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“Televisión, identidades y ciudadanía: Estrategias políticas y estrategias audiovisuales en

cuatro actos de Cristina Fernández.” 1

Mariano Fernández (Conicet – Fac. de Periodismo y Comunicación Social, UNLP – Área


Transdepartamental de Crítica de Artes, IUNA) elcadri@yahoo.com.ar
Gastón Cingolani (Fac. de Periodismo y Comunicación Social, UNLP – Área
Transdepartamental de Crítica de Artes, IUNA) gastonc9@ciudad.com.ar

Resumen:
También la televisión puede ser un problema de teoría política. Tal vez un problema lateral, pero
insoslayable si se atiende a las condiciones en que se desarrolla la acción política en las sociedades contemporáneas,
altamente mediatizadas.
Precisamente, el presente trabajo se propone reflexionar sobre algunos problemas de la política mediatizada,
particularmente aquellos derivados de la transformación de los esquemas de representación e identificación
introducidos por el discurso televisivo en el campo político, lo que supone la compleja interacción entre los actores
políticos, los medios y la ciudadanía.
Son algunas de esas cuestiones las que pretendemos indagar a partir del análisis de una serie de discursos
televisados de Cristina Fernández de Kirchner durante el conflicto que enfrentó al Gobierno Nacional con el sector
agropecuario durante el 2008.
Señalemos al menos dos problemáticas que nos alientan a indagar en los vínculos entre televisión y política.
En primer lugar, está aquello que Rancière identifica como el problema de la política: el encuentro entre la lógica de
policía y la lógica política y la configuración de una esfera de experiencia en que esas lógicas se tensionan. “La
política es, primero, el conflicto sobre la existencia de esa esfera de experiencia, la realidad de esos objetos
comunes y la capacidad de esos sujetos”. Los medios, y la televisión en particular, son un problema político en este
sentido: son una esfera de experiencia (un campo de lo visible) que puede convertirse en un espacio del litigio por la
igualdad; son, por lo tanto, un espacio de partición de lo sensible, de conflicto entre una lógica de policía y una
lógica de la política. La televisión se constituye en una de las escenas sociales en que los colectivos políticos se nos
hacen visibles –de un modo que es preciso indagar. Por lo tanto, uno de los problemas a estudiar es el modo de
construcción, en la televisión, de las esferas de visibilidad (que son, también, esferas de inteligibilidad de los
conflictos políticos) más allá de las perspectivas que la conciben como un mero lugar de figuración o
representación secundaria.
El segundo problema toca directamente a las preguntas por el funcionamiento de la representación política y
por tanto, el vínculo entre los nombres (individuales o colectivos) y los grupos sociológicamente determinados. Es
decir, un problema de discursividad política. Laclau y Rancière coinciden en este punto: las identidades políticas no

1
Presentado en las Primeras Jornadas Debates Actuales de la Teoría Política Contemporánea. 2010
se pueden asimilar a “una parte sociológicamente determinable de una población” (Rancière, 2007: 126) o “con
actores sociales que poseen una ubicación diferencial particular” (Laclau, 2005: 307). Precisamente, como la
televisión, en tanto dispositivo tecnológico, está condenada a escenificar los cuerpos individuales (incluso cuando
estos aparecen en instancias de manifestación colectiva) ella nos devuelve el problema de la constitución de los
colectivos, de la escenificación social de las comunidades, y, en consecuencia, el problema de la inscripción de
los cuerpos en los colectivos y de esos colectivos en los imaginarios políticos.
Televisión, identidades y ciudadanía.
Estrategias políticas y estrategias audiovisuales en cuatro actos de Cristina Fernández.

Mariano Fernández (Conicet – Fac. de Periodismo y Comunicación Social, UNLP – Área


Transdepartamental de Crítica de Artes, IUNA) elcadri@yahoo.com.ar
Gastón Cingolani (Fac. de Periodismo y Comunicación Social, UNLP – Área
Transdepartamental de Crítica de Artes, IUNA) gastonc9@ciudad.com.ar

1- Introducción: mediatización de la política.


El objetivo general de este trabajo es reflexionar sobre algunos problemas de la política
mediatizada, particularmente aquellos derivados de la transformación de los esquemas de
representación e identificación introducidos por el discurso televisivo en el campo político y los
efectos que la televisión produce en la construcción de los “escenarios” en que se define la faz
comunicativa de una acción política pública.
El trabajo se centrará en el análisis empírico de una serie de cuatro actos públicos televisados
durante el enfrentamiento entre el Gobierno Nacional argentino y el sector agropecuario a partir
del 11 de Marzo de 2008. Nos concentraremos en la semana que se extiende entre el 25 de Marzo
y el 1 de Abril de 2008. En el curso de estos días el gobierno de Cristina Fernández organizó
cuatro actos en los cuales la Presidenta fue la principal oradora. Estos actos son fundamentales
por tres motivos: en primer lugar, fueron las primeras intervenciones públicas de la Presidenta
desde el inicio del conflicto y en ellas ofreció las claves de intelección política de un proceso que
ya desbordaba la mera demanda sectorial. En segundo lugar, esos actos definieron dos modos de
intervención sobre el espacio público y por tanto, implicaron –y esto es lo que nos interesa-
modos diversos de gestionar relaciones entre los colectivos políticos2 en ese espacio público. En
tercer lugar –y directamente vinculado con el punto anterior- supusieron modos de interacción
específicos entre la lógica mediática y la lógica política.

2
Concebimos a los colectivos políticos como entidades discursivas –o sea, no como sujetos sociológicos- que
implican la identificación y categorización de una pluralidad de actores asociadas a estrategias de argumentación. En
un conflicto prolongado como el que analizamos, esas estrategias están asociadas a reglas de producción del
discurso, que, en tanto remiten a un posicionamiento político, pueden o deben presentar invariantes que pueden ser
reconstruidas (Verón, 2001).
En esta serie de actos podemos reconocer dos modalidades de intervención sobre el espacio
público político (mediatizado): una decididamente institucional (25 y 31 de Marzo) y otra que
buscó reconstruir las formas típicas movilización de masas3 (27 de Marzo y 1° de Abril), aunque
de un modo ambivalente, ya que en todos los casos la composición del palco privilegia la
visibilidad de autoridades políticas nacionales y del gabinete de gobierno, es decir, no resigna la
legitimidad política formal.4
Se trata, por tanto, de analizar algunos aspectos de dos fenómenos que podemos pensar con el
nombre de uno: la mediatización de la política.
En un nivel, la mediatización y su carácter performativo: los espacios sociales que nos
involucran en la vida política están configurados por la intervención mediática; en este sentido,
nos interesa indagar en hechos en los que la televisión es un problema constitutivo, no porque
defina el curso de un proceso político (en todo caso, esa es una hipótesis que habría que probar)
sino porque los modos de acceso y los modo de producción del conflicto están, en un nivel5,
completamente mediatizados.
En otro nivel, el problema de las acciones que se producen en el espacio público
(mediatizado): esas acciones no pueden prescindir de lo que Francisco Naishtat (1999) denomina
la “producción de una audiencia”6: deben explicar, argumentar, presentarse. Deben producir su
interacción con otros colectivos. Precisamente el hecho de que se conciban como intervenciones
sobre el espacio público (y que, por tanto, se dispongan para ser televisados) define su naturaleza
política: se escenifican como una comunicación entre presentes (el orador y los oyentes) pero
3
Mientras la Cadena Nacional es un acto de gobierno dispuesto, por definición, para la comunicación mediática, el
acto de tipo movilizatorio reenvía a “los esquemas de reconocimiento, identificación y movilización nacional-
populares o clasistas de los partidos de masas y del espacio público propio de las sociedades industriales” (Novaro,
2000), que, como se ve, no desaparecen en el espacio público de las sociedades contemporáneas, sino que se
incorporan a la lógica de la mediatización.
4
Para un análisis sobre las innovaciones que Cristina Fernández produjo, en el nivel de su estrategia comunicacional,
en la organización de la Cadena Nacional, ver Cingolani, 2009.
5
Para Ferry (1998) el espacio público contemporáneo un espacio mediatizado. Sin embargo, el autor señala que hay
aspectos de la comunicación política que no se integran al espacio público (tanto en la sociedad civil como a nivel
institucional). Para Ferry, “aun cuando esas comunicaciones que tratan de objetos políticos no se transmiten a un
público en un marco de difusión potencialmente ilimitado, en la medida en que no son mediatizados no entran en la
estructuración del espacio público”. Sin embargo, tienen un carácter político y no son de orden estrictamente
privado.
6
Al respecto, reflexionando sobre los grandes acontecimientos y la televisión ceremonial, Daniel Dayan (2000)
escribe: “En este tipo de acontecimiento el primer efecto es performativo. Consiste en tener lugar, y, teniendo lugar,
en producir una imagen de lo social. El cuerpo social es así “figurado” o reconfigurado. El segundo efecto es un
efecto de escansión, de activación –o de reactivación- de una esfera pública nacional. El tercer efecto está ligado a tal
reactivación, consistente en generar públicos.”
están dispuestos como instancias de comunicación política con un público ausente, que sin
embargo, es un destinatario fundamental de ese acto. En este sentido, la televisación no es un
agregado impropio (que dañaría la “naturaleza política” del acto), sino condición de producción y
de posibilidad de ese discurso, o sea, parte de su misma naturaleza.7
Nos mueven, pues, dos objetivos según los cuales organizaremos nuestra exposición:
1) Analizar las estrategias de construcción, en la televisión, de las esferas de visibilidad en
que se desarrolla el conflicto político y, consecuentemente, los registros de sentido –
icónico, indicial, simbólico- que la televisión, como dispositivo, puede utilizar en la
constitución o gestión de los colectivos políticos, prestando particular atención a las
articulaciones entre la palabra (oral y escrita) y la imagen.
2) Analizar el modo en que la lógica política y la lógica mediática (aquí, nos centraremos en
la televisión) se vinculan en el curso de las intervenciones públicas mediatizadas para
construir escenas de interlocución entre colectivos políticos. Es decir, dar cuenta de las
estrategias de articulación y rearticulación de la interfaz individual/colectivo.

Se entiende, entonces, que nuestro problema es el resultado de un doble diagnóstico: una


caracterización sobre el denominado “conflicto del campo” y una caracterización del modo de
intervención de la televisión en su desarrollo.
En relación al conflicto, durante 129 días el país asistió al despliegue de una magnitud de
fuerzas sociales sobre el espacio público (cortes de ruta, movilizaciones, actos multitudinarios),
que, destinadas a modificar relaciones de fuerza para torcer una decisión de política económica o
para sostenerla, terminaron por producir lo que Pizzorno (1985) denomina “actividad
identificante”: “la tarea de constituir, preservar, reforzar las identidades colectivas que aparecen
sobre la escena política bajo sus múltiples formas (grupos, partidos, movimientos,
asociaciones)”.8

7
Es decir, precisamente lo contrario de lo que entiende toda la bibliografía afiliada a la perspectiva de la
videopolítica, de Sartori en adelante (Fernández, 2009).
8
Son los fundamentos y las consecuencias de esa actividad las que aparecen cuestionadas cuando, en mirada
retrospectiva, uno se pregunta por la heterogeneidad de las expresiones ideológicas, políticas y sociales reunidas en
uno y otro bando. La opción de explicar esa unidad –circunstancial, estratégica, pero unidad al fin- trazando un
vínculo lógico –mecánico- entre condiciones estructurales y solidaridades políticas, se encontraría pronto con un
problema: ese vínculo lógico no existe, y entonces todo lo sucedido durante esos 129 días podría verse bajo el signo
de lo imposible o de lo insólito. O, directamente, de la irracionalidad política. ¿Cómo entender, si no, que lo que
podría haberse resuelto en una mesa de técnicos y expertos, terminara provocando un proceso de movilización social
sin precedentes en la historia reciente de la Argentina?
Por eso entendemos que la intervención televisiva es un dato central: las acciones que se
desarrollaron en el espacio público durante este proceso político no podían apuntar sólo a medir
relaciones de fuerza a partir de la puesta en escena de la propia capacidad de movilización, sino
que debieron asumir la dimensión “comunicativa” de la acción colectiva: es decir, definir “la
capacidad de la acción para generar un público susceptible de apropiar el reclamo” (Naishtat,
1999). Y esto en dos sentidos: debido a que el conflicto tuvo una expansión social, política y
geográfica nacional,9 esos actos fueron una instancia en que se buscó reforzar el vínculo con las
propias fuerzas no presentes, polemizar consignas y argumentos y disputar simbología política
con el adversario, pero sobre todo se trató de acontecimientos que buscaron la “formación de una
audiencia” (Naishtat, 1999), audiencia que –a la luz de los discursos que someteremos a análisis-
tuvo que desbordar el campo de lo que Verón (1987) denomina “prodestinatarios” y
“contradestinatarios”: esos discursos buscaron la atención de aquella porción de la ciudadanía
que se supone no involucrada, a priori, a favor de uno u otro sector. Fueron, pues,
acontecimientos que se estructuraron según el dispositivo de enunciación propio de la
discursividad política.
En lo que sigue, daremos cuenta, en primer lugar, de ciertas propiedades implicadas en la
televisación de actos públicos, con especial hincapié en las estrategias audiovisuales de
figuración del vínculo entre lo individual y lo colectivo. Esta aproximación nos servirá de base
para proceder al análisis de los discursos de Cristina Fernández a partir de los lineamientos que
ya mencionamos: como instancia de elaboración pública de claves de interpretación del conflicto
y como intervenciones sobre el espacio público que, por estar televisadas, suponen maneras
específicas de interacción (podríamos decir, tensión) en la gestión de colectivos políticos.

2- Actos públicos, televisión y estrategias de figuración de colectivos


Los actos públicos (actos de gobierno, mítines partidarios, manifestaciones organizadas,
etc.) gozan de una larga tradición de mediatización audiovisual. El cine de las primeras décadas
del siglo pasado ha tenido un rol fundacional, sentando las bases para constituir el lenguaje
fílmico de esos actos, extendido luego a la televisión. De manera recíproca o coordinada, al
compás de la creciente mediatización de lo político, la puesta en escena de los actos incorpora
9
“Desde el inicio de la prostesta, los medios de comunicación jugaron un notable papel en la nacionalización del
conflicto, y en la instalación pública de una dirigencia rural hasta entonces desconocida para la sociedad. La
televisión y la radio suplieron las debilidades organizativas crónicas de las cuatro entidades ruralistas de mayor
trayectoria e inserción en la sociedad y en el Estado Argentino” (Barsky y Dávila, 2008).
decisiones estratégicas a sabiendas de su registro audiovisual y/o transmisión en directo (lo que
puede incluir, por ejemplo y según el caso— desde el permiso o la orden de su transmisión en
directo hasta el control sobre la disposición de las cámaras). Al mismo tiempo, el dispositivo
institucional de mediatización (gobierno u organización partidaria, canal emisor o empresa
mediática, etc.) se ha consolidado claramente como un actor partícipe del acto público, en tanto
la mediatización misma (sobre todo en la era de la televisión en directo a niveles globales)
constituye una puesta en escena potencialmente de mayor alcance en su constitución como
público que si el mismo acto no fuera mediatizado.
En los actos públicos, la escena se configura sobre una espacialidad constituyente,
compuesta por dos sub-espacios: el sub-espacio de los oradores que se organiza enfrentado al
sub-espacio de los oyentes. En la escena original, esta doble espacialidad remarca el carácter
complementario de la relación entre los dos tipos de actores. Como en tantas otras espacialidades
instituidas-instituyentes, la distribución y disposición en el espacio marca los roles que ocupan
los diferentes actores. Ahora bien, caracterizar esta relación como orador/oyente no es del todo
justo: debemos considerar que el actor oyente está en una relación (ya sea de apoyo, ya sea de
reclamo, menos frecuentemente de repudio) respecto del actor orador, y que esa relación a su vez
sella su dimensión colectiva: no son los individuos los que están en la posición de oyentes, sino
ya un colectivo, que toma posición en relación al actor orador. Este colectivo es el resultado de
una operación simbólica de generalización y de reconocimiento de representación (representación
de una serie no siempre determinable de individuos10).
Por su parte, el orador tiene, como tal, una dimensión individual relevante: además de
poder representar una posición y valores co-extensibles a un colectivo (partidario, institucional,
etc.) encarna también atributos y valores que han legitimado la ocupación de dicho rol. Desde la

10
Hablamos aquí de representación como signo, y todo signo lo es para un tercero. Es decir, señalar esa relación
como de hablante-oyente tampoco es justa porque dichos actores no están frente a frente sólo para decirse algo uno a
otro: están ahí sobre todo para que eso que se dicen, se escenifique para un tercero. Cuando esto no es así, las
reuniones se realizan en un espacio “privado”, e incluso de manera secreta, y por tanto no siempre enmarcado
institucionalmente. De ahí que el acto público político como tal siempre ha sido espectáculo. Sobre su mediatización
audiovisual, de apenas un siglo de existencia aproximadamente, debemos señalar que ha sido tremendamente
adecuada por su triple potencialidad icónica, indicial y simbólica (en términos de la teoría semiótica de Peirce). Lo
icónico brinda las operaciones de sustanciación del estatuto representacional, desde la figuración de rasgos y
cualidades, extendiéndose hasta la posibilidad de la identificación; lo indicial articula las disposiciones para el
contacto, y lo simbólico normativiza y estructura lo generalizable, en todas sus dimensiones.
El eterno desafío de todo acto público y de toda puesta en escena de lo político, es el de que la representación allí
escenificada tenga el o los efectos esperados en el tercero.
mediatización radial y cinematográfica, hasta la televisión, no ha cesado de reconfigurarse la
dinámica individual de los actores políticos que cargan sobre sí un rol de liderazgo y
representación.
Ahora bien, ¿por qué repasamos estos lineamientos que en definitiva pueden resultar
obvios? Porque es en función de ellos que el registro audiovisual articula su propia estrategia.
Esta estrategia (pensada para anticipar posibles lecturas en recepción) implica dos hipótesis
superpuestas: la de la inteligibilidad del acto (empezando por definir la naturaleza de la relación
entre quienes allí se encuentran), y la que implica un trabajo sobre la legitimación de la
representatividad de los actores colectivos e individuales.
En su dimensión icónica, como condiciones de producción tenemos una consolidada serie
de modalidades de figuración de estos actores en la transmisión de actos públicos. Planteamos
aquí que esas modalidades están esquematizadas a través de tres tipos de planos visuales de
diferentes escalas que traducen también instancias de diferente naturaleza:
- Plano Individualizante: circunscribe uno o unos pocos individuos, cuyas respectivas
fisonomías activan operaciones propias de la figurativización. El rango de posibilidades de este
plano se puede describir según los dos tipos de interpretación que, para la fotografía en su
dimensión icónica, ha deslindado acertadamente Schaeffer como reconocimiento e
identificación.11
- Plano Grupal: recorta un grupo donde los que se resaltan son rasgos tipológicos
generales, identificatorios de un grupo (no necesariamente extensible a la masa de oyentes):
características de género, etarias, étnicas, etc., pero también estilísticas, que pueden traducir
pertenencia de clase o de sector social. Es decir, este plano posibilita el reconocimiento de rasgos
o atributos que se vuelven visibles porque están inscriptos en los cuerpos o en sus atavíos,
incluyendo consignas o símbolos partidarios localizables con un plano necesariamente cercano.
La diferencia con el plano individualizante no es en verdad de grado sino de calidad: aún cuando
este plano puede incluir igual o más cantidad de individuos que en el anterior, el plano grupal

11
Schaeffer (1990, 65-69), en su estudio sobre el dispositivo fotográfico, ha discriminado estas dos operaciones: 1)
la del reconocimiento: quien se encuentra ante una imagen puede reconocer que “este es un X”, donde “X” puede ser
“hombre”, “perro”, “paisaje”, “manifestación”, etc., es decir, entidades o estados de hecho genéricos, sin necesaria
identificación del individuo de esa clase “X”. En buena medida, para ello es preciso un saber ajeno al de esa imagen,
un saber “del mundo”, que posibilita el paso a 2) la identificación: este es “mi tío Roberto”, “Eva Perón”, “la
explosión de Hiroshima”, etc. Cuando en producción se prevé la posibilidad de un no-paso del reconocimiento a la
identificación por la información icónica, suele agregarse una información lingüística o simbólica que como epígrafe
activa dicha identificación.
activa sobre todo el salto conceptual del individuo a la clase. A menudo, este salto también es
reforzado desde lo verbal.12 Como ejemplos de estos dos primeros tipos de planos, es interesante
la evolución de los modos de escenificar los discursos de la Presidenta durante la semana aquí
considerada. Durante la emisión del discurso del 25 de marzo, los canales de noticias (los cuales
no están afectados a la Cadena Nacional) incluyen sólo tímidamente algunas imágenes de los
ruralistas mientras habla la Presidenta, de un modo general: se ve una multitud cuya única
posibilidad de identificación se establece a partir del epígrafe “Directo - Entre Ríos” (25/3, Canal
26). En la emisión de Todo Noticias del discurso desde Parque Norte, bajo un gran título (“HABLA
CRISTINA, EL CAMPO ESPERA”) se organiza la pantalla en dos partes: por un lado en diferentes planos
individualizantes se muestra a la Presidenta y a sus co-partidarios (“VIVO - PARQUE NORTE”), y por el
otro en planos grupales a individuos o pequeños grupos de personas que se presentan, según el
epígrafe: “VIVO LOS CORTES”). Los dos epígrafes menores trabajan sobre la localización: se
construye un espacio público-político cuyos sub-espacios enfrentados sólo co-existen
televisivamente. Por su parte, el epígrafe general reafirma la configuración complementaria del
espacio escenificado, a la vez que designa los actores en cuestión: “Cristina”, “el campo”. Cada
plano grupal de “los cortes”, pues, remite a un colectivo: “El campo”. A medida que fueron
avanzando los discursos y estas emisiones televisivas, se produjo una transición sumamente
importante para el relato de este conflicto: el plano grupal que tomó a Alfredo de Angelis entre
muchos otros individuos del sector rural en las emisiones del discurso del 25 de marzo, ya en la
emisión de América 24 del 31 de Marzo se transformó directamente en un plano individual, al
aparecer en la otra mitad de la pantalla que contenía a la Presidenta y el resto del acto en Casa de
Gobierno, durante todo el discurso de ésta.
- Plano Generalizante: construye un conjunto que podríamos llamar masa en el sentido de
que se trata de un colectivo sólo constituido por su rol de oyente, y es indiferenciada por
definición. Por lo tanto, las características que presenta se establecen por su relación con los
oradores: apoyo, reclamo, repudio, etc. Otras cualidades, como cantidad, ubicación,
comportamiento, capacidad de convocatoria o de organización, en apropiación simbólica de
espacios públicos, se convierten en elementos que soportan dicha relación y la legitimidad del
carácter representativo de los actores. Dada la forma de “visibilidad” del sector rural durante las
12
Aquí tendríamos un paso diverso del que propone Schaeffer (del reconocimiento a la identificación): a partir del
reconocimiento que permite hacer surgir la pregunta por la identificación individual (“¿quién es este individuo con
aspecto de campesino?”), se propone la identificación de una clase (“este individuo no es nadie en particular: son
los campesinos”).
emisiones de discursos presidenciales (múltiples cortes de rutas con personas de pie o sentadas en
vehículos o al costado de los caminos), el plano generalizante prácticamente no tuvo lugar,
mientras que en los discursos de la Presidenta en Parque Norte y en Plaza de Mayo, se pusieron
en escena, de modo muy contundente, planos de masas en señal de apoyo, lo que en las semanas
posteriores también implementó el sector rural en varios actos multitudinarios. Lo que puede, a
su vez, remarcarse es que, mientras que en los dos discursos en Casa Rosada (25 y 31 de marzo)
la composición de los planos grupal y generalizante alternaba con planos individualizantes (dado
la posibilidad de identificación de los personajes que componían el auditorio), en los dos actos en
la “intemperie” (Parque Norte 27 de Marzo y Plaza de Mayo 1° de abril) se pueden constatar una
dinámica entre los tres planos, asociada a funciones precisas: el plano generalizante, opera como
constatación de la magnitud del acto y de la capacidad de movilización (el sonido ambiente
refuerza ambas operaciones); el plano individual, ubica diferencial y preferencialmente a la
Presidenta; el plano grupal, circunstancialmente repara en rostros del público, donde remite a
cierta imaginería del noticiero cinemátográfico del peronismo histórico, a la vez que busca
registrar gestos de asentimiento en momentos en que la oradora hace afirmaciones importantes, y
por tanto la situación de interlocución aparece encarnada en cuerpos individuales (lo que supone
una intervención sobre la mera relación líder-masa).

3- Intervención en el espacio público y estrategias de articulación entre colectivos


políticos
Hemos señalado que los cuatro actos que estamos analizando pueden describirse como
dos modalidades de intervención sobre el espacio público (una institucional, otra que remite a la
movilización de masas), y en este sentido, como estrategias de construcción del vínculo entre el
individuo-orador, el público presente y el “tercero ausente”. A su vez, subrayamos que la
importancia de estos actos en el contexto del conflicto es su carácter inaugural: fueron las
primeras apariciones públicas de la Presidenta desde el comienzo del paro agropecuario y, como
tales, definieron una lógica de interpretación política del enfrentamiento por parte del
oficialismo13. Quisiéramos proponer dos hipótesis vinculadas a cada una de estas dos líneas de
análisis.
En primer lugar, las dos modalidades de actos pueden entenderse como estrategias de
construcción del liderazgo político de la presidenta y de su vínculo con los colectivos políticos
implicados en su dispositivo de enunciación, pero sobre todo con aquel “tercero ausente”: estos
actos buscan producir una audiencia y disputar una interpretación del conflicto, y en ese intento
se juega una doble puesta en escena de la figura de Cristina Kirchner.
Por un lado, el uso de la palabra en la Cadena Nacional (25 y 31 de Marzo) es una
prerrogativa de la investidura presidencial, y por tanto, la legitimidad de esa palabra está
garantizada por los atributos de esa investidura: habla, entonces quien detenta, por regla del
sistema institucional, la representación del conjunto de la ciudadanía. Es, pues, además, una
palabra legalizada. Por eso, en las dos cadenas nacionales será tema recurrente del discurso la
referencia a su condición de gobernante y a las obligaciones y responsabilidades que le asisten.14
Por otro lado, en los actos en Parque Norte y en Plaza de Mayo, la Presidenta asume el rol
del líder político (la figuración de la escena, como ya lo vimos, corresponde al tipo de vínculo
líder-masa), cuya legitimidad ya no emana sólo de la regla institucional sino que es el efecto de la
capacidad de conducción y del carisma. El apoyo de la movilización refuerza y actualiza el
liderazgo. Es precisamente en estos actos cuando la figura del pueblo (como gran metacolectivo
con mayor consistencia política que la “ciudadanía”) emerge por dos vías: aparece como entidad
corporizada (es el interlocutor directo de la Presidenta,15 ya que se ha hecho presente en la Plaza)
y como entidad del imaginario político (el “pueblo” como gran víctima del paro agropecuario).

13
Sin dudas, los argumentos esgrimidos por la Presidenta en estos actos ya habían sido enunciados de manera
pública por otros miembros del gobierno o por actores políticos que apoyaron al oficialismo. Sin embargo, la
intervención de Cristina Fernández le otorgó a esas claves de análisis autoridad, densidad y legitimidad institucional
y, tal vez por eso, se convirtió en condición de producción de las reacciones de los ruralistas (los discursos
posteriores de los dirigentes de la Mesa de Enlace vuelven siempre sobre estos primeros actos) y de las franjas
urbanas que se manifestaron en apoyo al “campo” (los cacerolazos en el microcentro porteño y en Olivos se
organizaron inmediatamente después del discurso del 25 de Marzo).
14
En la Cadena Nacional del 31 de Marzo de 2008, dice Fernández de Kirchner: “¿Cuál es nuestro rol como
gobernantes? Tomar decisiones que equilibren a la sociedad.” Ver: http://www.youtube.com/watch?v=mXlB-
LzV7YM
15
En el discurso de Plaza de Mayo, Cristina dice: “Quiero agradecer la presencia multitudinaria del pueblo
argentino, que no ha venido a defender a un color político o a un sector. Agradezco la presencia de miles de
argentinos y argentinas que vienen a defender a su país, la Nación argentina”. Como es evidente, un saludo tal sería
imposible en el acto en Casa de Gobierno. Ver: http://www.youtube.com/watch?v=ol4sem1G-Fo
Tal vez, es en el acto de Parque Norte donde la estrategia oficial se ve tensionada por las
mismas características del acto. No siendo un acto oficial emitido por Cadena Nacional, hubo una
Cadena Nacional mediática.16 Dicho acto –partidario por naturaleza- tuvo por lo tanto todo el
despliegue de la simbología partidaria,17 y fue el primero en la serie de movilizaciones en apoyo a
Cristina. Por otro lado, como ya lo mencionamos, tanto este acto en Parque Norte como el de
Plaza de Mayo, el palco (que puede verse completo cada vez que la cámara toma a la Presidenta
de perfil) está compuesto por autoridades políticas (gobernadores, miembros del Gabinete
Nacional) que aseguran el aval formal a la palabra de la oradora (son, ellos también, los
representantes del pueblo)18.
Nuestra segunda hipótesis se vincula al hecho de que estos actos consolidaron una lectura
oficial del conflicto. Lo interesante de esta lectura es que se propone revelar lo que podemos
llamar un “formato” del enfrentamiento, y que, en su desarrollo, confirma que tanto como el
debate técnico por la pericia, la equidad y la necesidad de la implementación de retenciones
móviles, lo que estaba en disputa era la “actividad identificante”. Dicho de una vez: para el
oficialismo, se trataba de desactivar la posibilidad de que los dirigentes rurales pudieran expandir,
en sus discursos, su capacidad de representación incorporando colectivos de identidad
transectoriales e incluso, metacolectivos (por caso, que pudieran posicionarse como “ciudadanía”
o “pueblo”).
En este sentido, la estrategia de la acción comunicativa oficial es doble: por un lado, se
monta sobre la fecha del primer discurso de Cristina para vincular el paro agropecuario con el
Golpe de Estado de 1976 y con una oposición a su política de derechos humanos. Esta ligazón se
mantendrá como interpretación del propósito último (o de las consecuencias) del paro
agropecuario. Esta estrategia puede ser analizada en relación a lo que sostiene Verón (1998):
"Los colectivos identitarios de largo plazo no pueden construirse sin que funcione una estructura
argumentativa orientada a la formulación de reglas". Esta idea se inscribe en la teoría de
Pizzorno, y supone que esa estructura argumentativa se orienta a generar consensos, por tanto, se
16
Todos los canales de noticias y los canales de aire interrumpieron esa tarde sus emisiones regulares para transmitir
en vivo el acto del Congreso Nacional Justicialista.
17
Resumiendo, la multitud se pobló de banderas de organizaciones kirchneristas y de sindicatos oficialistas, antes de
que entonar el himno, se cantó la marcha peronista, y luego la Presidenta se dirigió a los presentes como
“compañeros y compañeras”. Ver: http://www.youtube.com/watch?v=lHDQttFiVt4
18
Se entiende que lo que nos interesa, en este punto, es la puesta en escena de ese aval. Tal fenómeno no se ve
desmerecido por el hecho de que, un espectador promedio, está en condiciones de “identificar” esas presencias y
ligarlas a negociaciones políticas previas.
orienta a sostener una idea de futuro. De manera explícita, la estrategia kirchnerista intenta
recolectar consensos sobre el pasado (un capital político que arrastraba desde el Gobierno de
Néstor Kirchner) para generar un modelo de inteligibilidad del futuro mediato: no es sólo el
hecho de que el paro agrario se inscriba, desde este punto de vista, en un intento de
desestabilización institucional19, sino que los sectores que se suman en su apoyo (esta es
finalmente la consecuencia de la regla de interpretación) quedan necesariamente ligados a ese
hecho.
Por otro lado, el oficialismo intentará ubicar diferencialmente al sector agropecuario en la
economía del país, para desarticular el discurso ruralista que considera al “campo” como el
sinónimo de la Nación. En este sentido, podemos hablar de “descripción sociológica”. Por
descripción sociológica entendemos “aquella que intenta identificar al “pueblo” “con una parte
sociológicamente determinable de una población” (Rancière, 2007: 126) o “con actores sociales
que poseen una ubicación diferencial particular” (Laclau, 2005: 307).
El argumento oficial busca mostrar a las retenciones como una medida con “efecto
redistributivo”, y en este sentido, como un acto reparatorio ya que el sector agropecuario “tiene
una excelente rentabilidad sostenida por todos los argentinos”. Este esquema interpretativo se
completa con un argumento destinado a negar el afán meramente recaudatorio de la medida (en
respuesta a la primera acusación de los dirigentes de la Mesa de Enlace, que apuntaron contra las
retenciones como un modo de hacer caja). De este modo, la Presidenta ofrece un análisis de la
cantidad de pequeños productores beneficiados con medidas de compensación, describe el aporte
a la creación de trabajo por parte del sector primario, contabiliza el porcentaje que el sector
agropecuario significa en los ingresos del estado nacional, etc.
Sin dudas, habría que completar esta descripción con la contra-estrategia desplegada por
el sector agropecuario frente a estas posiciones oficiales. Señalemos, sin entrar en detalles, que en
un punto se trató de una inversión de la lógica oficial: los ruralistas buscaron demostrar que las
medidas oficiales, antes que redundar en el bienestar del conjunto de la población, apuntaban a
19
En Parque Norte la Presidenta se pregunta: “¿De qué naturaleza es el conflicto para algunos sectores? De una
naturaleza política, pero no política por partido, política por modelo de país. También soy consciente que parte de
esas cacerolas que estaban el otro día protestando son parte de nuestra política de derechos humanos”. Ver:
http://www.youtube.com/watch?v=lHDQttFiVt4
En Plaza de Mayo, Cristina dice: “Las mismas organizaciones que hoy se jactan de poder llevar adelante el
desabastecimiento del pueblo, llamaron también a un lockout patronal allá por febrero del 76. Un mes después, la
tragedia más triste que hemos sufrido los argentinos. Esta vez no han venido acompañados de tanques sino de
algunos generales multimediáticos que además de haber acompañado el lockout al pueblo han hecho lockout a la
información” Ver: http://www.youtube.com/watch?v=ol4sem1G-Fo
perpetuar un proyecto político (o sea, otro modo de la descripción sociológica). En cualquier
caso, es evidente que, como dice Rancière (2007, 56), “la política está hecha de cuentas
erróneas”, es decir, que es la puesta en cuestión permanente del vínculo lógico entre los nombres
y las partes sociológicamente determinables de una población. No otra cosa es lo que se disputa
en lo que Pizzorno llama “actividad identificante”, la necesidad de la política de generar vínculos
entre identidades colectivas. El punto –y en esto también coinciden Laclau y Rancière- es que:
“La identidad colectiva no recoge simplemente intereses sociales preexistentes, sino que los
selecciona, los informa, los inventa, los ignora” (Pizzorno, 1985: 36)20.

Bibliografía

- Barsky, Osvaldo y Dávila, Mónica (2008): La rebelión del campo. Sudamericana. Buenos Aires

-Cingolani, Gastón (2009): “Mediatización de la figura presidencial: espacios, estrategias y


transiciones”. Conferencia, Pentálogo Inaugural CISECO, Japaratinga AL – Brasil, 28/Sept -
2/Oct 2009.

-Dayan, Daniel (2000): Televisión, el casi-público. Versión original: “Télévision, le presque


public”, Rev. Réseaux nº 100-Cent/Hermés Science Publication. Traducción de Natalia Ferrante
y Gastón Cingolani. Mímeo.

-Fernández Mariano (2009a): La televisión en la era de la política: más allá de la perspectiva de


la video política. Publicado en Actas de las V Jornadas de Jóvenes Investigadores. Instituto Gino
Germani-Facultad de Ciencias Sociales (UBA). ISBN 978-950-29-1180-9

-Ferry, Jean-Marc (comp). [1989] (1998): El nuevo espacio público. Barcelona. Gedisa

- Laclau, Ernesto (2005) La razón populista. FCE, Buenos Aires

20
Cabe agregar que, como sostiene Pizzorno (1985: 40): “Analizar los fenómenos políticos sobre la base de las
estructuras de identificación rastreables en una determinada sociedad significa por un lado no separar, sino más bien
subrayar, los nexos entre las relaciones sociales no políticas y las que se forman con la acción política. Por otra
parte, estos nexos se forman también por los efectos que la acción política (las disposiciones y el discurso político)
ejerce sobre las identificaciones colectivas que conforman la sociedad. Podríamos agregar que si existe una virtud
específica de la política, es la virtud de vincular”. Subrayado nuestro.
-Naishtat, Francisco (1999): Acción colectiva y regeneración democrática del espacio público, en
Quiroga, Villavicencio y Vermeren (comps). Filosofías de la ciudadanía. Sujeto político y
democracia. Rosario. Homo Sapiens. http://www.ub.es/escult/docus2/naishtat.pdf

-Pizzorno, Alessandro (1985): Sobre la racionalidad de la opción democrática, en Los límites de


la democracia, Buenos Aires, Clacso.

-Ranciere, Jaques [1996] (2007): El descuerdo. Buenos Aires. Nueva Visión

Schaeffer, Jean-Marie, La imagen precaria. Del dispositivo fotográfico, Madrid, Cátedra, 1990.

-Verón, Eliseo (1987): La palabra adversativa. Observaciones sobre la enunciación política”, en


AA.VV., El discurso político. Lenguajes y acontecimientos. Buenos Aires. Hachette.

-Verón, Eliseo (2001): “Los públicos entre producción y recepción: problemas para una teoría del
reconocimiento”. Cursos da Arrábida. Portugal. Mimeo.

Direcciones URL con videos de referencia:


- Cadena Nacional del 25 de Marzo de 2008: http://www.youtube.com/watch?
v=bit9cnIpN94
- Acto en Parque Norte del 27 de Marzo de 2008: http://www.youtube.com/watch?
v=lHDQttFiVt4
- Cadena Nacional del 31 de Marzo de 2008: http://www.youtube.com/watch?v=mXlB-
LzV7YM
- Acto en Plaza de Mayo del 1° de Abril de 2008: http://www.youtube.com/watch?
v=ol4sem1G-Fo

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