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Etnografía de cruces viales en México: sociabilidades, conflictos

sociales y tránsito urbano en la era de la globalización neoliberal.

Morgane Govoreanu

(Doctorando en antropología, EHESS-Paris/CIESAS-DF)

Con sus lonas multicolores puestas en estructuras metálicas y adornadas de materiales de


recuperación para evitar que las telas y lienzos se despeguen por las intemperies, los
plantones ocupan plazas peatonales, banquetas de avenidas y calles, cruces y camellones de
las arterias viales las más frecuentadas de la ciudad de México. Estos lugares son elegidos
para marchas, debido a que representan lugares de poder político, económico y mediático.
Estos cruces viales también son nodos de circulación multimodal donde confluyen, se cruzan,
se encuentran o se ignoran varios grupos y clases sociales, con prácticas espaciotemporales
diferenciadas1. Uno de estos ejes viales es la avenida Paseos de la Reforma, llamada los
“Campos Elíseos mexicanos”, que concentra sedes de las primeras empresas nacionales e
internacionales, autoridades jurídicas y políticas, tales como Secretarias de Gobierno, la sede
del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores de la Educación (ISSSTE)
o periódicos nacionales como El Universal. Estos lugares representan centros en el modelo de
centros y periferias dibujado por Krugman2.

Estas nuevas centralidades con las sociabilidades y relaciones de poder que conllevan,
interrogan los usos y prácticas, ideologías e imaginarios que componen los espacios públicos
en México. Esta ocupación del espacio público da luz a conflictos entre pasantes y
plantonistas fijos. Éstos últimos están acusados de impedir o limitar la circulación de
transeúntes. Estos conflictos espaciales incorporan relaciones de poder, desigualdades
socioeconómicas y culturales, en particular entre clases medias motorizadas y clases
populares pedestres, y jerarquías sociales que estructuran la sociedad mexicana. Estas
prácticas están relacionadas con estereotipos e imaginarios urbanos que giran en torno a

1
Caldeira (Teresa), City of Walls: Crime, Segregation and Citizenship in São Paulo, Berkeley, UCP, 2001, 473p
2
Krugman (Paul), “Increasing Returns and Economic Geography”, The Journal of Political Economy, 99 (3),
1991, p 483-499
1
figuras de la otredad que estigmatizan y criminalizan los participantes de movilizaciones
sociales. Frente a estos procesos de estigmatización y de exclusión, los plantones representan
formas de resistencia a normas socioeconómicas y prácticas de marginalización política. Esto
introduce la violencia simbólica impuesta por esquemas de dominación social y segregación
espacial, pero también la violencia física por las represiones, a veces sangrientas de los
participantes, considerados como agitadores sociales.

Estas relaciones de poder adentro de las nuevas configuraciones económicas y espaciales


contemporáneas de la globalización neoliberal, interrogan la noción de ciudadanía, que se
vuelve plural y arbitraria – basada en criterios socioeconómicos – comunitaria y étnica,
esbozada por estereotipos del delincuente o agitador social, confluyendo hacia ciudadanías del
miedo. De igual manera, caracterizan la etapa contemporánea del proceso de civilización, por
los modos de catarsis y de expresión de la violencia, que se vuelve dialécticamente más global
y más local.

Mi meta aquí es discutir los enfoques y temas de los plantones de la Ciudad de México,
relacionados a las movilidades en el proceso de civilización. Eso me lleva a formular una
pregunta central: ¿En qué medida los plantones constituyen a la vez una forma de resistencia,
frente al sentimiento o la sensación de exclusión socioespacial de grupos sociales por actores
económicos e instancias políticas, reescribiendo así el espacio de la cuidad, y transformando –
o intentándolo – los esquemas y estructuras sociopolíticas, y una manera performativa de
poner en práctica y volver visible esta segregación socioespacial? Esta problemática se basa
en diferentes hipótesis que tienen que ser explicitadas: 1. Los plantones constituirían una
forma de resistencia a los procesos de estigmatización, criminalización y militarización que
afectan a los movimientos sociales que ocupan el espacio público en México. 2. Los discursos
de seguridad e inseguridad generarían segregaciones socioespaciales contra las cuales luchan
los plantonistas instalándose en centros de poder(es). 3. Los conflictos viales, prisma de
análisis jurídico, político y mediático de los plantones, contribuirían a redibujar los contenidos
de la ciudadanía, oponiendo los derechos de circulación versus los de expresión y
manifestación. 4. Los plantones representarían a la vez un medio de expresión de los
movimientos sociales y un modo de control y de límite de sus acciones por parte del Estado.

La antropología desempeña aquí un papel de primer plano por la singularidad de su mirada,


que se apuntala en buscar en los confines de lo inteligible y de lo sensible de las experiencias

2
humanas, de lo corporal y por eso relacional. Permite tomar en cuenta las prácticas de los
actores y compararlos con sus discursos y sus cosmologías. No sólo considera la dimensión
individual o colectiva de los fenómenos culturales, sino trasciende estos tópicos para
decorticar el carácter constructivista de las evidencias sociales, que se trate de las trayectorias
personales, aquí de los plantonistas, o de las acciones y emociones colectivas, en particular
las expresadas mediante los plantones. Por su interés hacia lo cultural y lo cultual, la
antropología parece más capaz de desenredar las “construcciones conjuntas”, los datos-
fronteras”, las extremidades donde se cruzan lo sensible y lo inteligible, las sensaciones y el
entendimiento, lo emocional inmediato y lo simbólico inherente, pero también la confluencia
de lo material, lo corporal y lo ideal, del sí y de los otros seres vivos3. Lo que parece
importante para el estudio de los plantones en cruces viales, es tomar en cuenta las
articulaciones entre usos y prácticas por una parte, ideologías e imaginarios por la otra,
mediante las emociones y retoricas expresadas por los actores sociales.

Por eso, presentare primero idiosincrasias de los plantones de México, sus puestas jurídicas y
los retos políticos que plantean, para mostrar que los plantones son modos de expresión de los
movimientos sociales pero también son canalizados por el Estado, por tácticas de control y
manipulación estatal. Luego nos llevara a considerar los contornos de la ciudadanía que
dibujan estas relaciones de poder y negociaciones entre actores económicos – privados y
públicos – que dan cuerpo a las movilidades contemporáneas. Para terminar, se entreverá la
influencia de la globalización y de sus componentes en particular las diversas formas de
violencia que conlleva, que impactan la etapa de civilización que se expresa a través de los
plantones en México.

I. Plantones y vialidad: de puestas jurídicas a retos políticos

Los plantones constituyen un tipo de movilización social que ocupa espacios – aquí me
enfoco exclusivamente en espacios públicos – para defender derechos o reivindicar avances
sociales. Cuestionan la sociedad mexicana desde el punto de vista de sus movilidades y abre
la puerta a agrios debates jurídicos, alrededor de una pregunta central: ¿el derecho a
manifestarse puede restringir el derecho a trasladarse?

3
Héritier (Françoise), Xanthanou (Margarita), Corps et affects, Paris, Odile Jacob, 2004, p 28
3
A. El vacío jurídico del plantón

Para analizar los pormenores jurídicos de los plantones, se necesita recordar el marco jurídico
que los circunscriben. Como marchas y movilizaciones sociales en el espacio público, remiten
a los derechos de libre asociación y reunión así que la libertad de expresión. En efecto,
oponen transeúntes, en particular automovilistas, que se dicen “rehenes” de los plantonistas,
mientras que estos últimos afirman llamar la atención pública reconquistando espacios de los
cuales están excluidos para reivindicar derechos o denunciar prácticas políticas. El tema se
volvió polémico en la Ciudad de México y una puesta entre los diferentes partidos políticos
que oponen varios argumentos: por una parte, las manifestaciones se tienen que restringir
porque la libertad de tránsito constituye un límite al ejercicio del derecho a manifestarse. En
esta perspectiva, se propuso en un proyecto de ley presentado a la Cámara de Diputados de la
Ciudad de México, que las manifestaciones sean mencionadas con 72 horas de anticipación y
que obstruyan a lo máximo 50% de los carriles de las vías públicas, los bloqueos quedando
totalmente prohibidos. Por otra parte, hay movimientos opuestos a la agresiva campaña en
contra de las manifestaciones – aunque estos no se pronunciaron en cuanto a la
“regularización de las marchas”. Estiman que se necesita una reforma constitucional y no una
restricción de este derecho4. Dos artículos principales rigen las libertades en juego aquí.
Mencionan primero dos límites a la libertad de asociación: por un parte, las asociaciones
deben ser pacificas y tener un objeto lícito. Por otra, cuando se ejerce este derecho, los
participantes no pueden injuriar a la autoridad, ejercer violencia en contra de ella, intimidarla
u obligarla a realizar un acto5. Segundo, hay obligación que la libertad de expresión no se
“ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito, o perturbe el orden
público”6.

Adentro de estas leyes, los plantones en sí, como ocupación permanente de espacios públicos,
no están mencionados. Se colocan en un vacío jurídico. En efecto, el establecimiento en la
calle, que sea en banquetas, plazas, hasta en vías de tránsito, para ejercer una actividad
política (expresión de opinión, reivindicación de un derecho, denuncia de malversaciones) no
está circunscrito jurídicamente. El proyecto de reforma judicial, que visa a regular las
manifestaciones y prohibir definitivamente el “derecho de plantón” como bloqueo total de

4
Dondé Matute (Javier), “¿Derecho a la manifestación vs derecho de circulación?”, México D.F., INACIPE,
2009
5
Artículo 9 de la Constitución mexicana
6
Artículo 6 de la Constitución mexicana
4
circulación, fue presentado el 19 de diciembre de 2007. En este entonces, un conjunto de
asociaciones a intereses urbanos, entre ellas el Movimiento Urbano Popular (MUP), la
Organización Nacional del Poder Popular (ONPP) y la Asamblea de Barrios de México
(ABM), estaban en plantón frente a la Cámara de diputados del Distrito Federal (D.F.). Pedían
subvenciones para la vivienda en la zona metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM),
cuando los Diputados estaban evaluando los presupuestos para el año 2008. Paralelamente a
los balances económicos y las reivindicaciones a favor de la vivienda, el D.F. se enfrentaba a
otro movimiento de mayor escala: la oposición a la reforma del ISSSTE, es decir el sistema
de seguridad social de los servidores públicos. Un plantón organizado por el Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y su órgano secesionario la Coordinadora
Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) estaba instalado frente a la sede del
ISSSTE, cortando el acceso directo entre la avenida Paseos de la Reforma y el Monumento a
la Revolución. Fue en este contexto que el proyecto de reforma judicial fue presentado a la
Cámara de Diputados del D.F. Los oponentes a la restricción del derecho a manifestar se
movilizaron y varios cientos de ellos se reunieron en la pequeña plaza frente a la Cámara
federal. Finalmente, frente a estas presiones que dejaban entrar los Diputados, con dificultad,
gritando eslóganes con portavoces frente al hemiciclo donde la sesión ocurría, el proyecto fue
abandonado. Desde entonces, ningún proyecto fue presentado. Consecuentemente, los
plantones permanecen en un vacío jurídico.

B. Prácticas: relaciones de poder, negociaciones y clientelismo

La tentativa fracasada de legislación sobre los plantones, da una idea de las relaciones de
poder entre diversos grupos de intereses en la sociedad mexicana que se expresan a través de
ellos. Pero expresan otro enfoque: el problema de estos derechos para algunos es que fueron
pensados para evitar la represión gubernamental de las libertades, sin mediar entre las
diversas garantías individuales. Así que se contempla en México, frente a las dificultades
viales, la posibilidad de restringir la libertad de manifestar cuando afecta derechos de terceros.
Pero, ¿los plantones restringen a otros derechos? El derecho a asociarse y la libertad de
expresión sólo otorgan a una persona el derecho de ir al lugar que le plazca, reunirse con otras
personas, para expresar públicamente una opinión. Que obstaculice las vías ordinarias de
transito, no impide un transeúnte llegar a destinación. Lo que parece más bien en juego es la
autoridad del Estado en su capacidad de hacer respetar los diferentes derechos. Entonces, más
5
allá de los conflictos de intereses entre grupos sociales, que se enfrentan en el terreno del
tránsito, lo que está en juego son las relaciones entre movimientos sociales y Estado. Estos
conflictos socioespaciales de tránsito vial que cristalizan los plantones, incorporan
desigualdades socioeconómicas y culturales, en particular entre clases medias motorizadas y
clases populares pedestres7. Estas clases, poseedoras de bienes y recursos, integradas
socialmente, se oponen a clases populares pedestres, y aún más a los que intentan llamar la
atención sobre estas desigualdades, invadiendo el espacio público e intentando trabar las
circulaciones.

En este juego entre grupos sociales con intereses antagónicos, los partidos políticos
instrumentalizan los plantones que se vuelven medios de confrontación y campos de fuerzas
entre los diferentes partidos. Así, la investigación en trascurso revela que el florecimiento de
los plantones en la capital mexicana desde las elecciones presidenciales de 2006 está
instrumentalizado. En 2006, la ola de plantones masiva entre el Zócalo y a todo lo largo de la
imponente avenida Paseos de la Reforma, fue orquestada por grupos y asociaciones cercanos
al Partido de la Revolución Democrática (PRD) que denunciaba el resultado de las elecciones
considerado como fraudulento. Entonces, los plantones eran considerados como la
manifestación de una resistencia ciudadana a prácticas políticas corruptas. La reforma del
ISSSTE y el plantón que se instaló en su contra, plantón impactante de docenas de casas de
campaña que representaban los diferentes Estados del SNTE y de la CNTE, contribuyo a
perennizar los plantones como tipo de acción de los movimientos sociales, frente a situaciones
de urgencia. Paralelamente, las agrupaciones urbanas, como el MUP o la ONPP, siguieron sus
acciones mediáticas y de presión política, surfeando sobre la moda de los plantones que se
estaba formando. Grupos indígenas, tales como los afiliados en la Unión Nacional Anáhuac
que reúne indígenas de comunidades localizadas en el Estado de Puebla, también establecen
plantones desde 2006. Ellos denuncian las represiones que sufren en su Estado de origen y
defiende su sistema cooperativo de agua potable que construyeron y del cual el Estado intenta
adueñarse. Sin embargo, a pesar de la salida de estas situaciones, los plantones permanecen en
la capital. Pero la mayoría de estos perenes, son formas intermitentes que regresan varias
veces al año, durante meses. Es el caso de los agricultores veracruzanos afiliados a los 400
Pueblos que militan para conseguir las compensaciones otorgadas en acuerdos firmados en
1990 entre varios actores, cuyo Gobierno del Distrito Federal. Son famosos porque gritan sus

7
Micheli (Jordy), Tecnología y modernización económica, México, UAM, 1993, 499 p
6
reivindicaciones bailando, las mujeres desnudas y los hombres con tapa-rabos donde están
representados políticos. Igual, otro grupo de agricultores, las Antorchas Campesinas, instalan
plantones capitalinos aproximadamente dos veces al año para un par de meses. La etnografía
muestra que varios de estos plantones intermitentes – que se oponen a plantones fijos, es decir
que se mantienen toda la duración de la lucha – están afiliados oficialmente al Partido de la
Revolución Institucional (PRI) como las Antorchas Campesinas o que reciben asesoría
política de diputados priistas, en el caso de los 400 Pueblos. Lo que lleva a preguntar si no se
trataría para el PRI de descreditar al PRD que encabeza el D.F. desde 1997, sobre la cuestión
del tránsito y de las políticas urbanas. El PRI llevaría una estrategia oposición política
cubierta mediante los plantones, sobre el candente tema del tránsito en la Ciudad de México.
Entonces, los plantones no sólo serían instancias de expresión de los movimientos sociales
sino también objetos de manipulación por los partidos políticos.

C. Plantones: canalización de las expresiones y control de los movimientos sociales

Esta hipótesis en cuanto a las estrategias políticas mediante los plantones, revela varias
ambivalencias y contradicciones inherentes a los plantones tales como están llevados
actualmente en el espacio público mexicano, entre los diferentes actores sociales y políticos
que interactúan en ellos. Entre estos antagonismos, dos parecen de mayor importancia. El
primero es que los plantones están comúnmente considerados como medios de expresión de
los movimientos sociales, de ciertos grupos que defienden sus intereses o reivindican sus
derechos. Sin embargo, por la localización de los lugares que eligen, en los centros de poder,
cruces, plazas, banquetas amplias, están vigilados por la Secretaria de Seguridad Pública
(SSP) tanto por policías en uniforme y en civil, como por sus concertadores hacia los
movimientos sociales. El Estado, en alguna forma, tolera la presencia de los plantones y
canaliza sus modos de expresión. Es lo que demuestran las negociaciones entre los 400
Pueblos y los representantes de la SSP, en cuanto al espacio que pueden ocupar, los modos de
manifestación y las actividades que pueden ejercer en sus plantones. Una condición era la
tolerancia por los plantonistas de un cordón sanitario de policías con escudos y armas durante
sus manifestaciones diarias (dos horas en la mañana y en la tarde) bailadas y cantadas. El
control físico de los plantones, por intimidaciones ejercidas por las fuerzas policiacas, pueden
llegar a exacciones, como las represiones sangrientas de comunidades campesinas en Acteal
en 1997 o en Atenco en 2006, que generaron redes de apoyo volviéndose martirios de la
7
represión militar, o las sufridas por las comunidades indígenas de la UNA entre 1997 y 2007,
bajo el mando de Mario Marín, Gobernador de Puebla.

Otra contradicción inherente a los plantones, es que las emociones expresadas mediante sus
portavoces o líderes, como las experimentadas por los plantonistas, están ficcionalizadas. Las
maneras de expresar y escenificar estas emociones, están ritualmente organizadas. Su
expresión es teatralizada mediante gestos amplios para que las masas puedan, hasta a larga
distancia durante reuniones o marchas, observar y sentir las emociones del que las menciona
en el micrófono o en el portavoz. Están fingidas por los que las muestran frente a los demás y
sobreactuadas para que tengan un impacto político. Los plantones se vuelven performance8.
Esto se opone a la representación de los plantones que reivindican modos de acción
espontáneos frente a situaciones de emergencia o crisis. Así, se podrían presentar todos los
subterfugios de los líderes estatales del SNTE y de la CNTE, fingiendo un entusiasmo y una
voluntad que caen poco tiempo después de haber dejado el micrófono o el portavoz, y haberse
refugiado en un café o algún restauran cerca del plantón, a solas o con cercanos.

Los plantones cuestionan la sociedad mexicana en sus concepciones jurídicas de las


movilidades en el espacio público y plantean retos a su comprensión política. Después de las
perspectivas jurídicas y políticas de los plantonistas y de los otros actores en cuanto a los
plantones, se trata ahora de entrever las prácticas espaciales interiores a los plantones pero
también las de los otros actores sociales que los enredan.

II. Plantones y segregaciones socioespaciales

A. Contexto mexicano

Los usos y prácticas de los espacios públicos en México, están sometidos a cambios notorios
desde las ochentas. En efecto, varios movimientos sociales que instalan plantones en las
calles de la ciudad, vieron luz en las setentas, como es el caso de los 400 Pueblos nacidos en
1974 o de las Antorchas Campesinas en 1968. En este entonces, sus acciones colectivas eran
detenidas por las fuerzas públicas. Las diferentes marchas de los agricultores veracruzanos en
su Estado a veces tenían apenas el tiempo de empezar cuando los policías los dispersaban. A
pesar de esta represión de los movimientos sociales, de las restricciones de facto del derecho

8
Abensour (Miguel), La Démocratie contre l’État : Marx et le moment machiavélien, Paris, Félin, 1997, 115 p
8
de libre asociación y reunión y de la libertad de expresión, conseguían respuestas políticas a
sus demandas. Desde la liberalización del régimen mexicano, iniciada bajo la presidencia de
Carlos Salinas de Gortari a partir de 1988, los usos del espacio público se incrementaron y
fueron más libres. Así, los movimientos sociales empezaron a poder llevar sus acciones con
más tiempo y bajo menos represión, aunque siguieron vigilados. Sin embargo, desde la
liberalización económica y de las prácticas políticas, se enfrentan a la indiferencia hasta al
desprecio de las autoridades políticas, y por eso consiguen menos respuesta política. Es la
situación contradictoria de los campesinos que ahora pueden manifestar e instalar plantones
en el espacio público capitalino pero se confrontan al silencio de las autoridades, en particular
del Gobierno del D.F., aunque sea firmante de los acuerdos de 1990. El contexto mexicano
está también marcado por una distanciación social y segregaciones espaciales.

B. De una concepción uniformizada de la ciudadanía a ciudadanías

Los plantones dan cuerpo a estrategias de distanciación social frente a figuras de la otredad,
estereotipadas que designan los activistas como una otredad radical para las clases medias
motorizadas y para todos los que aspiran a su modo de vida – y que entonces reproducen las
prácticas y perpetuán su ideología. Frente a estos estereotipos implementados por discursos de
seguridad e inseguridad, los actores desarrollan estrategias de distanciación y segregaciones
socioespaciales. ¿Cómo los discursos de seguridad e inseguridad, en particular viales, llevan a
la estigmatización y criminalización de los movimientos sociales? En estos procesos, los
medios de comunicación desempeñan un papel central, por la difusión y perpetuación de estos
discursos que edifican figuras del delincuente social que pone turbio en el espacio público.
Observadores señalan que más se difunden estos discursos e estereotipos, mas se desarrollan
producciones sociohistóricas del miedo9. Estas formas de sociabilidades vinculadas a las
movilidades contemporáneas interrogan los criterios de ciudadanía: ésta se vuelve plural,
arbitraria, basada sobre criterios socioeconómicos, en particular sobre el criterio de posesión
de un automóvil, pero también sobre los modos de movilidad, que están relacionados a los
recursos de los individuos y de los grupos. Así, se escuchan frecuentemente que ciertas
categorías de ciudadanos tendrían más derecho que otras, a ser escuchadas y a beneficiar del
espacio público. Serían en particular las clases medias motorizadas que tienen este derecho,

9
Jacobs (Jane), The Death and Life of Great American Cities, Vancouver, Vintage Books, 1992 (1961), 458 p;
Rotker (Susana), Ciudadanias del miedo, Caracas, Nuevas Sociedades, 2001, 252 p
9
según ellas por su rentabilidad económica. Eso explica el proyecto de ley que tendía a
restringir el derecho de manifestar, como una tentativa de traducir jurídicamente esta jerarquía
económica. Sin embargo, en las prácticas, se dibujan nuevas ciudadanías jerárquicas según
criterios económicos y ciudadanías del miedo según la pertenencia a estereotipos de seguridad
o inseguridad10. ¿Cuáles son las reacciones de los movimientos sociales a estos procesos?

C. ¿Rebeldía y ciudadanía insurgente?

Este contexto conflictivo en el espacio público donde los plantones cristalizan los
antagonismos viales, actores sociales desarrollan comportamientos de resistencia. Eso
significa que no se resignan frente a la incorporación espacial de las jerarquías sociales y
económicas, sino que intentan oponerse a ellas reconquistando espacios de donde están
rechazados por los otros actores. Están a veces excluidos de manera violenta de estos
espacios, como lo confirman los madruguetes que experimentan los plantonistas, como en
julio 2007 para los plantonistas del ISSSTE o en febrero 2008 para los de la UNA. Los
plantones constituirían entonces una forma de resistencia contra a estas violencias físicas y
estas segregaciones socioespaciales. Su rebeldía se expresa claramente en contra al contexto
actual de la economía de la movilidad11, que extiende las interconexiones entre territorios
cada vez más lejos, deslocaliza las actividades, y por eso, da la primacía a los transportes y a
las movilidades, echando el individuo en una carrera enfrenada para disminuir los gastos
generados por estas movilidades. Plantándose literalmente en un lugar, como lo recuerda la
raíz etimológica de la palabra (plantaris, del verbo plantare: plantar, en el sentido agrícola
pero también en el de ponerse de pie), se instalan, se fijan en un lugar y lo ocupan. Se oponen
así a los movimientos pendulares de los grupos motorizados, que buscan a reducir el tiempo,
el dinero y la energía gastados en las movilidades. Así, los plantones serían una tentativa de
resistencia a la exclusión y la marginalización de movimientos sociales populares. Sin
embargo por la excepcionalidad del espacio-tiempo de los plantones, constituyen espacios de
relegación socioespacial adentro de centros de poder.

10
Mucchielli (Laurent), Robert (Plippe), Crime et sécurité. L’état des savoirs, Paris, La découverte, 2002, 439 p
11
Giglia (Angela), Duhau (Emilio), « Globalización e informalidad en la Ciudad de México. Prácticas de
consumo y movilidad », Trace, México, CEMCA, junio2007, 51, p 28-43
10
Esto lleva a entrever la noción de “democracia insurgente”12 que sistematiza estos actos de
resistencia, mostrando la apertura creciente de los espacios públicos, lo que corresponde a la
situación actual de los movimientos sociales en México. Sin embargo, este concepto pone de
relieve el carácter artificial de los ritos y de las prácticas que exteriorizan las reivindicaciones
y las emociones, que sean por ejemplo la ira, la injusticia o la indignación frente a las
desigualdades, o la lealtad y la fe en las causas que defienden. A estas emociones expresadas
de maneras más o menos fingidas, ritualizadas, contestan ciertos tipos de comportamientos.
Así, las frustraciones sentidas frente a la indiferencia hasta el desprecio por parte de los
dirigentes políticos, explicarían la violencia de las acciones de los plantonistas. Más allá de
las emociones efectivamente expresadas en los plantones, individual y colectivamente, no se
trata de interrogar el substrato fisiológico de las emociones, sino las maneras de decirlas y
ponerlas físicamente en juego. Porque lo que difiere de una cultura a la otra son los modos de
exteriorizarlas. Porque estos son ritualizados y movilizan a la vez códigos sociales y
culturales, así que un vocabulario y formas discursivas propias a cada grupo13. Esto interesa
particularmente las estructuras de poder, porque en estas maneras de poner en juego sus
emociones, como en cualquier modo de expresión, el poder – aquí tomado en la filiación de
Foucault: ubiquitario y omnipresente – es una puesta central. El enfoque de este estudio
también lleva a despertar la conciencia del etnógrafo, invitado a practicar una antropología
más reflexiva que, por exigencia intelectual, practicaría espejismos ideológicos y
emocionales, para poder medir la importancia de sus propias posturas en el terreno así que
para poder entender su propia investigación en este terreno.

Estas reacciones de resistencia y las ambigüedades que conllevan traducen la fuerte violencia
simbólica, a parte de los episodios repetidos de violencia física que sufren, a la cual están
sometidos los plantonistas en este contexto de economía de la movilidad. ¿Qué enseñan estas
violencias? ¿En qué traducen una etapa del proceso de civilización?

III. La violencia global de los plantones como reveladora de la etapa del proceso de
civilización

12
Abensour (Miguel), op. cit.
13
Lebreton (David), Les passions ordinaires. Anthropologie des émotions, Paris, Payot, 2004, p 9
11
Según Norbert Elias, el proceso de civilización consiste en la mediación de las
pulsiones, su canalización por dispositivos normativos que prohíben la expresión de las
emociones en particular violentas. Es un efecto de la “curialización”, es decir la extensión de
prácticas de Corte en toda la sociedad: la Corte, en particular la de Versalles bajo Luis XIV,
era el modelo que impuso a sus miembros la pacificación de las costumbres – por ejemplo la
prohibición del duelo – un control de si-mismo, en particular de las pulsiones agresivas, para
una distanciación intelectual hacia las conductas. ¿Qué revelan los plantones del proceso de
civilización y de su etapa actual?

A. Globalización y capitalismo neoliberal: ¿violencia global?

La globalización constituye un fenómeno económico concomitante al capitalismo neoliberal,


caracterizado por la acumulación por desposesión y la fragmentación de las identidades
sociales14. En efecto, este sistema económico funciona con la inversión constante de fondos
para el mantenimiento del sistema. Esto requiere que los actores puedan invertir cada vez más
y de manera constante, recursos económicos en la innovación y creación, así que en lo
mercadotécnico para poder vender y crear más riquezas. Para poder aumentar su capacidad de
inversión, los actores poseedores tienen que encontrar recursos, desposeyendo a otros actores,
porque la finitud de los recursos se enfrenta a las necesidades perpetuas e infinitas del sistema
especulativo. Esta acumulación de recursos, que funciona por la desposesión de actores
dominados en las jerarquías socioculturales, genera un contexto de angustia social que
contribuye a fragmentar las movilizaciones y los movimientos sociales actuales. En una
perspectiva holística, esto fenómeno se relaciona con dinámicas económicas, sociales y
culturales contemporáneas15. La globalización neoliberal ejerce violentas presiones en los
plantonistas y no sólo constituye un criterio económico, sino también un paradigma
contemporáneo que explica los mecanismos sociales y culturales, fragmentando las
identidades sociales, lo que les impide vincularse entre ellas. Esto explicaría por ejemplo el
rechazo de los 400 Pueblos de unirse a las Antorchas Campesinas, aunque sea de manera
puntual, o a otros movimientos campesinos o autóctonos, que usan estrategias idénticas de

14
Harvey (David), “La acumulación por desposesión” , en Pérez Negrete (Margarita), Bueno (Carmen) (coord.),
Espacios Globales, IUA y Plaza y Valdés , 2006, p 21-52
15
Harvey (David), loc. cit.
12
lucha: “no queremos que nos confunden con ellos. Tenemos nuestra lucha y no queremos que
ellos no utilicen para sus intereses y al final perder nuestra lucha” 16.

La globalización, que constituye el marco epistemológico del trabajo de campo para la tesis
de doctorado, no está considerada como un hecho económico imparable, sino una etapa
económica que se puede rebasar. Más, la globalización esta entendida aquí como un discurso
civilizador de dominación, como lo son o lo pudieron ser el cristianismo y el progreso
científico, y no una norma epistemológica o un paradigma histórico17. En estos flujos
globales, hay que destacar la importancia de los discursos mediáticos en la difusión de las
violencias vinculadas a los conflictos viales. ¿Cuáles son los vínculos entre plantones y
violencias, en relación con las movilidades?

B. Plantones y violencias en el proceso de civilización

Se trata aquí de entender en qué los plantones son reveladores del proceso de civilización.
Como ya fue visto, los plantones a la vez cristalizan los conflictos viales, a través de procesos
catárticos de emociones puestas en escena de manera teatral. Además, aunque constituyan una
instancia de expresión de los movimientos sociales, están también controlados por el Estado.
Estos dispositivos normativos que canalizan y controlan las emociones, permitiendo una
catarsis de violencias ejercidas a un nivel global, revelan la etapa del proceso de civilización
que dan a ver los plantones. Este tipo de violencias sería característico de la etapa
contemporánea de este proceso, mientras que las violencias físicas cometidas en los plantones
o en contra de los grupos que los instalan como ya las mencionemos, o las violencias de
Estado en contra a las marchas y manifestaciones en general, serían reminiscencias de etapas
anteriores del proceso de civilización. Las violencias simbólicas inducidas por los estereotipos
y la exclusión que componen la globalización, son inherentes a ellas. Así, la globalización
constituye “un contexto pacifico bajo el signo tranquilizador del progreso de la medicina y en
la legalidad de una relación contractual […]. La figura del campamento [por metonimia la del

16
Alfonsina, 400 Pueblos, marzo 2009
17
Holston (James), Cities and citizenship, London, Duke Univ. Press, 1999, 272 p ; Bueno (Carmen), Perez
Negrete (Margarita), op. cit., 2007
13
plantón], la indigencia de poblaciones a las cuales esta negada la posibilidad de inscribirse en
un espacio de ciudadanía y de legalidad”18.

Esta definición de la globalización, como ejercicio de violencia sobre algunas categoría de


personas o de ciertos espacios, mediante procesos de exclusión en particular de los criterios
de ciudadanía, explica la excepcionalidad de los plantones y quizás, el vacío jurídico que los
rodea en México, por el carácter difuso de las discriminaciones y de las segregaciones
vehiculadas por la globalización.

C. Movilidades y proceso de civilización: etnografía de plantones en cruces viales

Para entender las relaciones mutuas y complejas que vinculan movilidades y proceso de
civilización, hay que contestar a dos preguntas: ¿En qué medida el tránsito constituye un
hecho social característico del contexto actual de globalización neoliberal? ¿Son los conflictos
viales una forma contemporánea de expresión de las violencias que estructuran el proceso de
civilización? Las sociabilidades propias a los plantones, sus estrategias espaciales de
segregación, sus resistencias: estas dinámicas convergen hacia los conflictos viales que
generan los plantones, porque crean situaciones extraordinarias que permiten exteriorizar las
tensiones y expresar los imaginarios urbanos. Los líderes de los movimientos sociales están
considerados en México como agitadores sociales, que ponen en turbio el orden público. Ellos
son considerados como ciudadanos indignos en lo que ponen en pregunta o amenazan la
estabilidad política. Los conflictos viales incorporan las violentas tensiones sociales que están
generadas por las desigualdades socioeconómicas y los usos diferenciados de los espacios
públicos, en particular las vías de circulación. Estos conflictos representan entonces
oportunidades de exteriorización de estas violencias percibidas y de emociones – quizás
percibidas pero expresadas como tal. Son formas idóneas de expresión y catarsis de la
violencia tanto física, material como simbólica.

¿Hacia una antropología de las movilidades?

Este estudio abre las puertas teóricas y metodológicas a una antropología de las movilidades
sociales contemporáneas, fuente de sociabilidades efímeras e informales y conflictos
18
Abélès (Marc), Anthropologie de la globalisation, Payot, 2009, p 198
14
repentinos por eso mal violentos y brutales. Para esta ambiciosa meta, se tiene que resolver
varias preguntas y contradicciones. Desde un punto de vista teórico, ¿Cómo las movilidades
cristalizan los debates políticos y jurídicos, evadiendo las preguntas de fondo, en particular
ideologías presentadas como paradigmas infranqueables, en particular la falsa liberalización y
empoderamiento de la población mexicana?. Esto lleva a considerar nuevamente las teorías de
Norbert Elias en cuanto al proceso de civilización, mostrando como las interacciones sociales
en el espacio público, antes elementos de seguridad social, se volvieron componentes de la
inseguridad percibida por los individuos y los grupos, hasta llegar a construir murallas
socioespaciales. Las violencias que habían sido rechazadas de la esfera pública hacia lo
domestico, se volvieron más globales ejercidas a partir de sistemas de dominación
internacionales entonces a una escala más amplia, pero al mismo tiempo más localizada e
incorporada por los individuos. Epistemológicamente, ¿en qué medida una etnografía en un
entorno activista requiere una participación activa del investigador y en qué este compromiso
militante a la vez enriquece el entendimiento y peligra la credibilidad de la investigación?19.
Para tal antropología, se trata también resolver dilemas metodológicos: ¿en qué medida un
acercamiento por las redes sociales permite acercarse a realidades afines de estos grupos20?
¿Cómo estudiar situaciones de contacto social efímero: constituye el situacionismo de
Mitchell una herramienta heurística? ¿Cómo aprehender los imaginarios urbanos sin observar
las prácticas e interacciones de los actores en el tránsito, mezclando entrevistas abiertas o
semi abiertas con encuestas fugaces durante las situaciones de transito? Fundar una
antropología de las movilidades, requiere nuevos posicionamientos de los investigadores para
entender el carácter constructivista de estas acciones colectivas que parecen espontaneas e
idóneas. Se necesitan entonces encontrar un “bricolaje”21 metodológico adaptado a estas
nuevas sociabilidades y configuraciones de poder.

19
Comaroff (Jean), Comaroff (John), Modernity and its Malcontents. Ritual and Power in Postcolonial Africa,
Chicago, Univ. of Chicago Press, 1993, 233p
20
Réginensi (Catherine), Vouloir la ville : du business à la citoyenneté en Guyane française, Montpellier, Ed. de
l’Espérou, 1996, 152 p
21
Sartre (Jean-Paul), Esquisse d’une théorie des émotions, Paris, Hermann, 1995 (rééd), 123 p, citant Claude
Lévi-Strauss, La Pensée sauvage
15

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