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Opinión Domingo, 15/4/2007

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TRIBUNA: MARIANO FERNÁNDEZ ENGUITA

Endogamia no, incesto y partenogénesis


MARIANO FERNÁNDEZ ENGUITA //

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Cuando Europa estaba cubierta de señoríos territoriales, fueros locales, gremios urbanos
limitados a las murallas de la ciudad, siervos adscritos a la gleba y otras jurisdicciones
localistas, la Universidad representaba, como su nombre indica, un inusitado escenario
universalista. Su denominación original como studium generale, correspondiente a su
objeto, al carácter superior de los estudios en ella abordados, pronto dejó paso a la de
universitas (en España, por primera vez, en una carta real de Alfonso X que alude a la de
Salamanca, en 1254), referida al sujeto, en particular al hecho de que profesores y
estudiantes proviniesen de todos los rincones del mundo (cristiano, al menos). Es una
triste paradoja que hoy, cuando el mundo se sumerge en la globalización, las
universidades españolas dediquen todas sus fuerzas a tornarse provincianas, sobre todo
en lo que era el núcleo de su universalismo: la composición de su cuadro
docente.Aparentemente, la vigente Ley de Reforma Universitaria constituye un marco
suficiente para garantizar que en la provisión de las plazas docentes imperen los criterios
de publicidad, igualdad, capacidad y mérito. Sin embargo, donde no hay una cultura
igualitaria y meritocrática, sino más bien clientelar y chusquera, no sirve cualquier ley.
Esto es lo que sucede en la Universidad española, donde su espíritu ha sido burlado con
una simple y eficaz picaresca. Permítaseme alguna ilustración.

En primer lugar, hay una oposición antes de la


La noticia en otros webs oposición, tremendamente eficaz. Ninguna plaza
webs en español sale a concurso mientras no haya alguien de la
en otros idiomas casa que reúna los requisitos para concursar y que
Blogs que enlazan aquí se considere y sea considerado a punto. Aunque es
parte del clamor público que la Universidad confía
la mitad de su docencia a profesores contratados
en condiciones precarias (asociados y ayudantes), lo cual la abarata de modo sustancial,
raramente se dice que ellos mismos se oponen ferozmente a que sus plazas -y, a
menudo, cualesquiera otras- contratadas se conviertan en ordinarias mientras no se
vean en condiciones de ganarlas. La plaza, por así decirlo, les espera. Lo mismo sucede
respecto de las cátedras entre los profesores titulares, que han desterrado de hecho el
concurso de méritos (para movilidad geográfica dentro de un mismo cuerpo) y no
permitirán que salgan a concurso-oposición mientras no haya candidatos locales.

En segundo lugar, se fuerzan los llamados perfiles hasta lo indecible. La ley establece que
las plazas pertenecen a un área de conocimiento, pero también que las universidades
podrán especificar en la convocatoria "las actividades docentes que deberá realizar quien
obtenga la plaza", vulgo perfil, lo que se expresa en general explicitando, además del
área, la materia a impartir. Puesto que, al día siguiente, el profesor podría ser destinado
a impartir cualquier otra materia dentro del área, o podría reclamarla él por escalafón, la
función de esta especificación es dudosa. Tiene la virtud de obligar al concursante a
presentar un proyecto docente preciso, vinculado a una asignatura real, pero también
enormes inconvenientes. El más obvio es que, al decidir un perfil, se favorece a unos
frente a otros. De ahí viene, precisamente, el uso del castizo término donde oficialmente
sólo se habla de "actividades docentes" o de "necesidades de la Universidad": de que a la
LRU y al primer decreto sobre acceso al profesorado ordinario (RD 1888/1984, de 26/9)
siguió un verdadero carnaval en el que el candidato de la casa (después del navajeo con
otros aspirantes locales) obtenía un perfil tal que, en realidad, era su propia fotografía:
de perfil, de frente y en escorzo. Así, en menos de dos años hizo falta otra norma (RD
1427/1986, de 13/6) para subrayar que los derechos y deberes de los docentes se
extendían a todo el área y prohibir que los perfiles detallaran más que una materia
básica.

Algunos perfiles fueron antológicos, como el de Derecho Administrativo Gallego o el de


Historia del Antiguo Régimen (con especial referencia a Extremadura), y contra esto se
modificó la ley. Sin embargo, las comisiones juzgadoras (los tribunales) continúan, en
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general, utilizando el perfil como una vara con la que medir no sólo el proyecto docente
de los concursantes, sino también su proyecto investigador (opción dudosa, ya que el RD
habla, como mucho, de la adecuación del proyecto "docente e investigador" a "las
necesidades de la Universidad", pero éstas se suponen siempre sólo docentes y primer o
segundo ciclos) y, lo que ya es a todas luces contrario a la ley, el conjunto de sus méritos
investigadores y académicos y, en los concursos a cátedra, el trabajo de investigación
(un trabajo concreto realizado, distinto del proyecto global a realizar). El resumen es
bien sencillo: en vez de valorar con arreglo al perfil un proyecto elaborado al efecto (que
podrá ser mejor o más fácil si se está especializado en ese campo, pero nada más), se
valora con arreglo a él toda una vida, y huelga decir que la que mejor encaja es siempre
la de quien lo trajinó en la trastienda.

Finalmente, queda la composición del tribunal: cinco miembros, dos de ellos designados
por el departamento, casi siempre a propuesta del interesado, y tres elegidos por sorteo.
Aunque tres son más que dos, el concursante preelecto sólo necesita conseguir un voto
de los sorteados, lo que no es difícil si ya cuenta con un bloque activo de dos, mientras
que sus oponentes han de conseguir tres partiendo de tener dos en contra. Después de
todo, uno, dos o los tres sorteados (aparte de los designados) tal vez hayan llegado al
cuerpo por una gentileza similar y casi seguro esperan otro tanto para sus pupilos (así es
en la mayoría de los casos). En cuanto a los dos propuestos desde el departamento, el
problema no es, como se dice a menudo, que el concursante local ponga al director de su
tesis: eso sería una verdadera minucia. En la mayoría de los casos, el presidente será el
director del departamento y, el secretario, su segundo o un eventual próximo candidato,
y es bien sabido que, en cualquier organización, los dirigentes consiguen el apoyo activo
de los subordinados en la medida en que sepan obtener para ellos ventajas frente al
exterior; más en concreto, el director les da plazas y los dirigidos le dan votos. Pero, lo
que es peor, resulta probable que los propuestos por el candidato sean sus socios en
múltiples actividades, parte de ellas retribuidas. En el mejor de los casos, el juzgador no
va a desautorizarse a sí mismo diciendo que el trabajo de su colaborador no vale mucho
(aquí es donde entra la variante director de tesis). En el peor, es posible que tengan una
cifra de negocios conjuntos en el pasado (y en el futuro) que invalidaría a cualquiera de
ellos para valorar al otro en un concurso administrativo para la compra de folios, pero
que se obvia en un concurso académico. En medio, tiene con él la misma obligación que
cualquier señor con su vasallo: agradecerle los servicios prestados con esa expectativa.

Ahora, diversas universidades, a través de un pacto entre sus rectorados y lo más gris de
sus titulares, han dado otra vuelta de tuerca: las llamadas plazas de promoción, sobre
todo cátedras. De un lado, un rectorado que necesita el voto del claustro,
mayoritariamente titulares, para empezar a ser o para perdurar; del otro, unos titulares
ávidos de llegar a catedráticos sin concurrencia. El rectorado dota plazas para sus
titulares con posibilidades -que él mismo se encarga de crear- y, si la gana el favorito, la
titularía se amortiza y la cátedra sólo cuesta la diferencia, que no es mucha, mientras que
si la pierde será una plaza adicional a pagar completa, con lo cual se convierte en mérito
decisivo ser el más barato. La mayor universidad española -la Complutense-, sin ir más
lejos, está en pleno proceso. El candidato rectoral no sólo propone dos miembros del
tribunal al departamento, sino que llega a imponerlos contra su voluntad unánime. No
sólo puede proponer el perfil que mejor le venga entre los posibles, sino que ya puede
utilizar para ello, en contra de las propias normas internas, una materia optativa, vale
decir irrelevante. Hasta donde conozco a los agraciados en esta piñata, en mi área y en
otras, puedo asegurar que en su mismo departamento nunca falta media docena de otros
profesores titulares a los que la profesión colocaría masivamente por delante suyo en
cualquier clasificación, pero todos tragaron cuando no se sabía quién sería el elegido o,
simplemente, no se sintieron con fuerzas para oponerse a tanta energía corporativa.
Luego, el nuevo catedrático de rebajas se clonará desde tribunales en los que será tan
indiferente hacia unos méritos de los que él mismo carecía como sensible hacia las
legítimas aspiraciones de los nuevos favoritos locales y agradecido hacia sus antiguos
mentores.

Como he dicho, creo que ninguna ley garantiza nada donde no existe una cultura
concordante, pero algunas normas son mejores que otras. Una medida saludable sería,
sin duda, dejar de discutir sobre si 2+3 o 1+4 y optar definitivamente por 0+5, es decir,
porque todos los miembros sean sorteados, para acabar de una vez por todas con la
ventaja local. Otra, restringir con nitidez la pertinencia del perfil al proyecto del
concursante (y no al CV) y, mejor aún, a su parte docente (y no investigadora). Otra más,
que tendría efectos enormemente saludables para las universidades objetivar el proceso
de dotaciones, fijando una proporción invariable de catedráticos, titulares, etcétera, en el
conjunto del profesorado, con independencia de las pretensiones locales, con lo cual las
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universidades y departamentos nuevos recibirían rápidamente un flujo de profesores Ayuda Contacto Venta de fotos Publicidad
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maduros aportados por las viejas y, a la larga, todos tendrían similares oportunidades en
un contexto de movilidad geográfica.

Sinceramente, calificar lo que está sucediendo como endogamia es quedarse corto. Dada
la intensidad habitual de la relación entre juzgadores y juzgados, sería más correcto
hablar de incesto, y, a la vista del último paso, la casi plena autosuficiencia del candidato,
procede hablar de reproducción hermafrodita e incluso asexual, o partenogénesis.
Maravillas de la naturaleza.

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