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Y LA RESPONSABILIDAD INTELECTUAL
(1) Cf. W. Jeager, Paideia, t. II, p. 127 y ss. (vers. esp., Mé-
xico, 1944) ; Julián Marías, Introducción a Platón, en la trad.
del Fedro, p. 57 y ss. (Ed. Revista de Occidente, Argentina, B.
Aires, 1948) ; Ernst Hoffman, Griechische Philosophie bis Pla-
tón, p. 109 y ss. (F. H. Kerle, Heidelberg, 1951) .
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dad ni en la Edad Media; tampoco en los primeros "fuerza vital", "principio dinámico práctico", en nin-
siglos de la llamada Edad Moderna. Corresponde qui- gún caso voluntad de verdad.
zás a la última centuria que llevamos de vida histó- Pero con todo, ni siquiera me refiero a esa deca-
rica, es decir, de 1850 hasta nuestros días, el que la dencia de la filosofía que describe Spengler en su fa-
inteligencia empiece a abusar de su tarea, el que no moso libro, decadencia que radica en el abandono
responda por lo tanto a la misión que siempre se le de los grandes temas metafísicos para caer en un en-
tuvo asignada. En efecto, casi contemporáneos son cismo de carácter social y práctico, mezquino en sus
Nietzsche, Oscar Wilde, Bernard Shaw, Proust, Gide, miras, y lánguido en el aliento vital que lo informa.
y en ellos cabe localizar buena parte del origen en el Si por este aspecto, todas las culturas, en el sentido
abuso de la inteligencia. No niego que en muchos del maestro alemán (3) han padecido en sus finales
de ellos, primordialmente en Nietzsche, palpitará en una desviación de este orden, lo que ahora contem-
lo hondo una inconformidad contra la suficiencia fi- plamos es algo de peor calidad todavía, pues que no
listea de las gentes de su tiempo, inconformidad que significa otra cosa que el torpe aprovechamiento de
se dirigía desde luego a la búsqueda de valores eleva- la inteligencia para expresar toda clase de pensa-
dos y que pugnaba por hallarlos a contra vía, es decir, mientos, así sean ellos verdaderos o falsos, calumnio-
por caminos distintos de los que la humanidad había sos o veraces, símbolos de autenticidad o recursos de
trasegado milenariamente. Pero en todos los citados la más refinada simulación.
y en otros más de menor prestancia, se anuncia ya la Nadie osaría negar que en mucha parte el origen
posibilidad de hacerlo todo con la inteligencia, lo de este mal tan peculiar a nuestra época correspon-
que no es otra cosa que una manera de caricaturizar- da también al periodismo, una necesidad típicamen-
la y ponerla en ridículo (2). te occidental, desconocida completamente antes, y
El intelectual de nuestro tiempo tiene su filiación ello por razones obvias. Desde que diariamente un
en estas grandes figuras de la cultura moderna. Su ejército de hombres que se llaman periodistas, se
inteligencia ya no sirve para el conocimiento de la vean en la necesidad de ganarse la vida, escribiendo,
verdad, sino que "es una forma de la propaganda", sin saber si tienen algo que decir, y sí sólo en pose-
para usar una expresión spengleriana. En este mo- sión de unas múltiples maneras de decirlo, resulta
mento agónico, la inteligencia es "voluntad de vida", entonces claro que el pensamiento debe derivar ha-
cia zonas distintas de las de su objeto propio que es
(2) "Nada hay serio, excepto la pasión. La inteligencia no la de expresar la verdad. Ya es una hazaña que exis-
es una cosa seria, ni lo fue nunca", dice Oscar Wilde en Una
mujer sin importancia. (3) Cf. La decadencia de Occidente, t. II, en esp. p. 223 y ss.
(vers. esp., Madrid, 1925) .
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tan periodistas que sepan sustraerse a la necesidad La universidad medieval surge en las escuelas. Por
de falsificación, aun a costa de que se les llame tri- ello se llamarán, durante largos siglos, "escolares" a
viales y adocenados. Pero si miramos más a fondo, los alumnos que la integran. Las palabras escolar y
¿no está afectada de periodismo toda la cultura mo- escuela tienen una raíz común en el griego más anti-
derna? ¿Cuántos son los escritores de novelas, de guo que significa "tiempo de ocio", o el ocio mismo.
ensayos, de crítica literaria y biografía que se ven Esto porque se suponía que el tiempo escolar es la
urgidos a sacar tres y cuatro libros anuales, al prin- otra cara de la medalla de "los días laborales". La
cipio por necesidad, otras veces por codicia y siempre labor, el trabajo consistía para los griegos en la pro-
por el temor de aparecer sepultados en vida, como ducción de cosas útiles, de krémata, objetos al fin y
escritores sin vigencia y sin público? En tales condi- al cabo del comercio y del trueque, con los cuales se
ciones, no es de esperar que la inteligencia que mue- atendía a la subsistencia propia y de la familia. El
ve esas plumas y configura esos estilos, pueda ocu- escolar, en cambio, sólo tenía por misión la theoria,
parse de otra cosa que de atender al oficio. la contemplación. Tan agudamente extremaba el
Si el mundo está tocado de imbecilidad, es porque hombre antiguo la distancia entre la labor intelec-
la inteligencia se halla contagiada de excesiva viva- tual y los demás oficios, que Platón recoge en uno de
cidad. Como en la frase nietzscheana, aspira más que sus diálogos más celebrados, el Teethetos, la leyen-
a la vida eterna, a la vivacidad eterna. da del viejo Tales que un día cayera a una fuente
Entonces cabe llamar a responder a la inteligen- por estar mirando las estrellas, lo que provoca la risa
cia. Y como toda respuesta, esta de la inteligencia es burlona de su esclava tracia. Y se hace cuestión larga-
respuesta a alguien y respuesta sobre algo. En otras mente debatida entre Sócrates y su interlocutor en el
palabras, la inteligencia debe responder hoy a la pre- diálogo citado, la de saber si aquél que por estar
gunta sobre su misión, dando cuenta, a la vez, acerca "contemplando las cosas celestiales, no ve las que
de la manera como la ha cumplido en nuestro tiempo. tiene ante sus pies", puede ser objeto de respeto y no
Y esta situación en que se halla la inteligencia, ca- más bien de burla y risa (5).
be trasladarla a la universidad de nuestros días, ya Hasta este punto está pues vinculada la Universi-
que la universidad no fue otra cosa en sus orígenes dad con la inteligencia y los menesteres de este or-
ni puede renunciar a ser cosa distinta que la "inteligencia co- den, que suena a contradicción el que hoy hablemos
mo institución", como se expresara Ortega de universidades industriales, obreras, artesanales,
y Gasset (4). etc., pues el que concurre a una universidad no pue-
(4) En el centenario de una universidad (la de Granada, (5) Cf. Josef Pieper, La situación actual del que filosofa
1932) , Obras Completas, t. v, p. 461 (Madrid, 1947) . (Rev. Arbor, septiembre-octubre, 1952, Madrid) .
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no ya a investigar, sino a conocer la ciencia estable- Por ello, en las universidades, los llamados semina-
cida. Es a esta universidad a la que se refería Hegel rios de investigación no pueden ser obligatorios para
cuando protestaba contra la libertad de cátedra, adu- todo su personal discente. Es, pretenderlo, una simple
ciendo el principio de que la razón es capaz de cono- utopía. Mas si se proclama la necesidad de una cáte-
cer la verdad, toda la verdad y nada más que la ver- dra fijada, de una cátedra estatuida, ello no significa
dad. "En el campo de la Filosofía fulmina Hegel con-
que haya de desembocar en la cátedra de propaganda.
tra la funesta costumbre de los alumnos de tener
La enseñanza deja de serlo, si lo que se trasmite ha
pensamientos propios." Esto derivado de su idea se-
de obedecer a un sentido distinto del de dar a co-
gún la cual la filosofía sin sistema es tan insensata
"como la estatua de un dios sin figura" (12). nocer. Y esto toca especialmente con la enseñanza de
la filosofía. Todo profesor normal de filosofía debe
En esta ilación, ¿cabrá distinguir entre el personal
universitario, aquél que concurre a las aulas para la enseñar esta materia o bien adhiriendo a un sistema
investigación del que sólo a ellas asiste para apren- cualquiera o bien al suyo propio, si lo considera dig-
der lo ya investigado y elaborado? No hay duda al- no de tal menester. Pero si ya es censurable tergiver-
guna que la masificación de la universidad, el in- sar las doctrinas ajenas para confirmar mejor el sis-
menso afluir de estudiantes a ella, impone el que se tema que se explica, resulta simplemente inmoral
haga esta discriminación inaplazable. A medida que exponer lo que otros han pensado, mediante falsea-
la población mundial crece en las proporciones que mientos y voluntarias caricaturizaciones, para servir
nos enseñan las estadísticas, al paso que los instru- fines políticos, éticos y religiosos, así sean ellos los
mentos de divulgación se extienden todos los días en más elevados.
formas cada vez más aptas a transmitir conocimien-
tos, no cabe detenerse a meditar si será posible some- Y hemos llegado a la altura en que podemos plan-
ter a esta enorme multitud de gente ansiosa de saber, tear el problema de la libertad intelectual. ¿A qué
al previo requisito de que demuestren una capacidad viene este tema, a menudo suscitado en universida-
propia para la investigación. Es menester entonces des y centros académicos, en la prensa y en los parla-
que se les dé un saber fijado, una doctrina hecha (13). mentos? Justamente la cuestión de la libertad inte-
lectual sólo surge como problema agudo, tras un
(12) Cf. W. Goldschmidt, ens. cit. largo abuso de esa misma libertad.
(13) Sobre la masificación de la enseñanza universitaria, ver: La Educa-
ción, fenómeno social, Manuel Fraga Iribarne (en Cuadernos His-
Pero el concepto de libertad es un concepto esen-
panoamericanos, No. 46, octubre, 1953) y Universidades Norteame- cialmente moral. Y cuando se vincula con el tema de
ricanas, Emilio Willems (en Panorama, Rev. Interam. de Cultura, la inteligencia, al preguntar por lo que signifique la
Unión Panamericana, Washington, No. 7, 1953). libertad intelectual, no se hace otra cosa que plantear
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en términos éticos la cuestión de los límites de la inteligencia. esto de los llamados límites de la inteligencia. Por-
q u e si la Universidad es "la inteligencia como insti-
No hablamos desde luego de las limitaciones físi- tución", según la frase ya citada, no es, empero, "la
cas de la inteligencia, sino de sus linderos morales. inteligencia sin limitación". La inteligencia tiene ya
N o preguntamos por aquello q u e n o p u e d e hacer, un límite i n t e r n o q u e es el de atenerse a la verdad,
sino por aquello que no debe hacer. verdad creada o verdad recibida. Pero en todas for-
"Conocer sus límites, es saber inmolarse", decía mas, la verdad ha de ser el objetivo de la inteligencia,
sentenciosamente el autor de Fenomenología del Es- como lo es lo visible p a r a los cristales ópticos.
píritu. A h o r a bien, toda inmolación es un acto mo- ¿Por qué se proclama hoy con t a n t o ahinco, la ne-
ral. La inteligencia tiene q u e reconocer sus propios cesidad de la cátedra libre? ¿Acaso la cátedra auténti-
linderos, q u e no puede i m p r u d e n t e m e n t e traspasar. ca, la q u e se inicia en los jardines de Academo y sub-
¿Y cuáles son los límites de la inteligencia? Los lími- sigue en el h u e r t o de Apolo Likinos, t u v o necesidad
tes de la inteligencia vienen fijados por el m u n d o de n u n c a de exigir libertad? Ello p o r q u e la inteligencia
los valores. de Platón o de Aristóteles se movía solamente en el
Por de p r o n t o , por el m u n d o de los valores estéti- p l a n objetivo que le es connatural. ¿Por ventura ha-
eos. No puede, en efecto, el artista aspirar a ser sola- brá necesidad de defender la libertad de ver tras los
m e n t e inteligente. Sin esa v i r t u d p r o p i a a la creación cristales ópticos? Sólo tras un p o r ahora, imprevisible
artística, tan vinculada a la espontaneidad del espí- abuso de este empleo elemental de esos útiles, podría
r i t u y que sólo proviene de la intuición inmediata de entenderse q u e algún día se llegara a plantear esa
los valores estéticos, jamás se creará o b r a bella. Ya exigencia de libertad.
G o e t h e sospechaba q u e la obra de arte no consiste en Luego, la libertad de cátedra que se proclama hace
la expresión de la belleza, sino en la expresión de la suponer algo sospechoso en la cátedra misma que a
fuerza, del vigor vital. Esto para indicar posiblemen- tal libertad aspira. Y no se hizo digna de sospecha,
te q u e n i n g u n a obra artística se edifica con la sola sino p o r q u e en lugar de ser cátedra de verdad, había
sustancia intelectual. T o d o s los productos de la de- devenido en cátedra de propaganda.
cadencia de los pueblos, están marcados por el exce- Hace veinte y más siglos q u e un sofista griego se-
sivo intelectualismo, o, para decirlo exactamente, por ñaló el hecho, virtualmente posible, de que la inte-
el intelectualismo q u e es siempre excesivo. ligencia no es sino el recurso q u e como única arma
Y trasladando ahora la cuestión de la inteligencia a encontraron los débiles para luchar contar los pode-
la vida h u m a n a toda, q u e es el componente con que rosos. Flaco homenaje es ciertamente este que se le
actúa la universidad, allí sí que vale tener en cuenta hace al conocimiento intelectual, al enfrentarlo en
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