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EL NEGRO

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una


alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el
menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa.
Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse
para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro,
probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su
lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se
siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su
pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al
sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o
incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la
comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de
nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al
tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra
blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la
bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola
con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se
toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente
del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del
yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples
sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente
alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo,
la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en
la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el
respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos


aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les
consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun
bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo.
Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de
hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo
de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la
dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados
están los europeos".

Autor: Solidaridad.net- Fecha: 2005-05-17


EL TRIPLE FILTRO DE SÓCRATES

En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el


gran respeto que profesaba a todos.

Un día un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo:

- ¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?

- Espera un minuto - replicó Sócrates. Antes de decirme nada quisiera


que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple
filtro.

- ¿Triple filtro?

-Correcto -continuó Sócrates. Antes de que me hables sobre mi


amigo,
puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir. Es por
eso que lo llamo el examen del triple filtro. El primer filtro es la
verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es
cierto?

- No -dijo el hombre-, realmente solo escuché sobre eso y...

- Bien -dijo Sócrates. Entonces realmente no sabes si es cierto o no.

- Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la bondad. ¿Es


algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?

- No, por el contrario...

- Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro
de
que sea cierto.

Pero podría querer escucharlo porque queda un filtro: el filtro de la


utilidad. ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?

- No, la verdad que no.

- Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no es cierto, ni


bueno, e incluso no es útil ¿para qué querría saberlo?

Usa este triple filtro cada vez que oigas comentarios sobre alguno de
tus amigos cercanos y queridos...

COMO EL LÁPIZ

El niñito miraba al abuelo escribir una carta. En un momento dado le


preguntó:

- ¿Abuelo, estás escribiendo una historia que nos pasó a los dos? ¿Es,
por
casualidad, una historia sobre mí?

El abuelo dejó de escribir, sonrió y le dijo al nieto:

- Estoy escribiendo sobre ti, es cierto. Sin embargo, más importante


que
las palabras, es el lápiz que estoy usando. Me gustaría que tú fueses
como
él cuando crezcas.

El nieto miró el lápiz intrigado, y no vio nada de especial en él, y


preguntó:

- ¿Qué tiene de particular ese lápiz?

El abuelo le respondió:

- Todo depende del modo en que mires las cosas. Hay en él cinco
cualidades que, si consigues mantenerlas, harán siempre de ti una
persona en paz con el mundo.

Primera cualidad: Puedes hacer grandes cosas, pero no olvides nunca


que existe una mano que guía tus pasos. Esta mano la llamamos
Dios, y Él siempre te conducirá en dirección a su voluntad.

Segunda cualidad: De vez en cuando necesitas dejar lo que estás


escribiendo y usar el sacapuntas. Eso hace que el lápiz sufra un poco,
pero al final, estará más afilado. Por lo tanto, debes ser capaz de
soportar algunos dolores, porque te harán mejor persona.
Tercera cualidad: El lápiz siempre permite que usemos una goma
para borrar aquello que está mal. Entiende que corregir algo que
hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante
para mantenernos en el camino de la justicia.

Cuarta cualidad: Lo que realmente importa en el lápiz no es la


madera ni su forma exterior, sino el grafito que hay dentro. Por lo
tanto, cuida siempre de lo que sucede en tu interior.

Quinta cualidad: Siempre deja una marca. De la misma manera, has


de saber que todo lo que hagas en la vida, dejará trazos. Por eso
intenta ser consciente de cada acción.
CUANDO SEA VIEJO

La edad trae una etapa en la vida que no siempre es fácil de llevar, y


donde tenemos que ser más comprensivos que nunca.

El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y


compréndeme.

Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide cómo atarme mis


zapatos, recuerda las horas que pase enseñándote a hacer las
mismas cosas.

Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras que


sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame.
Cuando eras pequeño(a) para que te durmieras tuve que contarte
miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos.

Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te


avergüences y compréndeme que no tengo la culpa de ello, pues ya
no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces cuando niño(a) te ayude
y estuve paciente a tu lado esperando a que terminaras lo que
estabas haciendo.

No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello.


Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te
inventaba para hacerte más agradable tu aseo. Acéptame y
perdóname. Ya que soy el niño ahora.

Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas


tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el
tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona.
Acuérdate que yo fui quien te enseñó tantas cosas. Comer, vestirte y
tu educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces, son
producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti.

Cuando en algún tiempo mientras conversamos me llegue a olvidar


de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario
hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te burles de mí; tal
vez no era importante lo que hablaba y me conforme con que me
escuches en ese momento.

Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Sé cuanto puedo y


cuanto no debo. También comprende que con el tiempo ya no tengo
dientes para morder ni gusto para sentir.

Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, dame tu
mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a
caminar con tus débiles piernas.

Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y
solo quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no
tiene que ver con tu cariño o cuánto te ame. Trata de comprender
que ya no vivo sino que sobrevivo, y eso no es vivir.

Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has


debido recorrer. Piensa entonces que con el paso que me adelanto a
dar estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero
siempre contigo.

No te sientas triste o impotente por verme como me ves. Dame tu


corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a
vivir. De la misma manera como te he acompañado en tu sendero te
ruego me acompañes a terminar el mío. Dame amor y paciencia, que
te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por
ti.

Autor: Solidaridad.net- Fecha: 2005-02-22


LA TETERA

Érase una vez una tetera muy arrogante; estaba orgullosa de su


porcelana, de su largo pitón, de su ancha asa; tenía algo delante y
algo detrás: el pitón delante, y detrás el asa, y se complacía en
hacerlo notar. Pero nunca hablaba de su tapadera, que estaba rota y
encolada; o sea, que era defectuosa, y a nadie le gusta hablar de los
propios defectos, ¡bastante lo hacen los demás! Las tazas, la
mantequera y la azucarera, todo el servicio de té, en una palabra, a
buen seguro que se había fijado en la hendidura de la tapa y hablaba
más de ella que de la artística asa y del estupendo pitón. ¡Bien lo
sabía la tetera!

«¡Las conozco! -decía para sus adentros-. Pero conozco también mis
defectos y los admito; en eso está mi humildad, mi modestia.
Defectos los tenemos todos, pero una tiene también sus cualidades.
Las tazas tienen un asa, la azucarera una tapa. Yo, en cambio, tengo
las dos cosas, y además, por la parte de delante, algo con lo que ellas
no podrán soñar nunca: el pitón, que hace de mí la reina de la mesa
de té. El papel de la azucarera y la mantequera es de servir al
paladar, pero yo soy la que otorgo, la que impero: reparto
bendiciones entre la humanidad sedienta; en mi interior, las hojas
chinas se elaboran en el agua hirviente e insípida.»

Todo esto pensaba la tetera en los despreocupados días de su


juventud. Estaba en la mesa puesta, manejada por una mano
primorosa. Pero la primorosa mano resultó torpe, la tetera se cayó,
rompióse el pitón y rompióse también el asa; de la tapa no valía la
pena hablar; ¡bastante disgusto había causado ya antes! La tetera
yacía en el suelo sin sentido, y se salía toda el agua hirviendo. Fue un
rudo golpe, y lo peor fue que todos se rieron: se rieron de ella y no de
la torpe mano.

-¡Este recuerdo no se borrará nunca de mi mente! -exclamó la tetera


cuando, más adelante, relataba su vida-. Me llamaron inválida, me
pusieron en un rincón, y al día siguiente me regalaron a una mujer
que vino a mendigar un poco de grasa del asado. Descendí al mundo
de los pobres, tan inútil por dentro como por fuera, y, sin embargo,
allí empezó para mí una vida mejor. Se empieza siendo una cosa, y de
pronto se pasa a ser otra distinta... Me llenaron de tierra, lo cual, para
una tetera, es como si la enterrasen; pero entre la tierra pusieron un
bulbo. Quién lo hizo, quién me lo dio lo ignoro; el caso es que me lo
regalaron. Fue una compensación por las hojas chinas y el agua
hirviente, por el asa y el pitón rotos. Y el bulbo depositado en la
tierra, en mi seno, se convirtió en mi corazón, mi corazón vivo; nunca
lo había tenido. Desde entonces hubo vida en mí, fuerza y energías.
Latió el pulso, el bulbo germinó, estalló por la expansión de sus
pensamientos y sentimientos, que cristalizaron en una flor. La vi, la
sostuve, olvidéme de mí misma ante su belleza.¡ Dichoso el que se
olvida de sí por los demás! No me dio las gracias ni pensó en mí; a él
iban la admiración y los elogios de todos. Si yo me sentía tan
contenta, ¿cómo no iba a ser ella admirada? Un día oí decir a alguien
que se merecía una maceta mejor. Me partieron por la mitad; ¡ay,
cómo dolió!, y la flor fue trasplantada a otro tiesto más nuevo,
mientras a mí me arrojaron al patio, donde estoy convertida en
cascos viejos. Mas conservo el recuerdo, y nadie podrá quitármelo.

HANS CHRISTIAN ANDERSEN, Cuentos completos


LA PELEA DE LOS HIJOS DEL LABRADOR

Los hijos de un labrador estaban peleados. Éste, a pesar de sus


muchas recomendaciones, no conseguía con sus argumentos hacerles
cambiar de actitud. Decidió que había que conseguirlo con la práctica.
Les exhortó a que le trajeran un haz de varas. Cuando hicieron lo
ordenado, les entregó primero las varas juntas y mandó que las
partieran. Aunque se esforzaron no pudieron; a continuación, desató
el haz y les dio las varas una a una. Al poderlas romper así fácilmente
dijo: «Pues bien, hijos, también vosotros, si conseguís tener armonía
seréis invencibles ante vuestros enemigos, pero si os peleáis, seréis
una presa fácil.» La fábula muestra que tan superior en fuerza es la
concordia como fácil de vencer es la discordia.

Entre los antiguos había un hombre muy viejo que tenía muchos hijos.
Cuando iba a terminar ya su vida les pidió que le trajesen, si la había,
una gavilla de finos juncos. Uno de ellos se la trajo: «Intentad, hijos,
con toda vuestra fuerza, romper los juncos así entrelazados unos con
otros.» Pero ellos no podían. «Intentadlo ahora de uno en uno.» A
medida que los rompían con toda facilidad, les dijo: «Hijos míos, de
igual manera si convivís todos unos con otros, nadie podrá haceros
daño, por mucha fuerza que tenga. En cambio, si cada uno toma una
decisión al margen del otro, os pasará lo mismo que a cada uno de
los juncos. »
La hermandad es el mayor bien de los hombres: incluso a los
humildes los eleva a las alturas.

ESOPO, Fábulas
SOLIDARIDAD CON LOS DESCENDIENTES

El sultán sale una mañana rodeado de su fastuosa corte. A poco de


salir encuentran a un campesino, que planta afanoso una palmera. El
sultán se detiene al verlo y le pregunta asombrado.

-¡Oh, cheikk (anciano)!, plantas esta palmera y no sabes quiénes


comerán su fruto... muchos años necesita para que madure, y tu vida
se acerca a su término.

El anciano lo mira bondadosamente y luego le contesta:


-¡Oh, sultán! Plantaron y comimos; plantemos para que coman.

El sultán se admira de tan grande generosidad y le entrega cien


monedas de plata, que el anciano toma haciendo una zalema, y luego
dice:

-¿Has visto, ¡oh, rey!, cuán pronto ha dado fruto la palmera?

Más y más asombrado, el sultán, al ver cómo tiene sabia salida para
todo un hombre del campo, le entrega otras cien monedas.

El ingenioso viejo las besa y luego contesta prontamente:

-¡Oh, sultán!, lo más extraordinario de todo es que generalmente una


palmera sólo da fruto una vez al año y la mía me ha dado dos en
menos de una hora.

Maravillado está el Sultán con esta nueva salida, ríe y exclama


dirigiéndose a sus acompañantes:

-¡Vamos..., vamos pronto! Si estamos aquí un poco más de tiempo


este buen hombre se quedará con mi bolsa a fuerza de ingenio.

CAROLINA TOVAL, Los mejores cuentos juveniles de la Literatura


Universal
EL ZORRO MUTILADO

Un hombre que paseaba por el bosque vio un zorro que había perdido
sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría
sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su
boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el
zorro.

Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo
tigre. Él comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios y se
dijo a sí mismo:

«Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en


el Señor, y éste me dará cuanto necesito. »

Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada y el pobre


hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una Voz
que le decía: « ¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre tus
ojos a la Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al
pobre zorro mutilado.»

Por la calle vi a una niña aterida y tiritando de frío dentro de su ligero


vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente.
Me encolericé y le dije a Dios: «¿Por qué permites estas cosas? ¿Por
qué no haces nada para solucionarlo? »
Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche, de
improviso, me respondió: «Ciertamente que he hecho. Te he hecho a
ti. »

ANTHONY DE MELLO, El canto del pájaro


LOS POZOS

Era el país de los pozos. Cualquier visitante extraño que llegara a


aquel país no vería más que pozos: grandes, pequeños, feos,
hermosos, ricos, pobres... Alrededor de los pozos apenas se veía
vegetación; la tierra estaba reseca.

Los pozos hablaban entre sí, pero a distancia; siempre había tierra de
por medio. En realidad, lo único que hablaba era el brocal: lo que se
ve a ras de tierra.
Y daba la impresión de que, al hablar, sonaba a hueco. Porque claro,
procedía de lugares huecos...

Como el brocal estaba hueco, en los pozos se producía una sensación


de vacío, vértigo, ansiedad...

Y cado uno tendía a llenarlo como podía: con cosas, ruidos,


sensaciones raras, y hasta con libros y sabiduría...

Entre los pozos los había con un gran brocal en el que cabían muchas
cosas.

Otros tenían un brocal pequeñito, pero también cabían cosas.

Las cosas pasaban de moda: entonces los pozos las cambiaban, y


continuamente estaban llenando el brocal de cosas nuevas,
diferentes... Y quien más tenía era más respetado y admirado...

Pero, en el fondo, no estaban nunca a gusto con lo que tenían. El


brocal estaba siempre reseco y sediento...

¿He dicho “en el fondo”?

Bueno, sí: la mayoría, a través de los entresijos que dejaban las


cosas, percibían en su interior algo misterioso... sus dedos rozaban en
ocasiones el agua en el fondo.

Ante aquella sensación tan rara, unos sintieron miedo y procuraron no


volver a sentirla.

Otros, encontraban tanta dificultad a causa de las cosas que


abarrotaban el
brocal, que se rindieron pronto, y optaron por olvidar aquello que
había “en el fondo”.

También se hablaba –en la superficie– de aquellas “experiencias


profundas” que muchos sentían... Pero había quien se reía, bastantes,
y decían que todo eso eran ilusiones... que no había más realidad que
el brocal y las cosas que entraban en el hueco.

Pero hubo alguno que empezó a mirar hacia dentro... y, entusiasmado


con aquella sensación que experimentaba en su profundidad, trató de
calar más.

Como las cosas que había ido acumulando le molestaban, prefirió


librarse de ellas, y las arrojó fuera de sí. Y el ruido lo fue eliminando,
hasta quedarse en silencio.

Entonces, en el silencio del brocal, oyó burbujear el agua allá abajo...


y sintió una paz enorme, una paz viva, que venía de la profundidad.

Y ya no eran sólo las manos, sino los brazos, y... todo el pozo, el que
se refrescaba y saciaba su sed en el agua.

Entonces el pozo experimentó que “aquello” justamente era su razón


de ser; allí, en el fondo, se sentía él mismo. Hasta entonces había
creído que el ser pozo era el tener un gran brocal, muy rico y
adornado, bien lleno de cosas.

Y así, mientras otros pozos trataban de agrandar su brocal, para que


el hueco fuese mayor y cupieran más cosas, éste, buceando en su
interior, descubría que lo mejor de sí mismo estaba en la profundidad,
y que era “más pozo” cuanto más profundidad tenía...

Feliz por su descubrimiento, intentó comunicarlo, y comenzó a sacar


agua de su interior, y el agua, al salir fuera, refrescaba la tierra
reseca y la hacía fértil y pronto brotaron las flores alrededor del pozo.

La noticia cundió enseguida. Las reacciones fueron muy variadas:


unos se mostraron escépticos ante el descubrimiento; otros sintieron
la nostalgia de algo que, en el fondo, también ellos percibían. Otros
despreciaron aquel “alarde de poesía”, como lo llamaron. Hubo a
quien le pareció una pérdida de tiempo aquel trabajo de sacar agua
de su interior...
Y la mayoría optó por no hacer caso, pues la verdad es que estaban
muy ocupados rellenando de cosas el brocal, y ya se habían
acostumbrado a la satisfacción que el tener les producía, y se sentían
a gusto en el ruido, y estaban contentos con las sensaciones que
experimentaban desde fuera...

Sin embargo, algunos intentaron la experiencia, y, tras liberarse de


las cosas que les rellenaban, encontraron también el agua de su
interior.

A partir de entonces las sorpresas para éstos fueron en aumento:


comprobaron que, por más agua que sacaban de su interior para
esparcirla en torno suyo, no se vaciaban, sino que se sentían más
frescos, renovados...

Y, al seguir profundizando en su interior, descubrieron que todos los


pozos estaban unidos por aquello mismo que era su razón de ser: el
agua.

Así comenzó una comunicación “a fondo” entre ellos, porque las


paredes del pozo dejaron de ser límites infranqueables. Se
comunicaban “en profundidad”, sin importarles como era el brocal de
uno o de otro, ya que eso era superficial y no influía en lo que había
en el fondo.

Eso sí: en cada pozo el agua adquiría un sabor, incluso unas


propiedades distintas: era lo característico del pozo.

Pero el descubrimiento más sensacional vino después, cuando los


pozos que ya vivían en su profundidad llegaron a la conclusión de que
el agua que les daba la vida no nacía allí mismo, en cada uno, sino
que venía para todos de un mismo lugar... y bucearon siguiendo la
corriente del agua...

Y descubrieron... ¡el manantial!

El manantial estaba allá lejos: en la gran Montaña que dominaba el


País de los Pozos, que apenas nadie percibía su presencia, pero que
estaba allí, majestuosa, serena, pacífica... y con el secreto de la vida
en su interior.

La montaña había estado siempre allí: unas veces apenas visible,


entre brumas; otras veces radiante, siempre vigilante y dándose
cuenta de todo lo que ocurría en torno suyo...

Pero los pozos habían estado muy ocupados en adornar su brocal, y


apenas se habían molestado en mirar a la montaña.

La montaña también había estado siempre aquí, en la profundidad de


cada pozo, porque su manantial llegaba hasta ellos haciendo que
fueron pozos.

Desde entonces, los pozos que habían descubierto su ser, se


esforzaban en agrandar su interior y aumentar su profundidad, para
que el manantial pudiera llegar con facilidad hasta ellos...

Y el agua que sacaban de sí mismos hacía que la tierra fuera


embelleciendo, y transformaban el paisaje...

Mientras allá fuera, en la superficie la mayoría seguían ocupados en


ampliar su brocal y en tener cada vez más cosas.
ACTIVIDADES PARA NIÑOS Y JÓVENES

1. ¿Qué significa esta parábola para ti?

2. Busca el significado de los distintos elementos: pozo, brocal, tierra


seca, profundidad, vacío, cosas para llenar, corriente interna, sabor
del agua, manantial, montaña, agua, flores.

3. ¿Qué significan las siguientes actitudes que se manifiestan en la


parábola:

Vivir dentro...vivir fuera


Tener...ser.
Sentirse hueco...sentirse yo
Ruido...silencio.
Mirarse a sí mismo...mirar la montaña.
DOS VASIJAS

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que


colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los
hombros.

Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era
perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie,
desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la
vasija rota sólo tenía la mitad del agua. Durante dos años completos
esto fue así diariamente, desde luego la vasija perfecta estaba muy
orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los
que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy
avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque
sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su
obligación.

Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al cargador


diciéndole: "Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque
debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo
obtienes la mitad del valor que deberías."

Éste le dijo compasivamente: "cuando regresemos a la casa, quiero


que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino". Así
lo hizo la tinaja. y en efecto vio muchísimas flores hermosas a lo
largo, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo
quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.

Él entonces le dijo:

-¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino?
Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello.
Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y
todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger
estas flores para decorar el altar de mi maestro. Si no fueras
exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido
posible crear esta belleza.

Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas
agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de
aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.

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