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ante la prdida de una vida, no ha de olvidarse que "el hombre es por su esencia una realidad de orden espiritual", razn por la cual debemos alejarnos de
la tentacin de conceder una indemnizacin simblica, divorciada de la entidad del dao. Desde esta ptica, es preponderante considerar las
manifestaciones vitales de la "no-indiferencia" de la existencia del ser, dentro de la "vida de otro".
En el sub ndice, la pretensin abarca en forma separada el dao moral del valor vida. El juez, siguiendo el principio de congruencia los ha tratado de la
misma manera. Sea que el valor vida se considere como integrante del dao moral o se adopte la doctrina que lo considera un dao autnomo, siempre es
indemnizable en caso de muerte.
Tratndose de la prdida de la vida de una persona no existe forma de establecer el equilibrio perdido por el ilcito en la medida en que no puede
utilizarse un parmetro al no haberse desquiciado una situacin patrimonial, sino que han resultado afectados los ms ntimos sentimientos; de all que la
determinacin de la cuanta queda reservada al prudente arbitrio judicial, en la medida en que no puede hablarse de valor econmico del perjuicio
sufrido, ni sostenerse la eventualidad de un enriquecimiento sin causa.
La muerte de una persona puede ocasionar daos a sus familiares, pero ellos no dependen de la muerte en s misma, sino de los daos actuales o
eventuales que dicha muerte puede haber ocasionado. Si no hay dao econmico, no existe ningn perjuicio econmico que indemnizar, lo que hay es un
dao moral y eso s es indemnizable.
Una cosa es admitir que la vida humana y las aptitudes personales tengan un valor econmico, en consideracin precisamente a lo que producen o
pueden producir en el orden patrimonial para el propio sujeto u otros y otra muy distinta es afirmar que la vida humana constituye de por s un valor
econmico ya que no tiene valor alguno en s misma, sino por su aptitud o posibilidad de producir beneficios econmicos.