Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Cuando una cantidad de materia ocupa una región del espacio-tiempo, provoca
que el espacio-tiempo se deforme, por lo que la fuerza gravitatoria ya no es
una fuerza que atrae, sino efecto de la deformación del espacio-tiempo, de
geometría no euclidiana, sobre el movimiento de los cuerpos. Dado que todos
los objetos se mueven en el espacio, al deformarse dicho espacio, parte de la
velocidad será desviada produciéndose aceleración en tal dirección: es decir,
gravedad.
El físico, que había bregado años con una explicación para el misterio, logró
asirla sólo cuando “traspasó” la norma de realidad instalada y extrapoló su
raciocinio a un espacio universal curvo no-euclidiano, propuesto por el
geómetra ruso del siglo XIX, Lovatschevsky.
Einstein respondió así a la pregunta formulada por Newton casi dos siglos
antes, a quien “hería su inteligencia” que una masa de “materia bruta
inanimada” pudiera interactuar sobre otras en el vacío del espacio, sin la
existencia de un principio material o inmaterial que las vinculara. El espacio-
tiempo curvo entregó la respuesta, pero tal concepción del espacio habría sido
inimaginable sin “estropear” los axiomas de una geometría que rigió el modo
de ver y medir superficies, planos y volúmenes, por más de dos mil años y a la
que él mismo agregó el tiempo como cuarta dimensión.
En efecto, para Maquiavelo, el sentido del poder sería “la gloria” o “grandeza”
(dominio) para quien lo detenta (la que a su turno le abriría las puertas a
conseguir otros deseos de “menor valor” como la riqueza, fama, sexo y otros
placeres sensuales). Pero la originalidad de Maquiavelo, al analizar el
fenómeno, no reside tanto en su descripción de los mecanismos y prácticas del
poder, sino en la evaluación normativa que deduce de él, cuestión clave para
comprender la comunicación como “la suma de conceptos y de reglas de
actuación” incluidas en ella. Tal concepción normativa apunta a la esencia del
rol del poder en la estructura social y, por consiguiente, a su impacto sobre el
medio “irritador” que posibilita las relaciones en su interior y hacia al exterior
de los sistemas en interacción: el lenguaje.
El autor de “El Príncipe” no sólo muestra, por ejemplo, que “en lo político se
hace y se ha hecho el mal, sino que, más radicalmente, argumenta
decididamente que en lo político se debe hacer el mal” . Este es
evidentemente un argumento normativo que nada tiene que ver con una
ciencia de lo político, imparcial, aséptica y que aspira a la objetividad.
Para Foucault, en tanto, el poder también es “una fuerza y una relación, una
relación de fuerzas”. Y al ser una relación de fuerzas no hay posibilidad alguna
de escapar del poder, de mantenerse en posición de exterioridad. “Una
sociedad sin relaciones de poder -señala- no puede ser sino una abstracción;
pero decir que no puede haber sociedad sin relaciones de poder, no quiere
decir que las que están dadas, sean necesarias, ni que el poder constituye una
fatalidad que no puede ser socavada en el corazón de las sociedades; sino que
el análisis, la elaboración, el cuestionamiento de las relaciones de poder, es
una tarea política incesante”, que obliga a su constatación “realista” (no
“objetiva”), como condición de comprensión de éste como fenómeno y de la
comunicación como fuente de su mantención o cambio.
Entonces, dado que, como hemos visto, las reglas de actuación proporcionadas
por la intencionalidad sólo pueden ser proclamadas por el lenguaje (pues no
hay comunicación entre conciencias), el poder se manifiesta a través de éste
como un adaptador de variedad que reduce la complejidad, dando significación
y sentido al conjunto del sistema que ha estructurado mediante su ejercicio.
La teoría de los actos de habla desarrollada por Searle y el estudio sobre las
acciones humanas de Austin, entienden la actividad lingüística como una
práctica psico-social, en la que está siempre implícito el papel significativo del
poder. El acto perlocutivo es la consecuencia de la fuerza ilocutiva del
enunciado al producir su efecto sobre el interlocutor.