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Por ejemplo, los axiomas de Peano (1858-1932) buscan definir de manera exacta al
conjunto de los números naturales. Desde tales proposiciones, resulta que estos
números se pueden construir a partir de 5 axiomas fundamentales:
Luego, Peano, por inducción, dice que si un conjunto de números naturales contiene al
1 y a los sucesores de cada uno de los elementos de dicho conjunto, entonces contiene
a todos los números naturales. Pero esta verdad evidente se estrella al incluir en la
1 Nota del autor en itálica
serie el número “0”, pues el hecho de considerar el “0” como natural o no, es aún tema
de controversia. Normalmente se le considera, según se requiere o no, es decir, como
decisión normativa es arbitraria, no esencial.
Tal vez por estas discrecionalidades en la construcción del sistema es que Davis y
Hersh2 consideren que las matemáticas son realmente estudios “humanísticos”, en
tanto tratan de “objetos mentales” cuya existencia reside de modo compartido en
cerebros humanos. Es decir, tal como el lenguaje natural, significantes y significados
de las matemáticas son convenciones sociopsiconeurobiológicas que pueden o no
representar algo para quien las usa, pero que igualmente “son sobre nada real”, sino
generalizaciones-abstracciones definidas dentro de un paradigma. Sin embargo, Davis
y Hersh añaden que “algo caracteriza a tales objetos que emparenta a las matemáticas
con la ciencia: sus propiedades son reproducibles, es decir, pueden comprobarse”.
Para ello, el investigador suizo usó el ejemplo del ajedrez: “La lengua –dice- es un
sistema que no conoce más que su orden propio y peculiar. Una comparación con el
ajedrez lo hará comprender mejor (…) Si reemplazo unas piezas de madera por otras
de marfil, el cambio es indiferente para el sistema; pero si disminuyo o aumento el
número de piezas, tal cambio afecta profundamente la gramática del juego”3. Es decir,
2 Philip J. Davis y Reuben Hersh. Experiencia Matemática. Ed. Labor MEC. 1988
3 Ferdinand de Saussure. Curso de Lingüística General. Editorial Losada S.A., Buenos Aires, 1964.
el lenguaje natural no es eficaz en su propósito de comunicar si es que sus normas y
procedimientos internos son trasgredidos, tal como las matemáticas son inútiles
cuando no se realizan mediante sus operaciones preestablecidas.
Dicha forma de pensamiento, empero, dado que está organizada con arreglo a un
lenguaje que sistematiza de modo reflejo nominaciones y definiciones, relaciones de
cosas y fenómenos seleccionadas, incorporadas y categorizadas del entorno, según
pautas de significación comunitaria consensuadas, debe buscar sentido en razones
epilingüísticas, por lo que, finalmente, no es la naturaleza la que se adecua al
lenguaje, sino que es éste el que se ajusta progresivamente a aquella, a través de la
acción del sujeto en el mundo, porque es lo que hacemos-percibimos lo que construye
nuestro conocimiento y lengua.
La base material biológica de este proceso en la especie humana son sus estructuras
neuropsicológicas, desarrolladas filogenéticamente y en evolución adaptativa constante
frente a entornos cambiantes. Aquellas son las que hacen posible el reconocimiento
reflejo del medio a través de los sentidos, mientras que el lenguaje, como un
“software” de “huellas síquicas” significativas y valoradas emocionalmente, corre sobre
dicho “hardware” filogenético, permitiendo la sistematización social de eventos del
ambiente, gracias al “operador” binario, que permite discriminar y analizar sus
percepciones selectivamente; un “generalizador” que “sintetiza” de modo lingüística y
comunicacionalmente comprensible los polos de dicha oposición en un concepto que
los engloba (v.gr. alto-bajo=tamaño; lejos-cerca=distancia), inferencias y memorias
de corto y largo plazo que operan mediante un sistema de almacenamiento indizado
por posiciones evaluadas emotivamente como positivas o negativas para la
supervivencia.
Distinción, análisis, síntesis e inferencias, guían el cómo conocer del hombre, mientras
su capacidad de memoria, como reflejos condicionados audiofonéticos o “circuitos
reverberantes”, permite el almacenamiento de largo plazo de sus experiencias, las que
se van ordenando mediante las capacidades genéticas de analogía y oposición,
presentes en la gramática del propio lenguaje como tales.
4 Capacidad que tienen muchos vertebrados de discriminar la numerosidad sin tener que contar. Citado por
Rafael Núñez en “El Paradigma de la Mente Corporizada” en Nuevos Paradigmas a Comienzos del Tercer
Milenio. Alvaro Fisher, editor. El Mercurio Aguilar. 2004.
5 Se trata de un burro, “perfectamente racional” que demuestra indiferencia quedándose parado, con
hambre, equidistante de dos fardos igualmente atractivos. Ya que ambos fardos son iguales en todo sentido,
el burro no elige ninguno y por lo tanto, muere de hambre. Joseph A. Schumpeter, History of Economic
Analysis 1954, pp. 94n., 1064, citado por Murray N. Rothbard en “Hacia una reconstrucción de la utilidad y
de la economía del bienestar”. Revista Libertas IV: 6 Mayo 1987. Instituto Universitario ESEADE.
6 A.R. Luria. Funciones Corticales Superiores del Hombre y sus Alteraciones en Caso de Lesiones Locales del
Cerebro. Moscú. Universidad Estatal de Moscú. 1969
incapaz de razonar en términos antinómicos, no pudiendo distinguir términos como
arriba-abajo, antes-después o alto-bajo.
Este hecho ha permitido estimar que la visión dualista del mundo podría ser producto
de la actividad de esa región del hemisferio izquierdo, la que habitualmente usamos
cuando pensamos lógicamente: el “operador binario”, como lo llamó el psiquiatra y
neurólogo norteamericano Eugene D’Aquili, nos permitiría concebir las ideas en
unidades de contrarios, observadas ya en antiguas religiones y propuestas filosóficas y
morales fundadas en tales antinomias como en Asia (ying-yang), Egipto (El Kibalión);
Babilonia (Mazdeismo), entre otras.
Pero la especie también piensa de un modo no-dualista, holístico, sistémico, que según
recientes investigaciones, sería la forma de operación del hemisferio derecho del
cerebro. En este modo de pensamiento, desaparecen los términos antitéticos y puede
razonarse sin generar contradicciones. Se esfuman además las categorías de tiempo y
espacio, frutos del pensamiento lógico-racional del hemisferio izquierdo. Esta
característica sostendría la creatividad que manifiesta el hombre en diversos campos y
el modo en que se expresa el pensamiento onírico. Como se sabe, Freud lo denominó
“proceso primario”, mientras el proceso secundario sería el pensamiento dualista.
Jung, por su parte, lo llamó “pensamiento fantástico”.
Mediante ambas funciones del pensamiento –que hacían suponer a Einstein que no
había relación entre aquel y lenguaje-, el hombre va desarrollando sus habilidades en
el mundo, en un proceso que utiliza la cuantificación y la racionalidad; y la
cualificación, creatividad e imaginación para su “bienestar” en los diversos entornos.
En efecto, la consistencia de los axiomas del matemático italiano para los números
naturales se puede demostrar en Teoría de Conjuntos, pero no en la teoría de los
números naturales por sí misma. Se cumple así que “para establecer la consistencia de
un sistema S se necesita utilizar otro sistema T, pero una prueba en T no es
totalmente convincente, a menos que la consistencia de T ya se haya probado sin
emplear S”. Entonces resulta que “si se puede demostrar que un sistema axiomático es
consistente a partir de sí mismo, entonces es inconsistente”8.
En síntesis, tanto el lenguaje matemático como el natural observan una misma base de
partida; los dos constituyen sistemas de símbolos arbitrarios consensuados histórica y
socialmente, que permiten operaciones de interrelación normadas según regularidades
o patrones detectados entre entidades mentales extraídas/construidas desde el
entorno, sean estas números o fonemas, ecuaciones o frases, y ambos están limitados
por el sustrato de los programas filogenéticos evolutivos de la especie. Algunas de
estas operaciones son entre formas, otras en secuencias numéricas y otras más
abstractas entre estructuras. La esencia de ambos está en el modo de sus posibles
relaciones, las que se han ido normando junto al desarrollo del conocimiento del
entorno que el hombre habita y transforma.