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Lenguaje y Poder en la Sociedad del Conocimiento

En el actual estado de organización social, este complejo cuadro de requerimientos


cuenta con la necesidad de desarrollo de un solo y central instrumento: el lenguaje. Es
a través de aquel que es posible la comprensión más cabal del entorno, porque no
obstante la convergencia hacia una realidad virtual audiovisual, en la que las NTIC
integradas a los medios lleguen a reproducir una “tercera cosa en sí” para nuestros
sentidos, dicha experiencia exigirá una capacidad aún mayor de descodificación de
signos y símbolos pasados, presentes y/o por crear, en un contexto en el que la
hermenéutica de la imagen y texto será hiperexigente, porque el propio desarrollo de
las fuerzas productivas está aumentando la pluralidad de perspectivas del cada vez
más complejo entorno real-virtual. Este proceso, más temprano que tarde, conducirá a
una colisión de los múltiples universos grupales, tribales o personales, en un tránsito
desde lo universal a lo “multiversal” cognitivo.

La realidad hasta ahora conocida o d-escrita, como una especie de subproducto


“platónico” de los lenguajes en todas sus formas, surge pues, como un constructo
mental individual que relativiza la pretensión de observación “objetiva” de las cosas.
En los hechos, cuando la analizamos “tercerizada” por los diversos discursos, axiomas
y paradigmas aceptados, lo que conocemos es la “realidad mental virtual” de los
autores de tales enunciados, sus lógicas internas, apreciaciones y valorizaciones. En
todo caso, tales incertidumbres epistemológicas están y estarán subsidiadas
significativamente (especialmente en sus sentidos ideológicos) por las estructuras de
poder que la comunidad se da, hasta ahora, más bien desequilibradas y excluyentes,
aunque, es de esperar, mañana, más abiertas e inclusivas, debido al propio avance del
conocimiento y a la información como bien abundante.

Un empoderamiento informacional-comunicacional, posible hoy a través de las NTIC,


multiplicará hasta el infinito las resignificaciones sociales de las palabras, porque las
personas serán concientes que las significaciones y relaciones posibles de los signos
dados en su corpus de información-conocimiento tienen un componente de intereses
ideológicos que pueden y deben ser revisados de manera autodeterminada, según los
propios, generando así profundos cambios en el lenguaje e intenciones. En el nuevo
marco reinterpretativo del mundo, el reajuste de las actuales estructuras sociales será
una tarea de alta complejidad: en la nueva Torre de Babel semántica, la revalidación
de los derechos personales, las concepciones de libertad, democracia, individuación,
muestran cursos que difícilmente echarán pie atrás.

En tal contexto, el reconocimiento de nuestras limitaciones cognitivas como individuos


debería ser la base mínima axiomática de las negociaciones entre pasado y futuro. Una
Sociedad de la Información y del Conocimiento desarrollada será posible si la
Humanidad logra superar el trance actual, en el que las antiguas fuerzas productivas y
las nuevas se coordinen inteligentemente, fundadas en intenciones éticas distintas a
las que sustentaron la competencia industrial, estandarizada, nacional y se abran a
una emulación tolerante y plural, que permita la libre expresión de los millones de
“aciertos” y “errores” en un entorno adecuado a la creación e innovación científica y
cultural.

Una disposición mental en este paradigma multiversal, implica entender que el


“mundo” tiene el sentido que los hombres le otorguen y que por sobre una lucha por el
dominio –que en el universo de las ideas, la creatividad e innovación es inviable, pues
aquellas no se pueden explotar sin consentimiento del creador-, invita al optimismo y a
la inclusión participativa de la mayor cantidad de personas posibles en los nuevos
colectivos que surgirán de la Sociedad de la Información y del Conocimiento.

Una acción colaborativa en el mundo resignifica el poder, ya no como exclusividad de


un grupo o persona, sino como una fuerza de relaciones que baña todo el sistema y
que concibe el conocimiento como un objeto mental que, teniendo su base material en
cada una de las personas, es finalmente un producto colectivo, que obliga a evitar
fanatismos y convencimientos como “lo que pienso es la verdad”, e invita a construir
comunitariamente mundos inclusivos.

En la nueva Sociedad de la Información y del Conocimiento, esta aproximación a la


verificación de cosas y fenómenos estará enfrentada a un constante desafío. Lo que
pensamos y creemos se pondrá en juego en cada comunicación intercultural o
intergrupal. Las certezas de antaño se están viendo enfrentadas, a cada paso, a
múltiples versiones de realidad, éticas y estéticas que circulan a enorme velocidad por
la red mundial.

La verdad de los hechos ya no está en nuestras limitadas memorias y/o perspectivas


individuales de las cosas: aquella se está reconfigurando permanentemente con
arreglo a negociaciones multilaterales y multidisciplinarias de relatos, discursos y
significaciones en una lucha permanente por redefinir conceptos que invaden nuestras
hablas desde las miradas más complejas de nuevos colectivos en red. Y aunque la
mayoría no hace necesariamente verdad, intenciones o voluntades de grupos de
creencias pueden, por pura decisión, transformar su entorno según sus deseos, en
rangos no despreciables. Las NTIC, las ciencias de nuevos materiales, la genética,
nanotecnología, entre otras, son herramientas que amplían aún más tales
posibilidades. Talvez si otras categorías –como la “utilidad de la transformación”-
pudieran reemplazar las pesadas inercias volitivo-cognitivas de lo que consideramos
“verdad”, como señalara P. Watzlawick1.

De allí que la habilidad de abrirse a otras interpretaciones o visiones de mundo,


contrastarlas con lo que hemos creído y lo que emerge del fenómeno tras
reinterpretarlo desde el otro punto de vista, sea una competencia emocional deseada
para los próximos años, pues tal actitud y conducta agrega nuevas conexiones
neurológicas a nuestro cerebro y obliga a revisiones periódicas de nuestros
convencimientos, aumentando capacidades de asociación, innovación y creatividad, así
como incrementando la madurez emotiva vinculada al aprendizaje (programación)
instalado en el lenguaje de nuestras comunidades de origen.

Las comunicaciones, antes de ser común-acción, están siendo hoy interconexiones de


ajustes comprensivos que se experimentan coyunturalmente y que exigen de toda una
nueva batería de actitudes y conductas sin prejuicios, so pena que gran parte de
dichos vínculos fallen y se pierdan oportunidades de reorganización posible de
información que abra paso a nuevos conocimientos e interpretaciones creativas y
deseables del entorno eco-social.

Es decir, a estas alturas, el “conocer”, entendido como detectar estabilidades o


patrones para conformar un “corpus” de información consistente -por lo demás, en
permanente construcción- que nos permita prever y resolver problemas debería ser
considerado como un orden mental que incluye las limitaciones neurobiológicas de sus
creadores; que es inmaterial, producto de un lenguaje atópico y constreñido por el
alcance de las ideas que transporta y, hasta ahora, edificado en torno a un número
finito de fenómenos y regularidades detectadas organizadas según intenciones
manifiestas o inconcientes de los poderes. Dicho metaorden, que podría dar cuenta de
1 Paul Watzlawick. “La Coleta del Barón de Münchhausen”. Editorial Herder. 1992
otras realidades que coexisten en la cosa en sí y que no podemos ver porque el
conocimiento individual está limitado por ideas preconcebidas y modos de organizar la
información elegida para formar parte de aquel paradigma, puede enriquecerse en
proporción geométrica si se reconstruye en colectivo, aprovechando las ventajas de
conexión que ofrecen las NTIC.

El conocimiento –fundado en el lenguaje-, como la vida misma, emerge así como un


proceso negantrópico2, basado en pocos pero eficientes elementos y que, según el
modo en que éstos se organizan, tal como en el caleidoscopio, hacen surgir lo nuevo y
más complejo. También, empero, puede hacer surgir lo eventualmente entrópico, si es
que no somos capaces de resignificar la lengua como un instrumento al servicio de la
colaboración y lo intencionamos emotiva, actitudinal y conductualmente hacia la
confrontación, en el añejo convencimiento de “lo que yo pienso, es la verdad”.

La comunicación telemática, que tiende a “esconder” lo emotivo y a velar la intención,


puede abrir puertas a una nueva era de la “razón” epistemológica, al obligar a manejar
el lenguaje con absoluta precisión y lógica interna, pero ahora, sustentado en la
convicción fenomenológica y reconocimiento conciente respecto de sus insuficiencias,
paradojas y contenidos ideológicos, permitiendo un salto en la calidad de la
comunicación y el modo de actuar en un mundo en el que las intenciones deberán
explicitarse a partir de la propia autoconciencia de aquellas.

La Sociedad de la Información y del Conocimiento requiere pues de un cambio


cognitivo, actitudinal y conductual profundo respecto de lo practicado en las anteriores
sociedades para ser “negantrópica”, pudiendo así constituirse en el período de la
historia humana en el que la creatividad y las ciencias, aceleradas a ritmos
exponenciales, elevarán a la especie humana a nuevos niveles de libertad. Diríase que,
mientras la sociedad industrial fue al desarrollo biológico lo que la conformación del
aparato oseo-muscular, la Sociedad de la Información está siendo al colectivo, lo que
el sistema nervioso es al individual, según una analogía que circuló ya en los 70.

En efecto, mediante la digitalización de los lenguajes y la imitación virtual de diversos


procesos mentales, las conciencias personales comienzan a expandirse fuera de la
cárcel sistémica de su sistema nervioso cerrado, pudiendo almacenar ideas, imágenes,
juicios, afirmaciones, opiniones fuera de sí mismo, en ordenadores, discos duros,
2 P. Teilhard de Chardin. El Fenómeno Humano. 5ª Edición, Taurus, Madrid, 1971
pendrives, CD, etc, que posibilitan una rápida búsqueda, recuperación, recreación y
retransmisión de la información, permitiendo el establecimiento de comunidades cuyo
conocimiento grupal se comparte en redes, accesibles por todos sus integrantes,
ampliando así la concepción sobre el conocimiento como mero producto biológico-
individual, hacia uno colectivo.

Es decir, ya no es la sola conciencia la que conoce, sino que es la comunidad y sus


bases de datos oportunamente accesadas por las personas pertinentes, la que puede
crear e innovar, y cuya expresión máxima de reunión para la transformación del
mundo es la World Wide Web y la Internet. Aún con todo su caótico crecimiento, la
posibilidad de interacción eficiente que otorga a quienes operan en ella, no tiene
parangón conocido en la historia y desarrollo de “meta-medios”, aunque también,
gracias a ella, la palabra falseada, la mentira, lo inmoral y antiestético puedan cabalgar
a iguales velocidades que la belleza y la armonía.

La acumulación histórica de significados y significantes que hasta antes de la Sociedad


de la Información y del Conocimiento tenía el ritmo del sonido, ha dado, con la
digitalización de artefactos y carreteras de la información, un salto cualitativo. La
puesta en redes de experiencias, a través de blog, foros, chats, mail, comunidades,
grupos de discusión, que hacen posibles las NTIC con todo su potencial de interacción
instantánea, están abriendo puertas a nuevas meta-generalizaciones en las que
convergen la lecto-escritura textual lineal, imágenes y sonidos transmitidos por
múltiples aparatos fijos y nómades, que transformarán aceleradamente el lenguaje, así
como su propia arquitectura actual.

En la nueva sociedad, la multimedialidad no tiene la forma pasiva de la radio, cine o la


TV, sino que es interactiva, un universo que, tal como el real, cambia como
consecuencia de nuestras decisiones. Un adelanto de aquello son las visitas virtuales
en la red a museos, los juegos interactivos, fotografías en 360 grados, así como las
imágenes y maquetas 3D, mediante las cuales arquitectos y diseñadores pueden
mostrar a sus clientes los nuevos espacios imaginados y creados en su mente y
permiten a aquellos su intervención.

El impacto que el perfeccionamiento de estos medios tendrá sobre prácticas como las
citadas, las comunicaciones y en nuestro lenguaje lineal textual, es previsible, porque
una praxis tal compromete todas las consideraciones sobre lengua y habla, significado
y significante, denotación y connotación, sintagma y paradigma actuales. Nótese sólo
el impacto conductual que generan las telenovelas en amplios segmentos sociales para
dimensionar el que tendrán estos nuevos medios.

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