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Historicidad y mekhané 1

Consideraciones en torno al cuasi-trascendentalismo de Slavoj iek

Iván Trujillo

Me propongo considerar aquí cierto cuasi-trascendentalismo en el


pensamiento de Slavoj iek. Y esto a partir de la suposición de que posee la
forma de una sujeto ex machina, cuyo alcance creo necesario comenzar a delimitar
ahora a partir del espinoso problema de la historicidad2. Pese a la infinidad de
elementos que esto supone, algunos de los cuales por sí solos resultaría imposible
darlos a leer en el breve espacio de un artículo, intento sugerir y en lo posible
bosquejar, que hay en iek un pensamiento del sujeto indisociable de cierta
mekhané, a través de la cual es delimitado críticamente tanto el teleologismo político
presente en el marxismo como la politología presente dentro del postmarxismo.
Sin embargo, todo aquello que haría pasar el sujeto en iek al lado del
mecanismo, de la máquina o del mecanicismo, parece retenerlo a su vez en los
márgenes de una onto-teleología quebrada de cuya historicidad radical debe al
mismo tiempo emerger y defenderse. Un ya-siempre parece en principio poder
delimitar todo posible ya teleológico histórico y político, pero ese ya-siempre no deja
de enviarse a sí mismo en el proceso de su también histórico y político
(des)conocimiento. Por ese envío de lo Real, a la vez inconsciente y trascendental,
la escena del sujeto no se abandona nunca, sólo que tampoco su escena o el
mecanismo en el que (des)aparece.

Extraigo este arcaísmo de Papel máquina de Jacques Derrida y bajo la acepción múltiple
allí señalada: Aa la vez una máquina ingeniosa, una máquina teatral o una máquina de
guerra, por lo tanto una máquina y una maquinación, algo mecánico y algo estratégico@.
En Derrida, J., Papel máquina. La cinta de máquina de escribir y otras respuestas, Madrid,
Trotta, 2003, p31. (Tr. Cristina de Peretti y Paco Vidarte). En el presente contexto
veremos precipitarse la historia dentro de cierto automatismo maquinal, en cuya
temporalidad se desenvuelve hoy por hoy el pensamiento de la Ahistoricidad@.
2

En relación con este problema, la piedra de toque ha sido desde hace ya más de una década la
deconstrucción derridiana, ni más ni menos que ella misma en El Sublime objeto de la ideología (Verso,
1989), para luego presentarse nuevamente, más de una vez, una y otra vez, punto a punto o de
sesgo, a lo largo de varios escritos de iek y sin que, desde entonces, pueda volver a ser ya lo que
era o lo que nunca fue (En un texto en preparación denominado ACrítica ex machina@ examino
cierta expedición de la deconstrucción derridiana por parte de iek, en cierto modo característica de
su ya larga recepción). Y quizás no podía ser de otro modo desde que el lacanismo y el
althusserianismo debían poder cruzar la puerta estrecha de la deconstrucción del hegelianismo

1
Pero, ahora bien, aunque a partir de esta escena nunca haya un sujeto que
logre constituirse, resulta que dicha escena en cierto modo anterior es lo único que
garantiza que un sujeto sea siempre una posibilidad para sí mismo y no ya una
presencia idéntica a sí, siempre una nueva mediación y no ya una inmediatez
concluyente. Habrá siempre una brecha irreductible entre la máquina y la
internalización, por lo que si ha lugar la interpelación, será ésta lo contrario de la
interpelación ideológica althusseriana, pues será anterior al proceso de
subjetivización y de identificación3. Pero no sólo eso, pues si también ha lugar el
antagonismo, sólo una cierta anterioridad del sujeto puede cimentar adecuadamente
una teoría de la hegemonía sin la incertidumbre relativa al sujeto,
característicamente posestructuralista según iek, que habría prevalecido en el
pensamiento de Ernesto Laclau y de Chantal Mouffe en Hegemonía y estrategia
socialista.4

Laclau, E., y Mouffe, Ch., (Verso, 1985), Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la
democracia, Buenos Aires, FCE, 2004, 20. El texto de Althusser especialmente aludido es AIdeología
y aparatos ideológicos del Estado@, el que ha sido recogido por el mismo iek en iek, S.,
(comp.), Ideología. Un mapa de la cuestión, Buenos Aires, FCE, 2003, pp.115-155.
4

Como se sabe esta objeción la habría hecho iek en el AApéndice@ a Nuevas reflexiones sobre la
revolución de nuestro tiempo de Ernesto Laclau (Verso, 1990). Hay edición castellana en Nueva Visión,
2000, 20, pp. 257-267.

2
Pero, es posible pensar que la mekhané del antagonismo social no es del
todo ajena al texto politológico de Laclau, y que no sólo está presente en Hegemonía
y estrategia socialista (1985), sino también en Emancipación y diferencia (1996), pasando
por Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (1990). Y si se alcanza a leer
allí, es menos como una contribución a la posibilidad de un sujeto inapartable de la
escena de su bloqueo y cuya historicidad permanece insondable, que como el indicio
de una apertura a una historicidad imprevisible. Es así que el rechazo por parte de
Laclau del carácter mecánico de la contradicción dialéctica como explicación de la
irrupción histórica de la lucha de clases en favor de cierta lógica antagonista ajena
al automatismo dialéctico5, y que busca precisamente un acceso a la
imprevisibilidad de un sujeto, puede ser hallado más cerca, de lo que él cree, del
mecanicismo que de la dialéctica. Él mismo insinúa esto cuando señala que en el
APrólogo@ de Marx a sus Contribuciones a la crítica de la economía política del año
1857,6 Ael desarrollo de las fuerzas productivas es el fundamento racional de la
historia, y la lucha de clases interviene como un mero Deus ex machina que no
aparece lógicamente integrado al argumento@7. No pudiendo compatibilizar
lógicamente el antagonismo con la contradicción, el sujeto parece imponerse desde
un cierto automatismo. Pero sólo en la medida en que prevalece un concepto
demasiado científico-dialéctico de lo mecánico, de lo automático y de lo maquinal,
es que se termina por desechar lo maquinal o mecanicista.8 Y es precisamente
cierto control dialéctico de la mekhané lo que parece prevalecer en el sujeto con el
cual cuenta iek. Si esta mekhané parece poder imposibilitar hasta cierto punto el
carácter politológico del gesto laclausiano, la verdad es que el Deus ex machina
entrevisto por Laclau precipita al sujeto en una historicidad incontenible. Quizás sea
esto mismo, bajo la forma de cierta denegación, lo que haga que el proyecto de
una Ademocracia radicalizada@ no pueda dejar de ser una profundización y una

Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, op. cit., p. 23 y p. 33.
6

Ibid., p.21ss.
7

Ibid., p. 31ss.
8

Hay que recordar que, para Engels, la dialéctica materialista debía corregir el materialismo vulgar
del siglo XVIII. Ver el texto de Engels: ALudwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana@,
en Marx, C., y Engels, F., Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú, especialmente entre las páginas
628-632. Y si esto no incluye a Marx del todo, puesto que incumbe más bien a la inclinación
cientificista de Engels (ver lo que dice Balibar a propósito de esta inclinación y sus efectos sobre el
concepto de materialismo ligado al marxismo, en Balibar, E., La filosofía de Marx, Buenos Aires,
Nueva Visión, 1993, p.29), el pasaje del APrólogo@ de Marx comentado por Laclau en su libro, es
bastante alusivo al cientificismo de Marx (Me refiero al APrólogo@ a Contribuciones a la crítica de la
economía política del año 1857. En Ernesto Laclau, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo,
op. cit., p.21s).

3
expansión de la democracia liberal, en cierto modo la garantía política de una
historicidad suplementaria9.

Laclau, E., y Mouffe, Ch., (Verso, 1985), Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la
democracia, op. cit., p.222. Cfr. también iek, S., (Verso, 1999), El espinoso sujeto. El centro ausente de la
ontología política, Buenos Aires, Paidós, 2001, pp.186-187, nota 3.

4
Pero cuando la historicidad buscada es, con todo, aquello de lo cual
también hay que cuidarse, una teoría del antagonismo elaborada en las
inmediaciones de la espectralidad derridiana, tanto en Laclau como en iek, debe
en cierto modo evitar una mekhané indisociable con la idea, vale decir, una
materialidad y un mecanicismo de la idea, si no una mekhané de la idealidad, con la cual
se precipita el acontecimiento10. Si tan sólo una cierta materialidad, un cierto
mecanicismo o maquinalidad del sentido, parece mostrarse como el mecanismo de
una historicidad no sólo insondable sino también imprevisible, es debido a que se
está concernido, de un cierto modo más que radical, que ya no se cuenta con la
historia. Por cierto ya no de un manera puramente historicista, sino de una manera
tal que la historia o parece abrirse infinitamente en el subsuelo de su arcaísmo o
parece abrirse imprevisiblemente desde cierta producción maquinal del presente
vivo.
En este último gesto veo a Derrida. En el primero, a Ziek. Ambos, sin
embargo, pueden ser considerados como tentativas cuasi-trascendentales. Pero
habría que ver si el cuasi-trascendentalismo de iek se presenta como una
tentativa discreta, vacilante y temblorosa en el paso entre dos épocas, una de las
cuales lleva la marca del hegelianismo11, o se trata más bien, lo que vale la pena
sopesar, qué podría significar todavía en dicho paso el intento de reinscribir a su
vez la inscripción del posthegelianismo.

1. Dialéctica y automatismo

10

En la medida en que esta mekhané no pueda ni siquiera ser denegada, ni pueda ser identificable con
la mera posposición, desplazamiento o retraso ontológico, ora como disminución de la encarnación
(Ver Laclau en Emancipación y diferencia, Verso, 1996), ora como mantenimiento de la apertura
espectral (iek en El espinoso sujeto, Verso, 1999), el pensamiento de la mekhané ya no podrá contar
con la historia del sentido. Sólo porque habría una materialidad cuya maquinalidad o mecanicismo
es indisociable del sentido, nunca habría tenido lugar una historia del sentido. Incluso si, como se
piensa hoy, la historia cuenta hoy con más de un sentido. Este es el riesgo que todo cuasi-
trascendentalismo debe poder correr y recorrer.
11

Este paso entre dos épocas en Derrida, J., De la gramatología, México, Siglo XXI, p. 32.

5
Consignemos entonces, para empezar, lo que en una parte de su escrito
introductorio a Ideología dice iek sobre el mecanismo de la lucha de clases:
A)Qué es la lucha de clases? nEl proceso antagonista que constituye las clases y
determina su relación. n (Pero en nuestra sociedad no hay lucha de clases nYa
ves cómo funciona@12. Viene de explicar lo que la noción de antagonismo,
proveniente de Laclau y Mouffe, puede significar para el concepto marxista de
lucha de clases una vez que dicha explicación va de la mano de Lacan: que la lucha
de clases Adesigna el antagonismo que impide a la realidad (social) objetiva
constituirse como una totalidad encerrada en sí misma@13. De esta manera la lucha
de clases ya no aparece como un factor de totalización sino, al contrario, como un
obstáculo que impide la plena objetivación del fenómeno social. Y si todavía ha de
depender (aunque secundariamente) de algún mecanismo o proceso social
objetivo, el que iek establece a partir de la categoría hegeliana de ASustancia@14,
ella nunca es el efecto de un proceso o un mecanismo tal, puesto que Aestá
operando siempre-ya [esta cursiva es mía, IT.] en el centro mismo del proceso
objetivo en sí@, lo que iek prevé bajo la categoría hegeliana de ASujeto@15. Es
entonces desde siempre que ya Ano es posible aislar ningún proceso o mecanismo
social >objetivo= cuya lógica más profunda no suponga la dinámica >subjetiva=
de la lucha de clases@16. De manera tal que la dialéctica entre la Sustancia y el
Sujeto es estructural, por ello la lucha de clases puede, paradójicamente,
presentarse ausentándose en su efecto y borrándose desde su efecto. Su nombre
designa entonces una cierta anterioridad Ainsondable@ e inobjetivable, la que,
como tal, se puede presentar según un mecanismo de funcionamiento enteramente
inaparente, como el Mac Guffin de Hitchcock. Tras esta comparación se precipita no
sólo el párrafo arriba citado, sino también la lucha de clases, con el automatismo de
un Mac Guffin.

12

Se trata en el presente escrito de lo que, como mecanismo, funciona aparentemente sin funcionar.
Pero también de lo que permanece enteramente ajeno a la función mientras funciona. El pasaje
citado en: iek, S., (comp.), Ideología. Un mapa de la cuestión, op. cit., p. 33.
13

Ibidem.
14

iek refiere a lo que, según Marx, produce la lucha de clases. Ver. Ibidem.
15

Ver los ejemplos puestos por iek en Ibidem.


16

Ibid., p.33.

6
No se podía llegar a esto sino mediante la comparación o la analogía17,
pero una y otra, como el mismísimo objeto de Hitchcock, Ael Mac Guffin en sí@,
sólo vienen después del automatismo: en el principio era el Mac Guffin. Pero a su
vez, como lo que viene después debe ineludiblemente repetir el automatismo, lo
que viene después viene también con él. Y esto sucede desde Ala primera
asociación@18. De acuerdo a ello, cuando se quiere anudar el mecanismo objetivo a
la dinámica subjetiva de la lucha de clases, se tendría que admitir que su ya-siempre
es precisamente aquello por lo cual éste deviene a la vez objetivable e
inobjetivable. El mecanismo Aobjetivo@, no sólo entraña una Alógica más
profunda@, sino también más imprevisible. Si el proceso antagonista funciona incluso
en una sociedad en que no hay clases, entonces no hay cómo establecer si
funciona. A no ser que se cuente con una constante tras las apariencias
Pero si no hay cómo saber si funciona antes incluso de la división entre lo
simbólico y lo Real, entonces se trata de una espina en el saber (del sujeto), de cuya
exteriorización no se obtiene nunca la certeza de una constante que, idéntica consigo
misma, pueda emerger en los más diversos universos mediante procesos de
simbolización. La hipótesis de esta constante como Alo Real lacaniano que
>permanece idéntico en todos los universos posibles (de observación)=@19, es la
condición para establecer una separación dialéctico-estructural entre creencia y
saber, análoga (aunque sólo análoga) a la distinción hegeliana entre representación
y concepto. Pues si la constante es un núcleo traumático inobjetivable, vale decir, un
antagonismo fundamental incurable o insoluble que es como se da a entender aquí
la lucha de clases, se entiende que la simbolización, entendida como el intento de

17

Tras hablar de una comparación, iek dice deber la analogía en la nota 30.
18

En Todo lo que usted quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarse a Hitchcock,
(Buenos Aires, Manantial, 2003), iek, justo antes de definir lo que es un Mac Guffin, uno
entre otros de los objetos hitchcockianos, anota: ACuando decimos >objeto hitchcockiano=, la
primera asociación, podría decirse que automática [esta cursiva es mía, IT.], es el Mac Guffin,
pero el Mac Guffin es sólo uno de los tres tipos de objetos de las películas de Hitchcock@
(p.11). En seguida, tras la primera asociación (la automática), los objetos de los cuales el
primero es el Mac Guffin: APrimero, entonces, está el Mac Guffin en sí, >nada en absoluto=, un
lugar vacío, un puro pretexto cuya única función es poner la historia en marcha: el plano de las
máquinas voladoras en 39 escalones, la cláusula secreta del tratado naval en Corresponsal
extranjero, la melodía en código de La dama desaparece, las botellas de uranio de tuyo es mi
corazón, y así sucesivamente@ (ibidem). )Qué querrá decir aquí Asucesivamente@? En todo
caso, aunque se repita varias veces más, es siempre lo mismo, es Apuro semblante: en sí mismo
es totalmente indiferente y, por necesidad estructural, está ausente; su significación es
puramente auto-reflexiva, consiste en el hecho que significa algo para los otros, para los
personajes principales de la historia; tiene una importancia vital para ellos@(ibidem).
19

La cita literal es de iek. Ver iek, S., (comp.), Ideología. Un mapa de la cuestión, op. cit., p.
36. En el mismo texto esta constante lacaniana es emparentada con la constante de Lévi-Strauss
en su Antropología estructural.

7
constitución misma de la realidad social, no se la pueda con dicho núcleo. Y en la
medida en que no se la pueda, se podrá denunciar siempre a partir de este núcleo todo
intento de su represión. La crítica a la ideología hallaría aquí su sostén
extraideológico final20.
Ahora bien, iek concibe la ilusión ideológica a partir de una distancia
entre saber y hacer, siendo el hacer de los sujetos la instancia en que opera la
ilusión fetichista. Fuera entonces del saber, pero no del todo de su elemento, se
trata de una creencia fetichista que es un cierto saber práctico, un cuasisaber o como
si, que expresa el vínculo simbólico que el sujeto mantiene con una realidad
efectiva cuyo antagonismo debe poder soportar, resistir y diferir. La ideología es,
en este sentido, la estructuración simbólica de un presente por el que el sujeto
procura relacionarse consigo mismo a través de un Afalso reconocimiento@. Y esto
en la medida en que, como sujeto, se halla de antemano externalizado (maquinado,
alterado, automatizado). El sujeto es lo ya-siempre externalizado, y la creencia
ideológica es el no-saber de esta externalización. El sujeto, ya externalizado por el
gran Otro, dividido por el conflicto social (antagonizado), se da la realidad
ideológica, para evitar un núcleo traumático (insoportable) sustraído a toda
simbolización. La ideología como fantasía social es un colchón para soportar lo
Real, un mecanismo que desplaza lo real (del deseo) dándose (ideológicamente) la
Arealidad@ misma. En este sentido, la ideología ofrece la Arealidad@ misma como
la huida de dicho núcleo traumático, real. Por lo mismo, no hay enajenación
radical del sujeto, salvo el loco, que cree inmediatamente en él mismo.

20

Ibidem.

8
Pero no es sólo la creencia la que se halla siempre-ya externalizada o
maquinada por el gran Otro. El sujeto no está descentrado sólo a este nivel. Es
verdad que por la simbolización la creencia personal es también impersonal, que el
sujeto se reconoce a sí mismo a través de Otro, que se reconoce a través del Otro
que está en su lugar. Pero también es verdad que el Otro externaliza también al
propio goce, que el Otro opera un descentramiento tal del sujeto que no puede
intentar recuperarse a sí mismo más que a través de un falso reconocimiento
simbólico. Se trata aquí de lo Real, de un real obstáculo en el sí mismo, por el cual
el Otro, impide y demanda el goce. En este nivel de inyunción, en este nivel
primordial de sustitución, es la materialidad externa la que goza por él mismo.
Tratándose entonces de un tal descentramiento, se podría pensar que la inyunción
maquinal del goce ((goza!) debería poder no ya dar lugar a sujeto alguno. Pero,
ambos descentramientos son para iek instancias para la crítica y, por supuesto,
para el sujeto21: en el primer caso, el gesto crítico consiste en reconocer que en
verdad (no) soy yo quien cree a través del Otro; en el segundo caso, el gesto crítico
consiste en reconocer que no fui yo quien gozó.

21

Ver más arriba.... p.

9
Ahora bien, tenemos que tomar en cuenta que por una cuestión histórica,
de época, este estrato más primordial del sujeto, su goce, es decir su pasividad,
está seriamente amenazado. Hoy por hoy, en el mundo posmoderno, los media son
capaces de separarnos de nuestra pasividad y nos precipitan en una actividad
frenética e irreflexiva. O para decirlo en términos hegelianos, o más precisamente,
para decirlo hegelianamente: en medio de una reflexividad ya no sólo moderna
sino posmosmoderna, al sujeto le es arrebatado incluso su goce o su propia
pasividad (cuestión que Hegel todavía creía posible de afirmar tras la pérdida de la
vigencia espiritual del arte)22, por cuya externalización (interpasividad) el sujeto se
precipita en una actividad frenética e irreflexiva, en una pura abstracción o en una
negatividad absoluta. En medio de este proceso, la crítica es digerida y
metabolizada. Funcionando preferentemente desde adentro, suministra
abiertamente los recursos necesarios para neutralizarse. A esta forma de la
ideología correspondería el cinismo posmoderno.
Se entiende que si ésta es la historia (y la crítica), los recursos críticos para
transformarla podrían estar acotados, es decir agotados. O dicho de otra manera:
puesto que la historia (posmoderna) parece poder realizar el descentramiento
absoluto del sujeto ya que lo ha privado hasta de su pasividad (de su goce), parece
no quedar ya nada que haga recuperable al sujeto, ninguna crítica posible. Y sin
embargo, porque se ha de contar de antemano con el descentramiento del sujeto,
incluso en su estrato más primordial, la historia en general, y aquí en particular la
posmodernidad, parece llegar tarde o después. De manera que el sujeto es
incompleto antes de la reducción posmodernista. Lo que abre una sospecha acerca
del ahistoricismo (estructuralista) de este planteamiento. Precisamente lo que hace
Judith Butler23.

2. Cuasi-trascendentalismo y efecto Mac Guffin

22

ALo que ahora suscintan en nosotros las obras de arte es, además del goce inmediato, también
nuestro juicio...@, Hegel, G.W.F., Lecciones sobre la Estética, Madrid, Akal, 1989, p.14.
23

A propósito de esta incompletitud del sujeto a la base de la teoría de la hegemonía, Judith


Butler se pregunta en torno al sujeto en iek: ALa incompletitud de la formación del sujeto que
requiere la hegemonía es una incompletitud en la que el sujeto-en-curso el sujeto en curso es
incompleto precisamente porque está constituido a través de exclusiones que son políticamente
salientes, no estructuralmente estáticas?@. En Butler, J., Laclau, E. y iek, S., Contingencia,
ironía, universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda, op. cit., p. 11. Pasaje
retomado por iek en la página 118.

10
No tratándose para iek sino de un cuestionamiento desconstructivista al
trascendentalismo de Lacan retomado por Butler (ALacan queda atrapado en un
gesto negativo trascendental@, dice iek), este trascendentalismo lacaniano que
prohibiría a priori la apertura hacia la contingencia histórica, es lo que lo haría
desembocar en Kant24. Habrá que ver entonces cuáles son los descargos de iek.
Pero antes anoto lo siguiente: evadiéndose de lo que sería el Lacan kantiano, habrá
que disponerse a entender Ael Kant de Lacan@, lo que para iek parecer implicar
previamente la relación que Lacan mantiene con Hegel. Lo que ni siquiera
intentaré discutir aquí. Lo que tan sólo quisiera sugerir es la posibilidad de
interceptar esta relación con una denegación, y acaso también con más de una. La
denegación de Hegel por parte de Husserl al interior del trascendentalismo25. Lo
que me parece ejemplar para entender el trascendentalismo entre Kant y Hegel.
Pero también lo que me parece ejemplar para entender el cuasi-trascendentalismo
entre iek (Lacan) y Derrida. En todo caso, me atrevería a decir, y corriendo por
supuesto el riesgo de precipitarme ()y cuándo no?), se trataría precisamente y
siempre (aunque no únicamente, por supuesto) de una precipitación que, según
Hegel, Kant no habría podido contener, que según Husserl, Hegel habría de
contener menos que Kant, y que, según iek, Derrida habría de contener menos
que Hegel (y Lacan)26.

24

AEn la crítica de Butler está, por lo tanto, implícita la tesis de que la teoría lacaniana, al menos
en su forma >ortodoxa= predominante, limita la contingencia histórica radical [esta cursiva es
mía, IT.]: apuntala el proceso histórico evocando una limitación casi trascendental, algún a
priori casi trascendente que no está a su vez atrapado en el proceso histórico contingente. De
modo que la teoría lacaniana, en última instancia, desemboca en la distinción kantiana entre un
sistema formal a priori y sus ejemplos históricos contingentes cambiantes@. Ibid., p. 118.
25

Se trata de cierta denegación husserliana de la filosofía romántica en general y de Hegel en


particular. Se trataría de una denegación puesto que la vuelta a Kant por encima de Hegel no
será realizada fenomenológicamente más que dándole la razón a la crítica de Hegel a Kant. Esto
lo hace notar Derrida en su Memoria de 1954. Derrida, J., Ver: Le problème de la genèse dans
la philosophie de Husserl, París, PUF, 1990, pp.11ss.
26

Y agrego, suplementariamente, aquí a pie de página: la precipitación que, según Derrida, es la


de Nietzsche y que Freud habría querer contener. En Derrida, J., AEspecular. Sobre Freud@, en
La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá, México, Siglo XXI, 2001, pp. 243-385.

11
AMi primera reacción, casi automática, a esto es...@27. De este modo
comienza iek a determinar su cuasi-trascendentalismo. Por lo que debemos
esperar que toda la solución aportada esté cogida en este automatismo, que ya no
dejaremos de entender como trauma. Aunque, también debamos, desde ya, o
desde siempre, verlo defendiéndose con un Acasi@. Lo que sucedería con Butler es
que, proto-kantianamente, le reprocharía a Lacan el no ser Asuficientemente
>formalista=@, vale decir, el especificar demasiado el contenido de la forma
universal. De acuerdo a ello ALacan elevaría a un a priori casi trascendental cierta
>barra= que sólo emergió en condiciones históricas específicas, en última instancia
contingentes (el complejo de Edipo, la diferencia sexual)@28. La posición de Lacan,
por el contrario, es menos formalista (menos kantiana) y es más cercana a Hegel:
ALa cuestión crucial es que la forma misma, en su universalidad, siempre está
arraigada, como un cordón umbilical, en su contenido particular nno sólo en el
sentido de la hegemonía (la universalidad nunca es vacía; siempre está teñida de
algún contenido particular), sino en el sentido más radical [esta cursiva es mía, IT.] de
que la forma misma de la universalidad emerge a través de la dislocación radical, a
través de alguna imposibilidad más radical o >represión primordial=@29. Doble
manera de vencer al formalismo kantiano: de un lado, no hay forma universal que
no esté ya acordonada umbilicalmente con el contenido particular. Para decirlo en
términos fenomenológicos: toda síntesis a priori está ya constituida. Pero, por otro
lado, y con una radicalidad que parece capaz de cortar el cordón mismo del
ombligo, la forma universal sólo emerge si el contenido al que está atado es
imposible. Lo que en términos fenomenológicos se puede decir así: toda síntesis a
priori ya constituida designa también la imposibilidad efectiva del a priori. Pero )se
puede esto traducir en términos fenomenológicos? )No se habría abandonado la
fenomenología ya tras la primera forma de vencer al formalismo, aquí Aen el
sentido de la hegemonía@? Pero )se habría ido más allá de la fenomenología en la
segunda forma Amás radical@? Sí y no. Sí, en la medida en que el a priori
fenomenológico debe poder corresponder (aunque según cierto paralelismo) a la
realidad efectiva. No, en la medida en que el a priori fenomenológico no se
constituye nunca sin una complicación originaria30.
Ahora bien, si lo que está en juego aquí es la historia, y acaso también
como me atreveré a decir, cierta epocalidad, esta universalidad que emerge desde
una imposibilidad radical o Arepresión fundamental@, no podría ser ya histórico-
contingente, sino lo que Asustenta el terreno mismo de la historicidad@31. Se

27

En Butler, J., Laclau, E. y iek, S., Contingencia, ironía, universalidad. Diálogos


contemporáneos en la izquierda, op. cit., p. 118.
28
Ibid., p.119.
29
Ibidem.
30

Cfr. Jacques Derrida, Le problème de la genèse dans la philosophie de Husserl, op. cit.
31

12
tratará entonces de una anterioridad, de una barra Ano histórica@ correlativa de la
lucha histórica por la hegemonía: Ahay una lucha por la hegemonía precisamente
porque alguna >barra= de imposibilidad anterior sostiene el vacío en juego en la
lucha hegemónica@32. Antes que la contingencia histórica tenga lugar, antes tiene
lugar la historia como exclusión más radical, como trauma o forclusión. Lo que, de
acuerdo al no-más-allá de la fenomenología, se podría decir: antes que la
empiricidad tenga lugar, antes tiene lugar la eidos del mundo como intencionalidad.
Y si esta anterioridad Aresiste cualquier intento de simbolización@, resulta que no
obstante se está obligado siempre Aa tematizar la exclusión de algún >contenido=
traumático que es constitutivo de la forma universal vacía@33, o
suplementariamente, se está siempre obligado a tematizar, a partir de lo
constituido. Lo constituyente no se hace presente nunca.

En Butler, J., Laclau, E. y iek, S., Contingencia, ironía, universalidad. Diálogos


contemporáneos en la izquierda, op. cit., p. 120.
32
Ibidem.
33
Ibidem.

13
El trauma desplaza siempre. Lo constituyente aquí será siempre excedente
y destituyente. Pero, por una dialéctica irreductible aunque tensionada, nunca
dejaría de remitir a sí mismo. Esta irrenunciable afirmación de dos niveles, entre
los que, dado el caso aquí, se reparte la lucha hegemónica, es lo que para iek va a
impedir la complicidad entre formalismo (kantiano, en este caso de Butler y
Laclau) e historicismo34. Para iek la colusión entre un modelo formal abstracto a
priori y la plena contingencia que él mismo autoriza, implican Auna lógica de
infinitud >espuria=: ninguna resolución final, sólo el proceso interminable de
desplazamientos complejos parciales@35. Lo que equivale a un cierre ideológico
ahistórico que no deja de emparentarse con lo que es, hoy por hoy, la lógica de
sustituciones abierta e interminable característica de la posmodernidad. En cambio
la Aafirmación verdaderamente radical de la contingencia histórica tiene que incluir
la tensión dialéctica entre el ámbito del cambio histórico en sí y su traumático
núcleo Aahistórico= como su condición de (im)posibilidad@36. Sólo
dialécticamente él núcleo traumático ahistórico puede suturar la historia que, al
mismo tiempo, obliga a la transformación. No hay dialéctica sin coacción.
La dialéctica, entonces, ya no suministra la historia sino imposibilitándola
históricamente (historicistamente). Lo que coacciona al historicismo es el trauma
sobre el cual la historia no logra realizarse. La dialéctica ya no es sólo el
mecanismo que hace funcionar la historia, sino también el mecanicismo cuyo
traumatismo hasta cierto punto no la deja funcionar. Pero sólo hasta cierto punto,
porque si no hay dialéctica, habría el historicismo que aquí se denuncia y se critica.
O habría incluso, en y más allá del formalismo denunciado, con Kant pero al
mismo tiempo con Husserl después de Hegel, aquella historicidad que sólo haría
funcionar la historia porque nunca ha funcionado.

34
Ibid., p.121.
35
Ibidem.
36
Ibidem.

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iek se aproxima siempre a esto en su texto, pero siempre procurando
funcionalizar el mecanicismo, siempre volviendo al mecanismo (dialéctico de la
oposición), incluso cuando la Ainstitución cero@ levistraussiana le permite despejar
el estatus afuncional de lo Aahistórico@: Ala >institución cero=, una suerte de
contrapartida institucional del famoso maná, el significante vacío sin ningún
significado determinado, ya que significa sólo la presencia de éste en sí [esta cursiva es
mía, IT.], en oposición a su ausencia: una institución específica que no tiene ninguna
función determinada [esta cursiva es mía, IT.] positiva nsu única función es la
puramente negativa de señalar la presencia y la realidad de la institución social
como tal, en oposición a su ausencia, al caos presocialn@37.
La negatividad sigue aquí su curso dialéctico. La forclusión trascendental
del trauma le da rendimiento a la coacción. El Mac Guffin que, Aen sí@ es Anada
en absoluto@, como en las películas de Hitchkock, debe poder servir a los actores
para contar (con) una historia. Tal y como los actores de la historia se sirven de la
ideología para borrar el antagonismo social. En este sentido, el Mac Guffin es (el)
instrumento histórico de la historicidad. Y, sin embargo, es siempre el
automatismo del Mac Guffin lo primero. Si no, no hay externalización primordial.
Y sólo porque es lo primero, es decir lo anterior, lo ya- siempre, se puede hablar
enseguida de Mac Guffin y/o de ideología. O también: sólo porque es lo primero, es
decir lo anterior, lo ya- siempre, no se puede hablar enseguida de Mac Guffin y/o de
ideología, sino tan sólo sucesivamente.
Ahora bien, cuando ya se ha visto en la historia conjuntamente la actividad
frenética e irreflexiva y la externalización de la pasividad; cuando ya se ha
postulado la historicidad del automatismo y la reflexividad; entonces la dialéctica
pertenece al movimiento de la precipitación y la historia en general ya no puede contar con
el automatismo del cual ya-siempre es parte. Tomada por esta mekhané o epojé que la
saca de quicio, la historia se abre de otro modo.

37
Ibid., p. 123.

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