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Este documento analiza la relación entre ética y libertad a través de la metáfora del cuento de Caperucita Roja. Explica que la ética guía cómo los seres humanos, a diferencia de otros seres, pueden cumplir su propósito de manera libre. Usa el cuento para mostrar que la libertad implica la capacidad de decir sí o no, y que cuando Caperucita acepta llevar la canasta a su abuela, ese encargo se convierte en su misión. Finalmente, destaca que saber encargar responsabilidades a otros, como
Este documento analiza la relación entre ética y libertad a través de la metáfora del cuento de Caperucita Roja. Explica que la ética guía cómo los seres humanos, a diferencia de otros seres, pueden cumplir su propósito de manera libre. Usa el cuento para mostrar que la libertad implica la capacidad de decir sí o no, y que cuando Caperucita acepta llevar la canasta a su abuela, ese encargo se convierte en su misión. Finalmente, destaca que saber encargar responsabilidades a otros, como
Este documento analiza la relación entre ética y libertad a través de la metáfora del cuento de Caperucita Roja. Explica que la ética guía cómo los seres humanos, a diferencia de otros seres, pueden cumplir su propósito de manera libre. Usa el cuento para mostrar que la libertad implica la capacidad de decir sí o no, y que cuando Caperucita acepta llevar la canasta a su abuela, ese encargo se convierte en su misión. Finalmente, destaca que saber encargar responsabilidades a otros, como
Francisco Bobadilla Rodrguez Qu tiene que ver la tica con la libertad, y nuestra existencia con la de Caperucita Roja?
Una primera mirada nos muestra a la tica orientada al comportamiento o conducta de las personas. En concreto, a la vida buena de la cual el hombre cabal o ntegro es su expresin grfica. Se trata, pues, de hacer el bien, y no slo saber dnde est o qu es. Hacer el bien, es decir, realizarlo, no slo concebirlo, de all que sea necesario el real ejercicio de la accin buena, para ser una "buena persona". Las buenas intenciones no son suficientes, hay que desear mejorar y poner los medios. En este ltimo sentido, la tica se vincula a la voluntad, facultad humana que quiere y alcanza el bien. La tica se relaciona, entonces, con normas de moralidad que indican cmo obrar, con bienes que deben alcanzarse y con virtudes o hbitos positivos que facilitan el obrar bueno y recto. Los valores no son sino las virtudes en tanto que bienes que deben alcanzarse y que requieren de aprendizajes positivos. El ser humano tiene un modo de ser especfico y debe actuar de acuerdo a l. ste es un principio que tambin se aplica a cualquier otro ser. De un huevo de gallina incubado, esperamos que al cabo de 21 das salga un pollo, no una lagartija. De otro modo, si usamos las cosas para algo distinto a lo que estn pensadas, las estropeamos. Por ejemplo, podra clavar un clavo con el mango de un desarmador. Si lo hago habitualmente, al cabo de muy poco tiempo, ese mango se destrozar. Algo semejante ocurre con el ser humano. Si no actuamos como hombres, corremos el riesgo de estropearnos como personas; la "mala vida" pasa, tambin, su factura. La persona es una sntesis de cuerpo y espritu. Su corporeidad se manifiesta en necesidades materiales (comida, vestido, casa, etctera) y su espiritualidad se expresa a travs de sus dos grandes facultades: inteligencia y voluntad. La inteligencia pide lo suyo, es decir, conocimientos, educacin que genera habilidades, modos de hacer. La voluntad est pronta a emprender tareas, hace lo que la inteligencia ha visto como bueno y se expresa en mltiples relaciones afectivas y compromisos vitales, de los cuales el amor, la amistad, son sus prototipos.
2 Somos personas y estamos llamados a obrar y comportarnos como tales. Pero a diferencia de los restantes seres de la creacin que cumplen su fin necesariamente (el gato no puede dejar de actuar como gato), el hombre cumple su fin libremente, es decir, los seres humanos, aun sabiendo lo que debemos hacer, no siempre lo hacemos. Precisamente, para unir coherentemente el ser y el obrar humano est la tica, que es la unin entre lo que somos y lo que estamos llamados a ser como personas. Conviene tener en cuenta que todo comportamiento humano tiene resonancia tica, dado que la persona es una y la tica tambin. Es decir, es la misma tica la que nos sirve para dar consistencia a las acciones que realizamos en el trabajo, familia, vida social. No hay distintos criterios ticos para un mbito o para otro. Si hemos de ser honrados, lo seremos igualmente en el centro del trabajo, descanso, hogar, etctera. Por eso, vivir ticamente es tarea que involucra a toda la persona, las 24 horas del da. No se puede vivir cabalmente "desde fuera", hay que entrar al ruedo, no es un asunto delegable, ni existen "tcnicas" o "procesos" que suplan el propio esfuerzo personal. Y as como para saber nadar hay que mojarse, tragar agua, etctera, as para vivir ntegramente hay que ser ntegro, una vez y otra, y otra. xito y tica Queda claro que el trabajo profesional es un mbito de relaciones de gran resonancia tica: a travs del ejercicio profesional, no slo mostramos y mejoramos nuestras habilidades y modos de hacer, sino que tambin y en simultneo, expresamos y mejoramos nuestras actitudes y modos de ser. La personalidad, estilo personal o modo de direccin tiene en la tica un ingrediente de la mayor importancia, pues da peso especfico a nuestras acciones y es el abono natural que ennoblece al poder, cubrindolo de autoridad. Lo que se ve de nuestro trabajo, se mide y queda en hechos, pero, tambin, hay algo que no se ve y queda en nosotros como aprendizaje positivo (virtud) o como aprendizaje negativo (vicio). Si lo primero nos hace buenos profesionales, lo segundo nos transforma en buenas personas. Obrar ticamente no asegura el xito, si ste se entiende slo como triunfo o bienestar econmico. Sabemos por propia experiencia que no siempre lo ms noble es lo ms provechoso. Hay circunstancias en nuestra vida y, especficamente, en el trabajo profesional, en las que obrar con rectitud exige renunciar al propio provecho; cuando lo
3 que est en juego es "subir" o "ganar" a costa de no pesar nada, renunciamos a los principios que dan consistencia, sentido y valor a lo que somos y hacemos. Llegados a este punto, hemos de preguntarnos si es posible mejorar. La respuesta no tiene vuelta de pgina: s. El crecimiento tico es el nico crecimiento irrestricto en el ser humano. Todos los dems crecimientos tienen un lmite, ser mejores como personas, no. Opuesto a este planteamiento est el pesimismo vital, ya sea por defecto (el ablico), ya por exceso (el cnico). En ambos casos, existe una renuncia a mejorar y desconfianza frente a los dems. Si es posible mejorar en todos los mbitos del desarrollo vital (trabajo, familia, descanso, etctera), este crecimiento supondr crecer en virtudes, es decir, disposiciones permanentes para hacer el bien que, como toda virtud, enriquece tambin a los dems, empezando por los ms prximos. Para crecer ticamente Crecer ticamente es tarea de libertad. Este despliegue de la libertad necesita del otro (del prjimo) para desarrollar todas sus potencialidades. El trabajo de direccin, ya sea en el hogar o la empresa, ofrece una magnfica oportunidad para crecer y hacer crecer. Abordaremos este tema apoyndonos en una metfora sugerida por el profesor Leonardo Polo en su libro Quin es el hombre. Se trata del cuento de la Caperucita Roja. En l, est bastante claro todo el despliegue de la libertad que tiene un origen y un destino. Entender la libertad encarnada, la libertad posible y real es importante para no hacernos planteamientos tericos desproporcionados. El cuento nos coloca frente al primer actor, el agente libre: Caperucita. Su mam le pide lleve una canasta con panecillos y miel a la abuela que vive en el bosque. Caperucita acepta. Si ella hubiera rechazado el encargo, el cuento habra acabado all. Pero sigamos; Caperucita dice s, y esta afirmacin es inicio de libertad; se presenta como capacidad de tomar alternativas, con toda la amplia gama de posibilidades: no siempre digo s, o no a la primera, a veces tendr que decir "espera" o "djame pensarlo", "me faltan datos, "dame ms tiempo"... Hay muchas posibilidades y corre tiempo entre el s y el no, pero lo que est claro es que el inicio de la libertad supone la capacidad de poder decir s o no. Capacidad mnima de no determinacin ante algo.
4 La misin El cuento tiene un segundo personaje: la mam. El encargo no lo inventa Caperucita. La iniciativa no parte de ella. Es su madre quien la llama y le pide llevar la canasta. Es otra la persona que encarga. En el momento en que Caperucita dice s, ese encargo se convierte en su misin: llevar la cesta a lo largo del bosque y entregarla a su abuelita. El encargo revela mucho a quien encarga. Hay que saber hacerlo y para ello hay que fijarse en la complejidad de las situaciones a resolver. No se trata de un encargo terico, bonito o imposible, es un encargo bien hecho. La mam ha pensado en todo, e interesa que tambin nosotros lo hagamos. Por ejemplo, qu edad tendra la nia? El cuento no lo dice pero, desde luego, no se trata de una quinceaera ni una nia de dos aos. Podra tratarse de una nia de ocho aos. Sigamos indagando: cunta distancia y tiempo habra de la casa de mam a la de la abuela?, decenas de kilmetros, meses, das, semanas? Suponemos que la madre es una buena mam y no la madrastra de Cenicienta ni la bruja de Blanca Nieves: el camino sera ms bien corto. Probablemente Caperucita ha recorrido el camino muchsimas veces, pues es de fcil acceso y aunque existe un lobo, la probabilidad de encontrarlo es muy lejana; no es un peligro inminente. Imaginamos que el viaje ser de da y tardar pocos minutos. Adems, Caperucita ya almorz, pues de lo contrario, al primer descuido, se comera el pan y la miel. No hara falta ningn lobo para comerse los alimentos. Encargar es un arte que supone conocimiento propio y del otro. Saber encargar no es asunto de poca monta. Es un tema serio. Hay que pensar muchas cosas para encargar a la medida y, tambin, claro, tener autoconocimiento para aceptar el encargo que somos capaces de hacer y no lanzarnos a misiones imposibles, que nos desbordan, que estn ms all de nuestro alcance. Los obstculos Existe un tercer personaje en el cuento: el lobo que quiere comerse las viandas, a la abuela y a Caperucita. Representa los obstculos al despliegue de la libertad. Es decir, cuando uno asume una misin, un objetivo en la vida, grande o pequeo, resulta que cuesta llegar al destino. En el trayecto podemos encontrar dificultades que es necesario saber manejar, pues el obstculo tal vez no sea malo por s mismo. Me explicar.
5 Grandes objetivos en la vida hay pocos; pequeos objetivos, muchsimos. Entre los grandes estn la carrera profesional, el trabajo, el matrimonio, los hijos. Los pequeos son innumerables: levantarme a una hora, vestirme con un traje de un color o de otro, tomar una bebida u otra, ir o no a la fiesta, etctera. En cualquier caso, ponerse en camino no es haber llegado. "Llegar a" toma tiempo y esfuerzo, porque exige inteligencia, voluntad y los sentidos en juego. Ms todava, nos tenemos que poner nosotros mismos para que ese objetivo se alcance, un da y otro y otro, con inteligencia y voluntad, con ganas o sin ellas. Ahora bien, estas circunstancias ordinarias (cansancio, desilusin perplejidad, etctera) o las dificultades externas (falta de medios, incomprensin, obstculos, injusticias, etctera) son los compaeros habituales del caminante. Los obstculos son una constante. No hay que decir: "qu pena que exista un lobo en las cosas que estoy haciendo". No, el obstculo cumple su papel, sin l, el ser humano se ablanda y empequeece. Sin obstculos que templen el carcter, el ser humano se encoge, no reluce en toda su estatura, le quedaran facetas por descubrir. Sentir el reto y la carga nos viene bien. Empinarnos un poco para estar a la altura del encargo estimula la inteligencia y la voluntad. Es conveniente el obstculo, aun cuando duela, porque nos hace madurar y entender mejor nuestra propia naturaleza y la de los dems. Cuando no existe experiencia del cansancio, de la dificultad, el ser humano se torna en una especie de planta de invernadero que al primer viento se va al suelo, no es capaz de afrontar las crisis, ni de levantar cabeza despus del tropezn. Por eso es importante la pedagoga del esfuerzo. Las cosas cuestan y suelen ser lo ordinario. Pocos son los tiempos y espacios en los que podemos decir como Becquer que el cielo y la tierra nos sonren. Lo ordinario es la pequea dificultad, interna o externa; felicidades de claroscuros, como en los cuadros: luces y sombras que resaltan las cosas. Antonio Machado dice: "Ay de nuestro ruiseor, si en una noche de luna, se cura el mal de amor que llora y canta sin pena". Desde luego, tenemos tambin la obligacin de quitar los obstculos para hacer la vida ms agradable a uno mismo y a los dems. Pero, es igualmente cierto, que es inconsistente rechazar el dolor porque es dolor. Ms an, el dolor transido de sentido nos hace ms humanos, nos madura, aunque alguna vez, tambin, arranque lgrimas, al hacernos aterrizar al valle de lo humano.
6 El beneficiario Nos queda el cuarto personaje de esta narracin biogrfica de la libertad humana: la abuelita que es beneficiaria del despliegue de la libertad. Resulta que la cesta no es para Caperucita, ni para su madre, ni para el lobo o el cazador, es para la abuela. Es decir, es otro quien se beneficia con este despliegue de libertad. Caperucita no ha pasado el susto de su vida para luego comerse los bocadillos de la cesta. No, ha vencido al lobo para que la abuelita reciba la cesta. Aqu todos ganan: la mam, al saber que cuenta con una hija comedida y diligente; Caperucita, porque al asumir el encargo se enriquece; y, claro, la abuelita con la cesta tangible y con los intangibles del afecto humano. Por eso, al final del cuento no encontramos a una Caperucita amargada que le increpe a su abuela: "Aqu tienes, pues, tus alimentos, cmetelos porque ya me han causado muchos problemas". La Caperucita que conocemos llega y le entrega a la abuelita la cesta con alegra. Est alegre de ver a la abuelita comer los alimentos. sta es la capacidad de dar del ser humano que Antonio Machado pone de manifiesto en el siguiente verso "La monedita que est en la mano, quiz se deba guardar; la monedita del alma, se pierde si no se da". El avaro ya no slo de las cosas materiales a las que est apegado desordenadamente, sino el avaro de su propia vida, que va a lo suyo descaradamente, el que est pensando siempre en trminos de s mismo, ha reducido su humanidad a la mnima expresin, ms an, ha adormilado sus dimensiones ms hondas, cerrndose a la experiencia de la donacin. Por eso, Caperucita gana al dar. Gana, tambin, al recibir, al saberse querida, aceptada, ayudada como ser humano digno, no como un gato al que hay que darle leche para que no muera. Se le proporciona la ayuda que le corresponde segn la medida de su dignidad, porque tampoco se puede ayudar de cualquier forma: no se debe ayudar con desprecio, asco o de mala gana. ste no es el modo adecuado de ayudar. El ser humano es persona siempre, tambin cuando necesita ayuda. Hemos llegado al final. Con Caperucita, presenciamos el despliegue de la libertad, que en su radicalidad se presenta como la voluntad de hacer el bien "porque me da la gana". Libertad comprometida en tareas en las que no somos beneficiarios directos y que, sin embargo, llevan consigo satisfaccin: por aqu camina la alegra y sobrevuela la felicidad que abre sus puertas hacia afuera, porque cuando intentamos abrirlas hacia adentro, se cierran. Desde la metfora de Caperucita Roja, el otro multiplica mi libertad, hace posible
7 que mi libertad exista. Sin el otro no hay libertad, o mejor dicho, si no est el otro de por medio, mi libertad es bien poca cosa, pues quedara como enrollada por el egosmo.