razonable que también hablaba griego. Desde las conquistas de Alejandro Magno, el
griego fue la lengua universal, situación similar a la del inglés hoy o del castellano en
América Latina. El griego, y no el latín, fue la lengua usada más comúnmente dentro
del Imperio Romano, especialmente en el oriente. Jesús fue criado en Galilea, región
de mucha mezcla de culturas, y más heterogénea que Judea. No tengo la menor duda
que Jesús hablaba tanto el griego como el arameo. Está casi fuera de toda duda que
habría hablado griego durante el juicio delante de Pilatos. Su propio hermano Jacobo,
conocido también como Santiago, y sus discípulos Pedro y Juan, ciertamente
hablaban y escribieron todos en griego. También, como veremos más adelante, el
apóstol Pablo ciertamente hizo uso efectivo de aquella habilidad de utilizar la lengua
universal para comunicarse.
Otra característica de la vida del primer siglo fue la confusión prevaleciente debido al
conflicto y síntesis entre culturas y cosmovisiones. Roma generalmente toleraba las
religiones de los pueblos mientras su práctica no representaba una amenaza para la
autoridad romana. El imperio romano de esta manera funcionaba como conductor, en
parte, y a la vez como caldo de cultivo en cuanto a la interacción de religiones y
filosofías. Nos damos cuenta de esto leyendo el Nuevo Testamento. Aún durante su
ministerio público, como ya notamos, Jesús tuvo que lidiar con los saduceos quienes
intentaron sintetizar algunos aspectos del pensamiento griego y judío. Los fariseos,
con quienes también debatió, representaban el rechazo de tales síntesis. El apóstol
Pablo, durante su ministerio, tuvo que mantener una alta sensibilidad frente a las
diversas cosmovisiones de las personas con quienes hablaba, y frente a los peligros
de síntesis y sincretismo en el mundo dentro del cual se movía. Entre los principales
peligros que enfrentaban las primeras iglesias fue la enseñanza sincretista de los
judaizantes, quienes intentaron hacer una amalgama con el evangelio cristiano y el
fariseísmo. Otro peligro similar fue la enseña de los protognósticos, quienes intentaron
armonizar el cristianismo con varios aspectos de la filosofía griega y las religiones de
misterio.
Contra este trasfondo, deseo emplear el resto de esta ponencia para observar cómo
predicaba Jesús.
Jesús el Predicador
El Sermón del Monte (Mateo 5:1-7:27) es el sermón más famoso del mundo. Es
también el fragmento más largo de predicación ofrecida y conservada dentro del
Nuevo Testamento. Sin embargo nosotros los predicadores rara vez lo consideramos
como modelo de nuestra predicación. Es una lástima porque aquí vemos al Maestro
predicando.
La Audiencia que le Escuchaba
Está escrito claramente que enseñaba a sus discípulos (5:1,2). Sin embargo, es un
error común dar por sentado que enseñaba solamente a sus discípulos. Se nos ha
dicho un poco antes (4:25) que le seguían multitudes y fue cuando vio a las multitudes
que subió al monte (5:1). Cuando llegamos al final del sermón, está claro que estas
multitudes estaban escuchándole, porque leemos que se asombraron al oir su
enseñanza (7:28). También, si el llamado Sermón de la Llanura (Lucas 6:17-49) es,
como particularmente creo, un resumen del Sermón del Monte, está claro que hubo allí
una multitud mixta de discípulos y otras gentes(Lucas 6:17).
¿Quiénes era esas personas? ¿De dónde vinieron? ¿Y por qué vinieron a escuchar a
Jesús? Parece que fue una multitud mixta de personas de Judea, Jerusalén y Galilea,
pero también de Siria, Decápolis, Transjordania, Tiro y Sidón. Muchas de aquellas
personas eran judíos, personas con algún conocimiento de lo que Dios había revelado
en las escrituras del Antiguo Testamento. Pero sería estirar la imaginación para creer
que ellas eran todas judías, ya que tenemos ejemplos en los evangelios de
conversaciones entre Jesús y una mujer de la región de Tiro y Sidón la cuál era fenicia
que seguramente hablaba griego (Marcos 7:24-30), una mujer samaritana (Juan 4), a
Legión, gadareno del lado oriental del lago de Galilea (Marcos 5), y un centurión
romano (Mateo 8:5-13).
Aquí hay una lección para nosotros. Si nuestra predicación está bien y si seguimos el
ejemplo de Jesús, no solamente los cristianos nos escucharán. Si nos dirigimos hacia
seres humanos como tales y “rascamos donde ellos se pican”, el mundo escuchará.
¿Pero por qué se congregaron esas personas de lejos y de cerca para escuchar a
Jesús? Nuevamente, se nos dice que vinieron al principio porque escucharon que
sanaba (Mateo 4:23-25). ¿Qué podemos aprender de esto? No está en nuestra
capacidad sanar a las personas al instante y milagrosamente como lo hacía Jesús. No,
pero sí podemos encontrarnos con las personas en el lugar preciso de su necesidad.
Podemos acercarnos a ellas en sus dolencias y en sus anhelos y temores. Podemos
mostrarles que nos importan, y que nos preocupamos por ellos como seres humanos y
no solamente como estadísticas o almas etereas. Frente a Jesús las personas sentían
que allí estuvo alguien que les amaba.
El Ejemplo de Jesús
¿Cómo hablaba Jesús a una multitud mixta? ¡Llamaba su atención y retuvo su
atención! ¡No les aburría! ¡Sus palabras eran sencillas, específicas y directas como los
golpes de un boxeador! Estuvo consciente que tenía un gran mensaje, pero tenía que
comunicarlo a una audiencia mixta y por eso escogió un estilo, una estructura y un
lenguaje que comunicarba con todos.
Nosotros hoy tenemos que comunicarnos en una situación multicultural, pluralista y
confusa. Por eso tenemos que estudiar para ser sencillos y directos, apuntando a la
experiencia y preocupaciones comunes a los seres humanos. Hay lugar y momento
para dirigirnos a las necesidades específicas de grupos o individuos específicos, como
veremos cuando miramos otros aspectos de la predicación y evangelismo de Jesús y
Pablo, pero tenemos que dirigirnos también a las necesidades universalmente
sentidas de los seres humanos.
En esta época postmoderna la presentación es más importante que nunca. Para
mencionar sólo una de las razones, estamos compitiendo con muchas otras voces y
cosmovisiones. Ya no estamos en una situación estable de “cristiandad” donde
solamente tenemos que competir con distintas opiniones cristianas. Tenemos que
competir con el Islam, la nueva era, el humanismo y el existencialismo. Además, para
muchas personas “el medio es el mensaje” como dijo Marshall McLuhan en la década
de los sesenta. Ni siquiera empiezan a escuchar si la presentación no les llama la
atención.
¡El estilo de predicar que Jesús utilizó en el Sermón del Monte ciertamente captaba la
atención! Jesús tenía un tema claro: la vida nueva de su reino. Tenía un propósito
claro: a llevar a las personas adentro del reino. Tenía estructura clara. ¡Tenía una
introducción que capturaba atención: las bienaventuranzas paradójicas! El cuerpo del
sermón es una descripción clara, y paso a paso, del significado de ser su discípulo y
vivir la vida del reino. Tenía una conclusión poderosa: el relato de los constructores, el
sabio y el necio.
¡Muchos predicadores piensan que pueden ignorar, sin tener problemas, el método de
Jesús! ¡Piensan que pueden hablar sin preparación! ¡Piensan que pueden deambular
de un tema al siguiente e irse por la tangente! ¡Piensan que dicen algo importante y
emocionante precisamente porque ellos lo dicen! ¡Estos predicadores son como el
constructor necio que construyó sobre la arena! ¡Sus sermones caerán tan
inevitablemente como se cayó su casa porque no ponen en práctica las palabras de
Jesús!
Nos toca seguir el ejemplo de Jesús para predicar con efectividad. El tenía tema claro,
propósito claro y estructura clara y eso requiere preparación.
Pero, adicionalmente, Jesús tenía un estilo definido de predicar. Su estilo era oral, no
escrito. El error opuesto al de la preparación deficiente es el del exceso del pulimenta
estructural, es decir escribir y leer nuestros sermones hechos con estilo literario. En
esta época postmoderna es de tremenda importancia el cultivo de un estilo oral de
predicar y no un estilo literario, porque la gente desconfía de lo que tiene apariencia
racional y metódica, y es atraída hacia lo que es más personal y existencial.
Notaremos algunas de las características de un estilo oral mientras miramos cómo
Jesús nos muestra la manera clásica de predicar: declara, ilustra y aplica. A través del
sermón Jesús declara, ilustra y aplica. A veces es difícil aislar cada elemento, pero
podemos ver claramente que están todos allí, como una soga de tres hilos o una
trenza en el cabello de una niña. En tus prédicas tú también debes declarar la verdad
e ilustrar y aplicar dicha verdad. ¡Debes declarar con precisión la verdad específica de
la cual estás hablando para que los oyentes sepan de qué hablas! Debes ilustrar la
verdad de la cual estás hablando para que los oyentes comprendan lo que les estás
diciendo. De igual manera debes aplicar la verdad de la cual estás hablando para que
los oyentes sepan que esa verdad se aplica también a ellos.
Declara la Verdad
¿Cómo declaraba Jesús la verdad? ¿Qué podemos aprender de él? ¡El declaraba la
verdad usando palabras comunes, un lenguaje sencillo y oraciones cortas! “Ustedes
son la sal de la tierra”, o “Pidan y se les dará”, o “No juzgues o tú también serás
juzgado”. ¡No usaba palabras como las que he usado yo hoy en dirigirme a
estudiantes de seminario, como “existencial” o “postmoderno”! Aún las oraciones más
largas de Jesús no eran complicadas sino fáciles de comprender.
Jesús también utilizaba preguntas, repetición y contrastes. Así envolvía y atraía al
oyente. Jesús utilizaba preguntas que no requerían respuestas habladas. “Si amas a
los que te aman ¿qué recompensa obtendrás?” (5:46). El oyente se ve envuelto e
intenta a contestar la pregunta.
Utiliza también la repetición. “Bienaventurado…Bienaventurado…(5:3-11)”. La
repetición (¡con variación!) clava bien el mensaje. También utilizaba contrastes. Las
bienaventuranzas son contrastes. Algunas de ellas son paradojas. ¡El reino pertenece
a los pobres! El capítulo cinco está lleno de contrastes. “Han escuchado que fue
dicho… Pero yo les digo…”.
Cuando anunciamos el evangelio, debemos de buscar el estilo oral sencillo de Jesús.
Debemos de usar las mismas técnicas sencillas que utilizaba él para clavar bien el
mensaje en las mentes de nuestros oyentes.
Ilustra la Verdad
En adición a la declaración de la verdad, debes ilustrar la verdad. El Sermón del Monte
está lleno de ilustraciones. Ilustración no es lo mismo que cuento. Los cuentos pueden
servir como ilustraciones magníficas, como el relato de los dos constructores al final de
este sermón. Jesús siempre ilustraba sus enseñanzas. Utilizaba metáforas
impactantes: “Ustedes son la sal de la tierra”, etc. Utilizaba lenguaje gráfico que
sugiere imágenes mentales: “No tiren sus perlas a los cerdos…”. Constantemente
utilizaba también ejemplos específicos: “…cualquiera que se enoje con su hermano…”
y “Si alguien te obliga a acompañarle una milla, anda con él dos millas”. Utiliza breves
situaciones ilustrativas de la vida diaria: “¿Por qué miras a la partícula de aserrín en el
ojo de tu hermano y no te das cuenta del tablón que está en tu propio ojo?” , tomada
aparentemente del taller del carpintero.
A nosotros también nos toca ilustrar el mensaje que predicamos. Cuando hablamos a
audiencias cristianas podemos tomar ejemplos e ilustraciones de la Biblia, si sabemos
que la conocen. Aún en este caso debemos contar en forma completa y explicar la
historia o ilustración. Pero cuando hablamos a audiencias mixtas, como hacemos cada
vez con mayor frecuencia, debemos usar ilustraciones que son familiares a nuestra
audiencia, de la experiencia común, de la vida diaria, de la televisión, del periódico o
de las canciones.
Aplica la Verdad
Siguiendo el ejemplo de Jesús no solamente debemos de declarar e ilustrar la verdad.
Debemos también aplicar la verdad. No importa cuán bien declares la verdad e ilustres
la verdad, si no la aplicas, lo que haces no es predicar. Puede ser informativo, puede
ser entretenido; pero no es predicar.
Lee nuevamente el Sermón del Monte y subraya o destaca las palabras en segunda
persona. Si añades a estas las oraciones donde Jesús exhorta directamente a sus
oyentes a hacer algo, descubrirás con asombro que casi cada oración es una
aplicación directa a los oyentes.
Esto de por sí es una gran lección. ¡No dejes toda la aplicación para el final del
sermón! ¡Los oyentes habrán olvidado tus diversos puntos! ¡Su atención se habrá
perdido! Aplica conforme avanzas, como lo hacía Jesús. Los oyentes verán la
pertinencia de lo que estás diciendo, para ellos y para sus propias vidas.
También podemos cometer el error de pensar que si solamente les decimos a las
personas qué hacer habremos aplicado nuestro mensaje a ellos. Jesús no se
conformaba con esto. El les decía a sus oyentes cómo hacer, y por qué valía la pena
hacer. En la sección que trata de la oración (6:5-15), no solamente les dice a sus
oyentes que oren. Les muestra cómo deben orar al enseñarles el “Padre Nuestro”. Les
explica también que vale la pena orar porque habrá recompensa del Padre.
Jesús también aplicaba su mensaje a toda clase de personas. ¡Alguien ha calculado
que se dirigía a veintidós clases distintas de personas en el Sermón del Monte! Aquí
algunas instancias: gente que desea saber cómo lograr la verdadera felicidad, gente
perseguida, gente que cree que el pecado es solamente externo a la persona, gente
que está considerando divorciarse de sus esposas, y gente débil que siempre sigue
sin reflexión a los demás.
La enseñanza de Jesús es tan específica que puedes identificar a estas clases de
gentes. En nuestras prédicas necesitamos tener en nuestra mente una imagen clara a
quién apuntamos. ¡Si no tenemos una visión clara del blanco probablemente
fallaremos el tiro! ¡También es necesario dirigirnos a personas reales dentro de
nuestro entorno y no a personas imaginarias!
Autoridad y Urgencia
Examinemos finalmente un aspecto más de la forma de predicar que utilizó Jesús en
el Sermón del Monte. Hay autoridad y urgencia en la prédica de Jesús. Estas
cualidades caracterizan su prédica en forma general, pero pertenecen en forma
especial a su aplicación de la verdad.
Las multitudes sintieron su autoridad (7:28, 29). Jesús no estaba citando solamente a
una y otra autoridad. El declaraba la Palabra de Dios. Es cierto que lo hacía por su
propia autoridad “pero yo les digo”. Además nos dejó un ejemplo a seguir, y nos dio la
autoridad para proclamar el evangelio. No debemos de proclamarlo como si fuera una
opción válida entre muchas, como se cree en nuestro mundo postmoderno. Debemos
de proclamarlo como la verdad absoluta.
Hay también una nota de gran urgencia en la prédica de Jesús. En su predicación
buscaba una decisión. Su estilo no es el “tómalo o déjalo”. Hay una vía estrecha que
conduce a la vida, y hay una vía ancha que conduce a la destrucción (7:13, 14). La
verdadera relación entre el oyente y Jesús es crucial. Entre ellos hay a quienes dirá
algún día “Nunca los conocí. ¡Apártense de mí malhechores!” (7:23). La conclusión
dramática con que Jesús finaliza su sermón lo demuestra en forma poderosa. El
hombre sabio hace lo que Jesús le dice y resiste las tormentas de la vida. El necio no
hace lo que Jesús le dice y está en camino a la ruina. (7:24-27).
De igual manera nosotros tenemos que dejar muy en claro para nuestros oyentes la
necesidad absoluta de escoger a Jesús, y lo tenemos que hacer con urgencia.
Nuevamente esto va en sentido contrario al espíritu de nuestra época. La gente está
muy relajada en cuanto a las grandes decisiones de la vida. No les importa tanto. Una
forma de vivir vale tanto como otra. ¡Mentiras! ¡Mentiras! Debemos de perder el medio
a usar el lenguaje más dramático y gráfico para comunicar la urgencia de la situación.
Hablemos de escapar del fuego, de extirpar el tumor canceroso y de saltar del barco
que se está hundiendo.
Conclusión
En el Sermón del Monte, Jesús no nos da solamente enseñanza clara y pertinente
para los cristianos y otras gentes. También nos deja un ejemplo claro para los
predicadores cristianos de cómo predicar. El proclamaba las buenas noticias del Reino
de Dios (4:23). Hablaba en forma específica, directa y entendible. Utilizaba palabras y
conceptos que la mayoría de las personas de distintos trasfondos, culturas y religiones
podía entender. El pensaba en sus oyentes y no solamente en su mensaje, y
amoldaba sus métodos a ellos. Cada predicador hará bien en prestarle atención.

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