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Dejen todo en mis manos Maro Lever (Jorge Valots)nacié en Montevideo en 1940 y fall en agosto de 204, Escrito, ft graf, guionistadecémics,lvero, humoristay == actor jefe cle revista de perfil inclascable. Autor de las novelas facial (1970), Por (1980), gar (1984), Deen ens as (1995), Elma de Gar- et (1996), Hac wc (1996) y La oe sania (2005), publi asimismo es bros de relatos Lede inde pensar nd (1870), Tad imp (1982), as mes (1986), E porter ye ot (1982), Ye gems (2001) tascam de fang (2008), Agus de sas me- joresarticulos e encuentran en Snape (2000) «Ipc 1 (2001), También do a conocer bajo diferentes seudnimos guiones de bistovietas tex: tos humoristicos a MARIO LEVRERO. Dejen todo en mis manos ile de To Get de Beranccu, 38.2800) Maid ‘Sballewoyeshes iro tai: Conan Bile Pi por Calo de Top, un sll de Random Howse Manado. Primera ii unin de 207 2207, Alc Hoppe 1 207 Random Mouse Mondor $A. ‘Tarsus de Gri 47990021 Barna Quen poibids den deo lpi ealcds cn yy bj speci ‘ho Mee revs rp onload ca es por ls tie pcg osm tase mad ‘ler eg fom onde ess hata ony por Prine Spin npoo en Epa erssias | | | | {a existencia de esta novelitaha sido posible por el generoso y paciente apoyo de mi esposa Alicia, a quien por ello el lector no debe juagar demasiado Mi agradecimiento asimismo a: Elvio Gandolfo, Daniel Guenaga, Christian Kupehik y Osvaldo Aguirte por sus comentarios citicos Las cosas por las que vivimos son como el brillo Iejano de las alas de un insecto, ala luz de un sol Ramon Cnuanouex a —1a novela es buena —dijo el Gordo, ¢ hizo una pausa signifcativa—; Pero... Podia habérmelo imaginado, porque sé desde hace unos cuantes afios que mis novelas pertenecen a esa clase: bue- nas, pero... Los erticos e esfuerzan por clasificar mi litera- ‘ura como pertenecienteatal cual categoria, pero losedi- tores son més realistas, y unénimes; hay una sola categoria posible para militeratura: buena, pero... Levanté una mano como para detener el trinsito. —Perfecto —dije—; Ya entendi, Ahorrate el discurso, - so, desde luego, n0 era posible. El Gordo debiaforzosa- mente vomitar su discurso culpable, y yo lo debia soportas, ‘pues forma parte del ser nacional. Hay algo terriblemente culpable en el hecho mismo de ser uruguayo, y por lo tan- to nos resulta imposible decir no clara, Franca y definitiva- _mente. Es preciso agregar un enorme palabrerio para justi- ficar ese no, siempre y cuando Heguemos a pronunciatlo;, " ‘mis a menudo nos enredamos en transacciones complica- das, viciadas de irrealidad, que suelen conduc a desastres monumentales, Escuché, pues, con resignaci6n, sobre las actuales dif ceultades de Ja industria editorial en nuestro pats, como si fuera un tema novedoso, como si el Gordo lo hubiera des- cubierto tras profundas meditaciones y encuestas. Como si ‘en nuestro pais existiera una industria editorial. Como sinuestro pafs fuera un pats. Y después venfa la demostracién de buena voluntads 1 me apreciaba y la editorial me recibia con les brazos abiertos, —Situvieras algo... —Cortala, Gordo —interrumpf, més con humor que con fastidio—. Lo sabés muy bien: situviera ealgo> no se lo traeria a ustedes; intentaria colocérsclo a los espaiioles, 0 porlo menos los argentinos. No agregué mi discurso ideolégico; ya me tiene un poco hharto: si yo tuviera ealgos, no serfa yo mismo, y me odiaria tanto que abandonaria la literatura, Siempre consideré pre- ferible picar piedras, con una pesada bola de hierro unida al tobillo por una gruesa cadena, amatar el libre acto creative pensando en el pablico. Pero es cierto que no tengo expe- rlenciaen pice piedas, —Dejémela —insistié el Gordo, devorato por la culpa. v } | | { i | | | 4 Ademis, lo sé buen lector, y me constaba que la novela Je habia gustado verdaderamente y le daba auténticalistima no publicarl, Legabamos, pues, la etapa de las transaccio- nes desastrosas. (Dejémela. En la proxima feria tal vez...) —Gordo —expliqué pacientemente—, te traje la no~ vela porque necesito dinero, y tardaste mucho tiempo en leerla, y mi necesidad es abrumadora. Tengo los bolsillos vacios. Necesito algo ya mismo. Dame un adelanto de mil délares y quedate con los derechos. La publicas 0 no; es0 ‘no me interesa, Lo que sme interesa es conseguir billets, ahora. —Sabés que no soy yo quien resuelve, Deber‘a consul- tarconel viejo No dijo «debos, sino «deberiay, pero decidfoir mal, ydije bueno», y me volvia sentar, y me puse cmodo, echado hacia atrds, con la cabeza reclinada contra el borde superior del respaldo como para dormir. —Teespero—agregué, Se levant6 con pocas ganas y fue hasta el despacho con- tiguo a representar la comedia, Desde luego, todo era int- til, pero queria hacerlo sufrir un poco y, por otra parte, me sentfa c6modo. En mi casa no hay sillones. Debo haberme ‘quedado dormido durante un minuto o dos, porque apare- ié un hombre con una gran nariz.roja, de payaso, y me dijo en francés una frase incomprensible de ses sflabas B Cuando volvié el Gordo tuve un pequeto sobresalto, ‘Ocupé otra vez su lugar en un sillén frente al mio, y habl. (© yo seguia sofaido,o bien se habia producido un gravisi- mo desajuste e6smico. —Dos mil —dijo, muy sonriente— Te consegut dos mil dlares. Q) —Dejemos momentineamente aparte el asunto nove- lajesoes como ya te explique, y segiin el viejo ahora no po- demos hacer nada. Pero... Ia pausa dramitica, con dice levantado— necesitamos un trabajto. Podés hacerlo ficilmente y te ganés dos mil. Seria una pequefta investi sgacin. Pensé, desde luego: «La Biblioteca Nacionals. Me preparé _mentalmente para tres 0 cuatro meses entre libros y revis- tas vieja, y diarios que se hacen polvo entre los dedos. Po- dla ser, No es mi fuerte, no es mi pasi6n, pero podta ser, Ya habia terminado aquella novela y no tenfa ningiin proyec- toespecial Pero el asunto era otro. ~—Recibimos un sobre con un original escrito a mano. Una novela mis bien corta. Lo tuve unos dos meses medio " i easpapelado, y un dia apareci6 y quise echarle un vistazo. \Vossabés,no obstantela letra manuscrta, nolo pude soltaz hhastael final Bl Gordo clavabe en mi una mirada hipnética, los ojos agrandados por los gruesos anteojos pero también un poco por la reverencia, un tanto mistica, ante el recuerdo de la novela. Los ojos parecian dos huevos duros lotandoen una ppecera, sse me permite la comparacisn, —-Le hice sacar una copia a maquina y después fotoco- pias —continus con fervor—, sla hice leer al viejo, y el viejo la envié répidamente a los suecos. Los suecos manda- ron tn fax: estén enloguecidos. «Los suecos» debian ser alguna fundacién. Fundacio- nes suects, entre otras, reparten dinero a manos llenas para cualquier cosa, sila creen apropiada no sé bien para qué; el Gordo no me dio explicaciones, y amino me inte- resaban. Pero no podia imaginar cuil era mi papelen ese negocio. {Correccién de estilo? Muy improbable; el Gordo hace po- «as cosas mejor que yo, entre ellas la correcci6n; y el suelde «que lepaga el viejoincluye ese trabajo, entre muchos otros, yel viejo noes famoso por gastar dinero cuando puede evi- tarlo. ero no quise mostrarme ansioso, entre otras razones porque no lo estaba. Siempre me ofrecen trabajos poco in- teresantes. 5 —Enloquecidos —repitis, y se qued6 esperando. No ‘me gusta que me escriban los dilogos ni que me marquen las entradas, y hubiera querido seguir callado, pero dos mil d6lares son dos mil délares y e debia al Gordo alguna sats- faccién. ~2¥ entonces? —pregunté, aparentando sentirme ge- ‘nuinamenteinteresado—. :Dénde est el problema? El problema cs el siguiente —respondié, edoptando otra vez un aife grave y un tono sentencioso—: no pode- ‘mos encontrar al autor, —Cruzé las manos sobre el vientre yy seech6 hacia atvs, Empezaba a interesarme, ‘Segiin explicé, el sobre no trafaremitente, El matasellos correspondia a una pequetia ciudad del interior que llama- +6 Penurias (y lo digo al pasar: he cambiado todos los nom- bres y apodos de personas, lugares y paises, para no lesionar a nadie), y la novela estaba firmada pot Juan Pérez. Incre- blemente, no se habia podido ubicara ningvin Juan Pérez-en aquella progresista ciudad, Y sin un contrato formal con Juan Pérez, los suecos no soltarian ni un centavo, ‘Me parecié un trabajo fécil: comprar un pasaje a Penu- las —hora y media de viaje, aproximadamente— bajarse del 6mnibus en la agencia, pararse en la principal y nica avenida —seguramente se Llamarfa Artigas—, y preguntar por Juan Pérez los amables peatones. 6 i i | i sual es el truco? —pregumé. ‘Como si me hubiera leido la mente, responds: —Porsupuesto, cl sibado a mediodia me tomé el mni- ‘bus, me bajé en la agencia, me paré en la avenida José Ger- vasio Artigas y empecé a preguntar por Juan Pérez. Segui preguntando hasta el domingo a la noche, y me voli tal ‘como me habia do. Juan Pérezes un seudénimo, Es preciso investigar masa fondo, pero yoestoy cavado aqui —E hizo ‘un gesto dolorido, y con los ojos y los brazos me dio a en sender su condicién de prisionero entre esas cuatro parcdes yun techo pintados de color claro, Enese momento debiagradecerleal Gordo todasuama- bilidad, secoger la carpeta con mi novela y salir disparado hacia mi apartamento y su tibia soledad, Soy wn eseritor. ‘No soy Phillip Marlowe. Nisiquiera deberfs aceptar una in- vestigacién tipo Biblioteca Nacional, Pero aqui no existe la profesiin de escritor, y el escritor esté obligado a hacer cualquier cosa, excepto—naturalmente— escribir, si quie- re continuar sobreviviendo, Por otra parte si bien dos mil dares no son objetiva- _mente gran cose, para milo eran en ese momento, yo. _guen siendo, objetiva y subjetivamente, Ahorrando aqui y allé, un poco en esto y otro poco en aquello, me podian du- rar bastante. En los periodos dificiles, y he conocido unos cuantos, puedo volverme bastante frugal " of Fl pasajea Penurias, day vuelta, cesta unos cinco déla- ves, Ganancia neta, mil novecientos noventa y cinco. Lo pensé, y fingi pensarlo un rato més —Muy bien —dije al fin, y le pedi un adelanto de qui- inientos porque yo:n0 tenia absolutamente nada en el bolsi- llo—. ¥ ademas —agregué—, si tengo éxito me dan otros uinientos como adelanto por la novela y me la publican este ao. —a¥ sino tenés éxito? ‘Me temia esa pregunta, pero estaba preparado: Bueno —respondi—, algtin riesgo deberin correr ustedes. Los succes, Woy aconsultar. sta vex no sofié nada. Tampoco pude pensar nada; el Gordo volvi6 casi enseguids, —Doscientos —dijo, y los sacé de la billetera. Yo habia «ontado con doscientos cincuenta, pero siempre he sido un sofador. Me puse los triste retratos de Benjamin Franklin enelbolsilo, y pedfel sobre con los matasellos de Penurias, ‘una fotocopia de la novela mecanografiada y tina fotocopia del original manuscrito. —#Para quéi—pregunté el Gordo, y me parece apropia- do decir ahora que no ¢s gordo; Jo fue hace tiempo pero, cuando se cas6, misteriosamente le fue pasando poco a poco Ja gordura a su mujer. Flla, hoy, es un fenémeno de circo. * | t i i i No tengo nada para leer esta noche —respondicini- camente, fortalecido por los dos crujientes billetes verdes y xyacompletamente sumergido en mi papel—. Vamos, Gor- do, Vos dejé todo en mis manos. ® ‘Aunque tenia mis prejuicios hacia las fundaciones suecas, esanoche fui atrapado como el Gordo por la novela—cuyo ‘ftulo me fucimposible encontrar— desdeel primer parra- fo y no pude soltarla hasta el final, Tenia un estilo llano, muy seneillo, y vigoroso, y colorido. Hl argumento estaba construido en tomo a un protago- nista més bien contemplativo: y esa contemplaci6n se refe- sfa mayormente al progresivo derrumbe de nuestras insti- ‘tuciones, nuestros valores, nuestra economia y nuestra cultura. Abarcaba, aunque en un tiempo no lineal, el perfo- ‘do que iba desde la lucha armads, pasaba por la dictadura y , me pregunté, Esa pregunta mela iba a repe- tur muchas vevesen las horas y los dias siguientes. El viaje,el lima, la ciudad, no sé cuél o si todo esto combinado, me hhabia hecho perder todo vestigio de interés en la aventura ‘emprendida. Como en Jos dibujos animados, apazecié so- bre mi cabeza un globito con la imagen de un chupetin y Ta palabra sicker, Durante la siesta habia cambiado de per- sonalidad, y me habia transformado una vez mas en el ani- -uaito viejo, gordo y torpe que ocupa mi lugar demasiado menudo, ¥ mientras me lavaba fa cara con esa agua tibia ligeramente aceitosa, supe por qués no habia obedecido mi impulso natural —seguir a Roxana hasta Misrias y vivir con ella un romance maravilloso— y ahora el Ser Interior se vengaba robindome toda chispa de intligencia y vitali- dad, Temores. Conciencia estrecha. Inbibiciones. Fl Ser ln- terior tenia rez6in, como siempre, y yo estaba equivocado; ey Je ped perdn, mentalmente de rodillas, pero todavia me hizo sure un buen rato. © Pasadus las cuatro y media sali del hotel y tal como me ha- bia dicho la maciza encargada, encontré un bar ala vuelta, fsa calle se llamaba Lavalleja; por alli cerca estaria la calle Rivera, El local se veia bastante siniestro. Tenfa un temble~ _queante piso de madera polvorienta y aunque todavia era temprano para los bebedores habituales, el olor a caf flo taba en el ambiente, las paredes impregnadas del alcohol ‘mal refinado, El patedn se acercé a mi mesa y sin decir bue- ‘nas tardes me mie6 interrogativamente. Pedi un café con leche y dos medialumas rellenas. Qued6 miréndome en si- Iencio durante unos instantes, y luego parecié tomar ana decisién. Atrayes6 tna cortina de flecos coloridos y volvié répidamente, acompaado por un chico. Fue hasta la mé- 4quina express mientras el chico saliadisparado hacia la ca- lle, seguramente basta una panaderia donde comiprar las rmedialunas, el queso y ol jamén. Imaginé que también habria alguien en algiin lado ordefiando una vaca para conseguir la leche; asfy todo, el patrén, un hombre bajo y robusto, calvo, tosco y con un gran bigote, tenia su lado » amable: podria haberme negado ese servicio no habitual, Incluso la méquina de café parceta estar fra. Esperé y es- peré, mientras repasaba mentalmente mis ineas de inves- tigacién, sas Kineas nacian en la misma novela, La narraciGn per- mmitia deducir que el autor-protagonista tendria entre vein- tey veinticinco afios cuando ef golpe del 73; ahora andaria entre los euarenta y los cuarenta y cinco. También podia deducirse que habsa do a la universidad, o habia sido por lo ‘menos un alumino muy destacado en la enseiianza secun- daria. Tal vez un profesional, pero eso no me facilitaba el ‘abajo; me serfa mis Gtilinvestigar el liceo local. Alguna ‘memoria quedaria de un alumno excepcionalmente dota: do para la literatura y otras materias humanisticas, y ese «lumno deberfa buscarlo apelando a profesores en ejercicio aproximadamente entre el 60 y el 70 o, afinando més la punteria, entre el 64 y e168 Pero antes deberiairal correo; un sobre tan grande y pe- sado no deberfa verse muy frecuentemente en aquellos lugares y, por otra parte, el empleado podria reconocer la letra de sobre —auungue esto timo me parecia poco probable—. Ademis, estaba el diario local: los directores suelen estar muy enteridos y conocera muchas personasy, estaba seguro, quienquiera que se ocultara tras ese seudéni- mo —siera un seudénimo—, deberfa haberse destacedo, * durante sus cuarenta o cuarenta y cinco afios, en alguna ac- tividad llamativa para mis fines, (Ordefiaron la vaca, amasaron y hornearon las medial- nas, cortarom las ebanadas de queso yfiambre, se calent6 la mquina del café, finalmente todo lo pedido fue pasando placenteramente a mi estmago. Me sorprendlié la calidad del café. También, al pagar, me sorprendis que fuera tan ba- rato, en relacidn a los precios capitalinos. Como éltimo servicio, gratuito, el patrén meinformé de que el correo se ‘encontraba frente a la plaza, naturalmente en la avenida principal ytinica, Laplaza erael tipico cuadrado con tres palmeras, cuatro bancos verdes al rayo del ol, y un monstruoso monummen- 1: la torre de agua que permitia esos delgado hilitos en las deser un seudénimo. Miré atentamente el sobre durante unos cuantossegun- dos, y después volvi6 a mover le cabeza negativamente. Di- rigié a mis ojos una kinguida mirada celeste —No creo reconocerla letra, seior,y no conozco nin- in Juan Pérez. ero no me parece letra masculina —agre- 36,provocindome un escalofrio, Me quedé mirindola, con Jos ojos muy abiertos y duos —spere un momentito, por favor —rogué— acd ten- gomés muestras Saqué del sobre la copia del manuscrito. Observé por primera vez.esa letra primorosa, redondita, con puntos di- bujados como pequetios circulos sobre las ies, mientras sentia que el mundo me cafa encima, Juan Pérez era homo- sexual fs letra de mujer dijo, y su tono tenfa la certeza de tun perito caligrafico, o grafol6gico, 0 de cualquier idiota que hubiera hecho lo que yo no habia hecho: mirar atenta- mente aquella copia. —De mujer—dije,con un costado dela bocs torciéndo- seen una sontisa dubitativa— 0 bien... digamos, un hom- bre extremadamente delicado...digamos, un hombre. s No, sefior—negé categéricamente, golpeando la tapa del mostrador con un puito reseco— Bs letra de mujer. Y tenfa razén, Juan Pérez no podia ser un varén homo- sexual no si posefa aquel estilo vigoroso, Hano, directo. Pero entonces tampoco podia ser una mujer. A menos que... Si, Lo supe. Juan Pérez, como casi todas las grandes cescritoras, era una lesbiana 1a vi, la vi ante mis ojos, parecida a esa funcionaria, tal vee ms alta, con una vor mas grucsa y un bigotito esboza- do sobre el abio superior, el pelo recogido en mofio, o bien cortado muy cortito.,. La villevando un traje de corte mas- cline. Juana Pérez—dije abruptamente—, (Conoceaalgu- na Juana Pere? Laempleada sonni. —Vive ahi enfrente —dijo,sefialando can un indice y tun brazo estirados an punto situado frente a nosotros, al otro lado dela plaza, ” Fra una casa alta, con un frente estrecho, probablemente ‘muy larga; una hoja dela puertaestaa abiertay dejaba ver tun corredor oscuro. Toqué el timbre, pero no lo of sonar 4 Dejé pasar un minuto y la emprendi con un lamador con forma de mano; o dejé cxer tres veces contra su base, ysur- gi6como dela nada un perro pequeiio yempezs a grufir y amorderme rabiosamente los zapatos. Levantéel pie, agra deciendo que no fuera uno de esos perros fansticos por las pantorillas,y moviéndolo a uno y otto lado lograba man- tener a la fiera més o menos a raya, Después apareci6 un nifio,o nilfa, de dos o tres afios, Se paré en la puerta y se _quedé mirindome fijamente. —Juana Pérez —le dij, yante su absoluto mutismo, in- sisti— Juana Pérez, ivive aqui? ‘Qued6 mirindome, Bjos los ojos durante algunos se- _gundos mas, y después sin decir nada dio media vuelta ysa- 1i6 corriendo hacia el fondo. Afortunadamente, el perro fue tras él o ella. Esperé un rato, y reaparecié el perro, se~ _guido por una anciana seBiora, cuando menos octogenaria; cra baja, delgada, Hevaba ropas negras y tena unos pocos pelos completamente blancos abiertos en abanico, coino ‘un nimbo, rodeando el erdneo. Iha a repetir mi pregunta, cuando ella se adelant6, hablando con una vor. cascada pero perfectamente nitida. —Dice que ahorano lo puede atender. Dice que lo espe- raen lo del Turco alas sicte —Dénde queda eso? —pregunté, pero imitilmente; Vijay perro dieron media vuelta y desaparecieron por don- 38 ‘de habian venido, ella balancesndose, con un ritmo pareci- do al de cla chica de Ipanemas, sobre unos pies calzados ‘con alpargatas que arrastraba penosamente, Me encogi de hombros. A lassiete, en lo del Turco, Bran las cinco y tein tay cinco. No obstante mi seguridad inicial, ef clima de esa casa me hhabia generado ciertas dudas. Tal vezesa Juana Pérez no fue- rae Juan Pérez requerido, Ira a la cita i lograba averiguar qué era lo del Tarco, pero ocuparia el siermpo inmediato en seguir otras Lineas, Pui hasta un kiosco y compré un ejem= plar del diario local. Me senté a leerlo en un banco verde. Se lamabs La Ver. ¥ no era un diario local, sino zonal; y no se editaba en Penurias, sino en Desgracias —localidad situada entre Penurias y Miserias—, y abarcaba estas tres ciudades, més una poblacién cercana, muy pequefia, que Mamaré Lamentos. ¥ no era un diario sino un semanario, y s6lo contenia un montén de basura cuya organizacién es- taba al alcance de cualquier idiota: noticias policales, en su mayoria accidentes de trénsito; nacimientos, bodas, notas sociales, avisosfinebres, el estado del tiempo (vélido sola- mente parael lunes), avisos, farmacias de turno. Niuna fra- se destinada ala cultura, Muy bien: otra linea de investiga ‘i6n desdibujada, No encontrariaa ese director imaginado, nisiquiera estaba seguro de encontrar a ningtin director. Recorté el cabezal, pues ademés del nombre trafa la di- 36 reccién y el telefono, y com el resto hice un boll y lo arro- jebacia una lata municipal para desperdicios colocada con- tra.un drbol cercano, No acerté, Tampoco habian acertado muchos otros, segiin los desperdicios esparcidos alrededor dela lata; por eso no me molesté en recogerlo. No diré que volvieron a invadirme la pesade7 y el desini- smo, pero si recordé esa presencia. Un tipo viejo, gordo y torpe. Sentadoen un banco verdeen una plaza del interior, frustrado en los mismos inicios de una investigacién mal hhecha. Birbaro. Pars empeorar mi situacin, ya era una hora en la cual Jas calles se iban animando, y empez6 a pasar gente que ‘me miraba con sospecha y descaro, haciéndome saber {que me reconocian como forastero, algo casi tan siniestro ‘como extranjero, Tres nifios se pararon a cinco o seis me- tros y empezaron a mirarmey asefialarme ya hablar entre «ellos con la boca torcida, Después vinieron unos mucha- chones y se quedaron rondando mi banco, No me pegaron, De todos modos me levanté y me fui.Por el contorno de la plaza primero, y después por la avenida principal, segui ‘ecibiendo miradas torvas. Entré un bar pegado alla iglesia, siempre frente ala plaza; era un lugar mis decente que el de Iacalle Lvalleja. Com{pirza gomosay tomé Coce-Colabas- tante fresea. Después peat un café, El mozo no me amaba, ‘pero tampoco me agredias un profesional. El café era malo. a las seis y cuarto. Encendi un cigarrillo mis, y pensé en Roxana, o Mabel, 0 como se lamara aquella chica, y pensé también en su padte. A ella la recordaba rubia y con ojos srisiceos, pero mi memoria de esas cosas nunca es buena, Al pensar en el padre arrojé el cigarrillo, Después encendi ‘otro, Las eis y media, A lassiete menos cuarto me acerqué al primer taxi esta- cionado sobre esa misma esquina, y por la ventanillaabier- ta le pregunté al conductor si sabie dénde quedaba lo del ‘Turco, Afirm6, moviendo Ja cabeza una sola ver. Le pre- gunté si me podia llevar. Repitié el movimiento. Subf, puss, y en cinco minutos llegamos al sitio, otra esquina ‘en un cruce de callejas estrechas, Otro bar, Se lamaba El ‘Turco. Comparado con éste, el bar mugriento de la calle Lavalleja merecfa como minimo tres estrellas, La tierra acumulada en los vidtios no dejaba ver el interior. No se perdia mucho. Hlegi una mesa en un rincén apartado del mostrador, donde algunos bebedores departian amablemente sobre sgrandes temas, No queria ser uno de esos temas. Fingi mirar lacalle. En realidad miraba los grumos de tierra, y los capri- no es la palabra adecuada, pues no venia asociada a una necesidad de satis- faccién urgente; cra masbien una evidencia de autoafiema- sufrfa una intensa exec ibn, y tal vez un merecido homenaje. No recordaba haber sofiado, ni tenia siquiera esa vaga consciencia del paso del ‘tiempo que se tiene al dormir; sin embargo, también esa ‘noche mi mente habia trabajado durante el sueio, yal des- pertar me entregé importantes revelaciones, pero no sobre lainvestigacién, Supe por qué no habia seguido viaje en el 6manibus teas a aquella chica, Gladys 0 Mabel, Supe que hacia tiempo ya, desde que mi mujer me abandonara, me habia acorazado cen una vida de ermitaiio y cerrado las puertas alos afectos, yybabia cludido incluso la actividad sexual: no esque hubie~ ra reprimido trabajosamente los deseos: los habia bloguea- do mucho antes, sin permiticles hacerse conscientes ‘Todo aquello se habia traducido en una depresin y me habia levado a iniciar una psicoterapia, sin resultados per- ceptibles. En cambio, aquella generosa y fugaz exhibicién de Juanaen el bar produjo en miese clic, como siJuana fue~ ra la inica lave capaz de abrir Ia cerradura de mis emocio- nes, Mi psicdlogo no lo habria conseguido en diez aitos, aunque se hubiera desnudado por completo y bailado una danza watusi, Por otra parte, las sesiones de Juana eran un poco mas econdmicas y duraban diez, minutos més. Con ‘gusto habrie cambiado al psicdlogo por Juana, sino lo hu- biera cambiado, un mes atris, por cigarillos y comida. ‘A continuaci6n, mi mente me hizo ver que estaba meti- do.en un lio, Tengo una personalidad de adicto, y Juana se ‘ransformaria —ya casi se habia transformado— en un vi- cioy en una obsesién. Si ahorraba al méximo, podria apar- tarcl dinero estrictamente necesario para tres 0 cuatro co- -midas y cl pasaje a Montevideo, y el resto alcanzaria apenas a cubrir cuatro o cinco sesiones més con Juana, cantidad in- suficiente para completar un ciclo, adquirir confianza nue- « ‘vamente en mi sexualidad y mantener abierta esa puerta ‘isteriosa al placer y al dolor (uno le cierra la puerta al do- lot, y por el mismo acto también al placer y a todo lo que hhace que la vida valga la pena de ser vivida). No queria vol- ver atris, no podia permitir otra vez la coraza y la depresion. ‘Ya no era el viejo, gordo, torpe; en ese momento era Amold Schwarzenegger. Podia deshacer a mis enemigos apreténdolos todos juntos en un pufio; peda tirarme en ese mismo momento al piso y hacer doscientas flexiones, ‘podia ganar un campeonato de atleismo, AI menos, mien- ‘as la presencia intangible de Juana no se fuera evaporando de mipiel Laereccién fue cediendo, me evantéy medi unaducha, yy mientras el agua tibia caia sobre mi cuerpo se me aparecié la imagen del psic6logo, diciéndome que mis conductas ‘eran las de un adolescente, Hice un gesto obscene hacia la imagen del psic6logo. Tal vez él tenia razén, pero si mis uncia concteta, o alguien que pudiera sentirse amenaza- do, pero no crefa que en verdad se me hubiera pasado algo asien mi primera y inica lectura. Preguntando, no obstante las miradas torvas, pude ubi- ar alli cerca —peto no en la avenida— el local del ice. Erabonito, grande, moderno. Fn labedelia pregumté porel director, Nose encontraba; podia, en cambio, hablar con el secretaro, Fate resulté ser un individuo menudo y ampu- oso. Usaba un bigotito de silico y rezumaba hipocresia y petulancia.Crefadisimular la calvicie mediante un trabajo dcorfebre, que leinsumirfa una buena hora diara, sobre las so ruinas de una cabellera. Apenas dijo dos palabras, supe que ‘estaba alli por razones politicas y no por méritos. El direc~ tor seria un ave parecida; ahora estarfa pescando, 0 borra- cho, 0 ambas cosas, ‘Oy mi nombre, mi profesion y cusl era la prestigioss editorial que me enviaha, y dijo sentirse tremendamente honrado por mi presencia. Y, maldito sea, me levé acono- cer todas y cada una de las dependencias de ese orgullo lo- cal-Inclusoincursionamos en algunassalas de case. Fuiob- servaclo erfticamente por cientos de ojos desconfiados y burlones. Cuando se me presentaba como un célebre escri- tor nacional, ceia notar en algunas miradas un razonable temor de que me pusieraa recitar MotivosdeProteor oda leyenda patria», Al verme aparecer en una clase prictica de biologia, los alumnos se mostraron expectantes y alboroza- dos, pensando sin duda que yo era cl nuevo espécimen adi- secar,Juré vengarme de todo aquello en la personadel ena- no secretario, Después me invit6 a su despacho y se puso «mi disposicion. Le conté mi problema, a grandes rasgos, sin dar demasiados detalles. Se mostr6 muy interesado, un twosoy colaborador, pero obviamente habia entradoalliceo con el nuevo gobierno y no sabia nada de los afios sesenta, ride ninguna otra cosa Luego se excus6; debia, dijo, consultar los ficheros. Mas bien, pensé, faa preguntarle a alguna empleada adminis- 3 trativa, o a alguna limpiadora, la gente verdaderamente lit. Me entretuve paseando la vista por el sobrio despacho, grave y digno, con sillones tapizados en cuero auténtico, banderas y retratos de augustas celebridades. Me imaginé al ‘nano sentado alli, en su enorme sill6n giratorio,escarbii dose todo el tiempo las ufias ylos dientes, Volvié trayendo malas y buenas noticias. Malas noticias «asi todos los profesores de los afiossesenta habian muertoo ‘emigrado, Buenas noticias: habia una profesora de literatai- 1, jubilada, vivienco atin en Penurias. Me entreg6 un pape- lito con sus sefias. Se llamaba Ermelinda Schnapps, Florinda Potz, 0 algo parecido, Tampoco recuerdo emo se llamaba 1 enano, ni siquiera lo recordaba ya en aquel momento. Una vezalguien, no importa quién, me habia convidado con un alfajor Troncoso, Me habia hecho vomitar hasta las ‘ripas, no sési por la simple calidad del producto o porlain- fluencia de la cara ce Troncoso chico en la inmunda propa ganda televisiva. Aparecfa sonriendo, con algunos huecos entre fos dientes y Ia cara embadurnada por una sustancia Pegajosay oscura;tenfa los ojos desorbitados y decia: (Qué +icob, Me pareci6 oportuno corresponder al gentileza del selior secretario obsequidndole los alfajores que, segtin ex- pliqué. me habia entregadlo recién el mismisimo fabricante con sus propias manos. Quedé encantado. Salf como flecha, buscando una papeleria. Quesfa escri- 2 bir una carta al diario zonal, y todavia no habia resuelto si pondria un aviso ono, para veri Juan Pérez se comunicabe onmigo —me parecia un recurso indigno y en un princi- pio lo habia descartado, y mpoco confiaba mucho en su sefcaca, pero ahora queria utilizar todos loscartuchos pos: bles—+ lo importante en ese momento era encontrar la papeleria antes de la siesta, Entre una cosa y otra, se aban hecho casi las doce. Pero tuve suerte, 1a papeleria —pomposamente denominada Libreria La Luz, aunque pude comprobar que no ten‘an un solo libro ala venta — estaba abierta todavia y ademas ostentaba un. cartel muy visible que decia RECEPTORIA DE AVISOS. La bonita y movediza empleada, que sin duda suftia de hiper- tiroidismo, y de hiper otras cosas mis agradables, me res pondis que efectivamente recbian avisos para la Vor. —Silo pone hoy, sale el unes ala tarde —agregs —jHasta cuindo tengo tiempo, para que salga el lunes? —pregumté, pues queria pensarlo mejor. Hastael viernes a la tarde, Fstébamos a.. miércoles. Bien, lo iba a pensar. Mientras tanto, podria decirme ella si conocfa al cronista local, — {Lo qué’ —pregunt6, aumentando el earcter protu- berante de sus ojos —Al cronista local -~repeti—. Alguien debe ocuparse otras informaciones. de enviar las notas sociales de aqui, y ~—Bueno, la mayoria son avisos que mandamos noso- ‘0s, los pasamos por teléfono, —Se ras debaj del pelo con unabirome, detrés dela oreja Pero, shay un chico, A veces manda alguna nota, como la del festival de rock. Sellama Juancito, —dJvancito? Juancito Pérez? —preganté, por simple rutin No, Juancito Fiore, No sé dénde vive, pero aesta hora seguro que esten el kiosco, Fl del bar dela plaza, Noel que esti de este lado, sino del otro, Compré unas cuantas hojas de papel y tres biromes az les. Como no tenfa cambio, me dio de vuelto vatios cara melos redondos, de colores horriblemente chillones, No tenian envoltura,y fueron a juntarpelusa en un bosilo del saco. Agradect sus informaciones y su gentileza, miré un oquito més su busto interesante, yslf otra vez dsparadoy ahoraen direccién al kiosco, al que estabe del otro lado, no deste, Porel camino encontré un teléfono piibico; milagrosa- ‘mente funcionaba. Siempre Hevo tres fchas en un bolsillo delacamisa; cuando gasto una odos, paso el restoa un bol- sillo del pantal6n para que me estorbe al caminar y me re- cuerde reponer las que falten. Disqué el miimero de dofa Ermelinds Schnapps o como se llame, y a los gritos logeé hacerme ofr, porque su teléfono andaba mal,o su oido an- Ey areca la de una vieja inservi- daba mal, aunque la voz no p : be Logréno sin abso una ita paralasincoy mela sugiré las cinco, pero as cinco yo tenfa una citatelef6ni- ade negocios con Juana, y debia decile unas cuantascosss. ay Juancito Fore tenia unos treintaafiosy aspecto agradable. ‘Una melena rubia ensortijada y un aire informal lo hacfan parecer mucho mis joven. Le dije que descaba hablar con Ly entonces desaparecis de mi vista y aparecis luego as0- ‘mando al interior dl bar por una puerta lateral, Me hizo wit6asentarme a una sefias de que enteara, y después me in res lo zo de modo que pair vig el kosco bien acsa hora no habria mayor movimiento y parecia feliz rade su encierto 1 tenet una excusa para estar fu rer puta leona local de La Yr —expliqu—y la chica de la papelera, ahi enfrente, me dijo donde poeta, encontrarlo, Tengo interés en averiguar sobre una persona, —agregué— y tal vez usted me pueda ayudar, Seguidamente narré el caso, en linea generale, sn omi- tiref nombre de Juan Pérez. Mientras tanto, un mozo nos habia aleanzado dos pocillos de café; Juancito los habia pe- dido mediante un ademan, sin consultarme. 8 —Hlay un Juan Pérez —dijo, después de pensarlo un Poco—. Vive en las afueras, en una quintita. Pero no creo {que te sirva; andaré por los setenta aos, es un milco jubi- lado y hace algunos afios que est ciego. Movil cabeza, No era msi Juan Pérez Tal vez no se lame asi. Tal ver sea un seudénimo, tn- cluso tengo motivos para pensar que se trata de una mujer. Laedad no esel actor mésimportante;ésees un céleulo mio ¥y puede estar equivocado, Lo que més me interesa es saber sobre personas con alguna actividad mas.o menos destacada en cuestiones culturales, siempre rondando laliterarura. El joven solts una carcafada, —No hay muchos por aqui—dijo, ~ Mejor —respondi—. Fn Nueva York mi trabajo serfa mucho més dificil, {Se te ocurre alguien? —Hil habia co- ‘menzado el tuteo con naturalidad, y yo correspondi con’ bastante agrado; nunca me sent cémodo en el papel de adulto grave. Y menos atin de anciano grave. Qued un rato mirando el vacio, en silencio. Después se Jevant6 y fue a atender @ un cliente, Cuando volvié a sen- tarse ala mesa trafa alguna informacion. —Hiay un viejo farmaccutico. Bscribe poemas. Cada tan- to junte unoscuantos los haceimprimir en unos folletitos que distribuye gratis entre los clientes, Movi la cabeza, Los poetas tienen su mundo propio —dije—. ¥ mas cuando son viejos;difcilmente se largarfan a escribir una novela, y menos algo como esto, Es mejor que Garcia Mar- quee-—~afiadi, un poco caprichosamente, El oven sibs, También ay una maestra—dijo—. Escribe cuentos para nifios. Nunca los publicd, pero os usa con Tos alum nos. Son esas cosas educativas,nifios buenos que reciben su recompensa. —Rié cinicament. ‘De pronto entré en un estado de shock. Abris bien los ojosy qued6 como mirando una visibn; me di vuelta pen- sando que habia entrado Juana, oal menos la hipertizoidea, Pero no via nadie, ni nada especial — Hay un tipo—dijo, al fin, lentamente—, Un tipo raro, nésomenosde tu edad, que sempre andasolo por abi sen- tado en laplaza, a veces loves agachado mirando una planti- ta, no sé,esas cosas. A veces incluso saca fotos, pero no pasa jesni gente, sino paredes descascaradas, cosasast, iste! Nose sihabrdescritoalgo, alguna ver, pero tiene el tipo, entendés? ‘Mientras hablaba, yo iba asintiendo con la cabeza. Me gustaba, Bse tipo raro me gustaba como Juan Pérez; calzaba, en cierto modo, en un borrose hosquejo intimo que me ha: ‘ia formado inconscientemente. Quedaba por explicar, des- de luego, laleta femenina, pero un tipo raro, siempre sol. — se puede ser —dijeenfiticamente— Me gusta. te {elicto por la percepciOn. Vos no escribist s Seencogié de hombros. —Alguna vez traté, pero todo lo que me sale es una mierda, ¥ después, aqut no tenésa quiéa mostrarseo. Por qué no te vast —pregunté ‘Se encogié de hombros otra vez. No sabia, Tenia ganas, pero no sabia cémo hacerlo. Torcié hacia abajo un costado de laboea, —Sise te ocurre algo mas, llamame, por favor, al hotel. Y anoté mi ntimero de Montevideo; tal vez un diate deci- das a darte una vuelta y explorar posbilidades. Yo soy un. pobre gato, pero tengo algunas relaciones, Aunque aqui no se esté tan mal —agregué, recordando a Juana—. A lo me- jor me quedo un tiempo, No me dej6 pagar el café; el mozo ni siquiera se acerca cobrarnos. Lo dejé sentado a la mesa, mirando aparente- ‘mente hacia el kiosco, pero sin duda queriendo ver otras, cosas, dentro des, (a Encontré un restaurante, siempre en la avenida aunque no sobre la plaza: ya era hora de comer comida y no séndwi- ches y otras basuras. El lugar no prometia mucho; unas po- as mesas con manteles de papel —limpios— y sillasines- * tables, sin espejos ni evestimientos de madera o cafas, sino paredes pintadas ala cal, y un pequefio mostrador; detrés, ‘una parrillairradiaba un calorinfernal. Flegf una mesa pro simaa la ventana, lejos del sol y también de a parrilla Igual phacia mucho calor. Fl mozo no ganarfa nunca un concurso Por ejemplots, pregunté, sabiendo que el superys es sun engendro ineficazy so sive para ceiticar. Por ejemplo, poner ese aviso.» ¥ esperar hasta el martes o miércoles, para vers hay al- guna respuesta» ‘Algo es algo, insst6 la vor. 7 . El riesgo de perder a Juana, y no solo como fuente de ingresos, aunque remoto, era para poner nervioso a cualquiera. — Quiero hablar con él —dije firmemente. Ella puso el grito en el ciclo. Yo insist, empecinado. Su mirada era de verdadera angustia, “Te va a matar—dijo con una sencille aplastante—. No sabés cémo es. No, no sabia como era, yee pronto tampoco queria saber lo. También yo podia matarlo al. ¥ probablemente me gus- taria demasiado hacerlo. Baé la cabeza, y mé interes6 mu- chisimo una manchita blanca sobre mi zapato derecho, seguramente una salpicadura de pasta de dienes. ;Con qué se fabricara, tan blanca y pegejosa? Fn casa tenia un diccio- nario téenico; cuando Megara a Montevideo deberia buscar «pastadedientess.O, mejor, «dentifricoy. Sin dudaaparecerie como «dentifrco». Era un buen diccionario; trafainforma- ion sobreinnumerables cosas. Aunque una vez habia procu- rado averiguar cémo funcionaban los visores de cuarzo, y Bh! —casi me grt6 Juana, Levanté a vista Ella estaba alli, ,Cémo habia entrado’—. Qué te parece siaprovecha- ‘mos este momento? —afladi6, ahora con gran dulzura. ‘Me conquist6 el plural; no era s6lo yo quien debia caprove- char ef momento; lla también, Era muy gentil. 6 Por lo menos me podrias dejar una fotografia —ije—. Para contemplarla y masturbarme, No quiero sa- berde ninguna otra mujer, nunca mis. Te amo, Juana. 6 suaverente. Fsta ver dej6 caer el tapado al suelo, y rho se acosté, Se acercé a mi y empezé a desabrocharme la camisa, mientras me hablaba como a un nifio pequefio. Nerds que se te vaa pasar —decfa—, ;Cudntas veces hhabrs sentido lo mismo? Después encontrés una mujer és linda, ms buena... porque yo no soy buena. y vas a ver que.. —Apenas salgas por esa puerta dle, draméticamen- te—mevoy acolgarcon el cinturén, del cafiode laducha. [No puedo vivirsin vos, Juana. Se ri6 a carcajadas y empezé a hacerme cosquillas. No tolero las cosquillas; fui retrocediendo y dando wueltas has- ta quedar en una posicén tal que le fue fil hacerme caer sobre la cama, y me tré encima toda su opulencia, Fui olvi- dando lentamente mis negros proyectos. Me dejé besarla cm laboca, cosa prohibida hasta ese momento, Mucho més tarde fingi6 su orgasmo con tanta conviccién que me dejé Ja duda, Mirando bien, aquién sabe? Ella también se habia cargado emocionalmente, y quizis... Pero yacestaba vestida, yaalcanzaba la puerta, ye la abria, ya me hacfa adiés con la ‘mano. Queriasaltar dela cama, correr hacia ella, abrazar- ‘me asus piernas, Nome pude mover. La puertase cer6. 100 2) ‘No supe més nada hasta lo que yo crefa ls mafiana siguien- te. Abrflos ojos; seguian fijos en la puerta, Ambas luceses- taban encendidas; lade la portal y la que pencia de techo. No recordaba suefios, no recordaba haber existido; algo ‘enorme y negro me habia tragado y ahora, sin poder dige- rirme, me voritaba sobre una cama Segui ficil quedarme asf durante el resto del dia, y del mes, y del rmirando la puerta y no me hubicra sido muy di- ano, Pero en mi mente se habia clavado, no sé cuindo, una, {dea inamovible. Tenia que irme. Impulsado por esaidea ja me levanté, me lavé la cara, me afeité, me peiné, me vestiy ordené mis cosas, Al guardar el despertador vi que eran las rnueve menos diez. De la mafiana o de la noche! Consulté Lreloj pulsera; era la noche del mismo dia viernes. Habia dormide menos de una hora ‘Armé el bolso y lo cargué en el hombro izquierdo, me ‘puse la novela bajo el brazo, revisé nuevamente la piera y el bio, al abrir el cajén de la mesa de luz aparecis,intacto, elpaquete de preservativos, lodejéahiporque paramfse ha-| bian terminado las mujeres y fuera como fuese qué impor- taba; sin duda padecis ol sindrome de inmunodeficiencia adquirida y la semana préxima me ban a sacar los testia- wo los carcomidos por el cancer, oh esos inttles adminfculos «on los cuales hubiera sido mejor no haber nacido... y en- ‘regué a lave ala sefiora de lentes redondos, le dila mano yylas gracias, y salfrumbo a la agencia Al Ilegar alli vi con estos ojos cémo se alejaba rauda- ‘mente el Gmnibus de las 21.00, que habia salido con un pe- quefio tetraso, Saqueé un pasaje paral siguiente, alas23.30, ‘yempecé adar vueltas por la ciudad; el clima ya no era in- sufribley alentaba a seguir caminando. Sentfa un gran vacfo interior y me movia por aquellos lugares in mayor interés Asifue como me encontré en parajes nunca vistos, al borde ‘mismo de la ciudad; las calles estaban mal ilumminadas, yen algunas Ia ausencia de luz era total. Legué a distinguir va- gamente ranchos, pasto y animales sueltos, Cuando quise emprender el regreso, comencé a trazar une lenta espiral haciael centro, y me perdi. No podia encontrar el camino. Cada calleja me evaba otravez alos bucélicos suburbios. Se me haba borrado toda referencia, cruzaba una y otra vez mi rastro invisible, traza- bi circulos como perdido en Ia nieve. ¥ estratégicamente distribuidos habfa unos arbustos que soltaban un aroma dlulzéns se me pegaba ala narizy ala piel y me confundia las ‘ideas, porque era un aroma exactamente igual al perfume de Juana, Empecé a presentir a Juana tras cada esquina, ju- gandoa las escondidas conmigo; un sefuelo que meinducia mm aseguir caminos equivocados, que me envolvfay meatabaa «esos lugares sombrios como e! hilo pegajoso de un araia Todo estaba quieto y desierto, Cada tanto veia a alguien, pero alo lejos, en la proximidad de algain farol; siempre ato lejos. Cuando intentaba acercarme, encontraba todo de- sierto nuevamente, ‘Comencé a ponerme nervioso, lo cual demostré que mi aparato psiquico existfa ain, Me dije que allf perderse era tan probable como ganar la loteria; s6lo debia mantenerme mn y fatalmente Hlegaria al andando en cualquier direc centro, El razonamiento era bueno, pero los resultados no, aunque debo confesar que a veces hacia trampa y me dej ba desviar del recto camino por seguir os efluvios de aquel aroma particular. Fue otro aroma particular lo que terminé de activarme: un olor a grasa quemada que me golpes la nariz.como un puito calzado con un guante de box. Inmediatamente co- ‘menzaron a funcionar las glindutassalivales,y me dicuen- ta de que tenia un hambre feroz. Mientras seguia sin dif- cultad el rastro de aquel olor, empecé a sentir un fuerte latido en las sienes, uno de los fntomas clsicos que suelo atribuir ala bipoghucemia Se trataba de un boliche que hasta el momento no habia visto. Sobre una parrilla habia trozos de carne aséndose. No Jo pensé mucho y mesenté a una mesa, 10s Va a demorar un ratito—uijo el patzén, y colocé so- bre la mesa una botella de vino tino. Yo era el «nico parroguiano; no sé si por demasiado ‘temprano o demasiado tarde, Miré la hora: las diex.y me- dia pasadas, Tal vez todavia estaba a tiempo de alcanzar el ‘omnibus, pero no me importaba demasiado. Queria co- ‘mer, por encima de cualquier otra cose, pero también per- cibja que en mi interior aquella nitida idea fija de partir inmediatamente se habia debilitado, dejando paso a un, conflicto leno de malignos ingredientes, tales como el deseo de quedarmey tratar de recuperara Juana por algéin ‘medio, y el deber de quedarme para completar mi investi- gacion. Estaba masticando e intentando trager un trozo de pan fabricado sin demasiado amor, ayudindome con unos, sorbos de ese vino que disolvieron el pan como écido nitri- co y me trazaron surcos sanguinolentos en el esélago, cuando sin previo aviso surgi laimagen de Troncoso. Mis ‘exactamente, su voz; fue un poco més tarde cuando apa- recié la fea cara. La vor decia: eYo sé quién escribié esa novela. Lo habia dicho: estaba seguro. ¥ yo no le habia prestado atencién, poseido por aquella furiaasesina, Pero él lo habia dicho, y ahora surgia en mi mente como silo oyera por pri- ‘mera vez, Pensé en una mentira, yrechacé Ia idea; 6 no in- ry ventaria innecesariamente una mentira tan frgil y efime- 1a, Nor Troncoso sabia, La clave que necesitaba estaba en po- der de alguien aquien yo habia humillado, No zecuerdoel gusto del churrascos estuve todo! tiem- ‘po masticando distraido, pensando y pensando. La conclu- sin final fue que debia olvidarme de Troncoso. El cerebro comenz6 a recibir sefiales tranquilizadoras con respecto al nivel de glucosa en la sangre, y eso posible- ‘mente habria contribuido a mejorarme el humorsi no hu- biera necesitado utilizarel bafo, ElpatrOn mesefialé a ubi- cacién del inmundo cubiculo, aungue yo mismo podria hhabetlo descubierto con los ojos vendades. En su interior ‘deb{ moverme graciosamente en puntas de pie entre los chiarcos, como una bailarina clisica, Para fines higiénicos debi utilizar mi papel de carta, porque no habia toallas ni papel higiénico. El water-closet era poco més que un agu- jeroen el piso, Todo eso no mejoraba mi humor, pero tamm- ‘poco necesariamente lo empeorabas lo malo fue procurar distraerme leyendo las inseripciones, adornadas con abun- dantes dibujos obscenos, que enriquecian las paredes. Los {graffiti habrian hecho llorar de risa a mi bisabuclo paterno en su época escolar, Y —de ahi mi malhumor— junto 2 uno de los dibujos aparecia el teléfono de Juana, so me disgust profundamente, Me lastims. Por qué debia seguir sufriendo hummillaciones? Maldije al marido de ns Juana. :Quién sino él podia ser el agente publicitario? No s6lo como hombre; también como publicista era wna mier- da: el dibujo de los encantos que promocionaba era terri ble, desproporcionado, aberrante ¢injusto. Revolvs nueva- mente el bolso y encontré una birome. Rasqueteé la pared yy consegui cambiar el niimero de Juana por el de Maria Lopez, pero no me senté mejor. @) El pateén me dio algunas instrucciones para legar al cen- tro; eran relativamente fciles. Quiso el Hado que ese reco- rrido pasara, a determinada altura, por una esquina fami- liars el bar del Turco. Y quise yo, intoxicado por el vino y sobre todo por mis propios humores, que resolviera entrar, sentarme a la misma mesa donde habie conocido a Juana, revolver heridas con toscos dedos y seguir intoxicindome con alcohol y malos pensamientos. Pedi una caia doble, aungue habitualmente basta una simple para liquidarme. Con ojos entornados miraba descuidadamente hacia laes- calera, También intenté descubrir quién entre los delin- cuentes acodados al mostrador seria el marido de Juana, pero todos tenfan las mismas chances. Cuando la cafla me quemara la Ghhima neurona, me acercarla al mostrador 106 y preguntaria directamente por él y armarfa una buena Pui trasegando aquel brebaje diabslico, que los médicos me habian prohibido innecesariamente porque, en cir- cunstancias normales, para hacérmelo tragar seria preciso agarrarme entre varios y echarmelo en la garganta con un cembudo. Percibia, embelesado, el dao que me hacia cada .gota. Mesalian cuernos,lacara se me llenaba de pelos y me crecian los colmillos. Mr. Hyde intenté ponerse de pie e ir hasta el mostrador a armar camorra, pero se sintié muy ‘mal, Se apoy6 en la mesa con las dos manos y se asusté ‘cuando vio caer sobre la gestada superficie abundantes go- tes de sudor que provenian de su frente, mientras el edii- cio comenzaba a oscilar sobre un mar no muy sereno. ‘Trastabillé hasta la escalera y se aferr6 al pasamanos, y €o- ‘men26 a subir, y subi y siguis subiendo sin pausa pero sin prisa hasta el tercer escal6n. Allfintent6 mirar hacia arviba yy calcular cunto faltaba recorrer, y una nausea le Ilev6 ‘gusto écido a la garganta, Se mir6 los zapatos. Intent6 res- pirar, pero no pudo. Sigui6 subiendo y subiendo durante algunos meses. Llegé al pasillo del piso alto. Vio una puer- ta abierta y entré ala pieza, Loge cerrar la puerta y pasar- Je Have. Qued6 a oscuras. Logré tropezar con la cama y caer sobre unas sabanas que olfan mal y ni siquiera tenfan aquel perfume conocido. Logré sacar la cabeza fuera de la cy cama y vomitar sobre el piso. Después, tras breve agonia, logeé moni. ‘ossueftos carecieron deimagenes; fueron s6lo palabras, discursos entremezclados a varias voces que, a veces, co» ‘menzaban a girar en remolino, me mareaban y me sepulta- ban bajo tna capa pesada, oscura y asfixiante, Desperté,¥ tuna claridad, aunque muy débil, me biti la vista. Movi la cabezaen direcci6n opuesta ala claridad y abri nuevamen- te los ojos. Cuando pude mantenerlos abiertos, me levan- 16, junté mis cosas y sali al paillo porque en la pieza ya no podia seguir respirando. Al final del pasillo habia un peque- ‘fo baito; lo habia conocido la vez que estuve con Juana. Me lavé como pude, me peiné ante el trozo de espejo que me ‘mostr6 un cadaver en avanzado estado de putrefaccién, yy hasta me lavé los dientes con el cepilloy la pasta que le- ‘vaba en el bolso. Me enjuagué bien la boca, y tomé unos sorbos de agua. El agua me hizo vomitar. Volvia lavarme los dientes ya enjuagarme la boca, yalavarme lacara y pel narme. ‘Tras las puertas cerradas sobre el pasillo no se product «el menor sonido; tampoco en el piso bajo. Descendsgilo- samente por la escalera. El bar estaba desierto y en penum- bras. La puerta estaba cerrada con lave, ylallave no estaba, ala vista, Pasé tras el mostrador, atravesé un hucco estee- cho y me encontré en una pequefia trastienda, algo entre 108 despacho y cocina. Tenia una puerta de hierro con vidrios coloreados, la mayoria rotos, Estaba sin lave y abria a un patio descubierto con piso de tierra, donde habfan amonto- nado cantidad de chatarra oxidada, Ese patio trasero daba a tosfondlos de otras casas, y me fue fii egar a la calle inva- diendo mainimamente la propiedad privada. Si habia perros, cestaban dormidos, yanduve con paso de gacela procurando ‘que no despertaran, pero un gallo de mierda sibitamente batis Ins alas junto a mi oido derecho, buscando equilibrar- se alsaltar sobre un poste, y dio un grito espantoso. Con los nervios deshechos me volvia mirarlo; era un dibujito diri- sido por Tex Avery y producido por Fred Quimby; un gallo viejo, faco, desprolijo, puro ojos y cogote. Cuando vio que me agachaba a recoger una picdra, dio un corto vuelo y se coculté tras una chapa de cine. Elie del amanecer actus como un bilsamo; a medida ‘que avanzaba en mi caminata, me ibasintiendo més iviano _y més dgilyelestmago se aquiet6, También mesentiame- jor animicamente, yen ese momento podia tanto obedecer alelloy comprar unas barbas postizas para intentar recupe- rar aJuana sin que el marido se enterase, como al supery6, yy sentarme quietito en una silla a tejer rebozos de lana, ‘mientras esperaba la respuesta al aviso que habia puesto en el diario zonal, oincluso ami mismo, y tomarme un mni- bus para mi casa sin que se me planteara el menor conflicto. 108 Y de pronto, en una de esas callejasabsurdas, Jo vi. Alli ‘estaba él. La pista olvidada, ef hueco en Ia memoria. El hombre rato, solitario, que a veces sacabs fotos. Me habia hablado de él con entusiasmo Juancito Fiore, aquel mucha- cho del kiosco, y yo lo habia olvidado totalmente. No habia dudas:era Juan Pérez. mm Fra un extrafio individuo, robusto, con una vestimenta an- tigua que inclufa chaleco, Estaba agachado, un ofo pegado al visor de una méquina fotogrifica, La maquina estaba so- bre un tripode con patastelesc6picas reducidas a una mini- maaltara, Me pregunté a qué estaria apuntando el objeti- vo, porque aparentemente no habia nada interesante a la vista, Parecia encuadrar una plantita silvestre, comin y co- rriente, que crecia junto a una pared descascarada y semi- derruida, Me acerqué a mirar. Segiin crefa yo, €l no me ha- bia visto ni ofdo, pero me habl6, sin moverse desu posicién ante el visor —Marravillosos estos bichitos —dijo—. Bs incrreible talento crreativo de bichitos. No, no era juan Pérez. Ningsin centroeuropeo, 0 lo que fuese, podria haber escrito una novela tan uruiguaya. Pero no igual me interes6s mejor dicho, me interes6 mas que sifue- sraJuan Pérez. —iQué bichitost —pregumté, Se incorporé elegante- ‘mente, ¢ hizo un ademn hacia la cérmara, —Mirre, mirre usted mismo —dijo. Elhombre no era mas 0 menos de mi edad, como habsa calculado Juancito, sino bastante mayor, Tenia un rostro agradable sin arrugas, enmarcado por una nutrida cabelle- ra canosa, La cémara era tipo reflex de objetivo dinico, y él tenfa una mano junto al objetivo, sosteniendo una Lupa, Me agaché y peguéel ojo al visor. Quedé fascinado, Fra una tela de arafia pequenisima; no imaginé cmo el viejo habia Aegado a descubrirla. Estaba construida en forma tal que, aprovechando la incidencia de los rayos de sol a esa hora y cen ese lugar, aparecia ante los ojos como una obra de arte, toda armonia y colorido, reflejosy matices, Me incorporé y rmiré asombrado al viejo, Bn verdad, sefio —Max [rrrrsh —se apresuré a intercalar,o al menosme -—empecéa decir. son si. Le dije mi nombre y conclu la fase —..me parece un prodigio. Como la descubriét Aj! —Hizo um ademan y un gesto que parecfan de intenso asco—. Son muchos afos, joven. Muchos alos. Serfan sin duda muchos, para que pudiera Hamarme joven. Me ley6 la mente m Semana préxima cumplo setenta y dos, jovencito —tijo, orgulloso, luego hizo seftas de que no lo molestara, y se dedie6 a tomar forografias, variando la posicién de la cémara. Pero ‘iguid hablando; se mantuvo todo el tiempo emitiendo so- nidos, algunos inteligibles, otros no, en un parloteo muy dificil de seguir. Procuraré reproducir lo que recuerdo, su- primiendo erres excesivas y algunas otras consonantes, y también refunfusios interjecciones y palabrotas en alemén ‘oquién sabe qué idioma. No puedo dar fe de una gran ide- lidad en mi transcripcién. —Telas de araiia —decia—. Telarafias. También la vida puede ser telaraiia,justed sabe? Curioso cémo ase- _meja dibujo de ciertos mandala. Espacio mitico. Hombre también crea espacios miticos, 2por qué no arafia? Ciu- éades, por ejemplo. Al principio, suenio de hombre, lu- gar donde poner afuera dioses y demonios. pero después ciudad fisica atrapa, hombre queda como insecto en tela- rafia, Viaje hoy, linda chica. Bueno para usted. Sostiene carton? Me habia alcanzado una cartulina rectangular blanca, pegada a otra similar negra, que utilizaba, de uno u otto Tado, para crear fondos convenientes. (Qué habia dicho so- bre el viaje? Su parloteo era otra telarafiay yo me iba que- dando pegoteado. m —jAj! Debe furnar menos, jovencito; avers puede con- trolar temblor manos. Asi no, mésinclinada. Un poco mas. Levante abajo. —Apret6 el disparador, y luego hizo correr eLrollo—. Dé vuelta carton. Asi. Bien. Descanso, —2Qué me decia del viaje?—pregumté. Fingié no haber oido, —Son bichitos muy talentosos, muy talentosos. —De tun bobsllo al que no le veia la menor deformacién, sacé ‘unos cuantos manies con cscara y me los dio—, Mastique espacio; hace bien. Pago trabajo. Ja ja, ja. Bichitos Iabo- riosos. ;Ve usted? Gente dice: araia teje tela Yo digo: tela teje arafia, Gente cree teje vida, pero vida teje gente. Todo conectado. Usted escribe cuento, pero cuento escribe us- ted; buscamos causa tiempo pasado, pero muchas veces causa en futuro. Confunden causa y efecto. Elija carta y no muestre. Hiabia sacado un viejo mazo de no sécual otro bolsillo,y lo exhibia en abanico ante mis ojos. —No elija as de copas, pensaré usted borracho —dijo rmaliciosamente. Imaginé que las cartasestaban marcadas, ya tiltimo mo- ‘mento cambié mi lecci6n, La miré. As de copas. Borracho! —exclamé alborozado, y 1i6 a carcajadas. De inmediato giré la mano y me mostré la baraja com- pleta 1B ‘Todas las cartas eran ases de copa. —Truco bueno, jverdad? —May bueno, herr jrsh —dij, y le tend la mano para dlespedirme. Me fascina que me lean la mente, pero no me gusta, Hay cosas que prefiero mantener en secreto. —Jrrsch —me corrigié él, agregando no sé cudntas erres, Me apret6 la mano con fuerza y la retuvo mientras ‘me daba sus dltimos consejos y opiniones. —Acuérdese, oven: hay dos infnitos —dij, subrayan- do cada concepto con un enérgico movimento del indice inquierdo, como dirigiendo una orquesta—; infinito muy grande, infinito muy pequefio, usted en medio; y dentro suyo, otros infinitos. Cada tomo cuerpo, pequeiio plane- ta, No desalentar por cosas que pasan; vida continda, Vida ‘gual a mosquita curiosa, revolotea todos lados y mete na- rizen todo, A veces mosquita cae en telarafia, Eso bueno. Naturaleza. Ley. No bueno caer telaraiia propia. —Se gol- ped con el indice tres veces sobre el centro de la frente Mesolté la mano, me miré sonriente, lacara rosada y sa- Judable como una manzana, espirando felicidad por todos los poros. No le dije adds, sino gracias, y comencé a buscar ri camino haciael centro, masticando lentamente manies. Me hacian bien. —iWiaje ahora! —me grit6, y cuando me di vuelta ya estaba de expaldas, ocupado en su cimara, m Decidi hacerle caso, fuera angel o demonio, O un simple viejo pedante, a quien yo atribufe poderes magicos. Pero el hombre me habia caido en gracia, y no podia negar que éjercia sobre mi una sida autoridad, ese tipo de autoridad ‘que slo la sabiduria confiere a los hombres. 25) Esta vez pude llegaral centro sin la menor dificultad, Saqué tun nuevo pasaje, y vi que tenia tiempo de sobra para el acostumbrado desayuno en el bar de la calle Lavalleja, La charla con el viejo me habia lborotado las ideas, y aunque estaba completamente convencido de que debia viajar en. ese momento, tal como él me habia recomendado, no po- ia evitar, mientras mojaba las medialunas en el café, un sentimiento casi de tristeza por dejar esa cludad, en buena medida a causa de Juana, pero también picado por la curio- sSidad del enigma no resuelio de Juan Pérez. {Quign seria? {Qué seria? Un hombre con letra femenina, una mujer con, estructura mental masculina, un hermafrodita, un traves- 4, una boca pintarrajeada bajo un enorme bigote. Juan PS rez no podiaexistir; no existias todo habia sido un chiste, ‘Cuando volvia Te agencia, el 6mnibus ya estaba allt, con el motor en marcha, aunque el conductor no estaba atin us instalado en su sitio; de todos modos me apresuré a subi. “Tenia el asiento niimero diecinueve, junto & una sefiora Bila llevaba sobre la falda un enano vestido con ridicules ropas infantiles. El enano habia sembrado trocitos de celo- fin en mi asiento, y sus ojillosviciosos me miraban expec- tantes, esperando seguramente que yo ocupara mi lugar ‘para pasarme por la cara un chupetin pegajoso que esgri- ‘ia en una mano, y tl vez para vomitar sobre mis panta- ones, Pensé en bajar y devolver el pasaje, pero el resto del ‘émnibus tenfa muchos asientos vacios, y segui hacia el fondo. Entoncesadverti una grata presencia: aquella muchacha a quien lamé Roxana, Mabel y otros nombres, y a quien después aprendi a llamar por el suyo: Genoveva. Ya el m= ribus habfa comenzado a marchar. Me acerqué ala chica y le pregunté si podia sentarme a su lado, aunque ella estaba, sobre el pasill,indicaci6n clara de no desear compafia. Me concedié cl permiso sin evidenciar un enorme entusiasmo, yy me abri6 paso desganadamente corriendo las lindas pier- nas a un costado, Coloqué mi bolso en el portaequipajes pero conservé la novela sobre las roillas, pensando nueva- ‘mente leerla si fracasaba la conversaci6n. Recordé al viejo Jrsch:eLinda chicas, habia dicho. Era un brujo. Ose habeia referido ala arafita que tejié aquella telat — Hey! —exclamé la joven sin previo aviso. Me sobre~ 6 salté; temifa haberle tocado, sin querer, algo indebido— {Bso es mio! —agreg6, sefial6 hacia mis rodillas, Recordé a Maria Lépez y apreté un poco las piernas; aquella expe- siencia me habia vuelto un tanto susceptible. = Qué cosa! —pregunté, revolviéndome inguieto en elasiento. Tse sobre —dijoel tono era acusador—. Es mio. ‘Quedé un buen minuto embobado, sin comprender. se sobre era de ella. Ese sobre era de Juan Pérez. Por lo tan- to, ella era Juan Pérez. Pero Juan Pérez, si bien tenfa letra femenina, era, psicologicamente hablando, un hombre, © yo no entendia nada de psicologts ni de estilos literarios lo cual era una buena posbilldad a contemplar— Si yo entendfa deestilosliterarios, Genoveva deberia sr lesbiana; ysi yo entendia algo de mujeres, ellano era lesbiana. Y me hhabria molestado mucho que lo fuera. En cualquier caso, al menos yo habia culminado exitosamente Ia investigaci6n. Miré la joven con incredulidad. Nome diga que usted es Juan Pérez—murmuré. Claro que no! dijo, indignada, Respiréaliviado; no era lesbiana. Pero en ese caso mai in- _vestigacin volviaafojas cero, Una pena, —Fatonces, ovencita estéequivocada, Este sobre no es suyo dij, en tono autoritario—, Este sobre es de un se- fior llamado Juan Péter. 7 Ya lo sé —respondié con el modo paciente wtlizado para dirigrse a ciertosnifios ya clertos débiles mentales—. Fse sobre contiene una novela de un sefior llamado Juan Pérez, pero lo escrib yo. AY quién eseribis la novela —pregunté, porque toda via no captaba mucho. —nn realidad, la escrii yo, pero Juan Pérez, o sca mi abuelo, me la fe dictando en las vacaciones pasadas. fl es ciego. Me fabriqué mentalmente un aparato para darse a si ‘mismo patadas en el culo. El emilico» jubilado, ciego, que vivia en las afueras de Penurias; Juancito Fiore me habia dado cl dato, y yo lo habia descartado sin ana minima in- vestigacion. Muy bien, Marlowe. Y volvéa darme patadas con la maquina: podia haberme ahorrado todos aquellos disgustos sien el viaje anterior hu biera continuado hablando con esa deliciosa eviatura, a quien habia descartado por inaleanzable, Pero, pensé tam- bién, me habria perdido a Juana, ya pesar del dolor pasado, yapesardel dolor que sin duda volverfa asemtir porsu cau~ sa, conocerla no habfa sido tan mal negocio. ‘De todos modos ya tenia précticamente los dos mil tres- cientos délares.Y un buen tema de conversacién, Me aflojé, sme puse cémodo, y me olvidéde faumar durante casi todo cl Viajes fue recién entrando a Montevideo cuando me acordé 18 Viste? aij, porque ya nos tutéabamos—.Me hicis- te olvidar del cigartillo, Ella batié palmas graciosamente. A esa altura del viaje yo ya sabia que ella habfa colocado en el sobre uns tarjeta con los datos de Juan Pérez; el Gordo no la habria visto, y la perdié, De pequefios detalles como éste dependen amenu- do grandes momentos de la vida. "También en ese rato habia conocido la historia de Juan Pérezjera un militar dealta greduacién, y durante larepre- sién a la guerrilla habia perdido a dos hijos tupamaros —tios de Genoveva—. Eso determiné su pedido anticipa- do del retiro,e incluso habia renunciado a su jubilaci6n. via bastante estrechamente, y bastante sol. “Traté de imaginarme esos veinte afios de su vida, y el proceso que finalmente lo habia evado a conectarse con dlescritor que todas tenemos dentro, pero no pude hacerlo. Ahora tu abuelo cobrard una buena sume como ade- lanto por la novela —aije— Leva a venir muy bien. —;Cémo hacemost —pregunt6ella—. Fl no se puede mover, yyonno entiendo esos trimites editorials. No te preacupes. Yo me ocupo. Voy asacarle a la edi- torial hasta el limo centavo posible. Si se ponen duros, negocio yo con los suecos y I edito por mi cuenta, No te preocupes—repeti—dejé todo en mis manos. —Eché una ‘mirada apreciativa a su anatomia, prestando atencién pri- 1 mero al conjunto y luego los detalles—. Todo —agregué tardiamente, y saqueé del bolsillo un pafiuelo para limpiar- me um hilo de baba, Después habfamos dejado el tema negocios. Viajaba a Montevideo porque en esos dias su mejor amiga se casaba «con un sefior bastante mayor, pero afortunadamente en estos tiempos esas parejas estin més aceptadas, yviste?, dijo, y nos miramosa los ojos. Por mi parte, comprobé una vvez. mis que ella me encantaba; y en su mirada descubri como me calibraba, pesaba, media, estudiaba mi cédigo genético y calculaba custo dinero yo serfacapar de ganar siella me manejaba bien, y advert que al fin daba su apro- bacién. Aunque yo no me quiero casar —dlijo ella, siguiendo cel tema y deseando sin duda impedir que me escapara otra ‘vez, como en el viaje anterior—. Soy demasiado indepen- dente, y por ahora quiero seguir siéndolo, Por ahora», pensé ra evidente que para ella la aventura recién comenza~ ‘ba. En cuanto a mi, sentia que la herida estaba todavia muy fresca. Habia anotado la direccién de Juana y tal vez més adelante leenviarfa una de misorejaspor encomienda. Pero ‘momenténeamente no vi ningiin mal en posar mi mano inquierda sobre la mano derecha de Genoveva, yal parecer clla no vio ningin mal en sonrefr, aunque mirando hacia m0 otro lado para que yo no advirtiera la sonrisa, pero no tan hacia otto lado como para esconder un hoyuelo que se le formabaen la mejilla. Tampoco vio ningzin malen dejarsu ‘mano en mi mano y fingir que no se daba cuenta, Colonia, 31 de enero de 1993 rf: Ca ee TTitulos publicados: Peletina. lilo de lamemora(3 edn. Te Argun male alalcance de todos (2 ein), Mees ban UnMujersolo Take Boe Carrera Faces Dal Ged Los meraresenl empl aterature, emia al Leiqu no aig Maro Dele Mel {Uns vacahones rats na era Ge los ems Rig Loscomedores deta. Oar Aiur a Dadosblancos Alia Peg Usatiosde pena de ra V Angles Vi: ge Elducso de to. irre Soe misve Min) Rope Ta gpoca del apa: He eee EH Ceotr de Gun oer aa Teo Ios carins conden al aberino, Aer Sons Tres histora copes ati nck aro que tampve hkimosla Revlucén. Cleo Tdrer “Tiece por docena, Vrs Healers dels gienter Pee Cais Crs deve, ema Bos Tacapctatve Dm Tsay {Carn canvas dou cre cas enamorado Pall Calon Lostntrosderclon, Aen Pes Moye Cima convetaciones con Par Pina (2 en) Vim Prete ie La fone ste Abecdario den migra. Se Met Olivo oo: sends dela ocapacon evs Aen Merado Comin, Mass cit Unitas das cass et Cet Res Ella deloscarcolen, Mara Be Ja ciudad en invierno. hire Navaro Periplosy Dezrotss del Chance de Azamor. Javier Pascal Lee con nis. Sono Atha ldiseurso vacto, Mano Lever De préxima aparicién: Laaldes mucria. Xana Boras Autobiografia médica, Dani Tabroly hia Periplos y Derrotas. del Chancro de Azamor

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