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LA UNIVERSIDAD

Y LA RESPONSABILIDAD INTELECTUAL

El tema de la responsabilidad intelectual es todo él


una cuestión de nuestro tiempo. A Sócrates no se le
ocurrió plantear ante los sofistas este problema. Se
discutía entonces un asunto más radical, es a saber,
si la inteligencia (o la razón), puede alcanzar el ser
de las cosas. Los sofistas no eran unos irresponsables
intelectuales: muy al contrario, eran gente seria, pues
seriedad implica el decir que el ser es inaccesible, y
que sólo debemos ocuparnos de las cosas mismas, en
cuanto prácticas, en cuanto pragmáticas. El triunfo
de Sócrates no fue contra la charlatanería de los so-
fistas sino contra su escepticismo. ¿Habrá algo me-
nos irresponsable que un utilitarista? Pues, bien, en
el fondo esta era la posición de los sofistas (1).
Así como la responsabilidad moral y la penal y la
económica son temas relacionados íntimamente a un
posible abuso en el orden moral, o en el penal o en
el económico, de igual manera la responsabilidad in-
telectual es una cuestión que sólo se suscita cuando
se presenta el abuso de la inteligencia. Y este abuso
de la inteligencia no fue conocido ni en la antigüe-

(1) Cf. W. Jeager, Paideia, t. II, p. 127 y ss. (vers. esp., Mé-
xico, 1944) ; Julián Marías, Introducción a Platón, en la trad.
del Fedro, p. 57 y ss. (Ed. Revista de Occidente, Argentina, B.
Aires, 1948) ; Ernst Hoffman, Griechische Philosophie bis Pla-
tón, p. 109 y ss. (F. H. Kerle, Heidelberg, 1951) .
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dad ni en la Edad Media; tampoco en los primeros "fuerza vital", "principio dinámico práctico", en nin-
siglos de la llamada Edad Moderna. Corresponde qui- gún caso voluntad de verdad.
zás a la última centuria que llevamos de vida histó- Pero con todo, ni siquiera me refiero a esa deca-
rica, es decir, de 1850 hasta nuestros días, el que la dencia de la filosofía que describe Spengler en su fa-
inteligencia empiece a abusar de su tarea, el que no moso libro, decadencia que radica en el abandono
responda por lo tanto a la misión que siempre se le de los grandes temas metafísicos para caer en un en-
tuvo asignada. En efecto, casi contemporáneos son cismo de carácter social y práctico, mezquino en sus
Nietzsche, Oscar Wilde, Bernard Shaw, Proust, Gide, miras, y lánguido en el aliento vital que lo informa.
y en ellos cabe localizar buena parte del origen en el Si por este aspecto, todas las culturas, en el sentido
abuso de la inteligencia. No niego que en muchos del maestro alemán (3) han padecido en sus finales
de ellos, primordialmente en Nietzsche, palpitará en una desviación de este orden, lo que ahora contem-
lo hondo una inconformidad contra la suficiencia fi- plamos es algo de peor calidad todavía, pues que no
listea de las gentes de su tiempo, inconformidad que significa otra cosa que el torpe aprovechamiento de
se dirigía desde luego a la búsqueda de valores eleva- la inteligencia para expresar toda clase de pensa-
dos y que pugnaba por hallarlos a contra vía, es decir, mientos, así sean ellos verdaderos o falsos, calumnio-
por caminos distintos de los que la humanidad había sos o veraces, símbolos de autenticidad o recursos de
trasegado milenariamente. Pero en todos los citados la más refinada simulación.
y en otros más de menor prestancia, se anuncia ya la Nadie osaría negar que en mucha parte el origen
posibilidad de hacerlo todo con la inteligencia, lo de este mal tan peculiar a nuestra época correspon-
que no es otra cosa que una manera de caricaturizar- da también al periodismo, una necesidad típicamen-
la y ponerla en ridículo (2). te occidental, desconocida completamente antes, y
El intelectual de nuestro tiempo tiene su filiación ello por razones obvias. Desde que diariamente un
en estas grandes figuras de la cultura moderna. Su ejército de hombres que se llaman periodistas, se
inteligencia ya no sirve para el conocimiento de la vean en la necesidad de ganarse la vida, escribiendo,
verdad, sino que "es una forma de la propaganda", sin saber si tienen algo que decir, y sí sólo en pose-
para usar una expresión spengleriana. En este mo- sión de unas múltiples maneras de decirlo, resulta
mento agónico, la inteligencia es "voluntad de vida", entonces claro que el pensamiento debe derivar ha-
cia zonas distintas de las de su objeto propio que es
(2) "Nada hay serio, excepto la pasión. La inteligencia no la de expresar la verdad. Ya es una hazaña que exis-
es una cosa seria, ni lo fue nunca", dice Oscar Wilde en Una
mujer sin importancia. (3) Cf. La decadencia de Occidente, t. II, en esp. p. 223 y ss.
(vers. esp., Madrid, 1925) .
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tan periodistas que sepan sustraerse a la necesidad La universidad medieval surge en las escuelas. Por
de falsificación, aun a costa de que se les llame tri- ello se llamarán, durante largos siglos, "escolares" a
viales y adocenados. Pero si miramos más a fondo, los alumnos que la integran. Las palabras escolar y
¿no está afectada de periodismo toda la cultura mo- escuela tienen una raíz común en el griego más anti-
derna? ¿Cuántos son los escritores de novelas, de guo que significa "tiempo de ocio", o el ocio mismo.
ensayos, de crítica literaria y biografía que se ven Esto porque se suponía que el tiempo escolar es la
urgidos a sacar tres y cuatro libros anuales, al prin- otra cara de la medalla de "los días laborales". La
cipio por necesidad, otras veces por codicia y siempre labor, el trabajo consistía para los griegos en la pro-
por el temor de aparecer sepultados en vida, como ducción de cosas útiles, de krémata, objetos al fin y
escritores sin vigencia y sin público? En tales condi- al cabo del comercio y del trueque, con los cuales se
ciones, no es de esperar que la inteligencia que mue- atendía a la subsistencia propia y de la familia. El
ve esas plumas y configura esos estilos, pueda ocu- escolar, en cambio, sólo tenía por misión la theoria,
parse de otra cosa que de atender al oficio. la contemplación. Tan agudamente extremaba el
Si el mundo está tocado de imbecilidad, es porque hombre antiguo la distancia entre la labor intelec-
la inteligencia se halla contagiada de excesiva viva- tual y los demás oficios, que Platón recoge en uno de
cidad. Como en la frase nietzscheana, aspira más que sus diálogos más celebrados, el Teethetos, la leyen-
a la vida eterna, a la vivacidad eterna. da del viejo Tales que un día cayera a una fuente
Entonces cabe llamar a responder a la inteligen- por estar mirando las estrellas, lo que provoca la risa
cia. Y como toda respuesta, esta de la inteligencia es burlona de su esclava tracia. Y se hace cuestión larga-
respuesta a alguien y respuesta sobre algo. En otras mente debatida entre Sócrates y su interlocutor en el
palabras, la inteligencia debe responder hoy a la pre- diálogo citado, la de saber si aquél que por estar
gunta sobre su misión, dando cuenta, a la vez, acerca "contemplando las cosas celestiales, no ve las que
de la manera como la ha cumplido en nuestro tiempo. tiene ante sus pies", puede ser objeto de respeto y no
Y esta situación en que se halla la inteligencia, ca- más bien de burla y risa (5).
be trasladarla a la universidad de nuestros días, ya Hasta este punto está pues vinculada la Universi-
que la universidad no fue otra cosa en sus orígenes dad con la inteligencia y los menesteres de este or-
ni puede renunciar a ser cosa distinta que la "inteligencia co- den, que suena a contradicción el que hoy hablemos
mo institución", como se expresara Ortega de universidades industriales, obreras, artesanales,
y Gasset (4). etc., pues el que concurre a una universidad no pue-
(4) En el centenario de una universidad (la de Granada, (5) Cf. Josef Pieper, La situación actual del que filosofa
1932) , Obras Completas, t. v, p. 461 (Madrid, 1947) . (Rev. Arbor, septiembre-octubre, 1952, Madrid) .
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debe responder: ¿Qué función desempeña en los


de hacerlo en otro papel que en el de intelectual, así
claustros universitarios la inteligencia? ¿Cumple en
su labor cotidiana y su subsistencia se radiquen en
ellos su función radical de buscar la verdad, de in-
humildes quehaceres extraños a la contemplación des-
quirir por la verdad, de crear la verdad? ¿Saben a la
interesada. El "kalos sjolazein", el entretener bella-
vez esos mismos claustros cuáles son los límites de la
mente los ocios, tiene que seguir siendo la actitud
inteligencia?
interior del que concurre a las aulas, pues sin ella se
frustra el propósito, fracasa la intención (6). Ante todo digamos que el estudiante a que nos
referimos no es solamente el que ya está en los claus-
Claro está que la labor intelectual de estos tiem-
tros, sino también el que está por fuera de ellos y
pos se halla muy lejos de poder ser llamada una be-
aspira a recibir de la universidad lo que ella por
lla entretención de los ocios. Los problemas del saber
esencia ofrece que es nada menos que una vida in-
son hoy tan arduos que sólo pueden afrontarse "cura
telectual. En este sentido, la responsabilidad de la
ira et cum studio", con ahinco, con pertinacia des-
universidad opera primordialmente ante todo en el
usada en cualquier otro menester. Ya San Agustín,
que tiene un interés por la inteligencia. Con esto se
para fundamentar su voluntarismo, observaba cómo
alude a una sociedad o a una parte de la sociedad,
la palabra "estudio" significa ardiente dedicación y
que no es otra que el grupo intelectual, con derecho
firme voluntad de saber. "Quod si ardenter atque
a exigir de la institución universitaria el cumplimien-
instanter vult, studere dicitur." (7). Y Ortega en al-
to de sus finalidades.
guna parte apuntaba cómo al escolar medieval ha
La verdad, tal como la concibe actualmente la filo-
sucedido el estudiante de nuestros tiempos. No cabe
sofía, es tanto cuestión de descubrimiento como de
duda que ello es debido al principio del esfuerzo que
creación. Y esto porque el mundo a que la verdad se
todo saber supone hoy, tan contrario a la apacible
dirige no es sólo un mundo que no es dado sino tam-
contemplación de los antiguos. Y esto tendrá cime-
bién un mundo por nosotros construido. Cierto es
ras consecuencias de que nos ocuparemos adelante.
que nuestra inteligencia está limitada por los mate-
Pero "escolar" o "estudiante", de cualquiera ma- riales con que la verdad se construye; por tanto, res-
nera que se les llame, son ellos los primeros en el de- pecto de estos materiales cabe siempre la actitud pa-
recho de hacer a la Universidad la siguiente pregun- siva del intelecto, tal como la miraron los griegos clá-
ta, la pregunta fundamental, la que la universidad sicos: en otras palabras, cabe cumplidamente la con-
(6) Cf. P. L. Landsberg, La Academia Platónica, p. 175.
templación.
(Vers. esp., Madrid, 1926.) Mas por otro aspecto, esos mismos materiales no
(7) Cf. E. Gilson, Introd, a l'étude de St. Agustín, p. 175 son más que el punto de partida de un acto creador
(París, 1949) .
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hoy en u n a síntesis superadora, proveniente de la
de nuevas verdades, no sólo en p l a n ideal, sino como
imagen del m u n d o q u e nos da la ciencia actual, a
creaciones reales: en tal estado se hallan hoy todas
través de su actividad intelectual.
las geometrías no euclidianas (8).
La ciencia ha llegado, por tanto, en nuestros días a De d o n d e resulta q u e la primera misión de la uni-
desempeñarse en forma análoga a la de la actividad versidad es esta forma de búsqueda de la verdad de
artística: libre es ésta por así decirlo, no sólo de es- tipo m o d e r n o , q u e es a un tiempo saber y técnica,
coger sus materiales para la obra de arte, mas tam- contemplación y creación, escolaridad y estudio.
bién de escoger el propio tema en q u e el objeto ar- Visto en tal perspectiva, es evidente q u e la univer-
tístico h a b r á de desenvolverse. P e r o ocurre q u e u n a sidad colombiana, nuestra universidad apenas muy
vez elegido un d e t e r m i n a d o material, escapará ya al t í m i d a m e n t e trata de cumplir esta su primera misión.
artista la libertad para producir estéticamente un ob- Es a q u í d o n d e cabe p l e n a m e n t e la palabra libertad.
jeto cualquiera: de un m á r m o l de Carrara jamás re- Es en esta zona d o n d e la ausencia de libertad es tan
sultará bien un lindo bibelot, ni con gutapercha se fatal como lo sería según la trivial imagen, la del oxí-
construirá adecuadamente u n a Afrodita de Melos. De g e n o p a r a la célula viva.
igual m a n e r a hay u n a ley de la coherencia artística:
El Estado totalitario de nuestro tiempo no puede
lo q u e se inició como Moisés en Miguel Ángel no ha-
concebir este tipo de investigación, ni puede estatuir
bría podido concluirse corno pileta pública, ni un
esta forma de ciencia ni de filosofía, p o r q u e en la
c u a d r o de W a t t e a u servirá n u n c a como p r o p a g a n d a
raíz del sistema que lo hace posible está la planifica-
a u n a urbanización campestre (9).
ción total, la proscripción de toda iniciativa indivi-
Subsisten en la ciencia m o d e r n a estos dos momen-
d u a l y creadora. Esta universidad se halla por lo tan-
tos en la b ú s q u e d a de la verdad. Se busca de dos ma-
to m u y fuera de los marcos de toda organización tota-
neras la verdad: o bien p a r a inquirir su h o n d o arca-
litaria (11).
no estático, o bien p a r a establecer sus nuevas posibi-
lidades dinámicas. P e r o ocurre q u e al lado de la universidad que in-
Por ello es por lo que el clásico intelectualismo y vestiga está la universidad q u e enseña. Y que enseña,
el voluntarismo del saber, iniciado en los albores d e ]
la edad m o d e r n a por Bacon y Descartes (10), se u n e n (11) En especial, por lo que toca a la filosofía, ver: La fi-
(8) Cf. J. D. García Bacca, Introducción filosófica a la "Geo- losofía y la Universidad en el pensamiento clásico alemán. Wer-
metría" de Euclides, Primera parte. (En: Elementos de Geo- ner Goldschmidt (separata de Notas y Estudios de Filosofía,
metría, Euclides, México, 1944.) Tucumán, enero-marzo 1953) ; La Universidad y la Razón, Karl
(9) Cf. M. Heidegger, El origen de la obra de arte (vers., Jaspers (Rev. Alcalá, Madrid, enero de 1954) ; Teología y Uni-
esp., Bogotá, 1953) y un ensayo del autor titulado La nobleza versidad, Raimundo Páníker (Rev. de Educación, Madrid, No.
de los materiales en la obra de arte (Rev. Estudios, Medellín, 16, 1953) , La Educación Formal en la Universidad, José Per-
1947). domo (Rev. de Educ, Madrid, No. 21, 1954) , y el notable ensa-
(10) Cf. I. Pieper, op. cit. yo de Josef Pieper ya citado.
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no ya a investigar, sino a conocer la ciencia estable- Por ello, en las universidades, los llamados semina-
cida. Es a esta universidad a la que se refería Hegel rios de investigación no pueden ser obligatorios para
cuando protestaba contra la libertad de cátedra, adu- todo su personal discente. Es, pretenderlo, una simple
ciendo el principio de que la razón es capaz de cono- utopía. Mas si se proclama la necesidad de una cáte-
cer la verdad, toda la verdad y nada más que la ver- dra fijada, de una cátedra estatuida, ello no significa
dad. "En el campo de la Filosofía fulmina Hegel con-
que haya de desembocar en la cátedra de propaganda.
tra la funesta costumbre de los alumnos de tener
La enseñanza deja de serlo, si lo que se trasmite ha
pensamientos propios." Esto derivado de su idea se-
de obedecer a un sentido distinto del de dar a co-
gún la cual la filosofía sin sistema es tan insensata
"como la estatua de un dios sin figura" (12). nocer. Y esto toca especialmente con la enseñanza de
la filosofía. Todo profesor normal de filosofía debe
En esta ilación, ¿cabrá distinguir entre el personal
universitario, aquél que concurre a las aulas para la enseñar esta materia o bien adhiriendo a un sistema
investigación del que sólo a ellas asiste para apren- cualquiera o bien al suyo propio, si lo considera dig-
der lo ya investigado y elaborado? No hay duda al- no de tal menester. Pero si ya es censurable tergiver-
guna que la masificación de la universidad, el in- sar las doctrinas ajenas para confirmar mejor el sis-
menso afluir de estudiantes a ella, impone el que se tema que se explica, resulta simplemente inmoral
haga esta discriminación inaplazable. A medida que exponer lo que otros han pensado, mediante falsea-
la población mundial crece en las proporciones que mientos y voluntarias caricaturizaciones, para servir
nos enseñan las estadísticas, al paso que los instru- fines políticos, éticos y religiosos, así sean ellos los
mentos de divulgación se extienden todos los días en más elevados.
formas cada vez más aptas a transmitir conocimien-
tos, no cabe detenerse a meditar si será posible some- Y hemos llegado a la altura en que podemos plan-
ter a esta enorme multitud de gente ansiosa de saber, tear el problema de la libertad intelectual. ¿A qué
al previo requisito de que demuestren una capacidad viene este tema, a menudo suscitado en universida-
propia para la investigación. Es menester entonces des y centros académicos, en la prensa y en los parla-
que se les dé un saber fijado, una doctrina hecha (13). mentos? Justamente la cuestión de la libertad inte-
lectual sólo surge como problema agudo, tras un
(12) Cf. W. Goldschmidt, ens. cit. largo abuso de esa misma libertad.
(13) Sobre la masificación de la enseñanza universitaria, ver: La Educa-
ción, fenómeno social, Manuel Fraga Iribarne (en Cuadernos His-
Pero el concepto de libertad es un concepto esen-
panoamericanos, No. 46, octubre, 1953) y Universidades Norteame- cialmente moral. Y cuando se vincula con el tema de
ricanas, Emilio Willems (en Panorama, Rev. Interam. de Cultura, la inteligencia, al preguntar por lo que signifique la
Unión Panamericana, Washington, No. 7, 1953). libertad intelectual, no se hace otra cosa que plantear
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en términos éticos la cuestión de los límites de la inteligencia. esto de los llamados límites de la inteligencia. Por-
q u e si la Universidad es "la inteligencia como insti-
No hablamos desde luego de las limitaciones físi- tución", según la frase ya citada, no es, empero, "la
cas de la inteligencia, sino de sus linderos morales. inteligencia sin limitación". La inteligencia tiene ya
N o preguntamos por aquello q u e n o p u e d e hacer, un límite i n t e r n o q u e es el de atenerse a la verdad,
sino por aquello que no debe hacer. verdad creada o verdad recibida. Pero en todas for-
"Conocer sus límites, es saber inmolarse", decía mas, la verdad ha de ser el objetivo de la inteligencia,
sentenciosamente el autor de Fenomenología del Es- como lo es lo visible p a r a los cristales ópticos.
píritu. A h o r a bien, toda inmolación es un acto mo- ¿Por qué se proclama hoy con t a n t o ahinco, la ne-
ral. La inteligencia tiene q u e reconocer sus propios cesidad de la cátedra libre? ¿Acaso la cátedra auténti-
linderos, q u e no puede i m p r u d e n t e m e n t e traspasar. ca, la q u e se inicia en los jardines de Academo y sub-
¿Y cuáles son los límites de la inteligencia? Los lími- sigue en el h u e r t o de Apolo Likinos, t u v o necesidad
tes de la inteligencia vienen fijados por el m u n d o de n u n c a de exigir libertad? Ello p o r q u e la inteligencia
los valores. de Platón o de Aristóteles se movía solamente en el
Por de p r o n t o , por el m u n d o de los valores estéti- p l a n objetivo que le es connatural. ¿Por ventura ha-
eos. No puede, en efecto, el artista aspirar a ser sola- brá necesidad de defender la libertad de ver tras los
m e n t e inteligente. Sin esa v i r t u d p r o p i a a la creación cristales ópticos? Sólo tras un p o r ahora, imprevisible
artística, tan vinculada a la espontaneidad del espí- abuso de este empleo elemental de esos útiles, podría
r i t u y que sólo proviene de la intuición inmediata de entenderse q u e algún día se llegara a plantear esa
los valores estéticos, jamás se creará o b r a bella. Ya exigencia de libertad.
G o e t h e sospechaba q u e la obra de arte no consiste en Luego, la libertad de cátedra que se proclama hace
la expresión de la belleza, sino en la expresión de la suponer algo sospechoso en la cátedra misma que a
fuerza, del vigor vital. Esto para indicar posiblemen- tal libertad aspira. Y no se hizo digna de sospecha,
te q u e n i n g u n a obra artística se edifica con la sola sino p o r q u e en lugar de ser cátedra de verdad, había
sustancia intelectual. T o d o s los productos de la de- devenido en cátedra de propaganda.
cadencia de los pueblos, están marcados por el exce- Hace veinte y más siglos q u e un sofista griego se-
sivo intelectualismo, o, para decirlo exactamente, por ñaló el hecho, virtualmente posible, de que la inte-
el intelectualismo q u e es siempre excesivo. ligencia no es sino el recurso q u e como única arma
Y trasladando ahora la cuestión de la inteligencia a encontraron los débiles para luchar contar los pode-
la vida h u m a n a toda, q u e es el componente con que rosos. Flaco homenaje es ciertamente este que se le
actúa la universidad, allí sí que vale tener en cuenta hace al conocimiento intelectual, al enfrentarlo en
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esta forma a la voluntad de poder, a las fuerzas vita-


Esos hombres ilustres desempeñaron en nuestra cul-
les egregias.
tura, el papel que asigna Kelsen al juez en las socie-
Por el contrario, Aristóteles enseñó que el pensa-
dades primitivas. El maestro vienés escribió toda una
miento también es vida, que pensar es una forma de
obra para mostrar cómo el derecho se originó histó-
vivir. Por tal razón se exige que el pensamiento, y en
ricamente, no en la cabeza del legislador, sino en las
su caso, la inteligencia, se incorporen a la totalidad
balbucientes sentencias de los jueces. La sociedad tri-
de la vida humana, sin desempeñar en esa totalidad
bal tenía un gobernante que era a la vez un juez. Más
ni un papel absorbente ni una función precaria.
aún, sus funciones de gobierno las realizaba en su
Colombia está entrando ahora en la vía segura de misión de juez. La posterior necesidad de la división
la especialización intelectual. El contacto directo de del trabajo, determinó en sociedades más maduras,
los colombianos con los grandes centros científicos que unos fueran los que legislaran, otros los que go-
del exterior, nos empieza a traer ya un saber objetivo, bernaran y unos terceros los que juzgaran.
serio y controlable científicamente. Los inmensos re-
Paralelamente en la cultura, nuestros pensadores
cursos de que hoy se dispone permiten incluso que ,
fueron a la vez poetas, críticos y científicos. La reali-
este saber more en cabezas no muy genialmente do-
dad cultural les imponía el deber de abarcar muchos
tadas, ni resulte el esfuerzo de voluntades que entre
campos. Por ello, nuestros grandes maestros se consa-
nosotros llegaron en otros tiempos hasta el heroísmo.
graron como legisladores y jueces en nuestro mundo
Esto determina que la ciencia, y por tanto la inte- intelectual. Les correspondía crear la cultura y dis-
ligencia, y finalmente, la universidad, lleguen a ser persarla en la enseñanza. Y esa enseñanza se ejerci-
dirigidas por sujetos admirablemente equipados, del taba no ya sólo en las aulas, sino en la prensa, en el
punto de vista intelectual, mas no siempre revestidos parlamento y hasta desde la silla presidencial. Por
de una alta personalidad moral. eso el sabio, en Colombia, como en todos los pueblos
Porque el que entre nosotros se lanzaba en el siglo , que empiezan, estaba rodeado de la veneración que
pasado a explorar en los terrenos del pensamiento, si se rinde al patriarca.
bien no llegara a ser un consumado maestro en la Las cosas han cambiado fundamentalmente. La es-
vida científica, sí era todo un hombre por la virtud y pecialización viene exigida por la compleja vida mo-
el carácter. Pues sólo provisto adecuadamente en es- derna a que Colombia se unce fatalmente, como con-
tos órdenes, podría acometer la hazaña de adentrarse secuencia de las estrechas relaciones de todo orden
en la ardua, desapacible y siempre ingrata tarea de que tienen hoy unas naciones con otras.
saber, en en un medio donde los estímulos eran des- Nuestro sabio de hoy puede ser por lo mismo un
conocidos y la resonancia social acaso siempre nula. pobre diablo, como tantos que hoy arrojan al mundo
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las técnicas y bien especializadas universidades euro-


peas y americanas.
Y es este peligro de que nos invada el espécimen
del puro científico, sin personalidad moral, el que de-
be detener primordialmente la Universidad. Goethe
recordó una vez que a Napoleón lo exasperaba Ra-
belais, al par que admiraba, no obstante ser más fría,
la obra literaria de Corneille. Y ello, porque esa obra
era la expresión de un carácter moral.
Para fortuna nuéstra, debemos confiar en que
aquel peligro sea harto remoto, dada la herencia his-
pánica, cultural y moral, que todavía nos nutre. Si
España, por boca de Unamuno, se jactó un día de no
tener sabios, quizás ello no fuera sólo una salida de
mal humor del genial salmantino, sino la defensa an-
te esta desviación que acabo de señalar. Mas con to-
do, es justamente en este siglo cuando la ciencia es-
pañola ha empezado a incardinarse de nuevo en la
gran ciencia de Occidente, como ocurría hace siete
centurias. Y sin mengua, por cierto, de este aspecto
moral, pues ha coincidido que, quien más ha lucha-
do por la europeización de España en el campo cien-
tífico y filosófico, José Ortega y Gasset, sea también
el que más ha proclamado a toda hora el valor de la
honestidad intelectual.
He aquí, pues, cómo llegados al final de esta char-
la, nos hallamos con que la inteligencia, al encontrar
sus propios límites, descubre también que la Univer-
sidad, su albergue natural, trasciende el campo pura-
mente intelectual en la tarea de formar hombres an-
tes que científicos, caracteres antes que cabezas pen-
sadoras.

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